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5. LA REVOLUCION CIVIL Y CROMWELL EL PARLAMENTO LARGO Antes de verse obligado a firmar con los escoceses el tratado de suciado por las exigencias belicas, Carlos I habi t0 pero, irritado una vez mas por las reivi simpatfas filopuritanas de sus miembros, el soberano cabo de un mes (3 de mayo de 1640). Trigico destino el del monar- ca Estuardo, quien, ademés de escocés —y como tal menos aceptable ‘ain por los ingleses—, era considerado filofrancés por su matrimo- rio. La situacién presentaba varios aspectos contradictorios porque, aunque la mayorfa de los stibditos eran partidarios de la monarqufa, consideraban que Carlos I estaba sometido al poder extranjero. Tal como se ha sefialado, habia varios factores que impedian al rey go- bernar como monarea absoluto: desde el rechazo de Ia gemiry que controlaba el poder local hasta la falta de una sdlida burocracia esta- tal y de un ejército permanente. Sin embargo, creemos que resulta excesivo censurarle por no haber sido capaz de asimilar los impulsos innovadores del pais. ES més, incluso podria decirse que se opuso tan poco a estos impulsos que acabs siendo arrollado por ellos y que, si bien no supo comprender a sus adversarios, tampoco éstos se esfor- zaron mucho por comprenderl. ‘Tras més de un decenio de malentendidos entre el soberano y el pais, Ia situacién cargada de tensidn estaba madura para estallar en un LA REVOLUCION CIVIL ¥ CROMWELL 129 podian dejar de sentirse irritados por el hecho de que los Estuardo, siguiendo los pasos de Isabel I, les denegaran incluso el derecho a la palabra durante las sesiones. Pero habfa todavia més. Los parlamen- asamblea como representante- del jan unido, se mostraban contrarios ia anglicana para tener bajo con- largos afios de enfrentamiento y de entre Ios contendientes, los experimentos consti partir de 1640 resultaron ‘maturos. Ni siquiera Tas clases dirigentes demostraron estar suficien- temente preparadas y, veinte afios mAs tarde, acabaron replegéndose bajo una restauracién monérquica, entendida como un retomo al or- den y un remedio ante el riesgo de anarquifa. Es también evidente que los desordenes de los dos decenios 1640-1659 tuvieron aspectos muy positivos, sobre todo porque desarrollaron un proceso civil que dio sus frutos en Inglaterra y en Europa a finales del siglo xvu. Pero para llegar @ esta salida mas equilibrada politicamente, Inglaterra tavo que pasar también por una tormenta revolucionaria, El Short Parliament de la primavera de 1640 se habia negado a vorar las asignaciones necesarias para pagar el ejército que debfa en- frentarse a los escoceses. E13 de noviembre de. 1640 Carlos I convo- 6 de nuevo a la asamblea que, debido a la posterior duracién de su actividad, recibiria el nombre de Long Parliament. Aunque el niimero de pares que constiufan la Cémara Alta habfa aumentado hasta 244 (en vez de los 60 del tiempo de Jacobo 1), el sistema electoral habia dado entrada en los Comunes a una mayoria de gentilhombres, acom- paitados de un grupo de hombres de leyes ¥ unos pocos comerciantes acaudalados. Los pares no sélo representaban el pasado feudal sino gran parte de acuerdo con ellos. La nueva mayorfa era bastante puri- 130 DE LAS REVUBLIAS A LAS REVOLUCIONES ana, hostil a Laud y a su defensor Wentworth (lord Strafford), lord sarteniente de Irlanda desde 1639 y encargado de reclutar en aque- Tia isla las tropas necesarias para luchar contra los escoceses. Desde 1640 en adelante se asisti6, pues, a un proceso de colaboracién entre Comunes y Lores mediante la creacién de comités mixtos, de los que ya habfan existido precedentes. Se lev6 a cabo también una alianza entre 1a pequefia y mediana propiedad rural y los présperos intereses comerciales. ‘Aunque no tardarfa en aparecer también un movimiento més «po- ular» (constituido por radicales religiosos, aprendices y operarios, asentados preferentemente en los suburbios de la capital), Londres, donde se concentraba cast la octava parte de la poblacién de todo el reino, constitufa el centro de la oposicién parlamentaria. El control de las finanzas londinenses, que habia quedado en manos de los Ifde~ res de Ia oposicién (John Pym y John Hampden), se convertiria en uno de los factores determinantes en la lucha triunfal contra el partido de Carlos I. Sin embargo, la City estaba dirigida por presbiterianos mo- derados que, una vez derrotado militarmente el monarca en 1646, hubieran preferido ponerse de acuerdo con él para liberarse de su propio ejército, que se habfa vuelto devastador. En 1640 un grupo de comerciantes, entre los que se encontraba Pym, opuestos a los mono- polios reales, encabez6 la oposicidn parlamentaria contra la Corona en un intento de obtener también libertad de comercio, especialmente con Norteamérica, En cuanto se perfilé la idad de una guerra clase dirigenté londinense hizo lo imposible por evitar que la capital se convirtiera en un campo de batalla. Por otra parte, en la ciu- dad habia muchos partidarios del monarca y la mayoria de los cituda- ‘Aunque Catlos I inten dividir a sus adversrios, pocas semanas después de haber sido convocado el Parlamento comenz6 a adoptar una serie de disposiciones mal vistas por el rey. El 15 de febrero de 1641 se dispuso que el Parlamento se reuniera al menos cada tres afios y «que durante Jos primeros cincuenta dfas su actividad no pudiese ser LA REVOLUCION CIVIL ¥ CROMWELL 131 suspendida ni aplazada (Triennal Act). Era una forma de garantizar la participacién ia de la asamblea en el gobierno del pais. La ley del 10 de mayo siguiente, que fue una especie de golpe de Esta- do, privé a la Corona del derecho de disolver las edmaras y, sin em- 1 monarea le dio su aprobacién, También hay que destacar las prohibiciGn de imponer castigos corporales 0 multas por parte de los tribunales anglicanos inferiores. Aquel dia también se liberaliz6 la legal la Ship money. Finalmente, e1 22 de no- nombrar a los ministros aprobados por el Parlamento y 3s Gnicamente a peticién de la Camara. Con esta Grand Remontrance parecia configurarse el principio de la responsabilidad del ejecutivo, que no hallarfa su completa y definitiva formulacién hhasta después de 1689. Se estaba perfilando asf una redefinicién del sistema politico in- zlés, con una nueva perspectiva constitucional representada por un reparto y un ejercicio comtin de poderes concretos. El Parlamento pretendfa acabar de una vez por todas con las arbitrariedades reales y con un régimen concebido como emanacién directa de una autoridad impuesta por gracia divina, Pero este primer edificio trino y equili- brado entre soberano, Lores y Comunes entraria en crisis a rafz de la ejecucién de Carlos I y ta abolicién de la Cémara Alta. Los parla- ‘mentarios no fueron capaces de establecer inmediiatamente ese siste- ma de gobierno de forma duradera, puesto que ya en 1642 result6 comprometido por el recurso a lus armas. El aflo 1641 habia sido un perfodo de efervescencia social. Los campesinos de una gran parte de las zonas pantanosas se habfan rebe- Jado en protesta contra Tos cercados, aungue los Comunes no tenfan ninguna intencién de apoyar los desérdenes y Ia destruccién de las propicdades. Mas tarde, durante la guerra civil, los campesinos, apro- vechiindose de las circunstancias, dejaron de pagar los céinones esta blecidos con ta excusa afiadida de que sus campos-habfan quedado 132 DDE LAS REVUELTAS A LAS REVOLUCIONES ddevastados por las operaciones . La situacién comenz6 a pre- cipitarse a principios de enero de 1642, cuando el rey orden6 el arres- to de cinco miembros de la oposicién parlamentaria. Como Londres se sublevé en defensa de los acusados, Carlos I decidié abandonar la capital para ponerse a la cabeza de sus fuerzas que estaban en pro- vvincias. Convencidos también los parlamentarios de la necesidad de tener un ejército propio, el 5 de marzo de 1642 la Militia Ordinance sustrajo al soberano y entreg6 al Parlamento el control y la direccién de las tropas existentes y la capacidad de nombrar los lores lugarte- nientes de los condados. Tal vez-una de las causas de la posterior derrota del monarea fue Ja escasa preparacién militar de Ja aristocracia a pesar de que muchos soldados y oficiales, haciendo gala de un espiritu feudal y caballeres- 0, $e alinearon entonces bajo la bandera real. Las tropas del soberano siempre carecieron de auténtica disciplina, y sus adversarios tardaron dos 0 tres afios en imponerla en su ejército. En el verano de 1642 tan- to Carlos I como el Parlamento llamaron a la poblacién a las armas mientras los prohombres locales se mostraban dudosos y di Laos soldados del rey Estuardo comenzaron a atacar y saquear las vi- viendas de los puritanos, mientras las tropas parlamentarias asaltaban ¥¥ Saqueaban las de los papistas. Por otra parte, hasta 1646 en Ia mayor parte de los condados de Inglaterra y Gales tuvieron lugar pequefios enfrentamientos locales entre guarniciones enfrentadas. Muchas veces el conflicto se producia més por resentimientos o fidelidades provin- ciales que por motivos de dmbito nacional, y los resultados de las operaciones diferian mucho de una regién a otra. Una de las prime- ras ciudades que desafié a Carlos I fue Coventry, y en septiembre de 1642 también Manchester opuso fuerte resistencia. El primer cho- que de cierta importancia, en el que el principe Rupert, primo del rey, se enftent6 al caudillo parlamentario conde de Essex, fue el de Edge- hill en Warwickshire (23 de octubre de 1642), en el que nadie sali6 realmente vencedor. El pafs se habia dejado arrastrar a la guerra a disgusto, y gran parte de la nobleza terrateniente intent mantenerse neutral, pero se haba puesto en marcha un mecanismo que nadie conseguiria detener. 133 Aunque la monarquia tuvo muchos defensores entre Ia alta y la pe- quefia nobleza, los gentilhombres y propietarios se alinearon en el bbando del Parlamento, que encontrés su mayor apoyo en las ciudades y en las zonas rurales industrials. ‘mis pobres y menos pobladas del norte y del oeste, més ape- a la tradicién feudal y catélica. Al no disponer précticamente de ria, no pudo apoderarse de las ciudades, aunque casi ninguna tenfa més proteccién que unas viejas murallas. Mientras los centros. urbanos se disponian a Icyantar murallas a toda prisa, entre la prima- vera y el verano de 1643 se dio comienzo en Londres a un ambicioso plan de fortificaciones (se construyeron 24 fuertes provistos de cafio- nes), En 1645, en Gales y en Inglaterra legaron a con: 80 guamiciones reales y casi otras tamtas parlament inmovilizaron més de la mitad de las fuerzas armadas existentes. EL MOVIMIENTO RADICAL ‘Aunque el Parlamento largo continué su actividad mucho més all de 1643, a partir de 1644 ya no fue el tinico protagonista de los acon- tecimientos. Si bien en su seno predominaban los enemigos de la voluntad real, todos ellos —nobles rurales y grandes burgueses de Londres— aspirsban a Hegar a un compromiso. Pero el régimen par- Jamentario cada vez dominaba menos el desarrollo de la situacisn, en Ja que muy pronto incidieron otros factores. Hacia 1643 las cuestiones constitucionales fueron quedando relegadas y pasaron a primer plano mnes sociales, el radicalismo religioso y las exigencias del nuevo ejército puritano, Desde 1640 ni el presbiterianismo ni el congregacional segufan suscitar un consenso generai, ya que estaban di as, aunque ambas cont janos deseaban en la pr organizaci6n calvinista, basada en la rigida estructura'de una Iglesia 134 DE LAS REVUELTAS A LAS REVOLUCIONES {que ya no era episcopal sino fundada en ministros y ancianos colo- ‘cados al frente de cada parroquia. Los congregacionalistas o «inde= pendientes» defendian la adhesién voluntaria a la congregaci6n de los fieles y la necesidad de no imponer una doctrina religiosa y una dis- ciplina eclesifstica uniformes, puesto que consideraban que se podta participar eficazmente de la Iglesia de Dios mediante una profunda conviccién interior." El congregacionalismo pretendfa, pues, la total Independencia de cada comunidad sa. Su principal represen= tante era John Goodwin (1594-1665 ‘enemigo de cualquier for ‘ma de dogmatismo sectario y partidario de la total libertad religiosa ales jefes de la oposicién parlamentaria sada (Root and Branch Pet presenté la propuest jcanos perderian la facultad de actuar como jueces y de formar parte del Consejo privado, Mientras ent otofio de aquel afio aparecfan claros fenémenos de signo ii presiones ejercidas sobre é1 para que sancionase la abo» ién del episcopado, pero en febrero de 1642 los Lores ratifiearoM jon de los obispos de la Cémara Alta y consiguieron arr contra los ministros anglicanos comen2é a prin. ‘comités de depuracién en cada condado © Unos 3,000 cel otros se vieron reducid« LA REVOLUCION CIVIL ¥ CROMWELL 135 también adoptase el sistema presbiteriano no eran bien acogidas por la mayorfa parlamentaria. Muchos presbiterianos ingleses temian incluso que ese sistema desembocara en un despotismo clerical. Que- rfan constituir una Iglesia de Estado diferente a la anglicana y obligar a Jos disidentes a integrarse en ella. No existfa pues ningin punto de coincidencia entre ellos y los puritanos, porque ademas vefan en la religiosa un peligro para las bases de la sociedad civil y vefan tan agudos como los politico-constitucionales, no tardaron en apare- cer también problemas que afectaban al orden social. En el clima de libertad y de anarqufa religiosa que se habfa creado florecieron mu- chas sectas, extremadamente variadas en sus matices ideol6gicos y en la audacia de su actuacién. Las més extremistas, que desarrollaron su wdo entre 1643 y 1647, generalmente se inspiraron uritanos, aunque a veces mostraban un talante més 1eg0 no fue este el caso de los baptistas ni tampoco wr Baptists, que presentaron en Londres su primera confesién de fe entre 1644 y 1645, Tanto unos como otros, pero $0- bre todo los segundos, tuvieron un papel importante en el ejército orga- nizado por Cromwell y més tarde se convirtieron en uno de los grupos ms influyentes entre los Independientes. Sin embargo, su doctrina de rigen mennonita les llev6 a interpretar la vida cristiana como un aprendizaje y 1a Tglesia com jedad de santos visibles. Fieles ala herencia congregacion: formistas por su extrafio es bin los cusqueros). Las sectas que mAs se destacaron en estos affos suscitaron reac- ciones diversas en distintos émbitos. Como entre los propietarios ape- a republicanos, el uso que de Ia libertad hicieron los grupos considerado el defensor de Ia sociedad tradi ica, Cuando Carlos I desaparecié draméticamente de Ia esce- luso los presbiterianos, ademés de los anglicanos, mostraron su {otal oposicién a la idea de un Estado que tolerase ta anarquia de las 136 DE LAS REVUELTAS A LAS REVOLUCIONES sectas 0 que se despreocupase de los problemas religiosos. Las te0- fas revolucionarias y los proyectos de cambio radical de los grupos ‘extremistas provocaron la desconfianza y la oposicién instintiva entre las filas de los propios puritanos. Pero aquel ie de suspensién del orden tradicional que se habfa creado dejé el campo libre a las tendencias minoritarias que presentaban programas subversivos. Aho- ‘a bien, al margen de unas cuantas sugerencias anticipedas a su épo- cca, cuyo interés se demostré a posteriori, incluso las sectas mas ex- ‘remistas y momenténeamente ms influyentes tuvieron en conjunto tun papel secundario, por no decir marginal, en los acontecimientos revolucionarios que precedieron a la ejecucidn del rey. Realmente no puede decirse que existiera un movimiento domi- ante, o bien definido y estructurado, sino un magma efervescente de sectas que se afirmaban en la tensién de la guerra civil y en el cli- ma de renovacién social alimentado por ésta. Sobre todo entre 1643 y 1647 hubo una especie de estallido de libertad de conciencia y de asociacién, se pretendié transferir la ética del plano individual al co” imunitario y en ocasiones se Hev6 el igualitarismo hasta las dltimas consecuencias, hasta la abolicién de toda diferencia social. La oleada vagamente anabaptista que inundé el radicalismo inglés incluso rea- vivé ideologias que en el continente ya habian desaparecido, como el profetismo y el milenarismo. Una de las connotaciones mds eviden- tes de la proliferacién sectaria fue la lectura de los acontecimientos en clave profética, que interpretaba el fururo préxi- smpo de la destruccién final, sino mas bien como el ica y de la edad milenaria.* Una vez ides las que Henaban de conteni- inicio de la mis eran las esperanzas do social las expectativas esca querian y hacfan la revoluci6n. 2. CFU, Gast, Storia del! anabaiton, I, p. 632. LA REVOLUCION CIVIL ¥ CROMWELL, 137 cuyo predicador mas famoso fue Christopher Feake. Crefan reco- nocer en el clima de revolucién puritana los signos de la inminente instauracin de la Quinta Monarqufa, que debfa establecer el reino de los «santos» gracias a su apoyo activo. En aquella momenténes nueva elite dirigente, Thomas Harrison (1606-1660) fue el representante de e605 «quinto-monarquistas», que aspiraban a la destruccién completa del viejo orden y a la asunci6n de todos los poderes por parte de los «santos», que impondrian la maxima justicia sobre la tierra. Harrison, qu igarteniente de Cromwell en 1650-1651, fue encarcelado és tarde junto con Feake por orden del lord protector. ‘Algunos radicales, en cambio, que consideraban el conflicto como tuna guerra entre Cristo y el Anticristo, se fimitaron a ver én él el pre- ludio de Ta segunda venida del Salvador. Por otra parte, all menos a partir de 1641, los «separatistas creyeron qué los verdaderos fieles debfan separarse de los demés y consti mente de «santos». Aproximadamente en tomo a esta fecha, y con gran ‘escndalo por parte de muchos parlamentarios, algunos comenzaron Poco después aparecieron los Hamados «ni pirados sobre todo en las ideas de John Lilbume . uritano radical hijo de un gentilhombre de Durham, en cuyas obras se defendia el derecho de igualdad de todos los hombres. En los es- critos programéticos de 10s ni Ja edad de oro). De hecho, los niveladores se convirtieron en teéricos del rechazo ala opresién, la pobreza y Ja falta de libertad de las clases inferiores, Quisieron abolir los diezmos y la pena de prisién por deudas, preci- sar los poderes y los Ifmites de la autoridad judicial y e leyes estuvieran redactadas en inglés ordinario; ademés conciencia y de prensa debfan ser intocables. Para los niveladores el poder emanaba s6lo del pueblo, que legftimamente podfa transmi- 138 DE LAS REVUELTAS A LAS REVOLUCIONES tirlo y delegarlo. Al ser el pueblo el depositario de todos los dere- mmetida a su aprobacién; de lamentarias y la exigencia szio universal y el abandono del criterio censual, que hacfa que sélo uno de cada veinte ingleses —como destacaba Lilbume— tuviera de~ recho al yoto (ya que para ello se exigia una propiedad rural con una renta anual minima de 40 chelines). Ademés en la mayoria de pue- blos pequefios de Inglaterra las condiciones para ser elector variaban notablemente de un lugar a otro. La mayor parte de los cabecillas niveladores —desde William Walwyn a Lilbume y de Richard Overton a Thomas Prince o John Wildman— gozaban de una buena posicién econémica y social. Sin embargo, sus reivindicaciones eran radicales y no se limitaban a la extensién del derecho de voto sino que llegaban hasta la abolicién de Ja Cémara de los Lores y de ta propia monarqufa. A partir de 1646 su programa abordé la demanda de una reptiblica democratica y expre- 6 la protesta contra la erosién de los poderes propios de las comuni- dades locales. En el terreno econémico propugnaron la disminucién de los impuestos y el aumento de los salarios, ademas de la aboli- cién de los monopol ibertad de comercio, Sostu- yieron que era contrari de los ingleses y a las leyes fundamentales del pats impedir a alguien que comerciara con cualquier zona del mundo, En compensacién, los niveladores ni gieron Ia equiparaciGn de las condiciones econdmicas ni la abol de 1a propiedad privada, ni mucho menos la comunidad de bienes. Como representantes sobre todo de as clases urbanas medio-bajas Hegaron a tener una influencia notable entre los suboficiales y solda- dos del muevo ejército puritano organizado por Cromwell e incluso en sui Consejo general (contra los proyectos de este organismo acabaron chocando en el verano de 1647). ie extremistas adoptaron tambign los diggers (cavadores), para quienes la igualdad originaria de cada uno impli- de los bienes. Retomando también y desarrollando varias demandas ILA REVOLUCION CIVIL ¥ CROMWELL 139 de los niveladores, 1a reducida minoria de los diggers presenté més tarde, en abril de 1649, un proyecto de explotacién colectiva dé Tas das y de las ineautadas a la Corona (que terminé We en un gran fracaso). Su representante Gerrard Win- stanley (c.1609-1676) se atrevié a denunciar que la religién era un engafio y la docirina del castigo eterno un embuste, cuya finalidad era mantener la desigualdad sobre la tierra. Crefa en una, econémica, 0 por lo menos entre derecho originario del hombre y propiedad. Es bastante dificil valorar la incidencia real de las distintas doc~ trinas radicales sobre el cariz revolucionario que tomaron los aconte~ ‘cimientos entre 1644 y 1650 aproximadamente, y més di resulta medir la influencia real de la actuacién de sus respectivos se~ guidores. Por un lado, el espititu critico y la capacidad de an: racional se expresaron y afirmaron un ritmo acelerado en aquell atios, favorecidos por el resquebrajamiento y la ruptura de los diques ‘que habfan encauzado 1a vida inglesa hasta ent las sucesivas y a veces pasajeras idas por el Parlamento, las reivindicaciones de los sectarios como por el ‘que hallé su fuerza y su instrumento en el ejército cromweltiano. Sin embargo, los movimientos religiosos y las atrevidas ideas politico- sociales que se manifestaron en aquel clima contribuyeron sin duda a convertir a Inglaterra, juntamente con las Provincias Unidas, no s6lo en el otto polo del racionalismo moderno europeo sino en la plataforma de los impulsos y de las grandes propuestas de la pri- ‘mera fase de la Tlustracién, que se consolid® en el continente en el siglo xvi. 140 DDE LAS REVUELTAS A LAS REVOLUCIONES. EL REGIcIIO En la primera fase de la guerra civil, entre 1643 y 1644, el parti- el parlamemtario buscaban todavia un compromiso, ya que no les parecfa inevitable ni una posibilidad imemediable. Al guerra defen- de orientacién puritana hubieran parecido a un dux Comunes que se wente los Lores rey Estuardo, Fue el nuevo incub6 ideas y tensiones radicales, que la moderacidn calvinista y el realismo de sus dirigen- tes apenas pudo frenar. De este modo el régimen parlamentario se orient6 a su pesar hacia un gobierno mas autoritario y hi especie de dictadura puritana, La necesidad de constituir un frente eo- ‘min contra los partidarios de Carlos I se transformé en la exigencia de organizar un ejército formado por auténticos puritanos. Ya en 1642 el conde de Essex haba esbozado un c6digo militar, leido regularmente ante todos los soldados, que a fin de asegurar la

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