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HORA SANTA

MES DEL SANTO ROSARIO

A Jesús, por María

"Oh Rosario bendito de María, dulce cadena


que nos une con Dios".
(Beato Bartolomé Longo, apóstol del Rosario)
CANTO INICIAL
ADORO TE DEVOTE (Latín)

Adoro te devote, Fac me tibi semper


latens Deitas magis credere
Quae sub his figuris In te spem habere,
vere latitas te diligere.
Tibi se cor meum
totum subiicit O memoriale
Quia te contemplans mortis Domini
totum deficit. Panis vivus, vitam
praestans homini
Visus, tactus, gustus Praesta meae menti
in te fallitur de te vivere
Sed auditu solo Et te illi semper
tuto creditur dulce sapere.
Credo quidquid dixit
Dei Filius Pie pellicane,
Nil hoc verbo Iesu Domine
Veritatis verius. Me immundum munda
tuo sanguine
In cruce latebat Cuius una stilla
sola Deitas salvum facere
At hic latet simul Totum mundum quit ab
et humanitas omni scelere.
Ambo tamen credens
atque confitens Iesu, quem velatum
Peto quod petivit nunc aspicio
latro paenitens. Oro fiat illud
Quod tam sitio
Plagas, sicut Thomas, Ut te revelata
non intueor cernens facie
Deum tamen meum Visu sim beatus
te confiteor. tuae gloriae. Amén.
ADORO TE DEVOTE
(Castellano)

Te adoro con devoción, Dios escondido,


oculto, verdaderamente, bajo estas apariencias.
A Ti se somete mi corazón, por completo,
y se rinde, totalmente, al contemplarte.

Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto,


el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza.
Creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios,
nada es más verdadero que esta palabra de verdad.

En la Cruz se escondía sólo la Divinidad;


pero aquí se esconde también la Humanidad.
Sin embargo, creo y confieso ambas cosas
y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.

No veo las llagas como las vio Tomás;


pero confieso que eres mi Dios.
Haz que yo crea más y más en Ti,
que en Ti espere y que te ame.

¡Memorial de la muerte del Señor!


Pan vivo, que das vida al hombre,
concede a mi alma que de Ti viva
y que siempre saboree tu dulzura.

Señor Jesús, Pelícano bueno,


límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre,
de la que una sola gota puede liberar,
de todos los crímenes, al mundo entero.

[3]
Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego
que se cumpla lo que tanto ansío,
que, al mirar tu rostro, cara a cara,
sea yo feliz viendo tu gloria.
Amén.

Monitor: Ante Ti, Jesús Sacramentado, rendimos


todo nuestro ser y, de la mano de tu Santísima
Madre, nos disponemos a iniciar esta Hora Santa.
Somos felices de estar junto a Ti y, con sincero
corazón, anhelamos aprovechar la hermosa
experiencia de amor, que hoy nos regalas. Por eso, te
pedimos, humildemente, que derrames, sobre cada
uno de nosotros, tu Santo Espíritu, para que sea Él
quien guíe nuestra adoración, alabanza, meditación
y entrega a Ti, haciendo posible que, de este
encuentro contigo salgamos, realmente,
transformados, llenos de tu amor, alegría y paz.

Monitor: Cantamos
VENI CREATOR SPIRITUS
(Latín)
Veni Creator Spiritus
mentes tuorum visita
imple superna gratia
quae tu creasti, pectora.
Qui diceris Paraclitus
altíssimi donum Dei
fons vivus, ignis, caritas
et spiritalis unctio.

[4]
Tu septiformis munere
dígitus paternae déxterae
tu rite promissum Patris
sermóne ditans guttura.

Accende lumen sensibus


infunde amórem córdibus
Infirma nostri corporis
virtute firmans perpeti.

Hostem repéllas longius


pacemque dones protinus
ductore sic te praevio
vitemus omne noxium.

Per te sciámus da Patrem


noscamus atque Filium
teque utriúsque Spiritum
credamus omni tempore.

Deo Patri sit gloria


Et Filio qui a mortuis
Surrexit ac Paraclito
In saeculorum saecula.
Amen

VEN, ESPÍRITU CREADOR


(Castellano)

Ven, Espíritu Creador,


visita las almas de tus fieles
y llena, de la divina gracia,
los corazones que Tú mismo creaste.

[5]
Tú eres nuestro Consolador,
don de Dios Altísimo,
fuente viva, fuego, caridad
y espiritual unción.

Tú derramas, sobre nosotros, los siete dones;


Tú, el dedo de la mano de Dios;
Tú, el prometido del Padre;
Tú, que pones en nuestros labios
los tesoros de tu Palabra.

Enciende con tu luz nuestros sentidos;


infunde tu amor en nuestros corazones;
y, con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra débil carne.

Aleja de nosotros al enemigo,


danos pronto la paz,
sé Tú mismo nuestro guía y,
puestos bajo tu dirección,
evitaremos todo lo nocivo.

Por Ti, conozcamos al Padre


y, también, al Hijo;
y que, en Ti, Espíritu de entrambos,
creamos en todo tiempo.

Gloria a Dios Padre,


y al Hijo que resucitó,
y al Espíritu Consolador,
por los siglos infinitos.
Amén.

[6]
CORONILLA DE REPARACIÓN
AL CORAZÓN EUCARÍSTICO

Monitor: Utilizando un Rosario común, nos unimos


en el rezo de la Coronilla de reparación, por todos los
agravios que hemos cometido contra el Corazón
Eucarístico de Jesús.

Señal de la cruz
En el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo. Amén.
Padre Nuestro
Padre nuestro que estás en el Cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga a nosotros tu Reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden,
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén.

Ave María
Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
[7]
Credo
Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia
del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los Cielos y está sentado
a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos, el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne y la vida eterna.
Amén.

Antes de iniciar cada decena (en las cuentas del


Padre Nuestro), rezamos lo siguiente:

Todos: Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu


Santo, os adoro profundamente; os ofrezco el
Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Nuestro Señor Jesucristo presente en todos los
Tabernáculos del mundo, en reparación de los ultrajes,
de los sacrilegios y de las indiferencias con los cuales
es ofendido; por los méritos infinitos del Sagrado
Corazón de Jesús y del Corazón Inmaculado de María
os pido por la conversión de los pobres pecadores.

[8]
En cada cuenta de la decena (en las cuentas del
Ave María), rezamos lo siguiente:

Guía: Dios mío yo creo, adoro, espero y os amo.


Todos: Y os pido perdón por los que no creen, no
adoran, no esperan y no os aman.

Al finalizar cada decena (en lugar del Gloria), se


dirá lo siguiente:
Guía: Por siempre sea adorado,
Todos: mi Jesús Sacramentado.

Al finalizar las 5 (cinco) decenas de la Coronilla,


se repite, 3 (tres) veces, lo siguiente:
Guía: Corazón agonizante de Jesús:
Todos: Reparo toda irreverencia contra vuestro
Corazón Eucarístico. Amén.

Señal de la cruz
En el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo. Amén

Monitor: Cantamos
AHÍ TIENES A TU MADRE

Si no sabes cómo hacer una oración,


ahí tienes a tu Madre.
Si la cruz te pesa para caminar,
ahí tienes a tu Madre.
Si no hay Pentecostés en tu corazón,
Ahí tienes a tu Madre (2).

Ahí tienes a tu Madre (5).

[9]
Si estás viviendo fuerte la hora del dolor,
ahí tienes a tu Madre.
Si estás padeciendo alguna enfermedad,
ahí tienes a tu Madre.
Si te encuentras sumido en desesperación,
ahí tienes a tu Madre.
Ahí tienes a tu Madre (2).

Ahí tienes a tu Madre (5).

SANTO EVANGELIO

Monitor: A continuación, puestos en pie,


dispongamos nuestros corazones para acoger la
proclamación del Santo Evangelio.

Sacerdote: El Señor esté con ustedes

Todos: Y con tu espíritu

Sacerdote: Lectura del Santo Evangelio según San


Marcos

Todos: Gloria a ti, Señor.

AL FINALIZAR LA LECTURA DEL EVANGELIO

Sacerdote: Palabra del Señor

Todos: Gloria a ti, Señor Jesús

REFLEXIÓN DEL EVANGELIO

[10]
EL SANTO ROSARIO

Monitor: Es importante recordar que el Rosario de la


Virgen María, difundido gradualmente en el segundo
milenio, bajo el soplo del Espíritu de Dios, es una
oración apreciada por numerosos Santos y
fomentada por el Magisterio de la Iglesia. En su
sencillez y profundidad, sigue siendo también, en este
tercer milenio apenas iniciado, una oración de gran
significado, destinada a producir frutos de santidad.
Por ese motivo, delante del Santísimo Sacramento, el
Amor de los amores, vamos a hacer nuestra
meditación, de esta noche, en torno al Santo Rosario,
tomando como referencia la Carta Apostólica
Rosarium Virginis Mariae (16.10.2002), del Papa
Juan Pablo II.

Lector 1: Acercándonos al Santo Rosario

El Rosario, aunque se distingue por su carácter


mariano, es una oración centrada en la cristología.
En la sobriedad de sus partes, concentra en sí la
profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es
como un compendio. En él resuena la oración de
María, su perenne Magníficat por la obra de la
Encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el
pueblo cristiano aprende de María a contemplar la
belleza del rostro de Cristo y a experimentar la
profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el
creyente obtiene abundantes gracias, como
recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del
Redentor.

[11]
Es importante resaltar que el Rosario, comprendido
en su pleno significado, conduce al corazón mismo de
la vida cristiana y ofrece una oportunidad ordinaria y
fecunda, espiritual y pedagógica, para la
contemplación personal, la formación del Pueblo de
Dios y la nueva evangelización.

Asimismo, el Rosario forma parte de la mejor y más


reconocida tradición de la contemplación cristiana.
Iniciado en Occidente, es una oración típicamente
meditativa y se corresponde de algún modo con la
«oración del corazón», u «oración de Jesús», surgida
sobre el humus del Oriente cristiano. Es también un
itinerario de anuncio y de profundización, en el que el
misterio de Cristo es presentado continuamente en
los diversos aspectos de la experiencia cristiana. Es
una presentación orante y contemplativa, que trata
de modelar al cristiano, según el corazón de Cristo.

Por otro lado, algunas circunstancias históricas


ayudan a dar un nuevo impulso a la propagación del
Rosario. Ante todo, la urgencia de implorar de Dios el
don de la paz. No se puede, pues, recitar el Rosario
sin sentirse implicados en un compromiso concreto
de servir a la paz. La historia del Rosario muestra
cómo esta oración ha sido utilizada especialmente por
los Dominicos, en un momento difícil para la Iglesia
a causa de la difusión de la herejía. Hoy estamos ante
nuevos desafíos. ¿Por qué no volver a tomar en la
mano las cuentas del rosario con la fe de quienes nos
han precedido? El Rosario conserva toda su fuerza y
sigue siendo un recurso importante en el bagaje
pastoral de todo buen evangelizador.

[12]
Lector 2: El Rosario, oración contemplativa

El Rosario, precisamente a partir de la experiencia de


María, es una oración marcadamente contemplativa.
Sin esta dimensión, se desnaturalizaría, como
subrayó Pablo VI: «Sin contemplación, el Rosario es
un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de
convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de
contradecir la advertencia de Jesús: "Cuando oréis,
no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser
escuchados en virtud de su locuacidad" (Mt 6, 7). Por
su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo
tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en
quien ora la meditación de los misterios de la vida del
Señor, vistos a través del corazón de Aquella que
estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su
insondable riqueza».

Cristo es el Maestro por excelencia, el revelador y la


revelación. No se trata sólo de comprender las cosas
que Él ha enseñado, sino de comprenderle a Él. Pero
en esto, ¿qué maestra más experta que María? Si, en
el ámbito divino, el Espíritu es el Maestro interior que
nos lleva a la plena verdad de Cristo (cf. Jn 14, 26;
15, 26; 16, 13), entre las criaturas nadie mejor que
Ella conoce a Cristo, nadie como su Madre puede
introducirnos en un conocimiento profundo de su
misterio. Recorrer con María las escenas del Rosario
es como ir a la 'escuela' de María para leer a Cristo,
para penetrar sus secretos, para entender su
mensaje.

[13]
El Rosario propone la meditación de los misterios de
Cristo con un método característico, adecuado para
favorecer su asimilación. Se trata del método basado
en la repetición. Esto vale ante todo para el Ave María,
que se repite diez veces en cada misterio. Si
consideramos superficialmente esta repetición, se
podría pensar que el Rosario es una práctica árida y
aburrida. En cambio, se puede hacer otra
consideración sobre el Rosario, si se toma como
expresión del amor que no se cansa de dirigirse a la
persona amada con manifestaciones que, incluso
parecidas en su expresión, son siempre nuevas
respecto al sentimiento que las inspira.

El Rosario nos transporta místicamente junto a


María, dedicada a seguir el crecimiento humano de
Cristo en la casa de Nazaret. Eso le permite
educarnos y modelarnos con la misma diligencia,
hasta que Cristo «sea formado» plenamente en
nosotros (cf. Ga 4, 19). De verdad, en el Rosario, el
camino de Cristo y el de María se encuentran
profundamente unidos. ¡María no vive más que en
Cristo y en función de Cristo!

Lector 3: Misterios de gozo

El primer ciclo del Rosario, el de los «misterios


gozosos», se caracteriza efectivamente por el gozo que
produce el acontecimiento de la encarnación. Esto es
evidente desde la anunciación, cuando el saludo de
Gabriel a la Virgen de Nazaret se une a la invitación
a la alegría mesiánica: «Alégrate, María». A este
anuncio apunta toda la historia de la salvación, es
más, en cierto modo, la historia misma del mundo. El

[14]
regocijo se percibe, también, en la escena del
encuentro con Isabel, dónde la voz misma de María y
la presencia de Cristo en su seno hacen «saltar de
alegría» a Juan (cf. Lc 1, 44). Repleta de gozo es la
escena de Belén, donde el nacimiento del divino Niño,
el Salvador del mundo, es cantado por los ángeles y
anunciado a los pastores como «una gran alegría»
(Lc 2, 10). Pero ya los dos últimos misterios, aun
conservando el sabor de la alegría, anticipan indicios
del drama. En efecto, la presentación en el templo, a
la vez que expresa la dicha de la consagración y
extasía al viejo Simeón, contiene también la profecía
de que el Niño será «señal de contradicción» para
Israel y de que una espada traspasará el alma de la
Madre (cf. Lc 2, 34-35). Gozoso y dramático, al mismo
tiempo, es también el episodio de Jesús de 12 años
en el templo. Aparece con su sabiduría divina
mientras escucha y pregunta, y ejerciendo
sustancialmente el papel de quien 'enseña'.

De este modo, meditar los misterios «gozosos»


significa adentrarse en los motivos últimos de la
alegría cristiana y en su sentido más profundo.
Significa fijar la mirada sobre lo concreto del misterio
de la Encarnación y sobre el sombrío preanuncio del
misterio del dolor salvífico. María nos ayuda a
aprender el secreto de la alegría cristiana,
recordándonos que el cristianismo es ante
todo evangelion, 'buena noticia', que tiene su centro
o, mejor dicho, su contenido mismo, en la persona de
Cristo, el Verbo hecho carne, único Salvador del
mundo.

[15]
Lector 4: Misterios de luz

Pasando de la infancia y de la vida de Nazaret a la


vida pública de Jesús, la contemplación nos lleva a
los misterios que se pueden llamar de manera
especial «misterios de luz». En realidad, todo el
misterio de Cristo es luz. Él es «la luz del mundo»
(Jn 8, 12). Pero esta dimensión se manifiesta sobre
todo en los años de la vida pública, cuando anuncia
el evangelio del Reino. Cada uno de estos
misterios revela el Reino ya presente en la persona
misma de Jesús.

Misterio de luz es, ante todo, el Bautismo en el


Jordán. En él, mientras Cristo, como inocente que se
hace 'pecado' por nosotros (cf. 2 Co 5, 21), entra en el
agua del río, el cielo se abre y la voz del Padre lo
proclama Hijo predilecto (cf. Mt 3, 17 par.), y el
Espíritu desciende sobre Él para investirlo de la
misión que le espera. Misterio de luz es el comienzo
de los signos en Caná (cf. Jn 2, 1-12), cuando Cristo,
transformando el agua en vino, abre el corazón de los
discípulos a la fe, gracias a la intervención de María,
la primera creyente. Misterio de luz es la predicación
con la cual Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios
e invita a la conversión (cf. Mc 1, 15), perdonando los
pecados de quien se acerca a Él con humilde fe
(cf. Mc 2, 3-13; Lc 7,47-48), iniciando así el
ministerio de misericordia que Él continuará
ejerciendo hasta el fin del mundo, especialmente, a
través del sacramento de la Reconciliación confiado a
la Iglesia. Misterio de luz, por excelencia, es la
Transfiguración, que según la tradición tuvo lugar en
el Monte Tabor. La gloria de la Divinidad resplandece

[16]
en el rostro de Cristo, mientras el Padre lo acredita
ante los apóstoles extasiados para que lo «escuchen»
(cf. Lc 9, 35 par.) y se dispongan a vivir, con Él, el
momento doloroso de la Pasión, a fin de llegar, con
Él, a la alegría de la Resurrección y a una vida
transfigurada por el Espíritu Santo. Misterio de luz
es, por fin, la institución de la Eucaristía, en la cual
Cristo se hace alimento con su Cuerpo y su Sangre
bajo las especies del pan y del vino, dando testimonio
de su amor por la humanidad «hasta el extremo»
(Jn13, 1) y por cuya salvación se ofrecerá en
sacrificio.

Lector 5: Misterios de dolor

Los Evangelios dan gran relieve a los misterios del


dolor de Cristo. La piedad cristiana, especialmente en
la Cuaresma, con la práctica del Via Crucis, se ha
detenido siempre sobre cada uno de los momentos de
la Pasión, intuyendo que ellos son el culmen de la
revelación del amor y la fuente de nuestra salvación.
El Rosario escoge algunos momentos de la Pasión,
invitando al orante a fijar, en ellos, la mirada de su
corazón y a revivirlos. El itinerario meditativo se abre
con Getsemaní, donde Cristo vive un momento
particularmente angustioso frente a la voluntad del
Padre, contra la cual la debilidad de la carne se
sentiría inclinada a rebelarse. Allí, Cristo se pone en
lugar de todas las tentaciones de la humanidad y
frente a todos los pecados de los hombres, para
decirle al Padre: «no se haga mi voluntad, sino la
tuya» (Lc 22, 42 par.). Este «sí» suyo cambia el «no» de
los progenitores en el Edén. Y cuánto le costaría esta
adhesión a la voluntad del Padre se muestra en los

[17]
misterios siguientes, en los que, con la flagelación, la
coronación de espinas, la subida al Calvario y la
muerte en cruz, se ve sumido en la mayor
ignominia: ¡Ecce homo! En este oprobio, no sólo se
revela el amor de Dios, sino el sentido mismo del
hombre.

Los misterios de dolor llevan el creyente a revivir la


muerte de Jesús poniéndose al pie de la cruz junto a
María, para penetrar con ella en la inmensidad del
amor de Dios al hombre y sentir toda su fuerza
regeneradora.

Lector 6: Misterios de gloria

«La contemplación del rostro de Cristo no puede


reducirse a su imagen de crucificado. ¡Él es el
Resucitado!». El Rosario ha expresado siempre esta
convicción de fe, invitando al creyente a superar la
oscuridad de la Pasión para fijarse en la gloria de
Cristo en su Resurrección y en su Ascensión.
Contemplando al Resucitado, el cristiano descubre de
nuevo las razones de la propia fe (cf. 1 Co 15, 14), y
revive la alegría no solamente de aquellos a los que
Cristo se manifestó –los Apóstoles, la Magdalena, los
discípulos de Emaús–, sino también el gozo de María,
que experimentó de modo intenso la nueva vida del
Hijo glorificado. A esta gloria, que con la Ascensión
pone a Cristo a la derecha del Padre, sería elevada
Ella misma con la Asunción, anticipando así, por
especialísimo privilegio, el destino reservado a todos
los justos con la resurrección de la carne. Al fin,
coronada de gloria –como aparece en el último
misterio glorioso–, María resplandece como Reina de

[18]
los Ángeles y los Santos, anticipación y culmen de la
condición escatológica del Iglesia.

En el centro de este itinerario de gloria del Hijo y de


la Madre, el Rosario considera, en el tercer misterio
glorioso, Pentecostés, que muestra el rostro de la
Iglesia como una familia reunida con María, avivada
por la efusión impetuosa del Espíritu y dispuesta
para la misión evangelizadora. La contemplación de
éste, como de los otros misterios gloriosos, ha de
llevar a los creyentes a tomar conciencia cada vez
más viva de su nueva vida en Cristo, en el seno de la
Iglesia; una vida cuyo gran 'icono' es la escena de
Pentecostés. De este modo, los misterios gloriosos
alimentan en los creyentes la esperanza en la meta
escatológica, hacia la cual se encaminan como
miembros del Pueblo de Dios peregrino en la historia.
Esto les impulsará necesariamente a dar un
testimonio valiente de aquel «gozoso anuncio» que da
sentido a toda su vida.

Lector 7: Consideraciones finales

• Debido a su carácter meditativo, con la serena


sucesión del Ave Maria, el Rosario ejerce sobre el
orante una acción pacificadora que lo dispone a
recibir y experimentar en la profundidad de su ser,
y a difundir a su alrededor, paz verdadera, que es
un don especial del Resucitado.
• La familia que reza unida, permanece unida. El
Santo Rosario, por antigua tradición, es una
oración que se presta particularmente para reunir
a la familia. Contemplando a Jesús, cada uno de
sus miembros recupera también la capacidad de
[19]
volverse a mirar a los ojos, para comunicar,
solidarizarse, perdonarse recíprocamente y
comenzar de nuevo con un pacto de amor renovado
por el Espíritu de Dios.

Monitor: Cantamos

CONTIGO MARÍA

Quiero caminar contigo María,


pues tú eres mi Madre, eres mi guía,
tú eres, para mí, el más grande ejemplo
de santidad, de humildad.

Quiero caminar contigo María,


no solo un momento, todos los días,
necesito tu amor de Madre,
tu intercesión, ante el Señor.

Guía mis pasos, llévame al cielo,


bajo tu manto no tengo miedo,
llena de gracia, Ave María,
hoy yo te ofrezco toda mi vida.

Quiero caminar contigo María,


Madre en el dolor y en la alegría,
tú que fuiste fiel hasta el extremo,
fiel en la cruz, fiel a Jesús.

Guía mis pasos, llévame al cielo,


bajo tu manto no tengo miedo,
llena de gracia, Ave María,
hoy yo te ofrezco toda mi vida.

[20]
ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN A MARÍA
(De San Juan Pablo II)

Virgen María, Madre mía, me consagro a ti y confío,


en tus manos, toda mi existencia.
Acepta mi pasado con todo lo que fue.
Acepta mi presente con todo lo que es.
Acepta mi futuro con todo lo que será.
Con esta total consagración, te confío cuanto tengo
y cuanto soy, todo lo que he recibido de Dios.
Te confío mi inteligencia, mi voluntad, mi corazón.
Deposito en tus manos mi libertad; mis ansias y mis
temores; mis esperanzas y mis deseos; mis tristezas
y mis alegrías.
Custodia mi vida y todos mis actos, para que le sea
más fiel al Señor y, con tu ayuda, alcance la
salvación.
Te confío mi capacidad y deseo de amar, enséñame y
ayúdame a amar como tú has amado y como Jesús
quiere que ame.
Te confío mis incertidumbres y angustias, para que
en tu corazón yo encuentre seguridad, sostén y luz,
en cada instante de mi vida.
Con esta consagración, me comprometo a imitar tu
vida. Acepto las renuncias y sacrificios que esta
elección comporta, y te prometo, con la gracia de
Dios y con tu ayuda, ser fiel al compromiso
asumido.
Dispón de mí y de todo lo que me pertenece, para
que camine siempre junto al Señor, bajo tu mirada
de Madre. ¡Oh María! Soy todo tuyo y todo lo que
poseo te pertenece, ahora y siempre.
Amén.

[21]
RESERVA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

Monitor: Cantamos

TANTUM ERGO TANTUM ERGO


(Latín) (Castellano)

Tantum ergo Tan sublime


sacramentum Sacramento,
Veneremur cernui veneremos de rodillas,
Et antiquum la antigua Ley
documentum ceda el puesto,
Novo cedat ritui al nuevo rito;
Praestet fides la fe supla
supplementum la incapacidad
Sensuum defectui de los sentidos.

Genitori, genitoque Al Padre y al Hijo


Laus et iubilatio sean dadas alabanzas
Salus, honor, virtus y júbilo,
quoque gloria, honor, poder
Sit et benedictio y bendiciones;
Procedenti ab utroque al que del uno
Compar sit laudatio y del otro procede,
Amen una gloria igual
sea dada. Amén

Sacerdote: Les diste el pan del cielo.

Todos: Que contiene, en sí, todo deleite.

[22]
Sacerdote: Oh Dios, que en este admirable
sacramento nos dejaste el memorial de tu Pasión, te
pedimos nos concedas venerar de tal modo los
sagrados misterios de Tu Cuerpo y de Tu Sangre, que
experimentemos constantemente, en nosotros, el
fruto de Tu Redención. Tú que vives y reinas por los
siglos de los siglos.

Todos: Amén

BENDICIÓN

ALABANZAS DE DESAGRAVIO
(Repetir cada invocación)
Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo,
verdadero Dios y verdadero hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús,
en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo, Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios,
María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.

[23]
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre.

Bendito sea San José, su castísimo esposo.


Bendito sea Dios, en sus ángeles y en sus Santos.
Amén.

Monitor: Cantamos

AVE VERUM (Latín) AVE VERUM


(Castellano)
Ave verum corpus,
natum Salve, verdadero
De Maria Virgine cuerpo,
Vere passum, nacido de
immolatum la Virgen María,
In cruce pro homine realmente ofrecido,
Cuius latus perforatum en la cruz,
Fluxit aqua et sanguine por el hombre,
Esto nobis de cuyo costado
praegustatum abierto,
Mortis in examine fluyó Agua y Sangre,
O Iesu dulcis, O Iesu pie sé para nosotros un
O Iesu, fili Mariae. anticipo,
Amen en la hora de la muerte.
Oh, dulce Jesús,
oh querido Jesús,
Oh Jesús, hijo de
María. Amén.

Monitor: Hermanos, ¡gracias por su participación!


Los esperamos el próximo jueves, a las 8.00pm, para
orar, en comunidad, ante Jesús Sacramentado.
[24]

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