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Desvelando a la Gaitana’ Resumen: Se aborda la pregunta sobre la historie!- ded de la figura de La Gaitana, que aparece en la cré- nica de Juan de Castellanos, Elegias de Varones Thustres de Indias (7589), como una cruel eactea, dada al cant- balismo, que tortura y asesina al conquistador ANtasco ‘para vengarse de la muerte del hijo de la cacica, y or ‘ganiza ina rebelion contra los espaiioles que habria de durar setemta atios. Sin embargo, los actos rituales del castigo dado a Aitasco, muy seguramente tenian no silo tun significado individual y personal, sino también colec- tivo y politico. La Gaitana ha sido idemificada con la cacica Guatepén, cuyo nombre aparece en documentos del siglo dieciséis. En la memoria indigena, fa figura de Guatepéin esti intimamente relacionada con la lucha por la tierra. Por otra parte, la evidencia antropolégica su- sgiere que los grupos indigenas con los cualles se asocia esta cacica eran sociedades marrilineales en fas cuales las mujeres podian ocupar una posicién de gobierno, v los hombres accedian al poder solo por linea materna. Finalmente, ef nombre de Guatepin no tiene que ser el nombre de una inca mujer; podria muy bien ser el titulo die un cargo o funcién que las mujeres, en especial, las mujeres mavores, solian acupar en estas culturas. Palabras clave: La Gaitana, indigenas, Colombia, siglo dieciséis, marrilinealidad Unveiling La Gaitana Abstract: This paper approaches the question of La Gaitana, a personage that appears in Juan de Castellae nos chronicle, Elegies for Illustrious Males of the Indies (1589) as a cruel cannibalistic chieftain, who tortures and mundiers the conquistador Anasco in order 0 reven- ge the death of her son, and who organizes a rebellion Susana E, Matallana Peliez™ Universidad del Valle against the Spaniards that would last sixty years, Howe- ‘ver the ritual acts of the punishment of ANasco probably ‘were not only mean as indtvldual and personal acts, but as collective and political. La Gattana has been identified swith Guatepan, a woman leader whose name appears In some Sixteenth Century documents. In the memory of in digenous peoples, Guatepan is intimately linked to the struggle for land. On the other had, anthropological evidence suggests that the indigenous groups associated swith this female chieflain were matrilineal societies in ‘which Guatepan need not be the name of a woman indivi duet; it might well be a title, role or function thet women, especially elder ones, used to hold in these cultures. Key Words: La Gaitana, indigenous, Colombia, Six- teenth Century, matrilineaity Segiin el famoso cronista espatiol, Juan de Cas tellanos (1522-1607), La Gaitana era una despinda- da cacica que comandaba a los indios Yalcones, que habitaban, a principios del siglo dieciséis, en lo que hoy conocemos como Ia region del Alto Magdalena. Quinientos atios més tarde, encontramos a esta mis- ‘ma mujer en el imaginario popular colombiano con- vertida en simbolo de identidad y soberania nacio- nal. A pesar de esto y a pesar de que son muchas las organizaciones de cardcter popular que reivindican st legado, en los circulos académicos La Gaitana no goza de una acogida similar. Por el contrario, 1a gran mayoria de historiadores duda de la veracidad del relato de Juan de Castellanos. oth Indian: What Yoabel “Este aniculorcoge la investigacin eliza para a tess doctoral “Spot 14 Might Have Told Captain (spina or Th Fst One Hundred Years Aor the Spanish Conquest of Th At Maadelena Reson (1835-1629), eelizada en Rutgers Univers ‘atts abel 2008 :ayo 2011, Retbido e127 de abril aceptado el 4 de junio de 2012. ~rofeora dea Eacslade Ciencias cel Lenguaje de a Universidad del Villa. Obtuvo su doctor de Rutgers University, New Jersey Wo snan and Gander Studies en mayo de 2011, Suge ex de Literatura ingle de la Universidad de Teese on Kooi en 199%, ys pogrado ‘nF ilosofia y Latins de a Universidad de oe Andes, an Bogts on 1988 Eat us publicaciones encontrar el iio 4 caballo sobre guido [a deni fomenona en las novelas de res exeritoras novteamericana deorgenhispano, 2006, y lou steos: “La erat y la oneeanza de leaguas" vista Poligramar, vl 22,2005, “Esrtoras nrteamercanasconenporiacas J igen spans sevistaPoigranas, vol 21,2004 E-alsusana natalia Georeounialleedaco La manzana dela discordia, Enero - unio, 2012 Vol. 7,No. 1:7-21 8 Suna E Matalin Poli El nombre de La Gaitana aparece por primera vez en la obra de Castellanos, Elegias de Varones Tlustres de Indias (1589), wn poema historico que narra las hazatas de los principales conquistadores espaiioles, En éste, el cronista describe a la cacica como la peor de todas las mujeres indigenas. Es asi como la Gaitana aparece como una mujer soberbia y cruel, que mata con sevicia al Capitin Pedro de ‘Alasco, Castellanos nos cuenta ademas que des- pués de sacrificar al Capitin Afasco, La Gaitana or- ganiz6 una amplia rebelion en contra de las fuerzas espaiiolas las cuales, lideradas por Sebastian de Be- lalcézar, habian penetrado en 1535, subiendo desde Quito, en lo que es hoy el suroccidente colombiano. Aunque no existe ningiin otro registro escrito ni documento histérico que la mencione, son muchas Jas organizaciones que han adoptado a esta legen- daria mujer indigena como simbolo de identidad y soberanfa nacional. ¥ es que La Gaitana ha sabido mutar a lo largo del tiempo. En los tiltimos dos si- los, esta inverosimil candidata al puesto de madre de una nacién que atin no se reconcilia con sus ori- genes indigenas, ha experimentado sorprendentes transformaciones que contradicen de manera sospe- chosa la descripcién original de Juan de Castella- nos, En efecto, en los tiltimos doscientos aiios La Gaitana ha fungido ora como icono proto-libertario de la Guetta de Independencia (1810-1819) ota como abnegada y ancestral figura matema del perio- do republicano, Sindicatos, organizaciones feminis- tas, frentes guerrlleros, centros educativos, obras de teatto y hasta concursos de belleza todos han adoptado su nombre. Sin embargo. para la mayoria de los historiadores ni la leyenda que dio origen a Ja figura de La Gaitana, ni la misina Gaitana tienen fundamento histérico alguno. Indudablemente, la evidencia que existe en tor no a esta legendaria mujer resulta contradictoria. La historia de La Gaitana pervive en la obra de Caste- anos (1589) y la memoria popular; los historiado- res colombianos han formulado argumentos a favor y en contra de la existencia de la cacica: y algunos documentos del siglo dieciséis mencionan a una ca- cica Hamada Guatepan, cuyo nombre, segiin la tra- dicion popular huilense, seria el nombre indigena de La Gaitana. Por otra parte, la comparacién del relato de Castellanos con un relato similar del historiador otal del pueblo Nasa, Don lio Niquinas resulta re- veladora, particularmente cuando se hace a la luz de dos etnografias contempordneas que describen ricticas similares a las que Juan de Castellanos le atribuye en st relato a La Gaitana y st gente, Aun- que bien podriamos dejar de lado el tema de La Gai- tana como wna coproduccién mas de la imaginacién espatiola del siglo dieciséis y de las agendas nacio- nalistas de las elites colombianas del siglo diecinme- ve, al hacerlo podriamos estar contribuyendo, sin advertirlo tal vez, a una larga tradicién que durante mucho tiempo ha convertido todo Io indigena en imaginario popular, en lo que coustituye no solo un ejercicio de violencia colonial, sino una clara ofts- cacién de la historia, que solo un cuidadoso examen de la evidencia puede empezar a corregit. De acuerdo con la versién de la muerte de Aitas- co que nos ha Hegado a través de Castellanos (1914), en 1538, antes de seguir hacia el norte en busca del mitico Eldorado, el conquistador espatiol, Sebas- tién de Belalcézar, le habria confiado la fundacién de la villa de Timand a st lugarteniente, Capitan Pedro de Aftasco, quedando éste a cargo de lo que hoy es esencialmente el departamento del Huila. La villa de Timand (también Hamada villa de Guaca- callo) constituia el corazén del tertitorio habitado por La Gaitana y su gente, conocidos como Tima- naes 0 Yalcones, Afiasco habria logrado establecer relaciones amistosas con algunos de los caciques de la regién, en particular con uno de ellos al que los espaiioles habrian bautizado Don Rodrigo y que era hijo de un poderoso cacique llamado Pigoanza Sin embargo, cuando Afiasco empez6 a exigir ma- yores tributos, varios caciques se habrian tebelado, entre ellos el hijo de La Gaitana, llamado Timanco. Aflasco, decidido a sentar un precedente, lo habria mandado apresar y lo habria ejecutado, quemandolo vivo en la plaza de Timand. Al enterarse de la noti- cia, La Gaitana habria jurado vengar la muerte de su hijo: a consecuencia de lo cual habria convocado a los principales caciques de Ia region con el objetivo de atacar a Ailasco y sts hombres. Entre sus aliados, La Gaitana habria convocado al poderoso Pigoanza quien, al parecer, era pariente suyo. A pesar de que st hijo, Don Rodrigo, era rehén de los espatioles, Pigoanza habria aceptado capturar a Afiasco y en- twegarselo aLa Gaitana. La cacica, antes de matarlo, Devveland ala Gata 8 le habria sacado los ojos y perforado la garganta, in- troduciéndole una soga, halando de la cual lo habria paseado agonizante de pueblo en pueblo, Castella- nos aflade que Inego de matar a Afasco, los indios Jo habrian descuartizado y canibalizado, Cuando el Capitin Juan del Rio fre enviado desde Popayén para aplastar la insurreccién lidera- da por La Gaitana en Timana, ésta habria convo- cado de nuevo a los indios para Iuchar contra los europeos. Pigoanza habria atacado las fuerzas co- mandadas por del Rio. Sin embargo, éste lo habria derrotado. A pesar de esto, La Gaitana habria con- tinuado arengando a los indios. Seguin Castellanos (1914), Ia caciea habria logrado reunir en sus filas no solamente a los Yalcones, sino también a los Pi- ramas, Paeces, Guanacas, Panaos y Pijaos. Los in- dios, sin embargo, habrian sido traicionados por un cacique llamado Inando, quien habria informado a los espafioles de las intenciones que tenian los in- dios de atacarlos, El Capitan del Rio habria enviado ‘un mensajeto a Neiva pidiendo refuerzos y Neiva hhabria enviado al Capitin Juan Cabrera: del Rio y Cabrera habrian puesto fin a Ia rebelién de Timand De acuerdo con la tradicién popular, La Gaitana se hhabria arrojado desde los picos del Pericongo al rio Magdalena, también conocido como rio Guacacallo que, segtin las creencias populares tiuilenses, era el camino que tomaban los muertos cuando empren- dian el viaje hacia el més alld.’ Aunque las tropas espafolas lograron aplastar el levantamiento de Ti- mana en 1543, les tomaria otros setenta aflos supri- mir por completo la insurreccién regional que segtin Ja leyenda habia iniciado La Gaitana. Ahora bien, son muy pocos los historiadores que le otorgan alguna ctedibilidad a los hechos y actores que describe esta tradicion, Fuera de las Elegias de Varones lustres de Indias de Juan de Castellanos, no existe ningtin otro documento de Ia época que mencione a la famosa cacica. Castellanos, sin em- bargo, le dedica cinco largos cantos en los cuales La Gaitana desempefia un papel central a la cabeza de los indios, pronunciando incluso tres largos dis- cursos ante ellos, El ctonista, ademés, afirma que st relato esti basado en el testimonio de tres testigos oculares que presenciaron los hechos que él narra, EI nombre indizens (quechus) dot Rio Magdalena Guacocallo significa “camino sugrado” 0 camino de os musi. A pesar de esto, historiadores de la talla de Juan Friede, el padte de la etnohistoria colombiana, han argumentado enfiticamente que La Gaitana nunca existié y que la cacica le debe su existencia a la afiebrada imaginacion espatiola. Anuestro juici, la historia de La Gaitana, que no ccarece de dramatismo precisamente por Ia intensi- dad de los sentimientos vengativas y por la misma comeldad empleada, es integramente una labor de la fantasia popular hispana. excitada por las gue- szas de la Conquista. Friede, 1953, p. 128) Por su parte el autor, se basa en el hecho de que nninguno de los tres cronistas principales de la con- quista de Ia Nueva Granada, Fray Pedro Aguado, Antonio de Herrera y Juan de Velasco, menciona & Ja famosa cacica. Tambien afirmia que ni la proban- 20 de méritos y servicios presentada por el nieto de ‘Ailasco ante la Corona para conservar la encomien- da que habia heredado de su abuelo, ni ninguno de Jos documentos del cabildo de Timana, ni tampoco ninguna de las deposiciones espaiiolas que busca- ban documentar las strocidades cometidas por los nativos hacen referencia alguna a La Gaitana, Friede (1970) cita ademas a otro cronista lla- mado Pero Lopez, quien a pesar de haberse visto envuelto presumiblemente en los acontecimientos, Jamis menciona a La Gaitana. Friede, quien trans- cribié, edit6 y publicé el relato de L6pez.? conside- ra esta crénica como tn testimonio particularmente relevante ya que Lépez afirma haber participado en Ja campatia punitiva que se organiz6 posteriormente contra el cacique Pigoanza. Pot los pomenores que offece sobre el valle de Neiva parece que Lopez estuvo algunos alos ea aquella comarca del Alto Magdalena. Un aporte histOrieo de primer orden es su relato de la guerra contra el cacique de los yalcones, Pigoanza, s6lo ‘conocida por los fantaseads relatos de los cronis- ‘as posteriores a los sucesos, Juan de Castellanos ¥ flay Pedro Simon. (Friede, 1970, p. 55). Por ‘iltimo, Friede (1970) argumenta que la crénica de Lépez oftece una garantia adicional de credibilidad, ya que Lépez era un soldado raso que El manuserto orginal hace prt ela Colecién Latinoamerica- 10 Susmia £ Malina Peace nunca sintié la necesidad de dedicarle su obra a nin- gua personalidad influyente de la época, lo que ga- rantizaria su imparcialidad frente a los hechos. ‘No obstante, al examinar cuidadosamente el re- lato de Lépez, éste presenta varias inconsistencias. Para empezar, Lépez asegura que la regién fue con- quistada por el Capitén Juan Cabrera cuando la ma- yoria de los historiadores colombianos, incluyendo al mismo Friede (1970), le atribuyen esa conquista al Capitan Pedro de Afiasco. Lopez tambien afirma que fue el Capitan Juan Cabrera quien fuera tortu- rado y luego muerto pot los indios. De nuevo aqui, Ja mayoria de historiadores coinciden en afirmar que fue Afasco al que los indios capturaron y Iue- go mataron. El mismo Friede afirma que el Capitan Cabrera muri en la batalla de Aitaquito, al norte de Quito, en 1546, Friede, sin embargo, le atribuye esta confusién a un lapso de memoria por parte de Lopez quien, al parecer, escribié su crénica mucho después de los hechos. Pero tal vez la objecién mas importante que se le puede hacer a Lépez es cuando afirma que la expedicién de castigo que se organiz6 contra Pigoanza y los Yalcones tuvo Ingar en 1549, pues Friede junto con la mayoria de los historiado- res colombianos considera que estos acontecimien- tos sticedieron entre 1543 y 154 De acuerdo con Friede (1955), en una probanca que certifica la muerte de Afiasco, redactada en la villa de Guacacallo el 13 de noviembre de 1544, un testigo © declarante llamado Francisco Garcia de Escobar afirmaba haber capturado a un indio lengua quien fungia de intérprete para el cacique de los Yal- cones. Gareia de Escobar declaré que su prisionero habia confesado la manera en que los indios habian dado muerte al Capitin Pedro de Afiasco y varios de sus hombres. Paralelamente, una probanza de méritos y servicios de un tal Domingo de Aguirre, tno de los hombres de Gonzalo Jiménez de Quesa- da, redactada y firmada por Pedro de Aftasco el 13 de noviembre de 1543, es decir, exactamente un atio antes, demuestra que Aflasco estaba vivo para esa fecha. Por lo tanto, Aflasco debe haber muerto en algiin momento entre noviembre de 1543 y noviem- bre de 1544: y el castigo contra los Yalcones debié haberse organizado poco después, bien sea a finales de 1544 0 a principios de 1545. Una vez més, el relato de Lépez resulta ser inexacto, ‘Sin embargo, Friede (1970) nara cémo el tes- timonio de Lopez se vuelve atin mas problematic cuando éste sostiene que hizo parte de un grupo de hombres al mando de Sebastidn de Belalcézar. quie- nes se habrian unido a las tropas de Pedro de La Gasca que habian sido enviadas al Peri para aplas- tar la rebelién de Gonzalo Pizarro, y que luego de la derrota de Pizarro en Xaquixahuana, habrian se- guido a La Gasca de regreso a Lima. Estos eventos tuvieron lugar entre 1548 y 1549 cuando, segiin el testimonio del propio Lépez, éste se encontraba per- siguiendo a Pigoanza en el Alto Magdalena. Aunque es posible que todas estas incongmencias se debana un Japso de memoria por parte de Lépez como bien lo afirma Friede (1970), lo cierto es que no pueden ‘menos que poner en duida la fiabilidad del relato de Lépez? La desestimacién de Friede del relato de Caste- anos, asi como el entusiasta aval que le otorga al testimonio de Pero Lépez eran probablemente ali- mentados en stu momento por wn lado por el fuerte anti-clericalismo, y por otro lado, por la escuela de historia popular (Lopez era un soldado raso) que permearon la investigacién social e histérica en Colombia durante gran parte de 1a segunda mitad del siglo veinte, Sin embargo, cuando Friede (1970) afimna que Castellanos escribié mucho después de os acontecimientos, incurre en una clara impreci- sidn, Aunque es cierto que Castellanos no fe tes- tigo de la conquista espaitola de los Yalcones, no podemos olvidar que como soldado de caballeria participé en Ia conquista de la Nueva Granada, y que por lo tanto, muy seguramente tuvo la oportuni- dad de conocer a varios de los hombres que habian combatido a los Yalcones en 1a region de Timan En efecto, segiin el historiador espaiiol Juan Marchena, Castellanos habria legado a la isla de » trode fs sxpectos mis confnwos alrededor de Ia muerte pitin Pedro de asco a manos dels Yalcones,vpresimbl "i cocca La Gain, cx in dds el hecho de qe este capt fenin m primo quellevaba sums nombre y quien combatia su ldo: “Afas- slid de Timana..a ebell cone sent yn hombre Entrellos ‘bm Batar det Rio Yel pmo Afasc de so mismo nombre” (Cast anos, 1589, Dare 3, “Elpia a Banaleézar, Cato Vp. 467) Sinem ‘baz epi Castellano, fuel Captin Pedro de Altar y no su prino «quien muri amanos dea Gaitam yaque ol primo de Anaso ne hacia pute del zrpo de soldedos qu fueron emboscados por ls inioe, pods “Afasco fe habia ordanado a su prio rgrecrse @ Tima acauea de ‘ns here: “Afasco[.] al primo fe mando que se fomase/A Timand para queso curae" (Castellanos, 1589, p. 469). Desaforumadarante, to exit asta ich ninzua cr efrenia al ro de Aasco Denelands ala Gasemia u Puerto Rico en 1539 a la edad de diecisiete ailos. Durante los dos primeros aflos se habria dedicado a capturar indigenas y venderlos como esclavos. En 1541 habria desembarcado en Ia isla de Cubagua (hoy en dia, Isla Margarita) donde habria acumula- do una pequeiia fortuna, utilizando buzos indigenas esclavizados que eran obligados a sumergirse en las profimdidades del mar en busca de perlas preciosas. Sin embargo, las Nuevas Leyes promulgadas por la Corona en 1542 que prohibjan la esclavitud de los indigenas le habrian puesto punto final a este Iucta- tivo negocio, De esta manera, Castellanos habria desembareado en el Cabo de la Vela en 1544. Desde aqui, habria participado en varias de las enrradas © incursiones que los espaitoles organizaban regu- lanmente al interior de la Nueva Granada en busca del mitico Eldorado. En 1552, Castellanos habria acompaiiado a Pedio de Urstia hasta Bogoti, pero cuando Urstia decide seguir al sur hacia el Peni, Castellanos habria emprendido el regreso a Carta- gena. Poco después, habria resuelto darle un vuelco su vida y hacerse cura. Tenia pata entonces treinta ¥ dos aitos: quince de los cuales los habia pasado saqueando el Caribe. De acuerdo con Marchena (2005), esos quince aiios, habia vivido diez en lo que hoy es Colombia, principalmente en la costa norte del pais. Sin dua, estas experiencias le permitieron co- nocer a muchos de los hombres que tomaron parte en la conquista de la Nueva Granada, y muy segu- ramente, a varios de los que habian peleado en con- tra de los indios en el Alto Magdalena, De hecho, Castellanos afirma en las Elegias que su relato esta basado en el testimonio de los ‘iicos tres sobre- vivientes — Florencio Serrano, Juan de Orozco y Arias Maldonado — del ataque en el cual Pedro de fiasco fue capturado por los indios. De todos ellos uno solo vivo Que milagrosamente se valia’¥ aun me dan razon de lo que escribo/Y ¢s Florencio Serrano, de quien sieuto/Que cuenta la verdad en Jo que cuento’A todos cousta bien ser su costumbre/Sin interposicion de vil artista’Y él yy Orozco, que me dan la lumbre/De la dificultad desta conquista/No hablan cosa con incertidun- bra/Antes lo que deponen es de vista/Y un Arias ‘Maldonado, ctya fama/Otra phuma mas diligente Unma/Con los tres tracto, hablo, comunica/Y con su relacion me favorecen. (Castellanos, 1914, p. 475). Que Florencio Serrano sobrevivié a los aconte- citnientos y fue testigo de éstos, junto con el arriba mencionado Francisco Garcia de Escobar, parece demostrarlo Friede (1955), en el hecho de que apa- rece como declarante en la probanca que pretendia dar fe de la muerte de Afasco redactada en la villa de Guacacallo en 1544, Tovar & Amézquita (1996) afirman ademés que Florencio Serrano se conver- tiria Inego en un encomendero y que como tal se radicaria en la ciudad de Tunja, donde Juan de Cas- tellanos vivid desde 1562 hasta su muerte en 1607, y que fie durante este tiempo que muy probablemente Florencio Serrano le narré a Juan de Castellanos los hechos de la guerra de La Gaitana, De acuerdo con Friede (1955), la lectura de la deposicion que hiciera Serrano el 13 de noviembre de 1544 en la villa de Guacacallo permite ver que éste declars haber escapado de 1a emboscada de los indios y que Inego afiadié haber oido como és- tos habian torturado y canibalizado a Afiasco y sts hombres. El mismo documento indica que Francis- co Garcia de Escobar, por st parte, declaré también que los indios habian canibalizado a los esclavos y a los caballos: [Tlomé este testigo en la guetra en una celada a un indio lengua, paje del cacique de los Yalcones, donde habian muerto los dichos espaiioles. y pre- ‘auntandole que qué habian hecho de los crstia- xaos que mataron... dijo el dicho lengua...que los hhabian hecho pedazos, asi alos cristianos como a los caballos, yeguas y negros y servicio, y lo de- as; y que de todo ello después de haberlo hecho ppedazos, tomaron de cada cosa de ello cierta parte ¥ que Is cocieron en muchas ollas, todo junto y ‘con hierbas, y muchas veces hacian ollas cocidas de la dicha carne para comer y la comieron, segiin confesé el dicho indio... (Friede, 1955, p. 271- 272) Castellanos escribiria en sus Blegias que los in- dios habian desmembrado al Capitan Aflasco y que habian elaborado vasos a partir de los cascos de los caballo: El pie le cortan, otra vez la mano/Otra vez pu 2 Susmia £ Malina Peace dibundos genitales...Los caballos yduetos deso- llados ..Unos y otros fueron cuarteados/Para gui- sarse la nefanda cena’Y de los cascos ya limpios y rasos Para beber en ellos hacen vasos. (Castel Janos, 1914, p. 471) Otro declarante que aparece en la probanza de Guacacallo de 1544 es Diego Lépez de Valderas, quien testificé que Afiasco tenia veinte y dos hom bres bajo su mando cuando fie emboscado por Jos indios *...e8 piblico y notorio que mataron al dicho capitin Pedro de Afiasco con veints ¥ dos hombres...” (Friede, 1955 p. 271-272). Este es el mismo mimero de hombres que segtin Castellanos salié de Timana con Afiasco “Afiasco...salid de Timand...A caballo con él veinte y un hombre... (Castellanos, 1914, p. 467) Una cuidadosa comparacién entre los aconteci- mientos descritos por Castellanos (1914) en tomo a Ja mmerte de Afiasco y los testimonios de los sobre- vivientes del ataque de los Yalcones al destacamen- to de Aflasco demuestra que el relato de Castellanos corresponde con las deposiciones que aparecen en la probanza redactada en Guacacallo el 13 de noviem- bre de 1544. Por lo tanto, es probable que Castella- nos haya basado su relato, como bien lo afirma, en el testimonio de algunos de los sobrevivientes. Por otra parte, el antropélogo alemén, Hermann Trim- bom, asegura que ademas de los testigos a los que tuvo acceso, Castellanos también basé parte de sus descripciones en algunos de los escritos de Sebas- tién de Belalcézar, “De pareja manera tuvo ocasién también Juan de Castellanos, el cura poeta de Tun- ja, de recoger relatos directos de testigos presencia- les... También dispuso de escritos de Sebastidn de Benalcizar” (Hermann, 1949, p. 46) Castellanos se revela entonces como tina fuente mucho mas fi- able de lo que aduce Friede, Como padte de la et- nohistoria colombiana, ¢s posible que Friede (1955) haya estado intentado librar a los indios de la con- steetudinaria acusacién de salvajismo al desestimar el relato del cronista espaitol. La evidencia de archivo apunta hacia la existen- cia de cacicazgos femeninos en el Alto Magdalena ala llegada de los espaftoles. Estos documentos de- ‘muestran que al momento de la penetracién espatio- “Estos asritos sean purdidoaporentemante {a en esta regidn existian mujeres que bien podrian haber dado lugar a la leyenda de La Gaitana. Entre Jos historiadores que han estudiado las culturas pre- hispénicas del Alto Magdalena, solo Ramén Gémez Cubides (1986) y Bernardo Tovar Zambrano (1993) than planteado la existencia de cacicazgos femeni- nos en esa regién, Ambos argumentan que en tna disputa en tomo a una encomienda en Timans en- tre dos encomenderos, Pedro de Molina y Alvaro Botello, que estallé en 1550 y se prolongs hasta 1563, aparecen vatios documentos que mencionan a tina “seilora Guatipan, de la provincia de Oton- go” (Gémez, 1986: cf. Tovar, 1993). El hecho de que estos documentos se refleran a Guatipén como “sefiora” indica que posiblemente existieron cacica- 2gos femeninos en la zona, pues en el espafiol de Ja época Ia palabra “sefiora” denotaba a una mujer de condicién noble que poseia algtin tipo de propie- dad, tettitorio 0 seftorio, Por lo tanto, que una mujer Hamada Guatipan fuese descrita en un documento oficial como una “seftora” y no como una “india” — que era el término con el cual tanto notarios como cronistas se referian comtinmente a las mujeres in- digenas — es significative. Por otra parte, Gémez (1986) y Tovar (1993) atiaden que el nombre de GGuatipén era en realidad, segin la tradicién popular Iuilense, el nombre indigena de La Gaitana. ‘Un examen detallado de los veintidds folios que integran el pleito entre los encomenderos Pedro de Molina y Alvaro Botello, “encomendero Pedro de ‘Molina, vecino de Timané, en pleito con Alvaro Botello por la encomienda de los indios de Caltiana” (Molina, 1550-1564, fols 569r-S90v), revela que los documentos mencionan a Ia “seftora Guatipan” en dos ocasiones en relacién con su gente, los Oton- gos. La palabra presenta tres entradas distintas, de- notando tanto “un tigre” como “un hombre fuerte” como “un corredor veloz que corre como wn tigre’ (Gonzilez, 1993, p. 265). Segin expertos, Gémez (1986), es probable que los guetreros Otongos visti- eran pieles de jaguar cuando iban a la guerra. ? En el documento, que recoge la investidura de Pedro * La palabra orongo (corongo, etoronco) ques utiliza an lao coitura pra dosinar ala gate dela “sera Guatspa” apace en el puma dicionano de quechus-espatol,publicad en 1608 por el pe re Diego Gonzile Holguin Las ettuas entopomérfcs jarvaret sfhundan en ol area de Sn Agustin y los experi asoouren que exitia ‘unculo enti al jaguar em la epin. Denelands ala Gasemia B de Molina como encomendero de mil cuatrocientos indigenas de la provincia de Otongo, éstos aparecen liderados por varios jefes 0 “principales.” entre el- Jos, “una seflora que se dice Guatepan.” El adelantado don Sebastian de belarcazar go- bemnador e capitin general en estas provincias e gobernacion de Popayan por su. magestad, encomiendo en vos el dicho pedro de molina en los términos y limites de la dicha villa los yndios caciques e sefores siguientes el pueblo Hamado cencenoca con un principal que se dize costanca ¥ en las provincias de atongo mil y quatro cientos ‘yndios de visitacién con el selior principal de las dichas provincias que es el seior principal maqui- lao como quiera que se llamare e con ma sefiora que se dize guatepan e con un principal que se dize tamaypan y otro que se dize caluana e otro que se dize gualoca e otro que se dize gualura e otro principal que se dize chanquira. (Molina, 1550-1564, fols 5750-5750) Los documentos también incluyen una transcrip- cidn de la ceremonia de posesién que tavo lugar en la villa de Guacacallo el 1 de marzo de 1550 La descripcién de la cetemonia menciona a una figu- ra indigena central, un hombre lamado Yaxaban, a quien Pedro de Molina toma de la mano y obliga a arrancar 1m manojo de pasto, que Inego éste debe presentar al mismo Molina para sellar Ia ceremonia de posesién, El texto indica que Yaxaban era hijo de la sefiora Guatypan de la provincia de Otongo y que, en adelante, Molina seria el encomendero de todos los indios de esa provincia: En la Villa de guacacalfo en primero dia del mes dde marzo de mil e quinientos e cinquenta Altos... parecio pedro de molina vecino desta villa y pre- sento la cedula de encomienda de yndios aqui ‘contenyda e que del setor adelantado tiene y pidio a su merced que conforme a ella le meta y anpare en la posesion de Jos yndios de la provincia de orongo que en ella se contiene...E luego el dicho pedro de molina truxo 1 yndio amado yerraban ‘que dixo ser hijo de fa sehora guatypan de la pro- vineia de otongo y lo tomo por la mano y lo dio y entrego ¥ metio en posesiéa del al dicho pedro de ‘molyna y por este dixo que le metia en posesion de todos los demas pueblos principales e yndios * Ceremonias en las also ofan atom por pate J ep0- ‘oles wots europeos de trtonos y poblaconosindizens. Params informacion sole exe ta, vase Seed, P (1995) que en a cedula relata, (Molina, 1550-1564, fols 5761) Molina (1550-1564), aparece también en otras dos cetemonias de posesion que tambien tuvieron lugar en la villa de Guacacallo cuatro dias mas tar- de, el 4 de marzo de 1550, Aunque en la primera de estas dos ceremonias no se menciona a Ia seftora de Guatepin, si se hace referencia a los Yalcones, el ‘nombre mas comtinmente asociado con La Gaitana y su gente, En esta villa de guacacano en quarto dia del mes dde marzo de myll ¢ quinieutos € cincuenta Aiios ante el my noble seftor Hernando diaz alcalde or- dlinario desta villa por su magestad y en presencia demi Femando lafonte nombrado por ausencia de fiancisco Albarado por ser ydo alos yalcones [...] parecio pedro de molina vecino de dicha villa e presento ante el dicho seflor alcalde diaz cedula del seilor Adelantado pidio a su merced dese la pposesion del cacique coro e de todas sus sujetos e tierras e estancias segun en la dicha cedula se ccontiene. (Molina, 1550-1564, fols $89x) En a segunda ceremonia, un indio llamado Co- yllo es descrito como un “principal del pueblo de Gualtelban, “Luego el dicho pedro de molina trajo ‘un yndio que por lengua se dixo ser del dicho pedro de molina el qual es cristiano dixo que se llama- va coyllo el qual es principal del pueblo gualtelban hijo del cacique gualura [...]” (Molina, 1550-1564, fols 589). El historiador Ramon Gomez Cubides afirma que el nombre de Gustepan o Guatipén proviene de Ia palabra quechua wagtagpay (0 huactagpay)) que significa instigar, agitar, Gomez (1986) argumenta que esta acepcién corresponde exactamente al pa- pel que habria desempeiiado La Gaitana en el le- ‘vantamiento indigena de Timana puesto que es ella quien aparece en la obra de Castellanos convocando ¥ azuzando a los indios. Gonzalez (1993) indica en st diccionario de quechua-espaiol, que una palabra relacionada — huactacpacuni — también expresa- ba la idea de “tenderse sobre algo”. Por su parte, Castellanos (1914) describe a La Gaitana como una “seflora...que por toda la tierra se tendia.” ‘Todos al fin andaban de mal arte/E ya servian 4 Susana E. Meatina Pele muy de mala ganaJPara lo cual no fue pequenia pparte/Una india llamada la Gaitana/O fuese nom- bre propio manifiesto/O que por espatioles fuese puesto/En aquella cercana serrania/Era seilora de las mas potentes/Y por toda Ia tierra se tendia, (Castellanos, 1914, p. 467) En el mismo diccionario Gonzilez (1993), da cuenta de otta palabra de la misma familia — husac- tani — que significa “matar a golpes.” Esta palabra es similar a Ta palabra quechua — svagrana — que significa porra o mazo. Ahora bien, en las Elegias, Castellanos (1914) afirma que el arma principal de Jos indios era una “macana” y Ia describe como un ‘mazo, “Los de Pigoanza fueron los primeros/Mas de seis mil cursados combatientes/Serian validisi- mos guerreros [...] Que meneaban procelosas on- das/De macanas, de flechas, lanzas. hondas (...] (Castellanos, 1914, p. 468). La palabra huactana se parece extrafamente a Ia palabra “gaitana.” Luego es posible que dependiendo de cémo los hablantes ‘oyentes del qnechua pronunciaban o entendian su nombre, aquella que se fendia sobre toda la tierra también la cubria (0 la recortia) azuzando a los ine dios mientras empuiaba ua macana para matar el enemigo a golpes. De set asi, los dos nombres con los cuales se recuerda a la legendaria cacica se desprenderian de dos vocablos quechuas distin- tos pero intimamente relacionados: el nombre que la uadicién popular huilense le otorga a la cacica = Guatepin — provenciia de Ia palabra quechna wagtagpay que quiere decir instigar 0 agitar: mien- tras que Ia palabra Gaitana seria una adaptacion espaiiola del vocablo quechua wagtana, que era el arma predilecta de los indios y tal vez aquella que la legendaria caciea empusiara para instigar& los ine dios a pelear contra los invasores mientras recorria sus dominios ‘No sabemos con certeza qué idioma utilizaron los espaiioles para comunicarse con los indios du- raate la ceremonia de posesi6n en la cual el hijo de Ia seftora de Guatepin, Yaxaban. se hined ante el encomendero Pedro de Molina. En el acta que se le- vvant6 con ocasién de Ia ceremonia no se especifica ni tampoco se menciona a ningin lengua 0 intér- prete, Sin embargo, Molina (1550-1564) trece aitos 1s tarde, en 1563, en una ceremonia de posesion en la cual el gobernador Pedro de Agreda le entreg6 a Alvaro Botello la encomienda que hasta aqui ha- bia pertenecido a Pedro de Molina, el gobemador Agreda le ordend a un hombre llamado Gerénimo de Torres que le hiciera varias preguntas al enviado Otongo, Gerénimo de Torres lo hizo “en lengua de Quito” o quechua. Es posible entonces suponer que algunos de los 6000 yanaconas que acompaiaron a Belalcizar en sus primeras incursiones en tertitotio colombiano — muchos de los cuales fimgian como enguas — 0 tal vez aquellos que les siguieron los pasos poco después hayan sido los que bautizaron a la famosa cacica yalcona con estos dos apelativos.” Pero tal vez lo més importante en el caso de esta Jegendaria mujer no sea el hecho de que se le recuer- de por medio de dos vocablos de origen quechua, sino que tanto Ia tradicién popular huilense como {a tradicidn oral indigena la recuerdan por medio de aquel vocablo quechua que mis estrechamente la vincula con la tierra: Guatepan 0 aquella que sobre toda la tierra se tendia exhorténdola y convocando a toda la gente. En este sentido, tanto Friede (1953) como Tovar (1993) sostienen que Ja memoria in- digena de Guatepin esti intimamente relacionada con la lucha por la tierra, “en a Jagua también se conserva esta tradicién y se considera a la Gaitana como a la primitiva duefia de todas las tierras del va- le del Alto Magdalena [...]” Friede, 1953, p. 129). Por lo tanto, podriamos decir que mientras que la tradicién espaiiola recuerda a La Gaitana por medio de un nombre — wagtana — que la vincula directa- mente con el arma que pudo haber empuriado contra los ibéricos, la tradicién indigena parece privilegiar Ja memoria que la inmortaliza como guardiana — wagtagpay (0 Guatepan) — original del territorio. De hecho, como lo plantean Acosta (1971) y Ar- royo (1955) la tradicién oral indigena conserva wna imagen sustancialmente diferente de La Gaitana de aquella que la versién nacionalista ha promovido. Esta tltima, que empezé a exaltar por primera vez a La Gaitana en el siglo diecinmeve, poco después de la guerra de independencia, presenta a la cacica Enel snpero ina os yenacons confrmaten una cara ques ‘i ala nobles inceice A la lage de os espatols se comvertrizn zn servadoree de dts itcs,acompatindols en todas sus conquisas 2 foliage yancho de Surmirica Sim ambarzo, con l paso del tempo, la palabra yanacona empezaris acobijarno solamente a quale plebeyor que servian fos ewopens sno también alos nobles worjones que se slizon con ello y fos accmpataron en mchas de sus conguists Denelands ala Gasemia 15 como una joven y hermosa mujer, que a pesar de haber perdido a su tinico hijo varén, consigue re- lunir el suficiente valor pata guiar a los indios en la biisqueda de la libertad. Los historiadores orales in- digenas, por su parte, tienen otro recuerdo bien dis- tinto de la legendaria cacica. En efecto, entre 1971 y 1973, la Fundacién Colombia Nuestra realiz6 una serie de entrevistas con el historiador oral Nasa, don Julio Niquinds, en las cuales éste narté su version de la gesta de La Gaitana.* A diferencia del retrato nacionalista de la cacica, don Julio la describe como “una vieja.” Afirma que ésta se enfurecié al enter- arse de la muerte de su hijo a manos de los espa- floles y que luego, cuando Afiasco fue capturado, se empeaé en prolongar su agonia, Don Julio termina su relacién de los hechos diciendo que La Gaitana paseo al moribundo capitan de pueblo en pueblo y que al final, cuando el espafiol murié, miles de in- dios alcanzaron a comer un pedacito de carne. La [historia de Ia} cacica [Gaitana] es mis vie- ja... Eso five porque como tenia la vieja un hijo, el principe Gtiponga. Ese Giliponga tenia mucho tesoto.... Enfonces Peo Nasco... mando na co- misi6n a lamar a la vieja y al principe, que fueron alla. ... Llegé allé el principe Guiponga. Entonces oye este hijo: “Tenés que decirme dénde tenes stardad el tesoro, Este tiga, con e0 te savas a vida,” Asi le dijo el ser Nasco, Entonces el indio contest que él era pobre, que iba a pagar, que iba a entregar, Alistaron un poco de lefia, holocausto carajo. Lo quemaron vivo, Tbaardiéndose por ac. “Indio, jeémo sents? Lo mas bien ;Cémo le parece? Es como fior. Al fin fue ardiéndose. Y Ia viea se brine6, carjo, como se fue. Estzban viendo quemando al joven y descuidaron la vieja. Se largo. Como seria de caminar esa india que va dio parte a los tres dias en Aviram... Entoaces,.. dejaroa que paseara el scior Nasco con sus solda- dos. Enfonces abi en Wile... en ua parte que 9 lata Caloto, abi eran las ilesias de los espaiio- les. Ab que lindo plancite. Entonces ie india orga- nizo del lado de Tacueys todo eso. Habia muchos Indios. Un dia se reunierony estvierenalistando, cstaban en un dia domingo... cuando estaban en In iglesia cayeron, ahi lo cogieron, shi mataron los espaiolesy todo. ¥ dlijeron que no mataran a Pedro Nasco... lo presentaron a a cacicay ela tenin na bandja de oro y una punzofa de peda "En las Elias (1914), Castellanos mencion a os Nes ores como alados des Valeons en a guors contra os espatte. ¥ dijo: “Oh! Aqui ests, no, don Pedro? Amare bien,” Lo aimarraron y le dieron por poner asi la bandeja de oro, Tas! Le sad el ojo el otto oj: tas. ¥ le puso esa la bandeja de oro y entonces dlecia; [Esta sabroso? (Como siente?... Butonces, ‘ya amarraron y anduvieron comentando en todas partes donde habia tantos indios, Bueno, entonces a los quince dias de dolor, se mmurid, se murié el hombre. Entonees, estando miles de indios que te- nian que probar una chispecita de came, pero que pelara los huesos, pero no botar ni siquiera un pe dacito de hueso, que tenian que guardar como re- liquia, toda la huesamenta te sacaron...Entonces dijo: ‘Setiores caciques, sefiores jefes, tengéis en ‘vient que estos son [os enemigos mis grandes de ‘yuestra raza, Eh, estos huesos tienen que tostar- los.” Echaron grasa en una bandja y con el calor se tosto bien y molieron carajo, se volvi6 ceniza. Entonces, en presencia de toda esa gente, cay6 al rio Paez y dijo: ‘Laruate de aqui, para tu Espaia, que no necesito verte, que lo lleve este rio, dejar en Espaia. Asi dijo la vieja, (Niquinés, 1972) De manera previsible, el rettato nacionalista omite mencionar el fuerte cardcter de La Gaitana st ferocidad o su particular gusto (y el de su pueblo) por la came humana: son éstas caracteristicas que dificilmente cabrian dentro del perfil de una candi- data al puesto de madre de una nacién catélica Sin embargo. tal vez lo més interesante del rela- to de don Julio es lo mucho que éste coincide con la versién de Juan de Castellanos. Aunque muchos de los nombres y lugares difieren, Castellanos tam- bién describe a La Gaitana como wna viuda y una anciana mujer, “Viuda regalada que tenia/Un hijo que mandaba muchas gentes/Al cual por no acudir como vasallo/Ailasco procuré de castigallo” (Cas- tellanos, 1914, p. 467). El cronista aiiade que ésta siguié a su hijo cuando fue apresado por los espa- fioles, que perdié la razén cuando lo mataron y que Jjuré vengarse: AL hijo sigue la mujer viuda/Sin acordarse de pedir ayuda/Nunca crey6 tan asperos stcesos. 1a antropélogenorteamaricans, Zone Rappaport (2000: £0) don Zuo sabia leery esrb, aunque oe 0 obligado sbandona Ie eexsla sa Segundo de priaria Luez0 es posible que va leido textos ecolaret ‘olombimos, amquesegurmente 20 fe all de donde obtuvo su ver- ‘én de los sce relacionados con La Gasana, pus esas verronee ‘nm sido purzdas do toda referencia a caubalismo dele indi 16 Susana E. Meatina Pele Y didse vocalmente la sentencia/Que muera he- cho brasas y cenizas...Su vida consumid la viva lama’ ya podéis sentir que sentiria/La miserable inadre que lo via’Decia: *...Bien puedo yo morir, peto tus penas/De paganmelas han con ias septe- tnas."/Con esto se partié dando clamores/Todas las hhoras sin cerrar 1a boca/Los estremos que hace son mayores/Y de mas furia que de mujer localA. todos los caciques y seflores’Se queja, ya vengan- 2a los provoca Hasta tanto que ya gan6 los voros: De los cereanos y de los remotes. (Castellanos, 1914, p. 467) Castellanos (1914) afirma ademés, que la cacica iba de pueblo en pueblo, acompatiada de wn grupo de ancianas sefioras como ella, convocando a to- dos los caciques de la region, muchos de los cuales eran sus parientes. La idea de un grupo de ancianas mujeres yendo de aldea en aldea, exhortando a los hombres a tomar las armas resulta poderosamente sugestiva del rol atribuido a mujeres mayores en otras culturas prehispanicas.”” La evidencia presen- tada por Rappaport (2000) sugiere que los Nasa 0 Paeces, vecinos de los Yalcones, eran sociedades ‘matrilineales en las cuales las mujeres ocuparon el cargo de cacicas hasta bien entrado el siglo diecio- cho. La disputa entre los encomenderos Pedro de Molina y Alvaro Botello sugiere que al menos uno de os caciques o principales que aparecen en el documento eta una mujer: la setiora de Guatepan. Ademés, el documento que recoge la ceremonia de posesién en la cual Molina fue investido como encomendero de los Orongos, seiiala que cuando ‘Yaxaban se present6 ante los espaiioles, fimgiendo como delegado de los indios, lo hizo aclarando que eta hijo de la seflora de Guatepdn. Esto sugiere que detentaba el cargo de embajador, delegado o princi- pal en base al lazo de sangre que lo unia a su madre. la seflora de Guatepan, y que era este vinculo el que legitimaba su embajada, Otro aspecto importante de la relacién de don Julio Niquinds es el énfasis que éste hace en el rol de La Gaitana en la tortura y muerte ritual de Afias- “Yc por sjamplo, os ioguesesyalooqunos de Norton, El Consejo de Ancitas de os roqueses, conformado por meres ma ‘Sores, tial poder de elegy remover fis osaciems, as come ede ‘ar decsione, itr pleas, expezaro dene ors, decir la ‘suerte delospnonaos Mochos de os dstintoseupos qo conte tan gan fami de oe roqueoryalgongunos ern sociedad ma trlinals on ls cuales los hombres eccedian el poder por via matoms, co. En su recuento, don Julio sostiene que Aflasco fue desollado, que sti came fue distribuida entre el mayor niimero posible de indios y que luego sus mesos fueron asados y convertidos en ceniza que los indios arrojaron al Rio Paez, Una vez més, el relato de Castellanos coincide estrechamente con el de don Julio: Llamé pues Pigoanza la Gaitana/Pave le dar al mi- seto paciente ‘La cual contra la gente castellana/ En el recnentra se hallé presente:Ella lo recibio de buena ganaJ¥ no menos cruel que diligente/ Descubrié nego con acerbo hecho/La rabia y el coraje de su pecho/Pues como de nmjer son sus antojos,'Si tiene mano contra quien la injuia/ Que da satistaccion a sus enojos/Dejandolos co- rer a toda furiay/Y ansi primero le saca los ojos/ Segin a Mario la romana curia Porque lo que du- rase de esta suerte Viviese con deseo de la mer teDespues desto la desapiadada/Cruel de suyo con la pena loca/La barba por debajo horadada/ Grueso corde! en cantidad no pocaLe metié por aquella cuchillada,/Cuyo cabo sacaron por la bocaJY alli le dieton a la soga dudo/Con gran aplauso deste vulgo mdo./Desta manera fue dé triunfando/Aquel cordel sirviendo de trailla/La victoria y trofeo publicando‘Por los mereados de ciudad 0 villay’Y de los estirones que va dando’ Desencasada cada cual mejilla Con tal alteracién, el bello rostro,Que ya no parecia sino most. Reconocienda que de ser humano/Huian los es- pirinus vitales/El pié le cortan, otra vez la mano, tra vez pudibundos genitales /Hasta que con pa- ciencia de cristiano/Salié de las angustias de mor- tales/Para volar, segtin pios motivos,/A la quieta tierra de los vivos/Los atroces tormentos acaba- dos/Seatin feroz bestialidad otdena,/Los caballos xy dueiios desollados/¥ de ceniza la pelleja llena/ ‘Unos y otros fueron cuarteados/Para guisarse la nefanda cena/Y de los cascos ya limpios y rasos' Para beber en ellos hacen vasos. (Castellanos, 1914, p471) Aunque don Julio haya leido textos escolares de historia colombiana, es poco probable que haya leido a Juan de Castellanos. Una de las diferencias as significativas que existe entre las dos versiones 5 que mientras que Castellanos presenta el compor- tamiento de La Gaitana como el producto del dolor individual de una mujer salvaje por la pérdida de st hijo, don Julio presenta la misma conducta como un comportamiento que respondia a un conjunto Denelands ala Gama n de normas cultural y socialmente establecidas. En efecto, como cacica y anciana mujer que era— pro- bablemente vinculada por medio de lazos de sangre en calidad de abuela, madre, hetmana o tia a varios de los caciques de la region — Ia conducta de La Gaitana seguramente respondia a una serie de es- tandares culturales, dentro de los cuales sus actos cumplian una fimcién ritual y politica que rebasaba Ja dimensién estrictamente individual de una madre enloquecida por el dolor de la muerte de su hijo ase- sinado, Entre los Muzos y Colimas de los actuales departamentos de Cundinamarca y Boyacé, la obli- gacién de vengar la muerte de una persona recaia sobre la familia matema de Ta vietima: ---¥ si matan a aluiin indio, por sus costumbres no estén oblizados a la venganza y satisfaccion de este agravio los parientes del padre sino los de la madre, con todos los indios de su apellide. “Relaciéu de 1a Region de los Indios Muzos y Colimas Ordenada Hacer por el Gobermador Juan Stiarez de Cepeda por los Capitaues Alonso Ruiz Lanchero, Juan Patiio de Haro y Tuan Delgado “Mataindios.’ [1582]. (Cespedesia, 1963) De cumplirse esta regla entre los Yalcones del Alto Magdalena, La Gaitana estaria siguiendo la costumbre establecida al eonvocar a todos “sus deut- dos” y “parientes,” y entre ellos a Pigoanza, quien posiblemente era stt hermano, De hecho, Castella- nos nos dice que La Gaitana y Pigoanza eran parien- tes y luego afiade que el hijo de La Gaitana era tam- bién pariente de Pigoanza, “porque él [Pizoanza] estaba ya mal indignado/Desde que supo cum atro- cemente/Mataron al mancebo desdichado/ quien reconocia por pariente...]” (Castellanos. 1914, p. 468). Luego si Pigoanza era hermano de La Gaita- na, e] hombre que Atasco habria ordenado quemar vivo en la plaza de Timana, era sobrino de Pigoanza — un detalle, como veremos, de crucial importancia que Afiasco pasé fatalmente por alto, Recordemos que Aftasco — quien tenia al hijo de Pigoanza, don Rodrigo, como rehén — se sentia muy seguro, cre- yendo que al tener cautivo al hijo del hombre mas poderoso de toda la regién, era pricticamente into- cable, “Pareciéndole ser el mozo prenda’Para segu- ridad de su vivienda.” (Castellanos, 1914, p. 465). Sin embargo, como lo comprobaria después, esta presuncién se convertiria en un error fatal, va que en esta regi6n, al igual que en muchos otros lugares de la América prehispanica, el poder politico se here- daba de tios a sobrinos y la relacién més importante que un hombre podia tener era no con sus propios hijos, sino con los hijos varones de sus hermanas, “no heredan los hijos que ellos tienen los seftorios y estados, sino los hermanos o hijos de hermanas.” Relacién de Popayén y del Nuevo Reino [1559- 1560].” (Cespedesia, 1963). Luego es posible que Pigoanza, sigtiendo las costumbres de st cultura, haya optado por cumplir, por encima del lazo filial que lo tnia a su hijo don Rodrigo, com la obligacién de vengar Ia muerte de su sobrino — un hecho que Ailasco jamés habria podido anticipar. En cuanto a La Gaitana, como cacica y madre de un guerrero caido, stt obligacién probablemente era la de llevar 1 cabo ella misma el sacrificio ritual del asesino de su hijo. Desde esta perspectiva, por mucho que sus actos nos parezcan atroces, muy seguramente tenian no solo un significado individual y personal, sino tambien colectivo y politico Un estudio detallado de las creencias sobre las cuales se articulan las précticas canibales puede arrojar atin mas Iuz sobre 1a condueta que le at buye Castellanos a la Gaitana, Aunque los informes espatioles que reportan actos de canibalismo entre los nativos de la Nueva Granada en el siglo dieciséis han sido desde siempre una fuente de controversia para historiadores, arquedlogos y anttopélogos co- Iombianos, no deja de Hamar la atencién el abundan- te niimero de testimonios espaioles que existen al respecto. En general, los historiadores colombianos han evitado el tema, atribuyéndole estos informes a una estrategia espafiola que intentaba justificar la conquista. Por su parte, los arquedlogos y antropé- logos en st mayoria han optado por afirmar que la evidencia que existe no es concluyente. Sin embar- go. existen en el pais dos estudios que revelan que al menos ciertas formas de canibalismo ritual eran practicadas en dos regiones muy diferentes y apar- tadas de la Colombia prehispanica. Correal (1990), revela como en stis excavaciones realizadas en Aguazuque, Soacha, las tumbas contenian “..te- sos huumanos caleinados y craneos aislados [que] su- gieren la préctica del canibalismo” (Correal, 1990. p. 177). Mas recientemente, Rodriguez, Blanco, & 18 Susmia £ Malina Peace Clavijo (2007) en Malagana, Palmira, evidencian tres tumbas, una de ellas perteneciente a una cchamana que estaba enterrada boca abajo, [...ctryo] ajuar consistia en huesos de otro humano labrados y utilizados como instrumentos.” (Rodriguez, Blan- co, & Clavijo, 2007, p. 81-138).!" En este sentido, Bemal (1993). ha sugerido que es probable que lo «que otrora fueran précticas rituales y retig dadosamente reguladas se hayan convertido en una arma de guerra y terror contra los invasores euro- peos y'sus aliados indigenas. Entre la extensa bibliografia que existe sobre ca- nibalismo, dos etnografias recientes intentan apre- hender los flundamentos epistemoldgicos y ontolé- sxicos que subyacen en la base del canibalismo como sistema de creencias: el trabajo de 1a antropéloga cultural Anna Meigs sobre canibalismo entre los Hua de Nueva Guinea, y el también trabajo sobre los Hua, Gimi y Bimin-Kuskumin de Nueva Guinea de a antropéloga Peggy Reeves Sanday. Segiin Meigs (1984), para los Hua toda sustancia o fluido compo- ral — fluidos sexuales, heces, orina, aliento, sudor. cabellos, wiles, sangre, piel — conforman lo que el- os denominan mu que no es otra cosa que el origen mismo de la vida, la vitalidad y la fertitidad. El ru puede obtenerse de cualquier cosa o ser vivo que pueda comerse. Cuando alguien come algo se cree que esa persona esta absorbiendo el mu de lo que sea que esté comiendo junto con todas sus propiedades. Sanday (1986), por st parte, explica que entre los Hua “todos los aspectos del ciclo vital desde el nacimiento hasta la muerte se entienden en términos de ganancias o pérdidas graduales de mu y de cam bios entre estos estados” (Sanday, 1986, p. 59-82). La autora sefiala que esta concepcién de la vida y el desarrollo conlleva implicitamente la idea de que el ‘uno #8 wn recurso renovable que puede obtenerse inherentemente a través de un esfuerzo individual © colectivo, sino que se obtiene de otras personas seres que a sti vez lo han recibido de otras fuentes. Dentro de semejante contexto, la vida es vista en- fonces como un sistema cerrado de transferencias de nu en el cual la sobrevivencia de tna comunidad se logra mediante el consumo o intercambio de rau josas cui- Segin ets antroptlogs,enlos tos dos casos bia eaqueleoe ispersos alos cuales ls hia ata luna pros 1s crnzos tenia cadens de “haber ado rspados para sar consumo” entre unos y otros. Asi, entre los Hua, se tiene por beneficioso comer a los padres (siempre y cuando se constima el progenitor del mismo sexo), pues se cree que esto permite que las nuevas generaciones hereden la fortaleza, experiencia y sabiduria de las generaciones anteriores. Sin embargo. esti estric- tamente prohibido que los padres consuman a sus hijos, ya que se piensa que esto agotaria las reservas de nw de la comunidad, Asi, a través de las transfer- encias de mi entre una generacién y otra, este tipo de canibalismo (conocido como canibalismo mor- ‘tuorio) garantiza no solo Ja transferencia de todos los activos sociales y culturales de tna comunidad, como son Ta experiencia y sabiduria acumuladas a lo largo de varios siglos, sino también la cohesién Y continuidad entre generaciones. Es por esto que Meigs y Sanday coinciden en afirmar que para estas cosmovisiones, el canibalismo no es solo una real dad sino una gran metifora que explica y regula to- dos los intercambios sociales, ‘Meigs (1984) sostiene ademas que el canibal- ismo se articula alrededor de un sistema de creen- cias religiosas que se basan en el cuerpo. Para las culturas cantbales, nos dice, “el cuerpo es un tem- plo sagrado donde reposan todos los poderes [...] a él se accede directamente, sts contenidos son es- crutados y monitoreados, y tanto su ingesta como sus secteciones son cuidadosamente reguladas.” (Meigs, 1984, p. 135). Segtin este autor, el cuerpo le brinda a estas culturas un marco cognitivo a través del cual interpretan tanto el ser como el mundo. Asi, la individuatidad — tanto a nivel fisiolégico como sicolégico — se concibe como tma sma de érganos y sustancias, cada una de los cuales se constituye a sti vez en el asiento especifico de determinadas propiedades o fuerzas, que son susceptibles todas de ser apropiadas, compartidas e intercambiadas por la conminidad. De ai, nos explica Sanday (1986). que en estas culturas, el ser social de un individuo se predique fundamentalmente a nivel fisico. Lo cual, a su vez, explica porque la tortura, el sacrificio y la esta de un enemigo adquiere tanta importancia: “La tortura, el sacrificio y el desmembramiento dela victima petmiten descomponerla, para asi reducirla a los elementos culturalmente definidos como basi- cos” (Meigs, 1984, p. 94). Asi, en estas culturas, la tortura ritual, el sacrificio, el desmembramiento y Denelands ala Gasemia 2 el consumo de un enemigo permiten desintegrar y neutralizar el mal que la victima representa; mien- tras que se cree que la ingesta de ciertos érganos 0 partes de la victima, que estén asociados con aspec- tos positives, contribuye a realzar la vitalidad y el bienestar de aquellos que la consumen. No sabemos qué tipo o tipos de canibalismo se practicaban en el siglo dieciséis en la Nueva Gra- nada, Los testimonios espafioles son demasiado sensacionalistas y estin demasiado politizados pata inferir algo més fuera del hecho de que el caniba- lismo se practicaba en la regién. Sin embargo. los principios fondamentales que sustentan el canibalis- mo ritual como cosmovisién y sistema de creencias pueden ayudamos a comprender mejor los hechos referidos por los cronistas. Una interpretacién de la conducta de La Gaitana a Ja luz del trabajo de Meigs y Sanday en torno a los fundamentos ontolégicos y epistemolégicos del canibalismo permite compren- der el significado politico y religioso de sus actos: asi, al sacarle Los ojos y cegarlo, La Gaitana podria haber estado aseguriindose de que su alma quedara permanentemente incapacitada para vengarse; al ex- hibirlo preso y mutilado de aldea en aldea, muy pro- bablemente estaba intentando mostrarle a su gente que el equilibrio y Ia justicia se habian restablecido: al torturarlo y descuartizarlo seguramente intentaba desintegrar y transubstanciar el mal que éste repre- sentaba: al distribuir entre los indios su came tortu- ‘ada, y por lo tanto putificada, estaria permitiéndole 1 su pueblo beneficiarse de la fuerza y el poderio de tun temible enemiigo; finalmente, al arrojar sus ceni- as al rio, se estaria asegurando de que el espaol encontrara el camino hacia el otro mundo para nun- ca regresar. De esta manera, habria intentado trans- formar efectivamente el mal que estaba aquejando a sti comunidad, Al mismo tiempo, habria intentado asegurar, de acuerdo con las creencias de su cultura en toro al crecimiento y desarrollo, la transicién exitosa de la muerte hacia la vida Desde esta perspectiva es ficil ver como La Gai- tana intentaba cumplir con una misién que iba mis alla de lo estrictamente personal o familiar y que te- nia un significado més amplio, de caracter tanto po- litico como religioso. Actuando como lider politica, intentaba desactivar y controlar la amenaza que pe- saba sobre st pueblo, convocindolos alrededor de tuna causa comin: mientras que como lider religiosa intentaba transformar el mal en bien al convertir una amenaza en fuente de empoderamiento y revitaliza- cidn para su gente, Los escritos de fray Pedro Simén (1574-1628) sugieren que en efecto La Gaitana des- empeiiaba funciones tanto politicas como religio- sas. Simén, quien escribié muchos afios después de la gesta de La Gaitana, durante la campaita final de Juan de Borja contra los Pijaos (1605-1612), te- lacioné sin embargo estos acontecimientos con el levantamiento de los Yalcones sesenta y cinco aiios antes, Al describir los hechos, afirmaba que Ia le- gendaria cacica habia sido tanto una agitadora como luna “hechicera’: Aunque quedo quebrantado con estos sucesos el ‘gran cacique Pioanza, no le qued6 en los deseos dle su venganza la hechicera vieja Gaitana, pues le parecia ser todos estos sucesos pocos para t0- ‘marla cumplida, hasta ver totalmente destruidos @ los nuestros. ¥ asi, acudiendo a su santuario con sus prestigios, sacrificios y ceremonias a consultar al demionio (que muy de ordinario le hablaba) de lo que sucederia si otra vez volvian a la empresa de la guerra contra cristianos, le respondio con palabras equivocas como él stele, y de doblados sentidos, diciendo que venceria si volviesen otra vvez a las manos con los castellanos los que més verdad y justicia uviesen. Con lo cual contenta la vieja y atribuyéndose a si ambas estas dos cosas, volvié a dar vuelta por las provineias convecinas tuna y muchas veces, y mmnifestindoles el ordculo, les Volvié a irrtar para de nuevo tomar las armas ¥¥ Venit contra los nuestros. (Simén, 1981, p. 261) La descripcién de Simén sugiere que en efec- to La Gaitana pudo haber sido una de las primeras moaneras (chamanes mujeres) que encabezaran le- ‘vantamientos y rebeliones contra los espaitoles en la ‘Nueva Granada, Ahora bien, queda por determinar si La Gaitana era efectivamente Ja misma mujer que aparece en los documentos de la disputa entre Pedro Molina y Alvaro Botello. Es posible que nunca logremos es- tablecer a ciencia cierta si la “seitora de Guatepén” que se cita en estos documentos es la misma mujer que dio lugar a esta legendaria figura. Sin embargo. el nombre de Guatepan no tiene que ser el nombre de uma tinica mujer: podria muy bien ser el titulo de ‘un cargo o funcién que las mujeres, y en especial, 20 Susmia £ Malina Peace Jas mujeres mayores solfan ocupar en estas cultu- 12s, La palabra queclua denotaba a alguien que iba de pueblo en pueblo, convocando y arengando a la gente, La escena deserita por Castellanos en Ia cual rettata a La Gaitana yendo de un poblado a otro, acompaiiada por un grupo de mujeres igualmente ancianas, instigando a los caciques a tomar las ar- ‘mas contra los europeos, sugiere una sociedad en la cual las mujeres mayores — a través tal vez de la- zos de sangre que las vinculaban al poder ejecutivo masculino — ejercian un poder considerable que les pemnitia infiuenciar a los caciques y sus decisiones. En caso de ser asi. si la palabra quechua Guatepan © sti equivalemte espatiol Gaitana denotaban, no a BIBLIOGRAFIA ACOSTA, J. (1971). Historia de la Nueva Granada. Me- dellin: Bedout, (1848). 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