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Como obtener la Plenitud del Poder

R. A. Torrey

CAPÍTULO 2 EL PODER DE LA SANGRE DE CRISTO


“De Dios es el poder” Por tanto, está a la disposición del hombre. Pero hay algo que hace
separación entre Dios y el hombre, a saber, el pecado. En Isaías leemos: "He aquí que no se ha
cortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras
iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar
su rostro para no oír” (Isaías 59:1-2). Antes que podamos conocer el poder de Dios en nuestras
vidas y servicio, es menester que el pecado sea quitado de en medio. La sangre quita el pecado
(Hebreos 9:26). Debemos conocer el poder de la sangre si es que deseamos conocer el poder de
Dios. Nuestro conocimiento experimental del poder de la Palabra, del poder del Espíritu Santo y del
poder de la oración, depende de nuestro conocimiento del poder de la sangre de Cristo. Veamos
algunas cosas que la sangre de Cristo tiene poder para hacer.
1. En primer lugar, la sangre de Cristo es la propiciación de nuestros pecados.
En Romanos 3:23 leemos: " A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en
su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia,
los pecados pasados”.
En los primeros versículos de este capítulo Pablo ha probado que todos los hombres son
pecadores, que "toda boca se tape delante de Dios", que todo el mundo es considerado como
culpable delante de Dios. Pero Dios es santo, un Dios que aborrece el pecado. El aborrecimiento de
Dios hacia el pecado no es aborrecimiento ficticio. Es real, viviente, activo. De alguna manera tiene
que hacerse manifiesto. La ira de Dios, por causa del pecado, debe caer en alguna parte. ¿Qué
esperanzas hay, pues, para ninguno de los hombres, ya que todos los hombres han pecado y han
sido destituidos de la gloria de Dios? En el versículo 25 Dios nos da su propia respuesta a esta
importantísima pregunta. Hay esperanza porque Dios mismo ha propuesto una propiciación: la
sangre derramada de Cristo. Dios ha propuesto a Cristo para que sea “propiciación por la fe en
su sangre". La ira de Dios por causa del pecado cae sobre él en lugar de caer sobre nosotros. El
profeta Isaías, varios siglos antes de la venida de Cristo, tuvo un vislumbre de esta gran verdad.
“todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; Más
Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6).
El primer poder de la sangre de Cristo es como propiciación por los pecados, al satisfacer la
santa ira de Dios provocada por el pecado mediante la exposición de sí mismo como blanco de esa
santa ira divina. Él es “nuestra Pascua” (1 Corintios 5:7), y cuando Dios ve su sangre, pasa por
alto y nos perdona, a pesar de ser tan pecadores (Comp. Éxodo 12:13,33).
Esta propiciación es especialmente hecha para el creyente, “una propiciación por la fe”.
Toda la ira de Dios en contra de los pecados del creyente es completamente propiciada o satisfecha
en la sangre de Cristo. Cuando pensamos en cuánto y cuán gravemente hemos pecado cuán
infinitamente santo es Dios y cómo odia el pecado, ¡qué maravillosamente consolador es pensar que
la ira de Dios ha sido ya completamente propiciada por la sangre de su propio Hijo, propiciación que
el mismo proveyó!
En cierto sentido la sangre de Cristo es valiosa para todos, para los incrédulos como para los
creyentes, para el más vil pecador y el más endurecido incrédulo y blasfemo. En 1 Juan 2:2
leemos: “Y él es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros,
sino también por lo de todo el mundo”. La sangre de Cristo derramada es una base propuesta
sabre la cual Dios puede tratar en términos de misericordia con el mundo. Todos los tratos
misericordiosos de Dios con los hombres están basados en la sangre derramada de Cristo. Las
relaciones de Dios con aquellos que ridiculizan la doctrina de la propiciación, los tratos de Dios con
Voltaire, Tomás Paine, y el coronel Ingersoll, están basados en esta sangre derramada de Cristo.
Todos los tratos de Dios con cualquier hombre desde la caída de Adán hasta nuestros días están
basados en la sangre derramada. Si no hubiera sido por ella, Dios no podría haber tratado
misericordiosamente con ningún pecador, sino que lo habría destruido desde luego en su pecado. Si
alguno pregunta ¿cómo podía Dios tratar con misericordia los pecadores antes de Cristo viniera y

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muriera?, la respuesta es fácil. Jesús es el cordero que fue inmolado “desde la fundación del
mundo” (Apocalipsis 13:8). Desde el momento en que el pecado entró en el mundo, Dios tenía
sus ojos puestos en la que el sacrificio que él mismo había preparado desde antes de la fundación
del mundo. Y en el mismo jardín del Edén principió a correr la sangre de los sacrificios que
señalaban hacia adelante como tipos del verdadero sacrificio.
El poder de la sangre ha asegurado a los hombres todas las cosas misericordiosas que Dios ha
traído sobre ellos desde que el pecado entró. El peor rechazador de Cristo debe todo lo bueno que
tenga a la sangre de Cristo,
2. Además, leemos en Efesios 1:7: “en quien tenemos redención por su sangre, el
perdón de pecados según las riquezas de su gracia”.
Por medio de la sangre de Cristo tenemos nuestra redención, el perdón de los pecados. El
perdón de los pecados no es algo que el creyente espera en lo futuro; es algo que ya tiene”.
Tenemos dice Pablo, “el perdón de nuestros pecados”. El perdón de los pecados no es algo que
nosotros tengamos que hacer, ni que tengamos que asegurar. Es más bien algo que la sangre de
Cristo ya ha asegurado, y que nuestra fe simplemente se apropia y goza. El perdón ha sido ya
asegurado para cada creyente en Cristo por el poder de la sangre.
Posiblemente ya habéis oído algo acerca de una anciana moribunda. Su pastor hoyo que
estaba enferma y fui a verla. " Me dicen que está usted muy grave ", le dijo él.
- SÍ”, replicó ella.
- ¿Ya está usted en paz con Dios?
- No”, fue la respuesta.
- ¿Y no tiene usted temor de encontrarse con su Dios sin haber hecho las paces con El?
- En ninguna manera, fue la respuesta que dejó atónito al ministro. Él estaba ansioso: señora,
¿no sabe usted que le queda muy poco tiempo para vivir y que pronto se encontrará cara cara con
el Dios santo?
- “Si, lo entiendo perfectamente “.
- “¿Y no tiene usted ningún temor?
- No, señor.
- ¿Y dice usted que no ha hecho las paces con Dios?
-” No lo he hecho”
- ¿Qué es lo que usted quiere decir?, casi gritó el ministro atónito. ” Yo no he hecho mi paz con
Dios porque no necesito hacerlo. Cristo hizo la paz hace más de diecinueve siglos por su sangre en
la cruz (Col. 1:20), Y yo simplemente estoy confiando en esa paz.
¡Oh, bienaventurado es aquel que ha aprendido a descansar en la paz que Cristo hizo, que
considera sus pecados perdona dos porque la sangre de Cristo fue derramada, y Dios lo dice!”
Tenemos redención por su sangre, la remisión de nuestros pecados por las riquezas de su gracia “.
3. Hay un tercer pasaje muy semejante a este y que manifiesta el poder de la sangre
de Cristo.
En 1 Juan1:7 que dice: “Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos
comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su hijo nos limpia de todo pecado”.
Esto manifiesta la perfección del perdón que obtenemos por medio de su sangre. La sangre de
Cristo tiene poder para limpiar al creyente de todo pecado. Continuamente lo” limpia”, lo está
limpiando, lo conserva limpio cada día, cada hora, y cada minuto. El limpiamiento a que se alude es
el de la culpa de pecado. Cuando se menciona limpieza en la Biblia en conexión con la sangre, se
refiere siempre a limpieza de culpa. La limpieza del poder del pecado Y de la presencia del pecado es
efectuada por la Palabra de Dios, el Espíritu Santo y el Cristo viviente e inmanente, no por el Cristo

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crucificado. Cristo sobre la cruz nos salva de la culpa del pecado; Cristo sobre el trono lo salva del
poder del pecado, y el Cristo que viene otra vez nos salva de la presencia del pecado. Pero la sangre
de Cristo nos limpia de toda culpa de pecado. Cuando uno anda en la luz, se somete a la luz y anda
en Cristo quien es la luz... la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado. Lo pasado de un hombre
puede ser tan malo como ningún otro. Puede haber tenido incontables y enormes pecados; pero
todos ellos, uno por uno, los más grandes los más pequeños, han sido limpiados. A la vista de Dios
su vida es absolutamente blanca. Tan blanca como la de
Jesús mismo. Sus pecados que eran rojos como la grana ahora son blancos como la nieve,
aunque eran rojos como el carmesí, ahora son como blanca lana (Isaías 1:18).
La sangre de Cristo tiene poder para salvar y tornar blanca la vida más negra. Algunos de
nosotros hemos tenido un pasado muy obscuro, Todos lo hemos tenido; porque si pudiéramos ver
nuestro pasado tal como Dios lo vio antes que fuera lavado, veríamos el mejor sería negro. Pero si
andamos en la luz, si nos sometemos a la verdad de Dios, y creemos enla luz, en Cristo, nuestra
vida será tan blanca como los vestidos de Cristo cuando los discípulos lo vieron en el Monte de la
Transfiguración (Mateo 17:2; Lucas 9:29; Marcos 9:3). Ninguno puede acusar al elegido de Dios
(Romanos 8:33); no hay condenación para quienes están en Cristo Jesús (Romanos 8:1).
4. Otra vez, en Romanos 5:9 leemos: “Pues mucho más, estando ya justificados en su
sangre, por él seremos salvos de la ira”.
La sangre de Cristo tiene poder para justificar. Cada creyente en Cristo es ya justificado en
su sangre. Justificados significa más que perdonado y limpiado. El perdón, tan glorioso como es, es
una cosa negativa. Significa meramente que nuestros pecados sean quitados y que somos
considerados como si no hubiéramos pecado. Pero la justificación expositiva. Ella significa que
somos reconocidos positivamente como justos; la justicia perfecta y positiva, aún la justicia perfecta
de Cristo es puesta a nuestra cuenta. Es muy bueno ser librados de los harapos viles y sucios, pero
es mucho mejor ser vestidos con vestiduras de gloria y belleza. En el perdón somos librados de los
harapos sucios y viles de nuestros pecados; en la justificación somos vestidas con la gloria y belleza
de Cristo. El poder de la sangre nos lo asegura. Al derramar su sangre como pena por el pecado.
Cristo tomó nuestro lugar; y cuando nosotros creemos en él, tomamos un lugar. “al que no
conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia
de Dios en él” (2 Corintios 5:21).
5. Veamos ahora el libro de Hebreos 9:14: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual
mediante el Espíritu eterno se ofreció asimismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras
conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”
La sangre de Cristo tiene poder para limpiar nuestra conciencia de las obras de muerte para
servir al Dios vivo. ¿Entendéis lo que esto significa? Es una verdad gloriosa y trataré de presentarla
sencillamente. Cuando un hombre abre sus ojos al hecho de que es pecador y de qué Dios es santo,
se siente que debe hacer algo para agradar a Dios y expiar su pecado. Debe" hacer penitencia ", "
observar la cuaresma ",o dar dinero, o hacer algo a fin de expiar sus pecados. Pues bien, tados
estos esfuerzos propios para agradara Dios, expiar los pecados, son '" obras muertas ". Nunca
pueden alcanzar aquello para lo que son propuestas, nunca podrán tener paz. Martín Lutero buscó la
paz por muchos años en esa forma y nunca la halló. Pero cuando vemos el poder de la sangre, cómo
ha hecho ya perfecta expiación por el pecado, cómo ha lavado nuestras impiedades y nos ha
justificado delante de Dios, cómo somos ya agradables y aceptables de Dios por razón de esa sangre
derramada, entonces nuestras conciencias no solamente son relevadas del peso de culpa, sino
también del fardo de estos esfuerzos propios. Ahora estamos en libertad para servir al Dios viviente,
no en la esclavitud del temor, sino en la libertad del gozo de aquellos que son hijos aceptos y
amados. La sangre nos libra del penoso cautiverio de pensar que debemos hacer algo para expiar
nuestros pecados y agradar a Dios. La sangre nos muestra que eso ha sido ya hecho.
Un amigo mío le estaba diciendo a otro que buscaba paz mediante las obras. " Tú tienes una
religión de tres letras. La mía es de cuatro. ¿Cómo es eso? Le preguntó el otro.

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Tu religión es haz; la mía es hecho. Tú estás tratando de descansar en lo que haces. Yo


descanso y confío en lo que Cristo ha hecho.
Hay muchos cristianos en el día de hoy que no han permitido que la sangre de Cristo limpie sus
conciencias de las obras muertas. Sienten constantemente que deben hacer algo para expiar el
pecado. ¡Oh, hermano mío, hermana mía, mirad a lo que Dios mira, la sangre, y ver que todo está
hecho! ¡Todo está hecho ya! Ahora bien, no hagáis obras muertas para recomendaros a vosotros
mismos delante de Dios; más bien, considerando que habéis sido ya recomendados por la sangre,
servirle en la libertad de la gratitud, del amor, y no de la esclavitud del temor. Hay tres clases de
hombres. Primera, la de aquellos que no están oprimidos por el pecado, pero lo aman. Es muy malo.
Segunda, la de aquellos que están agobiados por el pecado y buscan librarse de él por esfuerzos
propios. Eso es mejor; pero hay algo infinita ente mejor. Tercera, la de aquellos que ven lo horrible
del pecado y están agobiados por él, pero que han sido traídos para ver el poder de la sangre que
limpia del pecado para siempre y lo quita (Hebreos 9:26). Éstos no están por más tiempo
agobiados, sino obran, no para recomendarse a sí mismos delante de Dios, sino por causa de su
gozosa gratitud hacia Aquel que justifica perfectamente al impío por medio de la sangre derramada.
6. En Hebreos 20:28 leemos: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en
que el Espíritu Santo os ha apuesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la
cual él ganó por su propia sangre.”
Y Apocalipsis 5:9: “Y cantaban un nuevo cántico diciendo: Digno eres tú de tomar el
libra y de abrir sus sellos; porque fuiste inmolado y has adquirido para Dios hombres de
toda tribu, lengua, y pueblo y nación”
La sangre de Cristo tiene poder para comprarnos para Dios, para hacernos propiedad de Dios.
La sangre de Cristo me convierte en propiedad de Dios. Ese pensamiento me trae un sentimiento de
responsabilidad. Si pertenezco a Dios debo servirle con todo lo que soy: cuerpo, alma y espíritu, mi
ser eterno debe estar rendido completamente a él. Pero también el pensamiento de que yo soy de
Dios me hace experimentar un sentimiento de seguridad. Dios puede tener cuidado de lo que le
pertenece y lo tendrá. La sangre de Cristo tiene poder para hacerme sentir eternamente seguro.
7. Aprendemos aún más del poder de la sangre.
En Hebreos 10:19-20 leemos: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el
Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a
través del velo, esto es, de su carne”.
La sangre de Cristo tiene poder para dar al creyente, libertad de entrar en el lugar santo, para
aproximarse hasta la misma presencia de Dios. En los antiguos días judíos del templo y del
tabernáculo, Dios se manifestó asimismo en el Lugar Santísimo. Este era el lugar para encontrar a
Dios. Pero en este lugar santo sólo un judío de entre toda la nación tenía permiso de entrar, el sumo
sacerdote, y una vez cada año, en el día de la expiación, y entonces solamente con sangre. Dios
estaba enseñando a los judíos y por medio de ellos al mundo, tres grandes verdades -la santidad
inaccesible de Dios, el pecado del hombre, y que este hombre pecaminoso no puede acercarse a
Dios sino por medio de la sangre de la expiación, es decir, que “sin derramamiento de sangre no
hay remisión” y, consecuentemente, tampoco hay acercamiento a Dios (Hebreos 9:22).
Pero la sangre de los sacrificios del Antiguo Testamento era solamente una figura del
verdadero sacrificio, Jesucristo; y, por razón de su sangre derramada, el más vil pecador que crea
que él tiene derecho de acercarse a Dios, de venir a su misma presencia, cuando lo desee, sin
temor, en plena certidumbre de fe, con libertad.
¡Oh, el poder maravilloso de la sangre de Cristo que quita todo temor cuando me acerco a Dios
quien es santo y “fuego consumidor” ! ¿Dios es santo? Si. ¿Soy yo pecador? Ciertamente; pero
por esa maravillosa ofrenda de Cristo " hecha una vez para siempre " mi pecado es eternamente
quitado, yo soy " perfeccionado " y " justificado " y, sobre la base de esa sangre tan preciosa y
satisfactoria a Dios, yo puedo entrar con plena libertad hasta la misma presencia del Señor.
8. Pero la sangre de Cristo tiene aún más poder.

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Leemos en Apocalipsis 22:14: “Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener
derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas de la ciudad”.
Comparando este versículo con el Apocalipsis 7:14 podemos ver que los vestidos han sido
lavados en la sangre de Cristo. La sangre de Cristo tiene poder para dar a aquellos que creen en él,
derecho al Árbol de la Vida y entrada a la ciudad de Dios. En primer lugar, el pecado excluyó a los
hombres del árbol de la vida y del Edén (Génesis 3:22-24). La sangre derramada de Cristo nos
abre otra vez el camino hacia el árbol de la vida y hacia la Nueva Jerusalén. La sangre de Cristo
recobrar para nosotros lo que Adán perdió por el pecado, y nos trae mucho más de lo que habíamos
perdido.
Hemos visto algo del poder de la sangre de Cristo. ¿Habéis apreciado esa sangre? ¿La habéis
dejado que tenga poder en nuestras vidas, el poder que debe tener? Hay algunos en estos días que
tratan de formar una teología en la que no toman en cuenta la sangre de Cristo. ¡Pobres necios! El
cristianismo sin la sangre de la expiación es un cristiano sin misericordia para el pecador, sin paz
segura para la conciencia, sin perdón genuino, sin justificación, sin limpiamiento, sin libertad para
acercarse a Dios, sin poder. Esto no es cristianismo sino la propia impostura del diablo. Si queremos
conocer la plenitud del poder en la vida cristiana y en el servicio, debemos, primero que todo,
conocer el poder de la sangre de Cristo, porque ella nos trae perdón, justificación, y libertad para
acercarnos a Dios. No podemos conocer el poder del Espíritu sino hasta que conozcamos el poder de
esa sangre por la cual solamente podemos acercarnos a Dios. Hay algunos maestros de la " vida
más alta " que ignoran la verdad fundamental acerca de la sangre. Están tratando de construir una
soberbia superestructura sin tener un fundamento firme. Está sentenciada a caer. Debemos
principiar con la sangre si es que queremos seguir adelante hasta llegar al lugar santísimo. El altar
de bronce sobre el cual se derrama la sangre era la primera cosa que todo sacerdote encontraba
antes de entrar al Lugar Santo. No hay otra entrada. Si no aprendemos la lección de este capítulo,
en vano será que tratemos de aprender las lecciones de los capítulos tres y cuatro. A todo aquel que
quiera conocer el poder del Espíritu hacemos primero esta pregunta:
” ¿Conoces ya el poder de la sangre?”

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