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F : : i Leonore Davidoff y Catherine Hall Fortunas familiares Hombres y mujeres de la clase media inglesa 1780-1850 EDICIONES CATEDRA UNIVERSITAT DE VALENCIA INSTITUTO DE LA MUJER Feminismos Consejo asesor: Giulia Colaizcis Universidad de Minnesota / Universitat de Valéneig ‘Marfa Teresa Gallego; Universidad Aut6noma de Madrid Isabel Martinez Benlloch: Universitat de Valencia “Mercedes Roig: Instituto de Ia Mujer de Madrid lary Nash: Universidad Central de Barcelona Verena Stolcke: Universidad AutGnoma de Barcelons ‘Amelia Valedrcel: Universidad de Oviedo Matilde Viequer: Instituto dela Mujer de Madrid Direccién y coordinacin: Isabel Morant Deusa: Universitat de Valencia “Titulo original de Ia obs Family Fortunes Men and Women af the English middle class 1780-1850 "Traduccn de Pepa Linares Disefio de cubierta: Carlos Pérez-Bermidez Reservas todos los derechos. De conformidd co lo dispesto cc ar, 534 bis del Cio Ponal vigene,podn ser eastigados ‘on pens de muita y piven de libertad quienes reprolajren ‘ plgiaren, en tad o en parte una obra trai, ation nla recep ator © Leonore Davidoft y Catherine Hall Hutchinson, 1987 Ediciones Cétedra, 8. A., 1994 Juan Ignacio Luca de Tena, [5.28027 Madvid Depésito legal: M. 15.550-1994 SBN: 84-376-1256-X Printed in Spain, Inpreso en Graficas Rogar, S. A Pol. Ind. Cobo Calle, Fuenlabrada (Madrid) Prefacio a la edicién espafiola La edicién espafiola de este estudio presenta la argumenta- cién principal de la edicién inglesa, sirviéndose de algunos ejemplos significativos procedentes de las numerosas y variadas fuentes del original, que se describen en detalle en la ultima par- te de la introduccién a este volumen. ‘Alacometer el estudio original, consideramos de esencial im- porlancia investigar la interaccién de los factores econémicos, so- Ciales y culturales en un nivel local. El andlisis que sigue de: las vidas de personas corrientes, andnimas en su mayorfa y ocupa- das en su existencia cotidiana, que formaban alianzas y creaban redes de religién y parentesco en las que a su vez, se apoyaban. En la edicién inglesa, el tapiz de estas vidas se entreteje en el anilisis general. Sin embargo, debido a los problemas de traduc- cién, hemos debido prescindir de numerosos detalles de gran ri- queza en esta edicién, que s6lo presenta aproximadamente una cuarta parte del texto inglés. ‘Aungue resulta inevitable que el tono del original, que re- cuerda a veces a una novela o a una pieza de teatro, haya suftido alguna merma, esperamos que estas paginas brinden al lector es pafiol un retrato ameno y pormenorizado de la vida de la clase ‘media inglesa de provincias en un periodo de cambios cruciales, que abarca desde finales del siglo xvm hasta las primeras déca- das del siglo xr. ‘Leonor Davinorr (Carotene Flatt Abril, 1994 1 Durante el periodo que estamos estudiando, la clase media construyé su propio universo. Hemos visto e6mo reinterpreté la herencia cristiana y levant6 sus propias instituciones comercia- les y profesionales sobre los distintos modos de propiedad. Una vuelta mas al caleidoscopio nos revela otras facetas de este pro- yyecto: organizaciones y comportamientos encaminados a neu- iralizar las tensiones entre las metas religiosas y las metas pro- ductivas, es decir, a regular cuidadosamente las categorias espa- ciales, sociales y temporales. En su intento de encontrar un lugar en el mundo y en el cosmos, nada era tan importante como defi: niry delimitar personas, lugares, tiempos y materias. El conten do y los limites de estas categorias eran objeto de constantes dis- cus lictos y pactos , ninguna tan importante como la divi si del mundo en plc y pvdo, et de Tas nto enel territorio de la mente como en el del espacio fisico. Con el paso del tempo, la dvisién tome cuerpo de adrilo vggeaip de etiqueta y de interaccién social regulada. Incluso’ jones entre sty con a empres fila: ane 10 de los hombres de la clase media ee or wos de a clase media baja, y el oscuro, aunque no por jern0s i n ‘mportante, papel de la mujer en la vida publica constituyer fpaustancia del titimo capitulo de este libro Qn teordenamiento masivo de esta magnitud requeria sfuerzos de.imaginacién, mezclados con cambios, pe eulentes stcuitios, incluso triviales, otras. En los caphaleg Examine ordaremos las categorias que creé la clase mer Examinaremos, en primer lugar, las relaciones familiares ‘oda su contradictoria riqueza, cada vez mis teducide al hogary tna alejada del mercado, aunque no pueda decirse que ‘as pu {as de aquellas casas estaban completamente certa las ata log negocios o la amistad. Si contamos a los hijos, a los vig al testo de los comparsas, el mundo familfar era relativamente euicnéo; por lo general, de mis de seis personas, sin ine! posible presencia de criados, aprendices y empleados, Bare el {amato de los hogares de la clase media también depend g uc el cabeza de familia fuera oun cho, dos tercios de los individuos vivian en el hogar de un home i casado con més de cinco miembros, y un quiato, on ne de diez, medida que se enriquecian, ‘0s patrones de consumo y se preocu- ; cudnto y cémo disfrutarlo y euidar- {2. No s6lo cambiaban de casa, muebles y jardin, ang también de hibitos personales y corporales, vestidos y Ienguaje, Como may ciempte, las calegorias de sexo y clase se reflejaban ony mayor clarids El estudio de la esfera Publica en las comunidades locales revela la fini’! de estas o1 245 244 estructura y relaciones familiares El matrimonio es, por lo general, la rafz de la comunidad primaria que origina otras mayores... y, en tiltima instancia, la nacién; del estado conyugal de la poblacién depende la exis- tencia de esta tltima, su crecimiento y difusibn, asi como sus modales, cardcter, felicidad y libertad. Registro General, Introduccién al Censo de 1851 (Ge media de provincias, desde la empresa hasta la organiza- los viajes en carruaje, la méquina de vapor y el ferrocarrl, tenjan a Ia familia y a los amigos en contacto. Fn la décad de 1770, la muerte do un familiar podia tardar semanas en cong. cats, pero a prncpios de silo x, ls miembros de as fa Has extaban en condiciones de trsidarse may los para sisi {a ampliacién de las relaciones més alld del ni > (eager oo cluos, ya que el hecho de que las familias fueran extensas y limites flexibles no sélo contribufa a mantener la cohesi grupo parental, sino también a difurninar los conflictos pot ciales de una convivencia estrecha! La interpretacién del cons cepto de familia @ejaba cierto Iugaria Id elecciém No obstant, estas caracteristicas. podian también. ser problemilicas, pues tamafio de muchas familias se traducia en fuerzas centtify Creadoras de intereses contradictorios. No cabe duda de que una familia de més de quince hijos y cincuenta nietos resultaba de= ‘masiado grande para practicar la oracién, la lectura de las carta, los regalos, las visitas y los servicios mutuos que formaban Ja esencia de la vida familiar, en tanto queda division de los recurs) sos de la pareja original podia crear serias disensiones. Inevita blemente se producia una disminucién con la partida de los mas) {6venes para crear sus propios hogares. Sin ticrra y sin una gran casa, por un lado, o sin un permanente negocio familiar, por otto, la desintegracién familia era un-hecho inevitable. con. ch Nempo. Le alt: mortal ea ota dels eats de in desu ‘16n de matrimonios, con uu cién de matrimoniog, con su consiuiente yelevado mimeo de ‘Aunque los limites fueran flexibles, el concepto de sjutabl la rain jensen fay, elas state que afiadir un modelo de relaciones de, género. y-de edad que ddaba 1a primacia al hombre adulto, 151 poder de los hombres, construido sobre Ia falta de oportunidades para las mujeres, cra un yalor aceptado y aplaudido, y todas las categorias especificas de edad, género y funcién se consideraban necesarias para la su- peivivencia familiar. Cuando tales categorias no se Satisfacian biolégicamente se buscaban sustitutos. Los hombres y las muje- res actuaban como echucadores, patrocinadores y padres sustitu- 248 tivos para muchos j6venes que no eran hijos suyos, en parte por- que Ios altos indices de enfermedad y mortandad amenazaban Constantemente la Continuidad familiar, ‘Los vinculos se reforzaban con intereses empresariales y re- figiosos, que constituian campos de accién para las madres y hermanas. El hecho de que se privilegiaran determinadas rela ciones estrechamente identificadas con los estereotipos sexuales proporcionaba a los individuos un marco muy estable pero, al vr smo tiempo, generaba tensiones. Por ejemplo, taautoridad de Jas mujeres adultas sobre los jovenes unia !a subordinada depen- dencia femenina a la fverza dominante de fa mascutinidad. Tas, personas poco convencionales producian el estallido de estas Contradicciones inherentes a la estructura familiar Dentro de las caracteristicas de género también existian ele- mentos contradictorios. Bl ideal de femineidad era aSextiad sin tmbargo, su meta Suprema se ciffaba en el matrimonio y la ma- feinidad condiciones que proclamaban str sexualidad, Como suele ocuir en toda situacién, la gente se las arreglaba para en- ‘contrar su camino en medio de las discrepancias, haciendo a me~ hnudo lo contrario de lo que sostenian. Las tensiones s¢ transpa~ tentan en carias y diatios y en la fantasia de la ficcién o de los poemas. A veces Ia acomodacién a Ia realidad producia un amargo ensimismamiento, pero raras veces se manifestaba con una violencia expresa. 1 matrimonio constituia el pilar social y econdmico de la clase media y la base de la segunda unidad familiar. Con el nue~ +o estado, Jos hombres asumfan la responsabilidad econdmica y juridica de sus mujeres y el mantenimiento de los hijos. Tas mu jJeres accedian a través de esta institucion a la edad adulta, Elno- ‘viazgo y In boda eran pasos importantes en la vida del hombre y de la mujer, que generalmente se daban a finales de la-veintens Para los cristianos comprometidos constituian Ia plataforma para desarrollar sus creencias sobre la familia, Se ha descrito ya el sistema de eleccién personal de la pareja bajo Ia atenta vigilan- cia de terceros. La attaccién romintica cra mucho menos impot- tante que la compatibilidad. Hombres y mujeres contribuian a ‘monio en distinta forma. La tradic la buena marcha de! matri- in puritana de lo doméstico 249 * consideraba a 1ajiiGjeP Wii Simiple COlAbOACOR,; esto le propor cionaba un papel relevante dentro del hogar, pero de ninguna ‘manera empafiaba 1a guperioridad del hombre en loslastintos (i blicos)Por el contrario, reforzaba la idea de queswespacionatue ral estaba en la casa. La diferencia de edad entre el marido y mujer habla a las claras del papel protector y autoritario asignas ‘do al primero! Durante el siglo xvu, se consideraba que el hom= bre debia buscar una mujer mayor que él, con experiencia y pax trimonio, pero, a finales del xvm, se convirtié en una idea cho- cante como confirman los datos registrales, segtin los cuales las tres cuartas partes de los maridos eran mayores que sus mujeres en 4,3 afios de media. La esposa joven, dependiente y anifiada conformaba el retrato ideal de la ficcién, de la poesia y de las canciones populares. Fst inagen de fragilidad y desaniparo re! forzaba la potencia del hombre que debia mantenerla y proted egerla. Para 1 varon, el rfaitimoni@eoincidia a menudo con Ja asuncién de nuevas responsabilidades profesionales o empresa: tales. Era también una forma de contener la supuesta tendencia insulin a A/AVERIURASEXUAL; asi «se asegura el hombre sus placeres... y la mente queda libre de expandirse y comprome- terse con Ia biisqueda del conocimiento, de la ciencia y de la virtud>. Los beneficios, tangibles ¢ intangibles, tenian un precio, ‘A medida que avanzaba el perfodo que nos ocupa, las parejas se conformaban menos con el matrimonio carente de recursos. Los solteros ahorraban para la boda, como hizo George Cadbury dite rante una mala racha de su negocio, Iba andando a todos los si tios y consiguié rebajar sus gastos personales a 25 libras al afi, Su gran preocupacién una vez, aceptado como pretendiente era «como mantener a una esposay, No obstante, fai las Familias it Jos propios jévenes veian con buenos ojos los noviazgos largos, AL fin y al cabo, habjan tenido que esperar hasta al: menos los 25 aifos para lempezar a pensar en el amor. Los hombres debian «hablar» durante el cortejo, aunque el procedimiento, que a me- nudo implicaba a los hermanos, era relativamente informal. Ellas disfrutaban de la ventaja de la iniciativa, pero se arriesga- ban a ser rechazados. Archibald Kenrick, el industrial de Bir- 250 mingham, que se atrevié a ditigirse a una joven de su gusto, que- dé intensamente impresionado por su indiferencia, No debe subestimarse la importancia del matrimonio para Jos hombres de clase media. En efecto, se trataba de un asunto fandamental para su mundo econémico, social, espiritual y emo- tivo, asf como para su calidad de vida, como se desprende de las situaciones creadas por la ausencia temporal de la esposa o por su muerte y desaparicién definitiva. Los sucesivos matrimionios| de los hombres después de enviudar de sus mujeres (casi siem- pre por parto) se explican en parte por lamecesidad de tent tnt persona que atendiera la casa y criara a los hijos. Si el matrimonio era para el hombre «una crisis importante», ‘fara la mujer significaba la clave de su futuro, Muchas no tcnian otro remedio que refugiarse en él para no representar tana carga para sus familias cuando faltaban unos medios respetables de su- pperviveneia, Para otras, sin embargo, la estructura de dependen- cia del matrimonio y la responsabilidad de los hijos resultaban problematicos. Existen indicios que hablan del peso que tales contradieciones ejercian sobre las mujeres con suficientes ingre- sos. Rebecca Solly vivia ain en la casa patema cuando escribié 4 los 27 aiios: «Tengo que reconocer que se ha producido un cambio en mi eardcter y que siento un nuevo respeto y amor por Jas tareas de la vida de soltera, un miedo al egoismo, a la peque- fiez, al aumento de los cuidados mundanos (sic) que acompafian al matrimonio.» Rebecca determiné no unirse «més que a un hombre al que pueda estimar y respetar; alguien que sea mi pr mer y mejor amigo en la adversidad». Lejos de aspirar al este- reotipo de la «mujer ociosw», muchas de estas mujeres sabian que el matrimonio no carecfa de inconvenientes. La realidad del noviezgo hacia presagiar muchos de estos problemas. Las mujeres estaban obligadas a esperar la iniciativa masculina, aunque hermanos, hermanas o amigos ejercian a me- tudo de mediadores y alertaban al joven sobre las inclinaciones de la muchacha, No obstante, la dependencia de los hermanos cra un arma de doble filo. Algunos ejercian de censores; otros, que extraian provecho de la solteria de la hermana por los cuida- dos caseros o beneficios econdmicos que recibian de ella, quizis intentaran impedir ef matrimonio; por iltimo, algunos trataban 251 de encaminarlo hacia sus intereses. Rebecca Solly fue pedida en matrimonio a los 29 afios por el hermano de una amiga, pero tras, la indagaci6n de la madre de Rebecca sobre el caracter del joven se rompieron las negociaciones. Otro hermano le presents a Sa- muel Shaen; abogado y correligionario unitario con el que des- pués contraeria matrimonio, Fue la atencién de Samuel hacia la madre de Rebecca durante la cena y el hecho de que el joven le pidiera que cantara a la propia muchacha lo que la mantuvo «asi toda la noche sin dormir». El silencio posterior del joven la convencié de haberse creado falsas expectativas, a pesar de lo cual reconoce haber pensado «en cudntos serian sus ingresos», Un mes mis tarde, Samuel escribid a la madre de Rebecca, quien respondié a Ia carta al dictado de su hija. Las negociacio- nes econémicas no se completaron hasta quince dias después, y sélo enfonces «me estamps el primer beso de amor al despe- dimos» Samuel volvié otro dia a cenar y se produjo «una seria con- versacién... sobre asuntos religiosos que yo esperaba con notable ansiedad»; con lo que se resolvié la segunda cuestién importan- te. La entradas posteriores del diario de Rebecea indican que tampoco las mujeres eran insensibles a la atraccién fisica Aquella tarde y el dfa siguiente, el amor no estaba lejos, pero yo no me encontraba atin preparada para lo que ocurti6 por la noche en Harpsichord. EI Ieia una copia de la carta que: le habia escrito mi madre y como me emocioné ante su pena por la fiialdad del texto, expresé inconscientemente todo lo que mi coraz6n sentia por él. ;Querido mio! Si, le debo no sélo el carifio que se tiene a un marido, sino wna tierna, ar diente, casi enloquecida, expresién de amante Incluso al describir en el diario el primer beso dice estar sin- tiendo «que el rubor me aflora a las mejillas al recordar los sen- timientos de aquel instante febrib Pero no todos los naviazgos se producian con la fluidez. del de Rebecca Solly y Samuel Shaen. Su hija mayor se enamoré de tun primo, hijo de un hermano de Rebecca que habia discutido agriamente con los Shaen. Fue inmediatamente enviada a visitar 252 unos parientes en Alemania, de donde no volvié hasta que ol- vvid6 sus amores. Durante esta época, las a madre de una joven que se caso con un cud quero de Birmingham, le escribia sobre su hija, poco antes de la boda: «Espero que, ij tao dl svaesiado por wn aad, maduro que cuida, guia y aconseja a su joven esposa. Grama term que epasionamsiento erin, No ibe dhe de que la posicién dependiente ofiecia a la esposa la oportunidad de ejercer un influjo moral y espiritual sobre los suyos, pero) Una mujer ‘como Rebecca Solly estaba en condiciones de offecer educa cién, patrimonio, similitud de gustos y opiniones e, indudable- ‘mente, atractivo sexual, Incluso en esta circunstancia favorable, Jos Shaen tuvieron que afronta (Gib, de la crianza de sus nueve hijos y de la Tealtad a sus res- pectivas familias, La carrera de Samuel conocié momentos difi- ciles en la economia de posguerra de Essex. Rebecca pensaba «aque mis esfuerzos por hacer las paces son mal interpretados» y se resiente de la rudeza de ciertas bromas que le gasta el marido, Se pregunta si serfa correcto simpatizar con el marido u oponer- sea su tendencia a construir «castillos en el aire». Las quejas so- bre la esclavitud de este sistema de subordinacién total aparec aqui y all, incluso en escritoras como la sefiora Ellis, aunque casi siempre se achacan a la maldad de los hombres, lo que los convierte en monstruos de egoismo. Aunque Rebecca Solley Shaen se sentia agradecida por las escasas diferencias de impor- tancia entre ella y Samuel, la forma de solventar las tensiones que sufria en su papel de esposa subordinada la afectaba seri mente, Ser definido come no sélo era dimensién doméstica, sino que cont ‘Angell James: «Ser padre es una cosa terrible.» El niimero de hi jos era muy elevado, entre otras cosas a causa de los segundos y terceros matrimonios de las viudas. El matrimonio en la madu- rez no impedia tener hijos, lo que indica mas una necesidad de mano de obra joven y una formacién larga que un deseo-cons- ciente de reducir el niimero total de nacimientos. Hay pocas evi- dencias de que las familias numerosas se sintieran incomodas con su condieién, lo que, por otra parte, habria sido contrario a fas creencias religiosas, Este fendmeno poco comin del matrimonio tardfo y la fani- lia numerosa produjo unas caracteristicas familiares muy con- cretas. La mis llamativa es el elevado nimero de miembros, no obstante la gran mortalidad de bebés y nifios. Rebecca Solly Shaen fue la menor de quince hermanos. Se cas6 a los 29 afios y tuvo nueve hijos en los trece afios siguientes. Su sexto hijo, na- cido una semana después de la muerte de la madre de Rebecca, habria sido el decimoguinto nieto de aquella dama, y no se trata- ba.de un.caso tinico, Una de las consecuencias de esta abundan® cia familiar fue 1a convivencia intima de distintas generaciones) Mistintos Sexos y distintos temperamentos, incluso en los estratos mis acomodados. No puede exiraflar que la disciplina y los ri- tuales se consideraran absolutamente imprescindibles. La segunda caracteristica era la diferencia de edad| ite 16) (GiinanOs Mayores Vy l6s HMAS|GVERES, EI grupo de los mayores podfa muy bien tener hijos de la edad de sus hermanos. La ge= neracién intermedia solia proceder de los hermanastros y her manastras que aportaba el segundo matrimonio de la madre o el padre. La posibilidad de conocer a los abuelos no debié de ser muy grande, teniendo en cuenta que muchos padres habfan curn= plido los cuarenta afios cuando nacieron sus hijos. Las tias y thos de mediana edad cumplian a menudo el papel de «abuelos>. Lbs hermanos mayors también asumlan Ja responsabilidad deal dar de los pequefios, especialmente con ta muerte, la vejez 0 1aD enfermedad de los padres) Los hombres vigilaban a sus herma- nos menores, los tomaban como aprendices y actuaban de fidei= comisarios; en cuanto a las hermanas mayoresayndabaria lamas dre 0 la sustituian en los trabajos caseros. Las hermanas solteras) yy mAs j6venes, en Ia adolescencia o en sus primeros veinte afios, 254 = oT que atin no destinaban su tiempo al negocio familiar, representa ban una importante fuente de ayuda material y emocional para los hijos de sus hermanos y hermanas mayores, y trataban a los amigos y compafieros de sus sobrinos y sobrinas. Estas{jévenes célibes no s6lo aportaban mano de obra para la casa y el ne- lias era el varén adulto; padre y marido, §,en stausenoia, el hermano, cufiado o el hijo mayor Era el representante civil y religioso, Ejemplificaba la autoridad exteriory la figura de Dios Padre, y Gontrolaba los reetrsos eco- ‘nomicos, Hay pruebas de que algunos de ellos ejercian este po- der de forma directa y dominante, pero los registros locales sue- Jen destacar el fuerte compromiso del hombre hacia su familia y el ticmo interés por la vida de sus hijos. En todo caso, la comu= nidad religiosa no habria visto con buenos ojos una manifesta- cidn ostentosa de poder y las casas se encontraban abiertas a los numerosos patientes y visitantes. Por otra parte, este afectuoso compromiso reforzaba la autoridad paterna, Cierto comerciante de lana, modelo de padre, solia comparar orgullosamente a su familia con una «repiblican, pero, segin la posterior puntualiza- cién de una de sus hijas, «una repiblica, como deciamos mis hermanos y yo sotto voce, presidida por un dictador. El amor de estos padres era, pues, una efectiva forma de control Muchos de estos hombres disfrutaban de su papel de padres. Segiin sus convicciones religiosas, los hijos eran una obligaci6n pero también un regalo del cielo. Ellos mismos habjan crecido en grandes familias y se habian acostumbrado desde pequetios a Jos bebés y a los nifios, sin que faltaran las ocasiones de cuidar a alguno de sus hermanos. Son muchas las evidencias de que al llegar a la vejez,tios, padres y abuelos jugaban con los nifios que alestaban sus casas y jardines. Puede decirse que\el cuidaldo regular de 108 inds mas pes 4quefios estaba en manos de la mujer, mientras que los hombres se hacfan cargo, al menos ocasionalmente, de los mayores, con la ayuda de alguna criada. Parece que elypadre se preocupabil dé Jas‘ frecuentes enfermedades de sts hijos, Su profunda religiosi- dad le movia a pensar en la dolencia infantil como una prueba 255 tes religiosos los que entraban en conflicto con la dedicacién miliar. Otros hombres podian compensar su lejania de Ios hij on los atractivos de la vida piblica, de las aficiones privadas g de la vida social. El politico poderoso, el «dandy» o el deport ‘a constitujan modelos alternativos de masculinidad. EV hecho d que gran parte de la literatura subrayara los estimulos y Ia ale grias de la paternidad indica que debia de haber otras posibili des igualmente atrayentes. Los clérigos, escritores y editores, cuyo trabajo estaba muy: vinculado a la casa, eran los que mas disfrutaban de los placeteg domésticos. De hecho, sus esposas ¢ hijos conocian los incor nientes de tener al padre siempre en casa y aprendian pronto ala virlud del silencio y del hablar en voz baja» mientras papa baja. Naturalmente, no todos los nifios se avenian de buena gang a este régimen indulgente. Las nifias, en especial, practicaban ‘una forma de resistencia pasiva que consistia en ponerse enfe ‘mas o experimentar intensos arrebatos religiosos con el fin de eludir los deberes familiares. Aunque el hombre tenia la obligacion de protege y ci sobre todo de sus propios hijos, @l concept de paternidad no’ limitaba a lo puramente biolégico. Los maestros eran padres para sus aprendices y alumnos, especialmente en los casos en, que se trataba de un tio o de un hermano mayor (o cufiado). Tams bién se daba una actitud paternal en las relaciones de los fi comisarios y, en general, en todas las actividades tendentes a cui dar de los menores. En un libro de maximas encontramos un poemilla titulado «La titima orden», en la que el padre agonis zante pide a su hijo que ocupe su lugar”, El padre le encarga él i cuidado de la hermana, ya que «recuerda, hijo mio - ti eres aho= ‘a su padre» y el mantenimiento de la made «en los afios de la vejez». iy eldest son approach To you my charge is great For thow alone of al the flock - hast wrought to mans esate! © look thoa on my children, with a brothers watchful eye! ‘And ead thetn up in holiness - O premise here I die! (Acéreate hijo mio‘mi primogénito Te dejo una cage difciYa que so tiem tre toda Ia rey = has trabajado para drigit la hacienda/euida de mis his, con el deb. velo de un hermano y condicelos a a sanidad -Promételo aqui, en mi muerte) 258 , En la versi6n poética es la muerte lo que impide al padre continuar sus deberes, pero en realidad foshomibtes encontraban’ Gros impedimentos en la bancarrota o en cualquier otro tipo de fiacaso. Dado que el cumplimiento de este deber era imprescin- dible para ser considerado un buen padre, la ruina econdmica re- presentaba a-menuclo un declive personal por la pérdida del res- eto de los hijos y de la funcién ejemplar que tenfa pata cllos, La qebeldia y las quejas de los hijos, especialmente de las hijas, cu- s padres fracasaron 0 dejaron deudas a la familia debieron de ‘eivenenar lasirelaciones, sobre todo durante Ja sltima parte del periodo, cuando las mujeres encontraban mayores dificultades pata ganarse la vida y entendian peor los riesgos inherentes' al ~ mundo econdmico. ‘No cabe duda de quell6s padies deseabaii'ser progenitores de ‘una familia, eriar a sus hijos y formarlos de acuerdo con su con- epfo de fo que era una vida buena, pero estas metas no represen- faban necesariamente la voluntad de crear una dinastia a la mane- naristocritica, La paternidad era a la vez. una fesponsabilidad ¥ ‘una satisfacci6n, y ambas cosas eran parte de un destino moral. El papel de la madre diferia del papel paterno en muchos as~ pectos. El apoyo que ellas pfestaban no era de naturaleza‘econd= shied) Sino amorosd;/de afencién y cuidado, Mienitas que en el caso de(los padres, el grado de compromiso ton sus hijos de= ‘pendia siempre de su voluntad, para las madtes era un hecho na- {ural asumir por completo su condicién; de aht et desprecio por el hibito aristocritico de dejar a los nifios en manos de nurses y criadas. No obstante, esta aptitud natural podia mejorarse a tra- vés de la razén y de ciertos principios estimulantes del amor ma- feo. Y viceversa, se suponfa que fOdas las mujeres, madres biolbgicas 0 no, estaban dotadas de instinto maternal. La importancia de la labor materna no es privativa ni de este ‘grupo social ni de este periodo histérico, pero en ta clase media provinciana, las madres eriaban a las generaciones de hombres estinados a dirigir la empresa familiar y la casa, y, por otta par- te, las ideas de la religién evangélica sobre la familia la erigian en creadora del hogar. Siti madre fraeasaba en sw intento de! ctiar hijos sanos, sensatos y bien preparados, estaba fabricando «aun producto defectuoso». 259 Para cumplir Jos ideales, tas mujeres debian enftentars primer lugar la crianza durante fio de la familia requeria al menos trece afios de cuidado fisi de los hijos. El intervalo medio entre nacimientos que-aparece: los registtos locales demuestra que las madres amamantaban sus hijos, lo que suponia también una forma de contracepoig natural, aunque a menudo se quebraba por la muerte del nifio, cl caso de una madre que amamantara a cada uno de sus hi ‘durante un afi (algo.menos si el nifio moria), habe pasado ttindolos y eridndolos cl 85 por 100 de su vida, desde los tlt afios de su veintena hasta la mitad de su cuarentena, pero si est ‘mamos con mayor realismo una lactancia de quince meses, la ch fra ascenderia al 95 por 100. Todos los estratos sociales de la zona estudiada presentan gi milares patrones de conducta en esta cuestién. Martha Gibbins esposa de Joseph Gibbins, un rico banquero de Birmingham, s@ cas6 cuando s6lo tenia 20 afios y parié diecisiete hijos en veinti. siete afios, once de los cuales alcanzaron la edad adulta, Uno dé 1os tiltimos fue prematuro y los tres restantes murieron en su pri= mer afio de vida. Los mayores se casaban e inauguraban sus pros bias familias mientras la madre atin estaba dedicada a la gestae cién y el cuidado de bebés. Una madre como Martha Gibbing odia estar alimentando y criando a sus nifios pequefios al tieme Po que se preocupaba por situar a sus hijos medianos coy aprendices y casar a los mayores. Ea maternidad vista de. ‘modo era un negocio en el que habia que invertir mucho tiemp Y energia, No obstante, lacfalta’de hijos'se eorisideraba una eg, gtacia, aunque las oportunidades de cuidar a los hijos de pari #65 ¥ amigos eran legion; puede decirse que ninguna mujer que To deseara quedaba sin ejereer la maternidad. Este modelo de matemidad/a tiempo cORpIER se instalé plenamente en la aristocracia de la clase media como se puede | comprobar en muchas familias locales, con independencia de ue sus intereses fueran mayoritariamente religiosos o mundas nos. Pero seria simplista pensar que el paso de la mujer activa en los negocios del siglo xvm aJa-cxclusivamente madredel: x) : se produjo automaticamente, La separacién, fi 260 ary pstquicay jel lngar de trabajo y la casa supuso un proceso largo y desi- © ual, no siempre bien aceptado, Tuvo que productise un cambio de grandes dimensiones en las costumbres para que comenza- ran a percibirse las diferencias entre las madres y sus hijas. ‘A las madres de la vieja escuela, vulgares o sencillas, segtin quiera verse, siguieron una hijas mas sofisticadas e ilustradas, ‘Aleunas veces, el conflicto se materializaba en la conversiin de In hija al cristianismo comprometido para oponerse a lo que consideraba los valores frivolos 0 materialistas de su made, “Aun asi, la elevada consideracién de la maternidad y el manda- to de lealtad filial eran barreras dificilmente traspasables para la \dosa hija. erie ee ere era familia nu- ‘merosa con recursos econémicos precarios era un ciimulo de problemas, entre los cuales, la lucha por mantener la dignidad no ra el menor. El elevado nimero de hijos y los breves intervalos entre los nacimientos dificultaban esa atencién individualizada que, por otra parte, se creia necesaria para el desarrollo moral y spiritual. Los @riado8 podian set la forma de aligerarla carga iatia, Bn los estratos altos se recurria a las nifieras, pero en ge- neral se encuentra siempre la participacién de alguna sirvienta, como eabia esperar de Ta ingente cantidad de trabajo que reque- tian la limpieza, la ropa y el control de los pequefios. Diez. nifios de corta edad significaban veinte medias que lavar y remendar (y a veces que tricotar), ademas de cuidar de que quedaran esti- radas en sus piemecitas. Las madres vigilaban el desarrollo del cédigo moral de clase media, asi como la adquisicién de una conducta y una expresién verbal correctas, cuidando de que el trato con ios criados procedentes de! medio rural no supusiera la adquisicién de ciertas jergas y creencias supersticiosas. La ten- si6n, que debia de ser muy fuerte, aumentaba con el cansancio Ja mala salud de la madre, de modo especial cuando también ayudaban a la empresa a iilierte de loshhijos) Aun en el caso de que el nifio no muriera, las enfermedades comunes de Ia infancia, mis todo tipo de fiebres vide accidentes, causaban estragos, De modo que ademis de e: {ar confinuamente embarazada y criando bebés, podia ocurrir 261 ue tuviera varios nifios enfermos al mismo tiempo. En esta {fuacién se comprende el florecimiento de la medicina cientificg Como en el caso del parto, el médico se convirtié en el asesor a.esposa y madre en todos los asuntos relacionados con la salu de la misma forma que el abogado lo era para su marido en ma teria de patrimonio. A 1o largo de esta épdca, los libros de con, sejos basados en ideas comunes y remedios confeccionados con, hierbas por las propias mujeres dieron paso a la opinién del exa perto, del médico con formacién sistemtica. La mayor parte de {as publicaciones incorporaba ya los cambios. Hacia finales de las décadas de 1830 y 1840, las escritoras sobre asuntos caserog Como Ia sefiora Ellis aprobaban las novedades y la dependencia femenina del médico experto. Al fin y al cabo, la desobediencia al médico o el seguir sélo en parte sus indicaciones podia supo« ner «da tumba para el nifion. La ansiedad era ain mayor para las madres cristianas que temfan por el alma de sus hijos y se atormentaban con la idea de no poder reunirse con ellos en la otra vida si los pequefios mo- rian sin prepatacién, Pero este marco religioso, impregnado de sentimientos de culpa, era muy eficaz para disciplinar a tantos hijos. Cuando los de Maria y William Marsh desobedecian, la madre los Ievaba a su propia habitacién y alli les hacia ver la dimensién de su pecado: «cuanto agraviaba a Dios y cuanto apenaba a su madre». Enfonces, se attodillaban y rezaban june tos. Una cudquera, madre de nueve hijos, expresaba asi este sentimiento mayoritario: «Mucho tendria que penar una ma- re si no fuera por el trono de la Gracia al que siempre puede re- curt ) La formacién del espititu comenzaba en Ia infancia. Las ma- > des (0 sus sustitutas) ensefiaban a sus hijos a leer y 2 escribir 0, ail menos, supervisaban sus lecciones, ya que las diferencias en. tre la educacién formal y el desarrollo general no eran muy grandes. Los chicos abandonaban la educacién casera a los seis afios para ir al colegio, pero las madres continuaban ensefiando alas chicas. De esta forma, las madres eran las encargadas de in- culear los prineipios que regian el comportamiento yy los dif Tentes papeles sociales asignados al hombre y a la mujer. Pata evar a cabo su labor, recurrian al apoyo mutuo. Las car 262 ellas y sus hijas, hermanas, parientes y amigas aparecen llena: de preocupacién sobre la vida diaria de los nifios, sus pequefios jrastornos, su suefio y las épocas en que empezaban a andar y a ee preocupacién no era menor cuando los hijos dejaban de @©Ueibir los cotidianos cuidados de la madte, primero para ir al co- ee oe see Ellis y Ann Martin Tayfor hacfan hincapié en la necesidad de que la madre conservara el respeto de sus hijos, aunque en sus escrtos avisaban a estos tiltimos de que no tendrian mas reme- dio que andar su propio camino; siempre hacia metas mas ambi- ciosas que sus hermanas. Las madres sufrian por la desventaja Bf ecresrtsh pars clas ms desconnciniento del amnion y porque el concepto de delicadeza femenina las obligaba a callar sobre determinados asuntos, por ejemplo, sobre el sexo. Contra lo que afirmaba la literatura edificante, muchas madres sentian que su ignorancia las privada mas de una vez del respeto de sus Bes, y 20 eran poss las que emian gus nao ne oeupar do la vejez.o la viudes gE ena RATER hija no solian romperse Géixel tiempo. Con la excepcién de un afio o dos de internado y de las visitas a los parientes, la hija solia estar con la madre has- {a que contraia matrimonio (en caso de hacerlo). No cabe duda de que una relacién tan estrecha debia de provocar grandes ten- siones. Las hijas més ambiciosas 0 mas dotadas intelectualmen- {ese irritaban con la plicida domesticidad de sus madres, y éstas, utilizaban a menudo a sus hijas como servicio doméstico gratui- to, Pero, todas ellas compartian la fe religiosa y Ia devocién por Jos asuntos hogareiios. Cuando las hijas se casaban y tenian hi- jos aumentaba su comprensién de las madres, Para Rebecca Solly Shaen la muerte de su madre fue «un amargo pesar... me senti Hlena de un agradecimiento como esposa y madre mucho is intenso del que tuve como hija. r ‘Ades de criar a sus propios hijos, las mujeres solian ayu- dar a sacar adelante a las sobrinas, sobrinos, primos y hermanos pequefios, que a menudo vivian en su casa, asi como a otros «queridos jovenes que se sientan a nuestra mesa», como descr bia a sus empleados internos la esposa de un comerciante de 263 Colchester. Las hijas mayores y las hermanas solteras eran a liares y suplentes de las madres. En las familias més ricas, eri dos a sueldo o parientes pobres realizaban también estas fim ciones. ray consciente. No obstante, generaba siempre grandes tensig, nes y problemas. La finalidad en la educacién de los hijos —con el marido, con la empresa, con los parientes maternidad tan absorbente acabé por dificultar la vida religio« sa de la madre en las familias piadosas, recortando el tiempo que antes dedicaba a los tezos y al ejercicio de la introspeos cidn, Las relaciones de la madre con sus hijos adultos variaban inevitablemente a medida que pasaban los atios y ella envejecia, perdia salud o pasaba a depender econmicamente de ellos. Pese ‘2 que se daba por supuesto que los hijos debian hacerse cargo de las madtes, viudas 0 no, no existian garantias de que ast fuera, Sus deberes reciprocos eran mucho menos formales que los es- tablecidos en la asociacién entre el padre y el hijo, y dependian. en mayor medida del afecto personal respaldado por los princi pios morales. No faltan ciertos atisbos de insatisfaccién por pat te de las madres, especialmente por la falta de tiempo y de ener- fa, y por la carencia de oportunidades de las mujeres para desa- rrollar un yo separado de la identidad doméstica. Incluso una mujer tan bien situada como Jane Ransome Bid= dell, esposa de un rico granjero, que, gracias a su propia hy cia y a los ingresos del marido, estaba en condiciones de pagar una doncella, abandoné pricticamente la poesia desde los 31 afios, cuando nacié su primer hijo, hasta la Iegada del décimo, a Jos 44 (incluyendo unos mellizos). Cuatro afios mis tarde, refle- Jaen un poema sobre las Musas tanto los efectos negativos de las lareas domésticas sobre la creatividad, como sus muchas com- 264 Hrecho « quieren Cuando disponian de ayuda, recursos materiales suficiens tes y una salud robusta, la maternidad podia resultar placentes un tanto ambigua, Por un lado, estaba la salvaci6n, en un puege to central; por otro, el reclamo del mundo, que no podia elus dirse; las contradicciones entre ambos fines eran fuente de grandes disgustos. Las madres tenfan ademas otros cometidog que les restaban tiempo y energia para sus deberes maternales. Ung, ria Marsh, la maternidad era de jones. En palabras de Maria i eo eel equivalente al mundo de los negocios para las que ‘su pequefia escala cumplir con su deber» ‘Desde principios del siglo xvm, los hijos comenzaron a set ‘un grupo humano dotado de sus propios in- i ea mee texto ends duro ¥ autortaro y tuvieron st propia Heras y Gis propios:juzuetes yspasatiempos. Hacia el final del siglo, la zal nocenels. deo inexplorado y natural, por pat- ‘TGieunos comentaristas extranjeros se asombran de que los hijos secetase media inglesa, al contraio que sus iguales de la ats focracia, eciban de sus padres eliratoypropio Ideal fom \s nesting round * deal forms no longer lela dreaming mood beforemy views nesing own fire side see ile loging rv ae yr ae calles Tey hi the dear domes heab/And inp ont On acne emf vl pare (ano seme aparece norms alse ae so alenden a lamataiehiyen el entafble univer doméstcod pret sircn deslende sobre los epi as aljados del mundo) 265 de muiiecas y cestas de labores en miniatura. Ambos sexos com partian ciertas aficiones, por ejemplo, el cuidado de mascotas de pequefios jardines, pero la mascota del nifio era siempre de ‘mayor tamafio y su jardin tenia Arboles y helechos, mientras qi las nifias se concentraban en las flores. Los chicos aprendian zambullirse y a nadar, actividades que no se consideraban muy recomendables para las chicas. Rebecca Kenrick compattié jugs ‘g0s con su hermano hasta que al llegar a los seis afios la madre empezé a preocuparse por Ia posibilidad de que su hija se vole viera «tosca» y acabara por convertirse en «in completo chicas zo». Fue enviada a vivir con una tia sin hijos para que le ensefiae 1a. comportarse con femineidad. Se suponia que los chicos eran fisicamente més fuertes y nay turalmente tolerantes con el desarreglo personal y la suciedad, A medida que la limpieza y el orden se convertian en pilares de Ja cultura de la clase media, las chicas desarrollaban un sentie miento de vergtienza hacia la suciedad y el comportamiento des cuidado que se tenia por parte de su femnineidad —el calificativo de «anarimacho» se consideraba una terrible desgracia—, miene ‘ras que los chicos se veian obligados a establecer pactos entre estos elementos de gentileza y la virl indiferencia por asuntos de tan escasa importancia, La gran distincién legaba al final de la adolescencia, cuane do los chicos comenzaban a formarse seriamente pata salir all mundo. Mientras la empresa estaba integrada en Ia casa, ambos sexos ayudaban en los trabajos ligeros, pero con el traslado a los suburbios los chicos se iniciaban en los negocios de una forma ‘iis sistematica en sus afios adolescentes, Io que solia coincidit con la primera comunién en la iglesia anglicana o con la entrada como miembro de pleno derecho de una congregacién inconfor- mista. También para las chicas sefialaban estas ceremonias reli= giosas el paso a la edad adulta, que podia llegar acompafiado de luna mayor responsabilidad en la casa, pero nunca representaban como para sus hermanos la primera experiencia de trabajo, Viniendo de una atmésfera tan llena de afecto, los chicos de- bieron de sufrir bastante al abandonarla para estudiar fuera 0 para colocarse como aprendices. Esta ruptura de los lazos hoga= tefios formaba parte del duro camino hacia la masculinidad 266 completa. También las chicas, cuando dejaban la casa para con- tmer matrimonio, sentian ese dolor, Por otro lado, es muy posi- bie que la cercania de los padres y otros adultos dificultara Ia ad- quisicién de una identidad personal, de modo especial en las Molescentes. Los acerbos comentarios de Ann Martin Taylor so- tre la adolescencia estin sin duda basados en su experiencia como mare de seis hijs. Su ton sorprendentemente modemo se explic slo por a mezcln de amr, manipulacin del sent- miento de culpa y altas expectativas, que la familia de la clase media de aquella época depositaba en estos asuntos. Ann Martin resalla que la «dulce sencillez de la infancia» es sustituida por un periodo borrascoso: mos j6venes se produce hacia sus padres una con- duct gu sa es deddanate st resist para desalentar a un espectador imparcial a desear una des- cendencia tal... Mis que el contenido de sus palabras son sus {formas lo que nos hace pensar que pertenecen mas a otra raza ‘que a otra generacion. Sin embargo, parece que muchos adolescents, superada esta etapa, establecian relaciones muy afectuosas con los padres. Las constantes visitas, el intercambio de regalos y de servicios wz0s eer Toe aos ayudaban a los padres. En el caso de los varones, asumian incluso la jefatura de la familia cuando era ne~ cesario. La costumbre de jubilarse pronto redueia los potenciales contlitos entre padke hijo, aunque nunca quedaban descarta dos. Algunos padres se vefan constreitidos a vivir de 1a liberali- ddad de Tos hijos, de ahi la continua lamada al cumplimiento de los deberes filiales en poemas como «Mi madre», uno de los a fe Ann Taylor. ae ae hijos varones parecen haber experimentado ha- cia sus padres ya maduros no s6lo sentido del deber, sino ver- dadero amor. Uno de ellos, que vivia con su madre, preparaba platos especiales para ella después de la muerte de sus dos her~ manas. Otro, que asistié a su padre en el lecho de muerte, ex- presaba por escrito sus sentimientos con una gran dosis de an- 267 gustia: «jPobrecillo! esti débil como un nifio incapaz de vale. se por si mismo.» Sin embargo, estos cuidados se atribuian como cosa natural s6lo a las chicas: Por otro lado, las hijas adultas sin ingresos pros pios no habrian tenido muchas elecciones, aunque hubiera faltae do el mandato religioso. EI cuidado de los demés era una parte fundamental de los deberes de la muchacha, Jane Webb Loudon, Ja esposa de John Claudius, fue hija tinica de un hombre de ne. gocios de Birmingham y perdi a su madre en la infancia. Sw fuerte sentido de la responsabilidad hacia el padre la llev6 a es cribirle un poema en su cumpleaiios, cuando ella tenia doce, que acababa declarando el bienestar paterno como su mayor preoclis pacién’. Jane Webb no se casé hasta que murié su padre, lo cual no era raro cuando la hija era la menor o la tinica. Eran varias las razones que daban a la relacién padre-hija una intensidad especial en estos grupos familiares, sobre todo. cuando la madre habia muerto, estaba inpedida o ausente, y la hija la sustituia en sus labores de madre y ama de casa. Ya hemos visto que la ayuda a Ja familia a cambio de la manutencién eta inherente a la estructura de Ja empresa-y a las formas-de-propiew dad de Ia mujct. La inocencia infantil se convirtié en una nor cultural que aumentaba el atractivo de la mujer adulta, como dencia el hecho de que los hombres eligieran para casarse mj resimiés j6ventes que ellos!{Cuando el rango social y los ingresos ran altos y, presumiblemente, proporcionaban al hombre mayo tes posibilidades de eleccién, se ahondaba la diferencia de edad, EL hecho de que en los posteriores matrimonios, la mujer pudicra tener la misma edad que las hijas mayores confirma el modelo, Finalmente, la elevacién de las relaciones padre-hija a categoria de ideal venfa a resolver de alguna forma aquella contradiccién entre la idealizada pureza femenina y Ia realidad sexual, que se hacia patente con la maternidad. Los registros locales hablan de admoniciones contra la exae ‘geracién del vinculo padre-hija. En el caso de los clérigos, el pax * Thou dearest father! hear my prayer!/ That long sueceeding years may show/ Your welfare is my dearest care/ My all of happiness below. (Amado padre, escucha mi oracién! Los argos ails venideros demostarin que tu bienestar es mi mayor preocupacién, por encima de mi propa felicidad ) 268 re ejercfa su fascinacién tanto por los cuidados que prodigaba a Jas hijas como desde el piilpito, de ahi que las hijas de los ecle- sifsticos tuvieran una de las mayores dependencias del padre. ‘Cuando Maria Marsh murié, tas tres hijas adolescentes del reve~ endo William se hicieron cargo de la casa y de las tareas que su madre realizaba en la parroquia. Las dos mayores se casaron, ero Catherine se convirtié en la compatiera de su padre. Des- pués del segundo matrimonio de su hermana, cuando el padre fstuvo a punto de quedarse ciego, Catherine le escribia: «Todos Jos dias doy gracias a Dios por no tener otros lazos que me im- pidan vivir para ti.» Si William se quejaba de estar impidiendo que su hija encontrara un marido, ella contestaba que preferia anil veces» pasar un minuto con él «que toda una vida de felici- dad con cualquier otro hombre del mundo». Mas tarde, Catheri- ne tuo que enfrentarse a los dos matrimonios posteriores del pa- dec. El dia en que éste volvi6 de su segundo viaje de bodas, la hija se esforzaba por encontrar motivos de alegria: «Saber que la vida tendré deberes sagrados mientras podamos hablar a los pe- adores de Ia existencia de un Salvador vivo, alegra mi coraz6n ite por la viudez (sic).>» i No era infrecuente que los padres prepararan a 1 /hijas]adoe Jescentes para hacerse cargo de ellos y de la casa cuando tuvie- ‘an la suficiente edad para afrontarlo. Esta posicidn era atractiva para la muchacha porque Ie proporcionabai responsabilidad, res= pelo y afecto, sin necesidad de abandonar su medio familiar y ehtablar una relaci6n nueva de cardcter sexual. Si cxistian ade- mis hermanos pequeiios, aprendia a ser madre y disfrutaba de esa dignidad. Ademés, se convertia en el centro afectivo del pa- dre y dificultaba asi un segundo matrimonio indeseable para lla. © Bn estas circunstancias no es dificil comprender el matiz, erotico que desprendian las relaciones padre-hija. Nada més significativo que la reaccién de una joven a la vuelta de un vi |e de su padre viudo: «Salté (del earruaje) a mis brazos, y nue: tio primer beso largo me emocioné de tal manera que apenas puedo describir la sensacién que me produjo.» Estos pueden parecer casos extremos de sustitucién de las esposas por las hi- jas, pero la literatura de la época, especialmente a partir de la 269 década de 1840, esta plagada de historias familiares en las q Ja figura materna 0 no aparece 0 10 hace de forma desdibujadk y asi lo confirma la vida y los personajes clave de la obra mayor El vinculo entre hermano y hermana también tenia su id zacién Jiteraria_y su importancia en la vida coti ni compartian recursos econdmicos y origenes familiares, que s prolongaban a través de la asociacién entre los cuftados © de Io «amnatrimonios fraternos» que hemos descrito anteriormente, ya fuera por razones de cortejo o de estudios. Como en el de los padres y las hijas, la relacién hermano-hermana adela ba el modelo hombre-mujer sin la explicitacién sexual del trimonio, El énfasis en la inocencia del amor infantil era una fOE ma de proteger este intenso apego afectivo. Enel modelo idealizado, el hermano era siempre mayor qu la hermana, Su apego y su trato prefiguran el matrimonio y én sefian el comportamiento diferente de los sexos. Mary Ann Hej ge, la tinica hija entre los siete varones de un relojero de Col chester, escribié un largo ensayo sobre los deberes reciprocos di hermano y Ia hermana que prologé con un poema, donde hab de la fraternidad como el amor mis perfecto, y lo sitia s6l después de la unién conyugal. La divisién sexual del comp miento es un estereotipo de lo que ocurria en muchas familias el Jas que los hermanos, una vez abandonado el hogar, manter las relaciones con fa hermana, para la que se convertian en ventana abierta al mundo. Los hermanos mayores actuaban como mentores de las hee ‘That ender union, all eombin’ MOF Natre’s holiest sympathiesTis Friend ints loveliest dross"Tis Love's most perfect tendomos. (Esta ties unidn, donde se za/Es la amistad en su mis entra 210 mnbinan/os afects més sagrados de la Nat ble ropaje/s la mis perfectatermura del ame) Pe ee manas més pequefias que habian dejado en el hogar patemo. fran sus fideicomisarios y sus consejeros econdmicos, y las cogian en sus hogares cuando ellas enviudaban (0 eran abando- jaca), incluso en aquellos casos en que entre todos hubieran odido pasarle una pensién para que viviera sola. A cambio, Frias ayudaban personalmente al hermano, tanto porque lo con- sideraban su deber como por representar una magnifica escuela para su futuro papel de esposas. La literatura subraya la influen- fia moral y religiosa de Ia hermana sobre el hermano mas ocu- paco en tareas mundanas, y existen pruebas de que en muchas ficasiones la joven hermana era la primera en convertitse, Pero la mayor parte de los deberes de la hermana era mucho fis préctica; consistia en remendar las medias, Hevar recados, uidar a los enfermos o hacer de compaficra y confidente, Igual que la hija podia impedir en cierfa medida un posterior matri- monio del padre, se tenia la idea de que una hermana que cum- pliera bien sus modestas tareas, haciendo un hogar comodo y Alegre, estaba en condiciones de evitar un matrimonio precipita- ‘do —en el mejor de los casos— del hermano. La construccién de un hogar para el hermano podia convertirse en la «profesi6m de la soltera, Se daban muchos casos de unién del hermano sol- {eto o viudo con la hermana soltera o viuda para sacar adelante Jaccasa y a los hijos. ‘Que estos papeles de hermana y hermano se consideraran {ina obligacién o una oportunidad dependian tanto de la circuns- tancia y de los recursos como de las inclinaciones personales. No hay duda de que las vidas de los hermanos solian permane- ‘eer unidas, ni de que entre ellos habia sentimientos muy célidos, ‘pero la duracién y la intensidad de tales sentimientos hacian es ‘pecialmente explosivos los conflictos. Cuando los hermanos permanecian solteros y vivian juntos, eran los varones quienes controlaban los recursos y las decisiones. La hermana se arries- gaba entonces a perder casa y medios de vida si el hermano con- italia matrimonio, Incluso cuando Tas hermanas tenfarr recursos propios o el hogar permanecia intacto, la pérdida de un hermano se sentia intensamente. As{ se comprende que cierta mujer solte- ra que vivia con su hermano se negara a besar a Ja novia de éste cl dia de la boda y que describiera en estos términos la despedi- an da final entre ellos: «Me tomé entre sus brazos, estrechindy como me temo que nunca volver a hacer» Aunque las relaciones del hermano y Ia hermana presentg bastantes similitudes con el modelo, la prictica resulta inevit blemente mas complicada. En primer lugar porque la extensigy de la familia significaba que esta pareja idealizada estaba rodeay da de otras posibilidades de relacién, de forma que no en todo los casos se preferia la relacién con el hermano, Cuando Constable cumplié treinta afios, se le sugirié que pasara el vierno en Londres, colaborando en la empresa de su herma John, Mary vivia en ese momento con Abram, el hermano joven, que deseaba hacerse cargo del negocio de molienda qh posefan en Essex. Abram pensaba que esta separacién tempor seria buena para los dos. Después de la muerte del padre, habia cuidado de la casa para Abram, pero al afio siguiente se paraban y Mary acab6 acompaitando a un sobrino, aung Abram nunea contrajo matrimonio. La gran cantidad de hermanos producia una clevada c flictividad, en la que también intervenian las cufiadas. Desput de una disputa sobre el pattimonio de los padres, Rebecca Solly Shaen no volvié a cruzar el umbral de la casa de su hermang hasta que éste se enconiré en el lecho de muerte. Naturalmente cabia la posibilidad de que aquel hermano que se suponia iba. constituir la mejor fuente de consejo y ayuda, se equivocara, § desinteresara 0, como ya hemos visto, retuviera el dinero de k hermana a cambio de una misera renta, El ideal de herma mayor y fuerte y hermana menor y encantadora podia darse Ia vuelta por razones de edad o de temperamento, Cierta her mayor de gran caricter —virtual jefa de la familia desde muerte de los padres— intervino en la direccién de la banca fi miiliar cuando, en un momento de crisis, el hermano de ap nas 20 aos tuvo que hacerse cargo de ella, En tal situacién, joven tendria que haber echado mano de todos sus poderes ¥ privilegios de hombre para superar la disparidad entre ellos. B otra parte, los celos y los agravios acumulados en la infancia por los hermanos podian perdurar en su época adulta, Aunque Dickens idealizara en sus novelas la figura de la hermana pe= quefia, nunca pudo olvidar que debié emplearse en una fibrie de betunes para que su hermana mayor continuara una carrera musical, sii sed ‘vez que los padres estimulaban en ellos Jos papeles de hermano y hermana para el futuro, Cuando el jo- ven Samuel Shaen obtuvo su primer empleo en un bufete en Leeds, Rebecca le envié a una de las hermanas para que cuidara de la casa: «Ahora est con Sam y espero que le sirva de ayuda» Meditando sobre Ia muerte de su hermano Tom, Rebecca se agombra de lo mucho que su propio hijo, Ben, se parece a él. No es extrafio, ya que en su condicién de hermana, habia ayudado a ‘Tom cn sus estudios y ahora lo hacia con su «propio y querido hijo». Cuando la hermana erecia, se esperaba de ella que fuera capaz de ejercer como madre y esposa, mientras que el hermano disfrutaba de los privilegios y responsabilidades de esposo y padre. Los intensos vinculos entre hermano y hermana han produ- cido las inevitables especulaciones sobre un posible contenido erdtico. La literatura, por ejemplo, se encuentra plagada de com- paraciones entre el estereotipo de la hermana pura y asexuada y ele la mujer mundana, esta iltima, por lo general, pertenecien- te a la clase obrera. Se ha especulado sobre las relaciones de ciertos personajes famosos como William y Dorothy Words- ‘worth, pero ellos no fueron de ninguna manera un caso especial, 1i su comportamiento fue distinto al de otros muchos hermanos yhermanas. El reparto del poder, la intensidad de las emociones, las diferencias en las expectativas de futuro para cada uno de los sexos, conferian matices draméticos a la relacidn fraterna, El su- ffimiento de Harriet Martineau por haber perdido la relacién con su hermano James fue tan intenso que nunca pudo narrar por es- crito las circunstancias de la pelea. Su apego al hermano consti- tuia «la mayor pasién de mi vide, y la mezela de amor y de en- vidia la Heva a exclamar: «BI hermano representa para la herma- na lo que ésta nunea podra ser para él: el mayor objeto de amor y devocién.» En algunas ocasiones era 1a joven cufiada —esto es, la her- mana menor de la esposa, que solia vivir con la pareja— quien se convertia en una hermana auténtica, primero, y en una susti- 213 tuta de la esposa, después. La prohibicién legal de contraer ‘rimonio con la hermana de la esposa muerta, que se debati apasionadamente desde la década de 1830 hasta su abolicion principios del siglo 2s, sugiere que la circunstancia provocal ‘un cimalo de tensiones emocionales. Los matices eréticos de relaci6n fraternal coinciden en gran parte con los de la relaci padre-hija. Gran parte de los relatos de fiecién alusivos eg planteada desde el punto de vista de un narrador masculing, Como ya se ha sefidlado, las fantastas de Dickens sobre la hi ‘mana pequefia (0 la joven cufiada) reflejan en parte su «afici prohibida», es decir; la atraccién sexual por las jovencitas, La unién de la esposa con sus hermanas no era menos intens que el resto de las relaciones familiares de Ia época. Las het= ‘manas pasaban juntas la nifiez y Ia adolescencia, sin el periodo de alejamiento que la formacién profesional imponia a los varoe nes. Sélo el matrimonio arrancaba a la joven del hogar patemo, dejando tras de si, como escribid una hermana, «un vacio» en el ‘grupo familiar. ‘Nuestro estudio de la empresa familiar ha mostrado ya cémo podian manejar sus recursos las hermanas solteras 0 viudas para tener algo muy parecido a su propio hogar, con o sin pupilos, ex temos o internos. Algunas de estas familias femeninas instituian una divisién del trabajo més o menos parecida a la de las fami= Jias convencionales. También alli era estrecha la relacién con las cuffadas, ya que el matrimonio con el hermano de una amiga, ue podia ser arreglado por las dos mujeres, convert la amistad en fiaternidad, En algunos casos, las hermanas contraian mattis monio con hombres que también lo eran entre si. Hermanas y ccuiladas se repartian la educacién de los hijos y el cuidado de los padres ancianos. Como suele ocurrir en las familias modernas, Jas hermanas contribufan a mantener unidos a los miembros de Ja familia, de modo que la fraternidad entre las mujeres se con- virtié en un prototipo de comportamiento femenino, Los hermanos yarones y los cufiados solian establecer sus vinculos a través de la empresa. Los hermanos no eran s6lo pas rientes, sino, muy a menudo, intercambiadotes de servicios, mercancias, clientes, experiencia y crédito. Eran, ademés, los mejores fideicomisarios entre si de sus hijos y viudas, Pero la re 274 Jacién de negocios no exclufa un fuerte apego emocional entre Jos hermanos varones adultos. La literafura presenta siempre al hhermano del padre como una figura benéfica que salva a los hhuérfanos, por ejemplo, comprandoles la casa o Hlevandolos a la suya propia. El hermano del marido se convertia, entonces, en la reencarnacién de éste, aunque las tensiones sexuales que presen- {a la relacién con la hermana de la esposa no se daban aqui, puesto que una viuda con hijos no era en principio un sujeto se- xualmente atractivo, No existen pruebas de que el matrimonio estuviera prohibido en ese caso (por el contrario, existen ejem- plos que lo estimulan en el Viejo Testamento), El papel de mari- do ficticio por parte del cufiado se puede rastrear en los registros Jocales, aunque era mis frecuente que lo asumiera el hermano de Ja esposa, eras Los hermanos, las hermanas y sus respectivos cényuges ejercian de tios y tias de la siguiente generacién. Los sobrinos seguian en importancia sélo a los hijos y hermanos varones, y Jas sobrinas constitufan la compaiiia favorita después de las hei~ manas 0 las hijas. La informacién que proporcionan los testa~ ‘mentos demuestra que tios y tias actuaban como padres suplen- tes. Ambos eran fuente de inagotables recursos, incluso en el caso de que los padres estuvieran vivos y fueran capaces de pro- curarlos. Muchas familias locales acogian en sus casas a los so- brinos que estaban estudiando, o enviaban a sus propios hijos a casa de sus hermanos. En los casos de matrimonios cruzados en- tre hermanos, se producia un vinculo redoblado con las siguien- tes generaciones. El interés por los sobrinos era atin mayor, ya que a través del matrimonio tios y tias se convertian en suegros y abuelos por partida doble. Ni siquiera faltaba la posibilidad de que aquellos nifios se casaran entre si, dando lugar a un entra- mado Familiar iat denso. ‘ej dad a dene dl gpa fbi, las posibilidades de cleccién eran atin mayores que entre fos hermanos. Los primos vvarones reproducian el modelo masculino de proteccién, cuando no de manutencién. Los abuelos contribuiian igualmente, En mu- chos casos, aportaban ayuda material, acogiendo a los parientes en sus propios hogares, donde las tias jvenes —las hijas de la 215 casa— cuidaban de ellos. Esta generacién intermedia sua Jos roces entre los mayores y los mas jévenes, Las relaciones matrimoniales comprendian, ademis de la reja, una serie de vinculos con los respectivos hermanos y cén. {08 hermanos de los hijos, ¥ 1o mismo ocurria con los réspect vos padres; con la posibilidad, ademds, de que se produje nuevos matrimonios cruzados. Asi lo demuestra el hecho de que la empresa familiar sobreviviera frecuentemente a la muerte dal cényuge. Los abuelos sentian intensamente su responsabili hacia los nietos. En las fronteras familiares, la relacién con log primos y parientes politicos tomaba un sesgo amistoso, que pox dia complicarse con los posteriores matrimonios entre ellos y. sus consiguientes relaciones entre hermanastros. Pero todas es tas responsabilidades eran hasta cierto punto flexibles. En rests ‘men, partian del micleo del matrimonio, més los padres, hijos y hermanos, para extenderse hacia tios, tias, sobrinos, sobrinas, abuelos y primos, No obstante, quedaba una minoria de personas que, volunta= riamente o no, vivian en pequenisimos grupos familiares. Entre los primeros, destacan los hombres que por su movilidad social © geografica habian elegido vivir al margen de la familia, y que solian sustituir esa relacién por la de sus patrocinadores, como en el caso de cierto médico pobre aunque ambicioso de na pes queiia ciudad que dependia del patrocinio de una de sus paciens= tes.y-del.de.sus.correligionarios (tos quiedabani solos a de ia muerte de sus familiares, lo que a menudo les lleva qu jarse de su destino, ya que la vida de familia era una experienc 1positiva para la mayoria de las personas. O, lo que quizas resulte mas importante, ast lo consideraban, Pero, inevitablemente, los conflictos estallaban entre los individuos y entre las distintas ramas de la parentela, Eran tantas apoyo por parte familiar que las quejas apasionadas y amargas constifuyen un mal endémico; predecible, por otra pate, si con= sideramos la carga emocional y material de los vinculos. Una disputa sobre 1a herencia familiar rompié la relacién de los her ‘manos y hermanas dle Rebecca Shaen, Aunque las reivindicacio- nes de Rebecca sobre los derechos de sus hijos llegaron a buen. puerto, la pena por la divisi6n familiar amargé Ia conquista del 216 peneficio pecuniario, Dice ella misma: «Una vez tuve una fan Jia que me amaba y a la que yo amé, pero lo que ha ocurrido aho- tm me resulta insoportable», y su diario nunca nos revela qué habia ocurtido. Las tensiones y las lealtades entre la familia natal y Ja fami- Jia marital afloraban frecuentemente a causa de asuntos de me- ‘porimportancia como, por ejemplo, dénde pasarian los nitios las Navidades u otras fiestas de contenido familiar. Ya hemos visto que los conyuges y sus hijos se disputaban con otros familiares fa ayuda de las mujeres y el apoyo material de los varones de la familia, Las diferencias de rango social y econémico podian agravar estas disputas, ya que cuando una rama de la familia as- cendia socialmente el trato con la gente pobre o vulgar podia convertirse en una desventaja, Con todo, son muchos los ejem- plos de familias enriquecidas que no por ello olvidaron a sus pa- rientes menos favorecidos. Gran parte de los rituales de la clase media servia no s6lo para celebrar la vida familiar, sino también para reunir a las ovejas desperdigadas. Cumpleatios, funerales y Navidades convocaban a todos los miembros jévenes 0, al me- nos, a sus representantes. Pero las inclinaciones o el talento personal podian chocar con las reglas y los papeles establecidos, creando malestar entre las mujeres e, incluso, entre los hombres. Mientras que los pape les masculino y femenino se repartian en orden a una caracteri- zacion de género, s6lo el marido y la mujer poseian una sexuali- dad explicita. Sin embargo, las asociaciones eréticas afloran continuiamente en la expresién del poder masculino basado en la edad, la experiencia y los recursos materiales y culturales. La ex- tensién de la familia, con sus generaciones iniermedias, ayudaba a disolver tales tensiones, pero también desdibujaba los limites, Dado que Ia familia se tenia por el espacio ideal de la paz, la ar- monia y la pureza, era dificil, sin embargo, que tales tensiones encontraran un cauce expresivo. No seria absurdo pensar que la enorme preocupacién de la clase media por el caos familiar y el incesto entre la clase trabajadora constituyen una proyeccién de sus propios fanfasmas. Resulta interesante comprobar que, pese al énfasis de la literatura moral en la maternidad, escascan las re- presentaciones de la relacién madre-hijo, y cuando aparecen es- 277 tin sobreidealizadas; as, al contrario de lo que ocurte con Ja lacién padke-hija, hermano-hermana, Ia literatura local apg tuna séla alusién al respecto. Cierta viuda encuentra la alegria d amor del marido y del hijo «reunidas en su primer retoxon, angustia que suscitaban los casos de erotismo expreso entre dre-hijo o mujer madura-muchacho joven demuestra st exist cia potencial. Los hijos (0 los hermanos jévenes y los sob recibian el mandato de desprenderse en algtin momento de aq lla intensa y dependiente relacién con la made (o la sustiti que los hubiera cuidado) que combinaba el amor filial con y firme sentido moral, y esto ejercia una fuerte presién sobre lo sentimientos de culpa, pecado y deber del muchacho, Sometidg Caviruvo VII ‘esta tensién emocional, la transicién hacia la madutez masoy Jina, es decir, hacia Ia asunci6n del poder, debié de resultar nny desestabilizadora. Asi se comprende mejor aquella escision pap uica del hombre de mediados y finales del periodo vietoriana entre la idealizaci6n puramente asexuada de la madre y de [a ; : hermana y el mundo prohibido de la prostitucion. No obstante ja home Br a ee erg baa {odes nuestros personajes la supervivencia econdmica yap ‘Where the worlds burning cares and it sorrows might cease cial, asi como la identidad personal y sexual dependian de la de ROP wis Hinitty Goats oe beaaee finicién de su puesto en Ia familia de abi que las emociones fl yeran siempre subterréneamente, Muchos de los hombres y Anénimo que aparece Jeres de la clase media de provincias habrian estado de acuerdo. en el «euaderno de ctasy de Jane con las palabras de Rebecca Solly Shaen, quicn, a mediados dé Seabrook, Essex, 1832. er tae en Sraloncxclarabe: «NGI Una lluviosa tarde de agosto de 1832, la hija de doce afios de 1 viejo vicario recordaba en su diario que paseando cerca de la casa del pirroco rural vio «a una pobre y miserable mujer que se habia instalado en Ta calle con sus enseres... Su marido era un borracho que le pegaba y, ahora, no pudiendo pagar la renta, ha tenido que abandonar su casa, Por si fuera poco, esti muy enter- ma, pues acaba de dar a luz un nif, Mamé ha ido una 0 das ve- ces a Tlevarle un poco de caldo». Unas semanas mds tarde, la niffa vio una figura trada en el suelo y creyé que estaba dormi- da, después se descubrié que habia muerto del célera, Fue hogar am el pot, lof ye sabio/cuna yaa Ia juvent,refgio par a ve- seonde cesaban los ojos cuidados mundanosy sus pests porque fod al fn modes {a bienestry px 279 exiucada nos ofrece una idea de las amenazas concretas que rq deaban a muchas familias de la clase media. Ademis del cor ‘uo malestar politico; pobreza, brutalidad, explotacién se enfermedad y muerte estaban a la orden del dia. Contra esi ‘males, la gente luchaba por controlar su destino a través de la ligién y del baluarte familiar, donde se hallaban los re 1s patrimonios. Estos escudos se materializaban prictica y s bolicamente en las Gasas y los jardines de la clase media, ‘como en la organizacién del entorno inmediato a través de py trones de comportamiento en el habla y la vestimenta. La creen cia de que los individuos podian ser duefios de su propio des con la ayuda de Dios, se enfientaba a diario con las condiciones materiales y cl caricter recalcitrante de los seres bumanos. D ahi ol esfuérzo de la clase media por crear un programa de vi ue diera satisfacci6n a propias necesidades y fuera capaz. dei fluir en los demas. Habia que consti eSpaci6lSeparade) donde poner priictica el programa, pero ese escudo protector, «el hogan», {G2 acababa de ser completo o totalmente Seguto. Gran parte del clase media vivia en una casa de alquiler, atn vinculada a la ef presa. A principios del periodo que nos ocupa, «el hogan» tanto un concepto social y un estado de la mente como una rer lidad de ladrillo, y of régimen de alquiler, es decir, ellvivit casa ajena, constifufa uno de los indicios de pobreza de la ol media, La bitsqueda de la eficacia y de la moralidad convirtieron organizacién del tiempo, de las tareas y los espacios cn cl eje Ja vida de la clase media, Esto valia tanto para hombres 0 para mujeres; para los asuntos domésticos como para la empl sa. La conquista de una casa y de un modelo de vida separado) jprodujoven varias etapas,,En primes lugar, habia que aislat easa del mundo del trabajo, Lucgo, encontrar un @spacio ‘cada fineién (cocinar, comer, lavar, dormir) ¢fjaislar estas Uilliey ‘mas del resto de la interaccién social. Ta segunda separacion concluy6 con la é6mnipra) de niall suburbana, alejada fisica, financiera y socialmente de la em sa, También la aristocracia y la clase alta habian segregado estas 280 {iliciones|y\espacios|desdetel\sigloreym, pero su vida de ocio y entretenimiento incorporaba atin Ia gestion de la hacienda y los compromisos politicos y legales de caricter honorifico.a sus mansiones del campo. En el otro extremo, losasalariados de la industria o de la agricultura’tepartian su vida cotidiana entre’ eb jpequefio espacio que les servia para dormir y comer, las propie~ ades de sus patronos, donde pasaban la mayor parte del dia tra- ‘ajando, fas calles y Tos lugates abiertos y tabernas donde entre- tenian su escaso ocio, $6lo la clase media levant6 una barrera consistente entre el espacio piiblico y el espacio privado, como comprobaban sorprendidos los extranjeros que visitaban Ingla- terra en esta época. Dentro de este espacio, lo religioso y Io mundano se atenian arituales que no hacian mas que confirmar su compromiso con {a vida familiar, El rezo en comiin dos veces al dia (una novedad que citan con frecuencia los registros locales) contribuia a esta- biecer el reparto de los papeles familiares y reforzaba el grupo. ‘Todos los acontecimientos familiares se estructuraban mediante estos ritos. El Afio Nuevo era el momento de renovar las mer- cancias; la Navidad, el de reunir a la familia y renovar las fideli- dades. Pero también los fines mundanos se satisfacian dentro de la familia, especialmente durante las vacaciones de verano 0 el dis- fiute delos domingos,)Una o dos semanas en un hotel a la orilla del mar desarrollaron los puntos de veraneo, donde el padre, le- jos de los negocios, renovaba los afectos hacia su familia, El acto de recoger conchas en la playa se convertia en una oportunidad para estimular los sentidos y el interés por la ciencia, y para que jovenes y adultos se maravillaran de la obra divina. Ritos ¢ intereses que se encargé de crear la cultura de a cla- se media de provincias, aunque no faltaron ciertas contradiccio- nes entre el cumplimiento de este ideal y la imitacién de las for- mas aristocraticas, como demuestran los gastos, la comida, los muebles, los equipajes y las formas de entretenimiento. Pero existian otros elementos contradictorios en la vida de la clase media, Sus casas, sus muebles y su forma de comer, vestir y comportarse debian mantener un dificil equilibria entre [a exhi- bici6n de la riqueza —la solvencia— y el rechazo moral y reli- 281 ® gioso del mundo material “Bh éxito exeesivo podia aeabar en ty extravagancia o la deuda, pero la decencia requerfa a su vez un) iorto nivel de vida, Para la;clase media, pese a las protestas en conta, pobreza era igual a vulgaridad. Las imujetesitenian Ja responsabilidad de/TeVantary MantOneR 1a easa, sus contenidos y elementos humands, Para ello debian empezar por ordenarse a si mismas, Las nacidas a mediados del siglo xvm tuvieron una vida més sencilla y unos modales més r= dos, que no dejaban de chocar a las generaciones de sus hijos y de sus nictos. No todas las mujeres llevaron a cabo esta transi- cién de buen grado. Algunas de las que se educaron en los tiems pos de la colaboracién en la empresa se negaban a trasladarse a Jas casas independientes. Unas eligieron el retio religioso, otras, uuna mayor presencia en el mundo. Pero cualquiera que fuese la eleccién, su meta estaba en poser un hogar de buen tono. EI hecho de que la capacidad de consumo expresara como ninguna otra cosa el deseado refinamiento, constituia un proble« ma, En la década de 1790, una gran parte de la poblacién co- ‘menz6 a tener acceso al bienestar, incluso, al lujo, pero, en las six guientes, la guerra y la inflacién aumentaron la diferencia entre la realidad y el deseo. Se estima que a principios del siglo xx, la comida y el salario de los eriados consumian la mitad de los in= gresos de una familia tipica de clase media, cuyas rentas ascen= dian de un octavo a un quinto mis. De ese modo, habia que bus- car dinero extra para muebles, vestidos especiales, la sociedad que iba a formar el hijo o la boda de la hija, que, por lo comin, debian esperar los beneficios de una inversidn, la recuperacién de una crisis 0 la venta de unos activos. Los cristianos compro= metidos afiadian el consumo religioso y moral, es decir, as su mas regulares destinadas a la suscripcidn a las asociaciones de voluntatios y a la caridad. Bl derecho a ejetcer el voto ya sercle= gido para la administracién local dependfa de la evaluacién de) las rentas de la propiedad en cuanto a la posicion dentro de la iglesia o de la capilla también estaba en funcién de la capacidad para alquilar un banco caro. EL gasto, tenia. que encontrar un €@ilibtio ACCA paraeI intimero de miembros dela familia, y sus necesidades y contri= buciones. No obstante, la definicién de familia era fluida. Segin 282 cl registro general de sigia@os/Gel/siglo sax lo familialconsistia enel cabeza de familia y los miembros dependientes, incluso los, criados, que vivian bajo el mismo techo. A To largo del periodo, el comiespio fie restringignid6s® hasta desechar la posibilidad de aceplar & quienes no fueran «familiares 0 amigos». El desco de intimidad levanté vallas, calzadas, setos y muros alrededor de la casa y del jardin. La novedad de la casa semiin- dependiente, que combinaba la intimidad y la economia de una casa pequefia con la apariencia de una casa grande, se convirti6 enuuna caracteristica del desarrollo suburbano. El antiurbanismo inherente a la cultura de la clase media se refleja en la imagen quintaesenciada de la casa descable de principios del siglo xx, esto es, de «la casita de campo blanca», con su tejado a dos aguas y su porche adomado de rosas y madreselva, Pero, el do- micilio de Ia clase media debia proporcionar algo mas que un puerto para el refugio de sus miembros, pues era también el es- cenario del ritual social y Ia manifestacion del rango y de la ri- queza hacia el exterior. : ‘No cabe duda de que los detalles de Ia(easalyelimobiliatio cemulaban a los de la aristocracia, pero estaban convenientemen- {e transformados para cumplir los propésitos de la clase media. El tipo de casa, su distribucién en las ciudades y en los pueblos, sus jardines y entornos, presentaban una voltinfad de indepen> idencia de 108 Bustos de las clases altas)Ninguno de los nuevos modelos procedia en linea directa de las mansiones o de los edi- ficios que los comerciantes del siglo xvm construian cerca de las oficinas y de los almacenes, ni tampoco de las terrazas y plazas utilizadas por los profesionales de aquella época. Parte de la nueva rieeesidad de cerrar los espacios|provenia’ de la necesidad de éf@ar espacios para las tateas no directamen- te relacionadas con la subsisteneia: lectura, escritura, miisica, ja- bores, aficiones cientificas y diversién con los amigos. Como era de esperar, la capacidadide crear yrembellecerestosiespacios ‘quedé asignada a la mujer, basindose en lo que se consideraba su disposicién natural La demanda de casa por parte de la clase media nacié a fi- nales del siglo xvm y alcanz6 su punto méximo en las dos pri- meras décadas del sax. Todas las residencias, desde las de los 283 mis ricos hasta las del modesto tendero se crearon segiin est ideales. Gran parte de esas casas se alineaba a lo largo de lag les anchas o en parcelas con jardin en el centro de las ciudad Con el aumento de la poblacién y de la edificacién, gran parted las ciudades se dividid en zonas separadas formadas’ por my lles, almacenes, talletes de manufactura y mercados. Las ofig nas profesionales y el comercio al por menor se agrupaban gy determinadas reas, mezcladas con zonas residenciales. La ti ca forma segura de evitar el ruido y el humo de los centros cig dadagos eta, construitse. o.alquilar una, casa,en,los:limites nos. En los pueblos cercanos a las lineas de carruajes 0 a las cag tas mejoradas, a los canales y rios navegables o, mas tarde, linea del terrocarril, hubo un gran desarrollo de la cons y.de la remodelacién urbana, Las explotaciones agricolas de lag alles fueron sustituidas por casas y comercios, Incluso a los pes quefios pueblos agricolas llegé la presencia de la clase media y) de los clérigos La expansién de las casas de clase media, ya fuera rehabili tando edificios antiguos o construyendo otros nuevos, se convir: s 16 en una gran fuente de riqueza que hizo la fortuna de muchag familias locales, Se trataba de hogares construidos para presets var la intimidad y la respetabilidad, aun cuando formaran parte de la empresa o se encontraan en sus proximidades. Al pringie pio el deseo de separacidn presenté algunas ambigtiedades. Las familias se movian entre los locales cercanos al trabajo del cene tro urbano y las villas de las afueras, para volver a ellas cuando. Ja prosperidad del negocio Io permitia. Como los productos que se vendian en los comercios se claboraban en los barracones de los trabajadores, el edificio contenfa exclusivamente las oficinas Y los almacenes para las materias primas y el empaquetamiento de los productos acabados. Durante generaciones, los espacios para estas actividades habian formado parte de la residencia, Poco a poco se les fueron aftadiendo edificios suntuosos que ine cluian vestuatios, aunque las tareas productivas solian estat se= paradas de la zona residencial por muros, calles y arbustos. El éxito en el caso de la manufactura de cerveza dependia de Ja supervisién del empresario y de su cercania al lugar donde se elaboraba el producto, pero no presentaba grandes inconvenien- 284 {es por el hecho de no producir ni humos ni carbonillas. Pero, i cluso cuando el negocio era sucio y ruidoso, como los curtidos, ja familia vivia cerca, Los molineros continuaban viviendo tam- pién cerca de los molinos o de los tios. Cuando el empresario y sa familia se trasladaban, el hijo, el socio joven o el gestor habi- taba el antiguo domicilio. ; ‘Avanzaclo el siglo xx, as operaciones bancarias tenfan lugar en el vestibulo de los bancos, en parte por razones de seguridad, cuando fas cajas guardaban dinero o bienes. De forma similar, Jos maestros vivian encima 0 debajo de sus escuelas. Los profe- sionales no encontraban motivos para separar a la familia de la sede empresatial, puesto que no estaban amenazados ni por la suciedad ni por los ruidos o por la amenaza de los trabajadores. En las ciudades con mercado, muchos médicos y abogados per- manecfan en el centro, aunque tendian a enclaustrarse en otros distritos de més categoria social, donde los médicos visitaban a la clientela, mezclaban las drogas en el vestibulo de su casa y alojaban a los aprendices anxiliares en su propia casa. La separacion de la casa y la empresa tuvo el efecto de aislar Jas zonas de la casa destinadas a la comida y al suefio. A pr pios del siglo xrx, Ia zona grande de Ta entrada, que habia servi- do para vivir y dormir, se convirtié en un vestibulo, mientras que las dos habitaciones grandes de la casa se destinaban a comedor y sala de estar. La tienda se utilizaba ahora para almacenar exi ‘encias y herramientas. Los hoteles, posadas y establecimientos publicos en general fueron habilitando habitaciones separadas para las familias. Hacia la década de 1830, el despacho de bebi: das se convirtié en una especie de hogar o comercio, en el que el duefio preservaba su intimidad con la introduceién de la «barra», que marcaba los limites de su dominio. ‘La separacién entre el hogar y el espacio productivo repre- sentaba un désafio para las granjas. Con todo, desde principios del siglo x1x, se produjeron grandes alteraciones en las ya exis- tentes y se planificaron otras nuevas. Los nuevos métodos agri- colas introducian funciones igualmente novedosas en los grane~ 108 y cobertizos; el estiércol se mantenfa alejado de la zona de la granja para ser utilizado como fertilizantc. El viejo modelo con- sistia en varios edificios auxiliares adosados a la casa de labor, 285 sin jardin, pero con una zona para las vacas. Este «caos info mab» cambié por «una mejor planificacién del nuevo orden Por otro lado, se aitadieron a las quintas muros de obra, venta y puertas que equilibraban las distintas clevaciones y escondi Jos exteriores de zarzas y barro. Al instalar las cocinas y las zo. nas de trabajo en la parte trasera y presentar este frente hacia carretera «las granjas podrian parecerse a meras... residenci ‘como las de las ciudades». En el siglo xv, muchas casas de las bor posefan estructuras de madera, con listones, paredes enlucl das y cubiertas de paja, pero hacia la década de 1830, las c modestas de labranza, las granjas grandes y las rectorias habian cambiado de estructura y de apariencia fisica. Tanto en las cit dades con mercado como en los pueblos, las Fachadas eran de la drillo, con ventanas de marco, dinteles en las puertas frontales y columnas déricas en los pérticos. Los tejados de pizarra sustitui= an a los de paja, proporcionando a las casas una mayor aparien= cia de proteccién contra insectos y roedores. Pero, sin duda, es= tas mejoras eran también la prueba del ascenso social. En una ciudad manufacturera del tamaiio de Birmingham, aumentaron los enclaves especializados de la clase media, gra= cias a la construccién de casas pata trabajadores que animaron el crecimiento comercial en el centro urbano. El reverendo William Marsh vivia cuando estaba en Colchester en la vicaria de la calle Mayor cercana a la iglesia de Saint Peter y contigua al mercado de grano. Fin 1829, cuando le contrataron para la eéntrica iglesia de Saint Thomas en Birmingham, la familia cligié vivir en el su= burbio de Edgbaston, recientemente desarrollado a una milla de Ja ciudad. Edgbaston era el suburbio mas grande y exclusivo de la cine dad. Clérigos y profesionales formaban el grupo més entusiasta del suburbio y dejaron su impronia sobre los ideales domésticos, Hacia la década de 1850, veintiin clérigos (entre ellos, John An= gell James) vivian alli, aunque existian sélo tres iglesias locales. ‘La zona atraia también a los retirados y a los profesionales inde- pendientes, pues, aunque estaba totalmente alejado de los atesta- dos tribunales de la ciudad, el centro se ganaba en diez minutos en carruaje y en media hora a pie. Al contrario que en el caso de otros intentos tempranos de desarrollo suburbano, Edgbaston ‘conserv6 su vitalidad gracias a la fuerza de la demanda y al do- ninio del terrateniente Lord Calthorpe y su sagaz. agente. Calt- horpe era evangélico, de forma que para él promocionar el hogar constituia un deber moral, y, al mismo tiempo, una atractiva in- yersion a largo plazo. A través de un cuidadoso control de tos artiendos y de la ayuda a las sociedades botinicas y de horticul- tura, se asegur6 de que el suburbio conservara su cardcter resi- dencial, pese a la inmensa variedad de sus edificaciones. Edg- paston se enorgullecia de su aureola rural, mantenida, entre otras, cosas, por la vieja iglesia de Edgbaston Hall. Las carreteras bor- deadas de drboles y cunetas aseguraban la independencia de las mitadas ajenas, y «pocos puntos en Inglaterra pueden presumit de armonizar la belleza de la arquitectura con un paisaje de ca- ricter estrictamente ruraby, segin afirmaba la guia local. ‘No hay duda de que Edgbaston fue vital para las familias de clase media dentro de los limites de Birmingham. Uno de los primeros historiadores de Ia ciudad observa que los fabricantes ricos celebran el éxito trasladiindose a los suburbios. Ahora eran Jaeelite de la ciudad, De unos 1,000 habitantes en 1801, Edgbas- ton crecié hasta 16.500 en 1841, y, en 1850, se habian construido veinfinueve carreteras, mientras seguia creciendo. Previamente, Jos hombres de negocios con mayor éxito se habjan trasladado a zonas mas rurales. El resultado final arroja algunas diferencias con el ideal de «residencia familiar» de los origenes. Asi, en 1830 Edgbaston tenia casas «con una elegante veranda a una dis- tancia agradable de la carretera, adornada de madreselva, con un jardin de entrada para los criados y los proveedores, y otro jardin cultivado mucho més grande», dentro, afiadimos, habia dos salones, cinco dormitories, una cocina y todos los servicios ya necesarios en la época La deseripeién del jardin proclama los valores de intimidad, orden, gusto y apreciacién de la naturaleza dentro de los limites de un entorno controlado, El jardin era una extensién de la casa desde la introduccién de las puertas de cristal («ventanas france~ sas») abiertas en el salén o en el comedor. Pequefias zonas verdes, sin uso determinado, rodeaban la casa exenta, para con- figurar ese ambiente roméntico y antiurbano tan del gusto de la clase media, Las clases altas det siglo xvur habian extendido en- 287 tusiastamente el cultivo de sus haciendas a los jardines paisajis. ticos. John Loudon y otros expertos del siglo x1x sostenian que su versign en miniatura estaba al alcance de todos. Pero las grane des extensiones de arboles y hierba, la ausencia de oramenta in y los colores suaves que prescribia el gusto aristocritico re querian algin tipo de modificacién por parte de la clase mex dia, Tampoco llamaban la atencién los modelos urbanos del siglo xvm, con sus plazas comunes y la casa con terraza y Una ese trecha fianja de patio trasero, ‘A mediados del siglo xs el jardin de la villa individual se convirtié en el modelo dominante. El gusto por el jardin se extendié a la creacién de parques y jardines boténicos, generalmente financiados por suscripcién 0 por las empresas privadas. Su diseito y sus plantas exdticas y cientificas imitaban los terrenos de las haciendas rurales, pero estaban abiertos a un piiblico selecto, regulado por las cuotas de admisi6n. Como los privados, estos jardines introdujeron nuevas variedades recogidas a lo largo y ancho del Imperio, ademas de Jos invernaderos. El desarrollo de los moldes metilicos y la retirada del im- puesto sobre el vidrio hicieron crecer las plantas exéticas; una moda seguida en todos los pequeiios invernaderos de la clase media. En la década de 1830, sus estratos mas bajos, especial ‘mente entre los habitantes de la ciudad, se aficionaron a los in= vyernaderos de helechos, Pero el clemento mis relevante del jar- din de la clase media fue siempre el cesped, En el siglo xvat, el cesped formaba una gran pradera alrededor de la casa sefiorial, pisada por las ovejas y laboriosamente cortada a mano con la uadafia. En el xrx, se convirtié en una alfombra verde suburba- na mantenida con el cortacesped metélico, que se fabrics por vez primera en 1830. Los lechos de flores, las madreselvas, los. arboles fiutales y las plantaciones de hortalizas bordeaban el cesped, en caso de que no existiera una zona de cultivo aparte, En las reas rurales, las familias de los clérigos constituian la vanguardia del disefio de jardines, tanto porque se adaptaban a sus ideales como por la cantidad de tiempo libre de que dispo- nian, Madreselvas, caminos, rincones riisticos y grutas de pie dra, formaban el escenario homogéneo del jardin instalado por sgranjeros, fabricantes y comerciantes. El jardin para uso perso- 288 nal y de los amigos era la mayor prueba visual del ideal de la cla- fe media, Ann Taylor nos recuerda el idilio completamente rural debido a su padre: La casa, limpia y blanca, que aparece en toda su hermo- sura entre los érboles, cubierta de parras que cuelgan por todo el porche y rodeada de un gran jardin agreste, es una de las contribuciones de mi padre al mas bello estilo rural. Hay también una verja de arcos a la entrada, una estrecha linea de cchopos al otro lado, y flores y frutos en abundancia, La creacién del jardin de clase media requirié una gama de nuevos productos, herramientas y materiales de construccién, manuales de jardineria, semnillas y plantas, y proporeioné nuevas oportunidades para los especialistas, jardineros y comerciantes de semillas, muchos de los cuales imprimieron catélogos. Pero el jardin era también una idea. A raiz de que Cowper escribiera The Task, la fuerza moral del jardin se convirtié en tema literario, Era tn paraiso que demandaba constante diligencia; representaba tanto la potencia de la Naturaleza como el proyecto divino. El jardin era ademAs un escuela. Los nitios recibian plantas jpara-estimular- su-paciencia,. ternura. ¥_capacidad.de_cuidado, ;pues se consideraba una leccién practica de ciencias. Los nifios como jardines era una de las metiforas preferidas de los escrito- res de la vida doméstica, La moratidad debfa plantarse, cultivar- sey arraigar profindamente para soportar los huracanes dela adversidad y erradicar la mala hierba del vicio. A las nifias'se les ‘consejaba sobte todo plantarifloressTambién en el caso de los adultos poseia el jardin distintas connotaciones para el hombre y la mujer. El activo hombre de negocios buscaba en é! solaz.y $0- siego, cuando, al volver a casa por la tarde, se dedicaba a regar sus plantas, realizando asi una actividad racional que le devolvia asi mismo, Era una forma de realizar un trabajo fisico sin ago- tarse. Podian también cortar el cesped con la nueva maquina me- dlica, ocuparse de los cerezos y las parras y cuidar con termura las plantas que aportaban un contraste de color y forma a la agre~ siva competencia masculina del mundo exterior. La relacién de la mujer con el jardin era distinta, Durante el 289 siglo xvm, su dominio de las plantas vegetales y medicinales decayendo. Con la llegada del mercado, quedé relegada a coy midora 0 aficionada a la jardinesia, Dentro de lai r jardin, 1a my Birmingham y esposa de John Webb, fue la primera escritora de Jardineria para sefioras. Jane afirmaba: «Las dudas que pueda asaltarnos sobre la conveniencia ce que las sefioras se ocupen de los arboles frutales o de los vegetales para cocinar, carece de sentido cuando nos planteamos la cultura del jardin de flores, que es el reino de las mujeres.» A lo largo del periodo, el «lenguaje de las flores», nacido en Francia, se convirtié en un lugar comin de los poetas roménticog de la Naturaleza, como reflejan los libros de citas. Las mujeres decoraron los mantos y las mesas con flores desde la década de 1820, después de superar la vieja supersticién de que introdue cir en Ia casa abjetos vivos 0 agrestes daba mala suerte, Una pac rafernalia de jarrones, pedestales y libros con consejos expertog acompafiaba ‘a esta ocupacién femenina «por naturalezay, Log jardines se llenaron de fntimos caminos de grava y madreselva, donde las sefioras hacian ejercicio, y de colotidos parterres, done de se solazaban, No obstante, también €ilas Wabajaban el jardin, pese a.que se trataba de una aetividad problemitica por su earécter manual y por la maniputacién de abonos y materiales sucios. Jane Loudon trata de contrarrestar esta imagen en su famoso Gardening for Ladies, aunque admite que «avar puede parecer a primera vista luna farea muy trabajosa y poco adecuada para los pequefios y delicados pies y manos femeninos» (asumiendo una de las ca racteristicas bioldgicas, de. Ja. mujer-refinada).-Alvottosladovdel ‘muro. las sefioras podian dedicarse legitimamente a la actividad fisica, e incluso desarrollar una cierta actitud agresiva contra in-™ Sect0s y hhierbajos. Pero, cualesquicra que fuesen sus connotae Ciones.de género, cl jardin tepresentaba una extensién importa ‘ede los dominios de la clase media, en el que hombres y muje- res podian encontrarse en «complementaria tranquilidady ara convertir aquellos barrios en un hogar la primera condi- 290 cfm za de Lm iii Siemore eft pox jones de loSinifi03\(as llamadas murseries) debian ess ifr, Se wataba do taolaliZa el ajo/dotéstiep, con sus cresienfes exigenias manuals que ce adjuieaban los jados, cada vez menos vineulados a la empresa. A medida que faumentaba el servicio doméstico, los miembros de la familia se dedicaban a las actividades sociales 0 cultuales, en tas habi ciones preparada para este propssito, En la década de 1830, se ior en l hogar cieros cambios y ands encamina dos aenta a como ye yj. El est de principio del siglo xx por la luz y el espacio comenzaba a dar pao al eect tatroco de los pesados tapics favoritos de las etapas media y fc pal dela épocavitoriana. La ampli del hog cowperian, Con el sof, las contraventanas y la tetra, se lenaba ahora de ak fombras, cortinas, rejillas de chimenea, muebles de cacba, pape- Jes pintados y colchas y fundas de cretona. wi ‘Cuando era posible la comida se servia en un comedor sepa rao con mantles de ino, sevilla, vila, porelana y plat Se apartaban los mejores manjares para las fiestas sefialadas como el Sabbath, Jos rituales familiares de Navidad o, més rara- mente, para otros entretenimientos formales. Habia un gran apa~ rato relacionado con la cultura literaria: libros y librerias, pupi- tres, ariles de musica ¢ instrumentos, y proliferaban las mesitas y los armatios para coser y bordar, y para los juegos y las colec s cientificas. rmtpero estos cambios legaron lentamente. Las necesidades del hogar y los recursos varaban, y muchos tviron que confor tmarse con el viejo estilo de vida, Las familias heredaban los uebles y bienes casero, o los adquirian en sldos y subasa ya que pocos podian permitirse comprar objetos de primera mano. El resultado era una especie de mestizaje; por ejemplo, una casa de labranza de principios del xrx podia conservar la vie~ jn cocina dando se vivia, con su hogar bir y su suelo de lo ss, pro enc sal tenia alfombra ysis y meses Chippende- /e, un escritorio, una alta repisa de chimenea, agin Wedgewood, Y unos cuantos libros y juguetes, aunque las paredes aparecfan enlucidas, no tapizadas. Te y la clase alta habian afiadido vestibulos y pa- 291 los desde el siglo xvu para ganar intimidad y separar el ambis to familiar del publico. Hlacia Ia década de 1770, habfan desplg. zado a la parte trasera a los ctiados, que acudian a golpe de came anilla. Pero en las casas més pequeiias, la innovacién ms ime Portante de finales del siglo xvm consistié en apartar una sal para las relaciones sociales; el equivalente de la clase media fie el sal6n llamado parlour (del francés parler). En la décadg de 1830, el uso del parfour se extendié mucho. Aleunos exper tos como Loudon convirtieron en cuestién de principio la mejon ra del aspecto del parlour o salon, con otros muebles y ornas ‘Mentos. Para la vida c iana, sin embargo, se utilizaba mucho més el comedor, amueblado con mayor seneillez, con tna gran mesa central, chimenea y varias lamparas, que hacia también lag veces de biblioteca, estudio, cuarto de costura y de reunién, El uso de las habitaciones también dependia de la formali« dad de los circulos sociales en los que se movia la familia, aun. que més, como es logico, del tamafio y composicién del grupo familiar. Con tantos hijos, era comin compartir los dosmitori ¥ Jas camas. Ni siquiera la primera residencia solia tener mi ites habitaciones para albergar a padres, hijos, parientes, visitan {es y-eriados. Una cama privada constituia un lujo muy raro Puede que el ejemplo mas llamativo de esta separacién de fan- ciones en busca de la intimidad se diera en las granjas, donde la casa se encontraba en medio de un complejo agricola. Con lag nuevas relaciones laborales, los trabajadores fueron relegados @ Su propia mesa de la cocina comtin o a la cocina de atris (bake ‘ius en Suffolk) para la comida del mediodia, mientras que la fa- milia comia por separado y descansaba en el salon, En éste, una puerta impedia la entrada directa desde la cocina, manteniendo.a ‘a familia al margen, Las doneellas ya no compartian con las hie {as el dormitorio al que se legabea atravesando fa habitacién de ‘osipadieS)La construccién de un segundo piso permitis €epatan as habitaciones de los hijos-y los padres. Los mucbles expresa- ban un estilo de vida més racional; Ia omamental «casita elimé tica» daba paso a los modernos instrumentos de medicion. En las décadas de 1830 y 1840, los inventatios del reverendo Wi- liam Marsh, en Edgbaston, de un abogado de Birmingham y de nquero de Suffolk revelan una coleccién de alfombras de cl 1, varios softs, canapés, escabeles, mesas, ine sonora acu iach lla ot do cad) (EM rae mas pequeias para funciones especiales, como costire= BP paraniieror y botiquines. Los salones ae eariquecienon devo! Tativamente, «Bticos adomos de porvelana» sobre las nuevas repisas de chimenea, cuadros de aficionados 0 de pines pro- fesionales. Por lo comtin, la pareja recién casada a ptr ee. {ilo mas moderno para su casa, La novia aorta vi io, pala, roa de cis y dint. La llega dl primer hj obliga acon parma nfl rop blanca y mans Los siguientes r= gus ya ms espacio, pero, sein seme pot Ios libros cuentas de las familias, construir un hogar comodo costaba va- rios “golpes de fortuna servian a veces para reformar la vi- ee La disputa familiar que estall6 sa la doa de 1820 sobre la herencia de Rebeca Solly Sen debi dee bara su favor pus os Shan enregaron un fei del peo de “a cercana a Witham istaron a eg ee ee en rasladar a cocina del sétano a una construccién adosada ala pate tasers, inser dos ees, que cestaon 4 Hors ene ots oss, una chimenes de métmo para el comedor, 22 bras. Ademés, se contraté a un tapicero de Londres que instal bars de core paras cotnas (abrcadas sin dua en Bi ining), 6 yas de sed par ns cortinas del sal, con fe cos y bolas, columnas para sostener jarrones, una mesa de palo derosa yun juego dels decaoba para e comedor om sen tos de tafilete. Rebecca Shaen se sentia inquieta y en desacuerdo con Samuel, quien considerabaneesiades logue para la eta jos. Reece tena miedo de rear alsa expetativas en sushi ios, pao Samuel sostenia gue era mejor pra ellos distro ahora que heedalo después. Meditando sobre elo, eseribe en su diario que las innovaciones son una «inversi6m>» para la vida fm: cel meta hecho de er oper oe cas en ei mas que el dinero que hemos pag ye «TS EG ag respetbile dad aque apis clase media presenta problemas logsicos cuando las familias fenfan-un gran niimer® de hijosy1.a regla era 293 compartir dormitorios y camas; los espacios para comer, lavar 9 simplemente estar se fueron delimitando con el tiempo. La it ca forma de organizar la vida en estas condiciones era establecor horatios esttictos y distribuir cuidadosamente objetos y activida. des. Se entiende que «Cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa» fuera uno de los refranes mis citados de la época. Con todo, dentro de esta estructura general, las iméigenes vi« suales podian ser més importantes que la utilizacién fumcional del trabajo y de los materiales. Las superficies brillantes y los es- pejos reflejaban la luz de las velas primero, de las limparas de aceite, después; las texturas y colores cdlidos proporcionaban un, ambiente muy acogedor, pero el calor fisico provenia de los ho- gates abiertos de carbén, de las contraventanas, de los pesados cortinajes, las alfombras y los muebles tapizados. Poscer un si J6n con chimenea separado de la cocina era caro, por eso tara. mente se encontraban salones en casas que no fueran muy ricas, No obstante, el abaratamiento del carbén y la imagineria litera. tia del hogar abierto y la chimenea impidieron que prosperara el «fogén cerrado» al estilo continental, aunque aumenté la acepta- ci6n de Ia cocina econémica en aquellos casos en que habia que preparar una gran cantidad de comida, teniendo en cuenta, ade. més, que algunos entusiastas como Rumford inventaron varias versiones muy eficaces ya en el tercer cuarto del siglo xvm. Pese ala constante evolucién del disefio de los fogones que permitié separar el fuego para cocinar del fuego para calentarse, pocos los adoptaron, y siguié predominando la chimenea humeante con su. fuego derrochador, en parte por la gran cantidad de contflictos ju- ridicos que supusieron los intentos de sustitucién entre los atten. datarios y los terratenientes. Otra de las razones que explican el rechazo del fogén cerrado fue la susttuci6n del horneado por nuevas técnicas de asado y Ia relegacién de la «comida hornea- da» a comida de pobres, Los adelantos técnicos relacionados con la iluminacién au- mentaron las horas del dia para el ocio, el trabajo o la vida fami- liar después del anochecer. Los pobres tenfan que conformarse con luces mas risticas y velas de sebo de peor calidad; los q disfrutaban de ingresos mas altos tenian bujfas de cera y, a partir de la década de 1830, lamparas de aceite, BI brillo de la plata (o 294 a de la madera barnizada causaba la impresién de eee de ahi el tiempo y la energia empleados en ablantar con a cera por ora parte alfombras,covtns, camas en canapé y sllastpizada eran autntcos depésios de polvo ue podia extenders por los mules y por as oss dl suo. Para mantener limpias las cass en una gran ciudad ns sfioras se vein obligadas a lucha continuamente con cl humo del ca bn, la carbonilla y la basura que en el campo se reciclaba en la tierra. wunque aquellos criter sados HP Ios gérmencs para prevenir enfermedades como cn el si- ggg? ea memo FD El énfasis en la higiene tod en cierta forma este catdie- terpersonal porque el suminitro de agua ns casas dependia de fuertsinversiones que nls fais ni las orgnizaiones loca les estuvieron dspuestes a levar a cabo basa la segunda mitad del siglo mx. Muchos pueblos siguieron eniendo ftdasaroyos y poros negros. En las cudades grandes y aun en aquellos casas vcas que habia instlado caerias no siempre estaba asegurado el suministro, como demuesta el hecho de que ls eriados ty vieran que acarrear agua de un piso a otro con frecuencia. En todo caso, esta impieza personals efera al lavad de manos y cara mis que al bafo entero, de ala presencia en os dormito- rigs de avabo con jar y ofaina (un Ierativo producto para fabricantes de cacharros ycerémica). Ello supuso para las mue- res un continuo acarrear de aguas sucias y limpias, por si solas 0 lada riadas, ‘ reo tone poveades ren tleviuy ss CAA am mayor arte de as cases Se confrmara con hoyos de cenizay re tretes excavados en el exterior. Hasta muy entrado el siglo x, los servicios para hombres y tiads se insalaban fuer, reser vando Ia insalacione ittiones pata preserva el pur fone nino, Escalraslimpis, pueras, ventanas con afeizares, bilan tes aldabas de metal, cortinas blancas y almidonadas... todo de- 295 mostraba a las claras la separacién de la rectitud privada de la mmiseria puiblica El traslado a los frondosos alrededores de Edgbaston no so- lucionaba necesariamente el problema, ya que las cunetas de las carreteras estaban «llenas de u ia verde y fitida»’proce- dente de los desagiies, Muchas casas tenian’ pozos negros que desaguaban en los pozos locales. Como resultado, chinches, pio- Jos y otros insectos constituian una plaga contra la que se afana- ban doncellas y sefioras en un constante derroche de tiempo y energia, La clase media se preocupaba por los malos olores, tanto por el peligro higiénico como por el aspecto moral. Segiin las ideas cientificas de la época, la enfermedad se debia al «contagio de los miasmas» a través, entre otros vehiculos, del olor. Como ejemplo diremos que cuando la clase media estaba utilizando ya jabén para lavar la ropa, muchas familias de trabajadores ain utilizaban Jos orines. Estas circunstancias ahondaban las diferen- cias entre los hibitos higiénicos de los pobres y de las gentes con tun cierto grado de bienestar. De ahi la importancia del olor en la jerarquizacion social, que se ha prolongado hasta el siglo xx, y ue asignaba los papeles sociales en funcién del olor personal. Las ideas sobre la limpieza y el orden influian directamente en la organizacién espacial de los hogares de la clase media. La separacién de los humos y olores de la cocina det ritual social de Ja comida comenz6 a tenerse por una sefia inequivoca de respe- {abilidad, de ahi el alejamiento de la cocina todo Io que fuera po- sible del comedor, sin parar mientes en el coste en criadas 0 en tiempo y trabajo del ama de casa. La obsesién inglesa por el aire fresco procede también de esta época, La luz y claire de las nue- vas yentanas agrandadas permitian «la ventilacién y el aplaca- miento de los olores nos ayudan a tener una poblacién mis moral y feliz». Pero mantener y dirigir estos hogares requeria grandes inversiones cc tiempo, energia y dinero. Por ejemplo, la limpieza con asperén de las cocinas econémicas era todo un de. troche de energia; otro tanto ocurria con la limpieza de las kim- paras de aceite y sus adomos para lograr una buena iluminacién; en cuanto al fuego, se encendia laboriosamente con la yesca ha ‘a la invencién de las cerillas en Ia década de 1830. 296 igién famili: de rezos y su concien- La religién familiar, con sus horarios d cia del valor del tiempo, proporcionaba una base extraordinaria- mente adecuada para elaborar estos programas: «Hagamos todas las cosas con orden y decencia» era la méxima de Ann Martin ‘Taylor cuando abogaba por extender «la actitud religiosa a todos los drdenes de la vida. compas els que encontamos: pan, patitas, came, pescado, cerveza, té, azicar, papel, lace, polvora para pistolas,cepillos y escobas, ropa de nifios, periddicos, instrumentos musicales, gra- geas, cuadros, carbon y velas. Ademas se pagaba por afilar los uchillos, limpiar la ropa, cortar el pelo y rasurar la barba, edu- car a los hijos, remendar los zapatos, viajar en carruaje o ferro- carr y enviar cartas y paquets. ‘A medida que erecia la dependencia del mercado y con ella Ja vuln peel ae ee ido» (fra c tices religiosos), s rido» (frase que no carece de mal camel que el hombre trae a casa con Ia satis Sepa n del lo», Los cuadernos de la familia de un comercante que setaslad de Londres a una pequefia ciudad de Essex, n la década de 1840, nos ofreven un ejemplo acabado de esta mentalidad, La expose anotaba con dete el dinero que el ‘marido le entregaba para los gastos caseros, pero también el pro- ceso de crecimiento de sus ocho hijos, us enfermedades y con- tags; levaba adem unos libros de cuentas con columns de entradas y sada para ls regalo y carts reibids y enviadas, ls tardes pasadas en fami, a sola o con argos, vistas real zadas y recibidas, etc., una especie de cuenta de resultados familiar. via rec et perodo cambiaron tanto el om com ao ma de las comidas. La costumbre de beber cerveza fue cedien¢ en favor del té desde finales del siglo xvm, excepto en las zonas 297

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