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En un bosque habitado por aves de diversos colores, una gorrión llamada Griselda se sintió envidiosa de las aves con plumajes más coloridos. Emprendió un viaje para cambiar el color de su plumaje gris, pero sus intentos fueron en vano. Las otras aves le enseñaron que su valor no dependía de su apariencia externa sino de su interior, y Griselda aprendió a aceptarse a sí misma.
En un bosque habitado por aves de diversos colores, una gorrión llamada Griselda se sintió envidiosa de las aves con plumajes más coloridos. Emprendió un viaje para cambiar el color de su plumaje gris, pero sus intentos fueron en vano. Las otras aves le enseñaron que su valor no dependía de su apariencia externa sino de su interior, y Griselda aprendió a aceptarse a sí misma.
En un bosque habitado por aves de diversos colores, una gorrión llamada Griselda se sintió envidiosa de las aves con plumajes más coloridos. Emprendió un viaje para cambiar el color de su plumaje gris, pero sus intentos fueron en vano. Las otras aves le enseñaron que su valor no dependía de su apariencia externa sino de su interior, y Griselda aprendió a aceptarse a sí misma.
En un frondoso bosque habitado por aves de todo tipo, reinaba la armonía y la
cooperación. Los pájaros compartían sus alimentos, se ayudaban mutuamente a
construir nidos y celebraban juntos la llegada de la primavera con alegres cantos. Todos vivían en paz y felicidad. Sin embargo, un día, un pequeño gorrión llamado Griselda comenzó a sentir envidia de las aves que tenían plumajes más coloridos y llamativos que el suyo. Miraba a los loros verdes y a los cardenales rojos y anhelaba tener un plumaje tan vistoso como el de ellos. Su envidia creció día a día. Decidió, entonces, emprender un viaje en busca de colores para su plumaje. Recorrió el bosque en busca de flores de colores brillantes, pero cada vez que se posaba en una flor, se daba cuenta de que su plumaje seguía siendo gris. Intentó bañarse en arcoíris y revolcarse en pintura, pero nada cambiaba. La envidia la llevó a hacer cosas inusuales y fuera de lo común. Al ver la tristeza y la soledad en la que se encontraba Griselda, las otras aves del bosque se acercaron a ella y le dijeron: "Querida Griselda, no necesitas un plumaje colorido para ser especial. Cada uno de nosotros tiene su propio encanto y belleza. La diversidad es lo que hace que nuestro bosque sea hermoso. No dejes que la envidia te consuma. Aprende a amarte y aceptarte tal como eres". Griselda finalmente entendió que su envidia la había llevado por un camino equivocado. Agradeció a sus amigos por su apoyo y volvió a vivir en armonía con las demás aves. Aunque su plumaje seguía siendo gris, aprendió a valorarse a sí misma y a los demás por lo que eran en su interior. Moraleja: La envidia y la búsqueda de la perfección externa pueden llevarnos por caminos equivocados y hacernos perder lo que realmente importa: la aceptación de uno mismo y la valoración de la diversidad. Cada uno tiene su propia belleza y cualidades únicas que lo hacen especial.