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Capítulo 3

LOS VERIFICACIONISTAS: UNA HISTORIA


DEL SIGLO XIX EN GRAN PARTE

La prehistoria de la metodología económica

Una diferencia sutil, aunque significativa, separa los escritos sobre


metodología de los economistas del siglo xix de los del siglo xx, o
más bien de los escritos aparecidos en los últimos cuarenta años.
Los grandes economistas-metodólogos del siglo xix centraron su aten­
ción sobre las premisas de las teorías económicas, y advirtieron in­
sistentemente a sus lectores que la verificación de las predicciones
económicas era, en el mejor de los casos, tarea harto azarosa. Se con­
sideraba que las premisas habían de derivarse de la introspección
o de la observación casual de lo que hacen nuestros semejantes, y
que, en este sentido, aquéllas podían considerarse como verdades
a priori, conocidas, por así decirlo, previamente a la experiencia; un
proceso puramente deductivo llevaba de las premisas a las implica­
ciones, pero dichas implicaciones serían ciertas a posteriori tan sólo
en ausencia de causas perturbadoras. Por consiguiente, el objetivo de
la verificación de las implicaciones consistía en determinar el campo
de aplicación de las teorías económicas, y no en evaluar su validez.
Estos autores del siglo xix desplegaron un ingenio sin límites a la
hora de proporcionar razones que les permitiesen ignorar lo que
parecían ser claras refutaciones de las teorías, pero nunca llegaron
a establecer las bases, empíricas o de otro tipo, sobre las que hubiese
sido posible rechazar una determinada teoría económica. En resumen,
los grandes metodólogos británicos del siglo xix eran verificacionis-
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tas, y no falsacionistas, y predicaban una metodología defensiva des­
^ _No resulta fácil caracterizar esta metodología de la Escuela His­
tinada a proteger a la joven ciencia frente a cualquier ataque.
tórica Escocesa, porque ni Adam Smith ni ninguno de los demás
Si tomamos la publicación de La riqueza de las naciones en 1776
miembros de la Escuela emplearon nunca muchas palabras para defi­
como la fecha de «nacimiento» de la Economía como disciplina inde­
nirla. En cualquier caso, tal método parece consistir, por un lado, en
pendiente, la naciente ciencia de la Economía Política tenía unos
una firme creencia en las etapas históricas, basada en la relación entre
cincuenta años cuando Nassau Sénior publicó su Introductory Lecture
«modos» o tipos definidos de producción económica y ciertos prin­
on Political Economy (Conferencia introductoria a la Economía Po­
cipios de la naturaleza humana, y por otro lado, sobre un profundo
lítica) en 1827; se trata de la primera discusión explícita de este
compromiso con la simplicidad y la elegancia como criterios absolu­
autor sobre los problemas de la metodología económica, discusión
tamente prioritarios de una adecuada explicación, tanto en el campo
que elaboró y amplió una década después en su Outline of the Science
de las ciencias físicas como en el de las ciencias sociales (ver Skinner,
of Political Economy (La ciencia de la Economía Política en líneas
1865; Macfie, 1967, capítulo 2; y Smith, 1970, págs. 15-43). Adam
generales) (1836). El año de 1836 vio también la publicación del
Smith hizo en realidad una importante contribución a la filosofía de
famoso ensayo de John Stuart Mili On the Definition of Political
la ciencia en este campo con su trabajo, de enorme erudición, The
Economy and on the Method of Investigation Proper to It (Sobre la
Principies which Lead and Direct Philosophical Enquiries, Illustrated
definición de Economía Política y el método de investigación adecuado
by the History of Astronomy (Principios que dirigen y encauzan la
a la misma) (1836), con el que dejó bien sentada su reputación como
investigación filosófica: el caso de la Historia de la Astronomía), es­
destacado comentarista de temas económicos, una reputación que se
crito alrededor de 1750, pero que sólo llegó a publicarse después
vio considerablemente reforzada con la publicación de un trabajo
de su muerte, en 1799 *. Escribiendo tan sólo sesenta años después de
importante en el campo de la filosofía de la ciencia, como es su System
la aparición de los Principios de Newton, Smith describe el método
of Logic (1844), seguido del magistral Principies of Political Economy
newtoniano como aquel según el cual se establecen «ciertos princi­
(Principios de Economía Política) (1848). Los siguientes hitos im­
pios, primarios o demostrados, en un primer momento, a partir de
portantes son la obra Character and Logical Method of Political
los cuales se explican diversos fenómenos, relacionándolos todos en
Economy (Carácter y método lógico de la Economía Política) de
una misma cadena». Dado el papel de piedra angular que juegan los
John Elliot Cairnes (1875) y el indiscutiblemente autorizado resumen
sentimientos de simpatía por otros seres humanos en La teoría de
de toda la metodología de la era clásica que John Neville Keynes
los sentimientos morales, y el comportamiento que persigue ante todo
nos proporciona en su The Scope and Method of Political Economy
el propio interés en La riqueza de las naciones, ambos libros pueden
(Contenido y método de la Economía Política) (1890), un libro apa­
considerarse como intentos deliberados por parte de Smith de aplicar
recido en el mismo año de la primera publicación de los Principies
el método newtoniano, primero a la Etica y después a la Economía
of Economics (Principios de Economía) de Alfred Marshall, y con el
(Skinner, 1974, págs. 180-81). Es curioso que Smith atribuya en su
que comparte un enfoque metodológico conciliatorio.
ensayo sobre la Astronomía el origen de la ciencia no a la curiosidad
No queremos decir con esto que Adam Smith, David Ricardo y
ociosa de los hombres o a su deseo de dominar la naturaleza, sino
Thomas Malthus careciesen de principios metodológicos, sino sim­
al simple deseo de maximizar «lo maravilloso, lo sorprendente, lo
plemente que no vieron la necesidad de expresarlos explícitamente,
admirable». Incluso su patrón para juzgar las ideas científicas era
considerándolos quizás tan obvios que no necesitaban defensa alguna.
más o menudo de tipo estético que de tipo cognoscitivo, y subrayaba
Adam Smith resulta ser un caso especialmente sorprendente, ya que,
la ventaja que supone el ser capaces de explicar diversos fenómenos
de hecho, empleó formas de razonamiento radicalmente diferentes
por el único y familiar principio de la gravedad casi tanto, si no más,
en las distintas partes de su obra. Los libros I y II de La riqueza que las ventajas que puedan proporcionar nuestra capacidad de hacer
de las naciones utilizan con profusión el método de estática compa­
predicciones fiables. Existe una gran dosis de convencionalismo en
rativa, asociado posteriormente con la obra de Ricardo, mientras que
las explicaciones que Smith elabora para la revolución copernicana
los libros III, IV y V de La riqueza de las naciones, así como la
mayor parte de su Teoría de los sentimientos morales, constituyen
ejemplos de utilización de la metodología característica de la llamada 1 E l trabajo de Smith sobre Astronom ía se encuentra ahora disponible como
Escuela Histórica Escocesa. volumen I I I de la Edición de Glasgow de: W orks and Correspondence of Adam
Smith (O bra y Correspondencia de Adam Smith) (1980).
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y para la newtoniana, inspirado probablemente en el igualmente inci­ Malthus abrigaba serias dudas acerca de la metodología de Ricar­
piente convencionalismo de Hume; es decir, Smith rehúsa describir do, especialmente en lo que se refiere a la costumbre de éste de diri­
la mecánica newtoniana como «la verdad», contrastando radicalmente gir la atención exclusivamente hacia las implicaciones de equilibrio
con la actitud general de su época (Thompson, 1965, págs. 223-33; a largo plazo de las fuerzas económicas, y sospechaba, aunque nunca
Lindgren, 1969, pág. 901; Hollander, 1977, págs. 134-37 y 151-52; fue capaz de expresar de forma clara esta sospecha, que había en
y Skinner, 1974). Sin embargo, no tiene mucho sentido el preocu­ Smith un método inductivo que era diametralmente opuesto al enfo­
parse ahora de lo que Smith quería realmente decir con su concep­ que deductivo de Ricardo. En la práctica, sin embargo, el estilo de
ción de las teorías científicas como «máquinas imaginarias», porque su razonamiento de Malthus era idéntico al de Ricardo, y sus amplias
ensayo pasó totalmente desapercibido entre los economistas clásicos diferencias en cuanto a la cuestión del valor y a la posibilidad de que
ingleses que le sucedieron y, en realidad, parece no haber ejercido se produjesen situaciones de «superproducción generalizada» no supo­
influencia alguna sobre la filosofía de la ciencia del siglo xxx. nían diferencias metodológicas sustanciales entre ellos.
En Ricardo, lo histórico, lo institucional y lo fáctico, que habían
figurado de forma tan prominente en los escritos de Adam Smith,
quedaron como telón de fondo, e incluso su filosofía social es discer- El ensayo de Mili
nible tan sólo en forma de alusiones (Hutchinson, 1978, págs. 7-10,
y capítulo 2). Aunque sus ideas metodológicas hay que leerlas entre Ricardo murió en 1823, y la década siguiente fue testigo de un
líneas, Ricardo era un claro defensor de lo que hoy denominamos vigoroso debate sobre la validez del sistema ricardiano, acompañada
«el modelo de explicación hipotético-deductivo», según el cual se de un intento por parte de sus principales discípulos, James Mili y
niega categóricamente que los hechos puedan nunca hablar por sí John Ramsay McCulloch, tendente a la identificación- del ricardia-
mismos. No resulta fácil saber si Ricardo consideraba las predicciones nismo con la Ciencia Económica. Con frecuencia los períodos de con­
de su sistema — el coste creciente del cultivo de alimentos, la pre­ troversia intelectual engendran clarificaciones metodológicas, y esto
sión de la población sobre la oferta de los mismos, la creciente parti­ fue lo que ocurrió durante esta fase crítica de la Economía Política
cipación de los terratenientes en la distribución de la renta, y la clásica inglesa. Tanto Sénior como John Stuart Mili vieron ahora la
desaparición gradual de las oportunidades de inversión— como ten­ necesidad de formular los principios que gobernaban los métodos de
dencias puramente condicionales o como previsiones históricas incon­ investigación de los dedicados a la Economía Política.
dicionales, ya que la piedra angular de su forma de escribir es la Debemos a Sénior la primera formulación de la hoy familiar dis­
minimización de la distinción entre las conclusiones abstractas y las tinción entre una ciencia pura y estrictamente positiva y el arte im­
aplicaciones concretas. En realidad, Schumpeter (1954, págs. 472-73) puro e inherentemente normativo de la Economía (una cuestión cuyo
ha denominado esta predisposición de Ricardo a aplicar modelos de examen dejaremos para el capítulo 5), así como la primera formula­
un alto grado de abstracción directamente a la complejidad del mundo ción explícita de la idea de que una Economía científica se basa
real «el vicio ricardiano». Por un lado, Ricardo le dijo a Malthus esencialmente sobre «unas pocas proposiciones muy generales, pro­
que su objetivo consistía en dilucidar principios y que, por tanto, venientes de la observación, o de la introspección, y que cualquier
«imaginaba casos extremos... capaces de mostrar el funcionamiento hombre, tan pronto las oye, las admite como parte de su propio
operativo de dichos principios»; por otro lado, estaba siempre dicién- pensamiento», de los cuales se deducen una serie de conclusiones que
dole al Parlamento que algunas de las conclusiones de la Economía serán ciertas tan sólo en ausencia de «causas perturbadoras concre­
eran «tan ciertas como el principio de gravitación» 2. En cualquier tas» (citado por Bowley, 1949, pág. 43). Sénior llegó hasta a reducir
caso, no hay duda de que el mensaje que sus seguidores asimilaron estas «pocas proposiciones muy generales» a cuatro, a saber: 1) que
a partir de sus escritos fue el de que la Economía es una ciencia, no a cada persona desea maximizar su riqueza con el menor sacrificio po­
causa de su método de investigación, sino a causa de la certeza de sible; 2) que la población tiende a crecer con mayor rapidez que los
sus resultados. medios de subsistencia; 3) que el trabajo, mediante la utilización de
máquinas, es capaz de generar un producto neto positivo; y 4) que
2 Como recopilación de comentarios ocasionales de Ricardo sobre metodo­ la agricultura está sujeta a rendimientos decrecientes (ver Bowley,
logía, véase de Marchi (1970, págs. 258-59) y Sowell (1974, págs. 118-20). 1949, págs. 46-8). Aquí, al igual que en el resto de sus escritos,
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Sénior se muestra como uno de los escritores más originales entre explícito. Y es tan sólo de estos aspectos de los que se ocupa la Economía
los economistas clásicos. De todos modos, la discusión que Mili hace Política. L a form a en que ésta necesariamente procede consiste en tratar este
de estas mismas cuestiones es a la vez más cuidadosa y más penetrante objetivo principal y explícito como si fuese el único; lo cual constituye la hipó­
que la de Sénior y además presta mucha más atención que Sénior tesis más cercana a la verdad de todas las posibles, y que serán igualmente
simplificadoras. E l economista se pregunta cuáles son las acciones que tal deseo
al problema de la verificación de las conclusiones de la teoría pura.
generaría si, dentro de las áreas en cuestión, no fuese impedido por ninguna
El ensayo de Mili On the Definition of Political Economy (Sobre otra motivación. D e esta form a se obtiene una aproximación más cercana al
la definición de la Economía Política), de 1836, parte de la distin­ orden real de los asuntos humanos en dichas áreas de la que de otro modo
ción de Sénior entre la ciencia y el arte de la Economía Política, que sería posible. E sta aproximación debe, por tanto, corregirse de forma que tenga
es la distinción entre una colección de verdades materiales y un cuerpo en cuenta los efectos de cualesquiera impulsos de otro tipo, cuya interferencia
de reglas normativas, para seguir luego caracterizando el objeto de con los resultados obtenidos pueda demostrarse en cada caso particular. Sola­
la Economía, de nuevo al igual que Sénior, como una «ciencia men­ mente en unos pocos de los casos más conspicuos (tal como el importante papel
tal», fundamentalmente referida a las motivaciones humanas y formas que juega el principio de crecimiento de la población) se interpolarán estas
de conducta de la vida económica (Mili, 1967, págs. 312 y 317-18). correcciones en la exposición de la Economía Política; habiéndonos alejado,
pues, en cierta medida en estos casos de los estrictos procedimientos puramente
Esto nos lleva directamente al famoso pasaje en el que nació el denos­ científicos, en beneficio de la utilidad práctica. E n la medida en la cual se sabe,
tado concepto del homo economicus. Aunque es algo largo, vale la o se supone, que la conducta de la Hum anidad en la búsqueda del incremento
pena citar este pasaje casi completo, y vale la pena leerlo y releerlo: de sus riquezas se encuentra bajo la influencia colateral de cualesquiera propie­
dades de nuestra naturaleza distintas de la del deseo de obtener la mayor can­
L o que hoy entendemos comúnmente por el término «Econom ía Política» tidad posible de riquezas con el menor esfuerzo y autonegación posibles, las
. . . hace abstracción de todas las pasiones o motivaciones humanas, excepto conclusiones de la Economía Política dejarán de ser aplicables a la explicación
aquellas que pueden considerarse como principios antagonistas perpetuos del o predicción de los acontecimientos reales, hasta que sean modificadas de forma
deseo de riquezas, es decir, la aversión al trabajo y el deseo de goce presente que puedan tener en cuenta el grado de influencia ejercido por esas otras causas
de costosos placeres. E stos principios entran hasta cierto punto en sus cálculos [páginas 321-23].
porque no solamente entran ocasionalmente en conflicto, al igual que otros
deseos, con la búsqueda de riquezas, sino que la acompañan como una especie de
rémora, o impedimento, encontrándose por tanto inseparablemente unidos a
La definición que Mili nos proporciona del homo economicus
aquélla. L a Economía Política considera a la H um anidad como ocupada sola­ presenta rasgos que vale la pena destacar. Mili no nos dice que de­
mente en la adquisición y consumo de riquezas; y su objetivo consiste en mos­ beríamos tomar al hombre en su integridad, fijando nuestras preten­
trar cuál es la línea de acción que se vería la Hum anidad impelida a adoptar, siones en la correcta predicción de cómo se comportará de hecho en
viviendo en sociedad, si tal motivo, excepto en la m edida en la cual quede sus actuaciones económicas. Esta es la teoría del «hombre real» que
contrarrestado por las dos motivaciones antes citadas y que son sus oponentes, Sénior mantuvo durante toda su vida a pesar del ensayo de Mili
fuese la única consideración que influyese en sus acciones . . . L a ciencia . . . pro­ (ver Bowley, 1949, págs. 47-8 y 61-2) y que es también el punto de
cede . . . bajo el supuesto de que el hombre es un ser destinado, por naturaleza, vista adoptado posteriormente por Alfred Marshall y nos atrevería­
a preferir en todos los casos más riqueza a menos riqueza, sin otra excepción
mos a decir que el adoptado por todos los economistas contemporá­
que la que constituyen las dos contramotivaciones ya mencionadas. Y no es que
economista alguno haya sido nunca tan absurdo como para suponer que la Hu­
neos (ver Wbitaker, 1975, págs. 1043 y 1045n; Machlup, 1978,
manidad está realmente constituida por tales seres, sino porque ésta es la forma capítulo 1 1 )3. Lo que Mili nos dice es que hemos de abstraer ciertas
en que la ciencia ha de proceder necesariamente. Cuando un efecto procede de motivaciones económicas, a saber, la de la maximización de la riqueza
una concurrencia de causas, aquellas causas deben estudiarse una por una, y sus sujeta a las restricciones que suponen la renta de subsistencia y el
lryes deben investigarse separadamente, si es que deseamos obtener, a través
de las causas, el poder de predecir o controlar sus efectos . . . N o existe, quizás, 3 Vale la pena recordar que en la obra de Adam Smith no encontramos
acción alguna en la vida del hombre en la que éste no se encuentre bajo la nada que se parezca al homo economicus construido por Mili. En Smith, los
influencia, directa o remota, de algún im pulso distinto al del deseo de riquezas. hombres ciertamente actúan según lo que para ellos constituye su propio inte­
I,a Economía Política no pretende que sus conclusiones sean aplicables a estos rés, pero este interés nunca se concibe como dirigido únicamente a fines pecu­
niarios, y con frecuencia aquél es concebido como una cuestión de honor, de
aspectos de la conducta humana en los que el deseo de riquezas no constituye
ambición, de estima social o de pasión de dominio, en vez de sólo como un
la motivación principal. Pero existen ciertamente algunos aspectos de los asun­ deseo de riquezas (véase Hollander, 1977, págs. 139-43; Winch, 1978, pági­
to» humanos en los que la adquisición de riquezas es el objetivo principal y nas 167-68).
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deseo de ocio, al tiempo que hemos de tener en cuenta la presencia chas más cosas que «la aversión al trabajo y el deseo de goce presente
de motivaciones no-económicas (tales como las costumbres y hábitos) de costosos placeres», ya que de hecho incluyen el deseo de maximi­
incluso en aquellas esferas de la vida que entran dentro del campo zar todo tipo de riqueza física incluso a costa de la renta monetaria, y
normal de la Economía. En definitiva, Mili opera con una teoría del minimizar la varianza de la renta incierta, y no sólo su valor medio,
«hombre ficticio». Además, subraya también el hecho de que la es­ resulta claro que el problema de especificar las motivaciones que im­
fera económica es tan sólo una parte del área total de la conducta pulsan al homo economicus es tarea algo más difícil que la planteada
humana. En este sentido, la Economía Política trabaja sobre dos abs­ por Mili. En lenguaje de nuestros días, ni siquiera hoy resulta fácil
tracciones: una, la conducta realmente motivada por la renta mone­ decidir qué argumentos deberían entrar en las funciones de utilidad
taria, y otra, la conducta que supone «impulsos de otro tipo». que los agentes económicos tratan de maximizar, y cuáles son lícitos
Nótese también que la teoría malthusiana de la población es ad­ dejar fuera.
mitida como uno de esos «impulsos de otro tipo». Con frecuencia Las páginas dedicadas al homo economicus en el ensayo de Mili
se olvida que la presión de la población sobre los medios de subsis­ vienen seguidas inmediatamente de la caracterización de la Economía
tencia se basa fundamentalmente, en Malthus, sobre lo que él llamaba Política como «una ciencia esencialmente abstracta» que emplea «el
«la pasión irracional» que lleva al hombre a tratar de reproducirse, lo método a-priori» (1976, pág. 325). El método a-priori se contrasta
cual difícilmente se compagina con la idea clásica del hombre como con «el método a posteriori», y Mili admite que el primero de estos
agente dedicado al cálculo económico. Como es bien sabido, Malthus términos resulta poco afortunado, ya que se utiliza a veces para de­
no admitió otras limitaciones a la presión de la población que las signar una forma de filosofar que no está fundada en absoluto en la
positivas de la «miseria y el vicio» y la preventiva de la «restricción experiencia: «por método a priori entendemos aquel que requiere,
moral», que suponía posponer los matrimonios junto con la prác­ como base de sus conclusiones, no solamente la experiencia, sino
tica de una estricta continencia antes del matrimonio, y que Malthus una experiencia específica. Por método a priori entendemos (lo que
nunca llegó a considerar limitación voluntaria alguna al tamaño de normalmente se ha entendido) el razonamiento a partir de una hipó­
las familias después del matrimonio. En ediciones posteriores de su tesis» (págs. 324-25). Por tanto, la hipótesis del homo economicus
Ensayo sobre la población, Malthus concedía que la restricción moral está basada sobre un tipo de experiencia, a saber, la introspección
se había convertido, de hecho, en una limitación automática en la y la observación de nuestro prójimo, pero no se deriva de observa­
Gran Bretaña de su época, estimulada a su vez por el propio creci­ ciones específicas de hechos concretos. Puesto que la hipótesis es un
miento de la población; en otras palabras, contrapuso «la pasión na­ supuesto, puede «carecer de fundamentación alguna en cuanto a los
tural por la procreación» a la igualmente natural tendencia smithiana hechos», y en este sentido puede decirse que «las conclusiones de
que lleva a cada individuo a «preocuparse por la mejora de sus con­ la Economía Política, al igual que las de la Geometría, sólo serán
diciones de vida» (ver Blaug, 1978, págs. 74-5). Así pues, puede ciertas, por tanto, en abstracto como suele decirse, es decir, sólo
considerarse que el gran problema malthusiano revierte en la cues­ serán ciertas bajo determinados supuestos» (págs. 325-26).
tión empírica de hasta qué punto los matrimonios realizan de hecho
Así pues, Mili denomina ciencia de la Economía Política a un
cálculos económicos correctos respecto del número de hijos que debe­ cuerpo de análisis deductivo basado sobre premisas psicológicas su­
rían traer al mundo. Es clarc, por tanto, que el concepto de homo
puestas, y que abstrae, incluso respecto de dichas premisas, todos
economicus viene íntimamente asociado con la cuestión de la validez
los aspectos no-económicos de la conducta humana:
de la doctrina malthusiana, punto básico de la versión ricardiana de
la Economía clásica.
Hay que subrayar también que ni Mili ni Sénior relacionaron la Cuando los principios de la Economía Política han de ser aplicados a un
caso particular, será necesario tener en cuenta todas las circunstancias concretas
discusión en torno al homo economicus con el papel de los motivos
pertinentes a dicho caso; no sólo examinando las circunstancias del caso general
no-pecuniarios en la elección de ocupación por parte de los trabajado­ al que el caso particular en cuestión corresponde, sino también aquellas cir­
res, relación que Adam Smith señaló en el importante capítulo 10 del cunstancias que puedan darse en este caso concreto y que, por no ser comunes
libro I de La riqueza de las naciones, como elemento decisivo en la con las de una clase más amplia y conocida de casos, no han sido estudiadas
determinación de los salarios (véase Blaug, 1978, págs. 48-50). Cuan­ o reconocidas por la ciencia. E stas circunstancias pueden denominarse causas
do tenemos en cuenta que estos motivos no-pecuniarios suponen mu­ perturbadoras.
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E sta es la única incertidumbre con que se enfrenta la Economía Política; Aunque lo anterior constituye en muchos aspectos una impecable
y no sólo ella, sino también las ciencias morales en general. exposición del verificacionismo, Mili no llega a igualar el fracaso en
Cuando las causas perturbadoras son conocidas, los arreglos necesarios para la verificación de una predicción con la refutación de la teoría que la
tenerlas en cuenta no van en m odo alguno en contra de la precisión científica, generó; para él, «una discrepancia entre nuestras anticipaciones y los
ni constituyen desviaciones respecto del método a priori. L as causas perturba­
hechos reales» mostrará, no que la proposición original es errónea
doras no deben ser desconsideradamente tratadas como meras conjeturas. Al
igual que las fricciones en el campo de la mecánica, a las que han sido compa­
y debe por tanto ser descartada, sino tan sólo que aquella proposi­
radas con frecuencia, fueron quizás consideradas en un principio como meras
ción es «insuficiente».
consecuencias poco conocidas, cuya presencia habría de adivinarse con ayuda Los pasajes que tratan de la necesidad de verificar nuestras teo­
de los principios generales de la ciencia; pero, con el tiempo, muchas de ellas rías terminan con una soberbia formulación de las leyes de tendencia-,
t
son introducidas dentro del dominio de la propia ciencia abstracta, y se admite
Sin duda, el hombre afirma con frecuencia, respecto de toda una clase de
que sus efectos pueden estimarse por procedimientos fiables como los que se
fenómenos, cosas que sólo son ciertas para una parte de los mismos; pero el
utilizan para estimar las variables que dichas causas perturbadoras vienen a
modificar. Porque estas causas tienen sus leyes, al igual que las variables que error en estos casos consiste generalmente no en que la proposición ha sido
vienen a modificar tienen las suyas; y a partir de las leyes de las causas pertur­ enunciada de forma demasiado amplia, sino en que el tipo de proposición enun­
ciada no es correcto; se predice un cierto resultado, cuando debería haberse
badoras, es posible predecir a priori su naturaleza y dimensiones, por medio de
predicho solamente una cierta tendencia a dicho resultado: una fuerza que
procesos semejantes a los empleados para estudiar las leyes más generales que
actúa con una cierta intensidad en dicha dirección. En relación con las excep­
se dice aquéllas vienen a modificar o perturbar, pero con las cuales, hablando
ciones hay que decir que, en cualquier ciencia tolerablemente avanzada, no
con propiedad, habría que decir que son concurrentes. E stos efectos de las
deben existir excepciones. L o que se supone una excepción a un determinado
causas especiales deben, pues, añadirse o restarse al efecto general de las leyes
generales [pág. 330], principio es siempre otro principio distinto que interfiere con el primero: otra
fuerza que actúa en contra de la primera fuerza y que la desvía de su camino.
Y es por esta causa, la influencia de causas perturbadoras, por No existen las leyes y las excepciones a las leyes — las leyes que actúan en el
99 por 100 de los casos, y las excepciones que lo hacen en el 1 por 100— , sino
lo que «el economista que no haya estudiado ciencia, sino sólo Eco­
que existen dos leyes, cada una de las cuales actuando posiblemente en el
nomía Política, fracasará en su intento de aplicar su ciencia a la
100 por 100 de los casos, y que generan un efecto conjunto al operar simul­
práctica» (pág. 331). táneamente. Cuando existe una fuerza que, por ser menos importante de las
Debido a la imposibilidad de realizar experimentos controlados dos, denominamos fuerza perturbadora, y que prevalece en un caso determinado
en los temas que implican acciones humanas, el método mixto induc- sobre la otra fuerza, de form a que dicho caso constituye lo que comúnmente
tivo-deductivo a priori es «la única forma legítima de investigación denominamos una excepción, esa misma fuerza perturbadora actuará probable­
filosófica en el campo de las ciencias morales» (pág. 327). Y el mé­ mente como causa modificadora en muchos otros casos a los que nadie califi­
todo específicamente inductivo a posteriori entra en escena «no como caría de excepciones [pág. 333].
medio de descubrir la verdad, sino de verificarla».
Nunca será, por tanto, excesivo el cuidado que pongamos en la verificación
Las leyes de tendencia
de nuestras teorías, proceso por el cual compararemos, con referencia a los casos Hemos encontrado ya leyes de tendencia en Ricardo y en Malthus,
concretos a los que tenemos acceso, los resultados que la teoría nos lleva a
y bueno será que nos detengamos por un momento a considerar su
esperar y predecir, con la recolección más fiable posible de los hechos que real­
mente han ocurrido. L as discrepancias que podam os encontrar entre nuestras
justificación en un trabajo científico. La referencia de los economistas
anticipaciones y los hechos efectivamente sucedidos es a menudo lo que dirige clásicos a causas perturbadoras de las que se decía eran capaces de
nuestra atención hacia causas perturbadoras de importancia que hasta el mo­ contradecir las conclusiones de las teorías económicas tiene su eco
mento no habíamos tenido en cuenta. En realidad, con frecuencia nos descubren en la apelación de los economistas actuales a las cláusulas ceteris
también errores de pensamiento, aún más serios que la omisión de las que pue­ paribus, que van invariablemente unidas a las proposiciones económi­
den denominarse causas perturbadoras; con frecuencia nos revelan que la base cas generales, o formulaciones de las «leyes» económicas 4. Existe,
misma de nuestra argumentación es insuficiente; que los datos a partir de los tanto entre el hombre de la calle como entre los estudiosos de la
cuales hemos construido nuestro razonamiento incluyen tan sólo una parte, y no
siempre la más importante, de las circunstancias que realmente determinan el 4 Para una historia del uso hecho por los economistas de la frase ceteris
resultado en cuestión [pág. 3 3 2 ], paribus, véase Rivett (1970, págs. 144-48).
86 L a metodología de la economía
Parte I I . H istoria de la metodología económica 87

ciencia, la extendida impresión de que las cláusulas ceteris paribus pero proporcionó estimaciones de la magnitud de la distorsión que
abundan en las ciencias sociales, mientras que raramente las encon­ puede resultar de los factores que, como la fricción, eran ignorados
tramos en la Física, la Química y la Biología. Nada más lejos de la por la ley. Como acabamos de ver, Mili era perfectamente consciente
realidad. Una teoría científica que pudiese prescindir enteramente de de estas características de las cláusulas ceteris paribus en la mecánica
las cláusulas ceteris paribus habría logrado, en efecto, ser perfecta­ clásica: «Al igual que la fricción dentro de la mecánica... las causas
mente cerrada: ninguna variable de efectos importantes sobre el fe­ perturbadoras tienen sus leyes, como las causas perturbadas por ellas
nómeno en cuestión habría sido omitida de la teoría, y las variables tienen las suyas» (Mili, 1976, pág. 330). En las ciencias sociales, sin
incluidas en la misma mantendrían en efecto una cierta relación entre embargo, y en la Economía en particular, es muy corriente encon­
ellas y ninguna con variables exógenas a la misma. Quizás solamente trarse con afirmaciones tendenciales que carecen de cláusula ceteris
la mecánica de los cielos y la termodinámica no-atómica han llegado paribus específica — una especie de cajón de sastre donde se mete
a aproximarse a una integridad tan perfecta (Brodbeck, 1973, pági­ todo lo que desconocemos— , o si existe tal especificación, ésta está
nas 296-98). Pero incluso en el campo de la Física, las teorías tan expresada tan sólo en términos cualitativos, y no cuantitativos. Así,
cerradas y completas son una excepción, y fuera de la Física existen se dice que la «ley» marxista de la tendencia a la disminución de la
pocos ejemplos dentro de las ciencias naturales en los que el cetera tasa de beneficios está sujeta a ciertas «causas contrarrestadoras» y,
relevante, en vez de quedar sometido a una condición de constancia, aunque dichas causas se nombran, se mantiene que son estimuladas
se encuentre, de hecho, formando parte de la teoría5. Normalmente por la propia caía de la tasa de beneficios a la que se supone vienen
la cláusula ceteris paribus aparece en las ciencias naturales con tanta a contrarrestar (Blaug, 1978, págs. 294-96). Lo que tenemos es, pues,
frecuencia como en las ciencias sociales, a la hora de contrastar una una tasa de variación negativa, que aparece a la luz de la ley básica,
relación causal; generalmente estas cláusulas toman la forma de afir­ y varias tasas de variación positiva que contrarrestan los efectos de
maciones en el sentido de que se ignoran los efectos de todas las aquélla; es claro que el resultado conjunto de todas estas fuerzas
demás condiciones iniciales y relaciones causales relevantes que pue­ puede ser tanto positivo como negativo 6. En resumen, a menos que
dan existir, aparte de las que van a ser contrastadas. En resumen, encontremos la forma de restringir de algún modo la significación
las ciencias naturales hablan de hipótesis auxiliares que aparecen en de la cláusula ceteris paribus, y que pongamos límites definidos al
cada contrastación de una ley científica — recordemos la tesis de irre- comportamiento de las causas «perturbadoras» o «contrarrestadoras»,
futabilidad de Durhem— , mientras que las ciencias sociales hablan toda la argumentación se verá incapaz de generar una sola predicción
de leyes o hipótesis que se mantienen si se cumple la condición cete­ refutable, ni siquiera en términos de la dirección total de la variación
ris paribus. Pero el objetivo perseguido es el mismo en ambos casos, en cuestión, y mucho menos seremos capaces de tener predicciones en
es decir, excluir del análisis todas las variables a excepción de aque­ términos de la magnitud de dicho cambio.
llas que están específicamente incluidas en la teoría. Mili aprovechó la útil distinción hecha por Bishop Whately en
Puede argüirse, por tanto, que casi todas las proposiciones teo­ 1831, entre las proposiciones tendenciales en el sentido de: 1) «la
réticas son leyes de tendencia, tanto en las ciencias naturales como existencia de una causa que, de operar sin impedimentos, generaría
en las ciencias físicas. Pero es cierto que existe una gran diferencia un cierto resultado», y en el sentido de 2) «la existencia de tal estado
entre la mayoría de las proposiciones tendenciales de la Física y la de cosas, que en él puede esperarse que un cierto resultado se pro­
Química, y virtualmente todas las proposiciones que se hacen en duzca», a pesar del impedimento que pueda suponer la existencia
Economía y Sociología. Por ejemplo, la ley cuantitativa de caída de de hecho de ciertas causas perturbadoras (citado por Sowell, 1974,
los cuerpos de Galileo lleva en sí ciertamente una cláusula ceteris páginas 132-33). En palabras del propio Mili: «Con frecuencia enun­
paribus implícita, porque todos los casos de caída libre suponen la ciamos un cierto resultado, cuando lo que queremos enunciar es una
existencia de resistencias del aire en cuyo seno se produce la caída tendencia hacia tal resultado — una fuerza que actúa en tal dirección
del cuerpo. Galileo empleó de hecho el concepto ideal de «vacío con una cierta intensidad. En lo que se refiere a las excepciones hay
perfecto» para librarse del efecto de lo que él llamó «accidentes», que dejar sentado que no existirán excepciones propiamente dichas
5 «Puede fácilmente aducirse», observa Lakatos (1978, I, pág. 18), «que las
cláusulas ceteris paribus son más la regla que la excepción en la ciencia» (véase 6 H e vuelto a examinar este debate marxista en Blaug (1980, capítulo 2) a
también Nagel, 1961, págs. 560-61). la luz de las propias ideas de M arx sobre metodología económica.
88 L a m etodología de la economía Parte I I . H istoria de la m etodología económica 89

en ninguna ciencia tolerablemente avanzada» (Mili, 1976, pág. 333). que Mili no fue sólo un importante filósofo de la ciencia, sino tam­
Puede decirse que la distinción de Whately presenta las condiciones bién un experto lógico (por no mencionar que también era psicólogo,
mínimas que ha de cumplir una ley de tendencia aceptable: tiene experto en ciencia política y filósofo social).
que ser posible decidir si cualquier proposición tendencial legítima
se adecúa a la primera o a la segunda definición de Whately; de otro La lógica de Mili
modo, no habremos conseguido deducir una implicación que sea
falsable, ni siquiera en principio. Es evidente que ni la «ley» de la El Sistema de Lógica de Mili no es un libro de fácil comprensión
caída de beneficios de Marx ni la «ley» de la población de Malthus para los lectores de hoy. Como hemos visto, este libro trata con
cumplen esta condición, y que en ambos casos las cosas empeoran desprecio la lógica deductiva (denominada en el mismo raciocinación)
aún más, porque sus proponentes sugirieron que las causas «pertur­ a la que considera como una especie de máquina intelectual de hacer
badoras» o «contrarrestadores» de la tendencia básica vienen a su salchichas, mientras que hace apología de la lógica de la inducción,
vez inducidas por la propia tendencia, con lo que el primer sentido a la que considera como el único camino que nos proporciona cono­
de término utilizado por Whately, la proposición tendencial, nunca cimientos nuevos. Subyacente a gran parte de su argumentación, en­
podría observarse de hecho bajo ningún conjunto de circunstancias contramos en Mili aquí un intento de demoler todas las creencias que
concebibles. Kant denominó proposiciones sintéticas a priori, es decir, el intuicio-
Las proposiciones tendenciales en Economía deben ser conside­ nismo entronizado en el área de las creencias morales primero y,
radas, por tanto, como promesas que sólo quedarán redimidas cuando posteriormente, en el área de la lógica y las matemáticas; la idea de
se haya tenido debidamente en cuenta la correspondiente cláusula Mili de que las matemáticas son una especie de ciencia cuasiexperi-
ceteris paribus 7, y cuando ésta haya sido especificada, preferiblemente mental está claramente pasada de moda. Finalmente, después de dedi­
en términos cuantitativos. Después de la claridad extrema desplegada car la casi totalidad del libro a la defensa del método inductivo en
por Mili en su tratamiento de estas cuestiones en su ensayo meto­ la ciencia y las matemáticas, Mili se vuelve en su sección final hacia
dológico, difícilmente podemos evitar el plantearnos la pregunta de la metodología de lo que él denominó las «ciencias morales» (ciencias
si mostró la misma claridad en su análisis de los problemas econó­ sociales) y aquí, sorprendentemente, sí que reconoce la improceden­
micos. Schumpeter (1954, pág. 537n) dijo una vez: «E l significado cia de los métodos inductivos, debido a la concurrencia de causas
literal de una profesión de fe metodológica carece de interés, excepto compuestas de muchas fuerzas. Estos tres rasgos del libro que co­
para el filósofo... cualquier elemento criticable de una metodología mentamos, tomados en su conjunto, contribuyen a dificultar tanto la
carecerá de importancia siempre que podamos abandonarlo sin que colocación del libro dentro de contexto como su relación con los aná­
ello nos fuerce a abandonar cualquier implicación del análisis asociado lisis previos del autor dedicados a la metodología de la Economía 8.
con el mismo», y lo mismo puede decirse de cualquier elemento Lo que Mili tenía que decir respecto de la lógica formal queda
recomendable de una metodología. Pero antes de volvernos a la Eco­ desfigurado en gran parte por la forma indiscriminada en que juega
nomía de Mili para ver si ..responde a este enfoque metodológico, a un tira y afloja continuo con el doble sentido del término induc­
será útil echar un rápido vistazo a la Lógica de Mili, por ser la obra ción, tratándolo a veces como una forma lógicamente demostrativa
que primero atrajo la atención del público hacia este autor. Y lo de contrastación causal, y otras como un método no-demostrativo de
haremos porque al evaluar su obra económica es importante recordar confirmar y corroborar las generalizaciones causales — la aducción,
en nuestro lenguaje— , confundiéndose, a su vez, esta segunda acep­
7 En esta cuestión sigo a K aplan (1964, págs. 97-8); en sus propias pala­ ción con el problema del descubrimiento de leyes causales nuevas9.
bras: «U na ley de tendencia es aquella que se presenta como una ley en sentido
estricto, a la que se llegará cuando hayan sido identificadas y tenidas en cuenta 8 Existen numerosos comentarios a la Lógica de Mili. En mi opinión, los
las fuerzas contrarrestadoras. Por tanto, el valor científico de una ley de ten­ más útiles son los de N agel (1950), Anschutz (1953), la introducción de McRae
dencia dependerá de su efectividad para servir de estímulo y guía en la investi­ a Mili (1973) y Ryan (1974, capítulo 3).
gación de esas otras fuerzas determinantes. En sí misma, sólo será una carta 9 Gamo señala Medawar (1967, pág. 133): «Desgraciadam ente, en Inglaterra
de pago que circulará libremente en el mundo científico mientras pueda mante­ se nos ha educado en la creencia de que los descubrimientos científicos recurren
nerse la confianza del público en que eventualmente será redimida por algo a un método análogo, y de naturaleza semejante, al método deductivo, es decir,
equivalente a su valor nominal, y en este sentido, la cláusula de “ todo lo demás el método de la Inducción — un proceso lógico de pensamiento que, a partir
se contiene constante” no es una redención, sino otra parte de la prom esa.» [ ...] de simples declaraciones de hecho que surgen de la evidencia que nos propor-
90 L a m etodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 91

Pero aunque Mili está mezclando constantemente el origen de las Habiendo propuesto sus cuatro métodos, tanto como ayudas al
ideas con cuestiones referentes a su justificación lógica, la teoría de descubrimiento de leyes causales como medios para probar que aqué­
la lógica se convierte en él esencialmente en un análisis del método llas se mantienen universalmente, Mili dedica la última sección de
científico destinado a evaluar la evidencia, y su libro se entiende su Lógica a las ciencias sociales, campo en el que admite francamente
mucho mejor cuando lo consideramos como un trabajo sobre mode­ que dichos cuatro métodos no son aplicables. Y no son aplicables
los y métodos que cuando lo leemos como un estudio sobre lógica por la pluralidad de causas que operan, por la mezcla de efectos dife­
simbólica, entendida ésta en la acepción que atribuimos al término rentes y por la imposibilidad de realizar experimentos controlados.
en el siglo xx. Los dos rasgos por los que Mili es recordado entre Por consiguiente, para las ciencias sociales Mili recomienda: 1) el
los filósofos de la ciencia son: su tratamiento de los cánones de la «método geométrico o abstracto»; 2) el «método físico o deductivo
inducción, interpretados como un conjunto de reglas no-demostrativas concreto», y 3) el «método histórico o deductivo inverso». Se dice
de confirmación — los cuatro métodos de acuerdo, diferencia, resi­ que el primero de estos métodos es de uso limitado, ya que tan sólo
duos y variaciones concomitantes— y su análisis de la causación, con es aplicable allí donde una única causa produce todos los efectos.
el que trataba de resolver el «problema de la inducción» de Hume, El tercero se ocupa, según Augusto Comte, de establecer las genui-
por medio de la introducción del principio de uniformidad de la na­ nas leyes del cambio histórico, basadas sobre ciertos principios uni­
turaleza como premisa fundamental de cualquier explicación causal. versales de la naturaleza humana. Es el segundo método, el físico
Los cuatro métodos de Mili siguen mencionándose hoy en día como o deductivo concreto, al que se supone responde la Economía Polí­
un esquema elemental de la lógica del diseño de la investigación tica. Se nos dice también que este es el método utilizado en astro­
experimental, pero su tratamiento de la causación se discute hoy tan nomía siempre que las leyes de las diferentes causas que actúan
sólo con objeto de mostrar lo difícil que es contradecir la prueba aditivamente hayan sido determinadas primero con la ayuda de los
proporcionada por Hume en cuanto a la imposibilidad de la certi­ cuatro métodos, después de lo cual serán verificadas en relación con
dumbre inductiva 10. las observaciones empíricas las implicaciones deducidas de dichas le­
yes (Mili, 1973, págs. 895-96). En este punto, Mili inserta los pasa­
donan nuestros sentidos, puede llevarnos con certeza a descubrir leyes generales jes sobre el homo economicus procedentes de su ensayo de 1836
verdaderas. E sta sería ciertamente una creencia que nos incapacitaría intelec­
tualmente, si es que alguien creyese en ella realmente, y de ella hay que culpar y que anteriormente hemos citado, y pasa a discutir la etiología polí­
principalmente a la metodología de la ciencia de Jo h n Suart Mili. L a principal tica, la anunciada aunque aún no-nacida ciencia deductiva de la for­
debilidad de la inducción milliana era su falta de separación entre los actos mación del carácter nacional, que se convertiría algún día, y en ello
mentales que supone el descubrimiento y los correspondientes a la contras­ creía Mili firmemente, en el fundamento de todas las ciencias sociales.
tación.»
10 E l método de acuerdo afirma que «si dos o más ejemplos del fenómeno
Y aún hay más en esta última sección de la Lógica de Mili: una
que se investiga tienen una única circunstancia en común, esta circunstancia decidida defensa del monismo metodológico; una firme adopción del
de acuerdo entre todos los ejem plos es la causa (o el efecto) del fenómeno en principio del individualismo metodológico; y una insistencia en que
cuestión»; el método de la diferencia afirma que «si un caso en el que se pro­ el análisis positivo, y no el normativo, es la clave de la ciencia, in­
duce el fenómeno que estamos investigando, y un caso en el que aquél no se
produce, tienen todas sus circunstancias en común excepto una, que se produce cluso en las ciencias sociales. Pero el repentino apoyo al método
tan sólo en el primer caso, esta circunstancia, que es la única en que difieren deductivo que aquí encontramos, después de cientos de páginas en
los dos casos, será el efecto o la causa, o un componente esencial de la causa, las que se defiende el inductivo, por no mencionar el hecho de que la
de dicho fenómeno». E l método de los residuos afirma que «si separamos de mayor parte de la discusión en esta última sección se refiere a la en­
cada fenómeno aquellas partes que por inducciones previas sabemos que son
el efecto de ciertos antecedentes, el residuo del fenómeno será efecto de los tonces naciente ciencia de la Sociología y que sólo incidentalmente
antecedentes que quedan». Finalmente, el método de las variaciones concomi­ toca la ya madura ciencia de la Economía, parece pensado para dejar
tantes afirma que «siem pre que un fenómeno varíe de una forma concreta al lector totalmente confuso respecto de las ideas de Mili sobre la
cuando otro fenómeno varía en otra forma concreta, aquél será o bien la causa filosofía de las ciencias sociales.
o bien el efecto de dicho fenómeno, o estará conectado con él por medio de
algún tipo de causación» (M ili, 1973, V I I, págs. 390, 391, 398 y 401). A pesar Cinco años después de terminar su Sistema de Lógica, Mili pu­
de la plétora de comentarios sobre los cuatro «m étodos» de Mili, no es fácil blicó su importante obra Principios de Economía Política, que no
mejorar el tratamiento que le dieron Cohén y N agel (1934, págs. 249-72); véase contiene discusión explícita alguna sobre metodología ni tampoco
también Losee (1972, págs. 148-58). hace referencia retrospectiva alguna a la Lógica para mostrar que los
92 L a m etodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 93

Principios constituyen un ejemplo de sana metodología. No es de legó a sus seguidores (ver 1815, 1817 y 1819) dio lugar a un buen
extrañar, por tanto, que los que criticaron las ideas de Mili en el número de proposiciones contrastables — un precio creciente del
campo de la Lógica omitiesen todo intento de averiguar si este autor grano, una creciente participación de las rentas de la tierra en la
practicaba en Economía lo que predicaba para la ciencia en general. Renta Nacional, un nivel constante de los salarios y una tasa descen­
Tanto William Whewell como Stanley Jevons fueron los campeones dente de beneficios sobre el capital— y a su vez dependía de otras
del método hipotético-deductivo de explicación científica, en directa proposiciones también contrastables, y especialmente de la del cre­
oposición a las ideas de Mili. Whewell escribió una larga respuesta cimiento de la población a una tasa al menos tan rápida como la
a la Lógica de Mili, en la que intentaba enfocar la filosofía de los de crecimiento de la producción de alimentos. Además, dada la ausen­
descubrimientos científicos desde la historia de la ciencia, inspirán­ cia de libertad de importación de grano en la Inglaterra de la época,
dose en Kant más que en Hume (Losee, 1972, págs. 120-28); y todas ellas eran proposiciones positivas, y no hipotéticas, porque
Jevons, en su contribución más importante a la filosofía de la cien­ Ricardo negaba drásticamente que pudiesen existir fuerzas «contra-
cia, The Principies of Science: A Treatise on Logic and Scientific restadoras» capaces de anular tales proposiciones, excepto «por algún
Method (1873), criticaba continuamente «las innovaciones introduci­ tiempo» (ver Blaug, 1973, págs. 31-3). La Ley del Trigo no fue
das por Mili en la lógica de la ciencia, y especialmente su doctrina derogada hasta 1946 y los datos estadísticos disponibles para las dé­
del razonamiento que va de lo particular a lo particular», añadiendo cadas de 1830 y 1840 falsaron cada una de estas predicciones ricar­
que la inducción no pertenece a la inferencia lógica, sino que es sim­ dianas. Por ejemplo, los rendimientos decrecientes se vieron sobra­
plemente «la conjunción de hipótesis y experimentación (véase Harré, damente compensados en la agricultura británica por el progreso
1967, págs. 289-90; Medawar, 1967, págs. 149ff; Losee, 1972, pá­ técnico, como lo demuestra la regular caída de los precios del trigo
gina 158; y MacLennan, 1972). Pero ninguno de ellos relacionó sus desde los altos niveles que alcanzó en 1818; las rentas de la tierra,
críticas a la Lógica de Mili con sus Principios, a pesar de que Whe­ por su parte, no subieron probablemente en los veinticinco años que
well fue un pionero en la matematización de la economía ricardiana, mediaron entre la muerte de Ricardo en 1823 y la aparición de los
mientras que Jevons fue ciertamente uno de los tres fundadores del Principios de Mili en 1848, manteniéndose invariables en este pe­
marginalismo, que se opuso a la influencia de Mili en el campo de la ríodo tanto la renta por acre como su participación relativa en la
Economía con tanta firmeza como se opuso a él en el campo de Renta; a su vez, los salarios reales ciertamente aumentaron durante
la Lógica. el período, y la población aumentó más lentamente en Gran Bretaña
Quizás podríamos encontrar explicación a este curioso fenómeno entre 1815 y 1848 que entre 1793 y 1815. Todos estos hechos, con
por el que se trata a los dos Mili como si fuesen dos escritores dife­ la posible excepción del proporcionado por la evolución de la renta
rentes, en el hecho de que ni Mili ni sus críticos vieron relación al­ de la tierra, fueron reconocidos por Mili en sus Principios, y, sin
guna entre la Lógica y los Principios; para todos los propósitos prác­ embargo, este libro mantiene los principios del sistema ricardiano
ticos, es como si ambos libros hubiesen sido escritos por autores sin cualificación alguna. Mili siguió siendo un fiel defensor de la
diferentes. Como Jacob Viner dijo una vez (1958, pág. 329): «Los Economía ricardiana, no tanto por ignorancia de la distancia que
Principios carecen de características metodológicas definidas. Al igual separaba la teoría de los hechos como por el recurso continuo a
que en el caso de La riqueza de las naciones de Adam Smith, algunas diversas «estratagemas inmunizadoras», la principal de las cuales con­
de sus partes son predominantemente abstractas a priori, mientras sistía en vaciar las correspondientes cláusulas ceteris paribus de cual­
que en otras encontramos una gran cantidad de datos fácticos y de quier contenido objetivo que hubiesen podido tener.
inferencias tomadas de la Historia.» Una gran parte de las dificultades en este terreno pueden retro­
traerse a la ambigua actitud mantenida por el propio Ricardo res­
pecto del período temporal requerido para que las fuerzas básicas
Las ideas económicas de Mili en la práctica a largo plazo presentes en su sistema asegurasen su dominio sobre
ciertas fuerzas contrarrestadoras a corto plazo. Se decía que la agri­
Dediquemos ahora un momento a examinar lo que Mili hizo real­ cultura estaba sujeta a rendimientos decrecientes históricos, porque
mente en el terreno de la verificación de las implicaciones de sus lo más que podía esperarse del progreso técnico es que retrasase los
premisas ricardianas, hipotéticas y abstractas. La doctrina que Ricardo efectos del crecimiento de los costes de producción de los alimentos,
94 L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 95

sin que fuese posible, sin embargo, la compensación permanente de Mili, debería investigarse en busca de variables suplementarias con
la escasez de suelo fértil; Ricardo llegó incluso a decir que los terra­ las que cubrir la distancia existente entre los hechos y los antece­
tenientes carecerían de incentivos privados para introducir mejoras dentes causales establecidos en la teoría, ya que ésta será verdadera
técnicas en la producción de alimentos. En forma similar, Ricardo en cualquier caso en sus propios términos, a causa de la verdad con­
reconocía que eventualmente los trabajadores podrían llegar a con­ tenida en sus supuestos. Y, desde luego, esta actitud es perfecta­
sumir más productos manufacturados en vez de productos agrícolas, mente reconocible en las páginas de sus Principios. Cuando se pu­
en cuyo caso el crecimiento de los costes de la producción agrícola blicó este libro habían transcurrido ya veinticinco años desde la
no elevaría necesariamente los salarios reales ni comprimiría por tan­ muerte de Ricardo, y hacía dos años que las Leyes del Trigo habían
to los beneficios. Por último, cabía también dentro de lo posible que sido por fin derogadas; durante los veintitrés años siguientes Mili
los trabajadores empezasen a practicar la «contención moral», permi­ publicó hasta seis ediciones de los Principios, y en cada sucesiva
tiendo en consecuencia que el capital se acumulase a una tasa más edición se hacía más difícil negar la refutación por la práctica de
alta que la del crecimiento de la población, lo cual alejaría de nuevo virtualmente cada una de las predicciones históricas ricardianas, con­
el fantasma del «estado estacionario». Pero todas estas eran meras dicionadas como estaban a la falta de libertad de comercio (Blaug,
concesiones al realismo: Ricardo carecía de teoría que pudiese expli­ 1973, págs. 179-82). La teoría malthusiana de la población, en espe­
car el progreso técnico, o las variaciones en la composición del pre­ cial, había sido categóricamente contradicha por la evidencia fáctica,
supuesto familiar de los trabajadores, o la actitud de los matrimonios cosa aceptada por la mayoría de los economistas de la época (Blaug,
hacia el control del tamaño de las familias. De todos modos, es justo 1973, págs. 111-20). Pero el problema malthusiano pesó largamente
reconocer que Ricardo enunció sus proposiciones tendenciales en for­ en la filosofía social de Mili, y de algún modo se las arregló para
ma de predicciones condicionales, cuya falsación por los aconteci­ retenerlo en los Principios, como una proposición de estática-com­
mientos era perfectamente concebible. parativa — si la población fuese menor los salarios serían más altos—
Por otro lado, Ricardo pensaba sin duda que sus teorías resul­ al tiempo que se mostraba de acuerdo con la apreciación de que la
taban de ayuda para los legisladores, porque las distintas fuerzas tendencia de la población a sobrepasar con su crecimiento la produc­
contrarrestadoras eran transitorias y no lograrían de hecho contrarres­ ción de medios de subsistencia no se había manifestado de hecho
tar las fuerzas básicas del sistema en un futuro previsible. Al ser en la práctica (de Marchi, 1970, págs. 267-71). La doctrina ricar-
presionado, tuvo que comprometerse a fijar el «corto plazo» como diana que afirma que la protección tenderá a aumentar el precio del
un período de unos veinticinco años, con objeto de poner ejemplos grano y la proporción de la renta nacional percibida por los terra­
de los efectos a largo plazo de las variables postuladas (de Marchi, tenientes recibió un tratamiento semejante (Blaug, 1973, págs. 181-
1970, págs. 255-56 y 263), lo cual no quiere decir, sin embargo, 182 y 208), lo cual hizo virtualmente imposible la consideración de
que hubiese recomendado una espera de veinticinco años para com­ la derogación de las Leyes del Trigo como un experimento social
probar si sus teorías eran o no ciertas. El carácter general de su enfo­ utilizable para contrastar el sistema ricardiano.
que se oponía a la verificación, al menos si por verificación enten­ Incluso los que más simpatía sienten hacia la Economía de Mili
demos la comprobación de si una teoría resulta confirmada por la reconocen que éste fue, como mucho, un tibio verificacionista n . La
evidencia, en vez de esperar simplemente para ver si alguna circuns­ verdadera cuestión es si Mili, habiendo reconocido la creciente irre-
tan cia compensadora ha sido dejada de lado (véase O ’Brien, 1975, levancia de la teoría ricardiana con el paso del tiempo, debería haber
páginas 69-70). admitido, no sólo su irrelevancia, sino su falta de validez. En las
Se ha dicho con razón que «la posición metodológica de J. S. sucesivas ediciones de los Principios durante el período 1848-71,
Mili no era diferente de la de Ricardo: la única diferencia es que Mili
enunció formalmente las “ reglas” que Ricardo adoptara implícita­ 11 Como dice de Marchi (1970, págs. 272-73) en su defensa de Mili: «N o
mente» (de Marchi, 1970, pág. 266). Como hemos visto, Mili era puede decirse que M ili tratase siempre de contrastar sus teorías con los he­
un verificacionista, no un prediccionista: la prueba de una teoría en chos . . . M ili estaba a veces dispuesto a vivir con una amplia separación entre
su teoría deductiva y los hechos . . . E staba dispuesto a utilizar la información
ciencias sociales no se centra en su fiabilidad predictiva ex-ante, sino fáctica en la confirmación de su teoría; pero nunca se permitía que los hechos
en su potencia explicativa ex-post; Mili no creía en la tesis de si­ históricos . . . se elevasen por encima de la teoría hasta un estatus propio de
metría. Si una teoría no consigue predicciones fiables, hubiera dicho validez.»
96 L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 97

Mili fue aumentando con regularidad la longitud del período en el para explicar lo que realmente sucede en el mundo real, teniendo
que se permitía al progreso técnico posponer los efectos de la ley en cuenta, además, los efectos de las causas no-económicas. Nunca
de los rendimientos decrecientes en la agricultura, y, por consiguien­ contrastamos la validez de una teoría, porque las conclusiones son
te, los de la tendencia subyacente a que el crecimiento de la pobla­ ciertas, son un aspecto del comportamiento humano, en virtud de
ción excediese el crecimiento de los medios de subsistencia. En cual- los supuestos en que se basan, supuestos que, a su vez, son ciertos,
quir caso, si nos atenemos a la primera edición de los Principios, en virtud de estar basados sobre hechos obvios de la experiencia
puede siempre argumentarse que «el período comprendido entre la humana pasada. Estamos a mil leguas, por tanto, de la generalizada
muerte de Ricardo y los Principios de Mili era demasiado corto para idea actual de que los supuestos no han de ser contrastados direc­
constituir una prueba concluyente respecto de las predicciones de tamente, aunque su contrastación podría ser útil de ser posible, por­
Ricardo», especialmente si estamos de acuerdo en que «la contras­ que, en último término, lo único que importa son las predicciones, y
tación de predicciones no era, en cualquier caso, la piedra de toque porque la validez de una teoría económica queda establecida siempre
sobre la que ni Mili ni Ricardo hubiesen estado dispuestos a rechazar que las predicciones que genera se vean repetidamente corroboradas
sus análisis» (de Marchi, 1970, pág. 273). En cuanto a las ediciones por la evidencia n .
posteriores de los Principios, ¿no sería mucho pedir de cualquier
pensador, dirían algunos, el exigirle el abandono de un cuerpo de
pensamiento a cuya defensa ha dedicado su vida entera? Después El método lógico de Cairnes
de todo, Mili se retractó de la doctrina del fondo de salarios, y esto
es mucho más de lo que hicieron sus inmediatos discípulos, como Si nos quedase alguna duda acerca de cuál es realmente la meto­
Henry Fawcett o John Elliot Cairnes. La cuestión, sin embargo, no dología clásica, un examen de la obra Character and Logical Method
consiste en decidir si Condenamos o absolvemos a Mili, sino más bien of Political Economy (Carácter y método lógico de la Economía Po­
en describir correctamente sus ideas metodológicas, así como la for­ lítica) de John Elliot Cairnes contribuiría a disiparlas; esta obra fue
ma en que llegó a aplicarlas en la práctica. publicada por primera vez en 1875, y revisada en 1888, cuando la
Mili, junto con todos los demás escritores de la tradición clásica, revolución marginalista estaba en su pleno apogeo y habían trans­
apelaba fundamentalmente a los supuestos para juzgar la validez de currido más de cincuenta años desde la muerte de Ricardo; sin em­
las teorías, mientras que, como veremos, los economistas modernos bargo, se hace escasa referencia en ella al marginalismo, mientras
apelan básicamente a las predicciones. Esto no significa que los auto­
que muestra, como veremos, una creencia de Cairnes en la validez
res clásicos se desinteresasen de las predicciones; obviamente, estando
fundamental de las tendencias ricardianas, tan firme como la profe­
como estaban implicados en la política, no podían evitar el hacer
sada por Mili en su día. Si entre Mili y Cairnes observamos alguna
E redicciones. Más bien creían que, así como los supuestos verdaderos
an de generar conclusiones verdaderas, los supuestos supersimpli- diferencia — y se trata de una diferencia mínima— es que Cairnes
se muestra más estridente y dogmático al negar que las teorías eco­
ficados, como los del homo economicus, los rendimientos decrecien­
tes para un estado invariable de la tecnología, una oferta de trabajo nómicas puedan ser refutadas por simple comparación de sus impli­
infinitamente elástica para una tasa salarial determinada, etc., han de caciones con los hechos, matiz que puede explicarse por las diferen­
llevar necesariamente a predicciones supersimplificadas, que nunca se cias de personalidad entre estos dos autores y porque, además, Cairnes
adecuarán exactamente al curso real de los acontecimientos, aun cuan­ había vivido toda la época de ascenso de la Escuela Histórica Inglesa
do hagamos serios esfuerzos para tener en cuenta las causas pertur­ y se sentía claramente irritado por el profundo desprecio con que
badoras relevantes. Las causas perturbadoras omitidas de la explica­
ción de los acontecimientos no incluyen, después de todo, únicamente 12 V éase Hirsch (1980), quien, con toda la razón, reparte capones entre
las causas perturbadoras de menor importancia relativa dentro del varios comentaristas actuales, incluido yo mismo, por nuestros comentarios sobre
campo económico, sino que incluyen también causas no-económicas la diferencia entre el verificacionismo clásico y el falsacionismo moderno. Ahora
me doy cuenta de que mi anterior caracterización de la metodología clásica
de mayor importancia. Así, en Economía, como explicaba Mili, con­ (Blaug, 1978, págs. 697-99) estaba equivocada en este aspecto. Hirsch mantiene
trastamos las aplicaciones de las teorías para decidir si hemos tenido también que la metodología clásica es una metodología defendible, lo cual es,
en cuenta suficientes causas perturbadoras de tipo económico como por supuesto, otra cuestión.
9g L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la m etodología económica 99

los miembros de dicha escuela desechaban por irrealistas los postu­ permite»; «la verificación sólo puede realizarse en las investigaciones
lados de la Economía clásica (ver Coats, 1954, y Koot, 1975). ^• económicas de forma muy imperfecta; pero si aquélla se realiza cui­
Cairnes parte de la conocida proposición de que la Economía dadosamente, frecuentemente nos permite, de todos modos, obtener
Política es una ciencia hipotética, deductiva; sus conclusiones «se una corroboración de los procesos de razonamiento deductivo sufi­
corresponderán con los hechos tan sólo en ausencia de causas per­ ciente como para justificar un alto grado de confianza en las conclu­
turbadoras, o en otras palabras, aquéllas no deben ser consideradas siones obtenidas», consideración cuyo impacto queda desgraciada­
como verdades positivas, sino hipotéticas» (Cairnes, 1965, pág. 64). mente diluido cuando cita a Ricardo como «el autor que ha utilizado
Cita a Sénior cuando dice que la Economía Política no debe ser con­ este recurso de la forma más libre y efectiva» (págs. 92-3).
siderada como una ciencia hipotética, sino como una ciencia basada Los economistas están siempre dispuestos a considerar «la influen­
en premisas reales. No hay nada de hipotético en las premisas de la cia de principios subordinados que modifican los efectos de causas
Economía Política, replica Cairnes, porque están basadas sobre «he­ más poderosas», afirma Cairnes, siempre que éstos puedan estable­
chos indudables de la naturaleza humana y del mundo»; «el deseo cerse fuera de toda duda. Como ejemplos, cita el análisis de Smith
de obtener riquezas con el menor sacrificio posible», y «las cualidades sobre los salarios diferenciales para idéntico trabajo en mercados de
físicas de los agentes naturales, especialmente la tierra, sobre los que trabajo gráficamente contiguos y la teoría de los precios internacio­
se ejerce la industria humana», son ambos hechos «cuya existencia y nales de Ricardo y Mili, como casos de teorías que nacen de los efec­
carácter pueden fácilmente comprobarse» (págs. 68 y 73). En este tos de un «principio subordinado», el de que la movilidad del trabajo
sentido, la Economía presenta realmente una ventaja en relación con es imperfecta (pág. 101). Como un ejemplo aún más claro de esto,
las ciencias naturales: «E l economista parte de un conocimiento de las recurre a la demostración que Tooke incluye en su Historia de los
causas últimas. Se encuentra al inicio de su tarea en la posición que precios, respecto de que el nivel de precios en Gran Bretaña no
los físicos sólo alcanzan después de larga y laboriosa investigación» había variado en las décadas precedentes en la misma dirección que
(página 87). Es cierto que el economista no puede en general realizar la cantidad de dinero. Cairnes arguye que la explicación de este fenó­
experimentos, pero puede realizar experimentos mentales, e incluso meno reside en el aumento de los depósitos, que llegó a invertir
puede realizar «experimentos físicos directos sobre el suelo» (pági­ la relación causal entre la circulación de dinero bancario y el nivel
nas 88-93). Así pues, sus supuestos no son «conjeturas», sino que general de precios (págs. 101-04). Para remachar su argumentación
provienen de observaciones que pueden probarse «directamente y con añade:
facilidad» (pág. 95, y también pág. 100). Cairnes procede entonces N o hay que suponer que la discrepancia a que hemos aludido (entre los
a explicar qué se quiere decir cuando se afirma que la Economía precios y la circulación de dinero bancario) pueda llegar a invalidar la ley ele­
Política es una ciencia hipotética, a saber, que es una ciencia que mental que afirma que, ceteris paribus, el valor del dinero varía inversamente
hace predicciones condicionales acerca de acontecimientos que están con su cantidad. E ste principio sigue descansando sobre las mismas bases de
siempre sujetos a una cláusula ceteris paribus; en sus propias pala­ hechos físicos y mentales que subyacen a todas las doctrinas de la Economía
bras: «Las doctrinas de la Economía Política deben entenderse en el Política, y siempre constituirá el principio fundamental de la teoría monetaria.
Lo único que aquella discrepancia nos muestra es que en el caso práctico en
sentido de que afirman, no lo que ocurrirá, sino lo que debería o
cuestión no se cumplió la condición ceteris paribus, y, por tanto, el hecho dis­
tendería a ocurrir, y sólo en este sentido sus proposiciones serán crepante no será más inconsistente con la ley económica de lo que pueda serlo
ciertas» (pág. 69, y también pág. 110). _ _ la no-correspondencia de un complejo fenómeno mecánico con lo que un novato
Siguen unas cuantas páginas excelentes sobre los múltiples sig­ que sólo conoce las leyes más elementales de la mecánica pueda considerar con­
nificados de la palabra inducción, incluyendo los dos sentidos del sistente con aquéllas. Una moneda que cae desde una altura llega al suelo antes
término que anteriormente hemos mencionado, en las que Cairnes que una pluma, y, sin embargo, nadie negará por ello la doctrina de que la
afirma que el Uso del método hipotético-deductivo, como distinto ^ aceleración generada por la gravedad es la misma para todos los cuerpos [Cair­
del método inductivo-clasificador, es un signo inequívoco de la ma­ nes, pág. 103n],
durez alcanzada por una disciplina (págs. 74-6 y 83-7). Debido a la
multiplicidad de factores que influyen en la vida económica, las ver­ Difícilmente encontraremos un ejemplo más claro del abuso que
dades hipotéticas de la Economía han de ir siempre acompañadas puede hacerse de la cláusula ceteris paribus, cuando ninguno de los
de «aquellas formas de verificación que la investigación económica cetera han sido especificados y mucho menos cuantificados.
fT
100 L a metodología de la economía
Parte I I . H istoria de la metodología económica 101
Las leyes económicas, concluye Cairnes, «pueden ser refutadas ción directa a nuestra consciencia o nuestros sentidos, no podrán verse afectados
únicamente si se demuestra, o bien que los principios y condiciones por cualesquiera fenómenos que puedan aparecer durante nuestras posteriores
supuestos no existen, o bien si las tendencias que la ley deduce no investigaciones . . . ni se verá afectada tampoco la teoría que está fundamentada
se siguen como consecuencia necesaria de los supuestos de la misma» sobre este tipo de supuestos, siempre que el proceso de razonamiento utilizado
(página 110; y también pág. 118). En resumen, demuéstrese que los sea correcto. L a vínica alternativa que nos queda en este caso es suponer la
supuestos son poco realistas, o bien que existen inconsistencias lógi­ existencia de una causa perturbadora. E n el caso que nos ocupa, es decir, el de
cas, pero no se tome nunca la refutación de las predicciones como bajo qué circunstancias podemos suponer que existirá la renta de la tierra,
la consideración de dichas circunstancias no podrá afectar a nuestra fe en el
causa del abandono de una teoría económica, especialmente porque
hecho de que el suelo de cualquier país no será todo él igualmente fértil, y
en Economía sólo es posible deducir predicciones cualitativas (pági­ que la capacidad productiva . del suelo m ejor será limitada, ni debilitará, por
nas 119 y siguientes) 13. Como comprobación de que ésta no es una tanto, nuestra confianza en las conclusiones que se deducen de dicho hecho
interpretación indebida de lo que Cairnes quería decir, consideremos [páginas 202-03n],
su posición respecto de la teoría malthusiana de la población: la teoría
malthusiana es una ley tendencial y, por consiguiente, «no es incon­ Una y otra vez, hemos encontrado en Sénior, en Mili, en Cairnes,
sistente con la doctrina de que los medios de subsistencia puedan e incluso en Jevons, la idea de que la «verificación» no es una con­
aumentar, de hecho, con mayor rapidez que la población»; en reali­ trastación adecuada de la validez de las teorías económicas, de su
dad, estaba perfectamente dispuesto a admitir que «las investigacio­ verdad o falsedad, sino que será tan sólo un método que nos permita
nes posteriores demostraron que los medios de subsistencia habían establecer las fronteras de aplicabilidad de una teoría que es, en sí,
aumentado, de hecho, con mayor rapidez que la población, en la obviamente cierta. Verificamos con objeto de descubrir si las «causas
mayoría de los países y especialmente en todos los países en creci­ perturbadoras» pueden explicar las discrepancias que observamos en­
miento» (págs. 158 y 164). Y, sin embargo, la teoría malthusiana tre los obstinados hechos reales y los correctos razonamientos’ teóri­
es cierta. Además, añadía, sin ella no sería posible comprender los cos; si observamos discrepancias ha de ser porque la teoría ha sido
teoremas ricardianos (págs. 176-77), comentario que, por supuesto, erróneamente aplicada, pero la teoría en sí seguirá siendo válida.
nos proporciona la clave de su actitud metodológica defensiva res­ Y nunca se considera la cuestión de si existe alguna forma de demos­
pecto de las predicciones económicas. En otras palabras, Cairnes trar que una teoría es falsa 14.
adoptó el programa ricardiano de investigación y, por tanto, defendía
la teoría malthusiana como elemento indispensable de tal programa.
Un ejemplo más redondeará la argumentación. La teoría ricar­ Neville Keynes resume la cuestión
diana de la renta de la tierra no parece adecuada para predecir correc­
tamente lo que ocurrirá en el cultivo de las tierras nuevas de las La década de 1880 ha pasado a la historia del pensamiento eco­
colonias, y Cairnes reconocía este hecho. Este tipo de «fenómenos nómico como la década del famoso Methodenstreit entre Cari Menger
residuales» puede ser fatal para las ciencias físicas, pero no para la y Gustav Schmoller, cuando la influencia de la Escuela Histórica
Economía. Alemana alcanzó las costas británicas y proporcionó argumentos a
Cliff Leslie y John Ingram, los más vociferantes de los historiadores
Cuando una doctrina de las ciencias físicas consigue explicar hechos que nativos. El objetivo perseguido por John Neville Keynes en su The
«parecen inesperadamente en el curso de la investigación, esto se considera
Scope and Method of Political Economy (Contenido y método de la
siempre como una poderosa confirmación de la veracidad de dicha doctrina.
Prro los principios últimos de la Economía Política, al no haber sido estable-
Economía Política) (1891) era el de reconciliar la tradición de Senior-
i idos con base a este tipo de evidencia circunstancial, sino con base a la apela- Mill-Cairnes con las nuevas ideas de la Escuela Histórica, a partir
de las sugerencias contenidas en la tolerante discusión metodológica
expuesta por Henry Sidgwicfe en su obra Principies of Political Eco­
13 Cairnes negó su propia afirmación sobre la im posibilidad de hacer pre­
nomy (Principios de Economía Política) (1883). Pero aunque Keynes
dicciones cuantitativas exactas en Economía, con su trabajo empírico sobre los
efectos de los descubrimientos de oro en A ustralia; véase Bordo (1975), un
trabajo que, sin embargo, trata casi desesperadamente de asimilar la metodo-
14 E sta consideración es tan aplicable a M arx como a la corriente principal
l<>KÍa de Cairnes a la posición falsacionista moderna (Hirsch, 1978; Bordo, 1978).
de la economía clásica (véase Blaug, 1980, capítulo 2).
102 L a m etodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica io

recomendaba a Adam Smith como el economista ideal por la forma ción con las propiedades físicas del suelo y la constitución fisiológica
en que logró combinar el razonamiento abstracto-deductivo con el del hombre»;^ y 5) que el homo economicus es una abstracción y
histórico-inductivo, su libro revela un intento sutilmente disfrazado que, por consiguiente, la «Economía Política es tan sólo una ciencia
de defensa del método abstracto-deductivo en Economía 15. Keynes de tendencias, y no de hechos consumados». Finalmente, añade — lo
hace esfuerzos para lograr que sus ideas resulten aceptables, subra­ que puede casi considerarse como una sexta tesis:
yando de continuo el hecho de que, incluso el método a priori de la
Economía Política clásica, empieza y termina con la observación em­ M ili, Cairnes y Bagehot insisten todos ellos, sin embargo, en que debemos
pírica, mientras recuerda a sus lectores que esos verdaderos pilares incluir la apelación a la observación y la experiencia, antes de que las leyes
del método abstracto-deductivo que fueron Mili y Cairnes hicieron hipotéticas de la ciencia puedan ser aplicadas a la interpretación y explicación
ambos contribuciones importantes al análisis histérico-deductivo en de los hechos concretos. Y a que en este momento debemos dilucidar hasta qué
punto . . . se ha de tener en cuenta el efecto de causas perturbadoras. La com­
sus estudios sobre la propiedad agrícola el primero y sobre el^ trabajo
paración con los hechos observados proporciona una contrastación de las conclu­
esclavo el segundo. Keynes pudo haber destacado la tradición hete­ y e s deductivamente obtenidas y permite establecer los límites de su aplica-
rodoxa británica que se había mantenido en contra de las ideas de bilidad [pág. 17; el subrayado es m ío].
Senior-Miü-Cairnes sobre la Economía, pero en vez de ello prefirió
enfrentar a Smith y Mili con Ricardo, como modelos de cómo aplicar
Su referencia a la Escuela Histórica, a la que caracteriza por man­
adecuadamente las reglas del método hipotético-deductivo.
tener una visión de la Economía «ética, realista e inductiva», es igual­
El libro se inicia con un resumen perfecto de la tradición de
Senior-Miü-Cairnes, que Keynes 16 (1955, págs. 12-20) consideraba mente sucinta: la Escuela Histórica niega todas y cada una de las
constituida por cinco tesis: 1) que es posible distinguir entre una cien­ cinco tesis de Senior-Mill-Cairnes y, además su actitud respecto de
cia positiva y un arte normativo de la Economía Política; 2) que los la intervención gubernamental en los asuntos económicos es aproba­
toria en vez de condenatoria (págs. 20-5) 17.
acontecimientos económicos pueden ser aislados, al menos hasta cierto
punto, de otros fenómenos sociales; 3) que la inducción directa a A Keynes le agradaba subrayar, como anteriormente dijimos, que
partir de hechos concretos, o el método a posteriori, resulta inade­ la Economía «empieza en la observación y termina con la observa­
cuado como punto de partida en Economía; 4) que el procedimiento ción» (pág. 227), y veía claramente el doble significado del término
inducción, según el cual «la determinación inductiva de las premisas»
correcto es el método a priori, que parte de «unos pocos hechos
fundamentales referentes a la naturaleza humana... tomados en reía, al inicio de la argumentación supone una operación lógica diferente
de «la verificación inductiva de las conclusiones» al final de la misma
15 E sto puede explicar el comentario un tanto enigmático hecho por Marshall (páginas 203-04n y 227). Aunque en ocasiones hizo la observación
en una carta a Foxwell: «E n cuanto al método, me considero a medio camino de que las premisas en Economía «suponen poco más que la refle­
entre Keynes + Sidwick 4- Cairnes y Schmoller + Ashley» (citado por Coase, xiva contemplación de ciertos hechos entre los más familiares y co­
1975, págs. 27-8). Pero M arshall fue un caso de teórico habilidoso que en todos tidianos» (pág. 229), su libro nos sirve para recordar una vez más
sus escritos sobre m etodología subrayó la necesidad de recoger y ordenar los
hechos, y que continuamente matizó el papel de la teoría abstracta (véase Coase, que, como dijo Viner (1958, pág. 328), «la introspección... era um­
versalmente considerada en el pasado, sea cual sea la moda vigente
O ’Brien (1975, págs. 66-8; y también 1970, págs. 96-8) pone a Hume, hoy en día, como una técnica “ empírica” de investigación, que se
Smith, Say y McCulloch en el mismo saco como grupo de inductivistas y los distinguía claramente de la intuición o de las ideas innatas». Para
contrasta con el grupo de los deductivistas ortodoxos, es decir, Ricardo, Sénior,
Torrens, Mili y Cairnes. Pero es dudoso que esta clasificación resista un examen Keynes la introspección no es sólo una fuente de premisas económi­
a fondo. H ay que subrayar también que Keynes tan sólo hace una referencia de
pasada a las protestas metodológicas que Richard Jon es realizó en solitario en la
década de 1830. Quizás en esta cuestión su instinto fue más acertado que el de 17 Sobre la Escuela H istórica en general, véase Schumpeter (1954, págs. 107-
los miembros de la Escuela H istórica Inglesa, que tenían a Richard Jones como 124) y Hutchison (1953, págs. 145-52). Sobre el M ethodenstreit en particular,
un pionero; en efecto, en su trabajo sobre la renta de la tierra, Jones, a diferen­ véase Hutchison (1973), quien concluye: «D e hecho, el M ethodenstreit no era
cia de en sus pronunciamientos programáticos, no mantiene un enfoque induc­ básicamente una lucha entre dos métodos, sino más bien un choque de intereses
tivo general de las cuestiones económicas, sino más bien una negación explícita respecto de cuál era el tema de estudio más interesante: los precios y el aná­
del supuesto ricardiano de competencia perfecta entre terratenientes (véase lisis de asignación de recursos o el desarrollo y cambio general de las economías
Miller, 1971). e industrias nacionales» (págs. 34-5).
104 L a metodología de la economía
Parte I I . H istoria de la metodología económica 105

cas empíricamente fundada (págs. 173 y 223), sino que «la ley de operan de una forma predominante, en el mundo económico real»
los rendimientos decrecientes puede también ser contrastada por me­ (páginas 223-24; también 228-31 y 240n).
dio de la experimentación» (pág. 181). Sin duda es cierto que Keynes Sin embargo, no se nos ofrece evidencia alguna, fuera de un em­
nunca se planteó la cuestión de cómo la introspección, siendo por pirismo casual, en defensa de dicha proposición. Así pues, los fenó­
definición una fuente de conocimiento imposible de contrastar in­ menos que parecen contradecir la hipótesis del homo economicus
tersubjetivamente, puede llegar a constituir un verdadero punto de
son simplemente considerados como excepciones de la regla. En efec­
partida empírico para el razonamiento económico. Ni tampoco citó to, «el amor a un cierto país o a una cierta localidad, la inercia, la
ejemplo alguno de contrastación real de la ley de los rendimientos costumbre, el deseo de estima personal, el amor a la independencia
decrecientes a través de la aplicación de una cantidad variable de
o al poder, la preferencia por la vida campestre... se encuentran
factores a una cantidad fija de tierra, aunque tal contrastación había
entre las fuerzas que ejercen su influencia sobre la distribución de
sido intentada ya tiempo atrás por Heinrich von Thünen y varios la renta y que el economista puede sentir la necesidad de tener en
otros agrónomos alemanes. En cualquier caso, no se puede acusar cuenta» (pags. 129-31), y la doctrina de Mill-Cairnes referente a la
a Keynes, como se acusa a los economistas clásicos, de haberse in­ existencia de categorías no-competitivas de trabajo, es recomendada
ventado sus supuestos sin otra consideración que la de su convenien­ «como una modificación de la teoría del valor recibida... que pro­
cia analítica y de dar muy poca importancia al mayor o menor rea­ viene de la observación y que tiene por objeto poner las teorías eco­
lismo de aquéllos (véase Rotwein, 1973, pág. 365). nómicas en contacto más estrecho con los hechos del mundo real»
Keynes nos proporciona también evidencia adicional respecto del (página 227n).
tema de que el homo economicus era, en la economía clásica y neo­
Ciertamente, sólo cuando lleguemos a verificar las predicciones
clásica, una abstracción del «hombre real» y no del «hombre fic­ de una teoría económica seremos capaces de juzgar el grado de rea­
ticio». Como hemos visto, Mili insistió sobre la idea de que el homo lismo de un conjunto concreto de supuestos, y en este punto Keynes
economicus era una simplificación hipotética que aislaba un conjunto cita la Lógica de Mili: «L a base de la confianza que se tiene en una
seleccionado de motivaciones que de hecho influyen sobre la conducta ciencia deductiva concreta no está en el propio razonamiento a priori,
económica. Sénior estaba en esta cuestión más cerca de la idea mo­ sino en el acuerdo que pueda existir entre sus conclusiones y la ob­
derna de que se trata simplemente de un postulado de racionalidad, servación a posteriori» (pág. 321). Pero, incluso aquí, cubre su apues­
un supuesto de comportamiento maximizador sujeto a ciertas restric­ ta: «Podemos tener razones independientes para creer que nuestras
ciones. Cairnes, por su parte, retomó la posición de Mili, al subrayar premisas se corresponden con los hechos... a pesar del hecho de que
que la hipótesis del homo economicus está muy lejos de ser arbitra­ sea difícil obtener una verificación explícita de las mismas» (pág. 233).
ria, y posteriormente el homo economicus ha sido considerado de Además, puesto que «en todos los casos en los que se utiliza el mé­
formas diversas: como un axioma, como una verdad apriorística, como todo deductivo la cualificación ceteris paribus se encuentra presente
una proposición obvia, como una ficción útil, como un tipo ideal, en mayor o menor medida», no debemos «suponer que una teoría
como una construcción heurística, como un hecho indiscutible de ha sido derrocada porque los ejemplos de su operatividad no aparez­
nuestra experiencia y como el esquema típico de comportamiento can de forma patente ante el observador (págs. 218 y 233). Para
humano bajo el capitalismo (Machlup, 1978, capítulo 11). Ahora ilustrar la perversa influencia de las «causas perturbadoras», discute
bien, Keynes defiende con denuedo el realismo de la concepción del Keynes el fracaso de la derogación de las Leyes del Trigo, que no
homo economicus, en el sentido de que se supone que, en las condi­ consiguió generar la inmediata caída de los precios del mismo pre-
ciones de nuestro mundo moderno, el comportamiento económico dicha por Ricardo, y redondea su argumentación con una condena
tendente a defender los propios intereses predomina sobre las moti­ a Ricardo por desplegar una «indebida confianza en la absoluta y
vaciones altruistas y benevolentes (págs. 119-25). Las premisas de uniforme validez de las conclusiones por él alcanzadas», y por no
que la Economía parte, argumenta este autor, no se eligen en térmi­ tener en cuenta «el elemento tiempo» y «los períodos de transición,
nos de «como-si»: «aunque la teoría pura supone el funcionamiento durante los cuales se están desarrollando los efectos últimos de las
de ciertas fuerzas bajo condiciones artificialmente simplificadas, no causas económicas en juego» (págs. 235-36 y 238).
por ello deja de sostener que las fuerzas cuyos efectos investiga son A lo largo de estas páginas cruciales dedicadas a las «Funciones
la verae causae, en el sentido de que operan de hecho, y ciertamente de la observación en la utilización del método deductivo» en el li­
106 L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 107

bro de Keynes se nos hace la sugerencia, indudablemente debida a Fue en este momento cuando Lionel Robbins decidió que era
la influencia de Marshall, de que no puede esperarse que la teoría hora de reformular en terminología moderna las ideas de Senior-
económica como tal genere predicciones directas, ya que es en reali­ Mill-Cairnes, con objeto de demostrar que lo que los economistas
dad «una máquina que produce análisis» y que debe ser utilizada ortodoxos habían hecho y estaban aún haciendo tenía sentido. Había,
en conjunción con una detallada investigación de las «causas pertur­ sin embargo, en la argumentación de Robbins elementos tales como
badoras» relevantes en cada caso (ver Hutchison, 1953, págs. 71-4; la famosa definición de la Economía en términos de medios-fines, y la
Hirsch y Hirsch, 1975). Keynes nos asegura que «la hipótesis de afirmación del carácter no-científico de toda comparación interperso­
la libre competencia... es aproximadamente válida para un gran nú­ nal de utilidad, que provenían de la tradición económica austríaca,
mero de fenómenos económicos» (págs. 240-41), pero no nos propor­ más que de la angloamericana w.
ciona guía alguna respecto de cómo hemos de determinar lo que se En una década que se destaca por las grandes controversias eco­
considera una aproximación válida en cualquier caso concreto. Su nómicas que en ella se desarrollaron, el Ensayo sobre la naturaleza
capítulo sobre «Economía Política y Estadística» resulta algo sim­ y significación de la Ciencia Económica de Robbins (1932) aparece
plista, y no menciona más técnica estadística que los diagramas. Por como una obra maestra polémica que hizo furor. Como deja bien
supuesto, la fase moderna de la historia de la Estadística, asociada claro el Prefacio a su segunda edición de 1935, el grueso de las reac­
con nombres como los de Karl Pearson, George Yule, William Gros- ciones que en su momento generó el Ensayo de Robbins se centró
set y Ronald Fisher estaba aún en sus comienzos en 1891 (Kendall, en el capítulo seis, con su insistencia en el carácter puramente con­
1968). Keynes asegura que la Estadística es esencial para la contras­ vencional de las comparaciones interpersonales de bienestar. Igual­
tación y verificación de las teorías económicas, pero no proporciona mente, en su argumentación en defensa de la neutralidad de la ciencia
un solo ejemplo de controversia económica que se hubiese resuelto económica respecto de los objetivos de la Política Económica, Robbins
recurriendo a la contrastación estadística, aunque no le hubiera sido fue ampliamente malinterpretado como detractor de las discusiones
difícil encontrar ejemplos adecuados en la obra de Jevons, Cairnes sobre política entre economistas. Por otro lado, su definición de la
y Marshall. En consecuencia, sus lectores se quedan con la impresión Economía, de tipo austríaco — «L a Economía es la ciencia que estudia
general de que, puesto que los supuestos en Economía son ciertos el comportamiento humano como una relación entre (una jerarquía
normalmente, sus predicciones también serán normalmente ciertas, dada de) fines y medios escasos susceptibles de usos alternativos»— ,
y que siempre que no lo sean, una investigación diligente de los he­ y que se refería a un aspecto, más que a un tipo, del comportamiento
chos nos revelará en cada caso las causas perturbadoras ad-hoc a las humano (Robbins, 1935, págs. 16-7; Fraser, 1937, capítulo 2; Kirz-
que podemos atribuir la discrepancia observada. ner, 1960, capítulo 6), pronto ganó terreno y encuentra eco hoy en
día en todos los libros de texto sobre teoría de los precios.
«E l principal postulado de la teoría del valor», enunció Robbins
El ensayo de Robbins (1935, págs. 78-9), «establece el hecho de que los individuos pueden
ordenar sus preferencias en una cierta escala y que, de hecho, esto
La esperanza expresada por Keynes y Marshall de que pudiese es lo que hacen». Este fundamental postulado es, al mismo tiempo,
producirse una reconciliación entre los defensores de posturas meto­ una verdad analítica apriorística, «un elemento esencial de nuestra
dológicas diferentes no habría de tener larga vida. El nuevo siglo concepción de la conducta en el terreno económico», y un «hecho
acababa de empezar cuando empezó a oírse en la lejanía el estruendo elemental de la experiencia» (págs. 75 y 76). Igualmente, el princi­
sordo del Institucionalismo Americano, y hacia 1914 los escritos de pio de decrecimiento de la productividad marginal, otra proposición
Thorstein Veblen, Mitchell y Commons habían generado toda una fundamental de la teoría del valor, se sigue tanto del supuesto de
escuela de inductivismo heterodoxo que cruzó el Atlántico; el insti­
tucionalismo creció y se afianzó durante la década de 1920, amena­ i® Robbins se distinguió entre los economistas de su época por citar con
zando en un determinado momento con convertirse en la corriente más frecuencia a autores austríacos y alemanes que ingleses o americanos. Sin
embargo, estaba profundamente influido por la obra de Wicksteed: Common
principal del pensamiento económico americano. Y , sin embargo, para Setise of Political Economy (E l sentido común en Economía Política) (1910),
la década de 1930 había prácticamente desaparecido ya, aunque re­ un intento pionero de incorporar las ideas de los austríacos a la teoría econó­
cientemente ha experimentado una cierta revitalización. mica británica.
108 L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 109

que existe más de un factor de producción escaso como de la «simple operan en dicha situación», conclusión que ilustra después en tér­
e indiscutible experiencia» (págs. 77-8). Así pues, ambos son «pos­ minos de la teoría cuantitativa del dinero y de la teoría del ciclo
tulados cuya contrapartida real existe y nadie discute dicha existen­ económico (págs. 116-19). E incluye a continuación, como era de
cia... No necesitamos experimentos controlados para establecer su esperar, unas cuantas páginas sobre los peligros inherentes a toda
validez: de tal modo forman parte de nuestra experiencia diaria, que contrastación empírica de las predicciones económicas (págs. 123-27).
basta con enunciarlos para que sean reconocidos como obvios» (pá­ En su famoso y controvertido capítulo sexto, Robbins niega la
gina 79; también págs. 68-9, 99-100 y 104). En realidad, como Cair­ posibilidad de hacer comparaciones interpersonales de utilidad que
nes había dicho ya tiempo atrás, en este aspecto la Economía pre­ sean objetivas, porque éstas «nunca podrán ser verificadas por obser­
senta una ventaja sobre la Física: «En Economía, como hemos visto, vación o introspección» (págs. 136 y 139-41). En una crítica devas­
los componentes básicos de nuestras generalizaciones fundamentales tadora al uso de la introspección como fuente empírica de conoci­
nos resultan conocidos por comprensión inmediata, mientras que en miento económico publicada unos años después, en 1938, Hutchison
las ciencias naturales sólo son conocidos por inferencia. Hay muchas (1965, pags. 138-9) señala la contradicción lógica existente entre la
menos razones para dudar de la contrapartida real del supuesto de adopción de comparaciones /«/rapersonales de utilidad como base
preferencias individuales de las que hay para hacerlo del supuesto justificada de la teoría del consumidor y el rechazo de las compara­
del electrón» (pág. 105). Esto no es, por supuesto, sino la familiar ciones /«terpersonales de utilidad como base de la Economía del
doctrina del Verstehen, que siempre fue un ingrediente fundamental Bienestar. Y ciertamente, es curioso que Robbins esté dispuesto a
de las ideas económicas de la Escuela Austríaca. La doctrina del confiar tanto en el supuesto de que los demás tendrán aproximada­
Verstehen siempre va de la mano de la desconfianza hacia el mo­ mente la misma psicología que uno mismo como base de la teoría
nismo metodológico, y también encontramos esta característica en del valor, mientras que rechaza el mismo tipo de supuestos cuando
Robbins: «Probablemente es de esperar un daño menor de la insis­ se trata del bienestar de los demás. Dicho de otro modo, si no existe
tencia en las diferencias existentes entre las ciencias sociales y las método objetivo alguno para inferir nada acerca del bienestar de los
naturales que de la insistencia en sus semejanzas» (págs. 111-12). demás. Dicho de otro modo, si no existe método objetivo alguno para
Igualmente, siguiendo a Cairnes, Robbins niega que puedan pre­ inferir nada acerca del bienestar de los distintos agentes económicos,
decirse los fenómenos económicos en términos cuantitativos; incluso tampoco existirá método objetivo alguno que nos permita hacer infe­
las estimaciones de la elasticidad de la demanda, que parecen sugerir rencias acerca de las preferencias de los distintos agentes económicos.
lo contrario, son en realidad muy inestables (págs. 106-12). Lo que Así, el supuesto de que «los individuos pueden ordenar sus prefe­
el economista puede utilizar es el mero cálculo cualitativo, que, por rencias en una cierta escala y, de hecho, eso es lo que hacen», es sin
supuesto, puede ser aplicable o puede no serlo en cada caso concreto duda «parte de nuestra experiencia cotidiana», pero también es cierto
(páginas 79-80). Rechaza categóricamente la contención de la Escuela que ciertos comportamientos que también «forman parte de nuestra
Austríaca de que todas las verdades económicas son relativas respecto experiencia cotidiana» vienen a contradecir aquel supuesto: esque­
del tiempo y el espacio, derrama abundante desprecio sobre los ins- mas de consumo mantenidos rígidamente por costumbre, a pesar de
titucionalistas americanos — «ni una sola “ley” merecedora de tal las cambiantes circunstancias; compras orgiásticas o impulsivas que
nombre, ni una generalización cuantitativa de validez permanente, pueden ser totalmente inconsistentes con cualquier ordenación previa
ha surgido de sus esfuerzos»— y decididamente se adhiere a lo que de preferencias; consumos motivados únicamente por el deseo de
desde los tiempos de Sénior y Cairnes se ha considerado como la aprender sobre los propios gustos por experiencia, por no mencionar
concepción «ortodoxa» de la ciencia económica (págs. 114 y 82). el consumo motivado, no por las propias preferencias, sino por nues­
A continuación, Robbins contrasta los «estudios realistas» que tra percepción de las preferencias de otros, como en el consumo que
«contrastan la aplicabilidad de una respuesta cuando ésta se produce» se hace por seguir la corriente, la moda, o por esnobismo (Koopmans,
y las teorías «que son las únicas capaces de proporcionar soluciones» 1957, págs. 136-37). Los apriorismos no son ciertamente menos peli­
(página 120), y concluye así: «L a validez de una determinada teoría grosos en la teoría de la demanda que en la teoría de la economía
depende de su derivación lógica de los supuestos generales de los del bienestar.
que parte. Pero su aplicabilidad a una situación dada dependerá de Afortunadamente, en el caso de Robbins, disponemos por fin de
la medida en la cual sus conceptos reflejen de hecho las fuerzas que las reflexiones posteriores de un metodólogo acerca de sus pronun­
110 L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica m

ciamientos en la materia. Casi cuarenta años después de la publica­ a diferencia de la típica ciencia natural, el material al que ha de aplicarse no
ción de su Ensayo publica Robbins su autobiografía, y en ella con­ resulta homogéneo en el tiempo en m ultiplicidad de aspectos. E l objetivo de
sidera retrospectivamente la acogida que tuvo su Ensayo sobre la un modelo consiste en segregar los factores relativamente constantes o semi-
permanentes de aquellos que son transitorios o fluctuantes, con objeto de
naturaleza y significación de la Ciencia Económica. Se muestra poco
desarrollar una forma lógica de pensamiento respecto de estos últimos, y de com­
convencido por las críticas que recibió, pero en perspectiva concede prender la secuencia tem poral a que darán lugar en casos concretos.
que había prestado poca atención al problema de la contrastación, L os buenos economistas son escasos porque el don de utilizar la «observa­
tanto de los supuestos como de las implicaciones de la teoría econó­ ción vigilante» para elegir buenos modelos, aun siendo algo que no requiere
mica: «E l capítulo dedicado a la naturaleza de las generalizaciones técnicas intelectuales muy especializadas, parece ser bastante escaso.
económicas adolece demasiado de lo que hoy en día se denomina En segundo lugar, y en contra de Robbins, creo que la Economía es esen­
esencialismo... fue escrito antes de que la estrella de Karl Popper cialmente una ciencia m oral y no una ciencia natural. E s decir, que emplea la
se elevase en nuestro horizonte. Si entonces hubiese conocido su pio­ introspección y los juicios de valor.
nera exposición del método científico... esta parte del libro hubiese
sido escrita de forma muy diferente» (Robbins, 1971, págs. 149-50;
también 1979). Los modernos austríacos
En realidad, esta primera hostilidad de Robbins hacia la investi­
gación cuantitativa no era un rasgo distintivo suyo, sino que era La idea de que las verdades económicas — basadas como están
ampliamente compartida por muchos de los principales economistas en postulados tan inocentes y plausibles como el consumidor maxi-
de la década de 1930; consideremos al respecto las observaciones mizador con una escala consistente de preferencias, el empresario
hechas por John Maynard Keynes (1973, págs. 296-7) en una carta maximizador que se enfrenta con funciones de producción que tienen
a Roy Harrod, escrita en 1938 (las referencias a Schultz se refieren a toda la forma y comportamiento que se les atribuye en los libros
Henry Schultz, cuya Theory and Measurement of Demand [Teoría de texto, y la existencia de una competencia activa tanto en los
y medición de la demanda], [ 1938] constituyó la piedra angular de la mercados de bienes de consumo como en los de factores producti­
naciente Econometría): vos— exigen verificación tan sólo para comprobar que son en efecto
aplicables a cada caso particular, nunca fue defendida con tanta dedi­
En mi opinión, la Econom ía es una rama de la Lógica, un método de pen­ cación y elocuencia como en el Ensayo de Robbins. Pero, en cualquier
samiento; y creo que tú no rechazas con suficiente firmeza los intentos «a lo caso, ésta iba a ser también la última vez en la historia del pensa­
Schultz» de convertirla en una ciencia pseudonatural. Se pueden hacer progresos miento económico en que las tesis verificacionistas serían defendidas
útiles simplemente utilizando nuestros axiomas y máximas, pero no iremos muy
en estos términos. En unos pocos años los nuevos vientos del falsa­
lejos a menos que construyamos modelos nuevos y mejores. E sto exige, como
tú dices, «una observación vigilante del funcionamiento real de nuestro sis­
cionismo, e incluso del operacionalismo, empezarían a soplar en el
tema». E l progreso en Econom ía consiste casi exclusivamente en la progresiva campo de la Economía, estimulados por el desarrollo de la Econo­
mejora lograda en la elección de m odelos... metría y por el avance de la economía keynesiana (a pesar de la poca
Pero en la esencia de un modelo está el que no sea posible atribuir valores simpatía con que Keynes veía las investigaciones cuantitativas). Por
reales a las variables de las funciones, ya que de hacerlo así lo inutilizaríamos supuesto, los viejos principios metodológicos, como los viejos solda­
como tal modelo, al hacerlo perder generalidad y su valor como método de dos, nunca mueren: tan sólo desaparecen. Y así, mientras que el
pensamiento. Por eso es por lo que creo que Clapham con sus cajas vacías está resto de los economistas profesionales rechazaron, a partir de la
llamando a una puerta equivocada, y creo también que los resultados que ob­ Segunda Guerra Mundial, la complacencia en las posturas verifica­
tenga Schultz, si es que obtiene alguno, no serán muy interesantes (ya que de cionistas, un pequeño grupo de los últimos economistas de la tradi­
antemano sabemos que no serán aplicables a otros casos que puedan surgir
ción austríaca han protagonizado una vuelta a una versión más ex­
en el futuro). E l objetivo de los estudios estadísticos no será tanto el tratar de
encontrar las variables que faltan desde el punto de vista de la predicción, sino
trema de la tradición de Senior-Mill-Cairnes.
el de contrastar la relevancia y validez del modelo. Esta escuela, la llamada Economía Austríaca Moderna, toma como
L a Economía está constituida por una ciencia que piensa en términos de modelos, no a Cari Menger o Eugen Bohm-Bawerk, sino a Ludwig
modelos, junto con el arte de elegir los modelos que son relevantes para nuestro von Mises y Friedrich Hayek. Estos autores se inspiraron en el ata­
mundo contemporáneo. Y tiene que ser una mezcla de estas dos cosas porque, que de Hayek en contra del «cientifismo», o monismo metodológico,
112 L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 113

con su énfasis en el principio del individualismo metodológico, pero de equilibrio al que se dedican la mayor parte de los economistas
su inspiración más directa provino de la obra de von Mises: Human (Dolan, 1976, págs. 5-8 y 19-51) 20. Habría mucho que decir respecto
Action: A Treatise on Economics (1949), con su defensa de la pra- del cuarto y último de estos principios, que se deriva de la influen­
xeología, la teoría general de la acción racional, según la cual el su­ cia de Hayek sobre la Escuela Moderna Austríaca, pero los tres pri­
puesto de una acción individual consciente es un prerrequisito abso­ meros, que provienen de von Mises, dotan a la economía continental
luto para la explicación de cualquier tipo de comportamiento, inclu­ de un tufillo antiempírico, totalmente alejado del verdadero espíritu
yendo el comportamiento económico, que constituye en realidad un científico. En la década de 1920, von Mises hizo importantes contri­
principio sintético a priori que habla por sí mismo 19. Von Mises buciones a la economía monetaria, a la teoría de ciclo económico
adopta un apriorismo radical tan sin concesiones, que hay que leerlo y, por supuesto, a la economía socialista, pero sus escritos posteriores
para creerlo: «Lo que concede a la Economía su posición peculiar sobre los fundamentos de la ciencia económica son tan disparatados
y única en la órbita del conocimiento puro y de la utilización prác­ e idiosincráticos que nos preguntamos cómo es posible que alguien
tica de dicho conocimiento es el hecho de que sus teoremas concretos se los haya podido tomar en serio. Como Paul Samuelson (1972,
no son susceptibles de verificación o falsación alguna en el terreno página 761) dijo una vez:
de la experiencia... la medida última de la corrección o falta de
ella de un teorema económico es únicamente la razón, sin ayuda E n relación con la esclavitud, Thomas Jefferson dijo que, al considerar que
alguna de la experiencia» (von Mises, 1949, pág. 858; véase también existe un D ios justo en los cielos, temblaba por su país. Pues bien, en relación
páginas 32-41 y 237-38; Tothbard, 1957; Mises, 1978; Rizzo, 1978). con las exageradas pretensiones que solían sostenerse en cuanto al poder de la
deducción y el razonamiento apriorístico en Economía — hechas por los escri­
Junto con su apriorismo radical, Mises insiste en lo que él deno­
tores clásicos, por Karl Menger, por el Lionel Robbins de 1932 . . . por los dis­
mina el dualismo metodológico, la disparidad esencial de enfoque cípulos de Frank Knight y por Ludw ig von Mises— , yo tiemblo por la repu­
entre las ciencias sociales y las naturales, basado en la doctrina del tación de mi disciplina. Por fortuna, todo esto lo hemos dejado ya atrás.
Verstehen y en el rechazo radical de cualquier tipo de cuantificación,
ya sea de las premisas, ya sea de las implicaciones, de las teorías Sí, creo que realmente lo hemos dejado atrás.
económicas (Mises, 1949, págs. 55-6 y 347-49, y 863-64). Aunque
se dice que todo esto no es sino una continuación del enfoque de
Sénior, Mili y Cairnes, la idea de que incluso la verificación de los
supuestos resulta innecesaria en Economía es, como hemos visto,
una mixtificación y no una reformulación de la metodología clásica.
En resumen, los ingredientes esenciales de la metodología de esta
nueva rama de la economía austríaca, que cuenta entre sus adherentes
( on nombres como los de Murray Rothbard. Israel Kirzner y Ludwig
l.achmann, parecen ser los siguientes: 1) una insistencia absoluta en
el individualismo metodológico como un postulado heurístico a priori-,
2) una profunda desconfianza hacia todos los agregados macroeconó- 20 Para una buena biografía de los modernos economistas austríacos, véase
D olan (1976, págs. 224-27). Littlechild (1978, pág. 22), al establecer las carac­
micos, tales como la Renta Nacional o el Nivel General de Precios; terísticas de los modernos austríacos, observa que «n o hay dos austríacos que
3) una firme desaprobación de toda contrastación cuantitativa de las hayan estado completamente de acuerdo en cuestiones de m etodología... De
predicciones económicas y, en especial, el categórico rechazo de todo todos m odos, sí que ha habido un amplio acuerdo sobre su postura metodoló­
lo que suene de lejos a Economía Matemática y Econometría; y, por gica en general, acuerdo que Kirzner ha resumido como sigue: los economistas
austríacos son subjetivistas; subrayan la acción humana deliberada; no se sien­
último, 4) la creencia de que hay mucho más que aprender del estu­ ten muy felices con las construcciones que subrayan el equilibrio con exclusión
dio de cómo los procesos de mercado convergen hacia el equilibrio de los procesos de mercado; sienten una profunda desconfianza hacia los inten­
<|ue del interminable análisis de las propiedades de los estados finales tos de aplicar procedimientos de medición cuantitativa a la Economía; se mani­
fiestan escépticos ante las “ pruebas” empíricas de los teoremas económicos, y,
en consecuencia, expresan serias reservas respecto de la validez e importancia
19 F.stos mismos puntos de vista fueron expuestos anteriormente en su de una gran parte de los trabajos empíricos que la profesión económica realiza
(irundprobleme del Nationaloekonomie (1933). hoy en (fia».

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