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Sofía y La Alegría
Sofía y La Alegría
Érase una vez una niña llamada Sofía, que era muy curiosa y
estaba siempre llena de energía. No había día en que Sofía
no tuviese una sonrisa en el rostro, lo que hacía que le
brillasen sus preciosos y negros ojos todavía más. Y es que
era una niña sencilla que sabía ver lo bonito de la vida en las
cosas más humildes y extrañas, como cuando veía a su
abuelo pasear o subirse a su bicicleta.
Un día, mientras caminaba por el parque en compañía de su
abuelo, Sofía vio a un grupo de niños jugando con un
montón de globos de colores muy brillantes. Todos saltaban
mucho mientras intentaban capturar y lanzarse los globos,
pero no parecían demasiado felices. Entonces Sofía se acercó
para poder jugar un ratito con ellos y aprovechó para
preguntarles por qué se veían tan serios y tristones, que si no
sabían lo que era la alegría.
Todos los niños se miraron sorprendidos ante la pregunta, pero no
supieron contestar. Entonces, Sofía, muy convencida les dijo:
—La alegría es un sentimiento maravilloso que te llena de
felicidad y te hace sentir ligero como una pluma, como si tu
corazón se llenase de cosquillas que solo pueden salir a flote a
través del rostro y de una gran sonrisa.
Todos los niños se quedaron muy pensativos tras las palabras de la
pequeña Sofía, sujetando, como ensimismados, todos aquellos
globos brillantes. Y tras despedirse de ella decidieron ir a descubrir
por sí mismos qué era la alegría, y comenzaron a explorar el mundo
que les rodeaba, buscando pequeñas cosas bonitas que les hicieran
volar como si fueran plumas.
Y así fue cómo descubrieron que la alegría estaba en las risas
contagiosas de sus amigos, en el abrazo cálido de sus padres, en el
dulce sabor del helado, en un día de verano o en los besos llenos de
amor de sus abuelitas. También se encontraba en la naturaleza, en el
canto de los pájaros, en el suave susurro del viento, en el color de las
flores, en correr por el campo, en saltar charcos después de la lluvia
o en sentir el sol en la piel cuando hace bueno.
Gracias a Sofía, pudieron darse cuenta de que, aunque la alegría no
siempre es algo constante, nunca desaparece por completo si
sabemos buscarla, porque puede estar ahí incluso en los momentos
más difíciles. Pero también aprendieron que la alegría no estaba
siempre en las cosas materiales, como en los globos, sino en la
compañía y el amor de los otros y en los momentos especiales que
compartimos con los demás, como el que había compartido Sofía
con ellos.
Así, a medida que los niños crecieron, fueron llevando consigo ese
espíritu que Sofía les había dejado, iluminando también los
corazones de todos cuantos se acercaban a su alrededor, exactamente
igual que continuó haciendo la pequeña Sofía, incluso cuando ya no
podía ver a su abuelo montar en bicicleta.
Y es que, amiguitos, la alegría se encuentra siempre acompañando
nuestro camino y en cada rincón del mundo, esperando a ser
descubierta en los lugares y momentos más inesperados. ¿Te animas
a no dejar de buscarla?
El koala que salvó el Bosque
NUDO O
DESARROLLO
DESENLACE O
FINAL
Cuento :
¿Como inicia?
¿Qué problema
enfrenta el personaje
principal?
¿Cómo termina?
La máquina que parecía un pájaro