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1 The Darkest Note X Nelia Alarcon X 2 - 231031 - 101307
1 The Darkest Note X Nelia Alarcon X 2 - 231031 - 101307
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XOXO
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TRADUCCIÓN
BAIRO
DISEÑO Y MAQUETADO
SKY 3
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Staff ........................................................................................................................................ 3
Sinopsis .................................................................................................................................. 6
Prólogo ................................................................................................................................... 7
CAPITULO 1 ......................................................................................................................... 9
CAPITULO 2 ....................................................................................................................... 22
CAPITULO 3 ....................................................................................................................... 30
CAPITULO 4 ....................................................................................................................... 37
CAPITULO 5 ....................................................................................................................... 48
CAPITULO 6 ....................................................................................................................... 60
CAPITULO 7 ....................................................................................................................... 69
CAPITULO 8 ....................................................................................................................... 77
CAPITULO 9 ....................................................................................................................... 88
CAPITULO 10 ..................................................................................................................... 99
CAPITULO 11 ................................................................................................................... 106
CAPITULO 12 ................................................................................................................... 112
CAPITULO 13 ................................................................................................................... 118
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Dutch Cross, cantante de The Kings, es un monstruo.
No dejes que sus ojos ámbar, su mandíbula cincelada y su voz cantarina te engañen.
Merodea por los pasillos de Redwood Prep como si fuera el dueño de cada
centímetro.
Brutal.
Intocable.
Bestia.
Y cuando sus ojos dorados se cruzan con los míos, sé que soy su próxima presa.
El monstruo me quiere fuera de Redwood.
Pero la lujosa escuela privada es mi última oportunidad de una vida mejor para mi
hermana.
Nadie se ha atrevido nunca a ir contra Dutch y sus igualmente guapísimos
hermanos.
Me siento honrada de ser el primero.
Verás, lo que pasa con los reyes y los monstruos es que siempre tienen una
debilidad.
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Siento tener que dejarte atrás en este mundo frío y cruel, pero sé que vas a cuidar
bien de tu hermana. Y sé que vas a ser fuerte.
No te preocupes. No te voy a dejar completamente sola. Me he puesto en contacto
con tu hermano para que venga a cuidarlas a los dos.
Soy consciente de que puede ser un shock. Nunca te hablé de él. Más que nada
porque me daba vergüenza admitir que había abandonado a un hijo.
¿Sorprendida? Hay muchas cosas que no sabes de mí, Cadey. Y es por tu propio
bien. Por favor, no me guardes rencor. Es mi querido deseo que nunca veas la magnitud de
lo que he hecho.
Ya casi es hora de que me vaya. Estoy empezando a llorar de nuevo. Todavía hay
mucho que quiero decir.
Tú y Vi pueden quedarse en el apartamento para que no tengan que cambiar de
escuela. Ya lo he arreglado con el banco.
Desearía tener más para dejarte, pero es todo lo que puedo hacer por ahora. Tu
hermano se encargará del resto. Trata de no molestarlo demasiado. No está muy
emocionado por conocerlas, pero no es personal. Confía en mí.
Tengo que irme ahora. Recuerda que las quiero a ti y a Vi más que a nada en el
mundo. Te veré en el otro lado.
Mamá.
No derramo ni una sola lágrima cuando rompo la nota y se la devuelvo a la policía.
Tampoco lloro cuando le digo al funerario que queme su cuerpo.
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- AGOSTO, CUATRO MESES DESPUÉS-
mirada.
—No te atrevas a desnudarme —murmuro.
—¿Ves el numerito que estás siguiendo? —me susurra—. Tienes que quitarte más
ropa. Enseguida.
Miro la cazadora de cuero, la camisa blanca y la falda skater excesivamente corta
que Breeze me ha impuesto. Los tacones negros, los pendientes de aro gigantes, las lentillas
verdes y el maquillaje cargado completan el look. Todo forma parte del plan a prueba de
tontos de mi mejor amiga para librarme del miedo escénico, un plan que ideamos cuando
conseguí el papel de María en la obra de Navidad de nuestro colegio.
Seis años después, sigo necesitando la peluca para actuar ante el público, pero al
menos actúo. Supongo que puede considerarse un éxito rotundo.
—Tal vez esta sea la prueba de que no pertenezco a Redwood Prep —murmuro.
—Es demasiado tarde. Ya has aceptado la beca. —Se arregla el moño rojo que
cubre mi larga melena morena. Con los ojos azules concentrados, se preocupa hasta que los
mechones obtienen su aprobación—. Y ya sabes por qué no puedes rechazarla.
Tiene razón. Todo mi futuro está en juego, pero ¿merece la pena pasar el último año
como la -chica nueva- en Redwood Prep, hogar de la élite y los estúpidamente ricos? A las
chicas del lado equivocado de las vías se las comen y las escupen aquí.
Como si los hubieran convocado, el trío que acaba de actuar se desliza por el
escenario entre brillos y glamour. Miran a la izquierda, me ven y se ríen groseramente
mientras se alejan.
Breeze se da la vuelta, con las fosas nasales encendidas. Ya está a la defensiva. —
¿De qué te ríes?
—Breeze. —La agarro del brazo para mantenerla a mi lado. Lo único más corto que
mi pequeña mejor amiga es su mecha—. No te metas, no quiero entrar en su radar.
—No puedes pasarte todo el año siendo invisible —argumenta, enarcando las cejas
para subrayar su argumento.
En realidad, ese es mi único plan. A partir de la semana que viene, seré un fantasma
flotando por los pasillos de Redwood Prep. Los fines de semana, cambiaré el extenso
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césped y las elegantes fuentes por vallas metálicas, grafitis y basura. Una vez en mi
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succionan el aire de la sala- me avisan al mismo tiempo. Los dos de los extremos sonríen y
desvían la mirada, pero el rubio no me quita los ojos de asesino.
Querido Bach, es precioso.
Las luces iluminan su piel morena con un resplandor anaranjado, y parece que se
esté bañando en fuego. Levanta un brazo musculoso -que parece levantar más que la
guitarra que lleva a la espalda- y aprieta la correa. Juro que mi alma se aprieta junto con él.
Sonríe con satisfacción y mi aliento es arrancado por un carisma que no pide sino
que exige mi atención. Todo el mundo desaparece, sólo lo veo a él. Sus ojos oscuros me
atrapan. Violentos y despiadados.
Siento cada paso que da en mi dirección. El ritmo de sus pasos me llega hasta los
dedos de los pies.
Es aterrador el asfixiante control que ejerce sobre mí. No sé de dónde viene. Sólo sé
que, si las malas noticias tuvieran cara, sería la de este tipo.
Los tatuajes trepan por debajo de su pulsera de cuero trenzado con cuentas doradas
y desaparecen en la desgastada manga de su camisa. Desde el pelo rubio desgreñado hasta
la forma en que la camiseta ajustada envuelve sus pectorales, todo grita peligro. Daño.
Destrucción contenida en el cuerpo de una escultura griega.
Mi corazón empieza a acelerarse a una velocidad insana. La música de mi cabeza se
detiene. No tengo una progresión de acordes para él. Ni siquiera tengo una melodía. Es
demasiado. Empuja cada sonido, cada pensamiento hasta que es todo lo que queda.
Quiero apartar la mirada, pero no puedo dejar de mirarlo.
—¿Qué estás haciendo? —El tipo del portapapeles ha vuelto. Y suena molesto.
Breeze está a su lado. Su sonrisa es de ensueño y me pregunto si habrá congeniado
con el tipo al que apuntó en el escenario.
—¿Estás lista para esto? —pregunta mi mejor amiga.
Aparto los ojos de The Kings y agradezco eternamente que Breeze los vea cuando
ya estoy camino del piano.
Oigo sus chillidos excitados y me imagino que el chico del portapapeles está siendo
atacado por sus espadazos. El brazo de mi mejor amiga se convierte en una tabla de paddle
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cuando se alegra.
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El piano cae en mi campo visual y siento la atracción como siempre. Una corriente
subterránea, similar a la que sentí cuando vi a aquel tipo entre bastidores, hace vibrar el aire
a mí alrededor. Excepto que este tirón no es violento; Es suave. Agua tibia sobre la piel
desnuda. La luz del sol besando mi palma. Envolvente. Susurrando que podría ahogarme y
gustarme.
Intenté con todas mis fuerzas resistirme a la llamada, sobre todo cuando mamá
descubrió que podía ganar dinero tocando música. Convirtió algo hermoso y precioso y lo
manchó con sus dedos de yonqui.
Aun así, incluso cuando la música me parecía sucia, me seguía cantando. Cavaba
bajo mi piel y me decía que nunca podría huir.
Siento cómo la falda se me ciñe a las caderas al sentarme detrás del piano. Es un
Steinman y estaría confusa, deslumbrada incluso, si no supiera que esto es Redwood Prep.
Por supuesto, tienen uno de los pianos acústicos más caros por ahí para que lo usen
alumnos cualquiera en su exhibición de fin de verano.
Levanto la tapa y paso los dedos por las teclas relucientes. Su peso me deja sin
aliento. He estado practicando con el teclado que saqué de una tienda de segunda mano.
Aquellas teclas sonaban como un juguete moribundo y el lecho de teclas era tan barato que
saltaba como una caja de sorpresas cada vez que lo tocaba.
Justo al salir del telón, un locutor grita mi nombre al público. Nadie aplaude. Ni
siquiera por educación.
No me conocen.
No me dan la bienvenida.
Respiro hondo y me tranquilizo. No importa. Nunca me conocerán. Mi verdadero
yo.
Y hay seguridad en eso.
No soy Cadence Cooper.
Con esta peluca roja y maquillaje pesado, soy más valiente que ella. Más fría. Y no
tengo que gustarle a esta audiencia, pero me respetarán. Escucharán lo que tengo que decir.
Se descorre el telón y se enciende un foco que me apunta a la cabeza. Siento el calor
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de la luz y oigo el barullo de los cuerpos agolpados frente al escenario.
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—¿Quién...?
—Si no sabes quién es Jarod Cross te voy a dar literalmente una bofetada en toda la
cara —amenaza mi mejor amiga.
La miro con el ceño fruncido. —Claro que sé quién es Jarod Cross. Lo que iba a
decir es que qué más da. Son un puñado de músicos ricos y con derechos con un padre
famoso. ¿Eso les da derecho a llegar tarde y retrasar todo el espectáculo?
Sí, todavía no lo he superado.
—Su padre es prácticamente el dueño de esta escuela. —Parpadea—. De todos los
de Redwood Prep, son los únicos que tienen derecho a hacer lo que quieran.
Un riff de guitarra eléctrica grita desde el edificio. Breeze se da la vuelta, con los
ojos brillantes. —¡Dios mío! ¡Están empezando!
—Adelante. Yo me voy ahora.
—¿Qué? —Su mandíbula cae decepcionada—. ¿No te vas a quedar? Te garantizo
que te va a encantar su set. Son increíbles.
—Viola está sola en casa —le digo. Mi hermana pequeña tiene trece años y va a
cumplir treinta y cinco, pero sigue sin gustarme que esté sola sin supervisión.
Le tiembla el labio inferior. —Vale, iré contigo.
No hay hueso en su cuerpo que quiera decir eso.
La suelto. —Está bien. Te quedas.
—¿En serio? —Chilla.
Asiento con la cabeza.
Breeze salta sobre mí y engancha su brazo alrededor de mi cuello. —¡La mejor
amiga del mundo!
La veo entrar corriendo y me giro hacia el extenso patio de Redwood Prep. El
colegio es tan grande como un campus universitario y el doble de distinguido.
Me arranco la peluca y vuelvo a ser la Cenicienta con harapos.
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Número Desconocido: Bonita peluca, Chica Nueva. Pero un consejo amistoso, es
posible que desees dejártela puesta hasta que se despeje el campus. Si no, no seré la única
que conozca tus secretos.
Número Desconocido: Llámame Jinx, por cierto. Bienvenida a Redwood Prep. Y
buena suerte. La vas a necesitar.
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—SEPTIEMBRE, UN MES ANTES—
—Lo entendiste mal. Aceptamos tu trato para cabrear a nuestro padre. No porque
seamos estúpidos.
Finn me llama la atención.
Sacudo la cabeza y le tiro el teléfono a mi hermano, que sigue murmurando sumas
de dinero y halagos vacíos.
Cojo la guitarra y me meto en el asiento trasero de la limusina, contento de tener un
hermano sensato dispuesto a enfrentarse a los codiciosos agentes musicales y a los
productores de discos con ojos de estrella.
—Sabemos quién es nuestro padre —dice Finn al teléfono, con un tono nervioso por
la impaciencia.
Como si alguien fuera a dejarnos olvidar.
Los hijos de Jarod Cross.
Eso y el símbolo del dólar es todo lo que cualquiera puede ver cuando nos mira. Por
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eso hemos decidido que nos importa un bledo perseguir la fama y hacernos un nombre.
Sólo nos tenemos el uno al otro y a la música.
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Se queda boquiabierto. —El Sr. Mulliez presionó para ello. Dijo que no era la
primera vez que el Sr. Pierce se metía en problemas y que ya le habíamos dado demasiada
libertad.
Un hilo de culpabilidad me revuelve las tripas. Sol ha sido difícil, claro. Pero esta
vez sólo se ha metido en líos porque nos echó la culpa aquella noche.
—Deberías haberme llamado. —Me meto un dedo en el pecho.
—No veo qué tiene que ver esta situación contigo. Fue el Sr. Pierce quien se coló en
la sala de profesores e intentó robar...
—No robó. La cámara de mi padre fue confiscada ese día. Nos pertenecía. La
estábamos devolviendo.
Coge un pañuelo y se seca el sudor de la frente. —Voy a fingir que no he oído eso.
—No, lo has oído —gruño—. Es usted un hombre inteligente, director Harris. Sabe
que Sol no habría irrumpido solo en la escuela.
—Tal vez. Por eso no voy a informar a tu padre de este incidente.
—Papá está demasiado ocupado para ocuparse de algo así. Está de gira. Lo que
necesites, lo tratas conmigo. —Inclino la barbilla hacia arriba—. Voy a suponer que este
asunto está aclarado. Le diré a Sol que puede volver a la escuela.
—Lo siento, Dutch. Alguien ya ha ocupado su lugar.
—¿Quién?
El director Harris sacude la cabeza. —No puedo decírtelo. —Frunce los labios.
Intuyendo que no conseguiré nada con él, salgo furioso del despacho.
En el pasillo, me topo con el Sr. Mulliez, el profesor de música basura que nos tiene
manía desde el primer día.
No pudo ser músico profesional, por eso tuvo que esconder el rabo entre las piernas
y volver a Redwood. Está obsesionado con el éxito de mi padre y se desquita con nosotros
tres.
—Dutch, has vuelto. —Me dedica una sonrisa amistosa que no basta para
convencerme de sus intenciones—. Supongo que te veremos más a menudo en clase.
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Paso de largo, ignorando sus palabras.
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Jinx nos dijo que 'Chica Nueva' había ocupado el puesto de Sol y el director Harris
lo confirmó.
No sé quién es 'Chica Nueva', pero está apartando a mi mejor amigo del lugar que le
corresponde. Ella está en mi camino. Y haré lo que siempre hago con las cosas que me
impiden conseguir lo que quiero.
Las destruiré.
Y no quedará un ladrillo en pie cuando termine.
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Alguien con un tipo de personalidad introvertido que asistirá a fiestas y reuniones sociales, pero
por lo general se distancia de la multitud y evitará activamente ser el centro de atención.
Las luces parpadean antes de apagarse del todo, sumiéndome en una oscuridad tan
densa que casi palpita. Me cae sudor en el ojo, a mitad del champú. Me muerdo el labio
inferior para contener mi grito de frustración.
Rick dijo que pagaría la electricidad este mes. Demasiado para nuestro buen
hermano que mantiene su palabra.
Este escenario me resulta familiar.
¿Nos da esperanzas para luego defraudarnos? Puede que no haya crecido con mamá,
pero la manzana no cae lejos del árbol.
La espuma es una sensación pegajosa que me recorre la cara. Me quito la humedad.
Me invade la ira, pero no va dirigida a Rick. Es una flecha envenenada que sólo puedo
clavar en mi propio pecho.
Soy una idiota por creerle.
En los últimos meses, nuestro hermano sorpresa demostró que puede llenar los
zapatos de mamá perfectamente.
Vale, eso es injusto.
Al menos Rick no nos roba el dinero de la compra para tener una cita a medianoche
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con el traficante de crack local.
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Me acerco a mi hermana y le tiro del pelo. —Bien. Una mansión suena bien.
—¿Verdad? —Ella sonríe con ternura.
—Puedes hacer todas las filmaciones de maquillaje y vlogging 2 de belleza que
quieras, pero asegúrate de hacer tus deberes primero.
—¿Cómo se supone que voy a hacer los deberes a oscuras?
Le doy un golpecito a la mesa donde está la única vela. —Aquí mismo. Es sólo por
esta noche. Pronto volverá la luz, tómatelo como una... —Esbozo una sonrisa— una
aventura de acampada. ¿Qué te parece? ¿No es genial?
—Increíble. —Pone los ojos en blanco, pero una pequeña sonrisa se dibuja en la
comisura de sus labios.
Le toco el teléfono. —Guardaré esto hasta que pueda llegar a mi habitación.
Sus ojos se abren de par en par. Sale disparada de la mesa y se abalanza sobre ella.
—No, no, no, no.
Las alarmas empiezan a sonar en mi cabeza. —¿Por qué no quieres que use tu
teléfono?
—I...
Muevo el dispositivo fuera de su alcance y hojeo las pestañas. —¿Qué hay aquí?
—Nada —me dice con culpabilidad.
Como si nada, un vídeo de nada menos que Zane Cross aparece en la pantalla del
teléfono de mi hermana. Está en un fondo oscuro con algún tipo de luz de ambiente que
refleja el blanco y da a su piel bronceada un brillo natural.
Y su piel brilla mucho.
Porque está desnudo desde arriba hasta las líneas en V que desaparecen bajo sus
pantalones de chándal caídos.
Zane lanza a la cámara una mirada lujuriosa. Sus ojos están a media asta y sus
labios brillan. Mientras mueve las caderas en un lento y ondulante balanceo, sincroniza los
labios: —Nena, sabes que eres la única a la que quiero. ¿Te gusta?
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—¡Dios mío! —Viola salta sobre mí, me arrebata el teléfono y lo acurruca contra su
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pecho.
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Videos en los que una personal se dirige directamente al usuario, y en algunos casos, comparte
pensamientos o impresiones privadas con ellos.
Estoy tan sorprendida que no sé ni cómo reaccionar. —¿Qué demonios es eso?
—No es lo que piensas, ¿vale?
—¡Ni siquiera sé qué pensar!
—No tengo sed de Zane Cross. —Ella hace una pausa y piensa en ello—. Bueno, tal
vez un poco sí. —Su voz sube de tono—. ¿Pero mirarlo? ¿Quién no lo haría?
Doy un paso amenazador hacia delante.
Ella retrocede unos centímetros. —Pero no es por eso por lo que estoy estudiando
sus vídeos. —Sus palabras se precipitan—. Necesito que mi canal de maquillaje crezca
rápidamente para poder monetizarlo. La mejor manera de hacerlo es colaborar con una
cuenta popular y ya que Zane tiene, como, un trillón de vistas y vas a la misma escuela,
pensé...
—Whoa. ¿Qué te hace pensar que ir a la misma escuela significa algo?
Sus grandes ojos marrones se clavan en los míos. —Él es un tercio de The Kings,
una de las bandas más calientes de la ciudad y ustedes probablemente estén a unas taquillas
de distancia el uno del otro.
—¿Y?
Ella arquea una ceja. —¿No los has visto por ahí?
—Ni una sola vez. —Sacudo la cabeza. No es que los esté buscando. Miré fijamente
a Dutch Cross a los ojos en el escaparate de la vuelta al cole, algo que rara vez hago. Pienso
evitarle especialmente a él. No puedo arriesgarme a que me reconozca.
Viola se queda boquiabierta. —¿No puedes presentármelo? Por favor. Me ayudaría
mucho.
Le arrebato el teléfono. —Los deberes. Ya.
Hace un mohín.
Me doy la vuelta. —Y ni se te ocurra ponerte en contacto con Zane. Una niña de
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trece años no tiene nada que hacer con ese tipo de contenido. Jamás.
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La madre de Sol no nos dejaba verle ni decirnos dónde estaba. Nos dolía porque
siempre nos había querido.
Solíamos sentarnos a su mesa sorbiendo tamales como si fueran bolsas calientes y
estropeando las conversaciones con nuestro lamentable vocabulario español.
Aprendimos a bailar salsa de su mano. Adquirimos una obsesión secreta por las
telenovelas dramáticas con la abuela de Sol. Asistimos a la fiesta de quince años de su hija.
Finn fue el elegido para escoltarla porque nadie confiaba en Zane para hacerlo y a mí no me
interesaba ponerme un traje azul brillante a juego con el vestido de la niña.
Pero a la señora Pierce se le apagó la luz de los ojos cuando nos vio en la puerta esta
mañana. No pudo sonreír, no había risas ni bienvenida. Vi en su mirada que piensa que
somos una mala influencia.
Y tiene razón.
Pero maldición. Eso no hace que duela menos. Tampoco hace que la culpa mejore.
Sol es de la familia. Lo metimos en Redwood Prep. Hizo coros en algunas de
nuestras actuaciones. Era el único amigo permitido en nuestra mesa durante el almuerzo. A
veces, la gente pensaba que éramos cuatro hermanos. La mayoría de los días, lo parecía. 37
Ralentizo el coche en nuestro lugar designado. No hay ninguna señal que lo
distinga, pero está claro que los Cross aparcan aquí.
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Zane y Finn tienen su propio juego de ruedas, pero siempre salen de la escuela con
una chica del equipo de animadoras. Por supuesto que no lo admiten. Le dicen a todo el
mundo que vamos en el mismo coche porque somos –ecológicos-.
Saco la mochila del asiento trasero, abro la puerta de una patada y apoyo las botas
en la acera.
Finn se une a mí, con los labios delineados.
Zane se pasa una mano por el pelo y muestra su frustración con el ceño fruncido.
Camino junto a mis hermanos en un silencio pensativo. El revuelo que provocamos
al subir las escaleras de Redwood Prep apenas penetra en mis sentidos.
Normalmente, puedo sintonizar con el parloteo, pero hoy es ruidoso. Llevamos un
mes fuera y los chicos han tenido tiempo suficiente para encontrar una nueva razón para
venerarnos.
Mientras caminamos por el pasillo, las miradas se clavan en nuestras espaldas como
imanes en el acero. Sin embargo, nadie se nos acerca. Saben que no deben cruzarse en
nuestro camino. Nos llaman engreídos. Nos llaman gilipollas y cabrones. Hemos tenido
demasiados –amigos- que han intentado acercarse pensando que era un billete de ida a la
Cruz de Jarod. Después de unas cuantas decepciones, hemos aprendido que es mejor
mantenernos al margen.
La única persona que consiguió demostrar que realmente nos cubría las espaldas fue
Sol. Y lo decepcionamos de la peor manera.
Finn se mete las manos en los bolsillos. —Dijiste que tenías un plan, Dutch.
¿Quieres iluminarnos ahora?
—No en el maldito pasillo —le gruño.
Finn me lanza una mirada sombría.
Me paso una mano por el pelo. Todos estamos nerviosos, pero no quiero ponerme
en contra de mis hermanos. Bajo el tono y lo miro. —Te lo diré en la sala de prácticas.
Él asiente.
—Hola, Zane. 38
—Hola, Finn
Página
—Hola, Dutch
Un coro de saludos brota de animadoras con faldas cortas. Corren por el pasillo, su
perfume floral llena mis sentidos.
Estoy bastante seguro de que hemos dado una vuelta con las mejores al menos una
vez. Aunque a Zane se le conoce por hacer doblete.
Las chicas de Redwood Prep no tienen problema en lanzarse sobre nosotros. La
mayoría de las veces, ni siquiera les importa cuál de nosotros están arrodillados delante.
Siempre y cuando puedan trabajar con uno de los Reyes, eso es todo lo que necesitan.
Me estoy haciendo viejo.
O tal vez sólo me estoy cansando.
De alguna manera, he dejado de ordeñar la atención de la manera Zane parece.
—Por cierto, recibí una llamada del manager de Bex Dane. Quieren que toquemos
en el Festival de Noviembre de este año. ¿Te interesa? —pregunta Finn.
—Me apunto. —Zane empuja sus labios hacia mí—. Pero nuestro melancólico líder
podría pasar por diversión.
—Están intentando seducirnos para que firmemos con ellos. Es tan obvio —digo.
Finn se encoge de hombros y asiente.
—Papá lo odiará. —Zane parece casi regocijarse.
—Si hacemos algo estúpido sólo para vengarnos de papá, entonces no seremos
mejores que él.
—Tiene razón —dice Finn.
—Lo sé. Odio cuando hace eso. —Zane suspira—. No te ofendas, Dutch. Pero a
veces tengo unas ganas increíbles de darte un puñetazo en la... cara.
Mi hermano mira boquiabierto a alguien que sale de clase. Finn y yo no necesitamos
girarnos para ver quién le ha comido la lengua a Zane. Pero lo hacemos de todos modos
porque apreciamos una buena vista y la que hace la señorita Jamieson vale la baba que
resbala por la barbilla de mi gemelo.
Una falda corta envuelve los muslos de chocolate dulce de la señorita Jamieson.
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Una blusa de seda nítida bajo una chaqueta negra encierra unas bonitas tetas que ganarían
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un diez sobre diez en los libros de cualquier hombre. Lleva el pelo rizado hasta media
espalda. Sus ojos marrones son penetrantes e imponentes, y su aspecto actual, rodeados de
sombra de ojos gris oscuro, la hace parecer atrevida e intocable.
Todo en ella es seductor. Es la profesora más sexy de Redwood Prep y camina
como si lo supiera.
También camina justo al lado de Zane, cuya cara está más sonrojada que un niño sin
protector solar.
Es triste la forma en que mi hermano no puede superar esa única noche con ella, una
noche que la señorita Jamieson se aseguró de calificar de –error- cuando descubrió que
Zane era apenas legal y estudiante en su nueva escuela.
Desde entonces, ella finge que él no existe y Zane finge que coquetear con ella es
sólo una estratagema para hacerla enojar.
—Señorita Jamieson —dice Zane, soltando la sonrisa practicada que suele llevar a
una chica a ponerse de espaldas.
—Sr. Cross. —Nuestra profesora de Literatura se detiene frente a él, la única señal
de su incomodidad es la forma en que aprieta las manos sobre sus libros—. Veo que tú y
tus hermanos han vuelto de la gira.
Zane le sostiene la mirada y se acerca. —¿Me has echado de menos?
Sus labios se curvan, pero no es la sonrisa de una animadora crédula o una fanática
que está cegada por la buena apariencia de Zane. Es una sonrisa educada, de labios
apretados, con un trasfondo de fastidio.
—Te he echado de menos tanto como tú probablemente has echado de menos hacer
los deberes. Que —levanta un dedo— por cierto, todavía tienes que entregar los informes a
final de mes.
Zane se acerca a ella. Sus ojos recorren su rostro como si intentara grabarlo en su
memoria. Sus labios se curvan. No oculta lo mucho que le gusta lo que está viendo.
No sólo eso.
No oculta lo mucho que desea estar cerca de ella.
No estoy acostumbrado a ese destello de afecto en su mirada. Zane nunca deja que
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nadie se acerque lo suficiente como para meterse bajo su piel.
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a una profesora antes que a todas las mujeres fáciles a las que les encantaría ser perseguidas
por él.
—Aunque te graduaras mañana, nunca volverás a tocar eso —digo, cerrando la
mandíbula de Zane y apartándolo antes de que se estrelle contra una taquilla abierta.
Me gruñe. —¿Quién ha dicho que quiera?
Finn se limita a sonreír disimuladamente.
Zane levanta la barbilla. —Ella no me importa.
—¿No? —pregunto.
—¿Ni siquiera un poco? —se burla Finn.
—Mira. —Se señala los pantalones—. Ya lo he superado, no hay nada. No hay
acción.
Resoplo y empujo a Zane. —Nadie quiere ver eso, pervertido.
—Hablo en serio. —Se pavonea hacia delante—. De todas formas, ¿quién querría
una profesora que le pega al culo? ¿Honestamente?
—Parece que alguien quiere —dice Finn.
Zane se da la vuelta y casi choca con nuestro hermano. —¿Qué?
—Se dice por ahí que tiene novio. Un tipo en un Lambo la recogió la semana
pasada. Al parecer, se veían bien.
—¿Cómo lo sabes? —Las fosas nasales de Zane se encendieron.
—Alguien pagó a Jinx por la información. —Finn ladea la cabeza—. Parece que no
eres el único alumno de Redwood al que le gustaría tirarse a nuestra profesora de
Literatura.
Zane se gira completamente, con los ojos clavados en la señorita Jamieson. Está en
el pasillo hablando con un alumno. Su risa resuena por encima del parloteo y el ruido de
pasos.
El cuerpo de Zane se tensa y se le sale una vena antes de respirar hondo.
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—No importa. Como ya he dicho. Me da igual.
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La chica nueva.
Reconozco su cara por las pocas fotos borrosas que he conseguido encontrar en las
redes sociales, pero la chica que tengo delante es mucho más atractiva en la vida real que en
la pantalla.
Piel pálida, cintura delgada, buenas tetas. Tiene esa belleza fresca de ojos grandes e
inocentes y cara redonda. La falda que lleva es demasiado corta para sus largas piernas y el
pecho le oprime la blusa.
La ropa ajustada no parece ser para llamar la atención. Está encorvada en la silla y
no mira a nadie a los ojos, como si quisiera pasar desapercibida. Es un extraño contraste de
inocencia y sensualidad. Fría y ardiente. Seductora y distante.
Odio darme cuenta.
Odio que mis pantalones empiecen a apretarme.
Sólo empeora cuando veo su boca.
Esos labios carnosos son deliciosos. La parte de abajo es mucho más grande que la
de arriba. Rellenos. Rosados. Hechos para el pecado.
Exactamente como la pelirroja.
Maldita sea.
¿Estoy tan obsesionado con la chica misteriosa que todas las chicas empiezan a
parecerse a ella?
—Muy bien, chicos —nuestro profesor de álgebra entra en el aula— si son tan
amables de buscar sus asientos. La clase está a punto de empezar.
Me sobresalto un poco y me dirijo a un pupitre en medio de la clase.
Finn y Zane están justo detrás de mí.
—¿Qué estás mirando? —pregunta Finn en voz baja.
Me retuerzo en el asiento y señalo a la Chica Nueva con la barbilla. —A ella. 44
Chica Nueva levanta la vista y nos descubre a los tres mirándola. Se le pone la cara
colorada y se pone rígida al instante. Se da la vuelta como si fuéramos Medusa, se cubre la
Página
—Ya está. Tenemos la habitación para nosotros solos —dice Zane con suficiencia.
Balancea la pierna sobre la silla que tengo delante y la monta hacia atrás.
Finn se inclina hacia mí. —Cuéntamelo, Dutch. ¿Qué pasa entre tú y la chica
nueva?
Les miro de frente. —¿Recuerdas el mensaje de Jinx sobre Mulliez poniendo a
alguien en el lugar de Sol?
Asienten.
—Ella es la razón por la que Sol no puede volver a Redwood.
Las preguntas saltan a la vida en sus ojos.
Finn cruza los brazos sobre el pecho. —¿Ella es la que ocupó su lugar?
Levanto la barbilla una vez.
Zane aprieta la mandíbula. —Esa b...
—Si la sacamos, Sol puede volver.
—Eso si los padres de Sol quieren que vuelva —señala Finn.
La culpa se retuerce de nuevo en mi interior, pasando a primer plano. Sol pagó el
pato por nosotros. No hay otra opción que devolverlo al lugar que le corresponde.
—Claro que quieren que vuelva —dice Zane con seguridad.
Finn se frota la barbilla. —Esto no me gusta. Sol habría encontrado la forma de
ponerse en contacto con nosotros si hubiera podido. Hay algo que no sabemos.
—¿Crees que Jinx sabe dónde está? —pregunta Zane.
Lo miro de reojo. —¿Confías en Jinx ahora?
—Tiene ojos en todas partes. Quizá esos ojos se extiendan hasta Sol.
—Vale la pena intentarlo —Finn está de acuerdo.
—Contactar con Sol viene después. Primero tenemos que ofrecerle algo. —Dudo un
momento antes de contarles mi plan a mis hermanos—. Quiero echar a Chica Nueva de
46
Redwood Prep y necesito de su ayuda.
Página
Dutch: Desentierra el mayor pedazo de suciedad sobre Chica Nueva que tengas.
Estoy dispuesto a pagar.
Jinx: Oh-ho. ¿Qué ha hecho Chica Nueva para sacar de quicio a los reyes de
47
Redwood?
Página
atención de la rubia -bola de demolición- y sus secuaces. Apenas me miran de reojo antes
de dejarme de lado.
Respiro aliviada. Hasta ahora he conseguido pasar desapercibida, tal y como le
prometí a Breeze. No hablo en clase. No me he apuntado a ninguna actividad extraescolar.
Y, por supuesto, no hablo con nadie.
Al principio, la gente sentía curiosidad porque yo era nueva y todo eso. Pero, con mi
plan cuidadosamente trazado, me han adjudicado la etiqueta de –perdedora- y me han
abandonado a mi suerte.
Estaba segura de que el resto del último año sería coser y cantar.
Entonces aparecieron Los Reyes.
Mis esperanzas de un semestre sin problemas se derrumbaron cuando los tres dioses
de Redwood Prep entraron ayer en Álgebra.
No llevaban coronas ni túnicas, pero bien podrían haber sido de la realeza por la
forma en que todo el mundo respondió a ellos. Parecía que toda la clase iba a dejar de
respirar si ellos daban la orden.
Me dije que no me asustara. Supuse que no prestarían atención a la insignificante
chica nuevo del fondo.
Entonces un par de ojos color avellana fundido me acuchillaron en las tripas.
Y mi mundo se hizo añicos.
Había dureza en la mirada de Dutch, un odio que no parecía merecido. Estaba
segura de que aquella mirada intimidatoria iba dirigida a otra persona.
Pero más tarde, en clase, me fijé en que Dutch hablaba con sus hermanos. Zane y
Finn tenían la cabeza inclinada hacia él. De repente, se giraron al unísono. Me estaban
mirando. Me miraban fijamente.
Fuera lo que fuese de lo que estaban hablando, estaba claro que me afectaba.
Intenté esconderme detrás de mi libro de texto, pero no pude evitar la sensación de
que me reconocían. 49
Desde ayer, tengo un nudo en el estómago.
Página
perfectos brillar a la luz del sol, sé que no es sólo hermoso. Es totalmente peligroso. Un
rompecorazones en movimiento. Un destructor de almas. Y yo no debería estar cerca de
ellos.
Se están acercando y si levantan la vista en cualquier momento, me verán. Tropiezo
hacia atrás y me meto en el baño.
Miro por el cristal de la ventana para comprobar que mi huida ha pasado
desapercibida. Los chicos no aflojan el paso ni siquiera cuando las animadoras les siguen
con impaciencia.
Desde la seguridad del baño, observo sus perfiles. Los hermanos Cross. Los Reyes.
Adecuado, como la realeza, podrían tener a cualquiera de la tierra si quisieran y está claro
que les importa un bledo el privilegio.
—Gracias a Dios, se han ido —susurro, marchitándome contra la puerta.
—Chica lista. —Una voz resuena en el baño.
Me doy la vuelta.
Una chica de más o menos mi edad, con los ojos delineados y una chaqueta negra
sobre el uniforme del colegio, enciende un mechero y se queda mirando la llama.
—¿Perdona? —Me tiembla la voz.
Ella ladea la cabeza sin dejar de mirar el fuego. —Que algo sea bonito no significa
que no pueda quemar tu mundo.
Parpadeo inestable. —Eh...
—Ah, por cierto. Se te ha saltado un botón. —Me señala la camisa.
Miro hacia abajo y me doy cuenta de que tiene razón. Con un grito ahogado, me
retuerzo y agarro la tela. —Gracias. No me había dado cuenta.
La comisura de sus labios se tuerce. Sin decir nada más, pasa a mi lado y sale del
baño.
Aparto la mirada de la extraña chica y la dirijo a mi reflejo en el espejo. Tengo el
pelo largo, casi hasta las nalgas; No he tenido ocasión de cortármelo. Mis ojos son
marrones y mi cara es un poco demasiado redonda para ser llamativa.
51
Mi aspecto corriente es directamente responsable de mi capacidad para pasar
Página
desapercibida en Redwood. Pero eso podría cambiar si la gente se da cuenta de que llevo
uniformes desgastados y usados.
Tanteo el hueco de mi camisa. Qué vergüenza. Por desgracia, no puedo hacer nada.
En la oficina sólo tienen ropa de mi talla.
Como he tenido que pedir dinero prestado a Breeze para que me devolviera la
electricidad, no puedo encargar ropa nueva de Redwood.
Pensando rápidamente, saco un alfiler de los rincones polvorientos de mi mochila
escolar y cierro el hueco. Eso tendrá que funcionar por ahora hasta que pueda localizar un
botón junto con una aguja e hilo.
El corazón me late con fuerza cuando empujo la puerta para abrirla. Miro a ambos
lados para asegurarme de que los Reyes se han ido y me apresuro a ir a mi siguiente clase.
Por suerte, la siguiente es música. Empujo la puerta y veo a un hombre de mediana
edad con un chaleco de jersey, hojeando las páginas de un libro de partituras.
Cuando me aclaro la garganta, el Sr. Mulliez levanta la vista y sonríe.
—Cadence. —Asiente con la cabeza, con su espesa melena suelta hacia delante—.
¿Qué haces aquí?
Miro fijamente las sillas vacías. —¿Dónde está todo el mundo?
—Es el día de la Teoría No Convencional. Su tarea es salir y hacer música usando
cosas que hay por la escuela y que no consideramos instrumentos. —Sus gafas se deslizan
por la nariz y levanta la barbilla para volver a moverlas en su sitio.
Me rio y me rasco el bolso con una uña. —¿Tu idea?
—Mi idea. —Mueve la cabeza y le brillan los ojos.
—¿Por qué no me sorprende? Sólo a ti se te ocurriría algo tan fuera de lo común.
El Sr. Mulliez cruza los brazos sobre su americana a cuadros. Afuera hace treinta
grados, pero él no parece sudar. —Estar dentro de la caja es aburrido. Deberías saberlo —
se inclina hacia delante— señorita Sonata Jones.
Un rubor me sube por la nuca.
52
—Además —agita las manos— es esta mente brillante la que te metió en Redwood
Página
Prep. No lo olvidemos.
Tiene razón. Le debo el haber sido mi defensor y el haber conseguido mi beca aquí.
Venir a Redwood Prep venía con un montón de reglas estrictas sobre mi conducta y
mis notas, pero también incluía un generoso estipendio de trabajo. Lo utilicé para pagar la
mayor parte de los gastos escolares de Viola.
—No sabía que no íbamos a tener clase —le digo, dando un paso atrás—. ¿Cuándo
hay que entregar la tarea de Teoría no convencional?
—Deberías haber recibido una notificación al respecto. —Me señala el móvil—.
¿No tienes instalada la aplicación de la escuela?
Levanto la pantalla y navego hasta la elegante aplicación de Redwood Prep. —Mi
teléfono es muy viejo. Últimamente no recibo muchas notificaciones.
Él asiente y me estudia, frotándose la barbilla bigotuda. —Hay algo de lo que quería
hablarte.
Esto no puede ser bueno.
Esto no puede ser bueno.
Me pongo rígida. —¿Pasa algo?
—No, no. Nada malo en sí. —Hace un gesto con la mano—. Como me pediste, te
cambié el nombre en el showcase y te permití actuar como otra persona. Dijiste que era la
única forma de superar tu miedo escénico.
Levanto la barbilla, con una sensación de inquietud en el estómago.
El Sr. Mulliez da un golpecito en su mesa. —Acordamos que trabajaríamos sobre
ese miedo tuyo. Sin embargo, no te he visto presentarte voluntaria para tocar en clase ni
participar en ninguna actividad musical, ya sea como tú misma o como un alter ego.
—He estado ocupada —tartamudeo.
—Has estado corriendo. —Se endereza y camina hacia mí—. Cadence, desde la
noche en que te oí tocar por primera vez, supe que tu enfoque de la música era... diferente.
Ves patrones en lugares donde nadie más buscaría para encontrarlos. Entretejes historias en
cada nota. Es algo especial, algo extraordinario. Por eso me acerqué a ti y te ofrecí estudiar
53
en Redwood Prep. No era para que pudieras mezclarte. Era para que pudieras sacudir las
Página
cosas.
Recuerdo aquella noche con claridad. Cuando el Sr. Mulliez se acercó por primera
vez a mi piano, pensé que iba a hacerme una proposición como hacían muchos de los
sórdidos clientes del salón de lujo.
En lugar de eso, cambió mi vida. Fue lo primero bueno que me pasó desde que
mamá nos dejó solas a Vi y a mí.
Nunca pensé que tendría la oportunidad de matricularme en una escuela como
Redwood Prep. Mucho menos en un programa de música apoyado por nada menos que la
leyenda de la música Jarod Cross.
—Lamento decepcionarlo, Sr. Mulliez. De verdad. —Miro al suelo—. Pero no
quiero agitar las cosas. Lo único que quiero es graduarme, poner Redwood Prep en mi
currículum y conseguir un trabajo mejor pagado. Quiero que mi hermana tenga un techo y
comida en el estómago. Quiero tener una vida normal con problemas normales.
Sus ojos se abren de par en par y me mira con simpatía.
Hago como que no me doy cuenta. —No quiero cambiar a Redwood. No quiero ser
el centro de atención. No quiero nada de eso.
Suspira pesadamente. —Lo entiendo, Cadence. —Sus labios se arquean, pero
parece que le cuesta sonreír—. Ya te he entretenido bastante. —Levanta la barbilla hacia la
puerta—. Empieza a trabajar en tu tarea.
—Lo haré. —Doy unos pasos hacia la puerta. Luego me detengo y retrocedo—. Sr.
Mulliez, puede que no lo parezca, pero le agradezco mucho todo lo que ha hecho por mí.
—Ni lo menciones. Yo, como dicen los niños, te cubro las espaldas. —Se golpea el
pecho dos veces y luego me hace el signo de la paz.
Resoplo. —No vuelvas a hacer eso.
Se ríe y me echa.
Empujo la puerta y mi sonrisa se tambalea. La culpa se retuerce en mi pecho como
un cuchillo. El Sr. Mulliez me sacó de mi desesperada existencia y me dio un nuevo
comienzo. Odio no poder cumplir lo que espera de mí, pero me costaría demasiado superar
mi miedo escénico y lucirme delante de Redwood.
No puedo hacerlo.
54
Lo que sí puedo hacer es entregar el mejor trabajo de Teoría Musical No
Página
Convencional que Redwood haya visto jamás. Sólo para dejar claro por qué mi beca
merecía la pena.
Salgo e inclino la cara hacia el sol en busca de inspiración. Los jardines de
Redwood Prep son como sacados de una fantasía. El césped se extiende a lo largo de
kilómetros, con muchos árboles y bonitos bancos de picnic a la sombra.
Doy un paso adelante cuando siento una presencia detrás de mí. Una voz como de
seda cruda susurra: —Chica nueva.
Me sobresalto cuando miro por encima del hombro y veo a Dutch, Zane y Finn
rodeándome. Mi lengua se vuelve pesada e instantáneamente retrocedo.
—¿Quieres que trabajemos juntos en el encargo de Mulliez? —me ofrece Finn.
Se me cae la mandíbula al suelo. —¿Qué?
—La mayoría de los chicos ya han elegido sus grupos —dice Zane con facilidad. Su
voz es mucho más ronca que la de su gemelo. De cerca, puedo ver aún más diferencias
entre él y Dutch.
Mientras que Dutch parece capaz de apalear a alguien hasta la muerte si le enfada lo
suficiente, Zane parece capaz de sonreír incluso cuando clava el cuchillo en el pecho de su
víctima.
Dutch es melancólico, oscuro y hosco, mientras que Zane emite vibraciones de -
alma de la fiesta-. No sólo sabe divertirse. Él es la diversión. A diferencia de su gemelo,
que le quita la vida a cualquier habitación en la que entra.
Finn es difícil de entender. No arrastra una oscura nube de fatalidad como Dutch,
pero no es tan salvaje y ruidoso como su hermano.
Hay algo frío y calculador en la forma en que Finn me observa. Una embriagadora
mezcla de moderación y crueldad se esconde bajo la superficie, como si pudiera ser peor
que sus hermanos si quisiera, pero decidiera no tomar ese camino.
Zane levanta una mano y se la pasa por el pelo perfecto, listo para un champú
comercial. Los anillos de sus dedos brillan a la luz del sol. —Necesitamos un cuarto
miembro. 55
—¿En tu grupo? —Me quedo boquiabierta.
Página
Dutch frunce el ceño. —¿Por qué demonios íbamos a pedirte que te unieras a
nuestra banda?
Entrecierro los ojos. No tenía por qué parecer tan ofendido.
Me devuelve la mirada. Si cambiara su elegante uniforme por unas espuelas y una
pistola, Dutch encajaría perfectamente como un pistolero del Oeste. O tal vez incluso un
gladiador.
Su presencia es intensa, casi abrumadora. Es más o menos del mismo tamaño que
sus hermanos, pero su energía lo hace parecer más grande. Como un toro a punto de
empalar a un espectador inocente.
La mirada de Dutch desciende, imperceptiblemente, hasta mis labios y se queda
mirándolos como si quisiera conocer cada centímetro lo suficiente como para trazarlo en
sueños.
Afuera hace mil grados, pero se me ponen los brazos de gallina.
Seguimos mirándonos fijamente.
Me niego a romper su mirada para demostrar algo.
Él tampoco aparta la mirada.
Zane se ríe. —¿Ya se han mirado? Chica Nueva, no hemos obtenido respuesta.
Aparto la mirada de Dutch para centrarla en los otros dos miembros de Los Reyes.
No entiendo por qué necesitan un miembro más para esta misión.
En primer lugar, Mulliez lo hizo sonar como si fuera un trabajo en solitario.
Segundo, son tres. Y han dejado bastante claro que no necesitan a nadie más.
Mis pensamientos comienzan a girar. ¿Por qué me están señalando? ¿Me reconocen
del escaparate? ¿Es una trampa?
La parte más racional de mi cerebro sale a jugar. Quizá le estoy dando demasiadas
vueltas. Han faltado durante el primer mes de clase, así que tiene sentido que vayan
retrasados en el trabajo en grupo. Y no tengo ni idea de cómo funcionan las cosas en
Redwood Prep. Es totalmente plausible que necesiten un extra para la tarea.
Lo que no es plausible es que quieran trabajar conmigo. 56
—No lo sé.
Página
hagámoslo.
Zane me sonríe. Su sonrisa me derrite las bragas y no me sorprende que, de los tres
magníficos rockstars, sea el que tiene fama de playboy.
Zane me pasa un brazo por el hombro. —Dime, Chica Nueva, ¿tienes un nombre de
verdad?
Un destello de algo oscuro pasa por los ojos de Dutch, pero desaparece en un
parpadeo.
—Cadence. —Me pongo de lado de Zane para salir de su alcance—. Cadence
Cooper.
—Cadencia ¿Como la cadencia de una canción? —Finn pregunta.
—Sí. Mi padre era músico. Mamá lo dejó elegir nuestros nombres; A mí me llamó
Cadence y a mi hermana, Viola. —Mis ojos se clavan en Dutch. No dice nada, pero aprieta
y afloja la mandíbula.
Me invade un presentimiento, pero lo alejo. No les he hecho nada, ni a nadie. He
sido invisible en este instituto durante un mes entero, sin meterme en el camino de nadie ni
ocuparme de nada que no fuera mío. No tienen ninguna razón para buscarme y hacerme
daño.
—¿Parece que la música está en la familia? —Finn dice.
—Eh... sí. Supongo que se podría decir que lo llevo en la sangre.
—¿Tu madre también es músico? —pregunta Finn.
—No, no exactamente. —Papá me dio todos los rasgos buenos. Mamá me
transmitió sus vicios como una enfermedad hereditaria.
Ahora estamos en el pasillo y, aunque está abarrotado de estudiantes, parece como
si alguien hubiera pulsado –pausa- en una película. Nadie se mueve ni parpadea. Todos nos
miran a mí y a los Reyes como si fuéramos alucinaciones.
El calor me atraviesa el pecho y lucho por parecer indiferente. Ayer vi cómo
reaccionó la clase ante Dutch y sus hermanos. Y lo he vuelto a ver antes en el pasillo.
Ellos no se alteran por la atención, así que debería fingir que yo tampoco. Aunque
este sea el momento más incómodo de mi vida.
58
—¿Estabas en el escaparate? —pregunta Zane, llevándome por otro pasillo.
Página
59
Jinx: Esta es gratis, Chica Nueva. Un rey nunca se casará con su concubina. No
cruces ninguna puerta creyendo que es tu -felices para siempre-. El único camino frente a
Página
corro, Zane y Finn podrían atraparme. Son delgados y poderosos. No les costaría mucho
arrastrarme de vuelta.
No puedo escapar de ellos.
No puedo hacer nada más que abrirme paso luchando.
—¿Quién demonios eres tú para decirme que me vaya? —grito. Pero la mordacidad
se pierde en mi tono cuando me alejo.
La mano de Dutch se levanta y me agarra del brazo. Su agarre es fuerte. Aunque no
me aprieta tanto como para causarme dolor, es suficiente para demostrarme que podría
romperme si quisiera.
Todo el cosquilleo que había sentido por él cuando nos conocimos fuera desaparece,
sustituido por una furia palpitante. Me tendió una trampa. La amabilidad, la oferta de
trabajar juntos, querían atraerme aquí.
Es diabólico. Es cruel. No tengo que adivinar a qué hermano se le ocurrió la idea.
—¡Suéltame! —Peleo con él, agitando los brazos y luchando por escapar de su
agarre.
—Cuidado, chica nueva. —Me da un tirón y mi falda se agita alrededor de mis
piernas. Miro hacia atrás, sin aliento, y me doy cuenta de que he estado a punto de chocar
contra su brillante guitarra.
Dutch me empuja hacia delante y choco contra su pecho. Sus ojos recorren mi cara.
—Todos sabemos que no habrías podido pagarte la matrícula de no ser por el dinero de
nuestra familia. Tuviste la oportunidad de vivir al otro lado durante un tiempo. Eres
bienvenida. A cambio, todo lo que pedimos es que te retires bien y en silencio. Puedes
hacerlo, ¿verdad?
Mis fosas nasales se inflaman. Una cosa es hacer demandas ridículas de la nada.
Otra es despreciarme porque soy pobre. ¿Quién demonios se cree que es?
Levanto la barbilla. —¿Y si no lo hago?
—Si no lo haces -sus labios se mueven sobre los míos, tan cerca que puedo oler su
aliento con aroma a canela-, mi misión personal será destruirte.
Sus ojos son fríos como piedra. Habla en serio.
62
Su ardiente antagonismo roza lo más profundo de mi alma. La parte de mí que cree
Página
conocido a estos chicos en mi vida. Incluso si los hubiera conocido, habría pasado de largo,
sabiendo que no soy más que una mota de suciedad en sus mundos perfectos y prístinos.
—Sólo hay una respuesta correcta —me dice Dutch al oído—. Déjame oírla, Chica
Nueva.
—¿De verdad crees que puedes doblegarme? —exclamo.
Una comisura de sus labios se tuerce.
Cierro los dedos en puños y se los lanzo. Me rodea las muñecas con los dedos y me
hace retroceder. Me doy contra la pared con tanta fuerza que se me escapa la respiración.
Su cuerpo se aprieta contra el mío. Hasta que puedo sentirlo entero. Hasta que su
peso prácticamente se hunde en mí.
Se inclina hacia abajo. Las palabras que pronuncia golpean mi cuello como
pequeñas dagas. La mordedura de un vampiro. —No me excites con la idea de una pelea,
Chica Nueva. Estoy intentando con todas mis fuerzas acabar con esto ahora.
—Dutch. —La voz de Zane suena detrás de nosotros.
Finn se levanta de su silla.
Los hermanos tienen un aspecto sombrío y formidable.
Me suelta y me tambaleo contra la pared, con una mano en el pecho mientras el
corazón me golpea las costillas.
Miro hacia arriba a través del flequillo que me cae delante de la cara. Dutch está
merodeando delante de los instrumentos y me mira con desdén. Apenas soy humana para
él. Apenas digna de respeto.
Se me saltan las lágrimas, pero me niego a dejarlas caer. Con lo que me queda de
dignidad, cierro el agujero de la camisa con un alfiler.
Desde que era una niña que crecía en las sombras de la pobreza, siempre estuve
desesperada. Jadeando por aire, por una oportunidad de ser libre. Con mamá colgada y mi
hermana pequeña buscándome para comer, no tuve más remedio que llevar mi pobreza en
la manga.
Había algunos en mi barrio que podían ocultar el hedor del abandono y la
desesperanza, pero yo no era uno de ellos. Llevaba mi dolor como una insignia alrededor
del cuello y mantenía mi quebranto a flor de piel.
64
Por eso me alegré tanto cuando me enteré de que Redwood Prep todavía usaba
Página
uniformes. Por fin podría pasar desapercibida y ser algo parecido a la normalidad.
Finalmente, la gente no sería capaz de mirarme y saber. Saber que los brazos de mamá
estaban llenos de marcas de agujas. Saber que nuestras camas fueron colchones inflables
durante la mayor parte de mi infancia. Saber que las comidas calientes eran una mercancía
y que el agua caliente era un unicornio mágico que existía en los libros de cuentos.
¿Dejar Redwood Prep?
Pienso en Viola y en su emoción cuando se enteró de que había entrado en
Redwood.
—¿Tienes que estar bromeando? Qué guay. Tienen a los chicos más guays. Sigo
todos sus canales de maquillaje.
Se le rompería el corazón al verme abandonar el castillo en las nubes, no sólo con
las manos vacías, sino como una desertora.
Gracias a Redwood, mi hermana tiene la misma esperanza que yo. Una salida. Un
camino diferente. Una que no tenía nada que ver con vender su cuerpo o sus sueños para
rascar el fondo del barril en busca de oportunidades.
Significa demasiado. Redwood. La beca. Significa todo. Y no dejaré que Dutch
Spawn-of-Evil Cross me la quite de las manos.
—No me importa lo que hagas —grito con voz ronca— no me iré de Redwood a
menos que se lleven mi cadáver frío.
Su risa siniestra es lo último que espero, pero sale de su boca y, de alguna manera,
es más aterradora que cualquiera del ceño fruncido y las miradas que la precedieron.
La risa me dice que no le preocupa lo más mínimo. Me dice que soy un ratón frente
a un león, uno cuya muerte es inevitable y que jugará con su comida hasta que se aburra.
El peso de lo que me espera me aprieta cuando veo a Finn y a Zane trotar hacia
Dutch y flanquearlo a ambos lados. Forman una imagen formidable con sus anchos
hombros, sus largas piernas y sus rostros fríos y hermosos.
—A ver cuánto aguantas. —Mira a sus hermanos—. Le he dado una oportunidad.
¿Están satisfecho?
Finn inclina la barbilla.
65
Zane frunce el ceño.
Página
Sus ojos color avellana se clavan en mí. —Que sepas que primero te lo pedimos
amablemente. —Da un paso adelante, sus zapatillas besan las mías—. Bienvenida a
Redwood Prep.
Si no estuviera segura de que sus hermanos me bloquearían, cogería su guitarra y se
la partiría en la cara.
En lugar de eso, levanto la barbilla y paso junto a ellos. Me dejan, no me persiguen
ni siquiera cuando abro la puerta de golpe y salgo. Los alumnos se paran en seco cuando
me ven salir de su aula privada. Se oyen jadeos de asombro como estallidos de fuego.
¿Qué hacía ahí dentro?
¿Está saliendo con uno de los Reyes?
¿Quién es esa chica? Nunca la había visto.
Sus susurros me persiguen mientras me alejo de la guarida del Rey y avanzo por el
pasillo como una posesa.
¿Acaba de ocurrir? ¿O ha sido una pesadilla sacada directamente de una novela de
terror?
No, no, no.
Sigo corriendo hasta que me fallan las piernas y lo único que puedo hacer es
hundirme contra una taquilla.
El pánico da paso a la racionalización. Ahora que estoy a la luz del sol, ahora que
me siento a salvo, busco una explicación.
Quizá iban de farol. Tal vez, si agacho la cabeza y me aparto de su camino, se
olvidarán de la diana que me han puesto en la espalda. Encontrarán a otro a quien
atormentar.
Mi corazón se hincha de esperanza y me aferro a ese hilo como un pájaro que se
ahoga.
Como si escuchara mis débiles plegarias, se produce un alboroto en el pasillo.
Los teléfonos empiezan a sonar.
El sonido del ping retumba como un gong y llega hasta mí con fuerza.
66
El movimiento se detiene.
Página
Gafe: Todos los peones caen primero. ¿Todavía no quieres jugar, Chica Nueva?
Cadence: ¿De dónde demonios sacó Dutch esas fotos? ¿Fueron tuyas?
Jinx: Cambia un secreto por un secreto. Entonces lo contaré.
68
Página
Estoy furiosa cuando abro la puerta de un tirón y entro en el desordenado
apartamento. Nunca olvidaré la cara que puso el Sr. Mulliez cuando corrí a la sala de
música y vi que lo llevaban al despacho del director como a un delincuente.
“Todo va a salir bien, me dijo”.
Incluso en ese horrible momento, estaba más interesado en consolarme. Como si
todo esto no fuera culpa mía.
Tiro la mochila al suelo, me agacho y grito como una loca.
Normalmente, comprobaría que Viola no está en casa antes de liberar mi
frustración, pero no puedo contener mi rabia. Hoy me he encontrado cara a cara con un
vórtice frío y despiadado envuelto en la cara de un dios. Tres de ellos, de hecho.
Y apenas sobreviví.
Ahora mismo, estoy en estado crítico. Mi corazón pierde sangre y es todo lo que
puedo hacer para coserme y poder afrontar otro día.
El sudor me corre por el cuello y se acumula bajo la camisa. Levanto el móvil.
Todavía no hay ninguna notificación nueva en la aplicación de la escuela. No es que la foto
siguiera ahí aunque yo tuviera acceso. Apuesto a que el colegio borró esa foto de los 69
registros lo antes posible.
Página
El Sr. Mulliez tiene que estar bien, ¿verdad? Explicará que la foto estaba fuera de
contexto. Les dirá que sólo estuvimos en el salón esa noche para hablar de mi beca. Todo
saldrá bien.
Camino a lo largo de mi estrecho salón, pasando junto a los estuches de maquillaje
de droguería esparcidos por el suelo, junto a mi piano barato y el preciado espejo luminoso
de Viola.
Intento no hiperventilar, pero creo que no lo consigo. Toda la reputación del señor
Mulliez podría quedar destruida y todo por mi culpa.
“Realmente disfrutaría la oportunidad de quebrarte”.
No esperaba que Dutch me golpeara tan fuerte. Él sí que sabía dónde encontrar un
lugar que doliera.
¿Cómo puede alguien ser tan cruel?
Llaman a la puerta en ese momento.
No pueden ser Viola o Breeze. Viola tiene llave y Breeze gritaría -zorra, estoy en
casa- para que la oyera todo el vecindario.
Ahora mismo no estoy de humor para recibir a vendedores a domicilio, grupos
religiosos o visitas, así que ignoro los golpes.
Vuelven a llamar, esta vez con más insistencia.
Me dirijo a la puerta y la abro de un tirón. —¿QUÉ?
—Vaya. —Un hombre apuesto me mira. Sus ojos de chocolate se clavan en los
míos—. Cálmate, pequeño rottweiler.
—Vendas lo que vendas, no quiero nada de eso —suelto, empezando a cerrar la
puerta.
Él asoma la cabeza. —Espera, soy Hunter Scott, un amigo de Rick.
Al oír hablar de mi hermano, se me cae la mano. No he sabido nada de Rick desde
que me dijo que no éramos su responsabilidad. Supuse que nunca volvería a saber de él.
—¿Rick te envió? 70
—No exactamente. —Hunter me muestra una sonrisa atractiva. Las líneas de la risa
se forman alrededor de su boca, dándole un aspecto accesible y cálido—. ¿Puedo pasar?
Página
—No, no puedes —le digo con firmeza. Tener una madre drogadicta me enseñó
muchas cosas. Por ejemplo, que invitar a un desconocido a casa cuando estoy sola puede
hacer que me meta la mano en el muslo.
Una botella rota en la cabeza detuvo lo que podría haber sido un desastre, pero fue
una lección que no necesitaba aprender dos veces.
El apuesto desconocido sonríe, mostrando dos hoyuelos. —Vale, ya veo por qué no
me pones la alfombra roja. Tu hermano ha sido un poco idiota contigo.
—¿Un poco? —Me burlo. Rick le hizo todo tipo de promesas a la trabajadora social
y luego nos escupió en la cara cuando lo necesitábamos. No creo que su imbecilidad
necesite un precursor.
—Que yo sea su amigo probablemente tampoco te caiga bien —añade Hunter.
—¿Qué quieres? —pregunto impaciente.
Me tiende un sobre.
Lo miro con el ceño fruncido. —¿Qué es?
—Estaba allí cuando llamaste a Rick y le contaste que te habían cortado la luz.
Las mejillas se me inflaman de humillación. Estupendo. ¿Así que la ropa sucia de
nuestra familia ha sido aireada a todo el grupo de amigos de Rick?
—Fue un capullo contigo, pero él también lo está pasando mal. —Empuja el sobre
hacia mí—. No estoy seguro de cuánto es la cuenta, pero creo que es suficiente para
cubrirla.
Mantengo las manos a los lados. No solo tengo que aguantar que los Reyes de
Redwood Prep me llamen pobre y me acusen de acostarme con un profesor, sino que ahora
unos completos desconocidos piensan que soy tan patética que me dan dinero al azar...
—No lo quiero —le digo, devolviéndoselo.
—Mira, sé lo que puede parecer. Si yo estuviera en tu lugar, tampoco querría
aceptarlo. Pero la cosa es así. —Ladea la cabeza y su rizado pelo castaño cae delante de sus
ojos—. He estado en tu posición antes. Hermano mayor, cuidando de mi hermano pequeño.
Intentando llegar a fin de mes, con el mundo respirándome en la nuca. Lo entiendo. 71
Cruzo los brazos sobre el pecho y lo miro.
Página
3
Sándwich de mantequilla de cacahuete y jalea, mas conocido por su abreviación PB&J.
—No encaja exactamente con la decoración de aquí, pero... —Miro a mí alrededor
en busca de algún sitio donde poner el saco de boxeo y decido colgarlo en el gancho del
salón que nunca ha sostenido un marco de fotos.
—¿Puedo probar yo primero? —pregunta mi hermana.
Asiento con la cabeza y le hago un gesto para que se adelante.
Rebota en su sitio como una luchadora experimentada y mueve el cuello hacia atrás
y de un lado a otro. Sus coletas rebotan sobre sus hombros.
Como el colegio de Viola -mi antiguo instituto- no exige llevar uniforme, puede
elegir lo que quiera. Hoy ha combinado una camiseta con una margarita en el centro con
unos vaqueros de cintura alta y unas zapatillas blancas.
Es increíble cómo hace que la ropa de segunda mano parezca tan cara. Sé que si
sigue publicando con constancia, puede que empiece a tener visitas. Pero no creo que esas
visitas se conviertan en dinero.
Vi da un puñetazo en el saco de boxeo y suelta un rugido gutural. —¡Eso es por
llamar barato a mi maquillaje, Tiffany!
El saco de boxeo gira como una piñata desbocada.
Miro a mi hermana con preocupación. —¿Quién es Tiffany?
—Esa pija de mi instituto que se cree mejor que nadie sólo porque tiene mil
seguidores. Da igual. —Viola pone los ojos marrones en blanco de esa forma tan experta
que tienen los adolescentes.
Luego me hace un gesto. —Adelante. Tu turno.
—¿Mi turno? —Sacudo la cabeza—. Tengo que ir a trabajar.
—Tienes tiempo. —Ella levanta la barbilla hacia el saco de boxeo.
—Yo no...
—Sabes que quieres, Cadey.
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Doy un paso adelante vacilante.
Página
—¿Los deberes? —Hace una mueca—. Acabo de llegar a casa. Deja que me relaje
un poco.
—Viola.
Mi hermana se sienta en el sofá y mira el móvil. —Vas a llegar tarde al trabajo —
dice con suficiencia.
La fulmino con la mirada, pero tiene razón. Señalo el bocadillo. —Te he preparado
un bocadillo. Haz los deberes y no...
—Le abras la puerta a nadie excepto a Breeze. Ya lo sé. Lo has dicho un millón de
veces.
Me acerco a ella, me inclino sobre el respaldo del sofá y le beso la frente. —Volveré
después de mi turno.
—No te esfuerces demasiado —me dice distraídamente, con la mitad de su cerebro
concentrada en cualquier tontería sin sentido que tenga en el móvil.
De camino a la puerta principal, echo otro vistazo al saco de boxeo. Me duelen un
poco los nudillos, pero es un dolor de los buenos. Siento como si algo en mi pecho se
hubiera soltado.
Será mejor que Dutch tenga cuidado. Mi energía para luchar acaba de activarse. Tal
vez habría considerado dejar Redwood Prep antes, pero por lo que hizo hoy, haré que mi
misión sea resistir.
Nunca lo dejaré ganar.
Jinx: Cambia un secreto por otro secreto, Chica Nueva. ¿De verdad te estabas
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acostando con el Sr. Mulliez? ¿Y qué clase de secreto quería él proteger que estaba
dispuesto a dejar Redwood antes que admitir por qué estabas realmente en el salón esa
Página
noche?
No dejes que te vean sudar.
Redwood Prep se eleva en la distancia como una casa de pesadillas. Casi espero que
los monstruos de las sombras bajen corriendo por las escaleras.
El miedo me recorre la espalda, pero meto los dedos en la correa de la mochila y me
obligo a seguir.
En mis oídos suena a todo volumen el Wiegenlied de Brahms. Mi madre no era de
las que cantaban nanas. En cambio, era Brahms, un hombre muerto, cuya melodía
ahuyentaba mis penurias y me arrullaba.
No importa lo que intenten hacer hoy, Cadence, no te romperás. Puedes con todo.
No les dejes ganar. No pueden ganar.
La entrada está llena de estudiantes. Algunos siguen llegando desde el
estacionamiento. Una de las mayores muestras de riqueza en Redwood está en ese patio
cerrado. A veces, el aparcamiento de Redwood Prep parece más un concesionario de
coches exclusivos que otra cosa. Cristales tintados, pintura brillante, llantas de lujo, los
chicos de mi barrio babearían si alguna vez vieran esto. Llevo aquí un mes y todavía me
deja sin aliento.
La gente empieza a fijarse en mí. Pongo el pie en la acera y la respuesta es
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instantánea. Los ojos giran y se posan en mí. Las chicas intercambian miradas cargadas.
Página
Las conversaciones se detienen a mitad de frase, abandonando cualquier jugoso cotilleo que
se estuviera intercambiando.
Subo el volumen de Brahms en mis oídos y dejo que la música ahogue el desdén
que gotea de las caras ricas y privilegiadas de mis compañeros de clase.
Miro hacia abajo para asegurarme de que no hay errores de vestuario. El botón sigue
ahí. Me lo cosí anoche después de mi turno en la cafetería.
Ahora ya no habrá más oportunidades para que chicos de corazón frío y ojos color
avellana me metan los dedos en la camisa y tiren de mí para acercarme.
Me he cepillado el pelo y me lo he trenzado cuidadosamente en la espalda. Incluso
me he echado un poco del brillo de labios de Viola en la boca. Mi hermana casi me parte el
cuello cuando me ve jugueteando con su maquillaje, pero conseguí salir ilesa.
Un grupo de chicas pasa riéndose y mirándome de forma extraña. Hago como que
no me doy cuenta. Con la relajante canción de cuna de Brahms haciéndome cosquillas en
los oídos, casi parece que sus intenciones sean buenas.
Una vez dentro y arrastrando los pies por los pasillos, las miradas se suceden en
todas direcciones.
Llega a su punto álgido cuando me detengo delante de mi taquilla y veo la palabra –
zorra- pintada con spray.
Miro por encima del hombro y veo los teléfonos levantados para ver mi reacción.
Me tiemblan los labios de rabia.
¿Ha sido Dutch?
Aprieto los dientes e intento mantener la calma mientras abro mi taquilla. No les
daré el privilegio de verme alterada.
No bajes la cabeza, Cadence.
—¿Se acostó con Mulliez?
—La puta.
—¿Crees que es el único al que se tiró para entrar en Redwood?
El volumen de sus risas está subiendo y está ahogando a Brahms. Mis dedos se
crispan. Si subo más el volumen de la canción, me voy a reventar un tímpano. Tal vez eso
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sea mejor que soportar sus miradas y sus burlas.
Página
voladora.
Me detengo bruscamente y me giro para encontrar a la señorita Jamieson, la
profesora más joven de Redwood Prep, de pie en medio del pasillo.
Me mira y hay un atisbo de comprensión en su mirada. Luego lanza una mirada a
los hermanos. Sus ojos se entrecierran. Tengo la sensación de que hay una parte de ella a la
que también le gustaría dar una patada voladora a los Reyes.
—Ven conmigo. —Mueve la cabeza, indicando la escalera.
Frunzo el ceño. Desde que estoy aquí no me he fijado mucho en sus clases y me
sorprende que sepa mi nombre.
Tras dudar un segundo, la sigo.
Me lleva por el pasillo, con pasos rápidos y urgentes. No tengo ni idea de lo que está
pasando y el secretismo empieza a afectarme.
Finalmente, la señorita Jamieson me abre la puerta de la escalera y me hace un gesto
para que entre primero. La paso despacio, fijándome en su hermoso rostro.
Una de las razones por las que la señorita Jamieson obtiene la mejor participación
de todos los profesores de Redwood Prep es su inmaculada belleza.
Tiene largos rizos en espiral, rasgos delicados como los de una reina de concurso y
un cuerpo esbelto. Su ropa es siempre profesional pero elegante y no tiene miedo de llevar
faldas cortas o americanas extravagantes en el campus.
He oído a más de un chico hablar de lo mucho que les gustaría -ejem- conocerla.
Cuando entra tras de mí y cierra la puerta, sonríe. —Siento todo este rollo, pero
Harry tenía muchas ganas de verte antes de irse.
—¿Harry?
—Ese es mi nombre de pila —dice el señor Mulliez, saliendo de las sombras.
Las lágrimas me oprimen el fondo de los ojos al oír su voz. —Sr. Mulliez.
Vuelo hacia él. Su pelo está más desordenado que de costumbre y sus ojos tienen
bolsas oscuras. A pesar de su evidente cansancio, me sonríe.
Me fijo en la caja que tiene en las manos. Tiene partituras, algunos premios y la
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placa que colgó sobre la puerta que dice -la música es el lenguaje del alma-.
Página
momento, pensé que terminar el último curso sería fácil. No contaba con que Dutch se
colaría en mi mundo e intentaría reducirlo a cenizas en una semana.
El Sr. Mulliez levanta la vista. —Le pedí a la señorita Jamieson que me ayudara a
encontrarme con usted aquí porque no creo que sea la mejor idea encontrarnos en público,
ya sea dentro o fuera de Redwood. Después de todo, creo que no sería apropiado.
Agacho la cabeza. —Lo siento mucho.
—No lo sientas. —Me palmea el hombro—. Sólo... trata de no molestar a los
chicos. —El Sr. Mulliez hace una pausa—. Y no te enemistes con Jinx.
—¿Sabes lo de Jinx?
Asiente. —Intenta hacer amigos donde puedas. Así te mantendrás por encima de sus
esquemas.
El pomo de la puerta traquetea. —¿Por qué está cerrada? —Alguien aporrea la
puerta—. ¿Qué está pasando ahí atrás?
La Srta. Jamieson me mira asustada. —Se acabó el tiempo.
—Gracias por todo lo que ha hecho por mí, Sr. Mulliez. No lo defraudaré.
Sonríe y se despide con la cabeza. En un segundo, se funde con las sombras y sube
las escaleras, dejándome atrás.
Las lágrimas han vuelto, pero esta vez no son de pena. Son de pura furia. Mis fosas
nasales se encienden como las de un toro y mi pecho se infla con cada respiración.
Los Reyes van a pagar por esto.
Dutch va a pagar por esto. Pero aún no sé cómo.
La señorita Jamieson me hace un gesto para que salga primero y se excusa ante los
alumnos para explicarles por qué estamos ocupando el pasillo. Apenas la oigo por encima
del rugido de mi propio corazón.
De hecho, no oigo nada en toda la mañana.
No vuelvo en mí hasta que llego al almuerzo, donde se multiplican las miradas, los
susurros mezquinos y las burlas.
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No hay ni una cara amable en la cafetería. De todas formas, no es que quisiera
Página
Dutch nos ve. Arquea una ceja en mi dirección y brinda con su botella de agua.
Su suficiencia me hace hervir la sangre. Es como si supiera lo cerca que estoy de
patearle el culo y quisiera llevarme al límite.
Me agarro a la mesa y aparto la mirada antes de ceder a mis impulsos. Lo mejor que
puedo hacer ahora es fingir que no me está afectando. No le daré la satisfacción de meterse
en mi piel.
—¿Aún esperas que crea que no pasa nada? —El dedo de Serena vuela entre nuestra
mesa y la de Dutch—. ¿Después de todo ese coqueteo?
Si me preguntas a mí, es más como un -ojo-gape-. Pero cada uno tiene derecho a su
opinión.
—Ya no tengo hambre —digo, recogiendo mi bandeja.
Ella me agarra del brazo. —¿Vas a tirar esto? Porque más vale que me lo des a mí
que desperdiciarlo.
—Eh, claro. —La miro raro y vuelvo a dejar la bandeja sobre la mesa.
Serena devora lo que queda de mi sándwich como si no hubiera comido en días.
Me cuelgo el bolso al hombro. —Disfruta de la comida.
—Oh, sí —dice con la boca llena. A pesar de las ganas que tengo de darle un
puñetazo en la cara a Dutch, Serena me hace sonreír. Hay algo real en ella. Una falta total
de pretensiones que hace que estar cerca de ella resulte atractivo. Sólo para ver qué locura
hará a continuación.
Pero está claro que es una solitaria y, como yo también lo soy, no nos veo saliendo
mucho.
Aparto una pierna del banco y siento un pinchazo en la espalda. Cuando me doy la
vuelta, veo que toda la mesa de Dutch me está mirando.
Dutch, Zane y Finn tienen expresiones duras. Pero las muecas más feroces
provienen de las animadoras. La rubia del escaparate me mira como si quisiera apuñalarme
repetidamente.
Empiezo a preguntarme si fue ella quien dejó la palabra –zorra- en mi taquilla. 86
¿Así que los chicos de Redwood están más ofendidos de que 'pueda' estar saliendo
con uno de Los Reyes que de que pueda estar liada con un profesor?
Página
No sé si reír o llorar.
¿La gente rica siempre fue tan desordenada?
En cualquier caso, la rubia no tiene nada de qué preocuparse. De ninguna manera
me uniré a su secta de Reyes. De hecho, me parece absolutamente repugnante la forma en
que adoran y adulan a Dutch. ¿Se dan cuenta de a quién se apresuran a complacer? ¿Saben
lo negro que es su corazón?
Ridículo.
Pero si lo quieren, se lo merecen.
Dutch levanta una mano y me señala con el dedo.
Arqueo una ceja.
Asiente y se echa hacia atrás, como un rey en su trono, esperando pacientemente a
que obedezca sus órdenes.
Frunzo el ceño, le hago un gesto y me doy la vuelta. Mis pasos se hunden en la
hierba mientras marcho hacia la cafetería.
Pasaré el resto del almuerzo practicando piano e intentando olvidar que Dutch Cross
existe. Es la única forma de sobrevivir al resto de este día de mierda.
87
Página
Cadence Cooper tiene las malditas agallas de ignorarme.
A mí.
Como si no me hubiera visto haciéndole señas desde el otro lado del patio. Como si
esos bonitos ojos marrones suyos no reconocieran lo que significaba el gesto.
—Ooh. —Zane se burla de mí en voz baja—. Parece que no has roto tu juguete con
suficiente fuerza, hermano.
Finn me arquea una ceja. —Quizá estés perdiendo tu toque.
—Puede que tarde algún tiempo, pero va a aprender —digo sombríamente.
Zane se ríe entre dientes.
Me alejo de la mesa cuando un par de manos cuidadas se aferran a mi bíceps.
Christa me mira con sus brillantes ojos azules y los labios de abeja que le regalaron
por su decimosexto cumpleaños. Durante el verano, se hizo aún más. Si sigue así, a los
treinta años parecerá una muñeca hinchable.
Me la quito de encima. —No me toques.
—Deja que me ocupe de ella. —Christa mueve las pestañas. Con una fuerte ráfaga
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de viento, esas cosas van a arrancarse y salir disparadas contra un árbol—. ¿Viste el
Página
Sus ojos arden de furia. —¿En serio haces todo esto porque no corrí directamente
hacia ti cuando me llamaste? ¿Tan inseguro eres? ¿O tenía razón antes? ¿Realmente estás
mal de la cabeza?
Chica Nueva tiene mucho fuego para alguien que no tiene ni idea de que está
pinchando a un oso. La veo ponerse las manos en la cadera y esperar, enfadada, una
respuesta.
Cuando no obtiene ninguna, resopla y se mueve como si fuera a volver al campus.
La agarro por las caderas y la atraigo hacia mí. Creía que Christa me había puesto
nervioso, pero no estoy preparado para la forma en que cada nervio de mi cuerpo se activa
cuando sus caderas se unen a las mías.
Mis dedos se clavan con más fuerza en su cadera mientras siseo.
Ella gime, retrocediendo. Por fin. El miedo que debe haber en sus ojos está ahí.
Ojalá su presencia no me afectara tanto como la mía la asusta a ella.
Aprieto la mandíbula, tratando de entender cómo está haciendo que mi cuerpo
responda.
—Mira, no te quiero cerca tanto como tú no me quieres cerca de ti. Así que
terminemos con esto rápido, ¿sí? —No puedo evitar la desesperación que se me escapa. No
sé si necesito que se vaya por Sol o por mí. Todo lo que sé es que está jugando con mi
cabeza de formas que no me gustan.
—Deja Redwood y no tendrás que volver a verme la cara —digo entrecortadamente
cuando ella exhala y sus labios brillantes se entreabren como una tentadora en los mares
tempestuosos.
Su pecho sube y baja casi violentamente. —¿Por qué me quieres tanto fuera de
Redwood Prep?
La miro fijamente.
Sigue respirando agitadamente, pero levanta la barbilla con valentía. Su voz es
suave pero firme. —¿Qué he hecho para merecer esto?
Una punzada de culpabilidad me recorre el estómago ante su pregunta, pero no dejo
que arraigue. La única opción es que se vaya. Ningún otro camino es aceptable.
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Me mira durante treinta segundos. —Estoy esperando.
Página
—Lo único que tienes que saber es que no te queremos aquí —gruño, mirándola
fijamente.
No tiene la presencia de ánimo para estremecerse o suplicar clemencia. No, levanta
la barbilla en señal de desafío. —Sí, pero ¿por qué?
—¿De verdad quieres saberlo? —Dejo caer mi mirada sobre su pecho, subo por su
delicada garganta y finalmente me detengo en sus labios. Joder. Brillantes y rosados, como
un capullo de rosa pidiendo ser arrancado de su tallo.
Mientras la acaricio con la mirada, sus ojos brillan con una mezcla de deseo y asco,
una mezcla embriagadora que siento reflejarse en mi propio pecho.
Levanto los ojos hacia los suyos y dejo que mi expresión se endurezca de nuevo,
ocultando mi atracción por ella tras un muro de acero. Sus fosas nasales se ensanchan y el
pequeño pulso de su cuello se hace más evidente.
Estoy harto de su cháchara. Cansado de su descaro.
—No me presiones más, Brahms. O haré realidad tu deseo.
—¿Qué deseo?
—El de que te vayas de Redwood Prep en una bolsa para cadáveres.
Sus ojos se entrecierran y luego se encienden de indignación. —¿Acabas de
amenazarme con matarme? —Casi echa espuma por la boca—. ¿Es eso lo que estás
insinuando?
Le lanzo una mirada de suficiencia.
Prácticamente está vibrando y me doy cuenta de que ha conseguido hechizar a todo
Redwood. Porque esta criatura ardiente y seductora que tengo delante no es una cualquiera.
Y, desde luego, no debería haber pasado a un segundo plano con tanta facilidad.
Una sonrisa se dibuja en mi cara. Va a hacer de esto un desafío y me encantan las
buenas peleas.
—No me ignores la próxima vez que te llame —le advierto. Luego me doy la vuelta
y pisoteo los árboles. 94
Me he pasado de la raya. No debería haberla amenazado, pero no pienso hacerle
ningún daño terminal. Con tal de sacarla de Redwood Prep, estoy dispuesto a hacer casi
Página
—Eso puede ayudar a acotar la búsqueda —sugiere Finn—. Esté donde esté, no
tiene su teléfono.
—No creerás que está muerto, ¿verdad? —Zane se incorpora, con los ojos muy
abiertos.
Lo miro con el ceño fruncido. —Deja de decir tonterías.
—Sólo digo que. No importa dónde esté, Sol se habría escabullido o habría robado
un teléfono o encontrado alguna forma de ponerse en contacto con nosotros.
Mi rodilla rebota en la silla. —Parece que nos estamos perdiendo algo.
—Puedo intentar hablar con la madre de Sol otra vez. —Zane mueve las cejas—.
Prueba el viejo amuleto de la Cruz. Aunque podría ser un arma demasiado poderosa. Podría
enamorarse de mí.
—Es más probable que te golpee la cabeza con una sartén —dice Finn.
Zane le frunce el ceño.
Doy vueltas y vueltas a mi banda de cuero mientras pienso. Fue un regalo de Sol. La
hizo él mismo y nos la dio a cada uno. Entonces teníamos unos trece años. Dijo que era un
símbolo de hermandad. Desde ese día, hicimos un pacto para cubrirnos siempre las
espaldas.
—Al menos podemos decirle que la escuela no le va a echar en cara lo que pasó este
verano. Nos hemos quitado de en medio a Mulliez —le digo—. Y fue el único que protestó.
Una vez que encontremos a Sol, no debería haber nadie en nuestro camino.
—En eso te equivocas —dice Finn, curvando los labios.
Frunzo el ceño. —Ella no es un problema.
—Ella sigue aquí. —Zane señala—. Incluso después de tu brillante idea.
Finn hace otro riff con su guitarra. Nunca he visto a nadie moverse tan rápido como
él. Es como si sus dedos no estuvieran limitados por el tiempo o la física.
Mi hermano hace rebotar una cuerda. —No es que podamos devolver a Sol a donde
pertenece, aunque lo encontremos ahora.
97
—¿Estás dudando de mí?
Página
98
Página
Jinx: Cambia un secreto por otro secreto, Dutch. Estoy recibiendo todo tipo de
preguntas sobre tu relación con Chica Nueva. Acceso a tu sala de juegos privada.
Enfrentamientos calientes en el pasillo. Secuestros al estilo Tarzán. ¿Hay algo que debería
saber?
Echaba de menos los días en Redwood Prep cuando era completamente invisible.
Ahora, no puedo caminar por el pasillo sin que la gente me mire boquiabierta, esperando la
próxima sorpresa desagradable de Dutch y sus secuaces.
Los Reyes son tan creativos como crueles. Sólo esta semana -aparte de ser cargada
sobre el hombro de Dutch como si fuera la cena de un cavernícola- mi taquilla fue
manguereada y mis libros arruinados, mi teclado de prácticas fue untado con miel, y fui
encerrada en el baño. Dos veces.
Es una broma de nivel de escuela media, pero es muy frustrante.
En este punto, estoy deseando que llegue el fin de semana para poder descansar de
este infierno.
Me dirijo a la sala de música y miro con el ceño fruncido a la sustituta que está
detrás de la mesa del Sr. Mulliez. Es una mujer mayor con el pelo canoso y ojos de insecto
detrás de unas gruesas gafas de ventana.
La mayor parte del tiempo, parece asustada por todos los presentes en el aula y no
hace mucho más que zumbar sobre teoría musical mientras los demás dormitamos.
Como de costumbre, tomo asiento al fondo y me pongo a mirar por la ventana,
temiendo el momento de empezar la clase.
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Me resulta difícil sin el Sr. Mulliez aquí. Todavía siento un ardor en el fondo del
Página
estómago por lo injusto que fue su despido. Cada vez que miro al sustituto, me acuerdo de
la maldad de Dutch.
Por el bien de mi cordura, no tengo más remedio que desconectar durante la clase.
Estoy contando nubes e intentando averiguar cómo paga Redwood Prep todo ese
mantenimiento del césped cuando la puerta se abre de golpe.
Levanto la vista junto con el resto de la clase y contengo la respiración cuando
entran en el aula. Dutch, Zane y Finn están flanqueados por sus groupies con uniformes de
animadoras. ¿No se supone que las bailarinas deberían ir colgadas del brazo de los atletas?
¿Por qué están tan obsesionados con estas estrellas del rock?
—Disculpen —la sustituta se ajusta las gafas— ¿ustedes, alumnos, pertenecen a esta
clase?
Zane se adelanta. Lleva el pelo alborotado hacia atrás en lugar de dejárselo suelto
por la frente. Sus ojos azules brillan con una luz incandescente.
—No estamos en la hoja de asistencia porque hemos estado de gira, pero tenemos
esta clase.
—Ah, ya veo. —Se ajusta las gafas y se muerde el labio inferior, claramente
encantada.
Uf. Hasta las abuelas se enamoran de la sonrisa de Zane. Supongo que no debería
sentirme tan tonta por haberle seguido directamente a una trampa aquel día en la sala de
prácticas de Cross.
Simplemente ignóralos, Cadence.
Intento desaparecer en mi silla cuando se me pone la piel de gallina y me invaden
oleadas de conciencia. Levanto la vista y veo a Dutch mirándome.
Hoy lleva pantalones negros y un chaleco oscuro. El conjunto negro sobre su piel de
marfil y su pelo rubio dorado es algo parecido a la poesía. Sus ojos ámbar me atraviesan y
brillan como los de un depredador.
Es tan peligrosamente guapo que resulta imposible creer que tenga mi edad. Sus
ojos, su cara, su confianza pertenecen a alguien que ha vivido mucho más mundo que
cualquier joven de dieciocho años. 100
Enarca una ceja y yo sé, instintivamente, que no está aquí para seguir el plan de
estudios.
Página
Brahms.
—¿Qué quieres? —siseo—. ¿Qué haces aquí?
Se limita a sonreír.
Christa, la rubia que había visto en el escaparate, pasa junto a Dutch y se detiene
frente a mi mesa.
Pone las manos en las caderas y me mira con su nariz perfectamente recta. —
Discúlpame. Estás en mi sitio.
No estoy en su sitio y, normalmente, no dudaría en decirle a dónde puede llevar su
escuálido trasero y su actitud remilgada, pero agradezco una excusa para alejarme de los
Cross sin que parezca que estoy huyendo.
—Claro. —Me cuelgo la mochila al hombro.
—Quédate —dice Dutch con voz tranquila y autoritaria.
Mis fosas nasales se encienden, pero finjo no haberlo oído. —Puedes sentarte aquí.
—Hago un gesto hacia mi escritorio y me levanto de la silla—. Encontraré otro...
Antes de que pueda parpadear, unos dedos largos y calientes se deslizan alrededor
de mi muñeca. Luego, de un tirón, me empuja, pierdo el equilibrio y vuelvo a caer en la
silla.
Sin mirarme, Dutch ordena a su groupie: —Ve a sentarte a otro sitio.
Sus ojos se llenan de dolor, pero lo oculta rápidamente. Me lanza una mirada
asesina, se da la vuelta con un volantazo de la falda y se va dando pisotones hacia delante.
—Quítame las manos de encima —siseo, arrancándome la muñeca de su firme
agarre.
Dutch arquea una ceja.
Me inclino hacia delante y susurro enfadada mientras la sustituta empieza su
aburrida lección. —¿Qué haces aquí? ¿Qué quieres?
—Sabes lo que quiero, Brahms. —Se gira ligeramente para que solo pueda ver su
llamativo perfil.
Es repugnante la forma en que no tiene un solo ángulo malo. Una mandíbula dura
102
deja paso a un pelo del color del trigo al sol del verano. Su nariz es recta y sus labios
carnosos y distraídos.
Página
Christa, que se echa descaradamente el pelo por encima del hombro y sonríe ante su propia
brillantez.
Un estallido de risas sale de la clase y siento que la ira me sube por el pecho. Estoy
dispuesta a apostar dinero a que Dutch el Gilipollas lo ha preparado todo.
Me tiemblan las piernas cuando me pongo en pie. No me ayuda sentir la mirada de
Dutch clavada en mí. Cuelga el brazo sobre el respaldo de su silla y me observa
atentamente mientras me dirijo al frente. Tiene una pierna sobre la otra y su expresión es de
suficiencia. Está disfrutando, mientras yo lo odio con cada aliento de mi cuerpo.
Se me hace un nudo en la garganta y me acerco a la profesora en vez de al piano.
—Perdone —le digo, dando la espalda a la clase— pero no estoy preparada para el
trabajo práctico. Hace unos días manipularon el teclado que me asignaron en la escuela y
no he...
—No importa. Puedes usar este teclado. —Señala su propio instrumento.
—Por favor. Yo... tengo miedo escénico. —Me da vergüenza confesarlo, pero no
puedo actuar delante de la gente como yo misma. La última vez que lo intenté me fastidió
de por vida.
—Aquí dice que tienes que terminar la tarea para obtener la nota —insiste la
profesora.
—I...
—Vamos, Srta. Cooper. Pierde el tiempo. —Me empuja hacia el piano.
El sudor me corre por el cuello cuando caigo en el asiento. Siento que todos me
miran, juzgándome. Mi corazón amenaza con explotar.
Doy unos golpecitos con el pie en el suelo, avanzo y pongo las manos sobre las
teclas.
Vamos, Cadence. No es tan diferente de cuando vas disfrazada. Haz como si fueras
otra persona.
Me tiemblan los ojos y me esfuerzo por respirar. 104
No funciona.
Página
105
Página
Estoy agradecida por un fin de semana lejos de Redwood. Paso la mayor parte del
sábado trabajando en el restaurante. El domingo, mi día libre, Viola y yo tenemos un día de
spa e invitamos a Breeze.
En cuanto veo a mi mejor amiga, la abrazo. Se ríe torpemente -Breeze no es muy
amiga de las demostraciones de afecto en público- e intenta soltarme el brazo, pero yo la
agarro con más fuerza.
He decidido no contarle a nadie lo que está pasando en Redwood. Especialmente a
Breeze. Aparecerá en mi nuevo colegio con un machete, exigiendo ver a Dutch.
Sería como una hormiga atacando a un gigante. Dutch no dudaría en aplastarla bajo
su bota.
No quiero que mi hermana o mi mejor amiga estén en la lista negra de Dutch. Es
más seguro para todos si me guardo mis problemas para mí.
Pero la rabia, la frustración y la impotencia han estado hirviendo dentro de mí y
necesitan una forma de salir. A veces, dar una paliza a un saco de boxeo no es lo mismo
que abrazar a un amigo.
—¿Tanto me echas de menos? —Breeze se ríe. 106
Asiento con la cabeza.
Me palmea la espalda. —¿Qué te pasa? ¿No has hecho ningún amigo súper rico en
Página
Redwood?
—Ninguno tan bueno como tú —murmuro. Serena cuenta como amiga, bueno,
medio amiga. ¿Una especie de amiga? No la he visto por aquí desde que se auto invitó a mi
mesa.
—¿Y los chicos? —pregunta Breeze.
—¿Qué pasa con los chicos? —Respondo inocentemente.
—Dime que has tenido algo de acción. —Breeze mueve las cejas—. Un poco de
actividades por debajo de la mesa. —Hace un gesto con los dedos—. Si sabes a lo que me
refiero.
Le doy un manotazo. —Deja eso.
—¿Crees que los chicos ricos de Redwood Prep irían a por ella? —pregunta Viola,
entrando en la habitación.
Lleva el pelo largo recogido en una coleta que agita alegremente cuando se sienta a
mi lado. Tiene los brazos llenos de mascarillas baratas, pepinos y esmalte de uñas.
—Tu hermana tiene una cara preciosa y un cuerpo espectacular —argumenta
Breeze—. Además, a los chicos no les importa si una chica tiene dinero. Lo único que les
importa es...
Le tapo la boca a mi mejor amiga con una mano. —Los chicos no son una prioridad
para mí ahora mismo. —Miro fijamente a mi hermana—. Y definitivamente no deberían
serlo para ti.
Viola pone los ojos en blanco.
Le muevo un dedo. —Lo digo en serio.
Mamá se quedó embarazada cuando era adolescente. Algunos vicios son
hereditarios, pero espero como una loca que el gen de -quedarse embarazada antes de los
dieciocho- nos salte por completo a las dos.
Viola está mucho más loca por los chicos que yo, lo que me preocupa. Yo trabajo la 107
mayor parte del tiempo y ella no tiene a nadie más que se asegure de que está a salvo. “Una
cosa llevó a la otra” no es el tipo de historia que quiero que tenga mi hermana.
Página
saco de boxeo.
—¿Vino hasta aquí para pagarte la electricidad? —Breeze sisea—. ¿Por qué no has
saltado sobre él todavía?
—Porque no soy una prostituta —susurro acaloradamente—. ¿Se supone que tengo
que acostarme con el primer tío que me pague las facturas?
—No, claro que no. —Breeze mastica otro pepino—. Te acuestas con el segundo
que te paga las facturas.
—Breeze.
—¿Le agradeciste al menos el regalo?
—No lo hizo —dice Vi con elegancia, volviendo al salón.
Le lanzo una mirada sombría por su traición.
Breeze se apoya en sus delgados brazos e inclina la cabeza hacia el techo. —Estoy
muy decepcionada contigo, Cadey. Te has pasado toda la vida cuidando de ti misma y
ahora que hay un superguapo...
—Nunca dije que estuviera súper bueno.
—-Es literalmente imposible que no esté súper bueno si te ha dado un saco de
boxeo. —Se echa el pelo rubio por encima del hombro—. Vas a enviarle un DM a Hunter y
darle las gracias.
—No, no voy a hacerlo.
—Bien. Entonces lo haré yo. —Breeze se abalanza sobre el sofá y agarra mi
teléfono.
—¡No! —Grito.
Viola me detiene. Me rodea con las piernas como una luchadora y grita: —¡Hazlo,
Breeze!
Mientras mi traidora hermana me sujeta, mi mejor amiga abre mi teléfono.
Me doy cuenta de que va a ver mis mensajes a Jinx y el pánico me invade. Haciendo
retroceder a mi hermana con todas mis fuerzas, arremeto contra el teléfono. 109
—¡Lo voy a hacer! Lo haré.
Página
Me doy la vuelta, con las fosas nasales encendidas y dos fuerzas opuestas luchando
en mi interior. Por un lado, ha puesto a ese deportista en su sitio. Sean cuales sean sus
intenciones, me ha ayudado.
Por otro, me reclamó como de su –propiedad- y básicamente admitió ser el único
que puede maltratarme.
Dutch no intentaba rescatarme. Sólo estaba impidiendo que otros matones me
destrozaran para poder hacerlo él mismo. Los motivos básicamente anulan el resultado.
Los alumnos se apartan del camino de Dutch cuando sale de la cafetería. El
deportista corre en dirección contraria. Sus amigos futbolistas, todos con cara de vergüenza,
se arrastran detrás de él.
Me quedo sola, rodeada de las miradas de todos. Una vez más, soy el fenómeno de
Redwood Prep.
Con un resoplido, tiro el resto de la comida a la basura y salgo corriendo detrás de
Dutch. La puerta se cierra detrás de mí, pero cuando miro a derecha e izquierda, Dutch no
está a la vista.
Decidida, elijo un camino y empiezo a correr. Cuanto más pienso en lo que acaba de
pasar, más me indigno.
¿Cómo se atreve a –reclamarme- delante de todo el colegio? ¿Parezco un juguete?
¿Parezco su juguete?
Mis alborotados pensamientos se detienen en seco cuando doblo la curva y veo un
espectáculo sensorial.
El tiempo parece ralentizarse cuando Dutch Cross se quita la camiseta y se echa
agua del grifo por la cabeza. Los músculos de su espalda se flexionan y mis ojos recorren
con avidez los tatuajes de su brazo y su hombro.
Hay mucha más tinta de la que había imaginado. No es que hubiera sido capaz de
ver nada debajo de todos los chalecos de jersey. Pero resulta que Dutch ha transformado su
cuerpo en una obra de arte andante y es lo más sexy que he visto nunca.
Se gira, mostrando unos abdominales igual de sexys, y lo único en lo que puedo
pensar es en lo peligroso que es estar aquí, sola, con él. 114
Doy un paso atrás, pero es demasiado tarde. Me ha pillado. Su expresión se tensa y
se me queda mirando como si pudiera ver cada sucio pensamiento que ha pasado por mi
Página
desordenada cabeza.
Debo de estar loca si estoy sedienta por el chico que ha hecho de mi vida en
Redwood un infierno.
—¿Te gusta lo que ves? —pregunta sombríamente.
Al oír sus palabras, la ilusión se rompe y vuelvo a odiar sus hermosas tripas
tatuadas.
Aparto los ojos de su cuerpo y le fulmino con la mirada. —Te has comido mi
bocadillo y te has bebido mi zumo. Tienes que pagar por ello.
Su mirada parpadea divertida. Sus labios se curvan un segundo antes de volver a su
expresión natural de -me importa un bledo-.
Me siento valiente y levanto la barbilla. —Has arruinado mis libros de texto, has
arruinado mi piano de prácticas, has arruinado la vida de mi profesor favorito. Pero no
dejaré que me arruines el almuerzo.
—¿Qué?
—Te comiste mi sándwich. ¿No estoy hablando en inglés?
Me estudia durante un largo momento en el que empiezo a dudar de cada parte de
este plan.
Entonces empieza a moverse.
Cuando Dutch cruza hacia mí, toda pizca de valentía que creía tener se evapora.
Empiezo a retroceder.
Dutch es enorme. Su cuerpo es glorioso, seguro, pero también es un arma. Vi la
forma en que tiró a ese deportista en la cafetería y el otro tipo no era pequeño. No puedo
imaginar lo que podría hacerme.
Los nervios se me revuelven en el estómago y levanto una mano. —Mantén la
distancia, Cross, o...
El resto de mis palabras se quedan atrapadas en la garganta cuando Dutch extiende
los brazos y me atrapa contra el lavabo. La parte baja de mi espalda choca contra el saliente 115
del lavabo. La humedad se cuela por mi cadera, encontrándose con la superficie de mi piel
caliente.
Página
Retrocedo un poco, pero Dutch me sigue con la cabeza. Está tan cerca, tan intenso.
Lucho contra las ganas locas de restregar mis manos por sus músculos. El calor me sube
por la espalda y me ruboriza el cuello y la cara.
Dutch me mira con los ojos entrecerrados. Tiene el pelo húmedo y suelto. Veo
cómo una gota de agua patina por su fuerte nariz hasta la parte superior de sus deliciosos
labios, curvándose a su alrededor de la forma en que mi lengua me lo pide de repente.
—Yo exijo, Brahms. —Se inclina un poco más. El pulso de mi corazón baja a algún
lugar entre mis piernas—. Y yo hago las preguntas. —Me agarra con fuerza cuando intento
zafarme—. Ah-ah, ratoncito. Me has seguido hasta aquí. Afronta las consecuencias.
—Suéltame. —Empujo contra él. Es como intentar mover una montaña. Una
montaña que me está mojando a mí y a mi ropa.
—¿Por qué huiste el viernes pasado? —me pregunta Dutch, con los ojos fijos en mí.
Dejo de forcejear y miro fijamente su atractivo rostro, segura de haber oído mal. —
¿Qué?
—Pensé que nuestras fuentes estaban equivocadas, pero realmente tienes miedo
escénico.
—¿Fuentes? ¿Estás hablando de Jinx?
Esto se está volviendo espeluznante. ¿Cómo sabía ese número anónimo lo de mi
miedo escénico?
—Recuerda, Brahms —me agarra la mejilla para obligarme a mirarle— yo hago las
preguntas.
Su agarre no es duro, pero sí firme. Me lo quito de encima. —¿Por qué quieres
saberlo?
—Eres la elección especial de Mulliez. ¿Por qué demonios estudias música si te da
miedo?
—No me da miedo la música, bufón. —Le fulmino con la mirada—. Me dan miedo
las multitudes.
No tengo ni idea de por qué está teniendo lugar esta conversación y, sobre todo, no 116
tengo ni idea de por qué cuando Dutch está medio desnudo y empapado, pero parece que
estoy atascada.
Página
Presiono suavemente las teclas con los dedos, las notas son tímidas y reprimidas
mientras intento localizar la razón del cambio en el aire que me rodea.
Y entonces lo encuentro.
Dutch está allí, en una cabina con Finn y Zane. Lleva una camiseta desteñida que le
cruza los hombros. Sus vaqueros están rotos por las rodillas. Sus ojos ámbar son como los
de un león, fieros y dorados.
Mis dedos no aciertan con la tecla correcta y una nota discordante y fea resuena en
el salón. Nadie parece darse cuenta de la torpeza, pero aun así siento que las mejillas se me
inflaman. He suspendido porque él estaba mirando.
Finn y Zane abandonan la mesa, sus intimidantes figuras se confunden con las
sombras del fondo. Dutch permanece sentado, con los ojos clavados en mí. Tiene una
expresión que nunca había visto antes. Sigue siendo intensa, pero no tan gélida. Es
contemplativa y un poco desagradable, como si odiara los sentimientos que la música
despierta en él, pero no podría apartar la mirada aunque quisiera.
Los latidos de mi corazón se aceleran porque no sé qué hacer con eso. ¿Sentirme
orgullosa de que mi música afecte al dios de Redwood Prep? ¿Estar triste porque eso
demuestra que tiene alma?
Le echo otro vistazo. Ahora tiene la cabeza inclinada y los ojos cerrados. La
inclinación de su boca golpea la luz y es todo lo que puedo hacer para seguir tocando.
Una inquietud largamente guardada choca con una nueva rabia, como una guerra de
olas opuestas.
Vuelvo a aquel momento en que me atrapó contra el lavabo exterior, con las gotas
de agua brillando sobre su piel morena y su cuerpo esculpido y cincelado a la perfección,
apretándose contra el mío.
Odio que pueda hacerme sentir así, fuera de mí y sin aliento.
Arrancando mi mirada de la suya, termino la canción con dedos temblorosos,
cerrando un final abrupto.
Las patas de la silla rozan la tarima de madera cuando retrocedo. Ignorando los
aplausos de los comensales, me pongo en pie de un salto y atravieso las puertas exclusivas
para empleados que hay detrás de la barra.
120
Necesito distancia. Necesito un coche para huir. Pero todo lo que puedo hacer es
Página
—Hola, ¿busco al pianista? El gerente me dijo que podía encontrarte aquí —dice
una voz familiar.
El pánico me recorre las venas.
El pánico se multiplica por diez cuando veo girar el pomo de la puerta.
Tengo segundos para ponerme la peluca en su sitio.
Dutch entra y, a estas alturas, ya debería estar preparada para la forma en que llena
la habitación.
Pero no lo estoy.
Sin el uniforme de Redwood Prep, parece más grande, más alto y más peligroso.
Ojalá pudiera detener el tiempo de algún modo para verlo y rodearlo, dejándolo solo en una
habitación vacía.
Tiene el pelo revuelto por toda la cara y me doy cuenta de que me gusta ese aspecto
desordenado. Lo cual es inquietante, porque es una amenaza y un destructor de vidas y no
debería gustarme nada de él.
Unos ojos ambarinos me estudian.
Siento calor por todo el cuerpo y desvío rápidamente la mirada.
Cuanto más tiempo paso cerca de Dutch, más me doy cuenta de por qué no se
molesta en hacer demostraciones de violencia machista. Su mirada es violenta. Es pesada,
oscura e imponente.
Nerviosa, bajo la voz y le pregunto: —¿Me has perseguido hasta aquí sólo para
mirarme?
Sus cejas se fruncen y espero que no sea porque reconoce mi voz.
Desde que era niña, he sido capaz de hacer grandes imitaciones. Al igual que las
notas musicales, cada voz tiene su propio tono.
Cuando Viola era más pequeña, me rogaba que le leyera cuentos antes de dormir.
Insistía: -Voces, voces-. Y yo me metía en su personaje, cambiando mis tonos para dar vida 123
a los personajes de los cuentos.
Ahora me apoyo mucho en esa habilidad, esperando que Dutch no se dé cuenta.
Página
Su mirada se desliza por mi cuerpo. Cuando vuelve a subir, me doy cuenta de que
no es un juego al que pueda jugar a la ligera. —¿Y qué es eso?
Hinco los dientes en el labio inferior. —Los compositores intentan transmitir un
sentimiento, no una partitura perfecta. Es más fácil destruir los clásicos cuando pienso que
algunos de esos tipos podrían ser los primeros en destruir también su propia obra.
Mis palabras me hacen ganar una lenta sonrisa que hace que las llamas me lleguen
hasta los dedos de los pies.
Me paralizo, odiándome por haberme dado cuenta. Es Dutch, el destructor de vidas
y almas. El tipo que se ha asegurado de que, en las últimas semanas en Redwood Prep, haya
tenido algo con lo que destrozarme el día entero.
Arrastro al Sr. Mulliez al frente de mi mente y mantengo mi corazón en la misión.
¿Cómo utilizo el interés de Dutch de forma que le haga más daño?
Sigo mordiéndome el labio inferior. Como no paso la mayor parte del tiempo
arrebatando caramelos a los bebés como hace Dutch, las ideas no me vienen tan rápido
como pensaba.
Necesito entretenerme un poco más.
—Deberías saber lo importante que es marcar tu propio camino —digo con voz
ronca—. Después de todo, tú también eres músico.
—¿Cómo lo sabes? —Me mira más de cerca—. ¿Has estado siguiendo a mi banda?
El aire se me congela en los pulmones al darme cuenta de que podría haberme
delatado. Si admito que he oído hablar de su grupo, puede que me pregunte por mi canción
favorita o algo así. Pero aún no he oído tocar a Dutch.
Los bordes de mis fosas nasales se ensanchan mientras pienso en mis pies. —Yo no.
—Le cojo la mano y se la levanto—. Tienes callos en la punta de los cuatro dedos, pero no
en el pulgar. Es la marca de alguien que pasa más horas tocando la guitarra que comiendo y
durmiendo.
Miedo y algo más que no quiero nombrar recorren mi espina dorsal cuando Dutch
entrelaza nuestros dedos. 126
Se inclina. —Voy a decirte algo y lo digo sinceramente.
Página
Me estremezco. —¿Qué?
—Te oí en el showcase y no he podido quitarme esa melodía de la cabeza. Nunca
había oído a nadie tocar así.
Mi mirada se posa en la suya. —No estaba tocando para ti.
—Lo sé. No tocabas para nadie más que para ti.
Me muevo hacia delante para que nuestros rostros estén lo bastante cerca como para
que pueda ver las motas oscuras de sus ojos dorados. —¿Y para quién juegas tú?
Su mandíbula se tensa. Una mirada pensativa cruza su rostro. —No lo sé. Es más
una costumbre que otra cosa.
Eso parecía real. Eso se sintió crudo.
No puedo creer que Dutch Cross me deje entrar así en sus pensamientos. Se siente
casi mal usarla. Y eso demuestra que no soy una persona tan horrible como él.
Dejo que mi mirada se detenga en sus labios. —La música puede ser muchas cosas,
pero si es una carga, es señal de que algo va mal.
—Tal vez.
Se me aprieta el pecho, con fuerza.
No, no voy a conectar con el mayor dolor de mi culo. No se convertirá en humano
para mí.
Dutch se acerca hasta que sus zapatillas besan mis botas. Bach huele a cielo. Es pura
tela más suave y sándalo, y si la tentación tuviera un aroma olería así.
—Sé que no soy el único que siente esto —dice Dutch en voz baja, con un aspecto
relajado e intenso a la vez.
—No —le agarro del cuello—. No lo eres. —Con brusquedad, lo arrastro más cerca
y aplasto su boca contra la mía.
Se supone que es sólo una presión furiosa de los labios, pero en el momento en que
la calidez de sus labios llenos empapa los míos, todos los demás pensamientos vuelan por
la ventana. 127
No sólo estoy besando a mi peor pesadilla. Lo estoy disfrutando. Es enfermizo y
retorcido, y ansío más con una desesperación que me deja sin aliento.
Página
Me deshago de él, asegurándome de mantener la cara baja. —Si quieres hablar, nos
vemos en el Crossroads Cafe este sábado.
Dutch me mira fijamente cuando salgo corriendo por el pasillo.
Espero que aparezca el sábado, pero no tengo intención de encontrarme con él. Sería
mejor que el príncipe de Redwood Prep dejara en paz a esta versión de mí.
130
Página
—¿Quieres explicar lo que pasó ayer? —Zane pregunta, girando sus palos
alrededor—. ¿O vamos a fingir que no te estabas tirando a la pelirroja del salón cuando
entramos?
Toco un riff complicado y espero que mis hermanos lo tomen como una señal de
que no los he oído.
Si la misteriosa pelirroja no me hubiera empujado y abofeteado, quizá habrían visto
algo más que una intensa mirada y respiraciones entrecortadas.
El recuerdo del beso hace que el calor se me hinche en el pecho y dejo sonar una
nota de rabia. No hace nada por atravesar la bruma y librarme de mi inquietud.
La chica misteriosa me hizo un número ayer.
Y no me refiero sólo a la bofetada que casi hace que se me salga el cerebro del
cráneo. Una bofetada que vino después de que ella me besó.
—Sigue adelante y rompe esa guitarra contra el suelo —grita Finn para que se le
oiga por encima de mis golpes—. Será más satisfactorio.
Levanto la cabeza y lo fulmino con la mirada.
131
Finn está en una silla alta, con el bajo en el regazo. Zane está detrás de la batería,
girando las baquetas y dedicándome una sonrisa estúpida.
Página
única razón por la que me esforzaba era porque me imaginaba la cara de la pelirroja encima
de la suya.
Apreté los dientes. —¿Desde cuándo son tan cotillas?
—Es la primera vez que te veo perder la calma delante de una chica —observa
Zane, pasándose una mano por el pelo negro.
Finn está de acuerdo. —Parecías un poco alterado cuando la dejaste.
—Me dio una bofetada.
Mis dos hermanos se quedan inmóviles.
Finn parpadea rápidamente. —¿Ella hizo qué?
—¿Y la dejaste?
No sólo la dejé. Iba a contarle cada uno de mis secretos. Por qué estábamos
buscando a Cadence esa noche. Por qué la necesitamos fuera de la escuela. Por qué mi
lealtad es hacia Sol sin importar qué.
Me tenía calado desde el momento en que entré en el salón y la vi detrás del piano.
No había ningún foco sobre ella esa noche, pero bien podría haberlo habido por la forma en
que no podía quitarle los ojos de encima.
Todo en ella era tan puro y auténtico que me daban ganas de atraparla dentro de mí
hasta que lo que fuera que la hacía ser como era, se me pegara también.
Demonios, tal vez era sólo eso. La necesidad de sentir a alguien tan genuino debajo
de mí. Juro que no voy por ahí siguiendo a las chicas a los vestuarios como un asqueroso.
Normalmente es al revés.
Pero la forma en que me sentía con ella, era casi como si la conociera. Como si
estuviéramos cortados por el mismo patrón.
—Dutch, ¿qué pasa contigo, tío? —Zane exige.
No lo sé.
No tengo ni puta idea de por qué esta chica se mete con mi cabeza. De hecho,
después del dúo beso-bofetada, tardé un buen rato en comprender qué demonios acababa de 133
pasarme.
—¿Por fin vas a perseguirla? —pregunta Finn.
Página
—No.
—Es la única forma de que Jinx revele su información —me informa Zane.
Mis ojos se clavan en ellos. —¿De qué están hablando?
—Intentamos pagarle a Jinx por un nombre —explica Zane—. Fue de lo más
extraño. Se negó a dárnoslo. Dijo que sólo te daría esa información a ti.
—¿Por qué crees que está jugando? —Finn pregunta.
—Ella siempre está jugando —refunfuña Zane—. Esta vez, está jugando duro.
—Probablemente porque quiere más dinero —gruño. Sea quien sea Jinx, es una
buena mujer de negocios. Eso se lo reconozco. No puedo contar cuánto ha conseguido sacar
sólo de los hermanos Cross.
—Hay algo más en esa pelirroja —dice Finn pensativo—. Puedo sentirlo.
Lo señalo con ojos furiosos. —¿Qué sientes exactamente?
—Cuidado, Finn. Dutch te va a dar una paliza por pensar en su chica.
—Ella no es mi chica. —Dejo la guitarra en el suelo—. Si no vamos a practicar,
entonces me voy.
—¿Por qué? Tu cita no es hasta el sábado —se burla Zane.
Inmediatamente me pongo rígido.
Por un lado, quiero ser inteligente. Siempre que estoy cerca de la pelirroja, mi
cerebro se descontrola. Es lo único que veo. Todo lo que quiero. De hecho, ni siquiera los
labios de treinta mil dólares de Christa me quitaron el sabor de su brillo labial con sabor a
cereza. Cuando terminó, no pude evitar desear que fuera la pelirroja a la que había
inmovilizado al volante.
Por muy enfadado que esté por esa bofetada y por el numerito de Cenicienta que
hizo huyendo sin dejar su nombre, sé que la seguiría a cualquier parte.
Y eso significa que estoy metido hasta el cuello. Mucho más de lo que me gustaría.
No puedo perder el control y, en cuanto la vea, seré como la palma de su mano. 134
Frustrado con mis hermanos y conmigo mismo, me cuelgo la guitarra al hombro y la
vuelvo a colocar en su soporte.
Página
Jinx: No podía dar a tus hermanos un buen golpe para sus dólares, así que aquí
135
está un regalo. Tu par favorito de labios acicalados ha estado tramando e intrigando por
un tiempo. Hoy planea golpear a tu chica donde más le duele.
Página
Puedo sentir los ojos ardiendo en mi espalda mientras hago el camino. Después de
mi humillante zancadilla durante el trabajo práctico, mis compañeros han estado clamando
por ver una segunda parte.
No es ningún secreto que todo lo que hago en Redwood Prep se queda grabado en la
memoria de todos gracias al inusitado interés de Dutch por mí. Mis antecedentes como
chica becada hacen que esta supuesta -historia de amor- sea aún más jugosa para estos
niños ricos.
Mis pasos se ralentizan y me devano los sesos para averiguar de qué va esta
reunión. Estoy bastante segura de que la Sra. Eunice no me está llamando para otro trabajo
práctico.
Después de aquel bochornoso día, me guardé el orgullo en el pecho y fui a hablar
con ella. Le expliqué mi fobia y le pregunté si podía permitirme hacer la práctica cuando
estuviéramos solas ella y yo en clase.
Aceptó y, cuando me oyó tocar, me puso una nota alta en la tarea.
No creo que vuelva a sacar ese tema a la luz.
Las campanadas suenan por segunda vez, avisando a todos de que el periodo libre
ha comenzado oficialmente, pero nadie se mueve de su asiento. Están demasiado ansiosos
por ver el espectáculo.
No es de extrañar que alguien como Jinx tenga tanto control sobre estos niños ricos.
Les gustan los cotilleos y los escándalos tanto como a las viejas de mi barrio.
El silencio es expectante y pesado.
Finjo no darme cuenta y me detengo frente a la mesa de la profesora. La señora
Eunice no parece interesada en echar a nadie de clase. Sus ojos apagados se detienen en
Christa y en mí y tiene los labios fruncidos.
Da golpecitos a las partituras que tiene delante. Luego, sin decir nada, junta los
dedos, apoya la barbilla en ellos y espera.
Al principio, no entiendo por qué nos enseña nuestras tareas anteriores. Luego lo
miro más de cerca y se me cae el corazón a los pies.
Nuestro último proyecto con el Sr. Mulliez fue la tarea de Teoría Musical No
137
Convencional. Antes de entregar nuestra canción, teníamos que enseñar nuestras partituras.
Hice los deberes yo sola, ya que en mi último intento de unirme a un grupo me
Página
Pero en Redwood, los más crueles se ahogan en joyas y buena apariencia. Alardean
de su estatus y poder. Sonríen y hacen brindis con champán y pegan tarjetas negras en los
mostradores.
Yo no soy nada de eso. Y parece que aquí todo el mundo quiere recordarme mi
verdadero valor. Porque vengo de la nada, no tengo poder.
Y la impotencia se pega.
Christa pestañea unas pestañas ridículamente largas. El hedor de la petulancia es tan
espeso en ella que daría incluso a Dutch una carrera por su dinero.
Lo que me molesta más que este evidente intento de Dutch de echarme de Redwood
es la acusación. La música estuvo a punto de destruirme, pero al final acabó salvándome a
mí y a mi familia. Puede que me convierta en una persona diferente para tocar ante
multitudes, pero mi música siempre es honesta.
Si Dutch quiere echarme de Redwood, bien.
Pero parece empeñado en poner la música en mi contra, primero llevándose al Sr.
Mulliez, luego acechando mi trabajo de sala anoche, y ahora mintiendo sobre mi trabajo.
No lo dejaré ganar.
No de esta manera.
Si está decidido a ser más astuto para echarme de Redwood Prep, entonces tengo
que mejorar mi juego también si tengo la intención de quedarme.
—No vamos a escalar entonces —digo simplemente—. Vamos a resolverlo aquí
mismo—.
Nuestra profesora abre la boca.
—La señorita Eunice es una sustituta. No puede tomar decisiones como ésta —dice
Christa, interrumpiéndola.
—No tiene sentido llevar esto al director cuando podemos resolverlo aquí.
La Sra. Eunice levanta un dedo.
Christa frunce el ceño. —No me fío de ti. Cualquiera lo bastante taimado como para 139
robarme la canción encontraría la manera de evitarlo.
Aprieto los dientes. —No soy una ladrona.
Página
—Eres pobre —dice desdeñosa— así que claro que eres una ladrona.
Le dirijo una mirada larga y oscura, esperando que mi sola mirada pueda intimidarla
para que diga la verdad. Pero como es la actual ligue de Dutch, eso básicamente garantiza
que su corazón es tan negro como el de él.
No hay ni una pizca de compasión en su rostro.
La Sra. Eunice golpea la mesa con la mano. —Señoritas, si me permiten la
oportunidad de hablar. —Nos mira fijamente a cada una de nosotras antes de continuar: —
Conozco una forma de averiguar quién escribió realmente la canción.
Los ojos de Christa se vuelven temblorosos. —¿Cómo?
La señora Eunice sonríe, dejando que sus finos labios se estiren sobre su piel de
papel. —Vamos a reescribirla.
Pone hojas de música nuevas sobre el escritorio.
Christa palidece.
Yo empiezo a sonreír.
Sí, puedo hacerlo.
—Y luego las dos la interpretaran —añade la Sra. Eunice.
Mi victoria se hace cenizas ante mis ojos. —¿Qué quiere decir con interpretarlo?
Como... ¿delante de la gente?
—Sí.
Me inclino hacia delante. —Señorita Eunice, ya le he dicho que no puedo... no
puedo hacer eso.
—Estoy de acuerdo. Tiene que haber otra manera —argumenta Christa.
La señorita Eunice levanta una mano. —La persona que no puede escribir e
interpretar la canción con precisión obviamente no es la que la escribió.
Nerviosa, me pico el dobladillo de la falda del uniforme.
140
—Es una pérdida de tiempo —dice una voz.
Página
Giro la mirada y veo a Dutch apoyado en la pared del fondo de la clase. Al verlo,
una lenta sensación de ardor recorre la parte inferior de mi pecho.
La mirada dolorosamente intensa de Dutch me atraviesa.
Ojalá pudiera huir de él y de los recuerdos que me inspira.
En lugar de eso, sigo mirando fijamente su mandíbula cincelada, la nariz recta y los
ojos ámbar perversamente brillantes y recuerdo nuestro beso en el vestuario.
El mero recuerdo de sus labios me quema tanto que no puedo mirarlo a los ojos. No
sin prácticamente saborear su boca y la forma en que se burló de la mía y luego la separó.
De hecho, aún siento el peso de su beso.
Como un tatuaje.
Me rodeo la cintura con las manos y me abrazo a mí misma para controlar mi
cuerpo.
Dutch es un huracán, diseñado para destruirme hasta que no sea más que un muñón.
Se levanta cada mañana pensando en las formas más astutas de infligirme dolor. Puede que
no me haya pegado o agredido, pero su guerra psicológica es diez veces peor.
Cada terminación nerviosa de mi cuerpo podría estar parada ahora mismo, pero no
hay manera de que me permita caer tan bajo.
—Se supone que estamos en el período libre. —Dutch mira su reloj—. Pero todo el
mundo sigue sentado aquí.
Las mejillas de la Sra. Eunice se sonrojan. Parece nerviosa. —Di por terminada la
clase hace tiempo...
—Pero no se han ido —dice él de forma mordaz.
La Sra. Eunice se aclara la garganta y se levanta. —Que se vayan todos. Excepto tú.
—Señala a Dutch—. Ven aquí.
Se acerca perezosamente a su mesa, moviendo el cuerpo casi rítmicamente. Es un
depredador al acecho, totalmente en control de su lado de la selva. Es lo más alto de la
cadena alimenticia. ¿Qué tendría que temer?
Christa lanza a Dutch una mirada de alivio. En el momento en que él se acerca, ella
141
envuelve sus manos alrededor de sus bíceps.
Página
Siento que todo mi cuerpo se eriza y me digo a mí misma que no es porque Dutch
me besara ayer y veinticuatro horas después tramara mi ruina con su novia. Es solo porque
verlo me da asco. Créeme. Sólo es eso.
—Espero que ambas entreguen nuevas tareas. Copiar no será tolerado en mi clase.
—Dirige una mirada dura a Christa—. A pesar de que sólo soy una profesora sustituta,
todavía puedo hacer esto.
Christa parpadea rápidamente.
Así se hace, Sra. Eunice.
Empieza a gustarme un poco más.
—Y tú —señala a Dutch— ya que estás tan preocupado por este asunto, te doy la
responsabilidad de ayudar a la señorita Cooper con su miedo escénico, así que si hay
necesidad de manejar casos como este en el futuro, ella podrá participar.
—¿Qué? —Se me cae la mandíbula—. No, no puedes dejar que Dutch me ayude.
—¿Por qué no? —pregunta Dutch suavemente. Tiene una sonrisa arrogante en los
labios mientras me observa.
Le dirijo una mirada furiosa. —Porque prefiero atragantarme con una cesta de
melocotones.
—¿Duraznos? —Arquea una ceja.
Soy mortalmente alérgica a ellos, pero no es como si fuera a darle a él o a Christa
esa información para que intenten asesinarme en el futuro.
—He oído que Dutch y su banda son aclamados por derecho propio. —La Srta.
Eunice le hace un gesto—. Y ya que él y sus hermanos no pueden molestarse en venir a
clase —su mirada agraviada en su dirección me dice que a la señorita Eunice no le hace
mucha gracia— puede contribuir a la lección ayudando a un compañero durante la clase.
—¡No! —Christa da un pisotón—. Protesto.
—Esto no es un tribunal, jovencita. —La Srta. Eunice se levanta y recoge las hojas
de música copiadas—. Que me entreguen los nuevos proyectos para mañana.
—¿Mañana? —Chillo.
142
—¿Mañana? —Christa palidece.
Página
—¿O prefieres que siga con mi plan anterior? —Arquea una ceja.
Las dos negamos con la cabeza.
Cuando la Srta. Eunice se va, me doy la vuelta y me encuentro con una mirada
furiosa apuntándome.
Pero no es de Christa.
Dutch cruza los brazos sobre el pecho. —Parece que ahora eres mi problema,
Brahms.
—No estarás pensando seriamente en ayudarla, ¿verdad? Eunice está claramente
loca si cree que puedes hacerlo. —Christa se burla—. Ella necesita un terapeuta.
Lo que necesito es que los dos salgan de mi vista.
—Sé que me robaste mi partitura. —Apunto con un dedo al pecho de Christa—. Y
sé que tú —miro fijamente a Dutch— me tendiste una trampa.
Su ceja se arquea y sus labios se tuercen de forma culpable. La confusión en el
rostro de Dutch me hace dudar. ¿Estoy sacando conclusiones precipitadas? ¿Intentó Christa
este truco por su cuenta?
En el momento en que empiezo a ablandarme, sacudo la cabeza. No importa si
Dutch estuvo involucrado o no. Ha dejado clara su posición y no voy a confiar en él. Todo
lo que ha hecho ha sido para echarme de Redwood Prep. Esta vez no es diferente.
—No me importa lo que pienses, Brahms. Sólo prepárate para mi terapia.
Creo que sacarme los ojos con lápices afilados sería menos doloroso que tener a
Dutch como terapeuta.
—No lo creo —replico.
—Es demasiado tarde. Ya te has colado entre mis responsabilidades, Brahms. —
Ladea la cabeza y me sonríe—. No se siente bien cuando te metes en un sitio al que no
perteneces, ¿verdad?
Lo desprecio. Desde lo más profundo de mi alma, hasta el lugar donde la música
fluye por mis venas, todo lo aborrezco. 143
Las ganas de darle un puñetazo en su carita engreída casi me abruman.
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Christa aprieta los dientes y dice: —Dutch, ¿puedo hablar contigo? ¿Fuera?
—No, no puedes. —Me señala con el dedo—. Vete. Tengo que hablar con Brahms.
A solas.
Le gruño. —Eso no va a pasar.
Cuando empiezo a irme, Dutch me coge de la mano. En cuanto me toca, siento un
escalofrío. Sus ojos parpadean y suelta mi mano como si también lo sintiera. La mirada que
me dirige a continuación es casi desdeñosa.
Christa se queda, sin saber cuándo irse. —Dutch.
Él ignora su mohín. —Fuera. Ahora.
No decimos nada mientras ella sale dando un portazo. Por un segundo, nuestra
respiración agitada es todo lo que llena la habitación.
Cruzo los brazos sobre el pecho y no me pierdo la mirada de Dutch. Ayer estaba tan
enamorado de mí y de mi música. Ahora no pierde el tiempo mirándome lascivamente.
Su mirada vuelve a la mía y gruñe: —Si tengo que curarte, tendrás que hacer algo
por mí también. No soy una maldita obra de caridad.
—Estás mal de la cabeza si crees que voy a seguirte...
Me corto cuando Dutch se abalanza sobre mí y se acerca tan peligrosamente a mi
cara que mi cuerpo se vuelve gelatina.
Con los ojos oscurecidos, gruñe: —Entonces puedes pagar mi cartera. Es una pieza
personalizada que vale más de cinco mil dólares.
—No lo es —chillo—. No te creo.
Sus labios se curvan, dándole un aspecto peligroso y asquerosamente bello a la vez.
—Haré que mis abogados llamen a los tuyos.
Se me acelera el pulso. No tengo abogados, ni siquiera conozco a un abogado.
Trago saliva. —¿Qué quieres que haga a cambio?
—Vas a ser mi sirviente hasta que pagues la deuda. —Se endereza hasta alcanzar
toda su estatura. 144
—¡No haré tal cosa! —grito, horrorizada y a punto de aporrearle con mis partituras.
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Variedad de carne en lata elaborada por la empresa Hormel Foods Corporation.
Mi hermanita no necesita saber que me ha echado de mi sueño King Butt-hole, cuyo
único propósito en la vida es sacarme de Redwood Prep como un grano indeseado.
Tomo asiento frente a Viola y reparto unos huevos.
—He notado que has estado practicando maquillaje extra duro últimamente. —
Unto los huevos con ketchup en forma de carita sonriente, como he hecho toda la vida, y le
pongo el plato delante.
—Porque se acerca el baile de fin de curso. Tengo pensado maquillar a algunas de
mis amigas.
—Es muy amable por tu parte, Vi —le digo mordisqueando mi trozo de carne frita.
—Oh, no es dulce. Les cobro por horas.
Casi me atraganto con la comida. —¿Qué?
—El mes está a punto de acabar y pronto nos llegará la luz. No quiero que vuelva a
pasar lo de la última vez. —Frunce el ceño—. Ya sabemos que Rick no va a mover un dedo
para ayudarnos. Demasiado para tener un hermano mayor.
—Rick es la razón por la que podemos vivir juntos aunque las dos seamos menores.
—Dejé el tenedor, alarmada por su amargura—. Vi, no es responsabilidad de Rick
cuidarnos. Es la mía.
—Pero yo también puedo ayudar.
—No tienes por qué. —Odio la preocupación que cruza por su cara. Solo tiene trece
años. Demasiado joven para estar preocupada por si nos cortan la luz en una semana—.
Últimamente recibo más llamadas para tocar en el salón. Y las propinas han sido
especialmente generosas. Puedo pagar la electricidad este mes. Eso no es algo que necesites
tener en tu bonita cabeza.
Frunce los labios. —¿Estás segura?
—Sí. Maquilla si te gusta y lo disfrutas. No porque te sientas presionada para poner 147
comida en la mesa. —Le cojo la mano y la aprieto—. Como siempre, te tengo a ti.
Su sonrisa es dulce y me da un vuelco el corazón cuando veo que la luz del sol
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vuelve a sus ojos. Puede que Vi sea caprichosa y rebelde, pero es una buena hermana
pequeña. Mucho más madura y emprendedora de lo que yo era a su edad.
—De acuerdo. —Rodea con los dedos el vaso de zumo de naranja—. Pero aun así
voy a cobrar por el maquillaje. Puede ir para mi vestido.
Se me hace un nudo en la garganta cuando me doy cuenta de que probablemente
querrá un vestido nuevo. Intento pensar de dónde puedo sacar el dinero, pero no lo consigo.
El presupuesto no da para esas cosas.
Viola niega con la cabeza. —Breeze ya se ha ofrecido a prestarme uno de sus
conjuntos. Ya sabes que tiene como un trillón de vestidos.
La culpa amenaza con aprisionarme, pero me fuerzo a sonreír. —Siento no poder
conseguirte uno nuevo, pero puedes coger prestado uno de los míos.
—Qué asco.
Mis pestañas se agitan. —¿Asco?
—No te ofendas, hermanita, pero no tienes necesariamente el mejor sentido de la
moda.
—¡Oye!
—Menos mal que Redwood Prep usa uniformes. —Viola levanta una mano—. Eso
es todo lo que digo.
Me acerco a la mesa y le pellizco la mejilla. —Boca lista.
Se ríe.
Vuelvo a sentarme.
—Por cierto, uno de mis amigos va a traer una cita...
Aprieto el tenedor. —No necesitas una cita para la fiesta de los novatos.
—No iba a decir eso, monja sobreprotectora. —Viola pone los ojos en blanco—.
Quería decir... —Saca su teléfono y hace una captura de pantalla—. Este es él.
Me enseña una foto de un chico de ojos marrones claros y pelo escotado que levanta
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un cartel de la calle. Parece demasiado joven y esmirriado para pertenecer a una banda,
pero sin duda está mostrando de dónde viene.
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—¿Hay alguna razón por la que me estás mostrando a un adolescente pubescente5
tratando de parecer duro en línea? —pregunto, arqueando una ceja.
—¿No te resulta familiar?
Frunzo los labios y miro más de cerca. —La verdad es que no.
—¡Cadence!
—¿Qué? —Salto cuando grita.
Viola pasa el pulgar por la pantalla y me enseña otra captura. Esta es del aspirante a
gánster y Hunter.
Jadeo cuando veo la preciosa cara de Hunter mirándome fijamente. Tiene el brazo
alrededor del chico. El pie de foto dice: —Hermanos de por vida.
—¿Están juntos en una banda? —Jadeo.
—Podría abofetearte... —Viola refunfuña acaloradamente—. Son hermanos, Cadey.
Hermanos. Me enteré por mi amiga que va con el hermano de Hunter. Hunter va a estar en
el colegio de carabina.
Suspiro. —¿Por qué necesito saber esa información?
—¡Hola! Tú también puedes apuntarte como chaperona. Así podrás ir al baile de
bienvenida, bailar lento con Hunter y enamorarte. —Se golpea las manos—. Es perfecto.
—Es una fantasía que has construido en tu cabeza. ¿Has leído novelas románticas
últimamente?
Mi hermana agita los brazos como una niña en plena rabieta. —No eres divertida.
—Y vas a llegar tarde al colegio si no te das prisa y terminas de comer ahora. —
Hago un gesto hacia la comida.
Hunter puede estar bueno, pero no me gusta así. Apenas conozco al tipo, así que hay
una posibilidad de que hagamos buenas migas. Tal vez. No es que esté buscando nada. 149
Un recuerdo del beso de Dutch pasa por mi mente y mi cuerpo siente un hormigueo
en todos los lugares equivocados.
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Persona que ha llegado a la pubertad.
Él no tiene nada que ver.
De hecho, Dutch es la razón por la que estoy en contra de los hombres en general.
Hace que me suba la tensión sólo con entrar en la habitación. Y cada vez que hace
de mi vida un infierno, quiero abofetearlo. Pero en cuanto lo veo sin camisa, quiero
abrazarlo.
Es peligroso y malvado, seguro.
Pero es obvio que me faltan algunos tornillos si no puedo ver más allá de su
preciosa cara, su feo interior. Está claro que mis hormonas no saben juzgar el carácter.
Suspirando, voy primero al baño y me pongo el uniforme de Redwood Prep.
Viola está en su habitación maquillándose por arte de magia, así que le hago un leve
gesto con la mano, que ella me devuelve, y me dirijo a Redwood.
Siempre es un buen día cuando la gente no me mira, mira sus teléfonos y se ríe.
Sólo suelto un suspiro cuando veo que las miradas embobadas y fijas son más o menos las
habituales.
El día de hoy ya va por buen camino.
Me detengo en mi taquilla y compruebo que todo está seco.
Otra buena señal.
Quizá ahora pueda empezar a respirar.
—Hola, forastera —dice Serena, acercándose a mi taquilla.
Le sonrío. Estoy de buen humor y su presencia demuestra que hoy va a ser mi día.
Que le den a Dutch y a su prepotencia.
No soy la esclava de nadie.
—Hola. —Le doy un repaso—. Vaya. Estás muy guapa. 150
Lleva un delineador especialmente grueso que resalta el brillo de sus ojos. Lleva su
habitual chaqueta de motorista sobre la versión masculina del uniforme de Redwood Prep:
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Parece como si toda Redwood Prep observara en silencio mientras Dutch
básicamente me secuestra. Cuelgo como una muñeca de trapo flácida, con los brazos y el
pelo apuntando al suelo y el culo levantado hacia el techo.
Tengo el cuerpo tenso y los dedos cerrados en un puño. Espero impaciente a que me
baje para poder desatar mi furia.
Finn se detiene frente a la sala de prácticas y pasa su tarjeta por el escáner. Se
ilumina en neón. Se oye un clic cuando las cerraduras se abren.
Zane le hace un gesto a Dutch. —Las damas primero.
—Qué caballero —gruño. Mis palabras golpean el trasero de Dutch, pero van
dirigidas a su odioso gemelo.
Zane se ríe, guapo y travieso. Hoy, su uniforme de Redwood Prep es una sencilla
camisa blanca abotonada y unos caquis. Le queda como un esmoquin. No es ningún secreto
por qué tiene tantos seguidores en las redes sociales. Su apuesto aspecto, incluso boca
abajo, es letal.
Dutch me lleva al interior de la sala de prácticas. Zane y Finn lo siguen.
El descaro de estos idiotas. ¿Creen que pueden robar a toda una persona y salirse 154
con la suya? ¿O asumen, erróneamente, que he estado aguantando su mierda porque soy
una persona débil? Por supuesto que no.
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Me las he arreglado para sobrevivir en Redwood Prep todo este tiempo porque voy
hacia abajo oscilante. Y eso es exactamente lo que planeo hacer cuando mis pies toquen el
suelo alfombrado.
—Ahora, Brahms —los musculosos brazos de Dutch me rodean la espalda— voy a
ponerte de pie. Y necesito que me prometas que no vas a apuntar a mi cara.
—Eso es lo que da dinero —dice Zane.
Permanezco en silencio.
Dutch me pasa una mano por el dorso del muslo. —¿Cadence?
Me estremezco, desconcertada por su contacto, pero me niego a dejar que el
atractivo de Dutch se apodere de mí. Que le den a mis estúpidas hormonas. Estoy encerrada
en una habitación con tres grandes e intimidantes estrellas del rock. Podrían hacerme
cualquier cosa y no sería capaz de huir.
Eso no es excitante. Es una situación peligrosa.
Y estas son personas peligrosas.
Que sean sexys no significa que pueda bajar la guardia.
—Bien —refunfuño.
En cuanto me deja en el suelo, me lanzo sobre él.
Dutch me coge de la muñeca y me atrae hacia su pecho. Estoy pegada a él, con su
frente contra mi espalda. Al sentir la reacción de su cuerpo contra el mío, una ola de calor
me recorre la piel.
—Brahms, lo prometiste —dice, con un tono similar al de un padre que regaña a un
hijo.
Zane se ríe.
—Te juro, Dutch, que aunque sea lo último que haga, voy a hacer que tu cabeza
ruede por el jardín delantero como una pelota de baloncesto.
—Ooh. Gráfico —se burla Zane, tomando asiento detrás de su batería.
Finn frunce el ceño exactamente igual que Dutch y eso me recuerda que, aunque él
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y Dutch no estén emparentados biológicamente, son hermanos.
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Dutch está detrás de mí, así que no puedo ver su expresión, pero supongo que está
sonriendo.
Miro fijamente las enormes manos que me atan. —Será mejor que me sueltes.
Ahora mismo.
—No antes de que entiendas que aquí no tienes elección —insiste—. Mientras estés
matriculada en Redwood Prep, me perteneces.
Cada palabra hace que mi temperamento suba más y más.
Se inclina hacia abajo. Sus labios rozan mi oreja y me ponen la piel de gallina.
—Sólo hay una salida, Brahms —susurra.
—¿Y si no la cojo? —Respiro, girándome ligeramente hacia él.
Sus dedos suben por mi brazo y se posan en mi cuello. —Entonces me presentaré en
tu casa. —Me aprieta ligeramente—. Y me presentaré en tu trabajo. Y voy a seguir
apareciéndome delante de ti hasta que sepas que no hay ningún sitio al que puedas huir en
el que no te vaya a cazar.
Se me aprieta el pecho y me doy cuenta de que, más allá de cualquier sombra de
duda, nunca he odiado a nadie como odio a Dutch Cross.
Es una amenaza aquí en el colegio, pero me niego a dejar que él y su banda de
hermanos revoltosos se acerquen a mi hermana. Moriría por Viola antes de dejar que se
enfrentara a este trato infernal.
Luchando contra el impulso de morderle la mano por si me contagia algún tipo de
enfermedad, me relajo. —De acuerdo. Acepto.
Dutch se sobresalta de sorpresa.
Finn y Zane intercambian miradas.
Dutch suelta lentamente los brazos y camina hacia mí, todavía con cara de
desconfianza.
—Trabajaré para ti —escupo las palabras—. Cinco de los grandes son como dos 156
semanas de salario si trabajo ocho horas al día. Si trabajo veinticuatro horas, son ocho días.
—Levanto el puño y él arquea una ceja en señal de advertencia. Pero no lo golpeo. En lugar
de eso, levanto la mano—. Te devolveré lo de la cartera.
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Dutch entrecierra los ojos. Puedo sentir cómo intenta destrozarme, cómo intenta
adelantarse a lo que sea que esté planeando. Le ofrezco un asentimiento resignado y eso
parece ponerle aún más nervioso.
—Tú ganas —le digo.
—¿Vas a dejar Redwood Prep?
Frunzo el ceño. ¿Qué obsesión tiene con echarme del colegio?
—No, yo... —Parece que no puedo decir 'ser su sirviente'— seré tu ayudante hasta
que la deuda esté pagada. ¿Estás contento?
Dutch gruñe.
Finn nos saluda. —Ahora que eso está arreglado, ¿podemos practicar para el baile
de esta noche?
—¿Qué baile? —Le pregunto.
—No es asunto tuyo. —Dutch rebusca en su bolsillo, saca una cartera que parece la
versión roja de la que destrocé y me da una tarjeta—. Tráenos tres cafés de la cafetería.
—¡El mío con espuma, por favor! —Zane añade en su pedido. La única razón por la
que no estoy echando humo es porque ha dicho por favor, lo que demuestra una cortesía
que Dutch aún no me ha revelado.
Vuelvo la mirada hacia Finn. —¿Y tú?
—Lo que te parezca bien —dice, acomodándose el bajo en la cabeza. La luz del sol
se cuela tras él, creando un halo alrededor de su pelo castaño.
Me giro bruscamente. —¿Y tú?
Dutch aún parece desconcertado. —Azúcar extra.
Me sorprende. Pensé que tomaría su café tan negro como su alma. —Claro.
—Dale una tarjeta para entrar en la sala de prácticas —sugiere Zane.
Dutch se pone rígido.
Intento ocultar mi sonrisa. 157
—Eso no va a pasar —murmura Dutch—. Iré con ella a la cafetería.
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—Tenemos que practicar antes del primer timbre —le recuerda Finn.
—Bien. —Dutch saca otra tarjeta—. Tráela en las mismas condiciones.
—Me lo pensaré —murmuro.
Se inclina hacia mí y juro que aprieta la mandíbula. —No me pongas a prueba hoy,
Brahms.
—Ni lo sueñes —le respondo con un gruñido.
Sus ojos bajan hasta mis labios y un destello de confusión aparece en su expresión.
Cuando se le pasa, parece aún más enfadado que antes.
Le arrebato la tarjeta y la agito. —Ahora vuelvo.
De camino a la cafetería, inspecciono la tarjeta de la sala de prácticas y le hago
fotos. Hay un tipo en mi barrio que hace carnés falsos. Algo me dice que también sería
capaz de hacer un pase falso.
Dejar plantado a Dutch el sábado no fue suficiente. Quiero que sepa que el dolor
infligido viene de mí.
Mientras camino, alguien se cruza en mi camino. Reboto contra un hombro huesudo
y miro hacia arriba.
Christa está en mi camino, mirándome. Hoy va vestida de animadora, con una falda
corta con volantes y un top entubado.
—¿Puedo ayudarte? —le pregunto, sin molestarme en ocultar mi desdén. No he
olvidado lo que hizo durante la clase de música.
Sus ojos se posan en mi mano y se abalanza sobre ella. —¿Qué es eso?
—Nada. —La escondo rápidamente detrás de la espalda.
Su mirada se desliza hacia mí y su expresión se tuerce de horror. —¿Te ha dado
Dutch una tarjeta para su sala de ensayo?
Estoy a punto de negarlo con vehemencia cuando me doy cuenta de que es una
oportunidad inmejorable. Christa lo tiene todo en el mundo, excepto el verdadero afecto de
Dutch. Claro, puede que se acueste con él, pero no es ningún secreto que él no está
interesado en ella. No de la forma en que está interesado en mí. 158
Bueno, la otra versión de mí.
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Agito la tarjeta, haciendo ademán de abanicarme la cara con ella. —Quiere que
tenga acceso a él. En todo momento.
—Dame eso. —Lo coge.
Se la quito de las manos. —Ah-ah-ah. Esto es para la gente que realmente significa
algo para Dutch. —Me acerco a ella y bajo la voz—. ¿Qué significas tú para él, Christa?
Aparte de ser la persona a la que llama cuando necesita que le rasquen un picor.
Su cara enrojece. Temblando de rabia, levanta la mano e intenta abofetearme.
Por suerte para mí, la esquivo justo a tiempo.
Por desgracia para Christa, pierde el equilibrio y se da de bruces contra la taquilla.
El pasillo resuena con un ruido metálico.
Me estremezco. —¿Estás bien?
Un grito ensordecedor atraviesa el pasillo.
Me acobardo. —Supongo que... no estás bien.
—¡Christa!
—¡Oh, no!
Sus secuaces del equipo de baile corren a su alrededor, formando un círculo. Con su
ayuda, Christa se pone en pie. Jadeo cuando veo toda la sangre corriendo por su barbilla.
Viene de una grieta en sus carnosos labios.
—¡No, no, no! —Se marchita como si tuviera una pierna rota en vez de una pequeña
herida en el labio—. He pagado mucho por esto.
No me sorprende en absoluto esa afirmación y sólo demuestra lo mucho que
Redwood ya me está cambiando.
—¡Tú! —La voz de Christa es un gruñido. Me apunta con un dedo y, con su piel
pálida, su pelo rubio y toda esa sangre que le cae por la barbilla, parece un zombi—. ¡Tú
has hecho esto!
—¿Yo? —Me meto un dedo en el pecho. 159
—Tú... ¡ay! —Christa se tapa la boca y gime patéticamente.
Sus secuaces me lanzan miradas agudas, como puñales. No pueden creer en serio
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que la empujé a la taquilla, ¿verdad? Quiero decir, una parte de mí desearía haberlo hecho,
pero ni siquiera toqué a esta chica.
—¿Christa? —Unos tacones altos chocan contra el suelo y suena una voz suave—.
¿Qué está pasando aquí?
—¡Señorita Jamieson! —Christa berrea. Grandes lágrimas de cocodrilo caen por sus
mejillas.
La hermosa profesora de literatura aparece. Lleva una falda lápiz morada ajustada a
la cadera, medias negras y una blusa con volantes. Sus rizos están recogidos en una coleta
alta y sus espesos bucles caen en cascada por su espalda.
—Christa, ¿qué te pasa en la cara? —Alarmada, la señorita Jamieson se acerca
corriendo. Inspecciona a Christa durante un segundo y luego frunce el ceño—. Chicas,
llévenla a la enfermera.
—Esto no ha terminado. —La voz de Christa es baja y apagada debido a la enorme
brecha en su labio inferior.
La capitana del equipo de animadoras lanza un brazo alrededor de los hombros de
sus amigas y juntas, salen cojeando. Estoy bastante segura de que un labio roto no debería
impedirle caminar correctamente, pero me imagino que exagerar es lo que le gusta a
Christa.
No voy a mentir. Hay una pequeña parte de mí que se siente justificada. Si la
señorita Jamieson no me estuviera mirando, probablemente chocaría los cinco con la
taquilla que aún tiene la huella ensangrentada del labio de Christa.
Con ojos severos, la profesora de Literatura hace un gesto: —Señorita Cooper. Una
palabra.
Oh, no. ¿Ahora estoy en problemas?
La sigo con urgencia hasta el aula. Por lo escrito en la pizarra, supongo que se
estaba preparando para la primera clase.
La Srta. Jamieson cierra la puerta. —Siéntese, Srta. Cooper.
—Realmente no la empujé, Srta. Jamieson. Puede comprobar las cámaras. —Salto
160
en mi propia defensa antes de haberme acomodado completamente en mi asiento.
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Sus ojos se clavan en mí, pero antes de que pueda decir nada, unos pasos se acercan
por el pasillo.
—¿Qué hacen fuera de clase? —pregunta un profesor con las manos en la cadera.
—Estábamos a punto de ir para allá —dice Dutch. Me coge de la mano y me
arrastra en dirección contraria.
Tropiezo con él. —Mi clase no está en esta dirección.
—Todavía no hemos tomado el café. —Su voz es grave y firme.
—¿Me estás tomando el pelo ahora mismo?
—Una cosa vas a descubrir, Brahms. No bromeamos con el café.
Llegamos a la cafetería, que está vacía porque todo el mundo está en clase, como
debe ser. Pero supongo que los hermanos Cross siguen sus propias reglas.
Dutch me lleva detrás del mostrador, donde la comida se guarda en cacerolas
calientes. Veo que alguien se asoma por la ventana y espero, casi con regocijo, a que nos
regañe.
En lugar de eso, la puerta se abre de golpe y una mujer corpulenta de la cafetería
sale disparada, le echa el brazo al cuello a Dutch y le besa la mejilla.
Dutch le dedica una suave sonrisa. —María, no me tomes el pelo si no vas a dejar a
tu marido.
Ella se ríe y le limpia la mancha de carmín de la mandíbula. —Gracias por lo que
has hecho por...
Él le guiña un ojo, cortándola. —Ni lo menciones. ¿Tienes lo que necesito?
—Oh nena. —Ella hace un giro de cadera—. Tengo todo lo que necesitas, pero hoy
has llegado tarde. No puedo darte más cariño.
—No pasa nada. —Me hace un gesto con la cabeza—. Ella misma hará el café.
Me erizo.
Los ojos de María brillan. —¿Tienes una noviecita, Dutchy?
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Se inclina hacia ella y le susurra: —María, sabes que sólo tengo ojos para ti.
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Pero necesito ese gruñido otra vez. Lo necesito más de lo que puedo expresar.
No sé qué me pasa, pero un lado retorcido está listo para salir a jugar. Se hace más
fuerte cuanto más me mira Dutch.
Porque la verdad es que Dutch Cross es dueño de todo en Redwood Prep, pero
nunca podrá serlo de mí. No el –yo- que realmente quiere. Y es un viaje de poder tan
grande que prácticamente me salgo de la piel.
Los tonos ámbar de sus ojos son como pequeños rayos de sol, que adquieren un
brillo casi sobrenatural. Sus labios carnosos y ardientes se inclinan con rabia y me mira
fijamente.
El calor arde en el espacio que nos separa y me hace sudar. Me niego a tocarlo, me
niego a ser la primera en ceder a la tensión perversamente caliente que hierve a fuego lento
entre nosotros. Aunque palpite de lujuria y deseo, no seré la primera en ceder.
—¿A quién llamas niñito? —Dutch presiona hasta que su cabeza queda pegada a la
mía. El lobo feroz preparándose para derribar una casa.
El sonido de su respiración aguda y rápida es todo lo que oigo. Ahoga el latido de
mi corazón y el rugido de mi cuerpo. Me tiemblan las piernas como a un potro recién
nacido.
Incapaz de mantenerme en pie, me agarro a su hombro cuando su lengua chasquea
contra la concha de mi oreja.
—¿Quieres ver el miedo, Brahms? —se burla.
Gimo, clavo los dedos en su hombro y arqueo la espalda. Toda la sangre se me
acumula entre los muslos y es todo lo que puedo hacer para no estallar en llamas.
—Dime —insiste Dutch.
—No.
Y entonces sonríe. Malvado. Sádico.
—Sigue presionándome y no sólo te destruiré —susurra—. Destruiré todo lo que te
importa.
Inmediatamente, la tensión se divide en dos y me alejo de él. Me suelta, pero el 166
rubor de sus mejillas y la tirantez de sus pantalones me dicen que no he sido la única
afectada por... lo que quiera que fuera aquello.
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¿Qué demonios acaba de pasar?
Decir que mi cuerpo estaba furioso por meterse bajo la falda de Cadence es
quedarse corto.
Si hubiera tenido un poco menos de autocontrol, la habría inmovilizado contra la
encimera y todas las tazas de café habrían sonado y temblado de lo fuerte que me habría
abalanzado sobre ella.
Incluso ahora, tengo que inclinarme sobre la cafetera y agarrarme con fuerza a la
estantería para no explotar. Contar hacia atrás desde diez no funciona. Ni tampoco
prepararme una taza de expreso y escurrirla.
Aún puedo oler el perfume de Cadence: floral y ligero. Aún puedo ver sus ojos
marrones entrecerrados, ardiendo de ira y lujuria. Es una cosita retorcida. La oscuridad de
su interior salió a la superficie, clamando por mí. Podía verla y me llamaba de una forma
que me encendía los nervios.
Estoy perdiendo la paciencia con ella y no es porque quiera quebrarla. La quiero
debajo de mí, sudando, vibrando, gimiendo clemencia.
No es que se la vaya a dar. No es que se la merezca. 168
Sacudo la cabeza con rabia.
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Entonces voy a buscar a una de las animadoras. Christa no está disponible, así que
elijo a alguien al azar que esté dispuesta a abrirse de piernas el tiempo suficiente para que
yo pueda descargar mi frustración.
Empieza a gemir, pero no es suficiente para mí. Acabo cortando por lo sano y la
mando a paseo.
¿Qué demonios me pasa?
Salgo del aparcamiento y veo a Cadence en el pasillo. Mis ojos se deslizan
lujuriosos por sus largas y pálidas piernas con esa falda. Tuerzo el dedo y la llamo antes de
pensármelo.
Agarra con fuerza su mochila y camina hacia mí.
—Dame las cartas —le ladro.
Me mira con ojos furiosos y me empuja las cartas. Incluso el breve contacto de sus
dedos con la palma de mi mano me hace estremecerme de lujuria otra vez.
—Ve a buscar una mesa en la cafetería. Asegúrate de que esté calentita para cuando
yo llegue.
Aprieta los dientes, su cuerpo se tensa con una rabia silenciosa, pero no contesta.
Camina por el pasillo y desaparece al doblar la esquina.
Siento dos presencias a mi lado.
Un momento después, Zane habla. —¿Se han vuelto a pelear?
—No —gruño.
—Eso parece —refunfuña Finn.
Zane pone los ojos en blanco. —Se supone que eres tú quien tiene que meterse en su
piel, Dutch. No debería funcionar en ambos sentidos.
—Me atengo al plan —les digo bruscamente—. Voy a echarla de Redwood.
—¿Por qué parece que es ella la que te está corriendo a ti? —observa Finn.
Le lanzo una mirada sombría llena de advertencia. 170
Él responde sin inmutarse.
Los tacones chasquean contra el suelo y, al oírlo, Zane se levanta. Mira ansioso
Página
detrás de él. Su cara cae de decepción cuando ve que no es la señorita Jamieson trotando
hacia nosotros.
—¿Por qué sigues cayendo en eso? —gruño—. Sabes que se escabulle por otro
pasillo si te ve delante.
—Tiene razón —Finn está de acuerdo.
—¿Por qué no sigues adelante? —le pregunto a mi gemelo.
—¿Por qué no le pides a Jinx el número de esa pelirroja y averiguas por qué te
abandonó el sábado? —acusa Zane.
—Lo solucionaré a mi manera.
—¿Cuál es? —Zane se burla—. ¿Esperando que te tropieces con ella en otro bar?
—He oído que lo dejó porque la estabas acosando —dice Finn.
—No, no lo hizo —refunfuño. Según el jefe de sala, pensaba dejar el trabajo de
todos modos.
—Si no te ocupas de... lo que sea que te esté pasando por la cabeza, te vas a tirar a
toda la clase de último curso y seguirás sin sentirte mejor.
—Deberías saberlo, ¿verdad? —siseo.
Los ojos de Zane se oscurecen. —Sí, tío. Lo sé. Me mata que sea así. Pero sé que
esa mujer es demasiado buena para mí y sé que la arruinaría, así que hago todo lo posible
por mantenerme alejado.
Tanto Finn como yo miramos a Zane sorprendidos. No suele ser tan consciente de sí
mismo.
—Joder. Creo que nunca antes habías sido tan sincero —murmura Finn.
—Quizá si te oyera hablar como un adulto en lugar de como un adolescente
cachondo, te tomaría más en serio —digo yo.
—Y quizá si no te hubieras acercado sigilosamente a esa tía y la hubieras besado
como un fan enloquecido, no te habrían abofeteado y dejado plantado. Mira eso —dice 171
Zane—. Los dos hemos aprendido algo hoy.
Finn se ríe entre dientes.
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Mis labios se crispan. Cuento con mis hermanos para que me ayuden a tomar una
situación ridícula y hacer que parezca factible.
En ese momento, suena mi teléfono.
Se me hiela la sangre al ver el mensaje.
—¿Qué pasa? —me pregunta Finn, que se da cuenta enseguida de mi cambio de
humor.
—Es Jinx —digo, mirando entre mis hermanos—. Dice que está cerca de conseguir
la localización de Sol.
Jinx: No todos los héroes llevan capa. ¿Qué me darán por encontrar al cuarto
miembro de su banda, los Cross Boys? No creo que el dinero sea suficiente. ¿Qué tal un
intercambio? ¿Un secreto por un secreto? ¿Dutch puede empezar diciéndome por qué él y
Stage Fright6 fueron pillados calentándose en la sala del café?
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6
Miedo escénico, hace referencia a Cadence.
—¿Seguro que no nos van a disparar? —murmura Zane desde fuera de mi
camerino.
—Es el baile de bienvenida del instituto —ladra Finn, pero le tiembla la voz como
si la idea también se le hubiera pasado por la cabeza.
—¿Crees que los de primer año no hacen las maletas? ¿O que sus hermanos
mayores no lo hacen? ¿Has oído el término 'drive-by'?
—Tiene razón —dice Finn con un deje de nerviosismo.
—Los dos hacen el ridículo —gruñe Dutch.
Su voz me pone rígida. Como de costumbre, suena irritado y gruñón. Pero no creo
que sea por sus hermanos, porque con ellos tiende a relajarse.
No, está melancólico y sombrío desde que me vio después del colegio. Hoy es el día
de su actuación, de la que todavía no me han hablado mucho.
Hemos pasado un par de horas en la sala de ensayo antes de que él y sus hermanos
me sacaran de Redwood Prep para prepararme.
Hoy estoy especialmente agotada y no tengo muchas ganas de estar aquí. Me estoy 173
perdiendo la primera vuelta a casa de Viola y tendré que conformarme con las fotos que
Breeze haga en mi nombre.
Página
cadenas colgantes. Además, un vestido tan caro nunca había tocado mi piel.
Dutch es el primero en apartar la mirada. Flexiona la mandíbula y cierra los dedos
en un puño.
Zane salta del sofá. —Joder, Cadence. Vaya manera de aparecer.
Finn asiente con la cabeza.
Mis labios se curvan un poco. —Gracias.
Dutch se da la vuelta. Su mirada oscura se clava en mí.
Veo cómo el deseo se enciende en sus ojos. Aparta la mirada, pero sigue ahí, en la
tensión de su mandíbula, el aleteo de sus fosas nasales y la mano agitada que mete en los
bolsillos de sus pantalones de vestir.
Todos los chicos parecen príncipes góticos con pantalones oscuros y camisas
abotonadas, pero hay algo en la forma en que Dutch lleva las mangas dobladas hacia atrás
para revelar su tinta que lo distingue como el más peligroso y el que más probabilidades
tiene de destrozarte el alma.
Su pelo rubio lleva producto para que no le caiga sobre la frente. Su estilo arreglado
lo hace aún más atractivo.
En mi cabeza surgen pensamientos perversos, empezando por cómo se sentirían sus
manos al deslizarse por la seda de mi vestido y terminando por lo musculoso que sería su
cuerpo sin esa camisa.
Me chupo los labios despacio, observando cómo la mirada de Dutch se clava en mi
boca como si él mismo quisiera trazar el camino.
La tensión entre nosotros no ha disminuido. No desde que casi nos besamos en la
cafetería.
Es una tortura estar tan cerca de él. Quererlo y odiarlo al mismo tiempo. Ahora que
he admitido mi oscuro deseo, no puedo mirar a Dutch a los ojos. Por si acaso se da cuenta
de que estoy más loca que él.
Porque para él, podría ser una simple cuestión de atracción.
Pero para mí... debería saberlo. 175
El historial de malas decisiones de mamá tiene que saltarse una generación. Dutch
Cross no es el tipo de hombre que promete un futuro y lo cumple. Es el tipo de hombre que
Página
Dutch levanta la barbilla hacia el coche y yo resoplo antes de subir. Sus hermanos
me acompañan y nos vamos.
El silencio sólo se rompe por mi respiración agitada. Clavo la mirada en la cabeza
de Dutch, ignorando la forma en que Finn lo observa todo.
Zane se aclara la garganta. —Cadence, he oído que este era tu antiguo instituto.
—No te metas con ella —le regaña Dutch.
¿Qué? ¿Se supone que tienen que tratarme como si no estuviera aquí? Le lanzo otra
mirada de daga y contesto a Zane con altanería. —Sí, fui a ese instituto.
—¿Por eso actuaste como si estuvieras enferma? ¿Porque hay algo ahí que no
quieres ver? —pregunta Finn.
—¿O alguien? —Zane se da la vuelta en el asiento del copiloto y mueve las cejas.
El coche se detiene de golpe.
Finn casi se golpea la cara contra el reposacabezas.
Zane se agarra con fuerza el cinturón de seguridad.
Me agarro a la manilla de la puerta y me salvo de un latigazo cervical.
—Dutch, ¿qué demonios? ¿Qué forma de conducir es esa? —grita Zane.
—Hay un semáforo en rojo —refunfuña Dutch.
Finn mira a su hermano con los ojos entrecerrados. Y luego se vuelve hacia mí de
modo que nuestras rodillas casi se tocan. —¿Es un ex?
—I…
—¿Qué demonios es esto? ¿Un interrogatorio? —Dutch gruñe.
—Sólo estamos haciendo preguntas —dice Zane.
—No preguntes nada. De todas formas, no va a estar por aquí el tiempo suficiente
para que importen las respuestas.
178
Ojalá estuviera sentada detrás de Dutch para poder patearle la silla.
—Tiene razón. No veo por qué eso es asunto tuyo —digo con pertinacia.
Página
Demasiado para ser un caballero. Dutch es pura maldad. Estoy segura de ello.
—Déjame llevarlo dentro. —Agarro el equipo.
Él entrecierra los ojos y lo arrastra fuera de su alcance. —¿Vas a pagar si se rompe
algo, roadie7?
Le frunzo el ceño.
Me devuelve la mirada, negándose a romper el contacto visual.
—¿Pueden ir a apuñalarse con el ojo por ahí? —dice Zane con un toque de picardía
en el tono—. Tenemos que descargar el camión.
—No me digas lo que tengo que hacer.
—Cállate, Zane.
Dutch y yo hablamos al mismo tiempo. Cuando nos damos cuenta de que en
realidad estamos de acuerdo en algo, los dos resoplamos disgustados y nos apartamos.
A pesar de mi insistencia y de algunos intentos furtivos, los hermanos Cross
consiguen descargar el equipo sin mí. Dutch no me quita ojo cada vez que me acerco
demasiado y me ahuyenta fielmente.
Ya estoy lista para que acabe la noche cuando oigo una voz cantarina: —¡Ya estás
aquí!
Mi mejor amiga baja corriendo las escaleras de la escuela. Lleva un vestido azul
ajustado que cae sobre su despampanante cuerpo. Lleva el pelo rubio recogido sobre la
cabeza.
Se para en seco cuando me ve. —¿Cadence?
—Breeze. —El pánico se apodera de mi cabeza y me aprieta con fuerza—. ¿Qué
haces aquí?
—Te dije que estaba en el comité de planificación de este año. Me pidieron que
ayudara con el baile de primer año.
Probablemente me lo dijo, pero no lo recuerdo. Aunque eso explica por qué nuestro 180
antiguo instituto insistió en contratar a The Kings en lugar de a un DJ normal, como
siempre.
Página
Breeze me mira a mí y a los tres guapísimos rockstars que están a mi lado. —¿Qué
es esto?
7
Técnicos y personas de apoyo que viajan con un grupo musical durante sus giras.
Esta es una historia muy larga que aún no he compartido con mi mejor amiga.
—Somos amigos de Cadence —dice Dutch.
Le lanzo una mirada tan llena de veneno que es una sorpresa que aún no haya caído
muerto.
Dutch ignora mi mirada de perdición. Se adelanta y le tiende la mano a Breeze. —
¿Y tú eres?
—Soy lo que tú quieras que sea —dice ella, riéndose y revolviéndose el pelo.
Dutch le dedica una sonrisa encantadora y juro que no creía que su cara fuera capaz
de hacer esa expresión. Sus ojos brillan, sus labios están relajados y parece un ser humano
de verdad en lugar de un frío dios.
—Soy Dutch —dice—. Estos son Finn y Zane.
—Hola. —Zane saluda con la mano.
Finn le hace un gesto de reconocimiento con la cabeza.
Breeze casi se desmaya. —Vaya, es... es genial conocerlos oficialmente. Estoy tan
emocionada por lo de esta noche.
—Nosotros también. —Dutch arquea una ceja—. ¿Dónde podemos empezar a
prepararnos?
—Pueden ir por esa puerta lateral. —Ella señala.
—Genial. —Dutch le dedica otra sonrisa de infarto. No tengo ni idea de dónde
viene este acto de chico dulce. Se ha portado como un demonio conmigo y, sin embargo, se
hace pasar por alguien que nunca haría daño a una mosca.
—Genial —dice Breeze soñadoramente.
Dutch le guiña un ojo.
Casi vomito.
181
Los miembros de la banda recogen todos los instrumentos y el equipo que pueden
Página
cargar y desaparecen en la escuela. En el momento en que están fuera del alcance del aire,
Breeze me ataca el brazo.
—¿Cómo. Pudiste. No. Decírmelo? —Puntúa cada palabra con una bofetada—.
¿Cuándo ibas a mencionar que no sólo conoces personalmente a los Reyes, sino que ellos
saben tu nombre y te llevan a los conciertos?
—Eso no es lo que pasa.
Breeze da un paso atrás y sus ojos se abren de par en par. —¿Y qué es este vestido?
¿Es de diseño? ¡Dios mío! ¿Te lo han comprado?
—No. Quiero decir, más o menos.
—Tu voz acaba de subir dos octavas, cariño. Si quieres mentirme, esfuérzate un
poco más.
—No es lo que piensas.
—¿Qué es lo que pienso? —Ella desafía.
—No estoy con ellos. Sólo estamos... haciendo un proyecto juntos.
—¡Perfecto! —Ella levanta las manos—. Porque si estuvieras con uno de Los
Reyes, volvería a entrar y le diría a Hunter que no contuviera la respiración.
—¿Hunter está aquí? —Se me corta la respiración.
Viola me dijo que vendría, pero no esperaba que viniera a la fiesta de bienvenida de
un novato. No me parecía el tipo de hermano mayor de la Asociación de Padres de
Alumnos.
Dutch baja corriendo las escaleras del instituto, con los brazos musculosos libres de
su guitarra y sus altavoces. Sus hermanos no lo acompañan, lo que significa que aún están
dentro preparando todo.
Su mirada se enreda con la mía e, incluso en la oscuridad, es hipnótica. Le devuelvo
la mirada a Breeze.
—Será incómodo bailar con Hunter. Desde que vino aquel día, no hemos hablado. 182
Además, nunca respondió a mis mensajes.
Los músculos de la espalda de Dutch se flexionan mientras busca algo en su
Página
camioneta. Sus movimientos son lentos y medidos, aunque tenga prisa. Sé que me está
escuchando atentamente.
Breeze observa su cuerpo delgado y atlético y la baba se desliza por el lateral de sus
labios.
—Breeze —le digo.
—¿Eh? Ah, claro. Tú. Cazadora. Este vestido. —Sus ojos se fijan en mí y me agarra
la mano—. Cadey, tiene que verte con este vestido. No hay forma de que vuelva a pensar
en ti como la hermana pequeña de su amigo.
Empiezo a tropezar detrás de mi mejor amiga cuando siento que unos dedos fuertes
me rodean la otra muñeca. Su tacto irradia un calor abrasador mientras me agarra con más
fuerza.
Breeze nos mira a los dos con los ojos muy abiertos.
—¿Qué estás haciendo? —exclamo.
Su ceño fruncido me dice que no le gusta mi tono. —Te necesitamos en el
escenario.
—¿En el escenario? —Siseo—. ¿Por qué?
—Ya lo verás. —Sus labios se curvan y vuelvo a recordar a un león. Dutch me mira
fijamente—. Tengo otros planes para ti esta noche, Cadey.
183
Página
—No, en absoluto.
Dutch y yo estamos de pie en el pasillo a un lado del gimnasio mientras Finn y Zane
están en el otro.
Pensé que Dutch me arrastraba con él para tener una última discusión.
Suponer que Dutch no estaría maquinando formas de hacerme la vida imposible fue
mi primer error.
Dejar que me arrastrara hasta aquí mientras Breeze miraba fue mi segundo.
—No voy a subir al escenario —le siseo.
—Dijiste que serías mi asistente. Veinticuatro siete. Ese es el trato. —Sus cejas se
arquean sobre sus ojos ámbar. Parece muy impaciente esta noche. Es extraño. Dutch
siempre está de mal humor, pero esto es diferente. Parece... volátil.
—Tocas en el escenario. Los fans gritando. Los sujetadores que te tiran. Eso es lo
tuyo —digo.
—¿Sujetadores? —La tormenta en sus ojos se suaviza un poco—. Cadey, esto es un
baile de instituto. Si recojo algún sujetador aquí, es medio delito. 184
—No me importa. No voy a subir al escenario.
Página
Dutch se mete las manos en los bolsillos. —Te necesitamos en nuestro set.
—¿Porque el triángulo es tan importante para el sonido general? —Mi voz resuena
con sarcasmo—. Lo dudo mucho.
Mi mirada pasa de Dutch a las salidas. Me pregunto cuánta fuerza bruta necesitaría
para empujarle y salir corriendo hacia la autopista.
Prefiero arriesgarme con los pandilleros de la calle que subirme a esa plataforma
toscamente construida con adornos que ya se están cayendo. La única forma en que me
plantearía hacer algo así sería si tuviera mi pelo rojo, maquillaje y nombre artístico.
—He oído que tu hermana asiste a esta escuela. —Dutch se acerca.
—¿Cómo lo sabes?
—Jinx envió una foto. —Sonríe—. Viola Cooper. Grandes ojos marrones. Bonita
sonrisa. Quiere ser una estrella del maquillaje.
Mis hombros se endurecen. —Ni se te ocurra hablar con mi hermana.
—Entonces mueve el culo. —Levanta la barbilla hacia el escenario.
Se me revuelve el estómago de los nervios y empiezo a sudar frío. —No puedo.
—Sí que puedes.
—¿Por qué me haces esto? —gimo. Aunque lo sé. Es porque me odia.
—Necesitas superar tu miedo escénico.
—Dutch, realmente no puedo.
Se inclina y me mira. —No pienses en la multitud. Imagina que sólo estamos tú y
yo. Golpea ese triángulo como si quisieras golpearme la cabeza con un martillo. —Hace
una pausa y parece pensárselo—. Pero a tiempo.
—Me niego.
—No es una opción, Brahms. —Sacude la cabeza.
Fuera, el presentador anuncia la banda. Los estudiantes de primer año gritan.
—Es la hora. —Dutch me coge de la mano y me arrastra hacia el escenario. 185
—¿Puedes dejarlo ya? —Me agarro a su camiseta y la retuerzo. Nunca pensé que le
suplicaría nada a Dutch, pero aquí estoy. Prácticamente de rodillas.
Página
Le devuelvo el saludo con la cabeza y observo cómo coge la guitarra del atril y la
balancea por encima de la cabeza sin esfuerzo. Parece tan a gusto. Qué cabrón.
Me arde todo el cuerpo y me esfuerzo por no hiperventilar. La última vez que me
puse delante de una multitud, tenía doce años, lloraba y tenía miedo.
Aprieto mi triángulo con más fuerza. Esto es diferente. No estás detrás de un piano.
La autoconversación me ayuda. Empiezo a calmarme un poco. Dutch está aquí,
También Finn y Zane. Y aunque han sido horribles conmigo, al menos no estoy sola. Estoy
metida hasta el fondo, sana y salva, tocando un instrumento que no tiene peso en la
actuación.
Sólo respira, Cadence. Sólo respira.
Dutch está de cara al público. Rodea el micrófono con sus dedos largos y finos. Su
voz retumba en el auditorio mientras presenta a la banda y veo a varias chicas desmayarse.
Las pobres ya están bajo su hechizo, lo que no me sorprende. Dutch es alto y hermoso bajo
las luces.
Mirarle es mejor que perderme en mi cabeza. Me fijo en su sonrisa arrogante
cuando desengancha el micrófono. Merodea por el escenario mientras Zane empieza a tocar
un pegadizo ritmo de batería. Mueve la cabeza y suelta otra sonrisa confiada. Este es su
mundo y le pertenece.
Zane deja de tocar.
Luego levanta las baquetas y cuenta hacia atrás.
Uno, dos, tres.
Estoy tan cerca de la batería que cuando Zane golpea los platillos, casi me desgarro
la piel. Finn entra con un riff funky en el bajo y Dutch lo iguala en la guitarra eléctrica
compás a compás, con el rostro tenso por la concentración.
Me quedo boquiabierta cuando oigo tocar a Dutch. Utiliza la música como un arma,
destrozando todo lo que creía saber de él y reconstruyéndolo todo de nuevo.
Los rugidos se hacen más fuertes mientras el mar de novatos sonríe y rebota de
emoción.
187
Estoy en la parte de atrás, así que lo único que puedo ver es el perfil de Dutch, pero
Página
190
Página
Mis brazos rodean la cintura de Cadey y respiro su aroma.
Quiero que el abrazo dure más, pero ella se aparta y sus ojos castaños me miran con
desconcierto. Luego, como si hubiera tomado una decisión, una sonrisa incómoda se dibuja
en sus labios.
Su pelo me da una bofetada en la cara cuando se da la vuelta y rodea a Finn con los
brazos. Mi hermano exhala sorprendido y me mira.
Cadence lo suelta y se acerca a Zane. Frunzo el ceño en dirección a mi gemelo y me
aseguro de que sus manos no bajen más de lo necesario.
La posesividad me coge por sorpresa. ¿Y qué si Zane abraza a Cadence? A mí no
me importa. Ella no me importa.
Aparto los ojos de ella aunque todo en mí quiere seguir mirándola. Arrodillado
junto a mi guitarra, bajo el volumen.
Normalmente, esperaría a que terminara el evento para empezar a desmontar
instrumentos, pero salto directamente a la mesa de mezclas, silencio las otras guitarras y
empiezo a desenchufar cables.
Cadence baja del escenario y yo hago como que no me doy cuenta. 191
—Dutch, ¿qué haces? —Unas zapatillas blancas y negras caen en mi campo de
Página
visión. Están impecables, lo que significa que son de Finn. Es un fanático de las zapatillas y
las atesora como trofeos.
—Estoy desmontando los instrumentos —murmuro. Debería ser bastante obvio.
—¿Dónde ha ido Cadence? —Zane pregunta, uniéndose a mí en la parte delantera
de la mesa de mezclas.
—¿Cómo demonios voy a saberlo? —Gruño.
Hay una delgada línea entre una broma inofensiva y una pelea. Sé que estoy más
cerca de empezar una pelea que de otra cosa.
Pero Zane no parece molesto. Parece divertido.
—¿Qué te pasa?
Doblo toscamente nuestros cables para que quepan en nuestra maleta de viaje. —He
suspendido en el último riff.
Me puse nervioso con Cadence a mi lado y mis dedos no doblaron bien las cuerdas.
Mis hermanos asienten porque saben lo en serio que me tomo la música. Lo que no
saben es cuánto de la música de esta noche he disfrutado simplemente porque Cadence
estaba allí con su estúpido triángulo.
Tengo la cabeza hecha un lío y todo por su culpa. Cuando la vi salir del vestuario
con ese sedoso vestido negro, la boca brillante y rosada...
Casi me rompo una vena.
Luego me abrazó después de la actuación de esta noche.
Fue sólo un apretón, tan básico e inocente como la crema de vainilla, pero los
pantalones me apretaron tanto que creí que se me saldrían.
Cada nervio de mi cuerpo está vivo por su contacto.
Finn me mira como si supiera la verdadera razón por la que estoy inquieto. Necesito
que mis hermanos salgan de mi vista tan pronto como sea humanamente posible.
—Oh, la encontré. —Zane asiente en dirección a la multitud.
Levanto la vista casi con impaciencia. Y luego frunzo el ceño al no ver a Cadence
192
por ninguna parte.
Página
—Con ella, me refiero a su sexy mejor amiga. —Zane me guiña un ojo—. ¿De
quién creías que estaba hablando, Dutch?
—Que te den. —Regaño a mi hermano.
Finn se frota la barbilla. —¿A alguno le parece que hemos visto a su amiga antes?.
—¿A quién? ¿A la amiga de Cadence? —aclara Zane.
Finn asiente.
—No lo sé. —Zane me quita los cables del micro de las manos—. Lo que sí sé es
que Dutch no puede quitarnos los instrumentos esta noche.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Nos encargaremos de esto.
—Yo me encargo. —Cojo el cable de la música.
Zane me bloquea. —Gastamos una locura en estos cables y los estás doblando mal.
Si dejan de funcionar en medio de un set, te culparé a ti.
—Vete a pinchar o algo. —Finn me da una palmada en la espalda y se retira a su
bajo donde coloca cuidadosamente la guitarra en su funda.
—¿Necesitan ayuda, chicos? —Un profesor con gafas y aspecto de empollón se
acerca a nosotros. Pero en realidad no nos mira. Sus ojos van de un lado a otro como si
buscara polizones.
Empiezo a notar lo vacía que está la parte delantera del escenario. Normalmente se
nos acercan muchas chicas después de una actuación. Por el aspecto de los profesores que
nos rodean, supongo que la falta de interacción es intencionada.
Me paso una mano por el pelo y vuelvo a observar a la multitud. Está oscuro y es
casi imposible distinguir las caras, pero localizo a Cadence por el brillo de su vestido.
Diablos, pasé la mayor parte del trayecto hasta la escuela intentando no pensar en
ella con ese vestido, pero fracasé. A lo grande.
Todo en ella me afectaba.
La forma en que sus tetas se salían de la parte superior. 193
La forma en que se mordía la boca brillante cuando se daba cuenta de adónde
íbamos.
Página
La conexión que siento con la pelirroja es real. Cada vez que creo que me controlo,
la oigo tocar y me arranca algo de lo más profundo y oscuro de mí.
Pero no puedo fingir que Cadence no se está metiendo bajo mi piel también. Incluso
ahora, quiero arrastrarla a una de las aulas vacías. Pasaría mis manos por su cuerpo, por sus
curvas. Me tragaría sus gemidos guturales para mantenerla callada y que no nos
descubrieran los chaperones.
Porque una vez que la pruebe, estoy seguro de que no me detendré por nada que no
sea un huracán.
Me paso las manos por el pelo, respirando fuerte y deprisa.
La necesidad late en mis venas.
Me meto una mano en los pantalones.
Se me escapa un largo gemido. Parezco un enfermo mental torturado.
Unos pasos me avisan de que vienen mis hermanos. Me enderezo y los miro con el
ceño fruncido.
Zane lleva una batería en un estuche acolchado. El colegio me proporcionó una
batería totalmente equipada, pero mi gemelo nunca toca sin su propia caja.
—¿Estás listo para salir? —pregunta Zane.
Miro detrás de él. —¿Dónde está Cadence?
—Se queda —dice Finn.
Mis fosas nasales se encienden. —¿Quién la lleva a casa?
Me imagino a ese tipo ofreciéndole llevarla, acercándose a la palanca de cambios,
poniéndole la mano en el muslo... y se me dispara el temperamento.
—¿Por qué te importa? —Zane me desafía.
Lo miro fijamente. —No me importa.
—Entonces pongámonos en marcha. No hay razón para que nos quedemos. —Zane 195
esboza una sonrisa divertida por encima del hombro—. La administración quiere que nos
vayamos más rápido. Creen que caeremos en la trampa.
Página
Mis pies están arraigados en su lugar. Dejar a Cadence aquí para que coquetee con
un chaperón imbécil me hace querer romper una ventana con el puño.
Pero no tengo una razón para quedarme.
Al menos, no una buena.
Me obligo a darme la vuelta y sigo a mis hermanos hasta el coche.
—¡Espera! —Suena un chillido de niña que hace que todos nos detengamos.
La chica que abrazó a Cadence antes viene saltando por los escalones de atrás. Está
resoplando cuando llega hasta nosotros.
—Estoy... —Ella jadea—. Viola... la... hermana de Cadey.
Arqueo una ceja, reparando en el parecido familiar. Viola no es tan alta como su
hermana mayor, pero tiene la misma delicada belleza. Veo el parecido familiar en sus ojos
y en sus sonrisas. Aunque no tengo mucho con qué compararlas, ya que Cadence rara vez
me sonríe.
—Hola, Viola —dice Zane.
Finn levanta la barbilla.
—Sé que estás ocupado y no he venido aquí a flirtear contigo. —Se endereza
después de recuperar el aliento. Sus mejillas se sonrojan y sus ojos brillan—. Pero no me
malinterpretes. Lo haría porque los adoro. Estuvieron increíbles esta noche.
—Gracias. —Zane le muestra su sonrisa característica.
La pobre chica casi se desmaya.
Doy un paso adelante. Cadence empezó a ponerse a la cola cuando la amenacé con
presentarme delante de su casa. Lo que significa que está tratando de proteger algo cercano.
A su hermana.
—Tenemos tiempo. —Me acerco más a ella.
Se sonroja.
—¿Tocas el piano como tu hermana? —Zane pregunta en tono amistoso.
—No, no toco. Le suplico a Cadey que me enseñe, pero siempre trabaja hasta tarde.
196
—Su risita es cohibida—. Así que me las apañé por mi cuenta.
Página
Jinx: Ninguna buena acción queda sin castigo. Ya que los Reyes fueron tan
amables de otorgar su presencia real a los niños del sur, este es mi regalo para ti.
Encontrarás a tu amigo Sol aquí. Ubicación adjunta. Pero tengan cuidado. No todos los
pájaros enjaulados pueden ser liberados.
198
Página
El silencio es sofocante cuando irrumpimos en el vestíbulo de las instalaciones de
entrenamiento de Holy Oaks.
Finn lo buscó por el camino. Se describe a sí mismo como un campamento de
entrenamiento a medio camino entre un campo de entrenamiento militar y un centro
psicológico para adolescentes con problemas.
Se me ha revuelto el estómago desde que supe que la familia de Sol lo había
internado allí después de que lo expulsaran de Redwood Prep. Lejos de su familia y
amigos, probablemente se ha estado asfixiando aquí.
—¿Puedo ayudarle? —Un hombre con corte de pelo, ojos apagados y labios finos
nos mira fijamente desde detrás de un mostrador de recepción.
—Venimos a ver a Solomon Pierce —dice Zane con calma. Finn y yo decidimos
dejar que sea él quien hable.
Estoy demasiado nervioso para fingir cortesías y Finn siempre va al grano, esté
donde esté. Como a Zane le gusta hablar con dulzura de mujeres y figuras de autoridad, nos
callamos la boca.
Buzzcut8 me mira y luego a Finn. —Las horas de visita han terminado. 199
—Verás —Zane se apoya en el escritorio— hemos conducido hasta aquí para visitar
a nuestro querido amigo.
Página
8
Corte de pelo, al estilo militar.
Cierro los dedos en puños. Somos tres y él uno. Si le quitamos de en medio,
podemos ir asaltando las instalaciones en busca de Sol.
Finn extiende la mano delante de mi puño. Sus ojos me miran y parecen decir -
cálmate-.
¿Cómo demonios voy a calmarme?
Sol está aquí por mi culpa. Lleva aquí casi dos meses sin tener ningún contacto con
nosotros.
Después de recibir el golpe así, no deberíamos habernos ido de gira. Deberíamos
haber hecho un mejor esfuerzo para mantenernos en contacto. Entonces tal vez nada de esto
habría sucedido.
Zane se aclara la garganta y baja la voz. —Señor... —Dusty, Sol es como nuestro
hermano. Estoy seguro de que nos ha mencionado. Todos formábamos parte de una banda
juntos. Los Kings.
—Ah, son los gamberros que lo metieron en líos y luego lo abandonaron.
Me acerco.
Finn me agarra del brazo y me inmoviliza.
Zane se ríe con fuerza, pero me doy cuenta de que incluso él está empezando a
perder la paciencia. —Las cosas se nos fueron de las manos y hace tiempo que no podemos
ponernos en contacto con Sol. Como eres consciente de nuestra situación, estoy seguro de
que puedes hacer una pequeña excepción para que solucionemos las cosas.
—Ya que estoy al tanto de la situación —se eleva a su altura completa— no
aprobaré ninguna visita de ustedes. Cuando Sol sea liberado, podrá elegir ponerse en
contacto con ustedes, pero no lo facilitaremos.
—Pero...
—Váyanse. Ahora. —Cruza los brazos sobre el pecho. 200
Zane vuelve hacia nosotros, con los labios apretados.
Página
cajeros automáticos que encuentro. Cuando termino, tengo una bolsa llena de billetes.
Zane mira la bolsa a sus pies. —¿Crees que Dusty caería en esto?
—No parece de ese tipo —dice Finn.
De nuevo no contesto.
Cuando volvemos al campo de entrenamiento, miro el reloj.
—Chicos, espérenme —les digo a mis hermanos.
—¿No necesitas refuerzos? —pregunta Zane, con una mano en el pomo de la
puerta.
Niego con la cabeza, cojo el petate y salgo a la lloviznada noche.
Después de unos minutos con el guardia de seguridad, me apresuro a volver con mis
hermanos.
Zane me sonríe. —Veo que has vuelto con las manos vacías.
—No del todo. —Muestro el pase de seguridad a mis hermanos.
Finn abre los ojos y me lo arrebata. —¿Quién es Orville?
—El de seguridad de enfrente. —Miro entre los dos—. Dice que sale de servicio
dentro de diez minutos. El otro tipo siempre llega tarde, así que tenemos unos cinco
minutos para entrar.
—Que es donde entra esto, supongo. —Zane agita el pase.
Asiento con la cabeza. —Sol está en la habitación 201. No podemos tardar o
descubrirán que nos dejó entrar.
—Dutch, genio. —Zane me da una palmada en la espalda.
Finn me sonríe. —Impresionante.
—Me bañaré en tus alabanzas más tarde. Tenemos que darnos prisa.
Mis hermanos se alinean detrás de mí mientras nos colamos por la puerta trasera y
subimos con cuidado las escaleras. Es tarde y no hay nadie moviéndose por los pasillos. 202
—¡Allí! —susurra Zane, señalando la habitación 201.
Página
Miro a ambos lados y atravieso el pasillo con el corazón palpitante. Abro la puerta y
dejo pasar primero a mis hermanos antes de deslizarme dentro.
—¿Qué demonios? —brama Sol desde la cama.
—¡Sh! —Finn le hace callar.
—Hola, tío. —Zane sonríe ampliamente—. Cuánto tiempo sin verte.
—Sol —digo.
Nuestro mejor amigo nos mira con grandes ojos marrones. Luego salta de la cama y
ataca a Finn y Zane con un abrazo de dos brazos.
—Cabrones —dice Sol, con la voz entrecortada.
Finn le golpea en la espalda.
Sol los suelta y me mira. Sus pies descalzos presionan el suelo mientras da unos
pasos hacia mí.
Evito sus ojos. —Sol, tío... yo... lo siento.
—Cállate, Cross. —Sol me envuelve en un abrazo.
Me tiembla el labio inferior, pero lo reafirmo como un hombre y me niego a
emocionarme.
Sol se echa hacia atrás. La luz le ilumina la cara. Parece más delgado de lo habitual,
tiene los pómulos y los ojos un poco hundidos. Su piel, que siempre tuvo un bronceado
saludable, está pálida.
—Como la barba —dice Zane, haciendo un movimiento sobre su propia barbilla.
—Sí. —Sol sonríe tímidamente—. Supuse que, ya que las damas de aquí no son
nada del otro mundo, lo probaría. Tienes suerte de haber venido hoy. Hace unos meses, la
habrías visto en la fase rara y desgreñada.
Nos reímos, pero es hueco y vacío.
Se hace el silencio cuando las risas se desvanecen. Es como si estuviéramos en un
charco de arrepentimiento. Estoy hasta las rodillas y no sé cómo salir de él.
—¿Cómo me han encontrado? —Pregunta Sol, dándose la vuelta y volviendo a
203
sentarse en la cama—. Estos psicópatas no nos dejan usar los teléfonos ni los portátiles. E
internet está fuertemente supervisado.
Página
—¿A menos que quieras unirte al ejército? —Pregunta Zane con una sonrisa
incómoda.
—No, no, tío. —Sol se ríe entre dientes. Luego se deja caer de espaldas en la cama
y se queda mirando el techo—. Quiero comer las enchiladas de mamá con la salsa que es un
secreto de familia. Quiero ir en coche al colegio con mis amigos y actuar como un
ingeniero de sonido aunque no sepa nada de música.
Zane ríe suavemente.
Finn sonríe.
Miro al suelo con culpabilidad.
La voz de Sol se vuelve grave y vulnerable. —Quiero volver a sentirme normal.
En ese momento, suena una alarma.
Finn busca su teléfono y lo borra. Le dirige a Sol una mirada de disculpa. —
Tenemos que irnos.
—¿Ya han pasado cinco minutos? Maldita sea. —Zane sacude la cabeza.
—Gracias por pasar, chicos. Siento no haber podido ofrecerles refrescos ni nada.
—Compénsanos la próxima vez. —Zane ofrece su puño.
Sol lo choca.
Finn lo saluda con los dos dedos.
—Veré qué puedo hacer con las enchiladas de tu madre —le digo a Sol con firmeza.
Sus labios se curvan en una media sonrisa. —No me hagas ilusiones, Dutch. Ya me
muero de hambre. —Como para demostrarlo, se frota la barriga.
El pijama de Sol se levanta por las esquinas y deja al descubierto su piel. Veo unos
extraños arañazos que le rasgan el bajo vientre.
Enarco las cejas.
Sol mira hacia abajo y se baja rápidamente la camiseta. —Deberías irte. No quiero 205
que te pillen. Dusty te vetará de por vida.
—Ven. —Finn me tira cuando no me muevo—. Viene alguien.
Página
206
Página
Mi teléfono está en silencio desde el baile de anoche.
Salgo a trompicones de la cama, aturdida y confusa. Normalmente, Dutch revienta
mi móvil con instrucciones.
Compra café.
Compra cuerdas para mi guitarra.
Imprime mis deberes.
Es como un jefe de dieciocho años trastornado del infierno.
Hoy, nada.
En lugar de alegrarme por tener un respiro, me siento incómoda.
¿Qué me pasa? ¿Por qué me importa que mi mayor atormentador decida tomarse un
día libre?
Saco la tabla de planchar y la coloco cerca de la cama. Ayer se me olvidó lavar el
uniforme y tuve que hacerlo cuando Hunter nos dejó a Viola y a mí en casa después del
baile. Ahora, la tela sigue húmeda. Espero que el vapor ayude a que se seque más rápido.
207
—¡Toc, toc! —Viola canta desde la puerta.
—Hola. —Sonrío cuando entra bailando en mi habitación. Su pelo, como siempre,
Página
es un desastre—. Vi, te he dicho un millón de veces que te trences por la noche para que
luego no sea un lío peinarte.
—¿Quién tiene tiempo para eso? —chilla. Cuando me ve con la plancha, corre hacia
mí—. Déjame ayudarte.
La miro con desconfianza. —¿Qué has hecho?
—Nada.
Frunzo el ceño. —Si estás intentando librarte de la escuela hoy, no va a pasar.
—No lo estoy haciendo. —Arruga la nariz—. Aunque me parece totalmente ridículo
organizar un baile un jueves. Después de toda la noche de fiesta, ¿esperan que nos
levantemos y vayamos al colegio? Idiotas.
—Creo que eso es exactamente lo que quieren, sí.
Cuando estuve ayer en el baile, me di cuenta de cómo los profesores evitaban que
las chicas se acercaran a Dutch, Zane y Finn.
Como la tasa de embarazos adolescentes es tan alta en nuestro barrio y las chicas
jóvenes abandonan constantemente los estudios, la junta debe estar haciendo todo lo
posible para mantener a los chicos en el buen camino.
—Así que... —Viola levanta la vista con una sonrisa pícara.
—¿Y qué? —La espanté para que siguiera planchando.
Se deja caer en mi cama y levanta la cadera en una pose sexy. —¿Qué se siente
cuando te persiguen no uno, sino dos chicos?
—¿De qué estás hablando? —Me rio.
—Hunter es mucho más guapo y simpático en persona. Admítelo. Le gustabas.
Recuerdo nuestra breve conversación de ayer en el baile. Los ojos marrones de
Hunter eran cálidos mientras ambos nos reíamos de cómo le había enviado un DM el día
que se desintoxicó de las redes sociales.
—No lo hizo —insisto. 208
—¿Entonces por qué se ofreció a llevarnos a casa? —Viola se deshace el moño y se
pasa los dedos por el pelo oscuro.
Página
fiesta de Babe Gordon. —Serena parece emocionada. Lo cual es raro en ella, ya que ve
todo con una lente pesimista.
—Vale, ¿pero por qué?
—Probablemente porque Dutch te faltó el respeto esta mañana. —Señala las sobras
que empaqué esta mañana. Robé algo de comida del baile para ahorrar dinero de mi tarjeta
de comidas.
—¿Te lo vas a comer? —pregunta.
—No... —Antes de que pueda terminar, Serena me arrebata el plato y lo engulle.
Me rio. —Más despacio.
—Lo siento. —Deja el plato y se lame los labios—. ¿Por qué crees que Jinx tiene
tanto poder? Nuestra escuela funciona a base de secretos y escándalos. Desde ese momento
de tensión en el pasillo, la gente ha estado susurrando que tú y Dutch rompieron. Ahora
eres un juego libre.
—Nunca estuvimos juntos —refunfuño.
—No importa. En sus mentes, estabas con el dios de Redwood Prep. Y como él era
lo suficientemente cercano a ti como para dejarte tocar en su banda ayer, la gente está
asumiendo que tú eres la que lo rechazó.
—¿La gente no tiene nada mejor que hacer que chismorrear?
—¿La gente rica? No. —Ella sacude la cabeza.
Deslizo la invitación hacia ella. —¿La quieres?
—Sólo si vienes conmigo. —Hace un mohín—. Tengo unos pantalones de piloto
vintage que compré en una tienda de segunda mano y aún no he encontrado dónde
ponérmelos.
Miro su delineador oscuro y sus labios negros. —¿De verdad irías a una fiesta?
Voluntariamente.
—¿Crees que no puedo?
—No, quiero decir... —Frunzo el ceño—. No quiero ofender. 214
—No lo has hecho. —Ella se ríe—. Voy por comida y bebida gratis.
Me rio.
Página
215
Página
Me arrepiento en el momento en que Serena frena su destartalada motocicleta frente
a una mansión. Las luces están encendidas en todas las ventanas. La música suena a todo
volumen. La gente se desparrama por el jardín delantero sosteniendo copas rojas.
Todas van muy bien vestidas con peinados y vestidos retro. Los chicos llevan
chaquetas de esmoquin de gran tamaño. Las chicas llevan plumas de boa y guantes largos.
—Empiezo a arrepentirme de no haber puesto más empeño en mi disfraz. —Miro el
vestido plateado que me compró Dutch. Lo llevo porque no tengo nada mejor en el armario.
Lo he combinado con un abrigo falso de plumas de avestruz que he cogido prestado del
armario de Viola. También llevo una diadema en la frente.
—Oh, nadie se dará cuenta. —Serena me hace señas—. De todas formas, no
estamos aquí para quedarnos.
—Para ti es fácil decirlo —murmuro—. Estás increíble.
Lleva una camisa pirata ondeante con sus pantalones vintage. Lleva el pelo recogido
y largos collares de perlas le caen sobre el pecho.
—Gracias. —Se despeina—. Ahora vámonos.
Me arrastra al interior de la casa.
Es sorprendentemente frío dado el volumen de la música. La mayoría de los
estudiantes están bailando, hablando o bebiendo en la cocina.
Nos adentramos. Mis ojos saltan de los techos abovedados a los caros cuadros y a la
piscina iluminada a través del balcón acristalado. Lo único más deslumbrante que la
decoración son los trajes. Tengo que reconocer que los niños ricos saben cómo vestirse para
una fiesta temática.
—¿Estás lista? —Serena sonríe y levanta su bolso gigante. Dentro hay envases de
comida vacíos.
Empiezo a asentir, pero me quedo paralizada cuando veo a Christa y sus secuaces en
la cocina. No nos habíamos cruzado desde que me atosigó en el pasillo. Ha estado fuera de
216
la escuela –recuperándose- de su labio partido.
Página
Lo sigo sin protestar, contenta de que me lleve en medio de la multitud para que no
parezca que todo el mundo me está mirando.
La música tiene un ritmo funky y el cantante canturrea sobre el -buen amor-. No es
lo que suelo escuchar, pero aprecio la música en todas sus formas.
Meneo la cabeza y dejo que mi cuerpo se mueva al ritmo.
—Eso es, chica. —Babe me anima cuando empiezo a sentirme un poco estúpida.
Hace un movimiento a lo Micheal Jackson, con una patada en la pierna.
Me rio y nos volvemos a juntar. Babe me pone la mano en las caderas y no me
resulta incómodo.
Muevo el cuerpo de un lado a otro y él baila pegado a mí, ritmo a ritmo. Cuando el
ritmo se acelera, muevo los dedos, imitando las notas como si tuviera un piano delante.
Vaya.
Esto sí que es divertido.
Me doy la vuelta para decírselo cuando la cara de Babe se pone rígida. Me quita las
manos de las caderas como si fuera veneno.
Atónita, miro en la dirección en la que me mira y veo a Dutch mirándonos. Tiene un
vaso de cerveza en la mano, pero no bebe. De hecho, parece a punto de tirárnosla a la cara.
Mis dedos rodean con más fuerza las manos de Babe. Levanto la barbilla en señal
de desafío. —No te preocupes por él.
—Lo siento, cariño. No merece la pena mezclarte con los Reyes.
Maldito sea.
Me niego a dejar de disfrutar incluso cuando Babe se escabulle para ir a revolcarse
con alguna otra morena. Mi razón para venir a esta fiesta era llevarle un montón de comida
a Viola, pero ahora... Mi misión ha cambiado. Voy a pasármelo en grande en esta pista de
baile y no pienso irme hasta que esté lista.
Le doy la espalda a Dutch y sigo bailando. Si parezco una loca o no bailando sola, 218
me da igual. Llevo la música en la sangre y puede que no sea la mejor bailarina del mundo,
pero entiendo el ritmo y entiendo un roce cuando lo veo. Espero que Dutch también.
Página
Oigo sus pasos pesados acercándose a mí, incluso por encima de la música. Mi
cuerpo se retuerce de tensión al imaginármelo haciéndome un agujero en la espalda.
Todo el mundo retrocede, mirando y susurrando. Dejo de bailar tan
exuberantemente porque estoy segura de que a estas alturas parezco idiota.
Dutch se inclina y me susurra al oído: —Ven conmigo.
El calor me sube por el cuello y la cara. Probablemente estoy más roja que un
tomate.
Estamos cerca. Demasiado cerca. Me abruma. El sutil aroma de su colonia, el calor
de su cuerpo, el sonido de su voz ronca... todo me llega al pecho.
La música de los altavoces cambia a una canción de soul y noto la tensión en el
cuerpo de Dutch.
Me agarra del brazo. —Eso no es una petición, Brahms.
—Por si no te has dado cuenta, estoy ocupada. Así que lárgate.
La multitud lanza un grito ahogado.
Levanto la vista y veo a Dutch apretando la mandíbula. Asiente una vez con la
cabeza y marcha hacia donde estaba. Sus hermanos están allí, mirando con expresión de
conflicto.
Dutch empuja su copa hacia Zane. Cuando se vuelve y me mira, su expresión es
atronadora. Me estremezco de miedo. Mis alarmas empiezan a sonar y retrocedo un paso.
Dutch va directo hacia mí.
Me da un vuelco el corazón cuando leo sus intenciones.
—No te atrevas, Dutch.
Pero mejor me ahorro el aliento. El zoquete me coge por los brazos y me dobla por
las rodillas. Me levanto y me pongo sobre su hombro en menos de un parpadeo. La fiesta
enmudece por completo, salvo por el cantante que suena por los altavoces.
Me retuerzo intentando enderezarme. Después de haberme girado tantas veces sobre 219
su hombro, uno pensaría que ya habría encontrado la forma de enderezarme.
Al menos esta noche no llevo una falda de Redwood Prep ni enseño las nalgas a
Página
todo el mundo.
Cuando pasamos por la cocina, Serena sale a trompicones con dos platos llenos de
alitas. Tiene los ojos desorbitados y parece dividida entre querer salvarme y no querer
acercarse a este desastre.
Le hago un gesto con la mano para que se aleje, sabiendo mejor que nadie que no
debería meterse en el camino de Dutch ahora mismo. Su mente enferma y retorcida podría
intentar vengarse de ella y no quiero a mis amigos en el punto de mira de esta guerra.
Dutch me sube al segundo piso, abre de una patada la puerta de un dormitorio e
irrumpe en él.
Los dos ocupantes de la cama chillan e intentan taparse.
—Fuera.
Dos borrones desnudos pasan junto a nosotros, llevándose la ropa y los zapatos.
Dutch cierra la puerta de una patada y me tira sin contemplaciones sobre la cama.
Chillo como si me hubiera arrojado a una bañera llena de pulpos vivos. Qué asco.
Sé exactamente lo que ha pasado en esta cama hace un segundo y no quiero que nada de
eso toque mi piel.
Hecha una furia, me pongo en pie. —¿Quién demonios te crees que eres?
—¿No te acuerdas, Brahms? Mientras estés en Redwood Prep, me perteneces.
—No pertenezco a nadie.
—Ahí es donde te equivocas, Cadey. —Sus ojos ámbar brillan—. Tú. Perteneces.
A. Mí.
—Siento reventar tu pequeña burbuja sádica, Dutch, pero no soy de tu propiedad.
No tienes derecho a mangonearme —se me sube la voz al estallar mi mal genio.
—Eso es exactamente lo que puedo hacer y haré —dice rígido.
—¿Qué demonios quieres de mí? —Me abalanzo sobre él—. ¿Llevas todo el día 220
dándome el coñazo y luego te cabreas cuando me ves bailando con otro? Elige un maldito
bando y cíñete a él.
Página
Su ceño se tensa. Dutch suele ser muy bueno conteniendo sus emociones, pero esta
noche puedo ver cómo burbujean bajo la superficie. No sólo está enfadado. Está furioso.
Una rabia tan oscura y turbulenta que no puede ser controlada. Es como si una parte de él
se estuviera desquiciando.
Debería tener miedo. Es lo suficientemente grande y fuerte como para partirme por
la mitad. Pero me doy cuenta de algo cuando veo sus emociones al descubierto.
Es falible.
Vulnerable.
Humano.
Está luchando conmigo, sí, pero en realidad está luchando consigo mismo. Tiene
cicatrices por todas partes, desde la vena que sobresale de su cuello hasta el resplandor de
sus fosas nasales.
No es el dios engreído de Redwood Prep.
Es como yo, destrozado, conflictivo y roto como el demonio.
Sonrío y eso parece encender una llama en él. Su mirada tormentosa se fija en mí.
—¿Crees que esto es divertido?
—Creo que eres patético —escupo.
Aprieta los labios, que se aplastan en finas líneas.
—Actúas como si fueras el dueño de Redwood Prep, pero me tienes tanto miedo.
Tanto miedo de decirme lo que te hice. ¿Por qué me odias tanto?
Se da la vuelta, su mandíbula flexionada.
—¿De verdad crees que eres impresionante por atormentar a alguien como yo? Vas
por ahí convirtiendo mi vida en un infierno, ¿y para qué? ¿Qué podría tener una pobre chica
como yo que el lobo feroz de Redwood Prep tiene que quitarle?
Me agarra por los hombros y me arrastra cerca de él. Puedo sentir los latidos de su
corazón golpeando contra su pecho. 221
—Sabes lo que quiero —me dice.
Página
Mis ojos se posan en sus labios. Hay algo más detrás de su obsesión por echarme de
Redwood Prep. Puedo sentirlo.
—¿Por qué quieres que me vaya? —susurro atentamente.
En lugar de responder, Dutch me mira fijamente. Sus ojos están atormentados. Es
como si estuviera viendo cómo se parte en dos.
Me pongo de puntillas, con los labios a un centímetro de los suyos. —Dime, Dutch.
Gruñe en voz baja.
El calor entre nosotros no me es desconocido, pero esta noche es diferente. La
temperatura sube, lenta y constante, como las notas que preceden al clímax de una canción.
Mi respiración se hace más profunda cuando Dutch se acerca a mí, penetrando en
mi espacio personal. —Deja de ponerme a prueba, Cadey.
Estoy tan absorta en él que tardo un segundo en darme cuenta de que tengo las
manos bajo su camisa. Me agarra la muñeca y flexiona la mandíbula.
Ya había sentido esta oleada de deseo antes, en el camerino cuando me besó y
cuando tuvimos ese momento en la cafetería. En ambas ocasiones pude contenerme, pero
no sé si podré hacerlo ahora.
Dutch parece haber tomado una mala decisión. Su camisa es negra y sus pantalones
también. Es oscuridad en movimiento, imponente y a la vez increíblemente magnético.
Cuando me mira, siento como si estuviera desnuda. Como si no pudiera ocultar nada a sus
ojos.
Esta conexión, en todo su palpitante desgarro y sus bordes afilados, es lo que quiero.
Igual que la música que me llenaba cuando estaba abajo, puede que no la haya
experimentado antes, pero me resulta familiar. A mi cuerpo. Para mi alma.
Lo anhelo.
Más.
Mi piel cobra vida al sentir los fuertes dedos de Dutch deslizándose bajo mi abrigo y
bajándolo por mis brazos. Las plumas postizas me hacen cosquillas y me acarician la piel
antes de formar un charco a la altura de los tobillos.
222
Sin dejar de observarme, Dutch presiona una mano contra la parte baja de mi
espalda. La seda se encuentra con la carne caliente y una oleada de aire me golpea la parte
Página
por todas partes. Su caricia es cálida y paciente cuando me acaricia el interior de los
muslos.
El corazón me martillea contra las costillas. Separo más las piernas. Nunca me había
acostado con nadie, nunca he pasado de la segunda base. Pero si Dutch deja de tocarme,
creo que me muero.
—Dutch —gimo.
Sus ojos se abren de golpe y me mira a la cara como si buscara algo. Cuando no lo
encuentra, la bestia que nunca se aleja demasiado surge de las profundidades, ante mis ojos.
Su expresión gélida vuelve y retira las manos justo cuando estaban a punto de...
—Maldición. —Maldice—. Ya he tenido bastante de ti en mi cabeza. —Se aleja de
mí, con los hombros tensos—. He tenido suficiente de ti en mi escuela. Ya he tenido
suficiente de ti en Redwood, Brahms.
Cierro rápidamente las piernas, avergonzada por la necesidad que arde en mí incluso
ahora, bajo su ardiente desdén. Apago las llamas con un rápido pisotón, salto de la cómoda
y le fulmino con la mirada.
—Cabrón. —Me ajusto los tirantes del vestido y cruzo la habitación. Los ojos se me
llenan de lágrimas de humillación y no quiero que me vea.
—Para.
No quiero, pero se me congelan las piernas.
Dutch pisa fuerte delante de mí. Sus ojos aún están oscuros de deseo y una mirada a
sus pantalones me dice que luchar es lo último que quiere hacer ahora mismo.
No sé si me alegro de que nos haya detenido o si debería haber seguido adelante y
haberme quitado de en medio. Sólo sé que me vuelve loca y que lo quiero fuera de mi
cabeza tanto como él me quiere fuera de la suya.
Dutch saca un cheque de su bolsillo trasero. Tiene una cantidad loca de ceros y mis
ojos se desorbitan.
—¿Qué demonios es esto?
224
—Es tuyo —dice en tono sombrío—. Y no sólo eso. He hablado con un amigo de
mi padre. Una vez que dejes Redwood, podrás matricularte en una nueva escuela.
Página
—¿Esto es lo que creo que es? —Me burlo—. ¿Estás intentando sobornarme, ahora
mismo?
Dutch frunce el ceño en un punto justo por encima de mi cabeza. —Conozco tu
situación, Cadey. He hablado con tu hermana...
Aprieto los dientes. —¿Hablaste con mi hermana?
Una sensación peligrosa se apodera de mi pecho y me advierte de que estoy a punto
de cometer un asesinato.
—Necesitas ese dinero. Sé que lo necesitas. No vale la pena demostrarme tu
orgullo. —Deja escapar un suspiro, su mandíbula cincelada se aprieta y se desencaja.
—Te odio.
Sus ojos arden. —¿Por eso estabas gimoteando mi nombre hace tres segundos?
Una carcajada enloquecida sale de mis labios cuando todo empieza a encajar. —Así
que ese era el plan, ¿no? ¿Atraerme hasta aquí para que me quitara el vestido? ¿Divertirte
conmigo antes de pagarme?
Se da la vuelta y me da la espalda. —Todo el mundo tiene un precio. La gente como
tú siempre tiene un precio.
Sus palabras desatan mi ira.
—¿Porque soy pobre crees que estoy tan desesperada como para dejar que me folles
y luego aceptar tu dinero? —Arqueo las dos cejas—. ¿Quién demonios te crees que eres?.
—Cadey.
—¡No me llames Cadey!
—No sé qué clase de fantasía te has montado en la cabeza sobre mí, pero no soy un
maldito príncipe azul.
—No, tú eres el villano.
Y yo soy una idiota.
La mayor del planeta.
225
Se hace el silencio mientras nos miramos fijamente.
Página
Jinx: Cambia un secreto por otro secreto. ¿Quieres contarme qué pasó entre Dutch
y tú en la fiesta de esta noche? Las mentes inquisitivas quieren saberlo. Ten cuidado con tu
silencio, Cadence. Si no te adelantas a la historia, la historia te aplastará.
226
Página
Me agarro al cabecero y lo golpeo con fuerza y rapidez contra la pared. Cada golpe
es más fuerte que el tambor de Zane en pleno solo.
Me sorprende que el cabecero no agriete el yeso y, aunque debería estar más
ocupado con la chica que está debajo de mí, poniendo caras que demuestran que se lo está
pasando realmente bien, mis pensamientos están atascados en la fuerza de la lechada de la
pared, así que no pienso en la chica que está realmente en mi mente.
O chicas. En plural.
Porque tengo un maldito gusanillo por las dos.
Sea lo que sea que eso signifique.
—Tu turno, Dutch —murmura Christa. Miro hacia abajo e intento no encogerme.
Su labio inferior tiene una gran puntada, lo que no ha detenido su actuación en absoluto. Al
menos eso dicen los rumores.
Debería estar emocionado por descubrirlo por mí mismo, pero no es así.
Hace unos minutos, Cadence estaba aquí gritándome como una loca.
Y unos minutos antes de eso, estaba lloriqueando mi nombre como una maldita 227
provocadora.
Tal vez fue una mala idea traer a Christa a la misma habitación.
Página
—He terminado.
Unos ojos atónitos se encuentran con los míos. —Pero...
—Fuera. Ahora.
Se queda quieta.
—¿Tengo que repetirlo? —Gruño.
Christa rueda hasta sentarse. Antes descubrí que sus labios no son lo único falso de
ella. Los dos melones gigantes que ahora mismo le giran alrededor del pecho me llaman la
atención.
No podrían importarme menos.
Se burla. —¿Qué demonios te pasa?
La fulmino con la mirada.
—Ya no eres divertida. —Hace un mohín que atrae aún más mis ojos hacia su boca
cosida.
—¿Quieres divertirte? Ve abajo.
La fiesta está en pleno apogeo. La música ha cambiado a disco y los gritos de los
borrachos llegan hasta el segundo piso.
—Dutch. —Christa se arrastra por la cama hacia mí como algo salido de una
película de terror.
La fulmino con la mirada. Debe tener la memoria de un pez. ¿Olvidó
convenientemente mis instrucciones de largarse?
—Nunca eres así. —Christa arrastra sus uñas sobre mi pecho.
Eso es cierto.
No abandono un buen partido.
Lo que me dice que Cadence me tiene más mal de la cabeza de lo que pensaba.
Maldita sea. 228
Me restriego una mano por la cara. Cuando la vi en la pista de baile, algo dentro de
mí se oscureció. La llevé arriba para darle el dinero. Me dije a mí mismo que no iba a
Página
De buena gana le di a esa pianista un pedazo de mí. Con Brahms, no quería que ella
irrumpiera. No lo pedí. Estoy luchando contra ella con cada aliento de mi cuerpo. Cada
músculo, cada nervio. Cada vena.
Me encorvo en mi asiento. La ansiedad de mis hermanos se alimenta de la mía.
Odio que no todos estemos de acuerdo en cómo manejar esto. Pero no puedo dejar que sus
miedos o mis propias emociones me sacudan.
Le debo mi lealtad a Sol. Su tristeza era palpable esa noche. Se vio envuelto en una
situación que no era obra suya y aun así cargó con la culpa. Él es el que sufre todas las
consecuencias.
Tengo que sacarlo de ahí.
Nadie se interpone en ese camino. Por mucho que la desee.
—No tenemos tiempo para deliberar sobre esto —les digo a mis hermanos—.
Necesita recibir un frío y duro golpe de realidad. Rápido.
Finn me lanza una mirada aleccionadora.
Arqueo una ceja. —¿Estamos de acuerdo?
Zane mira al suelo.
Finn junta los labios.
—No importa si lo estamos. —Me pongo en pie—. Lo manejaré de una forma u
otra.
La simpatía no tiene cabida en esta guerra. Mis hermanos pueden haber caído en el
hechizo de Brahms, pero si soy el único que queda en pie, que así sea.
Lo quemaré todo para acabar con esto.
Incluso si eso significa que tengo que quemarme con ella.
232
Página
Una nota se desliza fuera de mi taquilla en la escuela el lunes.
“Nos vemos en la piscina antes de la primera hora”.
Está escrita con un garabato masculino y firmada simplemente como –Dutch-.
Miro a mi alrededor para ver si me está mirando. Qué raro. Dejar una nota en mi
taquilla no suele ser el estilo de Dutch. O me envía un mensaje de texto o aparece de la
nada y me carga al hombro como un neandertal.
Saco el móvil y le envio un mensaje.
“¿Por qué quieres que nos veamos en la piscina?
No responde.
Lo más inteligente sería ignorar por completo el mensaje, pero tengo la sensación de
que, si lo hago, la venganza que Dutch esté planeando será diez veces mayor y diez veces
más pública.
El instituto ya está alborotado porque él me subió a rastras a la segunda planta
durante la fiesta. No quiero ni saber qué rumores corren ahora sobre nosotros. Es mejor
tratar con él lejos de miradas indiscretas para que esta locura termine en silencio. 233
La piscina está en el extremo opuesto de la escuela, donde se encuentran el campo
de fútbol y el gimnasio. El pasillo está vacío cuando paso.
Página
Antes de que ninguno de nosotros pueda decir otra palabra, la enfermera aparta las
cortinas. —Se pondrá bien.
El alivio que me invade casi me derrumba el pecho.
—Pero estuvo muy cerca del peligro. Si no la hubieras traído aquí —se tranquiliza
su expresión— la historia podría haber sido diferente.
—¿Necesita ir al hospital? —pregunto con urgencia.
—Su temperatura corporal aumenta lentamente. Le daré de beber algo caliente
cuando se despierte. La vigilaré hasta entonces. Ya pueden ir todos a clase. No pueden
hacer nada más.
Me acerco. —Necesito verla.
—Necesita descansar...
—Ya lo sé. —Se me levanta la voz y me encojo. Bajando el tono, digo—. No la
despertaré.
Ella frunce los labios, se lo piensa y luego asiente.
Finn y Zane me hacen un gesto para que me adelante.
—Esperaremos aquí fuera —dice Finn.
—¿No tienes clase? —insiste la enfermera.
Zane esboza una sonrisa que la hace sonrojarse. —¿Puede darnos un minuto más?
Nos iremos en cuanto acabemos aquí.
Ella se aclara la garganta, todavía parece nerviosa. —Cinco minutos.
—Muchas gracias —dice Zane roncamente.
Agarro la cortina que oculta a Cadence. Justo antes de echarla hacia atrás, vacilo.
¿Qué demonios me pasa?
Se supone que no soy el héroe obediente de la historia. Me pasé todo el fin de
semana planeando todas las formas en que podría llevarla a la perdición. Ella está en mi 239
camino. Está en el camino de Sol.
Tal vez debería haberla dejado en el agua.
Página
Zane se ríe, haciendo lo que mejor sabe hacer: suavizar un momento tenso con
encanto. —¿Podrías avisarnos cuando se despierte, preciosa? Te lo agradeceríamos mucho.
—Se supone que sólo debo contactar con su familia...
—Sólo avísanos —corté bruscamente.
—Te lo agradeceríamos mucho —dice Zane, subiendo un poco más el encanto.
Ella le dedica una apretada inclinación de cabeza.
Cuando salimos, mis hermanos me flanquean a ambos lados.
—¿Quién crees que está detrás de esto? —pregunta Finn, con los brazos rígidos.
—Solo una persona sería tan estúpida. —Saco el móvil del bolsillo y les enseño el
vídeo. Si solo se tratara de Cadence, no habrían enviado un vídeo. Alguien quería dejarme
claro a mí también.
—Christa —sisea Zane.
Finn me pone una mano en el hombro, intentando detener mi marcha por el pasillo.
—Vamos a la sala de prácticas. A pensar en nuestro siguiente paso.
—Ya sé cuál es mi siguiente paso.
Zane parece preocupado. —¿Qué vas a hacer?
—No te preocupes. —Lanzo una mirada fría por encima del hombro—. Lo único
que voy a hacer es hablar.
—Iremos contigo.
—No te molestes. Me haré cargo de esto yo solo. —Levanto la barbilla hacia el
pasillo de enfrente—. El director Harris nos perseguirá si los tres faltamos a más clases.
Llegan tarde por mi culpa. No le den otra razón para fastidiarnos.
Finn sacude la cabeza.
Zane tampoco mueve un músculo.
Resoplo y empujo a mis hermanos en dirección contraria. —Vayan. 241
Se van de mala gana. Miro para asegurarme de que no van a volver sobre sus pasos
y acercarse sigilosamente como hicieron en la piscina. Aunque antes les agradecí la ayuda,
Página
Christa me sonríe. —Basta de paseos, Dutch. ¿Qué es tan importante para que me
saques de clase?
Miro a ambos lados para asegurarme de que estamos en el punto ciego de la cámara.
Luego me abalanzo sobre ella, desatando toda mi furia con la mirada entrecerrada.
—¿Qué demonios has hecho?
Los ojos de Christa se abren de par en par y retrocede. —Dutch.
Le enseño el móvil, intentando mantener la calma. Si Christa fuera un chico, le
habría dado un puñetazo. Pero como una pelea física no es posible, lo único que puedo
hacer es advertirle de que no vuelva a cruzarse en mi camino.
—¿Qué es eso? —Su voz se entrecorta y pone una expresión de falsa
preocupación—. Dios mío. ¿Cadence está bien?
—Sé que eres la responsable de este pequeño espectáculo. —Me inclino sobre ella,
manteniendo la voz baja y calmada. He descubierto que da más miedo cuando alguien
carece de emociones que cuando es ruidoso y odioso.
Ayer perdí la calma con Cadence y ella vio a través de la ira lo que estaba tratando
de ocultar.
—¿Yo? —Christa se lleva una mano al pecho.
—Sé que fuiste tú quien envió el vídeo.
—No fui yo. —Sus pestañas se agitan con tanta fuerza que es un milagro que sigan
pegadas a su cara.
—¿No? —Asiento bruscamente. Vuelvo a coger el móvil y llamo al número
anónimo que reenvió el vídeo.
Suena el teléfono del bolso de Christa.
Su cara se vacía de sangre y su boca se abre en una –o-.
No creía que nadie pudiera ser tan estúpido, pero subestimé mucho a Christa.
Cuando se da cuenta de que está acorralada, su expresión se desmorona y grandes 243
lágrimas de cocodrilo afloran a sus ojos.
—Dutch, no sé qué me pasó. Estaba tan enfadada y quería asustarla un poco. —
Página
Solloza.
—Casi se muere, Christa. Podrías haberla matado.
Sus ojos se llenan de auténtico horror. Se agarra a mi mano. —No pensé que se
ahogaría. Quiero decir, ¿quién no sabe nadar? Hay miles de maneras de aprender.
Me muerdo el labio inferior para no desatar mis frustraciones contra ella. No merece
ni un segundo más de mi tiempo.
Soltando la mano de Christa, me alejo.
—Dutch. —Christa se lanza hacia mí y desliza sus brazos alrededor de mi cintura,
abrazándome por la espalda.
—Déjalo.
—Puedo sacarla de Redwood —balbucea desesperada.
Todo mi cuerpo se queda inmóvil.
—He estado hablando con mi padre. Desgastándolo. Sabes que es el presidente del
consejo, ¿verdad?
Como sigo sin decir nada, Christa me rodea y me mira a la cara. Sus ojos aún brillan
por las lágrimas. El rímel le corre por las mejillas.
—Si lo dices, Dutch, llamaré a mi padre. Tiene el oído de todos los miembros del
consejo escolar. Inventaré una razón para echarla de Redwood Prep para siempre.
244
Página
—¿Estás bien? No te he visto por el colegio últimamente —murmura Serena—. Al
principio pensé que me estabas abandonando por lo que pasó en la fiesta, y luego no te vi al
día siguiente y me pregunté si Dutch te habría echado por fin de Redwood.
Ajusto el teléfono a mi otra oreja mientras remuevo una taza de té caliente. —No,
no me han echado de Redwood.
Ella emite un sonido de puro alivio. —¿Qué pasó entonces?
Me envuelvo en la manta y me hundo en el sofá. —Me puse enferma.
Resulta que meterse en una piscina helada puede debilitar el cuerpo. Después de
despertarme en la enfermería, descubrí que tenía fiebre. Me enviaron al hospital y, para
entonces, la fiebre se había convertido en síntomas de gripe. Recibí una nota del médico
diciendo que no podía reincorporarme a la sociedad hasta dentro de tres días.
—Dios mío. ¿Estás bien? —Serena pregunta.
—Estoy bien. —Sonrío cuando Breeze sale del baño, me ve preparándome el té y
me lanza una mirada estruendosa.
Mi mejor amiga se acerca dando pisotones y me arranca la taza de la mano.
Señalando con un dedo el sofá, me dice: —Siéntate. Ahora. 245
Le saco la lengua, pero obedientemente tomo asiento.
Página
—¿Todo?
—¿Crees que me creo esa excusa débil que me diste en el baile? Vi cómo te miraba
Dutch cuando hablabas con Hunter esa noche. Parecía que quería arrancarle la cabeza a
Hunter.
—Créeme. Si quisiera arrancarle la cabeza a alguien, lo habría hecho.
Breeze frunce los labios. —Incluso los niños en Redwood están susurrando sobre
ustedes dos. ¿En serio vas a seguir mintiéndole a tu mejor amiga?
Agarro una almohada y tiro de las cuerdas hechas jirones. Tiene razón. No puedo
confiar en nadie si no puedo confiar en Breeze. Es hora de que me sincere.
—Dutch ha estado intentando echarme de Redwood.
Sus ojos se desorbitan. —¿Qué? ¿Por qué?
—No tengo ni idea. No me lo quiere decir.
—¿Qué ha hecho?
Arrugo la nariz. —¿Recuerdas el escándalo con la profesora hace unas semanas?
—Sí. —Mueve la cabeza.
Le dirijo una mirada mordaz.
Jadea. —¡No! ¿Estaban hablando de ti?
—Eso no es lo único. Destruyó mi taquilla, mi teclado y...
Breeze se levanta de la silla.
—¿Adónde vas? —Le llamo.
—A matarlo! —Se sube las mangas de la camisa y se vuelve hacia la puerta.
La persigo y la arrastro de vuelta al sofá. —Breeze. Espera.
—¿Por qué debería esperar? ¿Por qué no está su cabeza en una maldita pica? —El 247
color enrojece sus mejillas. Su voz tiembla, pero no es porque esté asustada. Es porque está
enfurecida—. ¿Quién demonios se cree que es para intentar arruinarte la vida? —Una risa
sin gracia se escapa de sus labios—. Y yo que pensaba que era un buen partido por ayudarte
Página
Sé que Breeze tiene razón cuando dice que Dutch es muy difícil de tratar. Y sé que
probablemente debería seguir su consejo. Mamá no se convirtió en una narcisista
drogadicta de la noche a la mañana. Empezó enamorándose del tipo equivocado en el
momento equivocado.
Pero hay momentos en los que Dutch no parece el tipo equivocado. Especialmente
cuando hace el tonto con sus hermanos o encanta a las señoras de la cafetería.
Pienso en el día que se interpuso entre el deportista y yo en la cafetería. El día del
baile en que pude divertirme en el escenario, rodeada de toda una clase de primer año, sólo
porque él estaba a mi lado.
Más que eso, vi destellos de su verdadero yo cuando estaba con mi otro yo.
Después de todo lo que ha pasado, no puedo negar que hay algo peligrosamente
volátil entre nosotros.
Especialmente cuando estoy disfrazada y puedo sentir que está interesado en mí.
Ya sea como yo misma o como otra persona, siempre vuelvo a Dutch. Y lo admita o
no, hay una parte de él que también vuelve a mí.
Un día, cuando choquemos, nos destruirá a los dos.
Lo que más me asusta es que no creo que ninguno de los dos pueda evitarlo.
Jinx: ¿Cuánto tiempo te vas a resistir a mí, Chica Nueva? ¿O debería decir Cadey?
¿Pelirroja? Una rosa con tantos nombres huele igual de dulce. ¿Serán tus pétalos
finalmente arrancados esta noche?
253
Página
Lo último que esperaba ver en el evento pop up era a mi hermano, pero Rick está
dando vueltas por el escenario con una camiseta negra en la que pone –SECURITY-.
Agacho la cabeza, tirando de mi peluca roja por si me reconoce. Es un ajuste
bastante inútil.
No es que sea invisible. Estaré delante de él, tocando el piano todo el rato. En ese
momento, no habrá ningún lugar al que huir.
Mi corazón sigue latiendo con fuerza hasta que consigo escabullirme y subir al
escenario.
El evento pop up se celebra en el parque. Las estrellas centellean en lo alto y una
suave brisa me acaricia el pelo pelirrojo. En el extenso césped verde, el salón coloca mesas
elegantes y sillas negras, invitando a la gente a sentarse y probar el vino.
Gorge's nunca había organizado un evento así y me sorprende un poco que me
hayan llamado. El chef tiende a guardar rencor y no se alegró cuando presenté mi carta de
dimisión. Estaba segura de que mi relación comercial con el salón había terminado.
Mis botas golpean los escalones de madera. Detrás de mí, unas cuerdas de luces
decoran un hermoso arco. Está adornado con enredaderas y flores. Por la hermosa fragancia 254
que navega hasta el piano, estoy segura de que esos pétalos son reales.
Es un montaje precioso. Bien pensado. No sé por qué Gorge's esperó hasta el último
Página
minuto para pedirme que tocara. ¿Quizás su pianista contratado se echó atrás?
Levanto la caja y pongo la mano sobre las teclas blancas y negras. La primera nota
rompe el aire a mí alrededor. La gente que estaba en su propio mundo se ve arrastrada al
mío, atraída por un sonido que habla a algo en sus almas.
No levanto la vista, pero noto sus miradas inquisitivas. Me inquieta. No estoy en mi
elemento, aquí en el centro de atención, donde todo el parque puede verme y juzgarme,
pero me siento menos nerviosa que de costumbre.
Levanto la barbilla mientras cambio de nota.
Mi corazón está tranquilo en lugar de latir como un loco.
¿Será por lo que pasó en el baile de bienvenida con Los Reyes? Toqué el triángulo
delante de una multitud de catorce años. Quizá me afectó más de lo que pensaba.
Respirando hondo, levanto la vista.
Y no me asusto.
Vuelvo a mirar al piano y vuelvo a levantar la vista.
No se me revuelve el estómago. De hecho, es un poco estimulante ver cómo la gente
disfruta con mi música.
Es una victoria. Y después de la semana, no, después de las semanas que he tenido,
necesitaba una.
Estoy bien.
Por primera vez desde que tengo uso de razón, sonrío cuando toco. Mis dedos
recorren las teclas, bailando a un ritmo que nadie más entiende. Cierro los ojos y dejo que
fluya como quiera.
La música me acoge. Me envuelve. Es una marea que recorre todo mi cuerpo.
Áspera en la superficie, frágil en el fondo.
No he tenido tiempo de preparar una banda sonora de hip-hop ni de planificar un 255
concierto que fluya sin problemas. Esto soy yo. Mi sangre. Mi corazón. Mi todo. Como si
me hubiera metido una mano en el pecho y sacado los intestinos.
Página
Cuando termino, oigo aplausos. El evento pop up está lleno de movimiento. Los
camareros entran y salen de las mesas. Parejas de todas las edades se sientan, entrelazadas,
frente al escenario. No hay ni una sola mesa libre. De hecho, hay una cola de clientes
mirando y esperando más allá de las cuerdas de terciopelo que acordonan el evento.
Vuelve la vergüenza, feroz y paralizante. Esta vez es peor porque sé lo que se siente
al jugar como yo misma. La liberación. La autenticidad. La peluca y el maquillaje me pesan
aún más que antes.
Me apresuro a bajar del escenario y saludo con la cabeza a los dos violinistas que
suben a continuación.
El director del evento está debajo de la carpa de bebidas. Me saluda con el pulgar
hacia arriba. Le devuelvo el saludo torpemente.
Mi teléfono suena.
Miro hacia abajo sorprendida al ver que han ingresado en mi cuenta una cantidad
superior a la acordada. ¿Desde cuándo Gorge paga justo después de una actuación y no tres
días después?
No voy a quejarme. Esto me ayudará a pagar el alquiler.
—Hey.
Al oír la voz de mi hermano, me salpica un cubo de agua fría. Después de la muerte
de mamá, le di muchas oportunidades.
Acababa de descubrir que su madre era drogadicta y tenía dos hermanastras tan
pobres y desastrosas como él. Probablemente era mucho para asimilar. Lo comprendía.
Pero no se puso en contacto con nosotras durante semanas. Y luego, cuando le
pedimos ayuda, me dijo que saltara de un acantilado. Tal vez no usó esas palabras exactas,
pero estaba claro que no éramos más que una carga para él.
Juré apartarlo de mi vida y fingir que nunca existió, fingir que mamá nunca nos dijo
que existía.
Entonces, ¿por qué hay una parte de mí que quiere recibir un abrazo suyo?
Dándole la espalda, toso. —¿Qué?
—Sólo quería que supieras que tocas muy... bien... —Se pone delante de mí de
256
repente y sus ojos se abren de par en par con asombro—. ¿Cadence?
Página
260
Página
Es salvaje. Ardiente. Mía.
Mía.
Esa certeza encaja cuando veo a Pelirroja de pie cerca de un guardia de seguridad.
Cadence ha estado jugando con mi cabeza y rompiendo mis defensas. Siento algo
por ella y es más fuerte de lo que me gustaría admitir. Pero no es nada como esto.
Maldita sea. Cuando oí tocar a Pelirroja esta noche, no sólo se me apretaron los
pantalones. Mi corazón, mis pulmones, mis dedos, todo respondía a ella. Ella es lo que se
supone que debe ser la música. Todo lo que mi música no es.
Ahora, de pie tan cerca de ella, es como si un interruptor se ha activado.
Otra vez.
Pero esta vez está firmemente bloqueado en Pelirroja.
Hago todo lo que puedo para controlarme. Porque mi mano me suplica que me
acerque a su cintura y la empuje hacia mi lado. No es sólo algo físico. Es más que eso.
La necesito sobre mi piel como un bálsamo sobre una víctima de quemaduras.
Necesito respirarla hasta que lo que sea de lo que ella está hecha sea de lo que yo también
estoy hecho.
Mis pasos son largos y furiosos. No me detengo hasta que estoy a su lado.
—¿Quién demonios eres? —me advierte el guardia de seguridad. Es más o menos 261
de mi altura, tiene los hombros anchos y los ojos marrones. Hay algo familiar en su cara,
pero estoy demasiado enfadado para ubicarlo.
Página
265
Página
No le encuentro sentido.
Dutch se tomó tantas molestias para ponerse en contacto conmigo.
Me persiguió hasta la noche.
Y ahora me tiene sola.
Estamos en un ascensor. Me zumba la piel de estar tan cerca de él, pero se mantiene
a una distancia respetuosa.
Si no llevara esta peluca roja, ¿tendría tanto autocontrol? Cierro los ojos e imagino
las veces que me tiró por encima del hombro en el colegio. O cuando me arrinconó contra
las máquinas de café. Dutch nunca parece saber lo que es el espacio personal cuando está
con mi otro yo.
La verdadera yo.
Incómoda, me relamo los labios y lo miro. Va vestido de negro, como si quisiera
pasar desapercibido. Pero un tipo como él nunca podría pasar desapercibido en ningún sitio.
Sus ojos son dos brillantes soles dorados asomando en un rostro esculpido a la perfección.
Su cuerpo es un arma de destrucción masiva. Los tatuajes trepan y desaparecen bajo la
manga de su camisa. Sus músculos sobresalen cuando cruza los brazos sobre el pecho. 266
Dutch me mira y me sostiene la mirada. No hay ningún indicio de incomodidad.
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—Ahora que tus dudas han sido resueltas —continúa, sus labios patinan desde mi
oreja hasta mi mejilla— ¿tienes alguna otra pregunta para mí?
Mi cuerpo se siente lánguido. Aprieto los dedos contra el piano, pero ya he olvidado
qué canción estamos tocando. Sólo puedo pensar en el recuerdo de nuestro último beso. El
calor de su boca sobre la mía, los callos ásperos en mi carne sensible. Una lengua húmeda
deslizándose por debajo de mi cuello.
Está mintiendo.
Hay otra chica.
Soy yo.
Mi corazón tartamudea. —¿Por qué yo?
¿Por qué no Cadence Sin Maquillaje? ¿Es porque le gustan las cabezas rojas? ¿O los
ojos verdes? ¿Es porque soy una fantasía?
—Porque tu música me habla. —Deja una mano sobre el piano y la otra presiona un
acorde en mi espalda—. Porque —baja las manos— cuando te oigo tocar, me hace sentir.
Hacía mucho tiempo que no sentía nada. Hace una eternidad que no siento nada. —Sus
manos patinan de nuevo hacia el piano y termina la nota que he dejado colgando—. Me
obligas a enfrentarme a la verdad, aunque la verdad sea más cruel de lo que yo jamás podría
ser.
Su tacto es una droga. Me derrito en él, busco el calor de su pecho. La dureza de sus
abdominales. La promesa de su beso.
Aun así, hago un esfuerzo medio inútil por mantener el control. —¿Cómo voy a
saber si estás diciendo la verdad? —pregunto.
Se ríe por lo bajo y con fuerza. La música vuelve a cambiar. Mis dedos se hunden
más en las teclas. Produce un sonido diferente. Uno lleno de decadencia, como si nos
acercáramos a algo emocionante pero peligroso.
—Supongo que tendrías que llamar a mi farol —dice.
—¿Y si lo hiciera? —Vuelvo la cara hacia un lado, respirando agitadamente.
270
Él baja por encima de mi hombro. Abandona el piano y sus toscos dedos me agarran
la barbilla.
Página
El corazón se me acelera hasta que estoy segura de que se me va a salir del pecho.
Dutch se inclina y habla contra mis labios. —Entonces tendría que demostrarte
cuánto te deseo.
No me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración hasta que su mirada se
posa en mis labios y exhalo por el impacto. En cuanto ve que separo la boca, sus ojos
ámbar se oscurecen. Entonces sus labios se estrellan contra los míos.
Cada vena de mi cuerpo cobra vida al sentir su boca separándose, acariciándome y
provocándome.
Mis manos abandonan por completo el teclado y rodean su cintura para acercarlo.
Se queda quieto, como si quisiera que me acostumbrara a su presencia. Como si me diera
tiempo para apartarlo si no es lo que realmente quiero.
Está alargando los momentos.
Tortura.
Necesito tanto el roce que me está destrozando. Quiero gritar con él.
—Espera —susurro.
Se retira inmediatamente y me mira.
—No me toques el pelo —le exijo. Entonces avanzo y le beso.
Aunque todo lo que pueda ofrecerme sea dolor, esta noche quiero perderme en
Dutch.
271
Página
Aprieto mi boca contra la suya y me mantengo firme.
Sólo quiero sentirla durante un latido. Dos.
Entonces me besa igual que en el vestuario.
Mi determinación de ser un caballero se hace añicos.
Jadea cuando la agarro por las caderas y la empujo encima del piano. Suenan notas
discordantes. Sus dedos presionan las teclas mientras intenta encontrar el equilibrio.
La sujeto con una mano en la nuca y la empujo hacia mí para profundizar el beso.
Su mano empuja contra las teclas mientras se enfrenta a mi pasión con la suya.
El piano emite más notas inconexas.
Puro caos.
La tensión antes del crescendo.
—Esto es tan... —me chupa el labio inferior— irrespetuoso... con el piano.
—No te preocupes. —Le inspiro—. Sé una chica mala esta noche.
Mis pensamientos se disuelven cuando mi lengua explora su boca. Ella gime en voz
baja y yo la agarro con más fuerza, necesitando volver a oír ese sonido. Necesito estar más
cerca de ella.
No es suficiente. Necesito más de su piel.
272
Intento pasar entre sus piernas, pero choco con la tapa del teclado. Frustrado, gruño
y vuelvo a evaluar.
Página
Me mira con los ojos entrecerrados y la boca húmeda. La luz de la luna brilla sobre
su melena pelirroja. Sus ojos verdes son oscuros y sensuales, como los de un gato a punto
de abalanzarse.
Es muy sexy, pero me doy cuenta de que su postura sobre las teclas no es la mejor
para lo que tengo que hacer. Decidido, la agarro por los muslos. Su chillido de sorpresa
hace que me dé un vuelco el corazón.
La levanto y la dejo sobre la mesa del piano.
—¿Mejor? —Gruño.
Se gira para que sus piernas cuelguen de un lado. —Tal vez.
El calor me recorre todo el cuerpo. Enrollo los dedos alrededor de un tobillo, tiro
con decisión hasta que está al borde del piano y paso entre sus piernas.
—Eres una chica difícil de complacer —murmuro.
Sus ojos se oscurecen. —Si te hace sentir mejor, ahora mismo no lo estás haciendo
nada mal.
El pulso se me acelera en el pecho cuando dobla la pierna contra mi cuerpo para
inmovilizarme.
Vuelvo a chocar contra ella. Luego, apartando los labios de su boca, la beso en el
cuello mientras mis manos tratan de liberarla de la blusa.
Sus dedos me rozan el cuero cabelludo y la espalda. Una sensación de ardor me
recorre por todas partes.
Le quito la camisa y persigo el rastro de piel de gallina que recorre su hombro. Su
piel es más suave que un lirio. Lo necesito tanto que casi me quedo ciego.
Mía.
Mía.
Tiene que entenderlo después de esta noche.
Sus dedos me agarran y tiran de mi pelo mientras le quito el sujetador. Su sabor me
es familiar. También los sonidos que hace. 273
Sus pequeños gemidos hacen que mi lengua se mueva más rápido y me concentro
en el momento. Solo la tengo a ella en la cabeza. Nadie más. No puede compararse con
Página
Cadence. No lo permitiré.
Cuando noto que sus delgadas manos tiran del dobladillo de mi camiseta, la suelto
el tiempo suficiente para arrancármela. Sus ojos se abren de par en par, pero no le doy
tiempo para admirar mis tatuajes. Cuando acabe con ella, se los sabrá todos de memoria.
Cuando volvemos a besarnos, con la respiración entrecortada, le guío la mano para
que me toque. La electricidad salta por todas partes donde tocan sus manos. La guío por
mis pectorales, los abdominales. Más abajo. Más abajo.
Me arranca un gemido y luego sonríe como si acabara de encontrar un juguete
nuevo.
Gruño una advertencia: —Cuidado.
Sus ojos brillan de lujuria. Un lado de sus labios se curva en una sonrisita sexy.
Siseo cuando me coge la cara con una mano y me aprieta el pulso con sus labios rojos,
como si fuera un vampiro intentando chuparme la vida. Me vuelve loco.
Mi boca choca con la suya y la inclino hacia atrás hasta que la mitad superior de su
cuerpo queda plana sobre la mesa del piano. Cierra los ojos cuando le desabrocho el botón
del pantalón.
Mi desesperación hace que me tiemblen las manos.
Nunca me había sentido así. Se lo daría todo.
Dejaría que se hundiera en todos los lugares donde sólo la música este permitida.
La cremallera hace ruido cuando la bajo. El sonido hace que se muerda el labio
inferior.
—¿Estás bien? —Pregunto, dándome cuenta.
—Sí. —Le tiembla la voz.
Me inclino sobre ella de modo que la parte superior de mi cuerpo la aplasta sobre el
piano y mi cadera se clava en su lugar. La sensación de su pecho desnudo clavándose en el
mío me hace girar la cabeza. 274
—¿Has hecho esto antes? —le pregunto con gravedad.
Página
hubiera tomado mi tiempo para ocuparme de Cadence, nada de esto habría ocurrido.
Mientras doy vueltas, algo me aterriza.
Miro hacia abajo.
Unos dedos pálidos se deslizan sobre mi mano y me sujetan con fuerza. Por un
segundo, me quedo mirando su mano.
No soy de los que caminan por la playa cogidos de la mano. Pero siento su mano en
la mía, así que no la suelto.
Corremos hacia el ascensor y uso la mano libre para llamar a Zane por teléfono.
Por fin contesta. —Dutch.
—¿Cómo está Sol? ¿Qué dicen?
—Por ahora está bien, pero es malo, tío. —Su voz se quiebra y suena como si
estuviera al borde de un colapso mental.
Conozco a mi hermano y cuando Zane se siente desamparado, hace una de dos
cosas: tocar la batería o tirarse a una tía. Desde que está atrapado en el hospital, no hay
posibilidad de hacer ninguna de esas cosas.
—Cálmate...
—No me digas que me calme —explota Zane—. Sol intentó suicidarse. Y si lo
hubiera conseguido, habría sido culpa nuestra.
Miro a Pelirroja. Me mira fijamente. Sé que probablemente esté oyendo los gritos de
Zane y preguntándose qué está pasando.
Le aprieto la mano y luego me giro ligeramente hacia otro lado. —Tienes razón. He
estado arrastrando los pies con Cadence. Pero ya he terminado con eso.
La mano de la pelirroja se desliza fuera de la mía.
—¿Qué vamos a hacer? —Zane pregunta.
—Lo que debería haber hecho desde el principio. —Exhalo un suspiro, con la mente
alerta y agitándose con todos mis próximos pasos—. Quédate con Sol y su familia. Yo iré
cuando me haya ocupado de los asuntos. 277
Cadence me ha estado destrozando por dentro, pero no puedo permitirme seguir
dudando.
Página
sentir sus dedos clavándose en mis muslos mientras se preparaba para desenvolverme como
un regalo de Navidad.
Entonces llegó esa llamada.
Y lo cambió todo.
Volví a chocar contra la pared. Y otra vez.
Lo más ridículo de todo esto es que, antes de que expusiera sus planes, realmente
sentía algo por él. Cuando Dutch recibió esa primera llamada, toda su cara palideció.
Miré fijamente sus vibrantes ojos ámbar, vi el pánico destellando allí y mi primer
instinto no fue deleitarme con su dolor.
Fue protegerle.
Después de todas las cosas horribles que me había hecho, de todas las formas en que
me había arruinado, de todas las veces que me había hecho la vida imposible, aún quería
cogerle la mano, abrazarle y aliviarle la tensión.
—Yo me ocuparé de Cadence.
Pero mi cuidado de él era unilateral.
Estaba ansioso, incluso desesperado, por acabar conmigo. Un asesino a sueldo
probablemente tendría más corazón. Fue esa frialdad, esa completa falta de humanidad, lo
que me recordó exactamente con quién estaba tratando.
Un monstruo.
—Ah. —Me tapo la boca con una mano para ahogar el grito de frustración y
arrepentimiento. Siento que el corazón está a punto de salírseme del pecho.
Ojalá pudiera decir que Dutch me pilló en un momento de debilidad, pero la energía
cegadora que había entre nosotros era inevitable. No fue un momento de locura temporal.
Fue una elección.
Mi elección.
El alcance total de mis sentimientos por él explotó en el momento en que tocó el
piano. No había una sola parte de mí, ni un solo centímetro de mí, que quisiera que se 280
detuviera.
En sus brazos, me sentía segura. Como una idiota, creí ver más allá de su fría
Página
puedo evitar ponerme en pie de un salto y caminar por la habitación mientras pienso qué
hacer a continuación.
Dutch tiene todo el poder en Redwood. Tiene al padre de Christa en su bolsillo
trasero también. Necesito a alguien más alto que ellos. Alguien con más influencia. Alguien
a quien toda la escuela crea.
Me detengo en seco cuando me doy cuenta.
Jinx.
Muevo los hombros para deshacer los nudos y envío un mensaje.
Cadence: Estoy lista para hacer negocios.
La ansiedad me ataca con fuerza mientras espero una respuesta.
Mi teléfono suena.
Me abalanzo sobre él.
Jinx: Un secreto por un secreto, Chica Nueva.
Cadence: Dutch planea arruinar mis notas para que pierda la beca y me echen de
Redwood.
Jinx: ¿Pruebas?
El atisbo de esperanza que crecía en mi pecho muere violentamente.
¿Pruebas?
Golpeo el teléfono con la palma de la mano y camino en otra dirección.
Jinx: Lo siento Chica Nueva. Sin pruebas, no hay trato.
Cadence: Estoy diciendo la verdad.
Jinx: No puedes creer cuántas mujeres despechadas tratan de usarme para
vengarse. Necesito más que eso para que valga de algo.
Gruñendo de frustración, vuelvo a tirar el teléfono sobre la cama y sigo caminando. 282
Mi ira es más fuerte que la decepción. Que se haya cerrado una puerta no significa que no
se vaya a abrir otra.
Página
285
Página
—Cuidado, tío. —Agarro a Sol del brazo mientras sale del coche.
Se ríe tímidamente y aparta el brazo. —Joder, no soy un inválido. Puedo andar.
Es difícil de creer, porque hace unos días estaba a punto de morir.
Cuando llegué al hospital esa noche, Sol se negó a vernos. Su madre no paraba de
llorar y Zane apenas había conseguido calmarla.
Los tres salimos del hospital dispuestos a hacer lo que hiciera falta para arreglar las
cosas.
No había otra alternativa.
Cadence Cooper tenía que irse.
Para todo el esfuerzo que puse antes de esto, sacar a Cadence de Redwood fue,
sorprendentemente, fácil.
Tal vez demasiado fácil.
Una vez que nos colamos en el sistema y cambiamos las notas de Cadence, Christa
hizo la llamada a su padre. Envió la orden de inmediato y el director Harris emitió el
veredicto.
286
Sin alboroto.
Página
Sin dramas.
O eso he oído.
Hacía unos días que no iba a Redwood. Los dos primeros, estuve enfermo en casa,
luchando contra una gripe que surgió de la nada. Después de eso, mis hermanos y yo
fuimos al hospital, golpeando la puerta de Sol hasta que dejó de ser un idiota y accedió a
vernos.
Le han dado permiso para ir al colegio medio día, pero sigue teniendo que ir al
hospital psiquiátrico para un control periódico.
—Ha pasado tiempo, Redwood —dice Sol al edificio principal. Cierra los ojos y
respira hondo.
—Para nosotros también ha pasado tiempo —comenta Finn. Me mira arqueando
una ceja—. Casi parecía que algunos de nosotros evitábamos este lugar.
Ignoro la indirecta de mi hermano.
¿Y qué si no quería despedir a Cadence? Estoy bastante seguro de que me habría
dado un puñetazo en la boca si se hubiera cruzado conmigo y entonces yo estaría dolorido y
ella esposada.
No voy a disculparme por lo que hice para echarla. La vida no es un paseo por el
maldito parque. A veces, hay que tomar decisiones difíciles.
Cadence no pertenecía a Redwood Prep en primer lugar. Además, tuvo la
oportunidad de aceptar el dinero e irse a otro lugar por voluntad propia.
No lo hizo.
Toda elección tiene consecuencias.
Ella hizo la suya.
—Hola, Sol.
—Sol.
—Sol, has vuelto. 287
Los estudiantes se detienen y se fijan en nosotros mientras caminamos por el
pasillo. Se siente bien tener a Sol caminando a mi lado de nuevo, donde pertenece.
Página
—Tío, este sitio es mucho más elegante de lo que recordaba —dice Sol,
deteniéndose delante de su taquilla.
Zane pasa un brazo por encima del hombro de Sol. —Hoy tenemos asamblea. El
texto salió en nuestra aplicación escolar.
—Van a anunciar que has vuelto. ¿Vas a estar bien? —pregunta Finn con voz
sobria.
—No van a —Sol baja la mirada y tira de la manga de su jersey— decir por qué me
fui, ¿verdad?
—Nadie lo sabe excepto nosotros. —Señalo con la cabeza a mis hermanos y a mí.
—Y quizá Jinx —dice Zane.
Le dirijo una mirada sombría.
—¿Qué? —Mi hermano se encoge de hombros—. Ese asqueroso parece saberlo
todo—.
Christa pasa flotando, flanqueada por dos miembros de su equipo de baile. Lleva el
uniforme de animadora y el pelo recogido en dos coletas.
—Hola, chicos. ¿Están emocionados por la concentración? —El saludo va dirigido a
todos nosotros, pero sus ojos se detienen en mí.
Zane se ríe y me da un puñetazo en el brazo. —No creo que se dirija a nosotros,
hermano.
Mi expresión no cambia.
—Dutch —me llama Christa.
Levanto la barbilla y miro hacia otro lado. Nos ha ayudado por razones egoístas. No
voy a alimentar sus ilusiones haciéndole creer que ahora somos algo.
Se le borra la sonrisa y me mira con el ceño fruncido.
Finn aprieta los labios para ocultar la risa.
Christa no se toma bien mi rechazo. —¿Así que ahora vas a ignorarme?
288
—Más o menos —digo fríamente.
Página
Los ojos de Christa se vuelven ardientes como llamas. Parece que quiere decir algo
más, pero cuando se da cuenta de que sus amigas la miran, me suelta un resoplido. —
¿Crees que puedes utilizarme y salirte con la tuya, Dutch? Piénsatelo otra vez.
Veo cómo se aleja, con el orgullo herido y la falda abultada alrededor de las nalgas.
Sol se inclina para susurrar: —¿Qué pasa contigo y Christa? He oído que se te echó
encima cuando volviste de la gira.
—Los gustos de nuestro querido hermano han cambiado. —Zane me sonríe—.
Ahora le gustan las pelirrojas y misteriosas.
Los ojos de Sol se abren de par en par con interés. —¿Tienes novia?
—No es mi novia —le corrijo.
Aunque yo quisiera, la pelirroja se largó antes de que pudiera conseguir su nombre o
su número. El encargado de la sala no quiso darme sus datos y sabía que engañarla para que
apareciera no volvería a funcionar.
Me arrepentí de no haber conseguido al menos su nombre y me puse a buscar al
guardia de seguridad con el que había estado hablando, pensando que podría darme alguna
pista, pero tampoco pude encontrarlo.
Después de que todos mis esfuerzos fracasaran, me di por vencido, metí el rabo
entre las piernas y me dirigí a Jinx.
Su respuesta fue: —Todo se sabrá con el tiempo.
Maldita estafadora.
Ahora estoy como al principio.
La pelirroja está en el aire. Podría haber sido un sueño.
Finn me da una palmada en el hombro cuando suenan las campanas. —Hora de irse.
Voy delante cuando noto que Sol se queda atrás. Finn también se da cuenta. Me
llama la atención y señala a Sol con la barbilla. Zane se fija en nuestra comunicación
silenciosa, ve hacia dónde mira Finn y arquea una ceja hacia mí.
Les hago un gesto con la mano para que se adelanten y aminoro el paso para estar a 289
la altura de Sol. —¿Estás bien, tío?
—Sí. —Se frota un lado de la cara—. Es que... han pasado muchas cosas desde la
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Jinx: Hola, ciudadanos de Redwood. Estoy enviando mi proclamación real a través
de nuestra aplicación escolar por última vez. A partir de ahora, no se ocultarán los
secretos de nadie. Si quieres saber lo que está pasando con lo más alto de la élite en
Redwood, todo lo que tienes que hacer es suscribirte a mi nueva aplicación.
Aquí hay un jugoso pequeño chisme gratis. La mismísima Cenicienta de Redwood
fue vista entrando en el gimnasio del brazo de su hada madrina. Y había un príncipe que
no estaba muy contento con eso.
Parece que se está gestando una guerra entre el Príncipe Azul y su amor de clase
trabajadora, pero no hay que subestimar a esta Cenicienta. El enfrentamiento de hoy es la
prueba. ¿Cómo asestará nuestro príncipe rubio su primer golpe? Únete a mi aplicación y
serás el primero en saberlo.
Hasta el próximo post, mantén a tus enemigos cerca y tus secretos aún más cerca.
-Jinx
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Este rey cruel no se detendrá hasta que me posea.
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