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CONDUCCION DEL NIÑO

Conducción del Niño es una obra completa en su género. No sólo


responde a todos los problemas básicos en su tema, sino que
presenta los principios esenciales capaces de guiar en la correcta
orientación de los elementos menores del hogar. La pluma que
movió el espíritu de profecía es clara y categórica. Describe con
autoridad las formas, métodos y maneras que deben aplicarse para
las diversas situaciones que se plantean en la difícil misión de lograr
que madure adecuadamente el carácter de los niños y
adolescentes. Este libro es amplio en su enfoque de los factores
más importantes de la correcta pedagogía infantil. La importancia
de la instrucción en la tarea de conducir a los niños se comprende
mejor cuando advertimos el lugar destacado que ocupa en la
Palabra de Dios, y las frecuentes y detalladas referencias que
hacen sobre el tema los escritos inspirados por el espíritu de
profecía.

En el hogar es donde ha de empezar la educación del niño. Allí está


su primera escuela. Allí, con sus padres como maestros, debe
aprender las lecciones que han de guiarlo a través de la vida:
lecciones de respeto, obediencia, reverencia, dominio propio. Las
influencias educativas del hogar son un poder decidido para el bien
o el mal. Son, en muchos respectos, silenciosas y graduales, pero si
se ejercen de la debida manera, llegan a ser un poder abarcante
para la verdad y la justicia. Si no se instruye correctamente al niño
en el hogar, Satanás lo educará por instrumentos elegidos por él.
¡Cuán importante es, pues, la escuela del hogar! (Consejos para los
Maestros. pág. 83)
Por lo tanto la educación del niño comienza en el hogar, la
influencia educativa del hogar son un poder decisivo para el bien o
para el mal. Sobre los padres recae la obligación de dar instrucción
física mental y espiritual, negadles todas las cosas antes que esa
educación y debería recibirla en sus primeros años de vida. Los
padres y las madres han recibido la responsabilidad de moldear las
mentes de sus hijos. El mundo tiene mucha maldad, los jóvenes son
arrastrados por esas tentaciones, los padres deberían recordar eso
para preparar al niño para predisponerlo a pelear con éxito las
batallas contra el mal una solemne responsabilidad recae a los
padres en el sentido de educar a sus hijos para cuando salgan al
mundo que hagan siempre el bien y no el mal con aquellos con los
que se asocian. Los padres debieran encomendar a sus hijos a Dios
y juntos realizar las actividades de educación a los hijos. La unidad
entre esposos es muy importante en la educación del niño, los
padres deberían siempre enseñarles a practicar buenos modales a
sus hijos los padres deben aprender a solucionar sus problemas sin
discutir mucho menos delante de sus hijos, la madre siempre
debería ocupar un lugar sobresaliente en esta obra de educar a sus
hijos. En tanto las tareas más difíciles recaen sobre el padre, la
madre mediante una asociación casi constante con sus hijos
siempre debe ser su instructora especial y compañera.
Enseñadles a pedirle al Señor ayuda para las cosas pequeñas de la
vida; a estar bien despiertos para advertir los pequeños deberes
que necesitan realizarse; a ser útiles en el hogar. Si no los educáis,
hay uno que lo hará, porque Satanás espera su oportunidad para
sembrar semilla de cizaña en el corazón. Adquirir tacto para la
educación de sus pequeños, para que permanezcan en el camino
del señor. Necesita buscar constantemente la cultura más elevada
de la mente y el alma, para poder encarar la educación y la
preparación de sus hijos con un espíritu reposado y un corazón
amante; para poder imbuirlos de aspiraciones puras, y cultivar en
ellos un amor por las cosas honradas, puras y santas. Como
humilde hija de dios, aprenda en la escuela de cristo; busque
constantemente mejorar sus facultades para que pueda realizar la
obra más perfecta y cabal en el hogar, tanto por precepto como por
ejemplo
Los niños necesitan ser instruidos, ser guiados por la senda segura,
ser ganados por la bondad y el bien. Los padres y las madres tienen
una solemne responsabilidad, la salvación eterna de nuestros hijos
depende de nuestra conducta. Si los padres realizan con éxito su
misión de educar a los hijos confiar en que el señor hará también su
parte. La naturaleza es un gran libro para la educación del niño
después de la Biblia. Las primeras lecciones de instrucción al niño
deberían realizarlo al aire libre, que el niño vea por si solo cuanto es
el amor de Dios reflejado en sus obras de la naturaleza. Las
actividades deberían orientarse en dirección correcta dadle en sus
manos y mente actividades que hagan progresar en realizaciones
físicas y mentales. Al niño hay que enseñarle a ser útil desde su
infancia, los padres son encargados de moldear el carácter de sus
hijos, que gran error comenten sus padres en la educación de sus
hijos al favorecerlos, complacerlos y halagarlos se toman egoístas e
ineficaces y carecen de energía para realizar las pequeñas cosas
de la vida a los padres se les ha encomendado la gran tarea de
educar y enseñar a sus hijos para una vida futura y mortal. La Biblia
debería ser el primer libro de texto del niño. De este libro los padres
han de dar sabias instrucciones de vidas y promesas que se
registran en la Biblia, la palabra de Dios ha de constituirse la regla
de su vida, conducir diariamente al niño cristo, con amor, ternura, y
fervor no debéis permitir que ninguna cosa se interpongan en
vosotros y esta gran obra.
Desde los más remotos tiempos, los fieles de Israel prestaron
mucha atención al asunto de la educación. El Señor había indicado
que a los niños, aun desde sus primeros días, se les instruyera
acerca de su bondad y grandeza, especialmente como se revelaba
en su ley y en la historia de Israel. Mediante el canto, la oración y
las lecciones de las Escrituras, las madres tenían que enseñar a
sus hijos que la ley de [31] Dios es una expresión de su carácter y
que a medida que recibiesen en el corazón los principios de esa ley,
la imagen de Dios se delinearía en la mente y en el alma. En la
escuela y en el hogar, gran parte de la enseñanza era oral, pero los
jóvenes aprendían también a leer los escritos hebreos, y los rollos
de pergamino de las Escrituras del Antiguo Testamento se abrían a
su estudio.
Enseñad a vuestros hijos que los mandamientos de Dios deben
constituir la regla de su vida. Puede que por circunstancias de la
vida los hijos se alejen de su padre y sus hogares, pero las
lecciones de su instrucción dadas en la niñez y en la juventud les
serán una bendición durante toda su vida. Los padres deberían
estar bien preparados y capacitados para enfrentar con éxito la
educación y conducción de hijo, Necesitan aprender los métodos
correctos y adquirir tacto para la educación de sus pequeños, para
que permanezcan en el camino del Señor. Necesita buscar
constantemente la cultura más elevada de la mente y el alma, para
poder encarar la educación y la preparación de sus hijos con un
espíritu reposado y un corazón amante; para poder imbuirlos de
aspiraciones puras, y cultivar en ellos un amor por las cosas
honradas, puras y santas.
La Biblia debería ser el primer libro de texto del niño. De este Libro,
los padres han de dar sabias instrucciones. La Palabra de Dios ha
de constituir la regla de la vida. De ella los niños han de aprender
que Dios es su Padre; y de las hermosas lecciones de su Palabra
han de adquirir un conocimiento de su carácter. Por la inculcación
de sus principios, deben aprender a hacer justicia y juicio.
Es nuestro deber comprender los requerimientos de Dios. ¿Cómo
podréis educar a vuestros hijos en las cosas de Dios a menos que
vosotros conozcáis lo que es correcto y lo que es equivocado, a
menos que comprendáis que la obediencia significa la vida eterna y
la desobediencia la muerte eterna? La comprensión de la voluntad
de Dios debe convertirse en el tema de la obra de toda nuestra vida.
Únicamente en la medida en que hagamos esto lograremos educar
correctamente a nuestros hijos.
Otro consejo muy importante es tratar de convertir en un éxito
nuestra vida hogareña. Desempeñar bien la posición de esposa y
madre significa mucho más de lo que nosotros pensamos. . . .
Necesita la cultura y la experiencia de la vida doméstica.
Necesitamos la variedad, el aliciente, el esfuerzo ferviente, el cultivo
del poder de la voluntad, que proporciona esta vida.
La diligente y continua obediencia a los sabios reglamentos
establecidos por los padres promoverá la felicidad de los niños tanto
como honrará a Dios y hará bien a la sociedad. Los niños deben
aprender que su perfecta libertad está en la sumisión a las leyes de
la familia. Los cristianos aprenderán la misma lección: que en su
obediencia a la ley de Dios está su perfecta libertad
Los requerimientos de los padres deben ser siempre razonables;
deben expresar bondad, no por una negligencia insensata, sino por
una sabia dirección. Han de enseñar a sus hijos en forma
agradable, sin reñir ni censurarlos, procurando ligar consigo el
corazón de los pequeñuelos con sedosas cuerdas de amor. Sean
todos, padres y madres, maestros, hermanos hermanas mayores,
una fuerza educadora para fortalecer todo interés espiritual, y para
introducir en el hogar y en la vida escolar una atmósfera sana que,
ayude a los niños menores a crecer en la educación y admonición
del Señor. Las lecciones de obediencia, de respeto por la autoridad,
necesitan repetirse a menudo. Esta clase de obra realizada en la
familia constituirá una poderosa influencia para el bien, y no sólo se
evitará que los hijos hagan el mal y se los constreñirá a amar la
verdad y la justicia, sino que también los padres recibirán el mismo
beneficio. Esta clase de obra que el Señor requiere no puede ser
hecha sin una seria meditación de su parte, y sin mucho estudio de
la Palabra de Dios, a fin de que puedan instruir de acuerdo con sus
directivas. Haced agradable la vida de vuestros hijos, y al mismo
tiempo enseñadles a ser obedientes y útiles, cumpliendo pequeñas
responsabilidades mientras vosotros lleváis los más grandes.
Educadlos en hábitos de trabajo para que el enemigo no convierta
su mente en taller del mal. Dad a vuestros hijos algo en que algo
que hacer, para que estén capacitados para ser útiles en esta vida y
en la vida futura. Si los niños aprendieran a considerar las tareas
domésticas más humildes como el deber que Dios les ha señalado,
como una escuela en la cual han de aprender a prestar un servicio
fiel y eficiente, cuanto más placentero y honroso les resultaría su
trabajo.
El realizar deber como para el Señor da encanto a las tareas más
humildes y une a los obreros terrenos con los seres santos que
hacen la voluntad de Dios en el cielo. Y nosotros, en el lugar que
nos ha señalado, deberíamos cumplir nuestros deberes con tanta
fidelidad como lo hacen sus ángeles en su esfera superior. Padres,
enseñad a vuestros hijos. . . a conducirse en el hogar con verdadera
cortesía. Educadlos para que manifiesten bondad y ternura unos
con otros. No permitáis que el egoísmo viva en el corazón o
encuentre lugar en el hogar (Manuscrito 74, 1900). Los jóvenes que
crecen empleando palabras y actitudes descuidadas y rudas,
manifiestan el carácter de la educación recibida en su hogar. Los
padres no han comprendido la importancia de su mayordomía; y
han cosechado los resultados de la siembra realizada.

Los hijos a quienes se les permite confiar principalmente en sus


propios esfuerzos llegan a ser mejores hombres y mujeres y están
mejor capacitados para la vida práctica que los hijos que han
dependido de la herencia de sus padres. Los hijos a quienes se
enseña a depender de sus propios recursos, generalmente aprecian
sus facultades, aprovechan sus privilegios y cultivan y dirigen sus
aptitudes para cumplir un propósito en la vida. Frecuentemente
desarrollan caracteres en los que predominan el trabajo, la
frugalidad y la dignidad moral, características que constituyen el
fundamento del éxito en la vida cristiana. Aquellos hijos por quienes
los padres hacen más, con frecuencia se sienten menos obligados
hacia ellos.
Cada niño que no es disciplinado cuidadosamente y con oración,
será desdichado en este tiempo de prueba y formará tales rasgos
desagradables de carácter, que el Señor no podrá unirlo con su
familia celestial. Hay una enorme carga que debe ser llevada a lo
largo de toda la vida de un niño malcriado. En las pruebas, en los
desengaños, en la tentación, seguirá su propia voluntad
indisciplinada y desencaminada. Los hijos imitan a sus padres; por
lo tanto, debiera tenerse gran cuidado de presentarles modelos
correctos. Los padres que son bondadosos y corteses en el hogar,
al paso que son firmes y decididos, verán que se manifiestan los
mismos rasgos en sus hijos. Si son correctos, honrados y
honorables, lo más probable es que sus hijos los imiten en eso. Si
reverencian y rinden culto a Dios, sus hijos, educados de la misma
forma, no se olvidarán de servir también a Dios.

El objeto de la disciplina es educar al niño para que se gobierne


solo. Se le debería enseñar la confianza en sí mismo y el dominio
propio. Por lo tanto, tan pronto como sea capaz de comprender, se
debería alistar su razón de parte de la obediencia. Procurad que
todo el trato con él muestre que la obediencia es justa y razonable.
Ayudadle a ver que todas las cosas están sujetas a leyes y que la
desobediencia conduce, al fin, al desastre y el sufrimiento. Cuando
Dios prohíbe una cosa nos amonesta, en su amor, contra las
consecuencias de la desobediencia a fin de salvarnos de daños y
pérdidas. Madres, el destino de vuestros hijos descansa en gran
medida en vuestras manos. Si no cumplís vuestro deber, podéis
colocarlos en las filas de Satanás y hacerlos sus agentes para
arruinar otras almas. O vuestra fiel disciplina y ejemplo piadoso
pueden conducirlos a Cristo, y ellos a su vez influirán en otros, y así
se salvarán muchas almas por vuestro medio.
El deber de los que pretenden ser cristianos es presentar ante el
mundo familias bien ordenadas y bien disciplinadas, familias que
demuestren el poder del verdadero cristianismo. No es fácil educar
y preparar a los hijos sabiamente. Se levantarán dificultades cuando
los padres traten de mantener el juicio y el temor de Dios delante de
ellos, los hijos revelarán la perversidad albergada en su corazón.
Muestran amor por la necedad, la independencia y odio por la
restricción y la disciplina. Practican el engaño y expresan
falsedades. Demasiados padres, en vez de castigar a sus hijos por
esas faltas, los ciegan a fin de que no vean debajo de la superficie
ni disciernan el verdadero significado de estas cosas. Por lo tanto,
los hijos continúan en sus prácticas engañosas formando caracteres
que Dios no puede aprobar.

No aprobamos aquella disciplina que desanime a los hijos mediante


ásperas censuras, o los irrite con una corrección airada y luego,
cuando [247] cambia el impulso, trate de suavizarlos con besos, o
dañarlos con una complacencia malsana. Deben evitarse tanto la
indulgencia excesiva como la indebida severidad. Al paso que son
indispensables la vigilancia y la firmeza, así también lo son la
simpatía y la ternura. Padres, recordad que tratáis con niños que
están luchando con la tentación y que para ellos esos malos
estallidos son tan difíciles de resistir como lo son aquellos que
asaltan a las personas de edad madura. Los niños que realmente
desean hacer lo correcto, quizá fracasen vez tras vez y
frecuentemente necesitan ser animados para que sean enérgicos y
perseverantes. Con solicitud y oración, observad cómo proceden
esas jóvenes mentes. Fortaleced cada buen impulso, animad cada
noble acción.
La negligencia de los padres al descuidar el dar empleo a sus hijos
ha resultado en males indecibles, ha puesto en peligro las vidas de
muchos jóvenes y ha dañado tristemente su utilidad. Dios desea
que tanto los padres como los maestros preparen a los hijos en los
deberes prácticos de la vida de cada día. Animadlos para que sean
laboriosos. Las niñas, y aun los muchachos que no tienen trabajo al
aire libre, debieran aprender a ayudar a la madre. Desde la niñez,
debiera enseñarse a los muchachos y las niñas a llevar cargas cada
vez más pesadas, con las que ayuden inteligentemente en el
trabajo de la empresa familiar. Madres, pacientemente mostrad a
vuestros hijos cómo usar sus manos. Entiendan ellos que sus
manos han de ser usadas tan hábilmente como las vuestras en el
trabajo doméstico. Cada hijo debiera llevar una parte de la carga
hogareña y debiera enseñársele a realizar su tarea fiel y
alegremente. Si el trabajo se distribuye en esta forma y los niños
crecen acostumbrándose a llevar responsabilidades adecuadas,
ningún miembro de la familia estará sobrecargado y todo se
desarrollará agradable y suavemente en el hogar. Se mantendrá
una economía adecuada, pues cada uno estará interiorizado de los
detalles del hogar.

Cada familia debiera erigir su altar de oración, comprendiendo que


el temor de Jehová es el principio de la sabiduría. Si hay quienes en
el mundo necesitan la fortaleza y el ánimo que da la religión, son los
responsables de la educación y de la preparación de los niños. Ellos
no pueden hacer su obra de una manera aceptable a Dios mientras
su ejemplo diario enseñe a los que los miran en procura de
dirección, que ellos pueden vivir sin Dios. Si educan a sus hijos para
que vivan solamente esta vida, no harán preparativos para la
eternidad. Morirán como han vivido, sin Dios, y los padres serán
llamados a responder por la pérdida de sus almas. Padres y
madres, necesitáis buscar a Dios por la mañana y por la noche, en
el altar de la familia, para que podáis aprender a enseñar a vuestros
hijos sabia, tierna y amorosamente.

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