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EL MOVIMIENTO OBRERO ORGANIZADO EN LA ARGENTINA.

Primera etapa: 1857-1890.

La generación liberal que asumió el gobierno después de derrocar a Juan Manuel de Rosas en
1852, provocó el rápido desarrollo económico que constituyó a la larga el mayor estímulo para
el crecimiento y la organización de la clase trabajadora. Los presidentes Bartolomé Mitre y
domingo F. Sarmiento iniciaron el proceso cuando fomentaron el empleo de nuevas técnicas
en la agricultura y la ganadería, la construcción de ferrocarriles y puertos, la expansión de la
inmigración y el desarrollo de la educación. Mas la culminación no llegó hasta la década de
1880 cuando una serie de acontecimientos se combinaron para convertir ese período en el
gran momento de desarrollo. En 1879 el general Julio A. Roca conquistó nuevas y vastas
regiones de tierras fértiles exterminando a los indios que todavía poblaban las pampas. Un año
después, el gobierno federalizó la ciudad de Buenos Aires, resolviendo así el problema de su
relación formal con el resto del país, y se abrió un período de estabilidad política. La aparición
del barco frigorífico permitió que la Argentina vendiera sus carnes en el mercado europeo en
expansión. La consiguiente prosperidad económica atrajo grandes cantidades de capital y
mano de obra extranjeros, y a su vez esto contribuyó a aumentar l desarrollo. Surgió así la
economía argentina moderna, basada en la producción y exportación de carne y cereales.

En 1890, una crisis económica interrumpió de modo temporario el proceso, y por una década
se retrasó considerablemente el desarrollo. A fines de los años de 1880, la emisión de papel
moneda sin respaldo, las políticas crediticias sin serias garantías, las sequías, la especulación y
la corrupción, habían provocado el colapso financiero, y con él la reducción de las inversiones e
inmigraciones extranjeras. Sin embargo, el crecimiento potencial del país siguió siendo
elevado, y para comienzos de este siglo [se refiere al siglo XX] la Argentina entraba en un
segundo período de desarrollo que duraría hasta la Primera Guerra Mundial. La nueva
prosperidad atrajo nuevos inmigrantes y reactivó la corriente de capital europeo.

Este flujo de inmigrantes fue decisivo para la organización de la clase obrera. El movimiento
obrero argentino, desde sus comienzos rudimentarios en 1857 hasta la declinación temporaria
ocurrida luego del Centenario de la Independencia en 1910, fue un reflejo bastante fiel del
movimiento obrero europeo. Los grupos obreros adquirieron allí sus métodos de organización
y agitación, así como sus ideologías y programas específicos. La mayoría de sus integrantes y
prácticamente todos sus dirigentes fueron también originarios de Europa. Si los trabajadores
nativos se afiliaron al movimiento obrero organizado, su número nunca fue suficiente para
neutralizar la influencia y el liderazgo del inmigrante europeo. Aparentemente, el trabajador
criollo no estaba dispuesto, o por lo menos se hallaba menos dispuesto que el inmigrante, a
cuestionar el orden social y económico existente, y en consecuencia los recién llegados no
tuvieron oposición alguna en la práctica cuando organizaron y condujeron el movimiento
obrero embrionario.

Entre 1857 y 1914, y en particular durante los períodos prósperos de la década de 1880 y
principios de la de 1900, se radicaron permanentemente en la Argentina más de dos millones
de inmigrantes. Para 1914, eran extranjeros tres de cada diez individuos que vivían en la
Argentina y la mitad de los que vivían en la ciudad de Buenos Aires.
El inmigrante típico era el español o el italiano, de 15 a 64 años. Era un agricultor o un
trabajador especializado o semiespecializado ocupado en una pequeña fábrica o taller. La
mayoría de los inmigrantes se concentraron en las provincias del litoral, principalmente en las
ciudades de Buenos Aires y Rosario.

El inmigrante era una persona desarraigada, un hombre ‘marginal’ suspendido


psicológicamente entre dos mundos. España o Italia le eran familiares, pero su futuro radicaba
en la Argentina. Había soportado las penurias de la migración porque esperaba vivir mejor en
la Argentina. Gino Germani señala que los inmigrantes ‘sin perder su identificación emocional
con la patria de origen adquirieron una identificación con la patria nueva’. […] Una de las
necesidades más imperiosas del trabajador inmigrante era la de formar nuevos lazos
comunitarios. Sus primeras tentativas en este sentido fueron las sociedades de so corros
mutuos, carentes de contenido político y revolucionario. Ya en 1857 se fundaron dos
sociedades para proporcionar a los inmigrantes españoles, hospitales, escuelas y seguros por
accidente, enfermedad y sepelio. Cuatro años más tarde se crearon dos sociedades italianas de
socorros mutuos, una en Buenos Aires y otra en Rosario. A fines de siglo había en la Argentina
79 sociedades italianas de socorros mutuos y 57 españolas.

Algunas de estas sociedades se organizaron en torno de un oficio particular, en lugar de la


nacionalidad. Sus actividades se ampliaron para abarcar la defensa de los intereses
económicos así como el socorro mutuo. La primera de ellas, la Sociedad Tipográfica
Bonaerense, fue creada en 1857 por los linotipistas de Buenos Aires. En 1877, luego de 21 años
de limitada actividad sindical, los afiliados a la Sociedad Tipográfica Bonaerense formaron la
Unión Tipográfica para iniciar una política más vigorosa. […] Los acontecimientos dentro del
movimiento obrero europeo afectaron entonces en forma directa la situación argentina. En
1864, los obreros ingleses, alemanes, franceses, italianos, polacos y suizos fundaron la
Asociación Internacional de Trabajadores para coordinar diversas organizaciones obreras
dedicadas a ‘la ayuda mutua, el progreso y la emancipación total de la clase trabajadora’. La
Internacional creció al punto de tener filiales en otros países, pero la actitud hostil de muchos
gobiernos y la lucha ideológica interna entre socialistas y anarquistas la hirió de muerte. […]
Los afiliados argentinos a la Internacional consiguieron nominalmente organizar a la clase
trabajadora, pero la división entre socialistas y anarquistas limitó la eficacia de las secciones
argentinas, como ya había sucedido en Europa. Además, el gobierno hostigó a las secciones
locales. Finalmente, la disolución de la Internacional en su reunión de Filadelfia (1876) las dejó
libradas a su suerte.

El éxito reducido de las sociedades de socorros mutuos con orientación sindical, y de las
secciones de la Asociación Internacional de Trabajadores no restó fuerzas a otros intentos
organizativos, pues los anarquistas y socialistas que llegaron a la Argentina en cantidades
crecientes durante la década de 1880 rivalizaron entre sí para controlar el embrionario
movimiento obrero. Ambos grupos crearon numerosas organizaciones políticas y sindicales
entre los trabajadores especializados y semiespecializados de buenos Aires, rosario y otras
pocas ciudades del Litoral, pero desde el comienzo los socialistas tuvieron más éxito que los os

El Vorwärts fue el primer grupo argentino importante que difundió el socialismo. Formado en
1882 por refugiados obreros de la Alemania de Bismarck, era un grupo político parecido al
Vorwärts alemán, del cual conservó su nombre e inspiración. El propósito del grupo era
organizar a los trabajadores para ‘cooperar en la realización de los principios y fines del
socialismo, de acuerdo con el programa de los socialdemócratas de Alemania’. Si bien la
organización ponía énfasis en los objetivos políticos, también ayudó a constituir sindicatos
como uno de los medios para organizar a la clase obrera.

El Worwärts argentino, más preocupado por el proletariado políticamente experimentado de


una Alemania en vías de industrialización que por los inmigrantes italianos y españoles en la
Argentina (a los que trataba de dirigir) instó a los trabajadores a que adoptaran técnicas
parlamentarias no-revolucionarias para mejorar su situación económica. Comenzó una
campaña para naturalizar a los inmigrantes europeos, con el fin de que los trabajadores
ejercieran el sufragio y obtuvieran así el control político de Estado. Este tipo de programa […]
no resultó eficaz co

Comenzada apenas su industrialización, era todavía un país principalmente agrícola gobernado


por una oligarquía terrateniente. La inmensa mayoría de los trabajadores procedía de España e
Italia, países donde era poderoso el anarquismo. No comprendían los métodos de los
socialistas. Mientras el obrero veía cómo la oligarquía dominaba el país mediante el fraude y la
fuerza, no podía ilusionarse con las soluciones parlamentarias para sus problemas.

Los acontecimientos históricos ayudaron empero al Vorwärts en sus intentos por organizar el
movimiento obrero. A fines de la década de 1880, el deterioro de la situación económica del
país produjo una baja de los salarios reales, la desocupación y una serie de paros y huelgas. En
1887 los zapateros ganaron su huelga a favor de una reducción en la jornada laboral. En 1888
los obreros de los talleres del Ferrocarril Sur fueron a la huelga para que sus salarios se
pagasen en oro, en lugar del peso papel que sufría cada vez más los efectos de la inflación. Y,
en 1889, 3.000 carpinteros y 6.000 albañiles consiguieron un aumento de sueldos del 20 por
ciento porque había escasez de mano de obra en ambos oficios.

Estimulado por la crisis económica, por la militancia de la clase obrera y por la fundación de la
Segunda Asociación Internacional de Trabajadores en París (julio de 1889), el Worwärts
convocó a las organizaciones obreras de Buenos Aires para constituir el Comité Internacional
Obrero. El programa del grupo, al igual que el de los social-demócratas alemanes, hacía
hincapié en los métodos políticos evolucionistas. […] A mediados de 1890, cuando cayó el
presidente Miguel Juárez Celman en medio de una profunda crisis política, el Comité consiguió
organizar la primera federación sindical argentina, la Federación de Trabajadores de la Región
Argentina (FTRA). De acuerdo con sus estatutos, el objetivo de la FTRA era la defensa de los
intereses morales y materiales del obrero mediante el establecimiento de sociedades
apolíticas. En teoría, por lo tanto, la FTRA acogía en su seno tanto a los anarquistas como a los
socialistas, pero cuando se reunió su segundo congreso en octubre de 1892, la organización
poseía una evidente orientación socialista. En dicho congreso los afiliados apoyaron la
‘politización’ de la clase obrera, la nacionalización de la industria y el arbitraje en los conflictos
laborales. En consecuencia, la minoría anarquista revolucionaria se retiró.

El gesto de los anarquistas debilitó a la FTRA, pero otros factores contribuyeron a su


destrucción. No tenía respaldo financiero apropiado y, debido a la crisis económica, aumentó
la desocupación y muchos de sus afiliados se vieron obligados a regresar a Europa. La FTRA se
disolvió poco después de su segundo congreso.

En la misma década los socialistas organizaron otras tres federaciones obreras a imitación de la
FTRA con objetivos evolucionistas, pero no llegaron a encuadrar a los trabajadores. Fracasado
su intento y como su interés primordial era conseguir el control político de la sociedad, los
socialistas se dedicaron a formar un partido político.
Samuel Baily, Movimiento obrero, nacionalismo y política en la Argentina, Buenos Aires,
Hyspamérica, 1985, pp. 19-25.

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