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LECTURAS RECOMENDADAS

Estratigrafía, excavación y datación en Arqueología

Biers, W.R., Art, Artefacts and Chronology in Classical Archaeology, London,


1992.

(p. 17) El desarrollo del estudio de la geología aluvial en el siglo XIX llevó a la
conclusión de que las tierras se depositan en secuencias de niveles o estratos dispuestos
unos sobre otros. Cuando se observaron los huesos de los animales y las herramientas
humanas de diversos tipos a distintas profundidades, se extendió la idea de que los
estratos superiores debieron depositarse con posterioridad a los anteriores y por lo tanto
debían ser más recientes en el tiempo. El concepto de estratificación, según el cual,
cuanto más profundidad se alcanza más antiguos son los materiales que se hallan en los
estratos superpuestos, es la base de toda la Arqueología terrestre y fue probablemente
establecido por Worsaae en Dinamarca en la década de 1880. La idea, sin embargo,
había sido planteada ocasionalmente con anterioridad, especialmente por el polígrafo
Thomas Jefferson en sus Notes on the State of Virginia de 1784.

La estratificación que se observa en la excavación es la consecuencia de la ruina,


abandono o destrucción. Una ciudad o una población en otro tiempo próspera puede
desaparecer a los largo de los siglos hasta el punto de que se pierda la memoria incluso
de su localización y ninguna señal visible indique su posición. Edificios y calles pueden
quedar cubiertos y desaparecer bajo la tierra. ¿Cómo sucede esto?

Un edificio abandonado puede finalmente caer y sus elementos constitutivos


volver a la naturaleza, suponiendo que no sean artificiales. Esto es especialmente cierto
en el mundo antiguo, en el que la mayoría de los edificios, hasta la extensión del uso del
cemento romano, fueron construidos de materiales perecederos como madera o adobe
que pueden desaparecer sin dejar traza.

Incluso los grandes edificios construidos de piedra tallada pudieron proporcionar


material de construcción para las generaciones siguientes y en consecuencia ser
completamente desmantelados = proceso postdeposicional cultural.

La erosión normal del suelo, particularmente la de colinas y montañas, puede


enterrar rápidamente un muro, mientras que años de lluvia y de limos transportados por
el viento pueden hacer brotar de nuevo la vegetación, lo que acumula estratos de humus
sobre los restos, contribuyendo a enterrarlos aún más. Eventos particulares como el
desvío del cauce de un río o el hundimiento de la línea de costa también contribuyen a
la desaparición (p. 18) de antiguas ruinas. (…) = proceso postdeposicional natural.

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La técnica de excavación se basa principalmente en la estratigrafía (...). Los
humanos excavan el suelo para construir cimientos, ocultar cosas, deshacerse de los
residuos, buscar agua etc., y cada una de estas intrusiones puede alcanzar estratos
anteriores más profundos. De aquí que la práctica arqueológica consista en extraer
primero estas intrusiones para no mezclar los materiales de las mismas con los más
antiguos que existen (p. 19) en los rellenos de alrededor. Esto es correcto en principio,
pero difícil también de realizar en la práctica, especialmente cuando se trabaja con
rellenos de tierra y cambios sutiles en consistencia y color. La tierra evidencia sus
propias alteraciones mediante cambios en composición, textura, color, consistencia o
una combinación de todo ello. Los antiguos estratos excavados y utilizados para
posteriormente para rellenar, por ejemplo, se muestran más esponjosos. Un excavador
competente puede apreciar estos cambios gracias a la consistencia y al color del suelo al
tiempo que pica sobre él (...).

Los estratos pueden datarse, de forma relativa unos a otros, y ocasionalmente, de


forma absoluta mediante los objetos más recientes hallados en su interior (...).

(p. 20) Los objetos son hallados a menudo en lo que se conoce como un
“depósito cerrado” o “sellado”, en otras palabras: un depósito no alterado
completamente separado de cualquier posible intrusión. Un ejemplo de depósito
sellado puede ser una urna funeraria que contiene monedas, o un estrato completamente
sellado por un nivel superior impenetrable como un suelo romano de cemento. En este
último caso, todo lo hallado bajo este suelo debe presumiblemente haber sido fabricado
antes que el suelo o al menos no puede ser posterior a él (...). En el ejemplo recién
citado del depósito sellado, un objeto situado bajo el suelo tendrá como terminus ante
quem la fecha del suelo, puesto que no puede haber sido depositado después de que el
suelo sellase el depósito. Ello no dice nada acerca de la fecha absoluta del objeto; puede
haber sido fabricado en cualquier momento antes de que se hiciese el suelo. El
contenido del depósito puede hallarse muy mezclado con un cierto número de objetos
fabricados bastante antes de que el depósito fuera sellado. Dado que la fecha es
proporcionada por el objeto más reciente fechable de un estrato dado, los objetos más
antiguos del nivel no afectan a su cronología, excepto porque pueden dar una cierta
indicación acerca de la duración temporal. En la mayoría de los casos se considera que
los objetos mucho más antiguos que los más recientes que datan el estrato eran ya
antiguos cuando quedaron enterrados y se conocen como materiales “residuales”.

Terminvs post quem y terminvs ante quem en estratigrafía

Barker, Ph., Techniques of Archaeological Excavation, London, 1977.

(p. 193) La comprensión y la estricta aplicación de los conceptos de terminus


post quem y terminus ante quem es de fundamental importancia en la datación relativa
de estratos y estructuras. Si no se aplican estos conceptos en todos los casos con la más

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estricta de las lógicas, se cometerán errores de datación e interpretación con importantes
consecuencias. Las reglas básicas para ello son las que siguen:

Terminus post quem

Un objeto fechable, como una moneda u otro hallazgo, como una muestra de
radiacarbono procedente de un estrato o una estructura, sólo da la fecha en la que o
después de la que el estrato o la estructura fueron depositados, es decir, el llamado
terminus post quem. De ello se sigue que en cualquier estrato sellado continuo en el que
existen un determinado número de hallazgos con diversas fechas, la fecha del objeto
más reciente es la que proporciona el terminus post quem. Debe tenerse la seguridad de
que el objeto no es intrusivo (...) si hay alguna duda, (...) el objeto debe desecharse
como elemento de datación (...).

Terminus ante quem

(p. 194) La importancia del terminus ante quem se hace evidente cuando
estructuras o estratos son cubiertos o cortados por elementos posteriores. Los elementos
posteriores ofrecen un terminus ante quem (es decir, una fecha antes de la cual los
elementos anteriores deben haberse depositado) para todos aquellos elementos que
puedan mostrarse como anteriores. Por ejemplo, si una serie de estratos está sellada por
un mosaico indudablemente del siglo IV d.C., entonces, todos los estratos bajo él deben
ser del siglo IV o anteriores. Del mismo modo, si un muro puede fecharse por sí mismo,
digamos por las características edilicias, entonces, todos los estratos que han sido
cortados por la cimentación del muro reciben gracias a éste un terminus ante quem. Por
tanto, si puede demostrarse que el muro es de la época normanda, los estratos sean
normandos o anteriores. Pero pueden ser de época sajona o del Paleolítico.

Sin embargo, debemos tener cuidado de no caer en un argumento circular. Un


terminus ante quem no puede venir ofrecido por un estrato datado por un objeto
incluido en él que sólo da un terminus post quem. Por ejemplo, si un suelo de una casa
contiene una moneda de 267 d. C. dentro de él, el suelo puede haberse construido (p.
195) en 267 o después. Pero no se deduce de ello que los estratos bajo el suelo fueran
depositados en 267 o antes.

(p. 196) (...) en determinadas circunstancias, la asociación entre objetos puede


ser aceptada como un dato de importancia considerable. Los objetos hallados juntos en
una tumba, por ejemplo, aunque no tienen por qué ser de la misma época ni del mismo
estilo o cultura, se encuentran asociados en el sentido de que fueron depositados sobre o
junto al cadáver por alguna razón. (...) Si son hallados objetos similares en la mayoría
de las tumbas de un gran cementerio, puede asumirse razonablemente que se trata de al
menos una parte de las pertenencias o el equipamiento habitual de la gente enterrada en
él. Del mismo modo, si una gran cantidad de cerámicas y monedas se hallan en una
secuencia estratigráfica, como ocurre en muchos yacimientos romanos, se refuerzan las

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razones para asignar a grandes rasgos a las cerámicas de esos estratos las fechas de las
monedas halladas en ellos. Por ejemplo, si existió presencia militar en un lugar a lo cual
siguió un desarrollo civil claramente reflejado por la estratificación, y la fase civil
inicial es seguida por un período de demolición y reconstrucción, los grupos cerrados de
cerámicas, monedas y otros hallazgos asociados pueden ser considerados como
contemporáneos a grandes rasgos, aunque crecientemente contaminados por material
residual.

P. González Marcén y M. Picazo Gurina, El tiempo en Arqueología. Cuadernos


de Historia nº 46, Arco Libros, Madrid, 1998.

(p. 26) (...) ¿cuáles son los objetivos de otorgar fechas a los hallazgos arqueológicos,
por qué la investigación arqueológica necesita contar un calendario, más o menos
exacto, en el que situar sus hallazgos? A esta pregunta no puede darse una única
respuesta, sino que los diferentes objetivos de la investigación necesitan de ese tiempo
también por diversas razones:

(p. 27)

1. Ubicar hallazgos singulares o procesos singulares en una secuencia evolutiva

Un buen ejemplo de esta valoración del tiempo lo encontramos en el


estudio de los procesos de hominización. En esta investigación resulta
fundamental ordenar secuencialmente los hallazgos desde elementos originarios,
ya que nos hallamos ante un acercamiento genealógico del proceso histórico.

2. Determinar el orden de acontecimientos o de procesos considerados


significativos

En este caso, la secuenciación ordenada también resulta de interés, pero


aquí, y a diferencia del caso anterior, no se buscan exclusivamente (...)
elementos originarios, sino una concatenación de hechos, situaciones o procesos
que tengan como resultado aquello que se investiga. Este acercamiento causal
es característico, por poner algunos ejemplos, de los estudios regionales o
locales sobre el proceso de neolitización o de la introducción de la metalurgia.

3. Proponer horizontes de sincronía

Con este enunciado nos referimos a aquellos planteamientos que


enfatizan el análisis de situaciones contemporáneas como eje de las
interpretaciones, como la estructura demográfica de una región en una época
determinada o los flujos comerciales entre una zona y otra. Este acercamiento
situacional no excluye los estudios diacrónicos, aunque, en ellos, cada fase no es

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interpretada en términos de causa y efecto de la fase anterior o posterior como
ocurre en el enfoque casual.

4. Analizar formas de vida

Las investigaciones que se encuadran en este ámbito abordan el estudio


de las condiciones concretas de existencia de las poblaciones del pasado, los
condicionantes socio-económicos a las que estaban expuestas, sus redes de
relación, su equipaje simbólico-ideológico y sus actividades diarias. El
acercamiento vivencial que se desprende de estos objetivos de investigación
puede observarse en (p. 28) los estudios de organización espacial de los
asentamientos, el análisis de rituales funerarios, de los procesos de trasmisión y
aprendizaje tecnológicos o del estado de salud de las poblaciones antiguas.

De hecho, estos cuatro diferentes objetivos, además de partir desde perspectivas


diferentes del problema histórico abordado, están condicionados claramente, como
veremos, por el tipo de registro arqueológico disponible en función de los periodos o
regiones estudiados. Por tanto, podemos afirmar que las premisas teóricas y la
informatividad del registro arqueológico determinan concepciones de temporalidad
arqueológica diferenciadas y, por tanto, una implementación instrumental específica que
se expresa en la elección de sistemas de excavación, de tratamiento e interpretación de
los datos y, en consecuencia, de su enfoque temporal.

Este enfoque temporal se traduce en Arqueología, frecuentemente, en la mayor


importancia que se otorga a las dos formas de ordenamiento cronológico existentes: la
cronología relativa y la cronología absoluta:

- Cronología absoluta o cronometría: determinar la ubicación de los sucesos en


una serie temporal contable.
- Cronología relativa: ordenar los sucesos en tanto que anteriores, posteriores o
contemporáneos.

De este modo, mientras la cronometría permite situar sucesos en puntos


específicos, la cronología relativa hace referencia a la ubicación de hechos u objetos en
un orden secuencial determinado para un proceso seleccionado. La cronología relativa
resulta fundamental para los acercamientos causales, la cronología absoluta va
indisolublemente unida a los acercamientos situacionales y vivenciales, mientras que
(...) los acercamientos genealógicos se benefician y requieren de los dos acercamientos
temporales.

Todo sistema de datación arqueológica permite construir tres tipos de


cronometrías, fundamentadas todas ellas en la datación de un objeto arqueológico,
entendido éste tanto como artefacto o como elemento orgánico o inorgánico
documentado en un contexto arqueológico.

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- Cronometría intrínseca: la datación marcará la cronometría de uno de los
momentos de existencia del objeto (manufactura, (p. 29) uso o presencia) al
conformarse él mismo como contenedor de información susceptible de ser traducida en
unidades contables del sistema cronométrico empleado.

- Cronometría colateral: la cronometría intrínseca del objeto se ampliará al área,


arqueológicamente delimitada, en la que tiene presencia el objeto y, con ello, el resto de
los objetos, que, careciendo de cronometría intrínseca, la conforman.

- Cronometría ajena: la cronometría intrínseca o colateral del objeto se ampliará


fuera de la unida arqueológica en la que tiene presencia el objeto (...), es decir, aquellos
contextos arqueológicos para los que se asume una relación de contemporaneidad.

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