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Carlos Samayoa Chinchilla

EL QUETZAL NO ES
ROJO

Guatemala, Centro América


1956
ÍNDICE
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
“Es tal la naturaleza irresistible de la verdad, que
todo lo que demanda y todo lo que busca es tan solo
la libertad de revelarse.”

Thomas Paine
CAPITULO 1

HABLA UN GUATEMALTECO
GUATEMALA, pequeño país de Centro América,
alcanzó inusitada importancia internacional a partir
de la fecha en que el coronel Jacobo Árbenz Guzmán
se hizo cargo de la Presidencia de la República, como
sucesor del doctor Juan José Arévalo Bermejo. Esto
sucedió el 15 de marzo de 1951. Es de lamentar que
esa importancia haya tenido origen en
acontecimientos que fueron desastrosos para mi país,
en vez de surgir de algo que nos llenara de justificado
orgullo.
Los partidarios del coronel Árbenz
sostuvieron acaloradamente – en conversaciones,
discursos y escritos de toda índole – que su candidato
llegaba al solio presidencial por unánime voluntad
del pueblo guatemalteco. Sin embargo, al autor de
este libro le consta – como también a una gran
cantidad de personas – que ese pretendido triunfo
democrático fue una burda y atrevida farsa.
Para convencer a mis lectores de la verdad
que contiene la anterior aseveración tengo,
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forzosamente, que relatar una parte de mis
experiencias personales, pues por circunstancias que
explicaré en seguida, me vi envuelto en algunos
acontecimientos que tuvieron lugar en mi patria por
ese tiempo.
Al fin de que el relato central – es decir, la
presentación de la lucha entablada por los marxistas
para establecer y afirmar posiciones en el corazón del
Nuevo Mundo – sea mejor comprendida por los que
nada saben de Guatemala, hablaré en próximos
capítulos, rápida y brevemente, de la geografía e
historia de esta República, ya que sin ese telón de
fondo es imposible apreciar, a cabalidad, la razón o
razones por las cuales fuimos nosotros – los
guatemaltecos – escogidos como “conejillos de
Indias” del Soviet.
Empezaré contando que por largos y duros
años yo fui burócrata, al servicio de un presidente
dictador: el general Jorge Ubico Castañeda. Al
emplear la palabra “servicio” no quiero, de ninguna
manera, significar que colaboré en su gobierno como
político, orientador intelectual o rendido palaciego.
Mi trabajo no pasó de ser el desempeño de una labor
en la Secretaría de la Presidencia y su mayor
actividad se concentraba en el ramo administrativo.
El general Ubico – como la mayor parte de
los clásicos dictadores – era muy celoso de su
autoridad y muy personal en sus ideas y métodos de
mando. Su decidida y fuerte diestra mantenía a

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Guatemala en un puño. Aunque como administrador
de los haberes públicos y constructor de obras
materiales se significó con bastante acierto, en la
parte que le correspondía como Presidente, para
impulsar al país en su desarrollo social y político, no
solo impidió que Guatemala se incorporara
gradualmente a las ideas democráticas de los países
avanzados, sino que trató por todos los medios a su
alcance de aislarla como ínsula amurallada y de
mantenerla, con un absurdo sentido retardatario, en
su fase de agricultura primitiva, en sus industrias de
tipo doméstico, en su instrucción escasa de vuelo, en
su dolorosa injusticia social, en su falta de verdadero
progreso. Resumiendo: la conservó en un estado que
tenía mucho del régimen que la vieja España impuso
en sus colonias de América.
A pesar de que nuestra Carta Magna veda la
reelección de presidentes del Ejecutivo, el general
Ubico – mal aconsejado por oportunistas y
aduladores – se decidió a romper el democrático
precepto, obligando al pueblo de Guatemala a
reelegirlo, inconstitucionalmente, dos veces
seguidas.
Para mantenerse en el poder se vio precisado
a usar la violencia: las prisiones empezaron a
llenarse de ciudadanos inconformes, las fronteras de
la República fueron cruzadas por perseguidos que
huían en busca de seguridad, y la mano del dictador
se hizo cada vez más despiadada.

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Así llegamos, después de más de trece años
de dictadura, al mes de junio de 1944, mes en que
una revolución iniciada por elementos estudiantiles y
secundada por gran parte de la intelectualidad y los
profesionales, obligó a Ubico a entregar el mando a
un triunvirato de militares.
Esta Junta Militar, que no satisfizo en ningún
sentido los anhelos del pueblo, fue depuesta, a su vez,
por un segundo movimiento revolucionario, que tuvo
lugar el 20 de octubre del mismo año.
Yo, mientras tanto, me había retirado a la vida
privada, pues por el hecho de haber servido por
varios años al dictador y haber permanecido al lado
del hasta el final de su gobierno, pensé que no
encontraría aceptación entre los directores y
componentes del nuevo régimen. Pero eso no fue así:
a fines del mes de noviembre de 1944 – es decir,
pocas semanas después del famoso 20 de octubre –
la nueva Junta Revolucionaria, integrada por el
coronel Francisco Javier Arana, Jorge Toriello
Garrido y el coronel Jacobo Árbenz Guzmán, me
llamó para proponerme que partiera a Bogotá, en
calidad de ministro Plenipotenciario de Guatemala
ante el gobierno de Colombia.
Al hablar con los miembros de la Junta les
manifesté que el cargo que se me proponía era para
mí de gran valor y significado, pues con ese
nombramiento la Nueva Guatemala no solo me
honraba como a hombre de letras, sino que también

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reconocía públicamente que mi trabajo en las
Oficinas de Casa Presidencial había sido honesto y
eficiente, y que en realidad yo no había servido a la
persona del general Ubico sino a mi patria, con un
estricto sentido de mi deber de empleado público.
Partí para el sur pocos días después y llegué
a la docta ciudad de Bogotá, que desde el momento
del arribo me pareció muy interesante. Allí
permanecí cerca de veinte meses. Fuera de las
labores inherentes al cargo que desempeñaba tuve la
oportunidad de dar a conocer a los colombianos las
producciones literarias y artísticas de nuestros
modernos escritores, pintores y escultores. Gracias a
magnificas conexiones con distinguidos intelectuales
se me abrieron las puertas de muchos diarios y
revistas, y mi afán porque los pueblos de Guatemala
y Colombia se conocieran y comprendieran mejor,
tuvo felices realizaciones.
Mientras yo trabajaba en el referido puesto
diplomático, el doctor Juan José Arévalo fue elevado
a la silla presidencial de Guatemala por una
abrumadora cantidad de votos a su favor, en los
comicios electorales. Como siempre, la muchas
veces defraudada ciudadanía de mi país creía ver en
aquel gigantón – universitario, simpático, elocuente,
que salía de la clase media y que había tenido
oportunidad de ensanchar su mente en Argentina – al
salvador de la patria.

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Por referencias tuve noticias de que el nuevo
presidente hablaba mucho de “socialismo espiritual”
– doctrina que yo no encontraba en ningún tratado
sociológico –; que se proponía llevar a cabo grandes
reformas, en las que el bienestar de las clases
trabajadoras tendría primer puesto; que acogía y
amparaba con verdadero entusiasmo a todos aquellos
que aparecían ante el cómo defensores de la libertad
y la justicia, y que una gran cantidad de extranjeros
se cobijaba bajo la generosidad y amplitud de su
gobierno.
Yo me enorgullecía de todo aquello,
imaginando que mi país al fin se ventilaba. Después
de tanto atraso, miedo y opresión, las puertas y
ventanas de Guatemala daban entrada al aire del
mundo, y lo que hasta entonces había sido una
especie de comarca huraña y silenciosa, se me
presentaba, a lo lejos, con atributos de vigor y
esperanza.
Celosamente daba a conocer en Colombia los
esfuerzos democráticos de mi gobierno cuando fui
llamado, con urgencia, por el mismo Presidente
Arévalo.
Al tocar suelo patrio se me hizo saber que
tendría que abandonar mi puesto de Ministro en el
extranjero para asumir la dirección de uno de los
periódicos oficiales: el diario “Mediodía.”

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Como llegaba desconociendo una serie de
detalles relacionados con la más reciente política
local, estuve a punto de aceptar la designación, pero
sinceros amigos se aproximaron a mi para hacerme
ver que el gobierno de Arévalo ya empezaba a
equivocar el rumbo de sus ideas y procedimientos, y
a tolerar muchas irregularidades, bajo capa de
amplitud y libre convivencia. Ellos me hicieron ver
que “Mediodía” se estaba convirtiendo en refugio de
gente inescrupulosa – mucha de ella extranjera – y
que las personas honestas que por necesidad
económica se veían forzadas a trabajar en el
periódico acabarían cerrando sus labios con un
candado y convirtiéndose en dóciles engranajes de
una nueva maquinaria política. Entonces yo decliné
la peligrosa oferta y por segunda vez me retiré a mi
casa.
Durante un año – que recuerdo como una
provechosa experiencia de trabajo comercial –
estuve empleado en la firma de los señores Federico
Boef y Otto Bianchi. Laboriosamente pasaban para
mí los días cuando el entonces Ministro de
Relaciones Exteriores, licenciado Enrique Muñoz
Meany, me llamó a su despacho para proponerme
que formara parte de la Misión Especial que asistiría
– como representante de Guatemala en Caracas – a
las ceremonias oficiales organizadas con motivo de
la toma de posesión de la Presidencia de Venezuela,
por el doctor Rómulo Gallegos.

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Acepté, complacido, y fui uno de los cuatro
Ministros que se designaron para formar esa
Delegación. Cuando volví de Caracas mi gobierno
tuvo a bien nombrarme Director de la Biblioteca
Nacional.
De todos los cargos que hasta entonces había
desempeñado, este último me pareció el mejor, por
estar más de acuerdo con mis aficiones y con mi
idiosincrasia personal. En verdad, no hubiera querido
abandonarlo nunca, ya que mi vida transcurría entre
personas amables y deseosas de conocimiento, en un
ambiente refinado y quieto que me permitía —por
primera vez en muchos años— escribir mis propias
obras y mantenerme a margen de la política.
Desempeñaba ese puesto cuando el coronel
Arana fue asesinado —crimen del que hablaré
adelante con más detalles— y al enterarme de lo
sucedido yo presentí que ese oscuro drama iba a
influir en forma desastrosa sobre la vida de la nación.
El período del doctor Arévalo tocaba a su fin
y los partidos políticos se agrupaban ruidosamente,
con intenciones de tomar parte en la nueva lucha
electoral.
En el ala derecha, como representante más
conspicuo de los planes e intenciones de ese sector,
aparecía el general Miguel Ydígoras Fuentes,
hombre inteligente, viajado y de ideología liberal,

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pero que en ese momento era sostenido por la
mayoría de los
conservadores. En el ala izquierda y gozando
con descaro del apoyo del gobierno estaba el coronel
Árbenz, a quien la voz pública acusaba de ser uno de
los victimarios del coronel Arana, y que era
acuerpado por los varios partidos llamados "de la
revolución". En el centro, con pleno conocimiento de
las realidades del país y con un magnífico programa
de acción —que algún día debe ser valorado en su
justo mérito— figuraba el Licenciado Jorge García
Granados, nieto del patricio liberal don Miguel
García Granados, quien en el año de 1871 fue el
impulsador ideológico de nuestra primera Reforma.
Además de estas tres divisiones mayores había
algunos grupos menos numerosos, que postulaban a
otros candidatos.
Ciertos partidarios de Jorge García Granados
me buscaron en repetidas ocasiones, haciéndome ver
la hermosa posibilidad de que “El Partido del
Pueblo" — del cual García Granados era Jefe —
lograra afirmar y robustecer el espíritu democrático
conquistado por la revolución del 20 de octubre y que
ya estaba en camino de perderse. Entonces yo,
recordando que en los tiempos de Ubico había dado
más valor a mi tranquilidad familiar que a los
grandes problemas de la patria, me sentí obligado a
tomar una actitud de luchador políticos y aunque esa
actitud resultaba un poco sorprendente y tardía, ella

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me iba a reconciliar con mi propio corazón y mi
propia conciencia.
Pronto me puse al habla con el licenciado
García Granados, y en compañía de sus amigos
iniciamos conversaciones sobre la situación que
atravesaba el país: analizamos lo económico y
político; las legítimas aspiraciones y conquistas de
las clases laborantes, que ya se inclinaban hacia el
marxismo; concretamos en nuestro programa el
aliento nacionalista que debía insuflarse a los
guatemaltecos, para que aprendieran a aprovechar
con inteligencia los recursos naturales y supieran
defender la riqueza común; también para que
llegaran a servir a la patria como hijos conscientes de
sus derechos y deberes. Era importante no volver los
ojos hacia el ayer, sino conservar y acrecentar lo
ganado en el campo de la libertad y la justicia social,
sin perder jamás la conciencia de nuestro destino
americano, profundamente vinculado al cuerpo y al
futuro del Continente.
Aunque los presagios se manifestaban poco
favorables para la gente que componía “El Partido
del Pueblo" —pues los comunistas iban adquiriendo
mayores fueros y privilegios cada día— la seductora
perspectiva de ayudar en algo a mi patria, por poco
que eso fuera, me dio valor para aceptar la dirección
del diario “El Pueblo", vocero del partido que
propugnaba la candidatura para presidente del
licenciado Jorge García Granados.

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Con mil dificultades y una larga suspensión
de publicidad ordenada por las autoridades
constituidas, este diario político se significó por la
valentía con que señaló desaciertos y proclamó
verdades, defendiendo la causa de la democracia y
tratando de que los ciudadanos abrieran los ojos ante
el peligro que amenazaba a Guatemala y se
prepararan para combatir esa amenaza.
Las elecciones presidenciales se llevaron a
cabo en el mes de noviembre de 1950 y como Árbenz
contaba con toda la maquinaria oficial para obtener
su triunfo, el Partido del Pueblo, lo mismo que los
otros partidos independientes, fueron derrotados en
las urnas electorales por medio de fraudes y de
violencias, que adelante detallaré.
Nuestro último editorial, que titulamos "El
Talón de Aquiles" puede dar idea a los lectores de
este libro de lo que entonces estaba sucediendo. Ese
editorial está fechado el 13 de noviembre de 1950 y
textualmente dice así:
“Rusia se jugó una carta de inmensa
importancia en los recientes comicios: Guatemala es
la puerta trasera de Estados Unidos de Norteamérica
Su cercanía geográfica al Río Grande, su posición
privilegiada para los planes del quintacolumnismo
soviético, son algo digno de cualquier maniobra.
Durante seis años —todo el gobierno de Arévalo—-
el estalinismo ha venido preparando las bases de su
edificación futura".

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“En el caso de una tercera guerra mundial,
Moscú tendrá en nuestra tierra una segura “cabecera
de playa”, para lanzar contra la solidaridad
americana sus ataques de sorpresa y de
confusionismo, destinados a malear la moral de las
democracias de este Continente. Guatemala, por lo
tanto, será "El Talón de Aquiles" de la solidaridad de
América".
“En el grandioso esfuerzo de cordialidad
americana que significaba —como defensa y
coordinación — el Tratado de Río de Janeiro, le
tocará a Guatemala un triste papel: nuestro país — la
patria del quetzal — quedará en los itinerarios del
Continente como “el edén de los rojos". Ninguno de
los pueblos hermanos — ni aislado ni en concierto
fraterno — podrá mirar con íntima confianza a esta
nación, donde Moscú tiene una base de operancia,
escondida pero activa.
"Lo trágico, lo más trágico, es que los
acontecimientos mundiales revelan que las
discordancias entre democracia y totalitarismo se
agravan hora tras hora, y que tal vez se resuelvan en
el conflicto bélico más cruento de la historia del
mundo".
“Guatemala es Estado signatario de un pacto
americano. Por compromisos específicos tendrá que
estar al lado de la cruzada mundial contra el
estalinismo. Sin embargo, detrás de las fraternas
apariencias hay algo muy distinto. . . Nadie ignora

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que los sovietizantes sólo tienen una patria: Rusia.
Sus patrias nativas, “simples accidentes de
geografía" en el lenguaje de los cenáculos rojos, sólo
sirven de trampolines o de posadas para el servicio
que le deben a Moscú. Allí está el ejemplo de Prestes,
jefe de los marxistas del Brasil. Según él y sus
correligionarios, en caso de que Brasil entre en
guerra contra Rusia, Prestes y los rojos cariocas
estarán con Rusia y contra el Brasil. También Thorez,
el líder francés, anuncia que, si los ejércitos de Rusia
invaden a Francia, los comunistas galos se cruzarán
de brazos, y que si algo tienen que hacer entonces
será ayudar eficazmente a la invasión extranjera".
"Los estalinistas de Guatemala no son menos
que los otros. Para ellos el Tratado de Río de Janeiro
es sólo un pedazo de papel; apenas compromiso para
cubrir las apariencias, mientras suena la hora de la
gran traición. Entretanto, dan los pasos necesarios
para que los acontecimientos del futuro los
encuentren en posiciones firmes, que sirvan a las
consignas que llegan del Cominform".
“Por eso las elecciones que acaban de tener
efecto han sido para ellos cuestión de vida o muerte”.
Después de haber sido director del diario "El
Pueblo" tuve, como natural consecuencia de lo que
allí se había defendido o proclamado, que salir de
Guatemala. Comprendiendo que se me hostilizaría si
no acataba las Órdenes de los nuevos amos – los que
ahora se aglomeraban alrededor de Árbenz como

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hormigas en un azucarero — resolví marcharme a El
Salvador, donde tengo amigos y parientes.
No me arrepiento de haberlo hecho, porque
ahí encontré libertad, calor de afecto, pan honrado y
una ideología democrática en los gobernantes y en el
pueblo, que me favorecieron y me hicieron sentirme
libre y feliz durante cuatro años de voluntario exilio.
Este libro no pretende ser un documento
político ni un concienzudo ensayo de historia
nacional. Es apenas el breve relato de los
acontecimientos que hundieron a mi país en la
aventura más absurda e inconcebible que imaginarse
pueda. También trata de ser un atisbo a las causas que
prepararon el drama y al escenario hermoso — pero
raro y complicado — en que el mismo drama se
desarrolló.

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CAPITULO 2

MI TIERRA EN EL MAPA DE AMERICA


Guatemala — tierra lujosamente verde todos
los días del año — está situada, como un jardín
paradisíaco, en la cintura del Continente Americano.
Su suelo es feraz, sus climas muy variados,
pues si en las costas marinas la temperatura es cálida,
mantienen las mesetas una primavera tibia y
tonificante, mientras que en las más altas sierras hay
escarcha y helados vientos.
De esas condiciones de clima se deriva una
gran diversidad de vegetación, que la hace dueña de
muchas riquezas en potencia.
Como auténtico país de la zona tórrida no
tiene más que dos estaciones: la lluviosa y la seca. La
primera se inicia, generalmente, a principios de
mayo, para terminar a principios de noviembre; la
segunda — que se conoce con el nombre de verano
— ocupa los otros seis meses.

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La abundancia de productos agrícolas, la
variedad de pastos y la gran extensión de selvas que
aún permanecen inexploradas, sobre todo en la parte
norte de la República — o sea en la región donde los
Mayas desarrollaron antiguamente su prodigiosa
cultura — hacen que se pueda vivir en esta tierra sin
el esfuerzo que requiere la existencia del hombre en
países de climas más rigurosos.
Al norte y poniente Guatemala está limitada
por la República de México; El oriente por Belice, el
mar Caribe, Honduras y El Salvador; al sur por las
aguas del Océano Pacífico.
Su población es poco densa y la mayor parte
de ella está compuesta por indígenas pura sangre,
descendientes de Mayas o Nahoas —más del sesenta
por ciento de los habitantes—. Estos indios hablan
entre sí sus propias lenguas o dialectos, conservan
con patética fidelidad sus paganos ritos religiosos —
velados por una apariencia de cristianismo católico
romano— y se aferran con singular tenacidad a sus
viejas costumbres y tradiciones, siempre con el
pensamiento vuelto hacia el pasado. Puede decirse,
sin temor a equivocación, que solo un reducido
número de ellos se ha incorporado a la nacionalidad
guatemalteca y que la mayor parte vive y muere al
margen de los acontecimientos político-sociales de la
república.

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Al lado de estos seres, olvidados por el pulso
del tiempo y por la indiferencia de quienes debían
protegerles y ayudarles, se encuentran los mestizos.
Aunque las gentes de sangre mezclada no
poseen la voluntad de acción, ni el método, orden y
constancia para el trabajo que tiene el europeo, como
tampoco la dignidad, estoicismo y pureza que
califican al indígena, no puede negarse que son
inquietas, inteligentes y audaces; que tienen sentido
progresista y que están llenas de confusos sueños
democráticos.
Y a la par de ambos grupos — formando
apenas el diez por ciento de la población — están los
blancos nacidos en Guatemala y los extranjeros.
El primer sector — o sea el de los indígenas
— al perder sus tierras y su propia cultura con la
invasión de los conquistadores españoles y con el
establecimiento de la Colonia, cayó en la
servidumbre o se refugió en lugares apartados.
Además, comprendiendo que para subsistir tenía que
mimetizarse, adoptó actitudes que disimulan su
verdadera naturaleza, economizando alma y esfuerzo
y reduciendo a un mínimo vital sus necesidades
cotidianas.
El segundo sector — el de los mestizos— en
su lucha por la supremacía político-social ha
cometido graves errores; más, en realidad, tenemos
que reconocer su heroico esfuerzo a través de mu

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chas vicisitudes y señalarle como al grupo que ha ido
construyendo y tipificando a la Guatemala actual.
El tercero —el de los directos descendientes
de españoles— ablandado por las comodidades y
regalías que han sido privilegio de su casta desde los
tiempos coloniales, ha dado a la patria algunos
varones de mérito, pero; fuera de ciertas
excepciones, puede decirse que se ha dormido sobre
su bienestar o sobre sus amadas memorias.
Esta disparidad de sangres y de condiciones
de vida, como también de oportunidades para el
triunfo, ha creado en Guatemala un estado sui
géneris, que con facilidad puede ser aprovechado
maliciosamente por todos aquellos que, valiéndose
de la ceguera de los ignorantes, del resentimiento de
los explotados, de los anhelos o la ambición de los
inquietos y del egoísmo de los bien establecidos,
puede conducir al país de una revolución a otra,
mientras no se alteren hasta el fondo y de manera
efectiva las causas esenciales que producen esta
patria sin cohesión y sin verdadero sentido de
nacionalidad.
El paisaje de Guatemala es tan bello como un
tapiz multicolor: si subimos a las cumbres de los
cerros podemos contemplar aglomerados picachos
de la cordillera, cubiertos de robustos pinos que
suben y bajan por ellos como valientes alpinistas;
escalando más difíciles alturas advertimos que la
vegetación se vuelve de color verde-gris y que

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helechos y musgos cuelgan de árboles friolentos;
bajando un poco encontramos dorados trigales,
campos de alfalfa, rebaños de ovejas y carneros,
lagos azules y arroyos diáfanos y saltarines; si nos
detenemos en las zonas más tibias disfrutaremos del
goce de probar una ciruela gorda y reluciente, un
durazno que destila miel, una pera amarilla o una
manzana con manchones rojos. Allí, en ese
moderado clima, el aire puro y transparente llena
todo lo que existe de fresca alegría, y el cielo azul,
ancho y luminoso, es como un cercano domo de
cristal, bajo el que maduran, anualmente, los granos
del cafeto.
En las costas y boca-costas el paisaje es
completamente distinto, porque el calor — seco en
ciertos lugares y muy húmedo en otros — se extiende
por los declives que se acercan a los litorales marinos
y por todas las planicies que están a la orilla del
océano, tanto en el lado del Pacífico como en el del
Atlántico.
Estos son los suelos donde la caña de azúcar
junta dulzuras inigualables, donde las milpas
producen las mazorcas más bien granadas, donde se
da la vainilla que aroma flanes y pasteles, el cacao
que se vuelve golosina o espumoso chocolate, el
tabaco para cigarros y cigarrillos, los bananos que
viajan al extranjero en bodegas refrigeradas de
barcos norteamericanos, las palmas y cocoteros que
tienen hojas como penachos de plumas.

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Aquí las selvas son todavía un peligroso
misterio, que los humanos aún no se atreven a
descubrir; aquí están los ríos que arrastran, durante
la estación lluviosa, piedras, ramas, bestias y
hombres; aquí las plantas parásitas cubren de flores
a un cedro viejo o devoran a un frondoso caobo —
como lo hace el "matapalo' por ahí mismo
encontramos extensos bosques de árboles de caucho
y de chico-zapote, estos últimos con sus frutos
almibarados y pegajosos; ahí nacen, crecen, luchan,
atacan, se esconden o se defienden pumas y jaguares,
coyotes, monos, dantas, venados, ardillas, loros,
lagartos, iguanas y culebras.
Señoreando o dando la nota trágica a nuestra
tierra, se yerguen los volcanes de Guatemala, la
mayor parte en fila paralela al Pacífico, desde la
frontera de México hasta El Salvador. En total, son
treinta y cuatro, y como resultaría monótono
enumera los en esta rápida descripción del país,
citaré tan solo al Volcán de Agua, que por haber
acumulado lluvias dentro de su cráter en un largo y
nunca olvidado temporal, destruyó, hace varios
siglos, la segunda ciudad de Guatemala, fundada por
los españoles en el valle de Almolonga; al Volcán de
Fuego, que a veces sorprende con sus amagos de
actividad y al Tajumulco, que es el mayor de todos
por su altura.
Cinco lagos importantes prestan encanto v
colorido a cinco zonas de nuestra geografía: el lago
de Güija, en el oriente de la República, cuyas aguas
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pertenecen al pueblo salvadoreño en dos terceras
partes; el lago de Amatitlán, situado muy cerca de la
capital y que se está convirtiendo en concurrido
balneario; el de Atitlán, en un hermosísimo paraje del
altiplano, con sus riberas pobladas por varias tribus
de indios, cuyos representantes llevan a cabo un
activo comercio de cerámica, tejidos, frutos y
legumbres, cruzando las aguas en frágiles canoas y
proporcionando al turista la estampa rara y
cromática de lo que ha sido la vida en esa región
desde hace, por lo menos, trescientos años; el de
Petén que acuna una isla sobre la cual se asienta la
ciudad de Flores, cabecera del Departamento de
Petén; y por último, tenemos en el norte el gran lago
de Izabal — especie de mar interior — situado a
inmediaciones de Puerto Barrios, no muy lejos de las
olas del Caribe. Desagua este lago por el Río Dulce,
que arrastra su corriente entre vegetación tupida y
salvaje, llena de flores brillantes y de pájaros de
magníficas plumas. Las junglas se abren ante la
fuerza del río causando estupor al hombre que lo
navega sus ojos y su corazón. Este desagüe se
ensancha y se remansa en un lugar llamado Golfete
— que es como una nueva laguna — y entra después
por un cañón revestido de lianas, musgos y begonias;
de colgantes capullos y de rarísimas orquídeas del
húmedo calor.
En cuanto a otros ríos y riachuelos, abundante
es la cantidad de los que bañan el suelo de la

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República y lagunas y lagunetas aparecen aquí y allá,
proporcionando a los terrenos fertilidad y frescura.
Como es lógico deducir por lo que se ha
venido detallando, en Guatemala podría haberse
desarrollado una vida armoniosa y cooperativa, si al
sentarse las bases de la Independencia Política se
hubiera pensado con detenimiento en los problemas
más urgentes de la nueva República, tratando de
resolverlos en forma práctica y tomando en cuenta el
bienestar de la nación entera.
Siendo nuestra área territorial de 108,889
kilómetros cuadrados, con sólo una población de
3,546,624 habitantes — según los últimos censos —
y teniendo una envidiable riqueza natural, creo que
habría espacio para que todos los guatemaltecos
pudiéramos trabajar sin grandes afanes y lográramos
hacer de la patria algo mejor y más digno.
Hasta hoy hemos avanzado con lamentable
lentitud en la vía del genuino progreso, perdiendo
nuestro tiempo en la indolencia, la frivolidad, el
desapego a las ideas constructivas, las rivalidades y
luchas de facciones y en una serie de espejismos y
errores. Aún estamos en la etapa en que el bienestar
material se concentra en manos de pocos
privilegiados — a pesar de la ruidosa propaganda de
los comunistas — mientras que el indio sigue en su
aislamiento y su miseria, sin conocer todavía como
se debe la lengua castellana.

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Ante las leyes de la República los indígenas
dejaron de ser siervos o esclavos, y desde los días en
que sus libertadores — el Presbítero José Simeón
Cañas, Francisco Barrundia y Mariano Gálvez —
pidieron para ellos en el Congreso de la Primera
Constituyente su manumisión y sus derechos de
ciudadanos, algo han ganado para su raza y su
persona en cada esfuerzo democrático de los
patriotas; sin embargo, su eterna pobreza los condena
a las más penosas faenas, y como masa campesina y
analfabeta son el más difícil problema que enfrenta
Guatemala.
En el mismo orden de cosas la sufrida clase
media no logra consolidar sus posiciones, a pesar de
que de ella salen los mejores profesionales, artistas,
maestros, políticos, escritores y militares. Esa clase
es la levadura del país y de ella brota el anhelo de
avance y las más felices obras. Es resorte de
amortiguamiento entre las necesidades o demandas
de los de abajo y la ambición, inconciencia o apatía
de los de arriba.
¿Por qué no se ha logrado, en esta hermosa
tierra, crear una nación compacta, amiga del trabajo,
vencedora del pasado, firme en sus resoluciones de
justicia y de auténtica democracia?
En próximos capítulos haré un breve recuento
de su historia, esperando que el lector obtenga, por sí
mismo, respuesta a esta pregunta; pero antes
permítaseme añadir que la actual República de

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Guatemala está dividida políticamente en 22
Departamentos, cuyas cabeceras Departamentales
son, a veces, ciudades de regular importancia, en
relación con las otras ciudades del Istmo
Centroamericano.
El producto más conocido en nuestras
exportaciones es el café, llamado “grano de oro"; en
segundo lugar, está el banano y en tercero el chicle,
o sea la goma extraída del árbol conocido con el
nombre de “chicozapote”.
El pabellón de mi patria no tiene más que dos
colores: azul y blanco, distribuidos en tres franjas
verticales, en las que ocupa el blanco el lugar
intermedio. Sobre ese blanco figura el escudo
nacional, en el que se ven dos fusiles y dos espadas,
enlazados por gajos de encino y laurel, en campo
azul; sobre el fondo está dibujado un pergamino con
la siguiente leyenda: "Libertad, 15 de Septiembre de
1821"; y en la parte superior, como símbolo de
independencia, figura el pájaro quetzal, con su
gallardo y brillante plumaje, que es uno de los más
raros tesoros de la selva tropical.

24
CAPITULO 3

EL QUETZAL NO ES ROJO
Hombres que se han aventurado por las selvas
de Guatemala — esas selvas profundas, anchas,
llenas de peligros y de insospechados secretos — y
que por un extraordinario privilegio han podido
contemplar en ellas al quetzal, en pleno goce de su
libre vuelo, cuentan que este rarísimo pájaro del
trópico americano tiene un plumaje verde-tornasol,
que a veces lo hace confundirse con el follaje de los
inmensos árboles donde anida y que sólo en su pecho
— como para indicarnos que no le falta ardor y
valentía — presenta un manchón rojo-sangre. Otras
personas que lo han visto —secado en las vitrinas de
los museos de historia natural, también están de
acuerdo en afirmar que el quetzal ostenta un color de
húmeda jungla, dorada aquí y allá por los rayos del
sol.
¿Cómo es — en realidad — este pájaro
precioso y legendario y cuáles son los méritos que le

25
han dado prestigio para figuen el escudo de armas de
la República de Guatemala?
Su historia es muy antigua; tan antigua como
la más remota civilización del Nuevo Mundo. Para
hablar de él con propiedad, tenemos que remontar el
curso de las edades y situarnos en esa época, incierta
y fabulosa, en la que el Istmo Centroamericano era
ya un transitado puente por el que iban y venían las
tribus primitivas de trashumantes hombres, en busca
de comarcas acogedoras, para establecer ahí sus
primitivas comunidades y desarrollar, sin
apresuramiento, sus vagos anhelos de civilización.
Todos sabemos que, en este puente natural,
que une las grandes masas de nuestro Continente —
la del norte y la del sur — se encontraron y se
mezclaron hace siglos dos razas vigorosas que fueron
madres de muchos pueblos: la Nahoa o Tolteca y la
Maya.
Los orígenes de la segunda son muy inciertos
aún y arqueólogos e historiadores todavía discuten
sobre ellos. Se buscan dichos orígenes en el puro
corazón de Centroamérica; se les cree encontrar por
los cálidos litorales del Golfo de México; se les
señala, tal vez, como fragmentación de la misma raza
nahoa; y hasta se dice que los Mayas vinieron por el
mar Atlántico; que eran gentes escapadas de una gran
catástrofe; náufragos, quizás, de una legendaria tierra
que una vez el océano devoró.

26
La procedencia de los nahoas o toltecas es un
poco más se gura: parece que sus más lejanos
antepasados salieron de países del oriente del mundo
y que entraron a América pisando hielos del norte
polar.
Esos audaces caminantes, que viajaban con
mujeres y niños, atravesaron distancias desoladas,
cruzaron ríos y valles, se abrieron paso entre bosques
de milenaria vegetación, escalaron cumbres y
transitaron por desfiladeros, siguiendo siempre el
declive occidental de la gran cordillera, que ahora se
conoce con el nombre de Montañas Rocosas. Se
supone que estas tribus se detuvieron en climas más
benignos y que aprovecharon para su existencia
anchas zonas de la actual frontera de Estados Unidos
y México — hacia el lado del Pacífico — bajando
por fin a la extensa meseta del Anáhuac, donde
alcanzaron su más brillante florecimiento.
Las tradiciones cuentan que fue en esa meseta
donde una celebrada y legendaria ciudad — Tula —
alzó su poder y hermosura sobre un vasto territorio,
y que los conocimientos y artes de esa ciudad
magnífica asombraron y entusiasmaron aún a los
pueblos envidiosos de su fama y su gloria.
Los Mayas aparecen por primera vez —
históricamente— en las márgenes del caudaloso
Usumacinta, río que baña las tierras del sur de
México y del norte de Guatemala— por el lado del
Atlántico— y que desemboca en la Laguna de

27
Términos. Esta raza, fina y sensible —mucho menos
belicosa que la otra— produjo extraordinarios
matemáticos, que ya conocían y aplicaban para sus
cálculos el valor de la cifra cero; también tuvo
sorprendentes arquitectos y grandes artistas de la
forma y el color. Los numerosos templos y palacios
semidestruidos que las selvas de Yucatán,
Guatemala, Honduras y El Salvador estrechan con
sus brazos vegetales, y que los modernos
investigadores y científicos están salvando del olvido
y estudiando con apasionado interés, hablan muy alto
de esas gentes color de barro, cuyas asombrosas
obras de piedra tallada tienen muchos puntos de
contacto con las mejores edificaciones
arquitectónicas del antiguo Egipto.
Todo parece indicar que entre los años 2,000
a 1,000 antes de Cristo, los Mayas descubrieron en
algunas de las vegas bañadas por los grandes ríos,
una gramínea salvaje — el teocintle — que llegó a
ser mucho más tarde, gracias a un cultivo inteligente
y sistemático, lo que ahora conocemos con el nombre
de maíz.
Así como el hombre asiático basó su
civilización en el arroz y el europeo en el trigo, el
hombre de América —especialmente el de México y
el Istmo Centroamericane— apoyó las primeras
bases de su vida civilizada en este grano blanco,
amarillo, rojo y negro, que según los míticos relatos
del Popol Vuh —libro sagrado de los Quichés— fue
creado por los divinos conductores de la raza —la
28
Gran Abuela y el Gran Abuelo— en los paradisíacos
valles de Paxil y Calayá.
Por ser Guatemala uno de los países donde
los Mayas dejaron los más grandiosos vestigios de su
civilización y cultura, y porque, según parece,
tuvieron preferencia por este suelo donde sus artes y
sus ciencias se manifestaron con verdadero lujo, se
ha dado en llamar a esta República “La tierra de los
Mayas".
Mayas y Nahoas se mezclaron a tal grado, en
repetidas épocas, que sus creencias, supersticiones,
costumbres, ritos religiosos, mandamientos y
memorias del pasado, se entretejieron y
confundieron entre sí, hasta convertirse en un
verdadero acertijo para el moderno investigador.
Como un ejemplo citaremos este caso: entre los
pueblos de raíz Maya o de raíz Tolteca, se recuerda
la llegada por el mar de un personaje de fábula, que
en todos los relatos aparece como portador y
divulgador de nuevas enseñanzas y como reformador
de sociedades y sistemas de convivencia. Este
personaje — que debe de haber sido un hombre real
y VIVO — fue convertido más tarde por la fantasía
de las gentes en un semidios, y se le revistió de
sorprendentes virtudes. Entre los toltecas se llamó
Quetzalcóatl, entre los mayas Kukulcán. Aunque
estos personajes tienen distinta apariencia, en el
fondo se les encuentra mucho en común. Hasta gozan
de los mismos atributos, presentándoseles la mayor

29
parte de las veces con la pompa de reyes mayores: es
decir, cubiertos con mantos de plumas de quetzal.
Y aquí volvemos al pájaro verde y oro, que es
pájaro con alas y pico, que puede verse con los ojos
y tocarse con las manos, pero que al mismo tiempo
es pájaro simbólico y sagrado.
Remotas leyendas aborígenes aseguran que
cuando fue crea do el mundo americano por los Altos
Señores del Alba y del Crepúsculo, soplaron los
vientos en círculos mágicos sobre la copa de un
frondoso árbol de guayacán, condensando en su copa
el espíritu de los divinos creadores; entonces, del
remolino de las hojas agitadas por aquel sagrado
soplo, voló hacia las nubes el primer pájaro quetzal.
Por eso, desde los más lejanos tiempos su
deslumbrante belleza está presente en los anales y
ceremonias de los antiguos indios de Centro
América. También encontramos su figura, a veces
estilizada, en la masiva arquitectura maya, al lado de
monstruos y de jeroglíficos, en compañía de
príncipes victoriosos y como adorno y distintivo de
las divinidades.
La efigie de Quetzalcóatl —quien como ya
dijimos fue pastor de tribus, mago blanco y
civilizador de multitudes— lleva en una mano el
báculo de mando y en la otra un manojo de plumas
de quetzal. Xochiquétzal, (Bella Flor), la diosa
tutelar de la agricultura y los jardines era

30
representada por una gallarda mujer, con zarcillos de
esmeralda, un anillo de oro colgando de las narices y
la frente adornada por una mitra de cuero rojo, de la
cual salían hacia arriba dos penachos de plumas del
pájaro maravilloso. Como se ve, por estas
referencias, el quetzal fue adorno y recreo de jefes y
monarcas.
Bernal Díaz del Castillo — el famoso soldado
español que estuvo presente en la conquista de
México y Guatemala y que escribió una detallada
historia de esos memorables sucesos — al hablar de
las aves americanas se refiere con admiración a los
mantos que vio en Tenochtitlán, los cuales estaban
tejidos con joyas y valiosas plumas verdes.
El alto favor de que gozaron esas plumas en
el mundo precolombino las hizo artículo tan
preciado, que hasta las usaron algunos pueblos como
moneda de trueque. Por eso entre las tribus Quichés
existió una ordenanza que prohibía bajo grave pena
— según el cronista Torquemada — dar muerte al
quetzal. Recordando la hora en que los españoles
invadieron las comarcas de Centro América la
leyenda vuelve a servirse del mismo pájaro en la
forma siguiente: Tecún Umán, caudillo quiché y
valiente defensor de su tierra, salió en son de
combate a detener el paso del capitán invasor, don
Pedro de Alvarado. Ambos jefes se encontraron
frente a frente y el indígena, que nunca había visto
un caballo, pensó que el animal era parte del cuerpo
de su enemigo, Cuentan que ayudado el indio por
31
un quetzal —que era su espíritu protector— trató de
herir al corcel, mientras el pájaro enfurecido hacía lo
todo posible por sacarle los ojos a Don Pedro, con su
encorvado pico.
La batalla entre indígenas y castellanos fue
muy sangrienta y después de una enconada lucha el
español atravesó el pecho de su adversario con la
punta de su lanza. Sobre el cadáver del cacique indio
cayó también herido el pájaro guardián y los
vencidos, al darse cuenta del raro suceso, adivinaron
tristemente que esa doble muerte — la de su jefe y la
del quetzal — significaba el fin de la nación quiché.
Muchas otras cosas extraordinarias podrían
escribirse sobre el simbolismo que encarna esta
esplendente ave de las selvas guatemaltecas, pero no
es éste el motivo del presente libro. Basta añadir que
su tamaño es el de una paloma, que su pico es
amarillo, que el verde de sus plumas se cambia en
azul, en color de bronce, en violeta, y que la
característica más importante de su pequeño cuerpo,
fuera de su reconocida valentía, está en la belleza de
su larga cola y en la noble dignidad de su porte.
Su vuelo es suave y ondulado; al emprenderlo
se alza casi verticalmente y cuando está excitado o
temeroso despliega los abanicos de sus alas,
vibrando como un colibrí.
Se ha dicho que es pájaro mudo, pero eso no
es cierto. Canta patéticamente, con un tono resbaloso

32
y profundo. Sin embargo, lo más raro que hay en él
es su amor por la libertad. El pueblo afirma que el
quetzal no puede vivir cautivo; que cuando se le
aprisiona entristece y muere. Por esa causa y por su
pasado legendario fue escogido para figurar, como
símbolo de una nación independiente, en el escudo
de armas de la República de Guatemala.
¡No! ¡El quetzal no es ni será nunca rojo! Es
verde como nuestra tupida vegetación; libre como
anhelan ser los pueblos de la América libre; dueño de
su cielo y de sus bosques; amante de su sol, su lluvia,
su viento y su propia geografía; sabedor de que
morirá antes de ser enjaulado; presto para defender
su libertad con garras y pico, y seguro de que jamás
cambiará su verde plumaje por otro de color
diferente, pues ese plumaje ha sido verde tornasol y
tornasol y verde, a través de siglos y siglos.

33
CAPITULO 4

CONQUISTA Y COLONIA
Según autorizadas opiniones de varios
historiadores y por causas que no es el caso detallar
en estas páginas, los indígenas de Guatemala y el
resto de Centro América estaban en proceso de
decadencia cuando los españoles arribaron a las islas
y costas del Nuevo Mundo.
Terminada la conquista de México Hernán
Cortés resolvió extender su dominación hacia el
rumbo sur del Istmo de Tehuantepec, región en la que
los sacerdotes aztecas le habían asegurado que
existían comarcas muy ricas v prometedoras.
Para llevar a cabo sus designios organizó dos
expediciones guerreras: una por tierra, al mando de
Pedro de Alvarado, y otra por agua, bajo las órdenes
de Cristóbal de Olid.
El 6 de diciembre de 1523 Alvarado — uno
de los capitanes que más se habían distinguido en las
sangrientas y decisivas batallas contra los defensores
del Anáhuac — salió de la ciudad de Tenochtitlán al

34
frente de un pequeño ejército compuesto de iberos,
Indios tlaxcaltecas, cholulas y mexicanos — unidos
estos últimos en calidad de aliados — y después de
varios encuentros en los que la fortuna de las armas
le fue favorable, logró mediante astucia, crueldad y
valor, dominar a los principales señoríos indígenas
existentes en esa época en Guatemala: el de los
Quichés, el de los Cachiqueles y el de los bravos
Zutuhiles.
Resuelto el capitán — como dejó asentado en
una de sus car tas a Cortés — “a calar la tierra y a
saber los secretos de ella", continuó su devastadora
marcha con dirección sudeste, pero muy pronto las
lluvias torrenciales y la tenaz resistencia que
encontró al otro lado del río Paxaco — en la región
que hoy ocupa la República de El Salvador — lo
hicieron desistir de sus empeños. Al cabo de diez y
siete días de enconada lucha con los Pipiles —
pueblo de origen Azteca — don Pedro regresó a
Guatemala gravemente herido en una pierna.
De nuevo en territorio guatemalteco
Alvarado organizó sus cuarteles en la población de
Iximché — de la cual los soldados invasores se
habían apoderado — y comprendiendo que había
llegado la hora de establecer una ciudad española en
el suelo conquistado, a fin de encontrar en ella abrigo
y reposo, como también facilidades para preparar
próximas expediciones de conquista e iniciar la
colonización, fundó la Villa de Santiago de
Guatemala, el 25 de julio de 1524, sobre las ruinas y
35
memorias de lo que había sido, hasta hacía poco, la
movida y libre población Cakchiquel.
Inmediatamente después de la fundación de la nueva
ciudad don Pedro procedió a nombrar el primer
Ayuntamiento español en tierra guatemalteca.
Mientras tanto, los indígenas exasperados por
las violencias y exacciones de los iberos se alzaron
de pronto contra sus dominadores; pero las armas de
los europeos, así como las tácticas empleadas para
combatirlos, les hicieron comprender que las
rebeldías eran inútiles y que, por lo tanto, no les
quedaba más remedio que someterse a la voluntad de
los barbados y blancos extranjeros.
Sin embargo, aquí y allá, esporádicamente,
los indios continuaron resistiendo, razón por la cual
los españoles decidieron salir de Iximché con todos
sus nuevos pobladores y trasladarse a Xepau, lugar
no determinado por los cronistas.
Allí recibieron refuerzos de México y
auxiliados por ellos emprendieron una guerra de
exterminio que al fin desalentó a los antiguos dueños
de Guatemala y facilitó el implantamiento de los
sistemas de colonización, ya establecidos por España
en las Antillas. Estos sistemas tuvieron por base los
repartimientos de tierras entre los conquistadores y la
esclavitud de los aborígenes, bajo el pretexto de
civilizarlos y convertirlos a la fe de Cristo.

36
Los encomenderos — o sea los hombres
favorecidos por los repartimientos de indios —
usaban y abusaban de los naturales, según aseguran
los historiadores de la época, tanto en la explotación
de minas como en las faenas agrícolas y en la
construcción de templos y ciudades. Para lograr sus
fines sometían a los infelices a toda suerte de
vejaciones y en muchos casos hasta los hacían herrar,
como a sus caballos y bueyes.
La Corona Española, sabedora de lo que aquí
acontecía, trataba de remediar esos males o de
suavizarlos, pero los encomenderos siempre
encontraban medio de burlar sus disposiciones, ya
que un ancho mar los separaba del gobierno de la
Península, La casi general sublevación de indígenas
que se llevó a cabo en 1526 es una prueba de que los
vencidos, considerándose muy cerca de su fin, como
tribus libres, reaccionaron entonces con verdadera
desesperación.
La despiadada e injusta conducta de los
conquistadores, especialmente la de Alvarado, dio
armas a la Audiencia de México —ya celosa de sus
triunfos— para iniciar un proceso contra don Pedro;
pero el capitán embarcó para España dejando al
frente de la recién fundada colonia a su hermano don
Jorge. Este, deseoso de determinar en forma
definitiva el asiento español en Guatemala y la
permanente residencia de sus autoridades, resolvió
trasladarlo de Xepau al Valle de Almolonga y dar por
fundada la población el 22 de noviembre de 1527.
37
Allí permanecieron los castellanos cerca de
catorce años, o sea hasta la trágica noche en que el
volcán, conocido desde entonces con el nombre de
“Volcán de Agua", la destruyó con una correntada
de lodo y piedras, arrasando el luminoso valle en que
pugnaba por crecer y embellecerse la capital de los
iberos en este país.
La noche en que ocurrió la catástrofe murió,
rodeada de sus doncellas y esclavas, la segunda
esposa de Alvarado, doña Beatriz de la Cueva, mujer
joven y bella que semanas antes — por muerte de su
esposo — se había hecho nombrar Gobernadora del
Reino de Guatemala, en un gesto de suprema audacia
que todavía nos sorprende, puesto que ella fue la
primera mujer que tuvo nombramiento de esa clase
en el Nuevo Mundo.
Temiendo con sobrada razón que el
cataclismo se repitiera, los sobrevivientes de la
castigada población buscaron un nuevo sitio, y
después de las inevitables discusiones al respecto,
acordaron fundar otra ciudad en la risueña llanura de
Panchoy.
Mientras tanto, el Consejo de Indias
establecía la Audiencia llamada “de los Confines".
Ese alto cuerpo se encargó de emitir las primeras
leyes y reglamentos que, para mejor gobierno de
Guatemala, Nicaragua y las otras Provincias, debían
regir en estas partes de América.

38
No corresponde detallar en las presentes
páginas el efecto que esas Ordenanzas causaron en
Guatemala; basta decir que ellas contribuyeron a
regularizar y ordenar los métodos del coloniaje y
también a aliviar un tanto la dura suerte que les cupo
a los aborígenes, desde los primeros días de la
conquista. El historiador norteamericano, W.
Prescott, refiriéndose a la "Brevísima Relación de la
Destrucción de las Indias", escrita por el más
apasionado defensor de los nativos, Fray Bartolomé
de las Casas, dice así: "es una historia espantosa;
cada línea de la obra puede decirse que está escrita
con sangre”.
Pudiera ser que en las aseveraciones y cargos
hechos por Fray Bartolomé hubiera bastante
exageración, pero la verdad es que, fuera de la obra
benéfica llevada a cabo en esos días por la mayor
parte de los misioneros de la Iglesia Católica, el indio
no tuvo, durante la Colonia, más que rigor y
servidumbre. La política colonial lo hundió en un
aplanamiento del espíritu y en una miseria orgánica
difíciles de imaginar; esa es la causa de su ciega
obediencia al más fuerte, de su temeroso respeto al
orden jerárquico, de su falta de energía ante las
vicisitudes que sufre su raza. Además, en los mismos
señoríos indígenas había una rigurosa separación de
castas y existía la esclavitud como institución, lo cual
preparó a los indios a sufrir pacientemente el sistema
despótico que les impusieron los extranjeros.

39
En Guatemala el proceso de mestizaje fue
más lento y menos extenso que en el resto de Centro
América. Las causas de ello son, sin duda, claras y
plurales: en prime: lugar, debe tenerse en cuenta que
en esta tierra había señoríos indígenas bien
consolidados y definidos, que aún conservaban el
recuerdo de los siglos en los que sus antepasados
dieron muestra de talentos y habilidades
sorprendentes, circunstancia por la cual numerosos
grupos de nativos se aislaron en actitud defensiva,
buscando refugio en lugares apartados; en segundo
término, Guatemala fue, durante la Colonia, sede de
la Capitanía General, y, por lo tanto, Jugar de
residencia de los funcionarios peninsulares, quienes
—generalmente— al cumplir sus mandatos volvían
a la Metrópoli, casi sin haber mezclado su sangre o
la de sus familiares con la sangre de las mujeres
nativas, ya que ellos no habían emprendido viaje al
Nuevo Mundo en calidad de colonizadores, sino de
servidores del Rey. Esto no quiere decir que los
castellanos se hayan apartado, del todo, de las hijas
de esta tierra, sino que sus contactos con ellas fueron
menos frecuentes que los de los demás españoles en
las Provincias de la Capitanía. Un sentido de
aristocracia organizada, de ambiente cortesano y de
desprecio por lo indígena, mantuvo a los
descendientes de los conquistadores bastante puros
en su estirpe, pues esa limpieza racial garantizaba la
afirmación de sus fueros y canonjías.

40
Así pues, en la violenta época de la conquista
y aún mucho más tarde, la mezcla de las dos razas
resultó, en Guatemala, insuficiente para dar
uniformidad y carácter especial a los futuros
ciudadanos. A esto debe añadirse que el producto del
encuentro de las dos sangres fue siempre más indio
que español; primero, porque está demostrado por la
experiencia que el niño es más hijo de la madre que
del padre; segundo, porque la criatura quedaba,
generalmente, en poder de su progenitora y en medio
social indígena; tercero, porque el ambiente materno
y la misma madre influían en ella de manera
poderosa.
Con el correr de los años y la afirmación del
régimen colonial los prejuicios sociales en lugar de
desvanecerse, poco a poco, se fueron acentuando
cada vez más. Las castas se mantuvieron separadas
—sobre todo por el aparecimiento del africano, que
llegó como nuevo esclavo— y los mestizos de indio
y español, que estaban llamados a ser los verdaderos
representantes de la Guatemala del futuro, quedaron
reducidos a un grupo que se debatía entre la clase
superior, constituida por españoles o criollos, y la
masa de los vendedores indios, que había quedado
excluida del proceso de cruzamiento.
La capital de la Colonia estuvo en el valle de
Panchoy hasta 1773, año en que un pavoroso
terremoto obligó de nuevo a sus habitantes a pensar
en otro asiento. Antes de la catástrofe se levantaron
allí soberbios templos, palacios y conventos. La
41
cultura y el desarrollo de las artes y de los oficios
alcanzó, a veces, inusitadas alturas; pero en el orden
social se avanzó poco, ya que las clases privilegiadas
continuaron en el usufructo de sus ventajas, los
artesanos en su mal pagada labor y los indios en su
muda servidumbre. Probablemente, durante esos
años nadie pensó en que Guatemala podría ser más
tarde una nación independiente, con ansias de
unificada estructura y con sus propias características;
sin embargo, por vecindad, roce, limitación y hasta
por contraste, la lengua, costumbres, creencias,
artes, oficios, trajes y alimentos de ambas razas se
fueron mezclando, hasta llegar a constituir lo que hoy
día se conoce en Centro América como “chapinidad",
es decir, como el carácter, aspecto y acento
puramente guatemaltecos.
Justo es mencionar en este capítulo los
innegables beneficios que durante el tiempo colonial
recibió el país de la mayor parte de los representantes
de la Iglesia Católica. Arzobispos, obispos,
misioneros, frailes y curas párrocos, trabajaron con
ahínco en la defensa corporal y en el cultivo
espiritual del indígena, salvando los esparcidos
restos de su cultura y conservándolos celosamente;
fundando escuelas de primeras letras y hospitales de
caridad cristiana, o luchando porque las leyes
emitidas a su favor por la Corona se hicieran
efectivas en la práctica.
Guatemala, la ciudad tantas veces destruida
por los elementos, fue, por último, trasladada al Valle
42
de la Virgen o de la Ermita, lugar donde se encuentra
desde 1779, año en el que, con la llegada y el
establecimiento de los tribunales reales y de las
autoridades eclesiásticas, se la reconoció como sede
de la nueva capital del Reino.
En esa ciudad estaban radicados los
funcionarios de la Monarquía Española cuando las
ideas de los enciclopedistas franceses del siglo XVIII
principiaron a introducirse en el Istmo
Centroamericano y a inquietar los ánimos de algunos
de sus hombres de mente avanzada. Esto preparó el
clima de rebeldía y deseo de independencia, que
pronto encontró causas y razones para dar comienzo
a las luchas políticas que la historia conoce con el
nombre de Independencia de Centro América.

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CAPITULO 5

INDEPENDENCIA POLITICA
La época colonial se caracterizó en el Reino
de Guatemala por la penuria en que vivieron sus
gentes y por la inseguridad de sus litorales marinos,
muchas veces amenazados por sorpresivas y terribles
invasiones de piratas y bucaneros.
Bien cierto es que la raza conquistadora
aportó a este suelo numerosos elementos de
agricultura e industria, pero el mal sistema de los
repartimientos de tierras y el tan aborrecible de las
encomiendas, obligaron a los naturales a adoptar una
actitud recelosa y defensiva, que aún se hace sentir
en sus actuales descendientes. Esta actitud es la de
cerrar la mente ante las ideas y enseñanzas del
“ladino" y la de ofrecer el menor esfuerzo de
cooperación en las horas de trabajo o de convivencia
con los extraños.
Y ahora que usamos por primera vez en este
libro la palabra “ladino", es necesario definirla de

44
acuerdo con el concepto guatemalteco de ese
vocablo:
Según el diccionario de la lengua se aplicaba
tal nombre al que hablaba el “romance” o castellano
antiguo; además, al que poseía condiciones de astuto,
sagaz o taimado. Daniel James, el autor del Libro
“Red Design for the Americas", recientemente
publicado, busca los orígenes del citado término en
una deformación de la palabra “latino", y tal vez esté
en lo cierto. A mi juicio el indígena, después de oír
ese calificativo pronunciado repetidas veces en
idioma extranjero y que se aplicaba a hombres que
para explotarlo usaban malicia, crueldad o engaño,
dio en llamar “ladinos” a todos aquellos que
hablaban la lengua española y que pertenecían, por
natural herencia o porque aceptaban, voluntarios o
forzados, la nueva cultura que había llegado a este
suelo a través del inmenso Atlántico. Por lo tanto,
podría señalarse como algo curioso que esta
separación de ladinos e indígenas no obedece a una
condición estrictamente racial sino, más bien, a
cierto estado de ánimo y de pensamiento propios de
cada uno de los dos grupos: los individuos que
pertenecen al primero están incorporados al modo de
vivir y de pensar de las gentes que llegaron de
España; los que forman parte del segundo se obstinan
en conservar las creencias, costumbres y tradiciones
indígenas. Durante la Colonia algunos gobernadores
del Reino de Guatemala se esforzaron en suavizar la
dura existencia de los nativos, pero escasas veces

45
esos buenos propósitos obtuvieron resultados
prácticos y satisfactorios. Con el tiempo fueron
abolidos los repartimientos y las encomiendas, más
los indios se vieron obligados a pagar un tributo
anual que pasaba de padres a hijos, y que en realidad
no cesaba ni con la muerte. Los explotadores siempre
encontraban medios para burlar el sentido
humanitario de las leyes protectoras y siempre los
naturales vivieron como bestias de carga, al servicio
de codiciosos amos.
Si queremos comprender las causas que más
influyeron en el movimiento emancipador de Centro
América, tenemos que recordar lo siguiente:
Primero: a medida que pasaba el tiempo
colonial se multiplicaban los impuestos y
gravámenes que oprimían a los colonos, no sólo
sobre el comercio y las nacientes industrias sino
también sobre personas que ejercían profesiones y
oficios, o que desempeñaban un simple cargo
administrativo; estos impuestos servían para ayudar
al lejano gobierno español en sus empresas de guerra
o de defensa de los dominios y para sostener los
gastos de la administración interior.
Segundo: a los mismos funcionarios de la
Corona se les hacía difícil y tedioso administrar
económicamente al país, debido al funesto sistema de
alcabalas, arbitrios y multas, implantado por la
Monarquía.

46
Tercero: el estancamiento de ciertos artículos
que sólo podían producir o vender privilegiadas
personas —por ejemplo, aguardiente, tabaco y
pólvora— no sólo entorpecía las operaciones
mercantiles, sino que también era fuente de continuo
y creciente descontento en el pueblo.
Cuarto: Antagonismo y rivalidades entre
españoles de la Península y criollos del Istmo
mantenían al país inquieto, pues los primeros
desempeñaban siempre los empleos más importantes
y los segundos, aunque fueran herederos de buen
nombre y apreciable fortuna tenían que conformarse
con puestos de segunda categoría, siendo
excepcionales los casos en que eran elegidos para
ocupar cargos de corregidores, alcaldes mayores o
altos dirigentes de las milicias.
Quinto: A pesar de la constante vigilancia de
las autoridades eclesiásticas y civiles sobre todo lo
impreso, las ideas de los enciclopedistas europeos
iban llegando al Reino y poco a poco abrían camino
en las aletargadas conciencias.
En el año de 1660 Fray Payo Henríquez de
Rivera, Obispo de Guatemala, hizo venir al país al
primer impresor y se instaló la primera imprenta.
Después llegaron otras, pero todas dedicaron sus
actividades a publicar material de índole religiosa. La
Real y Pontificia Universidad de San Carlos
Borromeo fundada en la quieta y hermosa ciudad de
Santiago de los Caballeros — hoy Antigua —

47
comenzó a funcionar en enero de. 1681. Sus
catedráticos generalmente eran frailes y sacerdotes,
y aunque es verdad que impartían a los varones de
las familias nobles una docta y profunda enseñanza
— según el pensamiento español del momento —
nadie hubiera imaginado por aquella época la
evolución ideológica y social que más tarde tendría
lugar en el mundo civilizado, y en qué forma esa
evolución llegaría por fin hasta este aislado rincón de
América.
En los últimos meses de 1729 inició sus
labores nuestro primer periódico: “La Gaceta de
Guatemala". Aparecía cada mes y sólo tenía cuatro
páginas; en ellas se publicaban las celebraciones
eclesiásticas y noticias de Europa y de las Colonias
americanas.
En 1820 vieron luz pública los primeros
periódicos independientes, “El Editor
Constitucional" y "El Amigo de la Patria", y en 1821
— un mes antes de la declaración de Independencia
— apareció "El Genio de la Libertad". En esos
nuevos periódicos se hablaba, con encendido fervor,
de los progresos político-sociales que en otras
latitudes fomentaba la doctrina liberal. Con un valor
extraordinario para el tiempo excitaban al pueblo a
reclamar sus derechos.
A principios del Siglo XIX se produjo en
España el Motín de Aranjuez, promovido por el hijo
de Carlos IV contra Godoy, el favorito de su padre.

48
Este Motín ocasionó la abdicación del legítimo
monarca en favor del rebelde, quien desde esos días
llevó el nombre de Fernando VII.
Como consecuencia de una serie de intrigas,
sublevaciones y disturbios políticos que tuvieron
lugar en la Península, los franceses — gobernados
por el Emperador Napoleón 1 — aprovecharon el
desorden e invadieron España. José Bonaparte fue
proclamado rey de aquella nación y tan inesperado
atropello sacudió, hasta lo más profundo de su vida
política, a todo el imperio español. Si difícil resultaba
entenderse con el legítimo soberano, ¡cómo no lo
sería con el usurpador!
El ejemplo de Jorge Washington y los
patriotas norteamericanos que habían derrotado a
Inglaterra y que echaban los cimientos de la primera
democracia de América estimulaba a los
descontentos, y los ideales de la revolución francesa
iban agrupando a los hombres más decididos.
En México el cura de Dolores, Miguel
Hidalgo y Costilla, se sublevaba contra el gobierno
español al frente de un puñado de valientes.
Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Sucre, San
Martín otros revolucionarios del sur, luchaban por
la independencia de 1as colonias situadas en el
hemisferio austral del Continente.
Centro América, atenta a los sucesos,
esperaba la ocasión propicia para poner de

49
manifiesto los anhelos de libertad que, desde hacía
cierto tiempo, venían tomando impulso entre los
mejores individuos de las clases directoras del país,
y cabe a la Provincia de San Salvador —la más
pequeña parcela de las que integraron el antiguo
Reino de Guatemala— la gloria de haber lanzado el
primer grito de Independencia, en la memorable
noche del 5 de noviembre de 1811.
Desgraciadamente el intento de los patriotas
salvadoreños no alcanzó el éxito deseado. Nicaragua
lo secundó y los próceres de San Salvador volvieron
a la lucha en el año 1814, fracasando por segunda
vez.
Mientras tanto, en la ciudad de Guatemala se
conspiraba sin cesar, hasta el día en que se tuvo
noticias de que en México Agustín de Iturbide había
proclamado el Plan de Iguala y que la Provincia de
Chiapas —que pertenecía al Reino de Guatemala—
decidía unirse al destino de los mexicanos.
Cuando esas importantes noticias llegaron a
los guatemaltecos era Capitán General del Reino el
Brigadier don Gabino Gaínza, hombre que pensaba
en sí mismo antes que en los intereses de España o
del país que tenía bajo su mando. Como las noticias
eran de carácter muy grave, puesto que anunciaban
serios cambios en Centro América, don Gabino, de
acuerdo con su carácter indeciso, no se aprestó para
defender las posesiones de su soberano, sino que, con
el propósito de ganar tiempo, concedió a los
descontentos la oportunidad de ser oídos. Con tal fin
50
dispuso convocar a una Junta de autoridades locales
y de personas notables, en el palacio de los Capitanes
Generales de Guatemala de la Asunción.
En las primeras horas del 15 de septiembre de
1821 acudieron los citados a palacio. Allí se discutió
largamente sobre la actitud que debía tomarse, en
vista de los últimos acontecimientos. Algunos de los
convocados afirmaban que los centroamericanos
todavía no estaban capacitados para gobernarse por
sí solos; otros, pedían que se castigara a los
revoltosos; los demás, entusiasmados por lo que
estaba ocurriendo en México, proclamaban, con no
menos ardor, que al fin había llegado el tiempo de la
liberación.
Impaciente por la prolongada espera el
pueblo, aglomerado en la plaza mayor, exigía una
pronta resolución. Entonces, animados por una idea
salvadora, don Basilio Porras y doña Dolores Bedoya
de Molina — esposa del hombre que dirigía el
periódico independiente “El Editor Constitucional"
— enardecieron los ánimos de los reunidos en la
plaza, exagerando las noticias llegadas de Chiapas.
Con la ayuda de marimbas y petardos se dieron a la
tarea de festejar la libertad de Centro América, antes
de que fuera proclamada oficialmente.
El irresoluto don Gabino creyó, al oír la
música y los cohetes, que todo el pueblo se había
levantado contra él, y como en el palacio los patriotas
lo estaban tentando con la promesa de que él

51
continuaría al frente del nuevo gobierno si accedía
inmediatamente a que se proclamara la
Independencia, cedió al fin a los requerimientos de
los revolucionarios, con tal de que se cumpliera con
lo que le estaban prometiendo.
Así fue como, después de un largo cabildeo,
pero sin derramamiento de sangre, se firmó el Acta
de nuestra Independencia política, en aquella mañana
de excitación y regocijo. La citada Acta no señala
más que la iniciación de nuestra vida republicana,
muy débil aún, puesto que algunas de las Provincias
del Reino se negaron a cooperar con el recién nacido
gobierno — por una causa u otra — y porque los
egoístas y eternos privilegiados orientaron sus
ambiciones hacia México, país donde Iturbide se
estaba proclamando emperador. Este efímero
imperio logró anexarnos por un momento a su
cuerpo, aunque antes se vio obligado a doblegar la
resistencia de los patriotas salvadoreños.
Derrumbado Iturbide, al fin logró instalarse
en Guatemala el primer Congreso Nacional
Constituyente de Centro América, el 24 de junio de
1823, y se emitió el Decreto de Independencia
Absoluta, que dice así: "Las expresadas Provincias,
representadas en esta Asamblea, son libres e
independientes de la Antigua España, de México y de
cualquier otra potencia, así del Antiguo como del
Nuevo Mundo; y que no son ni deben ser patrimonio
de persona ni familia alguna".

52
Dicho Congreso también estipuló que la
forma de gobierno del país debía ser "Popular,
Representativa y Federal" y la Asamblea fue formada
por los hombres más ilustres que tenía la patria. El
primer presidente de la libre y unida Centro América
fue el salvadoreño don Manuel José Arce.
Todo parecía que iba a marchar bajo
inmejorables auspicios y por caminos de auténtica
democracia; Sin embargo, en estos pueblos, nacidos
y creados en clima de coloniaje, faltaba con ciencia
de lo que es la verdadera libertad, como también
responsabilidad ciudadana, desinterés y visión del
futuro. Es obvio, que a esa hora Centro América
contaba con, un grupo de hombres ilustres, honrados
y hasta heroicos en sus luchas políticas, pero tal
grupo era escaso y carecía de experiencia para
gobernar. La mayor parte de los nuevos ciudadanos
hablaba tumultuosamente de sus derechos de
hombres libres, aun cuando muy pocos recordaban
en la vida cotidiana sus juramentos y obligaciones.
Pronto aparecieron las rivalidades, las
envidias, el deseo de riqueza, honores o poder, y la
semilla de. la discordia comenzó a dar sus amargos
frutos.
La guerra civil encendió sus fuegos, por
causas tan absurdas que más nos parecen infantiles
razones, y el prometedor espacio de la Patria Grande
se convirtió en ciudades inconformes y agitadas, en
caminos peligrosos y en campos de batalla, en

53
sociedades divididas y siempre en desorden. Todos
pretendían tener la razón y todos luchaban por las
ideas de sus grupos menores. La aldea, el campanario
parroquial, fueron más fuertes y más defendidos que
el amplio sentimiento de una Patria Mayor. El
fraccionamiento de nuestro mapa federal y la
división de nuestra hermosa bandera
centroamericana fue motivo de atraso para todos
nosotros. Como familias pequeñas y desheredadas
fuimos creciendo entre continuas agitaciones y
malos gobiernos; entre recelos y enemistades de
origen casi personal. Tremenda y triste historia la
nuestra, en la que algunos servidores del pueblo
aparecen de cuando en cuando, casi siempre para
convertirse en víctimas de los mismos hombres que
ellos han tratado de mejorar o defender.
A pesar de todo esto, el sueño de una Centro
América unificada en esperanzas, esfuerzos y
triunfos no pudo borrarse por completo. Los pueblos
del Istmo —muy jóvenes aún en el ejercicio de las
virtudes democráticas— conservan en el alma el
esperanzado sueño que habrá de volverse realidad en
el futuro.

54
CAPITULO 6

DE LA FEDERACIÓN A LA REFORMA
En el capítulo anterior traté de describir,
aunque fuera de manera muy sumaria, el estado
político-social de Centro América durante la época
de la Colonia y vísperas de nuestra Independencia,
así como también enumeré las principales causas que
dieron origen a los movimientos libertadores.
Como buenos hijos de las luminosas ideas del
Siglo XVIII, extendidas a través del mundo por la
revolución francesa, nuestros próceres fueron
auténticos representantes de la doctrina liberal; pero
su pureza y su ingenuidad de hombres llenos de
romanticismo y su manifiesta inexperiencia en el
manejo de los asuntos públicos les impidieron
alcanzar el ansiado triunfo, que era la meta de sus
sueños republicanos.
No debe sorprendernos el desconcierto, las
vacilaciones, la confusión y los errores que
55
caracterizaron la primera época libre de nuestra
historia. Los próceres fueron hombres honestos y
confiados, que, por venir generalmente de familias
ilustres y ricas, y por no haber sufrido en carne propia
las auténticas y prolongadas miserias del bajo
pueblo, creyeron de buena fe que esas desgracias
eran fáciles de remediar y que la ciencia de dirigir a
los pueblos estribaba, sobre todo, en la emisión de
decretos y disposiciones, en favor de la colectividad.
Se puede afirmar que el espíritu de las leyes
emitidas en esos días rebosaba de altos y nobles
intentos y que casi siempre esas leyes eran
avanzadas, en relación al medio y al tiempo; pero
nuestros pueblos estaban formados en su mayor parte
por analfabetos, acostumbrados a ser conducidos por
el cayado de un pastor, y para quienes la palabra
"libertad" era tan nueva y tan incomprensible que a
veces los empujaba a las más audaces aventuras y a
ratos los hundía en pasiones y recelos. En resumen:
los próceres no comprendieron a cabalidad que el
verdadero origen de nuestros males estaba en la
ignorancia de las masas populares y en la ambición
de los que buscaban los puestos públicos para
beneficiar se ellos mismos. Por sabias que fueran las
leyes emitidas entonces, tendrían que ser
desnaturalizadas por los ambiciosos y muy poco
comprendidas por los ignorantes.
El pueblo ansiaba la libertad, mas no sabía
cómo defenderla

56
y sostenerla. Las luchas cívicas le parecían acertijos;
juegos peli grosos y atrayentes en los que la pólvora
dice la última palabra.
También le resultaba muy prosaica y vulgar
labor el trabajo de todos los días, que es, por cierto,
el sostén más fuerte de la vida libre y armoniosa.
Esta ignorancia de las masas era el resultado
de un largo proceso, pues aún en los primeros días de
la Independencia, la instrucción pública permanecía
en estado de sumo atraso.
“Un pueblo que rompiendo las cadenas de la
esclavitud se arroja de repente en el camino de la
libertad — dice el maestro salvadoreño Francisco
Morán — no puede marchar sin tropiezos por él, sino
buscando en la educación el cultivo de su inteligencia
e instruyéndose en el cumplimiento de sus deberes".
Los próceres calcaron en gran parte, para la
República Federal, ideas y leyes de naciones muy
diferentes a la nuestra: Francia, Inglaterra y Estados
Unidos de Norteamérica. Las dos primeras,
poseedoras de culturas seculares; y la segunda —que
en realidad no es sino un trasplante de Europa al
Nuevo Continente— animada por un gran vigor ya
por esos años, con unidad de planes de acción, muy
segura de sí misma y con un exacto sentido de su
futuro destino.

57
Las intenciones de los próceres merecen
nuestra profunda gratitud, aun cuando en la práctica
sus ideas de gobierno resultaran, en ciertos casos,
carentes de realidad. Los pueblos del Istmo salían de
la tutela de España, bajo la cual habían vivido varios
siglos; estaban integrados por una mezcla de sangre
heterogénea — india, española y africana — las
culturas que heredaban — indígena y grecolatina —
son de esencia diametralmente opuesta; a pesar del
tiempo transcurrido desde los primeros combates de
la Conquista hasta el 15 de septiembre de 1821, esas
dos culturas no habían logrado amalgamarse
plenamente.
Las proclamas de libertad y las incitaciones
que se hicieron a las multitudes para insuflar en ellas
sentimientos de rebeldía contra la Metrópoli fueron
formuladas por criollos progresistas, que amaban
muy de veras a su tierra natal; sin embargo, los que
más se aprestaron a sostener y defender esas
proclamas, salieron del sector mestizo, el cual
entregó a la Revolución Libertadora sus más
entusiastas y resueltos hombres.
La razón de este fenómeno social está en lo
siguiente: durante la Colonia, en medio de blancos e
indios, los mestizos no encontraban ni posición
favorable ni simpatía. No tenían raza definida, como
tampoco ideales concretos; por consiguiente, eran
turbulentos e inconformes. Al hablarse de
Independencia, si los ideales de libertad triunfaban,
los más favorecidos serían ellos. Estaban más
58
preparados para entrar a la vida republicana que los
inertes aborígenes, y, en caso de derrota, no
quedarían expuestos como los criollos patriotas a
riesgos muy serios, pues no tenían gran cosa que
perder.
Algunos de los criollos que acuerparon los
ideales revolucionarios no lo hicieron con entero
desinterés ni con definida comprensión del momento
político que se estaba viviendo. Tales individuos
resolvieron tomar acción en el movimiento
emancipador impulsados, más que todo, por la
secreta esperanza de que la parte dirigente del nuevo
gobierno adquiriría en sus manos un poder mayor y
más importante que el obtenido en los años de la
Colonia.
Al desaparecer del retablo político la
Capitanía General de Guatemala dejó tras de sí un
numeroso grupo de hombres, pertenecientes a la
casta que se creía noble por descendencia y a quienes
la República despojaba de muchos de sus privilegios.
En cuanto nos separamos de España se
formaron dos bandos antagónicos entre la gente ya
emancipada: el de los ciudadanos que no lograban
liberarse de las ideas y de las costumbres coloniales
y el de los que tenían una mentalidad más
desarrollada y un concepto más claro de lo que
significaba la Independencia.

59
De la intolerancia de esos dos bandos salieron
los dos partidos políticos e históricos que tendrían
que combatir por toda Centro América, desde los
albores de nuestra vida republicana —
transformándose según el tiempo — hasta nuestros
días. Con razón puede repetirse que la lucha entre los
hombres conscientes de lo que significaba aquella
hora solemne, contra los que no lograron comprender
el decisivo acontecimiento, aún está viva y
palpitante.
A pesar de que la nueva Constitución Política
proclamaba la igualdad ante la ley de todos los
ciudadanos, quedamos, en la práctica, divididos en
los tres sectores sociales que traté de definir y
explicar en el segundo capítulo de este libro: el de los
blancos, el de los mestizos y el de los indios. O, para
escribirlo en términos más comunes y
comprensibles, entre ladinos e indígenas, puesto que
los mestizos se incorporaron totalmente al
movimiento emancipador de los criollos y fueron
ganando posiciones, mientras aumentaban y
consolidaban el conglomerado ladino.
La serie de luchas civiles que desembocó en
la desintegración de la República Federal tuvo su
principal origen en algo que es necesario señalar con
precisión y valentía: en los afanes, intrigas,
maquinaciones y egoísmos desplegados por
numerosos elementos de la clase privilegiada, con el
fin de obtener la dirección de los negocios públicos
o la protección del gobierno. Esos elementos
60
impidieron que los auténticos patriotas dirigieran los
destinos de la nación por sendas más adecuadas y
justas. Para tales personas el espíritu de libertad,
igualdad y fraternidad no era más que puro lirismo.
Si toleraban que dichas ideas figuraran en las páginas
de la Constitución y en las leyes del país era,
únicamente, con el propósito de que ellas jamás
pasaran de la letra muerta y de que el progreso y el
bienestar generales quedaran detenidos en engañosos
espejismos.
Las consecuencias de esas sangrientas y
fratricidas rivalidades todavía entristecen a quienes
aman a Centro América y desean su mayor bien. La
Federación fue disuelta y cada una de las cinco
parcelas que la integraban encauzó por su propia
cuenta su débil existencia hacia el futuro, dirigida por
gobernantes que, en términos generales, no se
preocupaban de las necesidades del pueblo y que sólo
trataban de mantenerse en el poder.
Para llenar la medida de la fatalidad, el único
hombre capaz de seguir luchando por la unidad del
Istmo — Francisco Morazán — tuvo un destino
trágico. La unidad de Centro América y la
conservación de esa unidad fueron su eterno sueño y
su día rio y más activo afán; pero los pueblos que le
rodeaban poco entendieron de sus magnos y
trascendentales propósitos.
Traicionado y negado por los que debieron
haberle secundado y enaltecido, fue fusilado en San

61
José de Costa Rica, en una de las tardes más sombrías
y desconsoladoras de nuestra historia. Sus Últimas
palabras fueron éstas: “Declaro que mi amor a Centro
América muere conmigo”.
El Partido Liberal de Guatemala se anunció
con gallardía desde antes de la Independencia del
Istmo. A él debemos las leyes más avanzadas y
humanas y los mejores esfuerzos democráticos. Es
cierto que, en repetidas ocasiones, ha servido para
enmascarar la ambición y el caudillismo de algunos
de sus dirigentes, pero no puede negarse que ha
tenido períodos de brillante y provechosa actividad.
Uno de sus primeros y más distinguidos
representantes — a pesar de que al iniciarse en la
política se afilió al partido conservador — fue el
doctor en leyes, don Mariano Gálvez. Resultó electo
Jefe del Estado de Guatemala en agosto de 1831.
Varón de ideas claras y modernas, quiso, desde la
iniciación de su gobierno, elevar el nivel de vida de
la gente humilde. Dotado de gran flexibilidad de
carácter y de positivo talento político, fue decidido
partidario de la enseñanza laica, de la libertad de
cultos y de los beneficios que proporciona la
democracia bien entendida. Reelecto en 1835 para un
segundo período de gobierno no pudo terminarlo,
porque las fuerzas negativas y antipatrióticas se
unieron para lograr su derrocamiento. Murió exiliado
en la capital de México.
El primer dictador de Guatemala fue Rafael
Carrera, hombre de armas y de inteligencia muy
62
despierta. Pese a su recia personalidad fue ganado
por las argucias de las fuerzas más conservadoras del
país, las cuales lo sostuvieron en el poder durante
largo tiempo. Ese lapso se conoce en la historia patria
con el nombre de “gobierno de los treinta años". El
historiador guatemalteco, licenciado J. Daniel
Contreras R., concreta dicho período en las
siguientes líneas: “El gobierno de los treinta años se
caracteriza por la vuelta a los usos y costumbres
coloniales. La iglesia recuperó los privilegios que le
habían quitado Morazán y Gálvez. Sus enormes
propiedades le fueron devueltas; la Universidad
volvió a regirse por los estatutos coloniales y, en fin,
la mentalidad del guatemalteco fue la de un hombre
de la Colonia".
El general Carrera fue sucedido en el
ejercicio del mando por el mariscal Vicente Cerna.
Un grupo de emigrados, en México, entre los
cuales figuraban en primera fila don Miguel García
Granados y Justo Rufino Barrios, proyectaron y
llevaron a cabo el movimiento revolucionario que
ahora se conoce por el nombre de Revolución y
Reforma del 71.
Triunfante este movimiento, García
Granados, al asumir el poder, inició una política
encaminada a un alto y noble fin: el de sustraer al
país del régimen inerte y depresivo en que
languidecía y de darle un impulso realmente
democrático; pero, por circunstancias que no son del

63
caso referir, depositó el mando en Justo Rufino
Barrios. García Granados era un idealista; Barrios, en
cambio, tipificaba al caudillo.
Las proyecciones de la Reforma del 71 son de
lo más decisivo e importante en la historia de
Guatemala.
El nuevo presidente, lleno de fuerza
constructiva y animado por el deseo de que el país
evolucionara, fundó escuelas primarias en toda la
República, institutos de segunda enseñanza, escuelas
normales y escuelas nocturnas para artesanos,
decretando una nueva ley de instrucción pública;
reglamentó las relaciones entre jornaleros y
patronos; creó la policía urbana y la guardia civil;
mejoró el ornato de las ciudades y modernizó los
ramos de comunicaciones; estableció servicios de
alumbrado de gas y de tranvías; regularizó las fuerzas
militares; favoreció el incremento de la propiedad
territorial; organizó las aduanas y reguló los
impuestos; tendió puentes y construyó carreteras;
hizo llegar a la capital la primera locomotora y
proyectó un ferrocarril interoceánico; limitó el poder
del clero, expulsó a los jesuitas y despojó a la Iglesia
de sus inmensas propiedades; promovió y favoreció
la creación de nuevas industrias, fomentando
especialmente la del café.
Antes de la Reforma la administración de
justicia se llevaba a cabo, con pequeñas variantes, en
la misma forma en que se hacía durante las últimas

64
décadas coloniales. Barrios, deseoso de evitar ese
anticuado sistema judicial, redactó el Código Civil y
militar y promulgó una más avanzada Constitución
en 1879. Separó la Iglesia del Estado por segunda
vez, puesto que en el gobierno del Presidente Gálvez
ya se había dado ese paso trascendental, que fue
anulado por Carrera, y estableció el divorcio.
Sin embargo, a pesar de su fuerza progresista
y de sus gran des aciertos, la Revolución del 71
cometió graves errores. La intención de Justo Rufino
Barrios fue destruir — hasta donde era posible — las
barreras que dividían económica, social y
culturalmente a los habitantes de Guatemala. Con
mano audaz quiso empujar a su patria por un nuevo
camino de progreso, obligándola a que se incorporara
— siquiera en los más urgentes lineamientos — a la
marcha de las naciones civilizadas.
Desgraciadamente, para llevar a la práctica sus
extraordinarios proyectos y obligado por la
incomprensión, indiferencia y hostilidad del medio,
se vio en el duro trance de convertirse en dictador.
Como toda dictadura corrompe el alma nacional, los
notables adelantos alcanzados por el gobierno de
Barrios se vieron demeritados por la actitud
dictatorial que tuvo que asumir el presidente, aunque
debemos reconocer y confesarlo con tristeza, que en
pueblos como el nuestro es muy difícil hacer que la
nación avance, si no se tiene una mano segura y
fuerte.

65
El parcelamiento de tierras promovido por su
gobierno no alcanzó el resultado que se esperaba; es
decir, no logró crear una próspera y sana clase
campesina. Los indios permanecieron enigmáticos e
incomprensivos; no se les pudo ayudar con
suficientes elementos materiales ni con adecuadas
enseñanzas agrícolas, a fin de que ellos pudieran
cultivar con eficacia — y, sobre todo,
individualmente — sus propios terrenos.
Improvisados propietarios de una parcela cultivable,
que les parecía mentira fuera suya, los indígenas
nada sabían de leyes protectoras de la propiedad
privada, ni de los sistemas de comercio de los
ladinos. Como lógica consecuencia fueron
perdiendo, con el tiempo, sus predios, y éstos
pasaron a aumentar las propiedades rurales de los que
saben aprovechar la ignorancia, candidez y miseria
de los naturales.
En cuanto a la protección y desarrollo de la
industria cafetalera —tan beneficiosa para la
economía nacional— tiene que decirse lo siguiente:
esa industria incrementó, sin duda alguna, la
prosperidad material del país, más de ella nació una
pode rosa clase de nuevos ricos.
Estas personas, en la mayoría de los casos,
han tenido mucho del espíritu ventajoso y
desconsiderado de los antiguos terratenientes de la
Colonia. Con meritorias excepciones los caficultores
han sido, ante las necesidades del trabajador de las
fincas, casi tan duros como los primeros.
66
La clase media — estimulada y
fortalecida por Barrios — fue perdiendo, después de
la muerte del Reformador y debido al relajamiento
del partido liberal, la ayuda y provecho que el mismo
partido le había proporcionado. Desde entonces,
urgida a combatir entre dos fuerzas antagónicas — el
egoísmo de la clase adinerada y el desaliento o
rebeldía del proletariado — ha sido, como dicen los
franceses, "la cabeza de turco" sobre la que se
descargan los mayores golpes y dificultades.
Durante el régimen de Barrios el liberalismo
alcanzó días de esplendoroso apogeo y lo mucho que
en esos años se realizó en beneficio del pueblo no
puede ser negado por ningún hombre honesto; sin
embargo, fue por ese tiempo cuando el liberalismo
de Guatemala principió a dar muestras de que no
tendría escrúpulos para usar — cuando la necesidad
así lo demandara — métodos de lucha bastante
violentos y vergonzosos.
Justo Rufino Barrios murió gloriosamente en
los campos de batalla, tratando de reconstruir la
unión de Centro América. Su muerte lo redime de
muchos errores, Hasta el momento es el reformador
social más efectivo y grande que ha tenido la
República.

67
CAPITULO 7

OTROS PRESIDENTES
El Congreso Federal disolvió la Unión
Centroamericana en 1838, pero, desde esa fecha,
quedó latente en el espíritu de la mayor parte de los
habitantes del Istmo el deseo de volver a unificar, en
una sola nacionalidad, los cinco Estados que antes la
integraban: Guatemala, El Salvador, Honduras,
Nicaragua y Costa Rica. Los proyectos y trabajos
concebidos y realizados para lograr esa finalidad han
sido numerosos y se conocen en nuestros países con
el nombre de "Unionismo". Prueba irrefutable de lo
que afirmo es lo siguiente: en 1855 el audaz
norteamericano William Walker — aprovechándose
de las discordias entre conservadores y liberales
nicaragüenses — organizó varias expediciones de
filibusteros, con el objeto de sojuzgar a Centro
América.
El tiempo era sumamente propicio para una
empresa de esa índole, puesto que las recién nacidas
Repúblicas centroamericanas atravesaban uno de los
68
períodos de mayor agitación y divisionismo. Sin
embargo, ante el peligro común, las cinco parcelas
animadas por un repentino espíritu de fraternidad
unieron heroicamente sus hombres, sus dineros y sus
posibilidades, para rechazar al invasor, Después de la
muerte de Justo Rufino Barrios, quien entró en
guerra contra El Salvador impulsado por la idea de
reconstruir la Federación, las tropas guatemaltecas,
faltas ya del estimulante espíritu que las guiaba,
resolvieron desistir del empeño batiéndose en
retirada.
El Reformador fue sucedido en el mando por
el general Manuel Lisandro Barillas. Tras él ocupó el
solio presidencial José María Reyna Barrios —
sobrino de Justo Rufino— gobernante de índole
caballerosa y tendencias progresistas.
Desgraciadamente, animado por el deseo de
reelegirse, cometió el yerro de disolver la Asamblea
Nacional y de convocar a una Constituyente, para
que ella le facilitara la continuación en el poder. El
descontento del pueblo por ese error del presidente
— que puede considerarse clásico en la historia de
los pueblos centroamericanos — se manifestó bien
pronto. Poco tiempo después Reyna Barrios cayó
abatido por una bala de revólver, que puso fin a su
existencia.
Y aquí tengo, forzosamente, que detenerme
un momento ante una de las ricuras más siniestras de
nuestra historia: la del licenciado Manuel Estrada
Cabrera. Este hombre tomó posesión del mando
69
como quien nunca ha pensado merecerlo, pero lo
ejerció con artes de leguleyo y vicios de sátrapa, por
más de veintidós años, que para Guatemala fueron y
se contaron como veintidós siglos de tiranía e
ignominia.
La dictadura de Estrada Cabrera, tenebrosa y
asiáticamente cruel — a pesar de que el gobernante
se había hecho nombrar jefe absoluto del partido
liberal por sus aduladores — prestó un definido y
prolongado servicio al sector más empeñado en
conservar sus posiciones de privilegio. El liberalismo
falso y ditirámbico del autócrata llegaba a extremos
casi siempre ridículos: en manifiestos, discursos,
ceremonias palatinas, desfiles militares y escolares u
oraciones fúnebres se proclamaban exaltadamente
los grandes ideales del partido, pero en la práctica, su
gobierno fue el más sórdido y execrable de todos los
que hasta entonces había sufrido Guatemala.
Rodeado de esbirros y gente servil, el “Gran
Jerarca del Partido Liberal y Benemérito de la Patria"
se dedicó a extirpar sistemáticamente de los
ciudadanos toda raíz de libertad y todo asomo de
rebelión o de descontento, doblegando el espíritu de
sus gobernados hasta un total y humillante
aplastamiento.
Hombre de muy mal gusto y de pasiones
disimuladas y sombrías, no dejó nada para la
posteridad, ni en lo espiritual ni en lo material. Su
obra de gobierno — si es que obra puede llamarse —

70
fue en todo sentido negativa, cruel, inhumana y
disociadora. Estrada Cabrera engañaba y perseguía
por el placer morboso de engañar y de hacer sufrir,
utilizando para alcanzar esos satánicos fines el pavor
que inspiraba su temida persona.
Este presidente fue objeto de muchos
atentados contra su vida. Ninguno de ellos tuvo buen
éxito y, como es fácil imaginar, cada uno de los
intentos organizados en secreto para acabar con su
despótico gobierno, no sirvió sino para fortalecer la
saña con que, por campos y ciudades, se perseguía a
los culpables o a los sospechosos de culpa, y a veces
a los inocentes, por falsas delaciones o antipatías.
En 1920 fue derrocado Estrada Cabrera,
debido a una revolución de carácter popular, que
utilizó como estandarte de lucha el ideal unionista.
El nuevo movimiento revolucionario, de
meritorio y ejemplar civismo, logró echar por tierra
el prolongado gobierno de Cabrera, e hizo llegar a la
primera magistratura de la nación al diputado Carlos
Herrera, persona animada de "buenas intenciones".
Con su advenimiento al poder puede decirse que
Guatemala tuvo un respiro después de tantos años de
asfixiante existencia, más el gobierno de Herrera no
llegó a los veinte meses de duración. Como
consecuencia de un cuartelazo se hizo cargo de la
presidencia el general José María Orellana. Al final
de su primer período de gobierno Orellana trató de
reelegirse, como algunos de sus antecesores.

71
Afortunadamente para Guatemala y para el nombre
del presidente llegó de pronto la muerte, y ella puso
fin a las aspiraciones políticas del mandatario.
El brigadier Lázaro Chacón fue electo para
sustituirlo en el alto cargo. A mediados de 1930 el
general Chacón se vio en la necesidad de abandonar
la presidencia por motivos de mala salud y, después
de su retiro, una racha de desorden se abatió sobre
Guatemala, llevando a la silla presidencial al
licenciado Baudilio Palma, luego al general Manuel
Orellana, y por fin al licenciado José María Reina
Andrade. Este último convocó a elecciones y, en
acato a los resultados de ellas, entregó el mando al
candidato electo, general Jorge Ubico Castañeda.
En la época en que yo conocí al general Ubico
— febrero de 1932 — el presidente acababa de
cumplir cincuenta años en excelentes condiciones; es
decir, bien conservado, activo y vigoroso.
Siendo corpulento sin llegar a la obesidad,
tenía la frente ancha y un poco abombada, la mirada
penetrante, los labios delgados y desdeñosos. Puedo
decir que su figura estaba llena de natural prestancia.
Su personalidad es curiosa y digna de ser
estudiada por un buen psicólogo. Interiormente era
varón complicado y de múltiples recursos: mente
clara y afirmativa; admirable memoria de lugares, de
fisonomías, de nombres y de fechas; espíritu falto de
aptitud para la captación y aprecio del caso general

72
— del conjunto — ponía exagerada atención en cada
detalle de la vida cotidiana. Con profundo sentido de
su valor individual era sagaz y desconfiado, y aunque
podía llamársele progresista — en el sentido material
y mecánico del siglo actual — su acervo ideológico
tenía un fondo tan anticuado, que a veces recordaba
a los encomenderos y colonos del siglo XVI.
Muy directo en la forma de actuar, pero
siempre en combate consigo mismo, puedo
calificarle como hombre insociable. Carecía de la
vivacidad de las gentes nacidas en el trópico y
siempre daba muestras de ser empecinado en sus
designios, cáustico y astuto. Con postura de
misántropo solía decir y repetir: "Yo no tengo amigos
sino enemigos domesticados". Para él los problemas
de la vida o de la política no eran nunca temas de
charla, más o menos gratos, sino blancos para su
voluntad, en ejercicio de acción.
Padecía de cuatro o cinco fobias. Las más
ostensibles eran contra los hombres de letras, el
comunismo y los ladrones.
Su criterio respecto a la doctrina de Marx era
burdo y simple: "las ideas comunistas que se
relacionan con la propiedad privada — decía — son
contrarias a la naturaleza humana; esa propiedad es
indiscutible, desde todo punto de vista; de ella se
desprende, a la larga, el desarrollo de las riquezas de
la tierra y el comercio y la industria; cada hombre
produce según su capacidad de inteligencia o de

73
trabajo y, por consiguiente, siempre habrá
desigualdad en las fortunas; pretender que ese orden
se altere es ilusorio; la misma vida se encargará de
demostrar que el camino está equivocado".
Al abandonar al país rumbo al ostracismo —
donde encontró la muerte y el desengaño — su
última recomendación a los amigos fue la siguiente:
“mucho cuidado con los rojos y con los “cachurecos”
(representantes del clásico partido “conservador")
mucho cuidado...”. Creo que en su advertencia —
que unía la extrema izquierda con la extrema derecha
— había algo de instintivo buen juicio.
Retardado en la comprensión de las ideas que
revolucionan al mundo, quiso aislar a su patria, para
salvarla de ellas. Apegado a los viejos y deteriorados
moldes del liberalismo de fines del siglo XIX, se
empeñó en combatir las modernas orientaciones
políticas por medio de sistemas caducos o
desacreditados, sin darse cuenta de que, con esa
cerrada actitud, no hacía más que precipitar su
avance.
Aborrecía la idea de que Guatemala saliera de
la vida semifeudal en que había vegetado hasta
entonces, y aunque se presentaba al público como un
fanático liberal y tenía la pretensión de ser el
continuador de la obra llevada a feliz término por
Justo Rufino Barrios, cada uno de sus pensamientos
y de sus actos demostraba, con creces, que él no

74
pasaba de ser un empecinado enemigo de la
evolución social.
Nadie podrá negar que fue buen
administrador de los asuntos públicos y que pasará a
la posteridad con los epítetos de “ordenado y activo".
En su carácter de gobernante deseó para Guatemala
lo que, con su criterio exclusivista, consideraba como
lo mejor y más apropiado para su desenvolvimiento.
Con ánimo y temperamento de caudillo nació por lo
menos cien años después de la época en que esas
características le hubieran beneficiado, ideológica y
materialmente.
Ubico deseaba una Guatemala estática,
siempre obediente a sus órdenes y caprichos. Quería
verla convertida en una plácida isla patriarcal, dócil
y simple en cada una de sus manifestaciones.
Para lograrlo estableció en ella un orden
doméstico en el que mantuvo la injusticia de los
salarios ínfimos de la clase trabajadora y prohibió la
asociación sindical. Nada se hizo durante su gobierno
para modernizar los anticuados sistemas de la
agricultura, ni para facilitar o abaratar los créditos, ni
para crear nuevas industrias, ni para buscar la debida
ayuda técnica que fomentara el desarrollo económico
del país.
Abreviando: el gobierno del general Ubico
fue — a pesar de ciertos adelantos en el orden

75
material — un gobierno de aislamiento, de sociedad
estancada y de economía de centavos.
Ubico se vio compelido a dejar el poder a
causa del movimiento revolucionario que se organizó
en junio de 1944.
En esa hora, como si de pronto se hubieran
derrumbado los muros que impedían que la luz del
mundo iluminara al país, los guatemaltecos
empezaron a darse cuenta de sus más graves y
urgentes problemas: los problemas que él dictador
mantuvo sin resolver, creyendo que era posible
olvidarlos, enterrarlos o impedir que se presentaran
ante los ciudadanos en su cabal y exacta desnudez.
Don Jorge fue sucedido por un triunvirato que
se centralizó en la figura del general Federico Ponce
Vaides.
El gobierno de Ponce señala el punto
culminante en el que el pueblo, cansado de sufrir
engaños y esperas resuelve intervenir, como un solo
hombre, en el derrumbamiento del indeseado e
impuesto mandatario. Todas las clases sociales del
conglomerado ladino — pues los indios siempre
permanecen apáticos en casos semejantes —
concretaron sus esfuerzos en lo siguiente: cambiar la
situación política de Guatemala, no por la simple
remoción de uno o varios funcionarios, sino por
medio de una reforma constitucional que abarcara
todos los aspectos de la vida de la nación. El golpe

76
militar del 20 de octubre de 1944 tuvo — por esa
causa — el respaldo irrestricto de todos los sectores
del país.
Inmediatamente después del golpe militar se
formó una Junta de Gobierno o Triunvirato,
compuesto por las siguientes personas: Jorge Toriello
Garrido, comerciante; Francisco Javier Arana y
Jacobo Árbenz Guzmán, oficiales del ejército. Esta
Junta permaneció en el poder hast3 el 15 de marzo
de 1945.
Durante el tiempo que dicha Junta tuvo a su
cargo los destinos de Guatemala, se convocó una
Asamblea Constituyente, en la cual figuraron
representantes de muchos sectores sociales y
partidos políticos. Esta Asamblea redactó una nueva
Carta Constitucional, más en consonancia con los
tiempos modernos.
En esa Constitución se dio autonomía a la
Universidad Nacional, se creó el importante puesto
de Jefe de las Fuerzas Armadas, destinado a
neutralizar un tanto el poder que, hasta ese momento,
habían tenido los Ministros de la Guerra, (ahora
llamados Ministros de la Defensa) y, por primera vez
en la historia de nuestra patria, se protegió la
organización sindical de trabajadores y se
formularon leyes laborales.
El 15 de marzo de 1945, por unánime y
entusiasta voluntad del pueblo expresada en los

77
comicios, la Junta Revolucionaria hizo entrega de la
primera magistratura de la nación al maestro y doctor
en filosofía Juan José Arévalo Bermejo, de cuya
personalidad y actividades me ocuparé en el
siguiente capítulo.
Para terminar el que acabo de escribir y como
resumen de los lineamientos que han seguido los dos
clásicos partidos políticos de mi patria, desde la
emancipación de España hasta nuestros días,
extractaré algunos párrafos de un editorial del diario
“El Pueblo”, correspondiente al 2 de noviembre de
1950.
“La Independencia Nacional llegó a nuestras
tierras sin el tremendo precio que pagaron las gentes
del norte y las del sur de América, cuando rompieron
sus amarres coloniales. La maquinaria
gubernamental de la Península Ibérica se derrumbó
en Centro América sin estrépito. No tuvimos ni un
Washington ni un Bolívar y fue nuestra liberación un
parto histórico sin sangre, sin ese desgarre de
entrañas que indica el final de un régimen político
que se va ante otro que adviene… La Independencia
de Centro América se alcanzó gracias al juego de
determinantes sociales y económicas que hicieron
inútil el clarín de las batallas".
“La República inició su vida sin horizontes
fijos. Como no tuvimos una orientación determinada,
que inspirara nuestros primeros pasos libres, vivimos
horas de desorden y confusión desde nuestro viaje

78
inicial como pueblos independientes. Por otra parte,
las instituciones y leyes, calcadas de países muy
diferentes al nuestro, no se adaptaban al modo de ser
ni a la realidad centro americana”.
“Este ambiente de oscuridad y de tanteos
favoreció el triunfo del conservatismo, que alcanzó
treinta años de dominio duran te el gobierno de
Carrera. Sin embargo, el partido conservador que
pudo haber hecho muchas cosas buenas, carecía de
ideología precisa, de modo que sus realizaciones
gubernamentales fueron de naturaleza vegetativa.
Los conservadores mantuvieron un ritmo de
desenvolvimiento demasiado ceñido a las
conveniencias de pequeños grupos económicos, que
permanecían insensibles ante las grandes
necesidades del pueblo, y el feudalismo, como
régimen de producción, afirmó sus bases
organizativas, manteniendo las antiguas
modalidades, tanto en lo social como en lo político".
“El liberalismo, al influir en nuestra vida
republicana, debía de haber respondido con mayor
fidelidad a los intereses de una burguesía que
reclamaba la posesión de sus derechos de clase
naciente. Guatemala tenía que romper los ligamentos
del feudo y marchar hacia las conquistas de sus
primeras expresiones industriales; pero los liberales
cumplieron ese objetivo histórico de modo
imperfecto. No llegaron a comprender que sus
funciones rectoras exigían que ellos fomentaran el
desarrollo de la clase burguesa y del naciente
79
capitalismo, derribando con un proceso — ceñido a
la ley — las trabas feudales que impedían el
desarrollo político, económico y cultural de la
República. Los liberales transitaron muchas veces
por el camino de los conservadores, repitiendo sus
métodos de gobierno y conservando gran parte de su
mentalidad retrógrada".
“En general, conservadores y liberales fueron
incapaces de crear un partido político de acción
unida, constructiva y dinámica. Casi siempre fueron
grupos bastante desordenados, que trabajan regidos
por este común denominador: el deseo de poder, con
el objeto de consolidar sus posiciones personales o
de complacer al bando al que pertenecían. Tal
estrechez de miras empujó a conservadores y
liberales hacia el cesarismo, y la tiranía se impuso
como lógica e inmediata consecuencia. Por
Guatemala pasó un desfile de autócratas de
mentalidad y manos despiadadas, mientras los
miembros de cada partido sólo tenían ojos y oídos
para su propio grupo".
“Así llegamos a 1944. Aún en año tan
reciente Guatemala no conocía la estructura de lo que
debe ser un partido político, levantado sobre bases de
organización técnica, con disciplina libremente
aceptada y con doctrina que norme las actividades de
todos sus afiliados".
"La revolución de 1944 adoleció, en su
primera etapa, de una estructuración partidista; fue

80
tan solo exaltado entusiasmo de gentes
indeterminadas, que salían de todas las ideologías
políticas y de todos los sectores de la nación. Ríos
humanos, de diferentes regiones y alturas, formaron
esa enorme afluencia de voluntad que fue el
movimiento reivindicador del 20 de octubre".

81
CAPITULO 8

EL DOCTOR JUAN JOSE AREVALO


El doctor Juan José Arévalo Bermejo es, y
será por mucho tiempo, uno de los personajes
políticos de Guatemala más discutidos en la América
Latina.
Para comprender su personalidad y su vida
pública es necesario analizar, aunque sólo sea de
manera breve, los acontecimientos históricos que
tuvieron lugar en Guatemala en los días tumultuosos
de la caída de Ubico y del corto período en el cual el
general Federico Ponce Vaides asumió el mando de
la República.
El movimiento revolucionario que triunfó
contra Ubico fue el resultado de una gestación muy
lenta. Sus raíces deben buscarse en el año 1920,
cuando el grupo de hombres que se alzó contra el
despotismo del licenciado Manuel Estrada Cabrera
desplegó bandera unionista y, amparado por ella,
logró derrocar al anciano dictador.

82
En el efímero gobierno de los unionistas,
Guatemala gozó de amplias libertades, y todo parecía
indicar que la democracia por fin orientaría nuestros
destinos; pero el 5 de diciembre de 1921 un
inesperado cuartelazo echó abajo los débiles soportes
de la naciente vida libre y desde ese momento una
serie de fatales acontecimientos políticos nos fue
llevando por el camino que nos hizo caer entre las
férreas manos del general Jorge Ubico Castañeda.
A pesar de que la dictadura de don Jorge duró
más de trece años, cierto núcleo de patriotas mantuvo
siempre la brasa de la esperanza y el fermento de
futuras rebeldías. Esos patriotas, en secretos círculos
establecidos en su propia tierra o aprovechando la
libertad de un país extranjero, donde se habían
asilado para salvarse de peligros, trabajaban
incesantemente para llevar hasta la conciencia del
pueblo la certidumbre de que el espíritu del
verdadero liberalismo había sido traicionado por
muchos de los hombres que se llamaban sus
representantes, y que tanto Estrada Cabrera como
Ubico y otros presidentes habían sido, en verdad, la
manifestación contraria de lo que debe entenderse
por dirigentes inspirados en las altas y nobles ideas
de la doctrina liberal.
Los continuos esfuerzos de los
mandatarios por impedir que las masas populares
salieran de su ignorancia comenzaban a volverse
ineficaces y las gentes pobres y sencillas ya
entreveían sus derechos, como también las malas
83
artes con que hasta entonces se les había engañado,
dándoles palabras en vez de cosas reales y miseria y
dolor en lugar de relativo bienestar.
Por tal razón no debe sorprendernos que el
movimiento de rebeldía contra Ubico haya llenado
calles y plazas y que la revolución del 20 de octubre
encendiera al pueblo entero, como fuego que se
extiende con rapidez; (entendiéndose por “pueblo" al
conglomerado "ladino", puesto que los indios sólo
toman parte en las contiendas políticas en grupos
muy reducidos).
Las admirables jornadas cívicas de los
últimos días de junio de 1944 hablan claramente
sobre este despertar del pueblo chapín. Por eso creo
en la versión de que fueron el descontento del pueblo
y el valor que el mismo pueblo desplegó en esos días,
las principales causas de la caída de Ubico.
Sin embargo, la abdicación del general no
constituyó el triunfo completo de los
revolucionarios. Amargado don Jorge hasta un
extremo difícil de imaginar por lo que él consideraba
ingratitud de sus gobernados — pues en su fuero
interno se creía un ejemplar mandatario — resolvió
a última hora entregar el poder a tres militares,
quienes, desde luego, no estaban preparados para
dirigir el cambio radical que ya se hacía urgente en
el gobierno y la vida social de la nación.

84
Desde que ese triunvirato recibió el mando,
Ponce Vaides evidenció sus deseos de predominio, el
cual logró al cabo de muy corto tiempo.
Mientras tanto, algo se había ganado en el
cambio, pues el mismo Ponce se vio obligado a
permitir la formación — aunque embrionaria — de
sindicatos obreros, a conceder ciertos derechos a los
estudiantes y a tolerar la organización de partidos
políticos.
Un bloque de jóvenes intelectuales y
universitarios que había ayudado a derrocar a Ubico
se alistó para la lucha en favor de la democracia, con
el nombre de Frente Popular Libertador. Ya
organizado este grupo, algunos de sus miembros
empezaron a dar muestras de que no apreciaban en
su justa valía las ideas y sistemas de acción de otros
revolucionarios, quienes se habían mantenido
limpios durante la dictadura y que también supieron
acuerpar el movimiento anti-ubiquista.
La equivocada actitud del Frente Popular
Libertador dividió a estas primeras fuerzas
democráticas en dos partes, y una de ellas — la que
estaba formada por hombres de más edad, casi todos
profesionales — organizó el Partido Social
Democrático.
Dicho partido pudo haber salvado la
situación, pero, en vez de dedicar todas sus
actividades a luchar contra el régimen de Ponce

85
Vaides — quien ya se presentaba como un dictador
en potencia, con los defectos de Ubico, pero sin sus
buenas cualidades — perdió su tiempo en estar
escogiendo candidatos presidenciales para las
próximas elecciones, las cuales, como era lógico,
tenían que ser estorbadas por Ponce.
El Frente Popular, a su vez, cometió el mismo
error.
Antes de que estos dos bloques se formaran, un
partido de la misma índole, Renovación Nacional,
tuvo nacimiento en la casa particular del licenciado
Mario Efraín Nájera Farfán. En esa casa se reunieron
el lo. de julio de 1944 el mencionado señor Nájera
Farfán y sus amigos los señores Carlos Leonidas
Acevedo, Juan José Orozco Posadas, Oscar Benítez,
Francisco Escobar, Alberto Herrarte y los hermanos
Robles Chinchilla, para analizar y discutir la
situación del país. Antes de separarse firmaron el
Acta de organización del partido, con programa de
acción y resumen de proyectos para el futuro. Entre
los puntos más importantes de ese documento está la
postulación del doctor Juan José Arévalo Bermejo,
para la candidatura presidencial en las próximas
elecciones.
Dos días después de haber firmado dicha
Acta, se publicó el primer Manifiesto de Renovación
Nacional.

86
Algunos patriotas, dándose cuenta de que las
energías de los nuevos partidos políticos se estaban
dispersando y debilitando en búsqueda y calificación
de posibles candidatos para el desempeño del
Ejecutivo, intentaron unir y encausar todas las
fuerzas democráticas en una sola y definida
intención: derrocar a Ponce Vaides, ya que era inútil
pensar en una libre o semi-libre campaña electoral, si
Ponce permanecía en el poder. De esta manera fue
creada la Unión Cívica, núcleo central del Frente
Unido de Partidos y Asociaciones Patrióticas, cuya
primera directiva fue integrada por las siguientes
personas: licenciado Jorge García Granados,
licenciado José Roltz Bennet, licenciado Federico
Roltz Bennet, Jorge Toriello Garrido, licenciado
Guillermo Toriello Garrido, Roberto Arzú, doctor
Carlos Federico Mora, Carlos Irigoyen, obrero
Silverio Ortiz, obrero Samuel Guevara y otros, cuyos
nombres de momento no recuerdo.
La serie de desafueros y atropellos cometidos
por el gobierno de Ponce llegó a su clímax con el
asesinato del periodista Alejandro Córdova, hecho de
sangre que llenó de indignación a los ciudadanos y
que empujó a los militares — hasta entonces en
actitud expectante — a entenderse en secreto con los
civiles descontentos.
El doctor Arévalo arribó a Guatemala,
procedente de la República Argentina, durante el
gobierno de Ponce, llamado por el Partido
Renovación Nacional. Al principio las autoridades
87
toleraron su presencia sin atreverse a molestarle con
descaro; peto cuando los miembros de Renovación
Nacional organizaron viajes de propaganda por todo
el país, en favor de su candidato, y Frente Popular se
identificó con ellos en estas actividades, (el Partido
Social Democrático no los acuerpó), Ponce principió
a hostilizar al doctor Arévalo y a poner en juego los
más execrables métodos de intimidación y violencia.
Esa actitud ilegal e injusta se tradujo en el aumento
de popularidad del recién llegado, y pronto el
nombre de Arévalo prendió hasta la boca de los
herméticos indios.
Recuerdo perfectamente que por esos días fui
llamado por el general Ponce a su despacho
particular, en Casa Presidencial. (Yo desempeñé
después de la caída de Ubico y por corto tiempo el
puesto de Subsecretario de la Presidencia).
Encontré a Ponce solo, sentado tras su
escritorio y, al parecer, tratando de arreglar un
lapicero que se negaba a funcionar debidamente.
Después de los saludos de estilo me dijo a quema
ropa, y como quien ya ha pensado lo que va a
exponer:
- Lo he hecho venir porque deseo que me
haga un Acuerdo: quiero deportar a ese loco de
Arévalo, pues ya lo tengo en la nuca…
El caso me pareció muy grave, pues
entrañaba un manifiesto atropello contra un

88
ciudadano. . . Negarme a redactar el acuerdo o aducir
razones en contra era peligroso para mí. El aire
estaba cargado de amenazas. Eran las once y media
de una mañana de sábado.
Tratando de ganar tiempo, con el fin de evitar
que mi persona se viera envuelta, aunque fuera sólo
en forma puramente ejecutiva, en tan arbitrario
asunto, respondí:
—Muy bien, si así le parece a usted; pero creo
que mi deber es recordarle que el doctor Arévalo es
guatemalteco y que, por lo tanto, conforme a la
Constitución, no se le puede extrañar del país sin…
Ponce me cortó la palabra contestando:
—Arévalo asegura que es chapín; pero aquí,
en esta gaveta — y señaló uno de los
compartimientos del escritorio — tengo las pruebas
de que no lo es. En Argentina adoptó la ciudadanía
de esa República y ha vivido por mucho tiempo
gozando de sus ventajas.
—Entonces, general, ¿por qué no ordena que
se haga una campaña por medio de la prensa, para
probar lo que usted dice? Una vez que esto sea
demostrado al público se puede proceder a la
deportación del doctor.
— No — me respondió Ponce ya impaciente
— eso es muy largo. Y añadió estas palabras:

89
—Como ya son casi las doce y esta tarde no
se trabaja, quiero que me redacte el Acuerdito y que
me lo traiga el lunes sin falta, para firmarlo.
¿Entiende?
Me despedí de Ponce y regresé a la
Secretaría. Durante el trayecto iba pensando: yo debí
retirarme de Casa Presidencial a la caída de Ubico,
pero circunstancias muy delicadas y difíciles me lo
impidieron… Ahora tengo que renunciar a este
cargo; es imposible continuar desempeñándolo.
Esa misma tarde, ya en mi casa, rogué a dos
buenos amigos — Alberto Velázquez y Carlos
Federico Mora — que fueran a visitarme porque
quería pedirles consejo sobre algo muy importante.
Llegaron los dos y ambos estuvieron de
acuerdo en que lo mejor que yo podía hacer era no
regresar más a Palacio. Como aún eso implicaba
cierto riesgo — porque ya habían golpeado a alguien
en la calle por negarse a seguir colaborando con el
gobierno — me metí a la cama y fingí que estaba
enfermo. Allí esperé el desarrollo de los sucesos. En
los días siguientes, debido a lo mucho trascendental
que estaba aconteciendo, se olvidaron de mí.
La noche del 19 de octubre de 1944 la
Guardia de Honor resolvió desconocer el gobierno de
Ponce Vaides y levantarse en armas. Un gran número
de estudiantes y obreros penetró secretamente en el
interior de ese Cuartel y uniéndose a los militares

90
formó con ellos los contingentes que atacaron el
Palacio Nacional, en la madrugada del 20.
La unión de militares y civiles es lo que dio
al movimiento revolucionario de ese día el carácter
eminentemente popular, que algunos comentaristas
del episodio han presentado en forma diferente. Todo
guatemalteco honrado e imparcial tiene que
reconocer este hecho.
Al rendirse Ponce Vaides se instaló la Junta
de Gobierno de que ya hablamos en el capítulo
anterior.
Juan José Arévalo Bermejo, el hombre en
quien las fuerzas democráticas de mi país habían
fincado todas sus esperanzas, no vino a esta tierra
sino para confirmar la aseveración de los que dicen y
repiten que los presidentes de Guatemala llegan al
poder por un capricho de la suerte y no por especial
preparación para gobernar.
Nacido en el pueblo de Taxisco —
Departamento de Santa Rosa — el 10 de septiembre
de 1904, su persona y su historia parecían hechas
como para atraer la admiración de las multitudes.
Alto de estatura, corpulento y bien formado
— auténtico tipo de raza española — con mirada
franca y mandíbula inferior muy prominente, daba
impresión de fuerza, jovialidad, eficiencia y valor.

91
Sus padres, Mariano Arévalo y Elena
Bermejo —procedentes de la clase media rural— lo
habían educado para que llegara a alcanzar un nivel
de vida más alto que el suyo. Siendo aún muy joven
lo enviaron a la capital de la República, donde asistió
a centros educativos de la mejor clase que tiene el
país. Graduado de maestro de instrucción pública en
la Escuela Normal Central de Varones, pronto obtuvo
una beca para estudiar Humanidades en la
Universidad de La Plata, República Argentina. En
Buenos Aires se fue destacando entre los estudiantes
más distinguidos, y llegó a alcanzar altas posiciones
en los círculos magisteriales.
Regresó a su tierra y durante la
administración de Ubico desempeñó varios cargos en
las dependencias del Ministerio de Educación.
Nunca figuró entonces como líder de alguna facción
rebelde o como conspirador individual. No salió otra
vez de Guatemala. por las razones que sus
panegiristas han querido hacer creer a los incautos:
por luchar contra la tiranía de don Jorge. Al contrario,
fue hombre dócil y acomodado a la marcha de la
República, ganando el sueldo que le correspondía por
sus labores en el Ministerio e inclinando la cabeza
como todos los que servíamos al general.
Una mañana, el Ministro de Educación — y
eso me consta porque yo tuve en mis manos los
papeles — presentó al presidente un memorándum
de consulta en el que, entre otras cosas, exponía lo
siguiente: varios padres de familia de la barriada del
92
Gallito habían ido a verlo para manifestarle su
inconformidad respecto a la compra de algunos
libros de texto, que debían ser usados por sus hijos.
Parece que Arévalo y otro maestro se empeñaban —
no recuerdo por qué razón especial — en que los
muchachos adquirieran los mencionados libros y los
padres de los estudiantes protestaban, alegando que
los gastos de escuelas se estaban volviendo
demasiado altos para sus pobres ingresos. Lo cierto
del caso es que Ubico, con su acostumbrada
impetuosidad, marginó en el pliego de consulta
presentado por el Ministerio estas o parecidas
palabras: "Hay que llamarles la atención sobre
semejantes abusos. Si no entienden hay que
despedirlos".
Quizás Arévalo y su amigo no entendieron
bien, pues algún tiempo después los dos salían de
Guatemala: uno para el norte y otro para el sur.
Nada vuelve, en nuestra América Latina, tan
lleno de vanidad a un hombre, como que se le crea
víctima de alguna de nuestras acostumbradas
dictaduras. Conozco a personas poco inteligentes y
hasta vulgares, que en su tierra natal nunca
significaron gran cosa y que, por circunstancias que
no los honran mucho, tuvieron que abandonar su país
durante determinado régimen político,
confundiéndose en el exilio con los verdaderos
patriotas. Allá, en el extranjero, esas personas
vivieron a expensas de la palabra “revolución" y

93
hasta llegaron a hacerse de un nombre, alcanzando
buenas posiciones.
Desde luego, esta consideración no puede
aplicarse del todo al doctor Arévalo, pues si es verdad
que no salió del país por defender al pueblo, - hay
que reconocer que es hombre de libros y que supo
abrirse campo fuera de su patria, gracias a sus
propios merecimientos. Sin embargo, no se deben
equivocar los hechos ni convertirlo en revolucionario
muchos años antes de que la buena suerte lo
escogiera para candidato presidencial.
Durante su segunda permanencia en la
Argentina, Arévalo reafirmó su reputación de
intelectual y de maestro. Su título de Doctor en
Letras le abrió muchas puertas.
Según parece viajó por Europa, reorganizó
una Escuela Normal en la gran República del sur; fue
Catedrático en la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Mendoza y se hizo de muchos
amigos. Estaba casado con la señora Elisa Martínez,
de nacionalidad argentina, quien — cuando su
esposo llegó a la presidencia — realizó un magnífico
trabajo social en favor de las madres y niños
desvalidos, fundando en este país Guarderías
Infantiles y Centros Asistenciales.
Invitado a regresar a Guatemala para entrar
de lleno en la política, la figura de Arévalo, que
llegaba del exterior con prestigio universitario y

94
túnica blanca, hizo concebir a los ciudadanos las
mayores esperanzas. ¡Por fin Guatemala iba a tener
un presidente ilustrado y humano! ¡Por fin se
encontraba la representación de la verdadera y pura
democracia!
Si los guatemaltecos hubieran estudiado la
personalidad de Arévalo con sagacidad y espíritu
sereno, hubieran encontrado en él este defecto
sustantivo: la egolatría. Su cuerpo de gigantón, su
palabra atrayente y llena de florilegios, su plenitud
de vida y su inteligencia bien ejercitada, lo hacían
creerse un ser predestinado para los más altos
destinos y ¡cosa paradójica! él, que discurseaba tanto
sobre temas democráticos, tenía la debilidad
exuberante de sentirse con alma y facha de caudillo.
¿Era el doctor Arévalo, cuando regresó de la
América del Sur, un miembro del Partido Comunista
Internacional? ¿Era tan sólo un “compañero de viaje"
o un “simpatizante"? ¿O era, simplemente, un
socialista de ideas confusas y poco definidas?
Estas preguntas aún no reciben respuesta
exacta, pero hay una historia callejera que puede
servirnos para ayudar a comprender, gráficamente,
cuál fue su actitud entre nosotros.
Cuentan que una vieja le preguntó a otra, en
el momento en que le mostraba algo en un plato:
— ¿De qué color es la cáscara de esta fruta?
— Verde —contestó la interpelada.
95
— ¿Y es dura?
— No mucho, pero tampoco es blanda.
— ¿Cómo es su interior?
— Parece mantequilla verde.
— ¿Y la semilla?
— Es redonda y grande.
— ¿Cómo se come?
— En ensalada.
— ¿Qué nombre le darías a esta fruta?
— Aguacate.
— ¡Pues yo te aseguro que no es aguacate!
— Entonces, si no es aguacate, ¿qué diablos
puede ser?
Frente al doctor Arévalo, recordando todo lo
que hizo y dijo en favor de los rojos, nosotros, los
guatemaltecos, tenemos forzosamente que
preguntarnos como la vieja del cuento: si no es
comunista, entonces ¿qué diablos puede ser?
La historia política de Guatemala tiene, en
muchos de sus pasajes, acusada semejanza con
algunas piezas de teatro, en las que los mercaderes se
visten de profetas y los demagogos de redentores.
Ya en su papel de primer magistrado de la
nación, el doctor Arévalo, haciendo gala de una
flexibilidad de carácter y de una cordialidad que le
conquistaba simpatías y aplausos, desplegó su
bandera de «socialismo espiritual" y con ella en la
diestra se convirtió en el máximo orador entre los
políticos. Al mismo tiempo abrió las puertas del

96
Palacio Presidencial a toda la fauna de
revolucionarios y agitadores, que van y vienen por
mares y caminos de América. El dinero nacional
principió a derramarse sobre ellos y toda una gama
de ideologías de izquierda — desde el rosado de los
socialistas prudentes hasta el rojo encendido de los
más convencidos discípulos de Marx — se hospedó
y se mezcló en la desventurada y cándida Guatemala.
En el capítulo siguiente trataré de explicar los
funestos y trascendentales errores del gobierno de
Arévalo y la postura y actividades de los partidos
«arevalistas", como también la introducción del
comunismo en dichos partidos. Pero es necesario
reconocer, antes de escribir sobre eso, que en la fase
inicial de la revolución de octubre se realizaron
valiosas reformas sociales, que la libertad de
pensamiento y palabra fue mucho más respetada que
antes y que el contenido de la Nueva Carta Magna
demostraba claras y definidas tendencias en favor de
las clases más oprimidas de la República.

97
CAPITULO 9

AREVALISTAS Y COMUNISTAS
La Constitución de la República de
Guatemala, que fue decretada por la Asamblea
Constituyente el 11 de marzo de 1945, hizo que el
movimiento revolucionario del 20 de octubre
adquiriera carácter legal.
El grupo de diputados que se llamó “La
Comisión de los 15" trabajó tesonera y
patrióticamente, tratando de enfocar los problemas
políticos y sociales del país, para buscarles solución,
según el medio y las circunstancias. La nueva Carta
Magna fue “un resumen de los más preciados
derechos: los que garantizan la existencia del
hombre, la integridad de la familia y las actividades
políticas; los que autorizan a transitar libremente, a

98
profesar cualquier religión, a reunirse y asociarse, a
emitir libremente el pensamiento; los que facilitan el
acceso a los tribunales". Esa misma Carta estableció
Garantías Sociales, regulando las condiciones de la
producción y el trabajo, a fin de impedir, hasta donde
era posible, la explotación y la inseguridad. Los
capítulos de "El Trabajo" y “El Régimen
Económico" fueron preparados con genuino deseo de
remediar antiguos males y de abrir caminos al
bienestar general.
El mismo día que el doctor Arévalo tomó
posesión del cargo de Presidente — 15 de marzo del
año ya mencionado — la Asamblea Constituyente
fue disuelta.
Como se ve, Arévalo asumió el poder en
condiciones de perfecta legalidad y en un clima
democrático tan favorable como pocas veces se había
gozado en nuestro medio. Por lo tanto, su obra de
gobierno dependía, sobre todo, de la forma más o
menos acertada en que los diferentes poderes y
dependencias del Estado interpretaran el espíritu de
la Constitución.
Los organismos del mismo gobierno
quedaron integrados, en su mayor parte, por
arevalistas; lo cual significaba para el Presidente una
garantía de cooperación y lealtad. Fuera de eso,
Arévalo contaba con dos partidos políticos
mayoritarios: Renovación Nacional y Frente Popular
Libertador. En esos partidos militaba una juventud

99
llena de entusiasmo y de sanas aspiraciones; y como
si todo esto fuera poco, el pueblo entero admiraba al
Presidente y hubiera dado la vida por él.
Pero dicen que el diablo se mete hasta en la
iglesia y que de buenas intenciones está empedrado
el camino del infierno.
A los conservadores de viejo cuño la nueva
Constitución les olió a azufre, y en cuanto se
enteraron de sus alcances comenzaron a protestar,
Ellos, que con tanta obstinación se habían mantenido
en el rancio ambiente de las épocas pretéritas, no
estaban dispuestos a obedecer, de buen grado, leyes
tan avanzadas. Y el descontento no se hizo esperar.
Al principio ese malestar brotó aquí y allá, en
grupos menores y vacilantes; pero con el correr de
los días se volvió cada vez más fuerte y más
extendido.
El doctor Arévalo navegaba sobre un mar de
intereses y pasiones como marino sin brújula. Muy
pronto se dio cuenta — porque no le faltaba malicia
y penetración — de lo que eran las corrientes, los
oleajes y los bajos fondos Por simpatía personal o tal
vez porque encontraba abierta resistencia en las
derechas del conglomerado nacional, viró hacia las
izquierdas y a ellas se entregó con más seguridad y
decisión. Su «socialismo espiritual”, que hasta hoy
no se sabe si era sincero o si sólo le servía de disfraz,
se fue magnificando en discursos y escritos, hasta

100
traspasar las fronteras patrias y resonar por toda la
América Latina. Entonces una gran cantidad de gente
inquieta, inconforme o amargada apareció en
Guatemala, buscando ambiente propicio para
expresar sus ideas revolucionarias y buscando
también facilidades para llenar sus exhaustos
bolsillos. Desde luego, los comunistas y aprendices
de comunistas fueron de los primeros en aprovechar
la situación.
Para comprender claramente la forma en que
los comunistas se introdujeron en los partidos
arevalistas, es indispensable que regresemos a la
dictadura de Ubico:
Durante esa dictadura muchos guatemaltecos
se establecieron en México; unos como exiliados
políticos y otros como desterrados voluntarios. Allá,
en la República Azteca, trabajaron o estudiaron. Allá
permanecieron hasta el día en que don Jorge
abandonó Guatemala.
Por ese tiempo el Partido Comunista de
México tenía bastante injerencia en los altos círculos
de la política mexicana, pues el general Lázaro
Cárdenas le había abierto las puertas a dichos
círculos. Tanto la Universidad Obrera como el propio
Partido Rojo impartían bien presentadas enseñanzas
marxistas, tratando de conquistar nuevos prosélitos y
de ampliar su radio de acción. Además, la segunda
guerra mundial dividió a la humanidad civilizada en
dos grandes bloques: el que estaba compuesto por

101
hombres y mujeres que simpatizaban con Hitler y
Mussolini, y el que estaba formado por mujeres y
hombres que se oponían a la fuerza y a las ideas de
esos dos terribles dirigentes. Casi todos los
intelectuales de México y de la América Latina se
sentían orgullosos de figurar en el segundo de esos
dos bloques. A esto debe añadirse lo siguiente:
cuando Washington resolvió intervenir en la
contienda guerrera los pueblos latinoamericanos se
sintieron sinceramente unidos a la gran nación del
Norte, y cuando el Presidente Franklin Delano
Roosevelt otorgó a la Unión Soviética su confianza y
su amistad, también los pueblos nuestros creyeron en
los rusos y simpatizaron con ellos.
Por primera vez en la historia del Nuevo
Mundo un Presidente de los Estados Unidos trataba
de comprender los problemas de los pueblos indo-
españoles y nos llamaba "buenos vecinos". Fue
lógico y natural que los amigos de Roosevelt, lo
mismo que todos sus enemigos, se convirtieran en
amigos y enemigos nuestros.
Algunos hombres de Guatemala —
intelectuales en particular — que habían observado
la crónica descomposición del liberalismo en su
patria y que habían experimentado las funestas con,
secuencias de muchas dictaduras, buscaban con
ansiedad una doctrina nueva y diferente; algo que
cambiara de manera radical el carcomido molde de
los gobiernos centroamericanos.

102
Es bien sabido que nadie señala con tan sagaz
prontitud los yerros de las democracias como los
maestros de las ideas rojas, y que esos maestros
aprovechan toda oportunidad para ganar discípulos o
para explicar las diferencias que hay entre “la
podrida burguesía del occidente del mundo y el
activo, sano, armonioso y feliz estado comunista de
Rusia”, según ellos.
Todo eso ayudó a que las ideas marxistas
cayeran sobre Guatemala como semillas frescas en
tierra abonada para recibirlas propiciamente.
El Partido Comunista de México había
extendido sus tentáculos, desde hacía algún tiempo,
hasta muy adentro de Centro América. En el año de
1932 el Presidente de El Salvador, general
Maximiliano Hernández Martínez, se vio obligado a
reprimir por la fuerza de las armas un bien
organizado levantamiento de obreros y campesinos
que, por fortuna, no logró extenderse plenamente en
aquel país. Sin embargo, dejó tras de sí una
sangrienta estela de horror y de muerte, ya que
Martínez lo sofocó con su acostumbrada energía.
Se dice que fue un hondureño, hijo de padre
inglés, quien fundó en Guatemala el núcleo inicial
del Partido Comunista. Ese hombre se llamaba Juan
Pablo Wainwright. Detenido por las autoridades fue
pasado por las armas en la Penitenciaría de la capital
de Guatemala, por orden de Ubico. Antes de su
llegada a esta tierra Wainwright vivió en El Salvador,

103
donde hizo contacto con los comunistas y
filocomunistas salvadoreños, quienes ya por ese
tiempo tenían una pequeña organización secreta,
pero definida y disciplinada. Después estuvo en
Honduras y luego se trasladó a este país, desde donde
ayudó a organizar el levantamiento salvadoreño del
32.
Muerto Wainwright, el Partido de Guatemala
se debilitó de tal manera, que estuvo a punto de
sucumbir. Habría desaparecido por completo si no le
hubieran llegado, en forma oculta, los estímulos y
aportes doctrinarios de los camaradas mexicanos.
Al finalizar la dictadura de Ubico, casi todos
los guatemaltecos residentes en México regresaron a
su patria. Entre ellos, volvieron algunos
centroamericanos que habían ingresado en forma
plena a las filas comunistas y que se proponían
aprovechar la naciente libertad de Guatemala, como
también los sentimientos y aspiraciones de la
revolución nacionalista, en beneficio de la
revolución internacional del proletariado.
Esos centroamericanos eran dos líderes
hermanos nacidos en El Salvador — Max y Abel
Cuenca — quienes habían jugado importantes
papeles en la insurrección sofocada por Martínez y
que milagrosamente salvaron sus vidas en aquella
tragedia; Virgilio Guerra Méndez y Miguel Mármol
Chicas, también salvadoreños y algunos más. El

104
último y otro individuo que se les unió después,
Antonio Ovando Sánchez, habían estado en Moscú.
Junto con estos hombres aparecieron en
Guatemala muchos socialistas, apristas e
izquierdistas de toda índole, y los guatemaltecos,
poco conocedores de las diversas ideologías políticas
de la edad moderna, no lograban distinguir entre las
unas y las otras, lo cual facilitó grandemente la tarea
de zapa que debían emprender los emisarios del
Soviet.
Los citados emisarios concibieron un plan de
acción cargado de habilidad y de conocimientos
diplomáticos: introducirse, como desinteresados
colaboradores, en los nuevos partidos políticos y en
los sindicatos obreros que acababan de fundarse.
Las circunstancias y el ambiente les fueron
muy favorables, no por la capacidad de criterio de
quienes los escuchaban o atendían, sino todo lo
contrario: por la ignorancia de gran parte de la gente;
por el desconocimiento de los caminos que debían
seguirse para lograr los legítimos anhelos de justicia
social y de armonía y progreso políticos.
Como en Guatemala no se publicaba hasta
entonces ningún periódico de tendencias marxistas el
Partido Comunista de México se apresuró a enviar a
sus afiliados y simpatizantes, ejempla res de revistas
y periódicos de tipo rojo o rojizo, como también
libros y tratados sobre el mismo asunto.

105
Pronto las obras de autores de la Rusia
Soviética fueron populares entre la juventud, sobre
todo entre maestros, estudiantes y obreros. La buena
acogida que recibieron tales obras se explica
fácilmente cuando se conocen los antecedentes
históricos de Guatemala y el deseo de nuestro pueblo
— confuso pero ferviente — de que la democracia
no se detenga Únicamente en las fórmulas políticas,
sino que sirva para mejorar las necesidades de la
gente más pobre, que en mi patria está representada
por tres cuartas partes de la población.
Este espejismo de avance económico fue, sin
duda, lo que engañó a muchos jóvenes que deseaban
para Guatemala una vida más justa y más digna.
Sembrado el campo republicano con semillas
que tienen estos nombres genuinamente
democráticos: libertad, revolución nacionalista,
desarrollo agrícola, lucha contra el feudalismo,
impulso de la industria y del comercio, asistencia
social, sindicatos, etc., etc., los agentes del soviet —
tratando de introducirse en los partidos políticos y en
las organizaciones de maestros, estudiantes y
obreros— predicaron en forma demagógica y fueron
convenciendo a muchos de sus oyentes. En
apariencia estos predicadores eran tan sólo
revolucionarios nacionalistas, con ideas bastante
avanzadas; pero, en realidad, tales hombres estaban
ya buscando y señalando entre la juventud a las
personas que iban a ser catequizadas de manera
especial, con el fin de establecer la Plana Mayor del
106
Partido Comunista de Guatemala, si esas personas
aprovechaban las enseñanzas que recibirían y si
pasaban felizmente las pruebas que los novicios del
marxismo tienen que pasar, antes de llegar a los
puestos de jefatura.
En línea paralela a la de los nuevos partidos
políticos se habían organizado los primeros
sindicatos guatemaltecos.
En julio de 1944 — apenas algunas semanas
después de la caída de Ubico — se fundó la
Asociación Nacional de Maestros, que meses
después se convirtió en el Sindicato de Trabajadores
Educacionales de Guatemala (STEG).
Los obreros, por su parte, no quisieron
quedarse rezagados y se pusieron en movimiento. El
gremio ferroviario que durante la dictadura estuvo
unido por la Sociedad de Auxilios Mutuos
Ferrocarrileros (S.A.M.F.), cambió súbitamente su
nombre, como también mucho del espíritu de la
antigua asociación, y se hizo inscribir así: Sindicato
de Acción Mejoramiento Ferrocarrileros, lo cual le
permitió conservar las iniciales de su primera sigla.
Poco después se fundó una agrupación nacional que
incluía en ella a todos los elementos del país: la
Confederación de Trabajadores de Guatemala
(C.T.G.).
Mientras tales cosas sucedían, el vasto plan
de infiltración roja iba ganando posiciones, con el

107
propósito de penetrar hasta el propio centro del
gobierno de la República y desde allí trazar sus
caminos de avance sobre toda la extensión del Istmo
Centroamericano.
Así como el mundo católico-romano tiene un
Pontífice en Roma, a quien todos los hijos de la
Iglesia obedecen y respetan, así también los
comunistas rinden acatamiento irrestricto al cuerpo
central del Partido de Moscú. De allá les llegan los
dogmas elaborados para los correligionarios de todo
el mundo, los lineamientos de las proclamas que se
editan en diferentes lenguas, los fines que deben
perseguirse, las tácticas que hay que emplear para
vencer al enemigo y los métodos de lucha; como
también los secretos, las disciplinas y las consignas.
Usando sistemáticamente pretextos,
disimulos o engaños; mimetizándose como ciertos
insectos que toman el color de las hojas o de las
piedras donde medran, estos servidores del Kremlin
adoptan diversas expresiones y posturas,
cambiándolas o disfrazándolas, según les parece
conveniente.
En Guatemala actuaron según costumbre y
con persuasivas palabras en sus labios no se cansaban
de recordar a las multitudes las injusticias y
explotaciones de que habían sido víctimas. Como
lógica consecuencia de tan obstinadas faenas, bien
pronto muchísimos crédulos empezaron a reconocer
su autoridad.

108
Una vez infiltrados en los partidos políticos y
en los sindicatos — donde fueron apreciados por su
experiencia en asuntos de organización gremial — se
dedicaron a establecer un grupo docente, para
adoctrinar en marxismo a los discípulos «elegidos".
Así nació la Escuela Claridad, en 1945, como
núcleo adoctrinante y eficaz, en el propio seno de la
Confederación de Trabajadores de Guatemala. Su
más destacado director fue el salvadoreño Abel
Cuenca.
A pesar del poco conocimiento que los
obreros guatemaltecos tenían del marxismo y aunque
esa doctrina se les iba dando en cantidades
dosificadas según su capacidad de asimilación,
muchos de ellos se alarmaron ante el giro que iban
tomando las enseñan zas de la escuela recién fundada
y empezaron a discutir con sus preceptores, pues les
irritaba el dogmatismo de las ideas contenidas en las
lecciones que a diario se les impartían. El
movimiento de insubordinación entre esos discípulos
provocó un cisma en la C.T.G. y un grupo de obreros
se desprendió de la Confederación para organizar,
por su propia cuenta, la Federación Sindical de
Guatemala (F.S.G.).
Desgraciadamente, dicho cisma no logró
debilitar el impulso de los apóstoles rojos, y tanto
Cuenca como el licenciado Alfonso Solórzano,
Miguel Mármol y otros, prosiguieron en sus
fervorosos empeños, creando entonces, según

109
sistemas ya experimentados en distintos países, los
“grupos de estudio" secretos.
Por ese tiempo era fácil observar que ciertos
intelectuales y maestros abandonaban súbitamente
una reunión social, con aire grave y misterioso.
Algunos indiscretos dejaban entrever que así
procedían porque estaban estudiando algo muy
interesante, y los que «no tenían vela en el entierro"
se preguntaban entre dudosos y sorprendidos:
¿cuáles son los estudios que tienen el poder de alejar
a estos muchachos de una fiesta? Y algún chusco de
esos que nunca faltan en las reuniones sociales, decía
palabras semejantes a éstas, por llamar la atención y
hacer reír: "creo que en ese asunto hay faldas. . . o tal
vez placeres prohibidos".
De estos secretos grupos de estudiosos
salieron los hombres que, andando el tiempo, fueron
los guías más resueltos y visibles del movimiento
comunista de Guatemala: José Manuel Fortuny,
Víctor Manuel Gutiérrez, Bernardo Alvarado
Monzón, Alfredo Guerra Borges, José Luis Ramos,
Mario Alfredo Silva Jonama, Carlos Manuel
Pellecer, Ernesto Marroquín Wiss, etc., etc.
Entre tanto, el doctor Arévalo encontraba más
dificultades en su gobierno de las que se había
imaginado que iba a tener cuando se hizo cargo de
los destinos del país. El licenciado Mario Efraín
Nájera Farfán, uno de los principales fundadores de
Renovación Nacional y octubrista sincero, resume en

110
las siguientes líneas sus impresiones sobre lo que
acontecía en esa época:
"Los cambios de Gabinete — escribe —
fueron muy frecuentes y jamás se logró la afinidad
ideológica y espiritual que deseaba el Presidente. El
ensayo de una política científica fue perdiendo
posibilidades por falta de táctica administrativa y
Arévalo empezó a experimentar los inconvenientes
de dos partidos políticos en los que no había afinidad
de personas. Del Frente Popular Libertador surgió el
más agudo liderismo y una lucha empírica contra
nuestro capital cimarrón. La oratoria empleada frente
a las masas campesinas y obreras, amén de la
iniciación sindical, fueron ahondando la idea de que
se trataba de un partido comunista”.
Parece que fue la presunción de que ciertos
afiliados al Frente Popular Libertador se estaban
sometiendo a los dirigentes rojos lo que hizo que
varios de sus componentes abandonaran el Frente, y
que los mismos se unieran a Renovación Nacional.
"Fue en tales momentos cuando surgió la idea
de fusionarlos”, (los dos partidos) añade Nájera
Farfán. Se nos dijo que era iniciativa del coronel
Arana. Después de continuas discusiones y mediante
la intervención directa de él, se llegó a la fusión. Por
mi parte la adversé radicalmente, y desde esa época
dejé de militar en partido alguno. Así nació el "PAR"
(Partido Acción Revolucionaria).

111
Se creyó que un sólo partido resolvería
muchas dificultades, pero no fue así. Ya unidos los
dos grupos, continuaron siendo como antes: Frente
Popular Libertador y Renovación Nacional. Los
dirigentes de uno y otro no lograron entenderse ni
trabajar en armonía. Al final se volvieron a dividir,
pero esta vez en tres partes: Frente Popular
Libertador, Renovación Nacional y Par.
Otra versión sobre el nacimiento del Par es
que Fortuny y sus más cercanos camaradas no se
avenían con muchos compañeros del Frente Popular,
porque las ideas de los últimos eran demasiado
“burguesas" para los primeros. Habiéndoles
resultado demasiado difícil a Fortuny y Compañía
transformar aquel partido octubrista en un auténtico
partido rojo, decidieron extraer de él un partido más
dúctil: el Par.
Como siempre hay en estos cambios
desplazados y descontentos, los comunistas
deseaban aprovechar el momento para tamizar las
opiniones y reunir en un núcleo muy bien escogido a
los más destacados simpatizantes de la doctrina de
Marx. Solamente con un bloque estructurado a su
manera podrían alcanzar el poder político, que era la
más necesaria meta.
En las próximas paginas contaré cómo logró
expandirse y afirmarse el Partido Comunista de
Guatemala.

112
CAPITULO 10

PRIMEROS TRABAJOS ORGANIZADOS


DEL COMUNISMO GUATEMALTECO
Desde los primeros ensayos que hizo el
comunismo después de la Revolución de octubre,
tratando de establecerse en tierra guatemalteca, su
programa de acción se definió en dos sectores que
parecían distintos, pero que en el fondo estaban
perfectamente unidos: el sector político y el sector
sindical.
Como dije en el capítulo anterior, de los
“grupos de estudio marxistas" surgieron varios
jóvenes que fueron clasificando como abanderados
del nuevo movimiento. Hablaré primero de los dos
que, con el pasar del tiempo, llegaron a ser los más
destacados dirigentes de los sectores que acabo de
mencionar: José Manuel Fortuny y Víctor Manuel
Gutiérrez.
Fortuny nació en la población de Cuilapa,
Departamento de Santa Rosa, el 22 de mayo de 1916.

113
Aunque pertenece a una familia de la más modesta
clase media, estudió en la Universidad de San Carlos
de Guatemala. No logró obtener el título de
Licenciado en Derecho, que era lo que ambicionaba
por entonces, pero empezó a destacarse como
escritor y como locutor en las estaciones de radio. En
1940 ganó un premio en un Concurso de Literatura
Nacional.
Antes de figurar en política trabajó en el
departamento de publicidad de la Legación
Británica, en la capital guatemalteca; más tarde fue
redactor y locutor en el "Diario del Aire" radio
periódico dirigido por el poeta y novelista Migue1
Ángel Asturias; en seguida lo encontramos
ofreciendo, a través de una radiodifusora, productos
comerciales de una firma norteamericana.
Después del levantamiento popular que
derrocó a Ubico, Fortuny fue vicepresidente de una
asociación de estudiantes y más tarde, ya como
miembro importante de Frente Popular Libertador,
fue escogido para dirigir el órgano periodístico del
mismo grupo y postulado para el desempeño de una
diputación en el Congreso. Su término en ese cargo
duró de 1945 a 1949. También fue cuarto Secretario
de la Asamblea Constituyente. En varias ocasiones
figuró como miembro del Comité del Interior, del
Comité de Trabajo y del Comité de Asuntos Sociales.
A principios de 1945 se manifestó en favor del
establecimiento de relaciones diplomáticas con
Rusia.
114
Cuando Frente Popular Libertador y
Renovación Nacional se fusionaron para formar el
Par, Fortuny y sus “camaradas" más cercanos
empezaron a maniobrar, con el fin de que el nuevo
partido se convirtiera en una agrupación sujeta a sus
planes.
No puede decirse que el Par fuera un partido
estrictamente comunista. Si es verdad que, desde el
seccionamiento en tres de la fusión de los dos grupos
políticos mayoritarios, el nuevo partido se
manifestaba más rojizo que Frente Popular
Libertador y que Renovación Nacional, mantenía,
sin embargo, una demagogia de tipo nacionalista,
que estaba muy de acuerdo con la exaltación de
aquella época confusa. Mas ya el destino del Par
estaba trazado por los agentes de Rusia y aunque
algunos de sus miembros — los menos prominentes
— no llegaban a darse cuenta cabal de lo que estaba
ocurriendo, Fortuny y los ocultos consejeros
orientaban sus finalidades con hábil sagacidad. El
mismo Fortuny dirigía el periódico del Par y era
Secretario General del bloque.
Fue por entonces, cuando en lo más recóndito
de dicho grupo se fundó una organización secreta:
"Vanguardia Democrática". Allí se centralizaba y
fijaba lo más escogido de la cepa marxista. Era como
la médula roja del Par: la que iría tiñendo de su color
a mucha gente del grupo externo; de ese grupo que
se presentaba ante el público como formado por
revolucionarios del 20 de octubre. “Vanguardia
115
Democrática" se convirtió muy pronto en el Partido
Comunista de Guatemala, núcleo secreto, pero bien
organizado. Según datos fidedignos ese partido se
fundó el 28 de septiembre de 1947. Fortuny fue
elegido su Secretario en 1948.
Mientras tanto — como ya lo esbocé en otras
páginas — en la Confederación de Trabajadores de
Guatemala también se había registrado un cisma: el
gremio ferroviario S.A.M.F., alarmado por los
trabajos docentes de la escuela "Claridad" se retiró
de la Confederación y, junto con otros gremios
menores, fundó la Federación Sindical de
Guatemala, F.S.G. Mas los mentores de "Claridad"
habían influenciado grandemente al Sindicato de
Trabajadores de Educación de Guatemala, S.T.E.G.,
y los miembros de este sindicato iban ganando
posiciones. Uno de los fundadores del S.T.E.G„ el
joven maestro Víctor Manuel Gutiérrez, se convirtió
en Secretario General de la C.T.G.
A pesar de que la Federación Sindical de
Guatemala luchó por no dejarse conducir por los
agentes de- Rusia, sus hombres no estaban
debidamente preparados para la defensa. Con
verdadera habilidad los comunistas usaron, más
tarde, a Manuel Pinto Usaga y a José Alberto
Cardoza, para que ellos provocaran el viraje de la
F.S.G. hacia la extrema izquierda. Así fue como la
Federación cayó bajo el dominio de los rojos. En
febrero de 1947 se fundó el Comité Nacional de
Unidad Sindical, C.N.U.S., con el objeto de que la
116
Confederación y la Federación coordinaran sus
trabajos y proyectos. Luchas, rivalidades y
alternativas no faltaron en los ensayos de tal
coordinación, pero al fin casi todo el movimiento
obrero de mi patria se unió a la C.T.A.L., de la que
era indiscutido dirigente el conocido líder de México,
Vicente Lombardo Toledano. También se unió a la
Federación Sindical Mundial, F.S.M., que, como
bien se sabe, está en perfecto acuerdo con el plan
moscovita.
Para llevar al triunfo estos importantes
manejos era indispensable que alguien, dueño de
obstinada energía y de buen sentido político,
encausara el movimiento gremial y lo condujera
hacia la meta deseada. Ese alguien era Víctor Manuel
Gutiérrez Garbín.
Este hombre no es un producto de raza
indígena o mestiza. Pertenece, por ambos
progenitores, a la raza española.
Con un rostro casi imberbe y modales y
palabras suaves, el maestro guatemalteco supo
ganarse la voluntad de muchas personas y logró
abrirse camino entre la muchedumbre, hasta llegar a
los puestos públicos, donde podía servir, mejor a
Rusia.
Nació el 10 de enero de 1922 en la población
de Barberena, también del Departamento de Santa
Rosa. Fue aprovechado estudiante de la Escuela

117
Normal Central de Varones, establecimiento en el
que se graduó de maestro pocos años antes de que
estallara la revuelta antiubiquista.
Parece que en su adolescencia fue un
ferviente católico y que más tarde se aficionó a
lecturas de filosofía oriental — de la India —. Así
como en el caso de Fortuny unos cuantos libros de
tendencias marxistas cayeron en sus manos, — a
pesar de la estricta vigilancia y control que Ubico
mantenía sobre cierta clase de literatura — y el joven
comenzó a devorarlos.
Pasada la revolución de octubre, Gutiérrez se
incorporó al Sindicato de Trabajadores de Educación
de Guatemala y en la escuela "Claridad", como
también en los «grupos de estudio marxistas",
orientó sus ideas hacia lo que sus mentores, Abel
Cuenca, Miguel Mármol, Virgilio Guerra Méndez,
Alfonso Solórzano, Moisés Castro y Morales, lo
empujaban tenaz y metódicamente.
Al mismo tiempo que el sector político
marxista y el sector sindical de iguales tendencias
iban fortaleciéndose y ensanchándose, numerosos
intelectuales y pseudointelectuales de idénticas o
análogas ideas aparecían en mi país como por arte de
magia. Los más destacados entre ellos fueron: César
Godoy Urrutia, dirigente del Partido Comunista
Chileno; Rafael de Buen Lozano, español nombrado
Catedrático de la Universidad de San Carlos en 1945;
Pablo Neruda, famoso poeta y político; Blas Roca,

118
personaje sobresaliente del Partido Cubano; Virginia
Bravo Letelier, agitadora internacional; Manuel
Eduardo Hubner, líder de Chile; Vicente Lombardo
Toledano, incansable director de la C.T.A.L.;
Antonio Román Durán, médico y psicólogo español;
Edelberto Torres, nicaragüense muy conocido en los
círculos escolares; Armando Flores Amador, de la
misma nacionalidad de Torres; Miguel Ángel
Vázquez, salvadoreño que había sido expulsado de
su patria en años anteriores y que tuvo la oportunidad
de viajar por varios países; el licenciado Alfonso
Solórzano, colaborador en México de Lombardo
Toledano; Luis Cardoza y Aragón, nacido en la
Antigua Guatemala, pero que en Francia y en México
se hizo de un nombre literario; Matilde Elena López,
escritora de El Salvador y su esposo Miguel Ángel
Valladares; Roberto Alvarado Fuentes, guatemalteco
que estudió en Chile, donde participó en luchas
izquierdistas, etc., etc.
Casi todas estas personas — la mayor parte
extranjeras — aprovechando la puerta franca y la
magnífica libertad que Guatemala les brindaba, se
dedicaron a esparcir semillas de marxismo en todos
los lugares donde consideraban que podían germinar.
Tanto en los grupos políticos como en los grupos
sindicales se les recibió con aplausos y algunas de
ellas — mediante excelentes conexiones — lograron
establecerse en mi país y vivir en él con bastante
comodidad.

119
Recordaré tan sólo dos casos de estos
confortables establecimientos, para no cansar al
lector: el de Manuel Eduardo Hubner, hombre que se
comprometió a escribir, mediante el atractivo de una
suma de dinero bastante apetecible, un libro titulado
“Amanecer en Guatemala", obra que hasta la fecha
los guatemaltecos no han visto todavía; el de Virginia
Bravo Letelier, chilena que actuó como consejera
técnica en el Ministerio de Educación Pública.
Según puede comprenderse por lo que vengo
refiriendo, los comunistas, aprovechándose de la
ignorancia y necesidad de la clase trabajadora, como
también de las ambiciones de ciertos políticos e
intelectuales, iban realizando su trabajo de zapa con
eficiente capacidad y prontitud. Halagando al pueblo
con falsas promesas, fanatizando a un buen número
de individuos, penetraban con sutileza en la mente de
los ingenuos, produciendo un clima psicológico
realmente favorable para las actividades que tendrían
que desarrollarse en el futuro.
Al lado de todo esto el doctor Arévalo, como
si fuera el “aprendiz de brujo" de la película
cinematográfica de Disney, permitía que muchas
fuerzas peligrosas salieran de sus escondites y que
invadieran las diferentes dependencias de su
gobierno y del medio social. ¿Sería capaz, el
Presidente, de dominar esas fuerzas cuando el caso
así lo exigiera, haciéndolas volver a su lugar de
origen? Por el momento el doctor Arévalo no
pensaba en eso o tal vez no quería pensar.
120
La verdad es que su gobierno carecía de
orientación ideológica bien definida, de programa
práctico y plan adecuado a la tierra y a la sociedad de
una pequeña república centroamericana, de algo
substancial y necesario en lo económico y en lo
administrativo. Su régimen empezaba a
caracterizarse por el desorden y la improvisación, por
el despilfarro de los dineros del Estado y por una
manifiesta tendencia a proteger a hombres y mujeres
que demostraban inclinación hacia las ideas
comunistas.
Era notorio que el Presidente toleraba a los
rojos y que muchos de ellos gozaban de su favor;
pero la Constitución del 45 prohibía categóricamente
en su artículo 32 "la formación y el funcionamiento
de organizaciones políticas de carácter internacional
o extranjero".
No cabe duda de que el texto de este artículo
y las murmuraciones de la gente fueron las causas
que obligaron a Arévalo a cerrar la escuela
"Claridad", en enero de 1946. Además, quizás para
cubrir apariencias, el Mandatario resolvió alejar a
ciertos líderes demasiado prominentes y les concedió
puestos diplomáticos en el extranjero. Entonces se
ausentó del país Carlos Manuel Pellecer, quien fue
instalado en la Legación de Guatemala en París. Este
hombre ya había figurado como Primer Secretario de
la Legación Guatemalteca ante Rusia, Suecia y
Noruega, en 1945. También salieron de esta tierra,
por ese tiempo, Alfredo Guerra Borges y Abel
121
Cuenca, cumpliendo Misiones Especiales. Otros,
como Miguel Mármol, Virgilio Guerra Méndez y
Moisés Castro Morales, no fueron tan afortunados,
ya que se les puso al otro lado de la frontera mexicana
sin mayores explicaciones. Sin embargo, estos
últimos y algunos de sus compañeros muy pronto
regresaron al país en secreto. La policía no lo vio o
no lo quiso ver.
Lo que vengo refiriendo demuestra que ya
existía cierta oposición contra el régimen del
Presidente Arévalo. La prensa independiente
criticaba muy a menudo algunos actos del gobierno.
Cuando la Manifestación, organizada como
protesta por la forma en que se habían efectuado las
elecciones de diputados, “así como para reafirmar el
criterio de la inconstitucionalidad de la ley electoral",
fue disuelta a palos el 15 de marzo de 1947, por una
banda de “chiquilines", (jovenzuelos amigos del
Mandatario) los periódicos no gobiernistas “El
Imparcial", "La Hora" y “Nuestro Diario" (este
último no era todavía órgano oficial) criticaron
duramente esos procedimientos.
Para evitar tan justas críticas el titular del
Ministerio de Gobernación propuso al Congreso la
reforma de la ley de imprenta, surgiendo un proyecto
de nueva ley en el que se llegaba hasta "imponer
penas carcelarias a los periodistas" y por el cual se
establecería severa censura en toda clase de
publicaciones.

122
Algunos diputados, como el licenciado Oscar
Nájera Farfán y el licenciado Manuel Chavarría
Flores, impugnaron ese proyecto. Lo más limpio de
los guatemaltecos también reaccionó contra el ataque
a la prensa libre. Los hombres de periódico, por su
parte, resolvieron defenderse uniéndose en una
agrupación que desde entonces lleva el nombre de
“Asociación de Periodistas Guatemaltecos" (A.P.G.).
Sin embargo, a pesar del unánime
descontento, la nueva ley fue aprobada. El escritor
León Aguilera escribió estas palabras al respecto:
“Así, frente a la protesta general del civismo,
se intentó matar la libertad de pensamiento, con una
Ley que, en la práctica, no dio los resultados
esperados por sus progenitores, pues la opinión
pública y la justicia estuvieron siempre por su
inaplicabilidad total".
Muy lamentable fue que el Presidente del
Ejecutivo — que es un hombre de letras — se haya
lavado las manos ante el caso de semejante atropello
a la libre expresión de los ciudadanos guatemaltecos.
En diciembre del 47 “Vanguardia
Democrática", siempre escondida en el bloque del
Par, inició el movimiento de “organización de
masas”, importantísimo trabajo para ensanchar su
campo de luchas y ganar más adeptos entre las filas
de la juventud octubrista. Con ese fin se fundó la
"Alianza de la Juventud Democrática de Guatemala"

123
— A.J.D.G. — y la "Alianza Femenina
Guatemalteca" — A.F.G. —. La primera de esas
sociedades llegó a afiliarse a la Federación Mundial
de la Juventud Democrática — F.M.J.D. — y la
segunda, a la Federación Internacional de Mujeres
Demócratas — F.I.M.D.
Entre los miembros de la A.J.D.G. se
destacaron Huberto Alvarado, como Secretario
General de la misma, Mario Alfredo Silva Jonama,
Edelberto Torres Rivas, Carlos Manuel Pellecer,
Hugo Barrios Klee, Waldemar Barrios Klee,
Bernardo Alvarado Monzón y otros.
Entre las afiliadas más conocidas por sus
actividades en la A.F.G. debe recordarse a Dora
Franco y Franco, Irma Chávez Castillo de Alvarado,
Elsa de Guerra Borges, Concepción Castro de
Mencos, María Jerez de Fortuny y María Vilanova de
Árbenz. Esta agrupación llegó a publicar una revista
llamada “Mujeres".
El grupo de artistas y escritores Saker-Ti ("El
Alba") se fundó en diciembre de 1947. Sus
principales impulsadores fueron Huberto Alvarado,
Hugo Barrios Klee, Raúl Leiva, Otto Raúl González,
Roberto Paz y Paz y otros de menor relieve. No todos
los miembros de este grupo eran rojos declarados,
pero seguían la línea del Partido Comunista en
asuntos de arte y letras. A pesar de la ayuda oficial de
que gozaron estos jóvenes, ninguna obra de
importancia salió de sus manos. En el campo de la

124
literatura sus producciones daban la impresión de
verdadera decadencia. La política los tenía
desorientados por completo. Sin embargo, los
premios acordados para los Concursos artísticos
siempre eran ganados por ellos.
También en los cuarteles militares iban
entrando folletos, libros y revistas, que hacían ver a
los lectores las ventajas que podía traer a Guatemala
la revolución mundial. Esta propaganda tendía a
relajar la disciplina, tan necesaria en los cuerpos
armados.
Por esos días Carlos Manuel Pellecer hizo
nuevo viaje al otro lado de la Cortina de Hierro.
Parece que representó, en un Congreso reunido en
Varsovia, a la Alianza de la Juventud Democrática de
Guatemala. Algunos meses después Fortuny,
Gutiérrez y Solórzano, asistieron al Primer Congreso
Mundial en favor de la Paz, que tuvo lugar en París.
En esa oportunidad Fortuny llegó hasta Moscú y
Gutiérrez fue a Milán, Italia, para unirse en esa
ciudad al gran mitin celebrado por la Federación
Sindical Mundial.
Tal estado de cosas, en la política de
Guatemala, produjo los siguientes resultados: los
mejores hombres de la Revolución de Octubre,
decepcionados por el giro que tomaban los
acontecimientos, abandonaban al doctor Arévalo y se
retiraban a la vida privada. Algunos de ellos fueron
enviados al extranjero por el Ministerio de

125
Relaciones Exteriores, con el fin de nulificar su vi da
política o para impedir que, en alguna forma,
manifestaran su descontento en este país. Sin
embargo, en las otras Repúblicas de la América
Latina se seguía hablando del «milagro democrático
de Guatemala", pues la propaganda arevalista estaba
muy bien dirigida y pagada. Fuera de eso, muchos
escritores latinoamericanos eran invitados por el
doctor Arévalo para que visitaran Guatemala y como
sólo se mostraba a los visitantes lo que era
conveniente, muchos de ellos fueron engañados por
las falsas apariencias.
A manera de corolario de lo que acabo de
exponer, transcribiré las palabras que publicó más
tarde un periódico del país:
"La tarea principal del comunismo es
empujar a las democracias por caminos extraviados,
corrompiéndolas hasta desacreditarlas, a fin de que
sucumban, víctimas de cualquier ataque. Ningún
comunista tiene empeño en colaborar en las labores
de perfeccionamiento de la democracia, pues esta
colaboración sería para él un verdadero suicidio. No
pueden colaborar con los auténticos demócratas
quienes aseguran que la «democracia burguesa" debe
ser desplazada y sustituida — con sangre si es
necesario — por la dictadura del proletariado y la
férrea y despiadada mano del soviet".

126
CAPITULO 11

DE LAS PREDICAS A LA TRAGEDIA


En páginas anteriores dejé al Partido
Comunista de Guatemala — todavía secreto, pero ya
muy activo — empeñado en catequizar a nuestro
pueblo; también dejé al doctor Arévalo haciendo
todo lo posible porque los ecos de la fama
engrandecieran su nombre y la opinión pública de
América le otorgara el título de "Presidente
Revolucionario”.
Aventureros, demagogos, oportunistas y
fanáticos iban creando un ambiente oscuro y
desconcertante, mientras el núcleo oculto y central de
los directores rojos se afirmaba con tenacidad en este
propósito: alcanzar el dominio económico del país
por medio de las organizaciones obreras; ya
dominado lo económico, apoderarse del poder
político a través de un gobierno de marionetas.
Las masas de trabajadores estaban casi
sometidas y las huelgas se habían puesto de moda; el

127
Poder Ejecutivo se mostraba cada día más dócil a los
manejos de los sovietizantes; los puestos políticos y
administrativos de mayor importancia iban cayendo
en manos de afiliados al Partido Comunista o de
amigos de él; la infiltración de las ideas de Marx era
notoria entre los representantes del mal orientado
magisterio.
Fuera de eso, la serie de asociaciones
organizadas para colaborar con los emisarios de
Rusia trabajaban con tenacidad e inteligencia, y los
primeros esfuerzos de sus asociados daban ya
resultados satisfactorios.
Españoles republicanos que se habían
refugiado en Guatemala, muchos de ellos con carné
comunista, gozaban de prebendas y se convertían en
consejeros de altos y pequeños funcionarios; la
Legión del Caribe, una falange compuesta de
exiliados de varios países, en su mayor parte
mercenarios, inducían al Presi. dente a patrocinar
peligrosas aventuras políticas, por medio de las
cuales se trataba de derrocar a gobiernos americanos;
los sentimientos de animosidad contra los Estados
Unidos y contra el “imperialismo yanki" se
intensificaban; la campaña en favor de la paz
mundial — proyectada y dirigida por el soviet —
ampliaba su esfera de acción e iba ganando adeptos
para sus listas de propaganda; también los viajes a
Rusia y a los países situados dentro de la órbita roja
tomaban cada día mayor auge.

128
Como un ejemplo del ambiente de aquel
entonces quiero contar algo que, en mi concepto,
demuestra hasta dónde se introducía el comunismo
en las esferas oficiales:
Frente al Saker-Ti se había fundado otro
grupo de escritores y artistas; Agear, (Agrupación
Guatemalteca de Escritores y Artistas
Revolucionarios). Este último grupo estaba
integrado por valiosos elementos de la auténtica
revolución nacionalista.
Recuerdo que una noche fui citado para
concurrir a una reunión en la cual las dos
mencionadas agrupaciones iban a decidir algo
importante. Se trataba, nada menos, que de la
propuesta hecha por el poeta Raúl Leiva, del grupo
Saker-Ti, para que algunos miembros de Agear
participaran en uno de los famosos Congresos de la
Paz.
La propuesta causó cierta confusión entre
varios de los allí presentes, pero bien pronto el pintor
y republicano español Eugenio Granel hizo uso de la
palabra y dijo más o menos lo siguiente: que él se
oponía a que miembros de Agear tomaran parte en el
Congreso de la Paz porque sabía, a ciencia cierta, que
detrás de la apariencia pacifista de dicho
movimiento, Rusia tejía sus hilos de intriga y de
penetración política.

129
Inmediatamente Raúl Leiva argumentó en
contrario y el campo se dividió en dos bandos.
La reunión se cerró después de una larga
discusión y todo pareció terminado de esta manera:
Agear no tomaría parte en el Congreso.
Pocos días después, en uno de los diarios de
la capital, apareció un furibundo ataque contra
Granel, en el que se le acusaba de fascista. Además,
se contaba maliciosamente en el mismo escrito que
Granel había salido de España, después del triunfo
del general Francisco Franco y que, valiéndose de su
situación de desterrado político, se había refugiado
en la isla de Santo Domingo, donde había sido un
amigo incondicional del Presidente Trujillo.
Granel contestó, también por el periódico,
haciendo una relación de su vida democrática y de
sus trabajos en favor de la República Española; al
mismo tiempo explicó las causas que le impulsaron
a aceptar la hospitalidad de Trujillo, junto con otros
compatriotas, y su manera de conducirse mientras
estuvo en la isla.
Los comunistas no se dieron por vencidos y
atacaron con más violencia. Entonces la poetisa
costarricense Eunice Odio, que también pertenecía a
Agear, escribió varios artículos defendiendo a
Granel. Como es magnífica polemista “hizo polvo" a
los rojos y les dijo muchas verdades. Los acusó de
estar saboteando la auténtica revolución

130
guatemalteca y corrompiendo la democracia del país.
Esos artículos, leales al doctor Arévalo y a los
postulados de la Revolución de Octubre, mostraron
al público escondidos aspectos de lo que estaba
ocurriendo en Guatemala y provocaron en los
comunistas un verdadero furor. El Ministro de
Relaciones Exteriores, licenciado Enrique Muñoz
Meany, se consideró más ofendido que nadie, porque
este señor había mostrado inclinaciones hacia el
marxismo desde los días en que era catedrático en la
Escuela Normal Central de Varones y en la
Universidad de San Carlos.
Así estaban las cosas cuando una escritora
centroamericana, que había sido invitada por el
Ministerio de Educación para dar conferencias de
carácter literario en varias escuelas, se acercó a la
Secretaría de Relaciones Exteriores con el objeto de
despedirse del señor Ministro. Lo encontró — según
la escritora lo refiere todavía — con los nervios
sobreexcitados y la cara muy pálida.
Después de las obligadas frases de cortesía, el
Canciller le dijo a la visitante:
—¿Ya leyó los escritos de Eunice Odio? ¡Así
nos paga la hospitalidad que le hemos brindado!
La oyente, pensando que Muñoz Meany
había mal interpretado los artículos de la poetisa
costarricense, le contestó de esta manera:

131
—Debo confesarle, licenciado, que yo no veo
en los artículos de Eunice nada malo contra el
Presidente ni contra los funcionarios que lo
secundan. Ella estima y admira al doctor Arévalo.
Ataca a los comunistas, pero no al Gobierno de
Guatemala.
A pesar de esta aclaración, el Ministro no
depuso su actitud inconforme y agresiva.
—¡Es una ingrata! ¡Una ingrata! exclamó,
blanco de cólera. La voy a echar fuera del Palacio
(Eunice desempeñaba un cargo en la Editorial del
Ministerio de Educación, en el Palacio Nacional).
Súbitamente la visitante vio claro y preciso:
Muñoz Meany era un simpatizante de la causa, pero
carecía del “self-control" que caracteriza a los
verdaderos miembros del Partido. ¡Y Muñoz Meany
desempeñaba el alto puesto de Ministro de
Relaciones Exteriores!
Aturdida por el descubrimiento, la visitante
se despidió y volvió al hotel. A los tres o cuatro días
de este revelador incidente, Eunice Odio era
destituida de su empleo y Eugenio Granel preparaba
sus maletas para salir de Guatemala
Entre tanto, se iban formando dos corrientes
políticas que se polarizaban en dos personajes, ex
miembros de la Junta de Gobierno, constituida
después de la caída de Ponce Vaides. La primera de
ellas estaba integrada por los que deseaban que el
132
sucesor de Arévalo fuera el coronel Francisco Javier
Arana, Jefe de las Fuerzas Armadas, hombre
honesto, patriota y de ideas liberales; la otra estaba
movida por los comunistas y filocomunistas, quienes
catequizaban en secreto al coronel Jacobo Árbenz
Guzmán y ya lo tenían escogido para su primer
presidente títere.
El antagonismo entre ambas corrientes
políticas se tornaba cada día más evidente. Los rojos
hablaban de Arana como de un “reaccionario" y los
partidarios de este último veían en las maquinaciones
de los rojos un serio y cercano peligro.
Una mañana el coronel Arana se acercó al
Presidente Arévalo para manifestarle que tenía
conocimiento de que un cargamento de armas,
perteneciente a la Legión del Caribe, iba a ser
movilizado por sus dueños en forma clandestina y
que él, en cumplimiento de su deber, había resuelto
confiscar ese cargamento.
Arévalo escuchó lo que Le comunicaba
Arana con su sonrisa habitual y el coronel, después
de dar algunas órdenes, se dirigió a Amatitlán, lugar
donde estaban las armas.
El resto de lo que aconteció ese día, fatal para
los destinos de Guatemala, está ampliamente
relatado en las declaraciones del señor Francisco
Palacios, motorista del Jefe de las Fuerzas Armadas.
Estas declaraciones aparecieron en el periódico

133
"Mundo Libre" de esta capital, en su edición del
viernes 23 de julio de 1954, bajo el título de
“Dramática Relación del Asesinato de Arana”.
"El lunes 18 de julio de 1949 salí
acompañando al coronel Arana, quien dejó su
despacho y se dirigió, guiando su carro, a casa del
Jefe del Estado Mayor Presidencial, coronel Felipe
Antonio Girón, y luego a Amatitlán. Al llegar al chalé
presidencial "Morlón" encontramos un camión con
armamento, que nos pusimos a examinar. Luego
llegó el coronel Juan José de León, jefe de
Maestranza, a recoger dicho armamento por orden
del coronel Arana. Hecho lo anterior emprendimos el
regreso a la capital, pero cuando habíamos recorrido
uno o dos kilómetros, al llegar al puente “La Gloria"
que está sobre el río Michatoya, o sea el desagüe de
la laguna de Amatitlán, encontramos bloqueado el
paso, pues había un carro atravesado, obligándonos a
detener la marcha".
“En esto, el mayor Peralta, ayudante del
coronel Arana, que le acompañaba, comentó la
ocurrencia del chofer — que conducía el carro que
nos detuvo el paso — de obstruir en aquella forma el
libre tránsito”.
"Desde el carro en que íbamos — continúa
relatándonos el chofer — nos pusimos a examinar el
que teníamos delante, cuando de pronto se bajaron
unos hombres y el coronel Arana, al reconocer al
chofer de la señora del teniente coronel Jacobo

134
Árbenz, se tranquilizó y apagó el carro en espera de
que quitaran el que teníamos delante. Pero al minuto
un grupo de hombres nos nació por las espaldas, tras
del carro que ocupábamos, e inmediatamente nos
ordenaron: ¡manos arriba!, lo que nosotros hicimos.
Apenas subimos los brazos, sonó un golpe en el
parabrisas lateral derecho del vehículo que
ocupábamos y luego un disparo, que hizo blanco en
el pecho del coronel Arana, y luego otros más de
ametralladoras y revólveres. El coronel Arana se
dobló hacia la derecha dando un leve quejido".
“A los pocos segundos de haber herido a
muerte al coronel Arana, otros disparos hicieron
blanco en el mayor Absalón Peralta, quien murió
también instantáneamente".
"Unos cuantos minutos después — continúa
nuestro informante — se oyeron unos gritos que
ordenaban cesaran los disparos. Después del tiroteo
se acercó al carro, en donde el coronel Arana y el
mayor Peralta yacían muertos, un hombre que
identifiqué bien: era el teniente y diputado Alfonso
Martínez Estévez. Se dirigió al asiento trasero de
nuestro vehículo, que ocupábamos el coronel Girón
y yo. El coronel Girón salió ileso, pues se cubrió con
la parte trasera del asiento delantero".
“Alfonso Martínez hizo salir del carro al
coronel Girón y se lo llevó unos cuantos pasos y ahí
conversaron por algún rato. Luego el mismo
diputado regresó por mí y cogiéndome por el cuello

135
de la camisa tiró fuertemente haciéndome salir con
violencia, ordenándome que lo acompañara a la
capital. Martínez estaba herido del disparo de uno de
sus compañeros, que, durante la balacera antes
descrita, hizo blanco en él — según dijo —
afectándole los riñones. Me obligó a entrar en su
carro y con amenaza de muerte me ordenó colocarme
boca abajo en la parte trasera del vehículo. Él se
colocó en el asiento y puso sus pies en mi espalda.
Yo le suplicaba que no me fuera a matar, pues yo no
tenía nada que ver con los acontecimientos que
estaban sucediéndose, pero a mis súplicas reaccionó,
dándome dos golpes en la cabeza con la culata de una
ametralladora portátil que llevaba, lo cual hizo que
se saliera un disparo, que yo creí había hecho blanco
en mi cuerpo, pues instantáneamente perdí el sentido.
A todo esto, el carro se deslizaba sobre la carretera,
hacia la capital, manejado por un hombre que no
logré identificar".
“A los pocos momentos recobré el sentido y
entonces oí que Martínez le decía al que manejaba:
—"Oí, vos, ahora estamos hasta la pata”.
"Yo, sin embargo, no me moví para evitar
que me siguiera maltratando".
“Algún rato después — yo no tenía noción
del tiempo — el carro detuvo su marcha. Yo no sabía
dónde estábamos. Pero el teniente y diputado

136
Alfonso Martínez, se bajó y llamó al coronel Julio
Orellana a quien identifiqué por la voz y dijo:
“Traigo un prisionero. Amárrenlo bien y que
lo metan en un cuarto. Luego salió precipitadamente,
pidiendo que lo llevaran donde un médico. Orellana,
abriendo la puerta del carro comentó:
—"¡Pobre Paco!... Luego preguntó: ¿Viene
muerto? Martínez le contestó que yo solamente había
perdido el conocimiento, por unos golpes que él me
había asestado".
“Yo, inmóvil, traté de escudriñar, para saber
dónde me encontraba y advertí que habíamos llegado
al patio del chalé "Pomona", que ocupaba el teniente
coronel Jacobo Árbenz".
"Calculé que había transcurrido una hora y
media. La puerta del carro estaba abierta. Yo hice
como que despertaba y entonces vi a un policía y a
un hombre vestido de civil. El policía me hizo señas
para que no me moviera, advirtiéndome que había
órdenes de tirarme. Al comprender me quedé
quieto".
“Pocos momentos después se acercó el
mismo policía para sacar una ametralladora y una
pistola 45 descargada. Este aprovechó la oportunidad
para tranquilizarme. En voz baja me dijo que no
tuviera cuidado, que quizás no me harían nada. y se
marchó".

137
“Poco tiempo se acercó el chofer del teniente
coronel Jacobo Árbenz, quien responde al nombre de
Aníbal Gramajo, y entre otras cosas me dijo que no
tuviera cuidado, que sentía mucho lo que me pasaba,
que ese era el destino del desgraciado chofer de los
altos jefes políticos. Me ofreció un trago de whisky
y se fue para regresar enseguida, trayéndome lo
ofrecido. Después se fue diciéndome que iba a
averiguar qué harían conmigo, suplicándome que no
me moviera de la posición en que me encontraba. Al
poco tiempo regresó, diciéndome que había hablado
por teléfono con el coronel Árbenz, quien se
encontraba en Casa Presidencial, y éste le había
ordenado que me condujera al hospital de la Policía
(Guardia Civil) en el mismo carro en que me
encontraba".
“Cumpliendo la orden citada me condujo al
campo de aviación, en donde al llegar preguntó por
el coronel Eduardo Wayman, contestándole el
teniente coronel Jorge Mendizábal — a quien conocí
por la voz — diciendo que Wayman había salido en
su camioneta”.
“EI chofer Gramajo dice Palacios — se bajó
entonces, regresando algún rato después en otro
carro, el cual fue arrimado al que ocupaba yo. Dicho
carro era manejado por Eduardo González. Mis dos
colegas me trasladaron entonces a este otro vehículo,
perteneciente al Subsecretario de Defensa, y me
recomendaron que no me fuera a cambiar de
posición”.
138
“EI carro conducido por González rompió la
marcha y en él iba también Gramajo. Cuando había
caminado un poco, les pedí que me dieran un trago.
Se callaron. Luego se hicieron una consulta. De
pronto, detuvieron la marcha. Gramajo se bajó y con
rapidez asombrosa me trajo lo que les había pedido,
lo que yo me tomé casi con desesperación. El carro
emprendió nuevamente la marcha y a los pocos
momentos se detuvo. Afuera, oí una voz autoritaria y
Aníbal Gramajo contestó:
— “Comisión Ministerio de la Defensa” –
Unos pasos resonaron y de pronto un hombre abrió
la puerta trasera del carro y comentó:
—“Es el chofer del coronel Arana". Quien así
habló era el teniente Arturo Durán y agregó:
—“Llévenselo a la Guardia de Honor. Y
ordenó a un sargento y a un soldado que ocuparan el
carro, y me escoltaran hasta la Guardia de Honor".
“Cuando llegamos a esa guarnición yo pude
respirar con libertad. Me había colocado en la
posición ya descrita, a eso de las doce y treinta, y me
bajaron hasta como a las 5.30 del mismo día, Iba,
pues, medio muerto; pero al ver a los amigos del
coronel Arana, reaccioné. En el interior de la Guardia
de Honor había gran actividad. Me encontré ahí con
el secretario del coronel Arana, coronel Jorge Barrios
Solares, quien me interrogó. Yo no quería decir que
habían matado al coronel Arana, porque había mucha

139
gente y no quería desmoralizarla. Pero luego relaté lo
que me había ocurrido y el coronel Barrios Solares
comprendió la trascendencia del asunto. Con él
estaban el bachiller Mario Méndez Montenegro, el
coronel Alberto Bone, oficial de Inteligencia del
Cuerpo y el Segundo Jefe, coronel Fernández".
“A los pocos minutos de haber escuchado mi
relato, el coronel Barrios Solares ordenó a la
guarnición que saliera a la calle a combatir para
vengar la muerte del coronel Arana; ya la Guardia
Civil estaba sitiada por nuestras fuerzas".
"Los jefes ordenaron que me fuera al hospital,
pero me resistí pues quería combatir al lado de mis
compañeros, porque me parecía que la sangre
derramada del coronel Arana debía ser vengada.
Cuando sospeché que las cosas no estaban bien para
nosotros, y por encontrarme bastante debilitado, me
dirigí a mi casa, para que mi esposa y mis tres hijos
se enteraran de que aún estaba con vida. Como yo
había sido herido en la cabeza tenía la camisa
ensangrentada y al atravesar la calle la gente me
miraba con curiosidad. Para hacerme menos
sospechoso tiré el casco que llevaba y cuando había
avanzado algunas cuadras, un camión de la Guardia
de Honor me dio alcance y me condujo a mi casa"
“Poco tiempo después, en prevención de que
me podía ocurrir algo, dejé mi casa para dirigirme a
alguna Legación. No Sabía a cuál, pero buscaba una.
De pronto recordé que el coronel Arana era muy

140
amigo del Agregado Militar de la Embajada de El
Salvador y éste me conocía. Me dirigí hacia la
mencionada Embajada y al llegar, el Agregado
Militar me recibió, dándome asilo inmediatamente".
“Estas declaraciones las hago en honor a la
verdad. No tengo rencillas contra nadie porque no
soy político. Sé que estoy amenazado de muerte y
quiero dejar constancia de ello, por si algo me
ocurre".
El asesinato del coronel Francisco Javier
Arana, según el anterior relato hecho por el señor
Palacios, dio origen a una sublevación de sus amigos
y partidarios — civiles y militares — y el cuartel de
la Guardia de Honor, (Primer Regimiento de
Infantería) se levantó en armas contra el Gobierno
constituido. Por dos o tres días el régimen del doctor
Arévalo estuvo a punto de sucumbir, pero al cabo de
ellos la rebelión fue sofocada.
La defensa militar del régimen fue dirigida
personalmente por el coronel Árbenz Guzmán y sus
simpatizantes. Las milicias obreras, organizadas
previamente por los comunistas, toma. ron parte muy
activa en esa defensa. Todos esperaban que, al
terminar el motín, Arévalo procediera a la
investigación del crimen y al castigo de los que
resultaran culpables; pero desgraciadamente eso no
fue así. El Mandatario asumió una actitud tan
ambigua y poco franca que los ciudadanos honrados
se preguntaron lo siguiente: si el doctor Arévalo es

141
por completo ajeno a este hecho de sangre, ¿por qué
no ordena a los Tribunales de Justicia que
intervengan inmediatamente contra los asesinos?
Tan sospechosa fue la actuación del
Presidente que el pueblo se vio obligado a pensar: o
Arévalo, obedeciendo a su singular egolatría,
prefiere pasar por amparador de criminales antes que
dejar el poder, o bien, se encuentra ya de tal manera
preso entre los elementos organizadores del
asesinato, que no le queda más remedio que callar y
obligar a callar a la voz pública.
Ambición o falta de valor para hacer que la
justicia cumpliera sus altos fines no excusan esta
tolerancia del Presidente, puesto que ella fue el
origen de los incontables males que, más tarde,
cayeron sobre mi desventurada patria.
Los servicios de propaganda de Casa
Presidencial actuaron con su acostumbrada habilidad
y eficiencia, presentando la insurrección de la
Guardia de Honor como un subversivo intento de los
sectores reaccionarios del país. Tan eficazmente
hablaron y escribieron esos servicios, que la mayor
parte de los escritores de la América Latina, aun los
más democráticos y honrados, enviaron mensajes de
felicitación al doctor Arévalo, “por su valerosa
actitud en defensa de la Nueva Guatemala".
Alrededor del crimen y de las circunstancias
en que se llevó a cabo, se fue haciendo un gran

142
silencio, y Jacobo Árbenz Guzmán apareció ante los
desconcertados guatemaltecos como “el salvador del
arevalismo".
Muerto Arana, uno de los más sinceros
soldados de la revolución del 20 de octubre, el
camino hacia la Casa Presidencial quedó
completamente despejado para Jacobo Árbenz y sus
secuaces.

143
CAPITULO 12

FINAL DEL GOBIERNO DEL DOCTOR


AREVALO
En agosto de 1949 —un mes después de la
muerte de Arana—— Alfonso Solórzano y José
Manuel Fortuny fundaron en Guatemala el Comité
Nacional de la Paz. Ambos acababan de regresar de
un viaje por los países de la órbita roja y demostraban
una declamatoria aversión contra las naciones
capitalistas, que se dedican a fabricar armas y
pertrechos de guerra".
A mediados de 1950 diferentes sectores
políticos se fueron preparando, aquí y allá, con el
propósito de iniciar la lucha electoral, pues el
régimen del doctor Arévalo tocaba a su fin y era la
hora de elegir a un nuevo Presidente de la República.
Ciertas agrupaciones — el Par a la cabeza de
ellas — ya habían determinado quién sería su
candidato en los próximos comicios: Jacobo Árbenz
Guzmán.

144
No cabe duda de que el doctor Arévalo
auspiciaba esta candidatura, pero con su
acostumbrada sagacidad, trataba de que algunos
partidos arevalistas presentaran nombres de otros
candidatos, pretendiendo dar la impresión de una
perfecta libertad electoral. Sin duda esperaba que,
pasado cierto tiempo, los diferentes bloques
manejados por sus adeptos se unieran y amalgamaran
en un sólo partido "Arbencista".
Frente a estos grupos que la gente llamaba
“oficiales" se formaron los grupos independientes.
Entre ellos alcanzaron mayor compactación el que
postulaba al general Miguel Idígoras Fuentes — en
quién las derechas fincaban sus más caras esperanzas
— y el del licenciado Jorge García Granados,
movido por los ideales de la revolución nacionalista.
En el mes de mayo de ese año presentaron su
renuncia del Par — que hasta entonces les había
servido de pantalla para sus trabajos secretos — los
siguientes comunistas: José Manuel Fortuny, Mario
Silva Jonama, Bernardo Alvarado Monzón,
Humberto Ortiz, Pedro Fernández, Alfredo Guerra
Borges, José Luis Ramos, Antonio Ardón, Rogelio
López y Carlos René Valle, Poco después el grupo de
dimitentes fundó el periódico “Octubre", (“de los
comunistas de octubre", como se llamaron a sí
mismos, a efecto de que no se creyera que estaban
enlazados con el Partido Internacional), y el
periódico apareció con la insignia de la hoz y el
martillo y el siguiente lema, como subtítulo: "Por un
145
gran Partido Comunista, vanguardia de los
trabajadores, de los campesinos y del pueblo".
Esta agrupación de los "Comunistas de
Octubre" representaba, en verdad, al sector externo
del núcleo secreto y director del Partido Comunista
Guatemalteco, y obedecía todas sus órdenes y
consignas.
En el mes de junio organizó Víctor Manuel
Gutiérrez una entidad de trabajadores, que era como
la “élite" marxista de la clase laborante y a la que se
le dio el nombre de "Partido Revolucionario Obrero
de Guatemala" (PROG). La nueva entidad serviría
para perfeccionar el adoctrinamiento de líderes
políticos y gremiales. Aunque en apariencia no tenía
ningún nexo con la gente que integraba el grupo de
los "Comunistas de Octubre", en el fondo estaba
vinculada a ella por igual ideología e idénticos
propósitos. Ambos grupos acuerpaban la candidatura
del coronel Árbenz y tenían gran influencia en el Par.
Algunos ciudadanos aún creían que el doctor
Arévalo iba a permitir la libertad de elecciones, pero
ciertos incidentes llegaron a demostrar que, en
realidad, su gobierno estaba ya usando los
procedimientos de las antiguas y odiadas dictaduras.
Cuando se cumplió el primer aniversario de
la muerte del coronel Arana, amigos y simpatizantes
del difunto se reunieron con el propósito de organizar

146
un desfile que debía desembocar en el Parque
Central, frente a las puertas del Palacio Nacional.
El desfile logró llevarse a cabo y fue muy
concurrido. En el momento en que la muchedumbre
se aprestaba a guardar un minuto de silencio, en
homenaje a la memoria del desaparecido coronel,
intervino gente armada con garrotes, cuchillos y
fusiles, que atacó a los allí reunidos
inesperadamente, aunque éstos no portaban armas de
ninguna especie. Dos días después el diario "El
Pueblo" fue suspendido por el término de cinco
semanas, como consecuencia de haber protestado
contra el ataque que sufrieron los manifestantes y por
haber enaltecido el nombre de una de las víctimas de
esa agresión: el del bachiller Edgar S. Lemcke, quien
fue muerto a puñaladas cuando asistía, como un
espectador, a la citada manifestación.
Apenas las gentes salían de la alarma que les
produjeron las violentas medidas tomadas contra el
“minuto de silencio", cuando una noche — como si
hubiéramos vivido en la Florencia del Medioevo —
grupos de hombres enmascarados asaltaron las casas
particulares del general Idígoras Fuentes y del
licenciado Jorge García Granados. Los malhechores
rompieron cerraduras y destrozaron muebles;
robaron objetos de lujo, amarraron a los sirvientes y
se bebieron los vinos de las alacenas.
Milagrosamente, los candidatos a la Presidencia de
la República y sus familias lograron salvar sus vidas.

147
La prensa independiente anunció estos
atropellos, pero las altas autoridades prestaron poca
atención a esas quejas, atribuyendo los desmanes a
maleantes — que nada tenían que ver con la política
— y que se aprovechaban de la confusión del
momento para cometer sus fechorías. Mas toda la
gente honesta se preguntó con incredulidad: si esos
maleantes son apolíticos, ¿por qué razón asaltaron
Únicamente las casas de los dos candidatos más
populares? La voz pública acusó a los comunistas y
a varios miembros de la Legión del Caribe de ser los
causantes de estos hechos delictuosos.
El artículo 146 — inciso d — de la Ley
Electoral, decía así: “Serán penados con tres años de
prisión correccional los funcionarios, empleados o
agentes de autoridad, que infringieran las
disposiciones respecto a prerrogativas de que gozan
los miembros de las juntas electorales, juntas
receptoras de votos y representantes de partidos, o
las garantías de propaganda electoral que establece
la ley".
A pesar de esas terminantes prevenciones los
“comunistas-arbencistas" usaron los dineros del
Estado para toda clase de publicaciones en favor de
Árbenz; los vehículos nacionales fueron llevados y
traídos en viajes políticos; los periódicos oficiales o
semioficiales llenaron sus páginas con retratos del
pálido y retraído coronel y con las engañosas
promesas de sus programas de gobierno,
especialmente con artículos sobre la Reforma
148
Agraria; para organizar manifestaciones masivas se
transportaron a la capital in dios trabajadores de las
fincas del Gobierno, a quienes se les pagaba y se les
alimentaba durante varios días por cuenta del Estado.
La opinión de los guatemaltecos se
encontraba muy confundida, pero es justo reconocer
que entre la gente honrada había un firme y común
propósito: la defensa de la libertad electoral.
"Este es el soberano derecho del pueblo dijo
un periódico. No hay un sólo ciudadano decente y
consciente que se resigne a aceptar menoscabos en
esta función substantiva. Porque nadie —
absolutamente nadie — dispone del derecho de
imponer al pueblo una candidatura presidencial
determinada".
“Son los electores, los propios
contribuyentes, los que tienen que resolver ese
problema, sin coacción de ninguna especie".
Pero, aunque así hablara la prensa contra las
brigadas de propaganda electoral, los “comunistas-
paristas-arbencistas" organizaron cuerpos de choque
o “porras”, que producían gran desorden al romper
las filas de las manifestaciones y mítines populares,
dejando a veces un saldo de heridos, golpeados y
hasta muertos.
Tales atropellos procedían siempre del mismo
grupo de rojos o rojillos, quienes estaban decididos a
usar todos los medios a su alcance — por reprobables
149
que fueran — con el fin de lograr los ansiados fines.
Sus camarillas se adueñaban de la autoridad; los
partidos arevalistas secundarios sólo servían como
comparsas en la gran comedia; el doctor Arévalo era
un dócil instrumento de los que fraguaban la traición
a la patria, y los obreros —de buena o mala fe—
seguían obedientemente a sus exaltados líderes. Esto
último no quiere decir que todo el obrerismo se
prestara a esas maniobras, pues siempre hubo
hombres como Silverio Ortiz y sus heroicos
compañeros, que se negaron a colaborar con los
comunistas. Prueba de ello es la hoja suelta publicada
en esos días por Ortiz, y repartida por él y su gente
en ciudades, pueblos y caminos. Esa hoja dice así:
A MIS COMPAÑEROS TRABAJADORES:
Toca a vosotros decidir los destinos de la Patria con
vuestro voto; pensad bien por quién debéis hacerlo,
porque es un acto de conciencia en el cual se juegan
los destinos de la ciudadanía. Mis razones para hacer
este llamamiento a mis compatriotas se fundan en los
puntos siguientes:
1.— EI asesinato en cuadrilla, perpetrado en
la persona del coronel Francisco J. Arana — cuya
actuación revolucionaria es bien conocida — por
simples ambiciones personales.
2.— El asesinato del Alcalde de Tumbador,
Departamento de San Marcos, inspirado por el líder
comunista Ernesto Marroquín Wyss.

150
3.—El asesinato del estudiante universitario
Edgar S. Lemcke, también perpetrado
aprovechándose de un tumulto.
4.—El motín de Tiquisate, matanza preparada
de antemano por los conocidos comunistas
Marroquín Wyss, Carlos Manuel Pellecer, Alberto
Bonatti y demás cuadrillas de facinerosos, instruidos
y pagados de antemano.
5.—Los catorce millones de quetzales
desfalcados en un solo año.
6.—Los incalificables abusos y atropellos
que a diario cometen las autoridades, que estrujan las
leyes como si fueran pedazos de papel; razón por la
cual se nos califica en el extranjero como pueblo
salvaje.
7.—Debemos salvar la civilización cristiana,
votando por la persona más capacitada, más culta y
más limpia, que tenga arraigados principios de
urbanidad y que en su vida haya demostrado su amor
a la patria".
Y a propósito de la referencia que el mismo
Ortiz hace en su hoja suelta, sobre el motín de
Tiquisate, debo recordar en esta parte de mi libro, el
brutal asalto del que fue víctima el candidato del
“Partido del Pueblo" cuando, con fines de legítima
propaganda, dispuso visitar esa población bananera.
¡Aquello estuvo a punto de convertirse en una
matanza! Por suerte, circunstancias especiales
151
favorecieron a los demócratas quienes, después de
sufrir una verdadera avalancha de insultos, pedradas,
palos y hasta tiros de revólver, o de “Máuser”,
pudieron escapar de sus enemigos.
Después de esa sangrienta jornada un
periódico de la capital escribió estas líneas: “los
líderes (rojos) están llevando a Guatemala hacia lo
que ellos, que en realidad no se interesan por la
revolución (nacionalista) consideran una
"democracia popular". Pero los líderes no están
solos. Se han impuesto por medio de la fuerza. Esa
fuerza les ha sido proporcionada desde arriba. Para
proporcionárselas no se ha consultado al pueblo.
¿Por qué, señor Presidente, no permite que el pueblo
de Guatemala — que sabe lo que quiere como se lo
probó a usted mismo en 1945 — se explique y diga
si desea vivir en un régimen de libertad o bajo la
dictadura de una “democracia popular"?
Mientras se desarrollaba la lucha electoral en
la forma que hemos esbozado, los “comunistas de
Octubre" anunciaron, con todo cinismo, la fundación
de una escuela nocturna que enseñaría públicamente
las famosas doctrinas de Marx. Se la denominó
Escuela “Jacobo Sánchez", en honor y recuerdo de
un rusófilo ajusticiado por el general Ubico. La
dirigía Alfredo Guerra Borges, pero Víctor Manuel
Gutiérrez era uno de sus maestros, aun cuando
Gutiérrez no pertenecía al grupo “Octubre". Esto
indica la conexión oculta que existía entre este último
grupo y el PROG.
152
La existencia de esa escuela fue muy efímera,
porque el coronel Elfego Monzón, entonces Ministro
de Gobernación, ordenó su inmediata clausura.
Siguiendo siempre su inexplicable y
complicado juego político el doctor Arévalo cerraba
los ojos ante las tropelías de los “comunistas-
paristas-arbencistas" en la campaña electoral; sin
embargo, por otro lado y anteriormente, había
destituido de su puesto al Director de la
Radiodifusora T.G.W. y de la dirección de un
periódico oficial a Alfredo Guerra Borges; además
había influido sobre el Tribunal Supremo a efecto de
que se declarara terminado el período de Fortuny
como representante en el Consejo Nacional
Electoral.
Esta actitud variable y a veces contradictoria
del Presidente hace presumir que se debatía entre dos
fuerzas poderosas, una de las cuales — la de los rojos
— lo iba cercando y dominando por completo.
Aunque los rojos a veces chocaban con la
autoridad y tal vez con la opinión personal de
Arévalo, tanto los “Comunistas de Octubre" como
los obreros del PROG seguían sosteniendo la
candidatura de Árbenz, que era “el príncipe
heredero" protegido por el mismo Presidente. Para
asegurar el triunfo del candidato “oficial" el secreto
Cominform de Guatemala decidió fundar el Comité
Político Nacional de Trabajadores (C.P.N.T.)

153
amalgamando en sus filas a la mayor parte de los
arbencistas.
Al llegar a este punto de mi narración debo
dejar constancia de que durante el gobierno de
Arévalo se organizaron varios “complots" y
levantamientos subversivos, con el objeto de cambiar
el rumbo de la política seguida por el Presidente.
Entre los más importantes recordaré la aventura
bélica de Puerto Barrios, dirigida por Marciano
Casado Almendía, René Fernández, Julio Aragón,
Leopoldo Pimentel, Julio Caballeros y otros, y la
conocida con el nombre de Asalto de la Base Militar
de la Aurora, que se llevó a cabo el 5 de noviembre
de 1950, bajo la dirección del coronel Carlos Castillo
Armas, actual Presidente de la República.
Si este último golpe militar hubiera triunfado
las elecciones presidenciales no habrían podido
realizarse, y el candidato impuesto por la fuerza
«oficial" no nos habría arrastrado hasta los extremos
en que más tarde caímos. Desgraciadamente, Castillo
Armas y los hombres que lo secundaron fueron
traicionados y acribillados a tiros por las
ametralladoras de la base. El Jefe de la rebelión,
herido y considerado como muerto, se salvó
milagrosamente gracias al valiente concurso de
varios médicos y de una enfermera del Hospital
Militar.
Así se llegó a las elecciones, que tuvieron
lugar durante los días 10, 11 y 12 de noviembre de

154
1950. Sus resultados, debido a la imposición del
“oficialismo", fueron, desde luego, favorables a
Jacobo Árbenz Guzmán. Tres días antes de que se
instalaran las urnas receptoras de votos muchos de
los jefes de los partidos independientes fueron
encarcelados, con el fin de atemorizar a los electores.
Mientras cada ciudadano de los partidos libres era
habilitado con una sola boleta para votar, al
“comunista-parista-arbencista" se le favorecía con
varias, y por si eso no fuera suficiente, los camiones
del gobierno transportaban a los votantes de un lugar
a otro, con el objeto de que multiplicaran su derecho
al sufragio.
En resumen, las elecciones fueron un
repugnante fraude, tan escandaloso, como los
registrados en tiempos anteriores. El fracaso de los
partidos independientes tenía esta vez un significado
y una trascendencia más importante que nunca: en mi
patria iban a suceder cosas terribles; los funcionarios
públicos tendrían que someterse por completo a las
camarillas rojas; las ideas de Marx penetrarían en
todos los ámbitos del país y hasta en las vecinas
Repúblicas de Centro América; el saqueo de las arcas
nacionales se convertiría en una norma cotidiana; los
organismos que constituyen la democracia funcional
serían corrompidos o anulados hasta en sus raíces;
los más audaces y vulgares demagogos llegarían a ser
los amos de la nación; se lanzarían al aire infundios
y calumnias para debilitar la unidad de los pueblos
de América; se prepararía sabiamente el puente

155
ideológico, político y geográfico, a través del cual
Rusia penetraría al Nuevo Mundo; la gente de
Guatemala se dividiría a tal punto, que el resultado
de esa división podía resolverse en una guerra civil.
Era un espectáculo desconcertante, doloroso
y cargado de siniestros presagios.
Algunos guatemaltecos arreglaron sus valijas
y salieron del país rumbo al ostracismo. Yo fui uno
de ellos. En los últimos días de diciembre del año que
terminaba me despedí de parientes y amigos y me
encaminé a la República de El Salvador, en la que
permanecí cuatro años enteros.

156
CAPITULO 13

IMPERIALISMO NORTEAMERICANO
La lucha contra el "imperialismo
norteamericano" fue concebida y llevada a cabo por
los comunistas de Guatemala con indiscutible
habilidad.
Como el obstáculo más importante que hasta
la fecha han encontrado los rojos para lograr la
expansión universal de sus teorías políticas y sus
sistemas de gobierno es el grupo de naciones
conocidas con el nombre de "democracias
occidentales", y como la gran República de Norte
América es la más poderosa y temida de todas ellas,
natural es pensar que el mayor esfuerzo combativo
de los sovietizantes — dentro y fuera de la “cortina
de hierro" — tiene que ir dirigido contra Washington.
En las Repúblicas Centroamericanas — aún
no desarrolladas económicamente a cabalidad y que
dependen, en gran parte, de los mercados extranjeros
para su existencia — la palabra "imperialismo" le

157
suena a la mayor parte del pueblo como a campana
de combate. Muchas personas no comprenden con
exactitud lo que quiere decir ese vocablo, pero como
lo escuchan con demasiada frecuencia en discursos
demagógicos y lo leen en periódicos, folletos y
revistas, ellas también lo repiten y lo inflan,
haciéndolo rodar por toda la extensión de nuestras
tierras.
¿Existe una verdadera causa para que las
gentes de Centro América sientan temor o
antagonismo frente al poderío de los Estados
Unidos?
En pocos renglones trataré de hacer un breve
esquema de las circunstancias que han originado la
hostil actitud de muchos de mis compatriotas contra
el “capitalismo gringo" y, en ciertos casos, contra la
política seguida por el Departamento de Estado, en
relación con nosotros. Me referiré exclusivamente a
Guatemala, ya que el tema necesitaría un libro entero
y voluminoso si tratara de abarcar el problema de
toda la América Central y si pretendiera considerarlo
a fondo.
Ante todo, es necesario que me detenga un
momento en la palabra "imperialismo", con el fin de
desentrañar cuál es su verdadera significación:
Diversas son las causas que han impulsado a
los pueblos mayores — desde la más remota

158
antigüedad — a la expansión territorial y al
predominio sobre los pueblos más débiles.
Algunas veces esas causas fueron la
superpoblación sobre un angosto suelo, el mal clima,
la tierra pobre, la lejanía de las costas marinas; en
otras, la ambición de riqueza o poder, el anhelo de
fortalecer posiciones geográficas y económicas, la
aventura o el espíritu bélico.
Los resultados de esos desbordamientos
humanos también son diversos; en determinadas
circunstancias los dominadores de pueblos débiles
aportaban una lengua más desarrollada que la de los
vencidos y con ella traían un acervo cultural que, en
último término, resultaba beneficioso para los
habitantes de los países sojuzgados.
Egipcios, asirios y romanos — por no citar
más de tres ejemplos de la antigüedad — dejaron en
la memoria de remotas edades las múltiples
manifestaciones con que cada uno de esos pueblos
concibió el derecho de fortalecer su posición
geográfica, política, social y cultural, y de extender
su influencia o su dominio sobre otras tierras.
El caso de Grecia — sometida por Roma en
lo material, pero vencedora de Roma en el campo de
la filosofía, las letras y las artes — demuestra que el
refinamiento espiritual de un grupo humano resulta
siempre más poderoso que las potencias guerreras o

159
la implacable administración política de cualquier
régimen. dominador.
En algunas ocasiones los invasores de países
extranjeros no llevaban con ellos más que el pillaje,
la destrucción y la muerte; por ejemplo, la sangrienta
avalancha de los hunos que se abatió sobre el centro
de Europa.
¡Características especiales presenta e!
imperialismo español de los siglos XVI y XVII, que
detuvo al imperialismo otomano en la decisiva
batalla de Lepanto, y que al extenderse sobre el
Nuevo Mundo trajo a este Hemisferio lo siguiente:
aceros que herían el pecho de los aborígenes y cruces
que se alzaban sobre nuevos templos; cadenas para
los tobillos de los esclavos y el cristiano espíritu de
abnegados misioneros; destructivos incendios y
arquitectos que construían sorprendentes ciudades;
exterminio de las civilizaciones autóctonas y una
lengua casi perfecta, portadora de la cultura greco-
latina; despiadados encomenderos y animales
domésticos que ayudarían al hombre en sus
cotidianas tareas.
Mientras España se debilitaba perdiendo
poderío imperial, Inglaterra y Francia mostraban sus
tendencias Imperialistas con lineamientos más
modernos. Las ideas proclamadas por la Revolución
Francesa se extendieron por toda Europa gracias a las
campañas del primero de los Bonaparte, y así una
guerra sangrienta, movida por un deseo de conquista,

160
llevó los principios de libertad, igualdad y
fraternidad, hasta las desoladas comarcas de la Rusia
de entonces.
Francia demostró, más tarde, su incapacidad
para mantenerse en posición dominadora sobre el
resto de Europa, como también para formar una
poderosa unidad colonial fuera del continente
europeo. En cambio, Inglaterra — mucho más hábil
en el juego político y administrativo — fue, poco a
poco, concediendo libertades a sus pueblos
coloniales, y debido a esa inteligente actitud con
respecto a ellos, logró conservarlos bajo su tutela.
En el siglo XX el nuevo sentido económico
del imperialismo se ha ido acentuando más y más: la
necesidad de defender mercados obtenidos en el
extranjero; la urgencia de encontrar suelos fértiles
para la siembra de ciertos productos agrícolas; la
búsqueda de materias primas, indispensables en la
gran industria; el propósito de ganar nuevos
mercados para el consumo de artículos de Última
hora, influyen poderosamente en las ideas políticas
de los tiempos actuales.
No podemos negar que en Centro América
muchos capitalistas “gringos" — unidos en firmas
agrícolas, comerciales o industriales han
aprovechado nuestra ignorancia, debilidad o
confusión política y nos han explotado en su propio
beneficio; pero hay que tener en cuenta que algunos
de los gobernantes de nuestras pequeña Repúblicas

161
se han prestado gustosos — con la mira de
enriquecerse ellos mismos o para consolidar su
dominio — a satisfacer la voracidad de estos
hombres y a poner los intereses de la patria en manos
extranjeras.
La diplomacia norteamericana, por su parte,
en varias ocasiones favoreció a estos capitalistas.
Hay páginas muy dolorosas en la historia de nuestras
relaciones con el Departamento de Estado.
Sin embargo, justo es reconocer que la mayor
parte de las veces fuimos nosotros mismos los que
abrimos las puertas a los explotadores, ya sea por
incapacidad para comprender lo que real mente nos
conviene o por deshonestidad y falta de espíritu
patriótico.
Los Estados Unidos, a pesar de la rectitud
moral y del espíritu democrático que caracteriza a la
mayor parte de sus ciudadanos, han tenido políticos
cuya actuación para con los pueblos de la América
Latina no los honra ante nosotros ni ante ellos
mismos. Mas, por otra parte, no debemos olvidar que
la Doctrina Monroe, con su firme rechazo de toda
intervención extraña en los asuntos de América, ha
sido un verdadero baluarte que nos ha defendido,
desde los primeros días de nuestra Independencia,
contra una segunda colonización europea.
Si esa Doctrina sirvió, en repetidas y fatales
oportunidades, a los intereses económicos de

162
determinados grupos, en muchas otras nuestros
derechos de pueblos libres y nuestra riqueza nacional
fueron comprendidos y defendidos por los más
limpios ciudadanos de la Gran Federación. Las
Universidades de Norte América y la más sana
opinión pública de los Estados Unidos nos han
prestado ayuda con frecuencia, llevando nuestros
problemas ante el juicio internacional, e impidiendo
que ambiciones y egoísmos de personas
inescrupulosas nos ganen la partida.
Esta honrada opinión pública del pueblo
norteamericano es tan fuerte y eficaz que se infiltra,
muy a menudo, hasta en el mismo Gobierno de
Washington, obligándolo a rectificar o a cambiar de
métodos, cuando el caso así lo demanda. El criterio
emitido por las altas Universidades de los diferentes
Estados nunca es visto con menosprecio por las
gentes de Norteamérica y ese criterio representa
conocimiento, imparcialidad, justicia y sincero deseo
de que todas las naciones del mundo se conozcan y
se entiendan mejor.
Si es verdad que por largo tiempo consorcios
imperialistas se apoderaron de buena parte de nuestra
riqueza y políticos de la América Indo española
favorecieron a estas organizaciones, también es
cierto que desde 1933, — año en que principió a
manifestarse el espíritu de Buena Vecindad entre
nuestras Repúblicas y la patria de Franklin Delano
Roosevelt, se ha venido notando un sensible cambio

163
en las relaciones ya mencionadas, y ese cambio es
bastante favorable para nosotros.
Concentrándome, como tipificado ejemplo de
“imperialismo yanki", en el caso de la Compañía
Frutera de Guatemala (United Fruit Company),
puedo decir lo siguiente:
Esta compañía es, ciertamente, un gigantesco
consorcio capitalista, cuya riqueza asombra a quien,
basado en cifras y estadísticas, estudia la historia de
su desenvolvimiento económico y su enorme
prosperidad.
La Compañía Frutera posee una gran
cantidad de bienes raíces en la América tropical.
Aunque al referirse a ella se piensa, generalmente, en
extensas plantaciones de banano, también es dueña
de fincas que producen cacao, caña de azúcar, plantas
textiles y plantas oleaginosas, etc., etc. Además, es
propietaria de vías férreas y de una numerosa flota de
barcos. Todos estos negocios se enlazan entre sí por
medio de una ancha red de comunicaciones
telegráficas y radiales que también le pertenecen —
la Tropical Radio Company —. Como es fácil
imaginar, el personal que está a su servicio es muy
numeroso: trabajadores de campo, marinos,
mecánicos, empleados de ferrocarril, expertos
agrónomos, químicos, periodistas, abogados,
oficinistas, etc., etc. Si esa gente se reuniera en un
solo lugar podría formar un verdadero pueblo.

164
El origen de esta compañía arranca del año
1875, cuando Lorenzo D. Baker y Andrés W. Preston
tuvieron la idea de formar, con un exiguo capital de
15,000 dólares, una pequeña firma dedicada al
transporte de frutas del trópico caribeño — bananos
especialmente — y a la que denominaron la "Boston
Fruit Company”. El primero de los hombres
mencionados, ya había intentado la aventura de
llevar embarques de banano de las costas de Jamaica
a los Estados Unidos, lugar donde los exóticos
racimos amarillos fueron recibidos con verdadero
entusiasmo. Como la fruta alcanzó inmediatamente
buenos precios entre el público consumidor, Baker y
Preston pensaron que el negocio debía ser
intensificado en gran escala.
Algún tiempo después la Boston Fruit
Company encontró un nuevo socio: Minor C. Keith.
Este extraordinario personaje —
trotamundos, pionero, gran empresario y hombre de
sorprendente imaginación — se había radicado, al fin
de muchas andanzas, en Costa Rica, contrayendo
matrimonio en ese país con una señorita de la más
alta clase social. En la ya dicha República, Minor C.
Keith tuvo oportunidad de iniciarse en la plantación
e industrial del banano y hasta llegó a construir una
extensa línea férrea.
Pero no todo fue prosperidad para la recién
nacida compañía bostoniana, porque bien pronto sus
dirigentes tuvieron que enfrentarse con serias

165
dificultades y hasta estuvieron en peligro de cancelar
el negocio. Fue en esa dura época cuando Keith,
Baker y Preston lograron convencer a varios
millonarios de Boston y a ciertas firmas fruteras de
menor importancia, de que todos debían unirse para
formar una gran compañía de embarques y
desembarques bananeros, que estaba destinada a
dominar totalmente esa clase de industria y
comercio. Este fue el origen de la United Fruit
Company, el 20 de marzo de 1889.
De acuerdo con los planes, pronto la nueva
firma principió a intensificar la siembra del banano,
a transportar del sur al norte grandes cantidades de
racimos y a distribuirlos en los Estados Unidos.
Poco a poco la UFCO fue absorbiendo o
nulificando a las compañías rivales, entre las cuales
sólo dos le hicieron una dura resistencia: la Cuyamel
Fruit Company y la Standard Fruit Company.
Al fin, en 1929, la Cuyamel se vio obligada a
incorporarse a la firma más fuerte y en 1933 Samuel
Zamurray — que había sido Presidente y dueño de la
Cuyamel, pero al mismo tiempo precavido y oculto
comprador de la mayor parte de las acciones de la
UFCO — se convirtió repentinamente, y ante el
asombro de los otros accionistas, en el nuevo
presidente de Ja gran compañía frutera.
Como se ve, el desarrollo de la United Fruit
Company fue rápido y sorpresivo. En el Istmo

166
Centroamericano es la empresa agrícola, industrial y
comercial, más poderosa. No debe extrañarnos, por
lo tanto, su participación en la vida política y social
de las Repúblicas de Centro América. Sus
presupuestos de gastos son tan grandes, que a veces
sobrepasan a las sumas fijadas para las erogaciones
anuales de algunos de nuestros gobiernos.
Absurdo e inútil sería negar que esa compañía
ha logrado que se le adjudiquen concesiones en las
que siempre obtiene las mayores ventajas. Se dice,
que con frecuencia se ha inmiscuido en nuestros
asuntos públicos; se afirma, que ha influenciado a
muchos gobernantes y que se ha sentido más
protegida en los regímenes de índole dictatorial; se
cuenta, que en varias ocasiones ha combatido
resueltamente a los sectores que la adversan; se
supone, que no fue de su agrado la organización en
estas tierras de los sindicatos de trabajadores. A pesar
de todo eso, justo es reconocer que la poderosa
compañía, al establecerse en regiones insalubres y
poco civilizadas, suprimió el paludismo endémico y
la fiebre amarilla; fundó buenos hospitales y
escuelas; difundió conocimientos sobre agricultura
científica; construyó caminos y mejoró las
condiciones de las aguas hasta hacerlas potables;
tendió puentes y líneas de ferrocarril; penetró en la
selva y transformó sus elementos en riqueza; en una
palabra, hizo subir el nivel de vida y mejoró la
situación de mucha gente, no por amor a la

167
humanidad sino en beneficio de sus propias y
cuantiosas inversiones.
Sus métodos para llevar a cabo esta serie de
trabajos no fue ron, a veces, los que nosotros
deseábamos; pero no debemos olvidar que sus
dirigentes vinieron a nuestro suelo como negociantes
y no como benefactores y que nos correspondía a
nosotros, los centroamericanos, haber defendido los
intereses patrios con mayor dignidad y
conocimientos de lo que representa nuestra riqueza
en potencia.
Por desgracia, varios presidentes de las
Repúblicas de Centro América se sometieron a la
política de la Compañía con demasiada docilidad. En
Guatemala, por ejemplo, el dictador Manuel Estrada
Cabrera otorgó a la UFCO una concesión de 50,000
acres de terreno en la cuenca del río Motagua, con
inmenso y manifiesto provecho para la Frutera. Esa
extensión de terreno se fue ampliando con nuevas
concesiones, hasta que en 1927 nuestro Gobierno
entregó a la Compañía tierras fertilísimas a lo largo
de la misma vena de agua, por la ínfima renta de
14,000 dólares al año. Más tarde la UFCO adquirió
nuevas extensiones laborales en la costa del Pacífico
y durante la administración del General Ubico
estableció su segunda “División" en el Departamento
de Escuintla, lugar en el que dispuso de cerca de
300,000 acres de tierras. En el contrato firmado en
1936, la Frutera quedó exonerada del pago de
impuestos aduaneros en una serie de artículos que
168
necesitaba para sus diferentes trabajos, así como
también de ciertos arbitrios fiscales y municipales.
Este es el momento en que es bueno recordar
que por ese tiempo la Frutera, deseosa de ganar
simpatías entre los trabajadores, quiso aumentar el
monto de sus jornales; pero Ubico — que era
latifundista y no deseaba emplear sus dineros en
mejorar salarios para los peones — se opuso
rotundamente a esa disposición, fijando el jornal de
los trabajadores de campo en 50 centavos de dólar al
día.
Los dos grandes centros de la United Fruit
Company en Guatemala son: Bananera en la costa
del Atlántico y Tiquisate en el litoral del Pacífico.
Como la UFCO controla muchas millas de
líneas ferroviarias que desembocan en Puerto Barrios
— norte de la República — y también es dueña de
valores en el Ferrocarril Internacional (International
Railways of Central America), es natural que su
influencia en el mencionado puerto sea evidente y
decisiva.
Refiriéndose a los sueldos que paga a sus
trabajadores la Compañía, puedo afirmar que durante
el régimen de Árbenz pagaba un salario base de
Q2.44 por día, mientras el expresidente que se dedicó
a sembrar algodón en gran escala — utilizando
maquinaria y combustible del Estado — apenas
remuneraba a sus peones con Q0.80 diarios. Fuera de

169
esa diferencia de retribuciones hay que dejar
constancia de que la Frutera tiene establecidos muy
buenos Comisariatos en sus centros de labor y que en
esos establecimientos los trabajadores adquieren
excelente mercadería a precios más bajos que los
fijados por el comercio del país.
Las casas construidas por la UFCO para sus
trabajadores del campo están muy lejos de ser una
maravilla, pero si las comparamos con las miserables
chozas de paja y lodo de algunas fincas de
particulares, resultan muy cómodas y aceptables.
En resumen: La United Fruit Company ha
sido y es un consorcio capitalista, perfectamente
definido, y no una sociedad de carácter filantrópico.
Aprovecha inteligentemente el medio, las
circunstancias y las oportunidades que se le
presentan, como lo haría cualquier comerciante
deseoso de prosperar. A veces sus métodos pueden
parecernos demasiado duros o voraces; sin embargo,
si se le compara con ciertos Gobiernos que hemos
sufrido en Centro América y con algunos capitalistas
criollos, su actuación resulta benéfica no sólo para el
trabajador sino también para muchas regiones donde
desenvuelve sus actividades.
Lo aconsejable sería no hostilizarla
sistemáticamente, sino más bien revisar y corregir
los Contratos, para rectificar determinados abusos y
equiparar ventajas, aprovechando sus sistemas
modernos de labor y su magnífica técnica agrícola e

170
industrial. Si la Compañía nos siente amigos, pero no
siervos, sabedores de que la tierra centroamericana
nos pertenece por derecho natural y que no vamos a
enajenarla por un “plato de lentejas", seguramente
que sabrá respetar nuestros derechos y conformarse
con una ganancia justa y equitativa. "Si con nuestras
manos no podemos detener la catarata — decía un
hábil político — pongámonos al lado de la caída de
agua y saquemos de ella la electricidad que
necesitamos en la región” …
Esto no significa que nosotros estemos
condenados a sufrir eternamente la fuerza de la
simbólica catarata, pues Centro América está
adquiriendo conciencia de sus riquezas naturales y de
su más digno porvenir. Algún día — si sabemos
conquistarlo — los pueblos mayores nos concederán
su auténtico respeto.

171
CAPITULO 14

JACOBO ARBENZ GUZMAN


Como ineludible resultado del simulacro
electoral que tuvo lugar en el mes de noviembre de
1950, el coronel Jacobo Árbenz Guzmán tomó
posesión de la presidencia de la República el 15 de
marzo de 1951.
El nuevo Mandatario procedía de una familia
de la clase media, avecindada en la ciudad de
Quetzaltenango desde hacía muchos años. Su padre
fue un ciudadano suizo, dedicado al negocio de
droguería, y su madre una mujer guatemalteca, en la
que la sangre española y la sangre indígena se
mezclaron en iguales proporciones.
Físicamente Árbenz tiene muchas de las
características que distinguen a los individuos de
raza aria; tez blanca, nariz recta, ojos castaños,
barbilla un poco saliente, prestancia en el porte y
boca de labios delgados y firmes. A pesar de esos
atractivos naturales algo hay en él que da impresión

172
de frialdad y distanciamiento, creando en su derredor
un ambiente que está muy lejos de proporcionarle
sinceros simpatizantes y amigos. Acentúa esa
impresión su perenne mutismo, que hace pensar en
un pálido muñeco de cera.
Comparado con el Presidente Arévalo — tan
lleno de vitalidad, tan campechano y decidor —
Árbenz es el hombre misterioso y frío, tipo clínico
del introvertido, probablemente lleno de complejos,
cuyas raíces deben buscarse en una infancia poco
feliz. Su padre se suicidó, según se asegura, cuando
el muchacho tenía más o menos diez y seis años.
Gracias a influencias de algunos amigos de su
familia el adolescente Jacobo logró entrar, durante la
Administración del general Ubico, a la Escuela
Politécnica de Guatemala — que, en realidad, no es
una escuela donde se enseñan muchas técnicas sino,
simplemente, una Academia Militar — y allí se
significó como buen estudiante y joven poco
inclinado a las expansiones.
Al graduarse de oficial fue nombrado para
servir en varias guarniciones del país, y más tarde,
obtuvo las insignias de capitán del ejército. Su
porvenir parecía oscuro, su sueldo era mínimo,
carecía del magnetismo personal que ayuda a ciertos
individuos a abrirse camino por sí mismos; pero un
día el destino lo acercó a una señorita salvadoreña,
de buena cuna y de refinada educación.

173
María Cristina Vilanova — más tarde “señora
de Árbenz" — procede de una familia de capitalistas
agrarios, que desde hace mucho tiempo se han
dedicado, en su patria, al cultivo del café y de la caña
de azúcar, a la crianza de ganado y a negocios de gran
envergadura, ¿Qué vio María Cristina — elegante,
altiva, talentosa, rica y colmada de simpatía — en ese
enigmático capitán que apenas ganaba lo suficiente
para cubrir sus propias necesidades?
La única respuesta a esta pregunta es que la
muchacha — caprichosa e imaginativa — se
enamoró románticamente del apuesto militar y
decidió casarse con él. Desde luego, la familia
Vilanova no vio con buenos ojos esa alianza y la más
alta sociedad de El Salvador, en la que María siempre
fue muy atendida y agasajada, manifestó primero
sorpresa y luego un mal encubierto desdén ante esa
desigual unión.
En esos sentimientos de rechazo, tanto de sus
familiares como de sus amigos — sentimientos que
tal vez fueron vencidos antes de que Árbenz llegara
a la presidencia, pero que hirieron profundamente a
la joven pareja — podrían buscarse, quizá, las causas
escondidas que impulsaron a la inconforme señora a
adoptar una postura de continuo desafío y sistemática
"boutade" ante las "élites" sociales de Guatemala y
El Salvador.
Por curiosidad, por inquietud, tal vez por
rebeldía o esnobismo, María de Árbenz empezó a

174
leer las obras que contienen las doctrinas de Carlos
Marx.
Pronto tuvo amistades entre los comunistas
nativos — la mayor parte de ellos acomplejados por
un fracaso moral, económico o social — y fue por
entonces cuando expuso sus atrevidas ideas ante los
“reaccionarios", causando verdadera desazón a las
gentes mojigatas. Lo probable es que María no fuera
una comunista, sino que deseaba “epater le
bourgois". Sin duda andaba buscando algo en qué
entretenerse, para emplear en ese “algo" sus potentes
y sueltas energías. Los agentes del soviet, siempre
listos para aprovechar las oportunidades, vieron en
ella una magnífica aliada.
Después de la Revolución de octubre y
cuando Árbenz, por el juego de las circunstancias, se
vio elevado a la categoría de miembro de la Junta
Revolucionaria con el grado de mayor de las milicias
guatemaltecas, su esposa se aproximó todavía más a
los grupos de extrema izquierda, entre los cuales
encontró la más franca y cordial simpatía. Me figuro
que sintió ambición de poder y, además, que las
conversaciones con los comunistas la hicieron
vislumbrar la posibilidad de que si su marido se
aliaba a los rojos llegaría a alcanzar los más altos
puestos públicos. Esto la convertiría en una especie
de “mujer dirigente’, y entonces podría hacer grandes
favores al pueblo — porque era generosa de corazón
— y al mismo tiempo gozar intensamente de la vida

175
y mofarse y despreciar a todos aquéllos que antes
habían visto de menos a su ensimismado compañero.
Entre las buenas cualidades de María están la
decisión y el valor, tan necesarios para afrontar
determinados sucesos. Injusto sería negar que en los
momentos decisivos siempre estuvo al lado de
Árbenz.
¿Fue sincera en la creencia de que el
comunismo es una especie de panacea, capaz de
curar todos los males de que adolece la humanidad
desde hace milenios, o fue tan sólo una criatura
ambiciosa y audaz, a quien nunca le importó jugarse
el todo por el todo, con tal de alcanzar sus
propósitos?... Sobre esta página quedan en suspenso
las dos preguntas que acabo de formular.
Lo que nadie puede contradecir es que, desde
la época en que el coronel Jacobo Árbenz
desempeñaba el cargo de Ministro de la Defensa
Nacional, durante la administración del doctor
Arévalo, se estableció en casa del matrimonio
Árbenz-Vilanova un salón de estudios marxistas,
donde se intercambiaban ideas rojas, rojizas y
rosadas.
Allí se reunían altos personajes de la política,
tanto nacionales como extranjeros; también
escritores, artistas, maestros de la nueva doctrina,
konsomoles, etc., etc.

176
La señora de la casa era persona mundana;
LO mismo ofrecía un cocktail como prodigaba sus
sonrisas o hablaba con bastante desparpajo de Jean
Paul Sartre, Diego Rivera o Federico Engels. Por esa
y otras razones sus tertulias siempre resultaban
animadas y atractivas. Cuentan que quien estudiaba
con más perseverancia y dedicación el marxismo era
el propio dueño de la casa quien, por esos días, ya oía
probablemente las voces de Macbeth: "Tú serás rey”.
En su calidad de Ministro de la Defensa el
coronel Árbenz ganaba un sueldo substancioso; sin
embargo, ese sueldo resultaba a todas luces
insuficiente para pagar los lujos que ahora se daban
él y su familia, y menos aún para adquirir las
propiedades urbanas y rústicas que iban comprando
con sorprendente rapidez: una magnífica residencia,
una plantación de café, automóviles de marcas
superiores, finos muebles, valiosos cuadros de
pintura, alfombras, lámparas, bibelots…
Tan pronto como Árbenz llegó a la primera
jefatura de la nación fue nombrado Secretario
Privado del Presidente de la República el mayor
Alfonso Martínez, a quien el motorista del coronel
Arana había acusado de ser uno de los asesinos del
mismo coronel. Tal nombramiento causó asombro y
desconcierto. Fue en esos momentos cuando las
fuerzas sovietizantes, después de maniobrar con
habilidad y firmeza, iniciaron la fase de su descarada
lucha pública.

177
Ya sin necesidad de seguir escondiéndose o
disfrazándose los comunistas tuvieron seguridad de
que sus nefastos empeños no serían obstaculizados
por nadie. Entre esos empeños puedo enumerar,
como principales, los siguientes:
lo. Intensificar, sin temor o disimulo, la
catequización marxista en todos los sectores
sociales; 2o. adueñarse por completo de los órganos
de publicidad dependientes del Estado; 3o.
introducirse en ciertas instituciones autónomas y
transformarlas en su propio beneficio; 4o. mantener
los sindicatos bajo el dominio de los líderes más
fanáticos, resueltos y diestros; 5o. utilizar hasta el
máximo la campaña dirigida desde Rusia, en favor
de la paz mundial, a efecto de seguir engañando a las
gentes cándidas o románticas y así poder presentar
al Gobierno de Washington como único fraguador de
conflictos internacionales; 6o. romper el frente de
solidaridad americano, introduciendo propaganda
roja en los países vecinos y alentando movimientos
revolucionarios destinados a establecer en América
gobiernos procomunistas; 7o. estorbar a cada
instante el desarrollo del capital nativo, fomentando
desconfianza y temor en la clase adinerada y
perpetua inconformidad en los obreros o
campesinos, con el objeto de que la división de clases
se hiciera más profunda y peligrosa; 8o. hostilizar a
las compañías norteamericanas que han invertido
dinero en Guatemala, no con la sana idea de proteger
los intereses patrios o de resolver los conflictos

178
laborales, sino con la aviesa intensión de exacerbar
el sentimiento nacionalista del pueblo y promover
una violenta lucha contra el “Imperialismo yanki";
9o. adueñarse de puestos clave en el gobierno, a
través de simpatizantes, oportunistas o miembros del
Partido, y así afianzar su dominación política; 10o.
manejar al Presidente y a sus principales
colaboradores como si ellos fueran piezas de ajedrez.
La verdad es que ya por ese tiempo el Partido
Comunista de Guatemala gozaba de indudables
ventajas, gracias a la cooperación que Árbenz
Guzmán prestaba a sus planes y trabajos.
Manteniendo estrecho contacto con el Gobierno los
"camaradas" trataron, por todos los medios, de anular
el espíritu de la Constitución nacionalista y de vencer
a cualquier grupo rebelde que intentara rechazar sus
avances. De acuerdo con esos métodos, su
propaganda se recrudeció en contra de los que se
atrevían a protestar, acusándoseles de servir a
potencias extranjeras, de alterar el orden público o de
estar maquinando para subvertir el régimen
constituido.
En esa forma mi patria le ofrecía a los agentes
de Moscú la oportunidad de ser utilizada como
campo de experimentos para perfeccionar los
sistemas de infiltración comunista en el Nuevo
Mundo, ofreciéndoles, además, un punto de apoyo
desde el cual podían extender fácilmente sus zonas
de influencia y sus técnicas rusófilas, primero por la

179
región del Caribe y más tarde por los países que
integran la América del Sur.
En un artículo publicado por El Imparcial, el
6 de diciembre de 1954, con el propósito de refutar
ciertas declaraciones del ya derrocado Presidente a
un periodista cubano, se resume la política arbencista
de esta manera:
“En la entrevista hecha por un redactor de
Bohemia al coronel Árbenz en México, encontramos
las siguientes declaraciones del exfuncionario,
cuando el señor Roa le pregunta si los comunistas
ejercieron o no ejercieron influencia sobre su
gobierno: "Si por influencia entiende usted — repuso
— que los comunistas orientaron y decidieron la
política en mi gobierno no tuvieron ninguna. Los
comunistas guatemaltecos formaron parte de la
coalición de partidos que me eligió presidente. En
Cuba, Chile y Costa Rica los comunistas han tenido
cargos en el gabinete. Ningún comunista figuró en el
mío. Es falso, asimismo, que yo impusiera a los
comunistas en la dirección de los sindicatos. En
Guatemala se respetó, durante los regímenes
revolucionarios, la libertad sindical. Lo del
comunismo sindical fue un pretexto. Lo que se quería
era que yo expulsara a los comunistas y a los líderes
nacionalistas de los sindicatos e impusiera directivas
a gusto y medida de las empresas extranjeras. Por
ahí, precisamente, se acentuó al rojo vivo la presión
norteamericana”.

180
A lo cual contesta el periódico: "Queremos,
ante todo, hacer notar el énfasis con que Árbenz
afirma que los comunistas formaron parte de la
coalición de partidos que lo eligió presidente.
Generalmente los gobernantes de una democracia
hablan de haber sido electos por el pueblo y así
ocurre, realmente, cuando no existe presión oficial y
se respetan todos los derechos políticos del
ciudadano en relación con el ejercicio del sufragio.
Árbenz habla de haber sido electo por la coalición de
partidos oficiales, con el partido comunista a la
cabeza; ninguno de ellos ni las confederaciones
sindicales tenía fondos propios. La campaña en favor
del sucesor de Arévalo se hizo mediante el
despliegue de todos los recursos del gobierno en
dinero, en periódicos e imprentas, en radiodifusoras,
en cinematógrafo, en vehículos oficiales y en
funcionarios. Las demás candidaturas para
presidente fueron literalmente aplastadas y alguno de
los candidatos se vio en tal forma perseguido y
hostilizado por las fuerzas del arevalismo arbencista
que tuvo que salir huyendo por la frontera. Árbenz
era repudiado por los ciudadanos independientes
desde que su nombre se vio tan seriamente mezclado
en el asesinato del coronel Arana, sin que ni él ni
Arévalo movieran un dedo para el esclarecimiento de
aquel drama político".
"Pero desde entonces el pueblo, los sectores
conscientes, todos, pudieron advertir que se
estrechaban sólidamente los nexos y la comunidad de

181
intereses entre el futuro gobernante y los más
entusiastas propagandistas del comunismo. Árbenz
fue virtualmente catequizado por los “camaradas”
hasta convertirlo no en un simple simpatizante sino
en el más ciego adepto de sus doctrinas, tendencias,
ambiciones y procedimientos. Naturalmente, habría
sido estúpido que entonces o después se proclamase
defensor del marxismo, o siquiera del socialismo
espiritual, en Guatemala, o que saliera
personalmente a recibir órdenes de Moscú. ¿Para
qué? ¡Si allí estaban los intermediarios!... Negar la
influencia de los comunistas sobre el gobierno de
Árbenz es risible. Sería tanto como afirmar que
Árbenz tuvo alguna vez alguna influencia personal
sobre la política gubernativa, o que siquiera un sólo
día se mostró dispuesto a romper el círculo de hierro
que se apretaba en torno de él hasta asfixiarlo".
"Claro que no tuvo en su gabinete a ningún
elemento inscrito en el partido comunista. No lo
necesitaban tampoco los “camaradas” y habría sido
peligroso el nombramiento de un Fortuny o un
Gutiérrez en tales cargos; pero ¿acaso Charnaud
MacDonald, Ministro del Interior, no hizo públicas
declaraciones de que su partido estaba totalmente
identificado con el partido comunista?"
"Naturalmente, el expresidente no hizo a la
revista Bohemia declaración alguna sobre la
abrumadora cantidad de propaganda soviética que
circulaba profusamente en Guatemala; no dice nada
acerca de las ingentes sumas que se destinaban al
182
pago de frecuentísimos viajes de funcionarios
públicos, representantes del Congreso, líderes de
partidos y sindicatos a países situados detrás de la
cortina de hierro. ¿De dónde salían esos fondos
cuantiosos? Si se tomaban del erario público era ello
una prueba palmaria del influjo que los comunistas
ejercían sobre el gobierno. Y si se recibían
directamente de Moscú, ya tendríamos la prueba de
que los comunistas, protegidos de Árbenz, estaban
entregando al país en manos de una potencia
extracontinental. Una cosa es cierta: que ese dinero,
no salía de los bolsillos particulares de Víctor
Manuel Gutiérrez, José Manuel Fortuny o Carlos
Manuel Pellecer, para no citar sino a las niñas de los
ojos de Árbenz".
“También son hilarantes esas referencias a la
libertad sindical; pues claro que la hubo, y no sólo
libertad sino dictadura sindical de las más
caracterizadas. ¿Por qué no fue más lejos el
expresidente y se refirió a la libertad que los
sindicalizados para pensar con su propia cabeza?
¿Por qué no aludió al acuerdo gubernativo que
ordenaba a cada empresa industrial descontar del
salario de sus trabajadores la cuota sindical que a
cada uno correspondía, única forma que se encontró
para vencer la renuencia de los laborantes a ser
desplumados por los líderes? En realidad, quienes
tenían más libertad que el propio expresidente eran
los elementos directivos de las confederaciones
obrera y campesina, quienes a su vez eran rendidos

183
servidores de zánganos internacionales como
Lombardo Toledano y similares".
En el próximo capítulo detallaré los
diferentes movimientos y trabajos llevados a cabo
por los comunistas guatemaltecos y extranjeros,
durante la administración de Árbenz, con el
propósito de convertir a Guatemala en la mejor base
de operaciones de Rusia en América.

184
CAPITULO 15

EL COMUNISMO SE QUITA LA CARETA


Los comunistas de Fortuny y los del P.R.O.G.
de Gutiérrez habían trabajado, sin descanso, para que
el candidato escogido por ellos y por el doctor
Arévalo llegara a ocupar el solio presidencial.
A fin de conquistar esa meta los dirigentes de
las dos organizaciones rojas trataron de apoderarse
de los Partidos Revolucionarios y aunque no
alcanzaron su objetivo totalmente, el PAR., por lo
menos, fue dirigido y manejado por ellos. Al mismo
tiempo operaron con sagacidad y astucia en el ánimo
de los líderes obreros, hasta que lograron formar el
Comité Político Nacional de Trabajadores,
(C.P.N.T.) que no sólo se encargó de hacer
propaganda en favor de la candidatura de Árbenz,
sino que también luchó con denuedo por las
candidaturas para diputados al Congreso Nacional.
Entre los que entonces resultaron electos — del
grupo de “camaradas" — para ocupar curules en la
Asamblea, puedo citar a Víctor Manuel Gutiérrez y a
185
José Alberto Cardoza, miembros del P.R.O.G.; a
Humberto Ortiz de los comunistas de Octubre y a
César Montenegro Paniagua, de la F.S.G. y el
S.A.M.F.
Así llegamos a los últimos días de marzo de
1951. Ya el coronel Árbenz podía considerarse
plenamente satisfecho, pues una semana antes había
sido declarado, con toda solemnidad, Presidente
Constitucional de la República de Guatemala.
El 23 del mismo mes el licenciado Alfonso
Solórzano — prominente figura del comunismo
guatemalteco, que siempre trabajaba fuera de las filas
del Partido — tomó posesión de un alto cargo
público: Director del Instituto Guatemalteco de
Seguridad Social, (I.G.S.S.).
Esta Institución, tan necesaria en la
Guatemala moderna, había desenvuelto sus
actividades entre los muchos obstáculos con que
tiene que luchar una obra de ese género, cuando
inicia sus labores en campo virgen. A pesar de la
incomprensión del medio y de las continuas intrigas
y desconfianzas pudo desarrollarse, con "relativa
normalidad”, hasta fines del año 1950.
En esa época las fuerzas de extrema izquierda
se concertaron, en secreto, para apoderarse de la
Junta Nacional Electoral, para dirigir según sus
planes a los más importantes partidos políticos y para
introducirse en las instituciones autónomas y

186
dominarlas por completo. Su primer objetivo —
entre estas últimas — fue el Instituto Guatemalteco
de Seguridad Social.
De suma urgencia era, para los rojos y
rojillos, desplazar a los establecidos directores del
I.G.S.S. y poner en su lugar a incondicionales de la
causa. Para conseguirlo, los “camaradas” Abel
Cuenca, Alfonso Solórzano, Álvaro Hugo Salguero,
Manuel Pinto Usaga, Eliseo Martínez Celada y
Carlos H. Ruiz, abrieron una escandalosa campaña
de descrédito contra el Instituto Guatemalteco de
Seguridad Social, y, sobre todo, contra el licenciado
Barahona Streber. De más está decir que triunfaron
en sus propósitos y que el I.G.S.S. se convirtió, bien
pronto, en un activo foco de comunistas y de
“simpatizantes". El licenciado Solórzano fue el
apropiado director de la nueva plana de empleados.
Desde entonces los acontecimientos se
sucedieron con extraordinaria rapidez: el 24 de abril
José Manuel Fortuny, en declaraciones escritas para
la prensa del país, puso por primera vez al pie de su
firma estas palabras: “Secretario General del Partido
Comunista de Guatemala".
Ese título, expuesto sin temor y
públicamente, vino a demostrar a la nacionalidad
guatemalteca, como también a la América entera, que
en mi patria existía un partido comunista bien
organizado y que el Secretario de dicho Partido había
resuelto quitarse la careta que antes cubría su rostro

187
y mostrarse al mundo tal cual era: leal y convencido
agente del soviet.
En mayo, dos conocidas personalidades
marxistas, el señor Luis Saillat, Secretario General
de la Federación Sindical Mundial, (F.S.M.) — cuya
sede está en París — y el licenciado Vicente
Lombardo Toledano, Secretario General de la
Confederación de Trabajadores de la América Latina,
arribaron a Guatemala con el objeto de asistir a una
Convención de los Sindicatos Obreros
Latinoamericanos de Transporte Terrestre y Aéreo.
Aunque la F.S.M. y la C.T.A.L. parecen, a
simple vista, organizaciones que sólo se ocupan de
unificar a los trabajadores con finalidades
estrictamente sociales y económicas, o de
aleccionarlos técnicamente para que mantengan sus
sindicatos en orden y disciplina, bien sabido es que
las dos entidades están poderosamente influidas por
el comunismo internacional — que es el verdadero
“master mind" de ambas — y que los rojos las usan
como agentes de enlace entre los grupos sindicales
de América y del mundo, que simpatizan con las
ideas de Marx.
El caso de esta Convención fue
especialmente significativo porque, a esa hora,
ningún país de los alineados en el frente democrático
occidental hubiera permitido asambleas de esta
índole dentro de su territorio, ya que en los congresos
manejados por los comunistas la política de Rusia

188
siempre está presente, aunque sea entre bambalinas.
Guatemala, en cambio, se prestó gustosamente a
brindar hospitalidad y agasajos a los visitantes y
varios funcionarios del Gobierno hicieron acto de
presencia en las sesiones de la citada Convención.
El 21 de junio, primer aniversario del día en
que vio luz pública el periódico “Octubre", el Partido
celebró una gran reunión de sovietizantes y de
fervorosos discípulos en un teatro de la capital. En
esa oportunidad se anunció a los asistentes al mitin
conmemorativo que el Partido Comunista de
Guatemala solicitaría su inscripción en el Registro
Cívico, pues ya había llegado el momento de obtener
carácter legal de partido organizado, de acuerdo con
lo que, para el caso, establece la ley electoral de la
República.
Como se ve, todo marchaba sobre bien
aceitadas ruedas para los comunistas guatemaltecos.
Sin embargo, aún quedaba por dilucidarse y
establecerse claramente un punto muy importante: el
grupo encabezado por Fortuny había confesado ya,
sin disimulo alguno, que era y se llamaba Partido
Comunista Guatemalteco, (P.C.G.); Víctor Manuel
Gutiérrez, por su parte, guardaba silencio sobre la
ideología del P.R.O.G.
Este estado de cosas no podía durar mucho
tiempo. En el mes de julio, Gutiérrez manifestó, en
una entrevista concedida a varios periódicos locales,
que él también era comunista.

189
Por añadidura, muchas personas principiaban
a prepararse para asistir a la celebración de un
Festival de 12 Juventud Comunista de Berlín, que
había de celebrarse en el mes de agosto.
Estos festivales son actividades
complementarias de la propaganda en favor de la
paz, dirigida a través de las organizaciones rojas de
Varsovia, Praga, etc., por orden de Rusia. A esta
celebración ya no concurrirían únicamente las
legiones juveniles de la Alemania Oriental, sino que
también numerosas brigadas rusófilas de otros países
de la tierra.
Muchos amigos de Moscú fueron invitados a
Guatemala. Hasta se eligió un “Comité de Honor”
para que asistiera a la sospechosa y lejana fiesta, y
este Comité quedó integrado así; doctor Juan José
Arévalo, Roberto Alvarado Fuentes y Oscar Jiménez
de León — Presidente y Vicepresidente del Congreso
Nacional — licenciado Manuel Galich, Ministro de
Relaciones Exteriores; Marco Antonio Villamar,
Víctor Manuel Gutiérrez, José Manuel Fortuny,
Manuel Herrarte, Carlos Paz Tejada — mayor del
Ejército Nacional — poeta y escritor Luis Cardoza y
Aragón, etc., etc.
Desde luego, que no todos pudieron asistir al
Festival, pero la sola nómina de los invitados es un
indicio, seguro y claro, de las cordiales relaciones
que existían entre los funcionarios y amigos de

190
Árbenz y los hombres que gobiernan al otro lado de
la Cortina de Hierro.
En octubre del 51, la C.T.G. y la F.S.G. se
amalgamaron totalmente formando entonces la
Confederación General de Trabajadores de
Guatemala, C.G.T.G. Gutiérrez resultó electo para
desempeñar el puesto de Secretario General de la
nueva organización y como era de esperarse, otros
marxistas ocuparon posiciones de primera línea y se
alistaron para intensificar sus trabajos en el sector
laborante, como también para obedecer — sin
demora y sin argumentos — las órdenes de
Gutiérrez.
En noviembre, el Secretario General de la
C.G.T.G. partió para Alemania pues tenía que asistir
a un congreso de la Federación Sindical Mundial,
que se llevaría a cabo en Berlín. De allí pasó a Rusia
a recibir instrucciones de los altos jefes marxistas y
estudiar más de cerca las tácticas y consignas del
comunismo internacional.
Regresó a Guatemala en enero de 1952 y
poco después anunció la disolución del P.R.O.G. Al
mismo tiempo aconsejó a los miembros del Partido
Revolucionario Obrero de Guatemala que se unieran
al P.C.G. de Fortuny. Este consejo escondía dentro de
su aparente simplicidad una significación reveladora;
Rusia reconocía a Fortuny como jefe supremo de los
comunistas guatemaltecos y por eso Gutiérrez —
dócil servidor de los amos moscovitas — hacía a un

191
lado sus posibilidades personales para someterse a la
autoridad del “camarada" José Manuel.
Durante todo el transcurso del 51 se escribió
y se discurseó abundantemente sobre los derechos de
los trabajadores y sobre los avances revolucionarios
de Guatemala. Por labios y papeles los demagogos
vertían torrentes de exageraciones y falsedades.
Pero, en verdad, la economía nacional se resentía
seriamente ante el desorden que, poco a poco, iba
extendiéndose por los sectores de la industria, el
comercio y la agricultura, y que no respetaba ni aun
las propias instituciones gubernativas.
Párrafos de un editorial firmado por el
valiente y cáustico periodista licenciado Clemente
Marroquín Rojas, que se publicó en “La Hora
Dominical" el 10 de junio de 1951, dan idea exacta
de lo que estaba ocurriendo en el campo económico
del país. Dicen así:
“No hace mucho terminó la huelga de los
ferrocarrileros; después tuvimos la del magisterio;
luego nos amenazó la de los trabajadores de caminos.
A este paso no habrá país que aguante sin llegar a la
más completa anarquía. Por eso, en el Código de
Trabajo, se vedó la huelga para los trabajadores del
Estado, y no sabemos por qué se permiten esos
movimientos que son, en buena lógica, contrarios a
las finalidades del sindicalismo".

192
“¿Podrá realizarse el enorme plan de
gobierno, que acaba de publicar el gobernante, con
una situación caótica como la que está avanzando?
Sinceramente creemos que no se podrá realizar ni la
décima parte de lo anunciado. Y no se podrá, porque
ningún colaborador estará en posibilidades de
responder por la obra a su cargo, si no tiene los
medios de hacer cumplir la obligación de trabajo de
sus subalternos; ya que todos sabemos que es innato
— propio de la humanidad — no cumplir aquello que
tenemos encomendado si no hay una fuerza coactiva
que nos lo imponga".
“De allí que en la Santa Rusia se haga trabajar
a todo el mundo por la fuerza y por eso allá no hay
huelgas, ni hay ninguna maniobra anarquizante. Allá
no hay más que un amo que manda y un pueblo que
obedece".
“Y si a la par de las huelgas en los servicios
públicos tenemos, irrefrenables, las huelgas contra
los patronos particulares, la cosa es para considerarla
en mejor forma. No hay que desestimar la situación
ni mirarla con ojos de complacencia, porque cuando
se toma la pendiente de un desastre no hay fuerza
humana capaz de contener la avalancha. ¡Y nada más
fácil que el desquiciamiento económico de un
pueblo! Por eso censuramos a los trabajadores que,
sin ponerse a meditar los alcances de una situación
anárquica, insisten en propiciar esa anarquía. Ya
tenemos varias fábricas de hilados en pleno paro, por
falta —según se dice — de materia prima. No hay
193
algodón. Pero unos se preguntan: ¿Por qué las
fábricas de El Salvador, de México, de Nicaragua, y
de Costa Rica sí tienen esa materia prima? Es que por
allá no se ha perdido la confianza y el empresario
busca la materia prima donde quiera, para lucrar en
su empresa, lo cual es la finalidad de toda empresa
de trabajo".
“Naturalmente, lo que pasa es que hay una
gruesa corriente de gente que cree, en rigor, que los
trabajadores buscan un efectivo mejoramiento en su
condición de trabajadores. Eso sería ideal y para
conseguir ese mejoramiento nadie se opondría. Pero
la verdad es otra: lo que se busca en países como el
nuestro, cuyos gobernantes simpatizan con la
reforma fundamental del mundo, es que toda esa
anarquía se destine a desesperar a los pueblos, para
que con la moral perdida y el hambre en los ijares se
echen en brazos de los demagogos, sin discutir, sin
analizar, sin medir el futuro. Desde este punto de
vista, la campaña de los dirigentes del trabajo en
Guatemala es impecable; ellos saben a dónde van y
saben lo que están realizando. Los tontos, los
ingenuos, son aquellos que creen de buena fe que
todos esos movimientos tienden a una mejora del
trabajador".
“Un día de tantos vendrá la total desilusión de
los hombres de trabajo y cuando la industria y el
comercio declinen en el país, llegará el capataz con
disfraz de técnico y hará trabajar hasta su máximo a
los obreros estupefactos que se preguntarán: ¿Y este
194
es el paraíso prometido?... Porque, en rigor, el
paraíso prometido es ilusorio. Un obrero
norteamericano vive mejor que el ruso; un obrero
francés es más feliz que un obrero ruso y mucho más
que un búlgaro, que un checo, que un polaco, El
bienestar no está sólo en la barriga llena sino en la
expansión del espíritu, en la confianza en la vida".
“Pero retornemos a nuestro punto de vista.
¿Puede subsistir la bonanza de un pueblo donde se ha
desquiciado la disciplina en el trabajo?... Si por cada
cosa insignificante se va a la huelga, al paro, al
desorden, no será posible mantener el mismo nivel
de producción”.
“En nuestro concepto no se deben permitir las
huelgas en los servicios del Estado; las huelgas de los
servicios particulares — pero públicos — deben
regularse para no lesionar, como ahora se lesionan, a
quienes menos responsabilidades tienen, y dar al
empresario particular una legislación firme,
duradera; no esa legislación casuista y, además, tan
poco estable; porque a cada momento se reforman
preceptos que han sido, antes, fundamentos de una
empresa que ha confiado en la seriedad de las
instituciones. De no hacerlo así, con toda pena
auguramos que el país se va a empobrecer más y más
y que, cuando queramos detenernos, ya será
demasiado tarde".
Alarmados por lo que estaba ocurriendo los
diarios independientes multiplicaban cotidianamente

195
sus voces de prevención, pero los periódicos que
dependían del gobierno ofrecían versiones
desnaturalizadas de los sucesos, pretendiendo que en
esa forma se estaban echando las bases de una nueva
Guatemala y que todo, a su debido tiempo, se
arreglaría lógica y armoniosamente. También
preocupaba mucho a los ciudadanos conscientes el
hecho, comprobado, de que el Presidente de la
República, cuando celebraba reuniones de consulta
con los partidos arbencistas siempre incluía entre los
asistentes a esas juntas y hasta entre el grupo de sus
consejeros, a reconocidos comunistas.
A principios del año 1952 varios miembros
del P.C. de Cuba llegaron a Guatemala: en calles,
plazas y reuniones sociales Blas Roca, Juan
Marinello y Salvador Aguirre expusieron sus ideas
marxistas y fueron muy obsequiados y aplaudidos.
Además, era ostensible el cambio de ideas que, por
medio de diferentes delegaciones o emisarios, se
llevaba a cabo entre Guatemala y los países situados
al otro lado de la órbita roja. De julio de 1951 a
diciembre de 1952 se registraron 38 viajes de
guatemaltecos a Rusia o a sus países “satélites”.
Después, esos viajes fueron aún más numerosos.
En este maremágnum de idas y venidas, de
vueltas y revueltas, de discursos y manifiestos, de
ensayos y usurpaciones, lo que más preocupaba a los
observadores imparciales era la forma en que —
según los designios del gobierno — iba a implantarse
la Reforma Agraria; una de las más alucinantes
196
promesas contenidas en el Programa de Gobierno del
coronel Árbenz Guzmán.

197
CAPITULO 16

REFORMA AGRARIA Y CARNAVAL


POLITICO
A fines de 1952 se constituyó un frente
común de todos los partidos arbencistas, al cual se
unió sin vacilar el P.C.G., con el propósito de influir
en las decisiones y las labores del bloque. Esta nueva
agrupación se denominó “Frente Democrático
Electoral" y su trabajó más importante consistía en
escoger candidatos para las elecciones de diputados.
En el mes de diciembre el P.C.G. celebró su
Segundo Congreso y, con gran tacto y malicia,
cambió su nombre por el de Partido Guatemalteco
del Trabajo, (P.G.T.). Amparado bajo ese
“camouflage" podría inscribirse sin dificultades en el
Registro Cívico, pues mediante dicho nombre
quedaba mejor capacitado para tomar parte activa,
como partido político legalmente reconocido, en la
lucha que debería llevarse a cabo en enero de 1953,
a efecto de conquistar curules en la Asamblea
Nacional.
198
Al llevarse a cabo las elecciones Fortuny, que
se había presentado como candidato del P.G.T. — por
la ciudad de Guatemala — fue derrotado en los
comicios, En cambio el “camarada" Carlos Manuel
Pellecer salió vencedor como diputado por el
Departamento de Escuintla.
En cuanto pasaron las elecciones los
comunistas maniobraron otra vez, con la mira de que
las fuerzas arbencistas permanecieran unidas y, por
lo tanto, mejor sujetas a sus maquinaciones.
Entonces convirtieron el Frente Democrático
Electoral en algo más permanente y adecuado para
sus fines: el Frente Democrático Nacional.
Ya obtenida la necesaria unidad de fuerzas
políticas los rojos ampliaron su cuerpo de acción,
haciendo que se les incorporaran dos grandes
agrupaciones del sector sindical: la Confederación
General de Trabajadores de Guatemala, (C. G. T. G.),
y la Confederación Nacional Campesina de
Guatemala, (C. N. C. G.).
Este ardid de los comunistas proporcionó al
Partido los medios de subyugar en forma total a los
demás grupos militantes, con un dominio absoluto
sobre toda la agrupación de fuerzas. Además, en las
Juntas convocadas por el Presidente de la República,
a las que tendrían que asistir diez representantes del
frente unido, resultarían ellos con cuatro delegados,
salidos de su propia gente, Los otros no serían más
que dóciles colaboradores.

199
Desde hacía muchos años el proyecto de la
Reforma Agraria era legítima aspiración de todo
buen guatemalteco. Los revolucionarios
nacionalistas de 1944 hablaban de él con entusiasmo
y cuando se redactó la Constitución del 45 las bases
de ese proyecto quedaron asentadas en sus páginas.
El artículo 91 del Régimen Económico — en
la mencionada Constitución — literalmente dice así:
“Quedan prohibidos los latifundios. La ley
los califica y consignará las medidas necesarias para
su desaparición. Los latifundios existentes por
ningún motivo podrán ensancharse y mientras se
logra su redención, en beneficio de la colectividad,
serán objeto de gravámenes en la forma que
determine la ley".
En el artículo 92, del mismo capítulo, leemos
lo siguiente:
“Por causa de utilidad o necesidad públicas o
interés social — legalmente comprobado — puede
ordenarse la expropiación de la propiedad privada,
previa indemnización”.
Como en Guatemala hay grandes extensiones
de tierra sin cultivo de ninguna especie y como el
Gobierno explota numerosas fincas rústicas, el
proyecto de la Reforma Agraria se consideraba como
algo muy factible, no sólo en provecho de las clases

200
desheredadas sino también en beneficio de la nación
entera.
Sabedores los rojos de que en un país donde
los latifundios abundan se tiene que llevar a cabo,
tarde o temprano, un más justo repartimiento de la
tierra, desde principios de 1952 comenzaron a
trabajar tesoneramente, a efecto de que el susodicho
plan de Reforma constituyera uno de los puntos más
atrayentes y decisivos de su propia política.
Al sólo regresar Gutiérrez de Moscú, en
enero de 1952, la Comisión Central del Partido
Comunista de Guatemala se ocupó — en las sesiones
plenarias celebradas del 16 al 18 de febrero — de la
importancia que para el Partido tenía la Reforma
Agraria. En esa ocasión Fortuny calificó el proyecto
como la obra de mayor magnitud del Gobierno de
Árbenz y, por consiguiente, como la que mejor
serviría a los comunistas para ganar voluntades y
acercarse todavía más al pueblo.
Presionando con habilidad sobre los otros
partidos, los rojos consiguieron que Gutiérrez fuera
designado Presidente de la Comisión Extraordinaria
de Reforma Agraria del Congreso.
En la primera decena de mayo de 1952 el
coronel Árbenz presentó un proyecto de Ley de
Reforma Agraria. En su texto estaban contenidas

201
muchas posibilidades de extender las doctrinas
comunistas por el área rural del país.
José Manuel Fortuny tomó activa parte en los
debates que suscitó esa ley entre los diputados,
aunque no era miembro del Congreso. El 17 de junio
del mismo año la ley fue aprobada por los
congresistas y firmada por el Presidente de la
República.
Para llevarla a la práctica hubo necesidad de
crear un Consejo Nacional Agrario, que se ramificó
en Comisiones Agrarias Departamentales y Comités
Agrarios Locales. Desde luego, a la cabeza de esas
recién nacidas dependencias se puso a hombres que
estaban sometidos a los comunistas. José Luis
Ramos, por ejemplo, servidor de los rojos y con un
récord ejemplar de eficiente trabajo y devoción al
Partido, formó parte del Consejo Nacional Agrario
en cuanto este grupo quedó constituido.
Además de estas dependencias se fundó el
Departamento Agrario Nacional, (D. A. N.), el cual
se encargaría de llevar a efecto las resoluciones del
Consejo y del Presidente. Como de costumbre, los
agentes de Rusia lograron que sus adeptos obtuvieran
cargos importantes en la nueva institución. El
conocido “camarada" Waldemar Barrios Klée obtuvo
el puesto de Sub-Jefe del Departamento y buena

202
parte de los empleados fueron escogidos entre las
filas de los rojos.
En febrero del 53 la escuela de
adoctrinamiento marxista “Jacobo Sánchez" fue
abierta de nuevo, pudiendo observarse que desde el
día de su apertura tuvo muchos discípulos.
En agosto hizo su aparición un diario
matutino, con el nombre de "Tribuna Popular".
Según versión de los propios comunistas ese
periódico estaba sostenido exclusivamente por el
aporte voluntario de los miembros de las células rojas
esparcidas por la República, pero todo parece indicar
que el Gobierno lo subvencionaba o que recibía
dinero de Rusia, pues una publicación de esa
categoría supone un gasto muy superior a la posible
contribución de los comunistas guatemaltecos.
Ya reconocido como una entidad legal el P. G.
T. multiplicó sus labores, adquiriendo manifiesta
preponderancia en la vida política del país. En
noviembre del 53 presentó candidatos para las
elecciones de alcaldes y obtuvo el triunfo de cuatro
de sus propuestos, entre los cuales figuró el de la
ciudad de Escuintla, Cabecera del Departamento de
su mismo nombre y región muy importante por estar
situada en ella una de las grandes Divisiones de la
United Fruit Company, la de Tiquisate.

203
La sovietización de Guatemala iba
invadiendo todos los campos. Los rojos entraban y
salían del Palacio Nacional como si fuera su propia
casa. A veces, en desafío a las clases “reaccionarias",
a los Estados Unidos y a la opinión del mundo
occidental, adoptaban actitudes insolentes o absurdas
que, si no hubieran entrañado peligros para
Guatemala, bien se habrían podido tomar como
bufonadas de chiquillos traviesos. Verbi-gratia: el
minuto de silencio que se guardó en el Congreso
como homenaje a Papá Stalin, cuando llegó hasta
nosotros la noticia de su muerte.
Patrocinando todo esto, el Presidente llegó
hasta decir, en un mensaje a la Asamblea, que él
estaba dispuesto a garantizar "todas absolutamente
todas, las ideologías políticas". De esa manera
pretendía defender a sus amigos y colaboradores de
las malas consecuencias que para ellos podría traer la
estricta aplicación del artículo 32 de nuestra Carta
Magna.
También permitió que Guatemala, contra
todo sentido centro americanista, se retirara de la
Organización de Estados Centro americanos
(ODECA) al quedar enterado de que la Agenda de la
primera reunión contenía un punto de decidido
rechazo “a la acción subversiva del comunismo
internacional".

204
En los círculos diplomáticos se opinó entonces —
que ese retiro de la ODECA fue la primera causa que
influyó en la caída vertical del presidente Árbenz,
pues su franca actitud de amistad con el soviet lo hizo
aparecer ante la opinión de los pueblos americanos
como un traidor a los intereses del Continente.
Y aquí llego a un punto de mi relato en el que
me veo forzado a abandonar por un momento al
agrupo auténtico de los rojos guatemaltecos, para
ocuparme, aunque sea de manera muy breve, de las
actividades desplegadas durante el régimen de
Árbenz por la familia de los partidos llamados “de la
revolución", la cual, durante ese período, había
seguido al pie de la letra el precepto que dice: “creced
y multiplicaos".
Ya conocemos y hemos visto actuar al Partido
Acción Revolucionaria, (P. A. R.), al Frente Popular
Libertador, (F. P. L.), y al Renovación Nacional (R.
N.). De allí salieron otros partidos de menor arrastre
popular que seguían — más o menos — la línea
política del Gobierno.
Como antes ya lo dije, estos partidos no eran
comunistas. Sustentaban la ideología revolucionaria,
de tipo nacional — muy confusa por cierto — que
fue la animadora del movimiento cívico-militar del
20 de octubre; pero, como desde el día de su
nacimiento habían sufrido la infiltración de los

205
agentes del soviet, cada uno de ellos se dividió en
dos partes, las cuales eran antagónicas dentro del
cuerpo del propio partido, aunque en lo exterior ese
antagonismo se disimulara bastante, a fin de evitar
que el público curioso se diera cuenta de sus internas
divergencias.
Es posible conjeturar que en cada grupo había
un bando de extrema izquierda y un bando de
moderado socialismo. Naturalmente los choques
entre ambas facciones eran continuos. En el P. A. R.
esos choques siempre resultaban más graves que en
los otros partidos, porque en esa agrupación los
marxistas tenían mayor influencia que en las demás.
Miembro conspicuo del Partido Acción
Revolucionaria fue el licenciado Augusto Charnaud
Macdonald.
Inscrito en ese grupo con el número inicial en
la lista de sus fundadores y siendo un hombre
ambicioso y enérgico, a mediados de 1951 se
convenció plenamente de que su influencia en el
P.A.R. iba disminuyendo, porque los rojos tomaban
cada día más fuerza y poder.
Como él no se conformaba con puestos
secundarios y quería seguir su propio camino
político, concibió la idea de romper con su grupo y
fundar un partido en el que se sintiera dueño y señor.

206
Esto, indudablemente, le daría gran prestigio frente a
los revolucionarios que rechazaban los manejos y
tácticas de los verdaderos comunistas y sería de
inmensa importancia para sus futuros proyectos. El
pretexto para la ruptura fue la reelección de Roberto
Alvarado Fuentes como Secretario General del
P.A.R. Este fue el origen del Partido Socialista, (P.S.)
del que fue creador y mentor el entonces Ministro de
Hacienda, licenciado Charnaud MacDonald.
Mientras tanto, Árbenz trataba de que todos
los partidos gobiernistas se unieran en un solo haz.
Necesitaba un vigoroso apoyo en el Congreso, para
que su Ley de Reforma Agraria pasara sin
modificaciones ni retrasos.
Verdadero asombro causó la noticia de que
Charnaud, quien se había retirado del P.A.R. poco
tiempo antes, estaba promoviendo una alianza entre
el Partido Socialista y el mismo P.A.R. Pronto se
anunció que se iba a formar “el único partido
revolucionario". Para robustecer al nuevo bloque
fueron invitados Renovación Nacional, Frente
Popular Libertador y el Partido Integridad Nacional
(P.I.N.). No se invitó al Partido Comunista de
Guatemala. De esta manera quedó establecido el
Partido de la Revolución Guatemalteca (P.R.G.).
La fusión de todos esos grupos resultó muy
poco duradera. Fortuny y sus más adictos secuaces

207
cayeron en cuenta de que una organización tan
numerosa, dentro de la cual actuaba un hombre de la
índole de Charnaud, podía convertirse fácilmente en
una fuerza mayor que la de ellos. Entonces, usando
métodos maquiavélicos, sugirieron a los “paristas" la
posibilidad de que ellos fueran desplazados dentro de
la agrupación. Los “paristas" — después de tragarse
esa gruesa píldora — resolvieron abandonar el
Partido de la Revolución Guatemalteca. Sin
embargo, como caso cierto y extraño, debo contar
que algunos marxistas permanecieron en el P.R.G.
Fueron ellos Alfonso Solórzano, Abel Cuenca y
Roberto Alvarado Fuentes.
El periódico “Octubre" atacó a estos
“camaradas", acusándolos de acuerpar el bloque de
"la pequeña burguesía" y hasta llegó a decirles que
“se desviaban hacia la derecha". Pero Solórzano y
Cuenca — fieles a Rusia, a la que servían fuera del
Partido — no prestaron atención a dichos ataques,
porque bien sabían lo que estaban haciendo: era
importantísimo para ellos y para "la gran causa" que
el P. R. G. no se convirtiera en grupo “reaccionario".
Sus buenos servicios al soviet consistían en trabajar
allí en calidad de quintacolumnistas, como antes
habían trabajado en otros partidos. Charnaud
MacDonald llegó a ser Secretario General del P. R.
G. y desempeñó el cargo en estrecha colaboración
con los mencionados rojos.

208
Al separarse el P.A.R. del P.R.G. el primero
de estos dos grupos fue tomando notorio auge. En las
elecciones para el Congreso, celebradas en enero del
53, obtuvo — entre todos los partidos — el más
sonado triunfo. Desde entonces se le vio íntimamente
vinculado con la Confederación Nacional Campesina
de Guatemala que, con anterioridad, también había
sido distanciada de los simpatizantes de Charnaud y
del P. R. G.
Por muy matizado de rojo que fuera el P.A.R.,
no era totalmente rojo. Como ese partido iba
tomando demasiada importancia en la política
nacional, Fortuny y los suyos decidieron “apagarle
los humos".
Antigua norma de los comunistas es la de
dividir para reinar. No deseaban chocar abiertamente
con ninguno de los partidos arbencistas, pero
tampoco permitirían que alguno de ellos se volviera
demasiado poderoso. Manteniendo en su seno la
inquietud, la intriga y la discordia los manejarían
mucho mejor y al fin de cuentas todos los grupos
“revolucionarios" tendrían que someterse
incondicionalmente a su voluntad.
Así fue como a fines del año 1953 el P.A.R.
entró en una época convulsa, en la que los escándalos
y las divisiones fueron continuos. Extenuado por
esas luchas internas, en 1954 no era más que un

209
apéndice del P.G.T., o, dicho de otra manera, de los
comunistas.
Ideológicamente los rojos mandaban e
imponían su criterio. Aunque el Frente Democrático
Nacional era muy superior en número al pequeño
grupo marxista, todas las organizaciones que
componían al F. D. N. estaban por completo en las
manos del núcleo dirigente. Exceptuando a las
Fuerzas Armadas, que se mantenían en zona bastante
neutral, puede afirmarse que por ese tiempo — tan
doloroso para los patriotas y tan desintegrador de la
nacionalidad — el Partido Guatemalteco del Trabajo
dominaba totalmente a las más importantes
instituciones políticas de la República.

210
CAPITULO 17

PRUEBAS IRREFUTABLES DE LA
INFILTRACIÓN COMUNISTA
Las pruebas de que el comunismo había
extendido sus raíces en nuestro suelo — aunque esas
raíces no fueran tan hondas como lo hubiera deseado
Rusia — son abundantes y fáciles de comprobar.
Entre ellas escogeré unas cuantas, con el
objeto de que los lectores de este libro adviertan y
reconozcan que el empeño de ciertas gentes en negar
esa penetración roja en un país de América sólo
puede obedecer a ceguera, ignorancia, o deliberado
deseo de desnaturalizar los sucesos.
Al presentar estas pruebas me ceñiré,
estrictamente, a datos tomados de la prensa nacional
y de otras publicaciones dignas de crédito, así como
también de archivos oficiales y de lo que yo mismo,
y la mayor parte de los guatemaltecos conscientes de
lo que estaba ocurriendo, pudimos constatar:

211
la. — El Comité Nacional de la Paz,
organizado desde 1949 bajo la dirección de Fortuny
y los más despiertos “camaradas" — comité que
estaba integrado por comunistas, “simpatizantes" o
gente incauta— cooperó activamente con el falso
movimiento pacifista de Moscú, congregando — de
conformidad con los planes del Kremlin — a
diversas organizaciones del país y fundando filiales
en los Departamentos de la República. Sus
principales labores fueron: publicar un boletín que
tenía este nombre: “Por la Paz"; dirigir reuniones y
convenciones en las cuales se vociferaba contra
Washington y las democracias occidentales; alucinar
a las gentes sinceramente enemigas de la guerra con
palabras engañosas y sutiles, para inducirlas a
engrosar las filas de los partidos o grupos manejados
por ellos; hacer comentarios interesados y parciales
sobre la política mundial; enviar delegaciones,
compuestas por personas fanáticas o crédulas, en
favor de la supuesta paz; ceñirse por completo a los
programas pacifistas formulados por el pequeño
Cominform de Guatemala.
2a.— La Alianza de la Juventud Democrática
de Guatemala (A. J. D. G.) envió delegaciones a los
Festivales de la Juventud, celebrados en Berlín y
Bucarest, como también a la Conferencia Estudiantil
de Varsovia. En vísperas de la caída de Árbenz
preparaba — al estilo de Rusia — el Festival de
Amistad de la Juventud de Centro América y el

212
Caribe. Ese festival no pudo llevarse a cabo debido
al cambio de Gobierno.
3a.— El F.U.D. —Frente Universitario
Democrático— hizo cuanto estuvo a su alcance por
ingresar en el Sindicato Internacional de Estudiantes,
fundado por los comunistas en Praga (S. I. E.) y trató
de introducir en nuestra Universidad de San Carlos
las peligrosas y desintegradoras doctrinas de Marx.
Algunos miembros de esta organización estuvieron
en Viena, Rusia, la China comunista, Bucarest y
Varsovia. Publicaba el F. U. D. una revista en la que
se preconizaban y enaltecían las ideas rojas,
destinada a los konsomoles y que se titulaba “Nuestra
Lucha".
4a.—La A. F. G. — Alianza Femenina
Guatemalteca — desplegó inusitada actividad en
favor de los esposos Rosenberg, durante el sonado
proceso que se instruyó contra ellos en los Estados
Unidos. Según la A. F. G. los Rosenberg eran
personas inocentes, mártires dignos de veneración y
respeto, figuras simbólicas de lo que representa la
Gran Revolución del Proletariado. Su traición a la
patria — comprobada de mil maneras — nada
significaba en su concepto, y la magnífica
oportunidad de defensa que se les proporcionó frente
a sus jueces — tan diferente a los procedimientos que
emplearon en Rusia para juzgar a Beria y a tantos
otros “purgados" — fue pasada por alto o
menospreciada por las mendaces defensoras de la
pareja de convictos.
213
5a.— Las publicaciones oficiales — "Sección
de Prensa de la Secretaría de Publicidad y
Propaganda de la Presidencia", "Diario de Centro
América", "Nuestro Diario", Estación Radiodifusora
"T. G. W.", etc. siguieron con entera fidelidad la línea
política impuesta por los emisarios rojos, tanto en los
asuntos nacionales como en los internacionales.
6a.— Con el deseo de impulsar las artes y las
letras; de organizar certámenes y exposiciones; de
publicar libros, dar conferencias y estimular y
enaltecer a todos aquellos que se dedican al ejercicio
de las bellas artes, se fundó la Casa de la Cultura.
La finalidad de esta nueva institución merece
todo elogio y muchas personas que se aprestaron a
figurar entre sus miembros nada tenían que ver con
los “camaradas". Sin embargo, varios comunistas
convencidos formaron parte de su Comité Ejecutivo,
veteándola de rojo y desvirtuando, en gran parte, los
altos fines a que estaba destinada.
7a.— También en el Grupo Saker-Ti — que
gozó en todo momento del favor oficial — los fines
culturales y artísticos fueron orientados hacia la
ideología soviética.
Una perenne campaña en detrimento de los
“artistas aburguesados" se hizo sentir de inmediato,
negando a valores guatemaltecos ya consagrados por
la crítica nacional y extranjera, como Carlos Wyld

214
Ospina, José Rodríguez Cerna, Alberto Velázquez,
etc.
Todo aquel que no se ocupaba en cuadros,
esculturas o libros, de las “necesidades de las masas"
y de las “reivindicaciones sociales" o no ceñía su
pensamiento a las consignas artístico-políticas de
Rusia, era “una verdadera nulidad" en su profesión;
un “cohete quemado", como alguna vez lo
aseveraron en un artículo combativo.
Bueno es dejar constancia de que muchos
artistas y escritores pertenecientes a ese grupo,
entraron y permanecieron en él más por necesidad
económica que por verdadero convencimiento de lo
que allí se preconizaba.
8a.— Los comunistas — valiéndose de los
sentimientos patrióticos y de las penurias de los
exiliados americanos residentes en Guatemala —
hicieron repetidos esfuerzos por infiltrarse en el
“Movimiento de Nicaragüenses Partidarios de la
Democracia” , y en ciertas ocasiones Armando
Flores Amador y Edelberto Torres — reconocidos
servidores de Rusia — consiguieron que ese grupo
adoptara posturas imprudentes, que causaban mucho
daño a sus aspiraciones y finalidades; al mismo
tiempo los rojos dividían al "Comité Aprista de
Guatemala" separándolo en dos bandos: uno, fiel a la
doctrina anticomunista y antimperialista del Apra —
a cuya cabeza figuró el digno y talentoso hombre de
letras, doctor Andrés Townsend Escurra — y el otro,

215
que terminó por rendirse a los rojos, cooperando con
ellos en varias oportunidades.
También los marxistas hicieron insistentes
esfuerzos por atraer a los exiliados hondureños y de
otros países de América. Aunque no alcanzaron el
triunfo apetecido, algunos de esos desterrados
quedaron colocados en un sector dudoso, que ha sido
dañino no solamente para cada uno de ellos, sino
también para la causa que defienden. Prueba
innegable del mal que muchos individuos causaron a
sus propios intereses está en el siguiente ejemplo: en
el intento de asesinar al Presidente Somoza, de
Nicaragua, en abril de 1954, aparecieron
“complicados" en el caso dos revolucionarios
centroamericanos, que disfrutaban en Guatemala de
libertad y protección oficial.
9a.— Al formarse la ODECA —
Organización de Estados Centroamericanos — con el
objeto de estudiar y resolver problemas económicos,
sociales y políticos, que en repetidas ocasiones son
comunes o afectan a todas las Repúblicas del Istmo,
el Ministro de Relaciones Exteriores de El Salvador
— señor Roberto Canessa — quien conocía a fondo
el peligro de la infiltración comunista en su patria,
propuso que ese grave problema se discutiera en la
primera junta de la nueva organización, que iba a
tener lugar en Guatemala en septiembre de 1952.
Inmediatamente el Gobierno de mi país se esforzó en
retardar la mencionada reunión, posponiéndola para
mayo de 1953. Poco antes de que llegara esa fecha el
216
Ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala,
doctor Raúl Osegueda, formuló ante la prensa y la
opinión del Continente esta escandalosa y falsa
acusación: La ODECA había — según él y su
gobierno “formado un bloque agresivo contra
nuestra patria". Después, anunció que Guatemala se
veía obligada a retirarse del bloque istmeño, y a
continuación envió una nota al Secretario General de
las Naciones Unidas, en la cual acusaba a la prensa y
a varios políticos de Norte América de estar
influyendo en los gobiernos centroamericanos, a fin
de que estos se inmiscuyeran en la “política interior"
de Guatemala. De este modo, los representantes de
Moscú en el Nuevo Mundo consiguieron romper,
siquiera por un tiempo, el bloque centro
americanista, eficazmente ayudados por Árbenz y
sus subalternos.
A la mendaz acusación que el Canciller de
Guatemala hiciera ante el mundo, el Gobierno de El
Salvador contestó al Canciller guatemalteco con una
extensa y categórica nota, de la cual escojo los
siguientes párrafos:
"PALACIO NACIONAL San Salvador, 9 de
abril de 1953. DEPARTAMENTO DE
ORGANISMOS INTERNACIONALES. A-800-
D791. Excelencia: Con gran sorpresa se ha enterado
mi Gobierno, por su nota No. 4785 fechada el 4 de
abril de 1953, de que el Gobierno de Guatemala
denuncia la Carta de San Salvador y se retira de la
Organización de Estados Centroamericanos. Es
217
mayor el sentimiento que tal actitud produce, al
tomar en cuenta que el Gobierno Guatemalteco no
sólo trata de fundamentar tal actitud en motivos
totalmente injustificados, sino que aprovecha la
oportunidad para inferir graves ofensas a los
gobiernos y pueblos hermanos, atribuyéndoles
hechos e intenciones totalmente alejados de la
verdad. Es además lamentable, que este paso
negativo en la política centroamericana del Gobierno
Guatemalteco tome como pretexto una absurda
confabulación internacional para intervenir en los
asuntos internos de Guatemala y trate de malograr un
organismo que permite concebir fundadas
esperanzas en el porvenir, ya que las condiciones de
inestabilidad internacional en que nuestros Estados
se han debatido a lo largo de su historia, se deben
precisamente a que no han sabido formar un frente
común de intereses y de propósitos. El sentimiento
centro americanista de que reiteradamente ha hecho
alarde el Gobierno de Guatemala, al que alude en su
citada nota, se ve desmentido por hechos tan
deplorables como es el repudio de la Organización de
Estados Centroamericanos.
Es sabido de todos que hay fuerzas de
inspiración internacional que han venido
conspirando para distanciar a los Gobiernos del
Istmo y para mantenerlos en estado de debilidad, con
el objeto de hacerlos presa fácil en sus planes de
dominación mundial. Por tal motivo, el Gobierno de
El Salvador lamenta, como Vuestra Excelencia lo

218
expresa, que esos “poderosos círculos interesados en
mantener desunidos a los Estados de la América
Central, por una parte, y en impedir la revolución
democrática de Guatemala, por la otra", vean
satisfecho y cumplido ese primer interés apuntado
por Vuestra Excelencia, con el paso atrás que el
Gobierno de Guatemala da en el camino de la unidad
centroamericana, retirándose de la ODECA. En lo
que a El Salvador concierne, no está de más agregar
que es tan grande su fervor unionista y su fe en la
grandeza y en el futuro de Centro América que ni su
gobierno ni su pueblo conciben que haya círculos
suficientemente capaces o poderosos para cambiar su
ruta inequívoca de integración centroamericana.
Es obvio que el Gobierno de Guatemala se ha
dejado impresionar por una falsa propaganda
destinada a crear dificultades en la América Central
y a mantener desarticulados a los países que la
componen. Y es precisamente el repudio que su
Gobierno hace a la ODECA el que viene a alejar aún
más la realización de los objetivos de unión
centroamericana, que no puede lograrse sin un
entendimiento sincero y respetuoso entre los pueblos
del Istmo. La historia seguramente condenará la
medida precipitada del actual Gobierno de
Guatemala y la señalará como un retroceso en el
creciente acercamiento de nuestros pueblos".
"El Gobierno de El Salvador estima que la
doctrina y acción del comunismo internacional son
una amenaza efectiva en contra de los pueblos libres
219
del mundo y de los principios básicos de toda
organización democrática. También ha creído mi
Gobierno que una de las más caras aspiraciones de
los pueblos es la realización de la justicia social, sin
la que es imposible en esta época histórica, conseguir
el progreso verdadero ni la verdadera paz. La
doctrina comunista y la actividad internacional del
imperialismo soviético que predican la dictadura, el
despotismo político y el odio de clases, constituyen,
a juicio del Gobierno salvadoreño, los mayores
obstáculos para la democracia, la justicia social y el
desarrollo económico. Es por ello que mi Gobierno
se ha trazado, en su política interna, una línea de
defensa absoluta ante el comunismo internacional. Al
Gobierno salvadoreño no le interesa, sin embargo, la
forma en que cada país resuelva sus problemas
sociales y económicos. Si hay o no hay, comunismo
en otro país y si el Gobierno de ese país lo ve con
benevolencia o antipatía, es cosa que a nosotros no
nos concierne. Lo que mi Gobierno desea es que esas
actividades no invadan su territorio, y, así como
respeta a sus vecinos, reclama que se le respete. El
Gobierno de Guatemala conoce y recuerda sobre este
particular los ocursos diplomáticos que mi Gobierno
le ha presentado generalmente por vía verbal, con
objeto de poner un vallada: a la infiltración que por
medio de agentes y propaganda comunistas se ha
venido efectuando a través de nuestra frontera.
El Salvador ha sufrido constantemente la
presión de actividades subversivas ejercidas por

220
agentes comunistas internacionales, y, dado que, aun
aceptando la buena voluntad del Gobierno de
Guatemala para poner fin a esa penetración a través
de la frontera, no fue posible lograr ningún éxito, el
Gobierno salvadoreño pensó en un medio para
buscar solución adecuada a la importancia y
magnitud del problema. Así, ante aquella amenaza
que parecía no ceder nunca, sino volverse más y más
grave, se pensó en utilizar los medios de cooperación
que ofrece la ODECA, para llegar a un acuerdo
destinado a impedir la infiltración del comunismo.
La actitud salvadoreña nunca tuvo por objeto el
comunismo o el anticomunismo en el interior de
Guatemala, sino un convenio que llevase seguridad y
tranquilidad mutuas a los vecinos centroamericanos.
El Gobierno salvadoreño no presentó el punto
intempestivamente, sino que, por medio de notas
estrictamente confidenciales, lo dio a conocer a los
Gobiernos centroamericanos, haciendo constar que
sería presentado a la Reunión de Cancilleres, si
aquellos daban su asentimiento previo.
Desafortunadamente, y no obstante el
carácter muy confidencial de tal documento, su
contenido trascendió en Guatemala al conocimiento
público, tuvo amplia difusión y provocó diversos
comentarios y ataques al Gobierno de El Salvador.
Es de consignarse también que algún tiempo
después, el Canciller Galich, signatario de la Carta
de San Salvador, renunciaba de su cargo de Ministro
de Relaciones Exteriores de Guatemala, haciendo en
221
su dimisión ataques infundados en contra de los
Gobiernos que hasta el mismo día le habían tendido
su mano amiga. A raíz de la publicación de la
propuesta salvadoreña, los agentes del imperialismo
soviético recrudecieron su campaña contra la causa
unionista y contra todo lo que significa un criterio
independiente y un sentido de nacionalidad
centroamericana. En estas condiciones, el Gobierno
de mi país, sin el mínimo deseo de causar molestias
al de Vuestra Excelencia, no podía ya ceder en su
posición. Así, cuando el Gobierno de Guatemala
planteó al de El Salvador la posibilidad de que éste
retirara o modificara sustancialmente su ponencia
anticomunista, la respuesta fue negativa, fundada en
principios de independencia y dignidad nacional.
Es más, al presentar su propuesta
anticomunista, mi Gobierno trataba de reafirmar en
las relaciones centroamericanas los principios,
declaraciones y recomendaciones contenidos en
documentos interamericanos suscritos por El
Salvador, lo mismo que por Guatemala y demás
países de Centro América y de este Hemisferio, en
los que se condena explícitamente la acción nociva
del comunismo internacional, dirigida contra
cualquiera de las Repúblicas de América, con objeto
de que tal actitud pueda ser prevenida y sancionada.
Entre esos documentos se encuentran la Resolución
VI de la Segunda Reunión de Consulta de los
Cancilleres Americanos, celebrada en La Habana en
1940; la Resolución XXXII de la Novena

222
Conferencia Internacional Americana, suscrita en
Bogotá en 1948; y las Resoluciones I y VIII suscritas
en la Cuarta Reunión de Consulta de Ministros de
Relaciones Exteriores, que tuvo lugar en Washington
en abril de 1951, y a las cuales el actual Gobierno de
Guatemala dio su asentimiento y aprobación sin
reservas de ninguna clase.
Al hacer mención de tales documentos
interamericanos, no me mueve otro propósito que el
de hacer notar que, por haberlos suscrito el Gobierno
de Guatemala, al igual que el Gobierno de El
Salvador y los del resto de Centro América, no podía
juzgarse improcedente el hecho de que mi Gobierno
propusiera la inclusión del punto relativo a
contrarrestar la acción subversiva del comunismo
internacional, en el programa de la Reunión de
Cancilleres Centroamericanos que debía de
realizarse en Guatemala.
No pudo imaginarse mi Gobierno que, siendo
la acción del comunismo internacional, como lo han
declarado reiteradamente las Repúblicas
Americanas, de carácter netamente intervencionista,
pudiera interpretarse que tiene ese mismo carácter la
actitud defensiva encaminada a contrarrestar las
actividades del mismo.
Es lamentable que ideales de tan alta estirpe,
como son los que tienden a la unidad y grandeza de
Centro América, se vean menospreciados con
facilidad, y más lamentable todavía que la

223
desconfianza haya enturbiado el ambiente del Istmo.
Al Gobierno de Guatemala le cabe la responsabilidad
histórica de haberse hecho eco de esas maniobras
divisionistas.
La nota guatemalteca constituye una agresión
moral contra un pueblo amigo, desde luego que
indocumentadamente le atribuye cargos que
pretenden desconocer su neutralidad y la rectitud de
su política.
Es de esperar que el Gobierno de Guatemala
comprenda y reconozca la verdadera actitud del
Gobierno de El Salvador y la de los demás Gobiernos
centroamericanos. El Gobierno salvadoreño excita
muy cordialmente al Gobierno de Guatemala para
esclarecer los malos entendimientos y para que
retorne al seno de la familia centroamericana,
reintegrándose a la ODECA.
Válgome de esta oportunidad para reiterar a
Vuestra Excelencia las seguridades de mi más alta y
distinguida consideración. ROBERTO E.
CANESSA, Ministro de Relaciones Exteriores.
Exmo. Señor Lic. don Raúl Osegueda, Ministro de
Relaciones Exteriores, Guatemala".
NOTA: El texto de la anterior carta, fue
redactado por una Comisión presidida por el
Presidente Oscar Osorio.
10a.—El Presidente de El Salvador, coronel
Oscar Osorio, descubrió y nulificó un complot de
224
origen rusófilo, que le obligó a cerrar las fronteras de
su país y a establecer — por unos días – el estado
de sitio.
11a.— En enero del 53 un costarricense, un
checo y tres guatemaltecos, entraron ilegalmente a El
Salvador y prepararon un criminal asalto — que por
fortuna fracasó — contra el antes mencionado
Ministro, señor Canessa, a quien el Cominform de
Guatemala acusaba de querer dirigir — dentro de la
ODECA — “un movimiento de tipo fascista,
inspirado por el imperialismo norteamericano".
12a.— Con el deliberado propósito de minar
uno de los más sólidos bastiones en que se apoya la
vida democrática de la nación — el Poder Judicial —
se desvirtuó la protección legal a que tiene derecho
todo ciudadano.
El 5 de febrero del 53 la Corte Suprema de
Justicia emitió un dictamen, respecto a si era o no era
constitucional el Artículo 98 de la Ley de Reforma
Agraria, que prohibía apelaciones a esa misma Corte
— ya que la Constitución concedía el derecho de
apelar a los tribunales.
El Congreso — dominado por los comunistas
por medio del “Frente Democrático Nacional" — se
reunió esa misma noche y, después de discutir el
caso, resolvió destituir a los Magistrados que se
pronunciaron en favor del derecho de apelación. Esos

225
Magistrados fueron destituidos por “mala conducta,
negligencia e incapacidad".
En dicha forma el Congreso invadió los
campos del Poder Judicial independiente,
constituyéndose en algo superior a la Corte Suprema
de Justicia y tomándose la libertad de interpretar, a
su manera, nuestra Carta Magna.
13a.— En marzo del 53 el Presidente Árbenz,
valiéndose de un Mensaje, que dirigió a los
diputados, dio a entender a sus oyentes que una línea
bien definida separaba a sus colaboradores de los que
no estaban con ellos. Según las insinuaciones del
Presidente, los guatemaltecos que no militaban
unidos a los grupos políticos o sindicales —
manejados por los rojos — eran “reaccionarios",
ignorantes o enemigos del gobierno. Por su parte, el
licenciado Charnaud MacDonald, en un “speech"
dirigido a la “Segunda Conferencia Continental de
Abogados Demócratas" celebrada en Guatemala,
dijo estas reveladoras palabras: “ser anticomunistas
es ser antigobiernistas".
14a.— Por el mes de junio del 53 los
representantes de Rusia, con su acostumbrado
“savoir faire" reunieron a todos los grupos
“revolucionarios" del país, a fin de organizar una
manifestación de abierta simpatía en favor de la
Corea del Norte. Esa manifestación de solidaridad
con los norcoreanos se llevó a cabo durante una
semana entera, y más de una docena de diputados —

226
entre los que figuraron el Presidente y Vicepresidente
del Congreso — prorrumpieron en airadas voces de
protesta “contra la guerra bacteriológica que estaba
aniquilando a los habitantes de una gran parte de esa
península asiática".
Tan burda falsedad, desmentida
completamente por los grupos investigadores más
honestos e imparciales del mundo civilizado, fue
creída por muchos ingenuos y utilizada, durante la
referida semana, como cebo para pescar nuevos
prosélitos.
15a.— En diciembre del 53 la Confederación
General de Trabajadores de Guatemala patrocinó el
"día de solidaridad con el pueblo de Vietnam"
consiguiendo que se le cediera un teatro de la capital,
para las celebraciones del caso. Los periódicos
oficiales se manifestaron, prestos y entusiastas, a
cooperar en la difusión de estos actos. Lo mismo hizo
la Estación de Radio "T. G. W.”.
16a.— El Gobierno de Guatemala incurrió en
el error político de no acuerpar el propósito de lucha
continental contra la injerencia de Rusia en el Nuevo
Mundo — en la Décima Conferencia Interamericana
— y se opuso a que en la Agenda de la misma
Conferencia se incluyera esta frase: "Intervención
del Comunismo Internacional en las Repúblicas
Americanas".

227
Proseguir en la tarea de enumerar tales
pruebas sería fatigoso e interminable. Los hechos
expuestos en líneas anteriores son elementos de
juicio que puede comprobar cualquier hombre de
buena fe.
Algunos parecen no tener mayor
Importancia; sin embargo, si se aprecian en conjunto,
ellos pueden formar el cuadro de los esfuerzos que
los rojos hicieron — aprovechando en su favor los
sentimientos nacionalistas de miles de guatemaltecos
y de algunos centroamericanos — para sovietizar a
mi patria, durante el régimen de Jacobo Árbenz.
Hay un artículo del escritor centroamericano,
doctor Mauricio Guzmán, que define, a cabalidad, el
peligro que puede entrañar el mal encaminado
nacionalismo, para desnaturalizar la auténtica
nacionalidad de nuestros pueblos.
Reproduciré, a continuación, parte de ese
escrito:
“América es el continente de la paz y la
libertad. Prueba de esta aseveración la tenemos en
todos los convenios celebrados entre sus jóvenes
naciones, a efecto de afirmar su solidaridad fraternal,
el respeto a la independencia política, a sus
instituciones democráticas y a la libertad humana".
Desde la segunda mitad del siglo pasado ha
habido un movimiento generoso en el sentido de
crear un régimen interamericano, que a la corta o a la
228
larga conduzca a la formación de una Gran
Confederación Continental. Este propósito, digno
Únicamente de pueblos nuevos, cristianos e
inteligentes, ha persistido durante muchos lustros, se
acerca ya a los cien años y, poco a poco, va llegando
a crear y mantener la mentalidad política especial,
que inclinará a la posteridad americana a realizar el
ideal excelso de hacer de nuestra tierra un solo país,
y de nuestros hombres una sola nación”.
“Periódicamente vemos partir a los
Delegados de nuestros pueblos a reunirse en magnos
congresos continentales, en los que se discute y
legisla, no sobre la paz que sigue a la guerra, sino
sobre la felicidad del hombre americano. Se estudian
problemas políticos, económicos o sociales y, si
algunos no se resuelven, por lo menos quedan
planteados y estudiados, en espera de una próxima
Asamblea para su final solución. Estas reuniones son
voluntarias y se inspiran en el noble deseo de
alcanzar un gran destino para la comunidad de
naciones americanas".
“Frutos lozanos de esta actividad fraternal los
vemos en la consagración de los siguientes
principios: de no intervención, solidaridad en la
defensa de la democracia continental, solidaridad
armada en la defensa de cualquier Estado americano
agredido, obligación de recurrir a medios pacíficos
para dirimir contiendas interestatales, etc. Estos
principios han dejado de ser meros lirismos políticos.

229
En América son leyes que rigen desde Boston hasta
Buenos Aires".
“De la Conferencia Panamericana de La
Habana en adelante, la vida de relación política de
nuestros Estados se ha concretado en normas
jurídicas de carácter continental; y a esta altura del
tiempo, bien se puede asegurar que se ha instituido
un orden público interamericano".
“Sin embargo, en consideración a nuestra
falta de madurez cultural y a la carencia de una
doctrina político social propia, nuestras repúblicas
están a merced de los esnobismos políticos y de las
corrientes ideológicas de otros continentes, hasta el
punto de que terminan engolfándose en aventuras
reformistas exóticas, que las impelen a colocarse
fuera de la estructura en que descansa nuestra
hermandad, nuestra paz y nuestra común felicidad".
“Para no ser prolijos, el ejemplo más
elocuente lo tenemos en el marxismo. Varias son ya
las naciones americanas que se han visto envueltas
en revoluciones de tipo comunista. Por fortuna, todas
han fracasado".
“Estos ensayos políticos de mentalidad
asiática no habían pasado de ser simples ocurrencias
que se presentaban como reivindicaciones sociales
de las masas americanas, mimetizándolas con la piel
de oveja de la democracia. Pero las cosas se han ido
agudizando de tal manera, que ya en la Décima

230
Conferencia Interamericana de Caracas, valiéndose
de ese constante recelo de las naciones
latinoamericanas hacia los Estados Unidos de
Norteamérica, las acometidas del comunismo
imperialista, al son de la defensa del hermoso
principio de no intervención, han creado una
situación propicia al Titoísmo, o Comunismo
Nacionalista.”
“Los Estados Unidos presentaron, en aquella
Conferencia, la tesis unilateral de que los gobiernos
americanos se comprometieran a combatir la
penetración del Comunismo Internacional, por ser
este un medio de intervención extranjera en la vida
política del Continente y un peligro para la
democracia y la paz de América. Esto no era nuevo
en el seno de una Conferencia Panamericana, pues ya
en otras oportunidades se habían tomado acuerdos
unánimes sobre la lucha contra el Comunismo, en
cualesquiera de sus formas. Sin embargo, algunas
Delegaciones de gobiernos americanos — no
menciono nombres en homenaje a la unidad
continental — olvidándose de que, en la Conferencia
Internacional de Consolidación de la Paz de Buenos
Aires, se acordó, en 1936, defender solidariamente la
democracia americana, han abierto la puerta al
Titoísmo. (Comunismo Nacionalista), escudándose
en la fervorosa exaltación del principio de no
intervención”.
“Las proyecciones históricas de la Enmienda
a la Tesis Norteamericana, de combatir
231
enérgicamente al comunismo en América, no son
otras que un camino triunfal al Titoísmo. En efecto,
en aquella Enmienda se demanda libertad absoluta
para la forma de gobierno que cada pueblo
americano quiera darse, sin excluir — por supuesto
— el comunismo. Gran conclusión: cada nación
americana, tras la valla del principio de no
intervención, podrá organizarse, si quiere, bajo la
fórmula asiática del Comunismo. Total: todas las
naciones americanas pueden sovietizarse".
“Con esta tesis enmendativa se anarquizará
América, pero se salvará el principio de no
intervención. ¡Bello pensamiento!”
“Si América quiere ser la tierra de la
democracia y la libertad, debe combatir al
comunismo; mejor dicho, debe resguardarse de la
nueva peste asiática. Es más, mientras el comunismo
— como decía H. G. Wells — sea sinónimo de
hechicería, debe ser repudiado en el Occidente".
“El reciente viraje que está tomando la acción
comunista en América debe preocupar. El Titoísmo
es el gigantesco caballo de madera con que los
griegos abrieron las puertas de Troya".
“Pero generalizando, debo decir que la
sanidad del Continente exige defenderse de toda
forma de totalitarismo: Comunismo, fascismo,
nacionalsocialismo, etc., o cualquier otro “ismo" de
factura asiática, europea o americana, que atente

232
contra la dignidad y libertad de la persona. La
democracia, para que subsista en el Continente, debe
estar preservada. Pero ¿cuál es el medio idóneo, si el
principio de no intervención nos ata de pies y manos?
La solución está en el mismo principio aludido. La
solución la dio el Uruguay en la famosa nota de su
Canciller Eduardo Rodríguez Larreta, girada a los
gobiernos americanos el 21 de noviembre de 1945:
la intervención colectiva de las Repúblicas
Americanas, en la vida política interna de una
nación hermana, a efecto de restablecer el orden
democrático perturbado".
“Esta brillante sugerencia la ha mantenido a
través de muchos años, la respetable nación
uruguaya. Esta tesis sincera del Uruguay no precisa
comentarios. Su procedencia basta. Sin embargo,
considero indispensable decir, que la intervención
multilateral no nos debe causar asombro, porque
América no sólo entraña el regazo de una pléyade de
naciones democráticas; también es una democracia
de naciones".

233
CAPITULO 18

ANTICOMUNISMO GUATEMALTECO
Frente a los trabajos, maquinaciones, planes
y victorias del comunismo en Guatemala, se fue
creando toda una corriente de oposición al Gobierno
y al dinámico bando de rojos y rojillos.
Al principio esa corriente se bifurcó en varios
cauces y, por lo tanto, su fuerza expansiva perdió
muchas oportunidades de triunfo. La falta de
experiencia en luchas políticas de esa índole; la
habitual división — tan común en Centro América —
en pequeñas facciones alrededor de prominentes
líderes nacionalistas; el temor de ser perseguidos,
encarcelados o exiliados, retardaron bastante la
unificación y organización de los diferentes impulsos
patrióticos que, desde distintos lugares del país, se
preparaban para combatir al enemigo común, ya casi
dueño de nuestra patria.
Al rememorar esta época de la lucha nacional
contra Árbenz y los rusófilos, es justo y honroso

234
dejar constancia de que la prensa independiente
representada, sobre todo por "La Hora" e “Impacto",
del licenciado Clemente Marroquín Rojas; "El
Imparcial", de un grupo de conocidos escritores;
“Mundo Libre" de José Miranda; "Proa" y “Correo
de Occidente", — este último de José Alfredo
Palmieri —; "El Espectador", "La Pulga", “El
Rebelde" y otros, a pesar de los peligros a que estaba
expuesta diariamente y de las mil dificultades que a
cada momento tenía que vencer, nunca cejó en su
difícil y arriesgada campaña de defender los
postulados de la verdadera democracia guatemalteca.
Desde sus diversos órganos de publicidad ella
mantuvo encendido el fuego de la rebeldía y la
esperanza de tiempos mejores, y fue indicando al
pueblo — con inteligencia, seguridad y valor — los
males, miserias y traiciones, que por entonces se
abatían sobre la nación. Algunas radiodifusoras que
pertenecían a particulares también se significaron
por su incesante lucha contra el comunismo.
Los principales bloques de oposición al
Gobierno se fueron organizando, poco a poco, en el
interior de Guatemala, y llegaron a conocerse con
estos nombres: “Partido Unificación Democrática"
(P.U.D.); "Comité de Estudiantes Universitarios
Anticomunistas", (C.E.U.A.); “Comité Obrero
Anticomunista", (C.O.A.); “Comité Cívico
Nacional", (C.C.N.); “Comité Nacional Central
Femenino Anticomunista", (C.N.C.F.A.); “Partido
Independiente Anticomunista Occidental",

235
(P.I.A.C.O.); “Alianza Juvenil Anticomunista",
(A.J.A.). Todas estas agrupaciones y también otras
menores se amalgamaron al fin — cuando la lucha
antiarbencista se vigorizó por toda la República —
en el gran bloque que tomó parte en la contienda con
la siguiente denominación: “Frente Anticomunista
Nacional" (F.A.N.).
Como pueden darse cuenta mis lectores —
por las muchas agrupaciones contrarias al Gobierno
que acabo de enumerar — si los marxistas obtenían
ventajas, por un lado, por el otro las fuerzas
contrarias iban creciendo, extendiéndose,
unificándose y fortaleciéndose.
Este movimiento de resistencia tuvo, al
principio, un carácter bastante secreto. Los abusos y
atropellos de que, a cada rato, eran objeto los
ciudadanos que no estaban de acuerdo con los planes
y sistemas de Árbenz ni con las doctrinas rusas,
hicieron que ese impulso patriótico adquiriera
mayores proporciones y que se resol viera en un
abierto rechazo contra el Presidente y los hombres
que se empeñaban en comunizar a Guatemala.
En cuanto el Partido Comunista guatemalteco
dejó de ser secreto, en 1951, también los oponentes a
ese partido se dieron a combatirlo, ya sin ningún
temor.
En marzo de 1952, las agrupaciones cívicas y
patrióticas organizaron un inmenso desfile, por las

236
calles de la capital. La represión gubernativa no se
hizo esperar: persecuciones, encarcelamientos,
flagelaciones y destierros se volvieron cosas
comunes y corrientes, y la policía de Árbenz dio
muestras inequívocas de que estaba bien aleccionada
para ejecutar — con verdadera saña — brutales y
odiosas faenas.
Como el artículo 32 de la Carta Magna había
sido violado deliberadamente cuando los comunistas
se registraron, en enero de 1953, como Partido legal
y capacitado para tomar parte en las elecciones para
diputados al Congreso, los verdaderos demócratas se
llenaron de indignación y un grupo de estudiantes
universitarios — anticomunista — dio fuego a una
copia de la Constitución de la República frente al
Palacio Nacional, para demostrar, por medio de esa
destrucción, que las leyes del país no eran más que
pedazos de papel quemado Y ahora llego a un
doloroso y sangriento episodio de la lucha
anticomunista, que fue como el estopín, generador
del unánime movimiento de insurrección. Me refiero
al episodio de Salamá:
Durante el régimen del doctor Arévalo los
conatos de rebelión y actos subversivos contra el
Gobierno fueron muy frecuentes. Se registraron
tantos, que hasta se llegó a asegurar que el propio
Mandatario “inventaba" algunos de ellos, para tener
derecho de perseguir a sus enemigos o para distraer
a la opinión pública, cuando ésta enfocaba su

237
atención en asuntos que al Presidente le convenía
mantener ocultos.
Al principio del régimen de Árbenz hubo un
período de relativa calma; pero el 29 de marzo de
1953 esa calma fue perturbada, repentinamente, por
el levantamiento ocurrido en la ciudad de Salamá,
situada en el Departamento de su mismo nombre, al
norte de la República.
Parece que algunos “oposicionistas",
participaron en la insurrección, pero,
desgraciadamente, ésta fracasó. En ese fracaso
quedaron envueltos — más que todo por sospechas
— prominentes ciudadanos pertenecientes, casi
todos ellos, a las principales agrupaciones
anticomunistas: licenciado Luis Valladares
Aycinena, Secretario General del P.U.A.; coronel
Guillermo Flores Avendaño, excandidato a la
presidencia de la República y valeroso defensor de
las libertades patrias; el estudiante Mario Sandoval y
otros compañeros del Comité Universitario
Anticomunista. En total, sesenta y seis personas
fueron arrestadas y recluidas en una infame copia de
los campos de concentración de los países
totalitarios. Allí se las retuvo por más de un año, sin
permitírseles que hicieran uso de los legítimos
medios de defensa, y utilizando los servicios de
corrompidos abogados y leguleyos para lograr su
condena. Otras personas, como el destacado doctor
en leyes, Juan Córdova Cerna, fueron víctimas de la

238
saña de los esbirros gubernamentales hasta que
lograron salir del país.
En las ciudades de toda la República ya había
un clima de inquietud y rebelión, que anunciaba
graves acontecimientos para un cercano futuro; en el
campo, las cosas no iban mejor. Entre los meses de
diciembre de 1953 y abril de 1954, el incansable líder
rojo, Carlos Manuel Pellecer, hizo varios viajes al
Departamento de Escuintla, con el exclusivo objeto
de incitar a los trabajadores del campo para que
invadieran las fincas particulares y se apoderaran de
sus tierras, en nombre de la Reforma Agraria. Como
es lógico suponer, los propietarios de las fincas se
opusieron a esos actos ilegales, y al producirse
repetidos hechos de asalto hubo sangre, lágrimas, y
maldiciones, en el área rural del Departamento ya
mencionado. Esa situación violenta se hizo extensiva
a varias regiones campesinas de la República.
Más o menos por esa época el Gobierno de
Árbenz y sus prosélitos intensificaron la persecución
contra los dirigentes anticomunistas. Con
escandalosos clamores informaron al mundo que una
“vasta conspiración internacional” estaba tratando de
alterar el nuevo orden establecido por ellos.
Tras esos clamores la policía guatemalteca
prendió a los más activos y visibles dirigentes de la
oposición: licenciado Guillermo Dávila Córdova,
Roberto Vizcaíno, director del programa radial "La
Hora Anticomunista", Rubén Villatoro, Presidente de

239
la U.N.T.L. — agrupación menor de obreros
independientes — y a otros más, La mayoría de ellos
fueron torturados hasta el desmayo, para que
aceptaran por escrito los cargos que se les hacían,
según orden de las más altas autoridades.
No logrando que los prisioneros se rindieran
a sus deseos, los sicarios terminaron por conducirlos
— después de muchos vejámenes — al otro lado de
las fronteras de México y de Honduras.
La lucha abierta estaba entablada: los
patriotas se proponían llegar hasta la guerra civil —
si el caso así lo requería — con tal de liberarse de los
tentáculos rojos; el Gobierno de Árbenz, por su parte,
no escatimaba medios represivos, aunque éstos
fueran inhumanos.
Algunas estaciones de radio — contrarias al
régimen de Árbenz — se vieron asaltadas por turbas
de enmascarados que, después de golpear a los
operadores, se dedicaron a destrozar los aparatos de
radioemisión y los muebles de los establecimientos.
A ese período corresponde el recrudecimiento
de la campaña de descrédito emprendida contra el
“imperialismo yanki".
"Pravda" y "Nuevos Tiempos’, Órganos de
prensa moscovitas, como también el “Daily Worker"
del Partido Comunista Norte americano, y las
publicaciones de la misma filiación de México y
otros países de América, llenaron sus columnas con
240
especies sumamente exageradas o groseros infundios
sobre la situación que prevalecía en Guatemala,
debido a los “reaccionarios" y a los
“norteamericanos”.
Las agrupaciones “de oposición", que en los
países vecinos fueron organizando los expatriados
guatemaltecos, se conocieron por estos nombres:
“Comité de Estudiantes Universitarios
Anticomunistas Guatemaltecos en Exilio",
(C.E.U.A.G.E.), con residencia en Tegucigalpa,
República de Honduras; "Comité Anticomunista de
Guatemaltecos en Exilio" (C.A.G.E.) , establecido en
San Pedro Sula, Honduras; “Frente Anticomunista de
Guatemala en Exilio" (F.A.G.E.), con sede en San
Salvador, República de El Salvador; “Comité de
Exiliados Guatemaltecos Anticomunistas en
México" (C.E.G.A.M.), establecido en la capital de
México; “Unión Nacional de Trabajadores Libres
Guatemaltecos en Exilio" (U.N.T.L.G.E.),
organizado también en Tegucigalpa.
En estrecho contacto con el "Frente
Anticomunista Nacional", (F.A.N.) del interior de
Guatemala trabajaba al otro lado de nuestras
fronteras el “Frente Libertador Anticomunista",
(F.L.A.) y uniéndose a los dos bloques
congregadores de los grupos diversos, pronto
apareció el "Comité Coordinador Anticomunista",
(C.C.A.) cuyo máximo dirigente fue el coronel
Carlos Castillo Armas. Es evidente que este
destacado jefe de los grupos inconformes — con su
241
espíritu resuelto y su claro sentido del peligro que
amenazaba a la patria — fue quien asumió en esos
difíciles momentos la abrumadora responsabilidad
de desalojar a los rojos del país y de devolver a
Guatemala su perdida libertad.
Ese conjunto de agrupaciones, con Castillo
Armas a la cabeza, representaba la Oposición
Guatemalteca Organizada, la cual estaba constituida
por miles de ciudadanos listos para la contienda que
se aproximaba.
Entre sus órganos de publicidad se puede
citar "El Combate", editado en la ciudad de San
Salvador; "El Ceuage’, que se redactaba en
Tegucigalpa; "Pronto" que veía luz en la capital de
México.
Al mismo tiempo se transmitían
informaciones por medio de la radio y también
escenificaciones de propaganda. H.R.O. de San
Pedro Sula, Honduras; H.R.L.P. de Tegucigalpa; “La
Voz de Lempira", de la misma capital
centroamericana; “Radio Cristal", de San Salvador
“Radio Internacional" de la ciudad de Guatemala,
cooperaban eficazmente en las mismas labores
patrióticas.
Entre tanto, la Iglesia Católica Romana no
permanecía ociosa. Su más alto representante en mi
patria, el Excelentísimo Señor Don Mariano Rossell

242
Arellano, Arzobispo de Guatemala, dirigió una
Pastoral a sus fieles, con fecha 4 de abril de 1954.
Copio los siguientes párrafos de esa famosa
carta:
“Ahora, de nuevo, hemos de hablar a todos
vosotros, muy amados hijos, para que sepáis con más
certeza lo que es el comunismo, contra el que se ha
levantado el espíritu del pueblo honrado de
Guatemala, que debe estar contra quienes están
socavando la libertad nacional — gente sin patria,
escoria de otros países — que ha pagado la
hospitalidad que Guatemala, generosa siempre, le ha
brindado, sembrando el odio de clases, para mejor
medrar a la hora del pillaje y del asesinato nacional,
que ha mucho tiempo aguarda".
“El comunismo es sumamente astuto y sus
tácticas son múltiples: se vale de todos los medios
para ganar adeptos. Los comunistas llegan hasta
presentarse con maneras de buenos católicos, para
lograr captar la confianza de la gente sencilla. Ellos,
que son por naturaleza sembradores de discordia y de
guerras, tienen la osadía de hacer campañas “PRO-
PAZ", pretendiendo sorprender a las naciones
mientras ellos, día a día, buscan armas
clandestinamente, y hacen funcionar día y noche las
fábricas de armamentos y pertrechos de guerra. Se
aprovechan de las disensiones entre patronos y
obreros, utilizan la división de las familias, y con el
fin único de llegar al poder, anarquizan las naciones

243
con falsas promesas a los obreros y campesinos;
promesas que jamás cumplen, porque cuando se
implanta el régimen comunista, obreros y
campesinos quedan en peores condiciones que antes,
porque el Amo Estado es el más cruel de todos los
Amos — y lo mismo sería en Guatemala que en
cualquiera otra parte del mundo —. El Amo Estado
es el peor tirano de cuantos han llegado a la tiranía.
La historia nos enseña esta lección desde la más
remota antigüedad hasta nuestros días. Los
comunistas, en su afán de engañar, llevan revistas
con gráficas seductoras en las que pretenden hacer
ver la felicidad del “paraíso soviético"; pero nunca
publican las de sus campos de concentración, donde
trabajan como si fueran, no ya esclavos sino peor que
bestias de carga, millones de seres humanos, que
sistemáticamente son asesinados en cuanto ya no
sirven para producir; ya sea porque envejecen, o
porque se debilitan sus fuerzas agobiadas por los
sufrimientos y la enfermedad. No hay un sólo código
de Justicia que obligue a buscar la Paz con un poderío
que ha convertido en esclavos a millones y millones
de seres humanos, y que, sistemáticamente, quiere
borrar el nombre de Dios y la dignidad humana sobre
la tierra. Dios Nuestro Señor, una vez dominada esa
bestia apocalíptica del comunismo, en su infinita
misericordia hará que el mundo pueda tener la paz de
Cristo, en el Reino de Cristo".
“El comunismo aprovecha la desigualdad
económica reinante, para seducir a los que nada

244
tienen. Pero también fomenta la carestía de alimentos
y de los más necesarios medios de subsistencia, para
exasperar al pobre y hacerle creer, en tan angustiosa
situación, que el régimen comunista podrá mejorar
su estado de vida; pero la realidad siempre ha sido
otra. Cuando en 1918 llegó el comunismo al poder
en Rusia, lejos de remediar la miseria del campesino
sobrevino hambre y carestía tales, que todas las
naciones enviaron subsidios y alimentos a aquel
pueblo que moría a millares, y tuvieron que cesar los
envíos de alimentos porque los gobernantes rusos se
incautaban para sí lo que la fraternidad y
sentimientos cristianos enviaban para los pobres que
morían de hambre, y que sucumbieron en número de
varios millones. Cuadro desolador y análogo azotó a
Hungría en su primera caída comunista, y aún más
pavoroso a la China comunizada".
Las aseveraciones de Monseñor sacudieron el
corazón del pueblo — en su mayor parte católico —
y contribuyeron eficazmente a la unificación de todas
las clases sociales, en su lucha contra los rojos.

245
CAPITULO 19

LOS COMUNISTAS PIERDEN LOS


ESTRIBOS
Así las cosas, y aunque la nueva pareciera
carecer de importancia, se anunció que José Manuel
Fortuny regresaba al país procedente de Moscú. Los
viajes de los “camaradas" a Rusia eran sumamente
frecuentes. Se sospechaba que algo preparaban, en
vista del giro que iban tomando los acontecimientos:
pero, a punto fijo, nadie, fuera de ellos mismos,
hubiera podido decir a qué obedecían esas idas y
venidas al otro lado del telón de hierro.
Fortuny volvió a Guatemala el 12 de enero de
1954 y seis días más tarde la prensa publicó la noticia
de que el mayor Alfonso Martínez, Jefe Supremo del
Departamento Nacional Agrario y ex-Secretario
Privado del Coronel Jacobo Árbenz: después de
haber chocado con el Mandatario — según los
periódicos — había resuelto separarse del Gobierno
y marchar con rumbo a la República.

246
¿Qué había debajo de todo esto? El
desenvolvimiento de los sucesos que luego tuvieron
lugar hace presumir que Fortuny visitó a los
dirigentes de algún país comunista, con el objeto de
solicitar armamento para el Gobierno de Guatemala,
y que, una vez atendida esa solicitud, Alfonso
Martínez fue a Europa para rematar el negocio y fijar
los detalles del mismo, es decir: precio, clase de
armas, marcas, cantidades, calibres, procedencia,
etc., etc.
El 29 de enero, con el ceremonial
determinado por el Protocolo para esa clase de actos,
el Ministro de Checoslovaquia — que como se sabe
es país satélite de Rusia — presentó sus cartas
credenciales ante el Presidente de la República.
Una aparente normalidad parecía reinar en el
país; sin embargo, el “Frente Nacional
Democrático”, inquieto por las proyecciones que
pudiera tener la próxima Conferencia de Caracas,
llevó a cabo una Junta con el Presidente Árbenz y su
Ministro de Relaciones Exteriores, licenciado
Guillermo Toriello Garrido, con el exclusivo fin de
determinar la postura que Guatemala debía asumir en
la citada Conferencia. De los diez representantes del
Frente que asistieron a esa Junta, cuatro, por lo
menos, eran comunistas declarados; el resto puede
afirmarse que eran “simpatizantes".
En la primera semana de marzo, ante la
expectación del Continente, se inauguró la

247
Conferencia en la capital de Venezuela, y los
resultados de la política acordada por el Frente
Nacional Democrático y los altos dirigentes de
nuestro gobierno, no se hicieron esperar.
Guatemala fue el único país que se manifestó
contra el rechazo al comunismo en América; se
abstuvo de emitir su voto en la ponencia sobre
discriminación racial, presentada por los
representantes de Panamá, alegando, para justificar
su actitud, que en el texto de esa ponencia se incluía
la frase: "Como una de las formas de combatir el
comunismo internacional” ; asimismo, se negó a
reconocer la legalidad de la resolución anticomunista
aceptada y firmada en la Conferencia celebrada en
Bogotá, seis años antes, la cual fue ratificada en la
Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores
celebrada en Washington en 1951; y por último, se
retiró, en el momento en que los asistentes a la
Conferencia de Caracas resolvieron rendir tributo a
la memoria de los soldados que murieron en la
península de Corea, defendiendo la causa de las
Naciones Unidas.
Por su parte, y como para ratificar la actitud
asumida por la Delegación guatemalteca a la
Conferencia de Caracas, el Presidente Árbenz
Guzmán — que a esas horas parecía haber perdido
por completo el escaso sentido político con que hasta
entonces había gobernado o desgobernado a
Guatemala — declaró, en su mensaje al Congreso,
que concedería todo su apoyo a los comunistas,
248
porque los consideraba valiosos elementos
"democráticos" y “progresistas” sin los cuales no
podría subsistir el espíritu de la revolución del 44.
Como complemento de esto, el 25 de marzo el
gobierno de Guatemala resolvió retirar de la Unión
Panamericana el instrumento por medio del cual
ratificaba el Tratado Interamericano de Asistencia
Recíproca, (Tratado de Río de Janeiro), que aún
estaba pendiente del resultado de una consulta
relacionada con la reserva de Guatemala.
Como se puede fácilmente apreciar por el
examen de estos hechos, los “camaradas" — el
Presidente Árbenz a la cabeza — estaban por esas
fechas muy envalentonados y muy seguros de su
dominio sobre Guatemala. En la Conferencia de
Caracas, Toriello Garrido dijo, poco más o menos,
que el gobierno de Árbenz no estaba solo en su lucha
que de varios países amigos había recibido mensajes
en los que se le felicitaba y alentaba por su "valerosa
y patriótica actitud".
Mientras tanto, al otro lado del Atlántico
ocurrían ciertos hechos que estaban destinados a
ejercer influencia decisiva en los acontecimientos.
En el lapso comprendido entre el 10 y el 18
de abril la moto nave “Alfhen”, matriculada en
Suecia, cargó en sus bodegas 2,000 toneladas de
armas y municiones de guerra en el puerto de Stettin;
puerto que está bajo la administración del gobierno
polaco.

249
El embarque se llevó a cabo con el mayor
sigilo, y el armamento fue declarado, falsamente,
como de herramientas de trabajo, artículos de
ferretería, útiles de laboratorio, enseres varios, lentes
de óptica, etc., etc. La nave se hizo a la mar con un
derrotero impreciso y durante la travesía el capitán
de la “Alfhen" recibió órdenes diversas de cambiar el
rumbo y no fue sino hasta última hora que se le
ordenó fondear en Puertos Barrios (Guatemala).
En realidad, la motonave fue fletada por
Alfred Christensen — residente en la ciudad de
Estocolmo — por Angfartygastiebolget Bohuslansha
Kusten, de Suecia, y aunque el primero de estos
hombres firmó los documentos en calidad de fletador
del “Alfhen", es probable que actuó como
representante encubridor de la firma Cechofracht, de
Checoslovaquia, entidad que se dedica al comercio
internacional.
La Casa E. E. Dean and Company de
Londres, recibió el pago del arrendamiento del barco
del representante de la Cechofracht en esa misma
ciudad, y lo traspasó Christensen. El traspaso en
cuestión se realizó gracias a un convenio de
fletamento “proforma" entre E. E. Dean and
Company y Christensen.
La motonave levantó anclas en Uddevalla,
Suecia, el día 6 de abril con dirección a Copenhague,
puerto donde se abasteció de víveres y carbón; en
seguida zarpo con rumbo a Stettin, Polonia. En ese

250
lugar cargó las armas y municiones, a toda prisa, en
gran secreto, y con la ayuda de la "Morska Agencia”,
que, como se sabe, depende del gobierno polaco.
Una vez que estuvo cargada, la motonave
abandonó Stettin y se dirigió a Copenhague, pero no
ancló en ese puerto. Luego, el 17 de abril salió de la
rada de Copenhague y enderezó su rumbo a Dakar,
puerto del Occidente africano, en el que se detuvo
“para esperar órdenes", las cuales fueron más tarde
ampliadas y confirmadas durante el trayecto de
Dakar a Curazao, Antillas Holandesas. Nuevas
instrucciones le llegaron el 7 de mayo: tendría. que
dirigirse a Puerto Cortés, Honduras. Una vez allí se
le hizo saber que debería continuar hasta Puerto
Barrios (Guatemala) y descargar el cargamento en
sus muelles. Atracó en Puerto Barrios el 15 de mayo
de 1954.
Si la nave portadora de armas y municiones
para los rojos fue cargada en Stettin con toda clase de
precauciones v misterio — informando a su capitán
que parte del cargamento estaba compuesto de
“explosivos secundarios” — mayor aún fue el
secreto con que se recibió su cargamento en el citado
puerto de Guatemala.
Pero esas precauciones fueron en gran parte
inútiles, porque los ánimos se encontraban
sobreexcitados y nadie tenía fe en lo que — para
despistar la opinión pública — aseguraba el gobierno

251
de mi patria: que se trataba tan sólo de un cargamento
de maquinaria agrícola, destinado al país.
El celo demostrado por algunos jefes
militares y el despliegue de fuerza que se realizó con
objeto de evitar que los curiosos se aproximaran al
barco, no hicieron más que engrandecer las
sospechas respecto a la naturaleza de la carga que
traía en sus bodegas la motonave sueca a Guatemala.
A tal grado llegaron las precauciones tomadas por las
autoridades que hasta se impidió que el agente
marítimo del puerto subiera a bordo del “Alfhen" y
se le prohibió de manera terminante que examinara
la documentación del mismo.
El cargamento, cuidadosamente embalado,
fue transferido del vientre del barco a los furgones
del ferrocarril, bajo la severa vigilancia de varios
pelotones de guardias, destacados para el efecto.
A mediados de mayo el Ministerio de
Relaciones Exteriores de Suecia hizo saber,
públicamente, que, por informes recabados y dignos
de crédito, estaba en el caso de asegurar,
oficialmente, que el cargamento del “Alfhen” era de
máquinas y municiones de guerra.
Comprendiendo el Gobierno de Árbenz, por
esa declaración, que era imposible seguir tratando de
ocultar la verdad de los hechos, resolvió anunciar el
21 de mayo, en una entrevista concedida a la Prensa
por el Canciller Toriello Garrido, que, efectivamente,

252
se había recibido un cargamento de armas,
proveniente de Europa. Por su parte, los periódicos
gobiernistas: Diario de Centro América y Nuestro
Diario, publicaron al día siguiente comunicados del
Ministro de Gobernación en los que, de manera
concreta, ese Funcionario se refería al "despacho de
armas". Además, el 24 del mismo mes, el segundo
de esos diarios imprimió en sus páginas una
entrevista con el mismo Toriello Garrido, en la que
éste aseguró que había hablado confidencialmente
con el Embajador de los Estados Unidos de Norte
América respecto a “un embarque de armas
adquiridas recientemente por el Gobierno de
Guatemala". Otras declaraciones siguieron a esa,
entre ellas, la del Embajador de Guatemala en
México, Roberto Alvarado Fuentes, quien, en una
entrevista concedida a Excélsior, admitió, con
franqueza, que el tantas veces citado cargamento
había sido ya recibido por nuestras autoridades y que
ese cargamento era de armas, de fabricación
checoslovaca, embarcadas en la motonave “Alfhen”,
y estaba destinado a Guatemala.
El segundo paso del Gobierno, en este
malhadado asunto, fue el de pretender ocultar el
verdadero contenido de las cajas recibidas en Puerto
Barrios. Sin embargo, se pudo establecer que el
cargamento estaba formado por 15,424 bultos, cuyo
peso aproximado era de 4,122,145 libras, es decir,
cerca de 2,000 toneladas, peso bruto. Esos bultos o
cajas contenían fusiles, ametralladoras, varias piezas

253
de artillería moderna, cartuchos y material necesario
para operar las máquinas de guerra.
El cargamento fue dividido en dos convoyes:
el primero, compuesto de 119 furgones de ferrocarril
fue enviado a la capital de Guatemala, y el segundo,
integrado por 4, fue dejado en un ramal de los
Ferrocarriles Internacionales de Centro América
(I.R.C.A.) de donde se extrajeron más tarde 200
bultos, con un peso de 53,799 libras, los cuales
fueron remitidos por aire, a un sitio no determinado.
¿Con qué fondos y de qué manera el
Gobierno procomunista de Guatemala se hizo de esas
armas?... La respuesta a esta pregunta podría
encontrarse en los datos siguientes: en marzo de
1954, el Banco de Guatemala llevó a cabo una
transacción en moneda extranjera, por valor de
6,064,000 dólares. Si se compara esta cantidad con
el promedio de sus actividades mensuales, inferiores
a 1,000,000 de la misma moneda, durante el
transcurso del año 1953, la transacción resulta muy
sospechosa.
Además, en el mismo mes de marzo del 54,
se llevó a cabo otra transacción por medio de la cual
se transfirieron 4,000,000 de dólares de la cuenta del
Banco de Guatemala en los Estados Unidos por
medio de casas Bancarias europeas, siendo notorio
que la cantidad de moneda extranjera utilizada en ese
movimiento de fondos fue varias veces mayor que
le registrada en el promedio de las ventas mensuales

254
que se hacen en Guatemala de esa misma moneda.
Según informes, el monto de la transacción fue
dividido, cautelosamente, en varios tantos, con
objeto de que su paso a través de algunos bancos
norteamericanos fuera inadvertido.
¿Con que objeto se adquirían esas armas?...
La respuesta es lógica. El gobierno de Árbenz,
deseoso de asegurar su predominio militar sobre el
resto de Centro América, necesitaba aumentar su
material bélico, costara lo que costara.
Antes del arribo del “Alfhen” Guatemala
contaba con armas livianas, un regular número de
piezas de artillería, y varios vehículos blindados; es
decir, con un armamento suficiente para equipar sus
fuerzas militares, compuestas por 9 o 10,000
hombres, incluyendo fuerza aérea y miembros de la
Guardia Civil; pero con el aumento de 2,000
toneladas más, el país adquirió una manifiesta
superioridad sobre el resto de Centro América, y por
lo tanto, quedó capacitado para imponer su voluntad
en el caso de una conspiración de índole soviética.
La política internacional seguida por Árbenz
Guzmán y sus partidarios fue totalmente errada,
desde un principio, porque ella se inspiró en una
ideología de esencia completamente exótica que, no
sólo pretendía destruir nuestro incipiente
nacionalismo, sino que también nos apartaba de la
línea política seguida por los pueblos de América.

255
Durante una década los rojos guatemaltecos
lucharon por conquistar el poder y al cabo de 6 o 7
años lo consiguieron; pero, ya dueños de él perdieron
los estribos, al intentar la intensificación de su
influencia sobre los otros países del Istmo. Su
propaganda fue muy eficaz y gracias a ella, hasta
llegaron a gozar de cierta simpatía en determinados
sectores, poco alertas o maliciosamente informados;
pero pronto, cuando más seguros estaban de su
esfuerzo, principiaron a cometer graves y definitivos
errores.
El primero de ellos fue la actitud desafiante,
teatral y un tanto ridícula, asumida por sus
representantes en la Conferencia de Caracas, en la
que puede decirse que asomó, con todo descaro, la
ceja del oso ruso. El segundo, el cargamento de
armas solicitado y adquirido por medios misteriosos,
en los países que están al otro lado de la cortina de
hierro; pues ese escandaloso “affaire” obligó a los
países vecinos a abrir los ojos respecto a las
verdaderas intenciones que abrigaba el gobierno de
Guatemala.
Durante los meses de abril y mayo del mismo
año, el Ministerio de Relaciones Exteriores nombró
una serie de representantes consulares “especiales",
con jurisdicción en varios distritos de las costas
noroestes de la República de Honduras y poco
tiempo después estalló una huelga en la región.

256
Las características de esa huelga fueron muy
peculiares y bastan, por sí mismas, para presumir sus
orígenes: en primer lugar, contra todo lo observado
hasta entonces en casos similares, el movimiento fue
organizado "técnicamente" en poblaciones donde los
trabajadores carecían de conocimientos y
experiencia en esa clase de "faenas"; en segundo
término, y durante todo el período que duró la
huelga, varias estaciones de radiodifusión
clandestinas ocuparon la mayor parte de su tiempo
en azuzar a los huelguistas, incitándolos al desorden
y a la resistencia; en tercer lugar, con motivo de esos
sucesos, se registraron varios incidentes que no
pueden atribuirse a meras coincidencias. Ejemplos:
el viaje o viajes que el Agregado Militar de la
Embajada de Guatemala en San Salvador hizo a la
parte norte de Honduras, poco antes de que
principiara la huelga; las frecuentes visitas que los
huelguistas hacían a los Cónsules “Especiales"
nombrados por Guatemala; los mensajes que las
entidades comunistas organizadas en mi país, la
C.G.T.G. y la C.N.C.G., enviaron al gobierno
Hondureño pidiéndole que respetara e hiciera
respetar la "huelga patriótica" iniciada contra la
"dominación imperialista".
La agitación se hizo cada día más intensa,
motivo por el cual el gobierno de Honduras se vio
obligado a retirar el exequátur extendido a los
Cónsules “Especiales", por "haberse conducido en
forma incompatible con sus funciones consulares al

257
intentar, bajo el manto de su posición oficial, de
fomentar ideas y prácticas que amenazan la forma
democrática de Gobierno de la República y que son
peligrosas para el orden público y la tranquilidad”.
En verdad sorprende el hecho de que la
huelga de Honduras no incendiara a todo el país, ya
que el núcleo secreto y central del Partido Comunista
Guatemalteco hizo cuanto estuvo a su alcance para
que esa huelga triunfara. Rojos “fichados"
aparecieron entre los trabajadores en diferentes
zonas de Honduras — sobre todo en El Progreso —
y disfrazados de líderes se dedicaron a impedir que
hubiera un armonioso entendimiento entre La
Frutera y sus empleados. El "consejero legal" de los
huelguistas, en la población que acabo de nombrar,
era conocido por sus ideas de extrema izquierda.
Nadie podría negar que muchos de los
reclamos de los trabajadores eran justos; pero —
como siempre — los rojos aprovecharon el clima de
sobreexcitación, creado en los grupos laborantes por
el deseo de que sus legítimas demandas fueron
tomadas en cuenta, para inflar todavía más su
permanente campaña contra el “imperialismo yanki".
Prueba de que Guatemala “tenía metidas las
manos en la masa" es que el 10 de mayo — antes de
que la huelga estallara en la vecina República —
aterrizó en Puerto Cortés (Norte de Honduras) un
avión de la Fuerza Aérea Guatemalteca, con pilotos
uniformados que no llevaban pasaportes ni permiso

258
de aterrizaje. Ahora se tiene la certidumbre de que en
ese avión se envió al Cónsul de Guatemala en Cortés
mapas de Honduras y planos de las instalaciones de
la U.F.Co.
Fuera de todo esto, la evidencia de los hechos
demostró que el Gobierno de Guatemala utilizaba a
muchos de sus representantes diplomáticos — desde
los jefes de misión hasta los Agregados Culturales o
Militares — para distribuir impresos de índole
comunista en el extranjero o para que sirvieran de
agentes de enlace entre los grupos rojos o de simples
simpatizantes.
Desenmascarados los comunistas, la
agitación popular volvió a intensificarse.
El 8 de junio del 54, de acuerdo con el
Congreso Nacional, el Presidente de la República
resolvió suspender las garantías constitucionales, y
desde ese momento se inició un régimen de represión
y terror en el que, sin respeto de ninguna clase por
los derechos y las libertades humanas, se persiguió a
los ciudadanos. Las cárceles se vieron abarrotadas de
personas pertenecientes a todas las clases sociales,
desde capitalistas hasta campesinos, por el simple
hecho de ser o sospecharse que fueran
anticomunistas; los domicilios fueron allanados, y
bien pronto, en calles y carreteras aparecieron
numerosos cadáveres, que presentaban en sus carnes
las pruebas inequívocas de que el gobierno estaba

259
empleando medios de tortura y persecución, hasta
entonces desconocidos en Centro América.
La guerra declarada contra la oposición fue
sistemática e implacable. Los jefes del Partido de
Unificación Anticomunista y los de la más
importante agrupación estudiantil, Comité de
Estudiantes Universitarios Anticomunistas, y los de
otras de menor importancia, como la Unión Nacional
de Trabajadores Libres fueron, en todo momento,
hostilizados y tratados como enemigos.
Ahora, ante el peligro de que el Gobierno
fuera derrumbado por el creciente descontento del
pueblo, no quedaba sino apelar a la fuerza y al terror,
utilizando, si era posible, los batallones de obreros
sindicalizados y armados desde 1949, o sea en los
días en que se sublevó la Guardia de Honor para
vengar la muerte del coronel Arana.
En el transcurso de 1952, como consecuencia
del malestar provocado por el proyecto de Ley de
Reforma Agraria, Carlos Manuel Pellecer declaró
enfáticamente que “brigadas de defensa" se
organizarían con los afiliados a la C.G.T.G. para
defender al Gobierno Constituido, y aunque esto no
se realizó esa oportunidad, es evidente que los
comunistas — de acuerdo con sus tácticas habituales
— siempre pensaron en utilizar a las masas obreras,
dirigidas y adiestradas por ellos, para contrarrestar la
fuerza del ejército no comunista, y si posible,
aniquilarlo.

260
Dos años más tarde la Unión de Compradores
de Lotes, entidad sometida a los rojos, se dirigió al
Consejo Superior de Defensa, pidiendo que se
aleccionara y armara militarmente a sus
componentes.
Después del arribo del famoso cargamento
del "Alfhen", los comunistas hicieron numerosos
intentos con el de obtener armas para los grupos de
trabajadores sindicalizados. Leonardo Castillo
Flores, Secretario General del Sindicato de
Campesinos, exigió que se considerara el
anteproyecto de “un ejército del pueblo", y César
Montenegro Paniagua, uno de los representantes
comunistas del Congreso Nacional, llegó a decir que,
si la oposición se alzaba contra el Gobierno, “se les
cortaría la cabeza a todos los anticomunistas”.

261
CAPITULO 20

TORTURAS Y MATANZAS
Hay notables diferencias entre las dictaduras
que han padecido los países de la América Española
desde su independencia política — en manos de
gobernantes que tiranizaron a los pueblos según su
voluntad personal — y la dictadura de tipo soviético.
En las primeras — por crueles que sean — las
más profundas raíces de la democracia pueden
salvarse. Bajo los escombros de la libertad
republicana esas raíces conservan su germen de vida,
y cuando muere o se derrumba el dictador vuelven a
fortalecerse y a desarrollarse, sorprendiéndonos, a
veces, con su manifiesta pujanza. La dictadura
comunista — en cambio — se caracteriza por la
penetración de fuerzas desintegrantes hasta lo más
hondo y escondido de la raigambre democrática,
transformando el concepto que tenemos del ideal
republicano en algo que no sólo es diferente a ese
concepto, sino también antagónico al mismo.
Todos sabemos que a partir del siglo XIX se
ha proclamado, siempre, en América, la soberanía de
262
los pueblos y la voluntad popular para elegir los
gobiernos que los ciudadanos desean. Junto a esas
proclamas se ha invocado el derecho para decir y
escribir lo que se piensa; para asociarse, hablar, rezar,
discutir, comerciar, trabajar, descansar o divertirse;
para disponer de nuestra persona, de nuestro tiempo
y de nuestros bienes, etc., etc. Aunque es verdad que
tales aspiraciones o palabras han quedado — la
mayoría de las veces — perdidas en la ineficacia de
códigos y discursos, nadie podría negar que los
países de este Continente han luchado por
defenderlas o alcanzarlas, desde los primeros días de
nuestra vida independiente. Si el espíritu republicano
de algunos pueblos del Nuevo Mundo ha sido
deformado por sucesivas dictaduras de tipo indo-
español, en ninguno de ellos se han logrado
desquiciar — de manera definitiva — los basamentos
democráticos en que se asienta la nación.

Contrastando con esta manera nuestra de sentir y


comprender la humana convivencia, los comunistas
convierten el problema del mundo en un problema
fundamentalmente económico y colectivo, y lo más
grave es que en ese problema el hombre — la criatura
individual — se vuelve un número insignificante,
que sólo tiene valor relativo, como parte de la
cantidad multitudinaria. Valiéndose de una falsa
justicia social — que en la propia Rusia es un
descorazonante fracaso — doblegan al individuo y
terminan por aniquilarlo, aceptando siempre, como
263
necesarios para arribar a un supuesto estado de
bienestar y armonía, los excesos, fanatismo y
crueldades más inhumanos y repugnantes.
Fomentando en los países de este hemisferio
— y en todos los países de la tierra — desórdenes,
agitaciones y divisiones; despojando a la humanidad
de su dignidad espiritual, sin darle más que asideros
y finalidades materialistas, los apóstoles de Marx
saben aprovechar las libertades que les brinda el
régimen democrático para lograr, a través de él, la
victoria de su propia causa. Su labor de zapa va
debilitando la potencialidad creadora de la
civilización occidental y prepara, en distintas
comunidades del mundo, el establecimiento de “la
dictadura del proletariado”. Por esas razones, cuando
logran envolver a un país entre sus redes,
inmediatamente dan comienzo a la tarea de
adoctrinar a la gente de ese lugar, según sus creencias
y métodos, y a partir de ese momento la
desvalorización del individuo — del ser humano —
se inicia en la comunidad que ha caído bajo su
dominio.
Guatemala sufrió, en todos sus aspectos, la
presión comunista. En los últimos meses del
gobierno de Árbenz esa presión fue más dura y
despiadada que la ejercida antes por cualquier tirano
guatemalteco. ¡Y los hemos tenido muy personales y
temibles!

264
Por fortuna, los impasibles indios — que aún
no hablan bien el español y que son tan numerosos
— nada entendieron de las nuevas doctrinas; su
inercia y mudez fueron como una barrera salvadora.
Además, en el sector ladino ya había muchos
patriotas, capaces de luchar por su tierra y por su
gente, hasta el extremo sacrificio. A ellos se debe, en
gran parte, la vergonzosa e indigna desbandada de
los rojos en este país de Centro América.
Desde los trágicos y confusos días del
episodio de Salamá, el régimen de Árbenz se fue
tornando cada vez más violento e intransigente. El
Artículo 32 de la Constitución del 45 era atropellado,
a cada instante, con descaro inaudito; el gobernante
— empecinado y miope — no abandonaba su torcido
rumbo; las prisiones se iban llenando de “reos
políticos", por “orden superior"; procesión de
hombres que iban al ostracismo era cada vez más
numerosa.
En la fiel interpretación del mencionado
Artículo 32 — que prohibía de manera expresa "la
formación y el funcionamiento de organizaciones de
carácter “internacional” — el anticomunismo
guatemalteco halló su legítimo estandarte de lucha.
Cuando esa lucha se organizó por toda el área de la
República y empezó a dar muestras de su capacidad
de resistencia y de su persistente heroísmo, el
director de la Guardia Civil — coronel Rogelio Cruz
Wer — emitió una circular que textualmente decía
así:
265
“A los Gobernadores Departamentales:
Captúrese desde luego a todos los Alcaldes
anticomunistas y a los empleados de la
Administración Municipal que son ahora miembros
del Partido Revolucionario, pero que antes fueron
anticomunistas. Reténgaseles en la prisión. Cuando
se oiga el primer tiro de ataque fusíleles
inmediatamente. Acósese recibo”.
Nadie ha relatado hasta ahora con tan vivas
palabras la angustia y el dolor de aquellos días como
el periodista José Alfredo Palmieri —el popular
J.A.P. — en folleto muy conocido:
“Jefes anticomunistas fueron apresados;
algunos de ellos no volvieron a salir jamás por sus
propios pies; otros aparecieron muertos, en distintos
puntos, como “víctimas de accidentes". Uno de estos
casos, para poner ejemplo: el de Oscar Luna,
ruidosamente descubierto y conocido por el pueblo;
pero ninguno se atrevía a iniciar acción judicial
contra la policía. Oscar Luna resultó misteriosamente
ahogado en las riberas del lago de Amatitlán, después
de haber sido capturado por los esbirros del
comunismo, por ser secretario de una organización
anticomunista. Se estableció que antes había sido
asesinado en las cámaras fatídicas de Cruz Wcr y
Rosenberg".
“Durante las semanas trágicas del mes de
junio, cuando se agudizó el terror en toda la
república, centenares de patriotas fueron

266
sacrificados; más de mil prisioneros, de todas partes
del país, fueron trasladados a las cárceles de la capital
y la mayoría sometidos a torturas físicas y morales;
otros 2,000 quedaron encarcelados en calabozos
departamentales y sujetos a las órdenes histéricas del
Jefe de la policía, de fusilarlos en cuanto se iniciara
cualquier movimiento de rebelión; en menos de 15
días más de 200 personas fueron brutalmente
asesinadas; por las fronteras, huyendo del crimen
rojo, escaparon otros cuantos centenares de patriotas
perseguidos por la furia comunista, para buscar asilo
político, mientras por la vía diplomática se salvaban
otras vidas”.
“El odio y el rencor llenaron todo el territorio
nacional. Los comerciantes, las organizaciones
patronales y todas las entidades que no comulgaban
con su doctrina y su salvajismo, fueron declaradas
enemigas del régimen y del pueblo. Finqueros que
habían sufrido el fastidio y la persecución de los
organismos agrarios, fueron también objeto de
nuevas y más crueles torturas. La radio nacional
dedicó sus labores exclusivamente a un propósito:
regar el veneno comunista por todos los ámbitos".
"Así comenzó a perfilarse el principio del
fin".
“Amenazados por el incontenible
crecimiento de la oposición, visiblemente
determinada a la lucha, por centenares de
guatemaltecos que la intentaban desde afuera, los

267
comunistas apresuraron la adquisición de 2,000
toneladas de armamento y municiones, conseguidas
en los países comunistas al otro lado de la cortina de
hierro. Un oficial arbencista dijo entusiasmado: "Con
este armamento podemos marchar sobre toda Centro
América". La llegada de este embarque fatídico
parecía consolidar el triunfo comunista para
proseguir el vasto plan en el resto de Centro América.
En vez de eso, tal hecho aceleró la acción del coronel
Carlos Castillo Armas y su Ejército de Liberación”.
"Al estallar el movimiento de Castillo Armas,
el amor a la libertad, reprimido en los guatemaltecos,
volvió a cobrar vigor para respaldarlo. Pero los jefes
comunistas aprovecharon aquella acción, como
pretexto, para desatar la más sangrienta matanza que
hará recordar el mes de junio de 1954, como uno de
los episodios más dolorosos en la historia de América
Latina.”
“los comunistas daban órdenes a la policía y
ésta sólo respetaba a aquellos que comprendían su
crueldad contra los inermes defensores de las
libertades. Rogelio Cruz Wer y Jaime Rosenberg, con
sus grupos de verdugos, comenzaron a darle color
rojo a sus actividades, con la sangre de centenares de
víctimas; el azote, la cárcel y la muerte reinaban por
doquiera".
“Diariamente recibía yo varias visitas de
familiares que trataban de orientarse para saber de
sus deudos desaparecidos; esposas o madres

268
desesperadas, destrozadas por la congoja y la duda,
imploraban datos relacionados con sus familiares. En
los cuarteles, en las cárceles y oficinas de policía, se
les negaba la existencia de los presos, aumentando
así el castigo moral de las infelices mujeres".
"Cuando alguno lograba burlar la vigilancia y
escapaba, se tomaban represalias contra mujeres y
niños. El caso de la familia del licenciado Fermín
Valladares, es un ejemplo sobresaliente".
“En los pueblos pequeños el terror fue más
agudo; la gente se enteraba de cada caso en sus más
pequeños detalles. Eran amarrados los patriotas y
conducidos en camiones o a pie hasta la capital,
después de ser vapuleados".
"Las embajadas y legaciones comenzaron a
llenarse de asilados; familias completas se vieron
obligadas a buscar refugio bajo la protección de las
banderas extranjeras. El clímax del terror comunista
se señaló a mediados del mes de junio".
"Me he detenido a meditar sobre la dificultad
de hacer creer a los demás habitantes del mundo
americano estas atrocidades cometidas. A ratos
hasta yo mismo, que pude ver con mis propios ojos y
comprobar personalmente los crímenes, me resisto a
creer la dolorosa verdad”.
"Muchas veces he leído episodios de los
crímenes comunistas en Europa, y, sin ser tan
dramáticos, los supuse exagerados; sin embargo,
269
puedo asegurar que la tragedia de Guatemala ha sido
mucho peor, aunque menos verosímil”.
“Los métodos criminales más crueles fueron
superados en Guatemala; hasta su mismo relato es
repugnante y su recuerdo debe ser permanente aviso
para los guatemaltecos y todos los hombres por
cualquier parte del mundo, allá donde puedan
asimilar estas lecciones, como la muestra de lo que
fue el comunismo en nuestra patria y lo que pudo y
puede ser aún, para cualquier nación que permita la
penetración roja"
“EI objeto de las torturas, además del
sadismo propio de los criminales fríos, era hacer
confesar a los patriotas, crímenes que jamás habían
cometido; obtener informaciones sobre planes del
coronel Castillo Armas y denuncias contra otros
inocentes que deseaban eliminar. Y para capturar a
los ciudadanos, sólo era necesario la palabra de algún
comunista; lo demás era rutina desplegada por los
verdugos asesinos".
“Las torturas consistían, en algunos casos, de
azotinas impías hasta hacer desfallecer a las
víctimas; luego eran arrojados los ciudadanos en una
celda con agua en el suelo, para que, desangrados y
fracturados, murieran lentamente… el agua contenía
substancias cáusticas para que la sed contribuyera a
martirizar; atados de pies y manos, tirados
literalmente en el suelo, intentaban humedecer los

270
labios y el contacto del agua cáustica les destruía con
terribles quemaduras".
"La pila llena de agua fue otro de los medios
para aplicar la crueldad; después de hacer las
preguntas consabidas, a las cuales se negaba a
contestar el torturado, era sumergido de cabeza entre
la pila y vuelto a sacar cuando daba muestras de
asfixia, tantas veces como resistía el hombre antes de
desmayar o morir… Este sistema se complementaba
con golpes terribles en la planta de los pies, que
repercutían con inimaginable dolor en el cerebro".
"Los que toleraban este castigo, después de
aplicarles respiración artificial para reanudar la
criminal tarea, y se negaban a “colaborar" con los
deseos de los jefes comunistas de la policía, sólo
conseguían exasperar a éstos, quienes ordenaban el
fusilamiento allí mismo, Por eso, en una de las
paredes que rodean la pila de los tormentos, se puede
apreciar aún huella profunda de centenares de
impactos producidos por las balas asesinas".
“Otra sección de la cámara de torturas
corresponde a “los colgados". Esta consiste en una
argolla pendiente de una viga, de la cual se
suspendían de los brazos, atados hacia abajo y por la
espalda, los patriotas que habían sido escogidos por
los jefes comunistas. En esa posición, uno de los
verdugos se abrazaba al cuerpo de aquellos infelices
y se colgaba de él hasta hacerlo desmayar por el
terrible dolor. Después eran sometidos a la prueba del

271
soplete, cuyo fuego se aplicaba a la planta los pies
para hacer marchar a las víctimas sobre el piso con
sal".
"Las torturas se llevaban a cabo por un grupo
"selecto" de 19 individuos, caracterizados por su
desnaturalizada condición, obedientes sólo a las
órdenes de Cruz Wer y Rosenberg, según confesión
de ellos mismos cuando recientemente los entrevisté
en la penitenciaría central. Los hombres doblegados
por el dolor fueron brutalmente golpeados mientras
se retorcían tirados al suelo, por los verdugos, que a
fuerza de puntapiés y azotes rompían las costillas a
sus víctimas".
"En una sección especial existe un enorme
horno de ladrillos y un bloque para hornillos sobre
los cuales hay una gran plancha de hierro; su sola
presencia eriza el pelo. Allí fueron conducidos
muchos patriotas para ofrecerles una muerte
horripilante. Los cadáveres de tantos ciudadanos
sacrificados eran extraídos del edificio de la policía
durante los “apagones" que, so pretexto de las
incursiones aéreas, hacían cada noche".
“En los campos y poblaciones pequeñas,
fueron más radicales. Algunos murieron después de
ser castrados, de cortarles las orejas o la lengua; otros
soportaron, antes de ser cadáveres, que les arrancaran
— literalmente — las uñas de los dedos con alicates;
a otros les cortaron los dedos por pedazos... Todo,

272
para que confesaran culpas que no tenían o para que
mencionaran nombres de anticomunistas".
"Grupos de 10 o más patriotas anticomunistas
fueron ametrallados en espantosas masacres llevadas
a cabo por militares al frente de la policía y al
servicio del comunismo; los cuerpos fueron lanzados
a la orilla de los caminos y sepultados días más tarde
en zanjas comunes. La mayor parte de estos
cadáveres estaban desnudos y con señales grotescas
de la saña empleada para producir los más terribles
sufrimientos”.
“La cuestión del comunismo en Guatemala
puede descomponerse en dos partes: las dulces
promesas fallidas y los hechos cometidos".
“No puede conceptuarse terminado el asunto;
pero hay una conclusión evidente: los que sufrieron
la peor parte, fueron aquellos que se opusieron a
aceptar la doctrina roja. Su repudio trajo a Guatemala
toda esta serie de atrocidades, las cuales quedarán
como demostración de lo peor de todos los tiempos,
si en otras partes del mundo se opone la resistencia
adecuada".
"Guatemala sufrió la experiencia en carne
viva. Guatemala debe ser el ejemplo para todas las
naciones que aún tienen la suerte de contener al
comunismo afuera de sus fronteras. Y el mundo
entero debe librarse, antes que sea muy tarde, de los

273
peligros que entraña esta corriente de promesas
falsas que se convierten en dolor y muerte".
“Esta lección de Guatemala debe ser
aprendida por todos los países donde se desea
impedir que se repita el crimen comunista. Es
imposible decir todo en una breve reseña; pero aquí
quedan algunos ejemplos de cómo trabajan y cómo
asesinan los comunistas”.
"Lo que sucedió en Guatemala pudo haber
ocurrido — y puede ocurrir todavía — en cualquier
otro país del continente”.
"Hay que estar alerta y defender a los pueblos
de semejantes crímenes, fortaleciendo cada día más
la democracia".
"Yo creo que los guatemaltecos nunca
olvidaremos los nombres de Cruz Wer y Jaime
Rosenberg. La herida inferida al pueblo es profunda,
indeleble. Y aunque ahora ellos disfrutan
cínicamente el producto de su barbarie en México,
donde fueron recibidos por otros camaradas
internacionales con fiestas y champagne, que
compran con dinero ensangrentado por el sacrificio
de patriotas, Guatemala y sus leyes jamás los
olvidarán".
Pero sabido es que “quién siembra vientos
cosecha tempestades…”

274
El gobierno de Árbenz advirtió, de pronto,
que sus bases manchadas de sangre se estremecían
como en un terremoto. Entonces, poniéndose
mascara de víctima inocente, vigorizó su campaña
publicitaria, tratando de despertar conmiseración
hacia Guatemala en las naciones de la América
Latina. ¡¡¡Según esa propaganda, una pequeña
democracia americana — nacionalista y pacifista —
estaba amenazada por enemigos poderosos!!!
Enemigos extranjeros que ya se acercaban a sus
puertas y que iban a destruir el orden, la libertad y la
paz.
Sin embargo, ese mismo gobierno había
protegido, estimulado y enriquecido a una legión de
hombres de otros países, que nunca pensaron en la
salud y consolidación de nuestra nacionalidad. El
Presidente Árbenz, a pesar de que tuvo el consejo
inteligente y oportuno de varios políticos notables,
quienes le hicieron ver sus muchos errores y le
señalaron el peligro de su desviación roja, se obstinó
en sovietizar a la patria, sin importarle que nuestra
débil economía sufriera un verdadero quebranto, ni
que la unidad nacional se fragmentara más que
nunca. En la propia ONU, sus delegados casi siempre
sostuvieron las ponencias de Rusia; en la ODECA
perdieron por completo el sentido centro
americanista que debía haberlos inspirado, y se
dedicaron a cuartear la naciente institución; en la
Décima Conferencia Interamericana hablaron y
actuaron como declarados enemigos del Continente.

275
La tempestad que al fin se cernía sobre la
tierra del quetzal no era sino la lógica consecuencia
de todos los errores políticos del Gobierno de
Árbenz.
A la hora de la "debacle" arbencista el
Presidente y la mayor parte de sus prosélitos sólo
pensaron en meter los brazos, hasta los codos, en las
arcas nacionales, tratando después de escapar al
extranjero con el fruto de sus rapiñas.
Esos robos — más los despilfarros y
malversaciones que tuvieron lugar en los años de
confusión y desgobierno — han dejado al país en un
grave estado de postración económica. Los
cuantiosos “negocios" realizados por algunos
dirigentes políticos, durante esa época, constituyen
un verdadero escándalo y pruebas hasta qué punto el
relajo de las costumbres y la falta de escrúpulos había
convertido a la patria en una especie de «campo de
caza y pesca", donde los amigotes del Presidente,
algunos protectores de los rojos y varios
“colaboracionistas", se enriquecían con los dineros y
los sudores del pueblo.
A riesgo de parecer importuno con mis
continuas citas, pero obligado a valerme de ellas por
la necesidad de buscar apoyo en documentos
fidedignos, copio un editorial de “Diario de Centro
América" del 16 de abril de 1955, titulado "Negocios
del Arbencismo". Ese editorial dice así:

276
"Nuestros lectores están enterados de la
noticia publicada en nuestra sección informativa,
sobre la emisión de bonos por la cantidad de
ochocientos mil quetzales que hubo de autorizar el
gobierno para el Instituto de Fomento de la
Producción, INFOP, a efecto de que pudiera nivelar
su presupuesto y quedara en condiciones de
continuar operando normalmente. Esta medida se
debió al estado en que dejaron a dicha institución los
negocios turbios efectuados por el expresidente
Árbenz y sus allegados, quienes utilizaron al INFOP
como instrumento de sus combinaciones
fraudulentas, haciendo que se les pagara el quintal de
algodón producido en sus fincas al precio de cuarenta
quetzales, en tanto que dicha institución bancaria no
podía venderlo más que a veintiocho quetzales el
quintal, lo que significaba una pérdida de doce
quetzales por cada cien libras de algodón”.
“Tales negocios de Árbenz dieron como
resultado que su gobierno dejara un déficit a la
nación por más de millón y medio de quetzales en el
INFOP, de acuerdo con los datos comprobados
oportunamente por el Ministerio de Economía,
después de haber examinado todo cuanto se
relacionaba con las compensaciones textiles".
“Lo más grave de este asunto es que debido a
la situación provocada por el fraude arbencista, el
sistema de compensaciones hubo de continuar
vigente hasta que pueda lograrse la liquidación del
déficit o hasta conseguir una solución satisfactoria de
277
tan grave y oneroso problema. En repetidas
ocasiones se ha comentado que dicho sistema no está
de acuerdo con las necesidades del pueblo ni
conviene a los intereses de la nación”.
“A este penoso caso nos ha llevado la
ambición de un gobernante inescrupuloso e
irresponsable que, sin preocuparse en lo más mínimo
por las consecuencias de sus ilícitos negocios,
continuaba extrayendo de aquella institución los
millones que, unidos a las fuertes cantidades
sustraídas en otras dependencias de la administración
pública, sirvieron para amasar la riqueza de quien se
dijo defensor de los derechos del pueblo y protector
de las clases necesitadas".
“Así era la protección que prestaban al
pueblo, y así las medidas de defensa para los pobres,
que decían practicar los organizadores del desastre
comunista en Guatemala. Los hechos y las
comprobaciones efectuadas han venido revelando
uno por uno los trucos infames empleados por los
falsarios para engatusar a los incautos, haciéndoles
creer en una causa reivindicadora para adormecer al
pueblo, mientras saqueaban las arcas de la nación y
realizaban pingües negocios para enriquecerse a
costa del sacrificio de todos los guatemaltecos".
“La situación que ha tenido que confrontar el
gobierno en el INFOP es uno de los muchos aspectos
que presenta la desastrosa cauda del comunismo en
todos los ramos de la administración pública, ya que

278
el objetivo principal de quienes detentaron el poder a
lo largo de los diez años que imperó el despotismo
rojo, fue el de amasar grandes fortunas obedeciendo
una consigna de saqueo y de pillaje, en tanto que
trataban de distraer la atención del pueblo,
ofreciendo programas de reivindicación social y
haciendo creer a los trabajadores en la defensa de sus
derechos y en el mejoramiento de las condiciones
propias de las clases menos favorecidas".
“Lo cierto es que mientras los líderes
engañaban a las masas y ofrecían realizar en
Guatemala un plan de acción social en favor de los
pobres, los dirigentes de la cosa pública, con Árbenz
a la cabeza, efectuaban sus pingües negocios
algodoneros, vaciaban las arcas nacionales y
depositaban los fondos del país en el exterior, para
asegurar el disfrute de las riquezas mal habidas, sin
importarles un comino que la economía nacional se
desarticulara y hundiera en la más difícil de las
situaciones, que el pueblo sufriera los efectos del
desastre económico, y que las instituciones como el
INFOP quedaran gravadas con un déficit cuantioso,
resultado de aquellas operaciones fraudulentas".
“La noticia servida por el Ministerio de
Hacienda y Crédito Público, y confirmada por la
Secretaría de Divulgación con relación al caso del
INFOP y a la emisión de bonos por la cantidad de
ochocientos mil quetzales, es harto expresiva y
reveladora de los sistemas y procedimientos
empleados por los funcionarios del régimen rojo que
279
traicionaron al pueblo y comprometieron la
seguridad del país, Únicamente para satisfacer
intereses personales y enriquecerse a costa de la
nación”.
A este artículo añado la información oficial,
ofrecida recientemente al público, con relación al
déficit dejado por el Gobierno de Árbenz.
“Con base en datos estadísticos procedentes
del Tribunal y Contraloría de Cuentas y con base en
los estudios que realiza el Ministerio de Hacienda y
Crédito Público, el gobierno ha dado a conocer hoy
las cuantiosas cifras que revelan el derroche fiscal
realizado durante los diez años de los gobiernos de
Arévalo y Árbenz. El déficit dejado por el sistema de
erogar cada año — con excepción de los de 1945/46
y 1946/47 — mucho más dinero que aquel que se
recaudaba llegó a arrojar un déficit de Q.
12,871,589.60 y el Ministerio de Hacienda, que
realiza el estudio de la deuda pública en todos sus
renglones, anticipa que la misma ascendía el 30 de
junio de 1954 a la crecida suma de Q.45,000,000.00".
“Esto quiere decir que la herencia negativa
que ha recibido el orden fiscal del actual gobierno de
la república no se reduce al déficit de casi trece
millones que registra el presupuesto, sino que se trata
de algo más grave. El Ministerio de Hacienda
informa que a partir de octubre próximo pasado
inició un laborioso estudio a fin de llegar a precisar
con toda exactitud y certeza el monto de la deuda

280
pública de Guatemala, y que con las cifras de que ya
dispone, y a reserva de los afinamientos a que dé
lugar dicho estudio, puede afirmar que la deuda
pública llega a los cuarenta y cinco millones de
quetzales mencionados anteriormente".
"Al dar esta noticia a la prensa la Secretaría
de Divulgación, Cultura y Turismo de la Presidencia
de la República comenta lo siguiente.”
“Este lastre que en la actualidad abruma al
erario guatemalteco es la obvia consecuencia de una
modalidad financiera de dos regímenes
gubernamentales en que las actividades políticas se
enseñorearon abusivamente de la administración
pública, imponiendo al curso de las funciones
oficiales exigencias tiránicas que condujeron al
desbarajuste fiscal a través de un despilfarro
incontenible; lo cual ocurría por cierto en una época
florida en que vientos de abundancia soplaban sobre
todos los sectores de la economía de la nación como
para que se aprovecharan en obras de perdurable
beneficio para las distintas regiones del país”.
“Seguidamente publicamos los cuadros
demostrativos del de troche fiscal de los anteriores
diez años".

281
Rentas Erogaciones
Superávit Déficit
Recaudadas Efectuadas
Total Q 448,785,360.48 Q 451,656,950.08 Q 12,871,589.60

1944/45 Q 16,979,620.51 Q 19,954,300.56 Q 3,074,680.05


1945/46 Q 29,393,399.16 Q 29,234,418.62 Q 158,980.54
1946/47 Q 40,536,147.13 Q 32,380,363.13 Q 8,135,784.00
1947/48 Q 39,631,046.28 Q 45,941,008.06 Q 6,309,961.78
1948/49 Q 47,592,793.33 Q 49,442,048.69 Q 1,849,255.36
1949/50 Q 42,813,140.28 Q 47,371,300.50 Q 4,558,160.22
1950/51 Q 47,436,119.75 Q 48,236,374.92 Q 800,255.17
1951/52 Q 57,414,939.25 Q 57,734,656.67 Q 319,717.42
1952/53 Q 61,511,052.29 Q 62,072,139.28 Q 561,086.99
1953/54 Q 65,577,102.50 Q 69,290,339.65 Q 3,713,237.15

En el cuadro anterior se pone de manifiesto


que, con excepción de los dos períodos fiscales
1945/46 y 1946/47, en que el presupuesto de ingresos
y egresos se conjugó con superávit (insólitamente
alto, por cierto, el del segundo de dichos períodos) en
los ocho restantes la política fiscal se condujo, de
manera que tuvo, por consecuencia de una
intemperancia de gastos, déficits indefectibles,
algunos de ellos bastante substanciosos. Como
resumen de tal conducta, el déficit neto exhibe una
totalidad de Q. 12,871,589.60 con todo y la
circunstancia de que de período en período el
Congreso de la República iba votando un
presupuesto de gastos cada vez más subido".

282
CAPITULO 21

CONSIDERACIONES PERSONALES
A grandes rasgos y sin profundizar
demasiado en los hechos — como algún día tendrá
que hacerlo el historiador profesional — he tratado
de relatar los tremendos sucesos que afligieron a mi
país durante los últimos años.
Si somos justos e imparciales al examinar
estos acontecimientos, forzoso nos será convenir en
que ciertos sectores de la clase adinerada — con su
lamentable indiferencia ante los graves problemas de
la clase obrera y ante la miseria de la clase campesina
— prepararon el clima propicio a la penetración del
comunismo en Guatemala.
Gobierno tras gobierno han pasado por
nuestra historia, sin preocuparse por encontrar los
verdaderos remedios para muchos de los antiguos
males. Se ha adulado a los gobernantes más allá del
humano decoro; se ha entorpecido el desarrollo de las
virtudes republicanas; se ha derrochado o robado el

283
dinero del pueblo; se ha hablado mucho de libertad
política pero muy poco de emancipación económica.
El culto a la democracia se ha manifestado, entre
nosotros, por una serie de símbolos que sólo tienen
razón de ser cuando están íntimamente ligados a la
vida real y cotidiana de los hombres y mujeres del
país, pero que se vuelvan vacíos y estériles si les falta
ese vital ligamiento: himno nacional, bandera patria,
escudo, desfiles, festejos conmemorativos, etc., etc.
Nada de eso tiene valor si detrás de esos símbolos
hay un pueblo desnutrido y analfabeta; una sociedad
todavía dividida en castas; una pobreza vergonzosa
sobre suelo tan rico; una agricultura primitiva; una
escuela deficiente; y, sobre todo, la actitud
acomodaticia de la clase privilegiada ante los que
vulneran los principios de la libertad o se muestran
indiferentes ante los interminables sufrimientos de la
gente pobre y desvalida.
Es comprensible que las clases desheredadas
de Guatemala, secularmente oprimidas, dieran oídos
al rojo canto de sirena que venía por el mar, desde la
lejana Rusia. También es explicable que determinada
parte de nuestra sufrida clase media — llena de
anhelos progresistas y no bien orientada en lo
político — fuera llevada al engaño por los espejismos
que contiene la doctrina de Marx.
Las democracias de Centro América son
todavía párvulas; por lo tanto, “hacer patria" es
multiplicar el pan, fortalecer la salud, divulgar la
instrucción, educar a las gentes, fomentar el amor al
284
suelo natal, capacitar a los ciudadanos Dara que
sostengan y defiendan sus derechos y para que sepan
cumplir sus obligaciones.
Ni siquiera las más avanzadas democracias
de la tierra pueden llamarse “perfectas". Lejos están
vivir — en la práctica — la hermosa plenitud del
anhelo hacia al cual se encaminan. Sin embargo —
hasta la fecha — la democracia es el mejor sistema
político-social que los hombres han disfrutado, desde
que el mundo es mundo.
El comunismo monta toda su fuerza sobre
soportes que son de acometividad declarada contra la
dignidad del hombre. El dogma, la violencia, el
cuerpo policíaco, la dictadura de un grupo dirigente
debilitan y aniquilan la libertad substancial del
individuo, transformado a la sociedad entera en un
rebaño anónimo y sometido.
Para los verdaderos marxistas las
instituciones representativas de la República, las
leyes tutelares, la libre manifestación de los
diferentes partidos, el sistema funcional de los
poderes del Estado, etc., etc., merecen la burla más
cruel y representan, para ellos, una modalidad
decadente, un sistema político-social que pronto va a
ser sustituido por “la dictadura del proletariado".
Los rojos prometen un venturoso mundo en
el cual — según sus declaraciones — no habrá
pobreza, injusticia ni explotación. Para llegar a ese

285
mundo atormentan y sangran a países enteros sin la
menor piedad, no vacilando en ensombrecer el
presente de los hombres por buscar un porvenir
hipotético, en vez de conjurar los males que
padecemos con métodos más factibles y menos
crueles y despóticos.
Probado está que en Rusia — después de más
de treinta años de revolución en favor de las masas
— hay mayor disparidad de ventajas entre unos
ciudadanos y otros, que la que prevalece en los países
“imperialistas" del mundo occidental.
Tras de la Cortina de Hierro la vida no es tan
fácil y agradable como lo creen o lo sueñan los
“comunistoides" centroamericanos. Hay ahora
referencias exactas sobre lo que viven y
experimentan los habitantes de Rusia y de sus países
satélites. Copiaré, textualmente, una de esas
referencias, para dar un sólo ejemplo. La tomo del
libro de Rafael Larco Herrera, titulado: “La Ultima
Carta de la Democracia": “Hasta los doce mil rublos
el impuesto progresa dulcemente, (en la Unión
Soviética). En los doce mil rublos la progresión se
detiene y el porcentaje se estabiliza en el 13%. En
consecuencia, actualmente en Rusia, el hombre que
gana seis mil rublos por año paga el 5% de su renta
y el que gana 60,000 (cerca de diez veces el salario
medio de los rusos) no paga sino el 12% o sea —
proporcionalmente — apenas el doble. El que gana
150,000 rublos — el caso existe — deja menos de
20,000 entre los dedos del Estado. Comparando esto
286
con la América del Norte, (el gran país capitalista)
allí el hombre que gana una docena de veces el
salario de un buen obrero especializado — o sea
50,000 dólares — paga de impuesto 25,668, esto es,
más de la mitad de su renta". La progresión en vez
de detenerse en un nivel dado se acelera hasta el fin.
Un gran productor de Hollywood y el presidente de
la General Motors no conservan sino 7 dólares cada
vez que ganan 100. Si estuvieran sometidos al
régimen fiscal soviético conservarían 87".
Ningún estudiante de sociología puede negar,
por novicio que sea en sus estudios, que sólo con el
auge de la burguesía en el mundo — es decir, cuando
llegó la era del capitalismo — las clases laborantes
pusieron en eficaz movimiento sus anhelos
reivindicadores, y que sólo entonces tuvieron origen
los primeros sindicatos modernos.
La fuerza de esos sindicatos — que se opone
a la explotación del hombre por el hombre — reside
en un proletariado numeroso, con plena conciencia
de los derechos de su clase.
La era del capitalismo — con su maquinaria
y su industria — originó el aumento del proletariado
y también un más cabal sentido de unidad defensiva
de los hombres que lo forman. Este sentido de
defensa colectiva — esta conciencia de clase — es
parte, de la natural evolución de la democracia y de
las conquistas obreras que trae consigo el bien
entendido ejercicio de ella. Por esa razón, en las más

287
avanzadas democracias del mundo — los Estados
Unidos, por ejemplo — la clase obrera se ha
convertido en un sector próspero y feliz, hasta donde
es dable serlo.
En naciones cuyos ingresos provienen en su
mayor parte de los renglones agrícolas — como la
nuestra — y en las cuales se lleva a cabo la mayor
parte de los cultivos en forma primitiva, es urgente
que la transformación económica del país se inicie
tan más pronto como sea posible.
La República de Guatemala necesita liberarse
de la economía de tipo semi-feudal que en ella
prevalece, pues la campaña desarrollada contra esa
economía durante los últimos diez años fue más que
todo verbal y no de resultados prácticos. Se debe
iniciar, con orden e inteligencia, la economía de tipo
capitalista. Lo primero que se tiene que hacer es
romper el arcaico sistema de los trabajos de campo,
adoptando nuevas técnicas agrícolas, nuevos
cultivos, y la maquinaria moderna correspondiente.
Hecho eso, debe iniciarse en nuestra República el
movimiento industrial. Se entiende, por supuesto,
que nuestras industrias no han de ser las pesadas y
voluminosas de los grandes centros fabriles, sino las
pequeñas e imprescindibles, que Guatemala necesita
para abastecerse a sí misma.
Es importante que el capital nativo
comprenda la misión que le corresponde — dentro
del marco de la democracia nacional — a fin de que

288
coopere con los gobiernos y con todo el pueblo en la
emancipación económica de Guatemala,
promoviendo riqueza y avance utilitario, asegurando
la producción interna y los mercados de consumo,
tratando de liberar a la patria de la sujeción a los
mercados extranjeros, aumentando los ingresos
fiscales, mejorando los salarios de los trabajadores y
consiguiendo, para su propio provecho, ganancias
equitativas.
Desde luego, que al hacer estas
consideraciones no me refiero al capitalismo
anacrónico, que no busca más que la seguridad y el
aumento de sus propios bienes, y que ha sido el
causante de la explotación y el sufrimiento de nuestro
pueblo. Hago alusión al capitalismo de tipo nuevo.
Ese capitalismo — el que acabo de citar — debe ser
ampliamente protegido por los gobiernos mientras se
ciña — al pie de la letra — a los postulados y a las
leyes que los mismos gobiernos formulen en favor de
los trabajadores.
Recordando — según lo expliqué
anteriormente — que los sindicatos sólo pueden
alcanzar provechosa plenitud cuando el capitalismo
ha logrado su completo desarrollo, las autoridades
deben velar porque las relaciones entre patronos y
obreros se realicen armoniosamente, dentro de las
leyes tutelares. Derechos y deberes de unos y otros
tienen que cumplirse a cabalidad, a fin de obtener una
riqueza estable, con legítimos beneficios para ambas
partes.
289
Estando constituida la población de
Guatemala por. una mayoría de hombres y mujeres
de pura raza indígena, que generalmente son
analfabetas y que viven al margen del movimiento de
avance cultural desarrollado por los ladinos, es
importantísimo que todo guatemalteco consciente de
lo que debe a ser la patria comprenda la gravedad del
problema que entraña para la nación esta numerosa
masa humana, que no sale aún de su pasado huraño
y resentido, y que todavía no asimila las ideas
elementales de la civilización moderna.
La República de Guatemala no tendrá
derecho a llamarse país culto y democrático mientras
esos indios ignoren el castellano, vivan en chozas de
lodo y paja, lleven sobre sus espaldas pesos que
corresponden a bestias de carga, ingieran hasta
embrutecerse y degenerarse el alcohol fabricado por
los ladinos, estén tan mal alimentados y sigan
creyendo en las supersticiones y errores de su
gentilidad.
Comprensible y hasta lógico me parece que
los gobiernos dictatoriales, de tipo individualista, se
hayan preocupado tan poco de los “naturales" ya que
siempre resultará mucho más fácil para los autócratas
gobernar a masas ignorantes y faltas de civismo que
a sociedades constituidas por hombres libres y
conocedores de lo que son sus deberes y derechos;
pero lo que me parece un índice revelador de la
demagogia comunistoide es el estado miserable en

290
que se encontraba — como pude comprobarlo — la
mayor parte de los indios guatemaltecos.
El gobierno de Árbenz, que a cada instante
pregonaba los avances democráticos de “la nueva
Guatemala", nada hizo en favor de las dos terceras
partes de la población de esta República. Como
prueba de lo que digo, ahí quedaron los indios, quizás
más pobres y desamparados que antes del “gran
experimento arbencista".
La decantada Reforma Agraria, que pudo
haber beneficiado a un gran sector de la clase
campesina, se implantó más que todo, con fines
políticos e interesados, desequilibrando por
completo la economía del país, al que dejó extenuado
e incapaz de cubrir sus propias necesidades.
Los pequeños propietarios del agro fueron los
que más sufrieron por las expropiaciones de terrenos,
puesto que esa Reforma se llevó a cabo con lujo de
demagogia, sirviendo más que todo para satisfacer
venganzas personales, ambiciones de grupos adictos
al régimen, o para ocasionar molestias a los
opositores al gobierno. En cambio, los latifundistas
lograron algunas veces salir del mal paso, mediante
el conocido sistema de “mordidas".
Las grandes extensiones de tierras cultivables
que posee Guatemala debieron haber sido las
elegidas para la parcelación y entrega a las gentes
que las necesitaban; también el gobierno pudo haber

291
comprado, a justo precio, propiedades de particulares
que permanecían sin cultivo, llevando a cabo la
Reforma por medio de leyes que al mismo tiempo
que hubieran ayudado a los desheredados habrían
defendido la economía del país. Además, hubiera
sido necesario proteger adecuadamente la posesión y
producción de las tierras distribuidas, de acuerdo con
un plan de ayuda técnica, mecánica y financiera, de
bases sencillas y factibles, y no de mera propaganda.
Después del gran desastre comunista es
imperativo que el país trate de reconquistar lo
perdido y que se establezca un ambiente que atraiga
al capital, proporcionándole seguridades e
infundiéndole confianza en los negocios. Se debería
mejorar, con perfecto conocimiento de la materia, el
sistema crediticio, a fin de que llene debidamente su
cometido, y se establezca una armonía constructiva
entre los diversos elementos de la producción
nacional. De acuerdo con los propósitos de la
economía moderna ese sistema, ampliado y
mejorado, ayudaría a crear nuevas industrias, a
ensanchar el comercio y a mejorar la agricultura.
Las granjas colectivas, basadas en sistema
cooperativo — que es esencialmente democrático —
deben merecer especial atención del Estado. Al
mismo tiempo es importantísimo prestar apoyo a los
cultivos de exportación que ya existen y tratar de que
se produzcan en nuestro suelo materias primas para
nuevas industrias. Un país monocultivista vive
siempre al margen del desastre, pues su economía se
292
apoya en una producción exclusiva, que está sujeta a
los cambios meteorológicos, a la oferta y la demanda,
y a las alzas y bajas de precio. Es de vital urgencia
interesar a los agricultores en el cultivo mecanizado
del maíz y del frijol, lo mismo que en la industria del
algodón y la cría del ganado ovejuno y bovino, con
métodos más modernos.
En cuanto a los consorcios extranjeros — que
en nuestro suelo prosperan y se vuelven poderosos
— es obligación de los guatemaltecos defender a la
nación de sus abusos, revisando los contratos que con
ellos firmaron gobiernos irresponsables y sin
escrúpulos, a fin de exigir — de aquí en adelante —
que se respeten más los derechos de la República y
se nos concedan ganancias que estén de acuerdo con
el monto de las operaciones comerciales que ellos
llevan a cabo en nuestro territorio. Esa sería la
manera más práctica de defendernos contra las
empresas capitalistas, por lo menos en este aspecto y
de hacernos respetar por los inversionistas de otros
países.
A mi juicio, los liberales de Centro América
son los llamados a orientar el destino de estas
Repúblicas por derroteros de una bien entendida
democracia, pues ellos son, en verdad, los legítimos
herederos de los grandes ideales americanistas. Para
que puedan cumplir una misión tan importante y
difícil es necesario que despierten y evolucionen, y
que se pongan de acuerdo con la época y con el nuevo
espíritu de la humanidad libre.
293
Muchos de esos liberales han sacrificado sus
vidas y sus bienes en desesperada lucha contra las
dictaduras, que han sido tan frecuentes en el Istmo.
Sin embargo, algunos de ellos han cometido —
últimamente — este grave error: cuando han tenido
que abandonar sus propias patrias, porque se oponían
a un tirano, han creído justo, oportuno y provechoso
unirse a grupos de extrema izquierda, a fin de
continuar la lucha fuera de su país; a esos grupos que,
validos de astucias y malas artes, capitalizan en
beneficio de su propia causa las legítimas rebeldías y
los nobles anhelos de los verdaderos patriotas. Así es
como, el sentimiento nacionalista y el amor a la
libertad de la mejor gente de estas tierras se ha
desviado — con frecuencia — de su verdadero fin, y
se ha empleado en una contienda que no pertenece a
nuestra América. Por causa parecida, la revolución
del 20 de octubre se malogró totalmente en
Guatemala, y en España fue desvirtuado y anulado el
hermoso impulso de los republicanos españoles.
Muy conveniente sería que el Gobierno de los
Estados Unidos de Norte América comprendiera al
fin que, mientras haya en la América Latina
dictadores que mantienen en sus "ínsulas" gobiernos
de fuerza y que están dispuestos a pactar — en forma
onerosa — con los consorcios extranjeros que
ambicionan explotarnos, no habrá en este Continente
una concordia integral y duradera. Si Washington
desea el respaldo total de nuestros pueblos — a la
hora de un conflicto decisivo — es urgente que sus

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relaciones con los dictadores indo-españoles no se
vuelvan demasiado cordiales. Extremas derechas y
extremas izquierdas tienen mucho de común, bajo
sus distintas apariencias; esto no debe olvidarse
nunca.
A nosotros — los centroamericanos de hoy, a
los hijos de toda la América — nos corresponde
luchar contra totalitarismos azules o rojos,
nacionales e internacionales, según el verdadero
espíritu del Nuevo Mundo. Ardua es la tarea, pero
tenemos que cumplirla.
“La democracia, — escribe un ensayista
sudamericano —, ha permitido en un largo lapso, que
la iniciativa individual se manifieste sirviendo la
causa de un mundo donde el progreso material
marcha al mismo paso que el progreso espiritual. La
democracia se ha distinguido porque no cuenta con
fanáticos ni sectarios. Todo aquel que toma la
democracia en este sentido no es un demócrata, y
donde quiera le digan a uno que existen multitudes
que levantan el brazo saludando a su caudillo o a su
líder a paso militar, como lo hacían los partidarios de
Hitler y Mussolini, (y yo digo de Stalin) esas
multitudes no pueden ser colectividades
democráticas; porque la democracia no exige ídolos
humanos ni dioses de carne y hueso, que reclaman un
culto incondicional, desde que tal sumisión se
considera — en la vida democrática — degradación
moral y cívica. El servilismo que toma como modelo
a los famosos carneros de Panurgo, no cabe en una
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democracia donde se adjudica el ser útil a sí mismo
y a los demás en igual medida, muy lejos de las
etapas prehistóricas en que el hombre desconocía su
valor como ente apto para regir su propio destino,
considerándose al mismo nivel que las especies
inferiores".
A la hora presente, ya se advierte una
conciencia social panamericana, que está tomando
incremento en este hemisferio, cada día más y más.
De norte a sur y de sur a norte los pueblos presienten
que su destino está unificado y que el futuro del
mundo va a ser conquistado por ellos.
Sepamos ser dignos de ese grandioso destino:
salvemos los principios de la libertad del hombre y
tengamos valor para reconocer nuestros muchos
errores y corregirlos prontamente. Ya uno de los más
grandes hombres de Centro América, Francisco
Morazán, lo dijo hace un siglo, con estas claras y
definitivas palabras:
“Estamos comprometidos en una gran
empresa: la construcción de una gran alianza de
hombres libres, para el bienestar humano y seguridad
mutua. Con el éxito ya logrado podemos tener fe en
que las naciones libres, colaborando juntas, puedan
construir la fuerza necesaria y la estabilidad
indispensable para encarar la agresión exterior y la
subversión interna".
Guatemala, 16 de junio de 1955.

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