sonidos de habla
Haba jaleo a bordo del autobuis de Washington Boulevard. Rye ha-
bia previsto problemas tarde o temprano durante el viaje. Habia
ido aplazando su marcha hasta que la soledad y la desesperanza
laempujaron a irse. Creia que podian quedarle parientes vivos: un
hermano y sus dos hijos, a unos treinta kilémetros, en Pasadena.
La ida ya era un dia de viaje, con suerte. La llegada inesperada del
autobuis segiin salia de su casa, en Virginia Road, le habia parecido
un golpe de suerte. Hasta que empez6 el jaleo.
Dos hombres jévenes tenian algiin tipo de desacuerdo 0, mas
probablemente, un malentendido. De pie en el pasillo, grufian y se
hacian gestos el uno al otro, cada uno en su postura inestable parti-
cular con Jos brazos en cruz, mientras el autobiis se tambaleaba en
'os baches, BI conductor parecia estar esforzan
Perder el equilibrio, Aun asi, frenaban el gesto c®
dose para hacerles
da vez que iban ai juegos de manos intimi,
se: pufretazos simulados, Ue8 midantes
Itos ya perdidos.
ban a aquella pareja con atencidn,
capar débiles sonidos de j “go
tocar’
reemplazo de insu
Los pasajeros miral
j 8
miraban entre ellos y dejaban ¢
Dos niflos gimoteaban.
Rye estaba sentada de
en i lado opuesto a la puerta trasera. Vigilaba a los dos
y nite de que la pelea empezaria en cuanto uno : a
le fuera la mano, 0 Si uno llegaba a
unos pocos metros detrds de los fiti
mente, conscie
dos perdiera los nervios 0 se
imi jdad de comunicacion. E:
extremo de su limitada capacidad ran cosas que
podian suceder en cualquier momento.
Una de ellas sucedié cuando el autobus paso por encima de uy.
bache especialmente grande y uno de los hombres, alto, delgado
y de expresion burlona, se tropez6 y cay6 contra su oponente de
menor estatura.
Alinstante, el hombre mas bajo estamp6 el pufio izquierdo con-
tra la expresion de sorna en proceso de desintegrarse del otro. Gol-
ped asu oponente, mas corpulento, como sino tuviera ni necesitase
mas arma que su puiio izquierdo. Peg6 con la fuerza y velocidad
necesarias para derribar al hombre més alto antes de que este pu-
diera recuperar el equilibrio 0 devolver un solo golpe.
La gente empezo a gritar y chillar de miedo. Los que estaba
cerca salieron en desbandada para quitarse de en medio. Otros tres
hombres jévenes lanzaron gritos exaltados y gesticularon deset
frenadamente. Entonces, por alguna raz6n, estallé una s
disputa entre dos de aquellos tres jévenes, probablemente
uno habia tocado 0 golpeado a otro sin darse cuenta.
Mientras la segunda pelea desperdigaba a un grupo de pasal
asustados, una mujer zarande6 el hombro del conductor y le
sefialando hacia el enfrentamiento,
z spondi¢
| conductor respondié con otro gruitido y ensefiando _
tes. Asustada, la mujer reculd,
94rye, conociendo los métodos de los conductore
8 de autobiis, se
propard y se aferré ala barra del asiento que tenia det
elconductor pisé los frenos, ella estaba lista; los onbataatll
8, no.
por encima de los roa ¥ cayeron sobre algunos
jos lo que provocd un gran griterio y atin més confusi a
Jo menos otra pelea mas, Oonfusién. Empez6
Ba cuanto el aoe se detuvo completamente, Rye se
depie Y empez6 a empujar la puerta trasera. Al segundo em yt
Ja puerta se abrio y ella se bajé de un salto, sujetando su ae
con un brazo. La siguieron varios pasajeros mis, pero aaa :
2s dentro. Ahora pasaban tan pocos autobuses y los horarios
eran tan irregulares que la gente se subia siempre al que podia, a
toda costa. Quizd no hubiera mas autobuses por hoy... ni sbi
Algunas personas echaban a andar y, si veian un autobiis, le hacian
sefias para que parara. La gente que emprendia viajes interurbanos,
como el de Rye de Los Angeles a Pasadena, iban preparadas para
acampar a la intemperie, 0 se arriesgaban a buscar refugio con lu-
garefios que podian robarles o asesinarlos.
Elautobus no se movid, pero Rye se alejé de él. Su intencion era
esperar hasta que terminasen las peleas y montarse otra vez, pero
si habia disparos, queria poder protegerse detras de un drbol. Asi
pues, estaba cerca del arcén cuando un Ford azul que circulaba por
lotro lado de la calle dio media vuelta y paré delante del autobis.
Los coches eran raros entonces, debido a la grave escasez de com-
bustible y de mecdnicos en relativamente buenas condiciones. Los
oches que atin funcionaban se usaban como armas en igual medida
que como medios de transporte. Asi que, cuando el conductor del
Ford le hizo sefias a Rye para que se acercase, ella se alejé con cau
tela, El conductor se bajé del coche: un hombre alto, joven, con una
barba bien cuidada y cabello oscuro y abundante. Llevaba un abrigo
largo y mostraba una expresion tan cautelosa como la de ella. Rye,
de é1 unos metros, espero a ver ave hacia, £1 hombre miro
po BS 95ia con el combate del interior,
i » se sacud! f
al autobis, que jeros que se habian bajado de 2
i 7 _
al apretado grupito de pasa
mente miro a Rye otra ye NO : )
sal Pee 7 Vie} {
Esta le devolvio la mirada, Pp! 2
matica del 45 que escondiaen su sain se tas manos ded
[1 sefialé al autobus con la mano izquierda. Las ventanas tints.
Je impedian ver lo que estaba sania: ;
A Rye, que usara la mano izquierda le nena MAS que su pre.
gunta predecible. Las personas zurdas tendian a estar MENos dete.
rioradas, a ser mas razonables y capaces de entender, no se dejaban
arrastrar tanto por la frustracion, la confusion o la ira.
Ella imité su gesto, sefialando al autobus con la mano izquierda
también, y luego lanzando pufietazos al aire con ambas manos,
El hombre se quit6 el abrigo y, al hacerlo, revelé un uniforme de|
cuerpo de policia de Los Angeles, con porra y revélver de servicio
incluidos.
Rye dio otro paso atras. Ya no habia policia de Los Angeles, ni
ninguna otra organizacion de gran tamaiio, ni publica ni privada.
Habia patrullas de barrio e individuos armados. Eso era todo.
El hombre se sacé algo del bolsillo del abrigo y acto seguido
arrojo el abrigo dentro del coche. Luego con un gesto indicé a Rye
que retrocediese hacia la parte trasera del autobus. Tenia algo de
plastico en la mano, Rye no entendio qué queria hasta que el hombre
camin6 hasta la puerta trasera del autobuis y le hizo sefias para quen0
semoviese de ahi. Ella obedecié, principalmente por curiosidad. Poli
NO, quizé podia hacer algo para detener aquellas estupidas peleas.
El hombre rode6 la parte delantera del autobuis hasta el costado
ue tenia la ventanilla del conductor abierta. Desde alli, a Rye
das
—
rompicones por la puerta trasera, ahogdndose y con lagr
los ojos, Gas,
96agarré auna mujer mayor que de
seats del suelo a dos nifios eennceubina habria cai.
ise pudo ver al hombre barbudo ayudando ne de acabar
delantera. Ella sujet a un anciano delgado al a gente en la
tes habia empujado fuera del autobis, eine de tos
ajpeso del anciano, apenas le dio tiempo a quitarse deen a por
ge que el ultimo de los jovenes se abriera paso a cepdiaal
ql exterior. FI joven, que sangraba por la nariz y la boca an
otro y ambos forcejearon a tientas, con los ojos iia Hoveses
efecto del gas.
plhombre de la barba ayud6 al conductor del autobis a salir por
Ja puerta delantera, aunque este no
unmomento, Rye crey6 que habria otra pelea. El de la barba retroce-
pareci6 apreciar su ayuda. Por
dioy miro al conductor mientras este le hacia gestos amenazadores.
con ira inarticulada.
Se quedé quieto, callado, negandose a responder a gestos clara-
mente obscenos. Las personas menos deterioradas tendian a com-
portarse asi: se mantenian al margen a menos que se vieran fisica-
mente amenazadas, dejando que los
mas descontrolados chillaran y
brincaran cuanto quisieran. Era como si fuera indigno de ellos ser
tan susceptibles como los que tenian menos entendimiento. Se tra-
taba de una actitud de superioridad, y asi era como Jos percibian las
personas como el conductor de autobuis. A menudo castigaban dicha
«superioridad» con palizas € incluso con la muerte. Rye habia estado
cerca varias veces. Por eso nunca iba desarmada.
‘snl que el lenguaje corporal era probablemente el unico
comin, a menudo bastaba con ir arms
“scar el arma, y mucho menos empuiarla.
Pl revolver del hombre barbudo estaba @
‘Mento, Al parecer, fue suficiente pare el conductor
Scupié con desprecio, fulmind al ot? conta mirada
finalmente echo a andar hacia su autoP’®:
¥ en este mundo
lenguaie
da, Rara vez habia tenido que
axin Ilene de 82% Selopor un instante; estaba claro que queria subir,
do gas. De todas las ventanas, Solo se pudo ahs
atin habia demasia
pequefia del asiento del conductor. La puerta delantera estaba abierty
sera se cerraba sola a menos que alguien la sujetase, ¥
pero la tra: hacia mucho que el aire acondicionado habia dejady <
oe El gas del autobus tardaria un rato en disiparse, ] veka
lo era propiedad del conductor, su fuente de sustento. En los lat
habia pegado viejas fotos de revistas de las cosas que aceptaba com |
por el trayecto. Luego utilizaria lo recolectado para alien :
qued6 mirando
: siete o para intercambiarlo por otros productos. Si su autobiis |
no funcionaba, no comeria. Por otra parte, si el interior de su autobiis
acababa hecho trizas por culpa de peleas estupidas, tampoco comeria
demasiado bien. Era aparentemente incapaz de percibir esto tiltimo,
Lo tinico que era capaz de ver era que tardaria un buen rato en volyer
a utilizar su autobus. Agité el pufio hacia el hombre de la barbay
grité. A Rye le parecio distinguir algunas palabras en su grito, pero
no las entendia. No sabia si era culpa suya o de él. Habia escuchado
tan poca habla humana coherente en los tltimos tres afios que ya
no estaba segura de hasta qué punto la podia reconocer; no estaba
segura del grado de su propio deterioro.
El hombre de la barba suspiré. Miro a su coche y luego hizo
Sefias a Rye. Estaba listo para irse, pero antes queria algo de ella.
No, no, lo que queria era que se fuera con él. Que se arriesgara a —
subir a su coche aun cuando, pese a su uniforme, Ia ley y el orden
ya no eran nada, ni tan siquiera palabras.
Ella movi6 la cabeza a un lado y a otro, un gesto de negacién
universalmente reconocido, pese a lo cual el hombre siguié hacién-
dole sefias,
Rye lo rechaz6 con un gesto de la mano. El hombre estaba ha-
do algo que casi nunca hacian los menos deteriorados: attaer_
una atencién Potencialmente peligrosa hacia alguien como a “—
del autobtis empezaron ‘
cien
a mirarla, ji
98uno de los hombres que habian estado Peledndose |
on golpecito en el brazo, luego sefialé primero al de la
pues a Rye Ys finalmente, levanté los dedos indice y coraz6n d
mano derecha como si estuviera haciendo las dos terceras oe a
saludo de los Boy Scouts. El gesto fue muy rapido; su dedi rs
obvio incluso a distancia. La habian clasificado en el mismo i.
que el de la barba.