Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
A mí, el primer día, me tocó preparar sulfato de cinc. No debía ser muy difícil, se trataba de hacer un
elemental cálculo estequiométrico y de mezclar partículas de cinc con ácido sulfúrico previamente diluido;
concentrar, cristalizar, secar, lavar y recristalizar. Cinc, zinc, zinck, zinco: con él se hacían barreños para
meter la ropa, no es un elemento que le diga mucho a la imaginación, es gris y sus sales son incoloras, no
es tóxico, no da reacciones cromáticas llamativas. En una palabra, es un metal aburrido. Se ha dado a
conocer a la humanidad de hace dos o tres siglos a esta parte, o sea que no es un veterano cargado de gloria
como el cobre, ni tampoco uno de esos elementos novedosos que llevan todavía consigo la fascinación
clamorosa de su descubrimiento.
Se me entregó mi pequeña porción de cinc, apenas unos gramos. La otra materia prima, o sea, el ácido
sulfúrico no hacía falta pedirla porque se encontraba en abundancia por todos los rincones del laboratorio.
Concentrado, claro está, y tienes que diluirlo en agua. Pero, cuidado, todos los textos lo dicen, hay que
hacer al revés la operación, o sea echar el ácido en el agua y no al contrario, porque si no, aquel aceite de
aspecto tan inocuo está sujeto a cóleras furibundas; esto lo saben hasta los alumnos de primaria. Luego se
echa el cinc en el ácido ya diluido.
En los apuntes se daba un detalle que en una primera lectura yo había pasado por alto, y es que el cinc, tan
tierno y delicado, tan dócil ante los demás ácidos que se funden en uno, se comporta en cambio de modo
bastante diferente cuando aparece en estado puro: entonces se resiste obstinadamente al ataque. Se podían
sacar dos consecuencias filosóficas contradictorias entre sí: el elogio de la pureza, que protege del mal
como una pureza y el elogio de la impureza que abre la puerta a las transformaciones, o sea a la vida.
Descarté la primera, desagradablemente moralista, y me dediqué a considerar la segunda, más afín con mi
manera de ser. (…). Así que opta por la disolución de sulfato de cobre que viene en la lista de reactivos,
añade una gota de tu ácido sulfúrico, y verás como la reacción se inicia: el cinc se despierta, se recubre de
una piel blanca de burbujitas de hidrógeno, ya está, el encantamiento ha tenido lugar, lo puedes dejar a su
aire y darte una vuelta por el laboratorio a ver qué están haciendo los demás de bueno.
2. ¿Dónde crees que se desarrolla la historia? Escribe una lista con las palabras del texto que lo indican.
[Buscar información]
7. En el último párrafo, el narrador cuenta que el cinc se despierta, se recubre de una piel blanca de
burbujitas de hidrógeno, ya está, el encantamiento ha tenido lugar. ¿Qué crees que quiere decir? Elige
la opción correcta.
a. Que el cinc cobra vida y se despierta literalmente.
b. Que el protagonista hace magia, encantando al cinc para que desprenda hidrógeno.
c. Que la reacción química entre el cinc y el ácido comienza por arte de magia.
d. Que al añadir el sulfato de cobre, la reacción entre el cinc y el ácido se acelera.
Comprensión lectora
[Interpretar y relacionar]
8. El protagonista afirma que el cinc es un metal aburrido. ¿Por qué crees que piensa así? ¿Estás de acuerdo
con su afirmación, por qué?
[Interpretar y relacionar]
9. Escribe la reacción química del cinc con el ácido sulfúrico que se describe en el texto y ajústala.
[Interpretar y relacionar]
11. En el último párrafo, el protagonista saca dos conclusiones filosóficas sobre la pureza. ¿Qué opinas de
ellas? ¿Estás de acuerdo con lo que dice el protagonista?
[Reflexionar sobre el contenido]
Comprensión lectora