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Trabajo Final Mercantil
Trabajo Final Mercantil
MERCANTIL
8.- Legitimación
Literalidad
9.- La Autonomía
10.-Transmisión por recibo
Por relación
Por la substantividad del documento
13.-Títulos principales
Títulos accesorios
Por su eficacia procesal
Títulos abstractos
Títulos de inversión
De esta manera, existe gran aceptación en el sentido de que primero las doctrinas
alemana y francesa, y posteriormente la italiana, establecieron un Derecho Cambiario con
perfiles propios que lo instituyeron con autonomía, como lo son también el derecho societario,
el derecho de la propiedad industrial y el de la competencia. Varios tratadistas, entre ellos
Lorenzo Massa, han establecido y sostenido la autonomía del derecho cambiario como
disciplina jurídica, sustentándose particularmente en la calidad rigurosa y formal de sus reglas,
atenta su primordial función protectora del tráfico en su carácter de actividad económica
nacional e internacional.
En México, diversos juristas han admitido que el derecho cambiario es una parte del
derecho mercantil, aunque en todo caso se ha subrayado por la doctrina mexicana el carácter
independiente y autónomo del derecho cambiario. La autonomía del derecho cambiario es tal,
atendiendo a que proporciona soluciones específicas que no se desprendes de las normas más
generales del derecho mercantil ni del derecho común, sino que llegan a contradecirlas, al
grado de llegar a soluciones que inclusive pudiesen señalarse como injustas, desde la
panorámica de criterios de valoración de vigencia general en el campo del derecho.
Principio de la buena fe
El poseedor de un título de crédito expedido o endosado a su favor acredita no sólo el carácter
de beneficiario si no también la legalidad de su derecho para exigir el pago del cumplimiento de
la prestación, con la tenencia del documento.
Dada la naturaleza de los actos jurídicos que se realizan en la sociedad, es muy importante
saber que los títulos de crédito son los documentos necesarios para ejercitar el derecho literal
que en ellos se consigna. O bien el documento necesario para ejercitar y transferir el derecho
en él mencionado, el cual, por efecto de la circulación y en tanto que ésta tiene lugar por los
medios propios de los títulos de crédito, se considera literal y autónomo frente a quienes lo
adquieren de buena fe. En este tenor se presentó, lo siguiente.
Los títulos de crédito como prueba preestablecida “son documentos necesarios para
ejercitar el derecho literal que en ellos se consigna” de acuerdo con el artículo 5o. de la citada
Ley, lo cual significa que estos documentos se caracterizan por consignar una deuda cierta,
exigible y líquida y que, por sí solos, constituyen una prueba preestablecida respecto de la
existencia de un crédito, que se encuentra incorporado en el mismo documento.
Por otro lado, si bien en la clasificación que hicimos de los títulos de crédito nos
referimos a la de los títulos innominados, que son todos aquellos que no tienen reglamentación
específica en la Ley, para ser considerados títulos de crédito, no sólo requieren de sus
características generales de incorporación, legitimación, literalidad y autonomía, sino que
además deben tener los requisitos esenciales que los distinguen entre los títulos de crédito.
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Los títulos de crédito son una serie de documentos diferentes entre sí que tienen una
nota común: incorporar una promesa unilateral de realizar determinadas prestaciones a favor
de quien resulte legítimo tenedor del documento. Su principal función es facilitar el tráfico
jurídico, así como la circulación de los bienes. En la actualidad constituyen un elemento
imprescindible del tráfico mercantil.
Además, el derecho que puede ejercitarse depende exclusivamente del tenor del
documento, siendo decisivo el elemento objetivo de la escritura.
Los títulos además pueden tener diversos contenidos pudiendo ser: títulos de pago,
títulos de tradición o entrega, y títulos de participación social.
Título nominativo. Es el que designa directamente como titular del derecho a una
persona determinada, que es la única que puede exigir el cumplimiento de la obligación.
Título al portador. Es aquel que no designa a persona alguna como titular del derecho
documental.
La aplicación práctica de este ejercicio, explica Arcangeli, está en que “delinear una
teoría de los títulos de crédito significa también preparar el medio que nos sirva para evaluar y
clasificar las excepciones posibles al poseedor.
Aunque la idea de Arcangeli encierra una idea más amplia: al descubrir la sustancia del
título del crédito es posible dirigir la actividad jurisdiccional del modo más conveniente a
nuestros fines. No se trata de un ejercicio estéril, académico y presuntuoso, sino un trabajo
meramente científico que busca canalizar las fuerzas del Estado conforme a la naturaleza del
acto que se juzga. Siendo cierto, conviene que demos inicio a nuestro trabajo.
Comencemos diciendo que todo título de crédito es una fuente de obligaciones, y que
en el derecho mexicano tenemos varias fuentes de obligaciones: contrato, acto unilateral de la
voluntad, enriquecimiento ilegítimo, gestión de negocios, hechos ilícitos y responsabilidad
subjetiva/objetiva. La doctrina clasifica esas fuentes de las obligaciones en dos grupos: actos
jurídicos y hechos jurídicos. Un título de crédito, como fuente de obligaciones, no es un hecho
jurídico, así que sólo puede ser un contrato o un acto unilateral de la voluntad. Partiendo de
este razonamiento se han desarrollado varias teorías que analizaremos a continuación.
Teorías contractuales
1. Teoría del derecho derivado. Para los partidarios de esta teoría, “el título de crédito es
la expresión de un contrato entre el suscriptor y su primer tenedor”. La substancia de la
obligación está en el conjunto de las relaciones jurídicas que han precedido a la
emisión del título, y éste sólo tiene una función probatoria. En otras palabras, el título
de crédito es el acto probatorio de un acto constitutivo consensual. Si esta idea fuera
cierta, sería imposible explicar una característica de los títulos de crédito: la
abstracción.
2. Teorías del contrato literal. Conforme a la opinión de Arcangeli, estas teorías
pertenecen al periodo entre los siglos XVII y XIX: “atribuyen al escrito una gran
importancia, pues sostienen que la obligación resulta del escrito del mismo”. Distingue
entre el negocio cambiario fijado en el título y el contrato generador del documento.
3. Teoría de Einert. Concibe al título de crédito como el papel moneda del comerciante.
Son tres los pilares de esta tesis: 1) El título de crédito, más allá de ser un documento
probatorio, es el portador de una promesa; 2) además, el título de crédito está
desvinculado del contrato fundamental porque es una promesa abstracta de pago; 3) el
vínculo cambiario se funda en una promesa unilateral dirigida al público.
4. Teoría de Liebe. El título de crédito “envuelve un acto formal, y que de la existencia de
la letra se derivan consecuencias jurídicas” sin que deban su causa al consentimiento
de las partes.
5. Teoría de Thol. La obligación no nace antes de la suscripción del documento, sino en la
negociación.
6. Teoría de Goldschmidt. El autor del título de crédito contrata con el primero y sucesivos
tenedores del documento.
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A estas teorías podemos objetar que, si un título de crédito tiene por causa un contrato,
las excepciones por vicios de voluntad por ejemplo que se opongan contra éste también
afectan al título de crédito, lo que no sólo contradice la característica de abstracción, sino que
los últimos no pueden ser afectados por vicios del consentimiento. Además, un contrato
naturalmente es bilateral, pues su existencia requiere de la unión de dos voluntades que se
encuentran, o consentimiento; el título de crédito, en cambio, es naturalmente unilateral, pues
su existencia requiere una sola voluntad, la del autor, pero no del consentimiento. En un
contrato, el deudor conoce al acreedor; en un título de crédito, el deudor desconoce quién será
el último tenedor. El tenedor de un título de crédito se hizo con un derecho, pero no lo contrata.
Los contratos son regulados por disposiciones relativas a ellos, mientras que los títulos de
crédito son figuras típicas de una ley especial: Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito.
Teorías unilaterales
Es obvio que el deudor sólo puede obligarse unilateralmente porque la obligación
cambiaria ha sido redactada exclusivamente por él. Sobre este principio descansan las teorías
unilaterales:
1. Teoría de la creación. Esta teoría fue desarrollada por Kuntze, Bekker, Sachsse y
Cosack, y sostienen que la mera suscripción del título de crédito, aunque permanezca
en manos del creador, tiene un valor patrimonial, es decir que la suscripción es
suficiente para establecer la existencia de un derecho de crédito independiente del
negocio, contrato o acto que pudo originarse 1. Explican Fuente y Calvo que la
obligación cambiaria está sujeta a una condición suspensiva, “y la condición se realiza
al llegar el título a manos de la persona que se ostente como legitimada a tenor del
mismo documento”.
2. Teoría de la personificación. Los representantes de esta teoría son Bekker, Volkman y
Lowy: “el titular del derecho es el título mismo que se personifica, haciendo coincidir el
nacimiento de la obligación con el momento de la creación”, considerando que la
obligación existe aun cuando está en posesión del suscriptor.
3. Teoría de Grünhut. La eficacia del título de crédito no sólo depende de que éste llegue
a manos del tercero, sino que éste tercero debe adquirir el título de buena fe.
4. Teoría de la emisión. Esta teoría es de Jolly, Stobbe, Rocco y Montessori. No basta
con firmar un documento para que nazca el derecho de crédito, la voluntad unilateral
no puede realizar ese milagro por sí misma. La eficacia del título de crédito se alcanza
cuando éste llega a manos del acreedor.
5. Teoría de Gierke. Afirma que la emisión sólo es una oferta del derecho documental, lo
que implica a la aceptación de la oferta como ingrediente de la eficacia del título
Al igual que en el caso de las teorías contractualistas, hay una serie de objeciones que
a estas teorías, en lo general, podemos presentar. La primera parte de la esencia del título de
crédito, que es formal, mientras que la del acto unilateral de la voluntad es consensual.
Además, las legislaciones que regulan uno y otro tema son distintas: el acto unilateral de la
voluntad está sometido al Código Civil, mientras que el los títulos de crédito están regulados en
la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito. Dentro de las excepciones oponibles al
acto unilateral de la voluntad destaca la de vicios de consentimiento, en el título de crédito tal
excepción es esteril. La revocación de un título de crédito sólo puede suceder tachando la firma
antes de su liberación; mientras que en un acto unilateral, la revocación puede ocurrir en
cualquier momento.
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Teorías intermedias
Esta teoría descansa en el juicio ecléctico realizado por Vivante y Jacobi, quienes
resuelven que mientras el título no circule, pueden aplicarse las teorías contractualistas; pero si
es el caso contrario, debe atenderse a las teorías unilaterales. En esta opinión puede objetarse
que no se trata de una idea teórica, sino de un juicio ecléctico.
Rebus Sic Stantibus, así denominada la cláusula que busca equidad y justicia dentro
de los contratos. El desajuste del sistema jurídico mexicano provocado por la inclusión de los
Derechos Humanos, provocará violaciones a los Derechos Fundamentales, este es el
problema, si el legislador no subsana las antinomias producto de la reforma. La no aplicación
de la Rebus Sic Stantibus es un ejemplo de ello. El objetivo de este trabajo es mostrar la
generación de antinomias que se produjo con la reforma. Los métodos utilizados en la
construcción del trabajo son el analítico y el teórico descriptivo, principalmente. La discusión se
centra en si los Derechos Humanos permitirán dar justicia a las personas, o si éstas colapsan al
sistema jurídico mexicano.
Los títulos de crédito son cosas mercantiles que, de acuerdo con su concepto, tienen
ciertos atributos o características que los distinguen de cualquier otro documento, y podemos
mencionarlos del siguiente modo:
Incorporación
La expresión de Mossa, “poseo porque poseo”, ilustra claramente esta característica,
que se refiere al hecho de que la persona que posee el documento, posee el derecho. Lo
anterior ciertamente se refiere a una ficción jurídica que considera que el título de crédito en sí
mismo lleva incorporado un derecho, el cual no se pone en duda al existir el documento, de tal
suerte que para poder exigir el cumplimiento de ese derecho, ineludiblemente se requiere que
el titular exhiba el documento; por ejemplo, en el caso de un certificado de depósito que
consigna dos toneladas de trigo, al guardar dicho documento en un portafolios, por la ficción de
la incorporación, se están guardando las dos toneladas de trigo en ese portafolios, por tanto,
para que el almacén de depósito haga entrega de la mercancía, se requiere la exhibición de
dicho título, pues de lo contrario no sería entregada. Otro ejemplo, en el caso de que el deudor
se niegue a pagar una letra de cambio, el titular del documento debe acompañarlo de la
demanda judicial para satisfacer el requisito de incorporación, pues al estar en su poder, se
deduce que sigue teniendo el derecho, lo que prueba la falta de pago. En conclusión, la
incorporación está reconocida en los artículos 5 y 17 de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito y se traduce en la obligación de exhibir y devolver el título de crédito al
obtener su pago.
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Legitimación
Eduardo Pallares señala que: “La legitimación en sentido general, es la
situación en que se encuentra una persona con respecto a determinado acto o
situación jurídica, para el efecto de poder ejecutar legalmente aquél o de intervenir en
ésta. Si puede hacerlo, está legitimado; en caso contrario no lo está.
El titular del documento está legitimado para poder exigir el pago del título,
mientras que el deudor lo está para que se le exija su pago. En el primer caso la
legitimación es activa, en el segundo se denomina pasiva.
En los títulos de crédito la legitimación se desprende de la incorporación, pues
quien posee legalmente el documento y por tanto, el derecho incorporado, se
encuentra legitimado activamente para exigir al obligado en el título el cumplimiento de
la obligación consignada en él, es decir, que el legítimo poseedor del documento se
encuentra legalmente habilitado para exigir de la persona que figura como deudor en
él, el cumplimiento de dicha obligación. Al deudor se le tiene como legitimado
pasivamente para dar cumplimiento tal obligación, es decir, es la persona a quien se le
presentará el título para que mediante el pago se libere de la obligación cambiaria.
Literalidad
Esta característica se encuentra enlazada con la incorporación en el título;
consiste en que el derecho incorporado se mide en función del texto del documento, lo
que significa que los alcances y limitaciones del derecho deben ejecutarse al tenor del
contenido literal del título; por ejemplo, si el deudor en un pagaré sólo cubre una
cantidad parcial, dicho pago deberá hacerse constar en el mismo documento, para que
de esta forma se deje constancia de ello y en consecuencia el pagaré incorpore un
derecho disminuido por el pago parcial y el tenedor sólo pueda reclamar el derecho que
resulte de restar de la cantidad principal aquella que consta como pago parcial.
La literalidad no es absoluta, pues la Ley General de Títulos y Operaciones de
Crédito establece los casos en los que no pueden hacerse determinados pactos, tal
como ocurre en el artículo 78, que establece: “En la letra de cambio se tendrá por no
escrita cualquier estipulación de intereses o cláusula penal”, por lo que si las partes, no
obstante la prohibición, deciden pactar intereses o alguna cláusula penal a pesar de
que llegue a constar en el texto del título, por excepción no se aplica la característica
de la literalidad y se tendrá por no puesta dicha prestación. Por otro lado, de acuerdo
con este principio de literalidad, deben incluirse forzosamente en los títulos de crédito
los requisitos que la Ley exige, para ser considerados como tales, por ejemplo, deben
insertarse necesariamente las menciones y requisitos señalados por la Ley y que no se
presuman expresamente por ésta, de lo contrario, no se trataría de un título de crédito
y en consecuencia no podría afirmarse que se hayan incorporado derechos literales en
él, pues según el artículo 5o. de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito
sólo puede ocurrir en los títulos de crédito.
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Autonomía
Para comprender mejor esta característica, se divide en dos: directa e
indirecta.
1. Autonomía directa. Tiene relación con el atributo de la incorporación, del que
se desprende que, al tener un derecho incorporado en el documento, el titular para
hacerlo valer requiere sólo exhibirlo sin que sea necesario invocar la causa generadora
de su suscripción, es decir, que el documento por sí solo tiene eficacia plena entre el
titular y el deudor. En este caso la autonomía directa está en la relación título de
crédito-acto generador. Sin embargo, respecto de este supuesto, si el acreedor
reclama judicialmente su pago, el deudor podrá disolver esta autonomía al invocar las
excepciones personales que tenga en contra de aquél, y de esta forma se tendrá que
analizar la relación causal al desaparecer esa autonomía directa. Por ejemplo, en una
compra-venta a plazos el deudor suscribe pagarés para garantizar el pago del precio
de la operación y al no hacer el pago de éstos, el vendedor debe acompañar la
demanda judicial con los pagarés no cubiertos por el deudor, no siendo necesario
exhibir el contrato de compraventa (en atención a la autonomía directa), no obstante.
Los títulos de crédito, además de transmitirse por medio del endoso, pueden
transferirse por recibo de su valor extendido en el mismo documento, o en hoja adherida en él,
en favor de algún responsable, cuyo nombre debe hacerse constar en el recibo.
Esta situación nos ubica en un caso de título de crédito en el que existen varios
obligados, como el aval o los endosatarios y el último tenedor del título se lo presenta a uno de
ellos para que lo pague; en efecto, cubre el importe de título, por tanto, quien recibió el pago
debe transmitirle el título haciendo constar en un recibo el nombre de la persona que verificó el
pago, pero, para que surta efectos, deberá ser parte de la literalidad del título, de ahí que la ley
de la materia en su artículo 40 exija que el recibo se extienda en el documento o en hoja
adherida en éste.
La transmisión por recibo de un título de crédito produce los efectos de un endoso sin
responsabilidad, es decir, que la persona que extiende el recibo en la forma consignada
no forma parte de los obligados en el documento.
La transmisión por recibo se considera ordinaria, por lo que el deudor podrá oponer
contra el reclamante las excepciones personales que tenga contra el actor, ya que no opera la
llamada autonomía indirecta.
Cuando se hace referencia a los títulos de crédito, se está hablando de los documentos
necesarios para ejercitar el derecho literal que en ellos se consigna y, aunque es limitativo
establecerse en este sentido, es dable atendiendo a la mención de las principales
características de los títulos de crédito y particularmente porque la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito admite en diversos artículos que existen otros elementos esenciales
que integran el concepto del título de crédito, mencionando expresamente o bien, sancionando
sus efectos jurídicos. Los títulos de crédito pueden clasificarse desde diversos puntos de vista,
aunque siguiendo los criterios generalizados de la mayoría de las corrientes doctrinarias del
Derecho Mercantil Mexicano, es dable sostener que la clasificación aquí revisada, incluye la
mayoría de las especies de títulos de crédito.
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Títulos nominados.
La afirmación en el sentido de que todos los títulos de crédito son nominados, en razón
de que se les atribuye una denominación característica y se regula su emisión, transmisión y
demás circunstancias que les son propias, no ofrece dificultad alguna por cuanto a su
comprensión y entendimiento. Se trata de la letra de cambio, el pagaré, el cheque, las
obligaciones, los certificados de participación, el certificado de depósito y el bono de prenda.
Parece que no hay duda, además, de que también lo es el conocimiento de embarque, pues en
los términos de la Ley de Navegación es un título representativo de mercancías y un recibo de
éstas a bordo de la embarcación, según el artículo 98 del citado ordenamiento.
Títulos innominados.
A pesar de la opinión en contrario de algunos autores, en nuestro medio no existen
títulos de crédito innominados, esto es, que asuman tal carácter por la mera práctica, y sin
estar previstos en ley alguna, pues ello resulta de la rotunda afirmación en el sentido de que:
Los documentos y los actos a que éste Título se refiere, sólo producirán los efectos previstos
por el mismo cuando contengan las menciones y llenen los requisitos señalados por la Ley y
que ésta, no presuma expresamente (artículo 14). Como fácilmente puede apreciarse, no es
legalmente posible legar títulos de crédito diversos de los previstos por dicha Ley (LGTOC), por
cuanto solo ellos, y siempre que contengan las menciones y satisfagan los requisitos en la
misma previstos, producirán efectos de títulos de crédito.
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Privados.
Aquí la conceptualización de privados, obedece a un criterio de exclusión, por lo que es
dable afirmar que son títulos de crédito privados los que no figuren en ninguna de las anteriores
categorías de los públicos, o sea, los procedentes de personas físicas o morales que no tengan
carácter gubernamental alguno. No obstante, cierta duda podría ofrecer el carácter público o
privado de los certificados de participación emitidos por una institución de crédito privada con
motivo de un fideicomiso público. No debe caber duda, sin embargo, de que estos certificados
son títulos públicos, pues, aunque su procedencia formal o corporativa es de índole privada, el
verdadero origen de ellos reside en los recursos públicos que constituyen el patrimonio
fiduciario, cuya suerte se decide también, normalmente, por representantes del órgano
gubernamental que actúe como fideicomitente o en forma de comité técnico del fideicomiso.
Títulos obligacionales.
Uno de los mejores ejemplos de los títulos obligacionales es, precisamente el de las
obligaciones, calificadas a menudo también como bonos, cuando su origen es público, pero en
todo caso suponen para el emisor o suscriptor el fundamental compromiso de reembolsar su
importe al tomador, frecuentemente en unión de los productos o intereses que configuran el
verdadero incentivo para los adquirentes. Un papel similar es el que desempeñan los
igualmente mencionados certificados de participación, pues, lo mismo que en ellos, el emisor
está obligado a reconocer y propiciar la existencia de la asamblea de tenedores, como órgano
colegiado con importantes atribuciones, como la de nombrar un representante común, que
actúa en funciones de mandatario de los tenedores (artículos 216 y 228 de la Ley).
Títulos reales o representativos de mercancías.
En el caso de estos títulos es fácil también mencionar, como prototipos de los mismos
los referidos certificados de depósito (artículo 229) en almacenes generales y el conocimiento
de embarque pues, en ambos casos, el emisor hace constar el recibo de mercaderías y se
obliga a devolverlas al tenedor legítimo de las mismas, en la inteligencia de que ambos
documentos permiten la cómoda circulación virtual, mediante el simple endoso del documento
respectivo. Aunque algunas veces se ha mencionado la posibilidad de que la carta de porte y la
guía aérea, que igualmente amparan mercaderías, y que son emitidas por transportistas
terrestres y aéreos respectivamente,
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Títulos singulares.
Aparecen aquí los que en realidad constituyen la mayoría, sin importar que se expidan
en serie o un crecido número, pues ello no es necesario con arreglo a la ley, sino simplemente
la posibilidad, como ocurre en la mayoría de los casos de fragmentar un crédito. Tal es el caso
de la letra de cambio, el pagaré, el cheque, el certificado de depósito en almacenes generales y
algunos otros que, ciertamente, pueden expedirse en un crecido número con motivo de una
sola operación, pero ello será por razones de comodidad y, de paso, una prueba más de la
agilidad con la que pueden emplearse estas herramientas cambiarias. De ese modo, un buen
ejemplo es la cotidiana suscripción de pagarés que, como forma de documentar un solo
préstamo bancario, suscriben los deudores.
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Títulos principales.
Una vez más, es necesario hacer referencia a la gran mayoría de los títulos de crédito,
que existen sin que hagan falta títulos accesorios, tales como la letra de cambio, el pagaré, el
cheque y otros. El crédito por ellos representado puede hacerse valer mediante su sola
presentación, por razón de que en los mismos se surten los presupuestos necesarios y
suficientes para legitimar a sus tenedores, en la inteligencia de que la medida del derecho está
dada también por el texto de tales documentos.
Títulos accesorios
Ocurre lo contrario que en los principales, pues, si fuera permitido emplear un símil,
son parásitos de los títulos principales. De esta manera, las multi citadas obligaciones, que, en
cuanto títulos principales, deben llevar adheridos cupones, en calidad de títulos accesorios, y
que sirven para hacer efectivo el derecho a la periódica percepción de intereses (artículos 209
y 227). Respecto a las acciones de las sociedades anónimas, para quienes propugnan su
carácter como títulos de crédito, los cupones que deben llevar adheridos, sirven
primordialmente, para hacer efectivo el derecho a los dividendos según establece el artículo
127 de la Ley General de Sociedades Mercantiles. También los certificados de participación
suelen llevar adheridos cupones, que legitiman a sus tenedores para el cobro de los intereses o
rendimientos que produzcan los bienes afectos al fideicomiso del cual deriva la emisión de los
certificados (artículo 228 v de la ley). Por último, nuestra ley permite que el certificado de
depósito de mercancía se expida con un bono de prenda, mismo que servirá según lo
dispuesto en el artículo 229, para la constitución de un crédito prendario sobre las mercancías
o bienes indicados en el propio certificado de depósito correspondiente.
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Por lo que se refiere a esta clasificación, esta dependerá de la relación que le dio
origen al título, la cual, dicho sea de paso, no invalida el título, pero si lo sujeta a un nexo
causal. En cambio, puede suceder que existan causas que rompen el nexo causal y producen
la independencia del título.
Son aquellos títulos que guardan una relación con la causa que los origina. Tan
dependientes son de la causa original que en su texto se les obliga a contener una serie de
menciones derivadas de los actos que los causan. Ejemplo es que las acciones deben contener
datos relacionados con la sociedad a que pertenecen sin mencionar que los derechos como el
cobro de dividendos dependen de circunstancias ajenas al propio título y que ya quedaron
mencionadas.
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Títulos abstractos.
Ejemplo sería el caso de una persona que firma un pagaré con motivo de la
compraventa de un inmueble a favor del vendedor. Salvo que el título tenga cláusula de no
negociabilidad, el tenedor podrá endosar el pagaré y la autonomía del título existirá ante
cualquier otro adquirente, independientemente de la operación de compraventa que le dio
origen.
Otros títulos abstractos son la letra de cambio, el cheque y el pagaré, salvo el caso de
los pagarés firmados con motivo de un crédito de habilitación y avío.
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Títulos de especulación.
Atendiendo a las raíces conceptuales, puede decirse que especular significa efectuar
operaciones comerciales o financieras, con la esperanza de obtener beneficios basados en las
variaciones de los precios o de los cambios. La verdad es que prácticamente cualquier título de
crédito de los seriales o masivos puede ser objeto de una operación especulativa, y no
solamente bursátil, toda vez que diversas circunstancias son susceptibles de influir en que su
valor comercial o de mercado resienta un incremento o una reducción, como podría ser la
excesiva oferta o demanda o la situación financiera del emisor o la mayor o menor cercanía a la
fecha de vencimiento, situaciones de crecida o reducida demanda de los productos o servicios
del emisor, entre otros. Tal es el caso de las acciones, en el supuesto de que se les considere
títulos de crédito, pues quienes las adquieren como operación bursátil abrigan, usualmente, la
esperanza de un incremento en su valor, lo que les permitirá venderlas posteriormente con
ganancias, y otro tanto puede señalarse de todos los demás papeles con los que
cotidianamente se opera en las bolsas de valores de todo el mundo, y ello justifica el que se les
conozca como títulos de especulación.
Títulos de inversión.
La función es, en este caso, la de documentos que también están llamados a redituar
beneficios pecuniarios a sus tenedores, pero no por la diferencia entre el valor de venta y el de
compra en el curso del tiempo, sino exclusivamente, por los rendimientos en ellos establecidos,
de tal suerte que el inversionista sabe de manera anticipada, con un alto grado de precisión, el
monto de los beneficios que obtendrá del documento, e inclusive el importe y la fecha en el que
recuperará su valor facial. No existe aquí aleatoriedad alguna como en los títulos de
especulación, y esto a pesar de que en ambos casos se trate de documentos de la misma
naturaleza. Así, las acciones mencionadas en líneas anteriores como posibles títulos de
especulación, en muchos casos son de mera inversión, como el de quién las adquiere para
conservar, definitiva o indefinitivamente, el carácter de socio. Otro tanto puede decirse de los
demás documentos referidos, lo cual explica el que se haya dicho que la calidad especulativa la
atribuye la intención del adquirente y no la naturaleza del documento. Explicado lo anterior,
parece válido afirmar que prácticamente cualquier título de crédito puede representar para su
tenedor una inversión, o bien, tener carácter especulativo. Otras clasificaciones podrían
añadirse:
a) Por los lugares de suscripción y de pago, existen títulos nacionales e
internacionales, según que ambos lugares se encuentren en el mismo país o no.
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Acción cambiaria
Concepto
La acción cambiaria es la facultad que tiene un acreedor para hacer efectivo el
cobro de una deuda que se encuentra representada en títulos representativos en
dinero, o en mercaderías.
Por falta de pago: si alguno de los girados efectúa un pago parcial o se niega a
pagar la deuda habiendo aceptado.
Por cesación de pagos: Cuando cualquiera de los girados deje de realizar los
pagos y sea declarado insolvente.
En los casos de las fracciones I y III, la acción puede deducirse aun antes del
vencimiento por el importe total de la letra, o tratándose de aceptación parcial, por la
parte no aceptada.
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En los casos de las fracciones I y III, la acción puede deducirse aun antes del
vencimiento por el importe total de la letra, o tratándose de aceptación parcial, por la
parte no aceptada.
IV. Del premio de cambio entre la plaza en que debería haberse pagado la letra y la
plaza en que se la haga efectiva, más los gastos de situación. Si la letra no estuviera
vencida, de su importe se deducirá el descuento, calculado al tipo de interés legal.
El obligado en vía de regreso que paga la letra tiene derecho a exigir, por
medio
de la acción cambiaria:
I. El reembolso de lo que hubiere pagado, menos las costas a que haya sido
condenado;
II. Intereses moratorios al tipo legal sobre esa suma desde la fecha de su pago;
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Contra las acciones derivadas de un título de crédito, sólo pueden oponerse las
siguientes excepciones y defensas:
II. Las que se funden en el hecho de no haber sido el demandado quien firmó el
documento;
VI. La de alteración del texto del documento o de los demás actos que en él consten,
sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 13 de la Ley de Títulos y Operaciones de
Crédito;
BIBLIOGRAFIA.