Durante esos años, se establecieron las bases para la
formación de los futuros estados o países europeos.
Además, la Iglesia se fortaleció al unirse al poder
político. Por eso, al igual que en las culturas antiguas de América, la religión fue el centro de todas las actividades humanas en ese momento.
El surgimiento del feudalismo
Durante muchos años antes de la Edad Media, en
Europa se desataron guerras por el dominio de los territorios. Esto provocó que, con el tiempo, la vida social y la economía se afectaran mucho. El poder de los reyes se debilitó. Para superar sus dificultades, éstos buscaron el apoyo de los nobles a cambio de entregarles tierras. Como resultado, surgió un nuevo sistema social y político, llamado feudalismo. El sistema feudal predominó en el oeste de Europa durante gran parte de la Edad Media, particularmente desde el siglo IX hasta mediados del XIII. Este sistema no evolucionó de la misma forma en todos los países, ni terminó al mismo tiempo.
La economía feudal
La economía feudal se concentraba en la explotación
de la tierra de cada feudo. La vida de éste se sostenía con el producto que se obtenía de la tierra y el trabajo de los siervos. Con parte de esta producción pagaban los impuestos al señor feudal. Sin embargo, en ocasiones la producción no era abundante, debido al atraso en la fabricación de herramientas y en las técnicas de cultivo.
Las tensiones religiosas en la Edad
Media Se divide la Iglesia católica medieval
Aunque para el siglo XI existían otras
religiones, la religión católica dominaba la sociedad europea durante la Edad Media.
La Iglesia católica se convirtió en la
única institución presente en todas las expresiones del ser humano en aquella sociedad: el gobierno, la ciencia, el arte, la literatura, las costumbres y las tradiciones. Esto le dio un gran poder. De hecho, el cristianismo mantenía unidos a los reinos europeos de esa época. Sin embargo, a pesar de su fuerza, la unidad cristiana se debilitó.
En Europa, desde el siglo VI, coexistían
dos imperios: el Imperio romano de Occidente y el Imperio romano de Oriente, llamado también bizantino. Ambos imperios tenían como máxima autoridad al Papa. En el año 1054, sin embargo, los obispos bizantinos negaron la autoridad del Papa. Entonces, el mundo cristiano se dividió en dos: la Iglesia ortodoxa griega (Oriente) y la Iglesia católica romana (Occidente). Esta separación se conoce como el Cisma de Oriente.