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Visita Del Facultativo
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Biografía de un doctor
El doctor no es en realidad lo que se llama un doctor y casi no practica
profesionalmente. Se mueve más bien en los márgenes de la medicina
oficial, pese al indudable prestigio de que goza en ciertos círculos ligados
a la new age y las nuevas terapias, más o menos marginales. En el
pasado estudió y trabajó con el famoso Naranjo y con el doctor Ramos,
que se fue al exilio y se quedó a las finales en Italia, con un reducido
grupo de familiares y amigos, y que es uno de los pocos facultativos
chilenos versados en las novísimas ciencias de la complejidad y el caos,
de la aplicación de la teoría de los cuantos a las ciencias humanas. El
doctor sigue estas ideas, con algunos de cuyos cultores en Estados
Unidos y Canadá mantiene una activa correspondencia electrónica.
Tiene estudios en universidades europeas y conoce bastante de técnicas
hipnóticas. Su formación temprana fue católica, la familia que le queda
sigue siendo profundamente religiosa. Algunos casos inusuales y
reiterados de afecciones mentales en el seno de su familia que se venían
repitiendo de generación en generación lo decidieron a trabajar en
psiquiatría y fue entonces que partió a diversas partes del mundo,
gastando buena parte del capital de la familia, medianamente
acomodada, sobre todo la herencia de unos tíos que vivían en el
extranjero. No tiene otros hermanos vivos y pese a su edad todavía no se
ha casado ni ha tenido una relación duradera, habiendo dedicado
prácticamente su vida entera al estudio. Cree haber llegado a obtener un
conocimiento profundo de la psiquis humana. En sus escasos artículos
publicados insinúa el carácter objetivo (podría decirse ontológico) del
origen de ciertos trastornos mentales. Lo que es un escándalo
cognoscitivo en esta época en que lo que prima es la determinación
genética de casi todas las condiciones y estados humanos. Pero según
él, algunas psicosis y neurosis son resultado de problemas de tipo
personal, de situaciones determinadas, lo que hace que esas teorías
retomen un poco al papel determinante que tendría el medio ambiente en
algunas condiciones de afección mental, como pensaba Laing respecto a
la esquizofrenia. etc., que no provendrían de predisposiciones genéticas,
como es la norma pensar ahora.
No había nada más que discutir. Felipe H sacaba entonces unas hojas
escritas a máquina llenas de tachaduras y borrones y como era flaco y no
gritaba mucho las pasaba humildemente de mano en mano y eran
cuentos o poesías y los demás se reían su poco pero no con mala
intención y las chiquillas se ponían un poco coloradas. Se le daba
siempre la palabra como de común acuerdo, pero siempre se iba por las
ramas, por las cosas chicas; lo que pensaría cada persona, lo que podía
pasar en cada situación concreta. A nosotros nos gustaba ir al grano y
cortar los quesos de golpe. Meterse en la cabeza de cada viejo o cada
señora era cuento de nunca acabar. Pero en todo caso era mejor que el
otro maestro de anteojos, que quería sacar documentos y discutir las
bases teóricas de cada peo que nos tirábamos. Claro que no se le podía
negar su formación política, aunque nunca se dignaba pegar un afiche.
Pero tampoco se lo paraba y las finales las más de las veces se hacía lo
que decía él. Pero todo resultaba mejor cuando lo decía el Juaco, que
era medio viejón, que chupaba el cigarro, escupía unos hilos de tabaco
baboso y empezaba a hablar despacito, casi al final de la reunión, y uno
sentía que tenía razón porque sí, porque era el Juaco. Cuando hablaba
el universitario nadie decía nada, porque tenía razón, estaba claro, pero
como que no calentaba. Entonces el Juaco levantaba el índice nicotinoso
y esperaba un rato y empezaba «Lo que quiere decir el compañero…» y
recién entonces la cosa importaba. Era como si comenzáramos a verlo
todo. No estar de acuerdo hubiera sido como decirle que no a una
película, al mono de una revista. Todo aparecía tan clarito. El Juaco se
perdió al comienzo. El poeta me mandó un afiche de Amsterdam. Desde
que me echaron de la pega he andado al tres y al cuatro y entre esto y lo
de más allá no me queda tiempo para la política.