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La metamorfosis de Aracne; un comentario

Hay quien comete el error de considerar que, en materia de mitología y tradición, existe un

único canon, una versión “autentica” de las historias que estas recogen, cuando en realidad;

no podría ser una noción mas equivocada. Dentro de este ámbito, podemos encontrar

decenas de versiones distintas y variantes para cada relato, todas ellas influidas por el

contexto en que se contaron por primera vez.

Es por eso por lo que, al analizar una de estas variantes, es importante preguntarse:

¿Quién lo contó? ¿Dónde y cuando lo hizo? ¿Cómo lo hizo? ¿Con que motivos?

Al considerar todos los elementos que rodean a una historia, podemos acercarnos a

entenderla y entender a las personas que la crearon; lo que, por su parte, nos sirve para

entendernos en base a las relaciones que mantenemos con esas personas.

Tomando en cuenta este enfoque, resultan ciertamente interesantes algunos mitos;

en particular, el mito de Aracne y la versión de este que nos da Ovidio en sus Metamorfosis.

En el caso de Aracne, podemos observar una estructura básica en común con

muchas otras historias de la mitología grecolatina: un mortal (en este caso Aracne,

asegurando superar a una diosa en las artes del tejido), se jacta de ser superior en algo a los

dioses, cayendo en del pecado de la soberbia, o hybris; un poderoso lugar común en la

mitología clásica; como castigo, la deidad injuriada (en este caso Atenea, o Minerva, como

la llaman los romanos) le convierte de forma violenta y intransigente en algo relacionado

con el motivo de su orgullo (una araña, criatura condenada a tejer por siempre).

Si bien esta es la estructura más típica para buena parte de la tradición mitológica

grecorromana, Ovidio entra en detalles en su obra: en el poema, la tejedora es una mujer


que “No fue ilustre aquélla ni por su nacimiento ni por el origen de su linaje, sino por su

arte” y que se indigna cuando se le dice que debe a la diosa su talento, en lugar de a sí

misma.

Ante la ira divina, Aracne acuerda con la hija de Júpiter una competición de tejido

para dirimir la disputa, lo cual es notable, ya que, en vez de fulminarla en el acto, la hija de

Júpiter le da la oportunidad de defender su propio mérito; lo cual hace sentido para una

diosa relacionada con la templanza y el raciocinio.

Ovidio, además describe los tapices que cada una elaboró: el de Minerva alaba la

gloria de los dioses; mientras que el de Aracne ensalza sus episodios más sórdidos

escabrosos; ambas de una gran calidad, aunque la victoria corresponde a la diosa, y la

mortal es castigada por su arrogancia, convertida en arácnido y destinada a reproducir para

siempre la razón de su caída.

En todo el relato se puede notar la confrontación entre lo divino y lo humano,

quedan patente las divinidades como figuras caprichosas y despóticas, frente a las que los

humanos se ven indefensos. Viéndolo de esa manera, resulta interesante recordar que

Ovidio, autor de esta variante de la historia, cayó de la gracia de Augusto y fue desterrado

de Roma; y que el emperador era la máxima representación y símbolo de los dioses en la

religión y política de ese tiempo; ¿Semejantes ideas literarias le habrán costado el exilio al

poeta? ¿Tenia de antemano algún desacuerdo con el emperador que le llevó a ese discurso?,

no lo sabemos, tal vez nunca lo sepamos, pero reflexionar al respecto nos ayuda a entender

que ninguna obra literaria existe en el vacío, si no que está en constante dialogo con el

mundo que le rodea y que cambian según donde y cuando se haya creado, y un aún en el
caso de un libro tan fundamental e influyente como las Metamorfosis, podemos ver señales

de eso mismo.

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