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¿Realmente todo acaba en la muerte? ¿Cómo el alma conoce la realidad?

Son
preguntas que Sócrates tuvo presente a lo largo de su vida, y que justo antes de morir fue
interrogado por sus discípulos, al notar la increíble calma con que aquél se entregaba a la
muerte. Preguntas que respondió en el libro el Fedón. Ahora veremos cómo es que el
alma existe con independencia del cuerpo después de la muerte y de qué manera esta
conoce la verdad.
Respecto a la inmortalidad del alma, afirmamos con Sócrates que las cosas
compuestas son perecederas, mientras que las no compuestas son inmortales. Esto
sucede porque las cosas compuestas se disuelven de la misma manera que se compuso y
lo no compuesto no se disuelve sino que siempre se mantienen en el mismo estado. Por
ejemplo: el cuerpo, un caballo, un balón, como tienen partes, se disuelven; mientras que
el alma, las ideas, siempre se mantienen igual. Asimismo, entonces, ocurre con las cosas
visibles e invisibles, que mientras las primeras no son nunca las mismas, siempre van
cambiando como el cuerpo, las invisibles son siempre las mismas, como el alma.
Además, afirmamos con Santo Tomás de Aquino que tenemos, a diferencia de los
animales, un alma intelectual, es decir, que es capaz de formar conceptos. De esta
manera, al formar el intelecto las ideas, éstas existen con independencia del cuerpo.
Entonces, nuestra alma es capaz de ejercer funciones sin necesidad del cuerpo. Por lo
tanto, en la muerte, el alma sigue existiendo. Por ejemplo: si a lo largo de nuestra vida
aprehendemos ideas como la de mesa, la justicia, entre otras, esas ideas, al momento de
morir, seguirán existiendo.
Por otro lado, Sócrates trata de responder cómo el alma conoce la realidad: afirma
que encuentra la verdad mientras se encuentre lo más apartada de los sentidos posible ya
que éstos la inducen a error. Declara que los sentidos engañan al alma, son un obstáculo
para conocer la realidad. Debe el alma, pues, encerrarse en sí misma regocijada
totalmente. Pero en esto Sócrates se equivoca: al querer apartarse de los sentidos,
realmente se aparta de la misma realidad, considerando un mundo apartado de la
realidad llamado el mundo de las ideas. Debemos saber que toda la información que entra
en nuestra mente es a través de los sentidos, de manera que el conocimiento intelectual
presupone los sentidos. Con esto podríamos afirmar con Santo Tomas que el ente ‘’es lo
primero conocido’’. Por más que queramos no podemos descartar la realidad evidente e
inmediata. Al aceptar este planteamiento, es fácil darse cuenta que esta realidad sólo
llega a nuestro intelecto a través de nuestros sentidos. Por ejemplo: al despertarnos en la
mañana, lo primero que percibimos entra a través de nuestros sentidos, cuando
escuchamos la alarma, cuando vemos el techo, olemos el desayuno.
En conclusión, con lo anteriormente dicho. Podremos afirmar que el alma es
inmortal. En la hora de la muerte, aunque nuestro cuerpo perezca el alma seguirá
existiendo con independencia de éste. Por otro lado, afirmamos también que el
conocimiento intelectual presupone los sentidos. Los sentidos son estrictamente
necesarios para conocer la realidad que nos rodea.

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