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MI PROPIA VIDA SE SANA Y LIBERA EN LA MISION

Motivación 7: El ojo del avaro nunca está contento con su suerte. La avaricia seca el
alma (Eclo 14, 9).

Cuando una persona vive pendiente sólo de su bienestar, termina llenándose de


nerviosismos y de insatisfacción. Si el ideal de su vida sólo es liberarse de los
problemas y vivir sin dificultades, entonces vivirá a la defensiva, con un temor
permanente de que aparezca algún contratiempo. Pero así no se puede vivir con
alegría y paz.
Al contrario, cuando una persona se preocupa sobre todo por hacer el bien, por
anunciar a Cristo, por ayudar a los otros a vivir mejor, entonces sus problemas no le
parecen tan grandes, sus dificultades no le provocan tanta angustia, sus
insatisfacciones le parecen menos importantes.
Por eso, ser misioneros es la mejor manera de sanarse de muchas perturbaciones
interiores, y también de muchos problemas físicos que se producen por la tensión
interior: “¿No será más bien este el ayuno que yo quiero: desatar los lazos de maldad,
romper las cadenas del esclavo, dar la libertad a los quebrantados, y arrancar todo
peso? ¿No será partir tu pan con el hambriento y recibir en tu casa a los pobre sin
hogar? ¿No será que cuando veas a un desnudo lo cubras, y de tu semejante no te
apartes? Entonces brillará tu luz como la aurora y rápidamente se curará tu herida” (Is
58, 68).
Ser misioneros es algo sanador y liberador para nosotros mismos, porque “la vida se
debilita en el aislamiento y la comodidad [...] Un cuidado enfermizo de la propia vida
atenta contra la calidad humana y cristiana de esa misma vida” (DA, 360).
Lo mismo vale para cualquier comunidad. Una comunidad enferma no se sana si no
acepta volverse misionera, con todas las consecuencias que esto tiene. Al contrario,
una persona o una comunidad que se encierra en el egoísmo o en la comodidad, se
enferma cada vez más. Porque, como dice el Papa Francisco, “se desarrolla la
psicología de la tumba, que poco a poco convierte a los cristianos en momias de
museo” (EG 83), y los cristianos se enferman de negatividad, como “pesimistas
quejosos y desencantados con cara de vinagre” (EG 85).

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