Está en la página 1de 24

Suscríbete a DeepL Pro para poder traducir archivos de mayor tamaño. Más información disponible en .

Recibido: 16 de septiembre de 2015 | Revisado: 29 de abril de 2016 | Aceptado: 8 de junio de 2016


DOI: 10.1002/brb3.527

REVISIÓN

Caracterización del deterioro neurocognitivo en jóvenes con


depresión mayor: ¿estado, rasgo o cicatriz?

Kelly Allott1,2 | Caroline A. Fisher3,4 | Gunther Paul Amminger1,2 | Joanne Goodall1 |


Sarah Hetrick1,2

1Orygen, Centro Nacional de Excelencia en


Salud Mental Juvenil, Parkville, Victoria, Resumen
Australia
2The
Antecedentes: El trastorno depresivo mayor (TDM) afecta a una cuarta parte de los
Centre for Youth Mental Health, The
University of Melbourne, Parkville, Victoria, adolescentes y adultos jóvenes y se asocia con la mayor carga global de enfermedad en esta
Australia
población. Cada vez hay más estudios, sobre todo en adultos, que demuestran que los
3TheMelbourne Clinic, Richmond,
Melbourne, Australia
trastornos neurocognitivos significativos son comunes en el TDM. Aún no está claro si estas
4RoyalMelbourne Hospital, Parkville, deficiencias son marcadores de rasgos preexistentes del TDM, deficiencias relacionadas con
Melbourne, Australia el estado que fluctúan con los síntomas depresivos o deficiencias "cicatriciales" que
empeoran con la progresión de la enfermedad.
Correspondencia
Kelly Allott, Orygen, Centro Nacional de
El objetivo de este estudio es proporcionar un marco conceptual para comprender el TDM y
Excelencia en Salud Mental Juvenil,
Parkville, Victoria, Australia. el deterioro neurocognitivo en la adolescencia y la edad adulta joven (12-25 años).
Correo electrónico: kelly.allott@orygen.org.au
Método: Se examinó la evidencia de déficits neurocognitivos como rasgo, estado y rasgo
cicatricial del MDD según diferentes diseños de estudio (estudios familiares, estudios
premórbidos, depresión actual, depresión remitida y estudios longitudinales con evaluación
repetida).
Resultados: Los pocos estudios premórbidos y familiares realizados en jóvenes aportan
pruebas equívocas de la existencia de alteraciones neurocognitivas como marcadores de
rasgo del TDM. La presencia de deterioro neurocognitivo basado en el estado sigue sin estar
clara, ya que las pruebas proceden principalmente de estudios transversales. Existe un
número limitado, aunque creciente, de estudios longitudinales con evaluaciones
neurocognitivas repetidas en jóvenes. Los estudios que examinaron la neurocognición antes
de la aparición del TDM y con un seguimiento a largo plazo aportan pruebas concluyentes
de la existencia de cicatrices neurocognitivas.
Conclusiones: El deterioro neurocognitivo es una característica del TDM en adolescentes
y adultos jóvenes. Para comprender mejor la naturaleza, el momento y el patrón del
deterioro, se necesitan estudios longitudinales que examinen la neurocognición antes y
después del desarrollo del MDD de umbral completo, incluso después de la recurrencia.
Este conocimiento tendrá importantes implicaciones para los mecanismos, la prevención y el
tratamiento del TDM en los jóvenes.

PALABRASCLAVE
adolescencia, cognición, déficits, intervención temprana, trastorno depresivo mayor,
neuropsicológico, edad adulta temprana, juventud

Este es un artículo de acceso abierto bajo los términos de la Licencia de Atribución Creative Commons, que permite su uso, distribución y reproducción en cualquier medio,
siempre que se cite adecuadamente el trabajo original.
Cerebro y comportamiento 2016; 6: e00527 wileyonlinelibrary. com/brb3© 2016 Los autores. Cerebro y
Comportamiento | 1
publicado por Wiley Periodicals, Inc.
e00527 (2 de 24) | ALLOTT ET AL.

con un peor funcionamiento social y vocacional y una mayor dis- capacidad


1 | INTRODUCCIÓN
en adultos (Baune et al., 2010; Jaeger, Berns, Uzelac, & Davis- Conway,
2006; Woo et al., 2016), así como en jóvenes (Lee et al., 2013) con MDD.
El trastorno depresivo mayor (TDM) es un trastorno psiquiátrico común,
que alcanza su pico de aparición durante la adolescencia y la edad adulta
temprana (Kessler et al., 2005). A la edad de 19 años, hasta uno de
cada cuatro jóvenes en los países occidentales habrá experimentado un
episodio depresivo mayor (Australian Institute of Health and Welfare,
2011; Fergusson, Boden, & Horwood, 2007; Lewinsohn, Rohde, & Seeley,
1998; Rohde et al., 2013). La adolescencia y la edad adulta temprana
representan un período crítico debido a los dinámicos procesos
neurológicos y neurocognitivos que ocurren durante esta fase de la vida
(Casey, Getz y Galvan, 2008; Giedd, 2004; Paus, Keshavan y Giedd,
2008) y porque la formación y el mantenimiento de las relaciones sociales e
íntimas y los logros educativos y profesionales están en primer plano. La
depresión mayor tiende a ser recurrente, sobre todo en las personas
jóvenes (Birmaher et al., 2004; Fombonne et al., 2001). Con cada episodio
que se experimenta aumenta el riesgo de recurrencia (Lewinsohn et al.,
2000; Solomon et al., 2000). En el transcurso de episodios repetidos
también se produce un patrón de empeoramiento (Kessing, Hansen y
Andersen, 2004), con una recurrencia más frecuente, mayor gravedad y
más resistencia a los tratamientos inicialmente eficaces (Kendler, Thornton
y Gardner, 2000). Además, el MDD confiere un riesgo significativo de
ideación suicida, intentos de suicidio y suicidio consumado (Cash &
Bridge, 2009; Foley, Goldston, Costello, & Angold, 2006; Harrington et
al., 1994; Rao, Weissman, Martin, & Hammond, 1993; Weissman et al.,
1999). Por lo tanto, la aparición del TDM durante la adolescencia/adultez
temprana no sólo es perturbadora y potencialmente mortal, sino que, si no
se trata adecuadamente, puede asociarse a un deterioro y discapacidad de
por vida (Fergusson y Woodward, 2002; Fergusson et al., 2007; Weissman
et al., 1999). De hecho, debido a la marcada prevalencia y al impacto del
MDD, representa la mayor carga mundial de enfermedad en adultos
jóvenes (Gore et al., 2011) y la Organización Mundial de la Salud (OMS)
prevé que sea la principal causa de discapacidad a nivel mundial en 2030
(Mathers, Fat y Boerma, 2008). Por lo tanto, la identificación de
marcadores de riesgo, la progresión de la enfermedad y las barreras para la
recuperación, y la adaptación de las intervenciones basadas en la evidencia
de acuerdo con la presentación clínica son fundamentales para una
intervención temprana eficaz en el MDD.
Las alteraciones neurocognitivas, como la falta de concentración y
memoria, la disminución de la velocidad de procesamiento de la
información y las dificultades para organizar el pensamiento (es decir, la
disfunción ejecutiva), son una característica central de muchos trastornos
psiquiátricos, incluido el TDM (Millan et al., 2012). Los estudios
empíricos sobre neurocognición en el TDM han aumentado constantemente
en las últimas décadas y han proporcionado pruebas sólidas de deficiencias
neurocognitivas generalizadas en muestras de TDM en relación con
controles sanos (Douglas y Porter, 2009; Rock, Roiser, Riedel y Blackwell,
2014). Las alteraciones neurocognitivas en el MDD se han asociado tanto
con una peor respuesta al tratamiento (Bruder et al., 2014; Gallagher et al.,
2007; Gordon et al., 2015; Potter et al., 2004) como
ALLOTT ET AL. | (3 de 24) e00527

Más recientemente, el campo se ha orientado hacia la diferenciarlos.


investigación de la naturaleza y los mecanismos precisos del deterioro
neurocognitivo en el TDM, en particular a la luz de la posible
2.1 | Deterioro neurocognitivo rasgo
naturaleza progresiva de la enfermedad (Hasselbalch, Knorr y Kessing,
2011). En concreto, una cuestión importante es si las deficiencias Para que una característica se considere un posible rasgo o marcador de
neurocognitivas en el TDM son marcadores de rasgo/vulnerabilidad riesgo, debe estar claramente asociada a la enfermedad en cuestión (es
preexistentes, deficiencias relacionadas con el estado que fluctúan con los decir, predecir una aparición más tardía de la enfermedad), pero también
síntomas depresivos, y/o deficiencias "cicatrizales" que permanecen ser independiente del estado clínico. En concreto, debe ser un rasgo
durante los periodos de remisión y empeoran con la progresión de la persistente estable que sea detectable
enfermedad. Es esencial comprender la naturaleza y el origen de los
trastornos neurocognitivos en el TDM, ya que esto permitirá avanzar en
las teorías etiológicas actuales y orientar las estrategias específicas de
prevención o intervención que podrían utilizarse (Allott et al., 2013). El
objetivo de este estudio es proporcionar un marco conceptual para
entender el deterioro neurocognitivo en el TDM y examinar las pruebas
actuales de los déficits neurocognitivos como rasgos, estados y/o
cicatrices del TDM. Los hallazgos y la discusión se organizarán según
los diversos diseños de estudio que informan las hipótesis de rasgo, estado
y/o cicatriz del deterioro neurocognitivo. Se prestará especial atención a
los estudios sobre la adolescencia y la edad adulta temprana (definida
entre los 12 y los 25 años) por dos razones. En primer lugar, se trata de
un periodo de la vida altamente vulnerable y de riesgo para la primera
aparición del TDM. En segundo lugar, los datos recogidos en la juventud
están menos confusos por factores asociados con el TDM crónico que
pueden afectar a la función neurocognitiva, como el uso prolongado
de medicación y polifarmacia, el consumo de sustancias u otras
comorbilidades psiquiátricas, hospitalizaciones, terapia
electroconvulsiva, etc. No obstante, dada la naturaleza emergente de este
campo en cohortes de jóvenes, también se incluirán revisiones
publicadas de estudios en adultos como punto de comparación y cuando
falten hallazgos en jóvenes. Esto no pretende ser una revisión
sistemática de la literatura sobre neurocognición en el TDM, que está
más allá del alcance de este estudio. El objetivo general es avanzar en
las teorías actuales sobre el origen y la evolución del deterioro
neurocognitivo en el TDM juvenil. También se espera que este estudio
proporcione orientación en cuanto a las áreas para futuras investigaciones
sobre la neurocognición en el TDM juvenil.

2 | MARCO CONCEPTUAL Y DE
DISEÑO DE ESTUDIOS PARA
COMPRENDER
DETERIORO NEUROCOGNITIVO EN LA MDD

El deterioro neurocognitivo en el TDM puede interpretarse en términos


generales como un deterioro basado en rasgos, estados o cicatrices. Es
importante señalar que pueden coexistir patrones de deterioro
neurocognitivo basados en rasgos, estados y cicatrices, y que diferentes
diseños de estudio pueden aportar pruebas de más de uno de estos
mecanismos. A continuación se describe con más detalle cada uno de
estos patrones de deterioro y cómo los distintos diseños de estudio
pueden ayudar a
e00527 (4 de 24) | ALLOTT ET AL.

al., 2016). El patrón neurocognitivo resultante puede entonces reflejar un


antes del inicio de la enfermedad y también están presentes durante los
"retraso" o incluso una "detención" del desarrollo, en lugar de un declive per
periodos de remisión sintomática (Gottesman y Gould, 2003). Las
se. Además, debido a la fase dinámica del desarrollo durante la adolescencia
pruebas del deterioro neurocognitivo de rasgo proceden de estudios que
y la edad adulta temprana, es posible que las alteraciones neurocognitivas no
investigan el funcionamiento neurocognitivo de los individuos (ya en la
sean evidentes de forma proximal en relación con el TDM y que solo
infancia) antes de que desarrollen el MDD de primer episodio de umbral
empiecen a surgir después de atravesar este periodo del neurodesarrollo
completo. Las pruebas también pueden proceder de estudios de muestras de
(Anderson et al., 2001). Los estudios transversales que comparan individuos
MDD remitido, aunque los estudios transversales de MDD remitido no
con trastornos del
pueden diferenciar los efectos de rasgo de los de cicatriz. Sólo los estudios
longitudinales que evalúan la neurocognición antes y después de un
episodio depresivo mayor pueden diferenciar los efectos rasgo de los
efectos cicatriz.
Las alteraciones de los rasgos pueden producirse a través de
mecanismos biológicos (hereditarios o no hereditarios) o ambientales. Por
ejemplo, el estrés prenatal o en los primeros años de vida puede causar
déficits neurocognitivos persistentes en la infancia que se asocien con un
riesgo posterior de padecer TDM. Para que el deterioro neurocognitivo se
considere un rasgo hereditario supuestamente vinculado a un gen o genes
(también denominado endofenotipo), debe estar presente con mayor
frecuencia o ser más grave en los familiares no afectados por el TDM que
en la población general, y al mismo tiempo estar presente con mayor
frecuencia o ser más grave en los familiares afectados que en los no
afectados (Gottesman y Gould, 2003). Por lo tanto, los estudios
familiares que muestran alteraciones similares, aunque atenuadas, en
familiares no afectados de individuos con TTM proporcionarían pruebas de
que los déficits neurocognitivos son rasgos heredables (endofenotipos) del
TTM. Si se descubre que las deficiencias neurocognitivas son rasgos del
MDD, podrían utilizarse como marcadores tempranos para identificar a las
personas en riesgo de desarrollar MDD, incluida la identificación de estilos
específicos de pensamiento y afrontamiento relacionados con los síntomas
depresivos (por ejemplo, rumiación) (Han et al., 2016; Snyder, 2013). Por
lo tanto, los rasgos neurocognitivos pueden ser un foco importante de las
intervenciones preventivas (Hetrick et al., 2008).

2.2 | Deterioro neurocognitivo cicatricial


El declive progresivo o el desarrollo atenuado del funcionamiento
neurocognitivo asociado con el inicio y la progresión del TDM indicaría un
deterioro neurocognitivo relacionado con la cicatriz. Como implica el
término "cicatriz", se esperaría que el funcionamiento neurocognitivo
empeorara con el aumento de la gravedad y la cronicidad de la enfermedad
(por ejemplo, número de episodios depresivos, duración de la enfermedad,
etc.). En adolescentes y adultos jóvenes que todavía están experimentando
un desarrollo neurológico (especialmente frontotemporal) y neurocognitivo
significativo, el deterioro neurocognitivo cicatricial puede no manifestarse
necesariamente como un declive o un empeoramiento progresivo. En este
caso, puede ser que el adolescente aún muestre un mejor rendimiento
neurocognitivo en línea con el desarrollo en curso durante esta etapa de la
vida, pero su desarrollo podría estar atenuado en relación con compañeros
sanos (Anderson, Northam, Hendy y Wrennall, 2001; Vijayakumar et
ALLOTT ET AL. | (5 de 24) e00527

Las pruebas neurocognitivas que comparan el MDD crónico con el MDD directamente relacionados con la función neurocognitiva, como la
más grave/crónico, o que investigan la relación entre el grado de disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, la indecisión, la
deterioro neurocognitivo y el número de episodios depresivos previos o la falta de sueño y la fatiga (American Psychiatric Association, 2013).
duración de la enfermedad en personas que están en remisión del MDD, Además, es probable que los sentimientos de desesperanza y la falta de
pueden proporcionar un apoyo parcial a la hipótesis de la cicatrización. motivación perjudiquen el esfuerzo y el rendimiento en tareas
Sin embargo, las pruebas neurocognitivas repetidas de los mismos neurocognitivas exigentes. Si las alteraciones neurocognitivas relacionadas
individuos mediante diseños longitudinales proporcionan las pruebas más con el estado son una característica del MDD, entonces los clínicos pueden
rigurosas de los efectos cicatrizales. En adolescentes y adultos jóvenes, necesitar adaptar su terapia para
los periodos de seguimiento deberían abarcar varios años para poder
captar la interacción entre el neurodesarrollo prolongado, el
funcionamiento neurocognitivo y el TDM.
Entre las posibles causas de la cicatrización neurocognitiva
progresiva se incluyen las vías que regulan la inflamación, la reparación
oxidativa (Galecki et al., 2015), la apoptosis y la neurogénesis (Lee, Reif
y Schmitt, 2013), así como la desregulación del eje hipotálamo-hipófisis-
suprarrenal (Vreeburg et al., 2009). Si la cicatrización neurocognitiva es
una posible consecuencia del MDD, puede estar indicada su
identificación temprana mediante evaluaciones neurocognitivas
periódicas en combinación con biomarcadores sanguíneos rutinarios. En
consecuencia, las intervenciones psicológicas y biológicas, como la
terapia de remediación cognitiva o el tratamiento específico de posibles
mecanismos patogénicos (por ejemplo, la inflamación), pueden ser
componentes importantes del arsenal terapéutico.

2.3 | Estado de deterioro neurocognitivo


Las alteraciones neurocognitivas basadas en el estado son evidentes si
coinciden con la sintomatología depresiva y aumentan o disminuyen con
la exacerbación o resolución de la sintomatología depresiva. También
cabe esperar que sean más graves cuanto mayor sea la gravedad de los
síntomas y que se añadan a las deficiencias de rasgo o cicatriciales
existentes. Los estudios transversales del funcionamiento neurocognitivo
de individuos con MDD actual son el diseño más común para examinar
esto, pero son particularmente inespecíficos porque no pueden distinguir
los déficits neurocognitivos de tipo estado de los de tipo rasgo, o pueden
descartar completamente los efectos de tipo cicatriz. Los estudios a largo
plazo que demuestran que la neurocognición mejora tras la remisión del
episodio depresivo o los resultados negativos de estudios transversales
con la potencia adecuada de la neurocognición en la MDD remitida
aportarían mejores pruebas del deterioro relacionado con el estado. Las
pruebas también podrían incluir hallazgos experimentales que demuestren
que el estado de ánimo depresivo inducido produce una neurocognición
más deficiente, o estudios que utilicen una metodología de muestreo de la
experiencia que pueda examinar la relación temporal entre los cambios
cognitivos subjetivos y los cambios del estado de ánimo.1
El deterioro neurocognitivo relacionado con el estado de ánimo puede
deberse a alteraciones de los niveles de neurotransmisores en los sistemas
neurotransmisores que rigen tanto el estado de ánimo como las
capacidades neurocognitivas. Por definición, muchos de los síntomas
clínicos de la depresión están
e00527 (6 de 24) | ALLOTT ET AL.

FIGURA 1 Modelo de patrones de rasgo, estado y cicatriz del deterioro neurocognitivo en relación con el trastorno depresivo mayor.

TABLA 1 Evidencia de patrones rasgo, estado y cicatriz de deterioro neurocognitivo en el TDM según diferentes diseños de estudio

Diseño del estudio Rasgo Estado Cicatriz

Estudios sobre la familia Déficits presentes No hay déficit No hay déficit


Estudios premórbidos Déficits presentes No hay déficit No hay déficit
Depresión actual Déficits presentes Déficits presentes Déficits presentes
Depresión Remitida Déficits presentes No hay déficit Déficits presentes
Estudios longitudinales Déficits similares están Los déficits coinciden con la sintomatología Los déficits están presentes tras la remisión de
presentes depresiva y aumentan o disminuyen con la un episodio depresivo y son peores que antes
premórbidamente y exacerbación o la resolución de la del episodio. Los déficits progresan con el
durante la remisión. sintomatología depresiva. aumento de la gravedad y la cronicidad del
MDD.

las siguientes secciones.


garantizar que las personas obtengan beneficios. Por ejemplo, en el caso de
una disminución de la capacidad de concentración, los clínicos pueden
acortar las sesiones de terapia o centrarse más en la activación conductual
que en la reestructuración cognitiva al aplicar la terapia cognitivo-
conductual. El funcionamiento neurocognitivo también podría formar parte
de la psicoeducación proporcionada a los clientes, incluyendo el hecho de
que los trastornos neurocognitivos pueden contribuir a un peor
funcionamiento durante el malestar. Además, el deterioro neurocognitivo
también podría utilizarse como marcador de la respuesta al tratamiento
(Gallagher et al., 2007).
La Figura 1 ilustra el modelo conceptual de los patrones de rasgo,
estado y cicatriz de la disfunción neurocognitiva en relación con el TDM.
Es importante señalar que el modelo representado en la Figura 1 no
incluye específicamente el desarrollo neurocognitivo atenuado, como se ha
descrito anteriormente en relación con la cicatrización en el contexto de los
procesos de neurodesarrollo. El objetivo de la figura es ilustrar de forma
simplista los conceptos de rasgo, estado y deterioro cicatricial. La Tabla 1
resume los diversos diseños de estudio que pueden aportar pruebas de los
patrones de rasgo, estado y cicatriz del deterioro neurocognitivo en el
TDM. Las
pruebas según estos diferentes diseños de estudio se examinan en
ALLOTT ET AL.
| (7 de 24) e00527
3 | EVIDENCIA DE PATRÓN DE
DETERIORO NEUROCOGNITIVO EN LA MDD
A PARTIR DE DIFERENTES DISEÑOS DE
ESTUDIO

3.1 | Estudios sobre la familia


Tener un familiar con TDM aumenta el riesgo de padecer el trastorno; el
deterioro neurocognitivo puede ser un marcador hereditario del TDM. Sin
embargo, hay relativamente pocos estudios que hayan examinado el
funcionamiento neurocognitivo de familiares de primer grado no
afectados de personas con TDM en general, y mucho menos en personas
jóvenes. Un estudio de niños no afectados (edad media de 9 años) (Micco
et al., 2009) y otro de hijos adolescentes no afectados (edad media de 16
años) (Klimes-Dougan, Ronsaville, Wiggs y Martínez, 2006) de madres
con TDM no hallaron alteraciones significativas en el funcionamiento
neurocognitivo (atención, velocidad de procesamiento, memoria,
funcionamiento ejecutivo) en comparación con los controles sanos. Sin
embargo, por el contrario, dos estudios relativamente recientes han
sugerido que tener un progenitor con patología depresiva confiere riesgo
de alteraciones del funcionamiento ejecutivo en descendientes
asintomáticos. En un estudio se evaluó a descendientes con un
e00527 (8 de 24) | ALLOTT ET AL.

ligeramente mayor de un diagnóstico posterior de depresión grave que


(Belleau et al., 2013), y el otro examinó la relación entre los síntomas
requiera ingreso hospitalario (OR = 1,22) (Zammit et al., 2004) y un
depresivos autoinformados por las madres y evaluados prospectivamente
diagnóstico CIE-8 de "neurosis depresiva" (OR = 1,08) (David et al., 2008).
durante 4 años (cuando sus hijos tenían entre 2 y
Otro estudio demostró que por cada desviación estándar de aumento del CI
6 años) y el funcionamiento ejecutivo de sus hijos a los 6 años (Hughes,
en la infancia se producía una reducción del 23% en
Roman, Hart y Ensor, 2013). Ambos estudios mostraron una relación entre
la patología depresiva parental y las alteraciones neurocognitivas en sus
hijos no deprimidos. Sin embargo, no se puede determinar si estas
deficiencias están relacionadas con factores biológicos, ambientales o una
combinación de ambos.
Los estudios de gemelos criados en el mismo entorno ofrecen una vía
más potente para examinar esta cuestión (Hsu et al., 2014). Hasta la fecha,
los estudios de gemelos solo se han realizado en adultos. Uno de los
primeros estudios comparó el rendimiento neurocognitivo de gemelos no
afectados de parejas de gemelos monocigóticos y dicigóticos, en los que o
bien el otro gemelo estaba afectado por MDD (lo que les situaba en alto
riesgo de MDD) o bien el otro gemelo tampoco estaba afectado (lo que les
situaba en bajo riesgo de MDD) (la edad media oscilaba entre 38 y 48
años en todas las combinaciones de gemelos) (Christensen, Kyvik y
Kessing, 2006). Después de controlar las variables demográficas y clínicas,
los gemelos sanos con un gemelo afectado por el TDM mostraron
deficiencias en la atención, la memoria de trabajo, la función ejecutiva, el
procesamiento del lenguaje y la memoria en comparación con los que no
tenían un gemelo afectado por el TDM, lo que apoya la noción de
responsabilidad genética para el deterioro neurocognitivo en el TDM
(Christensen et al., 2006). Del mismo modo, un estudio más reciente de
gemelos monocigóticos adultos (edad media 45 años) discordantes para
MDD encontró que después de controlar la edad y el género había
evidencia de deficiencias en la atención y el conocimiento general, tanto en
los gemelos afectados y no afectados, en comparación con pares de
gemelos sin antecedentes de MDD (Hsu et al., 2014). Además, los
probandos con depresión de inicio temprano (<18 años de edad) obtuvieron
peores resultados en una tarea de visuoconstrucción que sus gemelos no
afectados. El nivel actual de síntomas depresivos no estaba relacionado
con el rendimiento neurocognitivo (Hsu et al., 2014). Los resultados de
estos estudios proporcionan algunas pruebas de que el deterioro
neurocognitivo es un rasgo hereditario en el TDM, pero el último estudio
también sugiere que la depresión durante la adolescencia puede dejar una
cicatriz neurocognitiva independiente de la vulnerabilidad genética (Hsu et
al., 2014).

3.2 | Estudios premórbidos


Los estudios premórbidos incluyen grandes estudios de cohortes de
nacimiento o de reclutamiento militar que han examinado el
funcionamiento neurocognitivo de individuos generalmente sanos (niños o
adolescentes) antes de que experimenten la primera aparición de un
trastorno psiquiátrico, incluido el TDM. Aunque estos estudios implican
diseños longitudinales, se incluyen en esta sección porque el
funcionamiento neurocognitivo sólo se examina en un punto temporal
inicial y no se puede determinar el cambio en el funcionamiento
neurocognitivo. La mayoría de estos estudios han examinado el CI en lugar
de dominios neurocognitivos específicos. Un CI premórbido más bajo se
ha asociado con un riesgo
ALLOTT ET AL. | (9 de 24) e00527

las probabilidades de tener un diagnóstico adulto de episodio depresivo síntomas depresivos en el momento 1, la edad y el CI, el
mayor, mientras que un CI más bajo se asoció con un mayor riesgo de funcionamiento ejecutivo en el momento 1 predecía un aumento de los
depresión persistente entre los 18 y los 32 años (Koenen et al., 2009). Por síntomas depresivos en el momento 2 (4 meses). El afrontamiento medió
último, Glaser et al. (2011) investigaron la asociación entre el CI parcialmente la relación entre el funcionamiento ejecutivo y los síntomas
evaluado a los 8 años con los síntomas depresivos autoinformados a los depresivos, indicando que el deterioro del funcionamiento ejecutivo puede
11, 13, 14 y 17 años. Curiosamente, descubrieron que existía una suponer un riesgo para el TDM a través de su asociación con el estilo de
asociación entre el CI en la infancia y los síntomas depresivos en la ado- afrontamiento. Un estudio similar realizado por (Han et al. (2016) examinó
lescencia, pero que la dirección de la relación variaba según la edad y el la asociación concurrente y prospectiva de 2 años entre el funcionamiento
estadio puberal (evaluado mediante una escala de vello púbico y, en las ejecutivo en el tiempo 1 y los síntomas depresivos en el tiempo 2 (4 meses).
mujeres, también de desarrollo mamario). Específicamente, un CI más
bajo se asoció con síntomas depresivos más altos a los 11 años, pero esta
asociación se invirtió a los 13 y 14 años, de modo que un CI más alto se
asoció con síntomas depresivos más altos. Esta última asociación
persistió para los varones de 17 años, pero no para las mujeres. Estos
hallazgos fueron ampliamente rep- licados por un estudio longitudinal
reciente similar (Weeks et al., 2014). Los autores especularon que estos
hallazgos complejos pueden estar asociados con el inicio y el retroceso de
los cambios puberales, que se sabe que están asociados con el CI
(Ramsden et al., 2011) y que difieren para mujeres y hombres (Glaser et
al., 2011; Weeks et al., 2014). Aunque el MDD no fue el resultado de
ninguno de los estudios, los hallazgos destacan la edad, el género y los
factores de desarrollo (como la pubertad) como consideraciones
importantes al investigar el funcionamiento neurocognitivo en el contexto
del MDD emergente y de umbral completo.
La cuestión de si los déficits neurocognitivos específicos (a diferencia
del CI general) son evidentes antes de la aparición de un primer
episodio de TDM, incluso durante los periodos "prodrómicos", sigue
siendo un área de investigación abierta, ya que definir el síndrome de
riesgo o la fase prodrómica del TDM ha sido un reto para este campo
(Hetrick et al., 2008). Un estudio prospectivo de cohortes de nacimiento
que evaluó a individuos desde los 3 años de edad descubrió que no
había diferencias entre los controles sanos y los individuos con un
diagnóstico de "depresión o trastorno de ansiedad" a los 26 años, en sus
capacidades motoras, expresivas y de lenguaje receptivo evaluadas a los
3, 5, 7 y 9 años (Cannon et al., 2002). Sin embargo, los individuos
diagnosticados de "depresión o trastorno de ansiedad" a los 26 años
mostraban déficits significativos en la velocidad psicomotora y la
atención a los 13 años (Cannon et al., 2006). Un problema a la hora de
interpretar estos resultados es que sigue sin estar claro cuándo empezaron
los participantes a experimentar la patología depresiva (o de ansiedad) y
es posible que los síntomas subsindrómicos depresivos o de ansiedad
estuvieran presentes durante la adolescencia temprana. En un estudio de
192 jóvenes adolescentes escolares (edad media 12,4, rango 9-15 años)
Evans, Kouros, Samanez-Larkin y Garber (2016) investigaron la relación
entre el funcionamiento ejecutivo (memoria de trabajo y flexibilidad
cognitiva) medido en el momento 1 y los síntomas de afrontamiento y
depresivos medidos simultáneamente y de nuevo en el seguimiento de 4
meses. Un peor funcionamiento ejecutivo en el momento 1 se asoció con
mayores síntomas depresivos en la línea de base. Mientras se
controlaban los
e00527 (10 de
24)
| ALLOTT ET AL.

Los síntomas depresivos de los tiempos 1 y 2 (así como otras cognitiva, lo que subraya que el estado de la medicación es una covariable

psicopatologías) en una muestra comunitaria de 220 adolescentes (edad importante. La edad también fue una variable moderadora, ya que la mayor

media 13,7; rango 11-16 años). La muestra estaba "enriquecida" con edad se asoció con un peor rendimiento neurocognitivo en el primer

respecto a problemas de interiorización y exteriorización. No hubo episodio de MDD (Lee et al., 2012). Esto sugiere que puede haber

asociación entre el funcionamiento ejecutivo en el tiempo 1 y los síntomas diferencias en la etiología y la fisiopatología del TDM en función de la edad

depresivos autoinformados concurrentes, pero los síntomas de depresión a la que se presenta por primera vez. La revisión de Lee et al. (2012) excluyó

informados por la madre en su descendencia se asociaron con el los estudios de personas menores de 18 años, por lo que los resultados

funcionamiento ejecutivo en el tiempo 1 (Han et al., 2016). Sin embargo, al globales y los referidos específicamente a la edad, no pueden ser

controlar por CI, género y edad, el funcionamiento ejecutivo en el


momento 1 no se asoció con la patología depresiva autoinformada o
informada por la madre en el seguimiento de 2 años (Han et al., 2016). Un
estudio anterior no encontró deterioro premórbido en el funcionamiento
ejecutivo, la velocidad psicomotora y la atención en adolescentes (edad
media de 14,8 años) que posteriormente fueron diagnosticados con TDM
en la edad adulta temprana (edad media de 21,7 años) (Meyer et al.,
2004).
Mientras que un cociente intelectual más bajo parece estar asociado a
un mayor riesgo de DMD, las pruebas relativas a dominios neurocognitivos
específicos, en particular las alteraciones del funcionamiento ejecutivo,
como marcadores de riesgo de DMD son limitadas y no concluyentes.

3.3 | Depresión actual


Muchos estudios transversales han examinado la función neurocognitiva en
individuos actualmente deprimidos, y se han realizado numerosas
revisiones que muestran evidencias de alteraciones de leves a moderadas en
varios dominios neurocognitivos (Austin, Mitchell y Goodwin, 2001;
McDermott y Ebmeier, 2009; Rock et al., 2014; Snyder, 2013). Sin
embargo, la mayoría de estas investigaciones se han centrado en adultos de
mediana edad o mayores con antecedentes de episodios múltiples.
Investigar el funcionamiento neurocognitivo durante un primer episodio de
MDD tiene la ventaja de caracterizar deterioros que son independientes de
los posibles efectos "cicatrizantes" asociados con un curso de
recaída/multiepisodio o crónico de la enfermedad. Una revisión sistemática
y meta-análisis realizado por Lee, Hermens, Porter y Redoblado-Hodge
(2012) de 13 estudios sobre el funcionamiento neurocognitivo en personas
con depresión actual o remisión del primer episodio de MDD diagnosticado
en la edad adulta (edad media 39 años) encontró alteraciones significativas
de pequeñas a medianas en la velocidad psicomotora (g de Hedges = 0.48),
la atención (g de Hedges = 0,36), el aprendizaje visual y la memoria (g
de Hedges = 0,53), y varios dominios del funcionamiento ejecutivo
(cambio atencional, flexibilidad cognitiva, fluidez verbal: g de Hedges =
0,22-0,59) (Lee et al., 2012). No se encontraron alteraciones en la memoria
de trabajo ni en el aprendizaje y la memoria verbales (Lee et al., 2012). La
velocidad psicomotora, la memoria de trabajo y el funcionamiento general
de la memoria fueron moderados por el estado de hospitalización y
remisión (Lee et al., 2012), lo que sugiere que algunos dominios del
funcionamiento neurocognitivo en el MDD pueden ser impulsados por el
estado. El uso de medicación antidepresiva se asoció con un peor
aprendizaje verbal y memoria, pero con una mejor flexibilidad
ALLOTT ET AL. | (11 de 24)
e00527

generalizado a los adolescentes. Además, a pesar de que Lee et al. sanos (Bora et al., 2013). Esta revisión incluyó un subanálisis de
incluyeron explícitamente estudios de pacientes con un primer episodio de muestras de DMD de inicio temprano frente a muestras de DMD de inicio
MDD, es posible que en algunos casos no se hayan detectado episodios tardío, y descubrió que el DMD de inicio tardío (inicio después de los 60
depresivos previos, ya que se ha descubierto que a los 19 años una cuarta años) se asociaba con alteraciones neurocognitivas significativamente
parte de los jóvenes ya han tenido al menos un episodio (Lewinsohn et al., mayores en comparación con el DMD de inicio temprano, lo que sugiere
1998). diferentes mecanismos etiológicos que posiblemente impliquen factores
Recientemente, Baune, Fuhr, Air y Hering (2014) revisaron estudios vasculares y neurodegenerativos en el DMD de inicio tardío (Bora et al.,
sobre el funcionamiento neurocognitivo en jóvenes de 12 a 25 años con 2013). Dado que el
MDD. Se incluyeron siete estudios transversales; es importante señalar
que solo dos de ellos involucraban a adolescentes con primer episodio de
MDD. Los déficits neurocognitivos más consistentes fueron en la
memoria de trabajo y la velocidad psicomotora, aunque hubo evidencia
equívoca en el funcionamiento ejecutivo, la fluidez verbal y la memoria
visual, y no hubo evidencia de deterioro en la atención, el aprendizaje
verbal y la memoria (Baune et al., 2014). Uno de los estudios de primer
episodio examinó el funcionamiento neurocognitivo en adolescentes sin
medicación (de 12 a 17 años) con MDD actual en relación con controles
sanos (Klimkeit et al., 2011). Encontraron alteraciones selectivas en la
velocidad de procesamiento y la memoria de trabajo, pero ninguna
alteración en el funcionamiento ejecutivo. En el otro estudio de primer
episodio, los participantes parecían estar en remisión (Kyte, Goodyer y
Sahakian, 2005); por lo tanto, los resultados se presentan en la siguiente
sección. Un estudio transversal adicional realizado por Maalouf et al.
(2011) (no incluido en la revisión de Baune et al. (2014)) tenía como
objetivo examinar la cuestión del estado frente a los rasgos comparando
adolescentes (edad media 15 años) con MDD actual (n = 20) o remitido (n
= 20) con controles sanos (n = 17) en tareas de función ejecutiva, atención
sostenida y memoria a corto plazo (Maalouf et al., 2011). Las alteraciones
significativas de la función ejecutiva fueron evidentes en la muestra
actualmente deprimida, pero no en aquellos en remisión (Maalouf et al.,
2011). Aunque estos hallazgos sugieren que las deficiencias están
probablemente relacionadas con el estado, el tamaño de la muestra era
pequeño y la comparación transversal de grupos independientes no
descarta la posibilidad de deficiencias preexistentes relacionadas con los
rasgos en el grupo actualmente deprimido, o de la aparición posterior de
"cicatrices" en el grupo de adolescentes en remisión. Como se ha
comentado anteriormente, además de los estudios longitudinales, los
grandes estudios de MDD remitido que demuestran un funcionamiento
neurocognitivo intacto proporcionarían un mejor apoyo al modelo
relacionado con el estado.

3.4 | Depresión remitida


Varios estudios transversales han evaluado el funcionamiento
neurocognitivo en adultos en remisión del TDM (generalmente definido
por una puntuación de corte en escalas evaluadas por el clínico
mantenidas durante un periodo específico). Una revisión sistemática y
meta-análisis de 27 estudios de Bora, Harrison, Yucel y Pantelis (2013))
encontró una amplia gama de alteraciones neurocognitivas de tamaño de
efecto pequeño a medio (d = 0,39- 0,59) en adultos en remisión del
TDM en relación con controles
e00527 (12 de
24)
| ALLOTT ET AL.

Dado que las muestras incluían a personas de hasta 59 años, no pueden neurocognitivo y su relación con la sintomatología en adultos con MDD

hacerse interpretaciones específicas sobre el impacto del TDM en la reveló que las mejoras en la memoria verbal, la fluidez verbal y la velocidad

adolescencia o en los primeros años de la edad adulta. No obstante, su psicomotora estaban estrechamente relacionadas con las mejoras en el

análisis de metarregresión que examinaba el impacto de la aparición estado de ánimo, mientras que la atención y las funciones ejecutivas seguían

temprana y tardía mostró que el número de episodios previos y la duración deterioradas a pesar del estado clínico, lo que sugiere un deterioro basado en

de la enfermedad no tenían una influencia significativa en el grado de rasgos y también posiblemente en cicatrices.

déficits neurocognitivos observados en pacientes eutímicos con TDM (Bora


et al., 2013). Este hallazgo no apoya un patrón progresivo de
"cicatrización" del deterioro neurocognitivo asociado a la cronicidad de la
enfermedad.
Una segunda revisión sistemática y metaanálisis de Rock et al. (2014)
se centró únicamente en estudios que utilizaron la Batería Automatizada de
Pruebas Neuropsicológicas de Cambridge (CANTAB) para evaluar la
neurocognición; se incluyeron seis estudios de personas con MDD en
remisión. En este meta-análisis, el MDD en remisión se asoció con déficits
mod- erados significativos en comparación con los controles sanos en el
funcionamiento ejecutivo (d = 0,53-0,61) y la atención (d = 0,52). Los
autores no examinaron si existía una relación entre los trastornos
neurocognitivos y las características de la enfermedad, como el número de
episodios, la edad de inicio y la gravedad de la depresión.
La investigación con jóvenes en remisión del TDM sigue siendo
limitada. De los estudios incluidos en el metaanálisis de Bora et al. (2013),
la edad media más baja de los participantes era de 34 años, y ningún
estudio se centraba específicamente en los jóvenes, y en el metaanálisis de
Rock et al. (2014) solo un estudio incluía a jóvenes (Maalouf et al., 2011).
Se trata del estudio de Maalouf et al. (2011) descrito anteriormente, en el
que no se encontraron pruebas de deficiencias durante la remisión en 20
personas con una edad media de 15 años. Por el contrario, Kyte et al.
(2005) descubrieron que los adolescentes (edad media 15 años; n = 30) que
habían tenido un diagnóstico de primer episodio de MDD en el año anterior
y cuyas puntuaciones medias actuales del estado de ánimo no eran
significativamente diferentes de n = 49 controles sanos (lo que sugiere que
muchos estaban probablemente en remisión), mostraban impulsividad en
una tarea de toma de decisiones. El uso de medicación y la gravedad de la
depresión previa no influyeron en los resultados (Kyte et al., 2005). Otro
estudio de 42 adultos jóvenes (edad media 21,3 años) que habían estado en
remisión de un TDM recurrente durante al menos 1 mes halló alteraciones
significativas de moderadas a graves en la memoria verbal inmediata, la
velocidad de procesamiento y la función ejecutiva en relación con los
controles sanos (n = 33) (Smith, Muir y Blackwood, 2006). Sin datos sobre
el funcionamiento neurocognitivo antes del TDM, sigue sin estar claro si
los hallazgos de los dos últimos estudios reflejan deficiencias relacionadas
con el rasgo y/o la cicatriz. Además, los efectos neurocognitivos residuales
(aún en resolución) basados en el estado pueden haber estado presentes en
estas muestras.

3.5 | Estudios longitudinales con


evaluación neurocognitiva
repetida
Una revisión sistemática de 30 estudios realizada por Douglas y Porter
(2009) que examinó el curso longitudinal del funcionamiento
ALLOTT ET AL. | (13 de 24)
e00527

(Douglas y Porter, 2009). Sin embargo, un inconveniente de muchos de controles sanos (Bloch et al., 2015). Descubrieron que, si bien la
los estudios incluidos en la revisión de Douglas y Porter (2009) fue la atención mejoró durante el periodo de 2 meses, lo que sugiere una
falta de un grupo de comparación sano para caracterizar claramente el alteración relacionada con el estado, las alteraciones estables de la memoria
grado de cambio neurocognitivo normal frente al anormal. Las de trabajo visual fueron evidentes durante el periodo de seguimiento (Bloch
evaluaciones de seguimiento relativamente cortas (de semanas a meses) et al., 2015). En conjunto, los hallazgos de estos estudios longitudinales
en la mayoría de los estudios plantean la posibilidad de que los dominios sugieren deficiencias neurocognitivas leves relacionadas con el rasgo en
neurocognitivos que mostraron mejoras puedan haber sido los más jóvenes con TDM, ya que las deficiencias eran relativamente estables y no
susceptibles a los efectos de la práctica. Además, ninguno de los estudios estaban relacionadas con la gravedad de la enfermedad, y en un estudio
incluyó a jóvenes que estuvieran en una fase temprana del MDD. predijeron la recaída (Schmid y Hammar, 2013). Sin embargo,
Cuanto más temprano en el curso de la enfermedad se examine el
cambio en la neurocognición, más "limpios" y más interpretables serán
los hallazgos con respecto a las alteraciones de rasgo frente a las de
estado frente a las de cicatriz. Desde la revisión de Douglas y Porter, ha
surgido un número creciente de estudios longitudinales que incluyen la
evaluación repetida del funcionamiento neurocognitivo en jóvenes con
TDM. Peters et al. (2015) investigaron la fluidez verbal, la velocidad de
procesamiento, el razonamiento conceptual, el cambio de conjuntos y el
control cognitivo en jóvenes de 18 a 23 años (n = 62) que tenían
antecedentes de 1 a 3 episodios depresivos, pero estaban en remisión del
TDM y no tomaban medicación, en comparación con controles sanos.
Examinaron si cualquier deficiencia observada durante la remisión se
resolvía, permanecía estable o empeoraba en la evaluación de
seguimiento 3-15 semanas después (Peters et al., 2015). Solo se observó
un único déficit de pequeño a moderado (d = 0,38) en el control cognitivo
(la capacidad de regular e inhibir la respuesta en función de la
información presentada previamente) en los jóvenes con remisión en el
momento 1; este deterioro se mantuvo estable en el momento 2. El
deterioro del control cognitivo no estaba relacionado con los síntomas
depresivos o de ansiedad residuales, el número de episodios depresivos
previos, la edad de inicio, el número de hospitalizaciones, la duración
del episodio más largo, los años transcurridos desde el último episodio o
la prescripción de medicación (Peters et al., 2015).
Un estudio prospectivo anterior de Schmid y Hammar (2013)
evaluó el funcionamiento neurocognitivo de adultos jóvenes
ligeramente mayores (edad media 26 años; n = 28) durante su primer
episodio de MDD y de nuevo a los 12 meses de seguimiento, en
comparación con un grupo de control sano (Schmid y Hammar, 2013).
De forma similar a Petersen et al., hubo de nuevo evidencia de
alteraciones persistentes del funcionamiento ejecutivo
(específicamente en inhibición, conmutación y fluidez semántica), a
pesar de una reducción de los síntomas depresivos durante el periodo
de 12 meses. Además, Schmid y Hammar (2013) descubrieron que los
participantes con un peor rendimiento en inhibición/conmutación en
la fase aguda de la enfermedad (tiempo 1) tenían una mayor tendencia
a experimentar una recaída durante el primer año (Schmid y Hammar,
2013). Otro estudio reciente administró una serie de subpruebas del
CANTAB a adolescentes de entre 13 y 18 años (n = 13) que se habían
recuperado recientemente de un episodio depresivo mayor y de nuevo
a los 2 meses de seguimiento, en comparación con
e00527 (14 de
24)
| ALLOTT ET AL.

Debido a que en todos estos estudios se desconocía el funcionamiento en el estudio. Una limitación de los estudios de Beaujean et al. (2013) y

neurocognitivo previo a la aparición del TDM y a que los periodos de Vijayakumar et al. (2016) es que solo se examinó un dominio

seguimiento fueron relativamente cortos, no está claro cuándo neurocognitivo en dos momentos, por lo que futuros estudios longitudinales

aparecieron las alteraciones neurocognitivas y, por tanto, la dirección de la que incluyan la evaluación de una gama más amplia de funciones

relación entre las alteraciones neurocognitivas y la aparición de la neurocognitivas que se evalúen en múltiples momentos deberían aportar más

depresión. La evaluación de la neurocognición premórbida y períodos de aclaraciones.

seguimiento más largos, incluyendo el impacto de la recaída, serían más


informativos con respecto a posibles efectos relacionados con la cicatriz.
Un estudio longitudinal realizado por Beaujean, Parker, y Qiu (2013)
utilizó modelos de trayectoria para examinar la relación causal entre los
síntomas depresivos y el vocabulario en una gran cohorte (n =
14.322) de adolescentes en la línea de base (edad media de 15 años) y
luego 8 años más tarde en la edad adulta joven (edad media 22 años).
Descubrieron que existía una relación transversal entre los síntomas
depresivos y el vocabulario en ambos momentos. Al controlar la
depresión basal, el vocabulario y otras covariables (sexo, etnia, fluidez en
inglés, educación de los padres), el nivel de síntomas depresivos en la
adolescencia se asoció significativamente con la capacidad de vocabulario
en la edad adulta temprana, pero la capacidad de vocabulario en la
adolescencia no se relacionó con los niveles de depresión en la edad adulta
temprana. Además, tras controlar los niveles de depresión y vocabulario en
la adolescencia, la relación vocabulario- depresión desapareció en la edad
adulta. Estos interesantes resultados contrastan con los de estudios
anteriores, ya que apoyan la hipótesis de la cicatriz.
Un estudio prospectivo reciente de Vijayakumar et al. (2016) examinó
la relación entre el control cognitivo y la aparición del TDM durante la
adolescencia temprana y tardía. Adolescentes jóvenes (N
= 165; edad media 12,7 años) sin historia actual o pasada de MDD com-
pletaron una tarea de control cognitivo en el momento 1 y de nuevo 4 años
más tarde (momento 2; edad media 16,5 años). La evaluación del TDM se
realizó en el momento 1 y 2, y de nuevo 2 años después (momento 3; edad
media 18,9 años). El CI (evaluado en el momento 1) no estaba
relacionado con la aparición del TDM en la adolescencia temprana o
tardía. Sin embargo, el cambio en el control cognitivo entre el momento 1 y
el momento 2 difería en función del momento de inicio del TDM. En
concreto, el control cognitivo mejoró de acuerdo con el desarrollo nor- mal
en adolescentes que no desarrollaron MDD en los tres puntos temporales (n
= 122) o que desarrollaron MDD en la adolescencia tardía (tiempo 2 a 3; n
= 20) (Vijayakumar et al., 2016). Por el contrario, se observó una
"detención" en el desarrollo del control cognitivo en aquellos que
experimentaron MDD durante la adolescencia temprana (tiempo 1 a 2; n =
23) (Vijayakumar et al., 2016). Los tres grupos tuvieron un rendimiento
similar en la tarea de control cognitivo en el tiempo 1; sin embargo, como
no se informó sobre el momento y la duración de la depresión aguda en el
grupo de MDD de inicio temprano, sigue sin estar claro si el desarrollo
anormal del control cognitivo fue de origen rasgo o cicatricial. El hecho de
que hubiera un desarrollo normal del control cognitivo en el grupo de
MDD de inicio tardío apoya la hipótesis de la cicatrización, pero no se
pueden extraer conclusiones firmes sin una evaluación del control
cognitivo en el momento 3, lo que no ocurrió
ALLOTT ET AL. | (15 de 24)
e00527
los efectos estatales no se pueden separar de las alteraciones
4 | DEBATE Y
basadas en rasgos y miedo porque no hay una evaluación de seguimiento
ORIENTACIONES
cuando los síntomas se han resuelto. Del mismo modo, aunque algunos
FUTURAS
estudios transversales de jóvenes en remisión de MDD han mostrado
evidencia de deterioro del funcionamiento ejecutivo (Kyte et al., 2005;
Hemos presentado pruebas de diversos diseños de estudio sobre el
Smith et al., 2006), de nuevo, sigue siendo incierto si los deterioros son
funcionamiento neurocognitivo en el TDM, con especial atención a los
rasgo-, cicatriz-, o deterioros residuales basados en el estado, dado que
adolescentes y adultos jóvenes, para arrojar luz sobre si los déficits
los participantes en estos estudios habían experimentado un episodio
neurocognitivos reflejan rasgos, estados y/o características cicatriciales de
depresivo en los meses anteriores a la prueba.
la enfermedad. Mientras que los estudios de adultos han dominado
previamente este campo de investigación, ha habido un reciente
crecimiento de los estudios en jóvenes, con el reconocimiento de que este
es un período crítico del desarrollo de la vida que se asocia con un
mayor riesgo de aparición del TDM.
Dadas las pruebas presentadas a partir de los diversos diseños de
estudio, ¿qué puede decirse sobre la naturaleza del deterioro
neurocognitivo en los jóvenes con TDM? Los limitados estudios
premórbidos y familiares aportan pruebas equívocas de que las
alteraciones neurocognitivas son rasgos característicos del TDM. De los
pocos estudios familiares realizados, dos mostraron déficits
neurocognitivos (específicamente en el funcionamiento ejecutivo) en hijos
no afectados de madres con depresión (Belleau et al., 2013; Hughes et al.,
2013) y dos no (Klimes-Dougan et al., 2006; Micco et al., 2009). Se
observó que los gemelos no afectados de parejas de gemelos adultos
discordantes para MDD presentaban alteraciones en varios dominios
neurocognitivos (Christensen et al., 2006; Hsu et al., 2014), pero no
estaba claro cuándo los gemelos adultos afectados experimentaron MDD
por primera vez, por lo que no se pudieron considerar los factores de
desarrollo. Por lo que sabemos, no hay estudios de gemelos realizados en
jóvenes discordantes para el TDM, ni estudios que examinen el
funcionamiento neurocognitivo en familiares de primer grado no
afectados de forma longitudinal. Los estudios premórbidos son igualmente
equívocos, con algunas evidencias de que un menor CI premórbido o
funcionamiento ejecutivo se asocia con un leve aumento del riesgo de
MDD (David et al., 2008; Evans et al., 2016; Zammit et al., 2004),
mientras que otros estudios no encontraron tal relación (Han et al., 2016;
Meyer et al., 2004). Además, hay que tener cuidado al interpretar la
relación entre el deterioro neurocognitivo premórbido y la aparición del
TDM, ya que la investigación muestra que una historia familiar de
trastorno psiquiátrico (incluidos los trastornos del estado de ánimo) se
asocia con un deterioro neurocognitivo pequeño pero significativo
(McGrath et al., 2014). Esto sugiere que hay factores genéticos
compartidos asociados con el trastorno psiquiátrico y el deterioro
neurocognitivo, en lugar de que el deterioro neurocognitivo sea un factor
de riesgo independiente (McGrath et al., 2014). Los futuros estudios que
examinen la neurocognición como un rasgo de riesgo para el MDD deben
tener en cuenta los antecedentes familiares de MDD (y otros trastornos
psiquiátricos).
La presencia y el alcance de las alteraciones basadas en el estado en la
depresión juvenil tampoco están claros. Los estudios transversales de
MDD en curso han mostrado alteraciones neurocognitivas,
particularmente en los dominios de la memoria de trabajo y la velocidad
de procesamiento (Baune et al., 2014), pero
e00527 (16 de
24)
| ALLOTT ET AL.

y no hubo evaluación previa a la remisión (Kyte et al., 2005; Smith et al., enfermedad. Dos revisiones mostraron que una mayor edad de inicio se

2006). asocia con una peor neurocognición (Bora et al., 2013; Lee et al., 2012) e

Los estudios longitudinales prospectivos que evalúan la indicaron que el deterioro neurocognitivo en personas mayores con MDD

neurocognición antes, durante y después de los episodios iniciales y puede tener un mecanismo subyacente diferente. Estos hallazgos ponen de

posteriores de depresión mayor son los más definitivos para informar relieve la importancia de investigar por separado a las poblaciones juveniles

sobre el tipo de patrones neurocognitivos observados en el TDM. Este es y de tener en cuenta factores de desarrollo, como la etapa puberal. El

particularmente el caso de las alteraciones rasgo- ver- sus relacionadas importante papel moderador de

con la cicatriz. Se ha realizado un número creciente de estudios


longitudinales con evaluaciones neurocognitivas repetidas en jóvenes
(Bloch et al., 2015; Peters et al., 2015; Schmid & Hammar, 2013), pero
solo dos han evaluado la neurocognición antes del inicio del TDM
(Beaujean et al., 2013; Vijayakumar et al., 2016). Los estudios
longitudinales se han centrado principalmente en el funcionamiento
ejecutivo debido a la relevancia del desarrollo de este dominio en la
adolescencia y la edad adulta temprana (Anderson et al., 2001), así como
los vínculos neurobiológicos y psicológicos establecidos entre las
funciones ejecutivas y la depresión (Snyder, 2013). Los estudios
longitudinales sin una evaluación neurocognitiva premórbida han sugerido
deficiencias neurocognitivas leves relacionadas con los rasgos en jóvenes
con MDD porque las deficiencias se mantuvieron relativamente estables y
sin relación con la gravedad de la enfermedad (Bloch et al., 2015; Peters et
al., 2015; Schmid & Hammar, 2013). Por el contrario, los dos estudios con
evaluación premórbida no apoyaron el modelo de rasgos (Beaujean et al.,
2013; Vijayakumar et al., 2016). Estos dos últimos estudios de Beaujean et
al. (2013) y Vijayakumar et al. (2016) sugirieron que el MDD
experimentado durante la adolescencia puede estar asociado con cicatrices
neurocognitivas (desarrollo neurocognitivo específicamente atenuado). Es
importante destacar que estos estudios tuvieron periodos de seguimiento lo
suficientemente largos (de 4 a 8 años) como para permitir la detección de
posibles efectos cicatrizantes del MDD, mientras que los otros estudios
longitudinales solo tuvieron seguimientos de semanas a meses (Bloch et al.,
2015; Peters et al., 2015; Schmid & Hammar, 2013), lo que probablemente
sea un periodo de tiempo insuficiente para que se observe un efecto
cicatrizante, especialmente en adolescentes que aún se están desarrollando.
Como se ha comentado anteriormente, es posible que las alteraciones
neurocognitivas relacionadas con las cicatrices en los jóvenes no se hagan
claramente evidentes hasta que el joven haya pasado por el neurodesarrollo
crítico que se produce durante la adolescencia. Mientras que el examen del
funcionamiento neurocognitivo antes de la primera aparición de los
síntomas depresivos y del MDD de umbral completo sigue siendo un reto
importante para la investigación, esto debe ser una prioridad para los
hallazgos definitivos con respecto a la cicatrización neurocognitiva
progresiva como consecuencia de la enfermedad. Los estudios de Beaujean
et al. (2013) y Vijayakumar et al. (2016) constituyen un primer paso
positivo para lograrlo.
Del examen de esta literatura se desprende la importancia de tener en
cuenta factores que pueden confundir los hallazgos neurocognitivos. En
particular, la edad de inicio y la etapa puberal parecen ser consideraciones
importantes en la gravedad de las alteraciones neurocognitivas al
principio del curso de la
ALLOTT ET AL. | (17 de 24)
e00527

factores como la edad de inicio, la pubertad, el CI, los antecedentes


Universidad de Melbourne (número de beca: "Ronald Philip Griffiths
familiares, el sexo, el estado de medicación, la duración de la enfermedad
Fellowship").
y el número de episodios deben tenerse en cuenta en el diseño de futuros
estudios. Una limitación de muchos estudios existentes sobre el TDM
juvenil es que la evaluación neurocognitiva se limitó a un pequeño CONFLICTO DE INTERESES
número de dominios. A partir de la literatura, es posible que las
Ninguna declarada.
alteraciones basadas en el estado, los rasgos y las cicatrices se produzcan
de forma diferencial en los distintos dominios neurocognitivos. Por
ejemplo, los dominios de atención (es decir, concentración, memoria de
trabajo) y velocidad de procesamiento pueden verse más afectados por el
estado clínico (en consonancia con los síntomas clínicos de la depresión)
(Bloch et al., 2015; Lee et al., 2012), mientras que las funciones
ejecutivas de orden superior pueden verse afectadas de forma más
permanente (Belleau et al., 2013; Evans et al., 2016; Vijayakumar et al.,
2016). Se recomienda que los futuros estudios examinen una amplia gama
de dominios neurocognitivos para probar esta posibilidad.
Se ha propuesto una heurística de estadificación clínica como un
marco potencialmente útil para caracterizar a los individuos en las
primeras etapas del MDD y proporcionar la oportunidad de una
intervención temprana (Hetrick et al., 2008; McGorry et al., 2007). La
neurocognición se ha sugerido como un posible biomarcador importante
en el modelo de estadificación en general, aunque la investigación sobre
la estadificación de la neurocognición en el MDD ha recibido una
investigación limitada (Lin, Reniers, y Wood, 2013; McGorry et al.,
2014). Esperamos que esta visión general sea un catalizador para que la
neurocognición sea una consideración importante en este campo de
investigación emergente. Como se destaca en esta visión general, la
cuestión sigue abierta en cuanto a si los deterioros neurocognitivos
progresivos relacionados con la cicatriz son una característica del TDM
que emerge en la juventud. Futuros estudios longitudinales que
comiencen antes del inicio del MDD, que incluyan grupos de
comparación sanos, grandes tamaños de muestra y múltiples evaluaciones
de seguimiento a largo plazo que cubran toda la gama de funciones
neurocognitivas serán críticamente informativos con respecto a la
cicatrización neurocognitiva progresiva en el MDD (Hasselbalch et al.,
2011; McClintock, Husain, Greer, & Cullum, 2010; McDermott &
Ebmeier, 2009; Snyder, 2013). En última instancia, una mayor
investigación sobre la naturaleza del funcionamiento neurocognitivo en
el MDD tendrá importantes implicaciones para la formulación clínica y
el tratamiento, con el objetivo final de mejorar los esfuerzos de
prevención e intervención temprana.

AGRADECIMIENTOS

KA cuenta con el apoyo de una beca Ronald Philip Griffiths de la


Facultad de Medicina, Odontología y Ciencias de la Salud de la
Universidad de Melbourne. SH ha recibido anteriormente una beca de
formación del NHMRC. Nos gustaría dar las gracias al diseñador gráfico
Bernie Cram por el diseño de la figura 1 y a los revisores por sus útiles
comentarios sobre el manuscrito original.

INFORMACIÓN SOBRE FINANCIACIÓN


e00527 (10 de 24) | ALLOTT ET AL.

icine, 36, 1119-1129.


NOTA FINAL

1
Las pruebas de estos dos últimos diseños de estudio quedan fuera del
alcance de este artículo, ya que no se centran específicamente en el TDM.

REFERENCIAS

Allott, K., Proffitt, T.-M., McGorry, P. D., Pantelis, C., Wood, S. J., Cumner,
M., & Brewer, W. J. (2013). Neuropsicología clínica dentro de la psiquiatría
de adolescentes y adultos jóvenes: Conceptualización de la teoría y la
práctica. Ap- plied Neuropsychology: Infantil, 2(1), 47-63.
Asociación Americana de Psiquiatría (2013). Manual diagnóstico y estadístico de
los trastornos mentales, 5ª edn. Arlington, VA: Asociación Americana de
Psiquiatría. Anderson, V., Northam, E., Hendy, J., & Wrennall, J. (2001).
Developmental
Neuropsicología: A Clinical Approach. Philadelphia: Psychology Press.
Austin, M. P., Mitchell, P., & Goodwin, G. M. (2001). Cognitive deficits in
depression: Possible implications for functional neuropathology. British
Journal of Psychiatry, 178, 200-206.
Instituto Australiano de Salud y Bienestar (2011). Jóvenes australianos: Su
salud y bienestar 2011. Canberra: AIHW.
Baune, B. T., Fuhr, M., Air, T., & Hering, C. (2014). Funcionamiento
neuropsicológico en adolescentes y adultos jóvenes con trastorno depresivo
mayor.
- A review. Psychiatry Research, 218, 261-271.
Baune, B. T., Miller, R., McAfoose, J., Johnson , M., Quirk, F., & Mitchell,
D. (2010). El papel del deterioro cognitivo en el funcionamiento general en
la depresión mayor. Psychiatry Research, 176, 183-189.
Beaujean, A. A., Parker, S. y Qiu, X. (2013). La relación entre la capacidad
cognitiva y la depresión: Un análisis longitudinal de datos. Social Psychi-
atry and Psychiatric Epidemiology, 48, 1983-1992.
Belleau, E. L., Phillips, M. L., Birmaher, B., Axelson, D. A., & Ladouceur, C. D.
(2013). Atención ejecutiva aberrante en jóvenes no afectados con riesgo
familiar de trastornos del estado de ánimo. Revista de Trastornos
Afectivos, 147(1-3), 397-400.
Birmaher, B., Williamson, D. E., Dahl, R. E., Axelson, D. A., Kaufman, J.,
Dorn, L. D., & Ryan, N. D. (2004). Clinical presentation and course of
depression in youth: ¿Difiere el inicio en la infancia del inicio en la
adolescencia? Journal of the American Academy of Child and Adolescent
Psychiatry, 43(1), 64-70.
Bloch, Y., Aviram, S., Braw, Y., Gvirts, H. Z., Rabany, L., & Walter, G. (2015).
Attention improves after clinical improvement in acute depressed ad-
olescents. Revista de Neuropsiquiatría y Neurociencias Clínicas, 27(2),
153-156.
Bora, E., Harrison, B. J., Yucel, M., & Pantelis, C. (2013). Cognitive
impairment in euthymic major depressive disorder: A meta-analysis.
Psycho- logical Medicine, 43, 2017-2026.
Bruder, G. E., Alvarenga, J. E., Alschuler, D., Abraham, K., Keilp, J. G.,
Heller- stein, D. J., ... McGrath, P. J. (2014). Neurocognitive predictors of antide-
pressant clinical response. Journal of Affective Disorders, 166, 108-
114. Cannon, M., Caspi, A., Moffitt, T. E., Harrington, H., Taylor, A.,
Murray, R. M., & Poulton, R., et al. (2002). Evidence for early-childhood, pan-
developmental impairment specific to schizophreniform disorder.
- Results from a longitudinal birth cohort. Archives of General Psychi-
atry, 59, 449-456.
Cannon, M., Moffitt, T. E., Caspi, A., Murray, R. M., Harrington, H., &
Poul- ton, R. (2006). Neuropsychological performance at the age of
13 years and adult schizophreniform disorder: Prospective birth cohort
study. The British Journal of Psychiatry, 189, 463-464.
Casey, B. J., Getz, S., & Galvan, A. (2008). El cerebro adolescente.
Develop-
mental Review, 28(1), 62-77.
Cash, S. J., y Bridge, J. A. (2009). Epidemiology of youth suicide and suicidal
comportamiento. Current Opinion in Pediatrics, 21, 613-619.
Christensen, M. V., Kyvik, K. O., & Kessing, L. V. (2006). Cognitive function in
unffected twins discordant for affective disorder. Psychological Med-
ALLOTT ET AL. | (11 de 24)
e00527

David, A. S., Zammit, S., Lewis, G., Dalman, C., & Allebeck, P. (2008). Im- Hsu, K. J., Young-Wolff, K. C., Kendler, K. S., Halberstadt, L. J., & Prescott, C.
pairments in cognition across the spectrum of psychiatric disorders: A. (2014). Los déficits neuropsicológicos en la depresión mayor reflejan ge-
Evidence from a Swedish conscript cohort. Schizophrenia Bulletin, 34,
1035-1041.
Douglas, K. M., & Porter, R. J. (2009). Longitudinal assessment of neuro-
psychological function in major depression. Australian and New
Zealand Journal of Psychiatry, 43, 1105-1117.
Evans, L. D., Kouros, C. D., Samanez-Larkin, S., & Garber, J. (2016).
Concurrent and short-term prospective relations among neurocognitive
func- tioning, coping, and depressive symptoms in youth. Journal of
Clinical Child and Adolescent Psychology, 45(1), 6- 20.
Fergusson, D., Boden, J. M., & Horwood, L. J. (2007). Recurrence of ma- jor
depression in adolescence and early adulthood, and later mental health,
educational, and economic outcomes. British Journal of Psychiatry, 191,
335-342.
Fergusson, D. M., & Woodward, L. J. (2002). Mental health, educational, and
social role outcomes of adolescents with depression. Archives of General
Psychiatry, 59, 225-231.
Foley, D. L., Goldston, D. B., Costello, E. J., & Angold, A. (2006). Proximal
psychiatric risk factors for suicidality in youth: The Great Smoky Moun-
tains Study. Archives of General Psychiatry, 63, 1017-1924.
Fombonne, E., Wostear, G., Cooper, V., Harrington, R., Rutter, M. (2001). The
Maudsley long-term follow-up of child and adolescent depression:
1. Resultados psiquiátricos en la edad adulta. British Journal of
Psychiatry, 179, 210-217.
Galecki, P., Talarowska, M., Anderson, G., Berk, M., & Maes, M. (2015).
Mechanisms underlying neurocognitive dysfunctions in recurrent ma- jor
depression. Medical Science Monitor, 21, 1535- 1547.
Gallagher, P., Robinson, L. J., Gray, J. M., Porter, R. J., & Young, A. H. (2007).
Neurocognitive function following remission in major depressive dis-
order: Potential objective marker of response? Australian and New Zea-
land Journal of Psychiatry, 41(1), 54-61.
Giedd, J. N. (2004). Structural magnetic resonance imaging of the adolescent
brain. Anales de la Academia de Ciencias de Nueva York, 1021, 77-
85.
Glaser, B., Gunnell, D., Timpson, N. J., Joinson, C., Zammit, S., Smith, G. D.,
& Lewis, G. (2011). Asociación dependiente de la edad y la pubertad entre
la puntuación de CI en la primera infancia y los síntomas depresivos en la
adolescencia. Medicina Psicológica, 41, 333-343.
Gordon, E., Rush, A. J., Palmer, D. M., Braund, T. A., & Rekshan, W. (2015). To-
ward an online cognitive and emotional battery to predict treatment
remision in depression. Neuropsychiatric Disease and Treatment, 11, 517-
531.
Gore, F. M., Bloem, P. J., Patton, G. C., Ferguson, J., Joseph, V., Coffey, C., ...
Mathers, C. D. (2011). Carga mundial de morbilidad en jóvenes de 10 a 24
años: Un análisis sistemático. Lancet, 377, 2093-2102.
Gottesman, I. I., y Gould, T. D. (2003). El concepto de endofenotipo en
psiquiatría: Etimología e intenciones estratégicas. American Journal of
Psychi- atry, 160, 636-645.
Han, G., Helm, J., Iucha, C., Zahn-Waxler, C., Hastings, P. D., & Klimes-Dou-
gan, B. (2016). El uso de la terapia antirretroviral en el tratamiento de la
depresión y la ansiedad en adolescentes. Journal of Clinical Child and
Adolescent Psychology, 45(1), 44-58. Harrington, R., Bredenkamp, D.,
Groothues, C., Rutter, M., Fudge, H., & Pickles, A. (1994). Adult outcomes of
childhood and adolescent depression. III. Links with suicidal
behaviours. Journal of Child Psychology and
Psiquiatría, 35, 1309-1319.
Hasselbalch, B. J., Knorr, U., & Kessing, L. V. (2011). Deterioro cognitivo
en el estado de remisión del trastorno depresivo unipolar: A systematic
re- view. Journal of Affective Disorders, 134(1-3), 20-31.
Hetrick, S. E., Parker, A. G., Hickie, I. B., Purcell, R., Yung, A. R., & McGorry,
P. D. (2008). Early identification and intervention in depressive disor-
ders: Towards a clinical staging model. Psychotherapy and
Psychosomat-ics, 77, 263-270.
|
AeL0LO0T5T2E7T (A1L.2 de 24) | (11 de 1A2L)LOeT0T0E5T2A7L.
nético/familiar más que la historia clínica: A monozygotic discordant twin-
pair study. Psychiatry Research, 215(1), 87-94.
Hughes, C., Roman, G., Hart, M. J., & Ensor, R. (2013). ¿La depresión
materna predice la función ejecutiva de los niños pequeños? - a 4-year longitu-
dinal study. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 54(2), 169-
177. Jaeger, J., Berns, S., Uzelac, S., & Davis-Conway, S. (2006).
Neurocognitive deficits and disability in major depressive disorder (Déficits
neurocognitivos y discapacidad en el trastorno depresivo mayor).
Psychiatry Research,
145(1), 39-48.
Kendler, K. S., Thornton, L. M., & Gardner, C. O. (2000). Stressful life events
and previous episodes in the etiology of major depression in women: An
evaluation of the "kindling" hypothesis. The American Journal of Psy-
chiatry, 157, 1243-1251.
Kessing, L. V., Hansen, M. G., & Andersen, P. K. (2004). Evolución de la
enfermedad en los trastornos depresivos y bipolares. Naturalistic study,
1994-1999. British Journal of Psychiatry, 185, 372-377.
Kessler, R. C., Berglund, P., Demler, O., Jin, R., Merikangas, K. R., & Wal-
ters, E. E. (2005). Lifetime prevalence and age-of-onset distributions of
DSM-IV disorders in the National Comorbidity Survey replication.
Archives of General Psychiatry, 62, 593-602.
Klimes-Dougan, B., Ronsaville, D., Wiggs, E. A., & Martinez, P. E. (2006).
Neuropsychological functioning in adolescent children of mothers with a
history of bipolar or major depressive disorders. Biological Psychiatry, 60,
957-965.
Klimkeit, E. I., Tonge, B., Bradshaw, J. L., Melvin, G. A., & Gould, K. (2011).
Déficits neuropsicológicos en la depresión unipolar adolescente. Archivos
de Neuropsicología Clínica, 26, 662-676.
Koenen, K. C., Moffitt, T. E., Roberts, A. L., Martin, L. T., Kubzansky, L., Har-
rington, H., ... Caspi, A. (2009). Childhood IQ and adult mental disor- ders:
A test of the cognitive reserve hypothesis. American Journal of
Psychiatry, 166(1), 50-57.
Kyte, Z. A., Goodyer, I. M., & Sahakian, B. J. (2005). Habilidades ejecutivas
seleccionadas en adolescentes con primer episodio reciente de depresión
mayor. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 46, 995-1005.
Lee, R. S., Hermens, D. F., Porter, M. A., & Redoblado-Hodge, M. A. (2012).
Un meta-análisis de los déficits cognitivos en el primer episodio de
trastorno depresivo mayor. Journal of Affective Disorders, 140(2), 113-
124.
Lee, R. S., Hermens, D. F., Redoblado-Hodge, M. A., Naismith, S. L., Porter,
M. A., Kaur, M., ... Hickie, I. B. (2013). Neuropsychological and socio-
occupational functioning in young psychiatric outpatients: A longi- tudinal
investigation. PLoS ONE, 8(3), e58176. doi:10.1371/journal.
pone.0058176.
Lee, M. M., Reif, A., & Schmitt, A. G. (2013). Depresión mayor: ¿un
papel para la neurogénesis hipocampal? Current Topics in Behavioral
Neurosciences, 14, 153-179.
Lewinsohn, P. M., Rohde, P., & Seeley, J. R. (1998). Major depressive disorder
in older adolescents: prevalence, risk factors, and clinical implications.
Clinical Psychology Review, 18, 765-794.
Lewinsohn, P., Rohde, P., Seeley, J., Klein, D. N., & Gotlib, I. H. (2000). Nat-
ural course of adolescent major depressive disorder in a community sample:
Predictors of recurrence in young adults. The American Journal of
Psychiatry, 157, 1584-1591.
Lin, A., Reniers, R. L. E. P., & Wood, S. J. (2013). Estadificación clínica en el
trastorno mental grave: Evidence from neurocognition and neuroimaging.
Brit- ish Journal of Psychiatry, 202(Suppl. 54), s11- s17.
Maalouf, F. T., Brent, D., Clark, L., Tavitian, L., McHugh, R. M., Sahakian, B. J., &
Phillips, M. L. (2011). Deterioro neurocognitivo en el trastorno depresivo
mayor adolescente: Marcadores de enfermedad estado vs rasgo. Revista de
Trastornos Afectivos, 133, 625-632.
Mathers, C., Fat, D. M., & Boerma, J. T. (2008). La carga mundial de morbilidad:
2004 Update. Ginebra, Suiza: Organización Mundial de la Salud.
McClintock, S. A., Husain, M. M., Greer, T. L., & Cullum, C. M. (2010). As-
sociation between depression severity and neurocognitive function in major
depressive disorder: A review and synthesis. Neuropsicología, 24(1), 9-
34.
McDermott, L. M., y Ebmeier, K. P. (2009). A meta-analysis of depression
severity and cognitive function. Journal of Affective Disorders, 119(1-
3), 1-8.
McGorry, P., Keshavan, M., Goldstone, S., Amminger, P., Allott, K., Berk, M.,
... Hickie, I. (2014). Biomarcadores y estadificación clínica en psiquiatría.
World Psychiatry, 13, 211-223.
McGorry, P. D., Purcell, R., Hickie, I. B., Yung, A. R., Pantelis, C., & Jackson, H.
J. (2007). Estadificación clínica: Un modelo heurístico para la psiquiatría
y la juventud
salud mental. Revista Médica de Australia, 187(7 Suppl), s402.
McGrath, J. J., Wray, N. R., Pedersen, C. B., Mortensen, P. B., Greve,
A. N., & Petersen, L. (2014). La asociación entre la historia familiar de los
trastornos mentales y la capacidad cognitiva general. Translational
Psychiatry, 4, 6.
Meyer, S. E., Carlson, G. A., Wiggs, E. A., Martinez, P. E., Ronsaville, D. S.,
Klimes-Dougan, B., ... Radke-Yarrow, M. (2004). A prospective study of
the association among impaired executive functioning, childhood
attentional problems, and the development of bipolar disorder. Devel-
opment and Psychopathology, 16, 461-476.
Micco, J. A., Henin, A., Biederman, J., Rosenbaum, J. F., Petty, C., Rindlaub,
L. A., ... Hirshfeld-Becker, D. R. (2009). Executive functioning in off-
spring at risk for depression and anxiety. Depression and Anxiety, 26,
780-790.
Millan, M. J., Agid, Y., Brüne, M., Bullmore, E. T., Carter, C. S., Clayton, N.
S., ... Young, L. J. (2012). Disfunción cognitiva en los trastornos
psiquiátricos: Características, causas y la búsqueda de una terapia mejorada.
Nature Re- views Drug Discovery, 11, 141-168.
Paus, T., Keshavan, M., & Giedd, J. N. (2008). ¿Por qué surgen muchos
trastornos psiquiátricos durante la adolescencia? Nature Reviews:
Neuroscience, 9, 947-957.
Peters, A. T., Jacobs, R. H., Crane, N. A., Ryan, K. A., Weisenbach, S. L.,
Ajilore, O., ... Langenecker, S. A. (2015). Domain-specific impairment in
cognitive control among remitted youth with a history of major de-
pression. Intervención temprana en psiquiatría, doi:10.1111/eip.12253.
[publicación electrónica antes de impresión].
Potter, G. G., Kittinger, J. D., Wagner, H. R., Steffens, D. C., & Krishnan, K.
R. (2004). Prefrontal neuropsychological predictors of treatment remision in
late-life depression. Neuropsychopharmacology, 29, 2266-2271. Ramsden,
S., Richardson, F. M., Josse, G., Thomas, M. S., Ellis, C., Shake- shaft, C., ...
Price, C. J. (2011). Verbal and non-verbal intelligence
chang-
es en el cerebro adolescente. Nature, 479, 113-116.
Rao, U., Weissman, M. M., Martin, J. A., & Hammond, R. W. (1993). Child-
hood depression and risk of suicide: A preliminary report of a longitu-
dinal study. Journal of the American Academy of Child Adolescent
Psychi- atry, 32, 21-27.
Rock, P. L., Roiser, J. P., Riedel, W. J., & Blackwell, A. D. (2014). Deterioro
cognitivo en la depresión: Una revisión sistemática y meta- análisis. Psy-
chological Medicine, 44, 2029-2040.
Rohde, P., Lewinsohn, P. M., Klein, D. N., Seeley, J. R., & Gau, J. M. (2013).
Características clave del trastorno depresivo mayor que ocurre en la
infancia, Adolescencia, Adultez emergente, Adultez. Clinical
Psychological Science, 1(1), 41-53.
Schmid, M., y Hammar, A. (2013). Un estudio de seguimiento del primer
episodio de trastorno depresivo mayor. Deterioro en la inhibición y la
fluidez semántica: ¿potenciales predictores de recaída? Frontiers in
Psychology, 4, doi:10.3389/ fpsyg.2013.00633.
Smith, D. J., Muir, W. J., & Blackwood, D. H. R. (2006). Neurocognitive im-
pairment in euthymic young adults with bipolar spectrum disorder and
recurrent major depressive disorder. Bipolar Disorders, 8(1), 40-46.
Snyder, H. R. (2013). Major depressive disorder is associated with broad
impairments on neuropsychological neasures of executive function: Un
meta-análisis y revisión. Psychological Bulletin, 139(1), 81-132.
Solomon, D. A., Keller, M. B., Leon, A. C., Mueller, T. I., Lavori, P. W., Shea,
M. T., ... Endicott, J. (2000). Multiple recurrences of major depressive
disorder (Recurrencias múltiples del trastorno depresivo mayor).
American Journal of Psychiatry, 157, 229-233.
e00527 (12 de 24) | ALLOTT ET AL.

Vijayakumar, N., Whittle, S., Yucel, M., Byrne, M. L., Schwartz, O., Simmons,
Woo, Y. S., Rosenblat, J. D., Kakar, R., Bahk, W. M., & McIntyre, R. S. (2016).
J. G., & Allen, N. B. (2016). Deterioro de la maduración del control
Déficits cognitivos como mediadores de la función ocupacional deficiente
cognitivo en adolescentes que desarrollan trastorno depresivo mayor.
en pacientes con trastorno depresivo mayor reingresados.
Revista de Psicología Clínica Infantil y Adolescente, 45(1), 31-43.
Psicofarmacología Clínica y Neurociencia, 14(1), 1-16.
Vreeburg, S. A., Hoogendijk, W. J., van Pelt, J., Derijk, R. H., Verhagen, J. C., van
Zammit, S., Allebeck, P., David, A. S., Dalman, C., Hemmingsson, T., Lundberg, I., &
Dyck, R., ... Penninx, B. W. (2009). Major depressive disorder and
Lewis, G. (2004). A longitudinal study of premorbid IQ score and risk of
hypothalamic-pituitary-adrenal axis activity: results from a large cohort
developing schizophrenia, bipolar disorder, severe depression, and other- er
study. Archivos de Psiquiatría General, 66, 617-626.
nonaffective psychoses. Archives of General Psychiatry, 61, 354-360.
Weeks, M., Wild, T. C., Ploubidis, G. B., Naicker, K., Cairney, J., North,
C. R., & Colman, I. (2014). Childhood cognitive ability and its relationship
with anxiety and depression in adolescence. Journal of Affective Disor- Cómo citar este artículo: Allott, K., Fisher, C. A., Amminger, G.
ders, 152, 139-145. P., Goodall, J. y Hetrick, S. (2016), Caracterización del deterioro
Weissman, M. M., Wolk, S., Goldstein, R. B., Moreau, D., Adams, P., neurocognitivo en jóvenes con depresión mayor: ¿estado, rasgo o
Greenwald, S., ... Wickramaratne, P. (1999). Depressed adolescents grown cicatriz? Brain and Behavior, 6: 1-12. e00527, doi: 10.1002/
up. Journal of the American Medical Association, 281, 1707- 1713. brb3.527

También podría gustarte