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Actitud y aptitud, dos términos muy utilizados en nuestros días,

especialmente en algunos entornos, como el laboral. Dos palabras


parónimas, que es el término que se utiliza para expresar que son muy
similares en su forma, pero significan cosas distintas. La actitud hace
referencia a la personalidad, al temperamento que muestra una
persona ante una situación, a la postura que adopta en cada momento.
La aptitud, en cambio, se centra en el talento natural, la destreza o las
habilidades específicas que cada individuo tiene o desarrolla. Ambas
son muy necesarias en la vida y nos definen como personas.

Son aspectos interesantes, ya que ayudan a predecir tanto los patrones


de comportamiento como las habilidades y destrezas de una persona.
Mientras la actitud es el resultado de las creencias y opiniones, la
aptitud habla de su capacidad o facilidad para adquirir nuevas
habilidades a través de la experiencia.

Es precisamente aquí donde radica la primera gran diferencia, la que la


aptitud, que es una medida de habilidad y puede estar relacionada con
la inteligencia, se mantiene más constante, mientras que la actitud tiene
que ver con la personalidad de cada uno y puede ser más fluida y, por
lo tanto, más cambiante.

Las aptitudes pueden ser innatas, ya que hay personas que tienen
habilidad natural para desarrollar algunas tareas (la lógica, las
matemáticas, los idiomas, la comunicación…), pero también pueden ser
adquiridas a través del conocimiento teórico y práctico. O las dos cosas
a la vez. La actitud hace referencia a la predisposición de una persona
ante cualquier situación como, por ejemplo, afrontar un nuevo reto, a su
comportamiento.

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