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La democracia argentina: la novedad no es el

desempeño sino la resiliencia*


Fecha de recepción: 21-7-2014
Fecha de aceptación: 22-9-2014

Andrés Malamud**

Argentina no es la novela de terror que muchas veces se cuenta. Combina continuidades desconcertantes como
la inestabilidad económica con gratas novedades como la estabilidad democrática. La inestabilidad económica se
manifiesta en un continuado declive respecto a los países centrales y a los demás latinoamericanos, así como en un
patrón oscilante de crecimiento y recesión. La estabilidad democrática se alcanzó en 1983 y puso fin a 53 años de
péndulo cívico-militar y violencia política. Sin embargo, la democracia argentina contemporánea no se desarrolló
sin contratiempos: aún es proclive a la agitación social y a la interrupción de los mandatos presidenciales. Sus ins-
tituciones parecen menos lubricadas que en Chile o Uruguay. No obstante, a diferencia de Ecuador y Venezuela, las
crisis políticas recurrentes no produjeron quiebres institucionales ni el colapso del sistema de partidos, sino tan solo
su descomposición parcial. La democracia argentina es desordenada y produce políticas públicas subóptimas, pero ya
no cae: se ha tornado resiliente.
La resiliencia democrática está basada en dos factores, uno antiguo y otro nuevo –o más bien, renovado–. El
antiguo es la persistencia del peronismo, a la vez identidad social y organización política que se refuerzan mutua-
mente. El factor renovado es la territorialización, proceso gracias al cual la política subnacional (es decir, provincial
y municipal) se ha convertido en ancla estabilizadora de la política nacional. No es una sorpresa: así era el escenario
antes de que dos partidos de masa, el peronismo y el radicalismo, lo nacionalizaran.
El sistema de partidos presenta un considerable grado de estabilidad. En los treinta años que siguieron a la
apertura democrática de 1983 solo dos partidos, solos o en coalición, han ganado todas las elecciones nacionales, tanto
presidenciales como legislativas. Entre los dos han ganado 163 de las 189 elecciones para gobernador (ver gráfico). Sin
embargo, la mayoría de los estudios afirma que el sistema de partidos está cambiando, ya sea hacia la “normalización”
(replicando los patrones ideológicos de Europa Occidental) o hacia la fragmentación (con el declive de las agrupaciones
tradicionales y la consolidación de nuevas fuerzas). Con Miguel De Luca (2005) argumentamos que esas explicaciones
son incorrectas, presas de confusión conceptual o de errores de análisis. Se confunden conceptos cuando se observa
cambio electoral y se lo llama cambio de sistema partidario. Se erra el análisis cuando se consideran solo uno o dos
niveles del sistema de partidos, en vez de los cuatro existentes en la política argentina.

* Presentado en la conferencia “Argentina hoy y mañana: perspectivas y desafíos”, Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe e
Instituto Watson de Estudios Internacionales, Universidad de Brown, Providencia (RI), 12 de febrero de 2014. Agradezco los comentarios
de María Esperanza Casullo y Ernesto Calvo.
** Instituto de Ciencias Sociales, Universidad de Lisboa. Email amalamud@ics.ul.pt

Nº 17, 2014, 105-110


Revista Argentina de Ciencia Política Nº17 - 2014

Tabla 1: Argentina: gobernaciones por partido, 1983-2015

Los sistemas de partidos presidenciales son más complejos que los parlamentarios. Para comenzar, presentan
dos niveles electorales: el legislativo y el presidencial. El bicameralismo fuerte aumenta la complejidad al agregar un
tercer nivel igualmente relevante, el senatorial. El federalismo completa el cuadro al establecer un nivel subyacente
de interacciones que influye en los tres niveles nacionales. Solamente cuatro países en todo el mundo presentan los
cuatro niveles de competencia que resultan de la combinación de presidencialismo, bicameralismo fuerte y federa-
lismo: Argentina, Brasil, México y Estados Unidos. Pero Argentina es el único donde los partidos están inscriptos a
nivel provincial, lo que permite la existencia de partidos provinciales y promueve la provincialización de los partidos
nacionales en lo que refiere a arraigo social, nominación de candidatos, carreras electorales, orientación de las polí-
ticas y, sobre todo, liderazgo. La combinación resultante impone altos costos de entrada a los outsiders, beneficiando
considerablemente a los insiders. Además, permite que los cambios en una arena sean compensados por cambios
opuestos en otra. Este complejo mecanismo ha funcionado como ancla, estabilizando la estructura de competencia
nacional y ayudándola a persistir.
Aparte de la dimensión institucional, la territorialización de la política es visible en el impacto de la movilización
callejera. En esta arena el peronismo y la política local convergen y se refuerzan mutuamente. Por ejemplo, según la
creencia popular, los sucesos de diciembre de 2001 que llevaron a la renuncia de dos presidentes fueron provocados por
la revuelta popular y resueltos por vías parlamentarias (Malamud, 2013). Sin embargo, hubo un tercer factor detrás
del origen y resultado de la crisis: la acción de dirigentes subnacionales peronistas. Fueron intendentes peronistas del
Conurbano los que encuadraron las manifestaciones (y no una movilización espontánea), y fue en las reuniones de
gobernadores que se tomaron las decisiones clave (que el Congreso solo ratificó). Lo partidario y lo subnacional son
elementos clave para comprender tanto los períodos normales como los excepcionales de la política argentina. Los
que magnifican la importancia de la opinión pública, los líderes de popularidad y las rupturas históricas no pueden
explicar las elevadas tasas de reelección y la estabilidad de la clase gobernante.

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Quienes aseveran que la política argentina ha atravesado cambios significativos destacan la transformación del
peronismo, de partido laborista a máquina electoral con Menem (Levitsky, 2003) y de partido neoliberal a progresista
con los Kirchner. Esta descripción es correcta, pero su corolario lo es menos, porque la supervivencia y maleabilidad del
peronismo no son novedad. Al contrario, estas características son constitutivas de su naturaleza. La verdadera novedad
de la última década es el declive del radicalismo (Torre, 2003), que no ha llegado a desaparecer, pero estuvo cerca. Esto
ha provocado un desequilibrio en el sistema de partidos que fomentó la escisión y proliferación del peronismo más que
la emergencia de un tercer partido que substituyera a la UCR.
El desequilibrio del sistema de partidos se refleja en varios indicadores. Por ejemplo, de las siete elecciones
presidenciales que se celebraron entre 1983 y 2014, la UCR ganó dos y el PJ cinco. Sin embargo, la primera fue
incapaz de finalizar sus mandatos, mientras que el segundo no solo ha concluido los propios sino también los de
su rival (ver tabla 2).

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Tabla 2: mandatos presidenciales ganados y completados por partido

Victoria 1958 1963 1999


1916 1922 1928 1983
presidencial UCRI UCRP ALIANZA
UCR

Mandato
SÍ SÍ No No No No No
completado

Victoria
1946 1952 1973a 1973b 1989 1995 2003 2007 2011
presidencial
PJ

Mandato
SÍ No No No SÍ SÍ SÍ SÍ …
completado

Este desempeño diferenciado muestra que ambos han estado a la altura del desafío electoral, pero solamente uno
ha superado el desafío de gobernar –entendido minimalistamente como durar–. Se han propuesto dos interpretaciones
para explicar este contraste: una es externa y enfatiza la estructura institucional, que sistemáticamente sobrerrepresenta
al PJ otorgándole mayoría en el Senado y en las gobernaciones provinciales; la otra es interna y destaca el arraigo
social –lo que hace que las personas sean peronistas en lugar de meramente votar por el peronismo (Ostiguy, 1998)–
y el excepcional grado de flexibilidad del peronismo, a la vez que señala la rigidez doctrinaria de los radicales como
causa del fracaso adaptativo. Ambas interpretaciones son complementarias.
Si la base de la política es provincial, no todos los partidos se encuentran igualmente equipados para sacar be-
neficios. El peronismo cuenta con ventajas comparativas respecto al radicalismo para ganar y conservar más gobiernos
provinciales y locales. Esta ventaja partidaria “se basa en las diferencias que existen en el acceso a fondos públicos y
a la utilidad electoral del uso de recursos públicos” (Calvo y Murillo, 2004: 742). Una vez que el peronismo traduce
esta ventaja en cargos institucionales, tiene mayor capacidad para construir mayorías nacionales y gobernar solo –o
para evitar que otros gobiernen–. Esto explica algunas de las dificultades que han tenido que enfrentar los presidentes
radicales. Aunque tanto Alfonsín como De la Rúa fueron capaces de forjar coaliciones y de lograr la aprobación de
buena parte de su agenda en el Congreso o por decreto, ninguno logró adaptarse a los desafíos cambiantes del gobierno.
Visto lo pasado, ¿cuáles son las perspectivas para lo que viene? Si los patrones actuales persisten, el siguiente
escenario es probable:

1. Cristina Kirchner finalizará su mandato, como lo hacen los peronistas electos, a pesar de las dificultades económicas
y la agitación social. Durante el último año sus esfuerzos se dividirán entre estabilizar la economía y conducir la
sucesión partidaria.
2. El próximo presidente reunirá dos características: será peronista y habrá ocupado un cargo ejecutivo subnacional,
probablemente gobernador o intendente de un municipio importante.
3. La oposición no peronista se unirá en una o dos grandes coaliciones, y esa decisión tendrá impacto en el número
de candidatos peronistas que se postulen a la presidencia. Cuanto más unida (y amenazante) la oposición, más se

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unirá el partido oficialista. El peronismo es creativo pero reactivo, por lo que resulta más efectivo para adaptarse
a situaciones cambiantes que para moldearlas.

Por supuesto, los cisnes negros existen y no pueden descartarse situaciones excepcionales. Potenciales líderes
pueden fallecer inesperadamente, los gobernadores no son las únicas barajas del mazo y los radicales esporádicamente
triunfan en elecciones presidenciales. Admitir estas posibilidades enriquece el análisis y la práctica política.
El foco sobre el peronismo y las provincias enfatiza las continuidades históricas que subyacen a la política
argentina, independientemente de cuán revolucionarios parezcan ciertos acontecimientos. Jorge Luis Borges aseguraba
que “los peronistas no son ni buenos ni malos, son incorregibles”. El genial escritor aludía a una manifestación de
resiliencia, acaso el rasgo distintivo de la política nacional. Por eso Argentina es tan déjà vu, porque el mañana suele
parecerse al ayer una y otra vez.

Bibliografía

Calvo, Ernesto; Murillo María V., (2004), “Who Delivers? Partisan Clients in the Argentine Electoral Mar-
ket”, en American Journal of Political Science, v. 48, n°4, pp. 742- 57.
De Luca, Miguel; Malamud, Andrés (2005), “The Anchors of Continuity, Party System Stability in Argen-
tina, 1983-2003”, Joint Sessions of Workshops of the European Consortium for Political Research (ECPR),
Granada, 14-19 de abril.
Levitsky, Steven (2003), Transforming Labor-Based Parties in Latin America. Argentine Peronism in Com-
parative Perspective, Cambridge, Cambridge University Press.
Malamud, Andrés (2013), “Social Revolution or Political Takeover? The Argentine Collapse of 2001 Reas-
sessed”, Latin American Perspectives, Online First.
Ostiguy, Pierre (1998), ‘Peronism and Anti-Peronism: Class-Cultural Cleavages an Political Identity in Argen-
tina’, Unpublished Ph.D. Dissertation, Department of Political Science, University of California at Berkeley.
Torre, Juan Carlos (2003), “Los huérfanos de la política de partidos. Sobre los alcances y la naturaleza de
la crisis de representación partidaria”, en Desarrollo Económico v. 42, N°168, pp. 647-65.

Resumen

La democracia argentina es desordenada y produce políticas públicas subóptimas, pero ya no cae: se ha tornado
resiliente. Ello se basa en dos factores, uno antiguo y otro nuevo –o más bien, renovado–. El antiguo es la persistencia
del peronismo, a la vez identidad social y organización política que se refuerzan mutuamente. El factor renovado es
la territorialización, proceso gracias al cual la política subnacional (es decir, provincial y municipal) ha vuelto a ser
el ancla estabilizadora de la política nacional. El resultado es la recurrencia de patrones pasados.

Palabras clave:

Argentina - democracia - partidos políticos - política subnacional

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Abstract

Argentine democracy is arguably messy and delivers poor policy outcomes, but it has become resilient. This is
based on two factors, one of them old and the other new – or rather refurbished. The old factor is the persistence of
Peronism, both a sociopolitical identity and a political organization that reinforce each other. The refurbished factor is
the territorialization of politics, as a result of which subnational politics has become the anchor of national politics –as
a century ago. As a result, past trends are likely to persist in the coming years.

Keywords:

Argentina - democracy - political parties - subnational politics

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