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Capitulo 15

Kevin sonrió, al igual que Kiseop, al escucharla. El más joven necesitó preguntarlo:

—¿A dónde vamos?

—Mi cuarto —respondió su mejor amigo.

—De acuerdo. —Kiseop se levantó y se alejó de los dos. Kevin se incorporó también, pero se
agachó en dirección a ______—. Ven.

Se dejó hacer. El joven denotando su fuerza extraordinaria, la cargó hasta la habitación que,
en la encrucijada del pasillo del departamento, estaba a la derecha: el cuarto de Kiseop.
Cuando ______ se vio en el interior de la habitación, rememoró las noches de sábado que la
habían encontrado en esa misma cama, en medio de esos dos hombres, ante la televisión de
infinitas pulgadas y pantalla plana, donde habían visto tantas, tantas películas. O no; también
ponían los discos de punk que le gustaban a Kevin y reían, y se empujaban los unos a los
otros. Eran tan jóvenes, estaban tan llenos de vida y tan vacíos de preocupaciones. Todo
quedaba de lado esas noches de charlas hasta la madrugada, cuando los tres se quedaban
dormidos en la ignorancia de no ver anomalías en esa cama compartida. Había pureza y
confianza; un nexo tan fuerte que cualquier cosa pudiera confundirlos no era tal; no existía.

Y qué distinto, y evidente, era todo ahora.

El cuarto estaba a oscuras, la luz de la ciudad que entraba por la ventana entreabierta la única
iluminación. No era un espacio que se caracterizara por su extensión, pues era más bien
pequeño, aunque acogedor. Las paredes, en esas penumbras, no tenían color, así como el
cobertor de la cama, así como las almohadas, los almohadones, los muebles, las
decoraciones. Lo único que ostentaba el color en tan delicada escena eran los ojos de los tres,
las pieles de los tres, los cabellos de los tres.

Kiseop estaba en la punta de la cama. Cuando Kevin entró con ______ en brazos, la depositó
en las piernas del mayor, quien asumía el rol del liderazgo con orgullo y actitud. Más
desvergonzado que Kevin y ______, recibió a la última hirviendo. El mero contacto de su piel
con la de ella bastó para electrizar su cuerpo, que se vio tiritando por un escalofrío, preludio al
fuego que se encendió en su interior. La abrazó posesivamente, y Kevin se sentó pegado a él,
y recibió en sus rodillas las finas piernas de la rubia que, desnuda, se refregó en ambos casi
inconscientemente para no sentir, ni en ese momento ni nunca más, el frío. Kevin besó sus
piernas; Kiseop peinó su cabello con los dedos. Sentía bajo sus nalgas cómo quien la cargaba
crecía y se clavaba en su piel, necesitado de traspasarla. Perdidos en los besos y las caricias,
en las caderas inquietas que se movían instintivamente, reiniciaron aquello que había
empezado en la sala: respiraron fuerte, se agitaron, se dejaron llevar hasta alcanzar la
desprolijidad y la demencia.

Mutaron; eran pasión, no personas; eran amor, sexo, compromiso. Kiseop soltó el cabello y,
con ambos brazos, rodeó la cintura de ______. La apretó contra su miembro con explícita
brusquedad. Ella dijo su nombre, de nuevo.

—¡Kiseop...!

Y Kiseop detrás, debajo; Kevin delante. Gimió histérica, llena de un temor irracional, cuando
dos dedos separaron sus más privados labios, cuando una boca se apoderó de su clítoris.
Gritó, desquiciada.

—¡Ke-Kevin...! No, por favor no... —Una oleada de calor que nació en su punto de placer y se
extendió, como un virus, por todo su cuerpo, la hizo cerrar los muslos y levantar las piernas
sobre los hombros del hombre que la atendía; la hizo suplicar—. ¡No, no...! No lo soporto, no
puedo... —Nueva oleada, del clítoris a todo su ser, y un miembro vibraba entre sus nalgas,
duro, listo, mientras cuatro manos masajeaban sus pechos, manos que se rozaban, perdidas,
las unas con las otras—. No aguanto, no puedo... ¡Basta!

—Shhh...

Capitulo 16

El pedido de silencio de Kiseop provocó en ______ una oleada más. Era una bomba que,
antes de explotar, crecía, se acrecentaba obscenamente, tanto como el miembro que se
masturbaba con sus nalgas. Ya no podía, y pudo menos aún cuando un dedo la penetró;
cuando ese dedo, el dedo corazón de la mano derecha de Kevin, se movió hacia arriba, una
vez, dos veces, mil veces, cada vez más rápido, al ritmo de la boca que succionaba la
sensibilidad del clítoris. ______, perdida, gritó que no, que no, que no... Un último grito antes
del sensual gemido que coronó la grandeza de su orgasmo hizo que las cuatro manos
apretaran sus senos al mismo tiempo, la piel de éstos, así como la de la rubia, de repente
erizada, fría pese al calor. Cayó rendida contra el pecho de Kiseop, que seguía tras ella.
Nunca recuperó el aire, y el mareo que le sigue al placer la domó. Sintió la sensibilidad en
cada punto, un rechazo natural a cualquier caricia en cualquier retazo de piel. Kevin se
levantó, ella nunca lo notó, y Kiseop la tomó y la recostó en medio de la cama, de lado, un
almohadón bajo su cabeza. Ella apretaba sus piernas cada cierta cantidad de segundos por
causa de las vibraciones que aún la hacían retorcerse en el nacimiento de su goce. Kevin se
tumbó frente a ella, Kiseop detrás.

—Tengo frío —farfulló ella, sin voz ni sentidos.

Ellos, ante sus palabras, la abrazaron, se abrazaron para acunarla con el calor de sus
cuerpos.

—¿Así está mejor? —inquirió Kiseop contra su oreja.

Los tres se pegaron aún más; ______ no cesaba en suspirar.

—Sí —aseguró, su voz interceptada por la emoción, por el paroxismo de verse entre uno y
otro, el ser partido en dos que tanto le significaba totalmente entregado a ella—, mucho...

Kevin tomó su nuca, le robó un poco de almohadón y la besó despacio en los labios.

—Bonita —dijo, sonriente, enamorado.

Kiseop colocó su rostro en la base de su cuello, sus brazos obsesionados por la curva de su
cintura.

—Eres hermosa, ______ —resolló él sobre su piel.


Ella se sintió segura, tan segura como quien se acuesta en la cama luego de un día atroz,
tranquila porque todo ha terminado y, por unas horas, el sueño será el bálsamo merecido por
el cuerpo y el alma; por la mente. Y es que en un mundo como el de nuestros días, se agota la
plenitud de cualquiera, de todo tipo de ser. Ya no había preocupaciones de ese tipo, no entre
Kevin y Kiseop.

—Los amo —afirmó ella al borde del sueño provocado por la paz, a la paz provocada por la
demostración física de las exaltaciones del amor—. Los amo mucho..., demasiado.

Kevin la besó de nuevo, despacio como al principio, medido y amoroso cada movimiento que
hacía. Kiseop, abrazado a su cintura, apoyó el rostro en su espalda.

—Hermosa... —La tormenta que es el placer había sido seguida por la paz del goce brindado
como se debe; ahora, la rueda volvía a girar. Kiseop, susurrando la belleza de la mujer de los
dos, erotizó los tres cuerpos—. Quiero entrar... —Apretó su erección contra las nalgas de un
movimiento, desatando nuevos suspiros finos, dulces, femeninos. Kevin tocaba con la punta
de sus índices los pezones erguidos de ______—. Quiero penetrarte... Ahora. —Apretó de
nuevo, lo hizo ordenadamente, en un vaivén fríamente calculado—. Oh, ______... Déjame, por
favor.

Capitulo 17

Ella, besando en la boca a Kevin, habiendo memorizado el ritmo de las caderas de Kiseop,
cuando lo sintió venir fue hacia él y lo chocó con sus nalgas. Kiseop gruñó en respuesta.
______ oyó cómo una tela se deslizaba por una piel, y no era una prenda, sino dos. Kiseop y
Kevin acababan de sacarse la ropa interior. Asustada de repente, ______ se petrificó en su
sitio. Unas manos, una decada uno de los hombres, tomó las suyas, y las asieron hasta los
respectivos miembros, un brazo hacia adelante, otro hacia atrás. Con la palma de sus manos,
rodeó la dureza de los sexos, y cada hombre marcó un ritmo distinto. Kevin movió la mano de
______ muy, muy despacio; Kiseop la movió sumamente rápido. Era quien más parecía
necesitarla, de momento.

—______... —susurró. Kevin jadeaba, pero no tanto como su mejor amigo—. Ven, ven. —
Kiseop la volteó bruscamente hacia él, la tumbó boca arriba, se colocó entre sus piernas,
arrodillado. El miembro erecto jugó con el borde del sexo de ______, sin protección que lo
cubriera. Pese a la tentación del calor directo, de la humedad contra la humedad, del final en
la profundidad del cuerpo de la mujer de los dos, se contuvo. Oh, pero qué ganas de
penetrarla sin barreras.

Bajo una almohada había dejado varios condones, así que estiró el brazo, tomó uno y, como
pudo con la ansiedad a cuestas, lo abrió. ______ se dejó besar por Kevin, que, a su lado, se
acariciaba a sí mismo sin soltar ni por un segundo su boca. Kiseop terminó con el condón.

—Déjame verla —pidió a un Kevin que, al escucharlo, cambió a la boca por un seno. Kiseop y
______, aún cuando la oscuridad vencía a la luz, pudieron mirarse a los ojos—. ¿Quieres? —
inquirió con dulzura, haciendo círculos en la entrada de la rubia con sus dedos. Ella asintió
febrilmente, tan agotada como necesitada de la virilidad de sus dos hombres.

Kevin abrió la boca lo más posible, acarició el pecho de ______ con su lengua, que bailaba
sobre el pezón; acarició con sus dientes, que hambrientos morían por devorarla completa.
______ jadeaba en un hilo de voz tan fino, tan dulce, que terminaba de distorsionar la
situación: incitaba a lo peor, a la violencia, a la locura, a las acciones más lascivas. Pero no:
ella era un ángel, el ángel de los dos; merecía, en principio, la ternura más medida, eso se
dijeron Kiseop y Kevin cuando al primero bajó para besar el otro pecho de la rubia, cuando el
segundo entornó los ojos hacia su amigo y ambos, de mirada a mirada, se prometieron todo el
amor del mundo para con la rubia que no paraba de pedir que no, que no, que no, porque no
lo soportaba, porque estaba desbordada de excitación, y ganas, e instintos.

Kiseop, abandonando su peson sobre el brazo que apoyó junto a ______, del lado izquierdo,
contrario a donde Kevin continuaba succionando el pecho blanco de la mujer, con la otra
mano ayudó a su miembro, dolorido por la espera, a entrar. Un movimiento bastó. ______
gritó de dolor, y quien acababa de penetrarla supo que se le había ido la mano; lo supo en lo
más interno y reprimido de su ser, porque en la pasión que lo tenía domado, esa que estaba a
flor de piel, no pudo ni quiso reprimirse. La mano libre de Kiseop aplastó la cabeza de Kevin,
así como la mano de ______ ya lo aplastaba, pidiendo más sin querer más, suplicando la
máxima profundidad mientras decía que no. Al conectar sus manos sobre la cabeza de Kevin,
Kiseop empezó: se movió, de pronto, a una fuerza desmedida, desbocado; entraba y salía
toda la extensión de su miembro erguido, que era quien dominaba la situación, quien
ordenaba la velocidad y el desquicio a ese Kiseop que pronto perdió la razón.

Gruñó masculinamente, sin dejar de aplastar la cabeza de Kevin, sin dejar de mirar a los ojos
a ______, una ______ que vociferaba, mitad de placer, mitad del más delicioso dolor. La
fuerza ejercida sobre Kevin menguó cuando Kiseop, demasiado concentrado en sí mismo, en
su propio goce, en sus ir y venir, rápidos, desgarradores, necesitó, con esa mano, tomar la
cadera de ______. Necesitaba penetrar hasta el final aquella cueva carnosa que era fuente y
dueña de todo su deseo. Apoyando el peso en sus rodillas, la tomó de las nalgas y la arrastró,
la elevó, la dejó en el aire, hacia atrás, mientras movía todo su cuerpo en dirección a su
miembro, que daba las estocadas asesinas con cada vez más salvajismo. De gruñir pasó a
gemir; de gemir pasó a gritar. Ah, ah, ah: de la boca de ella y de la boca de él se desprendía la
misma sílaba, la única: no había ninguna que la opacara, ninguna más que pudiera
pronunciarse en medio de semejante pérdida de razón.

Capitulo 18

Kiseop apretó los dientes, intentando contener toda la fuerza que tenía,}. Sus ojos se cerraron;
sus manos, llenas de sudor, resbalaron por todas las nalgas y la espalda de ______, mientras
ella, excesivamente mareada, luchaba por no desvanecerse de placer. Gritaba, tan desbocada
como Kiseop, y dejaba ir a aquella sílaba cada vez que él, fuera de sí, la embestía hasta el
final. Los gemidos eran caricias, lo calentaban tanto como esa única sensación de sentir la
caricia de la carne de una mujer en torno a su miembro, hacia adelante, hacia atrás, hacia
adelante. Sí, era adictivo, embestir sin pensar, sin mirar, sólo sintiendo y escuchando lo que
sucedía a su alrededor. ______ gritaba y Kevin gemía, gemía porque estaba sentado frente a
ellos, observando la unión de sus cuerpos, sus manos rodeando su miembro, provocándose la
misma sensación que Kiseop obtenía de ______ por cuenta propia. Moría por empujar a
Kiseop y meterse en ______ de la misma forma en que él lo estaba haciendo, y que ella
gritara de la misma forma, una y otra vez, para siempre.

Kiseop tumbó a ______ en el colchón. Tomó su cadera y la obligó a girar, a ponerse de


rodillas, a aferrar sus manos al cobertor. Quería llegar hasta el límite, golpearla con la punta
de su pene en el nacimiento mismo de su carne. ______ levantó la cadera lo más posible, tan
necesitaba como él de aquellos golpes que ambos fantaseaban a la misma velocidad, con la
misma perversión. La penetró tomándola de la cadera, y a los gritos de ambos, al sudor, las
lágrimas y la saliva se les unió el sonido de sus choques, esos choques que retumbaban como
cachetadas, que eran provocados por la ingle de él contra las nalgas de ella. Choque, choque,
choque, y Kevin estaba por morirse de las ganas de hacer lo mismo mientras su mano se
movía frenéticamente sobre sí mismo, mientras ______ bajaba más la cabeza y subía más las
nalgas, porque quería sentir a Kiseop, a todo Kiseop, a él completo y único en su interior.
Reprimió sus gritos y sollozos de increíble satisfacción orgásmica mordiendo el cobertor, y
aquel sonido reprimido fue suficiente para el que estaba detrás de ella. Kiseop, con
embestidas que iban al compás del aceleramiento grosero de su corazón, sintió cómo se le iba
la vida, cómo se le resbalaba el clímax, cómo todo se le escapaba de las manos. Acabó
negado a irse del interior de ______. Cayó sobre ella sin pensar en la superioridad de su peso
y tamaño respecto de ella. Kevin cayó junto a ellos, deshecho por el orgasmo a la mitad que ni
por casualidad había dado alivio a su excitación. Quería hacerlo, ahora.

Kiseop, levemente recobrado, con los párpados pesados, salió y se tumbó junto a ______. Los
tres estaban boca abajo y respiraban como podían. La razón vino por un segundo. ______ rió
un instante.

—¿Qué pasa? —inquirió Kevin, peinándola dulcemente.

—No sé qué estamos haciendo —dijo ella.

—El amor —intervino Kiseop.

______ giró su rostro hacia él y lo acarició.

—El amor...

Kiseop tomó la mano que lo acariciaba y besó la palma despacio, sin apuro, disfrutando del
aroma de la perfecta rubia de los dos.

capitulo 19

—Vaya forma de hacer el amor, cerdo. Y después me dices a mí —dijo, tentado, Kevin.

—El cerdo eres tú, niño. —Le sonrió a ______, tan tentado como Kevin y como ella lo
estaban—. ______ está feliz, ¿verdad?

—Sí, mucho... —______ se sonrojó de una forma excesivamente adorable, tiñendo de rosa la
escena.

Kiseop la besó.

—Estás cansada, linda —dijo.

—Sí.

—¿Quieres recostarte en un lugar cómodo, el más cómodo de esta casa? —preguntó, de


repente, Kevin, que aún peinaba el cabello dorado—. Ven, amor, yo te acuesto. —Se
incorporó y tomó con sus manos a la rubia, que confiando en él se dejó hacer como al
principio. Kevin la arrastró hacia él y, recostado boca arriba, la subió a su cuerpo. Hundió el
torso de ______ en el suyo, y ella abrazó su cintura, y apoyó su mejilla en el pecho blanco y
firme de Kevin. Suspirando, el menor de los hombres rió entre dientes—. ¿Verdad que es
cómodo?

—El lugar más cómodo. —______ sonrió. Estaba como adormecida, satisfecha como jamás lo
había estado. Era el instante más perfecto de su vida, lo fue cuando Kevin la abrazó
posesivamente mientras Kiseop la tomaba de la mano y le entregaba sus ojos en bandeja.
Ellos eran hermosos, eran perfectos. Eran tan de ella como ella de ellos—. Gracias.

Nada fue dicho luego de tan significativa palabra. Ella agradecía el acompañamiento, la
consumación de lo que siempre había sido evidente a futuro: la unión física de los tres, una
que materializara en todo aspecto a la unión emocional que ya los ataba los unos a los otros.
Todo, entre ellos, estaba permitido: ahora lo sabían.

______ cerró los ojos, disfrutó de las caricias que viajaban por toda la extensión de su cuerpo,
de la lentitud de éstas, de la dulzura de éstas. Disfrutó, y dormitó de a ratos, la quietud y los
latidos imposiblemente perfectos. Era un sueño, de verdad.

—Tengo sed —exclamó en un murmullo apenas perceptible.

—¿Quieres agua? —preguntó Kiseop.

—Sí, por favor.

—De acuerdo.

Solos, Kevin y ______ se abrazaron con fuerza. Disfrutaron del calor compartido con sonrisas
en sus bocas, con ahínco en el aferro mutuo.

—Kiseop es medio bruto —susurró Kevin.

—Estoy bien.

—¿Segura? —Kevin besó su frente.

______ juró morir de ternura por causa de la preocupación.

—Sí, estoy bien... —Cerró los ojos y se entregó al pecho que la albergaba.

No mentía, por supuesto. Estaba bien, porque la antesala había sido demasiado fuerte, y la
culminación debía sentirse así de desesperada. Había sido el sexo más brusco de su vida,
pero esa brusquedad venía de Kiseop, esa brusquedad era despertada en ella por Kiseop, así
que estaba bien. Estaba feliz de sentir lo que él, lo que los dos, sentían. Y quería que ellos
sintieran lo que ella también. Abrió los ojos al meditar sobre lo último. Kevin, en ese mismo
momento, empezó a besarle la comisura de los labios. Ella corrió la boca, y lo besó, aunque
intentando domar el intercambio. Se movió despacio y Kevin, atento como él solo, le siguió el
ritmo. Cuando Kiseop llegó, Kevin y ______ se besaban dulcemente, acariciándose despacio,
perdidos en los brazos del otro. Kiseop los amó al atisbarlos, amó el vínculo más tierno que
Kevin tenía con ella, amó que él fuera así de amoroso con la mujer de los dos. Amó verlo con
ella, que ella estuviera desnuda sobre él. La imagen merecía guardarse para siempre en su
memoria, más que ninguna otra.
Aquí está —Kiseop, luego de sentarse en la cama, extendió una botella de agua de
aproximadamente un litro y medio hacia _____—. Está bien fría.
Kevin se sentó, _____ aún sobre él. Asió la botella, la destapó y se la entregó a ella, quien le
dio un sorbo bien largo. Incluso algunas gotas resbalaron de la botella y se deslizaron por su
pera, por su cuello, por sus senos. Una alarma sonó en la mentede los dos hombres. La rubia
le devolvió la botella a Kevin y éste bebió varios tragos. Al terminar, suspiró. Kiseop recibió la
botella, le dio un sorbo corto (había bebido en la cocina) y la dejó al lado de la cama; estaba
casi vacía. Volvieron a las posiciones anteriores: Kiseop de lado junto a ellos, _____ sobre
Kevin, éste debajo de ella. Kevin empezó a besarla de nuevo.
—¿Estás cansada? —preguntó, con un dejo pícaro en su tono, Kiseop.
—Algo...
Kevin dejó de besarla, respetuoso.
—¿Quieres que deje de hacerlo? —indagó, haciendo obvia referencia a lo que hacía con sus
labios.
—No, no... —_____, sus ojos cerrados y las palmas de sus manos sujetadas de la cintura de
Kevin, negó con la cabeza. Aún parecía adormecida—. Despacito, sólo eso.
Un escalofrío recorrió al insatisfecho Kevin.
—¿Despacito? —resolló sobre los labios de la rubia, besándolos lenta, pausadamente.
—Despacito...
—¿Así...?
Los besos continuaron de la manera en la cual empezaron: delicados, llenos de amor y
dulzura que se contradecía, y se fusionaba por completo, con la escena de los tres cuerpos al
desnudo.
—Sí, así... —_____ sintió cómo el calor, intruso, le subía por todo el cuerpo—. Muy, muy
despacito...
Inexperta quizá, no se daba cuenta de con qué poder acababa de encender a Kiseop y Kevin.
Las respiraciones empezaron a acelerarse ante sus pedidos de genuina necesidad: quería ir
muy, muy despacio, para poder disfrutar por completo de la perfección suscitada entre los
tres. La situación no tardaría en desviarse, lo supo en cuanto sintió en su vientre la inmediata
dureza de Kevin. Los movimientos instintivos dieron inicio. Kiseop gateó por la cama y se
posicionó a espaldas de _____.
—¿Quieres un masaje? —le preguntó.
Ella, sin dejar de besar a Kevin, balbuceó un jadeante «sí». Kiseop puso manos a la obra:
colocó las manos en los hombros de la rubia y las movió por toda la extensión de su espalda.
Masajeó suavemente con manos expertas, sensuales, incitadoras. Kevin profundizó el beso
en cuanto _____ empezó a jadear por las caricias y atenciones.
—Relájate —pidió Kiseop.
—No hagas nada, sólo respira profundo —continuó Kevin.
—No tienes que hacer nada; nosotros haremos todo.
—Déjate llevar, _____.
—Y no pienses.
—Y no te muevas.
—Déjate ser.

Capitulo 21
_____, relajada, anestesiada, cerró los ojos. No hizo nada más que eso, que respirar
profundo, que dejar que su corazón latiera y que el calor la poseyera. No vio más; sintió. Los
sintió a los dos en su completa plenitud. Los movimientos de los masajes, de los besos, de las
cuatro manos que se multiplicaban segundo a segundo, eran tan lentos, tan intensos, tan
eróticos como la situación en sí. _____ perdió todo hilo, lo perdió con gusto: se dejó ser así
como ellos querían que lo hiciera. Quería ser pura sensación, desde ahora y para siempre, en
esa cama, con esos cuerpos, con esa pasión inquebrantable. El sudor de los tres se volvió
uno, y las manos de los hombres resbalaron con facilidad por el cuerpo de la mujer, que
brillaba en la oscuridad, como una estrella. Era de los dos, de los dos y de nadie más.
Kevin buscó un sobre con protección bajo la almohada. Se lo dio a Kiseop, que lo abrió y le
devolvió el condón. Mientras el mayor levantaba de la cadera a la rubia, el menor se colocó el
bendito condón, tan irritado por tener que usarlo como Kiseop lo había estado anteriormente.
Una vez listo, se deslizó milímetro a milímetro en el interior de _____, que al sentirlo suspiró
hasta gemir. Kevin tuvo que lanzar hacia atrás su cabeza, tuvo que arquear su espalda sobre
el colchón: sentirla fue demasiado para él, para su razón, para su instinto masculino. Su
miembro quemó por causa del mejor calor del universo, el de esa mujer, y golpeó las nalgas al
tomarlas con fuerza. Tenía que moverla, que impedirle que hiciera el mínimo esfuerzo.
—No te muevas, déjame a mí —dijo al borde del colapso.
_____ le demostró, con ojos cerrados y mejillas enrojecidas, que lo estaba obedeciendo.
Estaba prácticamente desparramada sobre él, jadeante, entregada por completo a las
acciones y caprichos de él. Kevin la envistió con brusquedad, de un movimiento. Salió, y volvió
a entrar de la misma forma, rápido y profundo. Eran puñaladas amatorias en pequeños lapsos,
lentas en su ritmo pero insuperables en su materialización. Cada entrada era un grito; cada
salida era una súplica.
—Más rápido...
El pedido de _____ fue un clic en el cerebro del hombre más joven. Cuando quiso tomar la
parte inferior de sus nalgas para moverla con más ímpetu sobre él, se chocó con las manos de
Kiseop, que seguía, ante ellos, arrodillado. Kiseop, por encima de _____, le sonrió. Puso sus
manos sobre las de él, haciendo que Kevin se distrajera por un instante, y empujó a _____
hacia abajo, y hacia arriba, y hacia abajo. Kevin tiró su cabeza hacia atrás de nuevo. Era como
el sexo oral, como la masturbación brindada por alguien más, como tener a una mujer sobre él
en control de toda la situación; eran esos movimientos que, por no ser domados por quien
está penetrando, resultan inesperados, y por ello generan ansiedad, y por ello generan más y
más placer. Kevin marcó un ritmo y las manos de Kiseop, aún sobre las de él, lo
distorsionaron e intensificaron, tanto que Kevin terminó por retirar sus manos para ponerlas
sobre las de Kiseop, confiándole todo control. _____ estaba en el cielo mismo de sus instintos
sexuales. Kevin sentía como si ella estuviera saltando, desquiciada, sobre él, y no, porque ella
sólo estaba disfrutando; Kiseop era quien la hacía saltar de aquella forma tan salvaje. Sin
poder soportarlo más, a punto de llegar a una cúspide para la que deseaba esperar un minuto
más, Kevin asió las piernas de _____ y las enredó en su cintura. Se puso de rodillas, con ella
sostenida posesivamente de su cuerpo. Kiseop se apoyó detrás de _____, y tanto él como
Kevin se aferraron al otro: del lado derecho, se tomaron los codos el uno al otro, todo con tal
de apretar a la mujer; del lado izquierdo, Kiseop acariciaba su miembro contra la espalda
femenina mientras Kevin lo tomaba del hombro con la intención de atraerlo lo más posible
hacia él, hacia _____. Los brazos de la rubia, que estaban muertos junto con sus piernas,
cobraron vida, y tomaron la nuca de los hombres, un brazo hacia atrás, otro hacia adelante,
como cuando había acariciado sus miembros al mismo tiempo. Sobre el hombro de ella, los
tres se encontraron, Kevin penetrándola violentamente, usando el cuerpo de Kiseop para
afirmarla en el ángulo exacto. Se miraron, los movimientos de los cuerpos en envidiable
armonía física y emocional. _____ besó a Kiseop, luego a Kevin, aún tomándolos de la nuca a
los dos.

Una+dos
Capitulo 22
Después, la utopía del placer, de su nexo, del mundo que los tres conformaban; la plenitud
utópica.
Cerraron los ojos al mismo tiempo, acercaron sus bocas y se besaron entre los tres. Sin
lengua, sin dientes; labios, labios que se movían completamente húmedos, de una boca a
otra, intercambiando gemidos y aliento. De pronto, mientras Kevin penetraba sin parar,
irregularmente por la pérdida total de la concentración, por la entrega total al instinto de las
pieles de sus dos compañeros, tuvieron la sensación de no saber a quién besaban, al mismo
tiempo que abandonaban toda preocupación que ello pudiera suscitarles, sobre todo a los
hombres, que se rozaban sin saberlo porque _____ se los pedía, porque a ellos no les
interesaba reprimirse en absolutamente nada. Se besaban los tres, una boca en una
comisura, otra boca en otra comisura, y unos labios encerrando a otros, y otros labios sobre
ambos. Tres respiraciones chocaban en el beso compartido, más y más húmedas, jadeantes.
La cordura se había ido y jamás volvería, no cuando se encontraran desnudos, en una cama,
los tres juntos. Ya nunca volverían a encontrar la cordura si los otros dos estaban presentes.
Y así, se dijeron al mismo tiempo, estaba bien.
Y estará.
_____ gritó: el orgasmo arribó con desgarradora intensidad. La repentina humedad en su
espalda, sumada a unos gruñidos incomprensibles por lo guturales, le dijo que Kiseop había
llegado a mismo clímax que ella. Kevin se movió frenéticamente, recobrada la concentración.
Penetró con tanta velocidad que la agitación terminó por ahogarlo. Hundió su rostro entre los
senos de _____ y gimió con honestidad; también había llegado al límite más gratificante del
cuerpo. Cayeron, exhaustos, de lado, los tres abrazados, los tres entregados a los otros dos.
Nunca se dieron cuenta, pero se durmieron exactamente así, luego de unos besos pesados y
adorables que ellos le dieron a ella y ella, a su vez, a ellos. Barbilla, labios, comisuras,
párpados, mejillas, narices; no importaba dónde, sólo importaba que se besaban, que se
querían, que estaban dispuestos a todo si estaban juntos.
En algún punto de la noche despertaron tiritando; por la ventana entraba una brisa veraniega
que, por el sudor frío que cubría sus pieles, provocaba temblores. Kiseop cargó a _____ en
brazos y se la llevó a la ducha. Kevin los siguió, los tres muertos de risa, y se apostaron bajo
el mismo grifo, y se limpiaron los unos a los otros, y los hombres limpiaron cada huella de la
mujer, menos los incontables chupones que brillaban por todo su cuerpo, como recordatorios
de un trato implícito, aunque verdadero: «_____ es nuestra y nosotros de _____». Kiseop y
Kevin se miraron con cierto pudor en algún momento, pero era más por la sorpresa que por el
asco de dos seres heterosexuales: entendieron que lo que había ocurrido, ese rozar de labios
entre los tres, entre ellos dos en específico, había sido fruto del amor del grupo, no de un
deseo que los atara sin involucrar a _____. Era un concepto ciertamente intrincado, mas lo
sentían: no había de qué preocuparse, no si tenían eso muy en claro, como evidentemente lo
tenían: si se tocaban, era porque _____ los veía como un mismo ser, no por la individualidad
del otro. Se sonrieron antes de cerrar el grifo; más claro imposible.
No necesitaban que nadie más que _____ lo entendiera, y ella, al verlos a uno al lado del otro,
al verlos jugar como dos eternos niños hiperactivos, lo entendía perfectamente.
Secos y bajo las sábanas, durmieron abrazados una vez más, aunque no por mucho tiempo. A
mitad de la noche, Kiseop despertó. Al ver a _____ con los pechos destapados, inclinado su
rostro hacia él, con un brazo de Kevin sobre su cintura y la boca dulcemente entreabierta,
necesitó arrastrarla hacia su cuerpo. La tumbó boca abajo y empezó a besarla.
—¿Puedo...? —le susurró. _____, mitad dormida, jadeando más en sueños que en la realidad,
asintió.
Kiseop se perdió en ella una vez más, golpeó sin reparo sus caderas contra las nalgas de la
mujer al penetrarla, cada mano a cada lado de la cintura que empezaba a privarlo de todo
raciocinio.
De la calle venía una canción, quizá de algún vecino, quizá de algún auto apostado cerca de
allí, y embelleció la escena. Una voz femenina, sensual, se deslizó por su cuerpo, y el de ella,
y el de un Kevin que no tardó en despertar. Éste, apasionado por la imagen, por ver cómo
Kiseop poseía a la mujer de los dos y ella gemía en sueños el nombre de ambos, la despertó
con cálidos besos. _____ abrió los ojos, sintió la unión en su intimidad, entendió que el sueño
era parte de la realidad y, excitada, devolvió el beso al más joven de los amigos. De lado,
Kiseop siguió haciéndoselo mientras Kevin la abrazaba y lamía, una y otra vez. Bajando el
ritmo, Kiseop pareció querer redimirse de la violencia del primer sexo que había tenido con
ella. Es que _____ lucía tan dulce, es que con esa dulzura despertaba tan innumerables
perversiones. Era la única, la verdadera. La amaban, porque el amor que sentían por _____
era plural, plural y perfecto.
Cambiaron. Fue Kevin quien la tomó de lado. _____ y Kiseop se besaron, se masturbaron el
uno al otro, y los tres llegaron a la última explosión de la que eran capaces por esa noche.
Estaban destrozados; dormir era una obligación.
Y así durmieron, cada uno en silencio, besando a quien más cerca tenía su boca, que en el
caso de ellos era ella y en el de ella era Kevin, aunque compensó a Kiseop con suaves
caricias en su mejilla. Ensimismados en pensamientos, en sueños difusos aunque hermosos
del futuro, el descanso les llegó.

Capitulo 23 final
Al despertar, la noche anterior les parece un sueño irreal. Por eso tiemblan, ella debajo, ellos
encima; tiemblan porque temen que alguno de los tres se sienta arrepentido. Y no: Kiseop
sabe, al mirar a Kevin, que éste no está arrepentido; Kevin sabe lo mismo de su mejor, y
único, amigo.
¿Y _____?
—¿Lo estás?
—Si lo estás, nosotros...
_____, en respuesta, llora, sonríe, los toma de la nuca, conduce sus inmaculadas bocas a la
suya.
—Jamás.
Besándose los tres, como en la plenitud utópica de la noche anterior, ríen; respiran aliviados,
agradeciendo a nadie y a todos por ese milagro de tres puntas. Se abrazan, llenos de amor,
de sensaciones, de necesidad de consumación. Porque entienden, sí: hay un entendimiento
entre los tres, uno que ya empiezan a sospechar que nadie más que ellos entenderá. Se
necesitan, los tres como una unidad, como una relación de dos pero con tres personas. Esa
es la clase de felicidad en la que creen: un vínculo sincero de tres seres que se necesitan por
demás de cualquier convencionalismo. Siempre se han necesitado, recuerdan mientras ellos
la besan a ella; siempre han necesitado estar juntos, abrazarse, bailar, reír, jugar, dormir. Se
han necesitado para todo, de formas distintas pero igualmente intensas. No imaginan sus
vidas siendo sólo dos de ellos, no pueden ni quieren.
Necesitan ser la ecuación de la noche anterior.
Y la serán.
—Ven a vivir con nosotros —pide, con cierto ápice de capricho infantil en su voz, Kevin.
—Dormirás con el que tú quieras, cuando tú quieras. —Kiseop la besa mil veces antes de
proseguir—. Si lo necesitas, buscamos otro departamento para que tengas tu propio cuarto.
Serás libre, _____, libre de estar con quien tú desees en la forma en que tú desees.
—Te respetaremos siempre.
—En lo que dispongas.
—¡Somos tus novios...!
_____ estalla en risas al escuchar a Kevin. Se tapa la boca, los mira: son hermosos, por
dentro y por fuera. Son libres, justo como ella quiere serlo. Como ella planea serlo desde
ahora y hasta donde la vida eligiera.
—Nada cambiará, en realidad —agrega Kiseop, increíblemente tímido para todo lo que había
sido la noche anterior—. Nuestra relación no cambiará; será más intensa e íntima, nada más.
»Será como desde siempre quisimos que sea.
»Como siempre supimos que sería. En lo más recóndito, _____, Kevin; siempre lo supimos.
_____ sonríe al oírlo. Suspira aliviada: es eso lo que desea. Es eso lo único que necesita para
ser feliz.
—Seremos como siempre, sólo que podremos hacerte mucho el amor —continúa Kevin, más
feliz imposible—. ¿Quieres que te hagamos mucho el amor?
—Y no tienes que estar siempre con los dos. —Kiseop, sonrojado, es más bonito que nunca—
. Si quieres dormir sola, duermes sola; si quieres dormir con Kevin, duermes con él; si quieres
dormir conmigo..., yo encantado.
Ella entiende: la timidez de Kiseop se debe a una suerte de miedo de que ella confunda el
planteo, de que ella piense que sólo la quieren como amante, no como pareja en lo más
ortodoxo del concepto. Kevin está más relajado en ese aspecto, por lo menos así se muestra:
tranquilo, seguro.
—Relájense —pide, en risas, ella. Vuelve a acariciar sus bocas, en búsqueda de silenciarlos
por un minuto. Ambos, a cada manera de cada ser, está entusiasmado. Como ella, ¿para qué
negarlo?—. Tendremos tiempo de todo...
Ambos asienten.
Ellos la besan: es un hecho. E ignoran cuánta felicidad sentirán, y cuánta tristeza también,
porque los prejuicios estarán en cada esquina, cosidos a los viejos conceptos cuadrados de
«amor»: hombre, mujer, cama y sexos ensamblados; ellos serían muy distintos, aunque
iguales, a ello.
Serían libres.
Sin importarles nada, nadie, ninguno más que los otros dos, más que el amor del grupo que
conforman los tres, entregados con el alma más que con el cuerpo, con el alma más que con
el corazón.
El amor verdadero. ¿Cuál es? ¿Qué concepto encierra el amor? ¿Es el hombre, la mujer, la
cama y los sexos ensamblados? ¿El amor sólo es eso? Quizá el amor es muchísimo más: es
entender, acompañar, tender la mano, para siempre, hacia otra persona. Si el amor es lo
último, quizá ellos sienten un amor mucho más genuino que el de la mayoría de las personas
inmersas en el mundo de hoy, porque se entienden, porque se acompañan, porque se tienden
la mano, dispuestos a todo con tal de estar con —en este caso— los otros, y no el.
Kiseop, _____ y Kevin, tres amigos de la vida con un nexo distinto. Quieren amarse, y se
amarán, a su manera, en el seno de su propio entendimiento. Como toda relación, de dos, de
tres; como toda relación de uno consigo mismo debe ser: más alma que razón, más
honestidad que apariencia, más libertad que cadenas: el amor genuino.
En este caso, de tres.

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