Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Oratoria
Oratoria
MODULO I
Nos vamos a remontar a la Grecia antigua y vamos a iniciar este viaje con Pericles; quién fue de
los primeros en hablar de oratoria cuando nos dijo: “el que sabe pensar, pero no sabe expresar
lo que piensa, está al mismo nivel del que no sabe pensar”. Fue luego Sócrates, quien por
primera vez dio una definición: “la oratoria es el arte de hablar en público”. Sócrates fue quien
creó la primera escuela de oratoria.
Luego, su discípulo Platón va un poco más allá y nos describe las características del orador. Él
nos habla de que un orador debe tener sutileza (saber poner bien las palabras), ciencia (conocer
del tema del que habla), poesía (aquel que convoca al hablar) y humor (porque entretiene e
involucra).
Y hay un caso muy especial, que es el de Demóstenes, conocido como el orador tartamudo o
también como el mejor orador de la Grecia antigua; un gran político de la época. Demóstenes
quería ser político, participar de la vida política en Grecia, pero era tartamudo. Entonces decidió
retirarse por un buen tiempo y dedicarse a aprender, practicar y perfeccionar su oratoria para
superar su dificultad. Cuando vuelve a la vida política de Grecia se convierte en el mejor orador
y en un gran político.
Más adelante, Aristóteles define a la oratoria como “la retórica de la elocuencia”. Poniendo y
funda la primera escuela de retórica.
Este encuadre histórico nos permite llegar a la definición actual de oratoria que nos da la Real
Academia Española (RAE): “la oratoria como el arte de hablar con elocuencia”.
Ámbitos de aplicación. Evolución hasta la actualidad
La RAE en la tercera acepción del concepto de oratoria, también la define como el “género
literario que se concreta en distintas formas como el discurso, la disertación, la conferencia, el
sermón, etc.”. Así ya empezamos a ver los distintos ámbitos de aplicación y las distintas formas
que puede tomar la herramienta de la oratoria.
¿Cuáles son los rasgos necesarios del buen orador? ¿Por qué a algunos profesionales solventes
les falla la seguridad en el momento de hablar en público? "Comunicar no significa sólo hablar,
algo que hacen muy bien los charlatanes", explica Carmen Polo, profesora de Oratoria en el
máster en Derecho Internacional de Negocios de Esade. Insiste en que "también incluye saber
escuchar, empatizar y tener un conocimiento profundo del tema. Aplicar los recursos de la
entonación, el lenguaje corporal y la desenvoltura". Así que un orador debería seducir y ser
capaz de hacer un gran discurso hablando de modo claro y sencillo.
Para Josep Cussó, coach en oratoria y liderazgo, el orador moderno virtuoso, "…, debería ser
organizado, apasionado, cautivador y natural". Y desglosa las razones que enseña en sus
programas de entrenamiento Maestros de la palabra. Organizado porque un orador debe
responsabilizarse. "Debe aparecer seguro de sí y elegante en su estilo. Debe sonar preparado.
Debe comunicar que no está ahí para que la gente pierda el tiempo". Apasionado porque debe
comunicar entusiasmo. "Si no suena apasionado, ¿por qué iba a querer nadie apasionarse sobre
lo que explica? El buen orador habla desde el corazón, no deja duda". Cautivador porque debe
conquistar a la audiencia, "involucrarla rápidamente, porque si quiere ganarse su respeto
primero tienen que conectar". Y, finalmente, natural porque es ese el estilo más efectivo. "La
forma de presentar su mensaje debe ser la conversación. Un orador que parece natural parece
seguro".
Preparación del discurso. Generar ideas para la construcción del mensaje.
El objetivo de una exposición es impactar al auditorio con un mensaje claro, sin distorsiones. Por
esto es fundamental que tu discurso sea entendible para las personas y, lo más importante, que
transmita lo que tú deseas comunicar.
Las bases del estilo oratorio eficaz responden a ciertos parámetros a considerar: claridad (ideas
claras), sencillez (lenguaje accesible), concisión (expresión de lo esencial), belleza (estética
expresiva), impacto (capacidad de ser recordado), fluidez (expresividad corrida), naturalidad
(espontaneidad sin fingimiento) y coherencia (conservación del hilo temático).
Con estas pautas básicas podemos ponernos manos a la obra en la construcción de un discurso,
herramienta básica de la oratoria.
También es necesario identificar el efecto residual del discurso, aquello que, si o si, queremos
que el auditorio retenga del tema presentado.
Siempre que nos expresamos lo hacemos con alguna intención y a la hora de preparar un
discurso es importante establecer claramente el o los objetivos de la exposición. Esto nos
permitirá poder realizar una posterior evaluación.
Si bien el principal objetivo de la oratoria es persuadir, los objetivos secundarios pueden ser muy
variados y darse en forma combinada: informar, entretener, enseñar, vender, lograr un cambio
de conducta, etc.
Una vez establecido el objetivo del discurso, antes de prepararlo, es importante que el orador
conozca a su público. Que sepa: ¿cuántos son? ¿quiénes lo conforman? ¿Qué edad promedio
tienen? ¿Cuánta información e interés tienen por el tema? ¿Qué postura tienen con respecto al
tema? ¿asisten por propia iniciativa o en forma impuesta? ¿poseen el hábito del estudio, de
asistir a conferencias?, etc.
El conocimiento del auditorio, es imprescindible. Tratar de obtener la mayor cantidad de datos
específicos que se pueda para adaptar el mensaje es lo que va a aumentar la empatía y evitará
que el orador caiga el error llamado “cristalización del rol”, falencia de aquellos oradores que
hablan desde su óptica sin contemplar al otro, al que escucha, al que recibe el mensaje. Los
ejemplos más comunes son los términos específicos, las palabras en otro idioma o el lenguaje
técnico, etcétera, que impiden la empatía.
Un detalle importante en este punto es la composición del auditorio. Se debe tener en cuenta
que en el mismo momento pueden encontrarse distintas actitudes en el público. Estas
condicionan su comportamiento durante la exposición y pueden afectar de distinta manera al
expositor.
En una clase, el docente pide silencio y el alumno se calla. Hay roles establecidos, se contempla
el status. En un auditorio, no puede hacerse de la misma manera, dado que puede generar un
“efecto bumerang” (volverse en contra). Se tiene que actuar con sutileza y preguntar si el tema
no se lo explicó bien o si hay alguna duda al respecto. Lo importante es hacer notar que el orador
está atento a las reacciones que aparezcan en el público. En el caso de no obtener respuesta, lo
más drástico sería acercarse a los focos de desatención, la proximidad corporal implica
incomodidad.
● Neutrales: Simplemente, están allí, pero no tienen bien en claro por qué. Se pueden
convertir tanto en positivas como negativas.
Un orador tendrá que analizar cuál es el motivo, cuál es la causa por la que una audiencia se
reunió, porque está ahí y que es lo que busca o espera; la disposición, la expectativa, los anhelos
y deseos del público pueden variar la forma de abordar el tema. Una audiencia que está
preparada para un discurso ligero, informativo, breve, general y superficial, no podrá ser tratado
de igual manera que a una audiencia preparada para un discurso académico, especializado,
profundo. Pretender ignorar tales situaciones, nos pone en riesgo de que se nos desborde el
público.
Tal vez el elemento más sencillo de conocer y prevenir por anticipado para el orador sea la
cantidad de componentes de la audiencia. En el caso de un espacio cerrado, se prevé el aforo
máximo del mismo, la cantidad de boletos vendidos, la cantidad de asistentes confirmados con
anticipación y se limita el tamaño de la audiencia viva. En el caso de un escenario al aire libre,
nos dificulta el cálculo del tamaño de la audiencia, pues generalmente no se conoce el aforo real
del lugar, no se venden lugares, no se confirma asistencia por adelantado y el evento se realiza
solo con base en previsiones y expectativas de asistencia con alto grado de error en los cálculos
previos.
Una regla de oro del comunicador, es que el orador que habla ante las masas, debe tratar
asuntos más amplios, más generales, más dispersos y controlar el flujo de la comunicación,
mantener el mando y la autoridad. En este tipo de audiencia es virtualmente imposible la
intimidad entre orador y audiencia.
Vale aclarar, que el análisis de la audiencia se aplica a todos los casos donde puedo usar la
oratoria como herramienta, es decir, en una reunión uno a uno, en una charla a un grupo
reducido o a un público más masivo.
Otra cosa positiva de tener analizado el público, es que seguramente de ello derive el lugar físico
donde se llevará a cabo, lo que permite saber los recursos físicos con los que se cuenta y los que
se pueden sumar según el lugar y que permitan cumplir el objetivo del discurso y adaptar mejor
aún el mensaje al público. Así sabremos si hay escenario, recursos audiovisuales o si se pueden
sumar y demás detalles.