Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Lecturas 1er Año
Lecturas 1er Año
2
¡Baila, baila, muñequita! - Hans Christian Andersen
-Sí, es una canción para las niñas muy pequeñas -aseguró tía Malle-. Yo, con la mejor
voluntad del mundo, no puedo seguir este «¡Baila, baila, muñequita mía!» -Pero la pequeña
Amalia si la seguía; sólo tenía 3 años, jugaba con muñecas y las educaba para que fuesen
tan listas como tía Malle.
Venía a la casa un estudiante que daba lecciones a los hermanos y hablaba mucho con
Amalita y sus muñecas, pero de una manera muy distinta a todos los demás. La pequeña lo
encontraba muy divertido, y, sin embargo, tía Malle opinaba que no sabía tratar con niños;
sus cabecitas no sacarían nada en limpio de sus discursos. Pero Amalita sí sacaba, tanto,
que se aprendió toda la canción de memoria y la cantaba a sus tres muñecas, dos de las
cuales eran nuevas, una de ellas una señorita, la otra un caballero, mientras la tercera era
vieja y se llamaba Lise. También ella oyó la canción y participó en ella.
¡Baila, baila, muñequita, Ahí está Lisa, que es muy Baila, baila, muñequita,
qué fina es la señorita! vieja, aunque ahora no pie hacia fuera, tan
Y también el caballero semeja, bonita.
con sus guantes y con la cera que le han Da el primer paso,
sombrero, dado, que sea del año garbosa,
calzón blanco y frac pasado. siempre esbelta y tan
planchado Como nueva está y graciosa.
y muy brillante calzado. entera. Gira y salta sin parar,
Son bien finos, a fe mía. Baila con tu compañera, que muy sano es el saltar.
Baila, muñequita mía. serán tres para bailar. ¡Vaya baile delicioso!
¡Bien nos vamos a alegrar! ¡Son un grupo primoroso!
3
El cuento del gallo capón
Gabriel García Márquez
Los que querían dormir, no por cansancio sino por nostalgia de los sueños, recurrieron a
toda clase de métodos agotadores. Se reunían a conversar sin tregua, a repetirse
durante horas y horas los mismos chistes, a complicar hasta los límites de la
exasperación el cuento del gallo capón, que era un juego infinito en que el narrador
preguntaba si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que
sí, el narrador decía que no había pedido que dijeran que sí, sino que si querían que les
contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que no, el narrador decía que no
les había pedido que dijeran que no, sino que si querían que les contara el cuento del gallo
capón, y cuando se quedaban callados el narrador decía que no les había pedido que se
quedaran callados, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y nadie
podía irse, porque el narrador decía que no les había pedido que se fueran, sino que si
querían que les contara el cuento del gallo capón, y así sucesivamente, en un círculo
vicioso que se prolongaba por noches enteras.
FIN
4
A un perrito que me mordió antier. atacado por perro ni perrito.
Aquiles Nazoa. Tal nuestro orgullo fue y nuestra presea
en el deporte igual que en el trabajo;
Yo no practico, ¡oh perro!, la venganza, mas llegas tú de pronto con la idea
pero en esta ocasión, a mi manera, de que solomo soy o bien tasajo,
de Aquiles vengador la hiriente lanza y de un solo empellón, maldita sea,
para puyarte a ti blandir quisiera, toda una tradición echas abajo:
pues colgajos creyéndolos de panza ¡Gracias a ti y al diablo que te auxilia,
o acaso medallones de ternera soy el primer mordido en la familia!
anteayer tus diabólicos colmillos Yo consagré a los perros más de un
clavar osaste, ¡oh perro!, en mis fondillos. canto,
No es el dolor, ¡oh perro!, ni es la ira yo en más de una ocasión, con voz canora,
ni tampoco el rencor lo que me impele le supliqué a San Roque, vuestro santo,
a que hoy tuerza las cuerdas de mi lira que os tendiera su mano protectora:
y cual látigo usándolas te pele, hoy os quiero también, pero no tanto,
pues tu mordisco fue, si bien se mira pues si os tuve por buenos hasta ahora,
un mordisco trivial que ni me duele; hoy os encuentro, ¡oh perros!, tan
pero me duelen, sí, mis pantalones, cretinos
y en su nombre te escribo estos que prefiero a los dóciles cochinos.
renglones. Contempla, pues, ¡oh perro!, lo que has
Jamás varón alguno, que yo sepa, hecho:
de todos los que inscribe mi linaje, al hundir en mis glúteos tus colmillos
ni aún cuando jugaban palmo y pepa, no sólo, como he dicho, me has deshecho
rodeados de famélicos perraje, una vasta porción de los fondillos,
o enfrentaban, buscándose la arepa sino que a suponer me das derecho
perros de variadísimo pelaje, que son todos los perros unos pillos...
jamás ninguno fue, vuelvo y repito, ¡Todo esto por morderme a mí, tan seco,
habiendo en este mundo tanto adeco!
5
6