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EL rpiJDl\1 PO
Dl~ LA 11 H·fPOHIA

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m1DOH H'l' UDlO
Tftulo original: Lt ternps de l'lfistoire
Edltions du Seuil, Par&
~:~~~~~~
Traclucd6n d~ Ramón Alcalde

Cubierta de Gustavo MIKri


Impresión de tapa: Impresos Crificos JC
Caiios Maria Ramfrcz 2409, Ducnot Aires
Composidón: AX IS
Ja. tdici6>o , 1988

Im preso m la Arse.. timr


(Prlnled in Argentina)

Quecb hecho el depósito que prevk!ne la ley 11.123

C de !odaS laS cdldoncs ~n casl~iillnO by


Edi to rial J>aid65 SAICF
De!cnsa599,BucnosAircs;
Edidoncs Paldós lbbica SA
~~=~~~~~!:-~~e:•?A
Cu:majw to 202, Méxioo DF

1 IJN 950- 12-6667-2


VII
LA HISTORIA EXISTENCIAL

Desde la época en que el estudiante del que hablaba en


el capitulo anterior se desolaba por la aridez de sus maes-
tros.~ universitaria ha rejuvenecido sus métodos
y sus principios, y el estudiante actual, si está algo infor-
mado, no corre el riesgo de decepcionarse como sus mayores.
A su cu riosidad se abren demasiadas perspectivas seducto-
ras, en el interior mismo de su Alma Matu. Tendencias ya
antiguas, pero sofocadas durante mucho tiempo, se han
afi rmado, y parecerfa que con el recambio de las genera-
ciones se imponen de manera definitiva. La hjstoria de
hec ob· tiva exhaustiva a la manera
lo j
sitivlsta , SI
b1cn se mantiene todavía y pcrs1ste en a ttcra tura
cicntUica y en el manual, incluso el manual de ensc"aza su-
perior, aparece como una supervivencia tenaz, pero conde-
nada a muerte. Hace una veintena de ai\os que la Historia
universitaria y dentffica se renueva profundamente. Los
horizontes que descubre a la curiosidad contemporánea tie-
nen que conferir a esta ciencia rejuvenecida un lugar en el
mundo intelectual que había perdido desde los románticos,
Rcnan y Fustel de Coulanges. El oositivismo d(i la historia]
clásica la había situado al margen de los grandes debate~
de ideas. El marxismo, el historicismo conservador, la
habían anexado a filosofías de la hi storia, demasiado
alejadas de la preocupación existencial del hombre con·
temporáneo.
254 EL TIEMPO DE LA HISTORIA

~~~~¡:;~ ~~~i;~f~~.~ue se imponen de inmediato:

naS!~~ ~~~~::C~i_cr:~~~~~~~~u~c~~~~~ra~~o~i~\';.
manes en 1~3) cortó su obra en el momento en que su larga
maduración debía permitirle desarrollar conccpdones ruyo
atrevimiento exigía que las fundamentase sobre una erudi-
ción impresionante. Pero tal como quedó, la obra de Marc
Bloch ejerció sobre los hi storiadores una influencia deter-
minante. Bloch 'unto con Luden Fcbvre. está en el origen
del rejuvenecimiento de una ciencia que se desintegraba en
el tedio. Es curioso que ~ maestros de la hi storia
francesa vengan de la Universidad de Estrasburgo, donde
enseñaron largo tiempo. El contacto viviente con el mundo
rcnano, germánico, pero también, en el caso de L. Febvrc.
con el Franco Condado, atravesado de inOucndas espa·
nolas, no fue sin duda extrai\o a la concepción que ambos tu·
vieron de una historia comparati va de los modos ca rac·
tcrfsticos d e civili zación.
rela~rv~ fr~~eddaed~:~fs~~e!~~:~~~ea;a a t~:::P~~
8

bies de llamar la atención.


Ante todo s u magi stral hi storia de los Caracteres o ·gj·
rmles de la historia rural en Francüz. Po r histona rural Marc
Bloch no entendía la historia de las políticas rurales d e
los gobiernos o de las administraciones, sino la de las es·
tru cturas agra rias, los modos de ocupación de la tierra, de
su subdivisión, de su explotación. De hecho, es una historia
del ~isa·· construido EQL~S de hombres. Esto aparece
ya en el titulo del libro que la obra de Bloch inspiró a G.
~~ufe~~l, cr:;!{~ }:~~~aa~ ~~~~~~ abr~~a:i?;~~nH~:~~
0 0

toria el d ominio, casi virgen en Francia (no estaba en Ingla·


terra y los países escandi navos), de las transformaciones
del paisaje rural por el contacto más íntimo con el hombre y
con su existencia de todos los días. Antes de él, con el viejo
1 &te caphulo estaba e5Cf'ito y compuesto antes de la aparid6n dcllibro
c-boll.t: por 1.11 Histtwi.; Luden Fft,vre f\'\IIÜ6, en Wll compilación partl-
="=~e ~~r'r~~t.d!~mde critlc. donde susldeu tobre 1;~ His-
LA HISTORIA EXlSTENOAL 255

Babea u, estas investigaciones conservaban un carácter des-


criptivo y anecdótico. M. Bloch les resti tuyó una signjfica-
siAD para la comprensión de la sociedad francesa, que
había sido casi exclusivamente rural hasta el siglo XVII.
Su método le permitía aPrehender las estructuras sociales]
desde el m tenor, más allá de las descripciones pintoresca
y agradables pero que no tocaban lo esencial: el Jugar geo-
mótrico del hombre y de su trabajo cotidiano, del cam pesi-
no y de la tierra.
Otra innovación: los Caracteres originales ... de M. Bloch
no se linútaOOn a un pequeño segmento del tiempo, y sin em-
bar~o era tradición de los enlditos especia li ~ rsc en derto
¡?Cnod-º' y cuanto más breve era éste, tanto más considCraOó
era el estudioso. Aunq ue medievalista M. Bloch no vaciló
~r sf~~o~~tsisc~~i~~o~~ ~~ ~!~':~!~,r;~:g:r:~~~i~~~~
una especialización horizontal, en el tiempo, la reemplazó
por una especialización vertical a través del tie moo .~
ml!todo era es:hgroso, porque exigía conocimientos consi-
derables, rmitía ncr de relieve las articulaciones
de la eyolución. en ugar e undir su o jeto en un gnsa o
de hechos demasiado próximos y por lo tanto demasiado
semejantes. Rompía el marro de una especialización que, en
~ ife~en~~aas a~et~~~~i~~~~a~~~F~1~z~;~e~r~lt! ~¿~~!
1

se expandiría, porque entonces los historiadores advirtie-


ron que la historia de las instituciones se hace casi ininte--
~~~~~ss~a~f.:¡t;::~ ~~a:º!~:ib~~~~\~(~~~~{~s~
titucionalcs no son comprensibles pa ra los no contempo-
ráneos sino es gn_el interior de las va riaciones que los dis-
tinguen y pa rticularizan. .
A esto se dcbC que CT estudio del feudalismo fuera com-
~~~~sm~~~ r~n~~JaJf~~tr~ '~~!Jó~ ~~s1~o~~o~r!l~:
w.saltoje, y Las clllses y los gobiunos de los hombres.2

2 Dos vohlme11es, Alb4n Mlchcll, colecdón t. n:IOlud6n tU la humanid.ld,


19J9y \940.
256 EL TIEMPO DE LA HISTORJA

Antes de Bloch, los medievalistas o los juristas tenían


el hábito de encarar el feudalismo como una "organi ~
::.d!~d~~a;es~~~e:,:';,!~~~P1~~,~=i~~~~!~
sus orígenes.
SI abro el librito de . Calmette sobre LA socitdad tu·
dal, que en 19 conshtu a e eje de a cuestión, me encuen-
tro con el primer capítulo, titulado "Los orígenes feudales",
donde el autor recurre a los Derechos bárbaros y romanos
f:~~~~~~::n'::.e![~:ehcfolay~T~~~t~~~~~~
pazco inmediatamente el método clásico de la filiación de
los hechos. La filiación puede ser objetivamente exacta,
~~lica nada de las condiciones que hacen del feudo

o!~~:;~ee~:!;r~~! 1e ro:~~,~~:.c~~ encuentro con


1
_!lgo
"La organización feudal", donde describe un feudalismo
tipo, sin insistir sobre las diferencias regionales y la diver-
sidad de las evoluciones.
~ retomó el problema de una manera distinta
de la de sus predecesores. Sin simplificar excesivamente su
itinerario, se pueden definir dos direcciones principales.
Ante todo, no exjste un feudalismo sino una mtnlalidqd
~· El estudio de las instituciones sale as! del ámbito
del Derecho (sin desclei\4lr muy IC}Os de ello-los datos
del Derecho) y in rta en la historia tru t ra
mental de un estado tum r huma-
no. Bloc mvestigó, pues, en qué mcdiCJa el hombre feudal
Cffierfa de sus antecesores, en vez de detenerse a seguir en el
~~~~od~e~~:! ~:Pf¡~~~an~fc;~un~ ~Ir ~u:~~~f::~~u:a~i
beneficio. Con él, se contrasta el feudal con el compai\ero y
el beneficiario, bajo-romano o germánico.
Luego, y éste es cl segundo punto de su método, establece
'que no hay un feudalismo, general en todo Occidente, sino
muchos estados de una sociedad, bastante afines entresf
\como pa.La...que se los rcuna bajo.sl rótulo de "fcudal",_pero
bastante_Qifcrent también ra uc no se los confunda, te-
niendo p~ntc, además, que extensos dommios qu aron
LA HISTORIA EXISTENOAL '157

comouni-
ad de ese complejo en relación
diversidades que la precedieron
con ella. _
~es lo que hace que los otros sean otros. Y esta
alteridad no se reduce a un promedio común a las subdivi-
siones de un mismo conjunto. Más aun; la conciencia concreta
de esta unidad se altera a me;dida quul observador ~ l e:
~ de u ~rcepción ag!_lda de las diferencias que son irre-
Clucti un grado superior de diversidad. Una ~
!Q9!_ se caracteriza por lo que la diversifica en el tiempo
y en el espacio.
258 EL TI~;MPO DE LA HISTORIA

El esfuerzo de L. Febvre es inseparable del de Marc


Bloch. Dirigieron juntos aquellos admirables Annales
d'Histoi rt Soeiale que hicieron entrar en el mundo de los
hombres de ciencia y en una parte apreciable del gran
público cultivado una concepción viviente y fecunda de la
~~-~~g~~~~~e~ffi~~ri:~~~ ~~~~~ ~~~~C:~: :~o~
nales y en la Rtva« de Synt~ Historiqut: se podría sacar
con facilidad el material para un vigoroso ensa o sobre el
método histórico, y también las primeras bases para una
filosO!ía_sobre la Historia. En este sentido, su obra es deci·
siva, y su importancia debe ser subrayada de inmediato.
Sin embargo, no insistiré en ello, porque seria un trabajo de
antología y habría que reunir demasiados extractos y citas,
lo que no es el objetivo del presente ensayo. Por otra parte,
correría yo el riesgo de incurrir en la repetición, puesto que
muchos de los pasajes que conforman las páginas prece-
dentes se inspiran muy de cerca en las opiniones de L.
Febvre.
Como en el caso de M. Bloch, quisiera solamente evocar
algunos as~tos de su método de historiador y mostrar -ª"
ué sentido se orienta esta nueva escuela.
Me apoyaré en dos obras recientes de L Febvre, El pro-
r~~~e la incredulidad en tl siglo X VI. LA rtligi6n de Rllbt-
l~~ n torno del "Heplamer6n ": amor sagrado, amor profa-

Ambas tratan de las estructuras mentales propias de los


hombres del siglo XVI. Pero ninguna aborda este tema de
manera directa: la intención se abre paso sólo en los títulos
o los subtítulos. Febvre no se propone agotar su tema, la so-
ciedad del siglo XVI, o de hacer una segmentación superfi-
cial de él, ocupándose de una zona de esta sociedad. De he-
cho, la atraviesa toda entera, pero en un punto elegido por
él, como quien echa una sonda. Y lo
elige Febvre allí donde su investí
fenómeno extrai'lo ~ á i a
3 Parls. Albin Michel, roll'Cdón "U evolución de la Humanidad·, 1942.
4 Parfs, Galli1Nlfd,.1944.
LA HISTORIA EXISTENOA L 259
historia. sino plantea un problema y lo hace, en general, a
propósito de un hombre {Rabelais, Buenaventura, Des Pé-
riers, Margarita de Navarra) o de un ra o de costumbres:
l~rocesos de hechicería. Distingue en la gesta del pasa-
do aquello que le parece subrayar una diferencia entre la
sensibilidad del hombre de otrora y la del hombre de hoy.
¿En _gué consiste esta diferencia? Esto es plantc~J?:roble·:
ma. ~ué corresponde esta d iferencia en el estado de las
culturas ue se comparan? Esto es aportar una interpreta-:
ca n adelantar una hipótesis. ¿En qué medida esta
1 tesis, fundada en un caso singular es aplicable al con-
junto de la sociedad? Esto es intentar un ensayo d e recons--
trucción histórica, sin desarrollar la Histona como sa lucra
una canta continua de acontecimie~l
problema inicial. al asombro de comparar el ayer y el hqy
que dio origen a la investigación y sigue sosteniéndola y o-
rientándola . _
~se presenta entonces como la re:¡ puesta a una
~ y el historiador es ante todo aquel que es capaz
de asombrarse, que toma conciencia de las anomalfas tal
como las percibe en la sucesión de los fenómenos.
Esta actitud ante la Historia suoone una relación entre

:~~:o~~ ~i~Te~~¿[p~':i~~d~se;~la ~
0 0

cuela clásica.s _
¿Fue Rabelais un precursor de los libertinos y de los
descreídos, como han sostenido los historiadores? Pero, ¿en
qué medida podía estar desprendido de toda creencia, vi-
viendo en el universo mental y social de base religiosa en el
que estaba inmerso? Si se lo encara así, el caso de Rabclais
deja de ser una curiosidad de historia literaria para con-
vertirse en un problema crucial, y de la solución que se le dé
depende toda una concepción del hombre en la Historia. O
Rabelais podía ser un ateo, más o menos confeso, y la His--
toria aparece en tonces como una lenta maduración e n la
5 Lmptla, evidentemente. t. convicdón de que la Hb toria no existe a;¡mo-
W\1 realidad que d historiador ~'": que:~ que;por-e!C:i5ñ='
iiirioi'a!iliio'fd,r,;a,
vfue ymcm
en~~~··.A
ron, 11triíil' a
esteresP.fCto,
IUsiDrY, ap. Cit.
t.11
260 EL TIEMPODELAHISTORlA
LA HISTORIA EXISTENOAL 261

in nuamente que es
la ue puede percibir sin esfuerzo de concien-
cia o de objetivación. De esta manera, Febvre se ve llevado
a reconstituir el ambiente propio del siglo XVI ~e
las diferencias que oponen su sensibilidad a la nuestra. Este
es el tema de su libro sobre Ma rgarita de Navarra. ¿Serfa.
admisible hoy d ía que u na mujer sincera y estimada, some-
tida a los cánones sociales de su tiempo y de su clase, escri-
biera a la vez El heptamer6n y el. Espejo del alma pecado-
ra? ¿Podría imagin arse hoy que, si n remordimientos ni
:rrcJ:¡s;~:ndre;uh;:~tc~eJ~~J¡~ ,::~~~~:~
a sentir que era un poco difícil de tragar. Margarita de Na-
varra no seria posible actualmente, ni siquiera descendien-
d o peldai'lo por peldaño, cincuenta ai'los después de su
muerte. ¿Por qué? Porque, comenta L. Febvre, existfa en-
tonces una relación entre moral y religión que es d istinta de
la nuestra, y una religión y una mofill que tenían un colorido
d istinto de las nuestras. Esta afirmación puede discutirse;
no im porta. Lo único que nos interesa aquf es Cll.Jé di rección
debe tomar el historiador en su búsqueda. Establece ante
todo. las d iferencias; luego con esas diferencias. reconsti-
tuye una estructura a ue pronto deja de estar integrada por
negaciones y aparece como una totalidad original. Al llc:
gar al límite, el historiador percibe su pasado con una con-
ciencia muy cercana a la del contemporáneo de ese pasado._
Ahora bien; si el historiador ha llegado a esta ~_.
dón de sf mism'?_Y...flc sus reh!idos de hombre de su tiempo,
no g o desprendiéndose de su tiem ~ o l vi d ándol o o ~u -¡
pri miéndolo, sino al contrario, refiriéndose n pri mer.Je.r:J
mino a ~resente. Parece difícil, pues, aprehender la na-
tura eza propia del pasado si uno mutila en sf mismo el
262 EL TIEMPO DE LA HISTORIA

sentido de su presente. El historiador no uede ser hombre


de abínete, uno de esos sabiosOe caricatura, a trine era o
etrás de sus ficheros y sus libros, cerrado al estrépito ex-
terior. Alguien así ha matado sus facultades de asombro y
ha dejado de ser sensible a los contrastes de la Historia .
e conozca los archivos las bibliotecas - no hace falta
Cledr ~es 1m rescindible. Pe19 no es su 1ciente. Necesita
además aprehender a VI a de su éooca oara desde ella,
remontarse a las di(crencias que le abren el camino hacia
un mundo inaccesible.
- El rejuvenecimiento de la Historia contemporánea no
¡ ~tá limitado a las modalidades de M. Bloch y L. Febvre.
LEn realidad, se manifiesta en los ambientes más variados.
La Hi storia Antigua no ha escapado a él. Los descubri-
mientos más sugerentes no se deben al solo perfeccionamien-
to de los utensilios arqueológicos o Hlológkos, sino al e m-
pleo de métodos rnmoarativos en el tjempo y en el espado.
La Historia de la Antigüedad no se detiene ya en la crono-
logía o en la geogTafía clásica. Confina con la prehistoria
y se extiende hasta la India y el Asia central: la historia
griega se ha visto así renovada gradas al método compa-
rativo tanto como por los descubrimientos documentales.
Los historiadores eligen temas donde la comparación es
~61 . Por eso se apartan de los periodos clásicos, aisla-
una unidad -por lo demás cuestionable- por la his-
rtoriografía antigua, y prefieren las áreas_J. los tiem~
ue varias civilizaciones se enfrentan se u :el mun-
do e en stico, tranJO, evantino; los intercambios entre
Oriente y Occidente a lo largo de la ruta de la seda, de las
pistas de las caravanas.
La ~ria Modez:.na_.~. y sobre todo la contemporánea, se
ha mantenidO"iíils re(ractaria a la renovación de los méto-
dos y los principios. Ante todo, porque en ella los hechos
políticos han conservado s u importancia predomina nte.
Nuestros contemporáneos sienten menos la necesidad d e ex-
plicitar mediante la Historia la conciencia de su ro io
tiempo, CV!,e se les da de manera in nua. Hay que recono-
cer, por último, que la masa de la ocumentación ha exigi-
do una ~ peciatizaci n no os_tiempP_s si amblén
LA HISTORIA EXISTENOAL 263

en los materiales de la Hi storia. junto a los historiadores


de la Historia política están los historiadores d e la His-
toria económica, como si hubiera una economía, una po-
lítica por separado, y no una totalidad humana, política,
económica, moral y religiosa a la vez, que es imposible di-
sociar. Por ello las investigaciones de estos especialistas,
po:r más nuevas y fecundas que sean estas especialidades,
culminan en callejones sin salida. Se los consulta con prove-
cho, pero sus eruditos estudios no está n demasiado lejos de
tos m~ tod os de la Escuela. Pienso, particularmente, en la
historia de los precios, muy impo rtante, sin duda alguna,
pero cuya importancia no ha sido todavía empleada para.
considerar la incidencia de los precios sobre la mentalidad
de los hombres.
De todas maneras, si la renovación es menos se.neral y
menos vigorosa en historia contemooránca no ha de}ado de
inspirar investigaciones muy importantes. En este caso,l!
investigación versó menos sobre el tiempo que sobre el es~­
..QQ, merced sobre todo a los progresos pa ralelos de la soci-
ología y la geografía: geograHa electoral, de las prác-
ticas religiosas; est udios de los niveles de vida, de las
mentalidades colectivas, de los fenómenos demográficos,
de las actitudes ante la vida y la muerte.
Esta rá ida ins ción d e_horizontes, por incompleta
que sea,basta para dar cuenta del hervidero de ideas nue-
vas, en materia de temas y en materia d e métodos dentro
de la historia contemporá n c~. ntentcmos ahora caracte-
rizar IQS ountos comunes a este conjunto de investigaciones y
en qué medjda definen una actitud ante la Historia

Volvamos, pues, sobre cosas que hemos dicho allí y


aquí, a propósito de esto o aquello, para armar un pequeño
catecismo de una historja "cxjstencial", que será a la vez
demasiado riguroso y demasiado incompleto, pero que nos
permitirá ver un poco claro en esta materia que se encuentra
en lena transformación.
historia clásica de fin es del siglo XIX se definía
r
como la ciencia de los hechos y de su sucesión ló_gica cro-
nológica. La ciencia moderna se. afirma como las cienctiSClc
264 a TIEMPO DE LA HISTORIA

1
~~ =~~~:~~a~í~a1~~ ~ft~::F.~~~;ae:~~~~r~::
solamente un conjunto de hechos relad~nados p:¡r su orden
en el tiempo o por su encadenamiento causal. Los hechos no
son más u 1 material. La estructura._Q_ como pre ieren
~:rq~: ;~:p~a~~r~~~~=~~~~n:-jo~~~~0t~a~i~0~~~~
minación -según una estética- que les son propias en un
momento del tiempo y en un punto del espacio. Una mi~
estructura no se repitiÓJ)yJlca ni se repetirá jamás. Su E:
e n titución arg~ efectuada por el historiador
coincide con la conciencia ingenua que el contemporáneo
toma de la particularidad del tiempo en que vive.
r La búsqueda de una ~depende menos de la na-
lturaleza de los hechos que de su organización de conjunto.
Se ha dicho demasiado ue la nova i n la Histo-
ri i · ~ La Historia a la
manera antigua sería la historia-b talla o la historia-
política. La Historia según las con iones modernas seria
la historia económica o social. es exa . La Historia es
actualmente total, y no elimina ni los hechos políticos ni
los hechos militares. Desconfía solamente de los hechos
~is~ de los hechos de herbario o de laboratorio. Los
acontecimientos militares, diplomáticos, políticos, respon-
den mejor que los otros fenómenos sociales a la definición
positivista del hecho. Y es así porque ellos mismos son pro-
ductos promedio, primeras abstracciones. Se sitúan en un
grado de la institución que se ha ~e)ado de la representa-
ción concreta del hombre en su tiempo. A ello se debe que
muestren entre sí un aire de familia que ha seducido a los
~:~i:~::l!~nco;i{¡c~~~":i~~~~~~:::mn:~f::i~C: ~~~
fenómenos. Ado tan sin resistirse esa vida aut noma d
h«ho ue se ec a y se inserta en la cadena continua de los
e celos y de las causas. Están situadQs euUfmil e.ntrJUQ
~nc~~~ hrsit~~~~~~~'f'oºs aat¿t¿~f;:';~~:~~~o;
10

redujeron pronto exclusivamente a ellos el tema d e sus in·


vcstigaciones.
LA HISTORIA EXISTENCAL 265

Esto no quiere decir que no existan. Todavía será necesa·


rio volverlos a colocar en la estructura a la que pertenecen.
es decir interro¡arlos no ya sobre ellos mismos, como si fue--
ran independientes y autónomos, si n o~.~
1 gy_fU91U!!lQ_de Jos elementos constituti vos. Y lo propio de
un ambiente humano consiste en que cada uno de estos ele--
mentos no sea simpre sino que reproduzca toda la compleji·
dad de su a mbiente. Los hechos d iplomáticos pueden en·
lances proporcionar la materia de un aporte a una historia
est-ructural como aquella de la que hablamos, cual sucede en
los estudios d e J. Ancel sobre la política europea, la noción
de fronteras, e tc~ tera. ,
[ Sin embargo, el hi storiador mostrará más predilección
rz:~~:~~ó::;:~~~~~~sh,:~~~:s~~:~a~ndf~~~~ef~;
datos que existen antes de la institución y conservan intacta
la frescura de las particularidades: las cosas de las que se
sabe inmediatamente que son únicas, no se reprodujeron nun·
ca y no se reproducirán jamás. Es por ello que la historio-
. · esa d e manera cs~i al RQr Jos
· más P- ximos de la
así,
la

J:c~ i~:i~=:h~~~~i ~~~!:::~ ~:hc~~e~::: 1:~


sentido y su color. No existen sino dentro de su estructura. Es
verdad que es más difícil separarlos, y sin embargo la eco·
nomía política no se ha abstenido de hacerlo, y sus tan ri·
gurosos esquemas son tan mecánicos por lo menos como las
sucesiones causales de los historiadores objetivos.
Entre los materiales del pasado, la historiografía mo·
dema concede un crédito especia] a testimonios a los que ac·
tualmen te se les atribuye un valor que esca paba ipso Jacto
a los conte mporáneos. En los relatos del ~sado, el ~1.9-
riador se interesa por lo _gue al contemP-QilñcQie pMee....ía
naturaCfo que el contemporáneo no hubiera podido marcar
sin incurrir en puerilidad. Yla razón es que un mundo (o una\
estructura) se particulariza por hábitos colectivos cuya ca·)
racterfstica es ser espontfneos. Estos hábitos desaparecen
266 EL TIEMPO DE LA HISTORIA

cuando cesa su espontaneidad y su d esvanecimiento sci\ala


el fin d e un mundo que ellos definían. A ese hombre d e o tro
mundo gue es el historiado r las esponta neidades del pasa·
do se le _presentan# en cambio. como extrai'\ezas. Hay pues
datos históricos que son a la vez espontáneos para los con-
temporáneos y extraOOs para el h istoriador. Su espontanei-
dad los pone al abrigo del defecto inherente a tantos d ocu-
mentos cuyo autor ha posado para la posteridad y calcula
los acontecimientos que relata. Pero al historiador le in -
resa solamente lo RUC tal hombre dice si~saberlo .
Al ~ por ello, le incumbirá explicar en qué
sentido esos hábitos ingenuos y que es nc;.-cesario reconstruir
caracterizan las costumbres de un tiem po en que eran na ru-
rales e irreflexivas. Tiene q ue mjcoortQlizar los documen-
.!2!.. como Marc Bloch y Luden Febvre psicoanalizaron los
::=n:~s ~en t~t7da: ~~~~fa~~e~e~=: rsaec~
1 1

una mentalidadinadvertida por los contemporáneos y


asombrosa para nosotros.
- En realidad, esta necesidad del osjroa náUsis hjstórico
no se limita a un determinado género de hechos. Los he-
chos políticos, diplomáticos, militares, no escapan de ella.
Un~d · de 5er una muestra de laboratorio y entra en
relación con la estructura total cuando aparece como un
Ml1!!tLesP-Qntáneo y que ha dejado de ser tal. Concebido
así, el hecho posee un valor incuestionable, por lo me nos
como útil de trabajo para la reconstitución histórica. Puede
definirse como d dpncnto dt un.q c:structum pton54d.a aut rw
cristc ¡m en la estrucfurq del qhscm;zdpr tn " pu:;cntc dt l
~.
De lo dicho resulta que xiste otra historia ue la
historia comparativa. La Historia e la com ra ·
os estru ra i . Remon·
iamos del presente al pasado, pero descendemos también
del r-:~~e~~~:eiiene el sentimiento natural de su
Historia, pero de 1a misma manera como tiene conciencia
de sf mismo: no se la representa claramente y ni siquiera
siente la necesidad de hacerlo . Por ello la Historia
LA HISTO RIA EXISTENOAL 267
científica ha llcga¡;:!o tan tarde; por ello ha sido tan lerda
~~~e~~~;;:: ~é~~~/ ~~s !~; hcf, e~~~u:bi~~o::O:,~~~
aunque se lo conciba torpemente, aunque, por una reacción
que sigue a la primera sorpresa, se reduzca esa alteridad a
0 0
un ~:~t!iunf~ ~ri g:~ ~e~r~~!~:~· más primitiva, la
más sobrecargada de moral y poHtica, encon lramos un ele·
mento -a veces imperceptible y borrado- de asombro y de
~;:s~::;;::,~~~:b~g~ ;~~s~~~~~~~~s~;r~~ e~~;.
~ ha sido la más tard(a y la menos satisfacto·'
ria.1Comenzó r la historia de los hechos. Por una parte,
los ec os, e idamente solicitados, o redan argumentos
políticos y polémicos a las opiniones de los pa rtidos. En
definitiva, el hecho, abstracto y objetivo, es una construc-
~que no deoende de un sentimiento viviente de la
l:Jl.storia. Las historias de la Antigüedad, la Edad Media;
el Reñiid:miento habían comenzado ya su refonna, pero~
historia contemporánea persistía en Jos métodos narrati-
vos y analíticos de la época positivista.
Lo mismo que las otras historias, la historia contem-
poránea sólo puede ser cpmp;uatjya El historiador del
pasado tiene que referirse al propio presente. El historia-
dor del presente, a~ntrari q. tiene ue abandonar su
eresente Rªra remitirse a un pasado de referencia. El his·
toriador del pasado debía tener de su presente la canden-
cia ingenua de un contemporáneo. El historiador deL
resente debe adquirk.__de su presente un conoci rnimto-M:
g~co de historiador. Oc lo contrario, la estructura que
quiere definir se le vuelve demasiado natural como para
~;~~J:.~~~~ ~.B~·~d~:a~~~.dn~o
para ser un hombre de cmpo, sino para ser el de
otro tiempo .
.La Historia nace de las relaciones qu~ el historiadoT
percibe entre dos estructuras diferentes en el tiempo y en el
espacio.

Entendida así, la Historia para vivir, e:;;;>gue hay~


268 EL TIEMPO DE LA I·IISTORIA

amentalmente diferen ta n difeTentes,


de una a o tra EQ:r d egradaciones in-
do ser (ha sido casi siempre) insen-
ntcmporáncos en los periodos de transición.
Pero los contemporáneos no vivían esta transición como un
pasaje de un antes a un después. Para ellos era un presente
que englobaba a la vez supervivencias y anticipaciones, sin
que el pasa je se diera objetivamente en e l interior de la
propia estructura. La Histolj_a Q_Qstula la trasc~n_dc.ncia__dc
la culturas sucesiva ~y el método mode rno se funda sobre
esta trascendencia. Es imposible, pues deci r hoy de la His-
toria, como se escribía ayer, 9uc es una ciencia d e la evolu-
ción. Los historiadores perSIStirán en e mplea r esta pala-
bra, cómoda y peligrosa, de evolu ción para expresar ideas
de cambio, de lenta deriva, pero paula tinamente irán va-
ciando el término de su connotación biológica.
· ~. aun conservando y perfeccionando su ins-
trumental científico, se concibe romo un diálogo en el cual el
presente no está ausente nunca . Abandona aquella indi-
ferencia que los maestros de otrora le querian imponer.
El historiador actual~ sin vergüenza que~
nece al mundo moderno y que trabaja a su manera para res-
ponder a las inquietudes (que él comparte) de sus contem-
poráneos. Su yjsjón del pasado permanece ligada al pre-
~ un presente que ya no es solamente una rCferencia
metodológica.~ dejado de ser una ciencia se-
rena e indiferente. Se abre a ta preocupación contem-
poránea, de la que constituye una expresión. Ya no es sola-
mente una técnica de especialista, sino que se s;onyjerte gn
una manera de ser en el tiemoo propia del hombre.

1949

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