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UNIDAD 1: Introducción. La psicología como disciplina fragmentada y problemática.

Breve historia de las psicologías entre el siglo XIX y el XXI. La psicología como ciencia natural o como disciplina del sentido. La
psicología como disciplina de conocimiento y como profesión. El “campo psi”: psicología, psiquiatría y psicoanálisis. La
excepcionalidad constitutiva del campo psi argentino a la luz de la historia. El concepto de recepción como herramienta
metodológica.

MICHAEL FOUCAULT. LA PSICOLOGÍA DE 1850 A 1950.


Introducción.

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La psicología de mitad del siglo XIX se preocupó por alinearse a las ciencias de la naturaleza y por reencontrar en el hombre la
prolongación de las leyes que rigen los fenómenos naturales. Así, esta psicología que intentó ser positiva se apoyó sobre dos
supuestos: 1) que la verdad del hombre se agotaba en su ser natural, y 2) que todo conocimiento científico debía pasar por la
determinación de vínculos cuantitativos, la construcción de hipótesis, la elaboración de leyes y la verificación experimental.
Por la fidelidad objetiva debió reconocer en la realidad humana algo diferente de la objetividad natural, y a utilizar para
conocerla métodos diferentes a los de las ciencias naturales. A mediados del siglo XX, aparece el sentido. El proyecto de exactitud
rigurosa la llevó a abandonar aquellos postulados; la idea de una precisión objetiva en las ciencias humanas deja de ser aceptable

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si el hombre no es más del orden de lo natural. De modo que la psicología se obligó a una renovación total y, al descubrir un
nuevo status del hombre, se impuso, como ciencia, un estilo nuevo.
Las ciencias de la naturaleza sólo responden a las dificultades de la práctica, sus fracasos temporarios y las limitaciones
provisorias de su experiencia. La psicología, en cambio, nace en ese punto donde la práctica del hombre encuentra su propia
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contradicción. La psicología del desarrollo, por ejemplo, nació como reflexión a la detención del desarrollo. La psicología
contemporánea es, en su origen, un análisis de lo anormal, de lo patológico, de lo conflictivo, de las contradicciones del hombre
consigo mismo. Y si se transformó en una psicología de lo normal, de lo adaptativo, de lo ordenado, es secundariamente, como
un esfuerzo por dominar esas contradicciones.

El prejuicio de la naturaleza.
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Dentro de su diversidad, las psicologías del fin del siglo XIX tienen en común el tomar prestado de las ciencias de la naturaleza su
estilo de objetividad, y el buscar, dentro de sus métodos, su esquema de análisis.
1. El método físico-químico. Los fenómenos del espíritu como los materiales exigen dos formas de investigación: la primera
intenta, a partir de los hechos, acceder a leyes más generales; la segunda, reduce los fenómenos complejos a elementos simples.
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La psicología deberá entonces reencontrar en los fenómenos más complejos del pensamiento los segmentos más elementales
que los componen.
2. El modelo orgánico. El fin es captar la realidad humana definida por su naturaleza orgánica. El psiquismo, como el organismo,
es caracterizado por su espontaneidad, su capacidad de adaptación y sus procesos de regulación interna. Es necesario entonces,
como diría Wundt, sustituir el principio de la energía material por el de la energía espiritual. Surgieron investigaciones sobre


umbrales absolutos, tiempos de reacción, actividades reflejas y regulaciones internas del psiquismo (placer/dolor, tendencias,
emociones, voluntad) que buscaban la inserción orgánica del aparato psíquico.
3. El modelo evolucionista. La evolución es descrita como un proceso de diferenciación y de organización jerárquica; así
procedieron las especias y las sociedades en el curso de su historia. La importancia del evolucionismo para la psicología se debe a
que fue el primero en mostrar que el hecho psicológico sólo tiene sentido en relación a un porvenir y a un pasado que lo cargan
de toda una historia, pero que implica al mismo tiempo un horizonte abierto hacia lo eventual. El evolucionismo ha demostrado
que la vida psicológica tiene una orientación.

El descubrimiento del sentido. (Finales del siglo XIX)


Trata de volver a un examen más riguroso de la realidad humana, fiel a sus características específicas, a todo lo que en el hombre
escapa a sus determinaciones de la naturaleza. Tomar al hombre en su propio nivel, en las conductas en las que se expresa, en la
conciencia en la que se reconoce y en la historia personal a través de la cual se constituyó.

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La “conducta” para Janet no es el comportamiento exterior que se agota en la situación que la provocó, eso es el reflejo o la
reacción; hay conducta cuando se trata de reacción sometida a regulación interna (un sentimiento, por ejemplo) o externa (al
tomar como referencia la conducta del otro). La enfermedad, entonces, no es ni un déficit ni una regresión, sino una
perturbación de esas regulaciones.
Para Dilthey, un análisis de los productos del espíritu abrirnos una primera aproximación a la génesis del conjunto psicológico.
Pero es en el sistema freudiano donde se produce el gran trastocamiento de la psicología, que el análisis causal se transformó en
génesis de significaciones, que la evolución dio lugar a la historia, y que la exigencia de analizar el medio cultural sustituyó el
recurso a la naturaleza. La primera tarea de la terapia será modificar la modalidad del sentido por medio de la interpretación; y la
segunda, será redescubrir los contenidos inactuales y las significaciones pasadas de la conducta presente.
Freud descubre así dos historias reales: la del individuo, en la serie de sus experiencias vividas, y la de la sociedad, en las
estructuras por las cuales ella se impone al individuo. Así, puede rebasarse la oposición de lo subjetivo y lo objetivo, del individuo

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y de la sociedad: un estudio objetivo de las significaciones se hizo posible.

Estudio de las significaciones objetivas.


1. Elementos y conjuntos. El behaviorismo, inaugurado por Watson, busca el sentido adaptativo de las conductas a partir de las
manifestaciones objetivas del comportamiento. Sin que intervenga la experiencia vivida, ni el estudio de las estructuras
nerviosas, debe ser posible, por la confrontación del análisis E-R, reencontrar la unidad del comportamiento. Por lo que todo

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comportamiento debe explicarse a partir de una constelación estimulante. Pero en cualquier caso, el proyecto del behaviorismo
es constituir un “psicología científica del meaning (sentido)”, ya que el sentido de la conducta supone la adaptación al medio.
Los mismos problemas están en la Gestalt. Wertheimer, Köhler y Koffka muestran que las cualidades estructurales del estímulo
motivan respuestas como la percepción que articula el campo, la inteligencia que lo reestructura, la emoción que mezcla las
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líneas. Se debe por tanto abandonar la hipótesis de una acción inmediata de estímulos locales y definir la relación de la
constelación estimulante con la respuesta, por medio de un campo que no implica objetividad natural ni proceso causal. Este
“campo fenoménico” sustituye el proceso causal por toda una interacción de fuerzas entre el sujeto y el medio. El campo
dinámico de comportamiento deviene así el objeto mayor de la psicología.
2. Evolución y génesis. Estas estructuras de conjunto y las significaciones que las habitan evolucionan en el curso del devenir
individual. Para Gessel, la emergencia de las estructuras tiene lugar en la conducta mediante una maduración sorda de los
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esquemas fisiológicos. Piaget atribuye la máxima importancia al necesario desarrollo de estructuras que son biológicas y lógicas.
Otros autores aquí son Kuo y Wallon.
3. Performances y aptitudes. La psicología tradicional abordaba lo virtual; las facultades sólo se inscriben entre posibilidades
abstractas. Ahora es en el nivel de lo real donde se buscan determinar las consecuencias del comportamiento. De aquí nace el
principio del test. Spearman definió como criterio de la inteligencia a las únicas performances que se pueden contrastar en el
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test: la inteligencia sería un factor general que daría cuenta de una parte de las performances, en los tests de aptitudes.
4. La expresión y el carácter. Se trató de recuperar el contenido de las significaciones bajo la forma de las necesidades
individuales que afloran a partir de un estímulo poco diferenciado. Es el principio del Rorschach y el TAT.
5. Conductas e instituciones. Expresadas o silenciosas, las significaciones objetivas de las conductas individuales están unidas a la


objetividad de las significaciones sociales. La conducta tiene sentido en un horizonte cultural que otorga su norma.
El estudio de las instituciones busca determinar las estructuras de base de una sociedad, aislar las condiciones de las
“instituciones primarias” en su incidencia directa sobre el desarrollo del individuo, así como la de las “instituciones secundarias”
bajo la forma del mito, la religión, las tradiciones, las reglas jurídicas y sociales, etc.
El análisis de opiniones y actitudes busca determinar los fenómenos colectivos que operan como contexto de las conductas
afectivas del individuo, así como de sus operaciones intelectuales de percepción, de juicio y de memoria.

El fundamento de las significaciones objetivas.


Se sitúan entre los dos tiempos de una oposición, temas contradictorios cuya distancia constituye la dimensión propia de la
psicología, que no busca suprimir ni atenuar contradicciones, sino justificarlas. La psicología aparece como análisis empírico de la
manera en que la existencia humana se ofrece al mundo. Pero la interrogación fundamental permanece, ya que en las formas
actuales de la psicología se reencuentran esas contradicciones bajo la forma de una ambigüedad que es descrita como
coextensiva de la existencia humana.

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DAGFAL. PARA UNA ESTÉTICA DE LA RECEPCIÓN DE LAS IDEAS PSICOLÓGICAS.
La estética de la recepción, o escuela de Constanza, se ha ido transformando, a partir de 1966, en una teoría de la comunicación
literaria concebida por Hans Robert Jauss, dentro de la tradición hermenéutica alemana. El objeto de sus investigaciones es la
historia literaria en tanto proceso que implica tres factores: el autor, la obra y el público; un proceso dialéctico, en el cual el
movimiento entre producción y recepción pasa por la intermediación de la comunicación literaria. Así, la recepción es entendida
en el doble sentido de acogida (o apropiación) e intercambio.
Cabe preguntar cuál fue el provecho de transpolar este concepto de la teoría de la comunicación literaria a la historia de la
psicología.

La “estética de la recepción” y la historia de la literatura.

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La recepción implica un acto de doble faz que incluye el efecto producido por la obra de arte y el modo en que su público la
recibe. Por esta vía se restituye la función activa del lector, quienes han “concretizado” el sentido de las obras, por no decir que
lo han fijado o establecido. Por ello, la historia de la literatura es la historia de las interpretaciones de los textos.
La literatura puede “crear” nuevas realidades ampliando los horizontes de la experiencia. La recepción de una obra por parte del
público da lugar a una respuesta, aunque sólo sea el silencio o la indiferencia. Por tanto, el lector tiene una función de selección
respecto de la tradición con la que se confronta: puede apropiarse del pasado (incluyendo las interpretaciones de otros lectores)
o puede rechazarlo y tratar de superarlo. En cualquiera caso, la interpretación será parcial, limitada por su punto de vista. Es en

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esta concepción dialéctica donde reside la originalidad de la estética de la recepción.
El recurso a la interpretación ubica a esta teoría en las ciencias del sentido. Ahora bien, la concretización del sentido no se realiza
en el vacío, sino que responde a todo un “sistema de referencias objetivamente formulable” que modula la disposición del lector
frente a una obra, al que Jauss llama horizonte de expectativas, considerándolo el fruto de una experiencia intersubjetiva y que
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implica una bipartición en los planos diacrónico y sincrónico.
Por un lado, permite una continua puesta en relación del presente y el pasado, ya que se aplica tanto al lector (en el momento
que interpreta un texto) como al autor (en el momento en que lo escribe). Por otro lado, diferencia un horizonte de expectativas
de tipo social, más general, sostenido por una precomprensión de la realidad cotidiana, del mundo y de la vida y un horizonte
más literario, regido por los códigos estéticos de la literatura de la época y del género. Así, en el proceso de recepción, el sentido
de una obra, surge de una doble fusión de horizontes. Y en este punto la estética de la recepción aporta algo nuevo, resituando la
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interpretación en una dimensión histórica y social, sin despojar al hecho literario de su especificidad estética.
La aparición de la estética de la recepción coincidió con la declinación del paradigma estructuralista, hasta entonces dominante
en las ciencias del hombre. Para el estructuralismo, la noción de estructura no dependía de la dimensión social, y sus efectos de
sentido, a partir de sistemas de signos cerrados y sin sujeto, carecían de nexos con su situación de producción y recepción.
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La “estética de la recepción” y la especificidad de las ideas psicológicas.


Aplicar las categorías de la “estética de la recepción” a una historia de las ideas psicológicas implica una transpolación de
dominios, pues en los textos literarios se busca una transmisión estética, mientras que en los textos psicológicos se prioriza
comunicar los principios de una teoría o práctica. Sin embargo, estos textos también están condicionadas por los cánones


literarios de cada época, que determinan en el lector cierta afinidad o rechazo que no se explican sólo por razones inherentes a
los contenidos teóricos. Es que en el estilo de enunciación, en su articulación, ya hay en juego algo del orden de lo estético que,
independientemente del contenido, favorece o no la aceptación de ciertos enunciados. El objeto de conocimiento plantea
también un carácter afectivo relativo a una carencia a la cual viene a dar una respuesta satisfactoria y novedosa.
El gusto del público resulta de una experiencia estética intersubjetiva. Por este sesgo, en el que el horizonte de expectativas
articula aspectos estéticos y cognitivos que trascienden al campo literario, el interés intelectual busca explicar la estructura
intencional transindividual de una disciplina, toda vez que son sus objetivos, sus propósitos, sus intereses los que determinan su
lugar respecto de otras disciplinas. Pero, a la vez, esos intereses permiten establecer las normas de evaluación de la producción
de los miembros de esa disciplina. Es decir, los intereses intelectuales permiten una doble legitimación: por un lado, una
disciplina puede obtener el reconocimiento y la legitimación de otras disciplinas o actores sociales (el Estado, por ejemplo). Por
otra parte, delimitan el dominio dentro del cual trabajan los integrantes de una disciplina, estableciendo las metodologías a
emplear y los resultados considerados válidos. En este sentido, la categoría de interés intelectual sirve para articular factores
intra y extradisciplinares en la producción y recepción del conocimiento.

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La categoría de campo, de Pierre Bourdieu, busca dar cuenta de la autonomía relativa de una comunidad (científica o intelectual,
por ejemplo), respecto de otros grupos y de influencias sociales más generales. El campo es un espacio complejo, con
propiedades y reglas específicas que constituyen un “sistema de relaciones objetivas entre posiciones adquiridas”, donde las
ideas, los textos y las prácticas tienen un valor relativo al carácter posicional de los actores. A su vez, dentro del campo, el acceso
a posiciones de autoridad está sujeto a la acumulación de un capital simbólico específico, implicando una competencia y una
lucha por la legitimidad y el reconocimiento, que sólo pueden provenir de los pares del propio campo, quienes a su vez compiten
por lo mismo.
En el dominio de la historia “psi”, la categoría de campo permite pensar el carácter específico de las ideas y las prácticas de las
diversas disciplinas, sin por ello perder de vista ciertas determinaciones comunes más generales, cuya eficacia resulta
mediatizada por la lógica de las relaciones de cada campo particular.
El concepto de problemática es un proceso generador que, como fruto de la interacción social, plantea problemas comunes a un
grupo determinado. Los problemas puntuales remiten a una dimensión individual y consciente, en la que los actores se

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representan un obstáculo o una dificultad; la problemática alude en cambio a una estructura colectiva, patrimonio de un grupo,
que es en gran parte inconsciente, y que constituye el marco dentro del cual los problemas puntuales se hacen posibles, por lo
tanto limita la gama de preguntas posibles dentro de su ámbito.
Los cuatro conceptos comparten algunos rasgos que los hacen útiles para una historia de la psicología que se pretenda crítica:
• Rompen con las viejas antinomias entre lo social y lo disciplinar, lo externo y lo interno.
• Comprenden los problemas históricos en un marco transindividual e intersubjetivo.

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• Aspiran a una cierta objetividad, aunque no de manera ingenua.
Son compatibles con una concepción de la comunicación del conocimiento que considera los procesos de producción y recepción
de manera dialéctica, dando cuenta de la especificidad de la elaboración del conocimiento psicológico en países situados en la
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periferia, como es el caso de la Argentina. Detrás de esas supuestas copias o yuxtaposiciones carentes de valor se esconde un
horizonte de expectativas radicalmente distinto del de la obra de origen, con una problemática sociohistórica compleja y singular.
UNIDAD 2: La conducta como objeto de la psicología, entre EE.UU y Francia.
El conductismo “clásico” de John Watson. La psicología como ciencia natural. La predicción y el control del comportamiento. La
“caja negra” y el problema de la representación. La “conducta a la francesa” y el abordaje “objetivo” de la conciencia. Henri
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Piéron y el estudio del comportamiento. Diferencias con el conductismo watsoniano. Pierre Janet y análisis de la conducta.

PIERRE JANET. LA PSICOLOGÍA DE LA CONDUCTA.


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1. La acción: elemento psicológico esencial.


Durante mucho tiempo, las investigaciones psicológicas partieron de un fenómeno que parecía caracterizar al hombre: su
pensamiento conciente. Esta concepción se reveló luego insuficiente y resueltamente se ubicó en primer plano el estudio de los
movimientos exteriormente visibles: la psicología del comportamiento. Pero ésta se vuelve insuficiente cuando se trata de los


hombres, porque ella estudia fenómenos elementales, los reflejos y los instintos, pero no estudia los fenómenos más complejos,
como la conciencia, los sentimientos, los razonamientos, las ideas. Sin embargo, no es imposible examinarlos desde la
perspectiva de la psicología de comportamiento: los fenómenos psicológicos superiores se suman a los movimientos inferiores
mediante una acción esencial y propia del hombre, el lenguaje, que primitivamente es una acción exterior al cuerpo y
determinante de las reacciones de otros hombres, pero que se reduce a veces a una acción tan débil que sólo el sujeto que habla
puede reaccionar a este habla. Ciertas acciones desarrollan este lenguaje interior y lo transforman en pensamiento. El
pensamiento así constituido origina la creencia, punto de partida de todos los fenómenos psicológicos superiores; la psicología
de la conducta agrega entonces a la psicología del comportamiento el estudio de la conciencia y de todos los fenómenos
superiores.
En la psicología de la conducta hay una hipótesis que une a todas las observaciones y permite clasificarlas, a saber, que todos los
hechos psicológicos observados en el hombre como acciones, destacando que en todos los fenómenos, incluso superiores, hay
una parte de acción. Esta hipótesis no sólo le da unidad al sistema psicológico, sino que además permite mediciones.
Este sistema psicológico no debe ser invasor ni exclusivo. Quiere expresar en tiempos de acción todos los fenómenos que se
prestan a esta interpretación, pero si la psicología se encontrara ante un hecho relativo al hombre que no se relacione con la

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acción, no dudará en reconocerlo si se demuestra fehacientemente su existencia. No obstante, reconocerá también que este
fenómeno está fuera de sus límites y lo abandonará a otra ciencia.

2. El cuadro jerárquico de las tendencias.


La acción es un conjunto de movimientos que se producen en el exterior del cuerpo viviente. Se distingue del movimiento de un
objeto material desplazado por fuerzas físicas, fundamentalmente, por su finalidad aparente, su adaptación a un resultado
futuro, útil para el ser vivo. Otro carácter esencial es que toda acción contiene, en mayor o menor grado, algo de inesperado,
nuevo. Pero ninguna acción nueva es completamente idéntica a otra del mismo hombre. Toda una serie de ideas importantes
acerca de la invención, el progreso, lo contingente, el azar, la historia, deriva de esta espontaneidad. Ese es el elemento en la
acción vital.
En el acto viviente también se manifiestan la regularidad determinada, la repetición prevista del mismo movimiento en las

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mismas condiciones. Parecería que el movimiento libre aparece cada tanto y que se conserva luego con una organización nueva,
ahora fija y determinada. Esta complejidad de la conducta impone una división necesaria en la psicología de la conducta. Esta
parte considerable de la acción que depende del pasado, de la organización física y psicológica anterior, es la manifestación de las
tendencias adquiridas; la otra parte, más viva, más nueva, la que da su carácter a la acción presente y que prepara los progresos,
es el funcionamiento de las tendencias.
Una tendencia es una disposición del organismo vivo a efectuar una acción determinada, caracterizada por ciertos movimientos,
en cierto orden y en reacción a cierta estimulación de cualidad y fuerza determinada. Su evolución no sucedió al mismo tiempo:

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algunas tendencias son más recientes que otras. Las más recientes tienden a ser las más frágiles y se recuperan en orden inverso
al que se perdieron.
En estas condiciones, la psicología de la conducta debe presentarse como una psicología genética. La evolución de la mente no es
de modo continuo, sino por etapas, como si la conciencia ascendiera intempestivamente y se detuviera un tiempo en cierto nivel.
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No es suficiente, por tanto, dar una definición abstracta y genera de un fenómeno psicológico como si hubiera surgido de la nada;
debe mostrarse qué elementos lo constituyen, a qué nivel pertenece la tendencia considerada y mediante qué transformaciones
surgió de las tendencias del nivel precedente.
● CONDUCTA ANIMAL. El hombre tiene, en principio, una conducta animal sobre la cual edifica una conducta humana. Los
primeros actos psicológicos derivan de las grandes funciones de la vida animal.
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- Actos psicológicos reflejos. Un primer hecho psicológico es la agitación difusa, la contracción irregular de vísceras y músculos, y
que determina desplazamientos más o menos considerables, pero en apariencia sin significado. A un nivel más elevado, estos
movimientos elementales se convierten en actos reflejos.
Los reflejos son movimientos bien determinados producidos en general luego de una modificación igualmente bien determinada
de alguna parte de la periferia del cuerpo. Respecto a los actos reflejos propiamente psicológico, se agrega que son además actos
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explosivos que comienzan cuando la estimulación alcanza cierto grado y que, una vez iniciados, se desarrollan por completo,
cuando no hallan obstáculos, hasta que la tendencia esté completamente descargada.
- Actos perceptivos-suspensivos. Aquí la descarga se hace en dos tiempos: la primera estimulación hace que la tendencia se
manifieste, movilice las fuerzas, es preparatoria y permanece en la fase de erección hasta que una nueva estimulación, ahora
desencadenante, ocasiona la consumación del acto completo.


- Actos sociales. No son una reacción a una estimulación o a un objeto, sino a un acto del objeto. Hay una doble conducta en el
acto social: la representación del acto del socius (uno de nuestros semejantes) y nuestra reacción a este acto.
Por último, el sujeto reproduce consigo mismo la conducta que tiene respecto de los otros, reacciona a sus propias acciones de
manera social. Estas conductas darán lugar a los sentimientos, que son regulaciones de las propias acciones y que van a constituir
las conductas de la conciencia representadas equivocadamente como primitivas: las conductas sociales son en verdad el estadio
de las conductas socio-personales.
● CONDUCTAS INTLECTUALES ELEMENTALES. Comienzan en el animal que ya sabe cómo manejar la herramienta, pero sólo se
desarrollan por completo en el hombre, aún muy primitivo.
En este grupo se desarrolla el lenguaje. La conducta del hombre que habla y la del hombre a quien se le habla surgieron de las
conductas del mando y de la obediencia, que son conductas sociales. Al principio, la palabra y el acto eran inseparables; la
palabra era el grito lanzado por el jefe al comenzar un acto para facilitar la imitación. Pero en la orden se separó del acto, y de
este modo se vuelve inconsistente.

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El lenguaje se extendió a todos los actos, se transformó en pensamiento. Y esto es lo que caracteriza a la conducta propiamente
humana, ya que el hombre es un animal verborrágico que habla sus actos y que actúa sus palabras.
● CONDUCTAS MEDIAS. Los hombres sintieron la necesidad de actuar para restablecer intencionalmente la unión entre lenguaje
y la acción de los miembros o para precisar el grado de su separación. Las promesas, los juramentos, los compromisos de honor,
fueron el inicio de la afirmación, que reunió una vez más, en ciertos casos, la acción verbal y la acción corporal.
● CONDUCTAS SUPERIORES. Las educaciones religiosas y morales forzaron a los hombres a dar un lugar importante a ideas
impuestas por la religión y la sociedad, ideas que se transformaron en las reglas morales y lógicas de la razón adoptadas por
mucho tiempo por el grupo social, y a las que el individuo debe someterse para obedecer a la conformidad social.

3. El funcionamiento de las tendencias.

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En la psicología de la conducta, el funcionamiento es el pasaje de una tendencia (con los movimientos del cuerpo característicos)
de la fase de latencia a la fase de consumación.
La fuerza psicológica está repartida de modo desigual entre cada una de las tendencias que tienen cierta carga: las tendencias
inferiores están muy cargadas, las superiores, más débilmente. Pero, además, esta fuerza está concentrada en ciertas tendencias,
variables según los individuos, y en particular en las tendencias que constituyen la personalidad.
Otra forma de la fuerza es la tensión psicológica. La eficacia de la acción no depende sólo de su fuerza, sino de su tensión. La
tensión de la acción es cierta modificación que concentra la fuerza, que permite mayor eficacia con una fuerza menor. El grado

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de tensión psicológica o la elevación del nivel mental en un individuo dependen del grado que ocupan en la jerarquía las
tendencias que funcionan, y del grado de activación al cual puede llevar la más elevada de estas tendencias. Así entendida, la
tensión psicológica juega un rol muy importante en la interpretación de las conductas y en la inteligencia de los caracteres.
Estas dos formas de la actividad psicológica, fuerza y tensión, se combinan de formas muy variables.
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UNIDAD 4: Psicología y filosofía en Francia.
Georges Politzer y la crítica radical de la psicología. El proyecto de una psicología concreta. El drama como objeto de la
psicología. Del psicoanálisis como fundamento al fin del psicoanálisis. La impugnación del inconciente freudiano como concepto.
Jean-Paul Sartre: fenomenología y psicología fenomenológica. La teoría de la emociones. Sus primeras críticas al Psicoanálisis.
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POLITZER, GEORGES. CRÍTICA DE LOS FUNDAMENTOS DE LA PSICOLOGÍA: EL PSICOANÁLISIS. (1927)


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Georges Politzer nace en Hungría en 1903, pero abandona su país en 1919 tras el fracaso de una insurrección comunista en la
que su familia participa. Después de una estancia en Viena, donde asiste a los seminarios de la Sociedad Psicoanalítica y conoce
personalmente a Freud y a Ferenczi, se instala en París en 1921, con 18 años. Es un estudiante brillante de filosofía en la
Universidad y rápidamente ejerce como profesor. Su vida intelectual es militante e intensa ya desde los tiempos de estudiante.
Lee a Freud y el primero en Francia que se da cuenta del alcance teórico revolucionario del psicoanálisis, si bien mantiene con él


cierta distancia crítica. La Crítica de los fundamentos de la psicología quedará como la única contribución de Politzer a la
psicología que llama "concreta" -de la que se considera fundador y a la que promete un futuro brillante-, pues en 1929 se adhiere
al Partido Comunista y abandona sus investigaciones en psicología para dedicarse a la economía política. Este cambio es
considerado como una "automutilación" heroica. Con su preocupación por la psicología, Politzer se ve alejado de los
requerimientos urgentes de los problemas sociales, económicos y políticos, y eso lo lleva a una crisis interior de la que sale
apostando por el marxismo y la acción política. A partir de este momento reniega del psicoanálisis con fervor.
A partir de 1940, en la Francia ocupada, forma parte de la dirección clandestina del Partido Comunista. Arrestado en febrero de
1942, es torturado y fusilado por los nazis en mayo del mismo año, sin haber cumplido los 40 años.
En el campo de la psicología, la Crítica de los fundamentos de la psicología ha influido a una generación de psicoanalistas en
Francia, entre ellos a Lacan, quien aplica elementos de la psicología concreta ya al caso Aimée. Sin embargo, esta influencia no ha
sido nunca subrayada por las historias académicas. En Argentina, donde su obra psicológica fue introducida por José Bleger, era
profusamente leído y comentado a finales de los ‘60 y en los ‘70, e incluso formaba parte de los programas universitarios.

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Cuando nace Crítica de los fundamentos de la psicología no han pasado aún 50 años desde que Wundt fundara el primer
laboratorio de psicología experimental del mundo en Leipzig (1879), considerado el momento del nacimiento de la Psicología
como disciplina independiente. Esta historia de 50 años, para Politzer, es una epopeya de desilusiones. Los psicólogos son
incapaces de descubrir la verdad y se convierten en víctimas de cualquier ilusión. La psicología científica vino entonces al mundo.
Después de cada uno de los periodos de agitación objetivista reaparece la introspección. Por eso, el advenimiento de la psicología
experimental, lejos de representar un nuevo triunfo del espíritu científico, no fue más que humillación. Todas las psicologías
científicas que aparecieron después de Wundt, son disfraces de la psicología clásica.
Lo que nos falta es una crítica renovadora que rebase el punto muerto en que se encuentra la psicología. No es del ejercicio del
método objetivo de donde viene esta nueva visión; el resultado de este ejercicio es enteramente negativo. Watson ha reconocido
que la psicología clásica no es objetiva, por lo que era hora de que la psicología se convirtiera en ciencia positiva. El behaviorismo
de Watson no tiene salida, con el pretexto del “behaviorismo no fisiológico”, retornan a nociones introspectivas o traducen en
términos de behavior (conducta) las nociones de la psicología clásica. El behaviorimo ha servido sólo para dar nueva forma a la

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ilusión de la objetividad.
Las ciencias de la naturaleza que tratan al hombre no agotan todo lo que podemos aprender de él. El término “vida” designa un
hecho biológico así como la vida propiamente humana, la vida dramática del hombre que presenta las características que
permiten que se estudie científicamente un dominio.
Es preciso fijar el sentido de la disolución de la psicología clásica, estudiando las tres tendencias que anuncian la nueva psicología:
1) La Gestalt negando el modo de obrar fundamental de la psicología clásica, consistente en deshacer la forma de las acciones

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humanas para intentar reconstruir después la totalidad, partiendo de elementos sin significación y amorfos.
2) El behaviorismo de Watson reconociendo el fracaso de la psicología clásica y aportando, con la idea de behavior, una
definición concreta del hecho psicológico, más allá de la interpretación final.
3) La más importante de estas tendencias es el psicoanálisis que muestra la nueva psicología tanto en vida como en acción.
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Pero al mismo tiempo que la verdad, las tres tendencias encierran todavía el error bajo tres aspectos diferentes:
1) La Gestalt se entrega a construcciones teóricas y no parece poder liberarse de las preocupaciones de la psicología clásica.
2) El behaviorismo cae de nuevo en la fisiología, la biología y la introspección.
3) El psicoanálisis alimenta un romanticismo sin interés y especulaciones que sólo resuelven problemas anticuados.
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Hemos vislumbrado la nueva psicología reflexionando sobre el psicoanálisis; sólo él puede procurarnos la visión de la verdadera
psicología, porque sólo él es ya una de sus encarnaciones. Por otra parte, los partidarios no ven en el psicoanálisis más que libido
e inconciente; esta imagen que dan, clásica ya, encaja con los deseos de la psicología clásica. El psicoanálisis simplemente se
convierte en progreso en el interior de la psicología clásica. Pero de hecho, no hay evolución, sino revolución; lejos de enriquecer
a la psicología clásica, demuestra su derrota. Lo mejor que puede hacerse es estudiar la teoría del sueño; el mismo Freud dice
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que el psicoanálisis reposa sobre la teoría del sueño y ésta representa la parte más acabada de esta joven ciencia.

Descubrimientos psicológicos en el psicoanálisis y la orientación hacia lo concreto.


Lo característico en una ciencia es cierta sabiduría sobre una materia determinada. No puede haber ciencia fecunda donde no


existan los caracteres de sabiduría y eficacia. Pero el psicólogo no sabe nada, sólo se alimenta de esperanzas e ilusiones. En
cambio, a través del psicoanálisis, el psicólogo puede adquirir verdadera sabiduría. Es la primera vez que la psicología rebasa el
plano del lenguaje para alcanzar algo del misterio que encierra su objeto de estudio. Es la primera vez que el psicólogo sabe.
Freud otorga al sueño un sentido, no lo postula como una formación psíquica regular o un pensamiento, sino como un fenómeno
que, a pesar de su periodicidad regular, representa una estructura particular, es un hecho psicológico porque posee mecanismo
propio. Con esta hipótesis, sale de los límites de la psicología clásica rompiendo con ella.
La teoría orgánica considera al sueño desde un punto de vista formal, porque no atiende a su individualidad dada por el sentido;
y desde un punto de vista abstracto, porque lo ve como un conjunto de imágenes proyectadas sobre una pantalla, suponiendo
causas mecánicas. Así, se concibe al sueño no como hecho por el sujeto, sino como producido por causas impersonales: el
método de la tercera persona. La abstracción elimina al sujeto concreto que lo sueña, y el sueño queda suspendido en el vacío.
Procede como la psicología clásica, que inquiere procesos autónomos, descritos en términos de mecanismo y no como acciones
en primera persona.
El carácter más evidente de los hechos psicológicos es el de ser en primera persona, alude a un Yo, y deben estudiarse en función
de un sujeto. Por lo tanto, si estudiamos una lámpara, puede ser el punto de partida de dos órdenes diferentes de

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investigaciones: el físico y el psicológico. En sí misma, no pertenece ni a uno ni a otro. La pertenencia a uno de ellos depende del
modo en que se la concibe. La psicología, lo mismo que la física, debe hacer sufrir a los hechos que estudia una transformación
conveniente, según su punto de vista. Sólo esta transformación puede dotar a los hechos de aquella originalidad sin la cual una
ciencia especial no tiene razón alguna para intervenir.
Entre la física, ciencia de la tercera persona, y la psicología, ciencia de la primera persona, no existe lugar para una tercera ciencia
que estudie los hechos de la primera persona en tercera persona. Y la psicología clásica quisiera ser esa ciencia a través del
realismo: pretende abordar un mundo espiritual, pero paralelo al mundo físico y que no requiere procedimientos especiales. Así
sólo elabora mitos; toda teoría fundada sobre este procedimiento no puede ser más que una simple y pura fabulación.
Los psicólogos quieren admitir en el hombre una totalidad funcional que, cualquiera sea su grado de complejidad, no es un acto
ni supone un sujeto, sino un simple centro funcional, pues con elementos impersonales no podemos constituir un hecho personal
como acto. Las nociones de la psicología no pueden considerarse aspectos de un acto individual, porque no pertenecen al mismo
plano que el “yo”. Sólo en este plano, sin salirse de él, se pondrá de manifiesto la pertenencia de los hechos psicológicos al Yo: los

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hechos psicológicos deben ser homogéneos al Yo.
Si la psicología tiene razón de ser, es como ciencia empírica, de modo que el yo de la psicología debe ser el individuo particular. El
acto del individuo concreto es la vida singular del individuo singular, es decir, la vida en el sentido dramático del yo. Los hechos
psicológicos deberán ser segmentos de la vida del individuo particular. Lo que el sujeto vive son acontecimientos.
El individuo concertó es algo especial, mientras que en el drama abstracto los verdaderos figurantes son impersonales. La
psicología clásica busca reemplazar el drama personal por uno impersonal, el drama cuyo autor es el individuo concreto, que es

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una realidad, por un drama cuyo figurante son criaturas mitológicas. Al contrario, la psicología concreta no admite la sustitución.
Su método no será la observación pura y simple, sino la interpretación. Y el psicoanálisis se orienta precisamente en esta
dirección.
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Unidad 5: Psicoanálisis y psicología en Francia.
Condiciones filosóficas, médico-psiquiátricas e intelectuales de la recepción del freudismo. El inconciente “a la francesa”. Pierre
Janet y su crítica al psicoanálisis. Henry Ey y L’Evolution Psychiatrique. La implantación literaria. El surrealismo: Breton y Freud.
Jacques Lacan en los años ’30 y ’40. Daniel Lagache: la entrada del psicoanálisis n la universidad en el marco de la supuesta
unidad de la psicología.
LLAA

PIERRE JANET. EL PSICO-ANÁLISIS.


Janet realiza un aquí un crítica al psicoanálisis, sobre todo a Freud y a Jung. La particularidad del psicoanálisis en Francia es que
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no entró de la mano de la medicina o de la psiquiatría, como ocurrió en EEUU. Y dado que éstos eran campos muy desarrollados
encabezados por prestigiosos nombres, el psicoanálisis parecía ser una ciencia de segunda mano.
El psicoanálisis se presenta como un punto de vista nuevo, una revolución en la ciencia psicológica, que otorga un rol a la
sexualidad, en el psiquismo y en las neurosis, cada vez más amplio pero, para Janet, también menos específico. Así, la sexualidad
explicaría gran parte de la vida de los sujetos: el arte, las equivocaciones, las enfermedades, etc.


Janet se propone como objetivo buscar, en ciertos puntos, lo que hay de característico y de nuevo en dichos estudios para
discutirlos y elegir (con conocimiento de causa) entre la nueva y la vieja psicología.
Según este autor, los estudios de Freud y de Jung no tenían nada de revolucionario: se esforzaban en aplicar el análisis
psicológico (con sus antiguos métodos de observación y de inducción) a diversos síntomas patológicos. Dado que de allí surge el
psicoanálisis, el trabajo busca establecer en qué difiere éste del análisis psicológico, y partirá de tres problemas: 1. los recuerdos
traumáticos en las neurosis; 2. el papel de esos recuerdos; y 3. el carácter moral de los mismos.
El psicoanálisis toma a la "vida sexual" en un sentido más extenso y moral que el conocido vulgarmente. Todas las emociones
tiernas y afectuosas deben considerarse como parte de la vida sexual pues son su fuente en la impulsión sexual primitiva. De
ésta y otras referencias, Janet deduce que las palabras y frases usadas por los psicoanalistas, como instintos sexuales, deseos
genitales, apetito del coito, libido, etc., designan simplemente el "arrojo vital" de lo metafísicos.
Este autor y muchos autores protestarán contra esta extensión indefinida de los términos y Janet, pues cree que del mismo
modo se puede generalizar cualquier cosa, de modo que si las neurosis eran antes puras sugestiones, más adelante serán
perturbaciones del sentido moral o del sentido artístico. Pero para Janet no basta con nombrar lo que se supone la causa de la

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cura, sino que debe explicarse el determinismo que encadena esos fenómenos y probar que es tal o cual cosa lo que ha
determinado la cura, pues es difícil eliminar las demás influencias que pudieran modificar la enfermedad.
El psicoanálisis parece utilizar dos formas de tratamiento. (1) Una es la que aconseja al enfermo un coito normal y regular,
usando el preservativo ideal que Freud le reclama a la ciencia ya que, en la época, para evitar el embarazo, recurrían al coito
interruptus; método que, se presuponía, llevaba a la neurosis por no permitir la adecuada liberación de la carga libidinal. (2) El
otro consiste en generalizar un procedimiento aplicado antes por Janet en sus estudios: buscar, en ciertos casos de histeria, el
recuerdo traumático, aparentemente olvidado y refugiado en la subconsciencia y transportar al sujeto a expresarlo, poniéndolo
ante la situación a la que no había podido adaptarse. El rol del médico no es sólo descubrir tal situación, sino también ayudar al
sujeto a adaptarse a ella y liquidarla de cualquier modo.
Según Janet, el psicoanálisis simplifica mucho las cosas. Otorga mucha más importancia al descubrimiento del recuerdo, que
según sus enseñanzas debe ser de orden sexual, y ello debe bastar: el enfermo está curado cuando ha vuelto a tener conciencia
de la perturbación sexual ocurrida en su infancia y rechazada al subconsciente. El autor plantea una conjetura a esta perspectiva:

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muchas personas han tenido relaciones sexuales satisfactorias y normales y, sin embargo, padecen perturbaciones neuropáticas
graves. Por ello, Janet desconfía del primer procedimiento del psicoanálisis.
Volver conciente los recuerdos sexuales rechazados será el segundo procedimiento del tratamiento psicoanalítico. Pero muchos
autores han hecho conjeturas análogas a las previas sobre el mismo.
El psicoanálisis no sólo generaliza todo demasiado, sino que todos sus términos tienen un doble sentido, perjudicando su
interpretación. La ciencia actual y práctica debe tomar las ideas y las palabras como figura en el pensar de su época. No deben

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aplicarse a observaciones médicas las concepciones filosóficas y que los mismos filósofos no desean adoptar. El psicoanálisis es
ante todo una filosofía interesante que desgraciadamente quiere ser una ciencia médica y pretende aplicarse al diagnóstico y al
tratamiento de los enfermos. Aquí sitúa Janet el origen de todas las dificultades y errores.
La neurología y la psiquiatría necesita de otra clase de estudios y la psicología no debiera presentarse a los médicos mientras no
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renuncie a las ambiciones desmesuradas y no se limite a reducir la conducta y las actitudes de los enfermos, por medio de
términos precisos y bien definidos, relacionando todos los hechos por un determinismo riguroso.
Janet considera que el psicoanálisis no tardará en desaparecer, pero dejará preciosas observaciones que ha ayudado a recoger
sobre la neurosis, el contenido de diversos delirios, la evolución del pensamiento en la infancia, variedades de sentimientos
sexuales, etc. Se olvidarán las generalizaciones exageradas y los simbolismos aventurados, y con el tiempo sólo se recordará que
el psicoanálisis ha prestado grandes servicios al análisis psicológico.
LLAA

DANIEL LAGACHE. LA UNIDAD DE LA PSICOLOGÍA. PSICOLOGÍA EXPERIMENTAL Y PSICOLOGÍA CLÍNICA.


Así como no hay varias físicas o químicas, Lagache considera que no debería haber más de una sola psicología. Pero "las
psicologías" son múltiples, y ello prueba que esta ciencia está aún muy atrasada. Por eso el proyecto que emprende se dirige
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hacia la unidad de la psicología. Tomará ciertas actitudes dominantes que durante 1930 y 1940 influyeron en esa multiplicidad,
sobre todo las preocupaciones epistemológicas y doctrinales de los psicólogos que intentaban reflexionar sobre su ciencia.
Encuentra así al naturalismo y al humanismo, a los que contrastará en sus características.
▪ Respecto a los hechos psicológicos, el naturalismo tiende a eliminar la conciencia y a cosificarlos, como en el conductismo
watsoniano, donde el objeto de la psicología es la conducta en lo que presenta como exterior y material. El humanismo, más


tradicional, admite que los hechos psicológicos son “conciencias”, “vivencias” o “expresiones”.
▪ En la relación entre el todo y las partes, el naturalismo afirma la anterioridad de los elementos y de las leyes naturales; por
ejemplo, muchos consideran el “reflejo condicionado” como una conducta simple y elemental, el hábito sería un
encadenamiento de ellos, y la personalidad, un sistema de hábitos. Según el humanismo, el todo es anterior a las partes y no
podría volver a componerse a partir de sus elementos; todo hecho psicológico sólo puede aislarse de modo artificial del conjunto
de las relaciones entre el organismo y el medio. En esta corriente se ubicaría la Gestalt.
▪ En cuanto a la inteligibilidad de los hechos psicológicos, los naturalistas construyen leyes análogas a las de la naturaleza, y se
expresan mediante relaciones cuantitativas que permitan “explicar” los fenómenos, reducirlos a componentes más simples y de
número limitado, como por ejemplo, las leyes del aprendizaje. Los humanistas, en cambio, se basan en tipos o relaciones ideales,
síntesis limitadas que sirven para “comprender” más que para explicar; por tanto, requiere un método cualitativo, intuitivo,
artístico.
▪ En el modo de concebir el sustrato de la vida psíquica, el naturalismo basado en los datos materiales objetivamente
comprobados, no admite ningún substrato que no sea orgánico. El humanismo, al contrario, explora las “capas profundas” del
psiquismo, al “inconsciente”, a la “psicología en profundidad”.

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▪ Por último, con respecto a la finalidad y los valores, la psicología naturalista los rechaza en razón de sus implicaciones
subjetivas, mientras la psicología humanista señala su importancia: la psicología ha de ser “funcional”, la adaptación es el
problema central de la biología y la psicología; el mundo del ser viviente es siempre un mundo de valores.
Dado que el humanismo constituye una reacción al naturalismo, para Lagache no se trata de posiciones irreductibles; tanto el
choque como las zonas comunes entre ambas corresponden a un momento en la historia de las ideas, a un movimiento
dialéctico en el esfuerzo por la búsqueda de la verdad. Puede pensarse entonces el psicólogo se halla en una situación abierta,
en un conflicto vías de superación, y no en una situación cerrada.
Hay dos grandes formas de abordar los problemas psicológicos, que coincide con los métodos de ambas posturas: si el
naturalismo usa el método experimental, el humanismo emplea el método clínico.
Es indudable que la psicología experimental se halla en mejor posición para asegurar la unidad de la psicología y su integración
con las demás ciencias. Sólo una psicología comparativa puede ser general: la comparación con los animales permite

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comprender mejor a los hombres. Se introduce así un rigor comparable al de las ciencias naturales. Sin embargo, las limitaciones
del método experimental se plantean al estudiar las conductas humanas, pues son situaciones que sólo pueden repetirse
difícilmente o bien son imposibles. Además, por razones morales o técnicas, sólo pueden controlarse artificialmente.
En este sentido, se halla mejor posicionada la psicología clínica. Ella pretende estudiar tanto las conductas adaptadas como las
inadaptadas, encarando la conducta en su propia perspectiva, detectando tan fielmente como pueda los modos de ser y de
reaccionar de un hombre concreto y completo frente a una situación dada; establecer su sentido, la estructura y la génesis,
descubrir los conflictos que la motivan y los pasos que tienden a resolverlos.

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Mientras el experimentalismo crea una situación y controla artificialmente todos sus factores modificando sólo un factor por
vez, para estudiar las variaciones relativas de las respuestas abstrayendo el conjunto; el clínico, al no poder ni crear ni controlar
la situación, se esfuerza en prevenirla, ubicando los factores que le interesan en el conjunto de sus condiciones; de ahí la
búsqueda de una exploración exhaustiva. El experimentador y el clínico operan de dos modos diferentes para lograr un mismo
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objetivo: controlar las condiciones de la conducta. El primero excluye el conjunto de las condiciones y maneja una “variable
independiente”; el segundo reconstituye el conjunto de las condiciones. Así, la primera actitud lleva a una psicología de
tendencia atomística o “molecular”, y la segunda a una psicología totalizadora o “molar”; una a relaciones universales e
intemporales, y la otra a la historia de un caso.
Sin embargo, una idea completa de la psicología clínica incluye sus relaciones con la psicometría. Los tests resultan de un trabajo,
no sólo de medida y estadística, sino también de observación clínica. Los tests son necesarios para afirmar con certeza y
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precisión una ligera debilidad de la inteligencia que a veces pasa inadvertida; por lo que el test, para el clínico, no es un mero
instrumento de medida y verificación, sino también un reactivo, un revelador.
Sea psicométrico o clínico, el test no brinda más que un dato parcial. Corresponde a la clínica darle su ubicación y descubrir el
sentido de sus datos, su interpretación. El test aporta una respuesta a la cuestión planteada por la clínica, pero es ésta la que
despeja el sentido de esa respuesta. A pesar de las oposiciones, la clínica y la psicometría se complementan.
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¿Qué significa el conflicto entre experimentalistas y clínicos? En el plan de unificar la psicología, no puede corresponder más que
a un momento superado en la historia de la psicología. Pero era un conflicto inevitable.
No sólo la psicología experimental y la clínica se complementan, sino que convergen en el objeto de estudio, pues la psicología
es la ciencia de la conducta, entendida como el conjunto de las respuestas significativas mediante las cuales el ser viviente en
situación integra las tensiones que amenazan la unidad y el equilibrio del organismo. Con esta definición, Lagache complejiza la


noción de Janet, que incluye el aspecto subjetivo y concibe la unidad del organismo. La oposición entre explicación naturalista y
comprensión psicológica se reduce a la distinción entre leyes abstractas y concretas.

UNIDAD 7: Psicología, psiquiatría y psicoanálisis: el surgimiento de la “salud mental”.


De la higiene mental a la “salud mental”. La psiquiatría de guerra y sus enseñanzas. Las ciencias médicas y las ciencias sociales: el
problema de la “adaptación” y el “cambio”. Neurosis y sociedad: la prevención y la comunidad. La psiquiatría inglesa y la guerra.
El psicoanálisis operativo y las técnicas grupales. Las experiencias argentinas.

DAGFAL Y VEZZETTI. PSICOLOGÍA, PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL.


PRESENTACIÓN

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Existe una pluralidad de desarrollos de la psicología, nacidos en el siglo XIX y con proyecciones hacia el XX. Uno de ellos, que se
sitúa en una expansión de la tradición clínica, incluye el recurso a los tests y establece una convergencia con las preocupaciones
por la higiene y la profilaxis social, en el marco de los problemas de la “población”. Hay varias cuestiones destacables:
a) En ese campo de problemas, la psicología va a intervenir después de la medicina y de la psiquiatría que desborda los límites de
la medicina. Esa relación de la psiquiatría con la sociedad (la familia, los grupos, las instituciones) se remontan a las relaciones
con la higiene pública y la “defensa social” contra los criminales y anormales, uniendo la psiquiatría y la criminología con el
aparato jurídico y penal.
b) El pasaje de la higiene mental a la salud mental mantiene y profundiza la intención de intervenir en la dimensión pública y
transformar las prácticas e instituciones; junto con ello surgen nuevos “agentes”. La psiquiatría abandona el asilo y se desplaza a
la sociedad, se reúne con la psicología y con algunos enfoques de las ciencias sociales. En ese nuevo campo se instala, siguiendo
una inspiración que venía de EEUU, una versión no ortodoxa del psicoanálisis, distanciada del diván y el contrato privado.

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Desde los años de 1930 y, claramente, en la segunda posguerra, se acentúa un giro en la relación de las disciplinas médicas con
los enfoques sobre la sociedad. Las ciencias sociales adquieren mayor importancia en detrimento del modelo biológico
positivista.
c) La guerra (en particular, la Segunda Guerra Mundial, 1939-1945) fue un gigantesco laboratorio de pruebas para ese cambio en
la teoría y en las prácticas de las disciplinas “psi”, porque la psiquiatría de guerra se enfrentó a un tipo de trastorno, la “neurosis
de combate”, que hace fracasar las viejas concepciones organicistas y exige considerar los aspectos reactivos y sociales de los
desórdenes subjetivos. Además, obliga a considerar una dimensión preventiva de los malestares y los trastornos, en la selección

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de los soldados, la capacitación y la gestión de las relaciones humanes y grupales, en la situación global.
Esa experiencia va a constituir el motivo mayor de la transformación del movimiento internacional de la higiene mental, cargada
todavía con los viejos motivos naturalistas, en una nueva formación que convierte a la salud mental en un objetivo de reforma
social y política de alcance mundial.
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d) Las enseñanzas de la psiquiatría de guerra van a ser aplicadas para edificar un nuevo dispositivo teórico y tecnológico aplicado
a los problemas de la vida social. En efecto, la guerra brindó la primera ocasión de aplicar recursos psiquiátricos,
psicoterapéuticos y grupales en gran escala a una población de sujetos comunes y corrientes, distintos de los asistidos en los
hospitales psiquiátricos. No sólo obligaba a considerar factores sociales y grupales en el surgimiento de los trastornos, sino que
cuestionaba la idea misma de “normalidad” mental. Por otra parte, esa transferencia de las enseñanzas de la guerra se fundaba
en un diagnóstico sobre el mundo contemporáneo: las “reacciones anormales” ante las situaciones traumáticas de la guerra no
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diferían demasiado de las que podían emerger en las condiciones de una sociedad que presentaba evidencias de crisis y
desajustes.
e) Finalmente, la psicología (y el psicoanálisis) tienen la oportunidad de implantación y desarrollo en ese marco proporcionado
por la salud mental y, más en general, por los problemas de la gestión de los sujetos en la dimensión individual y social.
Esa reorientación de la psiquiatría y del psicoanálisis llegaría a la Argentina. Enrique Pichon-Rivière sitúa en esa tradición una
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nueva enseñanza que busca reunir psicoanálisis, psiquiatría y ciencias sociales. José Bleger, discípulo de Pichon, mantiene una
relación con esa reorientación de la disciplina. En esa línea nace su proyecto de la psicohigiene, un programa para los psicólogos
que proponía una extensión de la profesión hacia el ámbito de las instituciones y la sociedad.


DE LA HIGIENE MENTAL A LA SALUD MENTAL


Durante 1900 en Estados Unidos, Clifford Beers, un joven empresario, sufrió una crisis desatada por la muerte de su hermano.
Luego de un intento de suicidio, fue internado en varias instituciones y sometido a tratamientos degradantes y humillantes.
Luego de recuperarse, en 1908, Beers publicó un libro autobiográfico que contaba los padecimientos sufridos, llamando la
atención del público sobre la necesidad de reformas radicales en el sistema de salud. Ese mismo año, Beers fundó la Sociedad de
Higiene Mental de Connecticut, marcando una internacionalización de un movimiento que luego la guerra interrumpió. Recién
iba a continuar en la posguerra, pero bajo otro signo.
El movimiento de la higiene mental se situaba en el cruce de las antiguas tradiciones de la higiene pública, la medicina mental y
la medicina social, atendiendo a las condiciones ambientales de la enfermedad. Erosionado el paradigma heredo-degenerativo,
las causas de la patología mental comenzaban a situarse del lado del medio. De este modo, para evitar su aparición, era
necesario apelar a medidas profilácticas de tipo inespecífico. Por otra parte, el higienismo mental no cuestionaba la existencia
del asilo; sólo limitaba sus indicaciones terapéuticas y abogaba por mejores condiciones de internación. La enfermedad mental
admitía entonces diferencias de grado dentro de un continuo que iba desde la salud hasta la locura, haciendo que las afecciones
menos importantes pudieran ser tratadas en forma ambulatoria. Este programa, que fue determinante en la modificación de

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antiguas prácticas, suscitó la oposición de la psiquiatría y la neurología tradicionales, que se aferraban a la causalidad orgánica y
a la solución asilar. En consecuencia, su aplicación no fue tan generalizada ni tan masiva como suele creerse.
Si bien la higiene mental rompía con las teorías hereditarias propias del siglo XIX, no dejaba de tener una concepción naturalista
de la enfermedad, basando su acción en premisas adaptativas que equiparaban el funcionamiento de la sociedad a la relación de
un organismo con su medio. El higienismo se emparentaba con la eugenesia 1 y con otras formas de darwinismo social 2,
empleando estrategias no coercitivas para el “mejoramiento de la raza”.
Luego de la segunda guerra mundial, el pasaje de la higiene mental al movimiento de la salud mental implicó toda una serie de
condiciones. Las intervenciones sobre la sociedad necesitaban un saber distinto del que había orientado el programa eugénico
de principios de siglo; la declinación del positivismo y el auge de las ciencias sociales aportaban un nuevo zócalo epistemológico,
alejado del naturalismo. En ese marco, el psicoanálisis proveía una matriz teórica que permitía articular los avatares de la
historia individual con un modelo de causación más propiamente social. La nueva época era reacia a las explicaciones
monocausales, de tipo lineal, y el freudismo, que había contribuido a la declinación de antiguos modelos explicativos, se

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aprestaba a reemplazarlos.

LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA PARA LA PSIQUIATRÍA NORTEAMERICANA


William Menninger, en 1925, junto con su padre y un hermano, fundaron en Kansas una clínica psiquiátrica que se convertiría en
el prototipo de la implantación del psicoanálisis en la psiquiatría norteamericana. Contra los antiguos métodos manicomiales, la
clínica Menninger proponía un tratamiento “ambiental” que, si bien no eliminaba la internación, pretendía abordar al paciente

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con un enfoque multidisciplinario. En los años ’30, luego de la visita de Menninger padre a Sigmund Freud, la clínica se
transformó en uno de los polos de recepción de analistas emigrados. Más tarde se transformó en el cuarto instituto de
formación analítica reconocido en Estados Unidos y luego en la escuela de psiquiatría más grande del mundo.
Después de la guerra, en 1946, William Menninger fue electo presidente de la APA y se opuso activamente a la separación entre
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psicoanálisis y psiquiatría que reclamaban los analistas más ortodoxos, que a su vez defendían el análisis profano. Menninger,
por el contrario, abogó durante su mandato por un psicoanálisis “a la americana”, medicalizado y de difusión masiva.
La psiquiatría se había atribuido el rol de liderar la reconstrucción moral de Estados Unidos, pero a partir de una visión
universalista. En efecto, esta generación de psiquiatras reformistas buscaba prevenir guerras futuras, liberando al mundo de
nacionalismos, comunitarismos y creencias religiosas estériles que dividían a los seres humanos y generaban conflictos. La paz
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sólo podía ser preservada a partir de la difusión de un humanismo laico, universalista y esclarecido.
En este marco, el texto El Papel De La Psiquiatría En El Mundo Actual de Menninger pone varias cuestiones de manifiesto:
1) Muestra en qué medida la guerra implicó para la psiquiatría una preocupación por aspectos sociales que antes no consideraba
como propios. El psiquiatra, otrora recluido en consultorios privados o en servicios hospitalarios, debió hacer frente a nuevos
desafíos y áreas de aplicación (selección, clasificación y ubicación del personal militar; prevención, readaptación y tratamiento).
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Estas tareas lo pusieron en contacto con una dimensión pública que antes le había sido ajena, y de la cual ya no podría
desligarse.
2) La guerra, interpretada como fenómeno patológico colectivo, evidenciaba que la sociedad misma no estaba “sana”,
observable también en el delito, la degradación de la institución familiar (divorcios, separaciones, baja tasa de natalidad, etc.) y
el alcoholismo. Este diagnóstico venía a cuestionar el carácter “natural” del concepto de adaptación. En todo caso, adaptarse a


una sociedad patógena era un signo de enfermedad y no de salud. Antes de pensar en el tratamiento de los individuos, era
necesario entonces tratar las “neurosis sociales”, por no decir la neurosis de la sociedad.
3) Si el mismo lazo social era fuente de enfermedad, había que “aprender” a vivir en comunidad de otra manera, corrigiendo los
“malos aprendizajes” que habían desembocado en la guerra. Ello requería educar a los educadores y formar a los formadores,
empezando por los padres. Pero también era necesaria una formación de líderes que incluyera maestros, referentes
comunitarios y religiosos, etc.
4) Este programa de reformas implicaba una clara dimensión moral, que apelaba a la responsabilidad colectiva. La psiquiatría
tenía ante esta situación una enorme responsabilidad, que compartía con el resto de la medicina, la psicología clínica y los
trabajadores sociales. De hecho, como la psiquiatría comenzaba a ser concebida como una disciplina médica y social al mismo
tiempo, le incumbía la responsabilidad ampliada de incorporar los conocimientos provenientes de las ciencias sociales.

1 La eugenesia es una filosofía social que defiende la mejora de los rasgos hereditarios humanos mediante diversas formas de intervención manipulada y métodos
selectivos de humanos. Su origen está muy arraigado al surgimiento del darwinismo social a fines del siglo XIX.
2 El darwinismo social propugna la idea de que la teoría de la evolución, basada en la supervivencia del más apto, de Darwin tiene aplicaciones sociales en

instituciones humanas.

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5) En ese contexto, el tratamiento de la enfermedad mental exigía una dimensión psicoterapéutica interdisciplinaria, en la que
una psiquiatría parcialmente “desmedicalizada” terminó confluyendo con una psicología que se tornaba cada vez más clínica. De
hecho, el inicio del auge de la psicología clínica, tal como la conocemos hoy, remite a esos años de posguerra, en los que
diferentes vertientes del psicoanálisis sirvieron de matriz teórica para la autonomización de una serie de prácticas curativas que,
hasta entonces, habían sido patrimonio exclusivo de los médicos.

LOS DEBATES DE POSGUERRA EN LA PSIQUIATRÍA EUROPEA: LOS GRUPOS Y LA DIMENSIÓN SOCIAL


Lacan fue seducido por un tiempo por los discursos anglo-norteamericanos vinculados con la salud mental. La recepción francesa
de estos discursos implicaba cierta admiración por un conjunto de disciplinas que habían ganado privilegio en aquellos países
que habían “liberado” a Francia. De ahí que Lacan las analizara en términos de moral, valor, virilidad, etc. En ese marco, los
intelectuales franceses fueron muy receptivos a las ideas que venían de EEUU y de Inglaterra. Lacan se asombraba de las

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novedades técnicas incorporadas por la psiquiatría inglesa y del punto hasta el que la utilización de “una ciencia psicológica aún
muy joven” –en la que incluía el psicoanálisis operatorio, los tests proyectivos y las psicoterapias de grupo– había servido para
“constituir desde la nada un ejército de escala nacional”. La admiración de Lacan era tan grande que encontraba allí “la
impresión del milagro de los primeros pasos freudianos”.
En el debate posterior, en la psiquiatría de izquierda, sobre todo en los grupos vinculados al comunismo, los discursos sobre la
salud mental comenzarían suscitando desconfianza hasta generar una oposición abierta, a medida que se profundizaba la guerra
fría. El psicoanálisis y las relaciones humanas eran la una nueva cara de la dominación cultural norteamericana, y por ende no

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era conciliable con el marxismo. Los psiquiatras vinculados a la fenomenología, como Henry Ey y Minkowski tampoco estaban
muy entusiasmados con esas innovaciones. Frente a la importancia de los factores sociales, defendían la “estructura mórbida
propia” de los trastornos mentales, sin admitir la “sociogénesis” de los fenómenos psicopatológicos. Temían que la psiquiatría
terminara perdiendo de vista la especificidad de su propio objeto.
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NIKOLAS ROSE: LA PSICOLOGÍA Y EL “GOBIERNO” DE LOS SUJETOS
Rose aporta un enfoque foucaulteano de la historia de la psicología, que aborda una etapa que el autor francés no consideró: el
siglo XX, que es el de la definitiva expansión e implantación de la psicología profesional. Su propósito es pasar de la “población”,
calculable estadísticamente, a la subjetividad, que requiere de otras nociones y técnicas. En particular, las formas del
autogobierno, autoinspección y confesión (las “técnicas del yo”), que se articulan con las tecnologías aplicadas a la subjetividad.
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El marco de los análisis de Rose son las sociedades occidentales centrales en el período dominado por las políticas liberales, en
particular en la segunda posguerra (1945-1950). Es el período de consolidación de un dispositivo que, a través del movimiento
de la salud mental, se extendió por el mundo y llegó a la Argentina hacia fines de los ‘50.
El autor destaca dos grandes áreas, nacidas de la experiencia de la segunda guerra mundial: las relaciones humanas y el grupo.
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Señala las innovaciones tecnológicas y su impacto sobre ámbitos de acción del dispositivo “psi” en la familia, el trabajo y la
sociedad en general. Destaca algunas diferencias entre las enseñanzas dejadas por la primera guerra mundial y la segunda.
La primera guerra mundial (1914-1918) fue la ocasión de una amplia utilización, por EEUU, de tests de inteligencia y aptitudes
para la selección y clasificación de soldados y oficiales, así como para ajustar los requerimientos de las tareas y las capacidades
de los individuos. El autor muestra que estas experiencias (relacionadas con los primeros desarrollos de la psicología industrial)


tuvieron un desarrollo mucho menor en Inglaterra.


En el análisis de Rose se destacan las enseñanzas de esa primera experiencia de psiquiatría de guerra y sus efectos en el período
de entreguerras, hacia los años treinta. Interesa, sobre todo, el modo como son retomadas durante la segunda guerra.
La segunda guerra va a significar, para Rose, la entrada de la subjetividad bajo otras formas, sobre todo, la “personalidad” y “los
grupos”. Por una parte, se mantienen y se hacen más eficaces los procedimientos “administrativos” en el reclutamiento,
selección y distribución de soldados y oficiales. Asimismo, surgen proyectos de capacitación y crece el trabajo de los psiquiatras.
El empleo de los tests se orienta a “metas positivas”: ajustar las capacidades del individuo a las exigencias del puesto. Por otra,
hay un desplazamiento del individuo a la organización y a la “psicología social”. El grupo es “descubierto” en las experiencias de
la guerra como una clave de la moral y la eficiencia; es el nexo entre el individuo y la “organización”. A partir de esas enseñanzas
puede consolidarse el proyecto de una psicología social como “ciencia de la administración” y un nuevo papel para la psiquiatría.
Respecto de la biopolítica estudiada en la Unidad II, es importante ver lo que cambia en la idea de “población” y de “vida”: del
peso de la biología y la herencia se pasa a la vida social y las relaciones humanas; correlativamente cambia la idea de la
adaptación que ahora se refiere no a un medio genérico sino al ajuste al grupo en términos de “solidaridad” e integración.

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MENNINGER. EL PAPEL DE LA PSIQUIATRÍA EN EL MUNDO ACTUAL. (1947)
El texto aborda punto de vista personal del autor sobre el papel que la psiquiatría podría o debería cumplir. Es la perspectiva de
alguien que confía en las contribuciones potenciales de la psiquiatría, al menos en el mundo occidental.
La psiquiatría es una ciencia médica, pero también es, por necesidad, una ciencia social. El psiquiatra, más que cualquier otro
médico, debe preocuparse por la situación social de sus pacientes, los antecedentes ambientales, la modificación de éste y de las
relaciones personales involucradas. El psiquiatra debe entonces interesarse en las unidades sociales -la familia, la comunidad, el
estado-. Por otra parte, la psiquiatría en el ejército tuvo que actuar, literalmente, en el campo, más que limitarse al tratamiento
en el hospital o el consultorio. La situación demandó sus servicios en la selección, la clasificación y la asignación de personas; en
la toma de medidas preventivas, así como también en instituciones correccionales y en criminología, así como en el tratamiento.

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A pesar de las lecciones aprendidas en la Primera Guerra Mundial y el gran incremento de conocimientos en los siguientes 25
años, los psiquiatras estaban poco preparados a comienzos de la Segunda Guerra Mundial, como lo habían estado en la primera,
pues estaba lejos de ser totalmente aceptada por las autoridades militares y por muchos médicos. No sólo carecían de presencia,
sino también de planes, de la carencia de voz en las altas esferas, de la incapacidad política necesaria para formular políticas
médicas, así como de un conocimiento verificado sobre métodos de selección, de asignación, tratamientos y, por sobre todo, de
prevención. Muchos psiquiatras no conocían siquiera las funciones o las contribuciones potenciales de los trabajadores sociales
psiquiátricos y los psicólogos clínicos. Finalmente, carecía completamente de aceptación y comprensión por parte del público
general. Durante gran parte de la guerra lucharon en todos los frentes, contra la ignorancia, los prejuicios y las ideas erróneas.

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Se consiguió atender el comando militar, en parte debido a las excesivas pérdidas que se produjeron en las fuerzas armadas a
causa de problemas de personalidad. Fueron convocados para explicar estas pérdidas y para tomar medidas para reducirlas. Fue
la necesidad la que obligó a ir mucho más allá del papel tradicional del psiquiatra de diagnóstico y tratamiento del enfermo.
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EL MUNDO ACTUAL
En la vida civil, el psiquiatra procura comprender y tratar reacciones anormales frente a situaciones normales. En la vida militar,
procura comprender y tratar reacciones normales frente a situaciones anormales. Uno podría preguntar seriamente si la
condición de nuestro mundo no coloca ahora a muchos psiquiatras, constantemente, en situaciones anormales ante las cuales se
responde con reacciones normales, aun cuando éstas son patológicas. Frente a un mundo tan turbulento uno podría
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legítimamente preguntarse ¿qué es una reacción normal?


Si se acerca el microscopio al mundo cercano al hogar encontramos evidencias de diferentes formas de inadaptación humana. El
estado actual de la familia ha sido descrito como en crisis, y a menos que la tendencia se revierta, se ha pronosticado que la
familia se desintegrará; el índice de crímenes batió records; los usos y las costumbres están cambiando: las relaciones extra-
maritales aumentaron significativamente, creció al alcoholismo, hay menos años de escolarización; el primer lugar entre las
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neurosis sociales lo ocupa el fenómeno de los prejuicios y la discriminación hacia las personas por su color o por su religión;
faltan viviendas adecuadas y atención a los veteranos de guerra; muchas personas resultan incapacitadas de forma permanente
a causa de accidentes; el sistema está lleno de corrupciones políticas y de mafias privadas; crecen las huelgas.
Seguramente estos problemas se pueden resolver y, formando un frente unido, la psiquiatría podría estudiar y ofrecer
soluciones constructivas, atacando activamente por fin las llamadas neurosis sociales. En tanto grupo de científicos expertos que


se interesan y preocupan por la manera en que los hombres piensan, sienten y se comportan, estas enfermedades sociales
deberían ser principales preocupaciones de la psiquiatría.
EL PAPEL DE LA PSIQUIATRÍA TAL COMO SE PRESENTA EN LA ACTUALIDAD
Muy aproximadamente, para ésta época, Menninger señala que sólo una décima parte de las necesidades de personal en
psicología clínica y trabajo social psiquiátrico están cubiertas, mientras que la proporción es aún menor en enfermería
psiquiátrica. A pesar de las asombrosas cifras de incidencia de las enfermedades emocionales, las escuelas médicas asignan un 4
% del total de horas curriculares a la enseñanza de la psiquiatría. En ninguna escuela médica es considerada como una materia
básica. La psiquiatría ha dado pasos vacilantes en el área de la salud pública. En muy pocos Estados existen esfuerzos directos
tendientes a la prevención de la enfermedad mental.
Además, la psiquiatría debería clarificar los conceptos sobre las entidades psiquiátricas clínicas para contar así con una mejor
comprensión de su nomenclatura diagnóstica. Todo esto contribuye al malentendido, al no tener un conocimiento suficiente
sobre el que llegar a un acuerdo.

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La psiquiatría ha incursionado algo en el campo de la educación académica. Existe un número creciente de universidades y
escuelas que proporcionan cursos de higiene mental a sus alumnos. Sin embargo, el número de instituciones con tal servicio
todavía representa una pequeña minoría sobre el total.

EL PAPEL DE LA PSIQUIATRÍA EN EL FUTURO


Cuando analizamos la situación de la psiquiatría en la actualidad encontramos una marcada carencia de personal capacitado. Se
carece de conocimiento verificado y se ha prestado mínima atención y estudio a los problemas sociales o sus soluciones posibles.
Por la fuerza de las circunstancias, los psiquiatras han estado tan ocupados intentando atender pacientes, que no han
considerado medidas preventivas. Son estos mismos factores los que han limitado su presencia en la práctica general de la
medicina.
La necesidad mayor e inmediata es la de personal entrenado. Una buena capacitación debe asentarse sobre una base amplia.

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Además del conocimiento sobre la estructura y funcionamiento de la personalidad, debería proveer al psiquiatra de
conocimiento sobre sus colegas en el trabajo social, la psicología, la enfermería, la terapia ocupacional, y cómo usar las
habilidades de sus colegas. Debería proporcionar alguna información relativa a las relaciones de la psiquiatría con nuestro
mundo –religión, política, literatura, arte. Debería, ciertamente, introducir al estudiante en los problemas y cuestiones sociales
del momento.
Otra necesidad primordial es la de una profunda ampliación del cuerpo de conocimientos verificados. Se conoce muy poco sobre
la personalidad “normal”, por qué es o no es normal. No se puede definir adecuadamente una psiconeurosis. Hasta este

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momento todo el campo de la psiquiatría cuenta con un número lastimosamente pequeño de investigadores de tiempo
completo.
Existen varias áreas en este campo que necesitan ser considerablemente perfeccionadas mediante el desarrollo de métodos de
tratamiento más cortos y más efectivos. También es necesario reflexionar sobre la psicoterapia, área en crisis que la psiquiatría
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comparte con toda la medicina, y quizás recurrente, para proporcionar el mejor cuidado médico a los veteranos. Para satisfacer
la gran necesidad de tratamiento, debe priorizarse la integración de la psiquiatría con el resto de la medicina, particularmente en
la currícula de la escuela de medicina.
Uno de los papeles esenciales de la psiquiatría debe descansar en el campo de la prevención de la enfermedad mental. Si sólo se
dedicara al tratamiento, es inconcebible que pueda alguna vez cumplir con la primera obligación.
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Las lecciones extraídas de la psiquiatría preventiva en el ejército enfatizaron tres factores capitales en el mantenimiento de la
salud mental: 1) el primero y más importante, fue que la calidad del liderazgo era una causa de, o prevenía, la enfermedad
mental; 2) el desarrollo de una identificación con un grupo, que provocaba un sentimiento de orgullo y seguridad; y 3) la
satisfacción junto a una unidad de propósitos, era extremadamente importante para la salud mental.
La psiquiatría preventiva debe preocuparse por la causa y alivio de la enfermedad mental, encontrar la manera de reducir los
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numerosos síntomas de las enfermedades sociales (delincuencia, crimen, divorcio, analfabetismo, deficiencia mental), y
preocuparse por el desempleo forzoso, los prejuicios, la discriminación, las huelgas y los accidentes. También debería
proporcionar a la persona “media” información psiquiátrica que pueda aplicar a sus propios problemas, brindarle una mejor
comprensión de su propia salud mental y enseñarle cómo fortalecerla y mejorarla. La psiquiatría en Estados Unidos debe
internacionalizarse en sus intereses y trabajar con psiquiatras del exterior.


La intención de Menninger ha sido dirigir ampliar el horizonte de la psiquiatría, contribuir a la comprensión y a la terapéutica de
los problemas de infelicidad e inadaptación que existen en el mundo. Para hacerlo, debes aumentar el personal capacitado,
extender las fronteras de conocimiento, cristalizar metas, y desarrollar más su habilidad política y médica como para que sus
hallazgos y recomendaciones puedan ser presentados a los líderes de la alta administración.
UNIDAD 8: El psicoanálisis en Francia en los años ‘50 y ’60.
Jacques Lacan y el declamado “retorno” a Freud. El psicoanálisis en la configuración estructuralista. La creación de la Sociedad
Francesa de Psicoanálisis y la “década de oro”, de 1953 a 1963. El Coloquio de Bonneval de 1960 y sus consecuencias. Jean
Laplanche y la tesis del realismo del inconciente. La escisión de 1969: el “Cuarto Grupo”; Piera Aulagnier y la Revista Topique: el
debate sobre las sociedades de psicoanalistas. “Ni sin Lacan ni sólo Lacan”.

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DAGFAL. EL ENCUENTRO DE LACAN CON LÉVI-STRAUSS: DEL PODER DE LA IMAGEN A LA EFICACIA DEL
SÍMBOLO.
INTRODUCCIÓN
Abordar la influencia de Lévi-Strauss en el psicoanálisis a partir de la cuestión del sujeto parece paradójico, en la medida en que
este autor es conocido por ser el principal promotor del estructuralismo francés, un movimiento intelectual que, generalmente,
se identifica con la destitución del sujeto que la fenomenología existencial había puesto en relieve.
En francés, el término sujet tiene a la vez una acepción activa, como agente que sirve, por ejemplo, para dar cuenta del sujeto
libre y autónomo colocado en el centro de la escena por la fenomenología existencial; y otra acepción pasiva, que en castellano
se acerca a la palabra “súbdito”. Es este último sentido el que conviene al estructuralismo en general y al psicoanálisis en
particular, ya que da cuenta de un sujeto descentrado e incluso sujetado. Un sujeto-súbdito que, ya desde Freud, no siquiera es
amo de su propia morada. De todos modos, el concepto de sujeto en tanto tal, estaba ausente de la obra freudiana, por lo que

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habría que ver cuáles fueron las vías por la que hizo su ingreso en el psicoanálisis francés.
Lacan, a principio de los ’50, se apoyó explícitamente en los escritos de Lévi-Strauss para realizar su mentado “retorno a Freud”.
Esa operación se efectuó al amparo del estructuralismo, pero poniendo de relieve el “sujeto del inconciente”. Lacan dijo: “En una
charla que tuvimos recién, el Sr. Quine me preguntó qué le debía a Claude Lévi-Strauss. Le debo mucho, si no todo. Lo cual no
impide que tenga de la estructura una noción muy distinta de la suya.”
Las concepciones lacanianas del sujeto previas al “giro estructuralista”, estaban muy ligadas a la fenomenología y a lo que más

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tarde llamará el “registro imaginario”. Luego, esta pregnancia de la imagen fue reemplazada y resignificada por una primacía del
orden simbólico, diferenciando en este respecto lo que Lacan tomó de Lévi-Strauss de los aspectos en los que, ya en ese
momento, se diferenció de su concepción de la estructura.
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LAS PRIMERAS CONCEPCIONES DEL SUJETO EN LACAN
En agosto de 1936, Lacan expuso “El estadio del espejo”, que él definía en ese momento como una “teoría de un momento
estructural y genético de la constitución de la realidad, concebido en relación con la experiencia y la doctrina psicoanalítica”. Por
un lado, se apoyaba en Henri Wallon, quien había concebido la “prueba del espejo”, según la cual un niño pequeño aprende
progresivamente a distinguir su propio cuerpo de la imagen e implicaba una comprensión simbólica, que se lograba a partir de
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una operación dialéctica. Era el resultado de un pasaje de lo especular a lo imaginario y de lo imaginario a lo simbólico.
En esa época, el joven Lacan estaba particularmente atravesado por las enseñanzas de Kojève, un filósofo ruso que había
iniciado a buena parte de esa generación en la obra de Hegel, pero desde una perspectiva marxista y heideggeriana. Así, la
Fenomenología del espíritu destacaba la dialéctica del amo y el esclavo, la lucha a muerte por puro prestigio, la conciencia de sí y
el deseo de reconocimiento. Ese “retorno” de Kojève a Hegel, anunciaba otros retornos.
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De Kojève surge la necesidad de reemplazar el “yo pienso” cartesiano por el “yo deseo” hegeliano, así como separar entre un
sujeto capaz de pensar y desear (el yo como je) de una instancia ilusoria y alienante (el yo como moi), que expresa la tensión
agresiva de una conciencia que sólo puede constituirse en una relación de reconocimiento con otra conciencia. Lo cierto es que,
con este bagaje, ya en la primera versión del estadio del espejo, de 1936, Lacan operaba une relectura de la teoría freudiana del
narcisismo a partir de una idea hegeliano-kojéviana del sujeto, en la que el deseo de reconocimiento se articulaba con la


revelación del ser y su verdad. Está dialéctica, en la que el yo quedaba escindido entre un je y un moi.
Apenas dos años después, en 1938, Lacan resumiría esta concepción del estadio del espejo en su artículo sobre los complejos
familiares. Echaba mano a una perspectiva que articulaba las imagos (representaciones inconscientes) con los complejos
(organizadores del desarrollo psíquico, cuyos elementos fundamentales eran las imagos). Con mucha osadía, Lacan planteaba
que era necesario invertir la lógica de Freud, quien había tratado de explicar los complejos por las pulsiones, cuando en realidad
había que explicar las pulsiones por los complejos. Más aún, rechazaba el concepto freudiano de pulsión de muerte, al que
calificaba de biologicista, y lo reemplazaba por la nostalgia de la imago materna, interpretando la tendencia a volver a su seno
como una forma de abandonarse a la muerte.
Lacan consideraba que la estructuración del sujeto se daba en tres fases sucesivas que correspondían a tres complejos
diferentes:
1) Complejo del destete, dominado por una imago materna que debía ser sublimada, ya que resultaba mortífera;
2) Complejo de intrusión o complejo fraternal, comandado por a imagen especular del doble, en particular, del hermano. En
medio de esta discordancia, la identificación a la imagen permitía la “intrusión narcisística” de una cierta unidad en las
tendencias, contribuyendo a la formación del yo (moi).

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3) Complejo de Edipo, organizado en torno a la imago paterna, que Lacan situaba a partir de los tres años y que pone un límite a
la rivalidad fraterna, permitiendo el acceso a la simbolización del objeto y a la socialización. Sin embargo, el padre del que se
trata aquí no es el padre freudiano, encarnación de la ley y la autoridad, sino un padre devaluado por el pasaje de la familia
patriarcal a la familia conyugal, según una lectura que de Durkheim hace Lacan. Más aún, Lacan aportaba un cierto relativismo
cultural que hacía que el complejo de Edipo ya no fuera universal, sino que dependiera de contingencias socio-históricas, e
incluso del lugar reservado al padre dentro de cada grupo familiar.
Es muy probable que éste haya sido el momento de mayor alejamiento entre el joven Lacan, que acababa de completar su
análisis didáctico, y Freud, que se aprestaba a huir de Viena para morir en Londres el año siguiente.

LÉVI-STRAUSS Y LA INTRODUCCIÓN DE LA EFICACIA SIMBÓLICA


Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Lévi-Strauss se había exiliado en Nueva York. Allí entabló una amistad con el lingüista

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ruso Jakobson, quien iba a ser determinante para su futuro intelectual. Hasta ese momento, según su propio testimonio, “Hacía
estructuralismo sin saberlo. Jakobson me reveló la existencia de un cuerpo de doctrina ya constituido dentro de una disciplina: la
lingüística, que yo nunca había practicado. Para mí, fue una iluminación”.
Desde esta perspectiva, Lévi-Strauss había comenzado a redactar Las estructuras elementales del parentesco. Allí afirmaba que
la prohibición del incesto, como regla universal, implicaba un punto de pasaje entre dos órdenes radicalmente diversos: el de la
naturaleza y el de la cultura. Al mismo tiempo, esa prohibición –que regulaba las leyes de la alianza y ordenaba las estructuras
del parentesco– servía de fundamento al intercambio social, al hacer posible la circulación de mujeres y bienes (Lacan iba a

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extraer de allí múltiples consecuencias).
En 1949, Lévi-Strauss publicó dos artículos en los que se refería al psicoanálisis. En ambos trabajos, trataba de dar cuenta de los
efectos observables de la magia de los chamanes, que comparaba con los resultados obtenidos por los psicoanalistas, a la luz de
un mismo concepto: la eficacia simbólica. El resultado se producía porque, por medio de la palabra, se reactivaba una
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experiencia capaz de desbloquear un conflicto que tenía la estructura de un mito individual (como en la neurosis) o social (como
en las creencias que permitían la curación de la parturienta).
La eficacia simbólica, en definitiva, era posible por leyes de estructura que Lévi-Strauss consideraba intemporales. Finalmente,
por esta vía, llegaba a la definición de un inconciente totalmente vaciado de contenidos: “El inconciente se reduce a un término
por el cual designamos una función: la función simbólica, específicamente humana, sin duda, pero que en todos los hombres se
ejerce según las mismas leyes; que se reduce, de hecho, al conjunto de estas leyes.”
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LA EFICACIA SIMBÓLICA SEGÚN LACAN


En junio de 1953, Lacan abandonó la Sociedad Psicoanalítica de París siguiendo a Daniel Lagache, Françoise Dolto y otros
analistas que terminaron fundado la Sociedad Francesa de Psicoanálisis. Un mes después, en la conferencia “Lo Simbólico, lo
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Imaginario y lo Real”, Lacan presentó los tres registros que, en lo sucesivo, iban a guiar su enseñanza. Al mismo tiempo, hizo
alusión, por primera vez, al “retorno a Freud”. También enunció allí, por primera vez, la idea de que en el síntoma se expresaba
“algo estructurado y organizado como un lenguaje” y la noción de que “el nombre del padre crea la función del padre”.
Finalmente, basándose en las estructuras elementales del parentesco, definía la palabra a la vez como mediadora y como
constitutiva de la realidad. Iba a definir el nombre del padre como “soporte de la función simbólica”.


Entre 1951 y 1957, Lacan se valió de Lévi-Strauss para reexaminar los grandes historiales de Freud. Sin embargo, el inconciente
estructural de Lévi-Strauss no era equivalente al sujeto del inconsciente de Lacan. En la concepción lacaniana del sujeto, al lado
de la determinación por la estructura, subsistía una impronta filosófica que iba de Hegel a Heiddegger. Por eso, más allá de la
consabida articulación entre lo Simbólico, lo Imaginario y lo Real, nunca dejaba de perfilarse un cuarto elemento subjetivo, que
articulaba el inconsciente con la muerte, el ser y la verdad, además del deseo y su realidad sexual.

UNIDAD 9: La profesionalización de la psicología en la Argentina y la recepción del pensamiento francés.


La creación de las carreras. El relegamiento de la psicología llamada científica. La “clinicización” de la psicología y la
“desmedicalización” del psicoanálisis. La entrada del psicoanálisis en las carreras. Los debates en el campo médico por el
ejercicio de las psicoterapias. La recepción de la “tradición conductual francesa”. La “psicología de la conducta”, de Enrique
Pichon-Rivière a José Bleger.

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ENRIQUE PICHÓN-RIVIÈRE. TÉCNICA DE LOS GRUPOS OPERATIVOS.
La tarea que se propone el psicólogo social al planificar y realizar cada indagación es descubrir cierto tipo de interacciones que
entorpecen el desarrollo pleno de la existencia humana así como los factores que lo favorecen.
El psicólogo social aborda cuestiones fundamentales y, al indagar en individuos y en grupos, debe evitar conductas de huida así
como influenciarse con opiniones corrientes de su medio inmediato. Por otro lado, debe saber que está incluido, comprometido,
en el terreno mismo de sus indagaciones, y que al operar produce de cualquier manera un impacto determinado. La posibilidad
de realizar su trabajo depende en gran medida de un clima particular, que se puede preparar o condicionar por medio de técnicas
de planificación, transformando esta situación en el campo propicio para la indagación activa.
El punto de partida de nuestras investigaciones sobre los grupos operativos arranca de la Experiencia Rosario (realizada en 1958).

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En esta experiencia de laboratorio social, o de trabajo en una comunidad, se emplearon ciertas técnicas y su fin era aplicar una
didáctica interdisciplinaria, de carácter acumulativo, utilizando métodos de indagación de la acción o indagación operativa.
La didáctica interdisciplinaria se basa en la preexistencia en cada uno de nosotros de un esquema referencial (conjunto de
experiencias, conocimientos y afectos con los que el individuo piensa y hace) y que adquiere unidad a través del trabajo en
grupo, promoviendo a la vez, en ese grupo o comunidad, un esquema referencial operativo sustentado en el común
denominador de los esquemas previos. En la didáctica interdisciplinaria se cumplen funciones de educar, de despertar interés,
instruir y transmitir conocimientos, pero mediante una técnica de economía del trabajo de aprendizaje. También propicia la

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creación de departamentos, donde los estudiantes de las distintas facultades concurren a estudiar ciertas materias comunes a
sus estudios; tendríamos así diversos grupos de alumnos en un mismo espacio, creando interrelaciones entre ellos.
En la experiencia de Rosario, se empleó como estrategia la creación de una situación de laboratorio social; como táctica, la grupal
y como técnica la de grupos de comunicación, discusión y tarea. Los departamentos estarían bajo la dirección del profesor de la
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materia, encargado de instruir a su equipo de jefes de trabajo o monitores. Éstos, a su vez, se encargarían de transmitir el
conocimiento concreto a los estudiantes. De esa forma, el profesor está en condiciones de poder perfeccionar e investigar en la
materia a su cargo.
El laboratorio social está constituido por la reunión, en un mismo equipo de trabajo, de personas deseosas de modificar en la
comunidad ciertas actitudes, sobre la base de un estudio de la situación y por medio de un programa de acción racionalmente
concebido. En la sesión de trabajo, la acción y la investigación son inseparables. Consiste en el estudio en detalle, en profundidad
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y en el ámbito total, de todas las partes de un problema, a los efectos de ayudar a solucionarlo en forma eficaz. Surge la
necesidad de trabajar en grupos formados por integrantes de diversas especialidades (heterogéneos) que competen al problema
que se va a estudiar. La indagación operativa puede dar bases sólidas como para tomar decisiones, aumentando la efectividad. Su
método consiste en observar los elementos comunes a cierto tipo de problemas y analizar las posibles soluciones; aun en los
casos en que no se introduzcan nuevos medios, busca la optimización de los ya existentes.
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Ahora bien, los grupos de discusión y tarea, en los que se estructuran mecanismos de autorregulación, son puestos en
funcionamiento por un coordinador o copensor, cuya finalidad es lograr una comunicación dentro del grupo que se mantenga
activa, creadora, llegando, a través de un desarrollo progresivo, a tomar la forma de una espiral, en la cual coinciden didáctica,
aprendizaje, comunicación y operatividad. La tarea esencial del coordinador es dinamizar, resolviendo discusiones frontales que
ocasionan el cierre del sistema, pudiendo utilizarse al observador como observador participante en situaciones


El análisis de las ideologías es una tarea implícita en el análisis de las actitudes y del esquema conceptual, referencial y operativo
(ECRO). Es necesario analizar la infraestructura inconciente. Las ideologías no suelen ser parte de un núcleo coherente, sino que
coexisten varias ideologías opuestas, determinando diferentes grados de ambigüedad manifestada como contradicción. Por eso,
su análisis sistemático es una tarea esencial en el grupo. El grupo debe configurar un esquema conceptual, referencial y operativo
de carácter dialéctico, donde las contradicciones principales referidas al campo de trabajo deben ser resueltas durante la tarea
misma del grupo. Este aspecto es observado a través de procesos de ratificación de conductas o de rectificación de actitudes
estereotipadas (o distorsionadas), mantenidas en vigencia como guardianes de ciertas ideologías o instituciones. Al funcionar
éstas de modo más o menos inconsciente, se constituyen en barreras que impiden la irrupción de nuevas soluciones en forma de
emergentes con características de descubrimientos o invenciones.
Grupos de referencia. Las relaciones entre el intragrupo y el extragrupo no siempre son antagónicas. Cuando un grupo cambia su
actitud hacia otros, puede tomar a éstos como marco de referencia para comparar sus propias situaciones internas; el extragrupo
actúa entonces como grupo de referencia. Las semejanzas resultantes pueden ser comprendidas como una especie de emulación
y tienen por base complicados procesos de identificación.

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Teoría del aprendizaje y la comunicación. El individuo o el grupo se expresan tanto en el modo de formular sus problemas como
en el contenido del discurso. Podemos así definir el esquema conceptual, referencial y operativo en términos de comunicación e
información, al señalar que estos procesos de codificación y decodificación de señales pertenecen a esquemas referenciales
individuales y de los grupos que permiten configurar situaciones de entendimiento y malentendimiento.
Pueden describirse cinco etapas o momentos de la operación: a) Existencia de un estado de duda causado por un problema; b)
Estado de tensión o acción bloqueada; e) Emergencia subsiguiente de un problema; d) Formulación de una hipótesis; vicisitudes
de las pruebas, elección de la más apropiada, y e) La formulación de un concepto que debe representar la forma y el contenido
más adecuado de la resolución de la duda anterior, en una situación encuadrada en el "aquí, ahora y conmigo".

CONCLUSIONES
La actividad está centrada en la movilización de estructuras estereotipadas, dificultades de aprendizaje y comunicación, debidas

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al monto de ansiedad que despierta todo cambio (ansiedad depresiva por abandono del vínculo anterior y ansiedad paranoide
creada por el vínculo nuevo y la inseguridad) Estas dos ansiedades son coexistentes y cooperantes, y si son intensas pueden
lograr el cierre del sistema (círculo vicioso).
Los roles tienden a ser fijos en el comienzo, hasta que se configura la situación de liderazgos funcionales, es decir, liderazgos
operativos que se hacen más eficaces en cada "aquí y ahora" de la tarea.
En todos los grupos se observa una diferenciación progresiva (heterogeneidad adquirida) en la medida en que aumenta la

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homogeneidad en la tarea.
El propósito general es el esclarecimiento. De esta manera coinciden el aprendizaje, la comunicación, el esclarecimiento y la
resolución de tareas, con la curación. Se ha creado un nuevo esquema referencial.
El coordinador, con su técnica, favorece el vínculo entre el grupo y el campo de su tarea en una situación triangular. El vínculo
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transferencial debe ser comprendido siempre en este último contexto.

NORMA DELUCCA. (1994) PALABRAS DE UNA VETERANA DE LA PRIMERA PROMOCIÓN DE PSICÓLOGOS A


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LOS ESTUDIANTES Y FUTUROS COLEGAS.


A fines de 1955, durante el gobierno provisional que derrocó a Perón, se presentó una reforma al sistema universitario,
sancionada en diciembre de ese año como regalo navideño a la Iglesia Católica por su participación en el golpe de Estado. Esa
reforma establecía que la iniciativa privada podía crear universidades libres capacitadas para expedir diplomas y títulos
habilitantes. Esto implicó que se destinaran fondos públicos a subsidiar los establecimientos privados, con el consiguiente
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debilitamiento de los presupuestos destinados a la educación pública.


El intento de reglamentar esto tuvo una repercusión intensa, generando una gran confluencia de los tres claustros de las
universidades, de los no docentes y de los estudiantes secundarios. Todos los sectores populares se aúnan en un objetivo común,
porque el problema surge como síntesis de los otros: conservadurismo versus desarrollo político, social y económico.


En este marco convulsionado, se crea la carrera de psicología en La Plata, a mediados de 1958, con la primera directora de la
carrera, la Dra. Fernanda Monasterio, que ya tenía su propia historia de persecuciones a cuesta, la del gobierno de Franco.
Carrera de 5 años, por entonces, tres del ciclo básico y dos de especialización para el área clínica, laboral y educacional. Y el
profesorado.
Pero esa marca fundante, a pesar de la relativa derrota que significó, y que en parte explica el deterioro actual de la universidad
pública y de la educación en general, imprimió a los de esa generación una actitud de resistencia y de participación activa, nunca
abandonada; un “espíritu militante”.
Lo positivo de esa promoción: el debate permanente, el alto nivel de formación filosófica y política, la pluralidad teórica de los
profesores que nos permitió elegir. El psicoanálisis fue, sin dudas, la propuesta más rica, sistematizada y coherente, aportando un
conocimiento o interrogación nueva sobre el ser humano. Pero, a diferencia de lo que pasa hoy, era una propuesta no alienada
que incluía otros atravesamientos: teoría de los grupos, teoría de la comunicación, aportes de la filosofía existencial y hasta el
estudio del funcionamiento neuroendócrino y los efectos de los psicofármacos.
Lo negativo: no había trabajos prácticos, sólo se nombraron profesores titulares y adjuntos en algunas cátedras. La formación
clínica, a la que aspiraba la autora, la realiza fuera de la carrera, y cree que aún hoy sigue siendo una deuda.

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MONASTERIO, RAVAGNAN, ROLLA, TOBAR GARCÍA. (1961) FORMACIÓN Y FUNCIÓN DEL PSICÓLOGO.
La carrera de Psicología de la UNLP ofrece un plan de estudios acorde con la naturaleza unitaria del hombre. La formación de
índole estrictamente científica y cimentada por la experimentación, capacita para cumplir tareas en el orden clínico, educacional
y laboral.
El Psicólogo Educacional colabora en la elección de los métodos más adecuados de aprendizaje, asesora al maestro y profesor
para que éstos creen un clima psicológico favorable para el proceso de aprendizaje; estudia problemas de rendimiento escolar;
adapta o construye pruebas psicológicas para examinar el rendimiento y las aptitudes de los alumnos; elabora métodos de
evaluación de los resultados y planes de estudios; organiza investigaciones y ofrece los resultados de las mismas a las autoridades

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escolares.
Actualmente, en ninguna parte del mundo se atribuyen al psicólogo educacional funciones que competen al médico. Sólo éste
puede hacer un diagnóstico que induzca a tratamiento. El psicólogo escolar se ocupa, en cambio, de cuestiones muy distintas y,
para ello, requiere una formación psicológica y pedagógica que el médico no tiene. Estos hechos justifican la presencia técnica
del psicólogo educacional.
El Psicólogo Laboral se ocupa de la selección y orientación profesional en sujetos que no presentan problemas médicos. Todo el
campo de las relaciones humanas en el ámbito laboral es de su competencia, en tanto los problemas que surgen están

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encuadrados en el plano estrictamente psicológico. Además, puede planificar investigaciones y estudios vinculados con esta
temática. En cambio, si estos problemas psicológicos se producen por afecciones de cualquier naturaleza o minusvalías,
enfermedades de raíz profesional, etc., caen bajo la competencia del médico de fábrica o laboral.
La denominación Psicología Clínica es una traducción literal de la expresión inglesa “Clinical Psichology”, que se trataba de
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aquella psicología que venía a colaborar con el médico en el examen de algunos aspectos psíquicos que requerían técnicas
elaboradas por distintas disciplinas psicológicas. Es una rama de la psicología aplicada cuyo objeto de estudio es definir las
características y aptitudes vinculadas al comportamiento mediante métodos de medición, análisis y observación, y, en virtud de
la integración de esta información con los datos obtenidos del examen médico y de la historia social, formular sugerencias y
recomendaciones para la adaptación del individuo.
Esta definición no habla de diagnóstico, tratamiento ni enfermedades que son del dominio de la clínica psiquiátrica. Se refiere, en
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cambio, al comportamiento, métodos de medición, análisis de esos elementos y de la observación, y, en el terreno de su


actividad, se limita a formular sugerencias y recomendaciones para la mejor adaptación del individuo.
La función del Psicólogo Clínico consiste en realizar el examen psicológico con técnicas científicas, interpretar los datos obtenidos,
establecer el dictamen psicológico que surgen de las mismas y entregárselos al médico para que éste formule el diagnóstico e
indique las medidas terapéuticas correspondientes. Sólo en aquellos casos que el médico así lo determine y que las medidas no
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correspondan a un enfoque médico, se encarga al psicólogo clínico que formule sugestiones y recomendaciones, pero siempre en
materia concerniente a la psicología.
Si bien la participación del psicólogo es ajena a las ciencias médicas, ello no implica que él deba desconocer ciertas disciplinas o
estudios que lo capacitan para una mejor colaboración.


La psicología posee un objeto propio y métodos que en algunos aspectos comparte con otras disciplinas o que ha ido utilizando
en virtud de la maduración de su propia conceptuación científica. El psicólogo, por su formación orientada hacia el aspecto
técnico, no puede quedar excluido de ningún sector en el que esté presente cierto problema humano. Su título universitario, su
preparación científica y la concepción holista de la conducta le otorgan valores suficientes para intervenir en una acción conjunta
no como mero auxiliar sino como colaborador y miembro de un equipo armónico y solidario, donde habrá de contribuir a la
mejor solución de problemas que afectan a hombre en el curso de su existencia en comunidad.

JOSÉ BLEGER. (1959) CLASE INAUGURAL DE LA CÁTEDRA DE PSICOANÁLISIS.


El psicoanálisis se halla unido a la fuente de donde emergió: la terapéutica, que coincide con la investigación. La teoría es
verificada permanentemente en sus resultados sobre el objeto de estudio y continuamente modificada y perfeccionada en el
campo de trabajo. A esto se llamó psicoanálisis clínico y es función privativa del psicoanalista. De su campo de trabajo derivan
conocimientos que pueden ser aplicados por especialistas de otras ramas científicas a sus campos específicos; esto es
psicoanálisis aplicado. La psicología es un oficio, un quehacer que puede enriquecerse con el psicoanálisis aplicado. No existen
fenómenos a los que se deba aplicar o que sean privativos del psicoanálisis o de una comprensión psicoanalítica.

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El Instituto de Psicoanálisis es el que forma psicoanalistas para ejercer el psicoanálisis clínico. Esta formación es lenta y difícil;
exige que el candidato se someta a un tratamiento psicoanalítico con un psicoanalista didáctico y además la concurrencia y
aprobación de tres años de seminarios con el control de su práctica psicoanalítica en un mínimo de cien horas. Después, al
realizar un trabajo científico, el candidato ingresa como miembro adherente de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
Evidentemente, todo esto no puede ser llevado a cabo en la Universidad, y por lo tanto, la enseñanza del psicoanálisis en la
cátedra universitaria no puede ser la formación dé psicoanalistas. Por tanto, se plantea en primer lugar el problema de qué
enseñar.
Si sostengo que no hay plena comprensión y asimilación del psicoanálisis con la sola información teórica, me veo limitado por el
hecho de que otra cosa distinta no se puede realizar en el ámbito universitario. En psicoanálisis, la información es de por sí
operante y podemos recurrir a medios que tiendan a que sea lo más operante posible. Operante quiere decir que es posible
lograr, al suministrar la información, una modificación de la manera de trabajar y pensar del psicólogo y de su personalidad, en
grado variable. Sólo en esta amplitud se habrá logrado el aprendizaje del psicoanálisis aplicado. Entonces, ¿qué enseñar en la

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Universidad? Una forma de dar información del psicoanálisis que opere al máximo sobre el esquema referencial del estudiante.
La información debe cubrir todos los aspectos del psicoanálisis: historia, técnica, teoría, la formación del psicoanalista, la
extensión del psicoanálisis aplicado y sus perspectivas; su desarrollo y disidencias, sus planteamientos y la problemática que
involucra, sus puntos firmes y sólidos y sus aspectos aún no resueltos. Aprender y enseñar debe consistir en reexaminar y no sólo
repetir.
Tampoco se enseñará lo elemental, porque es una ficción, ya que la realidad es rica y compleja, nunca elemental, y además se

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limita la posibilidad de crear inquietudes en el estudiante. Conservaremos un alto nivel en la información porque es lo más real.
Trataremos que no sólo se obtenga una información sino que se sea capaz de utilizarla, que se incorpore en el esquema
referencial del estudiante. Sólo así se aprenderá psicoanálisis aplicado. ¿Qué significa incorporar un pensar dinámico o
psicoanalítico?
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1) actuar y pensar en el nivel humano de todo lo que se estudia; en el hombre como mediador o actor de todo;
2) tener en cuenta el carácter significativo de la conducta;
3) enfocar permanentemente al ser humano y su conducta como un proceso en permanente interjuego con el medio cultural, en
el que el hombre construye la cultura y en esta tarea se construye a sí mismo;
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4) el estudio de la conducta en sus motivaciones, objeto y finalidades;


5) comprender el vínculo de los fenómenos psicológicos con la vida real y concreta, en sus complicadas interacciones; y
6) abrir la comprensión y la sensibilidad para todas las facetas de la vida humana con sus problemas y conflictos.
El qué enseñar va junto con el cómo enseñar. Primero, hay que enseñar elaborando contradicciones y sintetizando fragmentos.
Hay que integrar la información. Creemos que se está delineando una psicología moderna que sintetiza conocimientos de
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distintos campos o corrientes y que resuelve muchas falsas antinomias ubicando cada cuerpo de teoría en función de la parte de
la realidad que ha tomado y de la forma en que lo ha estudiado. Sintetizar no es injertar, borrar diferencias, ocultar
contradicciones ni es conciliación; es reelaborar los conocimientos de manera operativa, abrir la problemática y avivar los puntos
en contradicción, examinar, revisar conocimientos de un campo con las hipótesis extraídas de otros.
La única manera viva y completa de enseñar es la de investigar y aprender mientras se enseña. Las estereotipias del pensamiento


y de información son tan nocivas para el estudiante como para el profesor. En la enseñanza y el aprendizaje (ambos deben ser
partes de un mismo proceso) hay que preguntar y preguntarse tanto como hay que estimular a que se pregunte. No hay
aprendizaje en la pasividad ni fuera de la relación interpersonal. No hay por qué conocer las respuestas a todas las preguntas; la
investigación parte del momento en que se es capaz de decir "no sé". El pensar es el eje de la investigación y de una praxis
racional.

MARCOS VICTORIA. (1959) PSICOLOGÍA PARA TODOS.


A fines de los ’50 y a inicios de los ’60 se instaló en nuestro país una disputa entre la psiquiatría y las recién creadas carreras de
psicología por el ejercicio de la psicoterapia. Al no estar reglamentada la profesión del psicólogo, la formación clínica (y en
especial la psicoanalítica) impartida a los estudiantes amenazaba la exclusividad del ejercicio de la psicoterapia por parte de los
médicos. Marcos Victoria, pese a haber sido el primer director y uno de los artífices de la creación de la carrera de Psicología de
la UBA, era un acérrimo enemigo de la intromisión de los psicólogos en el campo de la enfermedad.

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¿QUÉ ES UN PSICÓLOGO?
La dificultad de definirlo se originó con los charlatanes pseudo-científicos; deben separarse los conocimientos válidos con las
interpretaciones arbitrarias. Una vez realizada esta tarea de limpieza, el psicólogo deja de ser un ser mágico, un adivinador del
porvenir, para convertirse en un intermediario obligado entre las verdades científicos inobjetables y la inmensa masa de los
problemas particulares en los individuos y en la sociedad.
La sociedad de nuestros días necesita y reclama el psicólogo de formación universitaria, no al mero aplicador de tests; un
universitario de formación biológica, con espíritu crítico para enfrentar tantas escuelas sin base empírica, con amplia base de
humanidades y experiencia personal, sea o no médico (aunque lo estudios médicos previos dan más garantía de eficiencia).

EL PSICÓLOGO CONTRA EL MÉDICO.

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La discusión se inicia con el tema de la psicoterapia. En muchos países los psicoanalistas no médicos pueden ejercer libremente
su profesión (Argentina entre ellos). Pero, la verdad, no hay uniformidad de reacción en todas partes.
Un punto inatacable en la resistencia de los médicos a permitir la entrada de estos intrusos es la existencia de la responsabilidad
médica. El psicólogo no está vinculado por ningún juramento hipocrático el ejercicio de su profesión, y el médico sí. Debe
responder ante la justicia, llegado el caso, por los errores cometidos, que pueden acarrear daños considerables o la muerte de su
enfermo. Los improvisados psicólogos han ido más allá, con riesgo para todo el mundo.
Nadie que no sea el médico tiene derecho a curar, con medios físicos o psicológicos. Si el médico estudia psicología, mejor, pues

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podrá ejercer la psiquiatría. Pero el psicólogo no es médico y carece de autoridad científica y profesional para ejercer la
psicoterapia por medios verbales, según el erróneo concepto sancionado por la UNLP: la labor del psicólogo es otra y es muy útil.
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EL PSICÓLOGO, EL ALIADO DEL MÉDICO.
Se creyó en algún momento que entre médicos y psicólogos existen incompatibilidades insolubles. Y esto es un error, pues fue el
médico el que propuso la creación de la nueva especialidad, quien ha reclamado la presencia de un auxiliar que haga más firme
su diagnóstico, más preciso su tratamiento.
Lo primero que tuvieron que hacer los psicólogos fue aplicar tests a los enfermos, que no siempre tiene tiempo de hacer el
psiquiatra. Los tests proyectivos implican una gran responsabilidad y complejidad, pues pueden arrojar luces decisivas sobre la
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personalidad estudiada. Considerando además los antecedentes y reacciones durante el interrogatorio, un psicólogo sagaz puede
poner a punto una completa historia psicológica de gran valor para el médico, más aún si se la completa con información de
familiares y allegados, favoreciendo el diagnóstico, el pronóstico y la terapéutica. Como auxiliar del médico, el psicólogo debe
cumplir una misión propia.
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HUGO KLAPPENBACH. EL TÍTULO PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO EN ARGENTINA. ANTECEDENTES


HISTÓRICOS Y SITUACIÓN ACTUAL.
1. Origen de los estudios universitarios de psicología en Argentina.


El inicio del pensamiento psicológico en Argentina se remonta a finales del siglo pasado, impulsado por el programa positivista, y
fuertemente sesgado por el programa clínico originado en Francia, en donde sobresalían las figuras de Ribot, Janet, Binet, entre
otros. La psicología que se enseñaba en nuestras aulas universitarias formaba parte de la currícula de otras carreras.
El peronismo, donde paradójicamente confluían valores modernizadores y tradicionalistas, creaba una nueva clase trabajadora
urbana que requería una rápida reconversión laboral. Así, se fijaba el objetivo de “encausar el aprendizaje y la orientación
profesional”, en el campo de la educación y el trabajo. En el campo del trabajo se fijaba que la política social y económica del
Estado debía desarrollarse sobre diversas bases, entre ellas: “Establecimiento de correlaciones racionales entre la aptitud del
trabajador y su ocupación, a fin de obtener los más altos índices de productividad y de retribución.”
Así, un conjunto de tópicos que, como el conductismo en EEUU, venían desarrollando bajo el concepto de psicología aplicada,
encontraban un curso favorable. Por una parte, el problema del rendimiento y la capacidad en la escuela y el trabajo, de las
aptitudes en la educación y el trabajo. Por otra, la cuestión acerca de las técnicas o inventarios de personalidad adecuados para
establecer exitosamente el diagnóstico, la nivelación y la reorientación que aquellos problemas involucraban. En tal contexto, la
psicotecnia y la orientación profesional comenzaban a perfilarse como herramientas indispensables de conocimientos e

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intervención, como ocurría en otras latitudes desde los años ‘20. En este marco socio-económico y científico se fundamentaron
diversos proyectos curriculares en nuestro campo disciplinar.
Mientras la psicotecnia aparecía como un estudio o investigación centrado en el aprovechamiento y rendimiento en el trabajo, la
orientación profesional definía mucho más una actuación, es decir, una intervención sobre el mismo problema.
La transformación de todas estas carreras y especializaciones en una carrera universitaria mayor en Psicología, tuvo lugar luego
del Primer Congreso Argentino de Psicología en Tucumán, en 1954. Allí se recomendaría la creación de carreras de psicología o de
psicólogo en las universidades nacionales. En definitiva, entre 1954 y 1959, se organizarían carreras de psicología en seis
universidades nacionales: del Litoral (en Rosario), Buenos Aires, Cuyo (en San Luis), Córdoba, La Plata y Tucumán. Aun cuando en
algunas universidades, como la UBA, el sesgo clínico apareció tempranamente, en los comienzos no había un énfasis exclusivo en
el psicoanálisis, ya que “se enseñaban y discutían muy diversas teorías de la personalidad”. Al mismo tiempo, se enfatizaba la
necesidad de una formación universitaria que capacitara para distintos campos laborales: clínico, laboral, pedagógico y social, en
función de concebirse a los psicólogos como “especialistas en los aspectos técnicos-científicos.”

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2. Los primeros problemas sobre los alcances del título y la legislación sobre el ejercicio profesional.
El primer problema suscitado por los alcances del título de psicólogo, ya en 1957, fue un conflicto interprofesional. El “centro” de
la preocupación era definir si al psicólogo le correspondería o no la curación de enfermos.
En 1959, el Colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires expresaba su preocupación por la “práctica de hipnosis” y porque

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la carrera de psicología supuestamente fomentaba el ejercicio ilegal de la medicina. Por eso, en 1960, el Consejo Académico de la
Facultad de Ciencias Médicas de la UNLP, elevaba un Informe al Consejo Superior donde recordaba que entendía por ejercicio
legal de la medicina “El hecho de anunciar, prescribir, administrar o aplicar cualquier procedimiento directo, indirecto o de
sugestión destinado al diagnóstico, pronóstico y tratamiento de las enfermedades o a la conservación de la salud de las
personas”. En tal sentido, la palabra “clínica” correspondería al “arte de aplicar en la práctica los conocimientos de la ciencia
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médica para la investigación y curación de la enfermedades”. Coherentes con tal posición, el informe de la Facultad de medicina
proponía que el título de psicólogo clínico se reemplazara por el de “psicólogo auxiliar del médico psiquiatra”.

3. Las resoluciones sobre las incumbencias profesionales del psicólogo.


Primera resolución (1980). “En el área de la Medicina y sin perjuicio de su competencia en otras áreas le incumbe la obtención de
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tests psicológicos y la colaboración en tareas de investigación psicológica únicamente por indicación y bajo supervisión y
contralor del médico especializado en Psiquiatría. Además, en Medicina de recuperación o rehabilitación, pueden actuar como
colaboradores del médico especializado y con las limitaciones que indica el párrafo anterior. No les incumbe la práctica del
psicoanálisis, de la psicoterapia, ni la prescripción de drogas psicotrópicas”.
Segunda resolución (1980). Un par de meses después, la Tercera Asamblea del Consejo de Rectores de Universidades Nacionales
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elaboró una nueva propuesta de incumbencias de título de psicólogo que modificaba algunos criterios de la resolución anterior:
“El título es habilitante para toda labor de orientación psicológica que se realice exclusivamente mediante la utilización de
métodos y técnicas propios de esta disciplina, tales como las entrevistas y los tests psicológicos, y tenga por mira promover el
desarrollo armónico de la persona. Dicha labor se orienta hacia el análisis y encauzamiento de conductas incidentes en cualquier
tipo de interrelación humana en las que la evaluación de la personalidad constituya un medio idóneo para procurar una mejor


adecuación individual o grupal, tanto respecto de sí mismo como de los demás (…)”
Esta resolución contenía importantes modificaciones respecto a la incumbencia de “las tres no”. Se reconocía que el psicólogo no
era auxiliar de ninguna otra disciplina, sino un profesional independiente, autónomo, diferente al médico. Reconocía la existencia
de “métodos y técnicas propios de esta disciplina” y de competencias del psicólogo en esferas ajenas al campo clínico. Por
último, introducía la pertinencia de la “orientación psicológica”, concepto bajo el cual comenzaba a reconocerse, todavía de
manera encubierta, la capacitación en el campo de la psicoterapia.
Después de Malvinas, con la dictadura en retirada, la psicología argentina obtenía nuevos reconocimientos institucionales.
Durante 1983 se sancionaron leyes del ejercicio profesional de la psicología y coincidían en por lo menos tres características: el
reconocimiento de la plena autonomía del psicólogo, la existencia de diferentes campos de la práctica profesional y la pertinencia
del tratamiento psicoterapéutico en el campo clínico. Dos años después de la recuperación democrática, todos los estados del
país legalizaron el ejercicio profesional de la psicología.
Tercera resolución (1985). En primer lugar, surgió a partir de una amplia participación de la comunidad en las Jornadas de
Trabajo para la elaboración de las incumbencias del título de Psicólogo y Licenciado en Psicología. En segundo lugar, contempló
tanto las capacidades científicas como las relativas a los distintos campos del ejercicio profesional: el clínico, el educacional, el

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jurídico, el laboral y el socio-institucional-comunitario. En tercer lugar, reconoció la incumbencia para la psicoterapia, en forma
explícita: “efectuar tratamientos psicoterapéuticos de acuerdo con diferentes modelos teóricos, específicamente psicológicos”.

UNIDAD 10: Introducción. La psicología como disciplina fragmentada y problemática.


El pasaje del existencialismo al estructuralismo. Oscar Masotta, se Sartre y Marx a Lacan. La “vía Althusser”. Silvia Bleichmar: una
lectura argentina del Coloquio de Bonneval de 1960. La revista Trabajo de Psicoanálisis, entre Francia, México y Buenos Aires en
los tiempos de la dictadura (1976-1983). Los años ’80 y la hegemonía del psicoanálisis lacaniano: condiciones de posibilidad y
consecuencias.

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MASOTTA. CONCIENCIA Y ESTRUCTURA.
Oscar Masotta era un intelectual de la época y un formador, pero nunca llegó a ser psicoanalista ni filósofo. Representa la
introducción de Lacan en la Argentina, donde había una orientación predominantemente kleiniana.
Este libro es escrito en 1958. Luego Masotta entra en una etapa depresiva y es en 1965 cuando finalmente es publicado y
presentado por él mismo. Este texto surge de esa presentación y aquí explica su viraje teórico (entre 1964 y 1965) del
existencialismo (basado en la experiencia vivida, donde el sujeto es el centro, caracterizado por la conciencia y la libertad) al

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estructuralismo (del orden de lo imaginario, donde hay primacía de lo simbólico por lo que no existe nada previo al lenguaje;
concibe a un sujeto descentrado, determinado por estructuras que lo sujetan –el inconciente-), porque encuentra que éste
explica mejor su enfermedad.
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ROBERTO ARLT, YO MISMO.
El libro fue escrito 8 años atrás, pero en la presentación del mismo (en 1965), me se sentía un poco menos ignorante que en
aquél entonces. Cuando escribí el libro era un apasionado de Sartre, y lo que no estaba en Sartre, estaba en mi talento, en las
tensiones provenientes de la sociedad que operaban en mí. Escribir el libro me ayudó a descubrir el sentido de la existencia de la
clase a la que pertenecía, la clase media. Pensando sobre Arlt descubría el sentido de mis conductas actuales y pasadas, que
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habían estado determinadas por mi origen social.


Actuar es vehiculizar ciertos sistemas inconcientes que actúan en uno y que están inscriptos al nivel del cuerpo y de la conducta,
sobre ciertos carriles fijados por la sociedad.
En 1957, estaba ya un poco loco, pesaban sobre mí un conjunto de estructuras, un pasado, que se oponían y que yo intentaba
estúpida e inconscientemente resolver. Recién en 1960 iba a empezar a conocerme: de la noche a la mañana mi salud mental se
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quiebra y una insufrible enfermedad “cae” sobre mí. Hago la experiencia desde adentro de lo que significa, en sociedades como
las nuestras, ser un enfermo. Ya no puedo seguir escribiendo ni leyendo. Pasaba horas, días, meses con la cara contra la
almohada. La experiencia de mi enfermedad podría resumirse así: padecer algo que se hizo afuera de uno, de soportar algo. Pero
¿yo, que amaba a Sartre, cómo podía olvidar que uno hace su enfermedad?


Lo que había ocasionado mi enfermedad era la muerte de mi padre. Cuando supe que él se iba a morir, yo ya no pude vivir más.
Pero nuestro amor había estado escondido; yo no respetaba a ese hombre.
Tuve que buscarme un psicoanalista y me pasé un año discutiendo con él, sobre si mi enfermedad era una histeria o una
esquizofrenia. La situación no tenía salida, y en medio de un análisis donde había puesto todas las esperanzas de una cura, me
aburría. En mis choques con ese hombre todo se ponía en juego. De pronto me encontraba despreciándolo como a mi padre.
Finalmente dejé el psicoanálisis y el psicoanalista, mis historias y mis discusiones de psiquiatría social con él.
Iba aprendiendo y comenzaba a curarme. La enfermedad había puesto al descubierto la ligazón con mi padre, y la ligazón de esa
ligazón con el dinero. Si uno no tiene dinero, se muere de hambre o lo pide. Yo, como elegía vivir, lo pedía. Después no podía
devolverlo. Tenía entonces que explicarme ante quienes me lo habían prestado. A veces me creían, a veces se reían y otras se
enfurecían. En ese lugar me hice adulto y conocí la vergüenza. Yo ya había intentado suicidarme dos veces.
El desorden no es más que aparente. Hay aquí pocas vías hacia las cuales todo converge, y desde donde brota, seguramente,
todo lo que nos determina. Y hay dos, fundamentalmente, que están en la base del hombre concreto: el sexo y la economía.
A mi vuelta de los infiernos, me reintegraba a mi trabajo, a la vida, y a los amigos. Reaparecían entonces para mí las cuestiones
fundamentales que ciñen la vida del intelectual contemporáneo: la política y el saber. [En lo político, Masotta era comunista

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aunque nunca fue afiliado al Partido.] En lo que refiere al saber, he descubierto a Lévi-Strauss, a la lingüística estructural y a
Lacan. Lo que significa que ya no estoy tan seguro sobre la utilidad de las posiciones filosóficas, teóricas, sartreanas, como lo
estaba 8 años atrás. Recién hoy comienzo a comprender que el marxismo no es una filosofía de la conciencia y que, por ello,
excluye a la fenomenología. La filosofía del marxismo debe ser reencontrada y precisada en las modernas doctrinas de los
lenguajes, de las estructuras y del inconciente. En los modelos lingüísticos y en el inconciente de los freudiano. A la alternativa
conciencia o estructura, pienso que hay que optar por la estructura. Pero no es tan fácil; y es preciso también no prescindir de la
conciencia, del fundamento del acto moral y del compromiso histórico y político.
Sospechaba que lo que temía congénito (la enfermedad), no se originaba en la naturaleza ni en la biología, sino en la cultura y en
la sociedad. Observando una vieja foto, esa atmósfera vagamente mórbida de mi rostro tenía que ver conmigo y con el dinero,
con el dinero y con el trabajo, con el trabajo y con el trabajo de mi padre, con el “status” de mi padre, con mi conciencia y con
mis deseos. Me basta ahora mirar esa foto para cerciorarme de ciertos datos que tienen que ver con el origen de mis “rasgos de
carácter” y de mi temperamento: la ropa que llevaba. Sin embargo, no podía dejar de despreciar a mi padre puesto que “carecía

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de gusto”. Él me contestaba que era cuestión de dinero, pero yo sabía que no era así. O que era una cuestión de dinero pero no
en el sentido que le daba mi padre: mi padre ignoraba los principios más generales de un dandismo a la inglesa que yo, en
cambio, me sabía de memoria. Y en cuanto a la época de la foto, es seguro que todo eso no podía no desfigurarme, no
enfermarme, a la larga, o en aquel momento, ya, de algún modo…

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MASOTTA. JACQUES LACAN O EL INCONCIENTE EN LOS FUNDAMENTOS DE LA FILOSOFÍA. (1964)
En el informe sobre el Estadio Del Espejo, Lacan escribe: “Es necesario decir, de la experiencia psicoanalítica que nos opone
radicalmente a toda filosofía que tenga que ver con el cogito”. Lo que significa, en el contexto lacaniano, no sólo la oposición a
todo idealismo de la conciencia o del yo, sino una crítica a toda terapia que formulara sus principios en términos de
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“fortalecimiento” del yo. Para Lacan, como para Lagache, no se trata de fortalecer o constituir el yo por el análisis, sino de
disolverlo. Existe un paralelismo posible entre la crítica de Politzer a la reificación del inconciente, que arrastraba, por su
perspectiva conductista, una crítica simultánea a la reificación del yo o de la conciencia, con la oposición de Lacan a todo intento
de reificación del yo. Y con respecto al segundo reproche de Politzer, la abstracción, en la que caería también Freud sobre todo
en los ensayos metapsicológicos, Lacan no deja de repudiar, en lo que hace a la teoría o a la interpretación, todo pasaje a lo
general, y en análisis, la marcha va de lo particular a lo particular.
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Pero la crítica Politzeriana queda en Lacan sujeta a un resguardo radical: si se niega el inconciente, se termina con el psicoanálisis.
Nos vimos llevados a la fenomenología arrastrados por la crítica de Politzer, ya que sus posiciones pueden ser consideradas como
tales. Se trata aquí de rescatar los derechos del inconciente frente a una crítica hecha desde una perspectiva fenomenológica. En
el Coloquio de Bonneval, se han ocupado de los argumentos de Politzer: para él, Freud habría desdoblado la realidad, y en el
análisis de sueño, concebido el contenido latente como una realidad sustancial existente por sí misma por detrás del contenido
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manifiesto. El error del realismo freudiano consistía en considerar esa traducción y en el momento mismo que el sueño era
elaborado, como una existencia real bajo forma de pensamiento inconciente. A ese realismo de lo latente, Politzer oponía una
teoría de la inmanencia del sentido y afirmaba que, para hablar con exactitud, el sueño no tiene más que un solo sentido, el
contenido latente, así como tampoco tiene más de un relato, el relato manifiesto. Latencia y relato no podían existir entonces
como diferentes niveles de profundidad y el movimiento de la interpretación que apresaba a uno, apresaría también al otro.


Politzer pasa por alto la importancia que Freud da a la palabra.


En Lacan, la dimensión lingüística no sólo viene a ocupar el primer plano de la práctica y de la investigación, sino que la noción de
“drama” formulada por Politzer, pero no lo suficientemente explicitada, encuentra aquí su marco de sentido en la
intersubjetividad y el deseo. Hay, en Lacan, una profundización de Politzer y una temática que nos devuelve a Freud sin
amputaciones. [De este modo, Masotta, pone a Lacan en continuidad con Politzer].
Lacan dice que “el inconciente está estructurado como un lenguaje”. Es porque algo ha sido atado a la palabra que el discurso
puede, en el análisis, desatarlo; y efectivamente, para entender hasta qué punto Freud estaba lejos de hacer del inconciente una
sustancia, basta el hecho simple que entre lo soñado efectivamente y la interpretación del sueño por el analista, media para
Freud el relato que el analizado hace de su sueño. A Freud no le interesaba lo que “realmente” había ocurrido en el sueño; él
ponía el acento en las palabras con las que el sueño era relatado.
Esta imagen pesimista, profundamente freudiana, nos mostraría al hombre víctima, menos de su inserción en el grupo, en la
sociedad y en la historia, que de su inserción en sí mismo, oscurecido por su propia historia individual, empantanado en su
prehistoria y sujeto a sus modelos.

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Para introducir aquí la triple problemática de la relación entre estructuralismo, marxismo y psicoanálisis, los modelos
estructurales y los marxistas deben ser entendidos como el conjunto reglado de mediaciones conceptuales que pueden permitir
el pasaje de unas a otras. Las estructuras no son otra cosa que los productos de la mediación conceptual entre la praxis material y
las pautas de conducta. Pero por eso, hay que retener entonces de Freud el sentimiento y el reconocimiento de esas zonas de
mediación (de las que reconocía, sobre todo, la lengua), de ese pasaje obligado por las estructuras o por el código, en qué
consiste el pasaje al sentido, o la conexión de sentido, con la acción y la praxis social. El camino que lleva desde la alienación a las
psiconeurosis exige un conjunto de mediaciones conceptuales que las ciencias del hombre comienzan a entrever, pero que están
lejos de haber clarificado. Y si existe la posibilidad de hacer inteligible ese pasaje desde la alienación al drama vivió del hombre
enfermo, esos problemas deben pasar por las estructuras, ese lugar donde la acción humana se analiza a sí misma, convierte en
cultura los datos de la naturaleza y crea las condiciones y los límites de su propia inteligibilidad.
Un inconciente individual y un inconciente social, o un código social: he aquí los dos modelos que constituyen un doble contexto
metodológico que tenderá a articularse y que cierra y abre a la vez la cuestión del pasaje, de la relación o de la conexión entre

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psicoanálisis y marxismo. Pero habría que señalar que cada una de esas series posee leyes estructurales propias. Es un error
estudiar el sistema de los sistemas ignorando las leyes internas de cada sistema individual.
Fenomenología, estructuralismo, marxismo, psicoanálisis, convergen en Lacan. Hay que lamentar, sin embargo, que permanezca
silencioso y cauto en el plano de las manifestaciones ideológicas expresas.

BENITEZ, SOUBIATE Y PERNICONE. REPORTAJE A SILVIA BLEICHMAR (15/05/2001)

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Silvia Bleichmar comenzó estudiando sociología, y después continuó con psicología. Su acercamiento al psicoanálisis se produjo
en un momento de plena fractura de los paradigmas kleinianos y con la llegada al país de la revolución lacaniana.
A partir de su práctica clínica con niños comienza a cuestionar conceptos. El discurso de Lacan le parecía dogmático y aunque se
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consideraba lacaniana, no la conformaban los enunciados cerrados. El principal concepto que rechaza en Lacan es el de
atemporalidad, propio de la noción de estructura. La propuesta la fascinaba desde el punto de vista teórico, pero la despojaba de
un pensamiento que pudiera abordar los momentos previos, pre-lenguajeros del niño. Partía del inconciente constituido y en
tiempos previos remitía a la estructura parental; despojándola de herramientas teóricas y prácticas para trabajar el inconciente
del sujeto en constitución. Por su parte, el modelo kleiniano le parecía rígido, demasiado articulado en un cuerpo de certezas, un
exceso de lo que Piera Aulagnier llamó violencia secundaria.
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Mannoni fue otra autora que la deslumbró, pero las intervenciones eran hacia los padres y no había manera de distinguir cómo
se articulaba el análisis con niños. Dolto estaba muy atravesada por la ideología y la religión, porque ella tiene un modelo del
alma, no del psiquismo definido en el orden de la sexualidad y en sus fundamentos materiales. Por el contrario, en Dolto, este
psiquismo-alma se produce a partir del engendramiento, y eso tiene que ver con la mezcla que hay en su pensamiento entre el
cristianismo y el psicoanálisis, lo cual la lleva a hacer intervenciones profundamente ideológicas. Con Dolto presentan una
diferencia teórica en el punto de la contigüidad entre lo biológico y lo psíquico cuyas consecuencias son de diverso orden:
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teóricas, clínicas, e incluso de consecuencias para la vida social, ya que si se propone que hay vida psíquica a partir de la primera
célula embrionaria, se deja implícita la idea de que todo aborto es un homicidio de un ser pensante.
Más tarde, cuando se va del país, se vincula con Laplanche. En el 76', cuando se instaló la Dictadura Militar en la Argentina, se
exilia en México. Marcada por el Coloquio de Bonneval, se vincula con lacanianos y finalmente viaja a Francia a ver a Laplanche.
En el ‘70, cuando se introduce Lacan en la Argentina, se creía que lo que decía Laplanche era una explicación más clara de Lacan,


cuando en realidad había diferencias. De momo casual, Bleichmar se contacta con una persona que le ofrece ir a Paris a hacer su
tesis doctoral, y hacia allá fue pensando que Laplanche era el más freudiano de los lacanianos. A partir de eso empezó a viajar
cada tres meses a París para cumplir el acuerdo. Allí conoció a Lacan, cuando éste era ya mayor.
Silvia defendió su tesis en diciembre del ’83, con el retorno de la democracia. Pero no regresó al país enseguida, sino que se
quedó un tiempo más en México a terminar los análisis en curso. En medio de eso, se produce en el '85 el terremoto de México y
se queda allí un tiempo más para ayudar a la población. Finalmente, vuelve a la Argentina en el ’86, a los 10 años de su exilio. Al
mes de volver, se edita en el país ese primer libro que ya había salido en París producto de su tesis doctoral.
Silvia Bleichmar considera que el psicoanálisis debe superar ciertas dificultades internas, sobre todo en el modo de hacer clínica,
superando algunos paradigmas aún vigentes, como los psicoanálisis de 20 años de duración, pues se basan en una idea no
productiva de la estructura psíquica, en un modelo de vaciamiento del inconciente que es insostenible y en un no reconocimiento
de las funciones de las relaciones entre la estructura y el azar. Más aún cuando se trabaja con niños, es necesario reformular los
modelos de intervención, pero no desde el punto de vista empírico, sino desde la perspectiva de una comprensión de los
procesos psíquicos y su constitución en la infancia. Deben redefinirse los modelos sobre los modos de constitución de la

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subjetividad en el interior de las instituciones reales, en las nuevas condiciones históricas y con un modelo metapsicológico
sólido. De este modo, Bleichmar aplica conceptos psicoanalíticos en situaciones sociales, un psicoanálisis ligado a la vida social.

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