Está en la página 1de 9

Análisis Capítulo VIII del Quijote.

Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás
imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de
felice recordación. (esta explicación del capítulo es un paratexto: el título y los
subtítulos de un libro son considerados como paratextos, al igual que un prólogo, las
dedicatorias, un índice, las notas al margen y otros enunciados. Estos paratextos son
creados por el propio autor; el paratexto actúa como un metadiscurso, es decir, que
habla sobre el discurso principal, en este caso el capítulo 8).

Primera parte del Capítulo VIII

El episodio de los “molinos de viento” es una alegoría (representación en la que las


cosas tienen un significado simbólico), del golpe de la locura idealista (creencia en
gigantes), contra la realidad (simbolizada en los molinos). Esta parte de la narración
posee un carácter fantástico visto desde la perspectiva de Don Quijote ya que los
gigantes son propios de la fantasía.

La voluntad de que las cosas sean como quiere que el protagonista sean, y la visión de
lo que necesita y desea ver, son dos tópicos (opinión, idea, expresión que se usa y se
repite con mucha frecuencia en determinadas circunstancias dentro del texto), en los que
se apoya Don Quijote.

“En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y
así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:

—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque
ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados
gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos
despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra, y es gran servicio de
Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra”.

1
Es capítulo realiza una parodia de la búsqueda de hazañas de Don Quijote con Sancho
Panza para conseguir el honor heroico que tanto anhelaba. Este a través de su fantasía
cree combatir con gigantes que en realidad eran molinos.

De forma abrupta el narrador introduce al lector en la aventura idealizada por el


protagonista junto con Sancho, su escudero (sirviente que lleva el escudo del caballero,
grado preparatorio para ingresar en la caballería). Don Quijote es un ser hecho de
escritura, y su visión del mundo y de la realidad se basa en discursos, (según la Real
Academia se define como: enunciado o conjunto de enunciados con que se expresa, de
forma escrita u oral, un pensamiento, razonamiento, sentimiento o deseo), nacidos de las
novelas de caballería y de su locura idealista. En esta segunda salida (la primera fue
cuando se dirigió a la venta, Capítulo III), el narrador presenta a la pareja “Don Quijote
– Sancho Panza”. La aventura de los molinos de viento, a través de la acción, y del
diálogo, sirve para delimitar las dos modalidades vitales de los personajes,
(características psicológicas de los personajes: etopeya): 1- el empirismo de Sancho, o
sea, la creencia de las cosas que ve, es quien contiene la visión de la realidad; también
en este personaje se aprecia la credulidad, cree y tiene fe en la promesa de su amo: el
regalo de una ínsula, lugar pequeño o gobierno de poca entidad, isla. 2- El idealismo de
Don Quijote que le hace transformar la realidad de acuerdo con su pensamiento y deseo;
ve gigantes donde hay molinos de viento porque él necesita justificar su condición de
caballero. Ambos personajes se mantienen unidos por recíprocos lazos de afecto; ambos
se complementan.

El narrador prosigue diciendo:

- “¿Qué gigantes? —dijo Sancho Panza.


- Aquellos que allí ves —respondió su amo—, de los brazos largos, que los suelen
tener algunos de casi dos leguas.
- Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no
son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las
aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
- Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las
aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en
oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla”.

2
Se establece un diálogo en el cual se muestran las dos visiones sobre la realidad. Sancho
Panza argumenta con razón, mientras que Don Quijote justifica su visión idealista
diciéndole a Sancho que no sabe nada sobre las aventuras caballerescas. Razón y locura
se expresan en este episodio, siendo ambos personajes antagonistas: personaje que se
opone al héroe o protagonista en el asunto principal de una obra literaria, una película u
otra creación artística. “Mire vuestra merced”, dice Sancho; Aquí se aprecia el respeto
que le tiene a su amo; esta manera de dirigirse a un interlocutor, demuestra que quien
habla es socialmente inferior.

“Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su
escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento, y
no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes,
que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien
cerca, lo que eran, antes iba diciendo en voces altas:

—Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete”.

Don Quijote arremete contra los molinos de viento convencido de que son gigantes, y se
desentiende de los gritos de Sancho que le advierte. El protagonista utiliza un lenguaje
anacrónico, caído en desuso para justificar su condición de caballero. Es una manera
grotesca de mostrar al personaje el cual es un antihéroe. Su locura no es arbitraria
porque se apoya en alguna forma real y porque trastoca esa realidad para sus propios
fines.
Don Quijote cree tener una misión en el mundo; esta misión deriva de la voluntad del
Cielo que lo ha puesto en el mundo para ofrecer sus hazañas “en pro del género
humano”, y para su señora Dulcinea, dama de sus pensamientos. Tanto su fe en Dios,
así como el amor hacia una mujer idealizada, se convierten en los motivos principales
de su búsqueda de honor y de justicia.

3
“Levantóse en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo
cual visto por don Quijote, dijo:

- Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de
pagar.

Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea,


pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el
ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primero molino que
estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia,
que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando
muy maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle, a todo el correr de su
asno, y cuando llegó halló que no se podía menear: tal fue el golpe que dio con él
Rocinante”.

Para tal hazaña el protagonista se encomienda a Dulcinea buscando la gloria personal


que le dará fama. Sin embargo, la realidad lo golpea, pero no lo frustra. Aquí se aplica
uno de los temas de la obra: el mundo de la andante caballería con su imaginación
enloquecida. Necesitó que los molinos fueran gigantes para justificar su ser. Cervantes
muestra al protagonista en su insistencia en querer amoldar las cosas a sus ideas.

Los rasgos fundamentales del protagonista son: 1- su noción mesiánica de la tarea que
se ha adjudicado y que ejerce por medio de la caballería andante, 2- su fe en Dios y
Dulcinea, que lo sostienen como fuerzas constantes de su afán de aventuras, 3- su
voluntad de imponer su verdad al mundo, convirtiéndolo y mejorándolo desde su
idealismo, 4- su sed de gloria, 5- su amor por Dulcinea, que lo lleva a la aventura y al
sacrificio.
Otros aspectos de su personalidad (etopeya): 1- bondadoso y paciente, especialmente
con Sancho, aunque aparezca algún golpe que no hace más que confirmar su afecto, 2-
gentil, frente a todas las mujeres (recordar a Doña Tolosa y a Doña Molinera en la
venta), por horribles que sean moral o físicamente, 3- casto: acompaña su devoción por
Dulcinea rechazando a otras mujeres, ya que solo a ella se debe, 4- rechaza así todos los
requerimientos (Maritornes, la tuerta), 5- sufrido, capaz de soportar estoicamente los

4
mayores dolores o privaciones, heridas o golpes sin quejarse, 6- generoso con todos y
curioso frente a todas las desgracias ajenas, 7- frente a los enemigos aparece colérico,
cuando son insultados o menospreciados aquellos objetos de su fe, sosegado, cuando
por razones de dignidad pone distancia entre él y sus adversarios. Todas estas
particularidades se dan tanto en este capítulo como a lo largo de la novela.

- “¡Válame Dios! —dijo Sancho—. ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase
bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar
sino quien llevase otros tales en la cabeza?

- Calla, amigo Sancho —respondió don Quijote—, que las cosas de la guerra más
que otras están sujetas a continua mudanza; cuanto más, que yo pienso, y es así
verdad, que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto
estos gigantes en molinos, por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la
enemistad que me tiene; mas al cabo al cabo han de poder poco sus malas artes
contra la bondad de mi espada”.

Sancho insiste en hacerle comprender que su desvarío lo llevó a ser golpeado por el
molino de viento, mientras que Don Quijote intenta justificar, sirviéndose del discurso
de las novelas de caballería diciendo que un mago llamado “Frestón” le quitó la gloria
con sus artes mágicas, con su encantamiento: “las cosas de la guerra más que otras
están sujetas a continua mudanza”; esa mudanza o cambio de la realidad que el
personaje quiere ver, es propia de una naturaleza cambiante la cual es manipulada por
fuerzas extrañas.

Hacia el final de este episodio de “los molinos de viento” los personajes siguen su
camino hacia Puerto Lápice. Van hablando, el narrador hace uso del diálogo directo
entre los personajes para ilustrar el pensamiento de los mismos. Sancho participa del
mismo ideal que su amo porque tiene un objetivo que alcanzar: gobernar una ínsula. De
alguna manera se ve que Sancho también es un idealista de algún modo. Fue un
“labrador… hombre de bien”, pero de una ignorancia y simpleza propia de su
condición.

5
“Díjole Sancho que mirase que era hora de comer. Respondióle su amo que por
entonces no le hacía menester, que comiese él cuando se le antojase. Con esta licencia,
se acomodó Sancho lo mejor que pudo sobre su jumento, y, sacando de las alforjas lo
que en ellas había puesto, iba caminando y comiendo detrás de su amo muy de su
espacio, y de cuando en cuando empinaba la bota, con tanto gusto, que le pudiera
envidiar el más regalado bodegonero de Málaga. Y en tanto que él iba de aquella
manera menudeando tragos, no se le acordaba de ninguna promesa que su amo le
hubiese hecho, ni tenía por ningún trabajo, sino por mucho descanso, andar buscando
las aventuras, por peligrosas que fuesen”.

Sancho muestra su pragmatismo, es decir, la tendencia a conceder primacía al valor


práctico de las cosas sobre cualquier otro valor; y esto acontece cuando se dispone a
comer y a beber vino para luego dormir entre unos árboles que les sirvieron como
campamento:

“… aquella noche la pasaron entre unos árboles, y del uno dellos desgajó don Quijote
un ramo seco que casi le podía servir de lanza, y puso en él el hierro que quitó de la
que se le había quebrado. Toda aquella noche no durmió don Quijote, pensando en su
señora Dulcinea, por acomodarse a lo que había leído en sus libros, cuando los
caballeros pasaban sin dormir muchas noches en las florestas y despoblados,
entretenidos con las memorias de sus señoras”.

Nuevamente se muestra a Don Quijote realizando una costumbre según los códigos de
la caballería; Se mantiene desvelado con sus pensamientos puestos en Dulcinea, “por
acomodarse a lo que había leído en sus libros”. Como se dijo al principio, el
protagonista elabora su pensamiento de acuerdo a los discursos de las novelas de
caballería. A su vez, basándose en un libro de caballería, utiliza una rama seca para
convertirla en lanza, ya que la que tuvo se partió contra el aspa del molino.

Segunda parte del Capítulo VIII

6
Continuando al día siguiente Sancho Panza dice haber dormido placenteramente,
mientras que Don Quijote veló toda la noche pensando en su señora de los amores. Esto
demuestra un contraste entre Sancho quien es un hombre simple y sin complicaciones, y
el Hidalgo que ya no puede ni dormir por el tormento que su obsesión y locura le causa.
Al avanzar el día, el valiente caballero y su escudero topan con una nueva aventura. Se
encuentran con dos monjes de San Benito y tras ellos viene una caravana de mozos a
mula quienes llevan un coche con alguna persona de importancia que se está
movilizando. Don Quijote interpreta esto como el secuestro de una doncella y por lo
tanto se prepara para su rescate.

“Estando en estas razones, asomaron por el camino dos frailes de la orden de


San Benito, caballeros sobre dos dromedarios, que no eran más pequeñas dos
mulas en que venían. Traían sus antojos de camino y sus quitasoles. Detrás
dellos venía un coche, con cuatro o cinco de a caballo que le acompañaban y
dos mozos de mulas a pie. Venía en el coche, como después se supo, una señora
vizcaína que iba a Sevilla, donde estaba su marido, que pasaba a las Indias con
un muy honroso cargo. No venían los frailes con ella, aunque iban el mesmo
camino; mas apenas los divisó don Quijote, cuando dijo a su escudero:

- O yo me engaño, o esta ha de ser la más famosa aventura que se haya visto,


porque aquellos bultos negros que allí parecen deben de ser y son sin duda
algunos encantadores que llevan hurtada alguna princesa en aquel coche, y es
menester deshacer este tuerto a todo mi poderío”.

El narrador describe la escena con total realismo, pero este realismo cambia por la
visión de Don Quijote. Nuevamente, en su afán de gloria en la aventura, el, personaje ve
otra realidad producto de su locura. Aun sin haber descansado ni comido mantiene sus
fuerzas físicas y psicológicas. Y apela a que “algunos encantadores” raptaron a una
princesa. Esta, en su delirio, es una “vizcaína”, es decir, originaria de Vizcaya, provincia
española.

A continuación, Sancho le advirtió que era gente pasajera porque iban con los frailes.
Este no le hizo caso y se adelantó a mitad del camino para detener a los frailes y al
coche que le seguía llamándolos “gente endiablada y descomunal”. Estos les
7
contestaron que no eran eso, que eran religiosos de San Benito y no llevaban a ninguna
princesa con ellos. Sin esperar ninguna respuesta, Don Quijote, arremetió contra el
primer fraile, tirándose este al suelo para que no le matara mientras que el otro huía.
Sancho Panza vio al fraile en el suelo y quiso arremeter contra él quitándole los hábitos;
los dos mozos que iban detrás, al verlo con el fraile, arremetieron contra él y lo dejaron
tendido en el suelo. Mientras Sancho no podía moverse, Don Quijote hablaba con la
señora del coche pidiéndole que por favor pasara por el Toboso para contarle a su amada
Dulcinea lo que había hecho.

Un escudero de la señora escucho su petición y le dijo que no le venía bien pasar por el
Toboso y que dejara al coche seguir con la marcha, a lo que Quijote respondió que si
este fuera un caballero ya habría acabado con su vida. El escudero vizcaíno enfadado
salió del coche, arrojó su lanza al suelo y sacó su espada haciéndole una herida en el
hombro a Don Quijote, y sintió tanto dolor que solo pudo acordarse de su señora
Dulcinea. La gente presente quería poner paz entre ellos dos y terminar la disputa, pero
el vizcaíno advirtió que si lo paraban arremetería contra su propia ama y contra todo el
que se pusiera por delante.

Este episodio se caracteriza por una violencia desenfrenada, como consecuencia de la


locura del protagonista; el humor desaparece para mostrarse en la narración la violencia
y lo grotesco de una mente enferma. Sancho Panza se “quijotiza”; esto es un proceso
en la personalidad de Sancho por la influencia que le produce su amo trayéndolo a su
mundo de imaginación e idealismo. Este proceso se irá generando a lo largo de la obra.
En esta oportunidad se manifiesta cuando el escudero vio al fraile de San Benito tirado
en el suelo y arremetió contra él quitándole los hábitos como despojos de guerra. En las
batallas era frecuente que los vencedores se quedaran con los objetos de los derrotados.
Mientras tanto, Don Quijote pretendía que la “princesa”, la mujer vizcaína, fuera a
contarle a Dulcinea sobre la gran hazaña que logró liberándola.

Sucede que en esta parte de la lucha todo se detiene; la historia queda en suspenso, ya
que Cervantes interrumpe la narración en un momento dramático para referirse que “el
autor desta historia” no encontró en sus archivos el final: “Pero está el daño de todo
esto que en este punto y término deja pendiente el autor desta historia esta batalla,
disculpándose que no halló más escrito destas hazañas de don Quijote, de las que deja

8
referidas. Bien es verdad que el segundo autor desta obra no quiso creer que tan
curiosa historia estuviese entregada a las leyes del olvido”.

Hay un juego de narradores en la estructura de esta novela.

Estructura narrativa:

1- El manuscrito de esta historia narrado por el historiador árabe Cide Hamete


Benengeli quien escribió “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”.

Plano de la ficción. “deja pendiente el autor desta historia”

2- El traductor del ese manuscrito, otro árabe. Plano de la ficción.

3- Cervantes narrador que se encuentra dentro de la novela y que descubre el manuscrito


del primer narrador. Plano de la ficción. “que el segundo autor desta obra”

4- Cervantes como autor de la obra y el que crea a los tres narradores anteriores y al
personaje Don Quijote. Plano de la realidad.

También podría gustarte