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Protector de los leprosos

Por el padre Miguel ngel padre.miguel.angel@hotmail.com

Un da, un sacerdote, el padre Damin, decidi ejercer su Ministerio entre los leprosos de Molokai. Y se entreg a ellos con la misma compasin de Jess. Comenz su predicacin con estas palabras: Mis hermanos leprosos. Desde ese momento l no solo era el prroco era tambin su igual, era un leproso ms. Nunca volvi a su tierra y muri de lepra. Como leproso que era tena prohibido salir de la isla maldita. Como ven la ternura de Dios sigue viva y se manifiesta a travs de sus hijos. Y se manifest con poder en la actuacin de su mejor hijo: Jess de Nazareth. Los hombres ponemos en cuarentena a los enfermos contagiosos, aislamos y marginamos a los que tienen sida, a los que tienen la piel de otro color, nos fijamos en la pureza de la raza, de la sangre, moral y an la religiosa, se mide por lo exterior: manchas, color, idioma, cultura, trabajoQue barbaridad! La piel sigue siendo una barrera, una frontera que separa a muchos hermanos. Nosotros sabemos que Dios no tiene acepcin de persona, que Dios mira el corazn, no la piel, que Dios envi a Jess para derribar todas las barreras que nos separan de El y de los hermanos, que para Dios nadie es intocable, nadie es impuro, que Dios no quiere

cuarentenas ni separaciones. Jess es la prueba de que esto es verdad. Jess mir con compasin al leproso, le toc, y le dijo: Quiero quedar limpio. Jess toc al intocable y se hizo leproso con l y se contamin. Y nos ense que nadie es intocable, que todos podemos ser tocados por el amor de Dios y podemos quedar limpios. Jess toc al leproso porque sinti compasin y amor y el amor verdadero necesita tocar para reunir y sanar las mltiples heridas del corazn. Hermanos, Jess nos quiere tocar pero hay que acercarse a El con fe. Pero ms triste y doloroso que la lepra del cuerpo es la lepra del alma y lleva por nombre pecado. Hay personas que se han acostumbrado a vivir con ese lepra del pecado y ya no se esfuerzan por salir

de esa situacin. Ojal que tu y yo s nos propongamos buscar al mdico de las almas, al sacerdote, que nos cure nuestra enfermedad, porque es contagiosa, pues as como una manzana podrida pude a los dems, tambin una persona pervertida empieza a pervertir a otros siendo ocasin de que muchos pequen por su culpa. Por eso conviene que acudamos con ms frecuencia al sacramento de la confesin bien hecho.

7 das Sbado 8 de octubre de 2011

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