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U N I V E R S I D A D DE

SAN MARTIN DE PORRES

FACULTAD DE MEDICINA HUMANA

La historia de los judíos

Nombre: Marisé Licet Llanos Robles

Grupo: 01T

Profesora: Dra. Gabriela Vargas Serna

Primer año – II semestre


Setiembre 2008

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Tabla de contenido

1. Introducción ..................................................................................................................2
2. Los hebreos en Canaán .................................................................................................4
2.1 Las doce tribus ........................................................................................................4
2.2 El Éxodo .................................................................................................................5
3. La Monarquía ...............................................................................................................8
3.1 El reinado de David ................................................................................................8
3.2 El reinado de Salomón ............................................................................................9
3.3 El reino dividido....................................................................................................10
3.4 La caída de Jerusalen a manos de Nabucodonosor ...............................................12
4. El destierro ..................................................................................................................12
4.1 La vida en Babilonia .............................................................................................12
4.2 El regreso a Jerusalen ...........................................................................................13
4.3 La diáspora ...........................................................................................................14
4.4 El periodo de los Asmoneos ................................................................................15
4.5 Aparición del cristianismo ....................................................................................16
4.6 La gran revolución................................................................................................17
4.7 Barcokebas............................................................................................................17
5. Judíos después del exilio ............................................................................................18
5.1 El desarrollo de la religión en el exilio .................................................................18
5.2 La tolerancia islámica ...........................................................................................19
5.3 Los judíos en la España medieval .........................................................................20
6. Los judíos en la edad moderna ...................................................................................22
6.1 La Reforma protestante y la Revolución francesa.................................................22
6.2 La persecución en Europa oriental.......................................................................22
6.3 Los judíos en America...........................................................................................23
6.4 La vida en Europa..................................................................................................24
6.5 Antisemitismo........................................................................................................25
7. Inmigración a Palestina y creación del estado de Israel.............................................27
8. Conclusiones ...............................................................................................................27
9. Referencias bibliograficas ..........................................................................................28

1. Introducción
Judíos, término que en la actualidad se utiliza como
sinónimo de hebreos e israelitas. Sin embargo, tanto en el
plano histórico como en el étnico, estos nombres tienen
significados distintos. En cuanto término histórico general,
la palabra hebreo no posee connotación racial, por lo que se
aplica a las tribus nómadas semitas que vivieron en el
Mediterráneo oriental antes del 1300 a.C.
En la historiografía judía, este término se ha aplicado a
aquellas tribus que aceptaban a Yahvé como su único Dios,
desde su origen hasta que conquistaron la antigua

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Palestina, llamada Canaán, y que en el 1020 a.C. se
transformaron en una nación unida bajo un rey.
El término israelita hace mención a un grupo nacional y
étnico específico, descendiente de los hebreos y unido por
lazos culturales a través de su religión. Para los
historiadores, este término se refiere a esta comunidad
desde la conquista de Canaán hasta que el rey asirio
Sargón III (que reinó entre los años 722-705 a.C.) destruyó
el reino de Israel en el 721 a.C.
El término judío designa a un tercer grupo, por su identidad
cultural descendiente de los dos anteriores, desde los
tiempos de su retorno de la cautividad de Babilonia hasta la
actualidad. La palabra proviene del término hebreo yehudí,
que en un comienzo servía para nombrar a los miembros de
la tribu hebrea de Judá; más tarde pasó a ser Judea, nombre
que se aplicaba al reino judío y, por extensión, a todo
habitante de Judea.
Los judíos modernos, más que una raza, son miembros de
una comunidad o asociación étnica independiente que, a
pesar de haber tenido que enfrentarse a terribles e
incesantes persecuciones, ha logrado mantener su
identidad durante casi diecinueve siglos: desde la
disolución final de la provincia romana de Judea en el
135 d.C., hasta el establecimiento del moderno Estado de
Israel en 1948. En 1970, el Kneset o Parlamento israelí
adoptó una legislación en la que se definía al judío como el
nacido de madre judía o convertida al judaísmo. La
impresionante tenacidad de los judíos al defender su
identidad es fruto, en primer término, de la estricta
fidelidad al judaísmo; la historia de los judíos está unida de
forma inseparable a su religión. Ésta regula cada uno de los
aspectos de la vida judía, guía la educación de los más
jóvenes e incluye, dentro de sus doctrinas tradicionales, la
fe y la esperanza para la fundación de un reino mesiánico. A
pesar de que durante el siglo XIX hubo movimientos
reformistas que comenzaron a afectar al judaísmo
tradicional, todas las comunidades se mantuvieron unidas,
lo que demuestra hasta qué punto las generaciones
anteriores se habían mantenido fieles a las leyes del
judaísmo. Junto a esa devoción religiosa, es de destacar el

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alto valor que conceden al aprendizaje, considerado como
parte de la adoración a Dios.

2. Los hebreos en Canaán

Los acontecimientos bíblicos de la historia y genealogía de


los hebreos que se narran en la Biblia casi siempre pueden
verificarse históricamente. Sin embargo, estos hechos no se
pusieron por escrito hasta siglos después de haber
sucedido, por lo que requieren una interpretación muy
cuidadosa. Moisés dijo al pueblo hebreo reunido: “mi padre
era un arameo errante” (Dt. 26,5). Es razonablemente
correcto identificar a los antepasados de los hebreos como
arameos nómadas. Además de esta sangre aramea, y de
acuerdo a cómo fue representada la fisonomía
característica de los antiguos hebreos en los frisos
babilónicos, su aspecto físico debió de ser muy similar al de
los hititas.

2.1 Las doce tribus

La historia de las doce tribus descendientes del patriarca


Jacob, que se narra en el Antiguo Testamento, debe ser
vista a la luz de la conciencia nacional que desarrollaron los
escribas judíos cuando en los siglos V y VI a.C. recopilaron y
editaron los libros históricos. En su esfuerzo por relatar una
historia ligada y detallada que estableciera un antepasado
común para todos, los recopiladores de las tradiciones
orales anteriores no dudaron en incluir leyendas y
otorgarles categoría histórica. A pesar de ello, la narración
bíblica va acorde con la historia. Las escrituras se refieren a
doce tribus hebreas, descendientes de doce hijos del
patriarca Jacob: Aser, Benjamín, Dan, Gad, Isacar, José,
Judá, Leví, Neftalí, Rubén, Simeón y Zabulón. Los estudiosos
de la Biblia consideran la historia de Jacob como un relato
con contenido simbólico, propio de historias tribales,
disimuladas bajo el disfraz de experiencias personales. No
obstante, si bien parte puede ser considerado sólo como un
símbolo, es un hecho que algunas de las tribus tenían algún

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parentesco de sangre: las de Rubén, Simeón, Leví y Judá
eran parientes directos, ya que provenían de la misma
madre. Las tribus de Aser y de Gad (nombres de
descendientes de sirvientes) eran tribus subordinadas. Otro
ejemplo de una historia tribal relatada como experiencia
personal es la de la alianza entre Jacob y Labán (Gén.
31,44-54), que se interpreta, según la crítica bíblica, como
un antiguo acuerdo entre tribus hebreas y sirias para
delimitar las fronteras de sus tierras de pastoreo al norte de
Gilead.

Según la teoría y las tradiciones de carácter histórico, el


rastro de los antepasados arameos de Israel se localizaría
aproximadamente en la ciudad de Ur, en Sumer, en el curso
inferior del río Éufrates. En los primeros años del
II milenio a.C., un grupo de tribus arameas emigró a la zona
alrededor de Carres (actual Harran, Turquía), antigua
colonia babilónica. Siglos más tarde, varios grupos
familiares pertenecientes a estas tribus emigraron hacia el
oeste y hacia el sur y se establecieron de forma dispersa
por los alrededores del río Jordán. Las comunidades que se
asentaron en las proximidades de este río se transformaron
en las tribus hebreas, dentro de las cuales se incluye a los
amonitas, moabitas, edomitas y hebreos, que rendían culto
a Yahvé. En la Biblia, este periodo de migraciones tribales
es conocido como la época de los patriarcas.

2.2 El Éxodo

Algunas de las tribus, en especial las que correspondían al


grupo de José, llegaron como nómadas a Egipto,
probablemente entre 1694 y 1600 a.C., durante el periodo
en que los hicsos, otro pueblo semita, dominaban la región.
Las tribus tuvieron un importante desarrollo hasta que los
hicsos fueron derrocados (c. 1570 a.C.). Este hecho político
significó para los hebreos la persecución, la esclavitud o el
exilio. Muchos historiadores consideran el éxodo como el
esfuerzo con resultados positivos de los hebreos que
estaban sometidos a la esclavitud en Egipto por reunirse
con otras tribus hebreas, con las que mantenían lazos de

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parentesco. No existen vestigios arqueológicos del éxodo, ni
siquiera en los monumentos egipcios, probablemente
porque los hebreos egipcios no eran un número
significativo, y no causó gran trascendencia en Egipto.

Arca de Alianza

Sin embargo , para la histo


ria judía, el éxodo
significó un hecho de
grandes proporciones.
El pueblo fue guiado por
Moisés, el primer gran
profeta, quien en el
Sinaí, el monte
sagrado, recibió los
Diez

Mandamientos de Yahvé y estableció con él una Alianza.


Esta primera religión incorporó ciertos conceptos
fundamentales muy ligados al nomadismo, y que legaría al
judaísmo posterior, como algunos referidos a la propiedad,

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a los derechos individuales, a la moralidad sexual y a la
importancia de la igualdad entre todos los miembros de la
comunidad. La principal característica de los semitas
nómadas era la del respeto a los derechos individuales y el
amor por la libertad; estas características, sumadas al
concepto de un Dios creador, legislador y rey, pasaron a
formar parte de la religión de Israel, y más tarde de su
teoría política.
La conquista de Canaán durante el II milenio a.C. fue
consumada tanto con pactos y alianzas con los habitantes
de la zona como por las armas. Además, los invasores
tuvieron una oportunidad única para imponer su dominio:
los imperios egipcio, hitita y sumerio ya no tenían el poder
de antaño; y el asirio, eventual gran competidor, no
contaba aún con fuerzas suficientemente organizadas. Bajo
el mando de Josué, sucesor de Moisés, las tribus de Yahvé
cruzaron el río Jordán, conquistaron Jericó y sus
alrededores, y se establecieron en el oeste de Palestina. A
pesar de que por número no superaban a la población
autóctona de Canaán, las tribus de Yahvé estaban unidas
por un pacto religioso, por el hecho de tener un origen
común y por su sueño democrático. Durante el periodo de
los jueces (líderes civiles y militares), los hebreos,
conocidos ya como israelitas, lograron asegurar sus tierras.
Tuvieron que defenderse de las invasiones de los moabitas,
de los madianitas,
y sobre todo de los
filisteos, quienes
habían emigrado
de los territorios
bañados por el Egeo.

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Escenas del libro de Josue

3. La Monarquía

Con la ascensión al trono de Saúl, el primer rey israelita, en


c. 1030 a.C. se logró crear una verdadera entidad política.
Luego, con David, sucesor de Saúl, el reino se engrandeció.

3.1 El reinado de David

Tanto en la religión como en la historia judía, David ocupa el


segundo lugar en importancia, sólo después de Moisés. Es
considerado como el verdadero fundador de Israel, el
auténtico forjador del
sistema religioso y
político que se había
anunciado en el monte Sinaí.
David logró dominar
Jerusalén, la fortaleza mejor
defendida de toda Palestina,
y la convirtió en la capital de
su reino. Bajo su mando,
el ejército israelita
doblegó el poder de los
filisteos y conquistó
Edom, Amón y Moab. El rey
David estableció los
servicios religiosos y la
misión del clero. Con él, la
religión de Israel pasó a
ocupar un papel de primer orden en Palestina. A su muerte,
todos los territorios que rodeaban el reino de Israel estaban
sometidos o sujetos a tratados de amistad.

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Reino de David

3.2 El reinado de Salomón

Salomón, hijo y sucesor de David, es conocido, entre otras


muchas cosas, por haber mandado construir el Templo de
Jerusalén, símbolo de la gloria y del esplendor israelita.
Salomón fue un dirigente muy poderoso; trajo la
prosperidad a su pueblo gracias al correcto manejo que hizo
de los tesoros que le dejara su padre como herencia, al
logro de una administración unificada de su reino y al
impulso que dio al comercio y a la industria mediante la
apertura de rutas comerciales que comunicaban con África,
Arabia y Asia Menor. Salomón también trató de asegurar la
posición política de su reino contrayendo matrimonio con
mujeres que tuvieran influencia en los reinos vecinos. Sin
embargo, su comportamiento como rey, así como su
elaborado plan de construcción (algunas de cuyas muestras
se han descubierto en investigaciones arqueológicas en
Meguido, Israel, realizadas entre 1925 y 1939 y después de
la II Guerra Mundial) han demostrado que los costes que
tuvo que pagar en términos económicos y humanos fueron
muy altos. Los trabajos forzados y los elevados impuestos
provocaron insatisfacción y resentimiento entre la
población, y generaron una fuerte inestabilidad política. En

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el sureste, Edom organizó una revuelta que tuvo éxito;
Damasco, en el noroeste, se independizó de la influencia
israelita. El sentimiento de opresión por la sujeción a las
leyes de Salomón, y su estilo de vida tan refinado, entraban
en contradicción con las austeras tradiciones nómadas de la
religión israelita y su ideal democrático. Como resultado de
esto, después de la muerte de Salomón, alrededor del año
931 a.C., el reino se dividió.

3.3 El reino dividido

Muerto Salomón, volvió al país un antiguo funcionario suyo,


Jeroboam, quien había vivido exiliado en Egipto después de
una fallida conspiración para asesinar al rey. Jeroboam
encabezó una comisión petitoria de reformas a Roboam,
hijo y sucesor de Salomón. Durante las luchas que siguieron
al rechazo de las mismas, Jeroboam recibió el apoyo del
faraón egipcio Sheshonk I, que en la Biblia recibe el nombre
de Sisak (que reinó entre 946-913 a.C.). Sisak invadió y
saqueó el reino de Reoboam y despojó el Templo de sus
tesoros. El reino se dividió y el líder rebelde se transformó
en rey, bajo el nombre de Jeroboam I. Su reino comprendía
la zona norte del antiguo reino, lo que más tarde se
conocería como el reino de Israel. De acuerdo con la
tradición bíblica, sus habitantes formaban parte de diez de
las doce tribus, dejando fuera a Judá y a Benjamín.
Reoboam gobernó sobre la zona meridional del reino,
conocido más tarde como reino de Judá; con
aproximadamente 775 km2 de extensión, su importancia se
redujo a un papel secundario. Se establecieron santuarios
separados en Dan y en Betel, en Israel. A pesar de que
ambos estados mantenían un sentimiento de parentesco,
quedaron políticamente divididos.

Durante los dos siglos siguientes, la historia judía se reduce


a una serie de luchas entre pequeños estados, como Israel,
Judá, Moab, Edom y Damasco, que constantemente
peleaban entre sí. En los primeros años del siglo IX a.C., y
bajo el reinado del rey Omrí, Israel se transformó durante
un tiempo en una potencia (Omrí reinó entre c. 885-
874 a.C.). Este monarca estableció la capitalidad de Israel
en la ciudad de Samaria aproximadamente en el 877 a.C.;

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bajo su reinado se vivió un periodo de paz. Cuando
ascendió al poder Ajab, su hijo y sucesor, Israel se vio
sacudido por luchas internas, producto de una cuestión tan
vital como era la religión. La mujer de Ajab, Jezabel,
princesa de Tiro, trató de incorporar el dios fenicio Melkart a
la religión de Israel. Mucho tiempo antes se habían estado
introduciendo distintas influencias idólatras en los dos
reinos hebreos, pero la osadía de Jezabel causó fuertes
protestas entre el pueblo. El descontento tenía carácter
político y religioso a la vez, pues en el sistema ético de la
ley mosaica, gobierno y culto tenían peso similar, y ello
podía dar lugar a que la autocracia fuera considerada como
un grave pecado. Una serie de profetas se encargaron de
agitar las conciencias de los israelitas. En el reino del norte,
Elías, Eliseo, Amós y Oseas hicieron un llamamiento en
favor de la vuelta a los severos principios democráticos del
desierto. En Judá, Isaías y Miqueas condenaban
enérgicamente la idolatría y la ostentación de las riquezas.
A los conflictos religiosos se añadieron los militares. En el
siglo VIII a.C., el poder de los asirios creció hasta llegar a
dominar Oriente Próximo, avanzando hasta las fronteras de
los estados en conflicto, para quienes la invasión y el
desastre resultaron inevitables.

Los asirios habían intentado conquistar la antigua Palestina


durante más de un siglo. En el 853 a.C. la primera gran
invasión asiria, liderada por el rey Salmanasar III (que reinó
entre c. 859-824 a.C.), fue derrotada en la batalla de Karkar
por una coalición de pequeños estados, entre los que se
incluía Israel, dirigidos por el rey de Damasco, Ben-Hadad I
(fallecido c. 841 a.C.). Asiria se retiró momentáneamente,
pero sus fuerzas no cesaron de hostilizar las fronteras
palestinas. En el 734 a.C., cuando las luchas interminables
entre los ya muy debilitados estados palestinos
imposibilitaron su unión para formar una coalición, el rey
asirio Teglatfalasar III (que reinó entre 745-727 a.C.) se puso
al frente de un ejército que invadió y conquistó Israel. Sólo
una fortaleza en Samaria pudo soportar el asedio hasta
722-721 a.C., año en que las tropas asirias finalmente
lograron tomar la ciudad. El reino de Israel quedó destruido
y muchos de sus habitantes partieron hacia el destierro;
desde ese momento se los conocería como las tribus
perdidas. Samaria fue repoblada con inmigrantes

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procedentes de Mesopotamia, que rápidamente adoptaron
la religión israelita y se convertirían en la secta conocida
como samaritanos. A pesar de que el reino de Judá pasó a
ser tributario de Asiria, mantuvo su independencia nominal
durante otros 135 años.

3.4 La caída de Jerusalen a manos de Nabucodonosor

Durante el siglo siguiente, Judá logró mantener su


identidad, mientras que la hegemonía en el Oriente Próximo
oscilaba entre los asirios y los egipcios hasta la aparición
del imperio neobabilónico. Sin embargo, el reino de Judá se
negó a someterse a los caldeos, a diferencia de lo que
había sucedido con los asirios. En el 598 a.C.
Nabucodonosor II, soberano de Babilonia, declaró la guerra
al reino de Judá y conquistó Jerusalén. La mayoría de los
nobles, guerreros y artesanos de Judea fueron hechos
prisioneros y llevados a Babilonia. El rey Nabucodonosor
nombró al príncipe de la casa de David, Sedecías, rey de
Judá, quien se rebeló contra los neobabilonios. En el 587-
586 a.C el ejército de Nabucodonosor destruyó Judá y
arrasó su capital, Jerusalén. Todos los habitantes
considerados potenciales líderes de revueltas fueron
deportados a Babilonia. Otro grupo huyó a Egipto,
llevándose al profeta Jeremías, a pesar de sus protestas.
Sólo permanecieron en Judá los campesinos más pobres
bajo la gobernación de Godolías. La cautividad de Babilonia
marcó el fin de la independencia política del antiguo Israel.

4. El destierro

En el momento de la disolución del reino de Judá había


comunidades judías en Egipto, Babilonia y Palestina.

4.1 La vida en Babilonia

Entre todas esas comunidades, la más importante era la de


Babilonia. Los exiliados formaron allí una floreciente colonia

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formada por los judíos deportados en el 597 a.C. y por otros
que ya se habían establecido en la zona desde la caída del
reino de Israel en el 721 a.C. Bajo el liderazgo del sacerdote
y reformador Ezequiel, la comunidad babilónica pudo
mantener su identidad sustituyendo la patria política por
otra espiritual. El ritual ocupó un lugar prominente dentro
de la religión, con el fin de gobernar así la vida de los
exiliados. Los escribas comenzaron a fijar por escrito las
tradiciones del pueblo, y esos textos se convertirían en los
libros de la Biblia. El culto que anteriormente se había
realizado en el Templo fue sustituido por la oración en
grupo. Un profeta anónimo al que se ha llamado Isaías,
cuyos discursos forman la segunda parte del libro bíblico de
Isaías, se encargó de alentar en los exiliados una fe en una
nueva vida, en una nueva y reconstruida Jerusalén.

4.2 El regreso a Jerusalen

En el 539 a.C., el fundador del Imperio persa, Ciro II el


Grande, conquistó Babilonia. Al año siguiente, publicó un
edicto en el que otorgaba la libertad a los judíos.
Aproximadamente 42.000 miembros de la comunidad
babilónica prepararon su regreso a Palestina, llevándose
consigo todos sus bienes, además de las donaciones de los
que se quedaron en Babilonia y, tal como dice la tradición,
regalos del propio emperador. Liderada por un príncipe de
la casa de David llamado Zorobabel, la expedición se dirigió
a Jerusalén. El país aún estaba desolado debido a los
estragos causados por las guerras caldeas. El desaliento
que sintieron en ocasiones los inmigrantes debido a la
enorme magnitud de la tarea que tenían ante sus ojos fue
superado gracias a la labor de dos líderes religiosos, los
profetas Ageo y Zacarías, quienes enarbolaban con fuerza
la dimensión espiritual de sus esfuerzos, tal y como había
predicho Ezequiel antes que ellos. Los judíos se
concentraron en la reconstrucción del Templo, hecho que
consumaron en el año 516 a.C. Para la tradición judía, esta
fecha marca el verdadero fin del exilio babilónico, cuya
duración fue, pues, de setenta años (586-516 a.C.).

El sumo sacerdote fue elegido gobernante de la provincia


de Judá o Judea, que desde entonces se transformó en una

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teocracia. Las labores de reconstrucción fueron lentas y,
aproximadamente en el 445 a.C., Nehemías (protegido del
rey Artajerjes I de Persia, quien reinó entre 465-425 a.C.)
recibió autorización expresa para reconstruir la ciudad. Bajo
su dirección Jerusalén volvió a ser una gran ciudad. Durante
este periodo la comunidad babilónica, habiendo oído
noticias referentes a la falta de disciplina religiosa en
Jerusalén, decidió enviar a Esdras, un famoso maestro y
escriba, para que introdujera las necesarias reformas
religiosas. A mediados del siglo IV, Judea se había
convertido en un país organizado según unas estrictas
doctrinas religiosas, y dominado por una casta sacerdotal
muy poderosa. La Torá (o ‘Ley’, es decir, el Pentateuco) rigió
la vida cotidiana de los judíos; durante este tiempo, los
escribas y los maestros de la Ley dieron su forma definitiva
a las Sagradas Escrituras.

4.3 La diáspora

A finales del siglo IV a.C., siendo emperador Alejandro


Magno, Macedonia se transformó en la potencia dominante
del mundo antiguo. Después de que los macedonios
dominaran a los persas en el 331 a.C., Judea pasó a ser una
provincia más del imperio alejandrino. Según la tradición,
Alejandro se mostró especialmente benévolo con los judíos,
y cientos de ellos emigraron a Egipto después de la
fundación de Alejandría. Bajo el nuevo imperio, y con el
incremento de las oportunidades comerciales, los judíos
emigraron a diversas colonias repartidas por todo el mundo
conocido: a las costas del mar Negro, las islas griegas y las
costas del mar Mediterráneo. Esta migración fue de tales
proporciones que comenzó a ser designada con el término
diáspora (del griego, ‘dispersión’). Muy lejos ya de Judea,
centro de la vida judía, los emigrantes abandonaron
paulatinamente el uso de la lengua hebrea y adoptaron en
su lugar el griego, lengua común a todo el imperio, así
como las costumbres y usos griegos. Durante el
siglo III a.C., se tradujo el Pentateuco a esta lengua, versión
(la Septuaginta) que se vería ampliada más tarde con otros
libros de la Biblia hebrea. Con el tiempo se iría convirtiendo
en la norma para todos los judíos de la diáspora. El
helenismo, tanto en lo que se refiere al sistema de vida

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como a la cultura, tuvo una fuerte influencia sobre la
comunidad judía.

A la muerte de Alejandro Magno (323 a.C.), la hegemonía


de la cultura y civilización griegas se convirtió en una
amenaza para los judíos. El imperio de Alejandro se dividió
entre sus generales. Tolomeo I Sóter, a quien había
correspondido Egipto, invadió Judea. El territorio judío tenía
un valor estratégico importante en la ruta del comercio con
Arabia, hecho que dio origen a múltiples conflictos entre los
egipcios y los Seléucidas sirios. En el 198 a.C. el rey
Antíoco III de Siria venció a aquéllos en la batalla de Panion
y se anexionó Judea. Los Seléucidas comenzaron a
reemplazar el judaísmo por el helenismo mediante una
campaña que se intensificó durante el reinado de Antíoco IV
Epífanes, quien en el 168 a.C. ilegalizó la religión judía y,
dentro del Templo, reemplazó el altar de Yahvé por uno de
Zeus.

4.4 El periodo de los Asmoneos

Ese mismo año los judíos comenzaron una rebelión liderada


por el sacerdote judío Matatías y por sus hijos, los
Macabeos, que terminó en la derrota de los sirios. La
dinastía de los Asmoneos o Macabeos alcanzó el liderazgo y
sus miembros fueron reyes de un Estado judío
independiente.

Bajo su reinado, los judíos concentraron todas sus fuerzas


en lograr mantener su religión pura, libre de influencias
extranjeras. Los dos grupos más importantes del momento,
saduceos y fariseos, diferían entre sí, tanto en los aspectos
políticos como religiosos. Durante esta época, aparecieron
otros grupos, como los esenios, comunidad religiosa judía
que mantuvo un sistema de vida monástico en
asentamientos de tipo comunal. Los Asmoneos
establecieron el Sanedrín, una especie de tribunal supremo
o consejo de Estado, compuesto por 71 líderes y sabios
judíos, que fijaba la legislación civil y religiosa. El reino logró
gran expansión mediante conquistas: bajo el gobierno de
Juan Hircano, se incorporaron Samaria y Edom, territorios
conocidos como Idumea, cuyos habitantes fueron obligados
a aceptar el judaísmo.

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Lo mismo que sus predecesores, el reino judío de los
Asmoneos tuvo que enfrentarse a conflictos generalizados
entre las distintas facciones. Durante el siglo I a.C. se libró
una guerra civil entre los hermanos Hircano II y Aristóbulo II,
que rivalizaban por el trono de Judea. Antípatro, un idumeo
que simulaba apoyar a Hircano, se confabuló con el general
romano Pompeyo el Grande para que le ayudara a resolver
la crisis a su favor, comprometiéndose a hacer de Judea un
Estado dependiente del Imperio romano. Las legiones
romanas entraron en Jerusalén en el año 62 a.C.; y en el
47 a.C. el reino de Judea pasó a estar bajo el control
absoluto del ahora procurador Antípatro. Su hijo Herodes el
Grande se convirtió en rey en el año 37 a.C.

4.5 Aparición del cristianismo

El último siglo del antiguo Estado judío estuvo marcado por


desórdenes políticos y religiosos. A comienzos de la era
cristiana, la población judía llegaba a los ocho millones,
repartidos, además de Judea, entre Alejandría, Cirenaica
(norte de África), Babilonia, Antioquía, Éfeso y Roma. Estas
comunidades tuvieron que sufrir la hostilidad antisemita en
muchas ciudades griegas debido a que los judíos eran
vistos como competidores en el comercio, así como por su
diferente credo y por ciertos privilegios políticos de que
supuestamente gozaban.

Desde dentro del judaísmo surgió un segundo movimiento,


el cristianismo. El número de judíos griegos que llegaron a
creer en Jesús (en hebreo Yeshua o Josué) como el Mesías
prometido superaba considerablemente al número de
quienes lo reconocían en Judea. Además, como los
discípulos de Jesús viajaron recorriendo el mundo antiguo,
muchos paganos se convirtieron a la nueva fe. En un
principio se la consideró una secta judía, pero poco a poco
se fue desligando del judaísmo, a medida que crecía la cifra
de los ex paganos conversos, cuya fe se dirigía hacia la
persona y la predicación de Jesús. Los judíos convertidos al
cristianismo siguieron siendo esencialmente judíos. Frente a
estos movimientos, el judaísmo reaccionó con el rechazo de
todo laxismo en la observancia de las formas de la religión
tradicional.

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4.6 La gran revolución

Durante el siglo I d.C., los conflictos religiosos causaron


sangrientas batallas. Los gobernadores romanos de Judea
se mostraron tan déspotas y poco respetuosos con respecto
a la religión judía, que en el 66 d.C., los zelotes (facción
judía conocida por su fanatismo) encabezaron una violenta
insurrección contra los romanos. El emperador Nerón envió
al general Vespasiano, quien más tarde sería emperador,
para poner fin al conflicto. Hacia el año 70 Vespasiano logró
acabar con la revuelta, destruyó el Templo y arrasó
Jerusalén. La última fortaleza en caer fue Masada, en el 73.

Judea siguió existiendo, aunque sólo de forma nominal. El


centro de la sabiduría judía se desplazó a Yavné, bajo la
dirección del gran sabio Yojanán ben Zakai. Durante la
siguiente generación, y bajo el estricto control romano,
Judea se mantuvo más o menos en paz. Por aquel entonces,
el emperador romano Adriano mandó reconstruir Jerusalén
como una ciudad pagana, y ordenó que se llamara Aelia
Capitolina, en honor a Júpiter. También mandó publicar un
decreto en el que se prohibía la circuncisión. Esta doble
afrenta causó gran consternación, tanto entre los judíos de
la diáspora como entre los de Judea, y provocó una nueva
rebelión.

4.7 Barcokebas

Bajo la dirección de Barcokebas, estalló una violenta


revolución en Judea. Entre los años 132 y 135, los judíos
hicieron un esfuerzo desesperado por defenderse de las
legiones romanas; en un principio, su oposición fue
efectiva, pero, cuando finalmente Roma decidió acabar con
la revuelta, Judea quedó devastada. Por orden del
emperador, el antiguo nombre de la provincia fue
reemplazado por el de Siria Palestina. Jerusalén fue
convertida en una ciudad pagana y cualquier judío que
entrara en ella era inmediatamente condenado a muerte.
La persecución de los judíos se transformó en algo habitual
dentro del Imperio.

Por otra parte, la caída de Judea ayudó a abrir aún más la


brecha entre judíos y cristianos: los primeros consideraban

17
su derrota como una calamidad; los segundos la veían
como una clara manifestación de que Dios había
abandonado a los judíos y había hecho de los cristianos los
verdaderos portadores de la gracia divina. Durante los tres
primeros siglos de la era cristiana, el cristianismo aumentó
mucho su influencia. Después del 313, año en que el
emperador romano Constantino I el Grande aceptó la nueva
religión tanto para él como para el Imperio, se
generalizaron la expansión del cristianismo y la persecución
de los judíos.

5. Judíos después del exilio

Pese a la destrucción del segundo Estado judío, y al


aumento del antijudaísmo, la comunidad judía logró
mantener su identidad y sus tradiciones por medio de
profundos cambios culturales.

5.1 El desarrollo de la religión en el exilio

Como reacción a la fragmentación que supuso el comienzo


de la era cristiana, los judíos desarrollaron una religión
propia en el exilio: el judaísmo. La continuidad de la unión
entre los judíos se fundó en el empleo de una lengua
común, en la herencia literaria que todos los judíos estaban
obligados a conocer y a estudiar, en una vida comunitaria
con una sólida organización y en el estímulo que significaba
la esperanza mesiánica.

Durante los primeros seis siglos de exilio, los maestros y


rabinos codificaron las leyes transmitidas hasta entonces
oralmente, y volcaron una parte de las mismas en la Mishná
y la Guemará, ambas integrantes del Talmud. Los
principales centros de enseñanza del judaísmo funcionaron
como academias; surgieron en Palestina (especialmente en
Galilea) y en Babilonia. En un principio estuvieron bajo la
dirección de los partos y luego, desde el año 227, de los
sasánidas. Desde el siglo VI a.C., Babilonia pasó con el
tiempo a ser un centro de gran influencia para los judíos del
exilio. La colonia judía estaba dirigida por un administrador,

18
que recibía el nombre de exilarca. Las dos academias
babilónicas de Sura y de Pumbedita lograron gran
renombre.

Los estudiosos que trabajaron durante los siglos I y II d.C.


en la codificación y ampliación de la ley oral recibieron el
nombre de tanaim (en arameo, ‘enseñantes’). Durante el
siglo III fueron reemplazados por los amoraim (en arameo,
‘hablantes’), y en el siglo V por los llamados saboraim (en
arameo, ‘reflectantes’). El Talmud babilónico se concluyó a
comienzos del siglo VI, una vez terminada de redactar la
Guemará, es decir, los comentarios a la Mishná. Hubo otro
Talmud, aunque menos completo que el anterior, el
palestinense o de Jerusalén, que se concluyó
aproximadamente un siglo antes. Los últimos directores de
las academias babilónicas recibieron el nombre de geonim
(plural del hebreo gaón, ‘excelencia’); desde todas partes
del mundo medieval los geonim recibían consultas relativas
a la religión; sus contestaciones, denominadas responsa,
fueron incorporadas a las prácticas religiosas.

5.2 La tolerancia islámica

El nacimiento del islam no provocó gran alteración en las


comunidades judías de Babilonia. Los ejércitos árabes
conquistaron Mesopotamia en el 637 y la religión islámica
se transformó allí en oficial. El califa Umar I promulgó el
código que lleva su nombre y que establecía una serie de
medidas contra los judíos, a quienes se les prohibía
desempeñar cargos políticos, tener sirvientes musulmanes,
ir armados, construir o reparar sus sinagogas o incluso
rezar en voz alta. También estaban obligados a llevar
parches amarillos en las mangas como marca distintiva. A
pesar de ello, los califas de Bagdad no se sintieron sujetos a
este código y permitieron a los judíos mantener una cierta
autonomía. La importancia histórica de estas restricciones
radica en que los cristianos las llevaron a Europa y se las
impusieron a la comunidad judía europea durante siglos.

El periodo de tolerancia islámica estuvo marcado por una


importante cooperación entre musulmanes y judíos. Como
resultado de este intercambio, se desarrolló una rica cultura
basada en la conjunción de enseñanzas griegas, persas e

19
indias que musulmanes y judíos tradujeron y estudiaron en
la España medieval, en un periodo dominado en el resto de
Europa por el oscurantismo cultural.

5.3 Los judíos en la España medieval

A mediados del siglo X, el centro del saber, tanto secular


como religioso, se desplazó de Mesopotamia a al-Andalus,
en la península Ibérica. Allí existían comunidades de judíos
mucho antes de la llegada de las legiones romanas; durante
largo tiempo habían sido víctimas de persecuciones, sobre
todo bajo el reinado de los visigodos, que se convirtieron al
cristianismo en el siglo VI. La llegada de los musulmanes
trajo la paz para los hispanojudíos, quienes pasaron a
ocupar importantes cargos como hombres de estado,
médicos, banqueros o eruditos. Los estudiosos judíos
contribuyeron al posterior desarrollo del renacimiento en
Europa, gracias a las traducciones que, en unión con los
musulmanes, realizaron de los clásicos griegos, persas e
hindúes. A través de ellos estas obras llegaron al resto de la
Europa occidental. Este periodo constituye realmente la
edad de oro de la literatura y el pensamiento judíos.

Con la decadencia del dominio musulmán en la península


Ibérica, a mediados del siglo XIII terminó ese pacífico
periodo. Bajo el reinado de la monarquía católica, los judíos
fueron degradados al nivel en que lo estaban los demás
judíos europeos. Durante la edad media, las persecuciones
de judíos en los países cristianos fueron sistemáticas,
muchas de ellas desencadenadas por el pueblo, espoleado
por algunos predicadores religiosos, con la benevolencia de
los dirigentes políticos. Durante las Cruzadas, en medio del
fervor religioso de la época, cientos de judíos fueron
asesinados. En 1215, el Concilio de Letrán, convocado por
el papa Inocencio III, proclamó una política oficial de
restricciones inspirada en el código de Umar, y ordenó que
todos los judíos usaran insignias distintivas. Los judíos
fueron objetos de desprecio en toda Europa. En algunas
ciudades fueron obligados a vivir en áreas especiales,
llamadas juderías, y privados de libertad de movimiento.
Durante los siglos XIII y XIV, muchos monarcas europeos
llenaron sus arcas después de confiscar las propiedades de
los judíos y de echar de ellas a sus dueños. En 1290, el rey

20
Eduardo I de Inglaterra redujo a la miseria y expulsó de la
isla a los judíos ingleses. El rey Carlos VI de Francia siguió
su ejemplo en 1394, terminando prácticamente así con la
presencia de los judíos en este país hasta la Revolución
Francesa. Durante el periodo de expansión de la peste
negra (siglo XIV), las masacres de judíos se hicieron
comunes por toda Europa, al culpárseles de haber causado
la plaga mediante el envenenamiento de los pozos de agua.
En la península Ibérica los judíos sufrieron persecuciones
periódicas, que en ocasiones dieron lugar a conversiones
masivas. En muchos casos estas conversiones eran
meramente externas; surgió una clase de conversos
llamados marranos, que si bien profesaban la religión
cristiana en público, seguían fieles al judaísmo en secreto.
La Inquisición, creada en 1478, persiguió a estos conversos;
y en 1492 todos los judíos que no aceptaron el bautismo
fueron expulsados de España. También fueron expulsados
de Portugal en 1497.

Los judíos exiliados del oeste europeo se refugiaron en la


Europa oriental y central. Cientos de hispanojudíos
(sefardíes) emigraron a los territorios europeos del Imperio
otomano, que aún mantenía la política islámica de
tolerancia. En el siglo XVI, Constantinopla se convirtió en el
hogar de la comunidad judía más importante de Europa. La
mayoría de los expulsados de Inglaterra, Francia, Alemania
y Suiza se estableció en Polonia y en Rusia. En 1648 la
comunidad judía polaca contaba con más de 500.000
individuos y llegó a tener una administración autónoma
dentro del reino de Polonia, que se convirtió en el centro de
la cultura judía de aquel entonces. Pero pronto llegarían las
persecuciones, entre 1648 y 1658, lideradas por los
seguidores de Bohdan Khmelnytsky (c. 1595-1657), jefe de
los cosacos de Ucrania. Estos ataques llevaron a la
destrucción de muchísimas comunidades de judíos, y con
ellos comenzó la decadencia de las juderías de la Europa
oriental. Los judíos se vieron privados del derecho a ejercer
profesiones liberales, pertenecer a gremios de artesanos,
explotar propiedades agrícolas y poseer grandes empresas,
y fueron obligados a vivir del pequeño comercio.

21
6. Los judíos en la edad moderna

Hacia finales del siglo XVI, en Europa occidental sólo


quedaban pequeños restos de las antiguas comunidades
judías.

6.1 La Reforma protestante y la Revolución francesa

Con la Reforma protestante, el progreso de las libertades


políticas y sociales contribuyó a restablecer la tolerancia
hacia los judíos en Occidente. Este nuevo periodo llegó
primero a Inglaterra, donde desde 1650 Oliver Cromwell
alentó la migración judía. También se animó a los judíos
para que se establecieran en las colonias inglesas de
América; para ello recibieron el apoyo de hombres muy
influyentes, como John Locke y el predicador de las colonias
Roger Williams. En Francia, en 1791, la Asamblea Nacional
concedió a los judíos el derecho a voto y a la ciudadanía,
como parte de los conceptos democráticos de la Revolución
Francesa. Durante sus campañas, Napoleón I Bonaparte, a
medida que iba avanzando por Europa, fue otorgando la
igualdad de derechos a las comunidades judías. La opresión
contra los judíos renació después de 1815, cuando los
estados sometidos al poder de Napoleón se negaron a
aceptar su política de tolerancia. Esta reacción duró unas
décadas, hasta que ya en 1860 la libertad de que gozaban
los judíos se hizo efectiva en toda Europa occidental

6.2 La persecución en Europa oriental

Sin embargo, en Europa central y oriental predominó la


hostilidad al liberalismo. Polonia y Rusia institucionalizaron
la persecución contra los judíos. El acoso de que éstos
fueron víctimas no fue menor que el que habían tenido que
sufrir los judíos de la época medieval, especialmente
después de la división de Polonia y de la incorporación de
su zona oriental al Imperio Ruso entre 1772 y 1796. La
mayor parte de los judíos polacos quedaron en territorio
ruso, bajo restricciones muy severas: les estaba prohibido
vivir fuera de las áreas que tenían asignadas y también

22
tenían muy restringido su acceso a la educación y al
ejercicio de determinadas profesiones. Además, el gobierno
imperial respaldó e incluso financió los pogromos (ataques
que se llevaban a cabo periódicamente contra las
comunidades judías), con el fin último de desviar a otros
cauces el descontento y el rechazo popular del sistema
feudal que aún imperaba en Rusia a finales del siglo XIX. El
gobierno institucionalizó severas medidas contra los judíos
y trató de impedir la posible influencia de éstos entre el
resto de la población. Eran ellos quienes estaban
importando a Rusia conocimientos e ideas procedentes de
la Europa occidental. Esta violenta persecución duró hasta
la Revolución Rusa, que puso fin al régimen zarista en 1917.
Como resultado de los pogromos, unos 2 millones de judíos
emigraron desde las zonas bajo dominio ruso a Estados
Unidos entre 1890 y finales de la I Guerra Mundial. Otros
grupos de judíos emigraron desde la Europa oriental y se
establecieron en Canadá, Sudamérica (especialmente en
Argentina), Sudáfrica y Palestina.

6.3 Los judíos en America

La migración judía a América se realizó en forma casi


simultánea a la fundación de las primeras colonias
americanas. Muchos judíos sefardíes (descendientes de
españoles o de portugueses) se establecieron primero en
Brasil. Sin embargo, la persecución a la que les sometió la
Inquisición volvió a obligarles a huir. La primera comunidad
de judíos en Norteamérica fue fundada en 1654 por algunos
de los que habían abandonado Brasil, en la colonia
holandesa de Nueva Amsterdam (actual Nueva York). En el
periodo de la lucha por la independencia de Estados Unidos,
hacía 1780, llegaba a 2.000 el número de judíos que vivían
en las colonias. Durante gran parte del siglo XIX, la mayoría
de los inmigrantes que llegaron a Estados Unidos después
de 1815 provenían de Alemania, huyendo del antisemitismo
surgido después de la caída de Napoleón y la fallida
revolución de 1848. Hacia 1880, la comunidad judía en
Estados Unidos alcanzaba los 250.000 individuos, y esta
cifra aumentó considerablemente durante los siguientes 40
años, cuando casi tres millones de inmigrantes judíos
llegaron a este país procedentes del este de Europa. Esta

23
emigración a gran escala cesó en 1924, cuando entraron en
vigor las restricciones impuestas por un sistema de cupos
de entrada. En Argentina los primeros grupos de judíos
surgieron hacia 1868. Más tarde (1912-1917), debido a la
desintegración del Imperio otomano y a la persecución
musulmana, llegaron nuevos contingentes tanto a territorio
argentino como mexicano, particularmente a la zona de
Puebla y Yucatán. Hacia 1941 se produciría una nueva
oleada en todo el continente americano de gentes que
huían de la persecución nazi.

6.4 La vida en Europa

La emancipación de los judíos tuvo importantísimos efectos


religiosos, culturales y políticos. Lentamente, a medida que
se creaban su propio espacio en el mundo moderno, el
poderoso muro creado para proteger a la comunidad judía
dentro del seno del judaísmo tradicional comenzó a
derrumbarse. Moses Mendelssohn (1729-1786) ejerció una
fuerte influencia gracias a sus esfuerzos por adecuar el
judaísmo al mundo moderno, tanto en el ámbito religioso
como en el modo de vida. Tradujo la Torá al alemán y
enseñando la importancia de establecer una relación
cultural entre los judíos y el entorno no judío. Mendelssohn
insistió en la necesidad de introducir también las materias
profanas en la educación judía, y abrió así la vía para el
intercambio intelectual y cultural entre el judaísmo y el
resto del mundo, especialmente el cristiano. Uno de los
resultados del esfuerzo de Mendelssohn fue el nacimiento
del judaísmo reformista, movimiento iniciado por los judíos
alemanes. Muchas familias de judíos se convirtieron al
cristianismo para aumentar así sus oportunidades cívicas y
culturales, sin que ello provocase la conmoción que habría
causado sólo un siglo antes. El propio nieto de
Mendelssohn, Felix Mendelssohn, famoso compositor
alemán, se convirtió al cristianismo, al igual que el poeta
Heinrich Heine, quien a pesar de ello siempre conservó un
gran amor por su primer judaísmo. Benjamin Disraeli, uno
de los más importantes estadistas británicos, era también
hijo de un judío converso.

24
La comunidad judía experimentó durante el siglo XIX un
renacimiento cultural conocido como Haskalá (Ilustración).
Comenzó en Europa oriental; y una vez más los judíos
empezaron a escribir en hebreo, a interesarse por la nueva
ciencia de Darwin y de Thomas Huxley y también a estudiar
la Biblia, para poder dar una interpretación científica a la
Sagrada Escritura. Se publicaron novelas, poesías e historia
en hebreo, que volvió a ser una lengua viva. Se dignificó el
uso del yidish entre los judíos de Europa oriental, debido a
que había sido usada como lengua literaria en los trabajos
de importantes escritores como Mendele Mokher Sefarim,
Shalom Aleichem, Isaac Leib Peretz y Sholem Asch. El
renacimiento cultural de la Haskalá, que era
específicamente judío, fue muy importante para el
resurgimiento de la esperanza en un retorno a lo que
consideraban su propia tierra, Palestina, guiándose por lo
que indicaban sus estudios de la herencia judía.

6.5 Antisemitismo

A finales del siglo XIX, especialmente en Alemania y en


Francia, surgieron movimientos hostiles a los judíos que se
designaron con el nombre de antisemitismo, porque sus
seguidores no basaban su oposición en la religión judía,
sino en lo que ellos consideraban la raza judía: los semitas.
En Alemania, Francia, Austria y Hungría se reformaron los
partidos políticos para evitar que los judíos ocuparan cargos
de importancia en ellos. En Francia, el llamado caso
Dreyfus, que comenzó con el juicio, basado en pruebas
falsas, de un oficial del Ejército, el judío Alfred Dreyfus, se
transformó en un asunto de gran trascendencia política.
Uno de los asistentes al juicio de Dreyfus, el escritor
austriaco Theodor Herzl, llegó a la convicción de que la
única solución al problema del antisemitismo estaba en la
creación de un Estado nacional judío. En 1896, Herzl se
convirtió en el fundador del sionismo político. Durante los
siguientes 50 años, la organización sionista planificó un
programa de acción y luchó para lograr sus objetivos, lo
que finalmente se materializó en la creación del Estado de
Israel.

25
D
u ran
t el
a pri
m er
a mi
t ad
del

siglo XX, en especial durante el periodo de entreguerras, el


antisemitismo se convirtió en una fuerza importante en la
política europea, sobre todo en Alemania. Se inscribió
rápidamente en muchas legislaciones nacionales, como por
ejemplo las leyes de Núremberg, en Alemania (1935),
donde los judíos se vieron privados de la nacionalidad
alemana, así como de los derechos más elementales; o las
leyes antisemitas francesas de 1940. El desarrollo del
nacionalsocialismo y otras formas de totalitarismo, primero
en Alemania y después en buena parte del resto de Europa
occidental, amenazó a todos aquellos con orígenes judíos y
se tradujo en una política de exterminio sistemático que
llevó al asesinato de 6 millones de judíos europeos. Este
periodo de persecución, de deportación a campos de
concentración y asesinato en masa, o genocidio, de judíos
europeos recibe el nombre de Holocausto.

26
Yad Vashem, Jerusalén

7. Inmigración a Palestina y creación del


estado de Israel

Los supervivientes del Holocausto siguieron múltiples


caminos. Muchos de ellos marcharon hacia Palestina, donde
la comunidad judía había ido creciendo constantemente
desde el primer asentamiento de 1880. En 1947, la oleada
de judíos supervivientes del nazismo elevó su número a
600.000. En noviembre de este mismo año, la Organización
de Naciones Unidas (ONU) votó la partición de la zona en
dos estados, uno árabe y otro judío. Dicho plan fue
aceptado por los judíos y rechazado por los árabes, quienes
en la lucha posterior resultaron derrotados. El Estado de
Israel fue establecido el 14 de mayo de 1948.

Actualmente continúan llegando a Israel oleadas de


inmigrantes judíos procedentes de todo el mundo, sobre
todo de Rusia. La presencia masiva de refugiados, y la
consiguiente demanda de recursos para poder absorberlos,
ha llevado en ocasiones a tensiones sociales importantes.
Por otro lado, a pesar de la euforia inicial, la seguridad, que
requiere del empleo de una enorme energía, sigue siendo el
principal problema del Estado de Israel, así como el objetivo
de la actividad de una buena parte de la comunidad judía
en la diáspora.

8. Conclusiones

27
- Los judíos son miembros de una comunidad o asociación
étnica independiente que, a pesar de haber tenido que
enfrentarse a terribles e incesantes persecuciones, ha
logrado mantener su identidad durante casi diecinueve
siglos.

9. Referencias bibliograficas
1. Armstrong, Karen. Una historia de Dios: 4.000 años de búsqueda en el judaísmo, el
cristianismo y el islam. Barcelona: Círculo de Lectores, 1996. Interesante análisis
comparativo de las grandes religiones monoteístas.

2. Baroukh, Elie. Enciclopedia práctica del judaísmo. Barcelona: Ediciones Robinbook,


1995. Obra introductoria sobre algunos aspectos fundamentales del judaísmo.

3. Küng, Hans. El judaísmo: pasado, presente y futuro. Madrid: Editorial Trotta, 1993.
Interesante análisis del judaísmo, realizado por un teólogo católico.

4. Santoni, Eric. El judaísmo. Madrid: Acento Editorial, 1994. Introducción a algunos


temas fundamentales de la religión judía.

5."Judíos." Microsoft® Student 2008 [DVD]. Microsoft Corporation, 2007.

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