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© Comité Internacional de la Cruz Roja

Colombia: indígenas afrontan riesgos de


accidentes por artefactos explosivos
12-10-2011 Reportaje
Colombia sigue registrando una de las más altas tasas en el mundo de víctimas por
contaminación por armas. Este flagelo deja profundas secuelas físicas y psicológicas
entre la población que vive en medio del conflicto armado.

Hace unos meses, los indígenas Nasa -que habitan un resguardo en el departamento del
Cauca- se llevaron un enorme susto. Como si de una advertencia divina se tratara, un
rayo que cayó en la cima de una montaña sagrada para los indígenas hizo detonar dos
artefactos explosivos que nadie de su comunidad sabía que estaban ahí. Desde entonces,
los alumnos del colegio del pueblo ya no pueden hacer excursiones ni a éste ni a ningún
otro cerro en los alrededores. La medida la implementaron los profesores para proteger
a los niños.

Una historia de muchas guerras


Hace 25 años, este pueblo sufrió los primeros dolores por causa del conflicto armado. El
momento más duro, cuentan sus habitantes, lo vivieron hace 10 años con una incursión
violenta de un grupo armado en la zona. Narran los pobladores, quienes al hablar de
esto aún rompen en llanto, que los hombres armados cometieron actos indescriptibles
contra otros indígenas en medio de la comunidad atemorizada. Fue una experiencia de
sólo dos días pero que bastó para marcar la memoria y la vida del pueblo.

Tras esta incursión armada, la comunidad se unió y se organizó por la vida y la dignidad
del pueblo. Desde hace varios años, los educadores han realizado programas de
convivencia, fortalecimiento comunitario, participación y resolución de conflictos por
medio de clases de arte, danza, talleres sobre violencia intrafamiliar, trabajo
comunitario, seguridad alimentaria, rutas seguras y valores culturales indígenas. Por su
parte, gobernadores indígenas han estado pidiendo a los grupos armados que respeten
las reglas de la guerra y que mantengan la población al margen del conflicto.

Tras la explosión en la cima de la montaña, vuelve el temor. Aunque ningún habitante


de esta zona ha sido víctima de explosivos hasta la fecha, la población estableció varias
medidas de prevención: los niños del casco urbano deben estar en casa a las 6 de la
tarde y los de las zonas rurales deben regresar a casa después del colegio. Si alguno
tarda más de lo debido, la comunidad se lanza en su búsqueda.

Por su lado, el CICR dictó información básica sobre comportamientos seguros a 235
estudiantes del colegio, 60 padres de familia y 24 profesores del resguardo. Muchos ya
conocen de memoria las reglas: evitar recoger objetos extraños de los caminos y entrar
en casas abandonadas, transitar por las vías principales y evitar frecuentar áreas de
campamentos ocupados o abandonados. El objetivo de estos talleres es el de mejorar los
mecanismos de autocuidado de las mismas comunidades.

"En Colombia, la contaminación por armas se presenta de forma muy diversa", explica
Adrián Estrada, del CICR en Cali. "Puede ser que un habitante encuentre en el camino
restos explosivos de guerra que quedan en el campo o la selva después de un combate,
municiones y explosivos abandonados, o artefactos explosivos improvisados. Es muy
importante que los pobladores sepan cómo evitar accidentes y qué hacer en caso de una
emergencia".

Con juegos y dibujos para los más pequeños y talleres para los más grandes, el CICR en
Colombia capacita cada año a más de 11.000 personas de zonas de alto riesgo. Este
trabajo, que también realiza la Cruz Roja Colombiana, busca reducir el número de
accidentes sufridos por la población civil por presencia de este tipo de restos explosivos
en las zonas rurales donde habitan. Igualmente, el CICR explica la Ruta de Atención y
los derechos de las víctimas de la violencia (incluidas las víctimas de contaminación por
armas) a las comunidades, las autoridades locales y los servicios de salud.

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