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SOBRE LOS ERRORES AL MENCIONAR LOS LIBROS DE LA PALABRE DE DIOS

Desde mi temprana conversión (hace casi 20 años), he oído a pastores, maestros, predicadores y
hermanos llamar en forma errónea los diferentes libros de la Biblia, tanto en reuniones de asamblea,
de estudio e informales y hasta en conocidas radios cristianas, donde hermanos de buena reputación
que hasta tienen doctorados, cometen los mismos errores.
Es verdad que estos mínimos descuidos no afectan en si la sana doctrina, pero no es menos cierto
que somos llamados a ser perfectos, como nuestro Padre celestial es perfecto. (Mateo 5:48) y en el
caso de los hermanos que tienen la responsabilidad y quizás el don de instruir a otros deberían
considerar que “a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que
mucho se le haya confiado, más se le pedirá” (Lucas 12:48) procurando también ser fieles en lo
poco porque el que es fiel en lo poco, sobre mucho se lo pondrá. (Mateo 5: 21)
Por lo tanto no seamos a partir de ahora nosotros también “agentes de transmisión de errores”
Digamos primer libro de Samuel o primero Samuel en lugar de “primera Samuel” porque el libro de
Samuel no es una carta.
Del mismo modo con los Libros de los Reyes y de las Crónicas, llamándole primer o primero y
segundo en vez de segunda, para no decir ”primera de Reyes”, “segunda de Crónicas” etc.
Ya en el Nuevo testamento los errores comienzan bien en el principio al decir “Evangelio de” en lugar
“Evangelio según”.
El Evangelio o buena noticia es el Señor Jesús, y su vida, ministerio, muerte y resurrección, fueron
relatados por cuatro evangelistas diferentes. Por lo tanto corresponde decir: Evangelio según Mateo,
según Marcos, según Lucas y según Juan ya que sus libros son “La Buena Nueva del Salvador según
lo escribió, inspirado por el Espíritu Sano, cada uno de ellos)
Tampoco es del todo acertado agregarle el prefijo San solamente a los Evangelistas y Apóstoles, ya
que todos los que fuimos salvados y limpiados por la preciosa Sangre del Señor Jesucristo, fuimos
hechos santos (es decir “apartados”) para Dios y aunque los hermanos Apóstoles y Evangelistas
fueron muy importantes para Dios, posicionalmente, tienen la misma santidad que el resto de los
hijos de Dios, aunque seguro vivieron una vida de santidad (es decir de separación) mayor al resto.
Si vamos a decir San Juan, deberíamos también decir: san Timoteo, san Tito, san Filemón etc.
En el caso de las epístolas a los Corintios es usual oír “primera de Corintios”, pero la carta fue escrita
a ellos y no por ellos. La misma le pertenece al Apóstol Pablo.
Luego lo correcto es decir Primer/a epístola a los Corintios (o en su forma abreviada: primera a
Corintios o simplemente primera Corintios, pero jamás de Corintios.
De igual modo debe hacerse con la segunda epístola.
El próximo error de este estilo se da con la primer y segunda epístola a los Tesalonicenses, donde se
suele decir erróneamente: Primera o Segunda de Tesalonicenses en lugar de a los Tesalonicenses
o en su forma abreviada “Primera/segunda Tesalonicenses” lo cual no estaría mal.
Del mismo modo ocurre con la primer y segunda carta pastoral a Timoteo, la cual fue escrita por Pablo
y deberíamos llamarla: Primer epístola a Timoteo o Primera Timoteo en lugar de
Primera de Timoteo. Y lo mismo con la segunda.
Al llegar a las epístolas universales de Pedro, en lugar de decir como correspondería “Primera
(segunda, etc.) de Pedro, le quitamos la preposición de diciendo “Primera Pedro” lo cual no está mal
en sí, pero estaría mejor si dijésemos como corresponde “Primera epístola de Pedro” o en forma
abreviada “Primera de Pedro”.
Lo mismo ocurre con las cartas del Apóstol Juan con las cuales cometemos los mismos errores que
con las de Pedro.
Esta costumbre de nombrar con errores los libros de la Biblia, arraigada en nosotros desde siempre,
no va a ser sencilla de cambiar y aunque nos propongamos comenzar a llamarlos correctamente,
muchas veces nos vamos a equivocar, pero si somos fieles y perseveramos en los poco, no le
transmitiremos a las futuras generaciones, los mismos errores que los hermanos que nos
precedieron nos legaron a nosotros, y de eso se trata, de ir mejorando cada día y ser
perfeccionados, para la edificación del cuerpo de Cristo. (Efesios 4:12)
Dios tenga misericordia de nosotros, y nos bendiga; (Sal 67:1)
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