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La Puesta en Escena Del Color y La Danza en Aniceto de Leonardo Favio
La Puesta en Escena Del Color y La Danza en Aniceto de Leonardo Favio
Este trabajo tiene por objeto poner en análisis la puesta en escena de Aniceto a partir
de las marcas enunciativas que generan dos de los principios constructivos del film: el color
y la danza. La estilización exquisita de los recursos estéticos que Leonardo Favio utilizó a
lo largo de toda su carrera y con los que delineó lo que hoy reconocemos como el estilo-
Favio: el uso constante del plano secuencia, los travellings prolongados y la marcada
presencia de primeros planos sobre los rostros- contribuye a la construcción de una puesta
en escena que no niega su artificio. Los cuerpos en la danza empujan a su vez, los límites
concretos del tiempo y el espacio hasta abrir un mundo otro, que oscila entre el sueño y los
recuerdos, de modo tal que la puesta en escena se espectaculariza (Deleuze: 1985).
El prólogo del film que se extiende hasta el solo de Aniceto aporta la clave de
lectura de lo trágico a partir del color. El rojizo intenso pasa de corresponderse
figurativamente con el atardecer y el polvo que se levanta de la tierra al paso del Fiat 600, a
la metáfora de la sangre que se espesa en el agua de la acequia y abre el recuerdo. Por su
parte la paleta del azul oscuro pinta la noche de tormenta y acompaña el despliegue
danzístico de Aniceto en el camino a la muerte. La preocupación por el color como material
constructivo de la puesta en escena resulta inseparable de un efecto simbólico que, al igual
que la música, provoca una resonancia afectiva sobre el espectador. El elemento sonoro
como unidad sinestésica capaz de afectar la sensibilidad (Aumont: IBIDEM), se imbrica
con la croma del cielo y la tierra del espacio dramático exterior. El fragmento musical
Tierra, cielo de Iván Wyszogrod sostiene tanto la tensión del enamoramiento del Aniceto y
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El recorte operado sobre el título responde a un acto de transposición que abona la concepción trágica del
héroe. El Aniceto, en su derrotero, comete una sucesión de actos soberbios –hybris- que comportan su caída
final en la muerte.
la Francisca como luego, arreglado, la soberbia de Aniceto. La música dialoga entonces con
una paleta de color e inaugura un ritmo de montaje. El recurso del plano-contraplano da
lugar a un juego de miradas convocantes y desafiantes por entre las que circula el deseo de
los protagonistas antes de reunirse en la danza, mientras que el travelling sobre Aniceto
alterna con primeros planos cortos que se encabalgan sobre el ritmo musical.
Música, color y luz modulan entonces teatralmente la calidad rítmica del film. Si en
1967 la iluminación de Juan José Stagnaro subrayaba la soledad y el desamparo de Aniceto,
Favio, en su homenaje, abre el juego traspositivo y se reapropia de esa intención estética.
Un diseño espacial montado en un hangar de la Fuerza Aérea en Quilmes pone en evidencia
el artificio de la escena. El afecto y el deseo circulan entre los personajes y saltan los bordes
de la pantalla para incluir al espectador en el relato. A este gesto corresponde el placer del
texto fílmico, en el que nada permanece encerrado: “Es cierto que a menudo la
representación toma como objeto de imitación al deseo mismo, pero entonces ese deseo no
sale del marco, del cuadro…permanece interior a la ficción…” (Barthes 1978: 75). El
espesor de sentidos abiertos por lo musical y lo pictórico en lo fílmico, constituyen así la
principal huella enunciativa de la puesta en escena dando lugar a múltiples lugares
imaginarios.
“La danza es inocencia porque es un cuerpo anterior al cuerpo. Es olvido porque es un cuerpo
que olvida su carga, su peso”.
Alain Badiou (1998)
El segundo principio constructivo que organiza la narración de Aniceto y pone en
evidencia las huellas de enunciación de una puesta en escena espectacularizada es la danza.
Es en la figura del espectáculo en la que los bailarines contagian todo el espacio, lo
despliegan en el decorado y lo inundan con su danza, dejándose a su vez absorber y atrapar
por ese otro mundo que se inaugura. Los aportes de Gilles Deleuze en términos de
clasificación de la imagen-tiempo son capitales para pensar la danza como inauguración de
mundo. El autor propone el concepto de sueño implicado a los efectos de desdibujar las
fronteras entre lo que reconoce como imagen-recuerdo e imagen-sueño, en tanto existen
“…estados de ensueño, de sueño despierto, extrañeza o de cuento maravilloso diferentes
del sueño explícito” (Deleuze 1985: 85).
En línea con la desubjetivación del bailarín que propone Deleuze, Alain Badiou
(1998) presenta la danza como metáfora del pensamiento para la que propone el cuerpo
danzante como cuerpo inaugural, casi un primer cuerpo: “El cuerpo danzante no imita a un
personaje o a una singularidad. No figura nada” (IBIDEM 1998: 113). Sin embargo, tal
como señala López Gallucci, el trabajo de Favio problematiza esta despersonalización en la
danza, utilizándola en la construcción de los tres personajes que organizan la narrativa del
film. La performatividad del gesto y la calidad de las miradas que se intercambian los
protagonistas pincelan la figura de cada uno en el triángulo del conflicto amoroso. “La
putita” y “la santita”, dos actantes en tensión por un mismo objeto de deseo, “el
compadrito”, se revelan exclusivamente en la danza.
El segundo punto teórico con el que Badiou aborda los cuerpos de la danza a partir
de las concepciones del poeta Mallarmé, es la obligatoriedad del espacio como sitio puro
sobre el que se despliegan los recorridos. Esta pureza –virginidad del sitio- funciona para la
abstracción señalada en la escena de amor con la Lucía. La transición del espacio de la
milonga – donde el Aniceto le declara - a la espacialización en negro, funciona como el
pasaje subjetivo de los personajes a ese mundo de lo amoroso como danza, en el que sólo
existen los amantes. Así como la llegada de los gitanos instauraba ese tiempo otro en el
pueblo, el tiempo de la fiesta, del mismo modo el tiempo del amor se abre en la danza.
Sustracción del espacio es entonces suspensión del tiempo. Los cuerpos semidesnudos
parecen fundirse narrativamente, en presencia. Sin embargo, es esa misma fusión la que los
sustrae de sí de modo que la danza aparece como una “…abstracción formal de energía
cuyo trazo convoca, en el espacio, la fuerza creativa de la desaparición” (Badiou 1998:
114).
Bibliografía
BADIOU, A.
1998 Petit manuel d’inesthétique. París: Éditions du Seuil (tr. esp.: “La metáfora del
pensamiento” en Pequeño manual de inestética. Buenos Aires: Prometeo, 2009)
BARTHES, R.
1978 Le plaisir du texte. París: Éditions du Seuil (tr. esp.: El placer del texto. Buenos
Aires: Siglo XXI Editores, 2014)
COMOLLI, J.
2015 Cinéma, mode d’emploi. De l’argentique au numérique. París: Éditions Verdier
(tr. esp.: Cine modo de empleo. De lo fotoquímico a lo digital. Buenos Aires:
Ediciones Manantial, 2016)
DELEUZE, G.
1985 L’image-temps Cinéma 2. París: Éditions Le Minuit (tr.esp.: “Del recuerdo a los
sueños” en La Imagen-tiempo Estudios sobre cine 2. Buenos Aires: Ed. Paidós,
2014)
GRÜNER, E.
2001 El sitio de la mirada. Buenos Aires: Grupo Editorial Norma.
LÓPEZ GALLUCCI, N.
2014 Cinema, corpo e filosofía. Contribuições para o estudo das performances no
cinema argentino. Tesis doctoral: Universidad Estatal de Campinas, Instituto de
Artes.