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Moisés había ascendido al monte Sinaí para encontrarse con Dios. Ha-
bía estado allí más de un mes. Abajo en el valle, el pueblo de Israel, re-
cientemente liberado de la esclavitud, comenzaba a preguntarse cuál
sería la suerte de su líder. Quizás creían que un animal salvaje lo había
devorado o que habría caído de un risco. En cualquiera de los casos, el
pueblo fue a Aarón, el hermano de Moisés y su vocero, y lo indujo a ha-
cer un "dios", una imagen de oro que fuera delante de ellos. Le dijeron a
Aarón: "Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a es-
te Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le ha-
ya acontecido" (Éxodo 32:1).
Aarón tomó oro del pueblo y formó con él un becerro de oro fundido,
al cual los israelitas establecieron como su dios, el que los había sacado
de Egipto. Luego el pueblo comenzó a adorar al becerro y a celebrar con
cantos y danzas. Le ofrecieron sacrificios quemados y se corrompieron en
actos y juegos de lascivia, quizás como los que habían visto hacer en
Egipto.
En la montaña Dios vio lo que el pueblo estaba haciendo y se preparó
para destruirlo, pero Moisés intercedió en su favor. El Señor se "ablandó"
y los perdonó. Moisés descendió de la montaña, confrontó al pueblo y; en
un gesto simbólico que ilustraba su desobediencia, quebró las tablas de
la Ley al pie de aquella montaña. Luego destruyó al becerro de oro.
Viendo que la gente estaba "desenfrenada" (Éxodo 32:25), Moisés ex-
clamó: "¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo" (Éxodo 32:26). Cuando
"todos los hijos de Leví" se unieron a Moisés, él los envió a matar a los
instigadores y líderes de la rebelión. Al final, tres mil israelitas murieron
aquel día.
Este incidente del libro de Éxodo ilustra perfectamente la verdad de
Proverbios 29:18: "Sin profecía, el pueblo se desenfrena; mas el que guarda
la ley es bienaventurado". Este versículo en otras versiones en inglés, di-
ce: "Donde no hay revelación, el pueblo se desenfrena; mas bendito es el
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El vidente
que guarda la ley". Algunas otras versiones castellanas, tales como La Bi-
blia de las Américas, usan la palabra "visión" en vez de "profecía" o "re-
velación". El punto es claro: sin profecía, sin revelación divina o visión,
el pueblo se desenfrena. Se descarría porque no tiene guía, no tiene vi-
sión. La Palabra de Dios -su ley- provee visión y guía para vivir, y aque-
llos que la siguen serán benditos.
Todos necesitan una visión que los sustente en la vida. William Blake,
el notable artista y poeta de fines del siglo XVIII y principios del siglo
XIX, también fue un visionario. Primero comenzó de niño viendo visio-
nes, que luego continuó por el resto de su vida. Su capacidad visionaria
influenció profundamente su vida y obra:
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Visión: el poder que sustenta
Cuando habían pasado, Elías dijo a Elíseo: Pide lo que quieras que
haga por ti, antes que yo sea quitado de ti. Y dijo Elíseo: Te ruego
que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí. Élle dijo: Cosa di-
fícil has pedido. Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será he-
cho así; mas si no, no. Y aconteció que yendo ellos y hablando, he
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El vidente
aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías
subió al cielo en un torbellíno. Viéndolo Elíseo, clamaba: ¡Padre mío,
padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! Y nunca más le vio
(2 Reyes 2:9-12a).
¿Qué es lo que vio Eliseo exactamente? Obviamente, vio a Elías ser lle-
vado al cielo, porque los versículos que siguen dejan bien claro que Eli-
seo recibió la doble porción del espíritu que había estado sobre Elías. Sin
embargo, las palabras del mismo Eliseo aclaran que vio algo más que es-
to: "¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo!" Las pa-
labras "padre mío" se pueden referir a Elías, a quien ciertamente Eliseo
tenía como mentor y figura paternal. También es posible que Elías, en el
momento de la unción, tuviera un vislumbre de Dios el Padre -o al me-
nos de la gloria que lo rodea- ya que Éxodo 33:20 dice que ningún hom-
bre puede ver a Dios y vivir.
En cuanto a los "carros de Israel y su gente de a caballo", esto puede
referirse a las innumerables huestes celestiales que lo acompañaban. Lo
que sea que Eliseo haya visto, quedó profundamente afectado por la vi-
sión, y esta lo sustentó por el resto de su vida.
Si recuerdan lo descripto en el capítulo 1, esta no fue la única vez que
Eliseo vio un ejército celestial de carrozas y hombres de a caballo. Cuan-
do el rey de Siria mandó su ejército para sitiar Dotán y capturar a Eliseo,
el siervo de Eliseo estaba aterrado hasta que el profeta oró para que sus
ojos fueran abiertos. Allí fue cuando el siervo vio lo que su señor estaba
viendo: carrozas de fuego y caballos rodeándolos. Una vez que el siervo
vio el ejército divino, que era invisible en lo natural pero visible en lo es-
piritual, sus temores se disiparon.
Eliseo era un hombre de visión, de revelación, y nunca se deshizo de
ella. ¿Qué hay acerca de usted? No conozco la promesa profética que el
Señor le pudo haber hablado. Como cristianos tenemos las promesas bí-
blicas y también las palabras de revelación actuales que son habladas a
cada uno de nosotros, las cuales vienen de maneras diferentes. Algunas
veces viene en la quietud del Espíritu; otras veces, a través de sueños o
visiones. Pueden venir directamente de Dios a usted o por medio de al-
guien que le hablaba lo que ha recibido de parte de Dios.
Cualquiera sea el caso, no deseche sus sueños, porque ellos tendrán
grandes recompensas. No se quite la túnica de los sueños en presencia de
su enemigo. Sostenga la visión que Dios le ha dado. La visión es un po-
der capaz de sustentar un pueblo.
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Visión: el poder que sustenta
Durante veintiún años Jacob trabajó para su tío Labán quien, además,
llegó a ser su suegro al casarse con sus dos hijas, Lea y Raquel. Labán era
tan engañador y estafador como Jacob. Este había trabajado siete años pa-
ra obtener a Raquel como esposa, pero acabó recibiendo a Lea, la mayor.
También obtuvo a Raquel, pero tuvo que trabajar otros siete años más. Ja-
cob trabajó otros siete años adicionales para tener su propio rebaño y lue-
go volver a su tierra. En el proceso, Labán le cambió el salario a Jacob
diez veces y trató de engañarlo de muchas maneras. Sin embargo, Dios
siempre estaba detrás de la escena guardando la promesa dada a Jacob.
Finalmente, cuando Jacob se preparaba para partir, Labán trató de so-
bornarlo para que se quedara, ofreciéndole pagar la suma que Jacob pu-
siera. Jacob respondió que el único salario que quería eran las ovejas y
cabras manchadas y salpicadas de color, como así también los corderos
negros. Labán aceptó inmediatamente. Entonces se apuró a poner todos
los animales que entraran en esa descripción al cuidado de sus hijos, a los
cuales envió lejos, como a tres días de camino. Parecía que Labán había
engañado a Jacob una vez más.
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de decir que no. ¡Pero he cambiado! Ahora respondo más como Zacarias.
Finalmente, la visión dada a Zacarías tenía que ver con un mensaje para
Zorobabel, el oficial civil a cargo del remanente de exiliados bajo cuyo li-
derazgo el templo de Jerusalén sería reconstruido. La palabra del Señor a
Zorobabel era: "No por fuerza, sino por mi Espíritu". Era un aliento pa-
ra él y para todos los exiliados que una nueva era estaba comenzando.
Una era caracterizada por el obrar del Espíritu de Dios en poder, y el día
de la llegada del Mesías.
Una nueva etapa del Espíritu estaba a las puertas. Esa era la visión que
sustentaba a Zacarías y, por extensión, a Zorobabel ya todo el remanen-
te del cautiverio. Esa visión los animaba y motivaba a reconstruir el tem-
plo de Jerusalén y también los muros de la ciudad y la ciudad misma, que
había sido destruida por los caldeas. La visión puede sostener a un pue-
blo, y la humildad es la clave que libera el entendimiento.
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Visión: el poder que sustenta
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Sin dejarse impresionar por la visión de lo que el mal iba a hacer, Da-
niel siguió mirando para ver algo mayor, una revelación superior. Él no
cedió a la tentación de la fijación de la revelación. Daniel no paró de mi-
rar hasta que tuvo la visión del Hijo del Hombre y su reino extendiéndo-
se sobre toda la tierra.
Corno Daniel, nosotros también vivimos en un tiempo en donde el mal
ha resurgido, es por eso que necesitarnos una visión que nos sustente co-
rno pueblo. Una visión que nos muestre claramente cómo las promesas
de Dios son mayores que todo el poder del diablo. Seamos entonces un
pueblo de visión que no perece, sino que carnina en la búsqueda apasio-
nada del Señor. También seamos capaces de sostener delante de nuestros
ojos una visión consumidora del Hijo del Hombre y el Anciano de días
sentado sobre su trono. Mantener nuestra visión en el Señor clara delan-
te de nosotros, nos sostendrá en las muchas pruebas de nuestra vida y mi-
nisterio.
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