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Las ponencias de Massimo Cacciari han sido transcritas cuidadosamente por Tonino Nasuto y revisadas por el responsable del centro. A pesar de que el texto conserve voluntariamente cier- to estilo “hablado”, no esta exento de dificultad debido a la complejidad del tema que, en ocasiones, parece rozar la contradicci6n. Por ello, debe tenerse presente aquello que el propio Cacciari dijo al inicio de su exposicién: “Desde sus origenes, la ciudad esta ‘investida’ de una doble corriente de ‘deseos’: deseamos la ciudad como ‘regazo’, como ‘madre’, y, al mismo tiempo, como ‘maquina’, como ‘instrumento’; queremos que sea ethos en el sentido originario de mora~ da y estancia y, al mismo tiempo, un medio complejo de funciones; le pedimos seguridad y ‘paz’y, al mismo tiempo, pretendemos que tenga unas eficiencia, eficacia y movili- dad extremas. La ciudad esta sometida a preguntas contra- dictorias. Querer superar tales contradicciones es una mala utopia. Al contrario, se requiere darle forma. La ciudad en su historia es el experimento perenne para dar forma a la con- tradiccién, al conflicto”. = ———— Capitulo 1 Polis y civitas: la raiz étnica y la concepcién movil de la ciudad Comenzaremos con algunas precisiones histérico-termino- casualidad que “ciudad” se diga de diferentes maneras. Por ejemplo, en latin no existe una palabra correspondien- te a la griega polis. La diferencia entre ambos idiomas atafie al origen de la ciudad y constituye una diferencia esencial. Cuando un griego habla de polis, en primer lugar se refiere a la sede, a la morada, al lugar donde tiene su raiz un deter- minado genos, una determinada estirpe, una gente (gens/ genos). En griego el término polis resuena inmediatamente a una idea fuerte de arraigo. La polis es aquel ngar donde una gente determinada, especifica por sus tradiciones, por sus costumbres, tiene su sede, su propio ethos. En griego ethos es un término que alude a la misma raiz latina sedes'y carece BAAR A MR . HT GRRSA, 10 La ciudad Massimo Cacciari de cualquier significado simplemente moral, que, en cam- bio, si tiene el mos latino. Los mores latinos son tradiciones, costumbres; el ethos griego es la sede, antes y més origina- riamente que toda costumbre y tradicién, el lugar donde mi gente Gene su morada tradicional. la polis es precisamente ‘el lugar del ethos, el lugar que sirve como sede a una gente. Esta determinacién ontoldgica y genealégica del térmi- no polis no se encuentra en el término latino civitas, La dife- rencia es radical porque, si reflexionamos detenidamente, en el término latin se manifiesta su proc ir del civis, y los rsonas que se a El gran lingitista cen- troeuropeo Emile Benveniste ya puso de manifiesto todo esto hace mucho tiempo. Por tanto, no existe madame la ville, como tampoco exis- te ae Te capital 0 madame la terre. Civitas es un término jue deriva de civis, de modo que, en cualquier caso, aparece como el producto de los cives en su concurrencia conjun- ta en un mismo lugar y en el sometimiento a las mismas leyes. En cambio, sa porque el término fundamental es polis y el derivado es” polites, el ciudadano. Notese la perfecta correspondencia entre la desinencia de polites y de civitas; en el ultimo térmi- no se alude a la ciudad, en el primero al ciudadano. Desde el inicio, eet =r de su determinacién étnica o religiosa. Este es un rasgo absolutamente caracte- ristico y extraordinario de la Constitucién romana Tespec- to a toda la historia de las ciudades griegas y helenisticas precedentes, rasgo fundamental para entender después toda iz dtniea y ta cone, Ja fuerza politica de la historia romana, el acento politico —en el sentido actual del término— que domina la histo- ria romana. En la civilizacion griega, a ciudad es fimdamentalmente_ Ia unidad de personas del mismo género y, por tanto, puede “comprenderse cémo polis, una idea que remite a un todo organico, es anterior a la idea de ciudadano. En cambio, desde los origenes —tal como narra el propio mito fun- dacional romano— en Roma la ciudad es la concurrencia con % Es el gran mito de la Concordia romana que domina la obra de Tito Livio y que se halla en los cimientos de toda la historiografia romana. De hecho, si leemos el primer libro de la historia de Roma, Ab urbe condita,’ esta idea aparece clarisimamente, y mas tarde pasar a ser un tema fundamen- tal de toda la politologia y de la filosofia politica europea. El primer dios a erigid un templo en Roma fue el dios Asilum. - expatriados, errantes, profugos y bandidos que confluyeron. en un mismo lugar y fundaron Roma. Este aspecto domina toda la historia romana: la idea de ciudadania no tiene nin= _ ‘guna raiz de caricter étnico 0 religioso. Es cierto que habia esclavos, pero entre los hombres libres se es ciudadano inde- pendientemente de cualquier distincién de estirpe o credo. Este hecho constituye una excepcién respecto a la historia de las ciudades griegas y helenisticas anteriores a Roma. Por influencia romana, més tarde esta idea de ciudadania también se difundirfa a otras ciudades y a toda la cuenca mediterranea cuando ésta se convierte en Mare Nostrum. oie Livio, Tito, Ab urbe condita (version castellana: Historia de Roma desde su _fundacién, Editorial Gredos, Madrid, 1990-1997) [N. del T]. 8 El recorrido se cierra con la famosa Constitucién antoni- niana de Caracalla de las primeras décadas del siglo m1 d.C., en la que todos los hombres libres que viven dentro de los limites del imperio pasan a ser cives romani, con indepen- dencia de toda determinacién étnico-religiosa, sean éstos africanos, de Asia Menor, espaiioles, galos, etc. Antes de la influencia romana y de su dominio no encontramos nada de todo esto en ninguna de las poleis griegas; por el contrario, en ellas prevalece el principio de “pertenezco a esta polis porque alli tiene la sede mi genos”. Obviamente, no se exchaye la posibilidad de poder esta- blecer foedera, pactos entre ciudades (este hecho es fun- damental para entender la historia de Grecia) pero cada una de ellas se mantiene sustancialmente aislada a causa del arraigo de estirpe y de género. Como consecuencia . se produce él aislamiento de cada una de las polis respecto del resto. Aunque existen las olimpiadas, las grandes fiestas, las - ’ de acontecimientos extremos particularmente dramiticos —por ejemplo, a principios del siglo v a.C. por las guerras * persas— o porque una de ellas asume la hegemonfa, aunque por poco tiempo (la hegemonia de Atenas dura poquisi- mo y la de a ae ine a las ciudades” + “més amplias, justamente porque cada una de ellas no es una _ dvitas y porque en ellas mismas no pueden absorber ni inte- grar lo distinto. tiene la condicién del meteco, del huésped, una condi- cién muy similar a la que ostentaban judios y cristianos 6 0 i i ae i ha Fi laciudad Massimo Cacciari 3 tas: la vaiz étnica y la concepelon movil de la ciudad Polis y ci en las ciudades musulmanas. De hecho, algunos historia- to: 1 nee s “dades musulmanas —derecho por el cual durante siglos éstas pasan a ser ciudades verdaderamente multiculturales y multiconfesionales en la cuenca mediterranea— deri- va precisamente de la institucién de la hospitalidad hacia el extranjero libre presente en las ciudades helenfsticas, un extranjero que es totalmente tolerado y a quien se le reco- nocen derechos personales, tradiciones propias y libertad de culto, aunque sin el ejercicio de derechos politicos. Nos encontramos, pues, ante esta gran distincion que nos lleva a preguntarnos qué entendemos por ciudad: gle otorgamos un valor fuertemente étnico o la entendemos en el sentido de civitas? Al pensar en la democracia atenien- se,no debemos olvidar que ésta funcionaba sobre la base de una idea étnica y religiosa, mientras que desde el punto de vista romano se trata de un producto artificial; es decir, en ‘Roma uno pasa a ostentar plenamente el titulo de ciuda- ~ dano con todos los derechos simplemente porque acuerda _someterse a unas leyes y obedecer ese régimen: concordia tiene este significado. Naturalmente, la sede de Roma, la Urbs, tiene un gran valor simbélico; venerarla es uno de los deberes ineludibles del civis. Roma es el centro del imperio, el lugar donde se encuentran las grandes instituciones politicas (el Senado, Ja Reptiblica y mds tarde el emperador), pero en Roma no vive una determinada estirpe 0 raza que, como tal, tenga el mando; su primacia no tiene de ningtin modo su origen en razones como aquellas que hacian creer a un ateniense que Atenas era realmente el nticleo, el valor fundamental, de la Hélade. Ai i, i TA & Laciudad Massimo Cacciari Otra idea interesante, que nace precisamente en este con texto, es que en su esencia la ciudad es “mévil”. Uno de los epitetos mis significativos de la época tardorromana es el de Roma mobilis, justamente porque este dinamismo extre- mo del propio mito de los origenes le permite imaginarse a si misma y construir su propio mito a través de la sintesis de los elementos mis dispares. Todo el esfierzo de Virgilio y toda la ideologia de Augusto se basan en la idea de los ori- genes, y los origenes de una ciudad siempre son su potissina — “pats (tal como aparece en el Cédice de Justiniano), su parte mis fuerte, porque el origen es aquello que funda la ciu- dad. Sin embargo, tal como los representa la ideologia de Augusto, los origenes de Roma se encuentran precisamen- te en la confluencia de pueblos diversos; los Propios latinos no son los enemigos que son conquistados y sometidos. La promesa de Zeus a Juno consiste en que, si bien los tro- yanos seran los vencedores, después seran a su vez absorbi- dos por la lengua y el nombre de los latinos. Es Eneas quien se acerca a los etruscos para suplicarles su alianza. Se pro- duce toda una confluencia de elementos diversos, de tra= "misma estrategia (més que una idea fundadora), por lo que _se mantienen unidos estos ciudadanos tan diversos: no por su origen, sino por el objetivo comin. La ciudad proyectada en su faturo retine a los ciudadanos, no el pasado de la gens, ni la sangre: «de ahi la Roma mobilis. Todo esto est claramente enunciado en el gran poema de Virgilio. Pero, zeudl es el fin que hay que alcanzar? La respuesta es el imperium sine fine. De los lugares més diversos, de Europa, ”- n movil de la ciudad Polis y civitas: la raiz étnica y la concep: de Africa y de Asia, se confluye simultineamente para per- mitir que Roma expanda sus fronteras, para que el Imperio romano no tenga limites espaciales ni temporales. Imperio no significa imperio policial, dominio ejercido con las armas; en la obra de Virgilio, “imperio sin fin” significa que. “Roma debe dar las leyes a todo el mundo, a todo el orbe; la Urbs debe convertirse en aquello que otorga las leyes, aque- Ilo que impone a todo el mundo la concordia por el some- timiento a la ley. En esta idea esta implicito que aquello que — _tige la civitas no es un fundamento originario, sino un obje-_ ‘tivo: se vive en comin porque por medio de la concordia que producen nuestras leyes podemos mirar a un gran fin: Roma mobilis. No es justamente esto lo que copia la Iglesia? Esa es la gran y eterna construccién del derecho romano, por ello los padres de la Iglesia veian a Roma como algo providen- cial. En esencia, la estructura juridica de la Iglesia es roma- “na, y no puede ser de otra manera. La idea de que aquello que nos une, aquello que tene- mos en comin, no tiene nada de originario, sino que es solamente un fin, es algo grandioso. Esto no es otra cosa que la “plobslizarigathncecde oem Mae unmRE de que” “el circulo migico que encerraba y apresaba los limites de la ciudad en las poleis coincida con el circulo del mundo en i y . Esta es la gran idea romana que ha entrado en el ADN de Occidente, una idea absolutamente inextirpable que se ha convertido precisa- mente en la idea fundamental de la misma teologia politica implicita en el espiritu de las misiones, de la evangelizacién. Como es natural, esta movilidad puede tener éxito s6lo , de ciudad que 6 siempre crece: otro término clave y emblemitico sobre el que a veces me he explayado con amigos romanistas y que domina nuestros lenguajes y nuestro patrimonio cuenta de que su dramatico problema consistia en que la polis no se agrandase demasiado, porque si esto ocurria, cémo haria para mantenerse arraigada a su genos? En La Repiiblica y en Las Leyes de Platén, y en La Politica de Aristételes le lo contrario toda su construccién se hubiese derrumbado. Fn cambio, el _ caracter fundamental, programitico, de la aivitas consiste en _crecer; no hay civitas que no sea augescens, que no se dilate, que no de-lire (la ‘lira’ es el surco, la huella que delimitaba Ja ciudad; ‘delirio’ quiere decir salirse fuera de la ‘lira’, ir mis alla de los limites de Ja ciudad). Por su naturaleza, la civitas es, pules, augescens; jpara un romano no es posible una civitas que no de-lire! _terio fundamental del genos, como podemos ver también en la obra de Platén y Aristételes. Que la polis esté formada ren, 0s gricgos fueron casi exclusivamente monolingiies a lo largo de toda su historia, en cambio el Imperio romano es programiticamente bilingiie (un rasgo interesantisimo si lo comparamos con el caracter cultural del imperio americano, al menos entre sus dirigentes). z En toda la literatura griega, desde el siglo 1 al siglo vi d.C., 3 i a war: ws 2 no se citan los autores latinos: ni Virgilio, ni Horacio, ni 4 Ovidio ni Lucrecio; casi todos son ignorados en la practica 5 5 2 & ae pt tongs ‘ $ fehtn > aie ees | SPA on eae mea oh A Spe e § 2 € = § 58 Be #3 g as a8 102 73,2 cm zap aay © pepn}> e7 ae 2 pepny> e7 luepoe) owssey, “he De tee ee ee eee ete ete ee nee ————E movil de la ciudad s g 2 > laralz éu Polis y civitas y en la sustancia. La cultura griega continuaba creyendo que el propio lagos puesto que en sus varios dialectos perte- nece a ese genos y lo caracteriza— era universal justamente por estar “arraigado”; por estar tan unido a su propia sedes, “a su propio ethos (en el sentido anteriormente descrito). Es decir, para Ieaigniepestebiqga@tambiénsteniaqunsienifis -cado étnico y no era en absoluto un mero instrumento de calculo y de comunicacién. Los helenos no tenian ninguna idea instrumental del lenguaje y éste era lo que los carac~ terizaba frente a los barbaros. Es imposible escindir ambos aspectos: por un lado el ethos, por otro el logos. Uno de los | je, que tiene esas caracteristicas de medida, articulacion y riqueza, y que es el tinico lenguaje que los griegos, sobre todo durante el siglo v, sienten que es capaz de parresia (de hablar franco, libre). El finico logos capaz de producir dialogos, donde el elemento dialégico del convencimiento y de la persuasién resulta crucial. En el resto de Ienguas se percibfa m4s bien un tono de mando, de tirania, de indistincién, como sucedia en la gran tierra asidtica, espacio geografico de lo indistinto, una tierra que no estaba organizada en poleis auténomas, celosas de su propia autonomia y de los cultos propios de los que sen- tian su especificidad. Bien es cierto que existia un Olimpo comiin, pero no entenderiamos nada de la mitologia griega si no supiéramos cudn localizada estaba, cudn “territorializa- da” estaba su forma (gcuantas tumbas de Heracles habia por toda Grecia y cudntas del resto de héroes?). Esto era Grecia: una familia hecha de distinciones celosas, de diferencias, y ésa fue su debilidad, de modo que este milagro duré hasta la guerra del Peloponeso. 22 La ciudad Massimo Cacciari Tal como ya han explicado Carl Schmitt y otros autores, el nomos, la ley, que tiene una raiz terrenal (nomos es el pasto), ¢s justamente la particién de la tierra. Originalmente la ley era aquel proceso por el cual se divide la tierra, el pasto. La tierra indistinta se articula y ello se hace sobre la base de un logos, Esta claro que el nomos terrenal debe respe- tar una justicia més alta: éste es el discurso de los filéso- fos (Hericlito, Empédocles y otros) que, sin embargo, lo declinan siempre en polémica con su polis, con sus conciu- dadanos. Estos no saben escuchar el logos, y por ellos perma- necen siendo in-fanies, La muerte de Sécrates fue el gran pecado de la polis, que condena al justo para defender su Constitucién material. A ojos del fildsofo, de quien dice “escuchar el logos”, el nomos de la polis deberia “armonizar con la divina Diké” y, sin embargo, era exclusivamente terrenal. Esto es lo que sucede en filosofia durante dos siglos, hasta llegar a Platon, mientras que Arist6teles pasa pagina construyendo una fenomenologia de las Constituciones politicas. Pero no se escucha a Plat6n hasta el punto de que se tome La Repiiblica com de aquello que la polis debe- ~verdadera, Ademis, el arraigo terrenal constitufa una referencia sim- bélica muy fuerte porque el genos y el logos expresaban esos muitos, esas tradiciones y esas costumbres. :Dénde aprendian los griegos a leer y escribir sino en Homero y Hesiodo? El testimonio de toda la filosofia griega es que la rela— cién con la Diké césmica, urania, es siempre incierta y problematica. 23 Sobre la raiz de polis se ha dicho de todo. Giambattista _ Vico decia que el término estaba formado sobre la misma_ _ taiz de polemos (guerra), algo que més tarde han repetido Carl Schmitt y tantos otros. Es cierto que la raiz de polis, pero no es del todo seguro que tenga una raiz indocuropea, mediterranea, semitica, mesopotamica 0 acadia. Es sabido que muchisimos términos griegos, sean toponimicos o no, tienen una raiz que no es indoeuropea, sino mediterranea, pelasgica, acadia. Probablemente también sea porque en acadio existen varios sustantivos con este étimo que indican fortaleza, castillo, lugar fortificado. I de la ciudad 3 e 5

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