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Mi Mejor Venganza (Novela Terminada)
Mi Mejor Venganza (Novela Terminada)
Ella convivía con Daniel desde hacía siete años, no tenían hijos y
podría decirse que disfrutaban de una bonita relación, basada en el
respeto, la comunicación profunda y el buen sexo.
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nunca lo había invitado— y estaban sentados frente a una chimenea
besándose, besándose muy, pero muy apasionadamente.
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Su imagen la atormentaba más cada día. Deseaba verlo más seguido y
se inventaba pretextos de trabajo para estar cerca de él. Su olor la
subyugaba. Cuando por casualidad sus manos rozaban su piel, sentía
estremecerse su alma…
Esa mirada fue todo y fue nada. Se dijeron un par de frases sin
sentido, mas fue la chispa que empezó a encender el fuego que había en
su interior.
Él se fue como todos los días, a la misma hora. Tenía otro trabajo por
las tardes. Soledad instintivamente, abrió su correo y le escribió una nota
que, de hecho, era la letra de una canción: “¡No le pido yo al cielo que te
mande más castigo (…) que estés durmiendo con otra y estés soñando
conmigo!” …
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Capítulo 2
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sería por el malestar físico que la aquejaba, pero él… ¿qué estaría
pensando él?
De pronto, Carrie enfiló su auto por otra calle que no era la habitual
del viaje diario. Se estacionó en una calle transversal, un poco alejados
de las miradas indiscretas. Se desabrochó el cinturón de seguridad y la
besó. Ella no ofreció resistencia. Deseaba ese beso con frenesí.
Se besaron por un largo rato. Fue un beso con un sabor agridulce. Por
un lado, sentían el resquemor de la traición, pero, por otro lado, el deseo
ardiente de poseerse, tanto tiempo contenido.
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Capítulo 3
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y mis penas.
En mis radiantes amaneceres
y tristes ocasos.
Entre la frialdad de mis sentimientos
y la tibieza de mis sábanas.
¡Estás entre lo que fue y no será!
Ese fin de semana estuvo más deprimida que nunca. Leyó un poco,
escribió varios documentos de su trabajo. Luego salió a visitar a una
pariente y al caer la noche, cenó con Daniel en un restaurante cercano a
su departamento. Pero durante todo el día, el fantasma de Carrie estuvo
presente en su memoria.
Ese lunes, apenas verse, lo citó para hablar… Pero ¿qué decirse? Al
momento de encontrarse, las reticencias se esfumaron y solo deseaban
volver a estar juntos, besarse, tocarse.
Se dijeron muchas cosas, cosas sin sentido. Nada seguro, nada real,
nada que vislumbrara una promesa. Solo era un impulso sexual lo que
arrebataba a Carrie. Ella era provocativa, seductora. Sin ser bonita, tenía
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un no sé qué que traía de cabeza, no solo a su esposo, sino a unos
cuantos babosos que andaban detrás de ella. Era muy inteligente y capaz
en muchos campos del conocimiento. Tenía talento además para la
oratoria, la poesía, la literatura, el drama. Sabía imponer su presencia. Y,
aunque muchas mujeres la odiaban o la envidiaban, sabían que Soledad
era una mujer de cuidado. Era una mujer, por demás, peligrosa.
Los días y las semanas trascurrieron sin prisa, entre e-mails, poemas,
canciones, miradas y suspiros. No se podía decir que mantuvieran un
romance, porque la relación ni avanzaba ni se detenía. Cuando estaban a
solas, las pocas veces que podían hacerlo en su trabajo, procuraban
detener el tiempo en una mirada, en un suspiro, en las ganas contenidas
de volverse a besar, de volver a sentirse juntos.
Una mañana de esas raras en que a Soledad le daba por estar de mal
humor, hizo un comentario muy hiriente en contra de Carrie. Él lo oyó y
se sintió muy ofendido. Cuando ella se dio cuenta de su exabrupto, lo
buscó para disculparse.
Soledad trató por todos los medios una cercanía para ofrecer
disculpas una y mil veces, mas Carrie estaba muy enojado y herido, y
con razón, porque el pobre no entendía como una persona pudiera ser tan
cambiante. Unas veces, romántica, sutil, sublime, enamorada y otras, un
ser extraño, caprichoso, hiriente, cruel.
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Fue un golpe muy doloroso para Sol. Al leer el mensaje se sintió la
mujer más miserable. Y por primera vez lloró por Carrie…pero, ¿por
qué? ¿No era mejor terminar algo que jamás progresaría? Ambos tenían
parejas que merecían respeto y esa pequeña discusión era la mejor
oportunidad para decirse “adiós”. Sin embargo, mientras leía el mensaje,
gruesas lágrimas de dolor y de impotencia le desgarraban el alma. Fue
entonces que lo entendió. Sentía por Carrie algo más que una simple
atracción sexual, algo más que cariño… ¡Lo estaba amando!
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enferma madre y ella debía de quedarse antes y dejar a Sol a solas con
Carrie… ¡Qué lamentable situación!
Ya a solas, él preguntó:
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No se hicieron promesas… no podían. Ambos estaban pecando.
Ambos tenían dueños. Pero, en ese mágico instante, solo existían los
dos. Mas, el tiempo cruel e inexorable, los sacó del ensueño y tuvieron
que volver a su realidad.
Sus labios se buscaban una y otra vez. Era como si en cada beso
quisieran entregar el alma. Eran besos cálidos, besos puros, besos
sublimes, besos salvajes. Eran una mezcla de ternura y pasión, amor y
deseo.
Carrie encendió el auto y la dejó a ella en una parada para que tomara
un taxi. Esa noche, ella no pudo dormir en paz. La atormentaba el
recuerdo de esos besos prohibidos, la atormentaba la traición cometida.
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Capítulo 4
Casi todos los días ella le escribía una nota de amor, un poema. Era
una forma especial de estar juntos. Un día, Soledad lo invitó a verse
fuera del trabajo. Fijaron la cita para dos días después.
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Eso fue el colmo para Soledad. Aún no se reponía de la noticia y de
paso, Carrie la acusaba de mentirosa. Ambos se alejaron indignados.
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mando. Sabía que él ya estaba mal por la situación en su hogar, por
asuntos de su otro trabajo y por lo vivido con ella, pero quería hartarlo,
quería obligarlo a que la odiara, para así sacárselo de una vez de sus
pensamientos, de su piel.
—Ya le expliqué para qué es. Y no es la primera vez que le entrego ese
formato.
Eso fue el colmo. ¿Pero qué se había creído este tipo que se atrevía a
reprenderla de esa manera, a cuestionar su trabajo? Presa de la ira
incontenida, le espetó a la cara:
—Los documentos por hacer siempre han estado, desde el año pasado.
Es trabajo de cada publicista y si no cumplen es porque son una serie de
conformistas, mediocres e ineptos.
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—Si a usted le cayó, pues qué pena. Y si la gente me está odiando por
hacer mi trabajo, que me odie más, pero yo no dejaré de hacerlo solo por
agradarle a nadie.
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Apenas pudieron se encontraron. Volvieron a mirarse con esa extraña
mezcla de ternura, deseo, pasión, lujuria, cariño. Se rozaron las manos.
Era lo único que podían hacerse. Se disculparon. Ya era posible decir
que volvían a ser amigos o… ¿amantes?
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Capítulo 5
—Quiero que nos veamos afuera. ¿Qué te parece este sábado, a las diez?
—Le dijo ella—. Yo me organizo para vernos.
—Yo también quiero verte. Y esa hora me parece perfecta. Nos veremos
en el parque …
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Y eso era precisamente lo que incomodaba a Soledad. Para ella no
había excusas que avalaran el incumplimiento de las obligaciones de
cada uno. Y como le decía siempre Carrie, para ella no había tonos
grises, solo blancos y negros. Las cosas se hacían o no se hacían.
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Luego de besarse retomaron el tema que los había distanciado, sin
ánimo de pelear. Solo buscaban respuestas.
—Te voy a pedir un favor. Hazlo por mí. Cambia tu actitud. Yo sé que
es tu trabajo, pero eres muy imprudente, a veces. Y a los compañeros no
les gusta tu actitud —le pidió Carrie.
No era la primera vez que le pedía eso. Era cierto que Soledad tenía
un carácter fuerte y que estaba apegada a una férrea disciplina militar en
casi todos los aspectos de su vida, pero que la hicieran pasar como la
mala de la película, era demasiado…
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pasatiempos a los que se dedicaba. Todo eso era parte de su vida. Era su
vida misma. Y era injustamente juzgada.
Al llegar a casa, Soledad lo llamó para decirle que había llegado bien.
Luego volvió a llamarlo para dedicarle la canción Bésame, del
venezolano Ricardo Montaner, uno de sus cantantes favoritos.
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Capítulo 6
Pero no todo estaba bien. En una de esas crisis extrañas que sufría
Soledad, cuando se volvía irritante, inquisitiva y fría le escribió una nota
a Carrie cuestionando su relación. El día anterior todo fue tan bello entre
ellos, se acariciaron las manos –lo único que podían hacer- se
coquetearon, y se miraron con esa misteriosa atracción que los envolvía,
se dijeron mil cosas con la mirada, pero ese día, desde la mañana, ella
estuvo esquiva, distante y odiosa.
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una mirada, una frase, una nota de amor, para detener la inminente
despedida. Y esa despedida definitiva no parecía llegar.
Decidieron seguir adelante sin peleas, en paz. Solo dejarse llevar por
lo que sentían. Disfrutar de su romance, sin permitir que nada ni nadie
los interrumpa, que llegue hasta donde debía de llegar, pero lo iban a
disfrutar a plenitud, sin más enredos, sin más dolor, sin más misterios.
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Y sí que era extraño. Ya eran infieles. Ya habían pecado. Ya se
habían condenado. Mas, de manera muy extraña y por demás lógica,
guardaban un poco de respeto por sus respectivas parejas y deseaban
salvar sus relaciones de cualquier peligro.
¿Pero qué los unía? No solo era deseo. Porque si solo hubiese sido
deseo, se hubiesen entregado en la mínima oportunidad, saciaban sus
instintos primitivos y ya, pero ellos no lo hacían. Era algo más.
Así como había algo extraño que los unía, también existía algo tan
extraño que los obligaba a separarse. Y no era porque ellos lo quisieran.
Talvez en el fondo, muy en el fondo de ambos, buscaban una excusa
para no separarse. Sabían que era lo más sensato cortar esa relación
nefasta. Debían hacerlo de urgencia, era inminente la ruptura definitiva
porque si no la situación se complicaría más, pero el “adiós” definitivo
se negaba a salir de sus labios con la absoluta certeza de que así sería.
— “Todo acabó.”
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— “Por favor, no me escribas a este número.”
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Solo su amiga Bárbara sabía la verdad. Ella era su confidente y tenía
la suficiente paciencia para escucharla y aconsejarla.
—Lo sé, Barbie. Lo sé muy bien. Pero es inevitable que sienta lo que
siento por él. Siento que lo quiero muchísimo. A Daniel lo amo, pero de
una manera diferente. Es un amor calmado, sereno. Es un amor que me
da paz. Con Carrie es diferente. Es, no sé, pasión desenfrenada, atracción
fatal, quizá locura. Sé que no debo quererlo, amarlo, desearlo. Debo
dejarlo ir. Sacarlo de mi mente, de mi alma, de mi piel. Pero no puedo.
En poco tiempo, se adueñó de mi voluntad.
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Capítulo 7
A los dos días de la separación, ella le envió una nota. En ella le decía
una vez más que no podía olvidarlo, que lo extrañaba. Él no respondió.
A lo mejor para él, todo había sido un jueguito de verano y nada más. Y
se había terminado el encanto y hacer como si nada había sucedido.
No fue sólo dolor lo que sintió Sol al leer la carta, fue también rabia,
decepción, angustia. Mientras la releía, lágrimas de frustración y de pena
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surcaron por su rostro. Quiso borrar de un tirón lo que había sentido por
él. Arrancarse del alma su recuerdo, el sabor de sus besos, de sus
caricias.
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mujer fría y calculadora en que se transformaba cada vez que la
acechaba el peligro. Y el peligro en aquel instante era Carrie…
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Capítulo 8
—Sí –dijo ella—. Tenemos que hablar de trabajo. Hay muchas cosas que
debemos de organizar.
Fue una excusa. Fue la perfecta excusa para volverse a ver, para
sentirse cerca. Pero estaba confundida. Él le había pedido que terminaran
irremediablemente, pero en su mirada había visto un dejo de nostalgia…
¿por ella?
Apenas pudieron se encontraron. Solo fue verse una vez más, para
saber que se necesitaban. En un gesto instintivo, Carrie trató de rozar su
pierna. Ella se mostró esquiva. Esquiva y adolorida. Le dolía su rechazo,
le dolía su cobardía.
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llenas de deseo, de pasión, de una imperiosa necesidad de sentirse cerca,
de darse un fuerte, muy fuerte abrazo. Se deseaban tanto, se deseaban
una vez más. Sus bocas se estaban necesitando con desesperación. Y sus
manos empezaron a tocarse.
Dejaron sus manos entrelazadas por un largo, largo rato. Era como
entregarse el alma. Dejar fluir sus emociones y sentimientos a través del
contacto de sus manos, los hizo felices.
—Tengo una lista de canciones para ti. Quiero que escuches Te hubieras
ido antes, de Ricardo Montaner. Yo la escuché varias veces el fin de
semana, me gustó mucho y era como si alguien me la dedicase.
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que se podía decir que se la sabía, como también sabía lo que la canción
significaba para ella.
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Capítulo 9
Pero qué tonta había sido todo ese tiempo. Confundió la amistad de él
con algo más. Ella lo entendió bastante tarde, cuando las hiedras de un
enfermizo amor le enredaban el alma. Y decidió olvidarlo. Decidió
arrancarse su recuerdo definitivamente para siempre. Hacer de cuenta
que nada pasó. Que todo había sido un largo, larguísimo sueño del cual
tuvo que despertar abruptamente. Y para ello, tenía que sacrificar todo lo
que él representaba en su vida: amistad, compañerismo, tentación,
pasión, cariño… amor.
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Soledad no estaba enojada con él. Estaba enojada consigo misma.
Había hecho el ridículo más grande de su vida acercándose a él, presa de
una ilusión. Jugó con fuego y se quemó en las llamas de ese incendio
que ella provocó. Se sintió, en su momento, una ofrecida. Se sintió
humillada, rechazada. Era el precio que tenía que pagar, por sus
arrebatos. Y tenía que reconstruirse de inmediato.
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Capítulo 10
Pasaron varios meses sin verse ni escribirse, peor llamarse. Hasta que
una fría tarde veraniega, los dos coincidieron en un mall de la ciudad.
Ambos estaban solos. Se acercaron con una infinita alegría reflejada en
sus rostros e instintivamente se echaron uno en los brazos del otro, en un
largo y fuerte abrazo. Se miraron fijamente y sus labios se entreabrieron
para besarse, mas tuvieron la suficiente entereza para no hacerlo.
Voltearon las mejillas y se dieron un cálido y sentido beso. Se quedaron
tomados de la mano por un prolongado tiempo, sin hablarse. Solo
observándose el alma a través de esa expresiva mirada.
No había cambiado nada internamente para ellos. Con ese solo gesto
se dieron cuenta que seguían gustándose tanto o más que antes; que no
habían logrado olvidarse el uno del otro; que seguían queriéndose con
esa mezcla de cariño y pasión, de ternura y lujuria.
—¡Oh, Carrie! ¡Te extrañé tanto, tanto! —Dijo ella rompiendo ese
largo silencio—. Me hiciste mucha falta.
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borradores… He querido olvidarte de mil formas, sin embargo, esos
mensajes me delatan.
—Te lo agradezco mucho, pero hoy no. Tal vez otro día podamos vernos
para conversar. ¿Te parece?
Se separaron confundidos.
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—No te disculpes. No me has ofendido. Este beso que nos dimos
demuestra que nunca dejamos de pensarnos, de desearnos. Y, aunque
estuvo mal hacerlo y no debemos hacerlo más, lo deseaba tanto, desde
hace mucho tiempo, porque siempre te he querido de una manera muy
especial. He buscado mil maneras de borrarme tu recuerdo. Me alejé de
ti para olvidarte y no lo he conseguido. Te has prendido en mi mente, en
mi alma, en mi corazón. Y lo que siento por ti es más fuerte que mi
voluntad. Sigo con Daniel, procuro ser feliz a su lado, mas tu recuerdo
me persigue cada día como un fantasma que me atormenta.
—Debo irme. Se me hace tarde. Olvídate del café. No hay otro día para
los dos. Es mejor no volvernos a ver. ¡Adiós y buena suerte!
Se alejó tan de prisa como lo permitían sus piernas. Quería dejar que
las lágrimas fluyeran libremente, a solas, a escondidas. Estaba tan
confundida por ese reencuentro fortuito. Era una mezcla de sentimientos.
Feliz, triste, deshecha, enojada.
No tomó ningún taxi para regresar a casa. Caminó sin rumbo fijo por
las ya oscuras calles de la ciudad cosmopolita. Iba tan abstraída en sus
pensamientos que estuvo a punto de ser arrollada por un auto. Se sentó
en una banqueta de un parque y qué extraña y maldita coincidencia. Era
el mismo parque donde hacía aproximadamente un año, ella y Carrie se
citaron y pasaron dos inolvidables horas juntos.
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mas no la amaba. Él amaba a su esposa y era muy feliz. A ella solo la
deseaba. Ella amaba a Daniel, pero estaba loca por querer o ¿amar? a
Carrie. Ese hombre le había trastornado tanto su seguridad. La hacía
dudar. Era feliz también con Daniel, sin embargo, quería a Carrie a su
lado. Tenía que olvidarlo definitivamente… ¿cómo hacerlo? Habían
pasado varios meses en que creía haberlo olvidado, pero el reencuentro y
aquel beso que se dieron la atormentó más de la cuenta.
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Capítulo 11
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de su vida para siempre, dejar de quererlo. Su relación no tenía futuro.
Ninguno de los dos iba a renunciar a sus respectivas parejas. No iban a
destruir sus relaciones de años por ese afecto dañino que los unía y los
separaba al mismo tiempo.
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Capítulo 12
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El día sábado llegó. Tal como fue acordado, un auto de lujo recogió a
Carrie en el lugar que él solicitó y fue conducido hasta una hermosa casa
en las afueras de la ciudad. La casa era de tipo colonial, pintada de verde
olivo y rodeada por grandes álamos. A un costado de la misma se
divisaba una gran piscina y una fuente de agua se ubicaba al otro lado.
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El auto se adentró por un largo sendero empedrado y cercado de
siemprevivas y se detuvo frente a una gran puerta de caoba. Bajó del
auto y quedó impresionado por la belleza de la casona. Una muchacha
delgada y bonita abrió la puerta y lo invitó a pasar. Amablemente lo
condujo por un amplio pasillo y se detuvo ante una puerta también de
caoba. La tocó suavemente y sin obtener respuesta lo invitó a pasar y se
retiró.
Los años ligeramente habían pasado por ella. Estaba más delgada. Iba
vestida con un ajustado vestido gris bordado de flores rosas. El cabello
recogido y complementaba su atuendo un sencillo juego de bisutería.
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Se miraron largo rato, esperando que el uno iniciara el primer paso
para acercarse al otro. La emoción de volverse a ver era tan infinita que
los tenía paralizados. Fue Carrie quien rompió el silencio:
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Se separaron. Bebieron de sus copas en silencio. No había palabras
que irrumpiera la magia de ese instante. Al mismo tiempo, dejaron las
copas sobre una mesa de caoba y volvieron a besarse, sin prisa, despacio,
sutilmente. La abrazaba con fuerza, sintiéndola tan suya. Las manos de
Carrie fueron bajando lentamente la cremallera del vestido, mientras le
acariciaba la espalda desnuda. Con un ligero movimiento, el traje cayó al
piso y dejó al descubierto un provocativo cuerpo, cubierto por una
diminuta prenda interior negra.
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torneadas piernas para invitarlo a poseerla. Despacio, la penetró con una
furia infinita, salvaje, pero delicada y sublime a la vez, provocándole un
grito de placer. Sus manos y sus labios se encontraron y ahí, al mismo
instante, llegaron al clímax de ese mágico encuentro, de ese deseo
guardado, de esas ganas de entregarse, tantos años anheladas y sentidas.
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CAPÍTULO 13
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—Juan, tenga listo el automóvil. Lleve a mi invitado hasta su casa. Él
estará en la puerta dentro de cinco minutos.
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Sin embargo, ese día no tenía ganas de escribir nada para su libro de
cuentos. Aunque había hecho mil cosas para olvidar, su mente evocaba
los momentos vividos la noche anterior y tenía un resquemor en el alma.
Quería llorar, quería olvidar, quería creer que nada ocurrió, mas sus ojos
miraban impacientes el reloj y el teléfono, esperando la llamada
prometida, pero ésta no ocurría.
Una vez más, vencida y sola por ese amor vedado, decidió no
esperarlo. Decidió dejarlo ir. Decidió alejarse de ahí, buscar otros
rumbos, poner más distancia entre los dos. Decidió hacer un largo viaje
por Oporto, una hermosa ciudad portuguesa, que hacía años anhelaba
conocer.
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CAPÍTULO 14
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A las diez se marcharon todos, excepto Ángelo. Tenían que coordinar
algunos asuntos de trabajo, pero, además, su fiel amigo, quería descubrir
la verdad de su partida. Sirvió dos copas con vino, le tendió una Soledad,
encendió un cigarrillo y atacó:
¡Bien, bien, mi Sol! Ahora sí, mi adorable amiga… ¿de quién huyes?
¿No me digas que del caballero que te visitó la otra tarde y del cual no
me has contado nada?
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—¡Ven! —le dijo. Has sido mi compañero y amigo por varios años y
mereces conocer esa historia de mi vida que nadie conoce. Es una
historia de un amor más que imposible, porque él es prohibido para mí,
pero que ha representado ser mi inspiración para cada historia que he
escrito, con diferentes versiones, con diferentes ambientes y extraños
personajes. Es mi historia de amor que he querido disfrazar buscándole
una realidad que no será posible de realizar. Lo he amado desde siempre,
desde hace años, cuando trabajábamos juntos…
—¡No lo sé! Lujuria, deseo, cariño, pero nada más. Él está muy
enamorado de su esposa, tiene una familia, un hogar. Siempre me quiso
como amiga. Siempre fue sincero. Yo fui quien se atrevió a ir más allá…
¡Lo amo! ¡Lo amo tanto, que debo dejarlo en paz! Además, hubo muchas
situaciones conflictivas en el trabajo, enredos, comentarios insanos y, a
todas luces, boicot a nuestra relación de amigos, a los cuales él siempre
creyó y puso en tela de dudas mi lealtad hacia él. Aunque yo tuve la
culpa de su desconfianza hacia mí porque lo puse en una situación
penosa. Supuestamente me perdonó, pero yo sentía que no lo había
hecho, que seguía herido y que iba a dudar siempre de mí, y fue por eso
que decidí terminar nuestra amistad, renuncié al trabajo y lo demás ya lo
sabes.
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-¿Tú crees que podrás olvidarlo escapando de la ciudad, de tu destino,
de tu verdad? –le interrogó Angelo, visiblemente perturbado por lo
escuchado.
-¿Y lo que tú sientes, qué? –le espetó su amigo, sirviéndose otro trago
de vino.
-¡Por supuesto que sí! Es más, me voy a quedar esta noche y así
saldremos juntos y me aseguro que estarás bien, mi querida amiga. –Le
dijo mientras la abrazaba y le acariciaba los cabellos- ¡Tú serás feliz,
porque te lo mereces, mi bella niña! ¡Déjalo todo al destino! –y le
estampó un beso en la frente.
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Y subieron juntos la escalera de mármol hasta separarse en la puerta de
entrada a la habitación de ella.
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-Hace media hora que desayuné, linda. Quise dejarte descansar porque
por mi culpa te desvelaste anoche. Ya el chófer nos espera y todo está
arreglado. Te ves hermosa, como siempre.
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-Iré a visitarte, de eso tenlo por seguro. No te voy a dejar sola. Sabes
cuánto te quiero.
¡Vamos, darling, que se hace tarde. –Le dijo mientras la tomaba del
brazo y se dirigían a la puerta, donde Juan ya tenía la puerta del auto
abierta y había guardado la maleta.
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CAPÍTULO 15
No pudo evitar un suspiro. Cerró las persianas y dejó la copa vacía sobre
la mesita de noche. Buscó una sencilla bata de seda, se cepilló los
dientes, peinó sus cabellos y se acostó a dormir. Estaba tan cansada que
prontamente se quedó dormida.
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Con una ligera inclinación de cabeza, la jovencita se retiró y ella se
puso a desayunar, disfrutando de esa hermosa vista panorámica de la
ciudad capitalina.
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practicaba baile y yoga y no tenía ningún vicio. De vez en cuando, se
tomaba una o dos copas de vino, pero nada más.
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Inquieta e intrigada, se arregló la bata de dormir, pasó una mano por
sus cabellos, secó sus lágrimas y se dirigió a la puerta. Sintiéndose
repuesta, respiró profundamente y tiró de la manilla. La puerta se abrió y
no pudo evitar lanzar un grito de sorpresa…
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CAPÍTULO 16
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- Lo siento, preciosa. Ni uno ni lo otro. Solo soy un hombre que te desea
con pasión, que ha aprendido a quererte, que te extraña infinitamente,
que te necesita para ser feliz.
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Somnolienta, respondió. Era el gerente del hotel quien, amablemente,
le recordaba que tenía previsto abandonar el hotel a las nueve de la
mañana y ya eran las once. Además, debía tomar el vuelo a Oporto.
-¡Regresa conmigo, por favor! Vine a buscarte y no pienso irme sin ti.
Me haces falta. Te estoy queriendo tanto. Tenía miedo de hacerte el
amor para no quedarme atrapado en ti, pero ya no puedo escapar de tus
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encantos, de lo que tú me haces sentir cuando nos hacemos el amor. Me
encanta amarte, sentirte mía, entregarme a ti. Contigo he vuelto a sentir
sensaciones y emociones olvidadas. He vuelto a vivir en el sexo contigo.
-¡No puedo volver! Tengo trabajo que hacer aquí y tú debes regresar a tu
casa, a tu hogar, a tu esposa. Yo sé cuál es mi lugar en tu vida: ser tu
amante y nada más; ser la otra; la que está en la sombra.
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Cubierta de un traje de salida de baño, peinada y serena, abrió la
puerta. Carrie estaba parado junto a la ventana, tomando una copa de
vino. Tenía el ceño fruncido y una rebelde lágrima surcaba su tersa piel.
Al escucharla se volteó a mirarla. Ella se paró ante él y le acarició el
rostro, luego tomó sus manos y se las besó. Con voz calmada, le dijo:
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CAPÍTULO 17
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su tupido monte de Venus. Ella abrió sus piernas para sentirlo recorrer su
clítoris y descubrir su punto G. Llegó al clímax. Con suaves gemidos de
placer, naufragó en ondas de ese tortuoso mar de pasión y lujuria. Pero,
les hacía falta más. No podían quedar nunca satisfechos, porque entre
más se poseían, más se deseaban.
Ella estaba acostada boca arriba, satisfecha y feliz, con las piernas
estiradas y los brazos sobre la cabeza. No pudiendo resistirse más, Carrie
se le colocó encima y empezó a moverse de atrás hacia adelante,
mientras ella tensaba todos los músculos y cerrando las piernas con los
muslos muy juntos, llevó los brazos al cabezal de la cama. Carrie
succionaba los pezones, intensificando el efecto de la penetración que
fue tan sublime como duradera, hasta lograr una vez más el clímax de
ese encuentro de dos almas que se deseaban tanto y que ya no podían
escapar a esa atracción fatal.
-¡Te amo! Solo eso, Carrie. Y por amor, me entrego a ti sin reservas, sin
medidas.
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decidieron ir a bailar un rato. Luego de tres horas de diversión plena,
acompañadas de varias copas de vino, regresaron a su habitación, pues
debían viajar hasta Guimarães al día siguiente.
Con una mirada, volvieron a decirse que se deseaban. Carrie retiró las
copas y las puso sobre la mesita de noche, luego se ubicó tras ella y
empezó a besarle la nuca, mientras con sus manos la rodeaba y
lentamente le desabrochaba la blusa para acariciar sus senos. Sin
preámbulos, bajó sus manos para bajarle el cierre del pantalón de
mezclilla. Con fuerza, pero apasionadamente, la hizo girar sobre sí
misma y al quedar frente a frente, le quitó la blusa y el brasier. Fue
bajando despacio, recorriendo el provocativo cuerpo hasta bajarle el
pantalón y sacárselo del todo. Soledad quedó cubierta por un minúsculo
interior color piel que, de un tirón, fue retirado.
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El resultado mereció la pena, porque estaba la emoción que producía
hacerlo en un lugar diferente, con la persona amada, por el ser deseado.
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CAPÍTULO 18
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acariciaba, al mismo tiempo, el pene de Carrie y su clítoris. Llegaron al
clímax.
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CAPÍTULO 19
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lados y un hermoso estanque donde un par de cisnes hacían piruetas y
bailes, formando surcos en el cristalino líquido.
-¡Te quiero, te quiero, te quiero! –Le dijo él, mientras la abrazaba con
fuerzas. -Eres especial en mi vida y no quiero renunciar a ti.
-¿Por qué dices eso, cariño mío? ¿Qué ocurre? Te noto preocupado y
algo triste. ¿No te gustó acompañarme a este lugar?
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-¡Todo estará bien, mi amor! Ahora, salgamos a conocer los alrededores
de la casa hasta que esté el almuerzo, luego iremos a recorrer el pueblo.
Por favor, no estés triste. ¡Te amo y te amaré siempre! Debo hacer una
llamada a Ángelo para decirle que estamos ya aquí y bien. ¿Te parece? –
Y diciendo esto, lo besó con ternura en esos labios que siempre
anhelaba. Y se reclinó en su pecho para sentir los latidos de ese amado
corazón.
-Me gusta este lugar. Es ideal para escribir una novela de amor –dijo
Soledad-. Nuestra historia de amor. ¿Lo crees, cariño?
-¡No lo sé, aún! Podría ser Sueños de otoño, Todo fue un sueño, Mi
mejor venganza…-y titubeó al decir el último nombre- ¡Regresemos,
cariño!
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Y tomados de la mano, deshicieron el camino andado hasta la casa
donde los recibió un delicioso aroma.
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Cuando salió del baño iba vestida con una bata ligera y transparente,
él esperaba junto a la ventana con una copa de vino. Ella se acercó y lo
abrazó por la espalda. La acercó a su pecho y la retuvo así unos
instantes. ¡Vete a bañar, amor! –Le dijo cariñosamente ella-. Te espero.
-¡Hola, preciosa!
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tomándolo con sus manos, empezó a darle fuertes e intensas succionadas
hasta sentir el líquido seminal deslizándose por su boca.
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CAPÍTULO 20
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medio de transporte, pues su casita se ubicaba a unas cuantas cuadras de
la base del teleférico, así que harían el recorrido a pie, para así disfrutar
del paisaje.
— ¡No! ¡No y no! ¡No estarás sola! Yo estaré contigo siempre, siempre.
No voy a dejarte ir. No renunciaré a ti.
— ¡Sí lo harás! Vivirás con mis recuerdos, vivirás sin mí. Solo te pido
un favor. No me dejes morir en el olvido. Como dice la canción que te
dediqué hace tiempo “Recuérdame, amándote, esperándote tranquila
(…) Recuérdame, que mi alma está tatuada en tu piel…” –Él iba a
responder, a refutarle, pero no lo dejó, acalló su boca con un beso. Lo
besó con ternura, con pasión. El teleférico ya había llegado al final del
recorrido y un joven les abría la puerta para que desembarcaran. Les
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dieron las gracias y empezaron el recorrido por el sendero señalado. A
lo lejos se escucharon unos disparos que cada vez se aproximaban más.
La gente corría despavorida, buscando protección. Ellos, aturdidos, se
habían detenido e instintivamente se abrazaron.
— ¡Por favor, amor, no me dejes! ¡No te vayas! ¡No te dejaré ir sin mí!
¡Resiste, preciosa! —Y la aferraba a su pecho, la cubría de besos—.
Lentamente, Sol abrió los ojos. Una lágrima resbalaba por su mejilla
izquierda. Levantó su mano y le acarició el rostro, sin fuerzas.
Débilmente murmuró:
— ¡Recuérdame!
O a lo mejor, sí.
Fin
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