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Hora Santa Sep
Hora Santa Sep
HORA SANTA 26
RE MIm SOL
MI ALMA TIENE SED DE TI
LA
MI ALMA TIENE SED
RE MIm
ESPÍRITU DE DIOS
SOL RE
ESPÍRITU SANTO (2)
RE MIm SOL
MI ALMA TIENE SED DE TI
LA
MI ALMA TIENE SED
RE SOL LA
ESPÍRITU SANTO VEN A ARDER
RE SOL LA
DERRAMA TU FUEGO Y TU PODER
SIm
ACTÚA EN MI
SOL
ACTÚA EN MI
LA
ACTÚA EN MI
ESPÍRITU DE DIOS
ESPÍRITU SANTO (2)
ESPÍRITU DE DIOS
ESPÍRITU SANTO (2)
Padre Nuestro.
Ave María.
Gloria.
CORO
G Am
Ven y sopla sobre mi
F G C
Y toma cada parte de mi vida
G Am
Ven y sopla sobre mi
F G C
Y lléname de la brisa de tu amor. (x2)
Lector 1:
Desde nuestro bautismo, todos somos misioneros. Debemos de ir delante de la gente a la
que vamos a servir, iluminándola con nuestras antorchas y no detrás de ellas como
quemándolas.
Si somos misioneros debemos ser luz del mundo; nos lo dice el Maestro Jesús. Si no puedes
ser estrella, sé al menos lámpara sencilla; pero sé luz. La caridad es la epifanía de la
divinidad. Cristo mismo nos lo dijo al advertirnos que por el amor que nos tuviéramos los
cristianos unos a otros, nos reconocerían los que no lo son. ¿Estuvo acertado Cristo, o se
equivocó?. El que ama a los demás y el que ama de verdad, inventa el arte de acercarse a
los demás y revelarles a Cristo echando mano de las obras de misericordia, pequeños actos
sencillos en favor de nuestros hermanos. Allí tienes una guía para saber si amas o no, si tu
amor es verdadero o ficticio.
Lector 2:
Señor Jesús,
¿qué quieres que vea con mis ojos?;
¿qué quieres que hable con mi lengua?
¿qué quieres que haga con mis manos?
¿qué quieres que piense con mi cabeza?
¿qué quieres que ame con mi corazón?
¿en qué quieres que emplee mi tiempo, mi dinero y mis facultades?
¿cómo cumplo tus mandamientos?
¿cómo obedezco a quienes debo, que son tus representantes?
Señor Jesús,
Te adoro como a mi Dios. Te obedezco como a mi Señor
Te amo como a mi Todo. Te temo como a mi juez.
Te pido como a mi Dador. Te doy gracias como a mi bienhechor.
Amén.
SOL# DO#
Me puede faltar todo en la vida,
RE# SOL#
Me puede faltar hasta la vida;
DOm7 FAm
Pero nunca quiero que me falte,
DO# RE# SOL# (DO#-SOL#)
El deseo de amarte hasta el final...
SOL# DO#
Quiero amarte hasta el extremo,
RE# SOL#
Sin reservas darme por entero,
DOm7 FAm
Como los que se han enamorado,
DO# RE# SOL# (DO#-SOL#)
Yo te canto mi amado hasta el final...
Lector 3:
Cristo necesita de brazos y pies, de bocas y lenguas, a fin de poder llegar a todas las
personas y llevar su misericordia. Cristo cuenta también con nosotros como contó con la
Samaritana para evangelizar un pueblo o como necesitó del ciego del nacimiento para que
diera testimonio.
Lector 2:
Jesús cuenta con nuestras lenguas, para la comunicación del Evangelio y la extensión de la
Iglesia de Dios; cuenta con nuestros pies, para seguir a nuestros hermanos más alejados, a
fin de volverlos al buen camino; cuenta con nuestros ojos, para poder detectar los
ambientes en los que se necesita la presencia del Señor; cuenta con nuestro corazón, para
prender el fuego de su amor en nuestro alrededor.
Lector 1:
Cristo cuenta con nuestra entrega misionera; una entrega sin límites ni restricciones; una
entrega desprovista de egoísmos. Cristo cuenta con que nosotros vamos decir siempre que
sí, ese sí que en la fe le decimos al Señor y que ya no se lo vamos a retirar; Cristo cuenta
con ese sí, dándolo cuando Él nos lo pida, aunque implique dolor y humillación.
Hoy en oración,
quiero preguntar, Señor,
quiero escuchar tu voz,
tus palabras con tu amor.
Ser como eres Tú,
servidor de los demás,
dime ¿cómo?, ¿en qué lugar?,
te hago falta más.
Dime Señor …
Lector 1:
El Dios del Evangelio no es el Dios gélido de la razón, la causa primera de la filosofía, el
primer motor de la metafísica, el Dios inmutable e impasible, el Dios interesado o
comerciante, el Dios almacenero, el Dios policía. No, nuestro Dios no es nada de esto. Dios
no es así. Dios es «Misericordia».
Lector 2:
El Dios del Evangelio es el Dios cálido, con los brazos abiertos de Padre. Es el Dios Amor
para todos los hombres. Es Dios providente que cuida de los suyos. Es Dios que ama tanto a
la humanidad, que nos entrega a su propio Hijo para salvarnos. Es Dios nuestro Padre que
nos espera a cada uno de nosotros con los brazos abiertos para perdonarnos o premiarnos.
Lector 3:
Es el Dios misericordioso que quiere repartir entre todos nosotros, en rebanadas infinitas, el
pan de la felicidad. Es Dios-Hijo que muere para salvarnos. Es Dios Espíritu Santo que nos
consuela y nos llena de amor. Este es el Dios del Evangelio.
Te conocí y te ame;
te pedí perdón y me escuchaste.
Si te ofendí, perdóname, Señor.
Pues te amo y nunca te olvidaré.
Lector 3:
No hay cosa que Cristo nos recomiende tanto en su Evangelio como la unión entre todos los
cristianos; es que el mundo necesita del testimonio de unidad que nosotros los cristianos,
debemos darle, a fin de llegar a conseguir que todos los hombres caigan en la cuenta de
que somos hermanos y, en consecuencia, nos tengamos como hermanos, nos respetemos
como hermanos y nos ayudemos misericordiosamente a vivir como hermanos.
Lector 1:
El pan de cada día dánoslo hoy, Señor, a manos llenas;
convierte en alegría nuestras labores buenas
y acaricia el dolor de nuestras penas.
Lector 2:
¡Horas de tedio largas
sin la presencia buena de tus manos!
¡Ay, las horas amargas
nos vuelven inhumanos,
Si no abrimos el alma a los hermanos!
Lectores 1, 2 y 3:
Santifica el momento de este ruido tenaz, de esta fatiga.
Busquemos el aliento de tu presencia amiga
que acreciente el esfuerzo y nos bendiga. Amén.
Canto para meditar:
"No podemos caminar"
Lector 2:
Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Es la primera bienaventuranza que Cristo proclamó en el Sermón de la montaña.
Lector 3: Pobre de espíritu es la persona que es sencilla, humilde, que no se paga de sí
mismo, el que está convencido de que depende de los demás, de que él solo no puede
enfrentar la vida, que necesita de los otros; por eso es pobre, porque no tiene en sí cuanto
necesita, sino que lo espera de los demás.
Lector 1:
El orgulloso piensa que él y sólo él se satisface, se basta y se sobra; por eso es rico, porque
dice que se tiene a sí mismo y por eso es difícil que sea misericordioso.
Lectores 1,2 y 3:
Este mundo del hombre en que él se afana,
tras la felicidad que tanto ansía,
Tú lo vistes, Señor, de luz temprana,
y de radiante sol de mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra,
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una tierra nueva,
colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente,
tu luz resplandeciente y tu victoria,
inunden nuestra vida eternamente. Amén.
Lector 2:
Cristo dice en el Evangelio que Él es la Luz. El que no lo sigue, camina en tinieblas, con
todas las angustias e incertidumbres que llevan consigo las tinieblas.
Lector 1:
El que no sigue a Cristo, no halla explicación para muchas cosas de la vida. Se siente
embargado por mil problemas sin solución. Se le plantean centenares de interrogantes a los
que nada ni nadie puede responder.
Lector 3:
En cambio, cuando Cristo, el Señor de la Eucaristía, la Divina Misericordia, aparece en la
vida, es como cuando se hace la luz, uno encuentra en Él la paz, la seguridad, la
orientación.
Lector 1:
Con María, invoquemos la grandeza del Señor:
Lectores 1,2 y 3 (y si es posible todos):
Proclama mi alma la grandeza del Señor
Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
Porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones
Porque el poderoso ha hecho obras grandes por mí:
Su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles
De generación en generación.
El hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón
Y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes
Y a los ricos los despide sin nada.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia
Como lo había prometido a nuestros padres
A favor de Abraham y su descendencia para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.
Lector 1:
Jesús sintió compasión de los que sufrían hambre y cansancio: su corazón sensible y tierno
se sintió tocado por la necesidad y el sufrimiento de la gente. Dios es nuestro Buen Padre y
como tal, y movido por el amor que nos tiene, se preocupa de nuestras necesidades no
solamente espirituales sino que también las materiales.
Lector 2:
Si tú extiendes tu vista por el mundo, verás que son muchos los que tienen hambre de Dios,
hambre del pan de la verdad, del pan de la justicia, del pan del amor, del pan de la
misericordia divina.
Lector 3:
Ojalá tu corazón se sienta tocado ante tanta y tan urgente necesidad y salgas tú al paso,
para socorrer esas necesidades materiales y espirituales, al menos en la medida de tus
posibilidades, ya que ni Dios, ni tu conciencia te exigirán más de lo que puedas realizar.
Todos de rodillas.
Ministro: Nos diste, Señor, el pan del cielo
Todos: Que contiene en sí todas las delicias
Ministro: Oremos. Oh Dios, que bajo este admirable sacramento nos has dejado el
memorial de tu pasión, concédenos, venerar de tal modo los sagrados misterios de tu
Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros los frutos de tu
redención. Te lo pedimos a Ti que vives y reinas. Por los siglos de los siglos. Amén.
Ultimas oraciones:
BENDITO SEA DIOS, bendito sea su santo nombre, BENDITO SEA JESUCRISTO VERDADERO DIOS
Y VERDADERO HOMBRE, bendito sea el santo nombre de Jesús, BENDITO SEA SU SACRATÍSIMO
CORAZÓN, bendita sea su preciosísima sangre, BENDITO SEA JESUCRISTO EN EL SANTÍSIMO
SACRAMENTO DEL ALTAR, bendito sea el Espíritu Santo consolador, BENDITA SEA LA GRAN
MADRE DE DIOS MARIA SANTISIMA, bendita sea su santa e inmaculada concepción, BENDITA
SEA SU GLORIOSA ASUNCION, bendito sea el nombre de María Virgen y Madre, BENDITO SEA
SAN JOSE SU CASTÍSIMO ESPOSO, bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.
Canto final:
"Aunque marche"