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UNO MÁS - Reescrituras

Version 1

- Le voy a ser sincero: la verdad es que no recuerdo bien -el hombre se recuesta sobre el
respaldo de la silla y hace un ademán con la mano-. Daba la impresión de que era un
forcejeo. Yo no podía ver demasiado bien desde donde estaba. Tenía frío, y estaba apurado
por llegar a mi casa. No quería mirar mucho por miedo a que se la agarrasen conmigo, ¿me
entiende?, así que bajé la mirada y apuré el paso. Aparte, ¿que hubiese podido hacer yo?
¿gritarles algo? -Mira para un costado, paseando los ojos por unas cortinas amarillentas
que filtran la luz del lugar-. Tampoco es que miré tan detenidamente, ¡qué sabía yo de
donde se conocían!, o qué había pasado entre ellos. A mí no me gusta mucho meterme en
asuntos de otros. Los de afuera son de palo, me decía mi viejo -el hombre levanta la
mirada, dirigiéndola a los ojos de su interlocutor, frunciendo el ceño como si recordase
algo-.
Mire, ahora me viene el recuerdo de ver una vez una pareja discutiendo en el subte.
Discutiendo fuerte, ¿eh? Uno no podía concentrarse en otra cosa, no se podía leer, no
había forma de evitar prestarles atención. En eso un pasajero se acercó para frenar al tipo,
que la había agarrado del brazo muy fuerte a la mujer, ¡Para qué! -añade exaltado- La mina
entró a increparlo, diciéndole de todo. Que no se metiera, que qué tenía que andar
escuchando la conversación de ellos...no, yo no soy de meterme. Disculpe, ¿me podré
fumar un cigarrillo?

El hombre saca un atado del bolsillo del pantalón, y se lo lleva a la boca, agarrando uno con
los labios. Pide fuego, el otro se lo alcanza en silencio. La luz de un auto pasando por la
calle ilumina por un instante su rostro. El hombre da una bocanada profunda y prosigue su
relato.

- Aparte no me gusta la violencia, no soy de pelearme ni de discutir con nadie. Si no lo hago


cuando alguien se viene a hacer el vivo conmigo, imagínese si voy a ir a buscar problemas
afuera. Era lunes, de eso sí me acuerdo bien. Porque los lunes cuando salgo de la oficina,
siempre aprovecho para buscar un semanario -se sonríe con vergüenza-. Una revistita
gratuita. Ya me conocen en el boliche ese, porque siempre paso. Es una librería vieja, de
esas antiguas, ¿vió? Yo si no me tomo el colectivo a una cuadra del laburo, justo enfrente
de la plaza, pero como era lunes lo esperé en esa esquina, enfrente del edificio ese, cuando
la agarraron. ¿Yo qué sabía lo que estaba pasando? -agrega crispado- Podría haber sido
que la piba estuviese medio pirada, o medio borracha o drogada, y que los muchachos
fuesen amigos o familiares que la querían calmar. ¡Esas cosas pasan con más frecuencia
de lo que uno imagina!

El hombre mira su cigarrillo. Juega con él, moviéndolo entre sus dedos. Mira el piso, el
borde del escritorio, y nuevamente sus dedos. Parece meditar qué agregar a su testimonio.
-O sea, yo no hice nada. Nunca, pero nunca, se me ocurriría hacerle algo así a alguien. Ni
siquiera quise enterarme mucho del tema, porque los detalles a mi me revuelven el
estómago, después no puedo ni comer -entrecierra los ojos, emulando indignación-. Yo no
entiendo a esta gente, tanta crueldad, ¿no les hiere sentir el sufrimiento ajeno? -mueve la
cabeza de un lado al otro, un movimiento de negación; sus ojos posados en un café sobre
el escritorio-. Y lo peor es que nadie hace nada, estos tipos siguen sueltos en la calle, es
uno el que termina atrás de las rejas para resguardarse -da otra pitada, apoya ambos codos
sobre la mesa, y entrelaza los dedos de sus manos, sin dejar de sostener el cigarrillo entre
dos dedos-. A la gente hay que enseñarle las cosas desde bien chicos, sino no sirve. A mi
por suerte me dieron una buena educación. Siempre le agradecí eso a mis viejos -hace una
breve pausa, y se yergue con sutileza-. Nunca me faltó un plato de comida en casa. Y eso
que a mi viejo nunca le sobró la plata, trabajaba como buen inmigrante, un laburador
incansable. Se levantaba bien tempranito, antes de que amaneciera, tomaba un café sin
azúcar, en una de esas tazas de lata que se hacían antes, ¿sabe cuales le digo? -el hombre
dibuja un círculo con el dedo sobre la mesa- Esas que eran como un jarrito de loza pero
mas chico, como el mate de chapa. Bueno, se tomaba un café en una de esas tazas, bien
cargado, y arrancaba el día. Todo el día repartiendo, arriba de la camioneta, ¡Era su
segunda casa! Un tipo recto, no era de esos atorrantes que se van a tomar o a ver mujeres
después del trabajo. El viejo volvía derechito para casa, donde mi madre lo esperaba todas
las santas noches con la comida -sonríe-, ¡Y qué comida! Era una cocinera espectacular.
Sencillo, nada de esas cosas refinadas que se hacen ahora, pero te sabía hacer un pastel
de papa como no probabas en ningún otro lugar…-el hombre se detiene, los ojos vidriosos
derraman una lágrima. Mira para abajo, llevándose el pulgar y el índice al tabique de la
nariz-. Discúlpeme un momento. Perdon. Ya se me va a pasar, deme un momento.

En el lugar no se escucha nada por unos segundos. Ruido de gente afuera de la oficina,
papeles, murmullos; algún vehículo en la calle. Adentro, un silencio espeso. Las aspas del
ventilador. El zumbido de los tubos fluorescentes. La respiración.

-Me pasa siempre que hablo de ellos, me agarra la emoción -retoma de manera abrupta-.
Todavía creo que no pude superarlo. Las dos personas mas maravillosas que he conocido
le tengo que decir -levanta el rostro de entre sus manos-. Dos seres humanos
excepcionales. Me dolió mucho cuando los perdí. Yo siempre viví con ellos, éramos muy
compañeros los tres. No pude casarme y armar familia propia, así que éramos nosotros
nomás -tira la colilla en el vaso con café frío-. Es muy difícil armar familia, son tiempos
jodidos para el amor. Las mujeres ya no buscan un hombre honrado, que labure, que las
cuide; ahora solo quieren divertirse, pasar el rato, y ese no es mi estilo. Se podría decir que
estoy chapado a la antigua, ¿no? He tenido novias, ¿eh?, pero nunca una con la que
pudiese formalizar, presentarla a los viejos, llevar a casa -comienza a arremangarse las
mangas de la camisa, lentamente, mientra continúa diciendo-. Yo creo que antes las cosas
eran distintas. Las mujeres se valoraban más, o mejor dicho, se hacían valer más, ¿me
entiende? Digo, si una mujer se entrega a un tipo después de unas copas en un bar...-la
expresión de su rostro se endurece- Disculpe la expresión, ¡pero te toman de boludo! Mire,
si es por mí prefiero toda la vida ser soltero que cornudo. El hazmerreír del barrio. Dejenme
de joder, ¡ya estoy grande para esos trotes! De más joven supe noviar con una mina muy
piola, buena gente, de familia sana. Con esa estuve bien enganchado, nunca supe bien qué
nos pasó, pero la cosa no prosperó. Ahora está casada con un comerciante, tuvieron dos
pibes, les va muy bien. Bueno, con esta chica, dos meses estuvimos saliendo, yendo al
cine, café, todo el circo, antes de darnos un beso, ¿me entiende? -levanta una ceja mientras
lo dice- A fuego lento, se iba preparando el terreno para que sucediese el amor. Después
continuamos saliendo como tres años más. Una historia linda tuvimos.
En ese momento alguien abre la puerta, interrumpiendo la conversación. Apenas mira al
hombre, disculpándose. Le avisa al otro que tiene una llamada telefónica, urgente. Al oírlo,
cierra la carpeta donde estaba tomando notas, y la pone debajo de su brazo. Pide perdón
por la interrupción, se levanta, y sale de la habitación.

El hombre se incorpora, y espía la calle corriendo apenas la cortina. Afuera, un grupo de


gente se amontona. Gritan. Hay personal policial conteniendo. Algunos tienen carteles. Uno
empuja a un policía, le discute en la cara. ¿Es el hermano? Se lleva el paquete de cigarrillos
nuevamente a la boca, saca uno. Recuerda que no tiene fuego recién al palparse el bolsillo.
El cigarrillo queda colgando en su boca entreabierta. El joven que veía discutir mira hacia
arriba y lo ve, un instante. El hombre se corre de inmediato de la ventana. Lo invade la
ansiedad.
La puerta se abre. El otro vuelve a disculparse, se sienta, y lo invita a continuar el relato.

- Que situación de mierda, disculpe, que fue -sigue el hombre-. Que situación bien de
mierda. ¿Puedo pedirle fuego? Recuerdo que el colectivo no pasaba más-dice mirando
hacia la ventana, haciendo una pausa para prender el cigarrillo-. A mi me pareció en un
momento escuchar como que la piba lloraba. De a poco me empezó a hacer ruido la
situación y me entró miedo. Le juro que pensé que le estaban robando, y estaba preparado
para echarme a correr si se me acercaban, pero ni cruzaron la calle, siguieron con lo suyo.
Cuando la metieron en el coche, me pareció ver que uno le tapaba la boca con la mano, y
ahí entendí que la cosa venía áspera-se queda callado unos segundos. Tira la ceniza en el
vaso-. Todavía tengo grabada en la cabeza la imagen de sus ojos mirándome, pobrecita,
desesperada. No creo que esa mirada vaya a poder borrarse de acá, en los años que me
quedan por delante de vida.

Se para de la silla, se acerca a la ventana, y vuelve a asomarse unos instantes.


-Lo que yo no entiendo, ahora, es porque se la agarraron conmigo, que estaba esperando el
colectivo nomás. Yo soy un tipo que nunca tuvo un conflicto en su vida, y que ni siquiera es
que soy policía o algo -se da vuelta y levanta una mano-. Si me hubiese metido seguro
terminaba con un tiro encima. Que la familia venga a increparme de esta forma me parece
un descalabro, usted escuchó las cosas que me dijeron, y lo vió al tipo este como me vino a
pegar, a romperme el coche. Yo soy un tipo de bien, sensible. Puedo entender el dolor de
un padre, que es terrible, y me apena inmensamente la desgracia que le ha tocado vivir,
pero eso no justifica la falta de respeto con la que se dirigió hacia mí, ni la violencia. Yo
entiendo la turbación de perder una hija, de esa forma tan fea, atroz, pero la culpa la tienen
estos delincuentes degenerados, no yo. Por eso es que realicé la denuncia, no quiero que el
tipo este se me vuelva a acercar, ¿me entiende? La justicia se encargará de ubicarlo como
corresponda hacerlo. Y si los hermanos también se van a poner así de violentos, voy a
tener que tomar acciones legales también.
Versión 2

¿Está grabando esto? Bueno, cuando me digas arranco. Es por el tema de la piba, ¿cierto?
Te voy a ser sincero: la verdad es que no recuerdo bien cómo fue. Daba la impresión de
que era un forcejeo. Yo no podía ver demasiado bien desde donde estaba. Tenía frío, y
estaba apurado por llegar a mi casa. No quería mirar mucho por miedo a que se la
agarrasen conmigo, así que bajé la mirada y apuré el paso. Aparte, ¿que hubiese podido
hacer yo? ¿gritarles algo?

Tampoco es que miré tan detenidamente, ¡qué sabía yo! No tenía forma de saber si se
conocían de antes, o si tenían algún tipo de relación. A mí no me gusta mucho meterme en
asuntos de otros, además, uno nunca sabe bien qué es lo que está pasando cuando uno ve
una situación así. Los de afuera son de palo, me decía mi viejo.

Mirá, ahora me viene el recuerdo de ver una vez una pareja discutiendo en el subte.
Discutiendo fuerte, ¿eh? No podías concentrarte en otra cosa, no había forma de evitar
prestarles atención. En eso un pasajero se acerca a frenar al tipo, que la había agarrado del
brazo muy fuerte a la mujer, ¡Para qué! La mina entró a increparlo, le dijo de todo. Que no
se metiera, que qué tenía que andar escuchando la conversación de ellos...no, yo no soy de
meterme.

Aparte no me gusta la violencia, no soy de pelearme ni de discutir con nadie. Si no lo hago


cuando alguien se viene a hacer el vivo conmigo, imaginate si voy a ir a buscar problemas
afuera. Yo creo que tiene que ver con la forma en la que me educaron. Siempre le agradecí
eso a mis viejos. Nunca, pero nunca, me faltó un plato de comida en casa. Nunca, ¿eh? Y
eso que a mi viejo no le sobraba la guita, trabajaba como buen inmigrante, un laburador
incansable. Se levantaba bien tempranito, antes de que amaneciera, tomaba el café en una
de esas tazas de lata que se hacían antes, ¿sabes cuales te digo? Esas que eran como un
jarrito de loza pero mas chico, como el mate de chapa. Se tomaba un café en una de esas
tazas, bien cargado, y arrancaba el día. Todo el día repartiendo, arriba de la camioneta,
¡Era su segunda casa! Un tipo de fierro, no hacía ninguna, pobre, vivía para laburar. Se
volvía derechito para casa, donde mi vieja lo esperaba todas las santas noches con la
comida. ¡Y qué comida! Era una cocinera espectacular. Sencillo, nada de esas cosas
refinadas que se hacen ahora, pero te sabía hacer un pastel de papa como no probabas en
ningún otro lugar...Disculpame. Disculpame un momento. Perdón. Ya se me va a pasar,
dame un segundito.

Me pasa siempre que hablo de ellos. Me emociono. Ya sé, parece una boludez, pero
todavía creo que no pude superarlo. Las dos personas mas lindas que conocí, te juro.
Perdoná, me fuí por las ramas. Te estaba contando lo de la piba. Como te decía, yo no me
quise meter. Ahora parece que por cualquier cosa que pasa, se arma flor de quilombo. Le
pegás un grito a tu novia y ya sos un violento. Encima las pendejas ahora están en
cualquiera, ¡por dios! Se andan enfiestando lo más bien y de un día para el otro resulta que
son víctimas. A mi me da por las pelotas que se agarren de cualquier cosa para armar
bardo, sobre todo las minas que son realmente cualquier cosa.

La verdad que esta fue una situación de mierda. Recuerdo que el colectivo no pasaba más.
Fue eterno. ¿Seguís grabando? ¿esto después lo va a escuchar alguien más? Preferiría
que esto que te voy a contar ahora quede entre nosotros, es medio incómodo. Todavía no
sé bien qué pensar con lo que pasó.

En un momento escuché que la piba lloraba, y que dos de los tipos la agarraron de los
brazos. Te juro que pensé que le estaban choreando el celular, o algo así. Cuando la
empezaron a arrastrar, ella empezó a gritar pidiendo ayuda, yo estaba viendo todo. Me miró
directo a los ojos, ¿entendés? Me clavó la mirada desesperada, pensando que yo podía
hacer algo, pensando que la podía salvar. Yo estaba petrificado. No pude reaccionar. Yo sé
que dije que no había visto nada, pero no podía contar esto. Vi como uno de los tipos le
cruzaba la cara de una trompada, y al segundo siguiente, le tapaba la boca con la mano
mientras la subía arriba del auto. Uno de los tipos me miró. Me miró dos segundos, y luego
se dió vuelta, como si nada. ¿Sabes qué sensación me dió, cuando lo pensé después? Que
se dió cuenta, en esos segundos, de que yo era un cagón, de que no iba a hacer nada. Ni
siquiera llamé a la policía, ¿entendés?

Esa noche traté de hacer de cuenta que no había pasado nada. A la semana ví la foto en el
noticiero y la reconocí. No podía creerlo, era como una pesadilla. Me parecía, por alguna
razón, de que había sido todo un sueño lejano, y la tele me lo escupía en la cara. Desde
ese momento me cuesta dormir. Fue leyendo en el diario lo que le habían hecho...me
imagino que nunca te pasó algo así. La sensación de que había sido yo. Pensé que podía
sacármelo de encima, después de todo, no había hecho nada. Pensaba que el tiempo cura
todo. Siempre fui un tipo de bien, nunca hice nada malo en toda mi vida, o eso creía. Esta
vez, me pesa tanto que hay días que no puedo salir a la calle.

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