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La Celestina Fernando de Rojas Adaptacion de EouarDo ALONSO llustraciones de FRANCISCO SOLE Y FUENCISLA DEL AMO A un amigo is Los que estan ausentes de su tierra suelen pensar en las caren isanos padecen con el propésito de buscarles remedio. Por eso, recogi- a, he pensado muchas veces do en mi cdmara' y echando a volar la fants eu que esta obra es necesaria para una ciudad como la nuestra, que tiene una muchedumbre de galanes y enamorados. Y también he pensado que podia serte util a ti, amigo mio, debido a que el amor ha lastimado cruel- mente tu juventud porque no disponias de armas defensivas para resistir sus fuegos. Contra el amor no valen las armas que se fabrican en las grandes herrerias de Milin, pero si sirven las que estan grabadas en estas paginas, escritas por sabios varones de Castilla, Yo encontré el primer ac- to de esta obra y al instante admiré su ingeniosa labor y su estilo elegan- te, nunca antes visto ni ofdo en lengua castellana. Lo lef tres 0 cuatro ve- ces, y cada vex ine agradaba mis. No slo me complacfa su argumento, sino sus pasajes graciosos y sus sentencias, unas filoséficas y otras relati- vas a avisos contra sirvientes aduladores? y desleales y contra hechiceras engaftosas. Este primer acto no llevaba la firma de su autor, que fue, se~ atin unos, Juan de Mena, y segxin otros, Rodrigo Cota.? Pero fuese quien mara: habitacién fulador: el que alaba a alguien con exagera Para la autoria del primer acto de la obra, véase la Introduccion (pp. 8-9). ‘én, falta de sinceridad 0 con propésito servi LA CELESTINA fuese, jqué gran fildsofo cra! Y si él oculté su nombre por temor a las len- guas dafiinas que sdlo son capaces de hacer reproches, no os extrafie que yo también oculte el mio, sobre todo si se tiene en cuenta que yo no soy més que un estudiante de Derecho y que, por Io tanto, esta obra es ajena a las materias que estudio, por no hablar de que la escribf en tan sdlo quince dias de vacaciones.’ Digo esto para disculparme contigo y con cuantos lean lo que he escrito. 4 Fernando de Rojas, en efecto, no quiso que su nombre figurase en Ia portada del libro, pero en cambio lo hizo constar en Jas primeras letras de unos versos con que prologé la obra (y que en esta adaptacion no hemos creido conveniente reproducir). Por otra parte, cl autor se presenta a si mismo como un escritor humilde e inexperto para que el lector juzgue la obra con benevolencia. 38 Prdlogo a la Tragicomedia «Todas las cosas nacen de Ja lucha», escribié aquel gran sabio Heraclito,' y el admirado poeta Francisco Petrarca lo corrobord con las siguientes palabras: «La naturaleza, madre de todo, no ha engendrado nada que no esté en permanente hicha y contienday; y afiade: «los elementos de Ja na- turaleza pelean entre si: tiemblan las tierras, se revuelven los mares, cre- pitan Jas Hamas, los vientos se hacen perpetua guerra y todos batallan contra nosotros». Y asi es, en verdad, pues el ver no no agobia con su cesivo calor y el invierno con frios desapacibles. Todo lo que nos sos tiene nos hace la guerra, por lo cual hay que temer los grandes terremo- tos y torhellinos, los incendios y naufragios, las violentas inundaciones, el bramar de los truenos, el impetu de los rayos, en fin, todos los movi- vientos de la naturaleza. Y otro tanto ocui re entre los animales, pues no hay especie de peces, fieras, aves y serpientes que no esté en guerra con tra. El ledn persigue al lobo, el lobo a la cabra, el perro a la Tiebre, y asi dria seguir hasta acabar la cuenta. El poderoso clefante se espanta y 1 Para el filésofo griego Heraclito (siglo v a.C.) todo en la vida esti en un movimiento y cambio incesante que se gobierna por el intento de armonizar firerzas de signo contrario. » asi como mucha 2 Las ideas expuestas en otras expresadas a lo largo de la obra, estan tomadas del libro Sobre fos remedies contra préspera y adversaj renacentista italiano Francesco Petrarca (1304-1374), ste prdloy tuna, del poeta 39 LA CELESTINA huye al ver un sucio ratoncito, y hasta se aterroriza sélo de oirlo.' El basi- lisco, que es la mas venenosa de las serpientes, mata con la vista.’ La vi- bora hembra, en el momento de aparearse, abre la boca para que el ma- cho meta dentro la ¢ beza, pero con el placer que siente, aprieta con fuerza las mandibulas y lo mata; ella queda entonces prefada, y cuando llega la hora de nacer, el primer hijo le rompe el vientre, por donde salen ély todos los demas, matandola y tomando asi venganza de la muerte de su padre.’ ¢Hay mayor lucha y guerra que engendrar en tu propio cuerpo a quien se come tus entrafias? Pues no es menor la lucha natural entre los peces. Aristételes y Plinio cuentan maravillas de un pez pequefio llamado echeneis, capaz de detener un gran navio empujado por toda la fuerza de los vientos.* ;Oh natural contienda, digna de admiracién, que un peque- fo pez pueda mas que una nave! Y si observamos las menudas enemista- stin creadas des que se traen las aves, afirmaremos que todas las cosas para la lucha, Halcones, aguilas y gavilanes viven de la rapinia. Los mila- nos atacan a los pollos domésticos y los Se dice que en el océano Indico hay un ave enorme llamada rocho que no sélo levanta con el pico a diez hombres hasta las nubes, sino a un navio con todo su aparejo y toda su tripulacién.” Luego se leva el barco por los aires y con los meneos del vuelo se caen los pobres marineros, que de este modo reciben una muerte muy cruel.

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