estas palabras y aunque podría afirmar que lo siguiente que diré es algo que ya te he expresado, no está de más un pequeño recordatorio. Es que tengo tanto que agradecerte, he estado viendo tu rostro desde que era una niña, y desde entonces te reconozco como mi pastor. Tú me has escuchado, enseñado y guiado, has visto mi dolor, te has reído conmigo, has presenciado mis desaciertos y logros. Con paciencia (aunque a veces no tanta) has escuchado los berrinches que acompañaron mi inmadurez. Tus exhortaciones me han recordado que, sin ser tu hija me has amado como tal, y sé con firme convicción que muchas veces has orado por mí para que Dios siga trabajando en mi corazón, me continue transformando y me haga útil en su Reino… Gracias por ello. Debo confesar que solo hasta hace poco comprendo, que, aunque nos guías a un Dios perfecto tú no eres perfecto, que, aunque tu fuente de validación es la inerrante palabra de Dios, tu cometes errores. Si, muchas veces he sido injusta al señalarte, pero por encima de eso quiero que recuerdes que admiro tu obediencia y perseverancia ante el llamado que Dios te presentó. Suele decirse que “has cumplido un año más de vida” cuando en realidad es uno menos, uno menos en la tierra, uno más cerca de estar cara a cara con Jesús, mi oración es que, aunque sea tu anhelo más grande eso de estar con el Señor, sea por muchos años más un “Ya, pero todavía no”