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ENGELS, F. - Principios Del Comunismo - PLEJANOV, J. - Concepción Materialista de La Historia (OCR) (Por Ganz1912)
ENGELS, F. - Principios Del Comunismo - PLEJANOV, J. - Concepción Materialista de La Historia (OCR) (Por Ganz1912)
PRINCIPIOS DE COMUNISMO
J. Plcjanov
CONCEPCION MATERIALISTA
DE LA HISTORIA
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J. Plcjanov
CONCEPCION MATERIALISTA
DE LA HISTORIA
Jorge V alentinovich Plejanov (1856-1918), b rillan
te in telectu al ruso, de profesión ingeniero, se destacó
como fu n d ad o r del m ovim iento m a rx ista ruso,
Plejanov desarrolló u n a activa p ro p ag an d a del
m arxism o, a través de traducciones de los clásicos m ar-
xistas, de conferencias y publicaciones de alto nivel
teórico y polémico.
E n tre sus trab ajo s se d estacan La D octrina Econó
m ica de Carlos M arx, La C uestión Agraria, El A rle y la
Vida Social, El C ristianism o y o tras obras.
N uestra E ditorial incluye en el volum en p resente
dos ensayos breves pero esclarecedores de la problem á
tica del m aterialism o histórico y el papel del individuo
en la historia.
L am en tab lem en te después de a c re d ita r ex tra o rd i
n arios m éritos científicos y revolucionarios, Plejanov
ab andonó la r u ta de la d ic tad u ra del p ro letariad o y e n
tró en agudo conflicto ideológico y político con Lenín,
quien fu era su discípulo en los inicios de su c a rre ra re
volucionaria. Sin em bargo, sus obras fu n d am e n tales
fo rm an p a rte del tesoro del m aterialism o y la crítica li
te ra ria m arxista.
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Confesamos que acogimos con no poca prevención
el libro del profesor de la U niversidad de Roma Antonio
Labriola, Essais sur la Concepíion M aíeriaHsfe de
I’H isíoire1, publicado en P arís en 1897, con un p refa
cio de G. Sorel, Acogimos este libro con prevención
porque estábam os escamados por ciertas obras de algu
nos com patriotas suyos, por ejem plo A. L oria1 ( ver,
particularm ente, su obra La Teoría Económica del la
C onstítuzione Política**3). Pero ya las prim eras páginas
del libro nos convencieron de que carecíamos de razón
y de que A ntonio Labriola nada tenia que ver con
Aquí les Loria. Cuando íbamos dando fin a la lectura,
nos sentim os inclinados a hablar de este libro al lector
ruso. Confiamos en que éste no nos g u ard ará rencor por
ello. Pues ¡son tan raros los libros no vacíos!
La obra de Labriola fue publicada antes en italia
no. La traducción francesa es farragosa y, en algunos
pasajes, francam ente mala. Decimos esto con toda seg u
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No com partim os las gratas esperanzas de P irenne.
El futuro no puede pertenecer a concepciones vagas e
indefinidas; tales. precisam ente, son las de Monod y,
sobre todo, las de L am precht. Ccmo es n atu ral, no se
puede por menos de saludar la tendencia que proclam a
que la tarea prim ordial de la ciencia histórica es el es
tudio de las instituciones sociales y de las condiciones
económicas. Esta ciencia irá lejos cuando dicha ten d en
cia arraigue en ella definitivam ente. Pero, en prim er
térm ino, P iren n e se equivoca al considerar que esta
tendencia es nueva, Ha surgido en la ciencia histórica
ya en la segunda década del siglo X IX : sus rep resen
tan tes más destacados y consecuentes fueron Guizot,
M ígnet, A gustín T h ierry y, más tarde, Tocquevilie y
otros. Las concepciones de Monod y L am precht no son
más que una copia pálida de un original viejo, pero muy
notable. En segundo térm ino, por profundas que ha
yan sido para su época las concepciones de Guizot,
M ignet y otros historiadores franceses, muchos puntos
han quedado sin esclarecer. No dan una respuesta p re
cisa y com pleta a la cuestión del papel del individuo en
la Historia. A hora bien, la ciencia histórica debe resol
v er de una m anera efectiva este problem a, si es que a
sus representantes les está destinado librarse de una
concepción unilateral del objeto de su ciencia. El fu tu ro
pertenece a la escuela que m ejor resuelva, en tre otros,
este problem a.
Las concepciones de Guizot, M ignet y otros histo
riadores pertenecientes a esta tendencia eran como una
reacción fren te a las ideas históricas del siglo XVIII y
son su antítesis. Los hom bres que en aquel siglo se
ocupaban de la filosofía de la H istoria lo reducían todo
a la actividad consciente de ios indiuiditos. C ierto es
que tam bién entonces ex istían algunas excepciones de
la regla general: el campo visual histórico-filosófico,
por ejem plo, de Vico, M ontesquieu y H erd er era mucho
más amplio. Pero nosotros no nos referim os a las excep
ciones; la enorm e m ayoría de los pensadores del siglo
X VIII in terp reta b an la H istoria tal y como lo hem os
expuesto. Es m uy interesan te a este respecto volver a
le e r hoy las obras históricas de M ably, Según este au
tor, fue Minos quien organizó com pletam ente la vida
social y política y creó las costum bres de los cretenses,
m ientras Licurgo prestó el mismo servicio a Esparta.
Si los espartanos “despreciaban’' la riqueza m aterial,
es debido a Licurgo, que “ penetró, por decirlo así,
hasta lo más profundo del corazón de sus conciudada
nos y ahogó en ellos todo germ en de pasión por las
riquezas" I descendit pou?- ainsí diré pisque dans le
jo n d du coeur des citoyens, etc.).' Y si más ta rd e los
espartanos abandonaron la senda señalada por el sabio
Licurgo, la culpa es de Lisandro, que les había conven
cido de que “ los tiem pos nuevos y las nuevas circu n s
tancias exigen nuevas norm as y una política n u ev a".3
Los tratados escritos partiendo de este punto de vista
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tenían muy poco que ver con la ciencia y se escribían
como sermones, únicam ente con miras a las "enseñan
zas m orales” que de ellos se desprendían. Precisam ente
contra concepciones de esta índole se levantaron los
historiadores franceses de la época de la Restauración.
Después de los grandiosos acontecimientos de fines del
siglo XVIII, era ya en absoluto imposible considerar a
la H istoria como obra de personalidades más o menos
em inentes, mas o menos nobles e ilustradas, que. a su
antojo, inculcaran a una masa ignorante, pero sumisa,
unos y otros sentim ientos e ideas. C ontra tai filosofía
de la Historia se rebelaba además el orgullo plebeyo de
los teóricos burgueses. Dejaron sen tir su influencia los
mismos sentim ientos que todavía en el siglo XVIII se
pusieron de manifiesto en la naciente dram aturgia b u r
guesa, En la lucha contra las viejas concepciones histó
ricas, Thierry empleaba, entre otros, los mismos argu
mentos esgrim idos por Beaum archais y otros contra la
vieja estética,' Por último, las tem pestades que poco
tiempo antes habían sacudido a Francia dem ostraban a
las claras que La m archa de los acontecimientos histó
ricos no era determ inada exclusivam ente, ni mucho
menos, por la actividad consciente de los hombres; es
ta sola circunstancia debía ya sugerir la idea de que los
acontecimientos se producen bajo la influencia de
cierta necesidad latente que actúa de m anera ciega, co
mo los elementos de la naturaleza, pero conforme a
determ inadas leyes inexorables. Es extrem adam ente
notorio —aunque hasta ahora, que nosotros sepamos,
nadie lo ha señalado— el hecho de que las nuevas con
cepciones de la Historia como proceso regulado por
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Asi pues, particularidades individuales de las perso
nalidades em inentes determ inan el aspecto individual
de los acontecim ientos históricos, y el elem ento casual,
en el sentido indicado por nosotros, desem peña siem pre
cierto papel en el curso de estos acontecim ientos, cuya
orientación está determ inada, en últim a instancia, por
las llam adas causas generales, es decir, de hecho, por el
desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones
m utuas e n tre los hom bres en el proceso económico-
social de la producción, que aquél determ ina. Los fenó
menos casuales y las particu larid ad es individuales de
las personalidades destacadas son incom parablem ente
más patentes que las profundas causas generales. Los
hom bres del siglo XVIII pensaban poco en estas causas
generales, explicando la historia como resultado de los
actos conscientes y las ‘'pasiones” de las personalidades
históricas. Los filósofos de este siglo afirm aban que la
H istoria podria m archar por caminos totalm ente dife
rentes bajo la influencia de las m ás insignificantes cau
sas, por ejem plo a consecuencia de que la eabeza de
cualquier gobernante comenzaba a hacer de las suyas
un '‘átom o1’ cualquiera (opinión que aparece expresada
más de una vez en e l^ y síé m e de la N a tu re).'
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3. "O u é es M a te ria lism o Dialéctico", Q. K u usin en