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Aries - El Tiempo de La Historia Cap. VII
Aries - El Tiempo de La Historia Cap. VII
Aries •
EL rpiJDl\1 PO
Dl~ LA 11 H·fPOHIA
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m1DOH H'l' UDlO
Tftulo original: Lt ternps de l'lfistoire
Edltions du Seuil, Par&
~:~~~~~~
Traclucd6n d~ Ramón Alcalde
naS!~~ ~~~~::C~i_cr:~~~~~~~~u~c~~~~~ra~~o~i~\';.
manes en 1~3) cortó su obra en el momento en que su larga
maduración debía permitirle desarrollar conccpdones ruyo
atrevimiento exigía que las fundamentase sobre una erudi-
ción impresionante. Pero tal como quedó, la obra de Marc
Bloch ejerció sobre los hi storiadores una influencia deter-
minante. Bloch 'unto con Luden Fcbvre. está en el origen
del rejuvenecimiento de una ciencia que se desintegraba en
el tedio. Es curioso que ~ maestros de la hi storia
francesa vengan de la Universidad de Estrasburgo, donde
enseñaron largo tiempo. El contacto viviente con el mundo
rcnano, germánico, pero también, en el caso de L. Febvrc.
con el Franco Condado, atravesado de inOucndas espa·
nolas, no fue sin duda extrai\o a la concepción que ambos tu·
vieron de una historia comparati va de los modos ca rac·
tcrfsticos d e civili zación.
rela~rv~ fr~~eddaed~:~fs~~e!~~:~~~ea;a a t~:::P~~
8
comouni-
ad de ese complejo en relación
diversidades que la precedieron
con ella. _
~es lo que hace que los otros sean otros. Y esta
alteridad no se reduce a un promedio común a las subdivi-
siones de un mismo conjunto. Más aun; la conciencia concreta
de esta unidad se altera a me;dida quul observador ~ l e:
~ de u ~rcepción ag!_lda de las diferencias que son irre-
Clucti un grado superior de diversidad. Una ~
!Q9!_ se caracteriza por lo que la diversifica en el tiempo
y en el espacio.
258 EL TI~;MPO DE LA HISTORIA
:~~:o~~ ~i~Te~~¿[p~':i~~d~se;~la ~
0 0
cuela clásica.s _
¿Fue Rabelais un precursor de los libertinos y de los
descreídos, como han sostenido los historiadores? Pero, ¿en
qué medida podía estar desprendido de toda creencia, vi-
viendo en el universo mental y social de base religiosa en el
que estaba inmerso? Si se lo encara así, el caso de Rabclais
deja de ser una curiosidad de historia literaria para con-
vertirse en un problema crucial, y de la solución que se le dé
depende toda una concepción del hombre en la Historia. O
Rabelais podía ser un ateo, más o menos confeso, y la His--
toria aparece en tonces como una lenta maduración e n la
5 Lmptla, evidentemente. t. convicdón de que la Hb toria no existe a;¡mo-
W\1 realidad que d historiador ~'": que:~ que;por-e!C:i5ñ='
iiirioi'a!iliio'fd,r,;a,
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IUsiDrY, ap. Cit.
t.11
260 EL TIEMPODELAHISTORlA
LA HISTORIA EXISTENOAL 261
in nuamente que es
la ue puede percibir sin esfuerzo de concien-
cia o de objetivación. De esta manera, Febvre se ve llevado
a reconstituir el ambiente propio del siglo XVI ~e
las diferencias que oponen su sensibilidad a la nuestra. Este
es el tema de su libro sobre Ma rgarita de Navarra. ¿Serfa.
admisible hoy d ía que u na mujer sincera y estimada, some-
tida a los cánones sociales de su tiempo y de su clase, escri-
biera a la vez El heptamer6n y el. Espejo del alma pecado-
ra? ¿Podría imagin arse hoy que, si n remordimientos ni
:rrcJ:¡s;~:ndre;uh;:~tc~eJ~~J¡~ ,::~~~~:~
a sentir que era un poco difícil de tragar. Margarita de Na-
varra no seria posible actualmente, ni siquiera descendien-
d o peldai'lo por peldaño, cincuenta ai'los después de su
muerte. ¿Por qué? Porque, comenta L. Febvre, existfa en-
tonces una relación entre moral y religión que es d istinta de
la nuestra, y una religión y una mofill que tenían un colorido
d istinto de las nuestras. Esta afirmación puede discutirse;
no im porta. Lo único que nos interesa aquf es Cll.Jé di rección
debe tomar el historiador en su búsqueda. Establece ante
todo. las d iferencias; luego con esas diferencias. reconsti-
tuye una estructura a ue pronto deja de estar integrada por
negaciones y aparece como una totalidad original. Al llc:
gar al límite, el historiador percibe su pasado con una con-
ciencia muy cercana a la del contemporáneo de ese pasado._
Ahora bien; si el historiador ha llegado a esta ~_.
dón de sf mism'?_Y...flc sus reh!idos de hombre de su tiempo,
no g o desprendiéndose de su tiem ~ o l vi d ándol o o ~u -¡
pri miéndolo, sino al contrario, refiriéndose n pri mer.Je.r:J
mino a ~resente. Parece difícil, pues, aprehender la na-
tura eza propia del pasado si uno mutila en sf mismo el
262 EL TIEMPO DE LA HISTORIA
1
~~ =~~~:~~a~í~a1~~ ~ft~::F.~~~;ae:~~~~r~::
solamente un conjunto de hechos relad~nados p:¡r su orden
en el tiempo o por su encadenamiento causal. Los hechos no
son más u 1 material. La estructura._Q_ como pre ieren
~:rq~: ;~:p~a~~r~~~~=~~~~n:-jo~~~~0t~a~i~0~~~~
minación -según una estética- que les son propias en un
momento del tiempo y en un punto del espacio. Una mi~
estructura no se repitiÓJ)yJlca ni se repetirá jamás. Su E:
e n titución arg~ efectuada por el historiador
coincide con la conciencia ingenua que el contemporáneo
toma de la particularidad del tiempo en que vive.
r La búsqueda de una ~depende menos de la na-
lturaleza de los hechos que de su organización de conjunto.
Se ha dicho demasiado ue la nova i n la Histo-
ri i · ~ La Historia a la
manera antigua sería la historia-b talla o la historia-
política. La Historia según las con iones modernas seria
la historia económica o social. es exa . La Historia es
actualmente total, y no elimina ni los hechos políticos ni
los hechos militares. Desconfía solamente de los hechos
~is~ de los hechos de herbario o de laboratorio. Los
acontecimientos militares, diplomáticos, políticos, respon-
den mejor que los otros fenómenos sociales a la definición
positivista del hecho. Y es así porque ellos mismos son pro-
ductos promedio, primeras abstracciones. Se sitúan en un
grado de la institución que se ha ~e)ado de la representa-
ción concreta del hombre en su tiempo. A ello se debe que
muestren entre sí un aire de familia que ha seducido a los
~:~i:~::l!~nco;i{¡c~~~":i~~~~~~:::mn:~f::i~C: ~~~
fenómenos. Ado tan sin resistirse esa vida aut noma d
h«ho ue se ec a y se inserta en la cadena continua de los
e celos y de las causas. Están situadQs euUfmil e.ntrJUQ
~nc~~~ hrsit~~~~~~~'f'oºs aat¿t¿~f;:';~~:~~~o;
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1949