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Editado por Richard M.

Cunningham

Servir a la iglesia, alcanzar al mundo

Ensayos en honor a D. A. Carson

COLOFÓN

Alts Forns nº 68, sót. 1º


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Andamio es la editorial de los Grupos Bíblicos Unidos en España, que a su vez es miembro del movimiento
estudiantil evangélico a nivel internacional (IFES), cuya misión es hacer discípulos y promover el testimonio de
Jesús en los institutos, universidades y centros de trabajo.

TRADUCCIÓN
Ruth Cook

CORRECCIÓN
Adelina Fernández

DIRECCIÓN DE ARTE DE LA COLECCIÓN

Richard M. Cunningham, ed., Servir a la iglesia, alcanzar al mundo: Ensayos en honor a D. A. Carson, trans. Ruth Cook, 1a
Edición., Ágora (Barcelona, España: Andamio, 2018).
Exportado de Software Bíblico Logos, 7:10 p. m. 25 de enero de 2024. 1
Sr. y Sra. Wilson

MAQUETACIÓN
Sr. y Sra. Wilson

DEPÓSITO LEGAL
B. 25410-2018

ISBN
978-84-948789-0-9

Servir a la iglesia, alcanzar al mundo

Serving the Church, Reaching the World


Richard M. Cunningham, 2017

Todos los derechos reservados. Esta traducción de Serving the Church, Reaching the World, publicada
primeramente en 2017 se publica con el permiso de Inter-Varsity Press, London, Reino Unido.

Prohibida la reproducción total o parcial sin la autorización de los editores.

© ANDAMIO EDITORIAL, 2018


1ª EDICIÓN OCTUBRE 2018

Servir a la iglesia, alcanzar al mundo

Richard M. Cunningham, ed., Servir a la iglesia, alcanzar al mundo: Ensayos en honor a D. A. Carson, trans. Ruth Cook, 1a
Edición., Ágora (Barcelona, España: Andamio, 2018).
Exportado de Software Bíblico Logos, 7:10 p. m. 25 de enero de 2024. 2
Índice
Prólogo a la serie

Prólogo
Dick Lucas

Introducción del editor


Richard M. Cunningham
PARTE UNO

1. La predicación que cambia a la iglesia


David Jackman

2. Predicador y teólogo: el comunicador cristiano ideal


J. I. Packer

3. ¿Es Dios el único teólogo? “Cierto, pero no del todo”


Michael J. Ovey

PARTE DOS

4. La prioridad de la verdad. La razón y la verdad en Jesús y Pablo


Stefan Gustavsson

5. Apologética: siempre preparados


Kirsten Birke!

6. Cooperación por el evangelio sin transigencia


John Stevens

7. El silencio de Dios
William Edgar

PARTE TRES

8. Alcanzar corazones y mentes en una época secular


Richard M. Cunningham

9. Las campañas y la evangelización actual en la universidad


Tim Keller y Michael Keller

10. Hacer misiones cuando morir es ganancia

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Edición., Ágora (Barcelona, España: Andamio, 2018).
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John Piper

Iglesias y entidades colaboradoras en la publicación de esta serie

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Lista de autores
Kirsten Birke! enseña ética, filoso"a e historia de la iglesia en Oak Hill College. Kirsty ha
trabajado con anterioridad para las universidades del Sur de Gales y la de Sídney. Además, impartió
clase en la Universidad Teológica Moore. Sus numerosas publicaciones tratan sobre la relación entre
la ciencia y la religión. También ha escrito sobre psicología, feminismo y la familia tanto para una
audiencia popular como para una audiencia académica.
Richard M. Cunningham está casado con Ruthy tienen cinco hijos. Es ministro anglicano y
miembro del Colegio de evangelistas de la iglesia de Inglaterra. Después de trabajar en varias iglesias
en Londres y Oxford, se convirtió en el director de UCCF: Christian Unions (Grupo Bíblicos
Universitarios en el Reino Unido) en 2004.
William Edgar está casado con Barbara y tienen dos hijos ya mayores. Es profesor de apologética
en el Seminario Teológico Westminster, Filadelfia, donde ha impartido clases durante veintinueve
años y es profesor asociado en la Facultad Jean Calvin, en Aix-en-Provence. Bill es un conocido
conferenciante y autor internacional. Además, es un experto pianista de Jazz que dirige la banda
Renewal.
Stefan Gustavsson está casado con Ingrid y tienen tres hijos ya mayores. Es el secretario general de
la Alianza Evangélica Sueca y el director del centro de apologética cristiana en Estocolmo. Stefan ha
escrito varios libros sobre apologética y mente cristiana. Asimismo, escribe con frecuencia para
diferentes revistas suecas.
Michael Keller está casado con Sara y tienen dos hijas pequeñas. Ha trabajado como pastor en
iglesias de Boston y Nueva York durante doce años y es conferenciante asiduo en las universidades. En
la actualidad está matriculado en un programa de doctorado al mismo tiempo que establece una
nueva iglesia en Manha#an que se llama Redeemer Lincoln Square.
Tim Keller está casado con Kathy y tienen tres hijos. Es ministro de la iglesia presbiteriana en
Estados Unidos. Tim impartió clases en el Seminario Westminster durante cinco años y durante los
últimos veintiocho años ha sido el pastor de Redeemer Presbyterian Church en la ciudad de Nueva
York, plantador de iglesias y exitoso autor internacionalmente reconocido.
Michael J. Ovey, antes de su fallecimiento repentino e inesperado el 7 de enero de 2017, era el
director de Oak Hill College. Mike era ministro anglicano y trabajó primero como coadjutor bajo
Andrew Cornes en All Saints, Crowborough, y después como profesor en la Universidad Teológica
Moore, en Sídney. Tenía un doctorado en el campo de la teología trinitaria. Deja a su mujer, Heather y
sus tres hijos.

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J. I. Packer sirve como profesor de la Junta de gobernadores de teología en Regent College en
Vancouver, donde ha impartido clases desde que se convirtió en profesor de teología sistemática e
histórica en 1979. Después de convertirse a través de la Christian Union en Oxford (OICCU), llegó a ser
uno de los teólogos evangélicos más importantes del siglo XX. Entre sus numerosos libros se
encuentra Hacia el conocimiento de Dios. Jim está casado y tiene tres hijos.
John Piper es el fundador y maestro de desiringGod.org y rector de la Universidad y Seminario de
Bethlehem. Durante treinta y tres años, sirvió como pastor de Bethlehem Baptist Church, en
Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de cincuenta libros, que incluyen Sed de Dios y ¡Alégrense las
naciones! John está casado con Noël y tienen cinco hijos y doce nietos.
John Stevens es el director nacional de la federación de iglesias independientes evangélicas (FIEC)
y el pastor fundador de la City Evangelical Church en Birmingham. Continúa siendo líder en la
Christchurch en Market Harborough, que fundó en 2011. Antes de trabajar a tiempo completo en el
ministerio, impartió clases de derecho en la Universidad de Birmingham, donde trabajó como
subdirector de la facultad de Derecho. Su esposa, Ursula, y él tienen cuatro hijos.

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Prólogo a la serie
Un sermón hay que prepararlo con la Biblia en una mano y el periódico en la otra.

Esta frase, atribuida al teólogo suizo Karl Barth, describe muy gráficamente una condición
importante para la proclamación del mensaje cristiano: nuestra comunicación ha de ser relevante. Ya
sea desde el púlpito o en la conversación personal hemos de buscar llegar al auditorio, conectar con la
persona que tenemos delante. Sin duda, la Palabra de Dios tiene poder en sí misma (Hebreos 4:12) y el
Espíritu Santo es el que produce convicción de pecado (Juan 16:8), pero ello no nos exime de nuestra
responsabilidad que es transmitir el mensaje de Cristo de la forma más adecuada según el momento,
el lugar y las circunstancias.
John Sto", predicador y teólogo inglés, describe esta misma necesidad con el concepto de la doble
escucha. En su libro El Cristiano contemporáneo dice: Somos llamados a la di!cil e incluso dolorosa tarea
de la doble escucha. Es decir, hemos de escuchar con cuidado (aunque por supuesto con grados distintos de
respeto) tanto a la antigua Palabra como al mundo moderno. (…). Es mi convicción firme que solo en la
medida en que sepamos desarrollar esta doble escucha podremos evitar los errores contrapuestos de la falta
de fidelidad a la Palabra o la irrelevancia.
La necesidad de la “doble escucha” no es, por tanto, un asunto menor. De hecho tiene una clara base
bíblica. Podríamos citar numerosos ejemplos, desde el relevante mensaje de los profetas en el Antiguo
Testamento -siempre encarnado en la vida realhasta nuestro gran modelo el Señor Jesús, maestro
supremo en llegar al fondo del corazón humano. Jesús podía responder a los problemas, las preguntas
y las necesidades de la gente porque antes sabía lo que había en su interior. Por supuesto, nosotros no
poseemos este grado divino de discernimiento, pero somos llamados a imitarle en el principio de
fondo: cuanto más conozcamos a nuestro interlocutor, más relevante será la comunicación de nuestro
mensaje.
La predicación del apóstol Pablo en el Areópago (Hechos 17) constituye en este sentido un ejemplo
formidable de relevancia cultural y de interacción con “la plaza pública”. Su discurso no es solo una
obra maestra de evangelización a un auditorio culto, sino que refleja esta preocupación por llegar a los
oyentes de la forma más adecuada posible. Esta es precisamente la razón por la que esta serie lleva por
nombre Ágora, en alusión a la plaza pública de Atenas donde Pablo nos legó un modelo y un reto a la
vez.
¿Cómo podemos ser relevantes hoy? El modelo de Pablo en el ágora revela dos actitudes que fueron
una constante en su ministerio: la disposición a conocer y a escuchar. Desde un punto de vista
humano (aparte del papel indispensable del E.S.), estas dos cualidades jugaron un papel clave en los

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éxitos misioneros del apóstol. ¿Por qué? Hay una forma de identificación con el mundo que es buena y
necesaria por cuanto nos permite tender puentes. El mismo Pablo lo expresa de forma inequívoca
precisamente en un contexto de testimonio y predicación: A todos me he hecho todo, para que de todos
modos salve a algunos. Y esto hago por causa del Evangelio (1 Corintios 9:22–23). Es una identificación
que busca ahondar en el mundo del otro, conocer qué piensa y por qué, cómo ha llegado hasta aquí
tanto en lo personal (su biogra"a) como en lo cultural (su cosmovisión). Pablo era un profundo
conocedor de los valores, las creencias, los ídolos, la historia, la literatura, en una palabra, la cultura
de los atenienses. Sabía cómo pensaban y sentían, entendía su forma de ser (Romanos 12:2). Tal
conocimiento le permitía evitar la dimensión negativa de la identificación como es el conformarse
(amoldarse), el hacerse como ellos (en palabras de Jesús, Mateo 6:8); pero a la vez tender puentes de
contacto con aquel auditorio tan intelectual como pagano.
Un análisis cuidadoso del discurso en el Areópago nos muestra cómo Pablo practica la “doble
escucha” de forma admirable en cuatro aspectos. Son pasos progresivos e interdependientes: habla su
lenguaje, vence sus prejuicios, atrae su atención y tiende puentes de diálogo. Luego, una vez ha
logrado encontrar un terreno común, les confronta con la luz del Evangelio con tanta claridad como
antes se ha referido a sus poetas y a sus creencias. Finalmente provoca una reacción, ya sea positiva o
de rechazo, reacción que es respuesta natural a una predicación relevante.
Pablo era, además, un buen escuchador como se desprende de su intensa actividad apologética en
Corinto (Hechos 18:4) o en Éfeso (Hechos 19:8–9). Para “discutir” y “persuadir” se requiere saber
escuchar. La escucha es una capacidad profundamente humana. De hecho es el rasgo distintivo que
diferencia al ser humano de los animales en la comunicación. Un animal puede oír, pero no escuchar;
puede comunicarse a través de sonidos más o menos elaborados, pero no tiene la reflexión que
requiere la escucha. El escuchar nos hace humanos, genuinamente humanos, porque potencia lo más
singular en la comunicación entre las personas. Por ello hablamos de la “doble escucha” como una
actitud imprescindible en una presentación relevante del Evangelio.
Así pues, la lectura de la Palabra de Dios debe ir acompañada de una lectura atenta de la realidad en
el mundo con los ojos de Dios. Esta doble lectura (escucha) no es un lujo ni un pasatiempo reservado a
unos pocos intelectuales. Es el deber de todo creyente que se toma en serio la exhortación de ser sal y
luz en este mundo corrompido y que anda a tientas en medio de mucha oscuridad. La lectura de la
realidad, sin embargo, no se logra solo por la simple observación, sino también con la reflexión de
textos elaborados por autores expertos. Por ello y para ello se ha ideado esta serie. Los diferentes
volúmenes de Ágora van destinados a toda la iglesia, empezando por sus líderes. Con esta serie de
libros queremos conocer nuestra cultura, escucharla y entenderla, reconocer, celebrar y potenciar los

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puntos que tenemos en común a fin de que el Evangelio ilumine las zonas oscuras, alejadas de la luz de
Cristo.
Es mi deseo y mi oración que el esfuerzo de Editorial Andamio con este proyecto se vea
correspondido por una amplia acogida y, sobre todo, un profundo provecho de parte del pueblo
evangélico de habla hispana. Estamos convencidos de que la Palabra antigua sigue siendo vigente para
el mundo moderno. Ágora es una excelente ayuda para testificar con la Biblia en una mano y “el
periódico” en la otra.

Pablo Martínez Vila

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Prólogo
Dick Lucas

No sé qué ocurre con este hombre, D. A. Carson, que provoca, tanto en mí como en muchos otros,
pensamientos de afecto y de admiración. El libro que tienes en las manos proveerá multitud de
motivos de por qué esto es así. Muchas gracias, queridos colaboradores, por lo que habéis escrito con
tanta minucia y calidad en honor a nuestro maestro y amigo.
Sin embargo, tengo que hablar por mí mismo. Una palabra que me viene de inmediato a la mente es
lealtad: Don no se avergüenza de personas y detalles que la naturaleza humana olvida con facilidad.
En primer lugar, está el evangelio de Cristo, del que el Dr. Carson no se avergüenza de ningún
modo. Sin duda, es de mucho ánimo, o por lo menos es poco común, encontrar a un académico
distinguido salir fuera de su estudio para evangelizar a los estudiantes ignorantes de hoy en día. Con
todo, este Don tan inusual, me permito describirle así, está siempre dispuesto a aprovechar las
oportunidades para defender y declarar la verdad con el fin de que se muestre lealtad a su Señor y
Maestro. Espero que Dios levante a muchos hombres capaces que actúen del mismo modo.
Asimismo, están las Sagradas Escrituras, de las que nuestro amigo es uno de los exegetas y
comentaristas más distinguidos. En mi época, a mitad del siglo XX, los pastores y maestros recién
encomendados tenían muy pocos recursos que les ayudasen, comparado con las riquezas actuales en
cuestión de comentarios bíblicos, que son tanto académicos como fieles a los modelos apostólicos. Me
gusta la frase en el prólogo de la serie Pillar que Don está creando para predicadores y estudiantes
serios: “Si el texto es la palabra de Dios, es apropiado que respondamos con reverencia, cierto temor,
un gozo santo y una obediencia determinada”.
En mi copia del comentario de Juan escrito por Carson, se encuentran instrucciones para mi
albacea, que incluyen las palabras: “Un comentario muy bueno. Quienquiera que se quede con él, ¡que
lo lea!”. Por desgracia, es probable que cuando llegue el momento este tesoro azul esté destrozado por
el uso constante.
Uno de mis recuerdos favoritos viene de las maravillosas Memoirs of an Ordinary Pastor [Memorias
de un pastor ordinario]. Descubrimos al padre de Don leyendo un libro que ha escrito su hijo y en el
que ha apuntado comentarios, tics y símbolos de interrogación en el margen. Cuando leyó lo que
Carson hijo decía sobre la sustitución penal, así como su explicación de todas las cosas que la Biblia
dice acerca de la muerte de Cristo, Carson padre garabateó al lado: “¡No se ve ningún indicio de
liberalismo!”. Los hombres de mi generación son los que más apreciarán esto, debido a que esta fue la
época en la que los predicadores más mayores estaban agotados, no sin razón, por las desdichadas

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traiciones que surgían de los pasillos de las escuelas teológicas de aquel tiempo.
Como tercera opción, elegiría mencionar su compromiso con las preocupaciones de los “pastores
ordinarios” de hoy en día. Sin duda, se requerirá la presencia del Dr. Carson en las grandes asambleas
y su consejo para el cuerpo que aumenta de estudiantes de doctorado y sus similares. Sin embargo, lo
que veo es una misma devoción por defender a los grupos menos notorios, los hombres trabajando en
partes aisladas del mundo y los guerreros luchando contra la incredulidad en los lugares más
complicados. A este profesor no le resulta desconocida la lucha contra los poderes de este mundo
oscuro, ya que hace mucho que renunció a la paz de su torre de marfil.
Mi viejo diccionario no siempre acierta del todo, pero bajo “lealtad” leo “un sentimiento fuerte de
apoyo y fidelidad”. Sé que Dios, en su gracia, ha introducido esta preocupación tan profunda de
ayudar a otros en el corazón de nuestro amigo y maestro. Y por ello estoy agradecido.

Londres, Reino Unido

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Introducción del editor
Richard M. Cunningham

Cuando me di cuenta de que Don Carson cumpliría 70 años poco antes de venir a hablar en la
campaña universitaria en Londres de UCCF, con cierta ingenuidad le pedí permiso para celebrar este
hito con una fiesta. Le gustó tanto la idea que amenazó con suspender el viaje completo.
Al comprobar su rechazo ante la atención sobre su persona y cualquier indicio de fama, decidí
(respecto a este Festschri!) que sería mucho más sencillo pedir a Don que me perdonase después de la
publicación que pedirle permiso antes. Estoy agradecido de que líderes cristianos tan preparados y
ocupados, que eran conscientes del enfado de Don y sobre todo del trabajo que suponía, estuviesen
dispuestos a contribuir con sus ensayos sin tener que retorcerles mucho el brazo. Es tal la estima y el
afecto que sienten por D. A. Carson a ambos lados del océano. “Servir a la iglesia, alcanzar al mundo”
se dispuso como tema de este libro por dos razones.
En primer lugar, todo el ministerio del profesor Carson, por lo que observo en sus publicaciones y
conferencias, está modelado por este deseo doble de servir a la iglesia y alcanzar al mundo. En
segundo lugar, en 2007 cuando UCCF decidió empezar la conferencia New World Alive, llamé a Don a
casa para explicarle que después de haber pagado el depósito para el lugar de celebración, no teníamos
ni conferenciantes ni programa. “Así que, ¿puedes ayudarnos?”. Don, que se dio cuenta de la
importancia de este acontecimiento, no solo consiguió liberarse de los compromisos diarios que tenía
para unirse a nosotros, sino que también convenció a John Piper para hacer lo mismo y, de este modo,
nos ayudó a lanzar una conferencia anual en Semana Santa cuya declaración de propósitos es “Servir a
la iglesia, alcanzar al mundo”.
A medida que la influencia de la iglesia disminuye en Occidente, la tentación para los evangélicos
confesionales de volverse un movimiento pragmático y abierto aumentará. Los capítulos en este libro
tienen el propósito de equipar al lector serio con las convicciones bíblicas que nos ayudarán a ser más
efectivos tanto en el ministerio formal, como en nuestro testimonio cotidiano en una sociedad cada
vez más secular, sin poner en peligro las prioridades bíblicas y la verdad. Espero que las convicciones
expresadas en este libro animen también a los líderes evangélicos confesionales a mirar aún más hacia
fuera y tener menos disposición por luchar en guerras falsas los unos contra los otros.

Parte I
Los primeros dos capítulos se centran en la primacía de la predicación y la importancia de predicar
como Dios quiere. El medio principal que Dios usa para alcanzar al mundo es a través de la iglesia local

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y el ensayo de David Jackman, “La predicación que cambia a la iglesia”, constituye un resumen breve y
práctico de la importancia de la predicación expositiva efectiva. A continuación, se encuentra
“Predicador y teólogo: el comunicador cristiano ideal” de Jim Packer. Este ensayo demuestra la
importancia de la teología sistemática (en concreto) para el predicador.
¿Cómo sabemos lo que conocemos de Dios en nuestra predicación y testimonio, y si importa? El
capítulo de Mike Ovey nos recuerda que, si se comprende correctamente, la teología es Dios
compartiéndose a sí mismo con nosotros de manera cierta en lugar de esforzarnos por dominar la
verdad de forma completa.
Los siete capítulos siguientes se centran aparentemente en la responsabilidad de las iglesias por
luchar por la verdad, la relevancia y la validez del evangelio cuando intentamos alcanzar a un mundo
perdido.

Parte II

“La prioridad de la verdad” (Stefan Gustavsson) y “Apologética: siempre preparados” (Kirsten Birke")
proporcionan un caso convincente para la apologética bíblica y, al hacerlo, rescatan a esta disciplina
de la falsa percepción de que es una empresa sofocante y extra bíblica para los intelectuales.
En “Cooperación por el evangelio sin transigencia”, John Stevens presenta una plantilla para la
unidad evangélica que incluye las elevadas demandas de defender la doctrina y la ética junto con la
visión de una unidad palpable en torno al evangelio.
La emotiva meditación de William Edgar, “El silencio de Dios”, es tanto un modelo de un
compromiso cultural vivo como un homenaje al amor de Don Carson por todo lo que fuese francés.

Parte III

Los desa#os y las oportunidades evangelísticas para alcanzar al mundo de forma efectiva son el
enfoque de los tres capítulos finales.
“Alcanzar corazones y mentes en una época secular” (Richard M. Cunningham) se centra en lo que
está en juego, sobre todo para nuestros niños y jóvenes, si los líderes evangélicos no dan un paso al
frente y trabajan juntos para proporcionar una respuesta convincente a la visión secular de la
prosperidad humana.
Tim Keller y Michael Keller (“Las campañas y la evangelización actual en la universidad”) recurren
a su considerable experiencia para describir las recompensas y los desa#os estratégicos en la misión
universitaria. De manera muy útil, combinan tanto un análisis cuidadoso como respuestas prácticas
que se requieren de nosotros para ser efectivos en el campo de misión.

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El capítulo final de John Piper, “Hacer misiones cuando morir es ganancia” señala tanto la urgencia
como el coste de llevar el evangelio al mundo de forma intencional. Adolf von Harnack
supuestamente dijo que la iglesia primitiva “sobrevivió, superó la forma de pensar y superó en la
muerte a los paganos”. Los capítulos anteriores se centran sobre todo en la parte de “pensar más”. Este
capítulo final es un recordatorio, aleccionador, pero alentador de que hemos sido llamados a realizar
las tres.
Antes de dejar que te adentres de lleno en este libro tan estimulante, me gustaría volver al ensayo
escrito por Mike Ovey (antiguo director de Oak Hill College): “¿Es Dios el único teólogo?”. Mike fue
uno de los primeros autores a los que pedí un capítulo y de inmediato sabía sobre qué quería escribir.
Era habitual que me diese ánimos generosos y que me ofreciese consejos sabios y sugerencias traviesas
para los otros capítulos. Trágicamente, Mike murió de repente y de forma inesperada el 7 de enero de
este año y deja a su mujer, Heather, y a sus tres hijos, Charlie, Harry y Ana. Mike era uno de los
mejores teólogos de su generación, pero ante todo era un marido, padre y amigo querido. Es un honor
y privilegio triste publicar de forma póstuma su excelente capítulo, aunque también técnico, en este
libro.

Enero 2017
Oxford, Reino Unido

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PARTE I

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CAPÍTULO 1

La predicación que cambia a la iglesia


David Jackman

No han faltado hombres, ideas o movimientos en los últimos cincuenta años, cuyo deseo y
motivación común haya sido cambiar la iglesia. Las modas van y vienen, los experimentos prosperan
y desaparecen, sin embargo, cualquier observador neutro tendría motivos para concluir que la iglesia,
al menos en Occidente, aún está en un estado precario: a menudo está confusa y distraída,
aparentemente con poco poder, marginalizada e ignorada. Solo una voz atrevida (o quizás ingenua)
declararía que la iglesia no tiene que cambiar.

Definición de la iglesia
¿Pero qué queremos decir con “la iglesia”? Hace alrededor de cincuenta años, Martyn Lloyd-Jones
escribió: “A menudo uno debe preguntarse realmente si ciertas congregaciones y comunidades de
personas tienen algún derecho a llamarse iglesia. La iglesia puede degenerar con mucha facilidad y
convertirse en una organización o aun, quizás, en un club social o algo parecido”.1 Sin duda, esta
situación no ha cambiado incluso si esas expresiones de “la iglesia” han disminuido de tamaño de
manera dramática. No obstante, el objetivo de este capítulo no es debatir la doctrina de la iglesia, lo
cual va más allá de su alcance. En cambio, centraremos el debate en “la asamblea de los primogénitos
inscritos en el cielo”, aquellos que han venido “a la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial” y
“a Jesús, el mediador de un nuevo pacto; y a la sangre rociada” (véase Heb. 12:22–24).2 Este grupo de
aquellos redimidos por la muerte sacrificial de nuestro Señor Jesucristo consiste en la iglesia
triunfante, en la presencia inmediata de Dios y de la iglesia militante aquí en la tierra. Esta gran
multitud, que ningún hombre puede contar y cuya membresía solo conoce la cabeza (2 Ti. 2:19), se
expresa en la historia, en el tiempo y en el espacio tanto como la iglesia universal como la iglesia local
en cada comunidad donde se ha plantado. Es este grupo de personas creyentes, reunidas por el
evangelio, que afirma el señorío de Cristo, que han nacido de nuevo y el Espíritu Santo reside en ellas,
es la iglesia a la que nos referimos. ¿Cómo tiene que cambiar esta “iglesia”?
Primero, hay que establecer que no hace falta temer por su continuidad, sin importar los ataques y
desa"os a los que se enfrente. “Sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del reino de la

1 D. Martyn Lloyd-Jones, La predicación y los predicadores (Editorial Peregrino, 2003), 11.

2 Las citas bíblicas de este capítulo son de la Nueva Versión Internacional (Castilian).

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muerte no prevalecerán contra ella”, dijo Jesús (Mt. 16:18). Hoy nos regocijamos de poder afirmar,
junto con el apóstol Pablo, que la palabra de verdad, el evangelio “está dando fruto y creciendo en todo
el mundo” (Col. 1:6). La confianza de Juan Calvino se ha confirmado a lo largo de los últimos
quinientos años cuando afirmó: “Dios no permitiría que la iglesia cayera por completo, pues la fundó
con el diseño de preservarla para siempre, ya que él no abandona su propia obra”. Encomienda a sus
lectores con la siguiente confidencia: “que el cuerpo mutilado de la iglesia, que es perturbado cada día,
será restaurado en su totalidad, pues Dios no permitirá que su obra falle… La iglesia, aunque no
siempre ha experimentado un estado de prosperidad, estará segura y protegida y… Dios la sanará de
manera milagrosa, como si de un cuerpo enfermo se tratase”.3 Durante su ministerio terrenal,
nuestro Señor sanó muchos cuerpos enfermos por medio del poder de su palabra y ese es el medio que
ha provisto para la sanidad y la transformación de su iglesia.

Un cambio arraigado en el evangelio

Este concepto de la sanidad, insuflar nueva vida en el pueblo de Dios, reside en el corazón del
cambio que tiene que ser, de forma constante, característico tanto de la iglesia como del creyente
individual. Esto arraiga con firmeza la vida tanto de la comunidad corporativa como del individuo en
el evangelio, ya que el evangelio trata sobre el mayor cambio de todos: de las tinieblas a luz, de Satanás
a Dios, de la muerte a la vida (véase Col. 1:12–14). Además, el Nuevo Testamento deja claro que el
nuevo nacimiento es la semilla de la vida del Dios eterno plantada en su pueblo, a través del Espíritu
que mora en ellos. Estás metáforas sobre nacer y plantar implican tanto crecimiento como desarrollo,
ambos duran toda la vida en este mundo y al final alcanzan su cumplimiento y culminación en la vida
del mundo por venir. Por tanto, Pablo escribe: “Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena
obra en vosotros la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús” (Fil. 1:6). Sin embargo, en la misma
carta, también escribe: “Llevad a cabo vuestra salvación con temor y temblor, pues Dios es quien
produce en vosotros tanto el querer como el hacer” (Fil. 2:12–13). Los cambios que la iglesia tiene que
experimentar son los cambios del crecimiento espiritual, el desarrollo hacia la madurez, de la
restauración de la imagen de Dios y la transformación progresiva a la semejanza de Cristo. Una iglesia
cada vez más santa producirá un mundo cada vez más sediento.

Totalmente diferentes

3 Juan Calvino, Commentary on the Book of Psalms [Comentario en el libro de los Salmos], vol. 5 (Baker, 1979),
293–294 citado por W. Robert Godfrey, Reformation Sketches (Presbyterian & Reformed, 2003), 76.

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Tenemos que recordar que el propósito de Dios siempre ha sido que su pueblo, vinculado a él por un
pacto de gracia, se convierta en el portador de la luz de la verdad divina a un mundo roto. Ese era el
propósito y la gloria de la encarnación. “Esta luz resplandece en las tinieblas y las tinieblas no han
podido extinguirla” (Juan 1:5). No obstante, ese papel le fue asignado a Israel (“mi primogénito”,
Éxodo 4:22) en Deuteronomio 4:6–7:

Obedecedlos y ponedlos en práctica [los estatutos de Dios]; así demostraréis vuestra sabiduría e
inteligencia ante las naciones. Ellas oirán todos estos preceptos, y dirán: “En verdad, éste es un pueblo
sabio e inteligente; ¡esta es una gran nación!”. ¿Qué otra nación hay tan grande como la nuestra? ¿Qué
nación tiene dioses tan cerca de ella como lo está de nosotros el Señor nuestro Dios cada vez que lo
invocamos?

La singularidad de la forma de vivir de Israel debía ser un testimonio, para la gloria del Dios de
Israel, a todas las naciones de alrededor y un imán para atraerlos a la unicidad de Yahvé. Frente al
fracaso de Israel, Dios prometió un siervo obediente a través del cual se cumpliesen sus promesas a
Abraham de ser de bendición a todas las familias de la tierra. “Yo te pongo ahora como luz para las
naciones, a fin de que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra” (Is. 49:6).
No es sorprendente que cuando el siervo finalmente llega y comienza a reunir un nuevo pueblo del
pacto con Dios, un nuevo Israel, su manifiesto del reino les indica: “Vosotros sois la sal de la tierra.
Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse” (Mt.
5:13–14). Son todas imágenes de influencia, de entrada. Aún más: “Así brille vuestra luz delante de
todos, para que ellos puedan ver vuestras buenas obras y alaben a vuestro Padre que está en el
cielo” (Mt. 5:16). El Padre celestial invisible entra en este mundo a través del testimonio y la evidencia
de las vidas totalmente diferentes, vidas santas, de su pueblo redimido. Una iglesia así “cumple su
propósito”. Su propia singularidad es un medio importante para que el evangelio avance. Cada acto de
conformidad con la cultura del mundo en la que se encuentra constituye la negación de su propósito y
una privación de su poder. Si la iglesia quiere cumplir con la Gran Comisión de ir a todo el mundo
para hacer discípulos de todas las naciones tiene que validar el mensaje a través de su propio carácter
transformado y la obediencia diligente a todo lo que el Señor ha ordenado a su pueblo. Lo que los
cristianos somos grita tan fuerte que la gente no puede escuchar lo que decimos.

Crecer en santidad

Por lo tanto, debemos desarrollar un concepto bíblico claro de los cambios que deben tener lugar
en la iglesia. Estos pueden incluir ciertos aspectos organizativos, estructurales o de presentación, pero
no serán sobre las áreas más esenciales. Los apóstoles no ignoraron la cuestión del orden y gobierno

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de la iglesia, pero lo que resuena una y otra vez es su llamada a crecer en la madurez santa. En Efesios
4, Pablo describe su meta para la iglesia como “una humanidad perfecta que se conforme a la plena
estatura de Cristo” (v. 13). Y, de nuevo, “al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo
como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo” (v. 15). “Por eso, avancemos hacia la madurez” es lo que
pide Hebreos 6:1. “Una cosa hago”, es el testimonio personal de Pablo, “olvidando lo que queda atrás y
esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que
Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús” (Fil. 3:13–14). Este es, por tanto, el
cambio que más importa. Es el crecimiento espiritual del individuo y, por consiguiente, la suma de
todos los que forman la congregación local hacia la madurez. Del mismo modo que el crecimiento
"sico es un proceso, requiere tiempo, pero también necesita alimento y ejercicio. Uno de los
versículos más motivadores del Nuevo Testamento, según mi propia experiencia, es 2 Corintios 3:18:
“Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor,
somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu”.
A medida que nosotros “reflejamos”, el Espíritu conseguirá el “transformarnos”. Es una gran
promesa. Sin embargo, ¿cómo puede ocurrir? Más concretamente, ¿de qué manera se relaciona con la
predicación?
Este versículo se sitúa de manera perceptible en el contexto de un pasaje más largo sobre el
ministerio del Espíritu, el ministerio de la vida, que es la mayordomía que Dios ha asignado a Pablo, la
cual relaciona, sin duda, con la predicación de la Palabra. Esto es aún más evidente en otro pasaje clave
en Colosenses 1:25–29, que consiste en una ventana hacia lo más recóndito del corazón y la
motivación del apóstol. Merece la penar incluir la cita entera. Pablo se describe como:

Servidor según el plan que Dios me encomendó para vosotros: el dar cumplimiento a la palabra de
Dios, anunciando el misterio que se ha mantenido oculto por siglos y generaciones, pero que ahora se
ha manifestado a sus santos. A estos Dios se propuso dar a conocer cuál es la gloriosa riqueza de este
misterio entre las naciones, que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria. A este Cristo
proclamamos, aconsejando y enseñando con toda sabiduría a todos los seres humanos, para
presentarlos a todos perfectos en él. Con este fin trabajo y lucho fortalecido por el poder de Cristo que
obra en mí.

Este es el corazón del ministerio apostólico recibido del Señor mismo y, en esta sucesión, nosotros
también tenemos que posicionarnos. La gran meta y objetivo es traer a todos aquellos bajo este
ministerio a la madurez (v. 28). El medio para hacerlo se describe como “dar cumplimiento a la
palabra de Dios” (v. 25), lo que no significa predicar toda la Biblia (aunque sería un buen objetivo en
sí), sino predicar a Cristo como el centro y la clave de todas las Escrituras. “A este Cristo

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proclamamos” (v. 28), esto es, Cristo que está “en vosotros” en el presente y que es “la esperanza de
gloria” para el futuro (v. 27). El evangelio es, por tanto, no solo el camino para entrar en la vida
cristiana, sino también el camino en el que permanecer. Pablo pone su confianza plenamente en Dios,
honrando su mayordomía de la Palabra a medida que proclama (predicación de la Palabra) a Cristo en
su plenitud, el cual es un tema clave de Colosenses. Se trata de un trabajo di"cil para Pablo, al igual
que ocurre con todos los predicadores. Habla del esfuerzo y la lucha, que son ambas imágenes de un
trabajo di"cil, agotador y el gasto de la energía "sica. Sin embargo, al igual que el foco de su contenido
está sobre Cristo, así también la habilidad de continuar con este trabajo se centra en el Espíritu Santo
que permite que ocurra, trabajando de forma poderosa en él (v. 29). En resumen, la confianza
apostólica consiste en que el Espíritu de Dios usa la Palabra de Dios para llevar a cabo el trabajo de
Dios. ¡Quizás podamos añadir que no hay un plan B!

El papel clave de la predicación

Ahora nos enfrentamos a la pregunta práctica de cómo se puede llevar a cabo esta tarea tan
desafiante, pero al mismo tiempo gloriosa. ¿Qué tipo de predicación producirá el cambio deseado?
Por desgracia, hay un gran número de modelos que han fallado a nuestro alrededor, de los que sin
duda podemos aprender. En numerosos contextos, la predicación está lamentablemente en su punto
más bajo y se han reducido tanto las expectativas de cualquier cosa mejor que a menudo existe un
deseo de deshacerse de la predicación por completo. Nos dicen que está desfasada, anticuada y sin
fuerza. Sin embargo, si aceptamos la autoridad de la Escritura como el contenido de nuestra fe, resulta
ilógico no aceptar la instrucción que da sobre la metodología para difundirla. Sin duda, la
proclamación es central en los propósitos de Dios en y a través de la iglesia y para el testimonio de la
iglesia al mundo.
Es interesante que la Biblia esté más preocupada por el “qué” de lo que se predica que por el “cómo”.
No debería sorprendernos que las opiniones contemporáneas sobre la predicación reflejen las normas
de la cultura contemporánea, o bien en el predicador o bien en aquellos que escuchan. David Brooks,
periodista estadounidense y comentarista político, identificó en una entrevista reciente el cambio
cultural en Occidente de las últimas dos décadas como el giro desde el olvido de uno mismo al “gran
yo”. La sociedad consumista nos enseña que nuestros deseos son buenos y que hay que satisfacerlos.
Llegamos “a tener una confianza enorme en ellos” y buscamos la realización personal a toda costa. Las
redes sociales muestran lo mismo al emitir cada detalle de nuestras vidas y pensamientos, al ponernos
por las nubes, si no bien para ganar fama, al menos para conseguir seguidores.4 Los cristianos no son

4 Entrevista en Catholic News Agency, 21 de mayo de 2005, h#p://www.catholicnewsagency.com

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inmunes a estas influencias. Nos agrada escuchar sermones que nos gusten y a menudos imaginamos
que podemos juzgar su valor solo según ese criterio. A los predicadores les gusta predicar sobre lo que
es popular y recibir una reacción lo más positiva posible de la audiencia. Su mayor miedo es ofender a
“los activistas y agitadores” en la congregación. No les gusta la controversia y no quieren división. De
hecho, su propio puesto y sustento dependerán de mantener a la gente contenta. Así que se establece
un complot implícito entre el predicador y los oyentes de que no se dirá nunca nada más allá de lo
agradable y predecible. No obstante, sin duda, se trata de una fórmula para el status quo, o más bien
para un declive lento, pero inevitable, de la congregación en el bienestar espiritual. Este tipo de
predicación no cambia a la iglesia y, por tanto, la iglesia no cambiará al mundo.

La Biblia es el asiento del conductor

Sin embargo, por muy hábil que sea la comunicación, por muy impresionante que sea la tecnología,
por muy emocionante que sea la presentación, si la Biblia no va en el asiento del conductor del sermón
no habrá un cambio duradero del tipo que el Nuevo Testamento considera como la norma. De este
modo, el elemento importante es el contenido de la predicación. El contraste es entre el mundo del
Señor, que vive y permanece (1 Pedro 1:23), y el mundo del predicador, que incluso en su mejor punto
tiene fallos y es temporal. Puede parecer obvio, pero es muy fácil escabullirse de ese punto seguro. Si
Pablo exhortó a los cristianos en Roma que “No os amoldéis al mundo actual, sino sed transformados
mediante la renovación de vuestra mente” (Ro. 12:2), ¿qué crees que nos dirá a nosotros en nuestro
mundo frenético de comunicación las 24 horas del día, donde la cultura secular busca de forma
constante modelarnos, con la infinidad de mensajes que desautorizan sutilmente la verdad revelada
de Dios? Necesitamos escuchar la Palabra de Dios, explicada con claridad, enseñada con fidelidad y
con aplicaciones atractivas cada vez que nos reunimos como el pueblo de Dios. Porque él es el Dios que
habla, su pueblo siempre se ha reunido para escuchar y obedecer su Palabra. Si eso no ocurre en ese
tiempo precioso, pero corto del que dispone el predicador cada domingo, entonces los mensajes
insistentes del mundo triunfarán y nos convencerán para que vivamos un cristianismo menoscabado,
que ya no se reconoce como diferente a las costumbres de la sociedad en general. Y si neutraliza a la
iglesia de esta manera, entonces la prueba contemporánea más fuerte de la autenticidad del evangelio
se habrá realmente eliminado. En lugar de que la iglesia cambie al mundo, ocurrirá lo contrario.
El tipo de predicación que cambia a la iglesia es, en esencia, expositiva. Se toma la Biblia en serio al
situarla en el asiento del conductor y al permitir que dicte el contenido del sermón. Esto depende de la
confianza que tenga en la autoridad, infalibilidad y en la suficiencia de toda la revelación bíblica
respecto a sus contenidos. Sin embargo, también implica una confianza en el poder de la Palabra dada

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para provocar un encuentro personal con el Dios vivo. Ambos elementos deben controlar al
predicador durante la preparación si quiere ser un mensajero fiel en su proclamación. Dios es el único
autor definitivo de la Escritura: “Porque la profecía no ha tenido su origen en la voluntad humana,
sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21). Pero
también es el sujeto glorioso de la revelación. Conocemos al autor en su Palabra, debido a que su
propósito es llevarnos a un conocimiento personal y profundo y a una relación con él, no solo proveer
información sobre sí mismo. Esto es lo que se conoce como el ingrediente afectivo de la predicación,
ya que implica a la persona por completo (mente, corazón y alma) en respuesta a Dios. 5

Patrones de preparación

El proceso de preparación para la predicación expositiva requiere necesariamente los tres


ingredientes. El expositor comienza con una selección cuidadosa de la sección del texto sobre la que va
a predicar, presta atención a su longitud y al contexto. Debido a la ignorancia extendida sobre la
Escritura hoy en día, incluso entre los cristianos, los predicadores parecen creer que tienen que meter
en su sermón lo máximo posible y suelen elegir pasajes demasiado largos como para que las
congregaciones puedan lidiar con ellos o beneficiarse de ellos. Deja que el texto bíblico determine la
longitud de la sección o si es demasiado para un solo sermón, divídelo en dos. Algunos predicadores
tienden a lo contrario y quizás utilizan un solo versículo y lo usan como un trampolín para llegar
hasta todas las conexiones doctrinales y éticas en las que pueden pensar. Estos sermones pueden tener
una base bíblica y no contradicen ni malinterpretan la enseñanza de la Escritura, pero pueden prestar
poca atención al texto en su contexto y resultan en “excursiones” temáticas, que dependen de la
habilidad del predicador que está en el asiento del conductor. El problema, entonces, es el
cumplimiento del antiguo dicho de que “un texto sin contexto es un pretexto para un texto suelto”.
Creo que el patrón ideal para el ministerio establecido en el contexto de la iglesia local es predicar a
través de un libro de la Biblia de manera consecutiva, unidad por unidad, otorgándole el peso
adecuado en el contexto de todo el libro y en toda la extensión de la historia de la salvación y de la
teología bíblica. De esta forma, podemos aprender y enseñar la Biblia de la manera en la que Dios nos
la ha dado, libro por libro, cada uno de los sesenta y seis con su contenido y propósito únicos. La
congregación desarrollará los mismos patrones para su propio estudio y comprensión de la Palabra de
Dios. Un ministerio expositivo proporcionará con el tiempo una iglesia que ama la Biblia, que la lee y
que, por medio de la oración, obedece la Biblia. Tiene su propio poder divino para cambiar. Por

5 Para consultar una manera valiosa de abordar este tema tan importante, véase Josh Moody y Robin Weekes,
Burning Hearts: Preaching to the Affections [Corazones en fuego: Predicar a las emociones] (Christian Focus, 2014).

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supuesto, los libros largos tendrán que dividirse en secciones más pequeñas. Es mejor cubrir un libro
como Isaías dividiéndolo en un número de series más cortas en lugar de trabajarlo desde el principio
hasta el final. Debemos ser sensibles respecto a la situación y la capacidad de nuestras congregaciones,
pero siempre debemos exponer el texto, que solo manejaremos correctamente cuando lo situemos en
el contexto más amplio.

Permitir al texto establecer el orden del día

Comenzamos con la disciplina de la exégesis, en la que la pregunta es “¿Qué dice este pasaje?”. Es
una disciplina porque depende de nuestra escucha atenta al texto, tenemos que ser antes oyentes
apasionados de la Palabra de Dios que analistas del texto. Por supuesto, todas las habilidades de
análisis exegético son de vital importancia aquí, pero si nuestra predicación va a conectar tenemos
que escuchar a Dios hablando de manera directa con nosotros personalmente, de manera que
entendamos el significado del texto que queremos transmitir a nuestros oyentes. Esto desembocará
en preguntas expositivas más amplias como “¿Por qué el autor lo expresa así? ¿Por qué se lo dice a esos
receptores y por qué en este momento del libro?”. El “qué” es de vital importancia, pero sin las
preguntas más profundas de “por qué”, sería di"cil que diese lugar a una lectura exegética que sí sería
correcta probablemente en el contenido, pero no sería efectiva a la hora de producir cambios. De este
modo, el trabajo exegético siempre comienza a facilitar una investigación expositiva adicional.
Es importante trabajar en los tres contextos en los cuales cualquier texto bíblico encuentra su lugar.
Está el contexto literario inmediato de lo que precede y lo sigue a la sección que se está estudiando.
¿Cómo presenta el argumento? ¿Por qué es necesario en este momento? A continuación, esto se
relaciona con el contexto más amplio del libro, que explora cómo son los temas principales del libro
en conjunto y cómo esta sección está conectada con ellos. A su vez, esto plantea la cuestión del
propósito del libro, que se podría describir como la ocasión de la redacción, pero que se puede
identificar de manera más útil con la intención pastoral. Si toda la Biblia consiste en Dios
predicándonos, ¿qué nos dice sobre sí mismo en el contexto y qué se suponía que esto iba a conseguir
con los receptores originales del texto? Si podemos descubrir por qué esta palabra inspirada les fue
dada “a ellos entonces”, esto será de gran ayuda a la hora de construir el puente hasta “nosotros
ahora”. El tercer contexto es la Biblia completa en la cual, comparando Escritura con Escritura, la
contribución única de esta sección nos ayudará a entender su contribución singular y, como cualquier
artesano experto, cortar con la veta de la madera. También asegurará que predicamos el texto en el
contexto de la gracia de Dios en el evangelio y la centralidad de Cristo en toda la revelación.

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Predicar a la persona por completo
El contexto da la aplicación. Esto es lo que permite al expositor conectar con sus oyentes de manera
que haga entender el alimento del texto en la situación vital de la congregación. Por supuesto,
implicará todos los propósitos para los que la Escritura fue dada en un principio: enseñar, reprender,
corregir e instruir en la justicia (2 Ti. 3:16). El llamamiento es a que la mente entienda la verdad, las
promesas y los mensajes de ánimo, así como las órdenes y reprensiones con el fin de que el corazón lo
reciba y se ablande con ello. La posición por defecto del pecador corazón humano es siempre
endurecerse ante la Palabra de Dios, lo cual ocurre de forma bastante natural si negamos o resistimos
la respuesta que pretendía generar. Es aquí donde tomamos decisiones, establecemos prioridades y
determinamos el curso de nuestras vidas. Por tanto, el mayor deseo del predicador es que la Palabra
vaya desde la mente al corazón para activar y dar energía a la voluntad para que se ponga en práctica
en la vida. Es por eso que él ora y ora. La obra de gracia del Espíritu Santo es abrir los ojos que no ven,
los oídos que no oyen y ablandar los corazones endurecidos. El predicador debe ser fiel, hacer el mejor
trabajo posible, pero reconocer complacido que, como Jesús dijo: “separados de mí no podéis hacer
nada” (Juan 15:5). Es un trabajo di"cil, consistente, semana a semana, pero por la oración y el
ministerio de la Palabra (las prioridades apostólicas en Hechos 6:4) la iglesia es transformada.6
El gran valor de la predicación es que puede dirigirse a personas de todas las edades y en todas las
fases de la vida en su presentación. A veces las personas comentan que muchas iglesias evangélicas son
de clase media, pero puede ser debido a que prestan más atención a los grupos de estudio bíblico o a la
consejería uno a uno en lugar de a la predicación pública de la Palabra. Y, sin embargo, la predicación
es el elemento que más edifica a la iglesia. Sentirse a gusto en un grupo de estudio bíblico requiere
habilidades de lectura, análisis de texto, articulación y discusión de ideas que son todas parte de una
educación superior, pero que excluyen a muchos de forma involuntaria. No obstante, todo el mundo
puede escuchar una predicación, siempre que sea clara desde el punto de vista bíblico y se aplique
pastoralmente. Cuando era pastor en Southampton, tuve el privilegio de ver cómo la Palabra
predicada alimentaba y hacía crecer a la iglesia, alcanzando tanto al profesor de la universidad como a
los hombres de las calderas en los muelles de la ciudad con el mismo efecto, ya que por debajo de las
diferencias externas, todos somos pecadores que necesitamos la gracia de Dios y somos santos en
construcción. La Palabra hace el trabajo. Tiene un poder que ninguna otra cosa tiene, simplemente
porque es la Palabra de Dios. “No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis

6 Para mayor ayuda práctica, véase el curso de vídeo “Equipped to Preach the Word” [Equipados para predicar la
Palabra], h#p://www.proctrust.org.uk/equipped

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propósitos” (Is. 55:11).

La palabra hace el trabajo

La iglesia comienza a cambiar bajo la exposición consistente y consecutiva de las Escrituras. Los
individuos comienzan a entender por qué Dios dice lo que dice. Empiezan a sondear “qué profundas
son las riquezas de la sabiduría y del conocimiento de Dios” (Ro. 11:33). Comienzan a ver su relación
con la familia de Dios en todo el mundo y el privilegio de vivir su vida por algo que durará para
siempre. Empiezan a desarrollar nuevas prioridades y a administrar sus recursos personales de forma
diferente. La vida de familia cambia al someterse los unos a los otros por reverencia a Cristo.
Comienzan a desarrollar un punto de vista bíblico riguroso al experimentar la restauración de la
imagen de Dios en sus pueblos y reconocer su soberanía en cada situación en este mundo.
La evangelización también recibe un nuevo impulso, cuando los miembros de la iglesia empiezan a
crecer en la semejanza del Señor Jesús y a reflejar su luz en la multitud de situaciones donde Dios les
ha situado. También se ha dicho que lo que necesita el evangelio no son vendedores engominados, sin
más muestras gratis. No deberíamos subestimar nunca el poder de una vida coherente y santa que
testifica la verdad del evangelio y presenta al salvador a otros. Por desgracia, lo contrario también
ocurre. Hay muchos que tropiezan por la incoherencia del testimonio cristiano, cuando las realidades
de la madurez santa no son evidentes en nuestras relaciones personales. La evangelización brota de la
vida interior (Juan 7:37–39), pero esa vida se alimenta y desarrolla cuando el pueblo de Dios recibe
alimento de predicadores fieles que manejan correctamente la palabra de verdad (2 Ti. 2:15).
La iglesia tiene que mostrar el mayor cambio a la hora de recuperar la confianza en el poder de la
Palabra de Dios, una causa a la que Don Carson ha dedicado su vida de manera infatigable y generosa,
por lo cual damos gracias a Dios. Tenemos que orar por una nueva generación de expositores bíblicos
en todo el mundo que den sus vidas por declarar, explicar y aplicar la poderosa Palabra de Dios. Esto
requiere la convicción expresada recientemente por Tim Keller en su libro sobre la predicación:

La Biblia no dice que Dios habla y después procede a actuar, que nombra y que después procede a dar
forma, sino que las palabras y las acciones de Dios son una misma cosa. Su Palabra es su acción, su
poder divino… Si crees que la predicación de la Palabra es uno de los canales principales de acción de
Dios en el mundo, entonces con sumo cuidado y confianza descubrirás el significado del texto
esperando que el Espíritu de Dios actúe en las vidas de los oyentes.7

7
Christianity Today, 26 de octubre de 2015, presentando a Tim Keller, Preaching [Predicación] (Hodder &
Stoughton, 2015).

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Esta tarea no se podrá completar nunca a este lado del cielo, pero no hay mayor privilegio que
formar parte, aunque sea una parte pequeña, en el plan divino que da vida a toda la creación. El lema
de la Reforma es aún verdadero: “La iglesia reformada siempre en reforma”. Y la conclusión que no es
tan conocida: “según la Palabra de Dios”. De hecho, no hay ninguna otra fuente que permite que esto
ocurra. Cuando habla del proyecto de desarrollo de Dios, que es la iglesia, en su comentario de Efesios
5:25–27, Juan Calvino escribe: “El Señor trabaja día tras día para borrarle sus arrugas y limpiarle las
manchas; de lo que se deduce que su santidad no es aún perfecta. De tal manera, pues, la iglesia es
santa, que va mejorándose de día en día. Luego no es aún perfecta, porque si cada día avanza, no ha
llegado aún al colmo y perfección de la santidad”.8 Oremos para que, en nuestro tiempo, con toda su
confusión y agitación, Dios levante un ejército de predicadores cuyos ministerios de dedicación
persistente y fidelidad a la exposición de las Escrituras cambie primero a la iglesia y después al mundo.

8 Juan Calvino, Institución de la religión cristiana, 4.1.17, (Libros Desa"o, 2012).

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CAPÍTULO 2

Predicador y teólogo: el comunicador cristiano ideal


J. I. Packer

Cuando me pidieron en mi décima década, y justo cuando empezaba a notar los efectos de la
degeneración macular, que escribiese para este libro por el setenta cumpleaños del formidable Don
Carson, me sorprendió. Mi primer pensamiento (reacio) fue que iba a rechazarlo por motivos de edad
y de salud. Lo que presento ahora es una revisión de un artículo que escribí hace más de veinte años.
Aborda un punto que era verdad entonces, es verdad hoy y seguirá siendo así hasta que el Señor
vuelva, específicamente para ser útil a los predicadores pastorales que necesitan un marco teológico
junto con habilidades exegéticas y aplicativas. Estoy seguro que Don estará de acuerdo. ¡Feliz
cumpleaños!
La opinión extendida es que uno puede desempeñar el papel de predicador sin ser teólogo. Este
pensamiento va de la mano con la idea de que uno puede desempeñar el papel de teólogo sin ser
predicador. Me gustaría abordar ambos aspectos juntos, pues ambos son perjudiciales, pero no se
puede dar una patada con los dos pies al mismo tiempo y, en cualquier caso, el título que he elegido me
limita a rebatir la primera. Por tanto, mi objetivo es mostrar lo útil que le resulta a un predicador ser
teólogo.

Teología

Al comienzo de cada año académico en el Regent College, solían pedir a los profesores que
dedicasen unos minutos de su tiempo a la orientación de los nuevos alumnos. Yo solía comenzar con
mi parte del programa declarándome siervo de la Reina, es decir, de la teología, la verdadera reina de
las ciencias y después les describía un retrato robot de la señora a la que declaraba mi lealtad. Hacía
referencia a su vista y explicaba que tiene que llevar gafas, ya que no puede ver nada con claridad a no
ser que mire a través de la lente de las Sagradas Escrituras. Hablaba de su forma e indicaba que tiene
una figura agraciada, es decir llena de gracia, que cuida a través de los hábitos devocionales y
doxológicos del pensamiento centrado en Dios. Y decía que era muy atrevida (la palabra en inglés es
sassy, que es la forma americana antigua para saucy [atrevido]) y que implicaba una desenvoltura que
los estadounidenses admiran (no era así en la Inglaterra de mi juventud, donde sauce quería decir
descaro o insolencia y la expresión “None of your sauce!” era una manera de pegarle un corte a
alguien). Definía el descaro de la teología como un rechazo por mantenerse en silencio cuando a Dios

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se le malinterpreta constantemente y la verdad revelada está en peligro. Entonces, les exhortaba
explicando que estas características deberían estar presentes en todos los siervos de la Reina, sobre
todo, en aquellos que tenían la intención de predicar. De esta forma intentaba preparar a los novatos
para sus futuros estudios.
Al describir su imagen, como hacía en la primera clase de teología, podríamos decir que, aunque la
Reina no siempre va bien vestida en público, cuando lo hace es de lo más impresionante. La verdad, la
sabiduría, la devoción, la amplitud, la claridad y la funcionalidad son, por tanto, los temas más
importantes de su conjunto y el conjunto en sí consiste en diez disciplinas relacionadas, basadas en la
Biblia y que se apoyan las unas a las otras. La primera es la exégesis, para la que la pregunta siempre es:
“¿Qué quería transmitir este o ese texto bíblico a sus lectores?”.1 La segunda es la teología bíblica, cuya
pregunta es: “¿Cuál es la enseñanza de este o ese libro y el mensaje completo de los libros canónicos
respecto a este o ese tema?”. La tercera es la teología histórica, el pegamento que une la historia de la
iglesia, explorar cómo los cristianos en el pasado pensaban sobre ciertas verdades bíblicas. La cuarta
es la teología sistemática, la cual replantea la teología bíblica con la ayuda de la teología histórica con el
fin de reformular la fe, tema por tema y en conjunto, en relación a los intereses, suposiciones,
preguntas, esperanzas, miedos e incertidumbres actuales en la iglesia y el mundo de hoy en día. La
quinta es la apologética, que tiene como fin recomendar y defender la fe como racional y verdadera
frente a la incredulidad, las ideas equivocadas y la perplejidad actuales. La sexta es la ética, que
sistematiza los estándares de la vida cristiana y los lleva a cabo y aplica a casos particulares. La séptima
es la teología espiritual, a veces conocida como la teología devocional o ascética o la espiritualidad
cristiana, que estudia cómo entender y mantener la comunión santificadora con Dios. La octava en la
misiología, que tiene como fin tratar la manera en la que el pueblo de Dios debería considerar y
abordar la extensión del evangelio, la plantación de iglesias y las tareas para crear bienestar superando
las barreras culturales. La novena es la liturgia, que se pregunta cómo se adora mejor y con más
sinceridad a Dios y cómo se puede lograr que las iglesias existentes adoren de verdad. La décima es la

1 “El exegeta que hace su trabajo de manera correcta siempre formula la pregunta: ¿Cuál es el punto? ¿Hacia qué
se dirige el autor? Eso es, siempre está planteando la pregunta del propósito del autor. Al mismo tiempo, también
se espera que esté formulando preguntas sobre el contenido, preguntas de lexicogra"a, sintaxis, contexto y así
sucesivamente. Además, tiene cuidado de no realizar una sobreexégesis, por ejemplo, encontrar algo que dejaría
perplejo al autor que informase que otro lo ha encontrado en su escrito, o construir una teología sobre el uso de
las preposiciones o descubrir el significado en lo que no se ha dicho” en Gordon Fee, “Hermeneutics and Common
Sense” [Hermenéutica y sentido común], en Roger R. Nicole y J. Ramsey Michaels [eds.], Inerrancy and Common
Sense [Inerrancia y sentido común] (Baker, 1980), 178.

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teología práctica, que incluye la teología pastoral, la familiar y la política a medida que explora cómo
promover la obra y la gloria de Dios en el hogar, la iglesia y la sociedad.
La teología vestida del todo en lugar de la teología medio vestida, si lo puedo expresar así, será
competente en todas estas disciplinas. A menudo describen la teología como los estudios
cuadrilaterales bíblicos, históricos, teológicos y prácticos, pero el análisis de las diez disciplinas es más
preciso.2 La educación teológica ha asimilado este análisis y ha construido su programa en
consecuencia.
El centro de atención del atuendo de la Reina es la teología sistemática, que extrae su materia prima
de las tres primeras disciplinas y sirve a la iglesia proveyendo recursos procesados de las últimas seis.
Se denomina sistemática no porque trabaje estableciendo deducciones especulativas sobre Dios o
reduciéndole tanto como para disolver el misterio de su ser y haciendo que sea más manejable para
nuestras mentes finitas (estos dos procedimientos falsificarían la realidad), sino debido a que asume
todas las verdades, visiones, valoraciones y amonestaciones con las cuales el Espíritu Santo alimenta a
la iglesia a través de las Escrituras y pretende considerar el conjunto de estas de forma clara, coherente
y ordenada. Separa los siete campos temáticos principales: la revelación, Dios, el hombre, Cristo, el
Espíritu Santo, la iglesia, el futuro. 3 Asimismo, explica todo lo que se encuentra en la Escritura sobre
cada campo. En el pasado, denominaban a esta disciplina teología dogmática y tenía la labor de
analizar, concretar y, donde fuese necesario, restructurar las verdades bíblicas a las que la iglesia se
había comprometido a mantener y enseñar en las declaraciones de su credo y confesión. El nombre no
derivaba del dogmatismo o rigidez como un estilo personal entre los teólogos (¡aunque parezca
mentira!), sino de dogma, una palabra griega que significada lo que ha sido decidido. Sin embargo, me
parece a mí que sistemática es el mejor término debido tanto a que el objetivo es explicar la verdad
revelada como a que todo lo que enseña la Biblia concierne a la teología, sin importar si el credo de la
iglesia lo incluye o no.

2 Para un análisis cuadrilateral, véase la discusión por Edward Farley, !eologia: !e Fragmentation and Unity of
!eological Education [Teología: la fragmentación y la unidad de la educación teológica] (Fortress, 1983).
3 Los libros de texto de la teología sistemática siguen en general un orden de siete partes con algunos ajustes
menores, véase, por ejemplo, Bruce Milne, Conocerán la verdad (Ediciones Puma, 2009); Millard J. Erickson,
Teología sistemática (Editorial Clie, 2008); James Montgomery Boice, Fundamentos de la fe cristiana (Editorial
Unilit, 1996); "omas C. Oden, Systematic !eology, 3 vols. [Teología sistemática] (Harper & Row, 1986–92); J. I.
Packer, Teología concisa (Editorial Unilit, 1998); Wayne Grudem, Teología sistemática (Editorial Vida, 2007; John
M. Frame, Systematic !eology [Teología sistemática] (Presbyterian & Reformed, 2013); Anthony C. "iselton,
Systematic !eology [Teología sistemática] (SPCK; Eerdmans, 2015).

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La teología sistemática se mueve entre, y en general combina, tres estilos de pensamiento y
discurso, cada uno de los cuales necesita que se les aprecie de manera separada según el trabajo que
realiza. Son el kerigmático, que explora en detalle la pregunta “¿Qué nos dice la Biblia?”, el confesional,
que estudia en términos contemporáneos, con todo tipo de interacciones, la pregunta “¿Cómo debería
la iglesia defender esto y que la escuchen?”, y el filosófico, que indaga en términos lógicos sobre la
pregunta “¿Cuál es el significado exacto de estas afirmaciones bíblicas y eclesiásticas?”. Para tener
éxito en la primera modalidad, lo más importante es escuchar lo que dice la Biblia. Para tener éxito en
la segunda, lo que importa es escuchar al mundo. Para tener éxito en la tercera, lo que cuenta es si
escuchamos a los expertos de la lengua y de la comunicación. Podríamos describir estos tres estilos, si
continuamos aplicando nuestra ilustración, como tres tonos en la gama de colores del atuendo de la
Reina. Debemos fijarnos que los términos técnicos pertenecen sobre todo a los estilos dos y tres, en los
que su papel consiste en señalar las gemas expuestas en particular en el lenguaje bíblico por el estilo
uno.
La cuestión es que la teología sistemática provee la materia prima para las disciplinas cinco a diez,
que se enumeraron anteriormente, y muestra con claridad que la teología sistemática es para la salud
de la iglesia lo mismo que la dieta para la salud del cuerpo: la salud se resiente si no ingerimos el
alimento adecuado. Todos los aspectos del cristianismo práctico se debilitarán si descuidamos lo
“sistemático”. La historia cristiana ha visto muchos movimientos orientados hacia la experiencia que
han reaccionado en contra del supuesto intelectualismo improductivo de la teología. Estos
movimientos creyeron que podían sobrevivir sin un estudio teológico serio y han disuadido a sus
seguidores de que lo llevasen a cabo. A corto plazo, mientras vivían de los recursos teológicos traídos
de fuera por los fundadores, a menudo canalizaban la vida espiritual de manera impactante, pero con
el paso del tiempo, una y otra vez, han degenerado en los viejos errores y formas de desequilibrio y
atrofia que, debido a la falta de recursos teológicos, no han podido corregir con eficacia y eso ha
impulsado al resto de la iglesia a apartarse de ellos. “Nunca nadie ha tratado de acabar con la lógica,
pero la lógica ha acabado con él” es un dicho atribuido a A. S. Pringle-Pa"ison4, se puede decir algo
parecido sobre la teología sistemática.
El retrato previo de la Reina de las ciencias es, sin duda, el ideal. En la práctica, los teólogos
sistemáticos a menudo no alcanzan este ideal al pasar por alto o al ignorar datos bíblicos, o al
manejarlos en términos de un paradigma distorsionado del conocimiento o de la verdad que se
extiende o bien en la iglesia o bien en el mundo o bien en ambos. Fundamentalmente, solo hay tres

4 Lo encontré citado sin referencia en Paul King Jewe", Emil Brunner’s Concept of Revelation [El concepto de
revelación de Emil Brunner] (James Clarke, 1954).

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métodos de procedimiento en el trabajo teológico: el que hemos estudiado, que yo denomino biblista.
En segundo lugar, aquel que recurre a las supuestas declaraciones infalibles de la iglesia como la
norma definitiva, a este método lo denomino tradicionalista. Y el procedimiento que examina las
liberaciones de las Escrituras y la historia del pensamiento cristiano a la luz de las opiniones seculares
contemporáneas, trata los dictados de la razón teológica, la conciencia o el conocimiento religioso
inmediato como la verdad de Dios para ese momento, un método que denomino subjetivismo. Nadie
puede estudiar teología sin llegar a considerar dos de los tres como totalmente erróneos, pero deslices
inconsistentes de vez en cuando pueden adulterar cualquiera de los tres en el nivel de método. Por
tanto, con la ayuda de Dios, aquellos que de forma correcta siguen el método biblista lo mejor que
pueden tienen la obligación de autoevaluarse (en lo que se refiere a nuestro impulso, la Reina se
examina a sí misma a través del espejo de las Sagradas Escrituras) y autoreformarse (la Reina se
arregla a sí misma cuando ve lo que tiene que cambiar en el espejo). Digo que “lo mejor que pueden”,
ya que en este mundo nunca deberíamos esperar alcanzar un punto en el que la iglesia y los cristianos
no tengan nada que corregir o asimilar respecto a sus convicciones. Tal perfección corresponde al
cielo y no se da aquí.
Sin embargo, todos necesitamos aquí y ahora la mejor teología que podamos conseguir. Cada vez
que mencionamos a Dios nos convertimos en teólogos y la única cuestión es si vamos a ser buenos o
malos teólogos. Esto afecta tanto al pensamiento como a la vida. Como han afirmado autores en el
pasado y como mostró el análisis de las diez disciplinas, la teología es un estudio “teórico práctico”, “la
ciencia de vivir bendecidos para siempre”,5 como lo definió de forma espectacular el puritano William
Perkins. Como estudio crítico y analítico de las pruebas de la revelación sobre la realidad (Dios y la
vida bajo Dios) y como un organismo intelectual desarrollado que interpreta y prescribe la condición
humana según su propia percepción de la realidad, la teología se puede asimismo denominar una
ciencia, con una vida enriquecida por Dios como su objetivo final.
En primer lugar, conduce a una compresión mayor de la Biblia, al darnos una visión general
ordenada de lo que se puede demostrar en la Biblia y, de este modo, nos dice qué debemos buscar en le
Biblia. Cuando mi esposa y yo caminamos en el campo, ella ve mucho más que lo que yo veo, no
porque sus ojos funcionen mejor que los míos, sino porque es una naturalista que reconoce pájaros,
árboles, plantas, animales pequeños y mucho más cuando los ve. Yo, por el contrario, veo sin
comprender o como Sherlock Holmes lo expresó al criticar al Dr. Watson, sin observar. Para
asegurarnos, la situación se invierte cuando inspeccionamos locomotoras de vapor antiguas: todo lo
que mi esposa sabe es que son calderas de agua con ruedas, autopropulsadas, pero yo, que deseaba ser

5 Ian Breward (ed.) William Perkins (Su"on Courteney, 1970), 177.

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maquinista, sé acerca de ellas mucho más que eso y, por lo tanto, veo mucho más a la hora de
observarlas que ella. El punto es que el conocimiento teórico previo te permite observar más de lo que
hay. En el estudio bíblico, los que no son conscientes de la teología tienen más probabilidades de
ignorar el significado de lo que leen. Es por esa razón que Calvino confeccionó la segunda y siguientes
ediciones de su Institución de la religión cristiana como una preparación para investigar las propias
Escrituras.6 Con esto, mostró tener más sabiduría que algunos de los teóricos de lo que hoy en día se
llama “estudio bíblico inductivo”, que dice que “observemos”, pero no nos da ninguna orientación
teológica que nos ayude a llevarlo a cabo.
Desde la Reforma, el principio fundamental de la interpretación bíblica entre los protestantes ha
sido Sacra Scriptura sui ipsius interpres: las Sagradas Escrituras son su propio intérprete, se interpretan
a sí mismas. La idea es que la interpretación correcta producirá una coherencia y consistencia
racionales que ya están en el texto, debido a que todo proviene de una sola mente divina y se puede
confiar en Dios el Espíritu Santo no se ha contradicho a sí mismo a la hora de dirigir la redacción de
sesenta y seis libros. La suposición es válida y el método es correcto, pero podremos avanzar mucho
más rápido si disponemos de una teología de nivel catequístico, es decir, una visión general clara y
procesada de la enseñanza bíblica como conjunto, en la que se resalta el énfasis principal, que nos
permitirá ver aquello que examinamos en cada pasaje bíblico. Sobre todo, esto ocurre con las
declaraciones bíblicas acerca de Dios, donde cada sustantivo, adjetivo y verbo que se usa sobre Dios
(esto es que Dios, el autor principal del texto, usa de sí mismo) tiene un sentido que difiere hasta cierto
punto del que tiene cuando se aplica a seres humanos. El ajuste apropiado que debemos ejecutar
consiste en abandonar las asociaciones de finitud y limitación moral y reemplazarlas con las nociones
de auto existencia infinita y gloria moral que algunos pasajes atribuyen a Dios de manera explícita. El
estudio bíblico inductivo, sin duda, avisa de la necesidad de este ajuste cuando uno continúa
comparando las Escrituras con las Escrituras a lo largo de los años. No obstante, nuestra compresión
avanza con más rapidez cuando la teología lo manifiesta y lo ejercita desde el principio. Desde este
planteamiento, hablar de la teología como la ciencia del estudio bíblico es tanto verdadero, así como
iluminador.

6 Es de esta manera que Calvino explica el papel de su Institución, desde la segunda edición en adelante: “Mi único
propósito ha sido… instruir a los que quieran entregarse al estudio de la teología. Mi objetivo ha sido facilitarles el
acceso a la santa Escritura… En efecto, creo que he sintetizado los diferentes elementos de la religión cristiana en
el orden deseado, de manera que quien haya entendido bien mi método de enseñanza podrá fácilmente formarse
una opinión y determinar qué es lo que debe buscar en la Escritura y con qué objetivo”, Juan Calvino, Institución
de la religión cristiana, 4.1.17, (Libros Desa"o, 2012).

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En segundo lugar, la teología nos enseña cómo aplicar la verdad revelada para que guíe nuestras
vidas. De este modo, la teología guía nuestros pasos, nos concede una visión y estimula nuestra
adoración, mientras que al mismo tiempo desinfecta nuestras mentes de las ideas inadecuadas,
distorsionadas y corruptas de Dios y de la santidad que vienen de manera natural a nuestro
pensamiento caído. Estas ideas, si no son las correctas, nos confundirán y nos detendrán, quizás
incluso nos aparten del todo, en nuestra práctica cristiana y, sin duda, serán una piedra de tropiezo
para aquellos a los que queremos ayudar. Antes de llegar a ser médico o mecánico, uno necesita una
base teórica exhaustiva, en un caso de la fisiología y la patología, en el otro caso de los mecanismos y
el mantenimiento de coches. Sin esa base, es inevitable causar algún daño, incluso quizás causar
mucho daño. De manera similar, necesitamos una base teórica apropiada en la vida de la fe y la
obediencia antes de que podamos vivir esa vida de forma consistente o ayudar a nadie a vivir así. Sin
embargo, si la teología nos guía, empezaremos a experimentar “la vida bendecida por siempre” en
paz, esperanza, gozo y amor hacia Dios y seremos capaces de ayudar a otros a llevar esa misma
existencia sobrenatural.
Los enriquecimientos que conlleva la teología son cruciales para todos los cristianos, pero sobre
todo para los predicadores, como veremos.

Predicar

Ahora tenemos ante nosotros una explicación teológica de la teología desde el punto de vista
formal. En esta sección se presentará una explicación similar sobre la predicación.
¿Qué es la predicación? Desde la perspectiva sociológica e institucional, la predicación se define en
términos de púlpitos y bancos de iglesia, reuniones y programas y expectativas satisfechas en mayor o
menor medida por el monólogo de un líder establecido. Sin embargo, nuestro enfoque bíblico y
teológico nos lleva a una definición según el propósito divino más que según la actuación humana.
Por tanto, la definición que surge es: la predicación es la comunicación encarnada de Dios, profética,
persuasiva y poderosa, es decir, llena de poder. Me explico.
En primer lugar, la predicación es comunicación. Dios, nuestro hacedor y redentor, está
constantemente hablando su palabra a los seres humanos y, en particular, a su propio pueblo que cree
en Él. Esa palabra es su mensaje de gracia para los pecadores, la cual habló de forma definitiva en y a
través del proceso revelador y redentor centrado en Cristo que la Biblia registra. Y ahora habla de
forma definitiva en y a través del propio registro bíblico. Dios se deja conocer al contarnos cosas
específicas sobre sí mismo y sobre nosotros en relación con él, por consiguiente, nos invita y nos lleva
al arrepentimiento, la fe, el amor y la nueva vida de una relación cordial restaurada con Él. El texto de

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la Biblia, el cual según esta perspectiva se puede describir como Dios predicándonos a nosotros, es la
forma fundamental de esta comunicación y los mensajes de los predicadores que transmiten con
fidelidad los elementos del mensaje total de Dios constituye la forma derivativa. Jesucristo, el hijo de
Dios encarnado, crucificado, resucitado, ascendido, reinando y regresando, en el foco principal de la
comunicación de Dios. La nueva relación del pacto de Dios con nosotros a través de Cristo es el
objetivo inmediato anunciado. Y la santificación de toda la vida bajo Cristo para la gloria de Dios y la
bendición de la humanidad en su objetivo último. Los predicadores son solo predicadores, eso quiere
decir, que son mensajeros de Dios, siempre que entiendan estas cosas, las mantengan a la vista y las
conviertan en el fundamento básico de sus propios mensajes. Los predicadores que transmiten algo
diferente o algo menos fallan a la hora de comunicar el mensaje de Dios y eso significa que no son
predicadores en el sentido teológico de la palabra. Sin duda, pretenden serlo, pero no tienen éxito.
En segundo lugar, la predicación es comunicación profética. Los profetas de los tiempos bíblicos
eran los portavoces y los altavoces de Dios. Transmitían mensajes oraculares y visionarios,
admonitorios, perentorios y reveladores, que Dios les había dado: no eran la fuente, sino el canal. El
predicador cristiano ha de funcionar de la misma manera. Recuerda que lo hará de un modo didáctico,
como los apóstoles, que hablaban como maestros a los que Dios había enseñado, en lugar del modo
dualístico de los profetas, cuyo ministerio de instrucción se limitaba a ser mensajeros fieles de Dios, en
quienes podía confiar para transmitir sus oráculos palabra por palabra. Sin embargo, al considerar
que su labor es confrontar a las personas no con sus propias ideas, sino con los contenidos de la Palabra
de Dios, el predicador cristiano se posicionará en la sucesión de los profetas. Las palabras del hombre
que predica deben contener la palabra de Dios que habla.
Por tanto, parece que toda predicación verdadera es interpretación bíblica, es decir, es la aclaración
y la aplicación de la “palabra escrita de Dios”.7 La predicación conlleva expresar el mensaje de Dios
mismo en su nombre, es decir, como su representante. Esto solo nos es posible, con nuestras mentes
torcidas por el pecado, cuando tratamos de repetir, reafirmar y reaplicar el testimonio definitivo de
Dios a sí mismo en las Sagradas Escrituras. La interpretación bíblica corresponde a la exégesis
teológica del texto, en relación con el resto del organismo de la verdad revelada, con los propósitos
definidos en las Escrituras respecto a la enseñanza, el discernimiento de nuestros defectos, la
corrección y la formación en la justicia (véase 2 Ti. 3:16–17). Tal interpretación aplicativa coincide con
la naturaleza y el propósito de todos los libros canónicos en la manera en la que los autores humanos
los concibieron y es, de hecho, la manera más fiel y sensata de manejarlos que se haya imaginado
nunca. Merece la pena parar un momento e ilustrar esto.

7 Artículo 20 de los Treinta y nueve artículos de la iglesia de Inglaterra.

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En su carácter como portavoces de Dios, los profetas proclamaron, y después pusieron por escrito,
los mensajes que eran básicamente exhortaciones de Dios para que Israel volviese al arrepentimiento,
la justicia, la fidelidad y la verdadera adoración. Estas deben inspeccionar el corazón de los cristianos,
así como hicieron con los corazones de los santos y pecadores del Antiguo Testamento y, del mismo
modo, los verdaderos predicadores las aplicarán.
En su labor como agentes y embajadores enviados por Cristo (véase 2 Co. 5:20), los apóstoles
escribieron cartas de exhortación y dirección, sermones epistolares, para que los cristianos siguiesen
por el buen camino. Dios espera que hagan esa misma labor para nosotros hoy en día y los verdaderos
predicadores los usarán como corresponde.
Los historiadores del Antiguo Testamento, a los que los judíos denominan con perspicacia antiguos
profetas, contaron cómo Dios se relacionaba con las personas y las naciones de una manera que, sin
duda, pretendía provocar la adoración y enseñar lecciones sobre la fe y la obediencia, por una parte, y
sobre la incredulidad y la desobediencia por otra. Estas lecciones tenían el fin de moldear y dar forma
a las vidas de los lectores para Dios y los predicadores las ejecutarán hoy en día con ese fin.
Si inspeccionamos los Evangelios, veremos que no son memorias ingenuas de Jesús (como se llegó a
pensar), sino cuatro selecciones cuidadosas de historias sobre sus palabras, acciones, sufrimientos,
organizadas y dispuestas de tal modo que el “evangelio”, las noticias transformadoras de un salvador
divino, se hará evidente en la mente y el corazón de un lector reflexivo. Los verdaderos predicadores
sacarán esto a la luz y dedicarán todas sus energías a hacer que esto sea posible.
Los libros de la sabiduría (de los cuales se dice correctamente que los Salmos nos enseñan a adorar,
los Proverbios a vivir, Cantar de los Cantares a amar, Job a soportar y Eclesiastés a disfrutar) son una
predicación didáctica en esencia y deberían explicarse en consecuencia.
Así, podemos continuar. Cuando Pablo dijo que “todo lo que se escribió en el pasado se escribió
para enseñarnos, a fin de que, alentados por las Escrituras, perseveremos en mantener nuestra
esperanza” (Ro. 15:4),8 su idea era que Dios quería que todos los libros del Antiguo Testamento fueran
relevantes en su predicación a los primeros cristianos. Así que toda la Biblia en sí misma debe
predicarse, considerarse y percibirse en toda nuestra predicación. El Directorio de Westminster para
la adoración pública tenía razón a la hora de requerir que los predicadores, cuando sacasen un punto
del texto, trabajasen para que los oyentes viesen “cómo Dios lo enseña desde allí”,9 es decir, mostrar

8 Las citas bíblicas de este capítulo en inglés son de la New International Version a no ser que se especifique lo
contrario. En español, se ha empleado la Nueva Versión Internacional, Castilian.
9 “El Directorio para la adoración pública de Dios y la forma presbiteriana del gobierno de la iglesia” publicado
por CreateSpace Independent Publishing Platform en 2014.

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que lo han sacado del texto sagrado, y no que lo han inferido al texto. Esta es la verdadera dimensión
profética de la predicación.10
En tercer lugar, la predicación en una comunicación persuasiva. La persuasión, por una buena
causa, expresa tanto respeto por otros como seres racionales, así como la preocupación por su
bienestar como personas que no están al corriente del camino de la verdad y la sabiduría. La
persuasión fue la palabra que Pablo empleó para describir su ministerio evangelístico (“tratamos de
persuadir… os rogamos… os rogamos”, 2 Co. 5:11, 20; 6:1) y también es la misma palabra que Lucas
usó para describirlo (Hechos 18:4; 19:8; 28:23). Aunque la Biblia deja claro que solo el poder de crear de
Dios puede cambiar corazones y generar fe y fidelidad, también deja claro que la persuasión es el
medio que debemos usar si queremos ver vidas transformadas. La persuasión cristiana es una cuestión
de aportar razones objetivas y cautelares para aceptar la fe y el comportamiento propios del
discipulado de Jesucristo y, entonces, de promover los mandatos, promesas, avisos y las garantías de
Dios con la idea de obtener en el oyente o en los oyentes (o si es por escrito, en los lectores) una
respuesta positiva. La predicación no consiste en golpear o intimidar, sino en persuadir. Esta última es
el único estilo apropiado, el camino del amor patente y paciente.
En cuarto lugar, la predicación es comunicación llena de poder. La referencia aquí no es a gritar
fuerte, golpeando el púlpito para enfatizar o cualquier otra manifestación de energía exagerada, sino
que se refiere a la manera en la que Dios se complace en unir el ministerio del Espíritu Santo con el
ministerio de la Palabra, de modo que el mensaje proclamado traspase el corazón de los oyentes. Pablo
habla de ello cuando dice que en Corinto, donde la gente esperaba que fuese un erudito itinerante que
alardease de sus enseñanzas, decidió mantener “el testimonio de Dios… Jesucristo, y de éste
crucificado. No os hablé ni os prediqué con palabras sabias [está siendo irónico y quiere decir
‘cautivante frívolamente’] y elocuentes, sino con demostración del poder del Espíritu, para que
vuestra fe no dependiera de la sabiduría humana, sino del poder de Dios” (1 Co. 2:1–5). Se refleja aquí
la suposición de que, al ser otras cosas iguales, el Espíritu Santo dará al predicador el regalo de
entender y declarar de manera que la palabra dicha tendrá un impacto espiritual y dará lugar a frutos
espirituales. Por experiencia, hay otras cosas que no siempre son iguales. El mensaje del predicador, el

10 En las reuniones sobre la predicación de 1570, la reina Isabel I le dijo al arzobispo Grindal que suprimiese lo que
se denominaban profecías y el primer libro de texto de la Reforma sobre la predicación en Inglaterra fue El arte de
profetizar de William Perkins, en inglés se puede encontrar en (!e Workes of that Famous Minister of Christ in the
Universitie of Cambridge, Mr. William Perkins [Las obras de ese famoso ministro de Cristo en la Universidad de
Cambridge, el señor William Perkins], 1617, vol. 2, 646–673; breve fragmento en Breward, William Perkins,
325–349; reimpresión completa, Banner of Truth, 1996, 2011).

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corazón, la vida y el enfoque de la situación particular de una predicación puede no centrarse lo
suficiente en Cristo y ser perjudicial en muchos sentidos. Quizás falló a la hora de ser claro o a la hora
de encomendarse de forma creíble como un siervo serio y humilde de Jesucristo. Quizás se crea
autosuficiente y no haya orado por la predicación. Si da la impresión de ser un formalista mecánico
que no comunica con el corazón o como una persona egocéntrica, manipuladora y de poca confianza,
o como un actor complaciendo de manera irreal con el dramatismo y la retórica en el púlpito, es poco
probable que se produzca ningún impacto espiritual. Los factores en los oyentes, así como en el orador
pueden también apagar al Espíritu. Sin embargo, allí donde se desata el Espíritu, el poder de Dios
estará presente para trabajar con y a través de la Palabra, y este impacto será para Dios.
En quinto lugar, la predicación es comunicación encarnada. Phillips Brooks lo indicó cuando
declaró que la predicación es la verdad a través de la personalidad, aunque yo creo que la palabra
“persona” expresaría esa idea con más precisión. La cuestión es que el predicador ineludiblemente es
parte del mensaje. A través de su conducta, debe ser modelo tanto de la autoridad de las verdades que
comunica, así como de la respuesta que quiere que provoquen. No hay ningún sustituto para esto: la
realidad espiritual en el sentido definido es obligatorio. Los predicadores deben buscarlo, pero solo los
oyentes sabrán si lo han encontrado. No obstante, sin esto la predicación en el sentido teológico no
tiene lugar y, de este modo, es necesario que el orador se pregunte al final del sermón: “¿He
predicado?”.

Predicador y teólogo

Tras haber observado, al menos en un esquema teológico formal, en qué consisten esencialmente la
teología y la predicación, ahora puedo desarrollar el punto hacia el que me he dirigido desde el
principio. En concreto, que un predicador tiene que ser teólogo de algún tipo para poder llevar a cabo
su trabajo.
Aquí hago un gran número de suposiciones. La primera es que el predicador es un líder
congregacional, reconocido como tal, a quienes las personas consideran la personificación del
verdadero cristianismo y cuya predicación establece estándares tanto para él como para sus oyentes.
La segunda es que su papel le convierte en el agente principal en la formación teológica y espiritual de
aquellos a los que predica con regularidad y que debe responder ante Dios por la estrategia de
enseñanza y aplicación que pone en práctica como medio para ese fin. La tercera es que la enseñanza
con aplicación, es decir, la predicación en el contexto de la adoración es el medio principal de
formación espiritual de la congregación, sean cuales sean los otros momentos o métodos de
instrucción que estén programados en su vida. La cuarta es que el empuje anti intelectual de la

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Edición., Ágora (Barcelona, España: Andamio, 2018).
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religiosidad en la iglesia y el relativismo del mundo ha abandonado las congregaciones del siglo XXI.
Asimismo, los cristianos, que forman dichas congregaciones, están mucho menos preocupados por la
verdad doctrinal de lo que deberían, de manera que se ha de crear conciencia y deseo por aprender la
Palabra de Dios. La quinta es que todos los miembros de las congregaciones occidentales modernas se
enfrentan de forma constante a opiniones y sistemas de valores pervertidos, tales como el
anticristianismo de los testigos de Jehová, los mormones, el islam y la Nueva Era, el catolicismo con
un cristianismo en baja forma, el liberalismo protestante con un cristianismo suavizado o incluso
eliminado y el hedonismo, materialismo y escepticismo poscristianos transmitidos por los medios de
comunicación y las películas, así como por los libros, obras de teatro, periódicos, revistas, escuelas,
universidades y políticos que se juntan para dar lugar a los líderes de opinión del futuro. Hay que
enseñar a los cristianos cómo resistir el impacto del lavado de cerebro de estas aberraciones. El
predicador actual se enfrenta a la formidable tarea de la educación cristiana adulta y debe planear las
estrategias del púlpito de manera que enseñe a distinguir frente a la desviación y la fuerza al ser fieles
a la verdad. En estos tiempos, no es suficiente que los sermones sean declaraciones aisladas, por muy
nobles que sean. Tienen que dar lugar a una programación que cubra todo el frente de desa"os para
revelar la verdad, así como todo el panorama de la verdad en sí misma. Lo importante no es si se
presentan los sermones en términos de la programación, sino que el predicador se haga cargo de su
responsabilidad instructiva y formativa y predique según su propia estrategia planeada para
cumplirla.
Mi propuesta es que no puede esperar cumplir con este requisito de forma total a no ser que se sepa
manejar por los campos de la teología sistemática, apologética, ética y vida espiritual. Debe conocer
bien las implicaciones de la perspectiva centrada en Dios de este mundo y de la vida en él. Debe ser
experto sobre el daño provocado al pensamiento y la naturaleza moral de la humanidad por el pecado,
la alergia en contra de Dios en nuestra estructura caída que controla nuestra existencia pre
regenerada. Requiere un entendimiento minucioso del plan de salvación de Dios a través de Jesucristo,
el mediador, y de la obra regeneradora del Espíritu Santo en sus aspectos intelectuales, volitivos,
emocionales y transformativos. Tiene que tener una claridad especial sobre lo que implica una vida
cristiana auténtica de fe, arrepentimiento, esperanza, amor, sacrificio, humildad, dependencia,
agradando, adorando y glorificando a Dios. La vida de una perseverancia fiel bajo la presión y de una
guerra espiritual constante contra el mundo, la carne y el diablo. La vida de oración al Padre y al Hijo,
y en comunión con ambos. La vida de santificación y servicio, adoración y seguridad a través del
ministerio interno del Espíritu Santo. Tiene que conocer, y ser capaz de mostrar, lo que implica, no
solo en la esencia, sino también en la superficie, cumplir los estándares, actitudes cristianas y un estilo

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de vida diferenciado en un mundo de religiones e ideologías confrontadas por una parte y, por otra, la
irreligión y desmoralización en aumento. En medio de todas las corrientes que se cruzan en nuestra
cultura bien sacudida, tiene que ser capaz de comunicar en y a través de su exposición, es decir, dejar
que la Biblia comunique a través de él, una visión sostenida de una vida cristiana constante, triunfante
que teme y honra a Dios. Me atrevo a afirmar que, si no es de alguna forma teólogo, aprendiendo de
forma permanente sobre las diez disciplinas enumeradas anteriormente debido a que las considera
fundamentales en la vida pastoral, la tarea le resultará demasiado complicada.
Esto es debido, en primer lugar, a que solo la teología como ya se ha descrito asegurará que nuestra
predicación trate de lo adecuado. Todos los que predicamos tenemos algunos temas preferidos sobre
los que nos gusta insistir y otras áreas que desatendemos de forma permanente ya que nos interesan
menos y nos sentimos tentados a dejar el pensamiento y enseñanza necesarios a otras personas. Sin
embargo, el mandato pastoral del predicador, como el de Pablo, es “he proclamado… todo el propósito
[consejo, plan, propósito, intención, requisitos] de Dios” (Hechos 20:27). La esencia y el empuje de
nuestros sermones no solo debe venir de una visión personal y de la emoción por un tema conocido o
de un entusiasmo reciente, además de nuestro sentido general de lo que puede ser bueno para algunas
personas, sino también de un conocimiento centrado de toda la verdad revelada. Debemos conocer
cuáles son las raíces, el tronco y las ramas principales del árbol de la doctrina cristiana: la soberanía de
Dios en la creación, la providencia y la gracia. Las cuestiones específicas de la Trinidad en el credo de
los apóstoles. La justificación solo por fe a través de la expiación sustitutiva de Cristo. La salvación solo
por gracia a través de la obra regeneradora del Espíritu Santo. La centralidad de la iglesia en los
propósitos del Padre. El regreso de Cristo para juzgar y la certeza de que la gloria del cielo o la miseria
del infierno serán el destino final de todo el mundo. Estos principios fundamentales deben enseñarse
fiel y minuciosamente, del mismo modo que los principios básicos de nuestra fe espiritual en casa, en
la iglesia y en el mundo. Los elementos adicionales de la tarea del predicador son rebatir las nociones
equivocadas a medida que uno avanza y mostrar que el cristianismo es una fe que tiene la lógica de su
parte. La medida en la que esto se lleva a cabo en cada ocasión dependerá del texto y de la opinión del
predicador de lo que necesita la congregación que, aunque de cierto modo es fortuito, la mayor parte
está programada. Debería expresar de forma explícita que al decir estas cosas no tengo en mente
conferencias de temas teológicos en el púlpito (en mi opinión, eso nunca estaría bien), sino más bien
sermones bíblicos expositivos, presentados desde la perspectiva adecuada. Sin embargo, a no ser que
nuestra preparación para la predicación regular incluya el estudio teológico, es probable que no se
cumplan las indicaciones anteriores. Aquellos que predicamos deberíamos asimismo examinarnos en
este punto antes de continuar con los argumentos.

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En segundo lugar, solo la teología como se ha descrito asegurará la precisión a la hora de exponer. Un
aviso para nosotros es la historia del predicador sin formación que tomó el texto: “¿Cómo
escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande?” (Heb. 2:3) y anunció que sus puntos
principales serían (1) la grandeza de la salvación y (2) maneras de escapar si la descuidamos. La
exposición tiene que ser precisa. Debido a que el predicador explica lo que el texto significa para
nosotros hoy en día, y no se detiene en lo que significa para los primeros lectores, él, en lugar del
comentarista académico, es el verdadero intérprete de la Biblia. No obstante, llegamos al significado
actual a través del significado histórico y si bien la exégesis inductiva del texto en su contexto es el
método con autoridad final para lograr esto, la teología sistemática, que es una compilación de los
descubrimientos de generaciones de estudiantes bíblicos, nos apuntará de manera constante hacia la
dirección correcta. Por tanto, los comentarios de Donald Macleod sobre la descripción de Jesucristo,
el Hijo de Dios, como “el primogénito de toda creación” (Col. 1:15) son correctos: “Todo lo que la
iglesia aprendió en la controversia arriana nos prohíbe tolerar cualquier exégesis que pone en peligro
tanto la preexistencia como la deidad (estado de creador) del Salvador”.11 Para estar seguros, las
referencias en la carta en sí a la plenitud de Dios en Cristo (1:19; 2:9) confirman el error de la exégesis
arriana, que convertía al Hijo en la primera y la más noble criatura. Se le conoce como “hijo” como un
título honorífico de cortesía, pero no se debe despreciar la guía sobre este tema en diecisiete siglos de
teología probada por el texto.
Macleod proporciona un ejemplo adicional:

El eje notorio, Hebreos 6:4 ss.: “Es imposible que renueven su arrepentimiento aquellos que han sido
una vez iluminados, que han saboreado el don celestial, que han tenido parte en el Espíritu Santo y que
han experimentado la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero, y después de todo esto
se han apartado”. A primera vista, este pasaje sugiere que los creyentes verdaderos pueden cometer
apostasía. Sin embargo, los dogmas nos alertan del hecho de que tal interpretación es indefendible y
un estudio detallado del pasaje confirma que apunta en la dirección de otra doctrina: la doctrina de la
fe temporal.12

Y así podríamos continuar si fuera necesario. La teología tiene un valor incalculable como guía y
revisión de la exégesis.
Hay áreas de verdad revelada que nos confrontan de forma directa con el misterio incomprensible
del ser de Dios y sus caminos. En estas áreas las concepciones bíblicas básicas no siempre son fáciles de

11 Donald Macleod, “Preaching and Systematic "eology” [La predicación y la teología sistemática], en Samuel T.
Logan (ed.), !e Preacher and Preaching [El predicador y la predicación] (Presbyterian & Reformed, 1986), 250.
12 Ibíd.

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defender y es muy sencillo malinterpretar los textos que las representan. Si, por ejemplo, no tenemos
suficiente entendimiento bíblico sobre la Trinidad, que evita el triteísmo por una parte y el
Sabenialismo (Dios es una persona desempeñando tres papeles en una historia, como el fallecido
Peter Sellers) por otra, es probable que no manejemos con precisión los textos que hablan del plan de
salvación de Dios, el trabajo en equipo en el que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo trabajan juntos
para traer a pecadores a la gloria. Tampoco trataremos correctamente los textos sobre la realidad
transaccional de la expiación, el Hijo ofreciéndose a sí mismo al Padre a través del Espíritu para cargar
la pena que nos correspondía por nuestros pecados.
Si no tenemos suficiente conocimiento bíblico de cómo Dios nos considera libres y responsables de
nuestras decisiones, al mismo tiempo que invalida nuestros pensamientos y acciones según su propia
voluntad conforme a lo que debería ser, no podremos enfrentarnos con precisión a los textos sobre
nuestra vida en Cristo, donde se descarta el activismo autosuficiente y el patrón apropiado es la
actividad que depende de Dios. Así el Espíritu que habita en nosotros activa el esfuerzo moral y
vivimos y obedecemos en asombro y reverencia, sabiendo que es Dios quien trabaja en nosotros para
que queramos y hagamos lo que él quiere que llevemos a cabo.
Estos son una muestra de los ámbitos de la realidad en los que necesitamos la ayuda de la teología
para lograr una exposición que sea correcta y precisa.
En tercer lugar, solo la teología como se ha descrito puede asegurar una aplicación adecuada cuando
prediquemos. La teología nos aporta una plantilla ya diseñada para desarrollar aplicaciones y es una
ayuda que necesitamos debido a que la teoría de la aplicación no se comprende del todo bien. La
retórica, el estilo y la técnica de la aplicación, sin duda, variarán de un predicador a otro, pero la
actividad de la aplicación tiene una lógica invariable, que podemos expresar de la siguiente manera: Si
este principio es una verdad de Dios, ¿qué diferencia debería suponer en nuestra forma de pensar,
propósitos, actitudes emocionales, motivación y en la perspectiva de nuestro propio estado espiritual
en este momento? Con más detalle: Si este principio es una verdad que Dios enseña y garantiza,
entonces surgen las siguientes preguntas:
1. ¿Qué criterios y maneras de pensar requiere de nosotros y qué hábitos de mente y opiniones en
particular nos prohíbe considerar y nos pide que cambiemos si son parte de nuestra vida en ese
momento? (Es la aplicación para la mente).
2. ¿Qué acciones en concreto y qué tipo de comportamiento virtuoso requiere de nosotros y qué
actos y hábitos mezquinos nos prohíbe y nos dice que renunciemos a ellos? (Esta es la aplicación para
la voluntad).
3. ¿Qué nos enseña a amar, desear, esperar, insistir y regocijarnos en, y qué nos indica que debemos

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odiar, aborrecer, temer, alejarnos de y entristecernos con? (Esta es la aplicación para esas actitudes
predispuestas cargadas de sentimiento que los Puritanos denominaban “emociones”).13
4. ¿Cómo nos anima aquí a aceptar la justificación, o un aspecto concreto de la justificación, y a
permanecer en ella, y con qué argumentos nos disuade de distraernos con hábitos y acciones
pecaminosas? (Esta es la aplicación en lo que se refiere a la motivación).
5. ¿Cómo medimos los requisitos de esta verdad en este momento? ¿Y qué vamos a hacer sobre
nuestros fallos en este campo ahora cuando un autoanálisis los saca a la luz? ¿Y qué conformidad a los
requisitos de la verdad encontramos en nosotros mismos y por los que debemos dar gracias a Dios?
¿Cómo proponemos mantener y aumentar esa conformidad? (Esta la aplicación para el
autoconocimiento y la autoevaluación como un paso hacia ajustes beneficiosos para nuestra vida).14
Sin duda, no es posible presentar en todos los sermones todas las aplicaciones posibles de cada
verdad a cada tipo de persona a la que uno cree que está predicando (formalistas, buscadores, los que
se creen santos, los desesperados, los jóvenes cristianos, los cristianos veteranos, los cristianos que
sufren, etcétera) o ¡el sermón nunca terminaría! No obstante, los Puritanos, los mayores especialistas
de todos los tiempos en la aplicación, dedicaban a esta tarea algo así como la mitad de su tiempo de
predicación y es una buena norma general para aquellos momentos en los estamos preparando un
sermón expositivo.
La comparación con los Puritanos, los primeros evangélicos y los expositores como J. C. Ryle y
Arthur Pink, pronto nos convencerá de que el aspecto de la aplicación en la predicación pastoral hoy

13 Jonathan Edwards expresa con precisión el concepto puritano: “Emoción es una palabra que, en su sentido
ordinario, parece algo más minucioso que pasión y que se emplea para denominar a todas las acciones enérgicas y
vivas de la voluntad o de la inclinación… Debido a que todos los ejercicios de inclinación y de voluntad se
preocupan tanto en aprobar y en gustar, como en desaprobar y rechazar, de modo que las emociones son de dos
tipos. Están aquellas por las que el alma se dirige a lo que ve, aferrándose a ello o buscándolo o aquellas por las que
es reacio a ello y se opone. Del primer tipo están el amor, deseo, esperanza, gozo, gratitud, complacencia. Del último
tipo están el odio, temor, ira, aflicción y otras así… y hay otras emociones en las que hay una mezcla de cada uno de
los tipos de actuación de la voluntad ya mencionados. Por ejemplo, en la emoción de la pena, hay parte del primer
tipo, hacia la persona que sufre y algo del segundo, hacia lo que sufre. Y en el celo, existe una gran aprobación hacia
una persona o cosa, así como una oposición enérgica hacia aquello que se le opone” (‘A Treatise Concerning
Religious Affections’, [Afectos religiosos] en H. Hickman [ed.], !e Works of Jonathan Edwards [Las obras de
Jonathan Edwards], vol. 1 [Banner of Truth, 1974], 237).
14 Para un mayor debate sobre la aplicación, véase J. I. Packer, “Method: Speaking for God” [Método: Hablar para
Dios], en Richard Allen Bodey (ed.), Inside the Sermon [Dentro del sermón] (Baker, 1990), 188–190.

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en día no se ha desarrollado lo suficiente. Una de las razones de esto es que, en una época como la
nuestra, en la que las Escrituras no se conocen bien o no se respetan, estamos tan preocupados por
comunicar el contenido bíblico y defender su autoridad divina que la búsqueda de aplicaciones queda
desplazada. Sin embargo, una razón más profunda es que al no tener un conocimiento bíblico y
teológico a gran escala de la vida cristiana, podríamos denominarlo espiritualidad sistemática,
simplemente no vemos las aplicaciones que deben hacerse. La aplicación es de una importancia
crucial, en parte, debido a que sin ella la Palabra predicada no humillará ni cambiará a las personas y,
en parte, es debido a que es en el proceso de la aplicación, a medida que la Palabra llega a casa
inspeccionando el corazón, el sentido de su autoridad divina se hace más fuerte y el hábito de
someterse a ella se forma con más rigor. Por tanto, el Directorio de Westminster tiene razón a la hora
de declarar que el predicador:

No ha de permanecer en la doctrina general (…) sino que debe mostrar su especial uso por la aplicación
a los oyentes: lo cual, sin embargo, resulta ser una obra de gran dificultad para sí mismo, pues requiere
mucha prudencia, celo, y meditación, y al hombre natural y corrupto le va a ser muy desagradable; sin
embargo él debe procurar llevarlo a cabo en tal manera, que sus oyentes puedan sentir que la Palabra
de Dios es viva, eficaz y poderosa, y que discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.15

Aquellos que predicamos hoy en día haríamos bien en seguir el ejemplo puritano en este punto. Lo
que quiere decir que, aunque la idea de nuestro siguiente sermón se deba a una fecha (Navidad o
Pascua, por ejemplo) o a una necesidad del oyente, sentida o no, o a nuestra experiencia personal,
quizás su esencia cuando se transmita debe ser Dios hablando en y a través de las Escrituras, por
medio de los que predicamos, que estamos bajo la autoridad de nuestro propio mensaje del mismo
modo que cualquier otra persona. Debemos dejar totalmente claro que lo que Dios pretende hacer es
inspeccionarnos, limpiarnos, estabilizarnos y fortalecernos, nos dispone para un servicio a nuestro
Señor Jesucristo humilde, gozoso, ferviente y entusiasta.

Conclusión

La idea central de este capítulo se puede resumir de la siguiente manera: la teología ayuda al
predicador del mismo modo que el entrenador ayuda al jugador de tenis, cuidando y ampliando su
rendimiento al presentarle una gama de golpes que se pueden realizar y ejercitándole una y otra vez
en la manera de ejecutarlos correctamente. Del mismo modo que el entrenador es la personificación
de décadas de experiencia a la hora de jugar al tenis, de ese modo la teología es la materialización de

15 “El Directorio para la adoración pública de Dios y la forma presbiteriana del gobierno de la iglesia”.

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siglos de estudio, debate e interacción interpretativa a medida que la iglesia ha buscado entender las
Escrituras. Uno puede jugar al tenis en cierto modo sin nunca haber tenido un entrenador y uno
puede predicar de la Biblia en cierto modo sin nunca haber tratado con la teología de un modo serio.
Sin embargo, del mismo modo que uno juega mejor con un entrenador, también es probable que uno
predique mejor, de forma más perceptiva, exhaustiva y fructífera cuando tiene la ayuda de la teología.
Por tanto, el predicador que es competente teológicamente será, en igualdad de otras condiciones, de
mayor utilidad en la iglesia.

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CAPÍTULO 3

¿Es Dios el único teólogo? “Cierto, pero no del todo”


Michael J. Ovey

Introducción

Fui a la universidad por primera vez en 1978 para estudiar derecho y regresé en 1988 para estudiar
teología con el fin de prepararme para mi ordenación para el presbiteriado. En esos diez años había
tenido lugar un cambio abismal. En 1978, la mayor parte del entorno universitario había sido
empirista y positivista, con una reivindicación bastante implícita del poder de la razón y el
conocimiento humanos. La pregunta clásica sobre la que debatía con mis compañeros de derecho era
si era verdad que Jesús era quien dijo ser. En 1988 todo esto había cambiado. La pregunta acerca de la
verdad aún estaba presente, pero era mucho menos frecuente y se presentaba de manera bastante más
sutil. En cambio, existía escepticismo generalizado sobre cualquier afirmación de conocimiento y
había una línea de argumento sobreentendida, pero potente en este sentido:

1. Conocer algo supone conocerlo de manera completa.


2. No conocemos a Dios del todo.
3. Por tanto, no conocemos a Dios para nada.
Argumentos en esta dirección subyacen bajo algunos de los mantras de la época hasta el punto de
que todas las interpretaciones de la Biblia eran igual de correctas e igual de incorrectas. Todo lo que un
teólogo podía hacer era describir el fenómeno de la religión y no podían evaluarlas según su grado de
veracidad. Un hereje era simplemente alguien con una opinión diferente a la propia y así
sucesivamente. Estos puntos de vista no eran nuevos, por supuesto, y autores como Francis Schaeffer
nos habían puesto bajo previo aviso, pero estas posturas se defendieron con una fuerza y un fervor
renovados, en gran medida a las importaciones posmodernas de M. Foucault y J. Derrida, que estaban
de moda, en la vida académica de Reino Unido y así sucesivamente. Todo esto supuso que los
apologetas y evangelistas cristianos que trabajaban en el ámbito universitario tuviesen que replantear
su labor.
Una de las cuestiones que hizo que este proceso fuese tan doloroso, fue el reconocimiento tardío de
que al menos parte del movimiento posmoderno era una reacción legítima en contra de las
reivindicaciones excesivas del poder de la razón humana que caracterizó a varios ámbitos del
modernismo. Hasta cierto punto, mirando hacia atrás, creo que los cristianos evangélicos tenían más
en común con los racionalistas de lo que deberían haber tenido y nos resultó complicado articular una

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manera de hablar sobre la verdad sin abordar algo como una afirmación de conocimiento completo.
En el plano teológico, creo que nuestra proximidad con el racionalismo era (y quizás aún lo es a veces)
más tóxica de lo que nos dábamos cuenta: el racionalismo está próximo a los pecados del orgullo
intelectual y el orgullo, como defiende Agustín de Hipona, es fundamental en el pecado humano.1
Afirmar que uno conoce todo difumina de manera negativa la distinción entre la criatura y el creador
en la esfera del conocimiento. En este sentido, la respuesta posmoderna es más apropiada de lo que
nos gustaría admitir.
Pero, ¿qué respuesta debería aportarse? Hay muchas razones por las que estar agradecido por el
ministerio de Don Carson, pero una extremadamente importante es el trabajo que hizo a finales de
1980 y a principios de la década de los 90 cuando explicó y popularizó la idea de que los cristianos
podían conocer realmente la verdad sin caer en la arrogancia de defender que conocían la verdad por
completo. Lo que sabemos es cierto, pero no lo sabemos todo.
Las ramificaciones de esta elegante fórmula eran de gran alcance. Nos animaban a invitar a otros a
tener en cuenta a Cristo y sus declaraciones en términos de su veracidad. Confirió vitalidad a
discipular a personas en términos de conocer a Dios. Ayudó a proveer un marco de referencia dentro
del cual se podía desafiar a las teologías heterodoxas sin que le rechazasen de inmediato porque estaba
siendo “un verdadero racionalista”.
En las siguientes páginas quiero explorar y desarrollar esta idea de conocer lo cierto, pero no de
manera completa a la luz de la distinción que la Reforma y algunos teólogos luteranos emplearon en
los siglos XVI y XVII. En concreto, la distinción entre las teologías arquetípica y ectípica y su relación.
Argumento que esta distinción nos ayuda a ser teólogos auténticos hablando como criaturas de
manera cierta, pero con humildad, sobre Dios para su gloria y para aumentar su gracia.

Teología arquetípica y ectípica

Los eruditos protestantes, con los cuales se asocia la distinción arquetípica y ectípica, no tienen una
buena reputación en algunos círculos.2 En concreto, el miedo es que dicha teología separa a Dios como

1 Sobre el orgullo en general y, en concreto, sobre el orgullo del conocimiento, véase Reinhold Niebuhr, !e
Nature and Destiny of Man [La naturaleza y el destino del hombre] (Nisbet, 1941), 200. Sobre el orgullo por
Agustín de Hipona, véase (p.ej.) Ciudad de Dios 14.28 y 12.6, donde declara: “El orgullo es el principio de todo
pecado”.
2 Véase un resumen muy útil en W. J. van Asselt, “"e Fundamental Meaning of "eology: Archetypal and
Ectypal "eology in Seventeenth - Century Reformed "ought” [El significado fundamental de la teología:
teología arquetípica y ectípica en el pensamiento reformado del siglo XVII], Westminster !eological Journal 64

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creador de Dios como redentor y tiene una preferencia implícita racionalista.3 Desde este punto de
vista, usar una distinción académica protestante parece estar cargado de peligro debido a que quizás
abra de nuevo la puerta al mismo tipo de arrogancia racionalista contra la que el movimiento
posmoderno reacciona con razón.
Esta línea de crítica sugiere que hay algún concepto sumamente erróneo en la manera en sí en la
que algunos eruditos protestantes conciben el proyecto teológico. Un fallo, por así decir, antes de que
uno comience, un error al nivel de los prolegómenos teológicos. De hecho, este capítulo defenderá
que los prolegómenos teológicos de la distinción arquetípica y ectípica resisten al racionalismo e
integran las doctrinas de Dios como creador y redentor. En las siguientes páginas, nuestro compañero
en el diálogo será Francisco Junio, con material comparativo de Polano el cual le sigue de cerca en esta
cuestión.
Junio presenta su argumento en treinta y nueve tesis en su De vera theologica en Opera !eologica
[Tratado de teología verdadera].4 Nos unimos a su argumento en la tesis tres: “Tesis tres: incluso si
todos creen que la teología existe, es común que se refieran a ella de dos maneras. La primera es que la
teología es verdad, la otra es que es falsa y está sujeta a la opinión”.5
Como es natural, esto sitúa a Junio y a aquellos que le siguen en desacuerdo con algunos puntos de
vista contemporáneos. No todas las “teologías” son verdaderas. Y al establecer esta distinción tan
pronto en su argumento, Junio indica que esta diferencia es fundamental. Tiene una resonancia
bíblica debido a la manera en la que la Biblia establece una distinción entra la verdadera adoración a
Dios y la idolatría, una distinción en la que la idolatría se asocia con la mentira y no con la verdad
(Isaías 44:20 es un ejemplo clásico de la connotación de mentira). De este modo, Junio nos lleva más
allá del enfoque de “estudios religiosos”, que busca describir un sistema de creencias religiosas sin más
o tratarlo desde el punto de vista fenomenológico. Una cuestión clave es si este sistema de creencias es
verdad.
Además, es una cuestión acerca de la verdad sobre Dios y de la verdad sobre las cosas que se
relacionan con él. Así, la “teología” es teocéntrica, como continúa explicando Junio: “Tesis cinco: La
teología es sabiduría acerca de asuntos divinos”.6

(2002), 319–335 (en 319–320).


3 Ibíd., pp. 319–320.
4 Existe una buena traducción en inglés disponible por D. C. Noe (Reformation Heritage, 2014). No se han
encontrado traducciones al español.
5 Junio, A Treatise on True !eology [Tratado de teología verdadera], capítulo 1.
6 Ibíd., capítulo 2.

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Es en este punto que Junio continúa diferenciando la teología arquetípica de la ectípica: “Tesis seis:
esta teología es bien arquetípica, sin duda la sabiduría de Dios misma, o es ectípica, siendo diseñada
por Dios”. 7
Esta manera de expresarlo representa en gran medida a los eruditos protestantes posteriores. De
este modo, el autor inglés Edward Leigh explica el resumen de su distinción de la siguiente forma:

La teología o Divinidad es doble, o bien primero, arquetípica, o Divinidad en Dios, de Dios mismo, por
el que Dios a través de un acto individual e inmutable se conoce a sí mismo en sí mismo y al resto de las
cosas fuera de sí mismo a través de sí mismo. En segundo lugar, ectípica o comunicada, expresada en
nosotros por la revelación divina después de que el patrón e idea que son en Dios y esto se conoce como
!eologia de Deo, la Divinidad que corresponde a Dios que se definirá más adelante.8

Debemos explicar esta distinción básica con mayor detalle.

Teología arquetípica

En esencia, la teología arquetípica es la teología de Dios. Es tanto reflexiva (el conocimiento de Dios
sobre sí mismo) y sobre todas las otras cosas. Se conecta estrechamente con y surge a partir del
conocimiento único de Dios y en su forma de saber. La conexión con el conocimiento de Dios es
evidente, como explica Junio:

La teología [arquetípica] es lo mismo que la sabiduría ilimitada que Dios posee acerca de su propia
persona y el resto de cosas de la manera que se han establecido respecto a él necesaria,
individualmente y por una relación ininterrumpida entre ellas mismas. Esto ocurre según su propia
razón infinita.9

Una vez establecemos la conexión con el conocimiento o la sabiduría de Dios, tenemos que pensar
sobre la unicidad de la manera en la que Dios conoce. Leigh lo capta bien con la frase de que Dios “se
conoce a sí mismo en sí mismo y al resto de las cosas fuera de sí mismo a través de sí mismo”.10 El
lenguaje del conocimiento como acto individual inmutable es en gran medida la terminología para la
omnisciencia de Dios. De modo, que cuando habla de la omnisciencia de Dios, Leigh escribe:

Por el modo de conocimiento divino, Dios conoce todas las cosas a través de su esencia, no a través de

7 Ibíd., capítulo 3.

8 Edward Leigh, A Systeme or Body of Divinity [Sistema o cuerpo de Divinidad] (A. M. para William Lee, 1654), 1.1
(p. 2).
9
Junio, Treatise [Tratado], capítulo 3.
10 Leigh, Systeme [Sistema], 1.1 (p. 2).

Richard M. Cunningham, ed., Servir a la iglesia, alcanzar al mundo: Ensayos en honor a D. A. Carson, trans. Ruth Cook, 1a
Edición., Ágora (Barcelona, España: Andamio, 2018).
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los tipos extraídos de las cosas. De esta forma, las cosas deberían estar ante el conocimiento divino, del
cual estas dependen. Dios no comprende por disertar a partir de una cosa conocida hasta aquello que
no conoce con un razonamiento dudoso y secuencial, sino que las observa y a través de un acto simple
y eterno individual comprende todas las cosas. 11

De este modo, Junio puede concebir la siguiente tesis: “Tesis siete: la teología arquetípica es la
sabiduría divina de los asuntos divinos. De hecho, nos asombramos ante ella y no pretendemos
concebirla”.12
Hay varias cosas que sobresalen. En primer lugar, mientras esta teología trata, como todas las
teologías con los asuntos divinos, esta es la sabiduría divina. Es solo Dios. Es única a Dios debido a la
unicidad de Dios. Los dos aspectos de la unicidad de Dios en concreto apoyan lo siguiente: primero,
que Dios no ha sido creado y, segundo, que Dios es el creador de todas las cosas por su voluntad de la
nada.
En lo que se refiere a no haber sido creado, el Dios trino es el único que no ha sido creado y, por
tanto, es capaz de conocerse a sí mismo de forma inmediata y perfecta. Por definición, en el caso de
una criatura hay algo que lo creó y no conoce las circunstancias anteriores a la creación de uno
mismo. Una criatura tiene inevitablemente un conocimiento directo limitado de sí mismo.
En lo que se refiere a ser el creador, debido a que Dios crea todas las cosas y sostiene su existencia
por su voluntad, todas las cosas le son conocidas, tanto de forma individual como en relación una con
la otra, como en relación a sí mismo. En virtud a esto, Dios podría satisfacer el criterio antiguo y
elusivo de “conocimiento” hasta el punto de que el conocimiento verdadero es “creencia justificada
real”. Un aspecto de este criterio ha sido que la “justificación” genuina requiere la habilidad de saber
de un objeto de conocimiento en su relación con todos los otros objetos en todas partes. Dicho de
manera clara, uno tiene que conocer todo para poder conocer algo. Por supuesto, para Dios, como es
el creador no creado de todo, este conocimiento no es una quimera.
Es por esta razón que Polano puede decir: “La teología en su sentido más adecuado es ese
conocimiento que está en la mente divina sobre los asuntos divinos. De esta forma, se dice que Dios es
el único teólogo y, además, se entiende que Dios es el primer, el mejor y el teólogo perfecto”.13
En este sentido, la teología arquetípica es necesariamente perfecta ya que las perfecciones de Dios

11
Ibíd. 2.7 (p. 160).
12 Junio, Treatise [Tratado], capítulo 4.
13 Polano, Syntagma, lib I cap iii (“"eologia ergo propriissime est illa notitia, quae est in mente divina de rebus
divinis. Isto modo solus Deus dicitur "eologus; ac proinde Deus intelligitur esse primus, optimus et
perfectissimus "eologus”).

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incluyen un conocimiento que no depende de acumular conocimiento y comprensión sobre el
fenómeno observado o por leer los registros de aquellos que han aumentado su entendimiento de esta
forma. Junio y otros enfatizan que este conocimiento no crece ni es secuencial en la mente de Dios.
Conoce todas las cosas por un solo acto inmediato, no a través de un proceso acumulativo de
razonamiento discursivo. Dios conoce de forma cierta y completa. De hecho, uno diría que es capaz de
conocer de manera tan cierta precisamente porque conoce de manera completa. La sabiduría de Dios
comprende todo al mismo tiempo y de forma completa.14
Esta perfección conlleva una consecuencia: está fuera de toda duda o desacuerdo. Como Junio
escribe: “Nos asombramos ante ella y no pretendemos concebirla”.15 Si es perfecta y verdad, entonces
lo que difiera de ella tiene que ser sin duda imperfecto y falso.
Sin embargo, la siguiente cuestión se relaciona precisamente con la unicidad de la teología
arquetípica. La teología arquetípica de Dios es única ya que él es único, el creador no creado de todo a
partir de la nada. Sin duda, esto confirma la distinción creador-criatura con firmeza. No obstante, es
en este punto en el que surgen más preguntas. Está muy bien que Polano señale la perfección de la
teología de Dios, pero ¿cómo ayuda esto a la teología humana? Junio y otros apuntan que dicha
teología arquetípica es incomunicable. Después de todo, no haber sido creado (base esencial del
autoconocimiento de Dios) no se puede compartir con una criatura.16 La criatura no sería una criatura
si tuviese ese tipo de autoconocimiento.
En este punto, quizás alguien se pregunte si el resultado real de esta línea de pensamiento es
colocar la teología humana en la posición que a veces se asocia con Kant: que Dios está separado de
nosotros y no podemos saber nada acerca de él. Es cierto que hay varias razones en juego. Para Kant se
debe a que el conocimiento se asocia en última instancia con la percepción de las cosas en el mundo y
debido a que Dios no está en el mundo, no se le puede conocer de esta manera. Para los eruditos
protestantes, el conocimiento de Dios se relaciona con su perfección e infinidad, a las cuales no
tenemos acceso. Sin embargo, ¿no es el resultado real el mismo? Entonces todos los problemas de
definir como “verdadera” una teología humana en concreto o familia de teologías continúa siendo un
problema hasta el punto de ser imposible.
Por supuesto, esto nos lleva a considerar el otro tipo de teología como “verdadera”. No obstante,
antes de hacerlo, merece la pena señalar el matiz del lenguaje de la incomunicabilidad. Al decir que el
conocimiento arquetípico es incomunicable estamos diciendo que el modo de conocer, que ser el

14 Junio, Treatise [Tratado], capítulo 4.


15 Ibíd.

16 Ibíd.

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creador no creado de todas las cosas a partir de la nada, no se puede compartir. Dicho de manera
directa, declara que no podemos conocer como Dios conoce. Sin duda, deja abierta la posibilidad de
conocer, pero no conocer como Dios conoce. Ahora trataremos la manera en la que los eruditos
protestantes pensaban que esto era posible: la teología ectípica.

Teología ectípica

Después de analizar la teología arquetípica, Junio continúa con el otro tipo de teología verdadera.
La presenta de la siguiente manera: “La segunda teología [teología ectípica] es la sabiduría que las
criaturas tienen respecto a Dios conforme a su propio modo y respecto a aquellas cosas que se
orientan hacia Dios a través de la comunicación de sí mismo”.17 Más adelante lo formula en forma de
tesis del siguiente modo: “Tesis ocho: la teología ectípica, ya se tome por sí misma, como dicen, o en
relación a algo diferente, es la sabiduría de los asuntos divinos, diseñada por Dios a partir del
arquetipo de sí mismo, a través de la comunicación de gracia por su propia gloria”. 18
Varias cosas sobresalen de estas dos declaraciones. En primer lugar, el tema es el mismo que en la
teología de forma más general: asuntos divinos.
En segundo lugar, esta teología es realmente humana en dos sentidos. Para empezar, esta es la
sabiduría acerca de los asuntos divinos que tienen los seres humanos (“que las criaturas tienen
respecto a Dios”).19 Pero, además, es una sabiduría que se mantiene según sean las criaturas o, se
podría decir, en la manera de la criatura (“conforme a su propio modo”). 20 Esto es importante ya que
defiende la integridad de la distinción entre la criatura y el creador. La teología ectípica no es una
manera sutil de difuminar esa distinción de forma que los teólogos humanos conozcan “como si”
fuesen Dios.
En tercer lugar, esta sabiduría se origina en Dios y en el conocimiento teológico arquetípico. No
tiene un origen humano, aunque los humanos lo poseen. Junio habla de una teología ectípica que es
“diseñada por Dios a partir del arquetipo de sí mismo”,21 y de la “comunicación de sí mismo”.22 Leigh,
en términos parecidos, observa que la teología ectípica “se comunica, expresa en nosotros por la
revelación divina según el patrón y la idea que son en Dios”.23

17 Ibíd., capítulo 3.

18 Ibíd., capítulo 5.

19 Ibíd., capítulo 3.

20 Ibíd.

21 Ibíd., capítulo 5.
22 Ibíd., capítulo 3.

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Esto quiere decir que los eruditos protestantes están trazando una distinción entre
“incomunicable”, entendido como compartir algo con otra persona, donde alguien lo defiende o lo
comprende de la misma manera que el otro y “comunicable”, donde se comparte de manera genuina,
donde dos personas defienden una idea o emoción, pero no de la misma manera. Los eruditos
protestantes afirman con certeza que la teología arquetípica es incomunicable en ese primer sentido,
pero esto no impide que se pueda comunicar en el segundo sentido. De igual manera, cuando estoy en
una boda y escucho al novio declarar su amor por la novia, su efecto es, en cierto modo,
incomunicable. Yo no siento el amor por la novia de la misma forma que él lo siente (de hecho, es
importante que yo no lo sienta así). Por otra parte, aunque él no puede comunicar del todo su amor a
mí y a los otros miembros de la congregación, sí puede comunicarnos que ama a la mujer delante de
él. El hecho de que no pueda compartir su amor en el sentido de amarla como él la ama no impide que
yo sepa que él ama y que su amor es para una persona en concreto, la novia.
Por tanto, la conexión que se establece entre las teologías arquetípicas y ecptípicas es que la
arquetípica es el origen de la teología ectípica, pero es diferente a ella. Dios, que es quien tiene la
teología arquetípica, establece esta conexión. Esto es fundamental. Solo aquel con el conocimiento
teológico arquetípico podría validar una teología que deriva de la teología arquetípica. La conexión se
apoya en el lado de Dios de la división creador-criatura, no en el lado de la criatura. Junio destaca lo
siguiente: “Porque Dios mismo, no ninguna otra cosa creada, es la causa eficaz de esa disposición que
denominamos teología”.24
Eso significa que la teología ectípica tiene un aspecto dual: pertenece a la criatura en el sentido que
las criaturas pueden poseerla según su naturaleza como criaturas, pero no es claramente de la criatura
en el sentido de que es concebida por criaturas. De hecho, se crea cuando Dios la origina. Como un
elemento creador no es igual que la teología arquetípica que es perfecta y no creada como el Dios que
la “mantiene”. Junio desarrolla la relación, o diferencia, entre las teologías arquetípicas y ectípicas:

Sin embargo, los atributos de esta teología [teología ectípica] son muy diferentes de aquellos que
asignamos previamente a la teología arquetípica. La razón es que esta es creada, no está a disposición
ni es absoluta excepto en su propio modo. Es más bien finita, discreta y comunicada de forma divina
como si fuere una imagen real y definida de esa teología que hemos explicado que no es creada, es
esencial o formal, totalmente absoluta, infinita, completa de una vez e incomunicable. Es creada
debido a que no se trata del creador en sí mismo, sino que es del creador en la forma en la que él la
creó.25

23 Leigh, Systeme [Sistema], 1.1 (p. 2).

24 Junio, Treatise [Tratado] capítulo 5.

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Dicho de esta manera, la teología ectípica es el regalo del conocimiento de los asuntos divinos
creado por Dios y otorgado a sus criaturas en términos establecidos por él conforme a su naturaleza.
Su regalo sigue el diseño de su propio conocimiento arquetípico, pero se adapta a la finitud (o caída) de
las criaturas humanas. Tanto Polano como Junio enfatizan la asociación de la gracia y la gloria. Dios
comunica su gracia gentilmente a través del regalo de la teología ectípica y esto apunta a la
glorificación de Dios. Es di"cil aquí no ver las asociaciones bíblicas de Efesios 1:3 ss. con el refrán de
que Dios ha hecho la obra de salvación para alabanza de su gloriosa gracia.
Si regresamos de manera breve a una de las críticas de la escolástica protestante, la creación y la
redención se unen aquí ya que la gracia de la redención se conoce en la teología ectípica por la gracia
del creador no creado a la hora de comunicar de manera proporcional a la criatura su propio
conocimiento de sí mismo y de lo que ha hecho.
Dentro de esta explicación básica de la teología ectípica, el convenio de los eruditos protestantes era
distinguir tres tipos de teología ectípica: una teología de la unión (la teología que Jesús poseía por
virtud de la integridad de su naturaleza humana), una teología de la visión (la que tendría la
humanidad redimida en el cumplimiento de los tiempos) y una teología de la revelación.26
La teología de la revelación misma se divide en natural y sobrenatural. Turretin lo resume de la
siguiente manera:

Lo natural, ocupado con lo que puede conocerse de Dios (to gnōston tou "eou), es tanto innato (a partir
de las nociones comunes implantadas en cada uno) como adquirido (que las criaturas adquieren de
forma discursiva). Esta característica fue excelente en Adán antes de su caída, pero presenta un gran
desorden en el hombre corrupto. Lo sobrenatural (que trasciende nuestra razón y Dios nos lo
comunica mediante la nueva luz de gracia para que podamos obtener el disfrute del bien supremo, que
fue revelado a los patriarcas tanto antes como después del Diluvio y por medio de Moisés, fue
entregado por Dios a la gente de Israel y se conoce como el Antiguo Testamento o el Nuevo
Testamento, que se llama por su eminencia “cristiano” porque tiene a Cristo como su autor y finalidad)
es de Cristo (Juan 1:18) y habla de él (Hch. 1:1; 1 Co. 2:2). Se denomina “revelado” con rigurosidad ya
que su primer principio es la revelación divina tomada y hecha a través de la palabra, no a través de las
criaturas.27

El resultado real de esto es que la teología ectípica de la revelación se centra ahora en la revelación
sobrenatural. Turrerin enfatiza que esa revelación natural está distorsionada por la Caída y no

25 Ibíd.

26 Véase (p. ej.) F. Turretin, Institutes of Elenctic "eology [Instituciones de la teología eléntica], Tema I. Q 2. VI.
27 Ibíd., Q 2. VII.

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proporciona el conocimiento salvífico de Dios como Redentor.28 Hasta este punto, la categoría de
revelación natural ectípica no abre la puerta a la iniciativa teología racionalista. En cambio, Turretin
enfatiza de nuevo el origen sobrenatural de la teología ectípica (“que Dios nos comunica”29 ), que
imposibilita la idea de que es “relativo a las criaturas” en el sentido que ha sido originado
exclusivamente por criaturas. Esto a su vez deja espacio para la revelación que “trasciende nuestra
razón”.30
Es importante desarrollar este último punto un poco. Uno de los problemas de la razón humana en
cualquier teología es la manera en la que puede actuar como un limitador de lo que sabemos acerca de
Dios. Quizás rechacemos claramente considerar una propuesta teológica ya que nuestra lógica la
descarta desde un principio. De este modo, Hilario de Poitiers conocido por sus reflexiones sobre la
controversia arriana, concluyó que, tanto con los arrianos como con los sabelianos, los ortodoxos
estaban tratando con aquellos que limitaron lo que podría ser a aquello que podían concebir de
manera lógica.31 Sin duda, la dificultad es que cualquier Dios infinito no puede ser comprensible para
una criatura humana finita. Su infinitud no creada no es en ese sentido comunicable a sus criaturas
finitas. Por lo tanto, necesitamos depender de su testimonio de sí mismo, de su revelación, como
insiste Hilario una y otra vez.
De este modo, es significativo que Turretin declare, primero, que la revelación trasciende la razón
humana32 y, segundo, que la razón solo tiene un uso “ministerial”, “de servicio” o “auxiliar” en la
teología propia. Turrerin explica:

Una relación ministerial y orgánica es bastante diferente de una relación principal y despótica. La
razón mantiene con la teología esta primera relación, no la última. Es la Agar (la esclava que debe estar
en sujeción a las Escrituras); no la Sara (la señora que preside las Escrituras). Debería comparar las
cosas propuestas para ser creídas con las Sagradas Escrituras, la regla inflexible de verdad. Como
cuando remitimos las cosas que deseamos medir al estándar público con la mano y el ojo. Pero la razón
en sí misma no puede ni debe constituirse como la norma de creencia.33

Es en este sentido que Junio puede opinar sobre la teología ectípica revelada de la Biblia:

28 Ibíd., Q 4. V y VI.
29 Ibíd., Q 2. VII.

30 Ibíd.

31 Hilario de Poitiers, De Trinitate 1.15.


32 Turretin, Institutes [Instituciones], Tema I. Q 2. VII.
33 Ibíd., Q 8. VI.

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Nuestra teología es la sabiduría de los asuntos divinos, comunicada mediante la revelación a través del
espíritu de Dios por la bondad de su naturaleza de gracia con los que habitan en la tierra. Según qué
teología contemplan a Dios y sus asuntos divinos por la luz intelectual, aunque debido a una razón
transitoria e incompleta, a través de sus propios avances, hasta que alcanzan una visión perfecta de él
sobre su gloria.34

Implicaciones

Esto significa que la distinción arquetípica–ectípica provee una manera de hablar acerca de una
teología que poseen las criaturas en la manera de la criatura, pero que trasciende las limitaciones de
las criaturas al menos en parte hablando del creador, ya que el creador mismo origina o crea esa
teología, en concreto la teología ectípica de revelación de la Biblia. El creador puede adaptar su
teología ectípica “creada” para sus criaturas precisamente porque es el creador de ambos. En todo esto,
se presenta como un Dios de gracia ya que el contenido de lo que revela (salvación en Cristo) es por
gracia y el modo también es por gracia: se digna a expresar las verdades sobre su perfección infinita en
términos adaptados para sus criaturas humanas finitas.
Varias cosas surgen de esto. Primero, uno debe tener claro que hay una distinción entre el creador y
la criatura, si uno borra esa distinción, entonces también lo hará con aquella entre las teologías
arquetípica y ectípica. Esta desaparición es una tentación fuerte de sentir orgullo. En segundo lugar,
esto sugiere una unidad en la manera en la que deberíamos leer la Biblia. Si la Biblia es la expresión
ectípica de la teología arquetípica de Dios y esa teología arquetípica está arraigada en la perfección
única y unificada de un solo Dios verdadero, entonces el antiguo principio de la Reforma de que uno
tiene que leer las Escrituras con las Escrituras como lo primero está bien justificado. Es el resultado
práctico de la forma en que la teología ectípica se basa en la teología arquetípica. Esto a su vez significa
que a medida que leemos diferentes libros con diferentes estilos de diferentes periodos de diferentes
autores, no debemos permitir que esta diversidad anule la evidente unidad compleja que la teología
ectípica tiene en virtud de su carácter originado como regalo del único Dios verdadero.
El carácter de la teología ectípica como regalo también debe dar forma a nuestra respuesta ante él.
Como regalo de Dios, deberíamos recibirlo con agradecimiento y sin sentir que nos pertenece. H.
"ielicke comenta con acierto que la pasión del poseedor puede apoderarse de un teólogo y un
reconocimiento sano de que la teología ectípica se origina en Dios nos recuerda que la Biblia no es un
trozo de cera que podemos moldear como queramos. Una actitud de este tipo denotaría que nos
creemos poseedores o consumidores de la revelación ectípica en lugar de como aquellos que la han

34 Junio, Treatise [Tratado], capítulo 8.

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recibido como un instrumento de la bendición de Dios para su criatura. De hecho, el teólogo que trata
la revelación teológica ectípica como si su significado se originase en él o en ella corre el peligro
importante de actuar como si la teología ectípica fuese la creación de un ser humano o de la
comunidad humana. Sin duda, tenemos que rendir cuentas por la dimensión humana de la autoría de
los libros bíblicos, pero con la misma certeza no debemos emplear esto para minimizar o disminuir el
significado de la autoría divina.
Esto deja paso a una desagradable vía de investigación para los teólogos. La trayectoria del
argumento académico protestante es que la teología ectípica de revelación es un regalo creado que nos
comunica la gracia de Dios, en primer lugar, para su gloria y, en segundo, para nuestro beneficio en la
salvación. Hay tres preguntas inevitables que nos resulta di"cil plantear sobre nuestras diferentes
teologías y que deberían surgir a partir de la teología ectípica:
• ¿Reconoce mi teología que la teología propia en su veracidad acerca de los asuntos divinos en
última instancia surge como un don de Dios, no por mi mérito intelectual? Es muy fácil pensar que la
salvación es por gracia, pero que nuestra teología diga que es obras meritorias.
• ¿Celebra a Dios mi teología por su bondad inmerecida?
• ¿Glorifica a Dios mi teología como el primero o más bien a mí como el gran descubridor o
solucionador de sus enigmas?
Mucha de esta información se remonta, según los términos de Reinhold Niebuhr, al orgullo por
conocer de nuestra raza y que, a su vez, Niebuhr remonta a nuestro descontento por ser criaturas de
Dios en lugar de ser sus colegas o incluso superiores a él. Niebuhr escribe: “El hombre es ignorante y
presenta las limitaciones de una mente finita, aunque finge que no tiene limitaciones. Asume que
puede trascender de manera gradual las limitaciones finitas hasta que su mente sea idéntica a la mente
universal”.35
No obstante, esto es lo bueno de la simple afirmación de Don Carson: podemos hablar de Dios de
manera cierta pero no completa. Cierta debido a que el creador produce una teología ectípica, pero no
completa porque el creador nos ha dado como criaturas la teología ectípica, pero no la teología
arquetípica. Entre todos los desa"os intelectuales que conlleva la “teología”, también existe el desa"o
personal: ¿uno actúa como una humilde criatura humana de este Dios no creado y redentor? ¿O como
alguien que no ve la necesidad de reconocer su identidad como persona creada?

35 Niebuhr, Nature and Destiny [La naturaleza y el destino] vol. 1, 190.

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PARTE II

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CAPÍTULO 4

La prioridad de la verdad. La razón y la verdad en Jesús y


Pablo
Stefan Gustavsson

Hace poco escuché a alguien decir: “La gente en general no puede creer que se les puede manipular
y controlar con tanta facilidad. Esta es precisamente la razón por la cual son tan fáciles de manipular y
de controlar”. El apóstol Pablo era muy consciente del peligro de la manipulación. En 2 Corintios, nos
dice que él y sus compañeros renunciaron deliberadamente “hemos renunciado a todo lo vergonzoso
que se hace a escondidas; no actuamos con engaño ni torcemos la palabra de Dios. Al contrario,
mediante la clara exposición de la verdad, nos recomendamos a toda conciencia humana en la
presencia de Dios” (4:2).1
Esta actitud se ve en muchos momentos en el ministerio de Pablo. El libro de Hechos (17:10–12) dice
que cuando él y Silas llegaron a Berea:

Se dirigieron a la sinagoga de los judíos. Estos eran de sentimientos más nobles que los de Tesalónica,
de modo que recibieron el mensaje con toda avidez y todos los días examinaban las Escrituras para ver
si era verdad lo que se les anunciaba. Muchos de los judíos creyeron, y también un buen número de
griegos, incluso mujeres distinguidas y no pocos hombres.

Es obvio que Pablo confió mucho en la veracidad del mensaje que proclamó. Su validez no dependía
de su autoridad como líder o de sus habilidades retóricas. De buena gana le dio a la gente la libertad de
examinar la veracidad de sus afirmaciones. Por lo tanto, los judíos en la sinagoga decidieron volver a
leer sus propias escrituras para comprobar si era cierto que Jesús era el Mesías prometido: “[Ellos]
examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba”. Y se dieron cuenta de que lo
que Pablo decía era correcto: “Muchos de los judíos creyeron”.
Para Pablo, el evangelio pertenece, sin duda, a la categoría de verdad. No tendría ningún problema
con la famosa definición de la verdad que tenemos de Aristóteles, que la verdad significa
correspondencia con la realidad: “Falso es, en efecto, decir que lo que es, no es, y que lo que no es, es;
verdadero, que lo que es, es, y lo que no es, no es. Por consiguiente, quien diga que (algo) es o no es,
dirá algo verdadero o dirá algo falso”.2

1 Las citas bíblicas en este capítulo son de la Nueva Versión Internacional (Castilian).
2 Aristóteles, Meta!sica 4.7.

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El evangelio está basado en el Dios que está realmente ahí. No es un Dios lejano y desconocido.
Según Pablo, “no ha dejado de dar testimonio de sí mismo”. Sus huellas marcan el mundo que nos
rodea; él es quien incluso “nos da alegría de corazón” (Hechos 14:17). Más que eso, el evangelio se basa
en hechos históricos reales: se trata de una persona histórica, Jesús de Nazaret, su vida, muerte y
resurrección. No pertenece a la categoría de fantasía o fe. Es por eso que Pablo, después de presentar
las buenas nuevas acerca de Jesucristo, puede desafiar tanto al procurador romano Festo como al rey
judío Agripa: “Lo que digo es cierto y sensato. El rey está familiarizado con estas cosas, y por eso hablo
ante él con tanto atrevimiento. Estoy convencido de que nada de esto ignora, porque no sucedió en un
rincón” (Hechos 26:25–26).

Jesús – en diálogo y en debate

La actitud de Pablo hacia su mensaje es, de hecho, solo un reflejo de lo que vemos en la vida de Jesús.
¿Qué caracterizó a Jesús durante sus tres años en público? Para la mayoría de los cristianos hay tres
cosas en concreto que les vienen a la mente de inmediato. Primero, Jesús fue un predicador. Proclamó
su mensaje en las sinagogas y dio sermones atemporales, como el Sermón del Monte. En segundo
lugar, Jesús fue un hacedor de milagros. Sanó a los enfermos y poseídos y alimentó a miles de personas
de forma sobrenatural. Incluso los muertos volvieron a la vida. En tercer lugar, Jesús fue el amor
encarnado. Estuvo con los marginados, tocó a los leprosos, se asoció libremente con personas al
margen de la sociedad, con mujeres sospechosas y hombres corruptos. Manifestó la esencia del amor
a través de su vida.
Todo esto es verdad. Pero deseo agregar una cuarta dimensión, en concreto, Jesús como un apologeta
que defiende la verdad de su mensaje.
Una revisión de los cuatro Evangelios muestra asombrosamente la frecuencia con la que Jesús
participó en diálogos y debates. En gran medida, los textos del Evangelio son una conversación larga y
continua que Jesús mantuvo con diferentes personas. Podemos corroborar esta afirmación fácilmente
con la ayuda de estadísticas. Si buscas los términos preguntó y respondió en los cuatro Evangelios
usando un programa bíblico moderno, obtendrás los siguientes resultados para la NVI 2011 (en
inglés): preguntó 303 veces, contestó 144 veces. El discurso y el diálogo fueron evidentemente
centrales para Jesús.
En los diálogos, Jesús a menudo desafiaba a su audiencia a que usasen el sentido común, a que
reflexionasen, a que cuestionasen sus propios prejuicios y afirmaciones precipitadas, a que analizasen
sus propias posturas y a que llegasen a las conclusiones correctas. Esta parte de la enseñanza de Jesús,
cómo desafió a sus oyentes a pensar de manera independiente y crítica, a menudo se pasa por alto. Como

Richard M. Cunningham, ed., Servir a la iglesia, alcanzar al mundo: Ensayos en honor a D. A. Carson, trans. Ruth Cook, 1a
Edición., Ágora (Barcelona, España: Andamio, 2018).
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dice Jesús, “No juzguéis por las apariencias; juzgad con justicia” (Juan 7:24). En otras palabras: no
hagáis juicios superficiales y parciales. Evaluad todo de forma correcta. Jesús hizo llamamientos
similares en varias ocasiones en los Evangelios:

“¿Aún no entendéis?” (Mateo 16:9)


“¿Qué os parece?” (Mateo 18:12)
“¿Qué os parece?” (Mateo 21:28)
“¿Tampoco vosotros podéis entenderlo?” (Marcos 7:18)
“¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?” (Lucas 12:57)
“¿Por qué no entendéis mi modo de hablar?” (Juan 8:43)

Cuando se le preguntó qué mandamiento de la Ley era el más importante, Jesús respondió
combinando dos pasajes de las Escrituras, Deuteronomio 6 y Levítico 19:

Uno de los maestros de la ley se acercó y los oyó discutiendo. Al ver lo bien que Jesús les había
contestado, le preguntó: “De todos los mandamientos, ¿cuál es el más importante?” “El más
importante es: ‘Oye, Israel. El Señor nuestro Dios es el único Señor’ ” contestó Jesús. “ ‘Ama al Señor tu
Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’ ”. “El segundo
es: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo’. No hay otro mandamiento más importante que éstos” (Marcos
12:28–31).

Es interesante darse cuenta de que, en términos formales, Jesús no citó la fuente correctamente. Si
consultas Deuteronomio 6:5, descubrirás que el pasaje habla de “Ama al Señor tu Dios con todo tu
corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. ¡No hay nada sobre la mente! Lo que hace Jesús es
proporcionar una aclaración: ¡no debemos dejar de lado nuestra mente!
El objetivo del pasaje del Antiguo Testamento es que los seres humanos estamos llamados a amar a
Dios con todo nuestro ser, con nuestros corazones, nuestras almas y nuestra fuerza. Es decir, debemos
amarlo con todo lo que somos y tenemos. Desde la perspectiva hebrea, el corazón no es simplemente
un símbolo de nuestras emociones; es el centro de toda la personalidad y abarca también la mente.
Además, podemos fijarnos que cada vez que otros pasajes de los Evangelios citan Deuteronomio 6,
lo citan en diversos grados de detalle, pero todas las veces añaden mente al original:

• Lucas: corazón, ser, fuerzas, mente (10:27)


• Mateo: corazón, ser, mente (no se menciona la fuerza) (22:37)
• Marcos: corazón, entendimiento [mente], fuerzas (el alma no se menciona) (12:33)

Dado que la humanidad ha sido creada a la imagen de Dios, es evidente que tenemos que usar la
mente. La perspectiva completa de la Biblia es que Dios habla a la humanidad y usa el lenguaje

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humano para hacerlo, lo que requiere la mente para poder entenderlo. Observa las instrucciones de
Dios para la humanidad en la creación (Génesis 1–2):

• Sed fructíferos y multiplicaos (1:28)


• Llenad la tierra y sometedla (1:28)
• Cultivad y cuidad el huerto (2:15)
• Poned nombre a los animales (2:19)

Estas instrucciones presuponen que Dios quiere que la humanidad use la razón o la mente de forma
plena para amar y honrar a su Creador. Eso es exactamente lo que Jesús enfatiza en sus enseñanzas.

Jesús y los niños

Varios pasajes del Nuevo Testamento señalan que un cristiano no debería ser como un niño. En 1
Corintios 14:20, Pablo escribe: “Hermanos, no seáis niños en vuestro modo de pensar. Sed niños en
cuanto a la malicia, pero adultos en vuestro modo de pensar”. Encontramos el mismo hilo de
pensamiento en Efesios 4:14: “Así ya no seremos niños, zarandeados por las olas y llevados de aquí
para allá por todo viento de enseñanza y por la astucia y los artificios de quienes emplean artimañas
engañosas”.
Así, la ingenuidad, la ignorancia y el infantilismo no son virtudes cristianas. Pero, ¿cómo se
relaciona esto con la invitación positiva de Jesús a que seamos como niños? ¿Es que Pablo choca con su
Maestro en relación a este tema?
Necesitamos tener en cuenta que tanto los niños como los adultos pueden tener rasgos negativos de
los cuales queremos distanciarnos, así como rasgos positivos que queremos resaltar. Por lo tanto,
Jesús usa a los niños como un ejemplo de advertencia cuando critica a los líderes religiosos. En Mateo
11:16–17 dice: “¿Con qué puedo comparar a esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza
que gritan a los demás: ‘Tocamos la flauta y no bailasteis; Cantamos por los muertos, y no llorasteis’ ”.
La infantilidad y la inmadurez no son virtudes cristianas.
Sin embargo, en otros pasajes, Jesús presenta a los niños como modelos a imitar: “Os aseguro que a
menos que cambiéis y os volváis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”, dice Jesús (Mateo
18:3). Pero, ¿qué es lo que destaca acerca de los niños? La clave está en el siguiente versículo: “Por
tanto, el que se humilla como este niño será el más grande en el reino de los cielos” (Mateo 18:4). Es la
humildad de un niño la que Jesús enfatiza en lugar de la falta de conocimiento o mente inmadura.
La cuestión no es que todos los niños siempre son humildes, porque ¿quién no se ha encontrado con
niños testarudos y egocéntricos o ha sido él mismo un niño así? Jesús era muy consciente de ello. No,
el punto de Jesús es la humildad mostrada por los niños que aceptan su posición como niños, que se

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dejan llevar y abrazar por los padres y reconocen su dependencia fundamental. Los niños son
conscientes de que no pueden reclamar plena autonomía frente a los padres.
Jesús y Pablo están de acuerdo. Deberíamos ser “adultos en nuestro pensamiento” y deberíamos
“amar a Dios con toda nuestra mente”. Y eso, por supuesto, excluye toda manipulación.

Atenas y la necedad de la cruz

Per, ¿es Pablo realmente coherente en su pensamiento sobre la verdad y sobre el lugar de los
argumentos y la razón? Hay un mito sobre Pablo y las dos ciudades de Atenas y Corinto, que surge de
un libro publicado en 1892 por el erudito del Nuevo Testamento William Ramsay, quien afirmaba que
Pablo consideraba que su discurso apologético en Atenas había sido un fracaso. Pablo estaba
“decepcionado y quizás desilusionado por su experiencia en Atenas. Sintió que había llegado al menos
hasta el punto de presentar su doctrina en una forma adecuada a la filoso"a actual; y el resultado
había sido poco más que nada”.3
Desde Atenas, Pablo continuó hacia Corinto, donde, según Ramsay, decidió abandonar el enfoque
que había probado en Atenas. Esa es la interpretación de Ramsay de 1 Corintios 2:2: “Me propuse más
bien, estando entre vosotros, no saber de cosa alguna, excepto de Jesucristo, y de éste crucificado”.
Ramsay sugiere que Pablo se distanció de la apologética y de los argumentos y de ahí en adelante se
centró exclusivamente en proclamar la muerte y resurrección de Jesús, sin molestarse en explicar,
defender, razonar o discutir.
Por desgracia, esta idea no murió con Ramsay. Cobró vida propia y se transmite en muchos
contextos sin que la examinen de cerca. Demasiados lectores de la Biblia, sin conocer a Ramsay, han
abrazado la teoría sobre el “cambio de corazón” de Pablo entre Atenas y Corinto. ¿Pero esta idea es
correcta?
Es fácil que una persona que lee 1 Corintios 1–2 tenga la impresión de que Pablo, en realidad, se
distancia de la razón y la reflexión, del uso de argumentos y de la apologética y aboga solo por la
proclamación de la muerte y resurrección de Jesús. Pablo escribe de una forma crítica sobre la
“sabiduría” y habla de la “locura de Dios” y la “locura de la cruz”, como si el evangelio fuera algo
irracional, que hay que creer a pesar de todo lo que lo contradice. ¿Es eso lo que Pablo quiso decir?
¿Cómo deberíamos evaluar lo que sucedió en Atenas y cómo deberíamos entender 1 Corintios?
Comencemos con la evaluación del discurso de Pablo en Atenas. Hay una serie de argumentos
convincentes de que la teoría de Ramsay es completamente errónea y que deberíamos descartarla.

3 William Ramsay, St. Paul the Traveller and the Roman Citizen [San Pablo el Viajero y el Ciudadano Romano]
(Hodder y Stoughton, 1892), 252.

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Veamos tres de ellos:
Primero, Lucas ni siquiera insinúa que el discurso en Atenas fuera un fracaso. Por el contrario, destaca
el discurso ante el Areópago, lo que le permite ocupar un espacio considerable en su texto, como si
fuera un discurso modelo.
En segundo lugar, los resultados en Atenas fueron alentadores. Para hacer una evaluación correcta no
debemos comparar manzanas y naranjas. El discurso de Pedro en Jerusalén en Pentecostés, cuando
miles llegaron a la fe, no puede ser nuestra base de comparación. El acontecimiento de Pentecostés fue
único. Tampoco es razonable comparar Atenas con las diversas ocasiones en que Pablo habló en las
sinagogas cuando “muchos” llegaron a creer. Para los oyentes en las sinagogas, el paso para aceptar el
evangelio era más pequeño que para los gentiles en Atenas: los judíos ya creían en el Dios de Israel, en
el mensaje de las Escrituras y en la promesa de un futuro Mesías. ¿Qué sucedió en Atenas? Varias
personas llegaron a la fe después del discurso de Pablo: incluso Dionisio, que era miembro del
Areópago, y Dámaris, muy probablemente una mujer distinguida, ya que se la menciona junto con
Dionisio. Varias otras personas también creyeron. Es di"cil llamar a esto fracaso.
En tercer lugar, Pablo no cambió de estrategia después de Atenas. Su trabajo en Corinto se describe
como “tratando de persuadir a judíos y a griegos” (Hechos 18:4) y sus enemigos lo acusan de “anda
persuadiendo a la gente” (Hechos 18:13). Continuó razonando para convencer. Como se puede ver en
el libro de Hechos de los capítulos 9 al 28, Pablo usó consistentemente la apologética. Nada cambió
después de Atenas.

Sabiduría y locura en Corinto

Entonces, ¿qué quiso decir Pablo en 1 Corintios 1–2? Para entender correctamente a qué se refería,
debemos estar al tanto de los antecedentes. Después de todo, “el contexto es el rey”.
Un ejemplo de cómo el contexto es esencial para una interpretación correcta se hace evidente en la
política contemporánea global. Muchos periodistas han observado que los movimientos "sicos del
presidente ruso Putin son peculiares. Su andar y la forma en la que balancea los brazos llevaron a
muchos a suponer que había contraído la enfermedad del Parkinson o alguna otra enfermedad. La
verdad resultó ser completamente diferente. Un estudio publicado por la BMJ (British Medical
Journal) [Revista médica británica] señala que Putin ha mostrado un “balanceo del brazo derecho
claramente reducido”, posiblemente relacionado con el entrenamiento con armas que recibió cuando
formó parte de la KGB soviética. “Los agentes de la KGB fueron entrenados para guardar su arma en la
mano derecha cerca del pecho y para avanzar hacia un lado, generalmente el izquierdo,
presumiblemente permitiendo que los sujetos desenfundaran el arma lo más rápido posible cuando se

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enfrentaban con un enemigo”.4 La teoría es que Putin pudo haber practicado este movimiento y
entrenado de tal manera que se volvió natural para él. Es como si dijera: “Mirad, he entrenado en la
KGB, soy un hombre de verdad”, explica Bastiaan Bloem, profesor de neurología del trastorno del
movimiento en los Países Bajos.5
La interpretación que era natural para nosotros, de que Putin estaba enfermo y por lo tanto
debilitado, era incorrecta. Para alguien con el conocimiento adecuado del contexto, la forma de andar
de Putin y la rigidez del brazo derecho manteniéndolo cerca del cuerpo son una señal de fuerza, lo
opuesto a la debilidad.
¿Cuál es entonces el contexto correcto para la carta de Pablo a la comunidad de Corinto? Primero,
la situación de Pablo cuando escribió 1 Corintios. Pablo declara en la epístola que está en Éfeso: “Pero me
quedaré en Éfeso hasta Pentecostés” (16:8). Sabemos por la referencia al procónsul Gallo (Hechos
18:12) que Pablo dejó Corinto a principios de la sexta década del primer siglo y viajó a Éfeso, donde
permaneció dos años. Allí es donde escribió 1 Corintios en el año 53 o 54. Por el libro de Hechos
también sabemos cómo trabajó en Éfeso durante el tiempo que escribió a la comunidad de Corinto:

Pablo entró en la sinagoga y habló allí con toda valentía durante tres meses. Discutía acerca del reino de
Dios, tratando de convencerlos, pero algunos se negaron obstinadamente a creer, y ante la congregación
hablaban mal del Camino. Así que Pablo se alejó de ellos y formó un grupo aparte con los discípulos; y
a diario debatía en la escuela de Tirano (Hechos 19:8–9, cursivas añadidas).

Es inconcebible que Pablo hubiera utilizado toda su energía para defender el reino de Dios en Éfeso,
al tiempo que le escribía a Corinto que el mensaje que estaba proclamando era insensato e imposible
de defender mediante argumentos.
En segundo lugar, la situación de los cristianos en Corinto. La ciudad de Corinto era una ciudad joven
y dinámica, un crisol cultural bajo muchas influencias. Dion Crisóstomo fue un filósofo e historiador
contemporáneo. Al describir una visita a Corinto en una carta, comentó sobre la confusión que
prevaleció en toda la región durante los Juegos Ístmicos, el segundo acontecimiento más grande
después de los Juegos Olímpicos:

En torno al templo de Poseidón, a una multitud de malhadados sofistas que gritaban y se injuriaban
los unos a los otros y sus discípulos… disputaban los unos con los otros. Y una multitud de escritores
que leían sus estúpidas obras y una multitud de poetas que recitaban sus versos, mientras otros
aplaudían; una multitud de prestidigitadores mostrando sus maravillas; una multitud de adivinos

4 !e Guardian, 16 diciembre 2015, h"ps://www.theguardian.com/mundo/2015/dec/16/putin-gunslinger-gait-


kgb-training-report
5 h"p://www.svd.se/forskare-kgb-traning-bakom-putins-gang#sida-2

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interpretando sus signos; innumerables leguleyos pervirtiendo la justicia, y una muchedumbre no
pequeña de mercaderes haciendo negocio con lo que casualmente había caído en sus manos.6

Los “miserables sofistas” eran profesores itinerantes de filoso"a y expertos en retórica. Sabemos
que muchos de ellos eran escépticos. Creían que no hay verdad o moral objetiva. Llegaron a la
conclusión de que eran libres para actuar de manera que se beneficiaran a sí mismos, y que la retórica
podría ayudarlos a lograrlo. El objetivo de la retórica era convencer a los que estaban en el poder de
que lo que más interesaba al orador era lo que era mejor para los gobernantes. Para lograr esto, el
orador tenía que aprender a defender cualquier afirmación. El orador más hábil era el que podía
defender la posición menos creíble.
Este enfoque fue criticado durante la antigüedad clásica. El filósofo Filóstrato lo llamó
“desvergüenza teatral” y lo describió como “florido, ampuloso, lleno de metáforas sorprendentes,
demasiado métrico, demasiado dependiente de los trucos de la retórica, demasiado emotivo”.7 Otros
lo compararon con la profesión médica, diciendo que ese tipo de retórica era como un médico que
traía flores y perfume en lugar de medicina.8 Plutarco lo describió como “genio hueco, hinchado y
lleno de vana arrogancia y presunción”.9
La imagen y la apariencia eran de gran importancia para los retóricos itinerantes de la antigüedad
clásica. Establecieron lo que hoy llamaríamos actuaciones, durante las cuales cautivaban a sus
audiencias. Según Dion Crisóstomo, a los oradores les preocupaba sobre todo su reputación y nunca
decían cosas que lastimaran u ofendieran a sus oyentes; presentaron y embellecieron aquello que el
público ya consideraba cierto. Hacían esto para recibir una remuneración y, como sabemos, en el
mercado el cliente siempre tiene la razón.10
Con este conocimiento del contexto, gran parte del contenido en 1 Corintios se vuelve más claro.
Pablo no se opone a la razón ni a los argumentos; se opone a cierto tipo de retórica. No ha venido a
impresionar ni a recibir la admiración de los oyentes. No anuncia su mensaje buscando una
remuneración. Pablo se negó a adaptarse a la corrupta tradición retórica de Corinto y aparentemente
le criticaron por no haberlo hecho. Cita a los corintios en 2 Corintios 10:10: “pues algunos dicen: ‘Sus
cartas son duras y fuertes, pero él en persona no impresiona a nadie, y como orador es un fracaso’ ”.

6
Dion Crisóstomo, Discursos VIII.5 (Editorial Gredos, 1988).
7 Filósastro, !e Lives of the Sophists [La vida de los sofistas] (Harvard University Press 1961), xix–xx.
8 Dion Crisóstomo, Discursos XXXII.10.

9 Plutarco, Las vidas paralelas, (Librería de A. Mézin, 1847) pp. 125–126.


10 Bruce Winter, Philo and Paul Among the Sophists [Filo y Pablo entre los sofistas] (Grand Rapids, Mich.:
Eerdmans, 2002), p. 55.

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Como lo explica el erudito del Nuevo Testamento Ben Witherington:

No es la persuasión, ni la retórica en general, sino la sofistería: el uso de palabras “llenas de sonido e


intensidad, pero sin significado” lo que Pablo está evitando aquí. Por supuesto, existe una diferencia
entre la retórica de la mera exhibición, o la elocuencia por sí misma (puro sofismo), y la retórica
sustancial.11

A lo que Pablo se opone en 1 Corintios es a la retórica manipuladora de los sofistas, no al uso de la


razón o de los argumentos. Por eso eligió el término “sabiduría” al comienzo y al final de 1:17–2:1,
donde la sabiduría del mundo se contrasta con la sabiduría de Dios:

“Pues Cristo no me envió a bautizar sino a predicar el evangelio, y eso sin discursos de sabiduría
humana, para que la cruz de Cristo no perdiera su eficacia” (1:17, cursivas añadidas).
“Yo mismo, hermanos, cuando fui a anunciaros el testimonio de Dios, no lo hice con gran elocuencia y
sabiduría” (2:1, cursivas añadidas).

Según Pablo, debemos elegir un bando y no dejarnos engañar por las tendencias imperantes:

Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio según las normas de esta época, hágase
ignorante para llegar así a ser sabio. Porque a los ojos de Dios la sabiduría de este mundo es locura.
Como está escrito: “Él atrapa a los sabios en su propia astucia”; y también dice: “Él Señor conoce los
pensamientos de los sabios y sabe que son absurdos”. Por lo tanto, ¡que nadie base su orgullo en el
hombre! (3:18–21).

Entonces, la retórica manipuladora es el objetivo que Pablo quiere evitar, no el uso de la mente.
Esto también se ve en varios lugares de la carta, donde Pablo anima a los corintios a usar sus mentes:

• “Me dirijo a personas sensatas; juzgad vosotros mismos lo que digo” (10:15).
• “Pues orar con el espíritu, pero también con el entendimiento; cantar con el espíritu, pero
también con el entendimiento” (14:15).
• “Hermanos, no seáis niños en vuestro modo de pensar. Sed niños en cuanto a la malicia, pero
adultos en vuestro modo de pensar” (14:20).

De hecho, justo a través de la carta, Pablo está argumentando su caso. Por ejemplo, en el capítulo 6,
recuerda una y otra vez a sus lectores el conocimiento que él supone que tienen y las conclusiones que
deberían estar listos para extraer: “¿Acaso no sabéis?” (v. 2), “¿No sabéis?” (v. 3), “¿No sabéis?” (v. 15),
“¿No sabéis?” (v. 16) “¿Acaso no sabéis?” (v. 19). Todo esto presupone el uso de la mente.

11
h"p://www.patheos.com/blogs/bibleandculture/2012/08/20/paul-thru-mediterranean-eyes-a-review-part-
three

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En resumen: ¿debemos interpretar la forma de andar de Putin como una señal de debilidad o de
fuerza? ¿Deberíamos entender que Pablo en 1 Corintios dice que el evangelio es locura o sabiduría?
Con los antecedentes históricos en Corinto, la imagen encaja. Como Anthony "iselton dice en su
comentario:

lo que ahora sabemos del contexto retórico de Corinto libera a Pablo de cualquier insinuación de un
anti-intelectualismo no característico u obsesivo, o cualquier falta de imaginación o flexibilidad
comunicativa. Su determinación era que él haría solamente lo que servía al evangelio…
independientemente de las expectativas de la gente o de los seductores atajos hacia el éxito, sobre todo
la seducción de la auto promoción. Ni entonces ni ahora el evangelio descansa en el magnetismo de las
“grandes personalidades”.12

Dos tipos de sabiduría y dos tipos de locura


Pablo no solo debate los conceptos de locura y sabiduría en su carta. Habla de diferentes tipos de
locura o necedad, diferentes tipos de sabiduría. Y afirma que el evangelio constituye la verdadera
sabiduría de Dios.
El texto está lleno de ironía. La necedad pasa por sabiduría, y la sabiduría es desechada como si
fuera una locura. La humanidad se cree sabia y llama a Dios necio. Pero la mayor “necedad” de Dios
supera a la “sabiduría” humana más grande. En esta situación, es importante poder distinguir entre la
sabiduría falsa y la sabiduría verdadera, entre la sabiduría humana / mundana y la sabiduría de Dios:

Sabiduría falsa Sabiduría verdadera


- Sabiduría y elocuencia (1:17) - Sabiduría entre los maduros (2:6)
- Sabiduría de los sabios (1:19) - Sabiduría de Dios (1:30)
- Sabiduría del mundo (1:20) - La sabiduría de Dios, un misterio (2:7)
- Elocuencia de la sabiduría humana (2:1) - Cristo crucificado… la sabiduría de Dios (1:23–24)
- Sabiduría humana (2:13)

Pablo no es crítico con la sabiduría. Por el contrario, la sabiduría es lo que él defiende. Lo que
rechaza es “la sabiduría del mundo” y la “sabiduría humana”. Cuando Pablo dice que “el mensaje de la
cruz es una locura”, deja claro que el mensaje no es intelectualmente inferior. La oración continúa,
“para los que se pierden” (1:18). El texto se refiere a aquellas personas que rechazan la afirmación del
evangelio de que es una locura, algo de lo que Pablo era muy consciente. Debido a que, por error,

12
Anthony "iselton, !e First Epistle to the Corinthians [La Primera Epístola a los Corintios], (Grand Rapids,
Mich.: Eerdmans, Carlisle: Paternoster, 2000), p. 212 (cursiva original).

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esperaban a un Mesías que tuviese éxito político, los judíos rechazaron el evangelio de un Mesías
crucificado. Por la misma razón, los griegos, que buscaban ideas filosóficas que pudieran captar la
realidad, también rechazaron el evangelio (1:22–23). Pero el problema no es el evangelio, sino los
conceptos erróneos al respecto. En sí mismo, el evangelio no es locura: es “el poder de Dios y la
sabiduría de Dios” (1:24).13

13 Muchas gracias a Agnes Rysinska por su ayuda con la traducción al inglés.

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CAPÍTULO 5

Apologética: siempre preparados


Kirsten Birke!

Me han invitado a escribir sobre apologética en honor a Don Carson: escribir en nombre de un
amigo tan dedicado a emplear el aprendizaje para la gloria de Dios y el servicio al pueblo de Dios es un
placer y un privilegio. Debido a que conozco las obras de Don sobre apologética, a través de sus
escritos y conferencias, espero añadir tan solo una pequeña nota de reconocimiento. Sin embargo,
escribir este capítulo ha resultado una tarea curiosa. Tengo que admitir que mientras lo escribía he
descubierto que no estoy del todo segura de que la apologética exista.
Quizás resulte extraño, ya que muchas personas piensen que he pasado gran parte de mi vida adulta
haciendo apologética. He escrito y hablado sobre las pruebas de la existencia de Dios, de los milagros,
de la ciencia, del feminismo, culturas y visiones del mundo. Mientras he enseñado filoso"a, ética y (sí)
apologética, he mostrado a los alumnos cómo comprender las ideas del mundo secular y cómo
responder ante ellas, cómo comenzar conversaciones y cómo responder a preguntas en particular. Sin
duda, estaba realizando algo que existe.
Puede que sea un poco fuerte. Por supuesto que existe: la gente lo lleva a cabo. Don Carson lo hace
extremadamente bien. Pero, ¿qué están haciendo? ¿En qué consiste esta práctica que han realizado los
cristianos a lo largo de los siglos, que ha producido un conjunto tan grande de escritos y de teoría
sobre apologética? Cuando afirmamos que un libro es una obra de apologética, o establecemos un
ciclo de conferencias o nombramos un profesor de apologética, ¿qué se supone que tienen que hacer?
En concreto, ¿de qué manera es esto diferente a cualquier otra cosa que hacen los cristianos?
Al menos, en el lenguaje común, la apologética parece ser algo con una audiencia, así como con un
método distinto. La audiencia normalmente se trata de no creyentes y el método, argumento o razón,
es persuadirlos de que renuncien a sus objeciones frente al cristianismo. En general, muchos la
consideran la precursora de la evangelización. Se diferencia de esta debido a que tiene que ver más con
la razón que con la proclamación del evangelio. También, en general, se piensa que es algo diferente a
la predicación, o “teología”, porque se dirige a los no creyentes en lugar de a los creyentes.1

1 Estas son las distinciones que mantienen los cristianos más “comunes”: personas que escriben libros sobre la
teoría de la apologética, normalmente, presentan definiciones más amplias. Sin embargo, el simple hecho de que
aún tenemos libros (y cursos de estudio) publicados sobre “apologética”, como algo distinto a la evangelización, la
doctrina, la predicación o alguna otra categoría, sugiere que las definiciones más limitadas son las que aún

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No obstante, ¿qué pasaría con estas diferencias, si se sometiesen a un examen riguroso? Cuando
Pablo habló a los atenienses en su famoso discurso de Hechos 17, ¿no estaba haciendo teología? ¿No
estaba describiendo las verdades de Dios, sobre todo, aquellas que eran de cierta relevancia para su
audiencia ateniense? ¿De qué manera se diferencia, en esencia, esto de Romanos, o de las cartas a los
Corintios o incluso de cualquier otra parte del Nuevo Testamento?
La cuestión se complica aún más. En la metaliteratura de la apologética, también observamos una
gran cantidad de debate sobre la mejor manera de afrontarla. Como con cualquier otra disciplina, han
surgido distintas escuelas de pensamiento. Si podemos simplificar las escuelas de apologética actuales
en el momento, podríamos decir que el gran debate está entre las que a veces denominamos escuelas
“tradicionales” y “presuposicionales”. En el lado tradicional están aquellos que apelan a cierto terreno
común o neutral para debatir la racionalidad de la fe cristiana. Aunque se habla de si hay que
comenzar con las pruebas lógicas y racionales de la existencia de Dios e ir directamente a las pruebas
históricas de la existencia de Jesús y la fiabilidad del Antiguo Testamento, el punto principal de este
punto de vista es que la fe cristiana es racional, incluso, convincente.
La nueva alternativa a este enfoque general se materializó durante el siglo XX (aunque de cierta
forma se puede remontar hasta Agustín de Hipona a través de la Reforma) y emplea el lenguaje de los
puntos de vista y presuposiciones del mundo. Cada sistema de pensamiento (cada punto de vista) que
defendemos, se apoya sobre premisas que conforman las presuposiciones. En cualquier sistema, las
conclusiones deberían venir a partir de premisas de forma lógica. Sin embargo, un sistema basado en
premisas no cristianas fallará en algún punto debido a que estas premisas simplemente no son verdad.
La labor del apologeta es señalar en qué punto fallará un sistema en particular, que tenga que ver con
la contradicción con uno mismo o algo que no concuerda con la realidad. Este método puede llegar a
ser muy útil a la hora de investigar un caso en contra de un sistema de pensamiento no cristiano al
mismo tiempo que se promueve el cristianismo.
Sin embargo, este debate sobre el método puede convertirse con rapidez en una discusión sobre no
solo la mejor manera de hacer apologética, sino también sobre qué está haciendo en realidad una
persona cuando se dedica a esta tarea. El enfoque clásico o tradicional tiende a ver la apologética como
una manera en la que los no cristianos se embarcan en la búsqueda de la verdad. De este modo, yo,
como creyente cristiana, me sitúo a mi misma junto al no creyente en búsqueda y debatimos juntos lo
que podemos conocer como verdadero. Defiendo el cristianismo a través de pruebas, lógica o
cualquier herramienta que me parezca apropiada: incluso (yo supongo) una comparación de las
presuposiciones en forma de argumento con la mejor explicación. En conjunto, por el bien de este

permanecen en la conciencia cristiana general.

Richard M. Cunningham, ed., Servir a la iglesia, alcanzar al mundo: Ensayos en honor a D. A. Carson, trans. Ruth Cook, 1a
Edición., Ágora (Barcelona, España: Andamio, 2018).
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ejercicio, dejamos a un lado que cualquier conclusión tiene que ser verdad y observamos a dónde nos
dirigimos.
Por otra parte, el presuposicionalismo (cuando se presenta no solo como un método útil, sino como
una teoría de apologética) considera que esto no solo es impreciso, sino que también es anticristiano.
Los presuposicionalistas argumentan doctrinalmente que no existe tal cosa como el terreno neutral.
En realidad, sugerir que lo hay está totalmente fuera de las Escrituras. Por tanto, la única manera
legítima en la que un cristiano puede argumentar es a partir del punto de vista de las presuposiciones
cristianas, usando criterios respaldados por las Escrituras para la racionalidad y el juicio.2 Es
deshonesto y blasfemo sugerir a un compañero de conversación no creyente que es posible empezar a
partir de un terreno neutral.
Con dicha variación, y en verdad con este lenguaje tan fuerte, por ambos “bandos”, no sorprende
que las sospechas abunden en ambas direcciones. Si tratamos de argumentar a partir de algún tipo de
terreno común, usando los métodos de argumentación y suposiciones en los que se puede tener un
consenso con un no creyente, ¿cedemos ante la incredulidad y condescendemos con un mundo
ilusorio? ¿Consiste en sucumbir ante el pensamiento antibíblico, propagando mentiras entre los no
cristianos y participando en la idolatría? Por otra parte, si comenzamos a partir de suposiciones
cristianas (por ejemplo, desde la posición de la autoridad bíblica), ¿nos dejamos en ridículo y fallamos
a la hora de conectar con las personas? ¿Se trata simplemente de dar golpes con la Biblia y dar voces
por la calle?
¡Madre mía! Qué acalorada se puede volver una simple discusión. Parece no solo que no sabemos
realmente lo que estamos haciendo, sino que cuando lo hacemos, estamos en peligro de caer tanto en
el ridículo como en la idolatría. ¿Deberíamos si quiera participar en la apologética?

Apologética: no lo hagas

Sin duda, me he encontrado con una fuerte oposición a la idea de la apologética, no solo por parte
de los no creyentes quienes (de manera comprensible) no desean que critiquen su postura, sino
también dentro de los círculos evangélicos, quienes, uno pensaría, deberían estar a favor de defender
la fe. No obstante, parece que la objeción proviene solo de este impulso. El argumento es que lo que
deberíamos hacer es evangelización. Evangelización, pura y dura. Proclamar el evangelio, contar al
mundo el mensaje salvador de Jesús. El evangelio salva, los argumentos no lo hacen. La razón no
puede llevarnos a Dios, esto equivale a decir que nuestras obras pueden salvarnos. Irremediablemente

2 Véase el debate en el capítulo 1 de John Frame, Apologetics: A Justication of Christian Belief [Apologética: una
justificación de la creencia cristiana] (Presbyterian & Reformed, 2015).

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somos seres caídos, con mentes ensombrecidas y necesitamos que la luz del evangelio nos ilumine. El
jugar con los argumentos lógicos evita la cuestión real: las personas necesitan a Jesús. Así que dadles a
Jesús.
Del mismo modo que me lo han presentado, esta visión a menudo viene con el respaldo de las
palabras de 1 Corintios: “Los judíos piden señales milagrosas y los gentiles buscan sabiduría, mientras
que nosotros predicamos a Cristo crucificado. Este mensaje es motivo de tropiezo para los judíos, y es
locura para los gentiles” (1 Corintios 1:22–23).3
Parecería que participar en la apologética es comportarse como los griegos incrédulos que buscan
la sabiduría del mundo. No, nosotros, por el contrario, deberíamos predicar a Cristo crucificado.
Después de todo, eso es lo que Pablo hizo y lo que continúa diciendo en el capítulo 2 refuerza esto:

Yo mismo, hermanos, cuando fui a anunciaros el testimonio de Dios, no lo hice con gran elocuencia y
sabiduría. Me propuse más bien, estando entre vosotros, no saber de cosa alguna, excepto de
Jesucristo, y de éste crucificado. Es más, me presenté ante vosotros con tanta debilidad que temblaba
de miedo. No os hablé ni os prediqué con palabras sabias y elocuentes sino con demostración del poder
del Espíritu, para que vuestra fe no dependiera de la sabiduría humana sino del poder de Dios (2:1–5).

No debemos buscar “las palabras sabias”, esto provocaría que las personas se apoyasen en la
sabiduría de los hombres. No, no deberíamos conocer ninguna otra cosa que a Jesús y a este
crucificado, que es el poder de Dios. Caso cerrado.
Es un caso fuerte y me causó mucha angustia mientras estudiaba en la universidad: ¿Estaba en
efecto cediendo ante la sabiduría del mundo al querer encontrar buenos argumentos para defender la
validez del cristianismo? ¿Era esclava de las palabras sabias cuando trataba de discutir con mis
compañeros y profesores acerca de la existencia de Dios o la validez de la Escritura?
Fue la propia Escritura la que proveyó la respuesta. En la Escritura vemos al apóstol Pablo
explicando y demostrando cómo abordar la predicación de Cristo crucificado como parte de un
argumento constante. Pablo usa un lugar de interés local, el altar al Dios desconocido, y apela a la
naturaleza de Dios como creador, a nuestra relación con él, a la necedad de la idolatría y a la necesidad
de arrepentimiento debido al juicio. La resurrección de Cristo desde los muertos es la culminación de
este argumento, el motivo por el que Pablo argumenta que su llamamiento a arrepentirse está
justificado (Hechos 17:22–31).
Es evidente que esto es típico del patrón de Pablo en su predicación a los gentiles. Ya había pasado
tiempo en Atenas razonando con aquellos en la plaza (17:17), conversando con los filósofos epicúreos
y estoicos: no solo condescendiendo con la moda de jugar con ideas nuevas, sino usando la curiosidad

3 Las citas bíblicas de este capítulo son de la Nueva Versión Internacional (Castilian).

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sobre las ideas en aras de presentar la verdad. Además, era efectivo: del mismo modo que algunos se
burlaron, otros creyeron (17:34). Del mismo modo, cuando predicaba a Cristo crucificado a los judíos,
vemos a Pablo “demostrando” que Jesús es el Cristo (Hechos 9:22), “razonando” a partir de las
Escrituras, “explicando” y “demostrando” sus puntos (Hechos 17:2–3) y persuadiendo a algunos (véase
asimismo Hechos 26:28–29; 28:23–24).
Es evidente que Pablo no es la única figura del Nuevo Testamento que actuaba así. De hecho, en
cualquier lugar que vemos que proclamaban en el Nuevo Testamento, ya sea Jesús u otros, vemos
argumentos y pruebas de apoyo. Los milagros no eran en absoluto la única fuente de validación del
mensaje. El “arrepentíos y creed en el evangelio” de Jesús es una conclusión que sigue a sus
razonamientos: “ ‘Se ha cumplido el tiempo’, decía. ‘El reino de Dios está cerca’ ” (Marcos 1:15). Juan
20:30–31 nos dice que el Evangelio fue escrito “para que creáis” y que al creer “tengáis vida”. Todo el
libro tiene el propósito de persuadir a los lectores de la fe.
A medida que vemos al evangelio expandirse y leemos las cartas a las iglesias que surgen,
observamos un compromiso con la mente cuando predican razonadamente a Cristo crucificado. La
carta a los Romanos contiene una lógica proposicional constante, así como secciones de otras cartas
de Pablo. Hebreos defiende con persuasión a partir de prácticas del Antiguo Testamento la
importancia y la superioridad de Jesús. Las exhortaciones de Pedro forman una secuencia lógica. Juan
argumenta de manera más elíptica en sus cartas, pero no de forma menos lógica. Los apóstoles nunca
se rinden frente a un amor vacío a la sabiduría, sino que usan lo mejor de la sabiduría para
encomendar el evangelio a los oyentes.

¿Pero esto es apologética?


De este modo, parece que, al menos, bíblicamente no hay una distinción importante entre varias
actividades relacionadas con las palabras, a medida que los apóstoles extendían las noticias del
evangelio y lo encomendaban a sus oyentes. ¿Es posible que estas distinciones surgiesen más adelante?
Bueno, no, no de verdad. Por ejemplo, tomemos La apología de Arístides. Se dirige al emperador
Adriano, un no creyente, así que quizás tenemos un ejemplo clásico de apología propia: defender el
evangelio frente a las objeciones de un no creyente. De hecho, este tratado contiene críticas directas a
sistemas opuestos de creencias, aquellos que adoran los elementos de la naturaleza como dioses, así
como a la religión griega, egipcia y judía. También contiene una defensa directa del cristianismo
frente a acusaciones específicas de inmoralidad. No obstante, si la apologética es diferente a la
evangelización, este tratado casi no cumple los requisitos, sea una Apología o no: predica el juicio que
trae Jesús y termina con lo que se podría considerar un llamamiento directo al altar. ¿Es predicación,

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evangelización o apologética? Podría denominarse como cualquiera de las tres.
De modo similar, Irineo en Contra las Herejías se dirige sin duda a los no creyentes en su
descripción extensiva y refutación del Gnosticismo. A continuación, encontramos una presentación
cuidadosa de la fe cristiana, en la que describe el plan del pacto de Dios y la conexión entre el Antiguo
y el Nuevo Testamento. Sin duda, esto es teología (de hecho, podríamos considerarla una teología
sistemática temprana), pero a Ireneo se le conoce como apologeta ya que escribía para oponerse a los
herejes.
En los escritos de Justino Mártir, quizás el “apologeta” de la Antigüedad más famoso, sin duda
vemos que la razón y el uso de la filoso"a no le eran desconocidos. Lejos de eso: en su Diálogo con
Trifón, una defensa del cristianismo dirigida a la comunidad judía, describe cómo se convirtió debido
a que le presentaron el cristianismo como una filoso"a verdadera que responde a todas las preguntas.
Consideraba la filoso"a “el conocimiento de lo que verdaderamente existe y una percepción clara de la
verdad. La felicidad es la recompensa de tal conocimiento y sabiduría”. Lo escribió cuando le
presentaron el cristianismo, “vi que solo esta filoso"a es segura y provechosa”:

Por tanto, y por esta razón, soy filósofo. Además, desearía que todos, realizasen una resolución como la
mía y no se mantuviesen apartados de las palabras del Salvador. Estas poseen un terrible poder en sí
mismas y son capaces de inspirar a aquellos que se apartan del camino de rectitud con asombro,
mientras proporciona el descanso más dulce a aquellos que la ponen en práctica de forma diligente.
Entonces, si tienes cualquier preocupación por ti mismo y estás buscando con ansia la salvación, y si
crees en Dios, podrás (debido a que esta cuestión no te resulta indiferente) familiarizarte con el Cristo
de Dios y, después de iniciarte, vivir una vida feliz.4

Justino continúa con el diálogo para demostrar a Trifón, un judío, por qué Jesús es el Cristo y cómo
cumple el Antiguo Testamento. Esteban hizo algo parecido antes de su martirio. Pedro participó en
una labor parecida en Hechos 2. Y podemos imaginarnos que Pablo también habló a los judíos de este
modo, ya que debatía con ellos en las sinagogas, demostrando que Jesús era el Cristo. Una
presentación apasionada del evangelio, llena de contenido teológico, con argumentación, asumiendo
la veracidad del cristianismo, pero apelando al terreno común de la filoso"a, no entra fácilmente en
nuestras categorías modernas.
Podríamos decir que estos primeros cristianos aún estaban trabajando sobre la mejor manera de
pensar y escribir sobre el cristianismo. La distinción clara que establecemos entre los diferentes tipos

4 Justino Mártir, Diálogo con Trifón, capítulo 8, se puede encontrar en inglés en Alexander Roberts y James
Donaldson (eds.), !e Ante-Nicene Fathers: Translations of the Writings of the Fathers down to A.D. 325 [Los padres
prenicenos: traducciones de los escritos de los padres hasta el año 325 D.C.] (T&T Clark, 1996), vol. 1, 198.

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de actividad cristiana intelectual tardó tiempo en aparecer. Es verdad que, a medida que pasa el
tiempo, observamos que más tipos distintos de escritos cristianos están desarrollándose. Mientras La
Trinidad de Agustín de Hipona hace todo aquello que realizan la teología y la apologética, no se dirige
al mundo de la misma manera que lo hace La ciudad de Dios. Cuando entramos en la Edad Media, la
naturaleza del compromiso cristiano con sus propias ideas y las del mundo ha cambiado en gran
medida respecto a la iglesia primitiva. Las novedades culturales y políticas afectaron este cambio. Una
vez tienes la cristiandad, una cultura cristiana asumida por la mayoría, la necesidad de la apologética
frente a los no creyentes se vuelve mucho más específica y se dirige con claridad hacia aquellos ajenos
a esa sociedad. Asimismo, los héroes de la Reforma no se enfrentaron mucho a la incredulidad de los
no creyentes, más bien afrontaron una teología errónea, lo cual al menos pretendía ser cristiano. La
academia de Ginebra de Calvino no impartía clases de apologética. Sin embargo, había clases de
literatura y la instrucción lingüística se impartía a través de los textos clásicos, no de los bíblicos.
Entonces, ¿es la cultura actual lo más importante a la hora de tener en cuenta la apologética? ¿No es la
apologética una categoría eterna, así como una respuesta a aquello que presenta la cultura que nos
rodea?

La apologética lidia con la cultura

Quizás nos acercamos más a lo que realmente queremos decir si creamos una categoría distinta de
“apologética”. Los escritos de apologética cristiana, aparte del resto de cosas que hagan, también se
enfrentan con la cultura actual, o bien defendiéndose de críticas actuales concretas o proveyendo una
crítica cultural o explicación. En realidad, se trata de una actividad bastante intensa y provee una
defensa muy fuerte de la fe tanto para los creyentes como los no creyentes. Un sistema de pensamiento
que no solo resiste frente a los ataques de otros sistemas, no solo provee una defensa sólida de sus
propias tesis, sino que en cambio explica la oposición, es sin duda un sistema fuerte. Arístides, Justino
Mártir y Agustín en La ciudad de Dios no solo aportaron una crítica de la cultura no cristiana, sino que
la explicaron de forma teológica. Los cristianos necesitan una comprensión de su mundo y la
apologética, así como la teología, siempre está situada. Las verdades son eternas, pero tan pronto
como se articulan, se afirman a alguien. De este modo, quizás lo que queremos decir es que mientras
la apologética, en cierto sentido, siempre es una defensa del evangelio, la manera en la que se defiende
el evangelio (método) y a partir de qué se defiende (contenido), pueden cambiar con el tiempo.
Cualquiera que sea la idolatría del momento, habrá que enfrentarse a ella con el fin de desafiar a la
incredulidad tanto dentro como fuera de la iglesia. Cambiará de una época a otra, pero nuestra
postura ante ella (que desa"a la falsedad con la verdad bíblica) no lo hará. Esto sugiere que, incluso si

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el contenido y el método pueden variar, hay aún algunas normas que no cambian respecto a la
apologética. En primer lugar, desde los apologetas de la iglesia primitiva pasando por los de la
Reforma y más allá, tenemos que conocer nuestra cultura. Así como Ireneo, que interactuó tan
plenamente con los gnósticos, tenemos que comprender los argumentos de nuestros oponentes en sus
propios términos, observando que hace que les resulten atractivos. Asumimos con seriedad el hecho
de que Calvino quería que sus alumnos conociesen bien a Aristóteles, Platón, Plutarco y Cicerón, los
poetas, oradores e historiadores griegos y la filoso"a natural, así como las Escrituras y la doctrina.
Entendemos que la predicación, enseñanza, evangelización y la defensa de la fe deben dirigirse a
personas reales y a su entendimiento, sea el que sea.
Existe otra norma invariable. Si el método de la apologética puede cambiar dependiendo de lo que
necesite la cultura actual, la manera no tiene por qué. Desde el punto de vista bíblico, sabemos que
nuestro discurso debe mostrar gracia a los de afuera, como si lo sazonamos con sal (Col. 4:6).
Debemos aferrarnos al hecho de que la apologética (ya sea cómo se argumentó o cómo se adentra en el
pensamiento no cristiano y en su método filosófico) nunca consiste en un mero ejercicio intelectual.
La apologética es una manifestación de amor. Demuestra que amamos a Dios y queremos, sobre todo,
verle glorificado. También que amamos la verdad y queremos promoverla por encima de la mentira.
Que amamos a las personas y deseamos verlas pasar de muerte a vida. La verdad acerca de Dios
importa y es crucial para amar a otros y preocuparnos por lo que creen. Estamos lidiando con
consecuencias eternas.
Es importante que incluyamos este hecho en cualquier debate sobre apologética, ya que es muy
fácil para aquellos que aman las ideas y el debate intelectual olvidarse de que la verdad nunca es
abstracta. Nunca se debe separar del amor por las personas, en ese sentido, la Inquisición miente.
Cuando destruimos argumentos y cualquier opinión grandilocuente que surge en contra del
conocimiento de Dios, recordamos que Pablo dijo esto en el contexto de no vanagloriarse (2 Co. 10).
Su amor por aquellos con los que debatió y a los que enseñó es siempre evidente (1 Ts. 2:8). Siempre
debemos presentar la defensa de la esperanza que hay en nosotros con gentileza y respeto (1 Pedro
3:15). Podría añadir que Don Carson siempre ha sido un ejemplo asombrosamente bueno de esto en la
práctica.

Apologetas del siglo XXI: ¿Dónde estamos ahora?

Cuando leo a los primeros apologetas, soy consciente con preocupación de que muy pronto, incluso
en el mundo occidental, quizás nos encontremos frente a los gobernantes de la tierra defiendo, si no
nuestras vidas, al menos nuestra libertad para ser cristianos activos. Quizás descubramos que la

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“apologética” vuelve a su contexto legal original. Hay una gran cantidad de lugares en el mundo
donde estas demandas con una realidad en este momento.
Al mismo tiempo, continuamos con la defensa intelectual de la fe frente a las filoso"as actuales que
la desa"an. El posmodernismo ha llegado probablemente para quedarse aún un poco más. Ya no es
emocionante, sino que se asume en la escuela, en el bar, en el periódico y en la universidad. Al mismo
tiempo, el modernismo aún es importante. La ciencia no solo domina una gran parte de la autoridad
pública, sino que el pensamiento empírico y una postura antiautoritaria del conocimiento se sitúan
junto al posmodernismo en una tensa yuxtaposición. Incluso los pensadores con educación pueden
cambiar entre los mundos modernos y posmodernos de forma incomprensiblemente rápida. La "sica
que se mantendrá totalmente firme cuando evalúe los datos del Gran Colisionador de Hadrones
quizás esté llena de un sentimiento místico cuando considere sus buenas obras para el medio
ambiente. “Nadie se imaginó a [Sir James] Frazer practicando de verdad magia”, escribe un historiador
académico, “pero hoy en día tu nuevo compañero quizás sea un brujo”. 5
A menudo hemos señalado el problema del derecho como un desa"o actual de la evangelización:
así como también, íntimamente conectado, encontramos el problema de la apatía. Ningún tipo de
familiaridad con los argumentos filosóficos, las evidencias de Dios, el conocimiento del universo
puesto a punto o la crítica de un punto de vista importa cuando a la gente simplemente le da igual. No
es tanto que nos encontramos con argumentos en contra del cristianismo o incluso el nuevo problema
occidental de la casi total ignorancia bíblica, es que nadie quiere molestarse en pensar en ello para
nada. Ya tengan comodidad material o estén sufriendo, ya sea que sean pensadores constantes o del
todo fragmentados, hay una generación creciente de personas a las que les da igual. Aquí, sugeriría, lo
que necesitamos no es tanta argumentación, sino más bien paciencia: una relación paciente que
espera el momento cuando presten atención. ¿Esto es apologética? Aún consiste en estar preparados
para dar razón de una esperanza, cuando, esta esperanza finalmente sea visible. Quizás requiera
mucho tiempo.

¿Estamos exaltando la razón al hacer apologética?

Los creyentes conservadores de hoy en día no exaltan la razón en el sentido kantiano, tampoco
niegan la autoridad de la Escritura. Sin embargo, muchos aún asumen que la “apologética” (la defensa
del evangelio) es algo que solo emplea la razón y temen eso. Pero no tenemos por qué. La razón no es

5 Christopher I. Lehrich, “Magic in #eoretical Practice” [Magia en la práctica teórica] en Bernd-Christian O$o y
Michael Stausberg (eds.), Defining Magic: A Reader [Definir la magia: un lector] (Equinox, 2013), 212, cursiva
original.

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absoluta ni es necesaria para creer ni para hacer apologética. Después de todo, la Escritura es lógica,
son las personas las que no lo son. El pecado, como Agustín reconoció hace tanto tiempo, corrompe la
voluntad. No es que las mentes humanas no sean intrínsecamente capaces de entender las verdades de
Dios. Creada a la imagen de Dios, la mente humana es capaz de entender todo tipo de verdad. Sin
embargo, no queremos las verdades de Dios, las verdades que requieren que nos sometamos con
obediencia a él. Nuestras voluntades corruptas ensombrecen nuestras mentes y solo el espíritu de
Dios puede cambiarlo. Convertirse en cristiano, entrar en la mente de Cristo y comprender las
verdades espirituales no significa que seamos menos racionales, significa que nos volvemos más
racionales. El dios secular Razón es un triste segundón comparado con la verdadera razón que el
Espíritu de Dios nos aporta. El dios creado puede llevarnos solo ante verdades egoístas y menores, que
quizás nos digan bastante de cómo funciona el mundo natural y lo inteligentes que somos en él, pero
nunca nos guiarán a la salvación del pecado y a la vida eterna. La única sabiduría verdadera que viene
del Espíritu es capaz de ello.
De esta manera, explicamos la verdad cristiana, sabiendo que es lógica y razonable, incluso si las
mentes no espirituales aún no lo pueden ver. Aplicamos esa verdad cristiana a nuestra cultura,
sabiendo que la crítica del evangelio descubrirá realidades profundas y críticas importantes.
Atacamos ideas absurdas no cristianas y esperamos que incluso la razón ignorante tenga la suficiente
humildad de aceptar que ciertas excusas han desaparecido. Argumentamos, persuadimos y hablamos
sea cual sea el contexto, haciéndonos judíos para los judíos y griegos para los griegos, asegurando que
entendemos la ciencia de los científicos y el arte de los artistas, el enfado de los ateos y el juego de los
posmodernos, el profundo amor por la creación de los ecologistas y el anhelo de sabiduría espiritual
de alguien de la Nueva Era de forma que por todos los medios ganemos a algunos. Cuando atacan las
ideas del cristianismo, las defendemos al explicar cuáles son y por qué no deberían descartarlas.
Apelamos a la mente, a la voluntad y al corazón, orando en todo momento para que el Espíritu de Dios
los cambie de modo que puedan llegar a la verdad. Cuando podemos, proclamamos la verdad más
importante de todas: la noticia de salvación de que Jesús ha muerto para pagar por los pecados y que
no hay condenación, sino una nueva vida a través de su resurrección. Y entonces volvemos a empezar
de nuevo.
El apóstol Pedro nos dijo que siempre estuviésemos preparados para hacer defensa de nuestra
esperanza (1 Pedro 3:15). Citamos ese versículo con frecuencia como la base bíblica de la apologética.
Me gustaría añadir otro versículo:

Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha
paciencia, sin dejar de enseñar. Porque llegará el tiempo en que no van a tolerar la sana doctrina, sino

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que, llevados de sus propios deseos, se rodearán de maestros que les digan las novelerías que quieren
oír. Dejarán de escuchar la verdad y se volverán a los mitos (2 Ti. 4:2–4).

Estos mitos cambiarán, pero nuestro trabajo no lo hará. Siempre será necesario tener paciencia, así
como la verdad. La palabra de Dios avanzará usándonos como sus siervos. No podemos pedir una
tarea mejor.

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CAPÍTULO 6

Cooperación por el evangelio sin transigencia


John Stevens

Es un gran privilegio que me hayan invitado a contribuir a esta colección de ensayos en honor al
profesor Carson. Me convertí cuando era estudiante de derecho en la universidad de Cambridge en
1988, y no sería una subestimación decir que Don Carson, a través de sus libros y de su ministerio
bíblico en numerosas conferencias en el Reino Unido durante los últimos treinta años, ha sido la
influencia teológica más importante para mí y mi ministerio. Tengo más libros escritos por él que por
cualquier otro autor. Su comentario !e Gospel According to John [El evangelio según Juan],1 fue una
de los primeros que compré siendo un joven cristiano y me introdujo a la importancia del rigor y de la
claridad exegética. Manifestaciones del Espíritu2 me ayudó a navegar por las turbulentas controversias
sobre el movimiento carismático en ese momento y Amordazando a Dios3 me protegió de los ataques
del posmodernismo. ¿Hasta cuándo Señor?4 me instruyó sobre la soberanía de Dios y la
responsabilidad humana y Un llamamiento a la renovación espiritual5 me enseñó a orar con prioridades
bíblicas. Falacias exegéticas6 me ha librado de cometer muchos errores tontos en mi predicación y más
recientemente, el Commentary on the New Testament Use of the Old Testament [Comentario sobre el uso
del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento]7 ha demostrado ser un recurso inestimable de
teología bíblica profunda y equilibrada.
Casi treinta años después de mi conversión, me encontré a mí mismo, para mi sorpresa, siendo el
director nacional de la federación de iglesias independientes evangélicas (FIEC), una familia de más de
560 iglesias en Gran Bretaña que están comprometidas a trabajar juntas para hacer discípulos de
Jesucristo en todas las comunidades. Para ello, buscamos establecer iglesias impulsadas por el
evangelio para alcanzar Gran Bretaña para Cristo.8 Somos un grupo de iglesias que están unidas por

1 Inter-Varsity Press, 1991.


2 Andamio, 2000.

3 Andamio, 2016.

4 Andamio, 1995.

5 Andamio, 2003.

6 Editorial Clie, 2011.

7 Baker, 2007.

8 h"p://www.fiec.org.uk, véase también John Stevens (ed.), Independent Church: Biblically Shaped and Gospel

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las doctrinas y convicciones centrales del evangelio, pero que permiten una amplia variedad de
puntos de vista sobre otros asuntos de importancia secundaria y engloban una variedad de estilos y
culturas en el ministerio de la iglesia local. También queremos trabajar más ampliamente con otras
iglesias que comparten nuestras convicciones sobre el evangelio, independientemente de su afiliación
denominacional. Buscamos mantener la claridad del evangelio en lo que es esencial y la generosidad
del evangelio en todo lo demás. Creemos que esto es lo que se refleja en la enseñanza del Nuevo
Testamento.
A pesar de que la FIEC fue fundada en 1922, tenemos una gran deuda de gratitud con Don Carson
por la manera en la que ha modelado una cooperación por el evangelio entre evangélicos más allá de
las barreras entre denominaciones. Nadie ha hecho más para fomentar la unidad centrada en el
evangelio que lo que él ha hecho en los últimos treinta años. En el 2007 tuve el privilegio de asistir a
una reunión de la asociación de pastores de la FIEC en el festival bíblico de Cheltenham, donde Don
habló sobre los orígenes, los objetivos y la estructura de Coalición por el Evangelio (TGC),9 que estaba
dando sus primeros pasos. Para aquellos que tenían oídos para oír, su mensaje fue alto y claro: si
queremos superar los múltiples desa"os a los que se enfrenta el movimiento evangélico a principios
del siglo XXI en Occidente, debemos evitar las rivalidades innecesarias y unirnos en las verdades
fundamentales del Evangelio. El movimiento evangélico, que siempre ha sido interdenominacional,
necesita un “centro” alrededor del cual reunirse, determinado por las doctrinas y las convicciones
históricas que lo han definido. Durante los últimos diez años, Coalición por el Evangelio se ha
convertido en un bastión de la ortodoxia evangélica, una fuente de recursos excepcionales y una
encarnación de la cooperación por el evangelio, ya que los líderes de una amplia variedad de
denominaciones, incluidos presbiterianos, bautistas, independientes y episcopales, se han unido, ya
sea como miembros del consejo o como conferenciantes o simpatizantes. La participación de Don en
el festival bíblico de Cheltenham ha orientado e inspirado la visión de la FIEC para unir a las iglesias
independientes en Gran Bretaña en torno al “centro” del evangelio y para asociarse con evangélicos de
ideas afines en otros ministerios y organizaciones interdenominacionales.
También es muy apropiado que escriba este capítulo en el 2016, casi exactamente cincuenta años
después del fatídico desacuerdo entre el doctor Martyn Lloyd-Jones y el reverendo John Sto# en la
Asamblea Nacional de Evangélicos en Londres en octubre de 1966. Este acontecimiento tan mal
entendido, del cual algunos sacan de forma errónea la idea de que Lloyd-Jones llamó a los evangélicos
a abandonar las denominaciones mixtas,10 marcó el comienzo de una ruptura significativa de la

Driven [Iglesia Independiente: bíblicamente moldeada e impulsada por el evangelio] (10, 2014).
9 h#p://www.thegospelcoalition.org

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unidad por el evangelio entre anglicanos evangélicos e inconformistas evangélicos en el Reino Unido,
que ha tardado décadas en sanar.11 Ese proceso de sanación ha recibido en gran medida ayuda por la
manera en la que Don Carson ha podido construir puentes entre los distintos sectores dentro del
movimiento evangélico conservador del Reino Unido, todos los cuales lo tienen en la más alta
consideración gracias a su fidelidad a la Biblia. Ha ministrado en Proclamation Trust, Gospel
Partnerships, FIEC, Bautistas de la Gracia, Movimiento Evangélico de Gales, World Alive y UCCF
(Christian Unions), por nombrar solo algunos grupos. La unidad entre los evangélicos centrados en la
Biblia en el Reino Unido es más fuerte de lo que nunca ha sido en mi vida cristiana, por lo que yo y la
FIEC nos regocijamos.
Sin embargo, los desa"os que enfrentan los evangélicos en el Reino Unido hoy en día son
potencialmente mayores de lo que fueron en 1966 y requieren que tengamos una claridad aún mayor
sobre el evangelio y un compromiso aún más fuerte con la cooperación por el evangelio. En 1966 el
desa"o principal fue la teología liberal y la presión del movimiento ecuménico, que buscaba unificar
las estructuras de las iglesias en una sola denominación, sin preocuparse por la ortodoxia confesional.
Por lo tanto, Lloyd-Jones tuvo razón al destacar que el tema clave en cuestión era “¿Qué es un
cristiano?”. Hoy hay menos liberales declarados y el desa"o proviene de aquellos que profesan ser
evangélicos pero que rechazan las creencias evangélicas históricas sobre la Biblia, la cruz, el juicio, la
sexualidad y el género, por nombrar solo algunos puntos de presión actuales. En 1966 el desa"o vino
de aquellos que negaron de forma directa la verdad de la Biblia. Hoy el desa"o viene de aquellos que
dicen honrar su autoridad y que, sin embargo, la interpretan de tal manera que significa exactamente
lo opuesto a lo que los evangélicos siempre han sostenido que significa. Si el antiguo liberalismo se
puede comparar con el gran lobo malo que quería derribar la casa por entero, entonces los
autoproclamados evangélicos actuales que están reinterpretando las creencias bíblicas centrales son
más como Humpty Dumpty de Lewis Carroll, que hacen que las palabras signifiquen lo que ellos
quieren que signifiquen.
El rechazo a través de la reinterpretación de las creencias evangélicas históricas, junto con la radical
secularización de la sociedad, que ha dejado a los cristianos como una minoría marginada cuyas
convicciones históricas se consideran una especie de fanatismo intolerante, forzará inevitablemente a

10 D. M. Lloyd-Jones “Evangelical Unity: An Appeal” [Unidad evangélida: una apelación], en Knowing the Times
[Conocer los tiempos] (Banner of Truth, 1989).
11 Véase Andrew Atherstone, “Lloyd-Jones and the Anglican Secession Crisis” [Lloyd-Jones y la crisis de la
secesión anglicana], en Andrew Atherstone y Ceri Jones (eds.), Engaging With Martyn Lloyd-Jones [Interactuar
con Martyn Lloyd-Jones] (Apollos, 2011) 261–292.

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los evangélicos a posicionarse. Tendrán que decidir en qué creen, a quién pueden unirse en el trabajo
por el evangelio y con quién pueden asociarse como hermanos y hermanas en Cristo. A medida que
las denominaciones, las iglesias y las organizaciones paraeclesiales determinan sus políticas respecto
a, por ejemplo, los matrimonios entre personas del mismo sexo y la homosexualidad, los evangélicos
no tendrán otra opción que decidir si van a capitular, transigir, luchar por la verdad o salir de entre
ellos.
En tiempos como estos, es esencial que busquemos trazar los límites de la cooperación por el
evangelio a partir de la Biblia y que lo hagamos antes de los desa"os específicos a los que nos
tengamos que enfrentar. Siempre es más di"cil determinar los límites de forma reactiva,
especialmente cuando hacerlo podría significar excluir y rechazar a antiguos amigos y compañeros en
el ministerio. La imposición de límites de manera reactiva y receptiva siempre correrá el riesgo de
parecer dura, sin compasión y retrógrada. Solo si tenemos un centro claro y hemos identificado los
límites necesarios, podemos llevar a cabo los juicios que inevitablemente llegarán. Este capítulo
esbozará las bases bíblicas para la cooperación por el Evangelio y también los límites para que no se dé
tal cooperación.

¿Qué es el evangelio? Los prerrequisitos esenciales para la cooperación sin


transigencia

La pregunta de qué es el evangelio es, en primer lugar, fundamental para la cooperación por el
evangelio. Solo si podemos determinarlo con cierta precisión, podremos identificar la enseñanza y la
práctica que traspasan los límites.
Aquellos que profesan ser evangélicos pueden caer en dos peligros opuestos. Por un lado, están
aquellos que ven el “evangelio” de una manera maximalista, que abarca todo lo que creen que la Biblia
tiene que decir. Para ellos, el “evangelio” es prácticamente sinónimo de bíblico y abarca un sin"n de
temas tales como la escatología y la eclesiología. No solo dicta cuál es la doctrina sino también los
estilos de adoración y culturas de ministerio. En los lugares donde el “evangelio” se considera de
forma tan maximalista, la cooperación por el evangelio solo será posible entre aquellos que
comparten cada una de sus convicciones. Por otro lado, están los que consideran que el evangelio no
tiene ningún otro contenido doctrinal que no sea la vaga confesión de Jesús como Señor. Adoptan un
enfoque minimalista que se refiere a todos aquellos que toman el nombre de “cristianos”,
independientemente de lo que quieran decir con eso.
La enseñanza del Nuevo Testamento se encuentra claramente entre estos extremos. El “evangelio”
es el mensaje verbal que anuncia las buenas nuevas acerca de Jesús, quién es él y lo que ha hecho, lo

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cual exige que las personas respondan con arrepentimiento y fe para escapar de la ira venidera.12 Por
lo tanto, el evangelio tiene un contenido doctrinal mínimo irreducible, que es del todo no negociable.
Al mismo tiempo, no abarca la totalidad de la enseñanza bíblica.
El contenido irreducible del evangelio no se expresa en ninguna parte de manera más breve que en
1 Corintios 15:1–8, donde Pablo le recuerda a la iglesia el evangelio que les había predicado cuando
fundó y estableció la iglesia. Este evangelio, y solo este, los salvará, con la implicación de que un
evangelio que niega cualquiera de estas verdades centrales no puede traer la salvación. La esencia del
evangelio apostólico, expresado en un lenguaje condensado y lleno de significado, es que la persona
histórica de Jesús de Nazaret fue el Cristo, el Rey prometido y ungido que vendría para salvar al
pueblo de Dios y cumplir las promesas del Antiguo Testamento. Dio su vida como sacrificio
propiciatorio y sustitutorio cuando “murió por nuestros pecados”.13 Al tercer día resucitó de entre los
muertos, lo que (como el resto del capítulo 15 deja claro) fue una resurrección corporal en la vida de la
era gloriosa que vendrá, que Pablo describe como un “cuerpo espiritual”.14 Esta gloriosa resurrección
confirma que Jesús fue el Cristo/Mesías prometido y también revela su gloria y divinidad como el Hijo
de Dios. Declara su igualdad ontológica con Dios el Padre.15 El evangelio también presupone la
doctrina de la creación que Pablo ya ha explicado en el capítulo 8.16
Estas verdades centrales fueron la esencia de la predicación apostólica en el libro de los Hechos. Si
bien no reciben el mismo énfasis en cada uno de los sermones registrados,17 siempre son la esencia del
mensaje, ya sea explícita o implícitamente. Las diferencias sutiles son una consecuencia de la
contextualización de la predicación del evangelio en diversas culturas. La identidad de Jesús como
Señor y Cristo, su muerte por los pecados que trae perdón, su resurrección para gloria y su retorno
para juzgar son el mínimo irreducible de la predicación del evangelio apostólico.
Esto de forma inevitable nos lleva a deducir que no puede haber cooperación por el evangelio con
aquellos que niegan estas verdades básicas. Donde se las niega, o simplemente se las minimiza, el
mensaje que se proclama no es el evangelio y, por consiguiente, no traerá salvación. Como Pablo
expresa sin rodeos en Gálatas 2:9, aquellos que predican un mensaje diferente están bajo la maldición

12 Véase, por ejemplo, Marcos 1:14–15; Hechos 2:22–39.


13 "iselton, por ejemplo, argumenta que esta frase indudablemente implica propiciación (Anthony C. "iselton,
!e First Epistle to the Corinthians [La primera epístola a los Corintios], Eerdmans, 2000, 1191).
14 1 Co. 15:42–49.

15 Véase 1 Co. 8:6; Ro. 1:4.


16 Véase 1 Co. 8:6.

17 Hechos 2:14–41; 3:11–26; 7:1–53; 10:34–43; 13:16–41; 14:8–20; 17:16–34.

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de Dios.
En el contexto actual, la convicción apostólica central que con mayor frecuencia niegan los que se
autoproclaman evangélicos es la del sacrificio propiciatorio y sustitutorio de Cristo por nuestros
pecados.18 Esta doctrina, que impregna todo el Nuevo Testamento, presupone que el problema
humano universal es el pecado, el cual con todo el derecho del mundo provoca la ira de Dios y el juicio
eterno que el hombre justamente merece. Algunos niegan de manera abierta esta doctrina, pero otros
la desplazan sutilmente a favor de modelos alternativos de la expiación que hablan de Jesús
absorbiendo el mal humano y la maldad humana de forma abstracta, en lugar de tomar sobre sí la ira
de su Padre en nuestro lugar. Si bien el Nuevo Testamento presenta varios “modelos” de la expiación,
que juntos aclaran lo que Cristo ha logrado con su muerte en nuestro lugar, no podemos elegir alguno
entre ellos. La expiación propiciatoria y sustitutoria es el corazón de la cruz, y sin ella fallan todos los
demás “modelos” de la expiación.19 La cooperación por el evangelio no puede basarse tan solo en lo
que afirmamos mutuamente, sino que exige un consenso total en lo que no debemos negar.
Es por esta razón que la doctrina de la cruz ha demostrado ser tan central para la unidad evangélica
y para la cooperación por el evangelio.20 Donde hay desacuerdo en cuanto al significado de la muerte
de Cristo en la cruz, ya sea sobre lo que sucedió cuando murió o sobre la naturaleza final de su
sacrificio, no puede haber cooperación por el evangelio porque no hay un evangelio en común.
1 Corintios 15:1–8 no solo establece un contenido irreducible del evangelio, que es un requisito
previo para la cooperación por el evangelio, sino que requiere de forma implícita una aceptación
común de la veracidad y la autoridad de la Biblia. Pablo exige explícitamente la aceptación de las
Escrituras del Antiguo Testamento, ya que la muerte y la resurrección de Jesús fueron “según las
Escrituras”. Sin embargo, exige de manera implícita la aceptación de la autoridad y la veracidad del
Nuevo Testamento. El evangelio que ha proclamado es el verdadero evangelio porque viene con su
autoridad apostólica. Es coherente con el testimonio de todos los demás apóstoles, quienes también

18 Véase, por ejemplo, Alan Mann y Steve Chalke, !e Lost Message of Jesus [El mensaje perdido de Jesús]
(Zondervan, 2004).
19 Véase John Sto", La Cruz de Cristo (Ediciones Certeza, 1996); Steve Jefferey, Mike Ovey y Andrew Sach, Pierced
for Our Transgressions: Rediscovering the Glory of Penal Substitution [Traspasado por nuestras transgresiones:
redescubriendo la gloria de la sustitución penal] (Inter-Varsity Press, 2007); Donald Macleod, Christ Crucified:
Understanding the Atonement [Cristo Crucificado: cómo comprender la expiación] (Inter-Varsity Press, 2014).
20 Fue por esta razón que en 1910 la Christian Union intercolegial de la Universidad de Cambridge se separó del
Student Christian Movement. Véase Oliver Barclay y Robert Horn, From Cambridge to the World: 125 Years of
Student Witness [De Cambridge al Mundo: 125 Años de Testimonio Estudiantil] (Inter-Varsity Press, 2002.

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vieron al Señor Jesús resucitado. En última instancia, no es el mensaje de Pablo y mucho menos su
opinión o interpretación. Es el mensaje del Señor Jesús que ha sido revelado a Pablo21 y a los demás
apóstoles. La autoridad del Nuevo Testamento se basa en su apostolicidad, que la sitúa al mismo nivel
que las Escrituras del Antiguo Testamento.22 Al haberse puesto por escrito, la enseñanza apostólica,
revelada y autorizada por el Señor Jesús se convierte en Escritura con autoridad. Tiene la misma
veracidad y autoridad que la palabra misma de Dios porque es la palabra de Jesús por medio de su
Espíritu a través de sus apóstoles.23
Por lo tanto, la cooperación por el Evangelio depende de una aceptación común de la veracidad y
autoridad de las Escrituras, como palabra de Dios y autoridad final sobre la tradición de la iglesia y la
razón humana. Como veremos, esto no significa que no haya necesidad de interpretación, ni que las
diferencias en algunos asuntos impidan necesariamente la cooperación por el Evangelio. Pero donde
no hay acuerdo sobre la autoridad formal de las Escrituras como palabra verdadera y final de Dios, no
puede haber espacio para la cooperación por el Evangelio.
De este modo, organizaciones como la FIEC,24 TGC25 y UCCF26 han adoptado declaraciones de fe
que fundamentan la confraternidad y la cooperación sobre la base de estas verdades fundamentales
del evangelio, que han sido el sello histórico del movimiento evangélico.27 Han fomentado la
cooperación entre iglesias y cristianos que sostienen puntos de vista muy diferentes sobre otros
temas, pero exigen comprometerse con el evangelio apostólico tal y como se revela en las Escrituras.

¿Qué es la enseñanza falsa? Los límites esenciales para la cooperación sin


transigencia28

Después de establecer que hay un contenido doctrinal mínimo irreducible del evangelio que no

21 Ga. 1:11–12; Ro. 1:1–6; Ef. 3:2–9.


22 2 Pedro 3:16.
23 Véase D. A. Carson (ed.), !e Enduring Authority of the Christian Scriptures [La Autoridad Duradera de las
Escrituras Cristianas] (Inter-Varsity Press, 2016).
24 h"ps://fiec.org.uk/about-us/beliefs

25 h"ps://www.thegospelcoalition.org/about/foundation-documents

26 h"ps://www.uccf.org.uk/about/doctrinal-basis.htm

27 Véase, por ejemplo, D. A. Carson y Timothy Keller, La centralidad del Evangelio (Editorial Patmos, 2014).
28 Véase también Phillip Jensen, !e Limits of Fellowship, the Inclusiveness of Love [Los Límites de la Comunión, la

inclusividad del amor] (10, 2012).

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podemos negar y que, por lo tanto, es un prerrequisito para la cooperación por el evangelio, el Nuevo
Testamento también deja claro que hay algunas personas con las que no podemos tener comunión, y
mucho menos unirnos con ellas para la cooperación por el evangelio. Aquí se incluyen a aquellos que
enseñan un falso evangelio porque niegan las verdades fundamentales planteadas en 1 Corintios 15,
pero va más allá de estos, hasta los que promueven cualquier enseñanza que es incompatible con la
salvación eterna. El Nuevo Testamento califica a tales personas como “falsos maestros” y exige que los
creyentes fieles al evangelio y, sobre todo los líderes, se separen de ellos. Hay que silenciarlos en las
iglesias y no se les debe proporcionar una plataforma para la enseñanza. Es necesario excluirlos de la
comunidad29 porque sus creencias y comportamiento han dejado claro que no pertenecen
verdaderamente al Señor Jesús y que no tienen lugar en su reino.30 Necesitan arrepentirse.
La necesidad de ejercer tal disciplina y de separarse de los falsos maestros surgió en el curso de las
amargas divisiones y disputas doctrinales que afectaron a la iglesia primitiva, que se originaron
cuando el evangelio confrontó los contextos judíos o paganos de los primeros convertidos al
cristianismo. Una gran mayoría de las cartas del Nuevo Testamento abordan el problema de las falsas
enseñanzas que son contrarias al evangelio apostólico y amenazan con destruir la iglesia. Lo que
podría parecer duro y condenatorio para muchos oídos occidentales de hoy en día fue justamente
reconocido como un asunto de vida y muerte eterna por los apóstoles. La enseñanza falsa no es “sana”,
lo que significa que no es saludable porque no trae la bendición de la vida eterna.31
El Nuevo Testamento identifica una cantidad de ejemplos específicos de enseñanzas falsas que
requieren tal disciplina y rechazo. Incluyen la afirmación de que Jesús no es el Cristo32 o que no vino
en carne,33 la negación de la resurrección corporal de Jesús, la negación de la resurrección de aquellos
que con"an en Cristo,34 la negación de la segunda venida de Jesús para traer juicio y el reino.35 La
enseñanza falsa también incluye legalismo que impone la realización de cualquier obra religiosa,
como la circuncisión o la observación de las normas alimenticias judías, como una condición para la
salvación, socavando así la doctrina de la justificación solo por la fe.36 Incluye la imposición del

29 Este es el resultado concreto de “entregándolos a Satanás”, que significa que están simbólicamente eliminados
del reino de Dios y devueltos al reino de Satanás. Ver 1 Ti. 1:18–20; 1 Co. 5:4–5, 9–11.
30 1 Ti. 1:18–19.

31 Cf. Tito 1:13; 2:1.

32 1 Juan 2:22.
33 2 Juan 7.
34 1 Co. 15:12–19; 2 Ti. 2:18; Tito 1:10–16; 3:9–11.

35 2 Pedro 3:3–7.

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ascetismo, que exige abstenerse del matrimonio y de comer ciertos alimentos,37 y la promoción y
práctica de la inmoralidad sexual,38 que abarca toda actividad sexual fuera del matrimonio
heterosexual. Finalmente, aquellos que promueven la división en la iglesia, o que rechazan la
autoridad apostólica, también deben ser disciplinados y excluidos.39
No todas las enseñanzas erróneas son consideradas como “falsas enseñanzas” de esta manera por el
Nuevo Testamento; en algunas áreas sorprendentes, se reconoce que pueden acomodarse a diversos
enfoques. Pablo, por ejemplo, sin duda considera el tema de guardar el sábado como una cuestión de
conciencia personal, aunque aparezca en los Diez Mandamientos. Los cristianos individuales, por lo
tanto, son libres de respetar un día como más sagrado que otro, pero también de considerar todos los
días por igual. 40 De manera similar, los cristianos que han comprendido plenamente la libertad que
tienen en Cristo para comer cualquier cosa, incluso la carne sacrificada a los ídolos en un templo
pagano, deben respetar las conciencias de sus hermanos y hermanas “más débiles” que aún se sienten
obligados a observar las restricciones alimenticias judías. 41 El tema crucial en tales circunstancias no
es lo que las personas elijan hacer, sino que no pidan a otros que hagan lo mismo como una condición
para la salvación y que no condenen ni menosprecien a otros por las diferentes decisiones de
conciencia que tomen.42
Por lo tanto, si consideramos el Nuevo Testamento en conjunto, este establece que hay algunas
doctrinas que deben ser creídas para que la unidad y la cooperación por el evangelio sean posibles, hay
otras enseñanzas que son falsas y ponen en peligro la salvación e impiden toda confraternidad y hay
una amplia categoría entre estas dos, donde se puede aceptar una diversidad de creencias y prácticas
siempre que no se eleven a requisitos para la salvación. Para formularlo con una terminología
taxonómica diferente, existen doctrinas primarias que hay que creer, creencias heréticas que hay que
rechazar y creencias secundarias donde la cooperación por el evangelio es posible a pesar de la
diversidad de creencias y prácticas. El alcance de la cooperación por el evangelio sin transigencia se
encuadra tanto en un conjunto centrado como en uno acotado. Ocurre dentro de un grupo centrado

36 Ga. 4:8–11; Fil. 3:2; Col. 2:16–23.

37 1 Ti. 4:1–5.

38 1 Co. 5:1–5; 6:12–20; 2 Pedro 2; Judas, Ap. 2:20–23.


39 1 Ti. 6:1–5.

40 Ro. 14:5.

41 Ro. 14:1–15:13; 1 Co. 10:23–33.

42 Véase John Stevens, “"e Pastor and the Gospel Partnership” [El pastor y el compañerismo por el evangelio], en
Steve Timmis y Melvin Tinker (eds.), !e Renewed Pastor [El pastor renovado] (Mentor, 2011), 261–292.

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que se enfoca en las doctrinas principales del evangelio, pero está fuera de los límites del grupo
acotado que son los falsos maestros que promueven doctrinas peligrosas. La FIEC, por ejemplo, ha
tratado de reconocer esto adoptando una declaración de política sobre la unidad por el evangelio que
promueve la asociación en la adoración y en la evangelización con aquellos que defienden las
convicciones centrales del evangelio, pero rechaza la posibilidad de tal asociación con quienes las
niegan.43
La pregunta más di"cil a menudo parece ser la de determinar en qué parte de este espectro puede
caer un tema en particular. Para dar algunos ejemplos actuales, ¿es posible disfrutar de la cooperación
por el Evangelio con aquellos que discuten sobre cuestiones de eclesiología, bautismo, escatología,
ministerio de la mujer, bautismo en el Espíritu, dones carismáticos, soteriología calvinista o
arminiana o la edad de la tierra? Si la cooperación por el evangelio es posible a pesar de las diferencias
en estos temas, ¿por qué no es posible con aquellos que difieren en su comprensión de la expiación o
en cuestiones de sexualidad y matrimonio entre personas del mismo sexo?
En realidad, el problema no es tan di"cil como podría parecer al principio. Las doctrinas centrales
“mínimas” del evangelio respecto a la deidad de Jesús, la muerte propiciatoria en la cruz para cargar
con la ira de Dios contra el pecado humano universal, la resurrección corporal, la segunda venida, la
justificación solo por la fe y la veracidad de la Biblia inevitablemente excluirán a la gran mayoría de los
falsos maestros que promueven el legalismo o el libertinaje, porque tampoco ellos se suscribirán a
estas creencias básicas. Solo un pequeño número de personas, por ejemplo, que profesan mantener la
doctrina de la inerrancia de las Escrituras y el sacrificio propiciatorio también defenderán la
aceptación de las relaciones entre personas del mismo sexo. El rechazo de la moralidad sexual bíblica
suele ir precedido por el rechazo de las doctrinas evangélicas más fundamentales. Las doctrinas
centrales del evangelio, si las protegemos como debemos, generarán un grupo centrado que excluye a
la mayoría de los falsos maestros y proporcionará una base suficiente para la cooperación por
Evangelio.
A pesar de esto, un mero enfoque en las doctrinas centrales del evangelio es insuficiente para la
cooperación. Sigue siendo necesario tratar de identificar otros problemas que constituyen falsas
enseñanzas, no solo para garantizar la cooperación por el evangelio sin transigencia, sino porque
requieren la respuesta de la disciplina de la iglesia, y los creyentes deben separarse de aquellos que
enseñen o permitan estas falsas enseñanzas. Los problemas en concreto variarán de una época a otra y
de un lugar a otro, ya que, en general, implican un choque entre la enseñanza bíblica y la cultura
imperante. En la época del Nuevo Testamento, un tema importante era la ética sexual, en especial con

43 h#ps://fiec.org.uk/resources/article/gospel-unity-statement

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respecto a la actividad sexual masculina fuera del matrimonio, ya fuera con esclavos o prostitutas, lo
cual era considerado aceptable para la sociedad pagana y romana. 44 Los cristianos debían separarse de
aquellos que enseñaban o practicaban tal inmoralidad sexual o de los que enseñaban en contra del
disfrute del sexo en el matrimonio, porque de ese modo demostraban que no se habían convertido de
verdad.
Sin embargo, aunque el pecado sexual era un tema que surgía con frecuencia, este era solo un
pecado de la variedad de comportamientos pecaminosos que eran incompatibles con la verdadera
conversión y con la salvación, de modo que promover o practicar estos pecados descalificaría a uno del
reino de Dios. En 1 Corintios 6:9–10, Pablo enumera la inmoralidad sexual, la idolatría, el adulterio, la
práctica homosexual, el robo, la codicia, la embriaguez, la calumnia y la estafa como patrones de
conducta que muestran que una persona no puede heredar el reino de Dios. Sin duda, habrían exigido
la disciplina y la separación de cualquiera que estuviera cometiendo o defendiendo tales pecados y que
se negara a arrepentirse.
¿Cuáles son las implicaciones de esto para nosotros hoy? Debería quedar claro que no podemos
entrar en la cooperación por el evangelio con aquellos que rechazan las doctrinas esenciales que
definen el evangelio. También significa que no podemos participar en la cooperación por el evangelio
con aquellos que son falsos maestros o partidarios de falsos maestros. Esto significa, por ejemplo, que
no puede haber cooperación por el evangelio con aquellos que mantienen las enseñanzas de la iglesia
católica romana, que continúa negando la doctrina de la salvación solo por la gracia a través de la obra
terminada de Cristo en la cruz.45 De la misma manera, no puede haber cooperación con los legalistas
fundamentalistas que insisten en que la abstención del alcohol, vestirse de una manera particular,
usar una traducción bíblica específica o tener una opinión escatológica particular son esenciales para
la salvación. Tampoco puede haber cooperación con un judío mesiánico que cree que es necesario
circuncidarse para recibir la salvación. Afortunadamente, es raro encontrar este tipo de legalismo hoy
en día en Reino Unido y aquellos que defienden tales puntos de vista no querrían cooperar en ninguna
actividad. Es de una relevancia mucho más actual el hecho de que estos principios bíblicos implican
que no puede haber cooperación con una persona que cree que Dios acepta y reafirma a aquellos que
entran en relaciones amorosas y monógamas con alguien del mismo sexo.46

44 Hechos 15:29; Ro. 1:24–27; 1 Co. 6:18–20; 2a Co. 12:21; Ga. 5:19; Ef. 4:3; Col. 3:5; 1 Ts. 4:3–8; Heb. 13:4; 1a Pedro
4:3.
45 Para una evaluación del catolicismo romano actual, véase Gregg Allison, Roman Catholic !eology and Practice
[Teología y práctica católico romana] (Crossway, 2014).
46 Para ejemplos de identificación de sí mismos como “evangélicos” que abogan por la aceptación de las relaciones

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Es esencial reconocer que entre los elementos esenciales del evangelio y la falsa enseñanza herética
se encuentra una amplia gama de temas y las diferencias en las creencias sobre estos temas no deben
hacer imposible la cooperación por el evangelio. Dentro de este “espacio del evangelio”, los hermanos
y hermanas pueden estar en desacuerdo el uno con el otro y tener creencias y prácticas diferentes
como una cuestión de conciencia; sin embargo, con"an y proclaman el mismo evangelio salvador.
Cuestiones como la ordenación de mujeres, la edad de la tierra, si el don de lenguas es para hoy, si el
bautismo es para creyentes profesantes o también para hijos de creyentes, y si el regreso de Jesús será
pos o premilenial no debería impedir la cooperación por el evangelio como una cuestión de
principios. Tales diferencias pueden hacer que la cooperación por el evangelio sea di"cil o impráctica
por razones pragmáticas, pero no la imposibilitan como una cuestión de principios teológicos. No
sería pecaminoso ni peligroso cooperar a pesar de estas diferencias, aunque sí sería pecaminoso y
peligroso cooperar sin unidad en lo esencial del evangelio, o con aquellos que enseñan o apoyan falsas
enseñanzas heréticas.
En la cultura actual, la cooperación por el evangelio requiere claridad y generosidad. Requiere
claridad para mantenerse firme en las doctrinas esenciales del evangelio y en contra de la fala
enseñanza y los falsos maestros. Hay demasiados cristianos que de forma incorrecta asumen que
estamos llamados a aceptar a todos tal y como son y a dar la bienvenida a todos aquellos que se
identifican a sí mismos como cristianos, sin importar lo que crean o practiquen. Jesús mismo advirtió
que habrá muchas personas que se identificarán a sí mismas como sus discípulos, llamándole Señor y,
sin embargo, no lo conocen verdaderamente porque no obedecen su palabra. 47 Como Pablo explica en
1 Corintios 5:1–8, ejercitar el discernimiento y la disciplina contra aquellos que niegan la verdad del
evangelio, o que enseñan falsas doctrinas, es en última instancia un acto de amor. Es un acto de amor
a Dios, ya que busca honrar su nombre y su reputación en el mundo. Es un acto de amor a otros
cristianos, ya que los protegerá de desviarse de la salvación. Es un acto de amor a los creyentes falsos y
a los falsos maestros, ya que puede llevarlos a un verdadero arrepentimiento y salvación. Lo menos
amoroso que podemos hacer es simplemente pretender que no importa.48

entre personas del mismo sexo, véase Alan Wilson, More Perfect Union: Understanding Same-Sex Marriage [La
unión más perfecta: comprensión del matrimonio entre el mismo sexo] (DLT, 2014); Ma#hew Vines, God and the
Gay Christian [Dios y el cristiano gay] (Nueva York: Convergente, 2014) Jane Ozanne (ed.), Journeys in Grace and
Truth: Revisiting Scripture and Sexuality [Viajes en la gracia y la verdad: revisión de las Escrituras y la sexualidad]
(Ekklesia, 2016).
47 Mt. 7:21–23

48 Véase especialmente Jonathan Leeman, !e Church and the Surprising Offence of God’s Love [La iglesia y la

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Al mismo tiempo, la cooperación por el evangelio requiere una gran generosidad y una negativa a
otorgarle una importancia primordial a asuntos secundarios. La generosidad significa que tenemos
que soportar el hecho de que otros harán y enseñarán cosas que consideramos erróneas, imprudentes
y no bíblicas, sin embargo, respetamos sus conciencias y nos mantenemos unidos a ellos como
hermanos y hermanas que tienen el evangelio en común.

¿Qué es la generosidad evangélica? La actitud esencial para la cooperación


sin transigencia

Después de considerar los prerrequisitos y los límites de la cooperación por el evangelio, por fin,
estamos en disposición de reflexionar sobre lo que requiere en la práctica la cooperación por el
evangelio. Esta es una pregunta bastante más compleja de lo que podría parecer a primera vista. Puede
que elijamos trabajar con otros en una amplia variedad de formas para una gran variedad de
propósitos concretos. La práctica de la cooperación por el evangelio dependerá del contexto específico
en el que los cristianos, iglesias u organizaciones busquen trabajar juntos. Las organizaciones como la
FIEC, TGC y UCCF, por lo tanto, tienen puntos de vista ligeramente diferentes sobre asuntos que
están fuera de las doctrinas centrales del evangelio. La FIEC es una familia de iglesias con una
eclesiología distintiva, por lo que con razón se posiciona de forma particular en cuanto al ministerio
de las mujeres y sostiene que los ancianos y los pastores deben ser hombres. Sin embargo, no eleva
este asunto al nivel de un requisito del evangelio y está dispuesta a tener comunión y cooperar en la
misión con aquellas iglesias y personas que tienen una opinión diferente sobre el ministerio de la
mujer. TGC tiene su propio punto de vista, no solo en cuanto al ministerio de las mujeres, sino que
también defiende una doctrina reformada de la soteriología, creyendo que esto es importante para la
defensa del evangelio en el contexto de EE.UU. 49 UCCF existe para hacer discípulos de Jesucristo en el
mundo estudiantil, capacitando a los estudiantes para trabajar juntos en la evangelización en el
campus y aprovechar al máximo las oportunidades únicas del entorno universitario. Por lo tanto, no
toma posiciones sobre ninguno de estos temas.
El Nuevo Testamento deja claro que todos los verdaderos creyentes en el Señor Jesús están unidos
en él.50 Han sido bautizados en su cuerpo por el único Espíritu y son hermanos y hermanas en él.51 La

sorprendente ofensa del amor de Dios] (Crossway, 2009).


49 h"ps://www.thegospelcoalition.org/about/foundation-documents

50 Juan 17:20–23.

51 Ef. 4:4–6; Fil. 2:1–4.

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unidad cristiana no es algo que estamos llamados a crear, sino más bien algo que estamos llamados a
expresar. Los mandatos imperativos a la unidad en el Nuevo Testamento fluyen de la realidad
indicativa de nuestra unidad en Cristo.
Los cristianos expresan la unidad entre sí en las iglesias locales, que son asambleas de creyentes, y
estas a su vez expresan su unidad mediante relaciones de compañerismo mutuo a pesar de la
distinción geográfica. Solo en la eternidad todo el cuerpo de Cristo finalmente se reunirá delante de
su trono.52 Hasta ese día, la expresión de nuestra unidad en Cristo solo será provisional y parcial. La
gran tarea de la iglesia es ir y hacer discípulos de todas las naciones proclamando el evangelio,53 y
mostrar al mundo la nueva comunidad de la eterna era por venir.54 Los cristianos deben trabajar
juntos para cumplir su misión por el evangelio, que requerirá compartir recursos de personas y dinero
para que el evangelio se pueda compartir entre todas las personas.55
Muchas iglesias se unen en estructuras denominacionales que se definen no solo por las creencias
fundamentales del evangelio, sino por convicciones comunes sobre cuestiones secundarias como el
bautismo. Puede que las iglesias cooperen con otras iglesias evangélicas de ideas afines, ya sea de
manera informal o a través de organizaciones más estructuradas que lo faciliten, y tales agrupaciones
varían según el grado en que se definen por cuestiones secundarias. Cada vez es más común, por
ejemplo, que las iglesias locales en una ciudad o región trabajen juntas para promover el evangelio en
su área, ya sea mediante el crecimiento de la iglesia o fundando iglesias, a través de líneas
denominacionales porque tienen convicciones comunes en cuanto al evangelio. A medida que el
cristianismo declina y la necesidad del evangelio se vuelve más obvia,56 los distintivos secundarios
son cada vez menos importantes en comparación con lo primordial, la gran tarea de ver a las personas
perdidas llegar a la fe salvadora en el Señor Jesús. Las iglesias evangélicas y los cristianos individuales
también pueden cooperar en organizaciones interdenominacionales o paraeclesiales para promover el
evangelio.
El mero hecho de que iglesias e individuos tengan convicciones esenciales del evangelio en común
no significa que siempre sea posible, necesario o sabio trabajar juntos. Aquellos que se apegan a las

52 Ap. 7:1–10.

53 Mt. 28:16–20.

54 Juan 13:34–35; 17:23; Ef. 3:10–11.


55 Como, por ejemplo, en Hechos 11:27–30; Ro. 15:24; 2 Co. 8:1–9:15; Fil. 1:5; 4:14–16.

56 Se estima que no más del 3% de la población del Reino Unido son creyentes genuinos nacidos de nuevo en el
Señor Jesús y la tasa de crecimiento de los evangélicos en el Reino Unido en el 2012 fue de 0%. Véase Jason
Mandryk, Operation World [Operación mundo], 7 a ed. (InterVarsity Press, 2012), para más información.

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convicciones centrales del evangelio todavía tendrán una variedad de convicciones diferentes sobre
asuntos secundarios, que siguen siendo importantes para ellos y una diversidad de gustos y
preferencias culturales. Pueden estar buscando llegar a comunidades o grupos muy diferentes, lo que
requeriría que el mensaje del evangelio y el ministerio del evangelio se contextualizaran de maneras
incompatibles entre sí.
No debemos asumir que no cooperar en el ministerio por el evangelio es siempre un fracaso. En
muchos casos, puede ser fundamental trabajar de forma separada para llegar a diferentes
comunidades y culturas. No existe un ministerio por el evangelio único y gran parte de la cooperación
por el evangelio es más efectiva entre grupos relativamente homogéneos. El nivel de coincidencia
requerido dependerá del proyecto específico que se emprenda. Por ejemplo, un grupo más amplio de
evangélicos puede cooperar para mantenerse firmes en las verdades centrales del evangelio de los que
pueden trabajar juntos para fundar una iglesia local específica, donde tendrán que tomarse decisiones
sobre eclesiología, gobierno de la iglesia, los sacramentos, ministerio y estilo, o para fundar un
seminario o llevar a cabo un curso de capacitación para el ministerio. Una misión conjunta en un
pueblo o ciudad tendrá dificultades para atraer a todos los líderes del evangelio para trabajar juntos si
algunos son inflexibles en cuanto a que la sanidad sobrenatural debe ser un aspecto integral del
programa, mientras que otros creen firmemente que no debería serlo.
En el Nuevo Testamento descubrimos que no todo se hizo de forma cooperativa, sino que había un
respeto y una comprensión mutuos primordiales que permitieron que el evangelio floreciera en
múltiples comunidades. Santiago, Pedro y Juan llevaron el evangelio a los judíos y establecieron
iglesias con una cultura judía que mostraban una gran consideración por la circuncisión, las leyes
alimenticias, los sábados y las fiestas, mientras que Pablo y Bernabé llevaron el evangelio a los gentiles
y fundaron iglesias multiétnicas que no cumplían con el requisito de la ley.57 Pablo y Bernabé, al final,
se separaron en el ministerio porque no pudieron ponerse de acuerdo sobre el lugar de Juan Marcos
en su equipo de plantación de iglesias.58
Habrá momentos en que nuestras preferencias culturales, diferencias de personalidad,
llamamientos ministeriales y el deseo de abogar por cuestiones secundarias que consideramos
importantes nos impedirán cooperar en todas las causas. La respuesta adecuada en tales casos es
respetar las diferencias entre unos y otros y bendecirse unos a otros en nuestras respectivas iniciativas
del evangelio. No deberíamos vernos como rivales, ni emprender nuestro ministerio de forma
competitiva, buscando lograr una mayor “participación en el mercado” a expensas de los demás. Por

57 Gá. 2:9.

58 Hechos 15:36–41.

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ejemplo, en grandes ciudades o pueblos, generalmente hay un amplio margen para que varias iglesias
lleven a cabo diferentes eclesiologías, todas las cuales pueden contribuir al trabajo del evangelio en esa
comunidad. En una ciudad más pequeña que carece del testimonio del evangelio, o que ya tiene una
iglesia evangélica, pero de un tipo diferente, sería misionalmente inapropiado fundar una nueva
iglesia para acomodar a aquellos con una preferencia en alguna cuestión secundaria.
La cooperación por el evangelio, en general, requiere que dejemos de lado nuestras preferencias
personales y “derechos” en aras de una mayor capacidad de alcanzar a los perdidos para Cristo. Si las
iglesias locales se unen en una misión común en su ciudad, o los estudiantes se unen en un grupo
universitario para evangelizar su campus, entonces los complementaristas e igualitaristas pueden,
por ejemplo, tener que dejar de lado sus convicciones personales por el bien mayor. Este es
exactamente el enfoque que adoptó Pablo en su ministerio de evangelización.59 Por lo tanto, los
igualitaristas deben estar dispuestos a respetar las conciencias de sus hermanos y hermanas
complementaristas y no insistir en tener una predicadora para una misión conjunta y los
complementaristas deben abstenerse de juzgar a sus hermanos y hermanas igualitaristas porque
tengan una opinión diferente sobre el ministerio de las mujeres. Inevitablemente, la cooperación por
el evangelio implicará una disposición a transigir en torno a lo que se tiene en común, tanto desde el
punto de vista doctrinal como cultural y requerirá una inmensa sabiduría, gracia y madurez.

Conclusiones
Los evangélicos tienen una larga historia de cooperación en el trabajo por el evangelio. El
movimiento evangélico siempre ha sido un movimiento interdenominacional, centrado en
convicciones y prácticas que los creyentes nacidos de nuevo tienen en común entre sí, y que en cierta
medida van más allá de sus lealtades eclesiológicas. La cooperación por el evangelio ha traído grandes
bendiciones y ha permitido que el reino de Dios crezca con mayor rapidez y de manera más efectiva de
lo que hubiera sido de otro modo.60
La cooperación por el evangelio entre Whitefield, Wesley y Edwards fue un aspecto vital del Gran
Avivamiento que llevó al surgimiento del movimiento evangélico.61 El establecimiento de sociedades

59 1 Co. 9:19–23.

60 Véase también Chris Bruno y Ma" Dirks, Churches Partnering Together: Biblical Strategies for Fellowship,
Evangelism and Compassion [Iglesias que colaboran: estrategias bíblicas para la comunión, la evangelización y la
compasión] (Crossway, 2014).
61 Véase Mark Noll, !e Rise of Evangelicalism [El crecimiento del movimiento evangélico] (Inter-Varsity Press,
2011).

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misioneras evangélicas no denominacionales contribuyó en gran medida a la causa de la
evangelización mundial. En el siglo XIX, el movimiento de santidad y las conferencias de profecías
condujeron al establecimiento de actividades como la Convención de Keswick, que reunió a los
evangélicos. En la década de 1920, los evangélicos de diferentes denominaciones trabajaron juntos
para producir !e Fundamentals [Los fundamentos] a fin de proteger a la iglesia de los ataques de la
teología liberal. La creación de la Inter-Varsity Fellowship, ahora UCCF, ha capacitado a generaciones
de estudiantes para trabajar juntos compartiendo las buenas nuevas sobre el Señor Jesús en el campus.
El reverendo E. J. Poole-Connor se inspiró en tales movimientos de unidad evangélica, especialmente
Keswick y las sociedades misioneras, para establecer la FIEC en 1922 como un medio para reunir a las
iglesias evangélicas independientes en “una sociedad de ayuda mutua”.62
Sin embargo, la cooperación por el evangelio no es tan solo una cuestión de beneficio pragmático.
Ayuda a modelar la unidad del pueblo de Dios en el cuerpo de Cristo. A pesar de todas sus debilidades
y fallos teológicos, el movimiento ecuménico tenía razón al reconocer que la falta de unidad cristiana
es una barrera para la misión. A los ojos de un mundo que observa, la división de la iglesia debilita la
verdad y la credibilidad de la fe cristiana. Jesús oró por la unidad de su pueblo,63 y los apóstoles se
esforzaron por alcanzarla y mantenerla.64 Si bien es inevitable que haya división entre creyentes
verdaderos y falsos, y entre iglesias verdaderas y falsas, no puede haber excusas para la división entre
las personas e iglesias que creen de verdad en el evangelio. Como hemos señalado, esto no significa
que siempre cooperarán en su trabajo específico, pero debería significar que no trabajan unos contra
los otros, actuando como si fueran competidores que luchan por una participación en el mercado.
Por desgracia, los evangélicos a veces no cooperan por razones que no tienen nada que ver con
proteger la verdad del evangelio. Los choques de cultura, clase, raza, personalidad o rivalidad pueden
ser obstáculos para la cooperación. La ignorancia o los prejuicios, incluso el rechazo deliberado a
pensar lo mejor de los demás, impide la cooperación. La cooperación se vuelve imposible cuando las
personas compiten por el liderazgo y la influencia o cuando buscan construir un seguimiento o
ministerio personal. El desacuerdo entre Lloyd-Jones y John Sto" en 1966, con todas las
consecuencias trágicas que siguieron, fue en parte resultado de sus muy diferentes temperamentos,
nacionalidades, clases sociales, estilos de ministerio, expectativas de liderazgo y edades.65

62 Evangelical Unity [Unidad Evangélica] (FIEC, 1941), 174–188.


63 Juan 17:21.
64 Efesios 4:3–6.

65 Véase Gaius Davies, Genius Grief and Grace [Genio, dolor y gracia] (Christian Focus, 2008); Alister Chapman,
Godly Ambition: John Sto" and the Evangelical Movement [Ambición piadosa: John Sto" y el movimiento

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Quizás la mayor amenaza para la cooperación por el evangelio proviene de elevar temas de
importancia secundaria, o incluso meras cuestiones de estilo, a una importancia primordial, lo que
hace imposible trabajar junto a aquellos que tienen una opinión diferente o que hacen las cosas de otra
manera. Esto es a menudo el resultado de buenas intenciones, ya que los líderes están convencidos de
que, si todos hicieran las cosas a su manera, el evangelio avanzaría con mayor rapidez. Por ejemplo,
puede que algunos líderes enseñen y actúen como si los problemas de la iglesia se resolvieran
simplemente si todos compartieran sus creencias sobre el bautismo y la membresía de la iglesia,
mientras puede que otros piensen que solo su estilo específico de predicación expositiva es fiel al
texto. Requiere una gran dosis de gracia y perspectiva para darse cuenta de que muchas de las cosas
que valoramos como muy importantes tienen tan solo una importancia relativamente pequeña para el
avance del evangelio. Una de las ideas que motivaron a E. J. Poole-Connor para luchar por la
cooperación por el evangelio, tanto dentro como más allá de la FIEC, fue que Dios había bendecido
todo tipo de grupos evangélicos y ministerios en tiempos de avivamiento, independientemente de sus
diferentes puntos de vista y su confianza individual de que tenían razón.66 A lo largo de los siglos, el
Señor había bendecido a anglicanos evangélicos, bautistas, congregacionalistas y hermanos, y parecía
no haber mostrado favoritismo entre ellos debido a sus diferencias. Dios no concedió ni rehusó su
bendición sobre la base de sus creencias secundarias.
La incapacidad de los evangélicos para cooperar, incluso cuando están de acuerdo en las ideas
centrales del evangelio, con demasiada frecuencia refleja la incapacidad de aceptar que no pueden
tener todo en común exactamente como desearían. Con demasiada frecuencia preferimos establecer
una iglesia, una misión, un curso de capacitación, una conferencia o un ministerio nuevo, si no
podemos hacer las cosas exactamente de la manera que creemos mejor. Incluso si cooperar significara
que obtendríamos el 90% de lo que queríamos, preferiríamos comenzar nuestra propia “obra” para
asegurarnos de que podemos lograr el 100%. Si queremos seguir la cooperación por el evangelio sin
transigencia, no solo debemos guardar el evangelio, sino también deberemos proteger nuestros
corazones de la tentación de trabajar juntos solo cuando logramos hacer todo a nuestra manera. La
cooperación dentro del “espacio del evangelio” entre las doctrinas primarias no negociables y la falsa
enseñanza siempre implicará un elemento de transigencia para servir al bien común en lugar de
perseguir nuestros propios intereses.
Los desa"os que enfrenta la iglesia en Occidente hoy en día han tenido el efecto de fomentar una
mayor cooperación por el evangelio entre evangélicos, de la misma manera que la persecución la

evangélico] (Oxford University Press, 2014).


66 Evangelical Unity [Unidad Evangélica].

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produjo en el pasado. Las creencias evangélicas fundamentales han sido atacadas desde “dentro del
campamento”, lo que ha impulsado a aquellos que se agarran tenazmente a ellas a que se mantengan
unidos. La creciente comprensión de que estamos viviendo en un contexto misionero también ha
hecho que los evangélicos prioricen llegar a los perdidos en lugar de perseguir el interés de los
sectores. A medida que avanza el secularismo, es probable que los desa"os sean aún mayores. Las
iglesias, congregantes y ministros en denominaciones que aprueban o aceptan las relaciones entre
personas del mismo sexo tendrán que decidir si pueden permanecer sin transigir el evangelio. Los
independientes y aquellos en denominaciones que son firmemente evangélicas necesitarán trabajar
cada vez más unidos en lugar de según su propia agenda. Así evitaremos los peligros de transigir y
facilitaremos la cooperación que promueve el evangelio, solo si mantenemos la claridad del evangelio
y si practicamos la generosidad del evangelio. El profesor Carson ha sido para nosotros un ejemplo
tanto de la claridad del evangelio como de la generosidad del evangelio. Lo que nos queda es
garantizar que continuemos construyendo a partir de su ejemplo en los años venideros.

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CAPÍTULO 7

El silencio de Dios
William Edgar

La derrota de Francia frente a las fuerzas Nazis en junio de 1940 fue notable debido a la velocidad a
la que ocurrió y su decisión. Después de anticipar erróneamente un ataque al otro lado de la frontera
oriental, tomaron a los franceses por sorpresa cuando los alemanes bajaron a través de las Ardenas y
se enfrentaron a las fuerzas francesas, mal preparadas, con una firmeza brutal. Se han presentado
muchas pruebas del colapso casi inmediato que tuvo lugar.1 Entre ellas se encuentran la situación de
debilidad de la tercera República francesa después de la Primera Guerra Mundial, que aumentaron las
dudas acerca de la resistencia de Francia, la incapacidad de anticipar el movimiento sorpresa de Hitler
a través de las neutrales Holanda y Bélgica y la excesivamente complicada burocracia entre los
Aliados. La conquista completa solo tardó seis semanas. Dos millones de parisinos huyeron al sur,
incluyendo el presidente Albert Lebrun, quien se preguntaba qué estaban haciendo las diversas tropas
francesas que observó por el camino, sentadas sin hacer nada en los pueblos y en el campo. Hitler,
ansioso de venganza, humilló a Francia al forzarla a firmar el armisticio el 22 de junio de 1940 en el
mismo vagón de ferrocarril en el campo de Compiègne en el que había tenido lugar la rendición de
Alemania tras la Primera Guerra Mundial en 1918.2
Francia se vio obligada a dividirse en dos zonas, el norte ocupado y el llamado sur libre, liderado
por un antiguo héroe de guerra, el hombre de 84 años, Maréchal Henri Philippe Pétain, en Vichy.
Durante cinco largos años, Francia sufrió la cruel presencia de las fuerzas alemanas.3 Al principio,
muchos de los franceses obedecieron sin más y se resignaron a aceptar la ocupación. Unos cuantos se
resistieron. Debido a que un gran número de personas después de la guerra afirmaron ser parte de la

1 El colapso de la tercera república de William L. Shirer (Barcelona: Ed. Luis de Caralt) continúa siendo el análisis
definitivo de la derrota.
2 En h"ps://www.youtube.com/watch?v=vr4zJS4eb80 encontramos una extraordinaria secuencia en película por
Journeyman Pictures de este acontecimiento.
3 Existen numerosas historias generales. Entre las más informativas se encuentran: Mark Bergè re, Une socié té en
é puration [Una sociedad en depuración] (PUR, 2004); Yves Durand, La France dans la Seconde Guerre Mondiale
1939–1945 [Francia durante la Segunda Guerra Mundial 1939–1945] (Armand Colin, 1989); Stanley Hoffmann,
“Le trauma de 1940” [El trauma de 1940], en J.-P. Azema y F. Bedarida (eds.), La France des anné es noires [La
Francia de los años oscuros] (Seuil, 1993), vol. 1, 131–150.

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resistencia francesa, quizás nunca podamos conocer el alcance de esta en números que contravengan
la credibilidad.4 Quizás fuesen diez mil en los primeros años y aumentasen a varios cientos de miles
en los últimos años de la guerra.5 Se pudieron encontrar algunos casos muy emotivos de cómo
escondían a judíos de la deportación. Eran la excepción. Quizás el ejemplo más conocido es el de la
meseta Ardéchois, donde varios pueblos pequeños agrícolas, habitados sobre todo por cristianos
hugonotes, proveyeron refugio para varios de miles de judíos, muchos de ellos niños.6 Pero, de nuevo,
se trataba con mucho de la excepción.

Vercors
Una de las ventanas más reveladoras sobre la Francia de la ocupación es parte de la literatura escrita
de forma clandestina en ese tiempo. Aunque no tenía por qué ser escrita por cristianos creyentes,
formularon muchas reflexiones sobre el problema del mal y el aparente silencio de Dios. Albert
Camus escribió la mayoría de su obra maestra La Peste desde un pequeño apartamento en Le
Chambon.7 Los habitantes del pueblo recuerdan que estuvo allí, pero no parecen conocer muchos
detalles de su estancia. La novela de Camus incluye varios niveles. La primera en la narración ficticia
de la llegada de la plaga bubónica a la ciudad argelina de Orán. Camus registra con maestría la llegada

4 Tilar J. Mazzeo, quien escribió el fascinante !e Hotel on Place Vendô me [El hotel en la plaza Vendô me], escuchó
decir a una mujer mayor: “La mayoría de aquellos que decían que eran de la resistencia como mucho eran unos
cuentistas. Los peores son simplemente unos mentirosos. Era un movimiento demasiado pequeño, encubierto,
secreto y el precio enorme. Después de la guerra, todo el mundo quería creer que lo habían apoyado. En una
fantasía nacional colectiva de Francia” (Nueva York: HarperCollins, 2014), 4. Quizás esta crítica sea demasiado
dura, pero es di"cil determinar los hechos. Véase Jean-Marie Guirand y Pierre Laborie (eds.), Mé moire et histoire
de la Résistance [Memoria e historia de la resistencia] (Toulouse: Privat, 1995).
5 Claude Bourdet, L’aventure incertaine [La aventura incierta] (Paris: Stock, 1975).
6 Algunos han refutado esta cifra. Son aquellos que creen que la cifra real es más alta. Caroline Moorehead nos ha
aportado una narración minuciosa de las valientes actividades de estos pueblos, en la que trata la cuestión de las
estadísticas: Village of Secrets: Defying the Nazis in Vichy France (Nueva York: HarperCollins, 2014), p. 336. Un
poderoso documental, Weapons of the Spirit [Armas del espíritu], por Pierre Sauvage, que nació en Le Chambon-
sur-Lignon durante la ocupación, presenta las personas y los lugares donde estos sucesos tuvieron lugar.
7 Camus fue un verdadero participante de la resistencia. Michel Onfray ha escrito recientemente una defensa
sobre la autenticidad de Camus y le compara con Jean-Paul Sartre, quien habló de resistencia, pero no la puso en
práctica. L’ordre libertaire: La vie philosophique d’Albert Camus [El orden libertario: la vida filosófica de Albert
Camus] (É ditions 84, 2013).

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