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El pensamiento social y poitico iberoarericano del sigo 20% Edicion de Arturo Andrés Roig Gansajo Superior ARTURO ANDRES RoIG Faaacin det Cas de Bell (1981), Bello Cl lo (1981, Bello» Chile, Caras Jicome Clavijo, J. (1995), Capétutc te i 4 ‘Casa de Montalvo, Ambato, bn cae Montano, J. (987 (1895), Captus gue seo Caps gues le ovideron a Cervantes, p i ‘Casa de Montalvo, Ambato. " “ ~ vila, NC polemics del romantic, Ar a NGB8D, La ome del omni, Ami, Baee Rama, A. 1998), La ciudad latade, Ata, Mi Rodrigues, 5. (1954), Berita: de Sn Rodigce,comlacin yest de Pedro Grases, 2 t, Imprenta Nacional, Cancite Roig, A A. (1976), «Edicacion para a ntogracigny wopia ene pense tena de Sinn Rodriguez: Anais 2 {exrcao), 161187, Roig, AA. (1982), ars Bally os oes dl emia on Amr Latina, Universidad Catélica, Quito. - Roig, A A (1988), «fl Facuado como antcipo de una tora ded so»: Revista Argentina de lingitistica IV/1-2 (Mendoza) 119-196. 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MUJERES, POLITICA YY REVOLUCION: JUANA AZURDUY Y MANUELA SAENZ Alejandra Cirica Este trabajo procura dar cuenta de las condiciones bajo las cuales se constituyen Jos dliscursos en totno de la ciudadanfa femenina hhacia principios del siglo xx. Bs decir, este escrito no trabaja sobre los enunciados sistematicos de una disciplina teérica como Ia filosoffa, sino sobre el conjunto heteréclivo de discursos frag- mentarios que delimitaban qué clase de seres eran las mujeres, ules sus deseos posibles, cules su destinos espezados. Ellos ad- ‘quieren un nuevo formato a partic del ingreso de la entonces ‘América espafola a la modernidad, bajo el signo del corte prod cido por la ruptura del lazo colonial clisico. El predominio de ta forma contrato como espacio de definiciéa de las relaciones de los sujetos entre sf otorgaré un lugar decisivo al significante igualdad. El problema de la ciudadania femenina en el amplio territor de las antiguas colonias espafiolas durante el siglo XIX se inscribe fen cl interior de un conjanto de enctucijadas tedricas, politicas © histéricas que no cs conveniente descuidar. Por una parte, la cuestién del cardcter politico de las revo- luciones de independencia obliga a reflexionar en vorno a la figura dominante que adquiere el proceso emancipador, como paso del ‘Antiguo Régimen dominado por la relacién sibdito/monarea a un régimen organizado en torno de la figura del contrato y del ciu- ~ dadano, Por la otta, el particular sesgo impreso a una guerra revolucionaria que serfa simulténeamente de construccién de un nuevo orden social y politico y de ruptura del azo colonial cli~ ‘co. Kinalmente, el hecho de que el proceso del que se trata esa inicio del siglo XIX, 1a norteamericana, In francesa y las de inde- pendencia americanas, sin embargo el caso hispanoamericano es- 143 ALEJANDRA CIIZA ‘Una cuesti6n més hay que tener en cuenta: si la explicacién del proceso es de por si compleja en lo que al acceso de Ja ciu- dadania de los varones se refiere, lo es aun mas respecto de las mujeres. Iitieo No sélo se trata de la ircupcién de una novel teoria en toro del modo de ejercicio del poder, que se materializaria en Ia insistente obsesin constitucionalista de los emancipadores, sino més estrictamente de lo que Jacques Bidet considera como Ia metaestructura de la modernidad, el contrato, como la forma propia que han de adquirir las relaciones entre los sajetos, no s6lo cen el espacio de los intercambios econémicos sino en el campo todo de Ia sociedad civil Bidet, 1993). ‘Sin embargo, el presupuesto para el ingreso de un sujeto hu- mano al orden del contrato consistia en su consideracién como individuo. Ya Kant haba anunciado en su célebre texto Respuesta a Ia pregunta qué es ta ilustracién la diferencia entre uso public de la razén y uso privado, sometido a los mandatos de algiin otro, tutelado por la obligacion de someterse a un orden de deberes establecido por autoridad, que limita la posibilided de hacer de la razén un uso emancipado (Kant, 1969). Si era evidente de suyo el derecho de todo individuo, varén y bburgués, al acceso a Ia ilustracidn, si era evidente que todo var6n hhabria de lograr, con el progreso material y moral de la humani- dad, el ingreso a la condicién de individuo libre, la cucstién de la ‘emancipaci6n femenina de la autoculpable minoricad es al menos dudosa. Si las revoluciones emancipatorias americanas tuvieron por modelo explicito la revolucién norteamericana, el modo de paso del Antigno Régimen al moderno arsericano adquitié la modali- 144 GONCIENCIA SOCIAL Y POLITICA OE LAS MUJERES dad inevitable de ruptura debido 2 un conjunto combinado de factores, La revolucidn, iavestida de significactones politicas ple- namente moderns, implicaba un esfuerzo sostenido por la orga- hizeién de una nneva forma de hacer politica marcada por las hociones de contrato, representacién, derechos, ciudadania. Las jguerras de emancipacién constituyeron un proyecto colective con Ebjetivos pablicos, esto es, un tipo particular de accién que Perey ‘Anderson caracteriza con sagacidad: «esos proyectos colectivos {que han intentado hacer de sus iniciadores los autores de un modo Golectivo de existencia con un programa encaminado a crear 0 femodelar las estructuras de la sociedad en su totalidad [...] este tipo de accidn es muy reciente [..] Las revoluciones americana y francesa son los primeros tipos hist6ricos de accién colectiva de ese Serene cere ‘América una fuerte crisis del sistema de dominaci6n existente, en Ia medida en que implieé el doloroso ingreso de América latina en ‘PERERA ctr a Franca In rupién de modernidad habrfa implicado una ruptura respecto de la previa Configuracién que habia revestido el Estado con relacidn a la so ciedad civil (cf. Guerra, 1990, 349-371). To que de todas maneras resulta evidente es que para la ‘América espafiola, del mismo modo que para Francia, el ciclo revolucionatio serfa ascendente en la primera etapa de la revo- Iucién, y que, en ambos casos, el proceso implicé transformacio- nes que ineluyeron algo més que el cambio de estatus legal (cl | | Sin embargo, 2 cuestién igualitaria constituye todo un pro- tblema en el interior del discurso y la practica politica de 1a bur- 145 ALEJAMORA CIRIZA ‘yutaldad formal, constituye un requisito indispensable para la fun- dacion de un orden politico nuevo, basado en al critica a los privilegios de sangre y a los prejuicios. Por Ja otra, la igualdad formal conlleva el riesgo de encubric, bajo 1a proclama igualitaria, ‘formasiefectivasidendesiqualdades pesar de ello, a pesar de la construceién del orden social burgués se juega en la compleja articulacién entre visibilidadfinvisibilidad en as formas de cjerci- cio del poder y la coaccién, la proclamacién de In igualdad formal produce la paradoja de que, como indica Genevieve Fraisse «la ‘exelusiGn de las mujeres debe hacerse sin decirse, o sin verse, pues de lo contratio, se corre el riesgo de resaltar Ia’ contradiccién de Ja proclama igualitaria» (Feaisse, 1991, 13). Sefala Elisabeth Roudinesco que dos discursos atraviesan los idleales de la filosoffa de las Luces en el tema de la feminidad: El primero, salido de la antigua teorfa de los temperamentos, sos- fiene la existencia de una naturaleza femenina invariable [J Jean Jacques Rousseau [..] afiema que la mujer es el mocielo primordial ie lo aumano: pero al perder el estado de naturaleza, se convitis en un ser artificial, falso y mundano: para regenerarse debe apren- der, pues, a vivir segtin su origen verdadero. La regeneraciGn corre pateja con la vuelta a un lenguaje anterior 2 las palabras y al Pensariento, capaz de ecaducir el amor conyugal y mater [j-] la Iujer serfa un set corporal, insintivo, sensible, débil de drganos ¥ sobre todo, inepta para la logics dela r2z6n, Su naturaleza obliga 4 una actividad complementeria respecto del hombre, el cual en- ‘cazna la esencia de la potencia intelectual... A este discurso natu- ralista se opone una sola corriente de la flosofia de las Luces [.] seri elaborado teGricamente por Antoine Caritst, macgués de Condorcet (quien) corcbe la condicién femenina a partic de una categoria de derecho natural que somete a todos los indivihuos a fas raismas leyes. Como las mujeres forman parte integrante de la hu mano en general son, por la misma razén que los hombres, sexes Gotades de razén, Por eso deben obtener derechos idénticos a los de sus compaferas: derechos cviles y derechos politicos. Condorcet prefiete, pues, cl reino de on derecho que iguale a los hombres ante Ia ley, sean euales fueran sus difgrencias raciales, sieas 0 naturales al de’fondar una igualdad 0 djsigualdad de tipo fisolégico. En 146 CONCIENGIA SOCIAL ¥ POLITICA DE LAS MUJERES coosecuencia, si las mujeres parecen 2 menu inferiores alos hom- bres ello se debe menos ala exstencia de una imaginaria naroraleza aque a unas tazones histérieas que han empajado a la sociedad a ‘mantener sometidas a a autoridad marital, alejadas de la vida cladana y privadas de edueseion (Roudinesco, 1990, 24). Para decirlo brevemente: si el ingreso a la modernidad bajo la forma de ruptura revolucionatia del orden politico colonial asu- ini6 la modalidad de crisis del lazo colonial clisico y organizacion de un nuevo orden politico establecido sobre la base de relaciones contractuales entee los sujetos, y del predominio del derecho como nueva argamasa del orden social y politico, ello no se harfa sin contradicciones, Si la forma general del ccontrato encubre la coercién real bajo la cual los sujetos ingresan al contrato, a la vez que incluye, bajo la forma de una nica modalidad de refundacién del orden politico una multiplicidad de formas cuya historia ser reprimida: el contrato de empleo y el contrato sexual (cf. Pateman, 1995). El cardcter dual del contrato, su doble cara de contrato politi- co y contrato sexual producird, en el caso latinoamericano, patti= cculates formas hist6ricas de inclusién femenina: por una patte las de quienes, al calor de las guerras de independencia, reivindiquien cl derecho de ciudadanas sin interrogarse por su condicién de _género, Sern las mujeres éxcepcionales, las herofnas de la revolu- én, Juana Azutduy y Manuela Saenz, acerca de cuyos particula- res destinos procuraremos establecer un hilo de reflexién, Por la otra quienes, una vez ingresada la revolucién en el ciclo descen- dente se enfrentarin con la cuestién de la ciudadanta, pero lo hardin en reclamo de derechos civiles, mis que de derechos poli cos, La demanda de estos tiltimos vendré en forma simulténea y centrelazada con las demandas obreras, hacia principios de! siglo xX. 1. Sobre las ruinas del antiguo régimen, Mujeres y revolucién Del mismo modo que el proceso emancipatorio ameticano se cons: tiwiys sobre el suelo de la erisis del siglo xvm, crisis marcada pot las reformas borbdnicas y por la seria depresién de la economfa 147 ALEJANDRA ciaiza colonial que produjo el desplazamiento de los grandes centros econdmicos del siglo vu, la participacién de las mujeres en la revoluciOn se ozganiz6 sobre las ruinas del Antiguo Régimen, con los cadaveres de viejas précticas, acunadas por los espectros de los modelos establecidos de ferinidad, El destino de las mujeres durante Ia colonia se construyé sobre dos ejes fundamentales que, parad6jicamente, no se exeluyen or ganizados en el imaginatio religioso de la vieja sociedad como ovilizadores de los deseos de las mujeres, Si Marfa es ante todo la madre de Cristo es también virgen. De ahi el diseno de dos destinos fundamentales para las mujeres blancas de sectores domi nantes: monja 0 esposa, guardiana del honor de otro, varGn terre. nal o padre eterno. EI marianismo constituyé de este modo el mito dominante en la identidad femenina de Antiguo Régimen en a medida en que impregnaba el deber ser de las mujeres ce la colonia por la repeticién de tramas argumentales que iban desde |i perfecta casada a las vidas ejemplazes de monjas y flagelantes, desde los catecismos hasta los sermones, ° Ello no implica, obviamente, que las conductas efectivas de las mujeres se sjustaran a somejante programa. De hecho, las mujeres establecieron’ resquicios por donde se colaban practicas diferentes, Hay que tener en cuenta que la sociedad colonial fae ex la América espaiola no s6lo una sociedad somamente ‘com pleia, sino que implicé, debido a Ia estructura estamental, la conrivencia de cédigos diversos en funcién de la casta y el gnc 20. Aquello que estaba rigidamente prohibido para las mujeres blancas de las clases dominantes constituia la regla para esclavas ¢ indias. Dice Marfa Emma Mannareli: «En la sociedad colonial turbana, fuertemente jerarquizada, les autoridades religiosas y se- culares tenfan un discurso sobre lo que era el comportamicnto femenino adecuado. La virginidad, el recato, la discrecién, en resumen la subordinacién a lo masculino (padre, esposo, cura) eran valores y condiciones que debfan orientar la vida ‘de las mujeres. Sin embargo la sitnacién colonial, con su peculiar estra: tificacién social fue creando no s6lo una’ doble moral, sino yas ios cédigos de convivenci (Mannarelli, 1995, 13). Por esto, aunque parezca paradéjico, el amancebamiento In ilegitimidad tran una regularcad en una sociedad donde Ia honra eons, al parecer el tinico patrimonio de una mujer. Un documento de Archivo Arzobispal de Lima reeay "ST Ua Gocumento del El hombre adquieze la honta por muchos ritulos, unos las armas, ‘otros las letras, otros por las riquezas y finalmente la adquicren 148 CONCIENGIA SOCIAL ¥ POLITICA DE LAS MUJERES muchos por Ia nobleza de sus pasados, pero le mujer la adquiere s6lo por un titulo que 2s ser casta, honesta y virewosa' Las perfectas easadas de la colonia, por parafrascar cl tftulo de Ja obra de Fray Luis de Le6n, tenido durante mucho tiempo por una sana fuente de opinién y de consejo para las esposas jéve- nes», no s6lo guardaban el hogar y se ocupaban de la economfa doméstica, sino gue desarrollaban un papel activo y participaban en a vida econémica como comerciantes y hacendadas, como mercaderas y prestamistas, decidfan les alianzas conyugales con [o ‘cual establecfan en no menor medida las estrategias de acumula- cién de recursos materiales y simbélicos. Si el acceso directo al mundo piblico les estaba rigidamente vedado, las mujeres estable- cian estrategias para participar en las decisiones econémicas y en las estrategias familiares’. En cuanto a la reclusién conventual, simbolo de la alta estima asignada a la religién como contenido central de la hegemonta que sostuviera el orden colonial y de la virginidad como estado ideal de las mujeres, tampoco tuvo una tinica significacién. Asi como algunas, paradigméticamemte Ia santa quitefia Mariana de Jesis Paredes estaban dispuestas ala flagelacién de la carne y el autoes- carnio en aras del cumplimiento del ideal mistico, es conocido el relajamiento de las costumbres de la clerecia, y la falta de cumpli miento de la regia en las Grdenes religiosas (cf. Londono Lopez, 1995), Las religiosas desempeiiaban ademas un activo papel en las finanzas del mundo colonial. Dice Margarita Suérez: «El manejo de considerables recursos econémicos hizo qué los monasterios de monjas fueran conscientes de la importancia de controlar sus b nes de manera independiente, lo que, a su vez les permitia ejercor un dominio rclativo de los beneficiados por sus actividades crecli- ticias» (Suarez, 1995, 106). Inferiores en raz6n del sexo, inhabilitadas para el ejerc funciones piblicas y para la participacién en la vida civil, las iujeres eran las depositarias del honor del varén, de abt que la mayor parte de los dispositivos que la sociedad colonial establece en relacién con las mujeres estén atticulados en torno de la guarda del honor. Recluidas en espacios de cireulacién restringida, cl monasterio o el hogar, ellas desplegarian, no obstante, mnilriples 1. Acchivo Arrobispal de Lima, Apelesione, 1684. Ciado en Manztell, 1995 2. Chal respecto las colaboraciones en Lavrin (1985), de Wood (oLa mujer ys familia en ly economia y en It sociedad del Basil durante le época colonial), ‘Congourier (Lae mujeres de uns familia noble, lor Condes de Regla de México, 17S 1830s), asi como Suétez (1995, 95-111), Borchart de Moreno (1981, 17-37) 149 ALEIAWORA cratza cetrteias para lograr una pancipaién cectiva en cierto espacos En razén del lugar clave que In otganizacién familiar, sobre todo Ia de sectores dominantes, desempené dorane ol fee colonial tanto desde el punto de vista ceondmico como politic, {as mujeres desplegaton papeles de importancia, aunque ellos est tuvieran ligados a sus roles tradicionales, «Las mujeres de Ia colonia, de algin modo simbolizan la suje- sin de la suerte de las mujeres a la de la especie. Valen en curr madres, en cuanto esposss, en cuanto hijas, sus recorridos perso, rales se establecen en los estrechos limites que les asignan los ‘itos sociales dorainanmtes, sus posibilidades de emancipacion cc. tan ligadas al ciclo biolégico, De all la relevancia social de las vindas! El impacto del proceso revolucionario sobre las estructuras familiares produce, por una parte, una redefinicion de la relnn entre lo pablico y fo privado, y por la otra da lugar a Ia emerge cia de una nueva entidad, el individue moderno, La individuccion © constituiré en condicién de Ia ciudadania, y a ella accederin solo los varones burgueses, blancos, ilustrados, propictarios $1 lp dlesigualdad es el signo bajo el cual se organiza el Antiguo Rég amen, ellas estan legitimadas. Los sujetos circulan en espacios roa. tringidos, con fronteras nitidamente marcadas en funcion de Ip Pertenencia a un estamento determinado, a una etnia, a un génere, {Las desigualdades cruzan la sociedad y las jerarquias estatlecides desde siempre determinan clatemente quiés, en funcion de ce tigen, ha de decidir y gobernar. La ruptura producida, por ol ingreso en la modernidad producira efectos paradgjicos bo los Sectores subalternos. Para las etnias implicaré la disolacion pauls: tina de las formas comunales de propiedad, la ruptura Je lng relaciones de servidumbre, el resquebrajamiento de fos lazos can munitarios. Para las mujeres implicard la pérdida de resortes de dtecisién y de derechos adquiridos que la nueva legislacion, caleada sobre el eédigo napoleénico, rescringiré. Sin embargo, y he aut la patadoja, el recurso a Ia natural infertoridad ya no seré fac, iments decile al menos pabicsinent, La paradoja de los dite rentes se hace visible s6lo en una sociedad que prockima Ia igual. did de derechos entre log indvaduoe S* Prosame I gua 3, La importance as mujeres vaste eid conic, policy ec de ns colonise seitada por la iograt consuhada Cl Chee woke E, Coutonie (1985) pone el cto en estes suns porcine ses 6a rlcin con a poicedealzsconycels come ts fees Gena de poder, prestige y dines, 150 CONCIENCIA SOCIAL ¥ POLITICA DE LAS MUJERES BI problema reside en que el advenimiento de la ilustracién, sobre el fin de siglo, produjo una ruptura en la formacién ideo- logica del antiguo tégimen, por cuanto introdujo algunos clemen- tos de critica hacia el predominio de la ideologia religiosa como contenido y forma dominante del discurso y las practicas de repro- dluccién del orden establecido. Para los ilustrados la emancipacién habia de Hevarse a cabo a partic de la lucha contza los prejuicios. Las Inces de la raz6n disiparian el oscucantismo, las pasiones y los prejuicios, y ellas habrian de distribuirse de la manera mas univer- sal posible. Florecen entonces, hacia fines del xvin, las mujeres de saléa, hijas legitimas de la Ilustracién y de las sociedades de ami- gos del pafs. Para Asuncién Lavrin: «Los més importantes cambios intelectuales que afectaron la apariencia de la sociedad y los pa- peles que representaban sus diversos miembros se produjeron en la segunda mitad del siglo xv, Estos cambios, incorporados en un aspecto filoséfico que se ha conocido como el Siglo de las Luces, naturalmente también afectaron el papel desempefiado por Jas mujeres en la sociedad» (Lavrin, 1985, 17). El asunto del de- recho de las mujeres a la educacién se asentaba sobre un papel reconocido socialmente, el de responsables principales de la repro- duceién biolégica y social de la prole. Los varones ilustrados pro- curaban, a través de la reforma de la educacién de las mujeres, un medio para el combate contra los prejuicios y las preocupaciones, asi como un factor relevante en la optimizacién del ejercicio de sus papeles de madres* Sin embargo, el papel potencialmente subversivo del acceso de las mujeres a la educacién fue sefialado por Engenio Espejo, co- nocido como el precursor de la independencia ecuatoriana. Fspe~ jo, en sus Cartas riobambenses acusa a una mujer de estrado, Marla Chiriboga, de airancesamiento y falta a las normas ele- mentales de comportamiento que, segiin los cédigos de honor entonces vigentes, debian regir la vida de una mujer. Marfa, Madamnita Chiriboga, como burlonamente a llama Espejo se ha desviado del cumplimiento de los deberes de una mujer: la satis- faccién de sus obligaciones conyugales, Ia moral antigua, la pi dad, el cuidado dei honor de su padre... En pocas palabras, Maria se presta al seguimiento de las modas literarias y pretende, pot aitadiduira, ser In portadora de un saber que no s6lo es en st mismo vano, sino ademés peligroso para una mujer. 4. Fl arabjo al que nos referimos es sLa prensa femenina: la opinion de las tunjctes en Jos periiicos de le Celonia en lx América Espasola: 1730-1810 de J. Mendelson, en Lavin (1985, 228-253), 1st ALEJANDRA cIRIZA Eugenio Bspejo escribe, en la segunda de las Cartas Riobam- benses: . Las vidas de Juana y de Manuela, Sus simetrfas indican aque- Has a las que las condiciones estructurales de su perrenencia al sgénero mujer y su pacticipacién en la guerra de independencia las sujetarfan, Von Hagen marca cuatro estaciones, ligand la vida de Ja quitefia a sus amores con el libertador (Von Hagen, 1989). Tal vex hubiera sido més adecuado ligar estas estaciones a los amores de estas mujeres con el gran suefio de la Revolucién, y el invierno del olvido no a la muerte de sus amantes 0 esposos, sino al retorno dc las mujeres al hogar después del proceso revolucionario, Las condiciones bajo las cuales nuesiro género ingresara al espacio Piiblico se habian desvanecido. El pasado colonial volvia a pesar sobre sus sucrtes marcando con el olvido, la exclusién y el silencio 1s8 CONCIENCIA SOCIAL Y POLITICA DE LAS MUJERES la imposibilidad de un espacio de visibilidad para las individuali- tlades femeainas, estableciendo un cerco de acallamiento para las tlemandas de citdadanfa de quienes no pueden ser por «destino orporalo otra cosa que responsables de la reproduccién biolégica y social de la especie. nos ignorada que Juana Azurduy, contra cuyo recuerdo eis adeoia tclho de haber silo himbro del ejrcto dl Rio de la Plata en un territorio que después se indepencizaria gracias a I campafia bolivariana, y de haber hecho Ja guerra con indios y rebeldes de toda clase la vida de Manuela Sent cas repite el esquema de su contemporénea. acd ty Cito en 1797 comparte con la Azarduy una juven- tud de audacia y rebeldfa. Casada con el inglés James Thorne en 1817, Manuela inicia su vida politica en Lima. Conspira activa: mente con los partidatios de la zevolucién, y logra, junto con sa hermano José Marfa Séenz, la incorpozacién del batallén Numan- cia a las filas de la independencia. a esrnpresa peruana presentaba dificultades, dado que se tra- taba de lograr Ia adhesion, para la causa de la emancipacién americana, de tna burguesfa que estaba lejos de poder jugar en {I proceso un papel arbitral. Mas bien, el duro acoso sufride por Lima, la duracién de Ia guerra haria de ellos los exponentes més clarox del oportunismo politico, No s6lo —aunque tal vez las Inabiesa— por oscusas razones personales, como Tose y Tagle @ Riva Agdero, sino porque la penuria econémica era muy dif de sobrellevar en un contexto en el que Ins haciendas costesias snérfan las consecuencias del entolamiento que afectaba a un te de esclavos; la mineria, de la que se espe snimero ex fl estimulo principal, seguia perturbada por la guerra (buena parte de las is se hallaban en territorio realista). Ademas de fina guerra que parecta interminable y que aumentaba la presién fiscal sobre todos. : ae ‘La llegada de San Martin al Pert se produce sin grandes en- frentamientos militares. Pero si Lima se entregé précticamente sin combate, la liberacién de Lima no fue decisiva para el Peri, Re- fugiado en la sierta el ejército realist continéa la carpaia militar, aunque la situacién tampoco es sencilla en sus filas. Llegado al Pert: el libertador se rodea de algunos partidarios. Ente ellos las mujeres que recibirin la orden de Caballeresas del Sol scrin significativas, Manuela Saenz formaba parte de este facia 1822 Manuela retocnaba a su Quito natal, en visperas de su liberaeidn gracias ala victoria militar que Sucre lograra al pie de! 159 ALEJANDRA CIRIZA Pichincha, Desde el norte Hegaré el Libertador Bolivar, decidido al incorporar la antigua Audiencia como distrito sur de la Gran Co- Tombia. Sin lugar a dudas el encuentro entre Manuela y el Libertador, viudo y seductor con las damas, es una ocasién temtadora para la escritura de una novela romantica, pero lo cierto es que Manuela no fue la nica amante de Bolivar —y menos aun exclusivamente esto— sino su Gnica compaiiera, aquella que compartié con él el ideal de una América libre y unida, la que se comprometié en una préctica vedada entonces a las mujeres: la politica y la milicia E] encuentro cncre Manuela y Bolivar marca un hito decisivo en el recorrido de la quitefia, Serd la encargada del atchivo per- sonal del libertador, y vestira uniforme militar. Ello no sera gra- twito, La Aurora, un periddico de Bogots dirs de ella en 1830: «Una mujer descocada que ha seguido siempre los pasos del Gene- ral Bolivar, es la que se presenta todos los dias en el traje que m0 conesponde a su sexo [wu] y haciendo alade de despreciar las leyes ¥ la moral» (Cornelio, 1944), Lo cierto es que Manuela conquista el derecho al uso del uuniforme no sélo por gracia del Libertador, sino por su valentfa, que le vale el grado de coronela. Dice Suere, en carta al Libertador del 10 de diciembre de 1824: «Se ha destacado particularmente dofia Manuela Séenz por su valentia, pues incorporindose a la Divisién de los Hitsares y después a la de los Vencedores, organi- zando y proporcionando avituallamiento, [...] batiéndose a tiro limpio bajo los fuegos enemigos, rescatando a los heridos ([.. Dofia Manuela Saenz merece un homenaje en particular por sa conducta, por lo que ruego 2 S. E, le otorgue el grado de coronel del Ejército Colombiano». Expulsada de Perti en 1827, la Saenz vinja a Bogoté donde participaré de Ia lucha politica desatada en la Gran Colombia. Derrotada la posicién del libertador en la Convenciéa de Ocafta, Ja conspiracién y Ja lucha facciosa se desataré de la manera mas cruenta: el 25 de setiembre de 1828 un grupo de oficiales atenta contra la vida del libertador. La jornada en la cual Manuela de~ fiende Ia vida de Bolivar hard de ella Ia libertadora del libertador, ¢ instalara un espacio de visbilidad piblica para la quitefa. Sin embargo, atm este gesto pode ser relefdo como producto exclu sivo del amor entre Manuela y su amante. Los iiltimos dias de la vida de Bolivar y su muerte en Santa Marta « scarrearin costos personales y politicos pata Ma- \antiento con Santander le costaré la expulsién de 1 del eardcter politico de tal enfrentamiento, y de la 160 conciencia cindadana de Manuela da testimonio la proclama que redacta, dirigida a la opinién pablica, en la cual afiema su volun- tad de someterse a la ley, no al arbitrio de los nuevos sefiores de Colombia. Apelando a la opinién pablica y a la ley como jueces ca Ja Saéna se identifica como tna ciudadana, y aun mis, como ciudadana de América y reclama en sn caréecer de tal ef derecho a la disidencia. No s6Io ella estaba dispuesta a defenderse en su cardeter de cindadana. Unas Mujeres liberales salen al cruce de la persecucidn politica con un pronunciamiento piblico que citculé por todo Bogor. Aun difiriendo en la posi- cin politica, las mujeres destacan: «Consideramos honrosos, aun- que no Ios compartamos, los sentimientos manifestados por una persona de nuestro sexo, La sefiora Séenz [...] ha sido exasperada hasta la imprudencia. Pero la impredencia no es un crimen. Ma- ucla Séenz. no ha violado las leyes ni ha atacado los derechos de ningéin ciudadanoo. EL intento por parte del gobierno de confiscar los papeles de Bolivar dard Ingar a un nuevo conflicto entre Manuela y las au- toridades. Finalmente llegatd la orden de expulsién, El exilio, que comenzaré en Jamaica, seri el destino final de Manuela. El intento de rearesar al Ecuador tropezard con la oposici6n de Rocafuerte, En este punto es interesante destacar exactamente hasta dénde la imagen de la peligrosidad de las mujeres, contrapartida polar de su endiosamiento en su condicién de madres se constituye en operador del discurso politico. Muchos son los testimonios. Ap. laremos a fa palabra de Rocafuerte, quien ocupara en 1835 la presidencia del Ecuador’. Si la préctica militar’ y politica de las mujeres de la eman cipacién se inscribe prioritariamente en el interior le un patrén igualitarista en funcién del cual desempefiarin acciones y estrate gias tendientes a instalar un espacio de visibilidad pribliea para la mujeres, al menos de aquellas que se percibian a sf mismas en condicién de iguales y de ciudadanas, durante el ciclo descendente de la revolucién las estrategias de exclusin se produciran a partir de la combinacién de elementos del imaginario social que se pre- cipitaran inscribiéndose al incerior de un discurso que, en el caso de Rocafuerte remite a elementos de cufio zonsseauniano. El ingreso de las mujeres en la politica slo puede tener efectos 7. Barcel 1 y el 28 de octubre de 1835 Rocafuerteditge « Plotes wna serie dle eseas en Is go, entre otros asuntos, como los cos de Js guerra de los Chi Fuss expla las zones por Tae cual el entonees presidente del Ecuador s¢ regaba a aceptar 2 Manuela en el pals 161 ALEJANDRA ciRIZA gatives, pues ellas, desde lo privado conspiran contra la cons- iecidn racional del orden pitblico, Rocafuerte enuncia en este 150 no s6lo una condena respecto de Manuela, sino de la inter~ vyencidn de las mujeres en los negocios piiblicos. Su discurso no es sélo producto de la peculiar sintesis que, en este caso él enuacia sino que es portador de significaciones en circulacién en ef con- junto de la sociedad, En carta a Plores, fechada el 14 de octubre de 1835 en Quito, dice Rocafuerte: «EI convencimiento que me acompafa cle que las sefioras principales son enemigas declaradas de todo orden, y que tienen tanto influjo sobre las almas débiles de sus hermanos, matidos y parientes; al ver que ain existen todos los elementos de la pasada revoluci6n, y que s6lo necesitan luna mano que sepa combinarlos, para dazles nueva accién; y por el conocimiento préctico que tengo del carécter, talento, vicios, biciGn y prostitucién de Manuela Séenz, ella es la llamada a nimar Ja lama revolucionaria; en favor de la tranquilidad we he visto cn Ia dura necesidad de enviarle un edecan pata hacerla sali de nuesteo territorio, hasta tanto la paz esté bien consolidada>, Las siguientes cartés, hasta la del 28 de octubre de ese afio elimitarén y precisardn aun mas el asunto de la Stenz y de Ia participacién politica de las mujeres. Reinas del hogar como sani seflora Merceditase, le esposa de Flores a quien Rocafuerte recuer- da puntualmente saludar en cada una de las cartas que dirige al general, las mujeces en politica expresan la perversi6n a la cual la cultura somete a seres naturalmente dotados para la vida privada, Alentadoras de la chispa revolucionaria, por la extraha fuerza de su influencia sobse los animos de padres, hijos, esposos, amantes @ hermanos, las mujeres son el espiritu mismo de la anarquia, més aun cuando, como Manuela, son orgullosas ¢ insubordinadas, Encadenar Ja revolucién exige pues expulsar a quienes la alen- tarian inevitablemente, Mas perjudicial que la Staél en Paris, o que {a Giiera Rodriguez en México, con quienes Rocafuerte la compa 12, Manuela enearna la sintesis de lo siniescro femenino, la ame- naza al orden necesario después de la tormenta de Ja revolucién, Una Iégica bipolat, ligadla 2 1a matriz ideolégica de la ilustra- cin favoree‘a en buena medida la precipitacién de significaciones existentes en el imaginario colectivo bajo la forma de discursos politicos respecto de las mujeres, sus derechos en el nuevo orden tepublicano, su papel después de una revolucién que no sélo habian ayudado a gestar y producir conspirando algunas, tomando las armas y asumiéndose como ciudadanas otras. No sélo se tra- taba de encadenar la revoluciGn, se trazaba de devolver a kes 162 CONCIENCIA SOCIAL ¥ POLITICA DE LAS MUJERES tnujeres al lugar de donde jamds debieron haber salido, la reclusién slel hogar, Su futuro como madres republicanas estaré asegurado. A los ‘ones republicanos de entonces no les cabe duda acerca de la mportancia de su educacién, pero seré la propia del sexo, aquella que provea al padte, al esposo y a los hijos una compafera, y no una esclava, pero ala vez aquella que asegure definitivamente su encadenamiento a la légica de la especie. Los derechos que obten- gan no seré como ciudadanas, sino como madres. Fl contrato las incluira exeluyéndolas, haciendo del varén el responsable de re- presencarlas en el espacio paiblico. Su mundo sera el de los pactos tutelados, el del contrato de matrimonio que ascgure a los varones el control sobre sus cuerpos. De ahi cl olvido al que se condene 2 quienes, erigiéndose en ciudadanas, romaran sus armas en el ciclo ascendente de la revo- Inciéa, establecido. Recordatlas como la esposa 0 Ja amante no convoca el grado de ruptura que sus précticas implicaron. La construcciéa de una serie asociativa que implica la asun- cin del discurso rousseauniano respecto de las mujeres muestra hasta qné punto Ia palabra del ginebrino no era sino la conden- sacién de un conjunto de significaciones on torno de lo femenino propias de la formacién ideolégica de la ilustraci6n. Asociadas al desorden, la naturaleza, como incompatible con todo orden de cultura, la astucia y el engafio, las mujeres carecen de todo desti- xno més alla de aquel que les corresponde por biologfa. Aun mas, la asociacién que hace posible el ingreso de algunas mujeres al espacio piiblico se corresponde hasta tal punto con el grado de ruptura que acompafara el proceso revolucionario que las revolu- cionarias constituirén algo asf como la contracara de lo esperable Para una mujer. Si la revolacién es un tiempo de desorden, las revohicionatias serén casi necesariamente mujeres de «moral tela- jada, como dice Rocafuezte. 3. Consideraciones finales Las guerras de emancipacién americana implicaron el ingreso de la entonces América espariola en la modernidad. El proceso incluyé Ia redefinicién de Ia relacién entre sociedad civil y Estado, de las formas de legitimacién del ejercicio del poder, de las relaciones de los individuos entre si y de los espacios que les son atribuidos y sus funciones. Tal proceso abarcé no sélo a los varones, sino que la movilizacisn politica y militar ineluyd, durante el breve lapso del 163 ALEJANDRA CIRIZA ciclo ascendente de la revolucién, que se extiende para el continen- te hasta el fin de las campaias militares en Ayacucho, a mujeres. Mujeres, 3 verdad, marcadas por la excepcionalidad, pero ‘euyas practicas y discurs0s, asi como también los de su contem- poréneos dan la pauta de hasta qué punto el viejo orden se habia resquebrajado. En el caso de as mujeres el asunto parce girar en torno de la concraposicién igualdad/diferencia. E] combate contra los privi- legios afecta los espacios de ejercicio del poder y el saber de las mujeres durante e! Antiguo Régimen. Quienes contra él se suble- ven lo harén en nombre de la igualdad, una igualdad investida de un alto valor emancipatorio, Sin embargo, la igualdad proclamada y practicada durante [a revolucién y la guerra no marcaré huellas definitivas sobre el duro suelo de las tradiciones arraigadas. El orden nacido de la revolucién se constraye con las ruinas del Antiguo Regimen, En el caso de las mujeres ello implica la orga~ nizacién de espacios de exclisiéa, bajo [2 investidura de la dife- rencia natural. Diferencia anclada al cuerpo, la de las mujeres permite realizar el gesto de exclusién sin nombrarlo. Si la inclusién de.algunas mujeres durante el proceso de la revolucién se hace en su condicién de iguales, ello implicars ries- 05 que no eran visibles durante el proceso de la revolucién, La polarizacién extrema de la lucha politica posibilité la cons- titucién de identidades sumamente nitidas, pero no por cllo menos fragiles. Sila oposicién entre criollos y gods obturé la percepcién de las diferencias internas a tas sociedades coloniales durante el proceso emancipatorio, cuando se tratara de construit el nuevo orden las diferencias volverian a aflorar. Difezencias respecto de las etnias, diferencias respecto de las mujeres, diferencias de inte- reses en el interior de la conduccién ilustrada de las guerras de independencia, En el caso de las mujeres la proclama de la igualdad a Ia vez que abre la brecha para la inclusidn, posbilita la consteuccién de tina estrategia exclayente que ha de hallar sustento en la diferencia biolégica sexual no tematizada, pero esencializada y transformada en raz6n de la exclusiGn femenina respecto del espacio piblico. Ello explica que las demandas posteriores lo sean de derechos civiles, pero no polfticos. La paradoja de la igualdad como criterio de acceso a dere- chos es que a la vex que abre éspacios, en cuanto pone en crisis las jerarqufas establecidas y su nacuralidad, instaura nuevas mo- dalidades de exchisién que han de montarse sobre nuevos erite- «lo que no implica que ello abarque nuevos contenidos. Los 164 CONGIENCIA SOCIAL Y POLITICA DE LAS MUJERES viejos contenidas, maternidad, vitginidad, honor, religiosidad re- cornu, pero bajo un muevo formato. En condicién de iguales las mujeres tendrin posibilidad de reclamar el derecho a la educa- isn, en su condiciéa de diferentes, se verdn sujetadas a un trata- iniento especial, recluidas en ef mundo privado, objeto de pactos tateladas, Las mujeres de la revolucién son entonces tratadas segin corresponde a la antigua imbecilidad del sexo, recluidas nueva~ ‘mente en sus hogares, expulsadas del escenario puiblico, exiliadas, desterradas, suprimidas, hasta de la memoria Si algiin valor estas mujeres tuviecon ello se debid, sin dudas, se dir, a alguna clase de privilegio, derive éste de su clase o de su relaci6n privada con algtin var6n ilustre. Silas mujeres de la revolucién se emanciparon en condicién de iguales reclamando para sf igualdad de derechos ante la ley, identi- ficindose a si mismas como ciudadanas, dado que habfan conquista- do el derecho a guerrear y morir, » conapirar y deeidit como indivi- duos, la cuestién de la diferencia, reprimida en el interior de la formacién ideolgiea de Ia ilustracién, retorna, Sus précticas fueron lefdas, ¢ irremediablemente tematizadas en funci6n de las imagenes dominantes de feminidad. Los fantasmas del pasado se hicieron pre- sentes cnando la revolucién hubo de encuadrarse bajo los términos de La restauracién. En funcién de los cédigos establecidos la memoria histériea ha recuperado de Juana la esposa, hervica pero esposa ai fin, y de Manuela la amante incondicional de libertador. Poco importa In significacién politica de sus précticas. Ellas quedardn marcadas por el signo del olvido. Sélo el lento proceso de ruptura iniciado cuando la eman cién ya no fuera cuestién de pocas, sino de todas, ya no de excepciones, sino de la regla, recuperard algtin sentido para las practicas de estas mujeres. Ellas marcaron de alguna manera un itinerario Iuminoso, el de nuesteas esperanzas y el de nuestros desencantos, el de los riesgos y limites de la individuacién feme- nina, el de las modalidades bajo las cuales las mujeres han roto el espeso entramado que las liga a la suerte de la especie. 165 ALEIANDRA CIRIZA BIBLIOGRAFIA AA. VV, (1983), Mattuela Libertad, V Consejo provincial de Pichincha AA. VV. (1988), Ex defensa de Manuela Sdenz, la tibertadora del Hberta- dor, Editorial del Pacifico, Guayaquil Anderson, P. (1985), Teoria, politica historia. Un debate con E. P. Thompson, Siglo XI, Madrid Bidet, J. (1993), Teorta dela modersidad, BI cielo por asaleLetra buena, Buenos Aires. Borchart de Moreno, C, (1991), La imbecilidad det sexo. 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