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CNTL Sanitario Disp Cadaveres
CNTL Sanitario Disp Cadaveres
Control Sanitario de la
Disposicion Final de Cadáveres
y sus Implicaciones en la Salud
Pública
Junio 2015
1
Documento
CONTROL SANITARIO DE
LA DISPOSICION FINAL
DE CADAVERES Y SUS
IMPLICACIONES EN LA
SALUD PUBLICA
CEVECE2
Centro Estatal de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades
Antecedentes
En México, el tema de la muerte es conocido por su sincretismo religioso, sin embargo el del manejo
seguro de cadáveres es todo un desafío considerando los mitos que rodean su tratamiento y lo
fuerte que se han arraigado en la cultura de nuestras poblaciones, aunado a que la manipulación de
cuerpos y restos humanos requiere de conocimientos y un entrenamiento específico.
La muerte de una persona tiene consecuencias inmediatas en todas las esferas, iniciando porque
deja de serlo como tal y se convierte en un cadáver. En materia legal, pierde el ejercicio de sus
derechos y la obligación de sus deberes concediendo a sus familiares, ahora deudos, la aplicación
de ritos religiosos y duelo. Con la dictaminación de la muerte, se cierra el uso de un nombre y de
una identidad para convertirse en el cadáver de quien fuera tal o cual persona. Los derechos civiles
desaparecen y ya no es posible comprar ni vender, pagar deudas, liberar hipotecas, reconocer hijos,
elegir ni ser elegido, etc.
Conviene entonces mencionar alguna de las clasificaciones de las muertes. Según su causa, la muerte
puede ser natural o violenta; por su modo de aparición, las muertes naturales pueden ser súbitas,
inesperadas, imprevistas o previsibles. La muerte natural es aquella causada por procesos biológicos
propios de los seres humanos (neoplasias, hemorragias, infecciones, senectud). La muerte violenta
es aquella que se produce por circunstancias ajenas al estado biológico del individuo, incluyendo el
suicidio, homicidio y accidente, siendo esta última la muerte en la cual hay un hecho que no ha podido
ser previsto, o que previsto no ha podido evitarse. La muerte súbita, es materia de discusión científica
mundial, tratando los expertos de ponerse de acuerdo en los tiempos y condiciones necesarias para
encuadrar en la misma, pero en general, la Organización Mundial de la Salud, la define como la muerte
no violenta e inesperada, que ocurre dentro de un periodo de seis horas en un sujeto aparentemente
sano o enfermo cuya condición es estable o está mejorando.
Cuando se trata de cadáveres no identificados, usualmente se les identifica con un alias ‘NN’ y el
personal del anfiteatro requisita alguna ficha de identificación en donde queda constancia de la
descripción de las características físicas del cadáver como edad aproximada, sexo y rasgos raciales,
entre otras. Así mismo, se toman fotografías, se elabora una carta dental, se toman huellas dactilares,
muestras de ADN y otros elementos necesarios para proceder a la posible identificación futura.
Por disposición legal, los cuerpos deben permanecer en anfiteatros oficiales por lo menos 72 hrs
y mientras la capacidad del mismo lo permita. Cuando el cadáver no es reclamado, se procede a
inhumarlo en fosas individuales perfectamente identificadas en los lotes que para el efecto, han
dispuesto los panteones municipales, generando así una cadena de custodia del cadáver, que
comprende desde la clara relación documental entre la ficha de identificación hasta el lugar exacto
donde se sepultó el cadáver, de manera que una vez identificado, sea posible, en su caso, exhumarlo
y entregarlo a sus familiares.
El Estado tiene un claro deber de policía sanitaria que ejerce al regular todo lo relativo al funcionamiento
de los cementerios, inhumaciones, exhumaciones y otras cuestiones relacionadas. Asimismo, legisla
sobre el traslado dentro del país e internacional de cadáveres, el que se realiza bajo el control estricto
de las autoridades sanitarias.
En todo caso, social, cultural y legalmente, existe un respeto a la integridad de los cadáveres que los
Estados protegen a través de diversas normas. Así, los códigos penales sancionan figuras delictivas
relativas a la profanación de tumbas, cadáveres o cenizas y, en algunos casos, las interrupciones
de los funerales y la necrofilia, considerados delitos contra la libertad religiosa, la libertad de cultos,
contra el estado civil de las personas e, incluso, contra el respeto debido a los muertos.
Otro aspecto normado es el de la disposición de órganos y tejidos provenientes de cadáveres y para
su uso en trasplantes, por lo que son denominados de donantes cadavéricos, los cuales deben recibir
un trato respetuoso y digno que atienda la integridad corporal del cadáver identificado como no
identificado al que se le han extraído órganos.
En materia de Derechos Humanos, el Estado tiene el deber de proteger los fundamentales consagrados
en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, como es el derecho a la integridad física
y moral de las personas, la libertad religiosa y el respeto a las costumbres de los pueblos indígenas,
pues podrían verse lesionados si las autoridades a cargo de la vigilancia del manejo y disposición final
de cadáveres se niega a rescatar los cuerpos inertes, no los levantan en forma adecuada, si no aplican
los procedimientos normados o necesarios para identificarlos o si los inhuman transgrediendo sus
ritos religiosos y creencias culturales.
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La disposición final de los cuerpos puede hacerse de forma natural mediante su sepultura, que es
casi universal, aunque actualmente se practica la incineración o la cremación con mayor frecuencia.
Independientemente del destino final, el proceso de velación como parte del rito religioso prevalente
en México, implica que el cadáver deba permanecer usualmente más de 24 horas posteriores al
fallecimiento, aún sin sepultar o cremar, lo que podría implicar la necesidad de emplear algún método
de conservación hasta que se lleve el cuerpo al lugar de destino final.
La conservación de los cadáveres puede realizarse por varios métodos, según el estado en que se
encuentre el cuerpo, pero tradicionalmente se realiza a través del empleo de bajas temperaturas: en
neveras, con hielo u otras formas; por procesos químicos: de inyección intravascular y colocación o
inyección de sustancias en cavidades y en otras partes corporales; o por inmersión en líquidos.
No obstante, el riesgo limitado de transmitir enfermedades en los cadáveres, se relaciona a las
condiciones adversas que se generan con los fenómenos de transformación postmortem: desecación,
enfriamiento y putrefacción.
Así, el Ministerio de Salud de Argentina, refiere que entre las enfermedades que se pueden transmitir
del cadáver al personal sanitario, se encuentran aquellas provocadas por bacterias o virus, que
conserven el poder infectante al momento de la muerte, y que las condiciones del medio las preserve,
como son Hepatitis, VIH, Tuberculosis y Enfermedades diarreicas.
La Hepatitis puede transmitirse en sus tres principales tipos serológicos: Virus A por contacto con
materia fecal contaminada (vía fecal-oral); Virus B y C por contacto con sangre contaminada (vía
sanguínea, inoculación o contacto con piel y mucosas erosionadas). El Virus de Inmunodeficiencia
Humana tiene las mismas vías de contagio que la Hepatitis B y C. La Tuberculosis puede transmitirse
por dos vías de contagio: la variante Pulmonar o Broncogénica lo hace por vía inhalatoria; mientras que
la variante Miliar lo hace por vía digestiva. Las enfermedades diarreicas capaces de ser transmitidas
por cadáveres incluyen a aquellas producidas por V. cholerae, Salmonella, Shigella y E. coli. La vía
de contagio es el contacto fecal-oral. En áreas endémicas, las condiciones por las cuales puede
exacerbarse la diseminación del cólera son: el hacinamiento, las pobres medidas de saneamiento y
las alteraciones de los sistemas de agua potable. Los cadáveres en descomposición, en contacto con
las fuentes de agua pueden jugar un papel importante en el aumento del rango de infección.
Existen otras enfermedades que pueden ser transmitidas por manipular cadáveres, sin provenir de
los propios cuerpos, es decir, que incrementan el riesgo del personal ocupacionalmente expuesto,
entre éstas el Tétanos, por encontrarse el germen productor en la tierra; y las enfermedades que
pueden afectar al personal por no administrar el riesgo, sin observar la situación, la escena y la
seguridad del lugar del hecho.
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En materia de Control Sanitario, entendido este como el conjunto de acciones de orientación,
educación, muestreo, verificación y en su caso, aplicación de medidas de seguridad y sanciones,
que ejerce la Secretaría de Salud con la participación de los productores, comercializadores y
consumidores, en base a lo que establecen las normas oficiales mexicanas y otras disposiciones
aplicables, la Ley General de Salud dispone que la autoridad sanitaria debe realizar la vigilancia del
cumplimiento de la normatividad aplicable tanto al manejo de cadáveres como al establecimiento,
personal y equipo que se emplean para ello.
El lugar adecuado para la realización de autopsias son los anfiteatros o morgues, del francés moguer:
ver, exhibir, mostrar; y aunque la normatividad actualmente no establece requisitos específicos
para éstos, se debe tratar de un lugar bien iluminado, ventilado, dotado de mesa de obducción,
agua corriente, desagüe, electricidad, refrigeración, normas acordes de bioseguridad, depósito de
cadáveres y cadena de custodia, siendo la autoridad judicial quien dicta la necesidad de realizar
autopsias para individualización o identificación de víctimas previa a la inhumación.
La infraestructura de los establecimientos para el manejo de cadáveres, tiene como objetivo esencial,
no producir los dos tipos de contaminaciones indeseados con la manipulación de fallecidos: la
contaminación de las muestras en caso de estudio científico y técnico-pericial de los muertos, y la
contaminación del personal por inadecuada o inadvertida manipulación de cadáveres.
Otro tipo de disposición final de cadáveres es la cremación, definida como el procedimiento mediante
el cual se reduce un cuerpo humano a cenizas. Idealmente, las especificaciones de construcción de
un crematorio o la instalación de hornos crematorios, deben asegurar que un cuerpo de 70 kg de
peso, a 900º C, se reduce a cenizas en una hora y cuarenta y cinco minutos, pudiendo alcanzar las
cenizas entre 1500 gramos y 2000 gramos. En caso de enfermedades infectocontagiosas tanato-
transmisibles como el Cólera, no es necesario cremar los cuerpos, pudiendo ser velados a cajón
abierto pero cuidando que no exista contacto directo de los deudos con el cuerpo.
Finalmente, en cuanto a la cremación como otro tipo de destino final de los cadáveres, aunque hasta
hace unos años se señalaba que sólo podría hacerse por imperiosas razones de higiene o motivos
religiosos, actualmente es una práctica de mayor aceptación social que implica requisitos básicos
como contar con un registro claro, sencillo y completo; dejando aclarado si se trata de cadáveres y
restos humanos identificados o no, en este último caso, las autoridades judiciales se encargarán de
preservar material para estudios comparativos con fines identificatorios mediante técnicas de ADN
como pueden ser un diente, sin arreglos odontológicos (de una sola raíz: canino), cabellos (quince
por lo menos, que sean arrancados para que conserve el bulbo piloso), sangre (es suficiente unas
gotas en papel absorbente), fragmentos de tejidos en caso de haberse realizado autopsia (piel de
abdomen, músculo psoas y hueso: fragmento de costilla). Para su conservación, no requiere de
medios de fijación (formol), si las muestra serán procesadas en las próximas 72 horas, es suficiente
con crioconservarlas a 4º C, si se las almacenará por más tiempo, se recomienda congelarlas a -20º
C, a excepción de las manchas, que se pueden conservar a temperatura ambiente.
Respecto al uso de ataúdes, no obstante que culturalmente es una práctica obligada, a falta de
éste, el cadáver debería envolverse, según normas internacionales, en un sudario de algodón de
color blanco o beige. Ante la falta de féretros de madera, si el cuerpo se encuentra en envoltorio
plástico, el mismo debe ser abierto, antes del enterramiento, para que pierda la hermeticidad;
debiendo cortar o tajear la base de apoyo, porque si no es difícil que se esqueletice. Si la cobertura
es de tela, no requiere abrirse. La hermeticidad de las bolsas plásticas, al igual que los féretros
que tienen caja metálica, generan las condiciones óptimas para que el cadáver entre en proceso
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de adipocira o transformación grasa; por la cual el fenómeno de descomposición de los tejidos,
en combinación con las sales cálcicas y potásicas del cuerpo, generan jabones que en casos
de haber padecido enfermedades en vida, el cuerpo conservaría por mayor tiempo la capacidad
de anatotransmisibilidad de infecciones. La experiencia internacional cita hallazgos de retrovirus
de inmunodeficiencia humana (VIH), con poder infectante en fallecidos, hasta 16 días después de
producido el deceso, aunque se han registrado virus en condiciones de tanatotransmisibilidad hasta
21 días. En el caso de Vibriones coléricos, la experiencia mundial (África y sudeste asiático) cita poder
infectante hasta 5 días de producida la muerte.
Como se observa y se reitera, el manejo y destino final de los cadáveres, aunque parece poco aludido,
en el contexto de la salud pública representa un tema de actualidad, pues lo que tenemos seguro en
esta vida, es precisamente, la muerte.
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Marco Normativo
La Ley General de Salud establece como materia de salubridad general, el control sanitario de la
disposición de órganos, tejidos y sus componentes y células, así como de cadáveres y la organización,
control y vigilancia de la prestación de servicios y de establecimientos de salud, de modo que en
su art. 313 ratifica que es competencia de la Secretaría de Salud, la regulación sobre cadáveres y el
destino final, la conservación permanente, inhumación, incineración, desintegración e inactivación
de órganos, tejidos, células y derivados, productos y cadáveres de seres humanos, incluyendo los
de embriones y fetos, en condiciones sanitarias permitidas por la propia Ley y demás disposiciones
aplicables.
En su art. 321 establece que la donación en materia de órganos, tejidos, células y cadáveres, consiste
en el consentimiento tácito o expreso de la persona para que, en vida o después de su muerte, su
cuerpo o cualquiera de sus componentes se utilicen para trasplantes.
En su Capítuo V del Título Décimo Cuarto, dedicado exclusivamente a la Donación Trasplante y
Pérdida de la Vida, el art. 346 señala que los cadáveres no pueden ser objeto de propiedad y siempre
serán tratados con respeto, dignidad y consideración.
Clasifica a los cadáveres en: de personas conocidas y de personas desconocidas (art. 347), de modo
que los cadáveres no reclamados dentro de las setenta y dos horas posteriores a la pérdida de la vida
y aquellos de los que se ignore su identidad, serán considerados como de personas desconocidas.
El art. 348 establece que la inhumación o incineración de cadáveres sólo podrá realizarse con
la autorización del oficial del Registro Civil que corresponda, quien exigirá la presentación del
certificado de defunción. En tal contexto, expresa que los cadáveres deberán inhumarse, incinerarse
o embalsamarse dentro de las cuarenta y ocho horas siguientes a la muerte, salvo autorización
específica de la autoridad sanitaria competente o por disposición del Ministerio Público, o de la
autoridad judicial. Sin embargo, la inhumación e incineración de cadáveres sólo podrá realizarse en
lugares permitidos por las autoridades sanitarias competentes.
En su art. 349 se señala que el depósito y manejo de cadáveres deberá efectuarse en establecimientos
que reúnan las condiciones sanitarias que fije la Secretaría de Salud y será esta autoridad la que
determine las técnicas y procedimientos que deberán aplicarse para la conservación de cadáveres.
En materia de vigilancia sanitaria, el art. 350 establece que las autoridades sanitarias competentes
ejercerán el control sanitario de las personas que se dediquen a la prestación de servicios funerarios,
por lo que verificarán que los locales en que se realicen estas actividades, reúna las condiciones
sanitarias exigibles.
El tiempo mínimo que han de permanecer los cadáveres en sus fosas, es determinado por la autoridad
sanitaria y mientras el plazo señalado no concluya, sólo podrán efectuarse las exhumaciones que
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aprueben las autoridades sanitarias y las ordenadas por las judiciales o por el Ministerio Público,
previo el cumplimiento de los requisitos sanitarios correspondientes (Artículo 350 bis.)
Respecto al internamiento o salida de cadáveres del territorio nacional, la Ley General de Salud
establece que sólo podrán realizarse mediante autorización de la Secretaría de Salud o por orden de
la autoridad judicial o del Ministerio Público y en el caso del traslado de cadáveres entre entidades
federativas se requerirá dar aviso a la autoridad sanitaria competente del lugar en donde se haya
expedido el certificado de defunción.
En cuanto a la documentación sanitaria con que deben contar los establecimientos, la Ley General
de Salud indica que solamente deberán presentar el aviso correspondiente a la autoridad sanitaria
de la entidad federativa competente y contarán con un responsable sanitario que también deberá
presentar aviso (Artículo 350 Bis 7).
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Entre las Normas Oficiales Mexicanas que tienen relación con el manejo y disposición de cadáveres,
se encuentra la NOM-087-SEMARNAT-SSA1-2002, Protección ambiental-Salud ambiental-Residuos
peligrosos biológico-infecciosos-Clasificación y especificaciones de manejo, misma que es aplicable
a los anfiteatros por cuanto hace a la generación de tejidos, órganos y partes que se extirpan o
remueven durante las necropsias, así como los materiales utilizados.
El Código Penal Federal, en su libro Segundo, contempla al Título Décimoséptimo como Delitos
en Materia de Inhumaciones y Exhumaciones, que en su art. 280 señala que se impondrá prisión
de tres días a dos años o de 30 a 90 días multa al que oculte, destruya o sepulte un cadáver o un
feto humano, sin la orden de la autoridad que deba darla o sin los requisitos que exijan los Códigos
Civil y Sanitario o leyes especiales; al que oculte, destruya, o sin la licencia correspondiente sepulte
el cadáver de una persona, siempre que la muerte haya sido a consecuencia de golpes, heridas u
otras lesiones, si el reo sabía esa circunstancia, así como al que exhume un cadáver sin los requisitos
legales o con violación de derechos. Así mismo, de uno a cinco años de prisión, al que viole un
túmulo, un sepulcro, una sepultura o féretro, y al que profane un cadáver o restos humanos con actos
de vilipendio, mutilación, brutalidad o necrofilia. Si los actos de necrofilia consisten en la realización
del coito, la pena de prisión será de cuatro a ocho años.
Prácticamente iguales alusiones a la comisión de estos delitos, realiza el Código Penal del Estado
de México a través del Capítulo VIII, Subtítulo Sexto denominado Delitos Contra el Respeto a los
Muertos y Violaciones a las Leyes de Inhumación y Exhumación, incluyendo delitos como la retención
de cadáveres, partes o restos humanos en una clínica, sanatorio, hospital o en otro lugar similar
por mayor tiempo del aconsejado por las normas de salud con el objeto de que los familiares o
deudos paguen gastos de hospitalización, atención, tratamiento u operaciones, salvo que sea por
instrucciones del Ministerio Público o autoridad judicial que requieran la retención del cadáver para
el cumplimiento de sus funciones, así como al que retenga un cadáver, partes o restos humanos
para realizar estudios de carácter científico, sin previa autorización del Ministerio Público, de la
autoridad judicial, de los familiares o de los deudos.
Discusión
La complejidad del trato de cadáveres individuales, víctimas múltiples y muertes masivas, pone
al descubierto temores, itos y acciones poco fundamentadas, máxime si hablamos de situaciones
inhabituales y escenarios complejos como accidentes, y desastres, y ante la falta de seguridad
que debe afrontar el personal destinado a la manipulación de cadáveres y restos humanos, surge
la improvisación y muy probablemente el fracaso que implica riesgos para la salud de todos los
involucrados, tanto física como emocionalmente.
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El manejo de los fallecidos comprende una serie de actividades que comienzan con la identificación
in situ, el traslado al centro escogido (servicio funerario) y la ayuda que el Estado brinde para su
disposición final siguiendo los ritos religiosos y costumbres culturales de sus familiares y la comunidad.
Al ser una actividad multisectorial, requiere del concurso de un equipo humano de la más diversa
índole: personal médico en unidad hospitalaria, personal administrativo, Registro Civil, Regulación
Sanitaria y ayuntamientos, organismos internacionales u organizaciones no gubernamentales y hasta
de los voluntarios de la propia comunidad.
Es seguro que en algunos municipios y zonas del país no se cuenta con los recursos institucionales
y profesionales, ya no digamos especializados, sino incluso los mínimos necesarios para el manejo
de cadáveres, por lo cual es posible que se deba identificar inicialmente a la institución que cuenta
con atribuciones para ejercer el control y en consecuencia, con facultades para coordinar con plena
autoridad y responsabilidad tanto a las personas involucradas, como los establecimientos e instancias
gubernamentales y no gubernamentales.
Ante las actividades que implican su manejo, debe existir la suficiente coordinación entre todas las
instancias involucradas para evitar la pérdida de tiempo y de recursos o la duplicación innecesaria de
trabajo y esfuerzos. Es por ello que la Secretaría de Salud contempla como una de sus funciones, la
aplicación de normatividad para el manejo de cadáveres en situaciones de la vida diaria y con mayor
razón en aquellas de contingencia epidemiológica.
Cuando existen muertes colectivas, es deber del Estado recobrar los cadáveres, levantarlos en forma
adecuada, identificarlos y, en caso que esto no sea posible, recoger los datos necesarios para lograr
una identificación futura mediante la elaboración de fichas de identificación. Así mismo, en todo
momento se deben respetar las costumbres religiosas y los ritos funerarios de los fallecidos o del
lugar del hecho e inhumarlos en forma individualizada manteniendo una relación detallada entre la
ficha identificativa y el lugar exacto de la inhumación.
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En cuanto a la inhumación de restos en fosas comunes, en el Estado de México es una práctica que
aún no se desecha del todo, aunque los órganos para la administración de justicia cada vez son más
cuidadosos en la identificación de los predios donde son depositados los cadáveres de desconocidos
o no identificados, sin embargo, a partir de la publicación del Reglamento de Salud del Estado de
México en marzo del 2002, los panteones se encuentran obligados a disponer de un área para fosa
común que permita a las autoridades correspondientes, cumplir con el procedimiento de la plena
identificación del lugar de inhumación, a fin de facilitar el proceso de identificación y evitar con
ello, los trabajos antropológico-forenses mucho más costosos y complicados, además del desgaste
emocional y psicológico que genera en los deudos.
La propia Secretaría de Salud ha emitido escasa regulación en torno a las actividades para el destino
final de los cadáveres y salvo la existencia de la medicina forense que documenta perfectamente
los procesos de descomposición de los cadáveres, el conocimiento de los argumentos técnicos
y biológicos que impiden la exhumación, así como los que motivan las inhumaciones por riesgo
epidemiológico, son poco a nada conocidos por el personal que labora en panteones, crematorios y
salas de velación.
Las acciones de control sanitario que ejerce la autoridad en el Estado de México, se han centrado
en giros y actividades que implican un aparente mayor riesgo epidemiológico, considerando las
estadísticas de morbi-mortalidad que privan en la Entidad, no obstante, la existencia de un solo caso
de personal con patologías derivadas del manejo de cadáveres, justificaría plenamente la realización
de visitas de verificación a la totalidad de los establecimientos para el manejo y disposición final de
cadáveres, pues su ocurrencia es cien por ciento prevenible, pero no debería esperarse la presencia
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del caso para actuar en consecuencia, cuando el esquema de comunicación de riesgos puede abarcar
a un padrón que de suyo es reducido y centrar a los propietarios y personal de éstos en la adecuada
percepción de riesgos.
Conclusiones
Ante el escaso conocimiento y percepción del peligro inherente al manejo de cadáveres de seres
humanos, que existe entre propietarios de establecimientos y su personal, resulta necesario generar
campañas de comunicación que no sólo informen, sino que capaciten de manera más eficiente y
lleven al cumplimiento de las normas que protegen contra riesgos sanitarios.
Uno de los temas que el personal ocupacionalmente expuesto debe dominar, es el de la higiene básica
para la mejor protección, por lo cual, la visita de verificación que se realiza a los establecimientos,
debe enfatizar en la existencia y uso de material y equipo de protección como guantes y botas,
el lavado de las manos con agua y jabón después de la manipulación de los cuerpos y antes de
consumir cualquier alimentos, la utilización de alcohol en gel, lavado y desinfección de equipos,
vestimentas y vehículos utilizados para el transporte de los de los cuerpos y en general, la dotación
de equipo, que aunque no amerite su uso cotidiano, se tenga previsto para situaciones especiales.
Es importante que la Secretaría de Salud emita guias de cumplimiento obligatorio en los procesos que
se llevan a cabo en los giros para el manejo y destino final de cadáveres, máxime cuando se refiere
a muertes masivas por accidentes y desastres, estos deben incluir la recuperación de cadáveres
de espacios cerrados y sin ventilación (exhumaciones), pues la descomposición del cuerpo genera
gases tóxicos potencialmente peligrosos.
En todos los casos, el personal de salud, como parte de la vigilancia sanitaria, debe asegurar el
manejo digno de restos mortales e identificar los riesgos de manipular muertos y restos humanos
en casos individuales, múltiples y masivos para orientar sobre las medidas de bioseguridad para el
manejo de cadáveres, internacionalmente aceptadas.
La autoridad sanitaria debe generar normas de profilaxis para quienes contacten fallecidos, en
relación a enfermedades tanato-transmisibles, especialmente cuando se trata de casos de desastre.
El plazo acotado para la inhumación es una exigencia legal, a fin de evitar la descomposición del
cuerpo y la pérdida de líquidos potencialmente infectantes por orificios naturales. En situación de
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víctimas múltiples y con posibilidad de tanato-transmisión de enfermedades, estos plazos suelen no
cumplirse, por razones operativas relacionadas al gran número de cadáveres, la falta de elementos
para acondicionar los cuerpos y la carencia de disponibilidad de fosas de enterramiento. Por ello,
quienes están a cargo de la gestión de cadáveres, deben realizar la previsión mediante estudio del
terreno, capaz de ser utilizado como ampliación de los cementerios existentes, o de crear nuevos
cementerios.
La Secretaría de Salud debe instrumentar un programa formal y permanente para el Control Sanitario
de los giros y actividades relacionadas con el manejo y disposición final de cadáveres, que incluya
no sólo la visita de verificación, sino desde la integración de un padrón real de establecimientos
que aunque no requieren de licencia sanitaria, sí cuenten con los avisos correspondientes para
continuar con un registro actualizado de responsables sanitarios y autorización de libros de registro
de actividades, procedimientos y personal ocupacionalmente expuesto, sólo así, se generará la
información suficiente que demuestre el estado en el que operan en la Entidad estos establecimientos
y con ello, la proyección de la capacidad instalada y seguridad en el manejo de riesgos, para casos
de accidentes y desastres.
Bibliografía
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Cuadros y gráficas
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Etiquetado internacional de cadáveres con infecciones tanato-transmisibles
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