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Génesis

Génesis es una introducción a los demás libros de Moisés (Éxodo, Levítico,


Números y Deuteronomio), así como a todo el Antiguo Testamento. Génesis narra
los acontecimientos que ocurrieron durante las dispensaciones de Adán, Enoc,
Noé y Abraham. Es así que Génesis proporciona el único registro del Antiguo
Testamento de muchos acontecimientos importantes, entre ellos, la Creación, la
caída de Adán y Eva, el Diluvio, y el establecimiento del convenio de Abraham.
Génesis 1–4. Moisés narra la creación de la Tierra y de todo ser viviente que hay
en ella. Adán y Eva comen del fruto prohibido y se los expulsa del Jardín de Edén.
Tienen hijos. Caín mata a Abel.
Génesis 5–11. Debido a la iniquidad de los seres humanos, Dios promete que
inundará la Tierra. Noé obedece el mandamiento de Dios de construir un arca y su
familia se salva del Diluvio. Noé y su familia se multiplican e hinchan la Tierra.
Jehová confunde el idioma de los del pueblo y los dispersa sobre toda la Tierra
después que construyen la torre de Babel.
Génesis 12–23. Jehová promete que Abram llegará a ser una gran nación y que
su descendencia bendecirá la Tierra. Abram viaja con su esposa, Sarai, a Hebrón
y luego a Egipto. Jehová hace convenio con Abram. Cambia el nombre de Abram
a Abraham y el de Sarai a Sara, y les promete un hijo. Se salva a Lot, que es
sobrino de Abraham, de la destrucción de Sodoma. Sara da a luz a Isaac a edad
avanzada. Abraham demuestra su fidelidad a Jehová al estar dispuesto a
sacrificar a su hijo Isaac.
Génesis 24–26. Jehová guía al siervo de Abraham para que escoja a Rebeca
como esposa para Isaac. Nacen Esaú y Jacob. Esaú vende su primogenitura a
Jacob. Jehová renueva el convenio de Abraham con Isaac.
Génesis 27–36. Jacob recibe la bendición de la primogenitura de su padre. Esaú
aborrece a Jacob y piensa matarlo. El Señor le promete a Jacob las mismas
bendiciones que se dieron a Abraham y a Isaac. Jacob sirve a Labán y se casa
con sus hijas Lea y Raquel. El Señor se aparece a Jacob y le cambia el nombre a
Israel. Jacob regresa a Canaán y se reconcilia con Esaú. Luego viaja a Bet-el,
donde el Señor se le aparece y renueva Su convenio. Jacob tiene doce hijos y una
hija.
Génesis 37–50. Jacob favorece a José. José sueña que sus padres y hermanos lo
honran y se someten a él. Los hermanos de José lo venden como esclavo y es
llevado a Egipto. La esposa de Potifar tienta a José y lo acusa falsamente. José es
encarcelado. Interpreta el sueño del copero y el del panadero de Faraón, y
después el de Faraón. Faraón lo nombra gobernante de Egipto, y José prepara la
nación para la hambruna. Cuando los hermanos de José van a Egipto, él los pone
a prueba y los perdona. Toda la familia de Jacob va a Egipto y Jacob bendice a
sus hijos. José profetiza y muere en Egipto.

Éxodo
El libro de Éxodo proporciona detalles acerca de la crianza de Moisés y su
llamamiento como profeta (véase Éxodo 1–4), el establecimiento de la Pascua
(véase Éxodo 11–12) y el convenio de Jehová con Israel en Sinaí, incluso Su
declaración de los Diez Mandamientos (véase Éxodo 19–20). Los acontecimientos
registrados en Éxodo llegaron a ser una parte importante de la identidad histórica
de Israel y los han citado Jesucristo y Sus profetas para enseñar diversos
principios del Evangelio.
Éxodo 1–4 Jehová responde a las súplicas de Israel al levantar a Moisés para
liberarlos de la servidumbre en Egipto.
Éxodo 5–12 Moisés y Aarón le piden a Faraón que libere a los hijos de Israel.
Faraón se rehúsa, y Jehová envía plagas sobre Egipto. Se establece la Fiesta de
la Pascua entre Israel para conmemorar el que el ángel destructor haya pasado de
largo las casas de los israelitas cuando Dios hirió al primogénito de los egipcios.
Éxodo 13–15 Los hijos de Israel parten de Egipto. Faraón y su ejército persiguen a
Israel. Jehová divide las aguas del mar Rojo para Israel, y se ahoga el ejército de
Faraón. Israel alaba a Jehová por su liberación.
Éxodo 16–18 Israel murmura por la falta de alimento y agua en el desierto. Jehová
envía maná y codornices para que coma Israel y manda a Moisés hacer brotar
agua de una roca. Israel derrota a los ejércitos de Amalec. Moisés establece
gobernantes entre Israel.
Éxodo 19–24 En el monte Sinaí, Jehová revela las condiciones de Su convenio, e
Israel hace convenios de obedecer a Jehová.
Éxodo 25–31 Moisés recibe instrucciones concerniente a la construcción del
tabernáculo, la consagración de los sacerdotes y la manera de efectuar los
sacrificios. A Moisés se le dan dos tablas de piedra que contienen el convenio de
Jehová con Israel.
Éxodo 32–34 Israel adora un becerro de oro. Moisés quiebra las tablas de piedra y
ruega a Jehová por Israel. Después de que el pueblo se arrepiente, Jehová hace
otro convenio con Israel y lo escribe en dos tablas nuevas de piedra.
Éxodo 35–40 Artesanos hábiles construyen el tabernáculo, y la gloria de Jehová
mora en él.
Levítico
Levítico 1–7 Por medio de Moisés, el Señor da instrucciones concernientes a la
ofrenda de diversos sacrificios, tales como holocaustos, ofrendas de grano (o de
harina), ofrendas de paz, ofrendas por el pecado y ofrendas por la culpa.
Levítico 8–10 Aarón y sus hijos son lavados, ungidos, vestidos y consagrados en
preparación para servir a los hijos de Israel en el oficio de sacerdote. El Señor
envía fuego para consumir el sacrificio que Aarón ofrece como expiación por sí
mismo y por los israelitas. Nadab y Abiú, dos de los hijos de Aarón, ofrecen
sacrificios no autorizados y el Señor los mata por fuego.
Levítico 11–17. El Señor revela leyes que establecen qué alimentos son limpios y
cuáles son inmundos. También da instrucciones sobre la purificación de aquellas
que han pasado por la experiencia del alumbramiento, de la de aquellos que han
padecido enfermedades o son ritualmente impuros por otras razones. Aarón y sus
hermanos reciben instrucciones sobre los sacrificios de sangre y el Día de la
Expiación.
Levítico 18–22. El Señor manda a los hijos de Israel que sean santos. Da leyes
que ayudarán al pueblo a ser sexualmente limpio y a evitar prácticas impuras.
También manda a los sacerdotes que sean santos y les da leyes específicas que
los ayudarán a permanecer ritualmente sin mancha.
Levítico 23–27. El Señor decreta días santos y fiestas que los israelitas deben
observar. Se describen las leyes del campamento de Israel, que estipulan que se
trate a todas las personas con rectitud y justicia y que se haga la debida restitución
a las partes perjudicadas. El Señor instituye el año de reposo y el año de jubileo.
El Señor destaca las maneras en que bendice a los israelitas por su obediencia y
los castiga por su desobediencia a Sus mandamientos. Se describen las leyes
concernientes al diezmo y a la consagración de la propiedad.
El libro de Levítico se ha descrito como un manual del sacerdocio para Aarón y
sus hijos (que servían como sacerdotes) y para los levitas en general. No
obstante, a lo largo del libro, las instrucciones del Señor a los levitas se alternan
con aquellas que dio a toda la casa de Israel. Mediante esas instrucciones,
podemos conocer las leyes, los ritos, las ceremonias y las fiestas que enseñarían
a los israelitas a ser limpios, puros, santos y diferentes del mundo. Por ejemplo,
una de las leyes incluye las instrucciones del Señor en cuanto a cuáles alimentos
eran limpio (cuyo consumo era aceptable) y cuáles eran inmundos (y debían
evitarse).
Un aspecto fundamental del libro de Levítico es el concepto de expiación; la
palabra expiación aparece con más frecuencia en este libro que en cualquier otro
libro de Escrituras.

Números
El libro de Números brinda información de censos que nos ayuda a entender el
tamaño de la población de Israel al principio y al final de su éxodo por el desierto.
Asimismo, describe la organización del campamento de Israel, analiza las
responsabilidades de los levitas, y explica los propósitos y las condiciones del voto
de los nazareos.
Además, el libro da cuenta de muchos incidentes en los cuales los hijos de Israel
se rebelaron contra el Señor y Moisés, y acarrearon consecuencias adversas
sobre sí mismos. Aparte de ilustrar los efectos de la justicia divina, el libro testifica
de la naturaleza misericordiosa y generosa de Jehová. Por ejemplo, cuando
mandó a Moisés alzar una serpiente de bronce sobre un asta, el Señor preparó un
modo para que Su pueblo superara los efectos de su rebelión (Números 21:4–8).
Esa experiencia llegó a ser un importante medio para enseñar a los israelitas
sobre la misión redentora y la expiación de Jesucristo (Helamán 8:13–16; Juan
3:14–15).
En Números 1–9, Moisés y otros líderes cuentan el número de hombres en edad
de servicio militar de las tribus, el cual ascendía a 603.500. Esa cantidad no
incluye los varones de la tribu de Leví (a quienes se designa para prestar servicio
en el tabernáculo). El Señor establece el modo en que acamparán las tribus en el
desierto. El Señor describe el voto de los nazareos. Se celebra la segunda Pascua
para conmemorar que el Señor liberó a los israelitas de la servidumbre en Egipto.
Números 10–21 Los israelitas dejan su campamento cercano al monte Sinaí.
Prosiguen su viaje hacia la tierra prometida y marchan en dirección Norte, por el
desierto de Parán. Moisés envía doce espías a la tierra de Canaán. Dos de ellos,
Josué y Caleb, vuelven con un informe alentador. Los diez restantes presentan un
informe desalentador. Los israelitas temen entrar en Canaán. A consecuencia de
ello, el Señor declara que Israel aún no entrará en la tierra prometida de Canaán,
sino que regresará a andar errante por el desierto. Afrontan muchas dificultades y
siguen murmurando. Las serpientes venenosas muerden a muchos de los
israelitas. Moisés levanta una serpiente de bronce en un asta y los israelitas que
miran la serpiente son sanados.
Números 22–36 Los israelitas plantan sus tiendas en los campos de Moab. El rey
Balac de Moab teme la presencia de ellos. Balac pide al profeta Balaam que los
maldiga. Balaam se niega y en lugar de ello bendice a Israel, y profetiza la venida
de Jesucristo. Sin embargo, algunos de los israelitas acarrean sobre sí la ira de
Jehová al tener relaciones sexuales con las hijas de Moab y al adorar a Baal. Los
pecadores mueren. Fallece la generación anterior rebelde y la nueva generación
está lista para entrar en la tierra prometida. El Señor imparte instrucciones tocante
a las tierras, los límites de éstas y las ciudades de la tierra prometida.

Deuteronomio
Deuteronomio 1–4 Moisés hace un repaso de los acontecimientos significativos de
los israelitas durante los 40 años previos, incluyendo el convenio que el Señor hizo
con ellos en el Horeb o monte Sinaí.
Deuteronomio 5–11 Moisés exhorta a los israelitas a enseñarles a sus hijos a
amar al Señor, guardar los mandamientos y casarse dentro del convenio. Les
recuerda que deben ser un pueblo santo y escogido del Señor. Moisés también da
cuenta a los israelitas de las lecciones que deben recordar de su peregrinación por
el desierto y les advierte lo que sucederá si las olvidan.
Deuteronomio 12–17 Moisés da instrucciones al pueblo de que destruyan a los
dioses falsos de los cananeos y que sigan siendo un pueblo separado, libre de las
prácticas e influencias mundanas. Les recuerda a los israelitas los mandamientos
del Señor. Advierte a Israel en contra de tener reyes, pero luego les da
instrucciones en caso de que decidan tener un rey a pesar de su consejo.
Deuteronomio 18 Moisés da instrucciones a Israel de que eviten las supersticiones
y prácticas ocultas de otras naciones. Profetiza de Jesucristo y les dice a los
israelitas cómo pueden reconocer a un verdadero profeta.
Deuteronomio 19–28 Moisés da leyes y mandamientos específicos con respecto a
las acciones judiciales y la guerra, así como también instrucciones para la vida
diaria. Alienta a los israelitas a que recuerden la deuda que tienen con el Señor al
ofrecer las primicias de la tierra de Canaán, pagar los diezmos y guardar sus
convenios.
Deuteronomio 29–30 Israel hace un convenio con el Señor. Moisés les advierte
que quienes desobedezcan al Señor serán maldecidos y profetiza que quienes
obedezcan al Señor serán bendecidos temporal y espiritualmente.
Deuteronomio 31–34 Moisés les dice a Josué y a los israelitas que se esfuercen y
se animen. Les enseña a los israelitas una canción que ayudará a Israel a
recordar al Señor y los mandamientos. Bendice a cada una de las tribus de Israel
y ve toda la tierra que Israel heredará.
El libro de Deuteronomio contiene los tres grandes discursos finales de Moisés a
los hijos de Israel. “El primer discurso se encuentra en los capítulos del 1 al 4, y es
una introducción. El segundo discurso (caps. del 5 al 26) se compone de dos
partes: (1) del 5 al 11, los Diez Mandamientos y una exposición práctica de éstos;
y (2) del 12 al 26, un código de leyes que constituye el núcleo de todo el libro. El
tercer discurso (caps. del 27 al 30) contiene una renovación solemne del convenio
(pacto) entre Dios y el pueblo de Israel y un anuncio de las bendiciones que
acarrea la obediencia y de las maldiciones que se reciben por la desobediencia”
(Guía para el Estudio de las Escrituras, “Deuteronomio”).

Josué
Josué 1–6 Los hijos de Israel cruzan milagrosamente el río Jordán y entran en la
tierra prometida. Inician su conquista de la tierra al destruir la ciudad de Jericó.
Josué 7–12 Israel pierde una batalla contra el pueblo de Hai a causa de su
desobediencia. Después de arrepentirse de su desobediencia, los israelitas
prosperan en la batalla al pelear el Señor por ellos. Ellos obtienen control de la
tierra prometida.
Josué 13–21 Se divide la tierra prometida entre las tribus de Israel. Sin embargo,
no todos los habitantes inicuos son expulsados de la tierra. Los israelitas instalan
el tabernáculo en un lugar llamado Silo. Algunas ciudades se designan como
ciudades de refugio.
Josué 22–24 Antes de su muerte, Josué exhorta al pueblo a ser valiente, a
guardar los mandamientos del Señor y a amar al Señor. Él y el pueblo hacen
convenio de elegir al Señor y servirlo sólo a Él. Josué y Eleazar, el tercer hijo de
Aarón, mueren.
El libro de Josué es una continuación de los cinco libros de Moisés (Génesis–
Deuteronomio) y describe cómo el Señor ayudó a los israelitas a obtener la tierra
prometida. El relato de la conquista muestra que a medida que los israelitas
obedecieron los mandamientos del Señor con exactitud, Él los hizo salir
victoriosos sobre sus enemigos. Los dos capítulos finales del libro (Josué 23–24)
recalcan la importancia de servir al Señor en vez de a los dioses falsos en la tierra
de Canaán, presagiando un problema importante con el que los israelitas tendrían
dificultad en el futuro, como se registra en el libro de Jueces y muchos otros libros
del Antiguo Testamento.
Jueces
Jueces 1–2 Muchas de las tribus de Israel no logran quitar a todos los habitantes
de Canaán de sus tierras. Los israelitas olvidan al Señor y adoran a dioses falsos.
El Señor aparta Su protección y Sus bendiciones de los israelitas. Los oprimen sus
enemigos y ruegan al Señor que los libre. El Señor levanta jueces para que libren
a los israelitas.
Jueces 3–16 El Señor llama a doce jueces para ayudar a librar a las tribus
israelitas de las consecuencias de su infidelidad al Señor. Entre ellos están
Débora, que libra a Israel de la opresión cananea, y Gedeón, que destruye el altar
de Baal y libra a Israel de los madianitas. Uno de los jueces, Sansón, lucha contra
los filisteos, pero es capturado como resultado de sus malas decisiones. Muere al
hacer que se derrumbe un edificio encima de él y de muchos filisteos.
Jueces 17–21 Micaía y la tribu de Dan crean santuarios dedicados a la adoración
de ídolos, y se abusa y se da muerte a una concubina levita. Once tribus de Israel
se unen para luchar contra la tribu de Benjamín y casi los destruyen por completo.
El libro de los Jueces relata la historia de los hijos de Israel desde cuando se
asentaron en la tierra de Canaán, después de la muerte de Josué, hasta el
nacimiento de Samuel (aproximadamente de 1400–1000 a. de C.). Aparte de la
corta narrativa del libro de Rut, Jueces proporciona el único relato bíblico de ese
periodo de tiempo.
El libro de los Jueces describe un ciclo que se repitió muchas veces durante el
reinado de los jueces. Debido a que los israelitas no lograron eliminar las malas
influencias en la tierra prometida, se inmiscuyeron en el pecado, y sus enemigos
los conquistaron y afligieron. Después de que los israelitas clamaron al Señor para
que los ayudara, Él mandó jueces para librarlos de sus enemigos. Sin embargo, al
poco tiempo los israelitas regresaron a sus pecados, y ese ciclo se repitió. (Véase
Jueces 2:11–19.)
El libro menciona el nombre de doce jueces que dirigieron con diferentes grados
de eficiencia. El registro de Débora como juez de Israel es único, al considerar la
sociedad patriarcal en la que ella sirvió. Gedeón, como muchos de los que son
llamados y escogidos por el Señor, consideraban que era un líder improbable pero
debido a que los israelitas confiaron en el Señor, él y 300 soldados lograron la
victoria contra un inmenso ejército madianita (Jueces 7–8).
En Jueces 17–21, leemos en cuanto a la ilegalidad y el desorden entre las tribus
de Israel bajo los jueces, al poner su confianza en la sabiduría de los hombres y
escoger desobedecer los mandamientos del Señor. En la última oración del libro,
el autor dice: “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía como mejor
le parecía” (Jueces 21:25).

Rut
Rut 1 Noemí y su familia se trasladan a Moab, donde su marido fallece y sus hijos
se casan con mujeres moabitas. Después de que los hijos de Noemí mueren, ella
regresa a Belén. Una de las nueras de Noemí, Rut, decide ir con ella.
Rut 2 Rut trabaja para proveer para Noemy y para sí misma al recoger espigas en
los campos de Booz. Booz es generoso con Rut.
Rut 3 Rut se acuesta a los pies de Booz, quien entonces promete hacerse
responsable de ella y de Noemí si no lo hace su pariente más cercano.
Rut 4 El pariente más cercano de Noemí y de Rut permite que Booz se haga
responsable de cuidarlas. Booz se casa con Rut y tienen un hijo.
El libro de Rut es uno de los dos únicos libros del Antiguo Testamento que llevan
el nombre de una mujer, y presenta un ejemplo de una mujer de fe, fortaleza y
bondad. El libro lleva las características de la esperanza y del optimismo, y
describe el trayecto de Rut y de Noemí al pasar de la tristeza a la felicidad, así
como del vacío a la abundancia.
Un tema principal del libro de Rut es la redención, que se aplica a todos nosotros.
Rut era extranjera, no tenía hijos y era viuda, lo cual le dejaba en pobreza total sin
fuente de apoyo. Sin embargo, Rut aceptó fielmente el Evangelio y se unió al
pueblo del convenio del Señor. Aunque no se podía salvar a sí misma de su
situación indigente, al final la “redimió” su paisano Booz, un hombre de Belén. A
causa de las acciones de Rut motivadas por la fe y la bondad de su rescatador,
Rut se casó de nuevo, fue completamente aceptada como israelita, llegó a ser una
mujer de riqueza y fue bendecida con hijos. Al igual que Rut, no nos podemos
salvar a nosotros mismos, sino que debemos apoyarnos en un Redentor de Belén;
uno que puede levantarnos de nuestro estado caído y asegurar nuestra felicidad
como parte de Su familia. Dado el tema de la redención, es interesante destacar
que Jesucristo, el Redentor de Israel y de todo el género humano, fue uno de los
descendientes de Rut.

I Samuel
1 Samuel 1–7 Ana le suplica a Jehová que le permita tener un hijo. Jehová le
concede su petición, y ella da a luz a Samuel. Muy temprano en la infancia de
Samuel, Ana lo presenta en el tabernáculo para servir bajo Elí. Jehová se aparece
a Samuel y lo bendice. Los filisteos atacan a Israel y capturan el arca del
convenio. Samuel predica a los israelitas y los exhorta a dejar de adorar ídolos y a
comenzar a servir a Jehová. Los israelitas se vuelven a Jehová, y Jehová somete
a los filisteos.
1 Samuel 8–15 Los hijos de Israel desean tener un rey. Samuel está descontento
con su petición y les advierte de la opresión que un rey les impondría. Jehová
acepta darles un rey y le indica a Samuel que unja a Saúl. Saúl fue llamado por
Jehová y sostenido por el pueblo para ser el rey. Él reina con rectitud por una
temporada, pero con el tiempo desobedece a Jehová y es rechazado por Él.
1 Samuel 16–31 Jehová le indica a Samuel que unja a un joven llamado David
para ser el rey. David derrota a Goliat y el pueblo lo honra grandemente. El rey
Saúl se vuelve celoso de David y trata de matarlo en múltiples ocasiones. David
obtiene muchos seguidores, entre ellos Jonatán, el hijo de Saúl. Los filisteos
derrotan y matan a Saúl.
El libro de 1 Samuel se puede dividir en tres secciones principales, cada una de
las cuales se centra en una persona diferente. En los capítulos 1–7 se relatan los
hechos de Samuel, el recto sacerdote, profeta y juez. Los capítulos 8–15 se
centran en Saúl, el primer rey de Israel. En los capítulos 16–31 se describe el
auge de David.
Otra característica distintiva del libro es el relato que contiene de la transición de
una forma de gobierno a otra. Después de muchos años de ser una confederación
tribal gobernada esporádicamente y sin poca estructura por jueces, los hijos de
Israel desearon tener un rey “como tienen todas las naciones” (1 Samuel 8:5).
Bajo la dirección de Jehová, Samuel ungió a Saúl como el primer rey de Israel; sin
embargo, Samuel advirtió a los israelitas lo que les ocurriría si elegían ser
gobernados por un rey (1 Samuel 8:11–22).

II Samuel
En el libro de 2 Samuel se narra la unción y el reinado de David como rey de
Israel. A David se le recuerda como el más grande rey de la historia de Israel. Por
causa de su fidelidad, Jehová lo bendijo y lo honró. Sin embargo, en 2 Samuel
vemos que aun los más rectos pueden caer si no son diligentes en guardar los
mandamientos. En el capítulo 11 se explica cómo la decisión de David de cometer
adulterio con Betsabé lo llevó por el sendero del engaño y de otros pecados. El
resto de 2 Samuel describe el sufrimiento y el dolor que cayeron sobre la casa de
David. Este relato presenta un testimonio valioso de que debemos cuidarnos de la
tentación y asegurar que estemos guardando los mandamientos de Dios.
2 Samuel 1–10 David se convierte en rey, primero de la tribu de Judá y después
de todo Israel. Lleva el arca del convenio a Jerusalén y ofrece construir un templo,
pero Jehová se lo prohíbe. Jehová está con David cuando éste derrota a muchas
naciones. David ejerce juicio justo y gobierna su reino con justicia y misericordia.
2 Samuel 11–12 David codicia a Betsabé y comete adulterio con ella. Betsabé
concibe a un hijo, y David trata de aparentar que Urías, el esposo de Betsabé, es
el padre del niño. Cuando ese plan no funciona, David dispone que Urías sea
muerto en la batalla y toma a Betsabé por esposa. Jehová le revela al profeta
Natán lo que David ha hecho, y Natán expone el pecado de David por medio de
una parábola. Natán profetiza la tragedia y el dolor que caerán sobre David y su
casa.
2 Samuel 13–24 La familia de David queda fracturada por la lujuria y el asesinato.
Su hijo Absalón conspira contra él y trata de obtener el trono. David se esfuerza
para reinar con rectitud y logra mantener el control del reino.

I Reyes
1 Reyes 1–11 Antes de su muerte, el rey David hace que su hijo Salomón sea
ungido rey. Salomón gobierna su reino con gran sabiduría. Salomón edifica un
templo y su palacio en Jerusalén, dando comienzo al período conocido como “la
edad de oro de Israel”. La reina de Sabá visita a Salomón. Las esposas de
Salomón lo alejan de la adoración de Jehová y lo alientan a adorar dioses falsos.
Jeroboam amenaza el reino de Salomón.
1 Reyes 12–16 Todas las tribus de Israel excepto Judá y Benjamín se rebelan
contra Roboam, el hijo de Salomón. El reino se divide y Jeroboam se convierte en
gobernante del Reino del Norte (también conocido como Israel), dejando a
Roboam gobernar el Reino del Sur (también conocido como Judá). Jeroboam y
Roboam establecen la adoración de ídolos en sus reinos y muchos de los
gobernantes de ambos reinos siguen ese modelo de adoración de ídolos.
1 Reyes 17–22 Elías el Profeta provoca una sequía en la tierra. Levanta de los
muertos al hijo de una viuda. Con gran poder de Dios, Elías el Profeta compite con
los sacerdotes de Baal y demuestra que Jehová es Dios. Después del milagro,
Jezabel, esposa del rey Acab y seguidora de Baal, trata de matar a Elías el
Profeta. Elías el Profeta viaja al monte Horeb, donde el Señor habla con él con
una voz apacible y delicada. Elías el Profeta conoce a Eliseo, el cual lo sucederá
como profeta. Elías el Profeta profetiza la muerte de Acab y de Jezabel. Tras la
muerte de Acab, el hijo de él, Ocozías, reina con iniquidad.
El libro de 1 Reyes introduce al lector al audaz y noble profeta Elías. El profeta
José Smith enseñó que Elías el Profeta “tiene las llaves de la autoridad para
administrar en todas las ordenanzas del sacerdocio”. “El poder de Elías el profeta
es el poder de sellar que corresponde al sacerdocio, poder mediante el cual todo
lo que se ate o se desate en la tierra se atará o se desatará también en los cielos.
Por medio del poder del sacerdocio, Elías el Profeta provocó una sequía que duró
tres años y medio, levantó a los muertos, invocó fuego del cielo y profetizó la caída
del rey Acab y de su esposa, Jezabel, que, juntos, gobernaron inicuamente en el
Reino del Norte, o Israel.

II Reyes
2 Reyes 1–13 En el Reino del Norte, Elías el Profeta es trasladado y llevado al
cielo, y Eliseo comienza su ministerio. Judá e Israel se unen en la guerra contra
Moab y salen victoriosos. Jehová cura a Naamán, capitán del ejército sirio, de su
lepra. El pueblo de Israel pasa épocas de hambre. La inicua Jezabel es muerta y
la casa de Acab es destruida. Muere Eliseo.
2 Reyes 14–20 Muchos de los reyes de Israel reinan con iniquidad. El rey Tiglat-
pileser de Asiria toma cautivos a muchos israelitas. El rey Acab de Judá reina con
iniquidad. Las idólatras diez tribus de Israel son llevadas cautivas por el rey
Sargón de Asiria. El rey Ezequías reina con rectitud sobre Judá; obedece al Señor
y elimina los lugares dedicados a la adoración de dioses falsos. Por causa de la fe
del rey Ezequías y su confianza en Dios, un ángel destruye al ejército asirio, lo
cual cumple una profecía de Isaías.
2 Reyes 21–25 En el Reino del Sur, el rey Manasés restablece temporalmente el
culto a los ídolos. El justo rey Josías repara el templo y encuentra el libro de la ley.
Josías lee el libro de la ley al pueblo, suprime los lugares dedicados a la adoración
de dioses falsos y vuelve a instituir la Pascua. Josías muere en la batalla.
Babilonia invade Judá y lleva cautivo a gran parte del pueblo, incluso al rey
Sedequías. Después de muchos años, el rey Joaquín de Judá es puesto en
libertad y se le permite vivir sus últimos días en relativa paz y comodidad en
Babilonia.
Los libros de 1 y 2 Reyes abarcan más de cuatrocientos años de historia israelita,
desde la muerte del rey David, aproximadamente en el año 1015 a. de J.C., hasta
la muerte del rey Joaquín, en algún momento después del año 561 a. de J.C. El
libro de 2 Reyes describe las causas del esparcimiento de Israel. Debido a la
iniquidad del pueblo, el Reino del Norte (Israel) fue conquistado por Asiria en torno
al año 721 a. de J.C. Desgraciadamente, Judá no aprendió de los errores de
Israel. Aun cuando algunos de los reyes de Judá que se mencionan en 2 Reyes
fueron fieles y obedientes, hubo muchos que fueron inicuos. Uno de éstos fue el
rey Manasés, cuya iniquidad provocó que Judá perdiera la protección divina.
Babilonia aplastó el Reino del Sur y llevó cautivo al pueblo (587 a. de J.C.), lo cual
cumplió la profecía de Lehi de que Israel sería destruido.

I Crónicas
1 Crónicas 1–9 Se hace una relación de la genealogía de los patriarcas y de los
hijos de Jacob.
1 Crónicas 10–22 Después de morir Saúl, David gobierna como rey sobre todas
las tribus de Israel. Lleva el arca del convenio a Jerusalén, que se convierte en la
capital del reino. Jehová manda a David que no construya una casa de Jehová, y
le promete que su hijo lo hará. El rey David derrota a otras naciones en la batalla y
reina en Israel con justicia.
1 Crónicas 23–29 David prepara a su hijo Salomón y a los levitas para que
construyan el templo. David muere y Salomón reina.
Los primeros 9 capítulos de 1 Crónicas están dedicados a listas y genealogías.
Esporádicamente a través del resto del libro encontramos más listas y
genealogías. A la mitad del libro se registra la ascensión de David al trono y sus
hechos posteriores. El libro concluye con Salomón, el hijo de David convertido en
el rey de Israel. En resumen, el Libro de 1 de Crónicas se divide en: Capítulos 1:1
a 9:23 – Genealogías Selectivas; Capítulos 9:24 a 12:40 – El ascenso de David;
Capítulos 13:1 a 20:30 – El reinado de David.
En la canción de David de agradecimiento a Dios en 1 de Crónicas 16:33, él se
refiere al tiempo cuando Dios “viene a juzgar la tierra”. Esto prefiguró Mateo 25,
donde Jesús describe el tiempo cuando Él vendrá a juzgar la tierra. A través de las
parábolas de las diez vírgenes y los talentos, Él advierte a aquellos que se
encuentren sin la sangre de Cristo cubriendo sus pecados, que serán echados “en
las tinieblas de afuera”. Él exhorta a Su pueblo a estar preparado, porque cuando
Él venga, separará las ovejas de los cabritos en el juicio.

II Crónicas
2 Crónicas 1–9. Jehová bendice al rey Salomón con enorme sabiduría y riqueza.
Él construye y dedica el templo de Jerusalén. Jehová se aparece a Salomón y
promete bendecir a los israelitas conforme a su obediencia. Tras cuarenta años de
reinado, Salomón muere y su hijo Roboam reina.
2 Crónicas 10–35. Diez tribus de Israel se rebelan contra Roboam, y el reino se
divide. Las tribus de Judá y Benjamín permanecen en Judá. Muchos reyes rigen
en el Reino del Sur, Judá.
2 Crónicas 36. El rey Nabucodonosor de Babilonia captura el Reino del Sur y
nombra a Sedequías como rey de Jerusalén. Sedequías se rebela y Babilonia
destruye Jerusalén y el templo, llevando cautivos a los habitantes que quedan.
Después de que el Imperio persa invade Babilonia, se permite a los judíos
regresar y reconstruir el templo.
Los Libros de 1 y 2 de Crónicas cubren casi la misma información que 1 y 2
Samuel y 1 y 2 Reyes. Los Libros 1 y 2 Crónicas se enfocan más en el aspecto del
sacerdocio de ese período. El Libro de 2 de Crónicas es esencialmente una
evaluación de la historia religiosa de la nación.
El Libro de 2 Crónicas registra la historia del reino del sur de Judá, desde el
reinado de Salomón hasta la conclusión del exilio babilónico. La decadencia de
Judá es decepcionante, pero el énfasis enfoca en los reformistas espirituales,
quienes celosamente buscaron volver al pueblo hacia Dios. Se dice poco de los
malos reyes o de los fracasos de los buenos reyes; solo se enfatiza la bondad.
Puesto que 2 Crónicas tiene una perspectiva sacerdotal, el reino del norte de
Israel casi no es mencionado, debido su falsa adoración y su negativa a reconocer
el Templo de Jerusalén. 2 de Crónicas concluye con la destrucción final de
Jerusalén y del Templo.

Esdras
Esdras 1 En cumplimiento de la profecía, el rey Ciro de Persia permite que los
judíos que viven en Babilonia regresen a Jerusalén para reconstruir el templo. El
primer grupo de judíos regresa bajo el liderazgo de Sesbasar (quien también sería
conocido como Zorobabel; véase Guía para el Estudio de las Escrituras,
“Zorobabel”).
Esdras 2–4 Se enumera a los exiliados que regresan. Bajo el liderazgo de
Zorobabel, el líder judío de la región, y de Jesúa, el sumo sacerdote, los judíos
reconstruyen primero el altar del templo. Comienzan a reconstruir el templo, pero
se les obliga a que dejen de hacerlo por las quejas que los samaritanos dan de
ellos al rey de Persia.
Esdras 5–6 Después de muchos años sin trabajar en el templo, Zorobabel, Jesúa
y los profetas Hageo y Zacarías se ponen al frente de la tarea de reanudar su
reconstrucción. Darío, rey de Persia en esa época, ratifica la comisión que el rey
Ciro dio a los judíos de reconstruir el templo. Se termina y se dedica el templo.
Esdras 7–10 El rey Artajerjes encarga a Esdras que lleve a otro grupo de judíos a
Jerusalén. Éste se entera de que muchos judíos, incluso líderes, han
desobedecido a Jehová al contraer matrimonio con personas que no son israelitas
y que practican la idolatría. Los culpables confiesan su pecado y se separan de
sus esposas extranjeras.
Uno de los acontecimientos más importantes que se describen en el libro de
Esdras es la terminación del templo en Jerusalén, el cual habían destruido los
babilonios muchos años antes. Esdras 1–6 contiene un relato del regreso del
primer grupo de judíos a Jerusalén, aproximadamente en el año 537 a. de J.C., y
de sus esfuerzos por reconstruir el templo. Esdras 7–10 contiene un relato del
regreso de Esdras a Jerusalén, en torno al año 458 a. de J.C. y de su empeño por
ayudar a los judíos que vivían allí a guardar el mandamiento de Jehová de no
contraer matrimonio fuera del convenio.

Nehemías
El libro de Nehemías es la continuación del relato que comienza en el libro de
Esdras. En su origen, los libros de Esdras y Nehemías formaban un solo libro en el
canon de Escrituras hebreo. En el siglo III d. de J.C. se dividió en dos libros.
El libro de Nehemías aporta información sobre un importante periodo de la historia
de los judíos, el cual incluye la reconstrucción de la ciudad de Jerusalén y de la
vida espiritual de los judíos que habían regresado del cautiverio. Cuando los
israelitas volvieron a Jerusalén tras su largo cautiverio en Babilonia, encontraron
su ciudad en ruinas. El muro protector que rodeaba la ciudad de Jerusalén lo
habían reducido a escombros, lo cual hacía a los israelitas vulnerables ante el
ataque de sus enemigos. Bajo la dirección de Nehemías, los israelitas
comenzaron a reconstruir el muro.
Durante la reconstrucción del muro, los israelitas afrontaron oposición. Cuando los
enemigos de Nehemías procuraron tentarlo para que se apartara del lugar, él
respondió: “Yo estoy ocupado en una gran obra y no puedo ir. ¿Por qué ha de
cesar la obra, dejándola yo para ir a vosotros?” (Nehemías 6:3). Al hacer eso,
Nehemías demostró su compromiso de cumplir la promesa que le había hecho a
Jehová de reconstruir Jerusalén (véase Nehemías 1:11; 2:4–5). Nehemías nos
puede servir como ejemplo de la importancia de permanecer fieles al Señor aun
en medio de la oposición.
Nehemías 1:3 “Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí
en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y
sus puertas quemadas a fuego”.
Nehemías 1:11 “Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu
siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre;
concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón”.
Nehemías 6:15-16 “Fue terminado, pues, el muro, el veinticinco del mes de Elul,
en cincuenta y dos días. Y cuando lo oyeron todos nuestros enemigos, temieron
todas las naciones que estaban alrededor de nosotros, y se sintieron humillados, y
conocieron que por nuestro Dios había sido hecha esta obra”.

Ester
Ester 1–2 El rey Asuero se disgusta por la conducta de la reina Vasti y la
destituye. Se presenta a muchas de las hermosas jóvenes vírgenes del imperio
ante el rey para que elija a una nueva reina. Asuero elige a Ester como su nueva
reina.
Ester 3–5 Mardoqueo, el primo y padre adoptivo de Ester, se niega a inclinarse
ante Amán. En respuesta, Amán crea un plan para destruir a todos los judíos que
se encuentran en el reino. Los judíos se lamentan, lloran y ayunan para ser
liberados. Ester arriesga su vida al ir a ver al rey sin haber sido invitada. El rey la
recibe bondadosamente y accede a asistir a un banquete con Amán.
Ester 6–8 El segundo día del banquete, Ester le informa al rey del complot de
Amán para matar a los judíos. El rey hace que se cuelgue a Amán en la horca que
éste tenía la intención de usar con Mardoqueo. El rey honra a Mardoqueo y
permite que él y Ester revoquen el edicto de matar a los judíos.
Ester 9–10 Los judíos reciben autoridad de parte del rey para matar a sus
enemigos en el reino. Ellos instituyen la fiesta de Purim para conmemorar su
milagrosa liberación del plan de Amán.
El libro de Ester es uno de los dos libros del Antiguo Testamento que recibió su
nombre por una mujer. Además, “el libro [de Ester] no contiene ninguna referencia
directa a Dios, pero se le da por hecho, ya que el libro supone un destino
providencial (Ester 4:13–16) y habla acerca de ayunar para ser liberados”. Aunque
el libro de Ester se encuentra después del libro de Nehemías en la Biblia, de
acuerdo con algunos eruditos, los acontecimientos registrados en Ester pudieron
haber ocurrido cerca de 30 años antes que los acontecimientos registrados en
Nehemías.

Job
Job 1–2 En un prólogo que da inicio a la narrativa poética, se trae a la imaginación
a Jehová y a Satanás que conversan sobre la fidelidad y la prosperidad de Job.
Satanás insinúa que Job es recto únicamente porque es bendecido. Jehová le da
permiso a Satanás de afligir a Job pero no de matarlo. Job persevera y se
mantiene fiel en medio de la pérdida de su riqueza personal, sus hijos y finalmente
su propia salud.
Job 3–37 Job lamenta sus aflicciones y se pregunta si hubiera sido mejor nunca
haber nacido. Elifaz, Bildad y Zofar, tres de los amigos de Job, van para ofrecerle
consuelo, pero empiezan a cuestionar su afirmación de que no merece su
sufrimiento. Entonces, los cuatro analizan la naturaleza del sufrimiento en esta
vida. Los amigos de Job dicen que la justicia de Dios no castiga a los justos; por lo
tanto, el sufrimiento de Job debe estar ligado a algún pecado que ha cometido.
Job declara su inocencia y mantiene su confianza en Dios, aun cuando no sabe
por qué le han sobrevenido esas pruebas. Entonces, un hombre más joven de
nombre Eliú ofrece su punto de vista sobre la razón del sufrimiento de Job.
Job 38:1–42:6 Jehová aparece y le hace varias preguntas a Job, lo cual lleva a
éste a considerar el máximo poder y la superioridad de Dios. Jehová le explica a
Job que a los mortales les es difícil ver las cosas desde la perspectiva de Él. Job
se somete humildemente a Jehová y a Sus juicios.
Job 42:7–16 En un epílogo breve, Jehová bendice a Job por su fidelidad y le
concede el doble de las posesiones que había perdido, permitiéndole tener una
vez más el mismo número de hijos y restaurándolo a su situación anterior. Job
vive una vida larga y plena.
El libro de Job está escrito casi completamente en lenguaje poético, con un
prólogo y un epílogo en prosa, y frecuentemente se le clasifica como literatura
sapiencial [literatura que pretende recoger la sabiduría]. Una de las cualidades
más singulares del libro es que presenta dos preguntas difíciles: “¿Por qué las
personas justas eligen la rectitud?” y “¿por qué sufren los justos?”, pero no ofrece
respuestas simples. En lugar de eso, el libro de Job invita a los fieles lectores a
ejercer su fe en Dios, como cuando Job dijo de Jehová, “…aunque él me matare,
en él confiaré” (Job 13:15). El libro también insta a los fieles a ver más allá de las
pruebas de esta vida hacia la gloriosa Resurrección que hizo posible el Salvador,
ya que Job osadamente testificó: “Yo sé que mi Redentor vive, y… he de ver en mi
carne a Dios” (Job 19:25–26).

Salmos
El Libro de Salmos es una colección de oraciones, poemas, e himnos, que centran
los pensamientos del adorador en Dios, en alabanza y adoración. Partes de este
libro fueron usadas como un himnario en los servicios de adoración del antiguo
Israel. La herencia musical de los salmos está demostrada por su título. Éste
procede de una palabra griega que significa “una canción cantada al
acompañamiento de un instrumento musical”.
Salmos 1–41 El libro de Salmos comienza con un contraste entre lo piadoso y lo
malo. Algunos de esos salmos ponen gran énfasis en confiar en Dios en vez de
confiar en objetos terrenales o en personas y nos recuerdan que no tenemos que
temer, ya que Dios está con nosotros. Otro de los salmos nos recuerda que Dios
juzgará nuestro corazón y que debemos buscar la misericordia de Dios.
Salmos 42–72 Esos salmos podrían resumirse con la frase “Dios es nuestro
refugio y fortaleza” (Salmos 46:1). Uno de los salmos nos recuerda echar nuestras
cargas sobre Jehová en cada desafío o prueba. Otro nos alienta a esperar
pacientemente a Dios en todas las cosas.
Salmos 73–89 Esos salmos cubren varios temas y frecuentemente describen a
Dios como un juez que puede reprender a los inicuos jueces terrenales y destruir a
los enemigos de Israel. En Salmos 86, el rey David registra una súplica de que
Dios nos enseñe Su camino para que podamos caminar en la verdad.
Salmos 90–106 Muchos de esos salmos nos alientan a alabar a Jehová, a
recordar que la venganza le pertenece a Él, a declarar Su gloria y a servirle con
alegría.
Salmos 107–150 Esos salmos reconocen que “…herencia de Jehová son los hijos”
(Salmos 127:3) y que ellos son una bendición eterna para los padres justos. Uno
de los salmos cerca del final del libro ofrece una súplica sincera de que Jehová
nos libre y nos guarde del mal y de las prácticas violentas de hombres inicuos.

Proverbios
Proverbios 1–9 Estos proverbios contienen una invitación poética al lector de
procurar y adquirir la verdadera sabiduría. Exponen la naturaleza del
conocimiento, del significado de la vida y de la ruta del éxito.
Proverbios 10–24 Estos proverbios constan de muchos dichos cortos acerca de la
forma correcta e incorrecta de vivir. Ofrecen consejos prácticos acerca de la vida
familiar, del control de la ira, de los peligros del orgullo y de varios temas más.
Proverbios 25–29 Estos proverbios tratan el liderazgo justo, el deber del pueblo de
ayudar al pobre y el valor de la sabiduría en la vida diaria.
Proverbios 30-31 El libro termina con las palabras de Agur y del rey Lemuel. Agur
le advierte al lector que “toda palabra de Dios es pura” (Proverbios 30:5), y habla
de los peligros de la hipocresía. El rey Lemuel recita las palabras de su madre que
le advierten contra la bebida fuerte. Una mujer virtuosa es más valiosa que las
riquezas del mundo; ella venera a Jehová y es diligente, generosa, sabia y
amable.
El libro de Proverbios se escribió en forma de poesía, y en él se emplean muchas
de las técnicas comunes de la poesía hebrea, imágenes vívidas, paralelismo y
otros recursos literarios para guiar al lector en la búsqueda de la sabiduría. Los
versículos introductorios del libro expresan este tema central: “Oirá el sabio y
aumentará su saber… los insensatos desprecian la sabiduría y la disciplina”
(Proverbios 1:5, 7).
La sabiduría que contiene el libro de Proverbios abarca casi todo aspecto de la
vida. Los proverbios se centran tanto en los caprichos de la naturaleza humana
como en la conducta básica de la persona justa y en la relación debida del hombre
con Dios. Como los proverbios tratan temas tan variados, un versículo de
Proverbios a menudo no tiene relación con los versículos anteriores o posteriores;
sin embargo, los lectores pueden encontrar dentro de Proverbios muchos pasajes
que son sencillos, humorísticos, profundos y hermosos. Un pasaje muy conocido
describe tiernamente los atributos de una mujer virtuosa y declara que ella es
mucho más valiosa que las piedras preciosas (véase Proverbios 31:10–31).

Eclesiastés
Eclesiastés 1–2 El Predicador concluye que todo en esta vida es vanidad o
efímero y no durará. Para apoyar esa conclusión, comparte varios esfuerzos que
hizo para encontrar significado y propósito en la vida. Procuró la frivolidad y el
placer, edificó grandes obras (2:4), y obtuvo riquezas, pero descubrió que nada de
eso le satisfacía.
Eclesiastés 3 El Predicador explica que a todos nos suceden cosas buenas y
malas. Las obras de los hombres no perduran. Las obras de Dios, sin embargo,
son eternas.
Eclesiastés 4–8 El Predicador enseña que aunque esta vida es temporal y todos
moriremos algún día, hay cosas que podemos hacer para encontrar satisfacción
en esta vida. También menciona cosas que seguramente llevarán a una vida
insatisfecha, entre ellas el oprimir a los demás, acumular riquezas sólo para tener
más que los demás, y no procurar la sabiduría.
Eclesiastés 9–10 El Predicador asegura que ambos, tanto los malvados como los
justos, experimentarán la tragedia. Todos tenemos una cantidad limitada de
tiempo en esta Tierra y nos beneficiaremos mucho más por obtener sabiduría que
por ganar riquezas o poder.
Eclesiastés 11–12 El Predicador concluye que a diferencia de la mayoría de las
cosas en la vida, la obediencia a los mandamientos de Dios es de importancia
duradera porque un día moriremos, nuestro espíritu volverá a Dios y Él nos
juzgará de acuerdo con la forma en que vivimos durante nuestra vida mortal.
El libro de Eclesiastés es único porque a pesar de que el Predicador es creyente,
a menudo formula preguntas y hace declaraciones como si no lo fuera. Todo lo
que dice, por lo tanto, se debe tomar en el contexto de su conclusión final en
Eclesiastés 12:13–14: que un día todas nuestras obras en esta vida las juzgará
Dios. Las enseñanzas de este libro parecen estar dirigidas a personas que no
creen en Dios o que por lo menos aún no están completamente consagradas a Él.
El Predicador presenta preguntas y declaraciones con las cuales muchas de esas
personas pueden sentirse inclinadas a estar de acuerdo, pero después las ayuda
a ver cuánto propósito y significado podemos recibir en la vida cuando procuramos
vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.

Cantar de los Cantares


Salomón escribió el libro de Cantar de los Cantares, de acuerdo al primer
versículo. Este cantar es uno de los 1,005 que escribió Salomón (1 Reyes 4:32). El
título “Cantar de los Cantares” es superlativo, expresando que es el mejor.
La poesía toma la forma de un diálogo entre un esposo (el rey) y su esposa, (la
sulamita). Podemos dividir el libro en tres secciones: el cortejo (1:1 – 3:5); la boda
(3:6 – 5:1); y el matrimonio en su madurez (5:2 – 8:14).
El cantar comienza antes de la boda, mientras la futura novia anhela estar con su
prometido, y sueña con sus caricias íntimas. Sin embargo, ella aconseja dejar que
el amor se desarrolle naturalmente, a su debido tiempo. El rey alaba la belleza de
la sulamita, superando sus sentimientos de inseguridad acerca de su aspecto. La
sulamita tiene un sueño en el cual ella pierde a Salomón y lo busca por toda la
ciudad. Con la ayuda de los guardias de la ciudad, ella encuentra a su amado y se
aferra a él, llevándolo a un lugar seguro. Al despertar, ella repite su consejo de no
forzar el amor.
En la noche de bodas, el esposo nuevamente alaba la belleza de su esposa, y en
un lenguaje altamente simbólico, la esposa invita a su esposo a participar de todo
lo que ella tiene que ofrecer. Ellos se unen en amor, y Dios bendice su unión.
A medida que el matrimonio madura, el esposo y la esposa pasan a través de un
tiempo difícil, simbolizado en otro sueño. En este segundo sueño, la sulamita
rechaza a su esposo, y él se va. Abrumada por la culpa, ella lo busca por la
ciudad, pero esta vez, en lugar de ayudarla, los guardias la golpean – simbolismo
de su conciencia dolida. Las cosas terminan felizmente mientras los amantes se
reúnen y se reconcilian.
Al terminar el cantar, ambos, el esposo y la esposa están confiados y seguros de
su amor. Ellos cantan sobre la naturaleza duradera del verdadero amor, y ansían
estar uno en la presencia del otro.

Isaías
Isaías 1–12. Isaías describe a Israel como apóstata y corrupto, y explica que los
israelitas serán bendecidos si se arrepienten y castigados si continúan siendo
rebeldes. Profetiza sobre acontecimientos relacionados con la Restauración,
incluso el recogimiento de Israel en los últimos días. Se mencionan el llamamiento
de Isaías al ministerio y las guerras inminentes de Judá contra Efraín y Siria.
Isaías profetiza del Mesías.
Isaías 13–27. La caída de Babilonia es un presagio de la destrucción del mundo
en la Segunda Venida. Israel será esparcido y luego recogido. Israel disfrutará de
reposo milenario y resultará victorioso sobre Babilonia (el mundo). Isaías describe
los juicios de Dios contra las naciones inicuas. Israel llenará la tierra.
Isaías 28–35. Isaías predice la Apostasía, la Restauración y la salida a la luz del
Libro de Mormón. Israel será esparcido porque rechazó al Señor y a los profetas.
Las personas se alejarán del Señor y se volverán inicuas antes de la Segunda
Venida. Sión será sostenida por sus estacas. El Señor castigará a los inicuos en la
Segunda Venida.
Isaías 36–39. Isaías describe la invasión de Asiria. El rey Ezequías le pide consejo
a Isaías para prevenir la destrucción de Jerusalén.
Isaías 40–48. Isaías escribe acerca de Jesucristo, que actuará como un pastor
para Israel y como una luz para los gentiles. El Señor levantará un libertador (el
rey Ciro) para liberar a Israel del cautiverio. Ese libertador es un símbolo de
Jesucristo, quien será el verdadero libertador. Sólo Jesucristo salvará a Israel, y
nadie salvará a Babilonia.
Isaías 49–66. El Señor recogerá a Israel en los últimos días. Isaías describe el
sufrimiento del Mesías. Isaías invita a todos a buscar al Señor. El Señor destruirá
a los inicuos en Su segunda venida.
Las profecías de Isaías a menudo tienen varios significados y cumplimientos. Con
respecto a las profecías de Isaías, el élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce
Apóstoles, explicó: “El libro de Isaías contiene muchas profecías que parecen
tener varios cumplimientos. Un cumplimiento parece involucrar a las personas de
los días de Isaías o las circunstancias de la siguiente generación. Otro significado,
con frecuencia simbólico, parece referirse a los acontecimientos del meridiano de
los tiempos, cuando Jerusalén fue destruida y su pueblo dispersado después de la
crucifixión del Hijo de Dios.

Jeremías
Jeremías 1–6 Jeremías predica durante el reinado de Josías y profetiza que
Jerusalén será destruida por una nación grande y despiadada.
Jeremías 7–20 Jeremías predica en varios lugares de Jerusalén, incluso en la
puerta del templo, y utiliza varias metáforas para suplicar a los del pueblo que
enmienden sus caminos.
Jeremías 21–38 Jeremías predica durante el reinado del rey Sedequías y profetiza
que Babilonia conquistará Jerusalén. Aquellos que sobrevivan y sean llevados a
Babilonia vivirán allí en cautividad por setenta años. En los últimos días, el Mesías
volverá, reinará y reunirá consigo a Su pueblo.
Jeremías 39–44 Jerusalén es conquistada y muchos judíos son llevados cautivos
a Babilonia. Los judíos que permanecen en Judá rechazan las advertencias de
Jeremías y confían en Egipto.
Jeremías 45 Jeremías le promete a su escriba Baruc que Jehová le preservará la
vida.
Jeremías 46–52 Jeremías profetiza concerniente a la destrucción de los filisteos,
los moabitas, los babilonios y otros pueblos extranjeros.
La mayoría de los libros proféticos del Antiguo Testamento se centran
principalmente en la palabra de Jehová como fue revelada por los profetas, pero
no en la vida de los profetas en sí. El libro de Jeremías es una excepción. Además
de las profecías de Jeremías, el libro contiene información biográfica sobre
Jeremías y brinda conocimiento sobre la angustia emocional y mental que
experimentó en ocasiones al ministrar en medio de tanta oposición.
El libro también aborda la doctrina de la preordenación, que enseña que el Señor
llama a personas a cumplir determinadas responsabilidades y asignaciones en la
vida terrenal. Jehová le dijo a Jeremías: “Antes que te formase en el vientre, te
conocí; y… te di por profeta a las naciones” (Jeremías 1:5). El saber que Jehová
había determinado que él fuera profeta en una época difícil pudo dar a Jeremías la
fuerza y la fe que necesitaba para predicar la palabra de Jehová a pesar de la
persecución.

Lamentaciones
El libro de Lamentaciones contiene composiciones acrósticas basadas en las 22
letras del alfabeto hebreo. Lamentaciones 1, 2 y 4 contienen 22 versículos cada
uno, y cada capítulo comienza con una letra diferente del alfabeto hebreo, en
orden alfabético. Lamentaciones 3 contiene 66 versículos. En este capítulo, los
primeros tres versículos comienzan con la primera letra del alfabeto hebreo, los
siguientes tres con la segunda letra, etcétera.
Poéticamente, el uso de acrósticos le da estructura y secuencia a la expresión del
pesar abrumador de Judá en circunstancias que deben haber parecido caóticas,
desordenadas y sin sentido. El uso de este recurso literario también refleja el uso
razonado del lenguaje al clamar a Dios.
En su expresión poética del dolor, de la conmoción y del sufrimiento del pueblo,
Lamentaciones se asemeja a otros libros poéticos del Antiguo Testamento, tales
como Job y Salmos (Salmos 74 y 79). No obstante, al igual que muchos de los
libros del Antiguo Testamento, Lamentaciones no contiene ninguna respuesta de
Jehová; capta solamente el sufrimiento y la añoranza que experimentó el pueblo
antes de que Jehová les mostrara misericordia.
Lamentaciones 1–2 Jeremías lamenta el estado desolado de Jerusalén luego de
su destrucción por parte de los babilonios. Reconoce que la ciudad fue destruida
porque el pueblo se rebeló contra los mandamientos de Jehová.
Lamentaciones 3 Jeremías ora pidiendo la liberación de Judá y expresa su
esperanza en Jehová, cuya misericordia reciben los que confían en Él.
Lamentaciones 4 Jeremías compara las condiciones de los judíos antes y después
de la destrucción de Jerusalén. Se aflige al considerar la lamentable situación del
pueblo y reconoce que esas condiciones son el resultado del pecado.
Lamentaciones 5 Jeremías ruega en oración por los que sobrevivieron la
destrucción de Jerusalén, suplicando a Dios que advierta su desolación, les
perdone y les permita regresar a Jehová y ser restaurados como pueblo.

Ezequiel
Ezequiel 1–3 Ezequiel ve a Jehová y Su gloria. Se le llama a ser un atalaya a la
casa de Israel para advertirles, reprenderles y llamarles al arrepentimiento.
Ezequiel 4–24 Jehová instruye a Ezequiel que utilice símbolos para representar la
iniquidad de Israel y la destrucción de Jerusalén. Ezequiel profetiza de los juicios
de Jehová sobre Jerusalén y explica por qué la hambruna, la desolación, la guerra
y la pestilencia arrasarán la tierra de Israel.
Ezequiel 25–32 Jehová manda a Ezequiel que declare la iniquidad de las naciones
que rodean a Israel y que profetice su destrucción.
Ezequiel 33–48 Jehová reprende a los líderes de Israel por ser malos pastores de
su pueblo. Jehová será un verdadero pastor para Israel. Ezequiel escribe su visión
de la restauración de Israel después del exilio y en los últimos días. Jehová
promete congregar a los israelitas de su cautiverio, devolverlos a sus tierras
prometidas, renovar Su convenio con ellos y volver a unir a los reinos de Israel y
Judá.
Más de una vez en el libro de Ezequiel leemos que Jehová comparó a Su profeta
con un atalaya sobre una torre (véase Ezequiel 3:17; 33:1–9). Por medio de esa
comparación, Jehová recalcó tanto la responsabilidad de los profetas de advertir a
Su pueblo de peligros inminentes como la del pueblo de responder a la alarma del
atalaya. Además, aprendemos que todos nosotros somos responsables de
nuestros propios hechos y seremos castigados o recompensados en base a las
decisiones que tomemos.
El libro de Ezequiel está repleto de relatos de visiones y profecías. Por ejemplo,
Jehová le mostró a Ezequiel una visión de la resurrección de la casa de Israel,
afirmando que el pueblo del convenio de Jehová con el tiempo sería congregado
en las tierras de su herencia (Ezequiel 37:1–14). Jehová también describió el
recogimiento de Israel en los últimos días al compararlo con la unión del palo de
José y el palo de Judá (Ezequiel 37:15–28). El libro de Ezequiel contiene una
profecía de una gran batalla que precederá la segunda venida de Jesucristo
(Ezequiel 38–39). Además, Ezequiel 40–48 contiene una descripción de un templo
que se construirá en Jerusalén en los últimos días.

Daniel
“El libro consta de dos partes: Daniel 1–6 son narraciones concernientes a Daniel
y sus tres compañeros; Daniel 7–12 son visiones proféticas que tuvo Daniel.
Algunas de dichas visiones se relacionan con los últimos días y la segunda venida
de Jesucristo.
“Una de las aportaciones principales que el libro ofrece es la interpretación del
sueño del rey Nabucodonosor, en el cual se representa el reino de Dios en los
últimos días como una piedra cortada del monte que rodará hasta llenar toda la
tierra (Daniel 2; véase también D. y C. 65:2)”.
La protección divina de Sadrac, Mesac y Abed-nego en el horno ardiente y luego
la de Daniel en el foso de los leones demuestra la forma en que Dios libra a las
personas fieles que lo honran en todo momento y en toda circunstancia.
Daniel 1 Daniel y sus compañeros son fieles a la ley de Moisés y Dios los bendice
con conocimiento y sabiduría. Se los coloca en cargos al servicio del rey
Nabucodonosor en su corte.
Daniel 2 Por revelación, Daniel interpreta el sueño del rey Nabucodonosor, el cual
se refiere a los destinos de los reinos de la tierra y al reino de Dios en los últimos
días.
Daniel 3 Sadrac, Mesac y Abed-nego rehúsan a adorar el ídolo de oro del rey
Nabucodonosor y los echan en un horno ardiente, pero Jehová los libra.
Daniel 4–5 Daniel interpreta otro sueño del rey Nabucodonosor y después
interpreta una escritura en la pared en cuanto a la caída inminente de Babilonia
ante los medos y los persas.
Daniel 6 Daniel es librado del foso de leones. Lo habían arrojado al foso por orar a
Jehová en vez de obedecer el decreto del rey Darío que prohibía rogar a dios u
hombre alguno que no fuese el rey.
Daniel 7–12 Daniel tiene visiones proféticas de acontecimientos que sucederían
desde poco después de su época hasta los últimos días. Entre esos
acontecimientos se hallan conquistas de reinos de la tierra, la venida del Mesías,
la angustia y la liberación del pueblo de Dios en los últimos días y la resurrección
de los muertos.

Oseas
El Libro de Oseas puede dividirse en dos partes: (1) Oseas 1:1-3:5 es una
descripción de una esposa adúltera y un esposo fiel, símbolo de la infidelidad de
Israel hacia Dios a través de la idolatría, y (2) Oseas 3:6-14:9 contiene la
condenación de Israel, especialmente Samaria, por la adoración de ídolos y su
eventual restauración.
La primera sección del libro contiene tres diferentes poemas ilustrando cómo los
hijos de Dios regresan una y otra vez a la idolatría. Dios le ordena a Oseas
casarse con Gomer, quien después de haberle dado tres hijos, abandona a Oseas
para ir tras sus amantes. El énfasis simbólico se puede ver claramente en el
primer capítulo, mientras Oseas compara las acciones de Israel con el abandono
del matrimonio para vivir como una prostituta. La segunda sección contiene la
denuncia de Oseas de los israelitas, pero seguido por las promesas y las
misericordias de Dios.
El Libro de Oseas es un registro profético del infinito amor de Dios por Sus hijos.
Desde el principio de los tiempos, la ingrata e inmerecida creación de Dios, ha
estado recibiendo el amor, la gracia, y la misericordia de Dios, pero aún no ha sido
capaz de abstenerse de su maldad.
La última parte de Oseas muestra como una vez más el amor de Dios restaura a
Sus hijos, perdonando sus transgresiones, cuando ellos se vuelven a Él con un
corazón arrepentido. El mensaje profético de Oseas predice la venida del Mesías
de Israel, 700 años en el futuro. Oseas se cita a menudo en el Nuevo Testamento.
Versículos Clave:
Oseas 1:2, “El principio de la palabra de Jehová por medio de Oseas. Dijo Jehová
a Oseas: Ve, tómate una mujer fornicaria, e hijos de fornicación; porque la tierra
fornica apartándose de Jehová”.
Oseas 2:23, “Y la sembraré para mí en la tierra, y tendré misericordia de Lo-
ruhama; y diré a Lo-ammi: Tú eres pueblo mío, y él dirá: Dios mío”.
Oseas 6:6, “Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios
más que holocaustos”.
Oseas 14:2-4, “Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová, y
decidle: Quita toda iniquidad, y acepta el bien, y te ofreceremos la ofrenda de
nuestros labios. No nos librará el asirio; no montaremos en caballos, ni nunca más
diremos a la obra de nuestras manos: Dioses nuestros; porque en ti el huérfano
alcanzará misericordia. Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque
mi ira se apartó de ellos”.

Joel
Joel 1 Joel describe un desastre natural causado por una plaga de langostas.
Llama al pueblo a ayunar y a congregarse en el templo, en asamblea solemne,
para suplicar al Señor que los libere.
Joel 2 Joel describe el “día del Señor” y la guerra y la desolación que lo
acompañarán y entonces pregunta: “¿Y quién podrá soportarlo?” (Joel 2:11). El
Señor contesta diciéndole al pueblo que vuelva a Él con todo su corazón. Joel
profetiza de algunas de las bendiciones que dará a Su pueblo en los últimos días.
Joel 3 Joel profetiza sobre los últimos días y afirma que toda nación en el mundo
estará en guerra poco antes de la Segunda Venida. El Señor morará con Su
pueblo cuando vuelva de nuevo.
El libro de Joel se centra en las profecías que hizo Joel después de que la tierra
de Judá fuese afligida con una grave sequía y una plaga de langostas. Esas
profecías hablan de las muchas señales que precederán a la segunda venida del
Salvador, sobre todo de un gran derramamiento del Espíritu sobre toda carne
(véase Joel 2:28–29).
Una de esas profecías se cumplió el día de Pentecostés, en tiempos del Nuevo
Testamento, cuando el Espíritu del Señor se derramó sobre una multitud, la cual
escuchó la predicación de los apóstoles del Señor y entendió las palabras en su
propio idioma. Ese acontecimiento hizo que Pedro dijera: “Esto es lo que fue dicho
por el profeta Joel: Y acontecerá en los postreros días, dice Dios, que derramaré
de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; y
vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños” (Hechos
2:16–17).

Amós
Amós 1–2 Amós profetiza que el Señor derramaría sus juicios sobre Siria, los
filisteos, Tiro, Edom, el pueblo de Amón y Moab a causa de su iniquidad. Amós
también predica que Judá e Israel serán castigadas por abrazar la iniquidad y
rechazar al Señor.
Amós 3–4 Amós describe los diversos intentos del Señor por salvar a Su pueblo,
que incluyen enviar profetas para advertirles, retener la lluvia y permitir la peste y
la guerra para preocuparlos. Sin embargo, el pueblo no se humilló ni se volvió al
Señor.
Amós 5–6 Amós enseña que el pueblo puede evitar la destrucción si se arrepiente
y busca sinceramente al Señor. En particular, declara que el Señor no acepta las
ofrendas del pueblo en el templo porque su corazón está centrado en dioses
falsos. Amós profetiza que su actitud irreverente en la adoración al Señor los
llevará a la destrucción
Amós 7–9 Tras profetizar sobre el destino y las consecuencias a las que Israel se
enfrentará por rechazar al Señor, Amós da un mensaje de esperanza, al prometer
que el Señor juntará a Su pueblo y lo restaurará en su tierra.
El libro de Amós hace hincapié en los profetas (véase Guía para el Estudio de las
Escrituras, “Amós”). Amós explicó que Dios se vale de los profetas para llevar a
cabo Su obra (véase Amós 3:7). Amós advirtió de los juicios que estaban a punto
de venir sobre el pueblo de Israel porque habían rechazado a los profetas.
Además, Amós hizo hincapié en “el carácter moral del Señor, el gobernante justo
de todas las naciones y todos los hombres. Amós [mostró] que la ofrenda que más
aprecia el Señor es una vida recta; los sacrificios de animales pierden su
significado si se ofrecen como sustitutos de la rectitud personal [véase Amós
5:21–27]” (véase Bible Dictionary, “Amos”).

Abdías
Abdías, el libro más corto en el Antiguo Testamento, solo tiene 21 versículos.
Abdías es un profeta de Dios que usa esta oportunidad para condenar a Edom por
los pecados contra Dios e Israel. Los edomitas son descendientes de Esaú y los
israelitas son descendientes de su hermano gemelo, Jacob. Una pelea entre los
hermanos ha afectado a sus descendientes por más de 1,000 años. La división
causó que los edomitas prohibieran a Israel cruzar por sus tierras durante el éxodo
israelita de Egipto. Los pecados de soberbia de Edom ameritan ahora una fuerte
sentencia de juicio por parte del Señor.
El mensaje de Abdías es definitivo y seguro: el reino de Edom será destruido
completamente. Edom ha sido arrogante, alegrándose de los infortunios de Israel;
y cuando los ejércitos enemigos atacan a Israel y los israelitas piden ayuda, los
edomitas se niegan y eligen pelear contra ellos, no por ellos. Estos pecados de
orgullo ya no pueden ser ignorados. El libro termina con la promesa de la plenitud
y la liberación de Sión en los “últimos días,” cuando la tierra será restaurada al
pueblo de Dios mientras Él gobierna sobre ellos.
Versículos Clave:
Abdías versículo 4, “Si te remontares como águila, y aunque entre las estrellas
pusieres tu nido, de ahí te derribaré, dice Jehová”.
Abdías versículo 12, “Pues no debiste tú haber estado mirando en el día de tu
hermano, en el día de su infortunio; no debiste haberte alegrado de los hijos de
Judá en el día en que se perdieron, ni debiste haberte jactado en el día de la
angustia”.
Abdías versículo 15, “Porque cercano está el día de Jehová sobre todas las
naciones; como tú hiciste se hará contigo; tu recompensa volverá sobre tu
cabeza”.

Jonás
Jonás 1 Dios llama a Jonás a predicar al pueblo de Nínive. Jonás huye en un
barco. Se levanta una tormenta que amenaza hundir el barco. Jonás confiesa que
la tormenta es su culpa, es echado al mar y se lo traga un gran pez.
Jonás 2 Jonás se arrepiente. El Señor oye sus súplicas y lo libera del vientre del
gran pez.
Jonás 3 Dios llama a Jonás de nuevo a predicar al pueblo de Nínive. Jonás va a
Nínive y profetiza la destrucción del pueblo. El pueblo responde con ayuno y
humildad, y el Señor anula su castigo.
Jonás 4 Jonás se enoja por la decisión del Señor de mostrar misericordia al
pueblo. El Señor le enseña en cuanto a Su preocupación por la salvación de las
personas de Nínive.
A diferencia de otros libros proféticos del Antiguo Testamento, el libro de Jonás no
es un registro de las profecías de Jonás, sino una narrativa de las experiencias del
profeta. El relato contiene detalles que parecen ser exageraciones, lo cual ha
llevado a algunos lectores a tener dudas acerca de cuánto del libro es histórico.
Sin embargo, sus elementos literarios hacen que sea un “hermoso poema” que
contiene lecciones valiosas. Jesucristo se refirió a los tres días y las tres noches
que Jonás estuvo en el vientre de la ballena como una señal de Su muerte y
resurrección.
Las acciones de Jonás pueden ser un reflejo de los sentimientos y actitudes
hostiles que algunos israelitas tenían hacia los gentiles. El testimonio del libro de
la misericordia de Dios hacia el pueblo de Nínive hace eco de los mensajes de los
profetas del Antiguo Testamento que enseñaron la preocupación de Dios por las
personas fuera de Israel (véanse Isaías 49:6; 60:3; Jeremías 16:19) y es un
presagio de la futura incorporación de los gentiles a la Iglesia en los días del
Nuevo Testamento.
Miqueas
Miqueas 1–3 Miqueas profetiza el juicio y la ruina sobre los israelitas, incluso los
que viven en Samaria y en Jerusalén. Miqueas reconoce los pecados de la
idolatría y la opresión de los pobres por parte de las clases altas como las razones
de la destrucción inminente de los israelitas. También condena a los maestros de
religión corruptos que enseñan por dinero.
Miqueas 4–5 Miqueas profetiza la restauración de Israel. También profetiza que el
Mesías nacerá en Belén.
Miqueas 6–7 Miqueas describe algunas de las formas en que Jehová ha
bendecido a los israelitas. Enseña a su pueblo que vivir justamente, apreciar la
misericordia y servir al Señor es más importante que los sacrificios y las ofrendas.
Testifica que Jehová es misericordioso y perdona los pecados de aquellos que se
arrepienten.
Miqueas ministró durante un tiempo en que el pueblo de Israel estaba
prosperando económicamente, pero sufriendo en el plano espiritual. Ese ambiente
permitió que la clase alta pusiera cargas más pesadas sobre la clase baja.
Miqueas estaba preocupado en particular por la opresión de los pobres por parte
de los ricos, y contaba esa injusticia entre los pecados más graves de Judá e
Israel.
Puede que los orígenes de Miqueas, en un pueblo pequeño, le hicieran ser
especialmente susceptible hacia la preocupación de las personas rurales y pobres
de la tierra. Miqueas es el único libro del Antiguo Testamento que nombra a Belén,
una cuidad “pequeña para estar entre los millares de Judá” (Miqueas 5:2)—como
el lugar donde nacería el Mesías.
Como las enseñanzas del profeta Isaías, muchas de las enseñanzas de Miqueas
se escriben al estilo de la poesía hebrea. La profecía de Miqueas de la destrucción
de Jerusalén se recordó muchos años después, durante el tiempo de Jeremías
(véase Jeremías 26:18).
Nahúm
Una vez, Nínive había respondido a la predicación de Jonás y se volvió de sus
malos caminos para servir al Señor Dios Jehová. Pero 150 años después, Nínive
regresó a la idolatría, violencia, y arrogancia (Nahúm 3:1-4). Una vez más Dios
envía a uno de Sus profetas a Nínive, predicando el juicio con la destrucción de la
ciudad, y exhortándolos al arrepentimiento. Tristemente, los ninivitas no
escucharon las advertencias de Nahúm y la ciudad fue puesta bajo el dominio de
Babilonia.
Nahúm no escribió este libro como una advertencia o “llamado al arrepentimiento”
para la gente de Nínive. Dios ya les había enviado al profeta Jonás 150 años
antes, con Su promesa de lo que sucedería si ellos continuaban en sus malos
caminos. La gente de ese tiempo se había arrepentido, pero ahora vivían de la
misma forma o aún más impía de lo que lo hicieron anteriormente. Los asirios se
habían hecho terriblemente brutales en sus conquistas (colgando los cuerpos de
las víctimas en astas y poniendo su piel en las paredes de sus tiendas entre otras
atrocidades). Ahora Nahúm estaba diciéndole a la gente de Judá que no se
desesperara porque Dios había pronunciado juicio y los asirios recibirían justo lo
que merecían.
Versículos Clave:
Nahúm 1:7, “Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los
que en él confían.”
Nahúm 1:14, “Mas acerca de ti mandará Jehová, que no quede ni memoria de tu
nombre”.
Nahúm 1:15, “He aquí sobre los montes los pies del que trae buenas nuevas, del
que anuncia la paz..” Ver también Isaías 52:7 y Romanos 10:15.
Nahúm 2:13, “Heme aquí contra ti, dice Jehová de los ejércitos”.
Nahúm 3:19, “No hay medicina para tu quebradura; tu herida es incurable; todos
los que oigan tu fama batirán las manos sobre ti, porque ¿sobre quién no pasó
continuamente tu maldad?”.
Habacuc
Habacuc 1 Habacuc aprende que los caldeos (babilonios) conquistarán el reino de
Judá. En su angustia, pregunta cómo el Señor permitiría que una nación inicua
destruyera a Judá.
Habacuc 2 El Señor le recuerda a Habacuc que Sus planes todavía no se han
completado, pero que se cumplirán más adelante. Con el tiempo, la justicia de
Dios caerá sobre los inicuos.
Habacuc 3 Habacuc ofrece una oración o un salmo poético de alabanza a Dios y a
Su majestuosidad.
El diálogo de Habacuc con Dios toma la forma de discursos alternados en
Habacuc 1–2. Algunas de las peticiones de Habacuc toman a forma de queja
como: “¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás…?” (Habacuc 1:2). Éstas
reflejan la emoción y desesperación profundas que pueden sentir los justos en
momentos de gran sufrimiento y nos pueden recordar que, incluso en nuestra
angustia, podemos acudir al Padre Celestial y expresar nuestros problemas en
oración honesta y sincera.
En respuesta a la oración de Habacuc, el Señor le aconseja que sea paciente y
fiel, y le recuerda la justicia, la preocupación y los planes de Dios. La oración
poética en Habacuc 3 contiene las alabanzas de Habacuc al Señor por las
maneras milagrosas en que Él ha protegido a Su pueblo y lo ha liberado.
El Apóstol Pablo cita Habacuc 2:4 en dos diferentes ocasiones (Romanos 1:7;
Gálatas 3:11) para reiterar la doctrina de la justificación por la fe. La fe que es el
don de Dios, y disponible a través de Jesucristo, es al mismo tiempo una fe que
salva (Efesios 2:8-9) y una fe que sostiene durante toda la vida. Obtenemos la
vida eterna por medio de la fe y vivimos la vida cristiana por la misma fe. A
diferencia del “orgullo” en el principio del versículo, su alma no es recta dentro de
él, y sus deseos no son correctos. Pero nosotros, que somos hechos justicia por la
fe en Cristo, somos totalmente justificados, porque Él ha intercambiado Su
perfecta justicia por nuestro pecado (2 Corintios 5:21), y nos ha permitido vivir por
fe.
Sofonías
El libro se atribuye a un profeta llamado Sofonías, que profetizó en Judá durante el
siglo VII a. de J.C. Es posible que Sofonías haya sido contemporáneo de otros
profetas del Antiguo Testamento, como Jeremías y Nahúm, así como el profeta
Lehi del Libro de Mormón. El nombre de Sofonías significa “Jehová esconde”.
Como muchas profecías antiguas, las palabras de Sofonías se pueden aplicar
tanto a sus tiempos como al futuro. Durante el tiempo en que Sofonías estaba
profetizando, un ejército extranjero amenazaba destruir Judá. Esa amenaza de
destrucción se puede comparar a la destrucción de los inicuos que ocurrirá antes
de la segunda venida de Jesucristo. Además, las bendiciones que el Señor
prometió a los habitantes justos de Jerusalén pueden predecir las bendiciones que
los justos recibirán en la Segunda Venida.
Sofonías 1 Sofonías profetiza que Dios destruirá al pueblo de Judá si no se
arrepienten.
Sofonías 2 Sofonías alienta a Judá y a los humildes de la tierra a buscar justicia.
También advierte a algunos de los vecinos hostiles a Judá de los juicios de Dios
que caerán sobre ellos.
Sofonías 3 Sofonías profetiza en cuanto a la maldad de los líderes de Jerusalén y
en cuanto a las bendiciones que recibirán los habitantes de Israel después de que
el Señor aparte a los orgullosos de la ciudad. Sofonías explica que el Señor
derramará juicio sobre todas las naciones. Sofonías revela que el Señor dará a su
pueblo un lenguaje puro, que renovará su relación con ellos y que reinará en
medio de Sion.
Hageo
El libro de Hageo proporciona información útil en lo que respecta a la
reconstrucción del templo de Jerusalén. Después de que los judíos regresaron de
Babilonia a Jerusalén, comenzaron a reconstruir la ciudad y el templo, pero se
detuvieron cuando se enfrentaron a la oposición. El libro de Hageo contiene el
mandamiento del Señor a los judíos de renovar sus esfuerzos de reconstruir el
templo. Los judíos obedecen la palabra del Señor por conducto de Hageo y tienen
éxito al completar el templo (véase Hageo 1–2; Esdras 5–6).
Hageo buscaba desafiar al pueblo de Dios con respecto a sus prioridades. Él los
llamó a reverenciar y glorificar a Dios, construyendo el Templo, a pesar de la
oposición local y oficial. Hageo los exhortó a no desanimarse porque este Templo
no estaría tan bien decorado como el de Salomón. Los exhortó a volverse de la
impureza de sus caminos y a confiar en el soberano poder de Dios. El Libro de
Hageo es un recordatorio de los problemas que enfrentó el pueblo de Dios en
esos tiempos, de cómo la gente confió valientemente en Dios, y cómo Dios
proveyó para sus necesidades.
¿Reconsiderará el pueblo de Dios sus prioridades, tendrá el valor, y actuará en
base a las promesas de Dios? Dios buscó advertir a la gente que buscara Sus
palabras. No solo Dios les advirtió, sino que también les ofreció promesas a través
de Su siervo Hageo, para motivarlos a seguirlo. Por haber revertido el pueblo de
Dios sus prioridades, habiendo fracasado en poner a Dios en el primer lugar de
sus vidas, Judá fue enviado al exilio babilónico. En respuesta a la oración de
Daniel y en cumplimiento a las promesas de Dios, Dios dirigió a Ciro el rey persa,
a permitir que los judíos en exilio regresaran a Jerusalén. Un grupo de judíos
regresó a su tierra con gran gozo, puso a Dios en el primer lugar en sus vidas, lo
adoraron, y comenzaron a reconstruir el Templo de Jerusalén, sin el apoyo de la
gente local que vivía en Palestina. Su valiente fe se encontró con oposición de la
población local, así como del gobierno persa, durante aproximadamente 15 años.
Versículos Clave:
Hageo 1:4, “¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras
casas artesonadas, y esta casa está desierta?”.
Hageo 1:5-6, “Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre
vuestros caminos. Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis;
bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a
jornal recibe su jornal en saco roto”.
Hageo 2:9, “La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho
Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos”.

Zacarías
Zacarías 1–6 En una serie de visiones, Zacarías ve la restauración de Jerusalén y
el templo, el recogimiento de Israel, y a Josué, el sumo sacerdote, coronado en
similitud a Cristo.
Zacarías 7–8 Debido a la hipocresía y la opresión de los pobres de parte de los
israelitas, el Señor los esparce entre las naciones. En los últimos días, Él
restaurará Jerusalén y recogerá a Judá; muchos gentiles se juntarán con ellos
para adorar al Señor.
Zacarías 9–11 Zacarías profetiza en cuanto al ministerio de Cristo: Entrará en
Jerusalén montado en un asno; los espíritus en prisión serán redimidos por la
sangre del convenio. El Israel esparcido será recogido, redimido y fortalecido.
Cristo será traicionado por treinta piezas de plata.
Zacarías 12–14 En la batalla final antes de la segunda venida de Jesucristo,
muchas personas se reunirán para luchar contra Jerusalén, y el Señor las
destruirá. Los judíos reconocerán al Mesías, a quien crucificaron, y verán las
heridas en Sus manos Cristo reinará como Rey de toda la Tierra.
Muchos de los mensajes que Zacarías recibió del Señor eran en forma de visiones
(véase Zacarías 1–6). Posiblemente debido a la dificultad de expresar visiones
celestiales en términos terrenales, la mayoría de los mensajes en el libro de
Zacarías se formulan con imágenes y descripciones simbólicas.
Por lo gneral, sus lectores lo dividen en dos partes: “En los capítulos del 1 al 8, se
habla de una serie de visiones acerca del futuro del pueblo de Dios. En los
capítulos del 9 al 14, se encuentran visiones acerca del Mesías… y la Segunda
Venida” (Guía para el Estudio de las Escrituras, “Zacarías”). De particular
importancia son las profecías vívidas del ministerio terrenal de Cristo (véanse
Zacarías 9:9; 11:10–13) y de acontecimientos de los últimos días tales como el
recogimiento de Israel, la última gran batalla y la Segunda Venida.

Malaquías
Malaquías 1 Por medio del profeta Malaquías, el Señor reprende a los israelitas
por su desobediencia en los ritos y sacrificios del templo. Los líderes judíos
ofrendaban “pan inmundo” (Malaquías 1:7) y sacrificios inadecuados valiéndose
de animales con defectos, lastimados o enfermos.
Malaquías 2 Jehová reprende a los sacerdotes por no guardar sus convenios y por
dar malos ejemplos al pueblo. Utiliza el incumplimiento del convenio del
matrimonio para ilustrar el modo en que aquellos no guardaban los convenios que
habían hecho con Él.
Malaquías 3–4 Jehová enviará a un precursor a preparar el camino ante Él, y
Jehová vendrá súbitamente a Su templo. Exhorta al pueblo a vivir la ley del
diezmo y promete enviar a Elías el Profeta antes del grande y terrible día de
Jehová.
El libro de Malaquías es el último libro del Antiguo Testamento. Además,
Malaquías es uno de los profetas del Antiguo Testamento que se citan con mayor
frecuencia. Lo han citado los autores del Nuevo Testamento, a menudo en lo
referente a la misión de Juan el Bautista (véanse Mateo 11:10; Marcos 1:2; Lucas
1:17; 7:27), Jesucristo al hablar a los nefitas.
La profecía de Malaquías de que Elías el Profeta haría “volver el corazón de los
padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres” (Malaquías 4:6)
está presente en los cuatro libros canónicos. Cuando Elías el Profeta se apareció
al profeta José Smith y a Oliver Cowdery en el Templo de Kirtland, hizo alusión a
esa profecía: “He aquí, ha llegado plenamente el tiempo del cual se habló por
boca de Malaquías, testificando que él [Elías el profeta] sería enviado antes que
viniera el día grande y terrible del Señor”. La profecía es de gran importancia para
los Santos de los Últimos Días, puesto que enseña las doctrinas del poder para
sellar, de la familia eterna y de la obra que efectuamos en el templo a favor de las
personas fallecidas.

Mateo
Este Evangelio es conocido como el Evangelio de Mateo porque fue escrito por el
apóstol del mismo nombre. El estilo del libro es exactamente lo que se habría
esperado de un hombre que una vez fue recaudador de impuestos. Mateo tiene un
gran interés en la contabilidad (18:23-24; 25:14-15). El libro es muy ordenado y
conciso. En vez de escribir en orden cronológico, Mateo ordena este Evangelio a
través de seis argumentos.
Mateo intenta probar a los judíos que Jesucristo es el Mesías prometido. Más que
en ningún otro evangelio, Mateo cita el Antiguo Testamento para mostrar cómo
Jesús da cumplimiento a las palabras de los profetas judíos. Mateo describe en
detalle el linaje de Jesús desde David, y utiliza muchas formas de lenguaje con
que las que los judíos debían haberse sentido cómodos. El amor y preocupación
de Mateo por su pueblo es evidente a través de su meticulosa manera de contar la
historia del Evangelio.
Versículos Clave:
Mateo 5:17, “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he
venido para abrogar, sino para cumplir”.
Mateo 5:43-44, “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu
enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os
maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os
persiguen”.
Mateo 6:9-13, “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo,
así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos
nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no
nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder,
y la gloria, por todos los siglos”.
Mateo 16:26, “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y
perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”.
Mateo 22:37-40, “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el
segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos
mandamientos depende toda la ley y los profetas”.
Mateo 27:31, “Después de haberle escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron
sus vestidos, y le llevaron para crucificarle”.
Mateo 28:5-6, “Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras;
porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha
resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor”.

Marcos
El Evangelio de Marcos inicia de manera repentina y dramática y mantiene un
ritmo apresurado, relatando acontecimientos en sucesión rápida. Marcos usó
frecuentemente las palabras inmediato y en seguida, dando el efecto de ritmo y
acción apresurados.
A pesar de que más del noventa por ciento del material de Marcos también se
encuentra en Mateo y Lucas, el relato de Marcos frecuentemente incluye detalles
adicionales que nos ayudan a apreciar mejor la compasión del Salvador y las
respuestas de las personas que lo rodeaban. Por ejemplo, Marcos relató la gran
recepción entusiasta que el Salvador recibió de aquellos en Galilea y en otros
lugares al inicio de Su ministerio. Marcos también narró cuidadosamente la
respuesta negativa de los escribas y los fariseos, cuya oposición incrementó
rápidamente pasando de tener pensamientos escépticos hasta conspirar para
destruir a Jesús (Marcos 3:6).
Marcos 1–4. Jesús es bautizado por Juan el Bautista y comienza a predicar, llama
discípulos y obra milagros. Al incrementarse la oposición hacia Él, enseña con
parábolas.
Marcos 5–7. El Señor continúa obrando muchos milagros, demostrando Su
compasión por los demás. Después de que Juan el Bautista es muerto, Jesús
alimenta a más de cinco mil personas y camina sobre el agua. Enseña en contra
de las falsas tradiciones.
Marcos 8–10. Jesucristo continúa obrando milagros. Pedro testifica que Jesús es
el Cristo. El Salvador profetiza tres veces Su sufrimiento, muerte y resurrección,
pero Sus discípulos aún no comprenden completamente a qué se refería. Les
enseña acerca de la humildad y el servicio que se requiere de Sus discípulos.
Marcos 11–16. Durante la última semana de Su vida, el Salvador entra en
Jerusalén, enseña a Sus discípulos, padece en Getsemaní y es crucificado.
Jesucristo resucita.

Lucas
Lucas es el más largo de los cuatro evangelios, y es el libro más largo del Nuevo
testamento. Algunas de las historias más conocidas de la cristiandad solamente se
encuentran en el evangelio de Lucas: las circunstancias que tenían que ver con el
nacimiento de Juan el Bautista; la narración tradicional de Navidad; el relato de
Jesús como un niño de doce años en el templo; parábolas como la del buen
samaritano, el hijo pródigo, y el hombre rico y Lázaro; el relato de los diez
leprosos; y el relato del Señor resucitado caminando junto a Sus discípulos en el
camino a Emaús.
Otras características únicas son la inclusión que hizo Lucas de las enseñanzas de
Juan el Bautista que no se encuentran en los otros, su énfasis en cuanto a cómo
oraba Jesucristo; y su inclusión del llamamiento, la capacitación y las labores
misionales de los Setenta (Lucas 10:1–22). Además, Lucas es el único autor de un
evangelio que registra que el Salvador derramó sangre en Getsemaní y que un
ángel le ministró (Lucas 22:43–44).
Lucas 1–3. Se predicen el nacimiento y la misión de Juan el Bautista y de
Jesucristo. Testigos atestiguan que el niño Jesús es el Mesías. A los doce años,
Jesús enseña en el templo. Juan el Bautista predica el arrepentimiento y bautiza a
Jesús. Lucas registra la genealogía de Jesús.
Lucas 4–8. Se tienta a Jesucristo en el desierto. En Nazaret, se proclama como el
Mesías y es rechazado. Escoge a Doce Apóstoles y enseña a Sus discípulos.
Perdona pecados y efectúa muchos milagros.
Lucas 9–14. Se manda a los Doce Apóstoles a predicar y a sanar. Jesucristo
alimenta a más de cinco mil personas y se transfigura en una montaña. Llama a
los Setenta y los manda a enseñar. Enseña en cuanto al discipulado, la hipocresía
y el juicio. Cuenta la parábola del buen samaritano.
Lucas 15–17. Jesucristo enseña en parábolas. Enseña en cuanto a las ofensas, la
fe y el perdón. Sana a diez leprosos y enseña en cuanto a Su segunda venida.
Lucas 18–22. Jesucristo continúa enseñando en parábolas. Sana a un hombre
ciego y enseña a Zaqueo. Entra triunfalmente en Jerusalén, llora por la ciudad y
purifica el templo. Predice la destrucción de Jerusalén y habla de las señales que
precederán a Su segunda venida. Instituye la Santa Cena, enseña a Sus
apóstoles y sufre en Getsemaní. Se le traiciona, arresta, se burlan de él, le
escupen y le interrogan.
Lucas 23–24. Se juzga a Jesucristo ante Pilatos y Herodes, se le crucifica y
entierra. Los ángeles junto al sepulcro y los dos discípulos en el camino a Emaús
testifican que Jesucristo ha resucitado. El Salvador se aparece a Sus discípulos en
Jerusalén, promete a Sus apóstoles que se les dará poder de Dios y asciende al
cielo.

Juan
Juan 1 Juan testifica de la divinidad preterrenal de Jesucristo y de Su misión de
ofrecer la salvación a todos los hombres. Juan registra el bautismo de Jesús y el
llamamiento de algunos de Sus discípulos.
Juan 2–4 Jesús convierte el agua en vino. Le enseña a Nicodemo sobre volver a
nacer de nuevo espiritualmente y testifica a la mujer del pozo que Él es el Cristo.
Sana al hijo de un oficial del rey.
Juan 5–7 El Salvador sana a un paralítico en el estanque de Betesda y proclama
Su poder y autoridad divinos. Alimenta a los 5.000 en preparación para Su
discurso del Pan de Vida, proclama que Él es el Mesías y declara en la fiesta de
los Tabernáculos que solo quienes lo reciben a Él pueden recibir la vida eterna.
Juan 8–10 Mediante la experiencia de la mujer sorprendida en adulterio, Jesús
enseña acerca de la compasión y del arrepentimiento. Se declara a Sí mismo
Jehová, el Gran YO SOY. Sana a un hombre ciego de nacimiento y se describe a
Sí mismo como el Buen Pastor, que ama y da Su vida por Sus ovejas.
Juan 11–13 Jesucristo levanta a Lázaro de entre los muertos, demostrando así Su
poder sobre la muerte. Entra triunfante en Jerusalén. Durante la Última Cena,
Jesús lava los pies de Sus discípulos y les enseña a amarse los unos a los otros.
Juan 14–16 Jesús instruye a Sus discípulos sobre la relación entre el amor y la
obediencia. Promete enviar al Consolador (el Espíritu Santo) y ministrar
personalmente a Sus discípulos. Declara que Él es la Vid Verdadera y que ha
vencido al mundo.
Juan 17–19 Jesús ofrece la oración intercesora en favor de Sus discípulos y de los
que han de creer en la predicación de ellos. Es traicionado, arrestado, juzgado y
condenado. Después de sufrir en la cruz, Él muere y es sepultado.
Juan 20–21 El Jesucristo resucitado se aparece a María Magdalena en el
Sepulcro del Huerto y luego a algunos de Sus discípulos en Jerusalén. Se aparece
a siete de los discípulos en el Mar de Galilea y le encarga a Pedro que dirija a los
discípulos para ministrar a los demás.

Hechos
El libro de los hechos relata el ascenso y la expansión del cristianismo, que
comenzó en la capital provincial judía de Jerusalén y terminó en Roma, la gran
capital del imperio. Los acontecimientos que se describen en Hechos ocurrieron a
lo largo de un periodo de unos 30 años y se centran principalmente en los
ministerios de Pedro y Pablo. Sin el libro de los Hechos, nuestro conocimiento de
la historia temprana de la Iglesia se limitaría a la pequeña cantidad proporcionada
por las epístolas del Nuevo Testamento. Además, el libro de los Hechos
proporciona un valioso contexto histórico para las epístolas de Pablo.
Hechos 1–2. Jesucristo ministra a Sus discípulos durante 40 días después de Su
resurrección y luego asciende al cielo. Por inspiración, los apóstoles llaman a
Matías para llenar la vacante en el Cuórum de los Doce Apóstoles. El Espíritu
Santo se derrama en el día de Pentecostés. Pedro testifica valientemente del
Salvador resucitado, y cerca de 3000 personas se convierten.
Hechos 3–8. Pedro y Juan sanan a un hombre que ha estado cojo desde que
nació. Ellos son arrestados por predicar y sanar en el nombre de Jesucristo y son
liberados de la prisión. Los apóstoles llaman a siete hombres para que los ayuden
en su ministerio; uno de esos hombres, Esteban, testifica ante el concilio judío y
los miembros de este le dan muerte. Felipe enseña por toda Samaria.
Hechos 9–12. Saulo se convierte y comienza su ministerio. Mediante una visión,
Pedro aprende que el Evangelio debe predicarse a los gentiles. Herodes Agripa I
condena a muerte al apóstol Santiago (el hermano de Juan) y encarcela a Pedro.
Hechos 13–15. Saulo y Bernabé son llamados como misioneros. Encuentran
oposición por parte de los judíos y son aceptados por algunos gentiles. Los líderes
de la Iglesia se reúnen en Jerusalén y determinan que los conversos gentiles no
deben ser circuncidados ni observar la ley de Moisés cuando se unen a la Iglesia.
Pablo (como se lo llama ahora a Saulo) parte hacia su segundo viaje misional
junto con Silas.
Hechos 16–20. Pablo y Silas fortalecen a varias iglesias (congregaciones) que se
habían establecido con anterioridad. En el Areópago de Atenas, Pablo predica que
somos “linaje de Dios” (Hechos 17:29). Pablo concluye su segunda misión y parte
en una tercera misión a través de Asia Menor. Pablo se propone regresar a
Jerusalén.
Hechos 21–28. En Jerusalén, Pablo es arrestado y continúa testificando de
Jesucristo. El Señor se le aparece nuevamente. Muchos judíos conspiran para
matar a Pablo. En Cesarea, testifica ante Félix, Festo y Agripa. Pablo naufraga en
su camino a Roma. Una vez allí, predica el Evangelio mientras se encuentra bajo
arresto en su propia casa.

Romanos
Como en todas las epístolas de Pablo a las iglesias, su propósito en escribirlas,
era para proclamar la gloria del Señor Jesucristo mediante la enseñanza de la
doctrina, y la edificación y el ánimo para los creyentes que recibieran su carta. Una
preocupación en particular para Pablo, era aquellos para quienes escribió esta
carta–aquellos que estaban en Roma que eran “amados de Dios y llamados a ser
santos” (Romanos 1:7). Por ser él mismo un ciudadano romano, él tenía una
pasión única por aquellos en la asamblea de creyentes en Roma. Puesto que él,
hasta este momento, no había visitado la iglesia en Roma, esta carta también
servía como su presentación ante ellos.
Pablo estaba entusiasmado con la idea de poder ministrar al fin en esta iglesia, y
todos estaban bien enterados de este hecho (Romanos 1:8-15). La carta a los
Romanos fue escrita desde Corinto justo antes del viaje de Pablo a Jerusalén para
llevar las ofrendas que le habían sido entregadas para los pobres de allá. Él había
intentado ir a Roma y posteriormente a España (Romanos 15:24), pero sus planes
fueron interrumpidos cuando fue arrestado en Jerusalén. Eventualmente él iría a
Roma pero como prisionero. Febe, quien era un miembro de la iglesia en Cencrea
cerca de Corinto (Romanos 16:1), es quien probablemente llevó la carta hasta
Roma.
El libro de Romanos es principalmente una obra de doctrina y puede ser dividido
en cuatro secciones: la necesidad de justicia, 1:18—3:20; la justificación provista,
3:21—8:39; la justicia vindicada, 9:1—11:36; la justicia practicada, 12:1—15:13. El
tema principal de esta carta es obviamente – la justificación. Guiado por el Espíritu
Santo, Pablo primeramente condena a todos los hombres por su pecaminosidad.
Él expresa su deseo de predicar la verdad de la Palabra de Dios a aquellos que
estaban en Roma. Era su esperanza que ellos permanecieran en el camino
correcto. Señala enérgicamente que no se avergüenza del evangelio (Romanos
1:16), porque es el poder mediante el cual todos son salvados.
El libro de Romanos nos habla acerca de Dios, quién es Él y lo que Él ha hecho.
Nos habla de Jesucristo, de lo que Él logró con Su muerte. Nos dice acerca de
nosotros mismos, de lo que éramos sin Cristo y lo que somos después de haber
confiado en Cristo. Pablo señala que Dios no demandó que los hombres hubieran
ya enderezado sus vidas antes de venir a Cristo. Mientras que aún éramos
pecadores, Cristo murió en la cruz por nuestros pecados.

I Corintios
1 Corintios 1–11. Pablo advierte contra las divisiones dentro de la Iglesia y recalca
la importancia de la unidad entre los miembros de la iglesia. Amonesta a los
miembros en contra de la inmoralidad sexual, enseña que el cuerpo es un templo
del Santo Espíritu y promueve la autodisciplina. Aborda preguntas específicas con
respecto al matrimonio y al servicio misional, así como a la ordenanza de la Santa
Cena y a si está permitido o no comer carne proveniente de sacrificios ofrecidos a
los ídolos paganos.
1 Corintios 12–14. Pablo enseña que debemos procurar los dones del Espíritu.
Les recuerda a los santos corintios sobre la importancia de los apóstoles, profetas
y maestros y sobre el cuidado que los miembros deben brindarse los unos a los
otros. Destaca la importancia de la caridad por sobre todos los demás dones
espirituales.
1 Corintios 15–16. Pablo testifica que se encuentra entre muchos otros que son
testigos del Cristo resucitado. Enseña que todos resucitarán y que el bautismo por
los muertos afirma la veracidad de la resurrección futura. Explica que los cuerpos
resucitados variarán en grados de gloria y que la victoria de Jesucristo sobre el
sepulcro elimina el aguijón de la muerte. Organiza una colecta para los santos
pobres de Jerusalén.
Esta epístola fue escrita a los miembros de la Iglesia en la ciudad de Corinto.
Pablo había predicado el Evangelio en Corinto durante casi dos años (véase
Hechos 18:1–18) y había organizado una rama de la Iglesia allí. Más tarde,
mientras Pablo se encontraba predicando en Éfeso durante su tercer viaje
misional, recibió una comunicación de los miembros de la Iglesia de Corinto. Él
escribió una respuesta a la rama, pero desafortunadamente esa epístola se perdió
y por lo tanto no se encuentra en nuestras Escrituras.
El Nuevo Testamento contiene más consejos y enseñanzas de Pablo a los
miembros de la Iglesia de Corinto que a los de cualquier otra rama de la Iglesia.
De hecho, las dos epístolas de Pablo a los corintios constituyen la cuarta parte de
todos los escritos existentes de Pablo.
Como está registrado en 1 Corintios, Pablo explicó que Jesucristo había cumplido
la ley de Moisés. Pablo hizo hincapié en la importancia de “la observancia de los
mandamientos de Dios” (1 Corintios 7:19) “bajo la ley de Cristo” (1 Corintios 9:21)
para poder recibir la bendición de la salvación por medio del Evangelio.

2 Corintios
La iglesia de Corinto se inició en el año 52 d.C., cuando Pablo los visitó en su
segundo viaje misionero. Fue entonces cuando él permaneció ahí por un año y
medio, la primera vez que se le permitió quedarse en un lugar tanto como él lo
deseara. Un registro de esta visita y el establecimiento de la iglesia, se encuentra
en Hechos 18:1-18.
En su segunda carta a los corintios, Pablo expresa su alivio y gozo de que los
corintios hubieran recibido su “severa” carta (ahora perdida) de manera positiva.
Esa carta se refería a asuntos que estaban dividiendo a la iglesia; primeramente la
llegada de los auto-nombrados (falsos) apóstoles (2 Corintios 11:13), quienes
estaban insultando el carácter de Pablo, sembrando discordia entre los creyentes,
y enseñando falsa doctrina. Ellos parecían estar cuestionando su veracidad (2
Corintios 1:15-17), su habilidad para hablar (2 Corintios 10:10; 11:6), y su
indisposición para aceptar la ayuda económica de la iglesia en Corinto (2 Corintios
11:7-9; 12:13). También había algunas personas que no se habían arrepentido de
su comportamiento licencioso (2 Corintios 12:20-21).
Después de saludar a los creyentes en la iglesia de Corinto y explicarles por qué
no los había visitado como originalmente lo había planeado (1:3-2:2), Pablo
explica la naturaleza de su ministerio. El triunfo a través de Cristo y la sinceridad a
los ojos de Dios, eran los distintivos de su ministerio a las iglesias (2:14-17). Él
compara el glorioso ministerio de la justificación de Cristo con el “ministerio de
condenación” el cual es la Ley. (3:9), y declara su fe en la validez de su ministerio
a pesar de la intensa persecución (4:8-18). El capítulo 5 bosqueja las bases de la
fe cristiana – la nueva naturaleza (v.17) y el intercambio de nuestro pecado por la
justificación de Cristo (v.21).
En los capítulos 6 y 7 encontramos a Pablo defendiéndose a sí mismo y a su
ministerio, asegurándoles nuevamente a los corintios su sincero amor por ellos y
exhortándoles a arrepentirse y a vivir santamente. En los capítulos 8 y 9, Pablo
exhorta a los creyentes en Corinto a seguir el ejemplo de los hermanos en
Macedonia y extender su generosidad a los santos en necesidad. Él les enseña
los principios y recompensas del ofrendar con un corazón alegre.
Pablo termina su carta reiterando su autoridad entre ellos (capítulo 10) y su
preocupación por su fidelidad a él ante la feroz oposición de los falsos apóstoles.
Él se llama “necio” a sí mismo por haber tenido que gloriarse de mala gana de sus
credenciales y su sufrimiento por Cristo (capítulo 11). Termina su epístola
describiendo la visión celestial que se le permitió experimentar, y el “aguijón en la
carne” que le fue dado por Dios para asegurar su humildad (capítulo 12). El último
capítulo contiene su exhortación a los corintios a examinarse ellos mismos para
ver si su profesión es real, y termina con una bendición de amor y paz.

Gálatas
Gálatas 1–2 Pablo escribe a los santos gálatas porque se habían alejado del
Señor y adoptado enseñanzas falsas. Defiende su llamamiento como un apóstol al
relatar su oposición inicial contra la Iglesia y su conversión. Recalca que recibió
revelación directamente de Dios y aclara que los apóstoles han aprobado su
ministerio a los gentiles. Declara que una vez estuvo en desacuerdo con Pedro
con respecto a los santos gentiles. Enseña que las personas no son justificadas
por las obras de la ley de Moisés, sino por la fe en Jesucristo.
Gálatas 3–4 Pablo defiende el mensaje del Evangelio. Enseña que Abraham fue
ejemplo de una persona que fue justificada por la fe y no por las obras de la ley de
Moisés. Mediante la Expiación, Jesucristo redimió al género humano de la
maldición de la ley. El propósito de la ley de Moisés había de ser un “ayo para
llevarnos a Cristo”. Por medio de la fe y del bautismo, los santos reciben las
bendiciones de la Expiación, entran en el convenio del Evangelio, llegan a ser
herederos de Dios por medio de Cristo, y ya no son siervos sino hijos de Dios.
Gálatas 5–6 Pablo insta a los santos a permanecer firmes en el convenio del
Evangelio que brinda Cristo. Pablo contrasta la vida de una persona que participa
en “las obras de la carne” con una que goza “el fruto del Espíritu”. Enseña que los
santos deben llevar las cargas los unos de los otros y no cansarse de hacer el
bien. Segamos lo que sembramos.
El libro de Gálatas se destaca como la carta más ferviente de Pablo, en la que
emitió una fuerte reprimenda tanto a los miembros de la Iglesia que se estaban
desviando como a los falsos maestros que los llevaban por mal camino. En
Gálatas se encuentra la primera presentación escrita de Pablo de la doctrina de la
justificación; no somos justificados por las obras de la ley de Moisés, sino por la fe
en Jesucristo. La epístola compara “los frutos de la carne” con “los frutos del
espíritu” (Gálatas 5:16–25).

Efesios
En esta carta, Pablo se dirigió a los miembros gentiles de la Iglesia (véase Efesios
2:11) quienes posiblemente eran conversos recientes (véase Efesios 1:15).
Escribió para ayudar a cultivar la espiritualidad y el testimonio de aquellos que ya
eran miembros. Los propósitos principales eran ayudar a esos conversos a
progresar en su conocimiento espiritual de Dios y de la Iglesia (véanse Efesios
1:15–18; 3:14–19); promover unidad, particularmente entre los santos gentiles y
judíos (véanse Efesios 2:11–22; 4:1–16; 5:19–6:9); y alentar a los santos a resistir
los poderes del mal (véanse Efesios 4:17–5:18; 6:10–18). Muchos santos de Éfeso
estaban viviendo de manera suficientemente recta para ser sellados para vida
eterna (véase Efesios 1:13; Bruce R. McConkie, Doctrinal New Testament
Commentary, tomo II, págs. 493–494).
Efesios 1:1–4:16Pablo escribe de la preordenación de los santos para recibir el
Evangelio; la dispensación del cumplimiento de los tiempos; el ser sellado por el
Santo Espíritu de la Promesa; la salvación por medio de la gracia; la unificación de
los santos gentiles y judíos de la Iglesia; un Señor, una fe, un bautismo; el
propósito de la Iglesia; y la organización de la Iglesia sobre el fundamento de
profetas y apóstoles, con Jesucristo como la principal piedra angular. Pablo
enseña que Dios reunirá todas las cosas en Cristo en la dispensación del
cumplimiento de los tiempos.
Efesios 4:17–6:24 Pablo alienta a los santos a aplicar la verdadera doctrina en sus
vidas diarias. Los alienta a despojarse del viejo hombre (sus pecados anteriores) y
vestirse del nuevo hombre que han llegado a ser por medio de Cristo. Imparte
consejo a las esposas, los esposos, hijos, padres, siervos, amos y
congregaciones. Alienta a los santos a ponerse “toda la armadura de Dios”
(Efesios 6:11).

Filipenses
Con frecuencia se alude a Filipenses como una epístola de la prisión, junto con
Efesios, Colosenses y Filemón. A pesar de estar escrita desde la prisión, los
eruditos han descrito la carta de Pablo a los filipenses como el más feliz de sus
escritos. Pablo expresó gratitud, amor y confianza a los miembros de la Iglesia;
describió los sacrificios que había hecho para seguir a Jesucristo; e instruyó a los
santos filipenses en los principios de un vivir recto. Quizás los alumnos
reconozcan en Filipenses 4:8 parte del lenguaje que se empleó en el decimotercer
artículo de fe, que escribió el profeta José Smith.
Pablo describe de manera poética la condescendencia del Salvador, desde la
divinidad premortal hasta la vida terrenal, donde sufrió la “muerte de cruz” (véase
Filipenses 2:3–8). Habiendo cumplido Su divina misión, Jesucristo es ahora
exaltado, y vendrá el día en que “se doble toda rodilla” ante Él, y “toda lengua
confiese que Jesucristo es el Señor” (Filipenses 2:10–11). Pablo reveló que su
fuente interior de confianza y fortaleza provenía de Jesucristo (véase Filipenses
4:13).
Filipenses 1 Pablo expresa gratitud por la hermandad de los santos filipenses.
Enseña que la oposición que había experimentado al servir al Señor, incluso su
encarcelamiento, había avanzado la causa del Evangelio. Insta a los miembros de
la Iglesia a permanecer firmes en unidad en la defensa de la fe.
Filipenses 2 Más adelante, Pablo alienta a los miembros de la Iglesia a que sean
unidos, y señala el ejemplo de Jesucristo, quien condescendió para venir a la vida
terrenal como ejemplo de amor, obediencia y humildad. Algún día, todo el mundo
reconocerá a Jesucristo como el Señor. Pablo manda a los miembros de la Iglesia
que labren su propia salvación.
Filipenses 3 Pablo advierte en cuanto a los judaizantes. Describe su vida anterior
como fariseo y cómo renunció voluntariamente a todo para seguir a Jesucristo.
Exhorta a los santos a seguir su ejemplo avanzando hacia la salvación. Pablo
explica que Jesucristo transformará nuestro cuerpo mortal en un cuerpo perfecto
como el Suyo.
Filipenses 4 Pablo insta a los santos a regocijarse siempre en el Señor. Los
exhorta a reemplazar la ansiedad con oración y acción de gracias, prometiendo
que gozarán de la paz de Dios, la cual sobrepasa todo entendimiento. Pablo
aconseja a los miembros de la Iglesia que piensen en cosas que sean honestas,
justas, verdaderas, puras, amables, de buena reputación y virtuosas. Reconoce
que todo lo puede en Cristo, quien le fortalece.

Colosenses
Colosenses 1:1–23. Pablo saluda a los santos de Colosas y declara que
Jesucristo es el Redentor, el Primogénito entre toda la creación, el Creador y el
Señor de toda perfección divina, en quien se halla la reconciliación del universo.
Pablo exhorta a los santos a establecer su fe en Jesucristo.
Colosenses 1:24–2:23. Pablo previene contra la creencia de toda filosofía o
tradición de los hombres, entre ellas el adorar ángeles o el ir al extremo en
negarse a uno mismo las necesidades físicas básicas como forma de disciplina
espiritual.
Colosenses 3:1–4:18. Pablo exhorta a los santos a que pongan su corazón en las
cosas que están arriba, a abandonar los pecados de su vida anterior y a ser
misericordiosos unos con otros. Los instruye sobre la forma en que los santos
deben adorar y después les da consejo acerca de las esposas, los maridos, los
hijos, los padres, los siervos y los amos. Termina la epístola a los colosenses con
elogios, saludos, instrucciones finales y bendiciones.
En la epístola a los colosenses, Pablo se opuso a las falsas enseñanzas de
Colosas e hizo hincapié en la divinidad, misión salvadora y supremacía de
Jesucristo (véase Colosenses 1:15–23). Enseñó que Cristo es la imagen misma
de Dios el Padre, el Creador, la Cabeza de la Iglesia, el primero en resucitar y el
Redentor. Él es “la cabeza de todo principado y potestad” (Colosenses 2:10) y
cumple Su misión divina bajo la dirección del Padre (véase Colosenses 1:19; 3:1).
Pablo advirtió contra aquellos que enseñaban que la verdadera espiritualidad se
obtenía a través de ritos, festivales y dietas especiales (véase Colosenses 2:16–
18, 20, 23). En cambio, enseñó que la madurez espiritual y el conocimiento de
Dios se manifiestan por medio de poner nuestra “mira en las cosas de arriba”
(Colosenses 3:2), eliminar las acciones inicuas (véase Colosenses 3:5–9), y
desarrollar atributos cristianos (véase Colosenses 3:12–17). Pablo aconsejó a sus
lectores que llegaran a estar “fundamentados y firmes” en el Evangelio
(Colosenses 1:23) al igual que “arraigados y sobreedificados en [Jesucristo], y
confirmados en la fe” (Colosenses 2:7).

I Tesalonicenses
1 Tesalonicenses 1–3. Pablo expresa gran aprecio por los santos de Tesalónica.
Les recuerda a sus lectores sobre su amoroso ministerio entre ellos y expresa
gozo por su fidelidad. Anima a los santos a crecer en amor los unos hacia los otros
y hacia todas las personas.
1 Tesalonicenses 4–5. Pablo les dice a los santos que sean santos y que se
santifiquen. Explica que cuando el Señor venga de nuevo, los santos que hayan
sido fieles en su testimonio de Cristo, tanto quienes hayan muerto como los que
todavía vivan, se levantarán y recibirán al Señor. El apóstol les recuerda a los
miembros de la Iglesia que se preparen y velen por el día de la venida de Cristo.
Pablo escribió 1 Tesalonicenses para los miembros de la Iglesia de Tesalónica.
Tesalónica era la ciudad más poblada y próspera del antiguo reino griego de
Macedonia debido a dos características importantes: la ciudad fue construida en el
mejor puerto natural del mar Egeo, y se encontraba ubicada sobre la principal
carretera que unía Roma y Asia.
Durante el segundo viaje misional de Pablo, el Espíritu le indicó a este y a sus
compañeros (Silas, Timoteo y Lucas) que viajaran a través del mar Egeo hasta
Macedonia (véase Hechos 16:6–12). Eso dio inicio a la predicación del Evangelio
en Europa. Después de predicar en Filipo (véase Hechos 16:12–40), Pablo y Silas
viajaron a Tesalónica.
Pablo trabajó con Silas en Tesalónica, pero los líderes judíos los obligaron a salir
de la ciudad (véase Hechos 17:1–9). Más tarde, Timoteo le informó a Pablo que
los santos tesalonicenses había permanecido fieles a pesar de la persecución y
que su influencia recta se estaba extendiendo (véanse Hechos 18:5; 1
Tesalonicenses 1:7–8; 3:6–8).
Los conversos tesalonicenses fueron algunos de los primeros europeos en aceptar
el Evangelio, y como resultado de ello se enfrentaron a la persecución. También
tenían muchas preguntas acerca de la Segunda Venida. Por lo tanto, en su carta a
los tesalonicenses, Pablo escribió palabras de aliento y fortaleza y abordó sus
preguntas acerca de la segunda venida de Jesucristo.

II Tesalonicenses
La Segunda Epístola a los Tesalonicenses proporciona detalles importantes
acerca de la segunda venida de Jesucristo. Algunos ejemplos de ello son las ideas
de que el Señor volverá “en llama de fuego” y que los malvados serán “castigados
con eterna perdición, separados de la presencia del Señor” (2 Tesalonicenses
1:8–9).
En esta epístola leemos que Pablo también profetizó acerca de la Gran Apostasía
y enseñó que la Iglesia sufriría una “caída” del Evangelio antes de la segunda
venida del Señor (véase 2 Tesalonicenses 2:2–12). Las enseñanzas de Pablo
acerca de la Apostasía les recuerdan a los miembros de la Iglesia de la actualidad
la razón por la que fue necesaria la restauración del Evangelio en los últimos días.
2 Tesalonicenses 1. Pablo saluda y elogia a los santos de Tesalónica. Enseña que
los impíos experimentarán la venganza del Señor en la Segunda Venida.
2 Tesalonicenses 2. Pablo corrige la idea errónea de que la Segunda Venida ya
había ocurrido y profetiza que ocurrirá una apostasía antes del regreso del Señor.
Anima a los santos tesalónicos a permanecer fieles.
2 Tesalonicenses 3. Pablo aconseja a los miembros de la Iglesia que deben
trabajar para proveer de lo necesario para sus necesidades temporales y no
cansarse de hacer el bien.

I Timoteo
1 Timoteo 1. Pablo advierte contra las falsas enseñanzas. Se gloría en el Señor
Jesucristo, quien extendió gran misericordia para salvarlo. Pablo se refiere a sí
mismo como “el primero” (1 Timoteo 1:15), o el peor, de los pecadores, haciendo
alusión a su persecución de los cristianos antes de su conversión. Pablo asegura
a los demás que la misericordia de Cristo también les ayudará.
1 Timoteo 2–3. Pablo enseña acerca de la necesidad de la oración y de la
adoración apropiada. Enseña que Jesucristo es el rescate por todos y que es
nuestro Mediador ante el Padre. Instruye a los hombres y las mujeres sobre la
manera de conducirse durante la adoración. Describe los requisitos que deben
reunir los obispos y los diáconos. Explica que el misterio de la divinidad es la
condescendencia de Jesucristo, Su vida perfecta en la tierra y Su ascensión en
gloria.
1 Timoteo 4. Pablo le advierte a Timoteo que algunas personas serán engañadas
por las falsas enseñanzas sobre el matrimonio y las prácticas alimentarias. Habla
acerca de la importancia del matrimonio y de recibir las creaciones de Dios con
acción de gracias. Pablo le enseña a Timoteo la manera de lidiar con las falsas
enseñanzas de su época y de las que pronto vendrían.
1 Timoteo 5–6. Pablo le da pautas a Timoteo para ayudarle a ministrar a las
necesidades de los ancianos, los jóvenes, las viudas y los esclavos. Describe a los
falsos maestros. Previene que “ el amor al dinero es la raíz de todos los males” (1
Timoteo 6:10) e instruye a Timoteo con respecto a la manera en la que los santos
pueden obtener la vida eterna.
Pablo sugirió pautas para ayudar a Timoteo a reconocer a los candidatos
apropiados para servir como obispos o diáconos (véase 1 Timoteo 3). Sus pautas
ayudaron a poner de relieve la responsabilidad que tienen los líderes de la Iglesia
de proveer de lo necesario para las necesidades temporales y espirituales de los
miembros (véase 1 Timoteo 5). Pablo también abordó la falsa idea común del
ascetismo: la creencia de que podía lograrse una mayor espiritualidad mediante la
abstinencia estricta. Por ejemplo, les previno de que algunos de los miembros de
la Iglesia apostatarían y promoverían la creencia de que debería prohibirse el
matrimonio (véase 1 Timoteo 4:1–3). Para contrarrestar esa y otras influencias
perjudiciales y apóstatas, Pablo le dio instrucciones a Timoteo de que enseñara la
sana doctrina (véanse 1 Timoteo 1:3–4, 10; 4:1–6, 13, 16).

II Timoteo
Esta carta es una de las epístolas pastorales, junto con 1 Timoteo y Tito, y
“Contiene las últimas palabras del Apóstol y muestra el maravilloso valor y
confianza con que hizo frente a la muerte” (véase la Guía para el Estudio de las
Escrituras, “Pablo, Espístolas de”). Cronológicamente, 2 Timoteo parece ser la
última carta de Pablo en el Nuevo Testamento (véase 2 Timoteo 4:6).
Esta carta contiene algunas de las reflexiones de Pablo en cuanto a las
bendiciones y las dificultades de servir como “predicador, y apóstol y maestro de
los gentiles” (2 Timoteo 1:11). Pablo declaró: “He peleado la buena batalla, he
acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona
de justicia” (2 Timoteo 4:7–8), indicando que tenía una seguridad personal de que
heredaría la vida eterna. Como alguien que había ministrado por Jesucristo
durante más de treinta años, Pablo estaba en una posición excelente para instruir
a Timoteo en cuanto a cómo servir de manera eficaz y fortalecer la fe de otras
personas (véanse 2 Timoteo 2:15–17, 22–26; 4:1–2, 5).
2 Timoteo 1. Pablo habla del don y el poder de Dios que se recibe mediante la
ordenación al sacerdocio. Enseña que el “espíritu de cobardía” (2 Timoteo 1:7) no
proviene de Dios y que no deberíamos avergonzarnos de nuestro testimonio de
Jesucristo. Pablo testifica que Jesucristo lo había llamado a predicar el Evangelio
(véase 2 Timoteo 1:11).
2 Timoteo 2. Pablo usa las imágenes de un buen soldado, un atleta victorioso y un
labrador industrioso para mostrar la necesidad de soportar dificultades a fin de
recibir la gloria eterna. Compara a los maestros verídicos y a los falsos, así como
los instrumentos honorables y los deshonrosos. Avisa a Timoteo que evite las
controversias y que enseñe pacientemente a aquellos que necesitan arrepentirse.
2 Timoteo 3–4. Pablo describe las condiciones inicuas de los últimos días y alienta
a Timoteo a usar las Escrituras en su función como líder del sacerdocio. Él escribe
en cuanto a su muerte inminente y declara: “… he guardado la fe” (2 Timoteo 4:7).
Pablo testifica que el Señor lo libraría a “su reino celestial” (2 Timoteo 4:18).

Tito
Tito 1. Pablo da instrucciones a Tito de ordenar a líderes de la Iglesia y después
nombra algunos requisitos para los obispos. Da instrucciones a Tito de corregir las
herejías y de amonestar a los maestros falsos que “[p]rofesan conocer a Dios,
pero con los hechos lo niegan” (Tito 1:16).
Tito 2. Pablo alienta a Tito a instruir a los miembros mayores de la Iglesia que
sean ejemplos para los santos más jóvenes. También le pide a Tito que enseñe a
los siervos a someterse a sus amos. Pablo explica la manera en la que los
discípulos deberían vivir al prepararse para el regreso del Señor. Describe la
redención que se llevó a cabo mediante Jesucristo.
Tito 3. Pablo enseña que los miembros de la Iglesia deben ser buenos ciudadanos
y seguidores rectos de Jesucristo. Mediante el bautismo, podemos recibir la vida
eterna por medio de la gracia del Señor.
Esta carta es una de las epístolas pastorales (a un pastor, o líder, de la Iglesia)
junto a 1 y 2 Timoteo (véase la Guía para el Estudio de las Escrituras, “Pablo,
Espístolas de”). La epístola de Tito proporciona la primera evidencia de que la
Iglesia se había establecido en la isla griega de Creta, en el Mar Mediterráneo
(véase Tito 1:5). Tito tenía la responsabilidad de llamar a nuevos obispos en la
isla. Pablo nombró algunos de los requisitos espirituales para los obispos (véase
Tito 1:6–9). Además, dio consejo específico a hombres, mujeres y siervos acerca
del comportamiento apropiado de los santos (véase Tito 2:2–10).

Filemón
La epístola a Filemón es una carta personal referente a Onésimo, un esclavo que
había robado a su amo Filemón, y había huido a Roma”. Es probable que Filemón
fuera un converso griego y residente de Colosas. Permitió a la congregación de la
Iglesia que se reuniera en su casa (Filemón 1:2, 5). Después de escapar, Onésimo
se unió a la Iglesia y llegó a ser un “hermano amado… en el Señor”.
Filemón es la epístola más corta de Pablo, y quizás la más personal. Es una carta
dirigida a una persona privada; como tal, no incluye mucho texto doctrinal. Sin
embargo, la súplica de Pablo a Filemón para que se reconciliara con el esclavo
Onésimo demuestra cómo las doctrinas del Evangelio se aplican a la vida diaria;
en este caso, muestran que nuestra relación con Jesucristo nos lleva a una
relación familiar con todos los otros seguidores de Cristo y ponen de relieve la
importancia de la misericordia y del perdón.
Pablo había advertido a los dueños de esclavos que tenían una responsabilidad
hacia sus esclavos y mostró a los esclavos como seres morales responsables que
debían temer a Dios. En Filemón, Pablo no condenó la esclavitud, sino que
presentó a Onésimo como un hermano en Cristo, en vez de cómo un esclavo.
Cuando un amo puede referirse a un esclavo como un hermano, el esclavo ha
alcanzado una posición en la cual el título legal de esclavo no significa nada. La
iglesia primitiva no atacó directamente la esclavitud, sino que puso el fundamente
para una nueva relación entre el amo y el esclavo. Pablo intentó unir a Filemón y a
Onésimo con el amor cristiano, para que la emancipación se hiciera necesaria. La
institución de la esclavitud murió solo después de haber sido expuesta a la luz del
Evangelio.

Hebreos
Hebreos 1–6 Jesucristo es la imagen misma del Padre. Él es mayor que los
ángeles y que todos los profetas que le precedieron, incluyendo a Moisés. Los
antiguos israelitas a quienes se sacó de Egipto no pudieron entrar en el reposo del
Señor porque endurecieron su corazón contra Jesucristo y Su siervo Moisés.
Como el Gran Sumo Sacerdote, Jesús es superior a todos los sacerdotes
mosaicos. Cristo fue perfeccionado mediante Su sufrimiento. Podemos entrar en el
reposo del Señor e ir “adelante a la perfección” mediante las doctrinas y las
ordenanzas del Evangelio (Hebreos 6:1).
Hebreos 7–13 El Sacerdocio de Melquisedec administra el Evangelio y es mayor
que el Sacerdocio Aarónico. El tabernáculo y las ordenanzas mosaicas eran un
presagio del ministerio de Cristo. Jesucristo cumplió la ley de Moisés mediante el
derramamiento de Su sangre, por lo cual podemos obtener la salvación y la
remisión de nuestros pecados. Por medio de la fe, los profetas y otros hombres y
mujeres llevaron a cabo obras justas y milagros.
En lugar de ser estrictamente una epístola, Hebreos es más un sermón extendido
que hace repetidas referencias a las Escrituras y a las prácticas de Israel. Es el
sermón más largo en las Escrituras en cuanto a por qué y cómo Jesucristo es
superior a todas las cosas.
Hebreos enseña que Jesucristo es mayor que la ley, porque Él dio la ley. Hebreos
también enseña que los profetas recibían poder mediante la fe en Él, que Él era el
Gran Sumo Sacerdote en quien se cumplieron los sacrificios de los tiempos del
Antiguo Testamento, que Él es mayor que los ángeles y que mediante Su sacrificio
expiatorio podemos recibir la remisión de los pecados.
El libro de Hebreos es uno de los pocos lugares de la Biblia donde podemos leer
en cuanto al profeta Melquisedec (véase Hebreos 7:1–4) y el sacerdocio que lleva
su nombre. Hebreos enseña que el Sacerdocio de Melquisedec es mayor que el
Sacerdocio Aarónico, y muestra que la salvación no se encuentra en la ley de
Moisés ni en las ordenanzas que administraban los sacerdotes levitas, sino en
Jesucristo y en las ordenanzas del Sacerdocio de Melquisedec (Hebreos 7:5–28).

Santiago
La Epístola Universal de Santiago en ocasiones se ha clasificado como literatura
de sabiduría similar a la del libro de Proverbios del Antiguo Testamento. El texto
de la epístola consiste en explicaciones cortas de principios para un vivir cristiano.
Además, hay estrechos paralelos entre el sermón del Monte del Salvador
registrado en Mateo 5–7 y las palabras de Santiago.
Santiago 1–2 Santiago saluda a sus lectores y presenta algunos temas
importantes de su epístola, incluyendo soportar las pruebas, buscar sabiduría y
vivir de manera compatible con la fe que uno profesa. Los oidores de la palabra de
Dios también son hacedores de la palabra. Santiago define la “religión pura” como
cuidar a los huérfanos y a las viudas y procurar vivir libre del pecado (véase
Santiago 1:27). Los santos deben amar a su prójimo y manifestar su fe por medio
de sus obras.
Santiago 3–4 Santiago muestra la naturaleza destructiva de hablar sin refrenar la
lengua y lo contrasta con el fruto de la rectitud de aquellos que son pacificadores.
Advierte a sus lectores a no hacerse amigos del mundo sino a resistir el mal y
acercarse a Dios.
Santiago 5 Santiago advierte a los ricos que son inicuos. Concluye su epístola con
breves consejos acerca de las responsabilidades de los santos hacia otros
miembros de la Iglesia. Aconseja a los santos a soportar pacientemente hasta la
venida del Señor y a ser verídicos en sus conversaciones. Santiago alienta a los
enfermos a llamar a los élderes para que los unjan con aceite.

I Pedro
1 Pedro 1:1–2:10. Pedro escribe sobre la necesidad de que los santos progresen
espiritualmente para recibir galardones eternos. La promesa de salvación se hace
posible mediante la preciosa sangre de Jesucristo. Los santos son “linaje
escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1 Pedro 2:9)
que han obtenido la misericordia de Dios.
1 Pedro 2:11–3:12. Los discípulos de Jesucristo procuran honrar a todos los
hombres y obedecer a las autoridades y las leyes civiles. Pedro se dirige a ciertos
grupos específicos de santos: a los ciudadanos libres, a los siervos, y a las
esposas y los maridos.
1 Pedro 3:13–5:14. Cuando la persecución ocasione que los santos padezcan,
deben recordar el ejemplo de Jesucristo, que sufrió y luego obtuvo la exaltación.
Jesucristo predicó el Evangelio a los muertos para que pudieran tener un juicio
justo. Los líderes de la Iglesia siguen el ejemplo de Jesucristo al atender la grey de
Dios. Los santos deben humillarse y depositar sus ansiedades en Dios.
En medio de la aflicción y la persecución que afrontaron los santos de su época,
Pedro los exhortó a que se tornaran el uno al otro con amor y afecto (véanse 1
Pedro 1:22; 3:8–9). Además, en 1 Pedro 5, leemos que Pedro explicó cómo los
líderes de la Iglesia debían fortalecer sus congregaciones.
Es posible que esta epístola contenga las más claras referencias bíblicas al
mundo de los espíritus y a la obra de salvación que se lleva a cabo en ese lugar.
Pedro mencionó brevemente que Jesucristo visitó el mundo de los espíritus para
predicar a los espíritus desobedientes que habían vivido en la época de Noé
(véase 1 Pedro 3:18–20). Añadió que el Evangelio se predicó a los muertos a fin
de brindar a las personas fallecidas la oportunidad de ser juzgadas en los mismos
términos que las vivas (1 Pedro 4:5–6). En nuestra dispensación, el presidente
Joseph F. Smith se hallaba meditando el significado de 1 Pedro 3:18–20 y 1 Pedro
4:6 cuando recibió una revelación que aclara doctrinas concernientes al mundo de
los espíritus.

II Pedro
2 Pedro 1. Pedro explica que las promesas de Jesucristo permiten a los santos
llegar a ser “participantes de la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4). Los anima a
“hacer firme [su] vocación y elección” (2 Pedro 1:10). Pedro recuerda su
experiencia en el Monte de la Transfiguración, en donde él fue testigo del Cristo
glorificado y oyó la voz del Padre. Pedro dice que “Tenemos… la palabra profética
más segura” (2 Pedro 1:19).
2 Pedro 2. Pedro advierte a los miembros de la Iglesia sobre los falsos profetas y
los falsos maestros que vendrán entre ellos y procurarán desviar a los santos.
Esos maestros malvados negarán al Señor y hablarán mal del “camino de la
verdad” (2 Pedro 2:2). Pedro enseña que es mejor no aceptar el Evangelio que
hacer convenios y no vivir de acuerdo con ellos.
2 Pedro 3. Pedro afirma la certeza de que Cristo vendrá en Su propio tiempo,
purificará la tierra por fuego y salvará a los diligentes y a los fieles. Pedro anima a
los santos a “[crecer] en la gracia y en el conocimiento de… Jesucristo” (2 Pedro
3:18).
Fue escrita ante la cercana posibilidad de sufrir la muerte (1:14) y su propósito era
precaverse contra la apostasía”. También contiene algunas de las palabras más
enérgicas y los últimos testimonios de Pedro.
Un tema predominante de 2 Pedro es la importancia de obtener conocimiento
acerca de Jesucristo. Pedro prometió a sus lectores que si procuraban obtener los
atributos de Dios y desarrollar una naturaleza divina, “no [los dejarían] estar
ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2
Pedro 1:8) y harían “firme [su] vocación y elección” (2 Pedro 1:10).
Pedro comparó el verdadero conocimiento de Jesucristo a las enseñanzas y el
conocimiento falsos que difundían los apóstatas (véase 2 Pedro 2). Al final de esta
epístola, Pedro extendió una invitación final a los santos a “[crecer] en la gracia y
en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18).

I Juan
Los falsos maestros eran un gran problema en la iglesia primitiva. En razón de que
no había aún un Nuevo Testamento completo al que los creyentes pudieran
consultar, muchas iglesias cayeron presas de estos engañadores, quienes
enseñaban sus propias ideas y se erigían a sí mismos como líderes. Juan escribió
esta carta para establecer la verdad sobre algunos puntos importantes,
particularmente lo concerniente a la identidad de Jesucristo.
Esta carta de Juan ayudó a sus lectores a reflejar honestidad en su fe, porque en
ella trata los fundamentos de la fe en Cristo. Esto les ayudó a responder a la
pregunta, ¿Somos verdaderos creyentes? Juan les dijo que ellos podrían decirlo,
observando sus acciones. Si se amaban unos a otros, esa era evidencia de la
presencia de Dios en sus vidas. Pero si ellos discutían y peleaban todo el tiempo,
o eran egoístas y no veían unos por los otros, entonces estaban demostrando que,
de hecho, no conocían a Dios.
Eso no significaba que tenían que ser perfectos. De hecho, Juan también
reconoció que el creer involucra el admitir nuestros pecados y buscar el perdón de
Dios. El depender de Dios para limpiarnos de la culpa, así como admitir nuestras
faltas contra otros y enmendarlas, era otro aspecto importante para llegar a
conocer a Dios.
Versos Clave:
1 Juan 1:9, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”
1 Juan 3:6, “Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le
ha visto, ni le ha conocido.”
1 Juan 4:4, “Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es
el que está en vosotros, que el que está en el mundo.”
1 Juan 5:13, “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del
Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el
nombre del Hijo de Dios.”
El libro de 1 Juan parece ser una sinopsis en la que se asume el conocimiento del
Evangelio por parte de sus lectores, según lo escrito por Juan, y donde se les
brinda seguridad por su fe en Cristo. La primera epístola indica que los lectores
fueron confrontados con el error del gnosticismo, lo cual se convirtió en un
problema más serio en el segundo siglo. Como una filosofía de la religión,
sostenía que la materia es mala y el espíritu bueno.

II Juan
El libro de 2 Juan está dirigido a ‘la señora elegida y a sus hijos.’ Esto bien pudo
tratarse de una dama importante de la iglesia, o de un código con el que se refería
a la iglesia local y su congregación. En aquellos días cuando los cristianos
estaban siendo perseguidos, se usaban con frecuencia esta clase de salutaciones
en código.
El libro de 2 Juan contiene una gran preocupación con una urgente advertencia
respecto a algunos engañadores, quienes no estaban enseñando la verdadera
doctrina de Cristo, y quienes mantenían que Jesús realmente no resucitó en
carne, sino solo espiritualmente. Juan estaba muy ansioso de que los verdaderos
creyentes estuvieran alertas ante estos falsos maestros y no tuvieran nada que ver
con ellos.
Juan describe el amor no como una emoción o sentimiento, sino como la
obediencia a los mandamientos de Dios. Jesús reiteró la importancia de los
mandamientos, especialmente “el primer gran mandamiento,” amar a Dios
(Deuteronomio 6:5) y el segundo – amarse los unos a los otros (Mateo 22:37-40;
Levítico 19:18). Lejos de abolir la ley de Dios del Antiguo Testamento, Jesús vino
para observarla, proveyendo el medio para su cumplimiento en Él mismo.
Versos Clave:
2 Juan 6, “Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el
mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio.”
2 Juan 8-9, “Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro
trabajo, sino que recibáis galardón completo. Cualquiera que se extravía, y no
persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina
de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo.”

III Juan
Juan está escrito con su habitual subrayado énfasis en la verdad, a este muy
amado hermano en Cristo, Gayo, un laico de cierta riqueza y distinción que vivía
en una ciudad cercana a Efeso. Él elogia grandemente el cuidado y la hospitalidad
de Gayo hacia sus mensajeros, ya sea que fueran conocidos de él o no, y cuya
misión era llevar el Evangelio de un lugar a otro. Juan lo exhorta a continuar
haciendo el bien y a no imitar lo malo, como en el ejemplo de Diótrefes. Este
hombre se había apoderado del liderazgo de una iglesia en Asia, y no sólo se
rehusaba a reconocer la autoridad de Juan como un apóstol, sino también a recibir
sus cartas y seguir sus instrucciones. También hacía circular maliciosas calumnias
en contra de Juan y excomulgaba a los miembros que proporcionaban ayuda y
hospitalidad a los mensajeros de Juan. Antes de concluir su carta, Pedro también
elogia el ejemplo de Demetrio, de quien había oído excelentes reportes.
El concepto de ofrecer hospitalidad a extraños tiene un amplio precedente en el
Antiguo Testamento. Hechos de hospitalidad en Israel, incluían la humilde y cortés
recepción de forasteros en la casa para alimentar, alojar y proteger (Génesis 18:2-
8; 19:1-8: Job 31:16-23, 31-32). Adicionalmente, las enseñanzas del Antiguo
Testamento pintan a los israelitas como un pueblo extranjero que dependía de la
hospitalidad de Dios (Salmo 39:12) y a Dios como El que gentilmente cubrió sus
necesidades, los redimió de Egipto, y los alimentó y vistió en el desierto (Éxodo
16; Deuteronomio 8:2-5).
El propósito de Juan al escribir esta tercera epístola es triple. Primero, él escribe
para elogiar y animar a su amado colaborador Gayo, en su ministerio de
hospitalidad hacia los hermanos viajeros, quienes iba de un lugar a otro para
predicar el Evangelio de Cristo. Segundo, indirectamente él advierte y condena la
conducta de Diótrefes, un líder dictatorial quien se había enseñoreado de una de
las iglesias en la provincia de Asia, y cuyo comportamiento era totalmente opuesto
a todo lo que el apóstol y su Evangelio enseñaban. Tercero, él elogia el ejemplo
de Demetrio cuyo buen testimonio fue avalado por todos.

Judas
El libro de Judas es un importante libro para nosotros, porque está escrito para el
final de los tiempos, para el final de la era de la iglesia. La edad de la iglesia
comenzó con el Día de Pentecostés. Judas es el único libro dedicado totalmente a
la gran apostasía. Judas escribe que las malas obras son la evidencia de la
apostasía. Él nos exhorta a contender por la fe, porque hay cizaña entre el trigo.
Los falsos profetas están en la iglesia y los santos están en peligro. Judas es un
libro pequeño pero muy importante y digno de estudiarse, escrito para los
cristianos de hoy en día.
Versos Clave:
Judas 3, “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra
común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis
ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos.”
Judas 17-19, “Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes
fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; los que os decían: En
el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos.
Éstos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu.”
Judas 24-25, “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros
sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro
Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos.
Amén.”
De acuerdo con el verso 3, Judas estaba ansioso de escribir acerca de nuestra
salvación; sin embargo, él cambia el tema para abordar el contender por la fe.
Esta fe personifica todo el cuerpo de la doctrina cristiana enseñada por Cristo, y
dada posteriormente a los apóstoles. Después de advertir Judas sobre los falsos
maestros (versos 4-16), él nos aconseja cómo podemos vencer en la guerra
espiritual (versos 20-21). Aquí hay sabiduría que haríamos bien en aceptar y
adoptar, mientras avanzamos a través de estos días del final de los tiempos.

Apocalipsis
“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las
cosas que deben suceder pronto.” Este libro está lleno de misterios acerca de las
cosas por venir. Es la advertencia final de que el mundo ciertamente acabará y el
juicio será seguro. Nos da un pequeño vislumbre del cielo y de todas las glorias
que esperan a aquellos que mantengan sus ropajes blancos. Apocalipsis nos lleva
a través de la gran tribulación con todos sus males y el fuego final que todos los
incrédulos enfrentarán por una eternidad. El libro reitera la caída de Satanás y la
condenación a la que se dirigen él y sus ángeles. Se nos muestran los deberes de
todas las criaturas y ángeles del cielo y las promesas para los santos que vivirán
para siempre con Jesús en la Nueva Jerusalén. Al igual que Juan, es difícil
encontrar palabras para describir lo que leemos en el libro de Apocalipsis.
Versos Clave:
Apocalipsis 1:19, “Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de
ser después de estas.”
Apocalipsis 13:16-17, “Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres,
libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y
que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre
de la bestia, o el número de su nombre.”
Apocalipsis 19:11, “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el
que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea.”
Apocalipsis 20:11, “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de
delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.”
Apocalipsis 21:1, “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la
primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.”
El Apocalipsis es pródigo en coloridas descripciones, que proclaman para nosotros
los últimos días antes del regreso de Cristo y la introducción de los nuevos cielos y
la nueva tierra. El Apocalipsis comienza con cartas dirigidas a las siete iglesias de
Asia Menor, y continúa revelando las series de devastaciones que serán
derramadas sobre la tierra; la marca de la bestia, “666”; la decisiva batalla de
Armagedón; la atadura de Satanás; el reino del Señor; el Juicio del Gran Trono
Blanco; y la naturaleza de la eterna ciudad de Dios. Las profecías concernientes a
Jesucristo son cumplidas y un llamado a Su Señorío como conclusión, nos
asegura que Él regresará pronto.

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