Está en la página 1de 7

Susana Chamorro, 52 años.

Susana acude a consulta cabizbaja, se la observa introvertida y algo desanimada.


Al comenzar la sesión expone el desencadenante que ha provocado que acuda a terapia.
Explica que los dos últimos años han sido especialmente difíciles para ella, pues ha
coincidido el divorcio de su pareja, con un puesto de trabajo que le provoca mucha ansiedad
y frustración.

Tras realizar la historia de la paciente, se recopila la siguiente información:

Susana refiere haber sido siempre una jóven introvertida que ha encontrado en la fe
cristiana consuelo para los momentos más complicados de su existencia. Durante toda su
infancia, vivió con sus padres y su hermano menor en la vivienda familiar. A los 16 años
decide abandonar el hogar para mudarse al domicilio de su abuela abuela materna, para
poder atenderla en la enfermedad que padecía. Admite, entre lágrimas, que el motivo real
por el que decidió marcharse de su hogar no fue cuidarla. Esa fue la razón que exponía a
sus familiares y su núcleo cercano para poder mantener la discreción de lo sucedido. La
razón por la que decidió marcharse de su hogar, fue escapar del abuso sexual que durante
ocho años su padre ejercía contra ella. Y fue su abuela materna, quien sospechaba por
cómo el padre de Susana interactuaba con ella, que podía haber estado siendo abusada
por él, y con el fin de escapar de aquella situación le propuso vivir con ella.

A los 21 años Susana contrae matrimonio con Pedro Pablo, el primer y único
hombre que había aparecido hasta el momento en su vida. Su familia no estaba de acuerdo
con la relación y no quisieron ofrecerle apoyo. Le advirtieron sobre las malas intenciones
que aparentemente tenía Pablo con ella, pero Susana no se reparaba en que en aquel
entonces el trato que su pareja tenía hacia ella no era el acertado. Refiere no haber tenido
ninguna relación anterior con la que poder realizar comparaciones, y por tanto, no le parecía
que realmente hubiera estado sufriendo maltrato.
Con los años la situación se tornó complicada. Su familia le advirtió entre amenazas
que si continuaba con la relación con Pedro Pablo, se separarían de ella. Pero Susana,
“ciega de amor” decidió consumir matrimonio con él. Comenta haber estado muy
enamorada y estar segura de que era lo que realmente quería en su momento.

Su padre no quiso asistir a la ceremonia, y mucho menos ser el padrino de la misma.


Susana recuerda su boda como un momento “muy doloroso”. Comenta haber asistido con
su suegra a la elección del vestido porque su madre tampoco quería colaborar en la causa.
Aunque su padre finalmente asistió al acto, admite con profunda tristeza no haber estado
cómoda durante la celebración al estar más pendiente de que no surgiera ninguna discordia
entre padre y esposo, que en disfrutar de la boda en sí misma.

Comenta que tras realizar “el trámite” de hacer acto de presencia en la boda, sus
padres decidieron cortar cualquier tipo de contacto con ella. Todo ello motivado por la
discrepancia en cuanto a que Susana contrajera matrimonio con Pedro Pablo.

A los dos años de relación, Susana se queda embarazada de una niña, pero tras un
accidente de tráfico, la paciente sufre un a aborto espontáneo. Esta pérdida supuso la
primera grieta en la relación. Y es que a partir de ese momento, Pedro Pablo comienza a
mostrarse indiferente con ella, (o al menos es el momento en el que ella empieza a darse
cuenta). Pero motivada por el anhelo de construir una familia, sumado a sus convicciones
religiosas, decide quedarse embarazada nuevamente con la esperanza de que el nuevo
bebé uniera en lazos fuertes a la pareja. Susana pensaba que esta era una buena forma de
reconducir la relación, puesto que la crisis que había sufrido con su pareja surgió a raíz del
aborto que tuvo.
Es entonces cuando se queda nuevamente embarazada de su primer hijo, Pablo. Pero,
lamentablemente la situación con su pareja de entonces no mejoró como Susana esperaba,
sino todo lo contrario.

Cuatro años más tarde la paciente tiene a su segundo hijo, Jesús. Refiere haber
cuidado sola a sus hijos. El padre de ellos, Pedro Pablo, nunca se preocupó por los niños.
Solo los “mostraba” públicamente, pero nunca atendió a sus necesidades emocionales, ni
ha estado al tanto de sus cuidados.

Después de 21 años de relación, tras una complicada convivencia y calificar la


relación como “traumática”, Susana descubre que su marido le es infiel con una amante,
que además es compañera de trabajo de Pablo Pedro (actualmente están casados y tienen
una hija en común). Este acontecimiento supone un antes y después en la historia de vida
de la paciente, pues decide poner fin a la relación y lo hace de forma determinada mediante
una carta. En la carta se despide adjuntando evidencias de la infidelidad y avisando de
cuándo debe abandonar el hogar y pone fin de este modo a la relación que ha provocado,
entre otras cosas, una considerable pérdida de su amor propio, pero sobre todo, la pérdida
total de la relación con sus familiares.
Tiempo después del divorcio con Pedro Pablo, Susana decide escribir una carta a
cada uno de sus padres con el fin de que se propicie una posible reconciliación. La paciente
había vivido alejada de su núcleo familiar durante los últimos 21 años. Sus padres tampoco
habían conocido a sus hijos, e inmersa en una profunda soledad y culpa, Susana intenta
recuperar la relación perdida después de tanto tiempo.
En el momento en el que sus padres recibieron la carta, aceptaron la reconciliación y
recuperaron de forma gradual. Evento que alegró mucho a la paciente.

Años más tarde muere el padre de Susana. Cuando recogen los enseres del
fallecido, la paciente encuentra un diario en el que su padre relataba a modo de diario las
infidelidades que cometía con otras mujeres y la forma en la que abusaba de ella cuando
era menor. La paciente intentó ocultar el diario a su madre, ya que hasta el momento había
vivido manteniendo el secreto. Pero de algún modo, al haber fallecido, sintió la libertad y la
calma de poder confesarle lo que había sucedido a su madre, no sin antes disculparse por
no habérselo dicho antes.

La situación de abuso solo la conocía su abuela materna (que además le pidió


expresamente que no dijera nada al respecto, “no llores” dice la paciente que fueron las
palabras textuales que le dijo al confirmar las sospechas de abuso con ella le dijo). Por
tanto, el acto de poder confesarle a su madre lo sucedido después de tantos años fue muy
difícil para ella, pero a la vez liberador, al haberse podido desprender por fin de la carga
que durante tanto tiempo la había lastrado a un profundo sentimiento de culpa. La madre
de Susana en un principio se disgustó por no haber sido antes conocedora de esa situación,
y entre ellas pactaron mantener la discreción para no desvelar esa información a su
hermano.

La segunda y última relación de Susana duró catorce años. El desencadenante que


precipitó la ruptura de la relación fue el hallazgo de sustancias estupefacientes,
(concretamente cocaína) entre las pertenencias del que en su momento era su marido.
Además, desde hacía cierto tiempo se había advertido de que en el domicilio que compartía
con él y sus hijos faltaban objetos y dinero. Es el duelo no resuelto de esta última relación
el que le ha motivado a que acuda a terapia. La ruptura sucedió hace dos años, y el método
que empleó la paciente para poner fin a la relación fue también escribiendo una carta. En la
carta expresaba su negativa de continuar con la relación después de encontrar cocaína
entre sus pertenencias, y no dió pie a que la otra parte se expresara.
Tras poner fin a la relación, Susana siente una enorme decepción. Lo que más le
afecta de lo sucedido, es que sus hijos, tras haber sido testigo de la convivencia con su
expareja y después de haber apreciado como esta la trataba, la califiquen como una
persona débil, manejable y vulnerable. Entre lágrimas admite reconocerse a sí misma
así. Le duele aceptar esa realidad y mucho más que sus hijos la perciban de esa forma.
Comenta que la relación con ellos es muy buena. Alega siempre haber sido una buena
madre y haberse involucrado enormemente en el cuidado y protección de sus hijos.
Siempre los ha priorizado y ha aceptado exponerse a situaciones muy desagradables con el
fin de que la separación entre ella y su padre, Pedro Pablo, fuera lo más llevadera posible.
Refiere no haber hablado nunca de forma negativa del padre de sus hijos con ellos, y
tampoco de haberlo hecho de la pareja de este (mujer con la que le fue infiel a la paciente
durante un largo tiempo). Susana ha estado presente en actos públicos como graduaciones,
cenas, cumpleaños… compartiendo el mismo espacio que su exmarido y su pareja y
asegura mantener una relación cordial con su actual mujer ya que esta también ha cuidado
a sus hijos y entiende que es una figura importante para ellos, que ella también debe
respetar. Recuerda con mucho dolor, que antes de que la situación fuera así, su exmarido
trató de tener la patria potestad de los menores. Tanto fue así, que Pedro Pablo intentó
realizar una recogida de firmas de los vecinos de la comunidad en la que vivían para
demostrar que Susana no era apta para cuidar de sus hijos. Sin embargo, ella siempre
quiso tener la custodia compartida, pues mantenía vivo el recuerdo de haber sido una joven
que creció alejada de su familia, y sabiendo el dolor que eso supuso, no quería que sus
hijos tuvieran que enfrentarse a una situación parecida.
Se emociona recordando la primera noche en la que se marcharon sus hijos con su
padre. Fue de los momentos más duros que ha vivido al encontrarse sumamente sola.
Recuerda haber tenido la sensación de volverse “loca”. Pero poco a poco, aprendió a
gestionar la situación y sobrellevar la soledad por el bien de sus hijos.

Por tanto, le duele profundamente que sus hijos puedan considerarla como una
mujer débil. En este momento se hace un inciso en la terapia para reestructurar ese
pensamiento. Se lleva a la paciente a reflexionar sobre la incongruencia de haber sido
capaz de enfrentarse a la situación de separarse de sus hijos y ser una persona débil y
manejable. Se orienta al paciente a la consideración de la fortaleza personal que tuvo en
ese momento.
Además, se le invita a reflexionar también en que la negativa por su parte de compartir la
custodia de sus hijos, hubiera sido un acto de protección para ella y hubiera estado alineado
con una persona frágil. Y decidió tener la custodia compartida a pesar del dolor que le
causara con la finalidad de ver bien a sus hijos.
Se hace una breve recapitulación de los acontecimientos más complejos de su historia para
que la paciente se advirtiera de que ella misma disponía de recursos y había demostrado
ser fuerte ante situaciones muy difíciles (no haber expuesto a su padre a la confesión del
abuso que había ejercido sobre ella, haber sido capaz de mantener una relación cordial con
la mujer que fue la amante de su marido mientras estuvo con ella…) y se aprovecha esta
ocasión para que Susana considere si el comportamiento que ha demostrado en los
momentos difíciles han sido precisamente de debilidad tal como sus hijos consideran. La
paciente después de tomarse unos instantes, reconoce con una sonrisa y asintiendo haber
sido mucho más fuerte de lo que pensaba, y ni siquiera haberse parado a pensar en ello.

Añade que mantiene una muy buena relación con sus hijos. El mayor, Pablo, se
prepara acutalmente en la academia de Ávila para ingresar en el cuerpo de policía.
Comenta que tiene alguna diferencia con él. Pablo es una persona con un carácter
autoritario y ella se describe a sí misma como una persona calmada, por lo que la
incompatibilidad de caracteres alguna vez genera diferencias entre ellos. Se pide en este
momento que la paciente reflexione sobre por qué cree que Pablo puede tener ese carácter
tan autoritario. Tras conducir la entrevista, se pide a Susana que medite sobre la correlación
entre la personalidad de su hijo y el contexto en el que creció. La paciente comparte que
quizá se deba a la ausencia de la figura de Pedro Pablo. Al ser el hijo mayor, ha asumido el
rol de padre y esto le ha llevado a forjar una personalidad más fuerte y autoritaria. Y al ser
ella una figura un tanto pasiva, puede ser que Pablo haya desarrollado personalidad con
tendencia dominante.

Susana añade a la entrevista inicial, que el otro motivo que ha propiciado que acuda
a terapia es el cambio de puesto de trabajo en el que ejerce como mediadora desde hace
dos años. Describe que trabaja para el ministerio del interior, realizando mediaciones entre
las diferencias entre compañeros del cuerpo nacional de la policía y el cuerpo de la guardia
civil. Refiere que su cargo le genera mucha ansiedad y que además no cuenta con
compañeros en los que apoyarse al ser la única mediadora del puesto. Además, el
ambiente laboral no es positivo y la labor le resulta muy angustiosa por la continua
conflictividad entre ambos cuerpos .
Otro aspecto que genera mucha frustración a Susana es la imposibilidad de compartir
información de su trabajo debido a que debe guardar secreto profesional al trabajar con
información confidencial. Refiere sentirse “atrapada” y comenta haber avisado a su superior
sobre su deseo de cambiar de puesto de trabajo. Solicitud que no tuvo en consideración, lo
que exacerbera aún más la ansiedad que le genera el trabajo a la paciente.
Somatizaciones del estado emocional: Susana dice sufrir con frecuencia dolores
musculares, cefaleas, problemas para conciliar el sueño y desde hace tiempo detecta que
se le cae el pelo.

Consideraciones:

- La escritura es un medio que siempre le ha ayudado a desahogarse y a exteriorizar


todas las emociones. Hay que considerar que en su trabajo actual no puede hablar
de lo que sucede debido a que la información es confidencial. Además, todas las
relaciones que ha finalizado han sido mediante una carta y la reconciliación con sus
padres también la propició utilizando ese formato. Reconoce sentirse muy cómoda
comunicándose por ese medio porque siente no tener ninguna distracción y le
tranquiliza la idea de poder plasmar todas sus ideas en un papel sin ser
interrumpida. (Este aspecto arroja luz sobre uno de los objetivos a continuación
descritos por la paciente: “quiero aprender a comunicar algo que no me gusta a los
demás. No sé regañar). La escritura le es de gran ayuda y es una forma de
desahogo muy eficaz para ella. Además, cuando su hijo se preparaba las
oposiciones para acceder al cuerpo nacional de policía, le escribió una carta de
ánimos y orgullosa comenta que él la guarda para leerla en todos los momentos en
los que emocionalmente se encuentra menos animado. Quizá podrá considerarse la
posibilidad de que escriba todos aquellos aspectos que por cuestiones de
confidencialidad no puede compartir en su trabajo y necesita de alguna forma
“soltar”, y que posteriormente se deshaga de lo escrito.

- Sentimiento recurrente de culpa. Refiere sentir culpa porque le consta que su padre
antes de fallecer pasaba momentos a solas con su sobrina. Le aterra la idea de que
pueda haber sufrido abuso al igual que ella lo sufrió de pequeña. La culpa es un
sentimiento muy frecuente en la historia de Susana.

Objetivos terapéuticos: se le pregunta a la paciente qué espera de la terapia y se


establecen objetivos o metas que quisiera trabajar durante el proceso terapéutico. Se trata
de objetivos principales que se desgranan posteriormente en micro objetivos y se
establecerá un plan de acción futuro.
Objetivos elegidos por Susana

- “Quiero ser una persona más fuerte para que no me haga daño la indiferencia de los
demás. Me duele mucho cuando las personas son indiferentes”.
- “Quiero tener más autoestima. Me gustaría valorarme más”.
- “Quiero aprender a poner límites”.
- “Quiero saber cómo poder decir algo que no me gusta. No sé regañar a los demás”.

Se invita a que la paciente piense en algún otro objetivo que le gustaría trabajar durante el
proceso terapéutico y lo comparta en la próxima sesión.

También podría gustarte