Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Batería Textos para Comentario
Batería Textos para Comentario
ABC
21/11/2020
1
Humanidad inhumana
Nadie puede tener la menor duda de que todos los seres semejantes a
nosotros -quienes esto lean y quien esto ha escrito- somos humanos: aunque
no de la misma estatura ni del mismo color ni procedencias ni esperanzas. No
estoy esencialmente convencido de que, si todos coincidiéramos en todo, la
historia común habría sido mejor que la que hemos vivido y hoy vivimos. La
libertad es una hermosa posesión; sin embargo, no depende el resultado de su
posesión tanto como de su uso: estamos rodeados de pruebas indiscutibles. O
quizá ni siquiera la discusión se produzca: sea quien sea el que utilice su
libertad, siempre creerá -incluso con toda su alma- que el empleo que él le da
es el mejor que puede dársele. Precisamente ahí reside la verdadera diferencia
(y podría usarse en un indefinido plural tal conjunción de adjetivo y sustantivo)
que separa a los seres humanos. Nunca habrá unanimidad, sea cual sea el
problema que se plantee, la dirección que se proponga, el idioma que se hable,
el continente o la isla que se habite. La Humanidad es una cosa -por así decir-;
la humanidad es una virtud que reviste muy diversos aspectos y persigue muy
distintos fines: opuestos con frecuencia... Para entenderse, los humanos
tendrían que ponerse de acuerdo en eliminar demasiadas contradicciones. Ese
supongo que sería el primer paso. No creo que se dé, de verdad, nunca.
El Mundo (9/1/2015)
Antonio Gala
2
Metros cuadrados
Mucha gente cambiaría los objetos por metros cuadrados; el problema es que
la mayoría de esos trastos sólo tienen un valor romántico, sentimental, que no
cotiza ni en los mercadillos de pueblo. Ya me dirán para qué sirve la maleta de
madera con la que papá se fue a Alemania, el televisor en blanco y negro que
conservamos absurdamente debajo de una cama o la impresora portátil que
compramos hace 15 años por si acaso (¿por si acaso qué?).
ABC
3
Aviso a navegantes
Esto es una advertencia: ayer mismo me acosté teniendo 16 años y hoy me he
despertado con más de sesenta. Quiero decir que la vida vuela. Ah, si de joven
yo hubiera sabido que iba a envejecer y que me iba a morir, creo que hubiera
vivido de otra manera. Lo que acabo de decir es una boutade, lo sé; pero, al
mismo tiempo, es cierto que, con los años, llegas a un territorio, el de la vejez y
la Parca merodeante, que antes nunca habías visto con verdadera claridad. Y
entonces te dices: ah, cuánto tiempo perdido. Y no porque mi existencia me
desagrade, al contrario, creo que ha sido y es muy intensa y que he hecho todo
cuanto he querido hacer. Pero con qué nervios, de qué forma tan atormentada
o tan aturullada, cuántas veces he vivido con el cuerpo aquí y la cabeza en otra
parte. Por no hablar de la cantidad de tiempo y de energía perdidos en
tonterías, como, por ejemplo, en creerme fea a los 18 años (cuando estaba
más guapa que nunca), o en reconcomerme de angustia temiendo no estar a la
altura en algún trabajo. Por eso, repito: si yo hubiera sabido que iba a
envejecer y que me iba a morir, hubiera vivido de otra manera. Todo esto viene
al hilo, claro está, del cambio de año. Esto del calendario no es más que una
convención, pero cómo remueve y cómo escuece. En estas fechas es
imposible no dedicar siquiera un minuto a sentir el viento del tiempo contra la
cara, a revisar someramente el pasado, a preguntarte sobre tu futuro. (…) Se
puede aprender, aunque vengas con las heridas más crueles. Se puede
recomenzar una y otra vez. Aviso a navegantes para sortear los escollos de
este año: siempre hay futuro. Nunca seremos tan jóvenes como hoy y la vida
se conquista día a día.
Rosa Montero,
4
Esos crímenes camino de la perfección
El caso español es un ejemplo claro de éxito de las fuerzas de seguridad contra
el terrorismo y, a la vez, un fracaso en el trabajo de deslegitimación de la
subcultura identitaria fanática y excluyente. Un dirigente de la banda que
también era dirigente del partido lo resumía así: «Los que hoy son
considerados terroristas puede que mañana no lo sean. Depende de quién
gane la batalla política».
Sánchez sólo puede considerar normal la relación política con los herederos
políticos de ETA si les da la razón y se conjura, también, como Podemos y
ERC, en la destrucción del régimen constitucional del 78. En otro caso, debería
plantar cara al intento de esta gigantesca operación de negación de
responsabilidad, de blanquearse sin condenar y de seguir legitimando la
operación totalitaria de haber pretendido doblegarnos con sangre y miedo
durante decenas de años en plena democracia.
5
cuerpos de seguridad del Estado y algunos ciudadanos que actuaron como los
verdaderos escudos humanos de las libertades de todos.
El crimen casi perfecto supone vaciar y vaciar de contenido el horror hasta que
no quedan culpables, ni responsables de 40 años de asesinatos y persecución.
Para el crimen perfecto necesitan la bendición de la izquierda a la que
persiguieron. Recién empieza el camino, Sánchez, para cargarse el régimen
del 78 y que nos digan: veis, teníamos razón en mataros. Vosotros, indignos,
impuros.
Los discursos políticos que legitiman el pasado del terror deben ser combatidos
democráticamente, pero eso es lo contrario de la estrategia de adquirir o
mantener el poder con los votos de los que quieren la destrucción de la nación
sobre una propaganda frentepopulista que rompe los grandes consensos de
país para la nada.
Maite Pagazaurtundua
La Razón 20/11/2020
6
Sola y borracha
Luz Sánchez-Mellado
El País 05/03/2020
7
Ofendidos del mundo, uníos
En su libro sobre por qué Woody Allen ha pasado en diez años de ser
admirado maestro cinematográfico a execrable apestado y artista prohibido,
Edu plantea puntos dignos de reflexión sobre el infantilismo maniqueo, la fiebre
neopuritana y políticamente correcta en que se sumen la democracia, la
sociedad y la cultura occidentales, o lo que va quedando de ellas. Una de sus
frases, citando a Daniele Giglioli, resume bien el asunto: “La víctima es el héroe
de nuestro tiempo”. Y añade: “No soporto la estupidez buenista, que es de una
maldad incalculable. Las redes sociales nos han dado la posibilidad de delatar,
reforzar la ortodoxia y ser aplaudidos por ello. La izquierda es paternalista e
infantil. Yo querría una izquierda inteligente, culta, retadora, alejada de esta
izquierda psicologicista y boba”.
8
Es lo que Edu afirma, y tiene razón. Pero no se trata solo de la izquierda
española. A falta de argumentos intelectuales serios, echando las redes en los
caladeros de lo elemental y fácil, toda la sociedad occidental, la mexicana
incluida, se sume en una simpleza sin precedentes en sus treinta siglos de
memoria. Por muy complejo que sea, nada escapa a la aplicación de
ortodoxias de nuevo cuño, propagadas como pandemias a través de las redes
sociales: vida cotidiana, historia, arte, cultura. Todo debe ser contemplado
ahora con la nueva óptica, y cuando escapa a ella es atacado, exterminado. No
se tolera la libertad de pensamiento ni la expresión pública de éste, convertido
en crimen social. Se exige sumisión a un nuevo canon moral de un infantilismo
y simpleza aterradores. Se habla de cordones sanitarios, de espacios seguros.
Las universidades, antaño motor del pensamiento, se han convertido en
sanedrines de corrección política donde se reemplaza la razón por la emoción y
el debate por la ignorancia, con alumnos felices de cantar a coro y profesores
acojonados o cómplices.
Milenio 2020
9
No vimos bastantes muertos
Una de las lecciones que aprendí en los veintiún años que pasé pateando la
geografía de las catástrofes, es que donde no hay foto, donde no hay imagen
que mostrar, no hay reacción. Si no enseñas, no conmueves; y además, la
gente cree que el drama no va con ella, o que ocurre demasiado lejos como
para preocuparse, o que eludir la realidad la pone a salvo. Sobre eso y otras
cosas relacionadas escribí hace tiempo una novela titulada El pintor de
batallas, quizá la más personal y descarnada de cuantas he escrito en estos
treinta años, pues tiene poco de ficción y mucho de realidad. Recuerdos,
remordimientos y fantasmas personales.
Ocurrió muchas veces cuando era reportero: la lucha diaria, crónica a crónica,
telediario a telediario, entre los que estábamos allí, donde fuera, queriendo
mostrar el horror para sacudir conciencias y provocar reacciones, y la censura
de ciertos jefes empeñados en que no fuésemos demasiado explícitos en lo
que mostrábamos. Sangre, pero no demasiada. Muertos, pero pocos y de lejos.
No hiramos sensibilidades, decían. No seamos morbosos, etcétera. No le
estropeemos la negociación a Javier Solana, el pacificador de Europa, porque
hoy le toca besarse en la boca con Radovan Karadžić. Y aquellas maneras de
hace tres o cuatro décadas condujeron a hoy, cuando sale un presentador o
presentadora de telediario con cara muy seria, dice gravemente «les
advertimos de que van a ver imágenes muy duras», y acto seguido, en una
información sobre el zambombazo de Beirut, te enseñan una manchita de
sangre en el suelo, una señora llorando y un par de féretros a lo lejos. Los muy
imbéciles.
Todo lo demás se quedó fuera: fotos que no hemos visto de los ancianos que
morían solos en residencias, dolor de familias enterrando a familiares de los
que no podían despedirse, rostros enfermos y agonizantes, lágrimas de esa
vecina mía que en dos semanas perdió a su marido, a sus padres y se vio ella
misma con su hija en un hospital. Los cuerpos amontonados en las morgues, la
desesperación, la angustia, la muerte de cerca y en directo. Los resultados de
la vida, en fin, cuando la naturaleza, que no tiene sentimientos, se muestra
10
despiadada y mortal. Todo eso nos lo han escamoteado, ocultado a petición
propia; y en su lugar hemos tenido a docenas de políticos contándonos su puta
vida en lugar de la verdad, empresarios perjudicados, médicos y enfermeras
ensalzados como héroes pero al mismo tiempo amordazados para que no
gritasen su horror y desesperación, viudas y huérfanos filmados de lejos para
que las lágrimas no salpicasen la lente de la cámara ni se oyeran sus gritos de
dolor o cólera. Hemos aplicado a todo eso los filtros sociales de rigor, con el
resultado de que cientos de miles de personas han creído que esto era un
pequeño inconveniente que les ocurría a otros, pasajero y relativo. Hemos
olvidado, sobre todo, que el ser humano es un animal tan estúpido que ni
mostrándole de cerca el horror, ni restregándole la cara por la sangre, es capaz
de sentirse personalmente afectado. Hasta que le toca a él, claro. Hasta que
llaman a la puerta y aparece el cobrador del frac y uno pone cara de gilipollas
mientras su mundo, sus seres queridos, su vida entera, se van a tomar por
saco.
No nos han enseñado suficientes muertos. Por eso todos estos meses de
tragedia y dolor no han servido para un carajo. Y aquí estamos. Acabando
agosto puestos de coronavirus hasta las trancas. Protestando porque no nos
dejan bailar en las discotecas.
XLSemanal
11
Francia sobreactúa
El País
20/11/20
12
13