Está en la página 1de 8

Cadenas Invisibles

CAPÍTULO 1: LOS ORÍGENES


La lluvia caía sobre mi rostro y en mi agonía solo pensaba una cosa, en cómo acabe
en esta situación tan desgarradora, viendo morir ante mis ojos a la mujer que amo y
ver mis sueños esfumándose . . . sabiendo bien que era mi fin, con mis últimos
esfuerzos comienzo a recordar el inicio de mi desgracia, donde pase diversas
travesías en mi ciudad natal Ayacucho
(Gritos de Milagros) ¡Suéltame, papá!, ya te dije que no haré lo que tú quieras, si
tanto quieres dinero ve y consíguelo tú. (Bofetada del padre)
Justino: Mira mocosa soy tu padre y mientras tú vivas en mi casa estás son mis
reglas. (con voz estragada y desaforada)
(siguen peleando)
Era pequeño en aquel entonces, sin embargo, para mi corta edad ya había
experimentado la cruda realidad de la miseria.
Herminia: (empuja a Ernesto), y tú qué te haces escondiendo, anda ve y consigue
mi dinero que ya tengo suficiente con soportarte. (con voz atropellada y protesta)
Mi madre Herminia era muy intimidante, que me ponía los pelos de punta. . . no
podía ante ella articular palabra alguna.
Herminia: (alza la voz) ¡Anda ve ahora que esperas!
Milagros: (se voltea hacia la madre) deja a Ernesto en paz tan solo tiene 7 años
como puedes ser tan insensible con un niño. (con voz resuelta)
Al escuchar esas palabras salir de la boca de mi hermana sabía que algo malo
pasaría, así que me apresure y agarre su mano, juntos salimos corriendo de casa,
después de todo no era la primera pelea que había. (con tono de veracidad)
Justino: (Tira un palo hacia los hijos) será mejor que cuando vuelvan traigan algo
de dinero, porque si no se las verán conmigo. (con voz energética y desquiciada)
Herminia: Malditos mocosos, te lo dije Justino en mala hora los tuvimos, solo saben
estorbar debimos hace tiempo abandonarlos.
Justino: Tranquila mujer, que si los dejamos no tendremos dinero para unas
cuantas cervezas. (con tono malicioso y ebrio)
Ernesto: Mi hermana y yo fuimos a conseguir algo de dinero, sin embargo, en estos
tiempos de crisis conseguir unas cuantas monedas, ya de por sí es un lujo.
Caminando bajo la oscura noche y con la luna como su única guardiana, con los
ojos llorosos y la preocupación constante del que pasaría cuando llegaran a casa,
Ernesto encontró un periódico tirado a centímetros de sus pequeños pies descalzos:
(inserta periódico)
Ernesto: Hermana que es eso, ¿qué dice ahí? (con aire inquisitivo)
Milagros: Solo puras cosas malas como siempre, no te preocupes Hermanito, ya
vas a ver qué en cuanto pueda, nos vamos para la capital a conseguir un mejor
futuro. (con tono comprensivo)
Ernesto: Pasadas unas horas mi hermana y yo llegábamos a casa, con unas
cuantas monedas en los bolsillos, sin embargo, sabíamos que pronto serían
arrebatadas por nuestros padres, al entrar lo único que encontramos fue pan de
días pasados y agua, sin embargo, nosotros, ya sabíamos las consecuencias, al
haber echo enojar a nuestros padres.
Justino: ¡Hasta que al fin llegan le arrebata el poco dinero que se la última vez que
se desaparecen, tira de mal agradecidos encima que paramos trabajando en la
chacra para mantenerlos y nos pagan así! (con tono violento)
Herminia: ¡Ya era hora, ya vámonos Justino que la Milagros se quede con el
Ernesto ahí!
Milagros: (Susurra) como siempre. . .
Pasado ya el medio día, llegaron nuestros padres ebrios y con un balde de leche.
Justino: Ahí está para que luego no se anden quejando del hambre que llevan, y
por favor a su madre ni a mi nos despierten, que andamos demasiado agotados.
(El padre y la madre se echan en un sofá)
Ernesto: Apenas llegaron mis padres, habían llenado la casa con olor a alcohol,
odiaba ese olor porque solo me recordaba lo infeliz que era mi vida, me apresure a
abrir las ventanas, sin embargo, al asomarme sabía que había llegado el peligro.
Ernesto: (grita) ¡Ahí vienen los terrucos!, ¡Ahí vienen!
Milagros: Como es posible, ni siquiera la comunidad aviso de que llegaban. (corre
hacia los padres) (con tono de increpar a alguien)
Milagros: ¡Despierten por favor! (Los mueve) ¡maldición despierten o estaremos en
grave peligro!
Milagros: ¡Ernesto! (lo toma del brazo y se dirige hacia las tinajas) Escóndete
hermanito (lo cubre con una tinaja) tranquilo no permitiré que te pase nada malo,
todo va a estar bien, ya vas a ver, confía en tu hermana.
Ernesto: Hermanita tengo miedo, no me dejes aquí solo, ven conmigo, por favor.
(abatido por el miedo y entre lágrimas).
Milagros(hermana): Ay pequeñito no puedo, necesito ver por nuestros padres,
quédate aquí por favor y no salgas por nada del mundo, cuando todo pase diré tu
nombre y te sacaré de aquí.
Ernesto: A tan solo unos pasos se hallaban los terroristas, el pánico irrumpió en mi
alma, escuché un fuerte impacto y supe de inmediato que había ingresado a mi
casa, quedé completamente atónito al escuchar cómo mis padres no mostraron el
más mínimo interés ni por mi hermana que estaba ahí con ellos ni por saber dónde
o cómo estaba yo, solo se levantaron y empezaron a gritar como si hubiesen
perdido la cordura por el alcohol.
Lo último que escuché ese día fueron dos disparos que estremecieron todo mi ser y
los gritos desgarradores de mi indefensa hermana.
Ernesto: Al llegar la noche, el silencio era el protagonista de mi soledad,
preocupado y nervioso por lo que había sucedido decidí levantar un poco la tina y y
fijarme que ya todo había pasado, de repente vi a mi hermana tirada en el suelo frío
y con toda la ropa hecha pedazos, era muy pequeño para entender lo que pasaba,
ahora comprendo el porqué de sus largas noches de llanto cuando me decía que no
pasaba nada.
Ernesto: Hermanita, ¡Hermanita! Despierta por favor, que fue lo que pasó, ¿¡estás
bien!? ¿Qué te hicieron esos malvados?, ¿Y dónde están nuestros padres?
Milagros: Ellos... Ellos no van a volver Ernestito (dice entre lágrimas)
Ernesto: Intenté voltear para ver qué era lo que había sucedido, pero Milagros me
detuvo y me abrazó con las pocas fuerzas que tenía.
Recuerdo que, al día siguiente al llegar la mañana, alistamos nuestras pocas ropas
y partimos con rumbo a la capital en busca de un escape de la tragedia que nos
estaba atormentando, con la ilusión de empezar una nueva vida lejos de todo lo
malo.

CAPÍTULO 2: LA CIUDAD DE LOS REYES
No sabíamos cómo nos íbamos a transportar, pero de ningún modo podríamos
volver a nuestro hogar, en eso vimos un camión de mercadería con destino a Lima,
era ahora o nunca, rápidamente y sin hacer mucho ruido nos colamos al camión de
carga y nos tapamos con unos sacos de por ahí.
Milagros: Shh... no vayas a hacer ruido, que, si nos llegan a escuchar, nos bajan y
quien sabe las consecuencias que esto nos traiga.
(Por primera vez fui el niño más tranquilo y callado inundado por el terrible
miedo que sentía)
Ernesto: Fue un viaje largo y lo único que pudimos tomar como alimento fueron
unos choclos crudos, era lo único que estaba cerca de nuestro alcance pues cuando
el hambre abunda la comida escaza.
Al escuchar el bullicio en las calles y la distinta manera de hablar de la gente,
supimos que al fin habíamos llegado a Lima. Tuvimos que esperar el momento justo
para salir del camión a investigar los alrededores, la gente al nuestro alrededor se
nos quedaba viendo con extrañeza como si fuéramos de otro mundo, aun así, no le
tomamos importancia, después de todo venimos hasta Lima para iniciar una nueva
vida.
Fuimos caminando por las calles y visitando distintos lugares para ver si teníamos
suerte encontrando un trabajo, pero la gente de aquí nos trataba como poca cosa.
Ernesto: ¡Au! Me duele mucho la barriga y me duelen los pies de tanto andar y
andar (quejidos de dolor)
Milagros: Ay hermanito ojalá pronto consigamos trabajito, así podremos siquiera
conseguir un lugar donde pasar la noche y algo de alimento.
Ernesto: Llegada la noche y y sintiendo un dolor enorme por el hambre no nos
quedó más opción que recorrer las calles en busca de limosna para poder comprar
aunque sean unos par de bizcochitos, pero lamentablemente la gente era muy cruel
y no nos quisieron dar nada. Era tanta nuestra sed que tuvimos que pedirle un poco
de agua a un señor que trabajaba en un kiosco.
Ernesto: Tengo mucha sed hermanita, ¿crees que podamos pedirle agua a ese
señor?
Milagros:Es arriesgado, nos pueden secuestrar o algo peor.
Ernesto: Por favor Milagros ya no puedo seguir así, vamos, se ve que es buena
gente.
Milagros: Está bien vamos (dice con voz de cansancio) (toma la mano de
Ernesto y se acerca al señor) Señor disculpe, recién hemos llegado a la capital
desde provincia, mi hermanito tiene mucha sed, tendría un poco de agua para
darnos, por favor.
Ernesto: Hasta ahora recuerdo la cara de ese señor como si hubiese sido la
primera vez, ese señor se convirtió en el padre que nunca pude tener, era amable,
comprensivo y trabajador, sin duda tuvo un gran impacto en nuestras vidas, fue una
esperanza para nosotros cuando creíamos que todo ya estaba perdido.
Don Armando: ¡Qué!, pero niños cómo han podido llegar hasta aquí solos, ¿dónde
están sus padres?.
Milagros: Señor, es una historia algo larga de contar, solo puede darnos agua, se lo
pido, solo un poco.
Don Armando: Tomen esto (les da dos botellas de agua y unas cuantas
galletas de su kiosquito) necesitan comer algo más y estar en casa, miren como
están, estas no son horas para que dos niños como ustedes estén por ahí rondando
las calles de Lima.
Milagros: Lo sabemos señor, pero no tenemos más opción.
Ernesto: No tenemos casa ni quien nos cuide o nos espere (Dice con nostalgia).
Don Armando: Ay niños, pues mi casa no es muy grande, pero al menos no
pasarán frío esta noche y estarán seguros.
Milagros: Nosotros no vamos con usted, no sabemos sus intenciones, que nos va a
hacer eh?
Don Armando: Entiendo cómo se sienten y qué es lo que piensan, lo sé porque viví
la misma situación que ustedes, pero no pienso hacerles nada, no soy un monstruo,
vengan conmigo, no es seguro que esten aquí de noche.
Milagros: (mira con recelo, pero accede al final)
(Caminan junto a Don Armando hasta llegar a la casa)
Don Armando: Bueno niños, ya llegamos, acomodense por ahí en la cama, yo
dormiré en el sofá.
Milagros: Señor, por qué es tan amable con nosotros?
Don Arrmando: (dice con nostalgia) Porque yo he pasado por lo mismo que
ustedes, llegué a Lima hace más de 20 años,en busca de nuevas oportunidades,
sufrí mucho en las calles, en ese entonces tenía treinta y tantos, estaba recién
casado.
(Ernesto y Milagros escuchan atentamente la historia de Don Armando)
Ernesto: ¡¿Tenía esposa?! (dice con asombro).
Milagros: Ernesto, no seas maleducado
Ernesto: Lo siento, señor.
Don Armando: No te preocupes pequeño y nada de señor, a partir de hoy para
ustedes soy Don Armando; sí tenía una esposa, ella era muy linda, tenía una
hermosa sonrisa con la que era capaz de hacer de mi mundo uno mejor, manos
cálidas y suaves y unos ojos tan bellos como el amanecer en un campo de flores.
Ernesto: ¿Y como se llamaba su esposa?
Don Armando: Beatriz, era su nombre, ¡esperen, tengo una foto de ella! (Les
muestra la foto).
Ernesto: esa señora es muy linda (dice emocionado), mira Milagros (le enseña la
foto).
Milagros: Sí, era muy linda, ¿y donde está ella ahora Don Armando?
Don Armando: Ella murió hace algunos años, la última promesa que le hice fue que
siempre sonreiría por ella sin importar que pasará. Bueno ya, es hora de dormir,
vamos vamos, vayan a la cama y abriguense bien.
Ernesto: Don Armando (dice con timidez) podría darme algún trabajo, puedo
ayudarle con los periódico, llevarle encargos o hacerle mandados, quiero ayudar a
mi hermanita.
Don Armando: Uy mira tú, estás de suerte, justo necesitaba un canillita que lleve
los periódicos por el barrio, mañana comienzas eh, descansa bien para que tengas
energía, después de repartir los periódicos regresa a la casa.
(Milagros y Ernesto se van a dormir felices).
Ernesto: Al día siguiente nos levantamos temprano y acompañamos a Don
Armando hasta su kiosco, empecé a repartir los periódicos, Milagros insistió en
acompañarme; hasta que llegamos a una casa enorme, era como un palacio, al
tocar el timbre una amable señorita salió.
Milagros: Buenos días venimos a dejar el periódico del día.
Sirvienta: ¡Ah!, muchas gracias (Ve a los niños irse) (Llama a Milagros) ¡Ey, niña!,
no te gustaría trabajar aquí, mis patrones ultimamente han estado necesitando más
servidumbre, si quieres, acompañame y te presento ante ellos.
(Se le ilumina la mirada a Milagros)
Milagros: ¡Sí! Justo estaba buscando trabajo, sería una gran oportunidad,
espérame aquí Ernesto ahora vuelvo ¿sí?.
(Entran y se dirijen a la sala donde estan los patrones)
Sirvienta: Doña Patricia y Don Luis, vengo a traerles a una muchacha para el
puesto de sirvienta (Dice con entusiasmo).
Milagros: Buenos días señores mi nombre es Milagros vengo de Ayacucho, me
gustaría poder tomar el puesto de sirvienta que ofrecen, de verdad necesito el
trabajo, no los voy a defraudar si deciden contratarme.
Doña Patricia: Mira chiquita no nos interesa tu historia, menos palabrería, ¿puedes
venir todos los días?.
Don Luis: No seas grosera Patricia, disculpe a mi esposa señorita, sí es verdad,
necesitamos personal, si necesita el puesto , peude empezar hoy mismo.
Doña Patricia: Ay Luis, no sé como puedes actuar tan calmado y aceptar a esta
gente, pero ya, solo porque no creo que nadie más venga por el puesto.(se dirige a
Milagros con rigidez) mira niña, aquí no es como en tu chacra, quiero que me
tengas las cosas relucientes y nada de andar de confianzuda o peor aún de ratera,
que te quede claro.
Milagros: (Incómoda y molesta) Sí señora, no tiene de qué preocuparse.
Doña Patricia: Eso espero chiquita, yaya mañana ven temprano, que no aceptamos
tardonas.
(La sirvienta acompaña a Milagros al portón)
Sirvienta: ¡Muy bien amiguita, sabí que la ibas a hacer!
Milagros: Muchas gracias por la ayuda (Dice sonriente)
Ernesto: ¡Hermanita! ¿Qué tal te fue?
Milagros: ¿Adivina qué? ¡Ya tengo trabajo!
Ernesto: ¡¿Qué?! ¡Que buena noticia hermanita!
(Se van a casa de Don Armando y celebran la noticia)
CAPÍTULO 3: ¿EL SOL VUELVE A BRILLAR?

También podría gustarte